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“Andábamos sin buscarnos pero sabiendo que andábamos para encontrarnos” es con esta

frase que Cortázar nos introduce en la relación, no sólo de dos personas: la Maga y
Oliveira, sino en la de dos microuniversos que se atraen inevitablemente en la búsqueda
existencial de algo más allá de los ojos, modificando las visiones de los personajes y
sumergiendo al lector en el más profundo devenir de las olas del pensamiento.

Se busca entender la realidad de rayuela desde su cosmovisión, los caminos de los


personajes en la búsqueda de lo desconocido pero necesitado y deseado por ellos. La
historia transcurre desde el devenir de la consciencia de Horacio, por tanto, es válido
establecer el cronotopo de la novela desde lo metafísico, la mente de Oliveira establece un
viaje en el pasado añorado, es a través de los recuerdos y el deseo de un futuro ya vivido
que Cortázar embarca a los lectores en ese viaje de angustias, temores y amores, como el
mismo lo expone “pero qué es el recuerdo sino el idioma de los sentimientos, un
diccionario de caras y días y perfumes que vuelven como los verbos y los adjetivos en el
discurso, (…) entristeciéndonos o aleccionándonos vicariamente hasta que el propio ser se
vuelve vicario” (p.111)

La realidad del club de la serpiente se ve envuelta en el ritmo de la música, las palabras, el


arte y la fotografía, agujeros en donde la realidad se ve transfigurada en la ilusión de la
búsqueda, la búsqueda de lo hermoso, del deseo más profundo nunca sentido, algo distinto
para cada uno pero que al final creen encontrar en la negación del otro: “cómo podemos
estar reunidos esta noche si no es por un mero juego de ilusiones, de reglas aceptadas y
consentidas”. Esta ilusión envuelve a Oliveira como una niebla permanente en sus
pensamientos, buscando perder lo ya encontrado en un círculo vicioso, la ausencia de todo
como su único destino.

La culpa y el miedo que rigen a Horacio por los ríos metafísicos, en los que se ahoga una y
otra vez a lo largo de la novela, es lo que lo lleva a crear espejos en las personas a su
alrededor; reflejos de su deseo de ser, el kibbutz es representado parte por parte en la cara
de sus amigos, Gregorovius es aquel capaz de amar a la Maga completamente, sin miedo,
Babs es la sensibilidad que él mismo se niega, el perverso Horacio busca en ellos su propio
juicio, un castigo trágico digno de su vida regida por la obligación estética.

Rayuela es un viaje por laberintos de pensamientos infinitos, donde la noción del tiempo y
el espacio se pierden y el único guía que le queda al lector es la búsqueda de lo
desconocido. La colisión de mundos tan diferentes da como resultado un destino fatal
predestinado, de encuentros y desencuentros, la transformación de la realidad desde la
ilusión de los recuerdos lleva a buscar esa piedrita en la vida de todos los lectores y lanzarla
hacia el cielo, hacia el deseo más profundo.

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