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Los grandes pensadores y poetas, vinculaban la relación y el proceso de la educación como el desarrollo del físico humano, así como los grandes atletas, cuya
virtud cotidiana es acompañada mediante ejercicios constantes y admirables que se traduce como el objetivo de la “excelencia en el ser”; esto engrandece la
naturaleza del hombre en todas sus dimensiones, cuya atracción y belleza del mismo, invita a seguir el proceso para ser alcanzado en toda su armonía intelectual,
físico y moral. Otros pensamientos, consideran que esta excelencia en el ser solamente se logra en aquellos que les es innata dicha práctica, o que son constantes
en practicar la virtud; y los que no nacieron para esto, les es muy difícil alcanzar dicha práctica en sus aspectos intelectuales, físico y moral. Sin embargo, los
sofistas y demás retóricos, consideraban la existencia de otros medios para alcanzar esa virtud y la excelencia en el aprendizaje; y no tanto que se centra como
el proceso del desarrollo de un atleta, sino existen otras vías o alternativas de la filosofía del aprendizaje. Por tanto, esta aportación muestra que es posible
adquirir y comunicar las excelencias, en la que Aristóteles asegura que, debe ser acompañado por la motivación y el tono según el pensamiento más sistemático,
formulado mediante métodos y conclusiones. De ahí Aristóteles enfoca una parte de la educación con la política de cuyas normas hace al hombre que busque el
bien deseado y alcanzable, y su objetivo es educar al mismo, en todos sus aspectos haciendo de él un ser virtuoso. A pesar de ello Aristóteles cuestiona de cómo
se debe transmitir esa virtud y cómo se deberá evaluar en cuando su rendimiento en cada sujeto, para que él mismo busque el bien según el grado. Esto le lleva
a él, a comenzar con la Ética donde demuestra que estos pensamientos generan otras ramas, con cual se busca el bien que consiste en “la felicidad a vivir con
rectitud”; no en cuanto al placer o satisfacción instintiva, sino el propósito final de las actividades que se cree ser dignas de ser buscado, con las actividades
deseables que llena el bien supremo del hombre. Aristóteles aborda el tema complejo sobre el análisis del hombre, que no basta educarlo con algo material que
satisface solamente el cuerpo, sino educarlo según su naturaleza, ya que no es solo es cuerpo sino también alma, esto implica una educación sana que lleva a
la perfección de su naturaleza humana, mediante ejercicios de excelencia de acuerdo a sus facultades deliberadas y apetitivas del alma. Las acciones de
excelencia deben ser deseables por sí mismo, que sean únicas y se adjudican a Dios, y esto es algo deseable en absoluto que conlleva a la felicidad más elevada
que cosiste en una especie de contemplación. Finalmente, el buen educador es aquel que tiene buenos principios morales que sabe educar con moderación y
excelencia, implica el esfuerzo de cultivar el bien por su bondad intrínseca, en cuanto el gozo de realizar acciones nobles y rectas. Sin duda alguna Aristóteles
comienza a la vez la búsqueda “científica” o especulativa y el razonamiento o saber “productivo”, este proceso discierne la verdad en donde nos lleva al
razonamiento o saber practico y productivo que termina “sabiendo lo que hay que hacer” y “sabiendo que la cosa es así” o dicho de otra manera “sabiendo lo que
hay que hacer” y “sabiendo cómo hacer algo”; todo esto supera las actividades morales e intelectuales y concebir que siempre serán excelentes en cuanto camino
a la felicidad suprema. La educación es el medio que permite al hombre conocer cosas del más allá, que ayuda a aproximarse al meta de la vida; por eso debe
estar desde el principio muy acorde a la constitución nacional que cultive las virtudes del buen ciudadano imprimiéndose en ellos la excelencia del hombre de
bien, cada una de ellas tiene ciertas etapas de acompañamiento; él recomendaba (leer y escribir), gimnasia, música y dibujo.