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Prefacio I
1 El Coliseo ………………………….……... 1
7 La confesión de fe ………………………….……... 39
9 La persecución ………………………….……... 53
10 La captura ………………………….……... 59
11 La ofrenda ………………………….……... 63
14 La tentación ………………………….……... 77
15 Lúculo ………………………….……... 81
Prefacio
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antigua. Un ejemplar fue providencialmente Y aun a nosotros en estos días puede alcanzar-
rescatado de un barco de vela americano y se nos la promesa a Esmirna: “Sé fiel hasta la
encuentra en poder del hijo del Capitán muerte y yo te daré la corona de la vida.”
Richard Roberts, quien comandaba aquella
nave y tuvo que abandonarla en alta mar como La sangre de los mártires de Rusia y Alemania
consecuencia del desastroso huracán ocurrido clama desde la tierra, cual admonición a los
en Enero de 1876. cristianos de todos los países.
Cuidadosamente reimpresa, presentamos aquí Pero aún podemos arrancar de nuestras almas
aquella obra, habiendo sido celosamente fieles el clamor anhelante: “Ven, Señor Jesús, ven
al original aun en su título. Sacamos a la luz es- pronto.”
ta edición, animados de la viva esperanza de
que el Señor la haya de emplear para hacerles Hartsdale, N.Y. Richard L. Roberts
ver a los fieles que reflexionan, como también
a los descuidados y desprevenidos y a sus des-
cendientes en estos últimos días malos, este
palpitante cuadro de cómo sufrieron los santos ______________________________________
de los primeros tiempos por su fe en nuestro
Señor Jesucristo, bajo una de las persecuciones
más crueles de la Roma pagana, y que en un
futuro no lejano se pueden repetir con la misma
intensidad de la ira satánica, mediante el mis-
mo Imperio Romano de inminente renacimien-
to.
I
[\
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El Coliseo
Cruel carnicería para jolgorio de los romanos.
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
Nobles de antiguas familias se hallaban presen- espléndida vestimenta los hacían objeto de es-
tes allí, pero no tenían ojos para ver en estas pecial atención de parte de sus vecinos.
exhibiciones crueles y brutales el estigma sobre
el honor de su patria. A su vez los filósofos, los Ya se habían presentado varios espectáculos
poetas, los sacerdotes, los gobernadores, los preliminares, y era hora de que empezaran los
encumbrados, como también los humildes de la combates. Se presentaron varios combates ma-
tierra, atestaban los asientos; pero los aplausos no a mano, la mayoría de los cuales tuvo resul-
de los patricios3 eran tan sonoros y ávidos tados fatales, despertando diferentes grados de
como los de los plebeyos. ¿Qué esperanza interés, según el valor y habilidad que derro-
había para Roma cuando los corazones de sus chaban los combatientes. Todo ello lograba el
hijos se hallaban íntegramente dados a la efecto de aguzar el apetito de los espectadores,
crueldad y a la opresión más brutal que se aumentando su vehemencia, llenándoles del
puede imaginar? más ávido deseo por los eventos aun más emo-
cionantes que habían de seguir.
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
Pero los separaba un contraste sumamente no- aparece una “victoria”, que es un ser con alas que coloca
la corona de laureles al emperador. El entablamento está
table. El africano era tostado, de cabello relum- formado por un arquitrabe a tres bandas, un friso que
brante y rizado y ojos chispeantes; el de Bata- representa el desfile triunfal de las legiones romanas en
via era de tez ligera, de cabello rubio y de ojos Jerusalén y una cornisa que soporta el ático. El intradós
está decorado con casetones y a ambos lados hay
vivísimos de color gris. Era difícil decir cuál de representaciones de la entrada de Tito en Jerusalén,
ellos llevaba ventaja; tan acertado había sido el honrado por los soldados que llevan el candelabro de
cotejo en todo sentido. Pero, como el primero siete brazos.
había ya estado luchando por algún tiempo, se
pensaba que él tenía esto como una desventaja. Llegó ahora el momento en que un gran núme-
Llegó, pues, el momento en que se trabó la ro de hombres fue conducido a la arena. Estos
contienda con gran vehemencia y actividad de todavía estaban armados de espadas cortas. No
ambas partes. El de Batavia asestó tremendos bien pasó un momento, cuando ya ellos habían
golpes a su contrincante, que fueron parados empezado el ataque. No era un conflicto de dos
gracias a la viva destreza de éste. El africano bandos opuestos, sino una contienda general,
era ágil y estaba furioso, pero nada podía hacer en la cual cada uno atacaba a su vecino. Tales
contra la fría y sagaz defensa de su vigilante escenas llegaban a ser las más sangrientas, y
adversario. por lo tanto las que más emocionaban a los
espectadores. Un conflicto de este tipo siempre
Finalmente, a una señal dada, se suspendió el destruiría el mayor número en el menor tiem-
combate, y los gladiadores fueron retirados, po. La arena presentaba el escenario de confu-
pero de ninguna manera ante la admiración o sión más horrible. Quinientos hombres en la
conmiseración de los espectadores, sino sim- flor de la vida y la fortaleza, armados de espa-
plemente por el sutil entendimiento de que era das luchaban en ciega confusión unos contra
el mejor modo de agradar al público romano. otros. Algunas veces se trenzaban en una masa
densa y enorme; otras veces se separaban
Todos entendían, naturalmente, que los Gladia- violentamente, ocupando todo el espacio dispo-
dores volverían. nible, rodeando un rimero de muertos en el
centro del campo. Pero, a la distancia, se asal-
taban de nuevo con indeclinable y sedienta
furia, llegando a trabarse combates separados
en todo el rededor del macabro escenario; el
victorioso en cada uno corría presuroso a tomar
parte en los otros, hasta que los últimos sobre-
vivientes se hallarían nuevamente empeñados
en un ciego combate masivo.
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
resistir. Todo se reducía a una carnicería. Estos –El gran gladiador Macer. Se me ocurre que él
gigantes mataban a diestra y siniestra sin es el mejor que jamás he visto.
misericordia, hasta que nadie más que ellos
quedaba de pie en el campo de la muerte y oían –Algo he oído respecto a él. ¿Crees que lo
el estruendo del aplauso de la muchedumbre. sacarán esta tarde?
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
Era una fiera del África, desde donde había romanos ordinarios o plebeyos. Los équites y los plebe-
yos también vestían togas para ir al Coliseo. En las
sido traída no muchos días antes. Durante tres gradas más altas del anfiteatro se sentaban todas las
días no había probado alimento alguno, y así el mujeres que no fuesen vírgenes vestales, los esclavos y
hambre juntamente con el prolongado encierro los pobres.
había aguzado su furor a tal extremo que
solamente el contemplarlo aterrorizada. Azo- El tigre no tardó en verlo, lanzando un breve
tándose con la cola recorría la arena mirando pero salvaje rugido que infundía terror. Macer
hacia arriba, con sanguinarios ojos, a los con serenidad permaneció de pie con su mirada
espectadores. Pero la atención de éstos no tardó apacible pero fija sobre la fiera que movía la
en desviarse hacia un objeto distinto. Del otro cola con mayor furia cada vez, dirigiéndose
extremo de donde la fiera se hallaba fue arroja- hacia él. Finalmente el tigre se agazapó, y de
do a la arena nada menos que un hombre. No esta posición con el impulso característico se
llevaba armadura alguna, sino que estaba lanzó en un salto feroz sobre su presa. Macer
desnudo como todos los gladiadores, con la no estaba desprevenido. Como una centella
sola excepción de un taparrabo. Portando en su voló hacia la izquierda, y no bien había caído
diestra la habitual espada corta, avanzó con el tigre en tierra, cuando le aplicó una estocada
dignidad y paso firme hacia el centro del corta pero tajante y certera en el mismo
escenario. corazón. ¡Fue el golpe fatal para la fiera! La
enorme bestia se estremeció de la cabeza a los
En el acto todas las miradas convergieron sobre pies, y encogiéndose para sacar toda la fuerza
este hombre. Los innumerables espectadores de sus entrañas, soltó su postrer bramido que se
clamaron frenéticamente: “¡Macer, Macer!” oyó casi como el clamor de un ser humano,
después de lo cual cayó muerta en la arena.
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
como el que le había precedido. A su lado hasta lograr tomarla nuevamente. Y ahora, otra
Macer no era sino una débil criatura. vez armado de su espada protectora, esperaba
el zarpazo final de la fiera que respiraba
El ayuno de esta fiera había sido prolongado, muerte. El león se arrojó como la vez anterior,
pero no mostraba la furia del tigre. Atravesó la pero esta vez Macer acertó en el blanco. La
arena de uno a otro extremo, y luego a todo el espada le traspasó el corazón. La enorme fiera
rededor en una especie de trote, como si cayó contorsionándose de dolor. Poniéndose en
buscara una puerta de escape. Mas hallando pie se echó a correr por la arena, y tras su
todo cerrado, finalmente retrocedió hacia el último rugido agónico cayó muerto junto a las
centro, y pegando el rostro contra el suelo dejó rejas por donde había salido.
oír profundo bramido tan alto y prolongado que
las enormes piedras del mismo Coliseo vibra- Ahora Macer fue conducido fuera del ruedo,
ron con el sonido. viéndose aparecer nuevamente al de Batavia.
Se trataba de un público de refinado gusto, que
Macer permaneció inmóvil. Ni un solo demandaba variedad. Al nuevo contendor le
músculo de su rostro cambió en lo más soltaron un tigre pequeño, el cual fue vencido.
mínimo. Estaba con la cabeza erguida con la Seguidamente se le soltó un león. Este dio
expresión vigilante y característica, sostenien- muestras de extrema ferocidad, aunque por su
do su espada en guardia. Finalmente el león se tamaño no salía de lo común. No cabía la me-
lanzó sobre él de lleno. El rey de las fieras y el nor duda de que el de Batavia no se igualaba a
rey de la creación se mantuvieron frente a fren- Macer. El león se lanzó sobre su víctima, ha-
te mirándose a los ojos el uno al otro. Pero la biendo sido herido; pero, al lanzarse por
mirada serena del hombre pareció enardecer la segunda vez al ataque, agarró a su adversario, y
ira propia del animal. Erecta la cola y todo él, literalmente lo despedazó. Entonces nuevamen-
retrocedió; y tirando su melena, se agazapó te fue sacado Macer, para quien fue tarea fácil
hasta el suelo en preparación para saltar. acabar con el cachorro.
La enorme multitud se paró embelesada. He Y esta vez, mientras Macer permanecía de pie
aquí una escena que merecía su interés. recibiendo los interminables aplausos, apareció
un hombre por el lado opuesto. Era el africano.
La masa obscura del león se lanzó al frente, y Su brazo ni siquiera se le había vendado sino
otra vez el gladiador en su habitual maniobra que colgaba a su costado, completamente cu-
saltó hacia el costado y lanzó su estocada. Em- bierto de sangre. Se encaminó titubeando hacia
pero esta vez la espada solamente hirió una de Macer, con penosos pasos de agonía. Los ro-
las costillas y se le cayó de la mano. El león manos sabían que éste había sido enviado
fue herido ligeramente, pero el golpe sirvió sencillamente para que fuese muerto. Y el
sólo para levantar su furia hasta el grado supre- desventurado también lo sabía, porque confor-
mo. me se acercó a su adversario, arrojó su espada
y exclamó en una actitud más bien de deses-
Macer empero no perdió ni un ápice de su peración:
característica calma y frialdad en este momento
tremendo. Perfectamente desarmado en espera –¡Mátame pronto! Líbrame del dolor.
del ataque, se plantó delante de la fiera. Una y
otra vez el león lanzó sus feroces ataques, y ca- Todos los espectadores a uno quedaron mudos
da uno fue evadido por el ágil gladiador, quien de asombro al ver a Macer retroceder y arrojar
con sus hábiles movimientos se acercaba inge- al suelo su espada. Todos seguían contemplan-
niosamente al lugar en donde estaba su arma do maravillados hasta lo sumo y silenciosos. Y
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
Marcelo contestó con modestia: –Yo no he Seguidamente dejaron entrar otras fieras salva-
residido en Roma lo suficiente, y es así que no jes. Empezaron a saltar alrededor del ruedo
comprendo qué es lo que los cristianos creen intentando saltar contra las barreras. En su
en verdad. Lo que ha llegado a mis oídos es furor se trenzaron en horrenda pelea unas con-
que casi cada crimen que sucede se les imputa tra otras. Era una escena espantosa.
a ellos. Sin embargo, en el caso de ser como tú
dices, he de tener la oportunidad de llegar a En medio de la misma fue arrojada una banda
saberlo. de indefensos prisioneros, empujados con
rudeza. Se trataba principalmente de mucha-
En ese momento una nueva escena les llamó la chas, que de este modo eran ofrecidas a la
atención. Esta vez entró al escenario un ancia- apasionada turba romana sedienta de sangre.
no, de figura inclinada y cabello blanco platea- Escenas como ésta habrían conmovido el
do. Era de edad muy avanzada. Su aparición corazón de cualquiera en quien las últimas
fue recibida con gritos de burla e irrisión, trazas de sentimientos humanos no hubiesen
aunque su rostro venerable y su actitud digna sido anuladas. Pero la compasión no tenía lugar
hasta lo sumo hacían presumir que se le pre- en Roma. Encogidas y temerosas las infelices
sentaba para despertar admiración. Mientras las criaturas, mostraban la humana debilidad
risotadas y los alaridos de irrisión herían sus natural al enfrentarse con muerte tan terrible;
oídos, él elevó su cabeza al mismo tiempo que pero de un momento a otro, algo como una
pronunció unas pocas palabras. chispa misteriosa de fe las poseía y las hacía
superar todo temor. Al darse cuenta las fieras
–¿Quién es él? –preguntó Marcelo. de la presencia de sus presas, empezaron a
acercarse. Estas muchachas juntando las ma-
–Ese es Alejandro, un maestro de la abomina- nos, pusieron los ojos en los cielos, y elevaron
ble secta de los cristianos. Es tan obstinado que un canto solemne e imponente, que se elevó
se niega a retractarse… con claridad y bellísima dulzura hacia las man-
siones celestiales:
–Silencio. Escucha lo que está hablando.
Al que nos amó, al que nos ha lavado de
–Romanos, «dijo el anciano», yo soy cristiano. nuestros pecados en su propia sangre; Al que
Mi Dios murió por mí, y yo gozoso ofrezco mi
nos ha hecho reyes y sacerdotes, para nuestro
vida por Él.
Dios y Padre; A Él sea gloria y dominio por los
Un bronco estallido de gritos e imprecaciones siglos de los siglos.
salvajes ahogaron su voz. Y antes que aquello
hubiera concluido, tres panteras aparecieron ¡Aleluya! ¡Amén!
saltando hacia él. El anciano cruzó los brazos,
Una por una fueron silenciadas las voces,
7. Esta persecución por el Emperador Decio fue desde el año ahogadas con su propia sangre, agonía y muer-
249-251 d.C., o sea que duró como dos años y medio. Decio te; uno por uno los clamores y contorsiones de
murió en batalla con los Godos más o menos a fines de 251
d.C. angustia se confundían con exclamaciones de
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El mártir de las catacumbas 1. El Coliseo
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El Campamento Pretoriano
Cornelio, el centurión, varón justo y temeroso de Dios.
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Lúculo, por el contrario, jamás había salido de En la mañana del día siguiente, Lúculo ingre-
las fronteras de Italia, apenas quizá de la só a su cuarto, y después de haber cambiado
ciudad. Pertenecía a una de las más antiguas y los saludos usuales y de confianza, empezó a
nobles familias romanas, y era, naturalmente, hablar respecto a la lucha que habían presen-
heredero de abundantes riquezas, con la co- ciado.
rrespondiente influencia que a éstas acompa-
ña. Había sido cautivado por el osado y franco Marcelo dijo: –Tales escenas no son las que
carácter de Marcelo, siendo así que los dos en verdad me agradan. Son actos de crasa
jóvenes se convirtieron en firmes amigos. El cobardía. A cualquiera le puede complacer el
conocimiento minucioso que de la capital ver dos hombres bien entrenados trabarse en
poseía Lúculo, le deparaba la facilidad de pareja lucha limpiamente; pero aquellas carni-
servir a su amigo; y las escenas descritas en el cerías que se ven en el Coliseo son detesta-
capítulo precedente fueron en una de las pri- bles. ¿Por qué había de matarse a Macer? El
meras visitas que Marcelo hacía al renombra- era uno de los más valientes de los hombres, y
do Coliseo. yo tributo todo mi homenaje a su valentía
inimitable. ¿Y por qué se ha de arrojar a las
El campamento pretoriano estaba situado jun- fieras salvajes a aquellos ancianos y niños?
to a la muralla de la ciudad, a la cual se halla-
ba unido por otra muralla que lo circundaba. –Es que ésos eran cristianos. Y la ley es sagra-
da e inquebrantable.
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La ciudad más antigua de España y de Europa, Gadir o –Esa es la respuesta de siempre. ¿Qué delito
Gades, la actual Cádiz, es un puerto fundado por los fenicios en
torno al año 1100 a.C.
han cometido los cristianos? Yo me he encon-
trado con ellos por todas partes del imperio,
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El mártir de las catacumbas 2. El Campamento pretoriano
pero jamás los he visto entregados ni compro- nes. Ellos siempre mantienen entre sí el más
metidos siquiera en perturbaciones o cosa se- impenetrable secreto, pero a veces hemos lle-
mejante. gado a escuchar sus perniciosos discursos y
sus impúdicos cantos.
–Ellos son lo peor de la humanidad.
–A la verdad que, de ser todo esto así, es algo
–Esa es la acusación. Pero ¿qué pruebas hay? sumamente grave y merecen el más severo
castigo. Pero, de acuerdo a tu propia declara-
–¿Pruebas? ¿Qué necesidad tenemos de prue- ción, ellos mantienen el secreto entre ellos, y
bas, si se sabe hasta la saciedad lo que son y por consiguiente se sabe muy poco de ellos.
hacen? Conspiran en secreto contra las leyes y Díme, aquellos hombres que sufrieron el mar-
la religión de nuestro estado. Y tanta es la tirio ayer, ¿tenían apariencia de todo esto?
magnitud de su odio contra las instituciones Aquel anciano, ¿tenía algo que demostrara que
que ellos prefieren morir antes que ofrecer había pasado su vida entre escenas de vicio?
sacrificio. No reconocen rey ni monarca algu- ¿Eran acaso impúdicos los cantos que eleva-
no en la tierra, sino a aquel judío crucificado ron esas bellísimas muchachas mientras espe-
que ellos insisten en que vive actualmente. Y raban ser devoradas por los leones?
tanta es su malevolencia hacia nosotros que
llegan a afirmar que hemos de ser torturados Al que nos amó; Al que nos ha lavado de
toda nuestra vida futura en los infiernos. nuestros pecados con su sangre.
–Todo eso puede ser verdad. De eso no entien- Y Marcelo cantó en voz baja y suave las pala-
do nada. Respecto a ellos yo no conozco nada. bras que él había oído.
–La ciudad la tenemos atestada de ellos; el –Te confieso, amigo, que yo en el fondo de mi
imperio ha sido invadido. Y ten presente esto alma lamenté la suerte de ellos.
que te digo. La declinación de nuestro amado
imperio que vemos y lamentamos por todas A lo que Marcelo añadió, – Y yo, habría llora-
partes, el que se hayan difundido la debilidad do si no hubiera sido soldado romano. Deténte
y la insubordinación, la contracción de nues- un momento y reflexiona. Tú me dices cosas
tras fronteras: todo esto aumenta conforme au- respecto a los cristianos que al mismo tiempo
mentan los cristianos. ¿A quién más se deben confiesas que solamente las sabes de oídos, de
todos estos males, si no es a ellos? labios de aquellos que también ignoran lo que
dicen. Te atreves a afirmar que son infames y
–¿Como así han llegado ellos a originar todo viles, el desecho de la tierra. Yo personal-
esto? mente los contemplo cuando afrontan la muer-
te, que es la que prueba las cualidades más
–Por medio de sus enseñanzas y sus prácticas elevadas del alma. Le hacen frente con toda
detestables. Ellos enseñan que el pelear es ma- nobleza, al extremo de morir alegremente.
lo, que los soldados son los más viles de los Roma en toda su historia no puede exhibir un
hombres, que nuestra gloriosa religión bajo la solo ejemplo de escena de mayor devoción
cual hemos prosperado es una maldición, y que la que presenciamos ayer. Tú dices que
que nuestros dioses inmortales no son sino ellos detestan a los soldados, pero son sobre-
demonios malditos. Según sus doctrinas, ellos manera valientes; me dices que son traidores,
tienen como objetivo derribar nuestra morali- sin embargo ellos no resisten a la ley; haces
dad. En sus prácticas privadas ellos realizan declaraciones de que ellos son impuros, empe-
los más tenebrosos e inmundos de los críme-
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El mártir de las catacumbas 2. El Campamento pretoriano
ro, si se puede decir que exista pureza en toda –Bien puede él haber sido instigado por conse-
la tierra, corresponde a las bellísimas donce- jeros ignorantes o maliciosos.
llas que murieron ayer.
–Tengo entendido que es una resolución toma-
da por él mismo.
–Te entusiasmas excesivamente por aquellos –No pareces estar muy contento.
parias.
–Te confieso que la tarea es desagradable. Soy
–No es mero entusiasmo, Lúculo. Yo deseo un soldado y no me gusta eso de andar a la
saber la verdad. Toda mi vida he oído estas caza de viejos débiles y niños para los verdu-
referencias. Pero ante lo que vi ayer juntamen- gos. Sin embargo, como soldado debo obede-
te contigo, por primera vez he llegado a sospe- cer. Díme algo acerca de esas catacumbas.
char de su veracidad. Y ahora te pregunto a ti
con todo mi afán, y descubro que tu conoci- –¿Las catacumbas? Es un distrito subterráneo
miento no se funda en nada. Y hoy yo bien que hay debajo de la ciudad, y cuyos límites
recuerdo que estos cristianos por todo el mun- nadie conoce. Los cristianos huyen a las
do son personas pacíficas y honradas a toda catacumbas cada vez que se hallan en peligro;
prueba. Jamás toman parte en levantamientos también están ya habituados a enterrar a sus
o perturbaciones, y estoy convencido que nin- muertos allí. Una vez que logran penetrar allí,
guno de estos crímenes que se les imputan po- se pueden considerar fuera del alcance de los
drá probarse contra ellos. ¿Por qué, entonces, poderes del estado.
se les mata?
–¿Quién hizo las catacumbas?
–Sin embargo el Emperador tiene que tener
buenas razones para haberlo dispuesto así. –Nadie sabe con exactitud. El hecho es que
han existido allí por muchos siglos. Yo creo
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El mártir de las catacumbas 2. El Campamento pretoriano
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El mártir de las catacumbas 2. El Campamento pretoriano
–Podrán ser muy pocas, pero mucha esperanza medio de su meditación le perseguía, como
se tiene cifrada en tu osadía y sagacidad. Pues envolviéndole, la letra cada vez más penetrante
si llegas a tener éxito en esta empresa que se te de aquella gloriosa melodía que evidenciaba el
comisiona, habrás asegurado tu fortuna. Y aho- triunfo sobre la muerte:
ra, ¡buena suerte! Te he dicho todo lo que yo
conozco. No tendrás dificultad en aprender Al que nos amó, al que nos ha lavado de
mucho más de cualquiera de los excavadores. nuestros pecados.
14
O
3
La vía Apia
Sepulcros en despliegue de melancolía
Guardan de los poderosos las cenizas
Que duermen en la Vía Apia.
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9
Esta descripción se refiere al mausoleo de Cecilia
La vía Apia, una calzada adoquinada, fue realizada Metella, fue construido para la nuera de Craso, el hombre más
por los romanos hace más de 2.200 años. rico de Roma (asesinado en el 53 a.C.) entre los años 50 y 40
a.C. El primogénito de Craso combatió como general a las
ordenes de César, heredó una gran fortuna y se casó con
Una sucesión de tumbas se alineaba a ambos Cecilia Metella, hija del cónsul Creticus. Se sabe muy poco
costados de esta vía famosa, cuya magnífica acerca de esta mujer. Byron se pregunta sobre su misteriosa
suerte en su obra Child Harold (El pequeño Harold).
conservación corría a cargo de las cuidadosas
familias a quienes pertenecían. A cierta distan- Historia de Craso: 115-53 a.C. Marco Licinio Craso se hace
cia del camino quedaban las casas y las villas, rico con la trata de esclavos, la explotación de las minas de
plata y la especulación inmobiliaria. Como general sofocó la
tan igualmente apiñadas como en el centro de rebelión de Espartaco. 70 a.C. Siendo cónsul con Pompeyo
la ciudad. Mucha distancia quedaba aún por invita al pueblo romano a un banquete para 10,000 mesas y
recorrer para llegar al campo abierto. reparte entre los comensales la cantidad de trigo suficiente para
alimentar a sus familias durante tres meses. 60 a.C. Craso
forma el Primer Triunvirato con Julio César y Pompeyo. Esta
Finalmente llegó el caminante a la enorme to- coalición pone fin a la democracia de Roma. 55 a. C. De nuevo
rre redonda, que se levanta a unas dos millas de cónsul con Pompeyo, acepta el gobierno de la provincia de
Siria para enriquecerse aún más. 53 a.C. Los partos capturan a
la puerta. Construida de enormes bloques de Craso y le matan introduciéndole en la garganta oro fundido.
travertino, había sido ornamentada con la más De aquí el dicho: “Quién de oro vive, de oro muere”.
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El mártir de las catacumbas 3. La Vía Apia
por ventura, sin fin. Las artes al servicio de la tal pirámide de Gayo Cestio, ofreciendo todo
riqueza habían erigido estos pomposos este conjunto el más grande escenario de mag-
monumentos, y el afecto piadoso de los siglos nificencia sepulcral que se podía encontrar en
los había preservado hasta el momento. toda la tierra.
Precisamente frente a él tenía el mausoleo
sublime de Cecilia Metella. Más allá estaban Por todos los lados la tierra se hallaba cubierta
las tumbas de Catalino y los Servili. Aun más de las moradas del hombre, porque hacía largo
allá se encontró su mirada con el lugar de tiempo que la ciudad imperial había rebasado
reposo de Escipión, cuya clásica arquitectura sus límites originales, y las casas se habían
clasificaba su contenido con “el polvo de sus desparramado a todos los lados por el campo
heroicos moradores.” que la circundaba, hasta el extremo que el via-
jero apenas podía distinguir en dónde termi-
A su mente acudieron las palabras de Cicerón: naba el campo y dónde empezaba la cuidad.
“Cuando salís por la Puerta Capena, y veis las
tumbas de Catalino, de los Escisiones, de los Desde la distancia parecía saludar al oído el
Servili, y de los Metelli, ¿os atrevéis a pensar barullo de la ciudad, el rodar de los numerosos
que los que allí sepultos reposan son infelices? carros, el recorrer multituditanario de tantos
pies presurosos. Delante de él se levantaban
los monumentos, el blanquísimo lustre del
palacio imperial, las innumerables cúpulas y
columnas formando torres elevadas, como una
ciudad en el aire, por encima de todo el ex-
celso Monte Capitolino, en cuya cumbre se
eleva el templo de Jove.
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El mártir de las catacumbas 3. La Vía Apia
Tales eran los pensamientos de Marcelo, mien- do sus propias pisadas y volviendo de nuevo al
tras meditaba sobre el escenario que tenía de- mismo punto de partida para reorientarse. Las
lante de sí, repitiéndosele insistentemente el re- sombras crepusculares se acercaban y el sol se
cuerdo de las palabras de Cicerón: “¿Os atre- aproximaba a su ocaso. En esas circunstancias
véis a pensar que los que allí sepultos reposan su ojo avisor fue atraído hacia un hombre que
son infelices?” en dirección opuesta caminaba seguido de un
pequeñuelo. La vestimenta del hombre era de
Siguió pensando ahora; “Estos cristianos, en burda confección y además manchada de arena,
cuya búsqueda me encuentro, parecen haber barro y arcilla. Su aspecto enjuto y pálido ros-
aprendido más de lo que yo puedo descubrir tro evidenciaban que era alguien que había
en nuestra filosofía. Ellos parecen no sola- estado largo tiempo en prisiones, y así toda su
mente haber conquistado el temor a la muerte, apariencia exterior atrajo la atenta mirada del
sino que han aprendido a morir gozosos. ¿Qué joven soldado.
poder secreto tienen ellos que llega a inspirar
aun a los más jóvenes y a los más débiles de Se acercó a aquel hombre, y no sin antes po-
ellos? ¿Cuál es el significado oculto de sus nerle la mano sobre el hombro, le dijo:
cantos? Mi religión puede solamente tener
esperanza que tal vez no seré infeliz; empero, –Tú eres cavador. Ven conmigo.
la de ellos les lleva a morir con cantos de
triunfo, de regocijo.” Al levantar el hombre la mirada, se dio con un
rostro severo. Y la presencia del vestido del
Pero, ¿qué iba a hacer para poder continuar su oficial le atemorizó. Al instante desapareció, y
búsqueda de los cristianos? Multitud de perso- antes que Marcelo pudiera dar el primer paso
nas pasaban junto a él, pero él no podía des- en su persecución, había tomado un encamina-
cubrir uno solo capaz de ayudarle. Edificios de miento lateral y se había perdido de vista.
variados tamaños, murallas, tumbas y templos
le rodeaban por todas partes, pero él no veía Pero Marcelo cogió al muchacho.
lugar alguno que pudiera conducirle a las cata-
cumbas. Se hallaba completamente perdido y –Ven conmigo «le dijo».
sin saber qué hacer.
El pobre niño no pudo hacer más que mirarlo,
Entró por una calle caminando lentamente, pero con tal agonía y miedo que Marcelo fue
tratando de hacer un escrutinio cuidadoso de conmovido.
cada persona a quien encontraba, y examinan-
do minuciosamente cada edificio. Con todo, –Tenga misericordia de mí, le pido por mi
no obtuvo el menor resultado, salvo el haber madre. Si Ud. me detiene, ella morirá.
descubierto que la apariencia exterior de cuan-
to le rodeaba no mostraba señales que se rela- El niño se echó así a sus pies, balbuciendo
cionasen con moradas subterráneas. El día solamente aquello en forma entrecortada.
pasó, y empezó a hacerse tarde; pero Marcelo
recordó que le habían dicho que había muchas –No te voy a hacer ningún daño; ven con-
entradas a las catacumbas, y fue así que con- migo «y así lo condujo hacia el espacio
tinúo su búsqueda, esperando hallar un derro- abierto apartado del lugar por donde tanta
tero antes de la caída del día. gente estaba circulando». –Ahora que estamos
solos «le dijo deteniéndose y mirándole»,
Al fin fue compensada su búsqueda. Había ca- dime la verdad. ¿Quién eres tú?
minado en todas direcciones, a veces recorrien-
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El mártir de las catacumbas 3. La Vía Apia
–Me llamo Polio «dijo el niño». –¿Qué voy a ir a hacer allí a esta hora? «dijo el
niño inocentemente».
–¿Dónde vives?
–Eso precisamente es lo que quiero saber. ¿Te
–En Roma. ibas para allá?
–¿Qué estabas haciendo tú con él? –Pero en este momento tú eres mi prisionero.
Yo nunca dejo de ir a adorar a mis dioses. Tú
–El me estaba llevando un bulto. tienes que venir conmigo y ayudarme en mis
servicios devocionales.
–¿Qué contenía el bulto?
A lo que el niño contestó firmemente, -Yo no
–Provisiones. puedo.
–Sí, algunas personas. Los cavadores viven –Tú no vas a traicionarlos. No quiere decir
allí. nada que me muestres una entrada entre las
muchas que conducen allá abajo. ¿Crees que
–¿Tú te ibas a las catacumbas con él? los guardias no las conocen a cada una?
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El mártir de las catacumbas 3. La Vía Apia
–Yo deseo bajar allá «dijo Marcelo firmemen- –Yo jamás les traicionare, ya le he dicho. An-
te». tes moriré. Haga conmigo lo que quiera Ud.
–¿Seguro que usted no se atrevería a bajar allí –Si yo tuviera malas intenciones, ¿crees tú que
solo? bajaría sin hacerme acompañar por soldados?
«dijo Marcelo».
–Dicen que los cristianos no cometen delitos.
¿De qué habría yo de temer? Sigamos. –Pero ¿qué puede querer un soldado, o un
pretoriano, con los perseguidos cristianos, sino
–Yo no tengo antorchas. destruirlos?
El muchacho replicó: –Debo negarme. Mis –¿Me jura Ud. que no los traicionará?
amigos y mis parientes se hallan allá abajo.
Antes que conducirle a Ud. allá donde están –Yo juro por la vida de César, y por los dioses
ellos yo moriría cien veces. inmortales, «dijo Marcelo solemnemente».
–Tú eres muy osado. Pero no sabes lo que es la –Vamos, entonces «dijo el niño». No necesita-
muerte. mos antorchas. Sígame cuidadosamente.
–¿Qué yo no lo sé? ¿Qué cristiano hay que te- Y el menor penetró por la estrechísima aber-
ma a la muerte? Yo he visto a muchos de mis tura.
amigos morir en agonía, y aun he ayudado a
sepultarlos. Yo no le conduciré a Ud. allá. Llé-
veme a la prisión.
______________________________________
El niño dio media vuelta.
19
▓
4
Las Catacumbas
Nada de luz, sino sólo tinieblas
Que descubrían cuadros de angustia
Regiones de dolor, funestas sombras.
_________________________________________________________________________________
Después de descender por algún tiempo, se La senda seguía tortuosamente haciendo giros
hallaban caminando por terreno a nivel. De incontables. Repentinamente Polio se detuvo y
pronto voltearon y entraron a una pequeña señaló hacia abajo. Mirando por entre la lobre-
cámara abovedada, que se hallaba alumbrada guez, Marcelo vio una abertura en la senda que
por la débil fosforescencia de un hogar. El niño conducía aun más abajo de donde ya estaban.
había caminado con paso firme sin la menor Era un foso sin fondo visible.
vacilación, como quien está perfectamente fa-
miliarizado con la ruta. Al llegar a aquella –¿Adónde conduce?
cámara, encendió la antorcha que estaba en el
suelo, y reemprendió su marcha. –Abajo.
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El mártir de las catacumbas 4. Las catacumbas
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El mártir de las catacumbas 4. Las catacumbas
persecución? ¿Acaso el aire deletéreo de esta quitó de la vida sus inmaculados espíritus antes
interminable tristeza de estas pavorosas mora- de su tiempo de madurez?
das aminoró sus preciosas vidas infantiles, y
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El mártir de las catacumbas 4. Las catacumbas
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El mártir de las catacumbas 4. Las catacumbas
que los santificara. Luego enumeró sus ago- –Tened a bien no sospechar el mínimo mal de
nías, y pidió que fueran librados, pidiendo la parte mía. Yo vengo solo, sin escolta ni ayuda.
gracia de la fe en la vida, la victoria en la Estoy a merced de vosotros.
muerte, y la abundante entrada en los cielos en
el nombre del Redentor, Jesús. –Pero, por ventura, ¿qué puede desear de no-
sotros un soldado, y tanto peor, un pretoriano?
Después de esto siguió otro canto que fue can- ¿Estás acaso perseguido? ¿Eres acaso un cri-
tado como el anterior: minal? ¿Está tu vida en peligro?
He aquí el tabernáculo de Dios con los –De ninguna manera. Yo soy oficial de alta
hombres, y Él morará con ellos, y ellos serán su graduación y autoridad, y es el caso que toda
pueblo, y el mismo Dios será con ellos y será su
mi vida he andado ansiosamente buscando la
verdad. Y he oído mucho respecto a vosotros
Dios.
los cristianos; empero en esta época de perse-
cución es difícil hallar uno solo de vosotros en
Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos, y no Roma. Y es por eso que he venido hasta aquí
habrá más muerte, ni tristeza, ni gemidos, ni en vuestra búsqueda.
tampoco habrá más dolor, porque las cosas
viejas pasaron. Amén. Ante esto, el anciano pidió a la asamblea que
se retirase, a fin de que él pudiera conversar
con el recién llegado. Los otros en el acto lo hi-
Bendición, gloria y sabiduría, y hacimiento de
cieron así y se alejaron por diferentes encami-
gracias, y honor, y potencia, y magnificencia, sea namientos, sintiéndose más tranquilos. Una
a nuestro Dios por los siglos de los siglos. mujer pálida se adelantó hacia Polio y lo tomó
Amén. en sus brazos.
–¡No temáis, cristianos; yo me rindo ante A lo que el muchacho contestó diciendo con-
vosotros, estoy en vuestro poder! fiadamente, –Yo creo que él es un hombre
honrado. Ya ves cómo confía en nosotros.
Ante ello, todos ellos volvieron, y luego lo
miraron con ansiosa curiosidad. El anciano que El dirigente intervino diciendo, –Cecilia, no te
había dirigido la reunión avanzó hacia él y le vayas, espérate un momentito. «La mujer se
dirigió una mirada firme y escudriñadora. quedó, habiendo hecho lo mismo unas pocas
personas más».
–¿Quién eres tú, y por qué nos persigues aun
hasta este último escondite de reposo que se –Yo me pongo a tus órdenes, soy Honorio
nos deja en la tierra? «dijo el anciano, dirigiéndose a Marcelo». Soy
un humilde anciano en la Iglesia de Jesucristo.
Yo creo que tú eres sincero y de buena fe.
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El mártir de las catacumbas 4. Las catacumbas
Díme pues ahora, qué es lo que quieres de dumbrados, y la mujer, Cecilia, clamó agoni-
nosotros. zante de dolor».
–Por mi parte, me pongo a sus órdenes. Me –¡Oh, Polio querido! ¡Cómo nos has traiciona-
llamo Marcelo, y soy capitán de la guardia do!
pretoriana.
–¡Ay de mí! «exclamó Honorio, juntando las
manos al mismo tiempo que caía sentado sobre ______________________________________
su asiento. Los otros miraron a Marcelo apesa-
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∞
5
El secreto de los cristianos
El misterio de la piedad,
Dios manifestado en carne.
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El mártir de las catacumbas 5. El secreto de los cristianos
jamás he tenido la feliz oportunidad de cono- ese valor sublime y esa esperanza viva? ¿Quién
cerlos. Y para ser franco, no me he interesado o qué es lo que os sostiene aquí? ¿Quién es
por conocerlos hasta últimamente. He oído los Aquel a quien acaban de estar hablando?
informes comunes de su inmoralidad, sus
vicios secretos, sus pérfidas doctrinas. Y desde –Yo efectivamente he sido comisionado para
luego hasta hace poco yo creía todo eso. conducir los soldados contra vosotros para des-
truiros. Pero primeramente quiero saber más
–Hace unos pocos días estuve en el Coliseo. respecto a vosotros. Yo juro por el Ser supremo
Allí recién aprendí algo respecto a los cristia- que esta mi visita no os ha de ocasionar ningún
nos. Yo contemplé al gladiador Macer, un daño. Decidme, pues, el secreto de los cristia-
varón a quien el temor era descocido, y él nos.
prefirió hacerse quitar la vida, antes que hacer
lo que él creía que era malo. Vi un venerable Honorio contestó, –Tus palabras son ciertas y
anciano hacer frente a la muerte con una sinceras. Ahora ya sé que tú no eres espía o
pacífica sonrisa en sus labios; y, sobre todo, vi enemigo, sino más bien una alma inquisitiva
un puñado de muchachas que entregaron su que ha sido enviada aquí por el mismo Espíritu
vida a las fieras salvajes con un canto de Santo para que conozcas aquello que hace
triunfo en sus labios: tiempo has estado buscando. Regocíjate, pues,
porque todo aquel que viene a Cristo de nin-
Al que nos amó, Al que nos ha lavado de guna manera será desechado.
nuestros pecados.
–Has visto hombres y mujeres que han dejado
Lo que Marcelo expresó produjo un efecto amigos, hogar, honores, y riquezas para vivir
maravilloso. Los ojos de los que escuchaban aquí en necesidad, temor, dolor; y todo lo han
resplandecían de gozo y vehemencia. Cuando tenido por pérdida por causa de Jesucristo. Ni
él mencionó a Macer, ellos se miraron los aun sus propias vidas aprecian ellos. El cris-
unos a los otros con señas significativas. tiano lo deja todo por Aquel que le amó.
Cuando él habló del anciano, Honorio inclinó
la cabeza. Cuando habló de los niños y mu- –Tienes toda la razón, Marcelo, al pensar que
chachas, y musitó las palabras del himno que hay un gran poder que puede hacer todo esto.
cantaron, todos voltearon el rostro y lloraron. No es el mero fanatismo, no es ilusión, ni me-
nos es emoción. Es el conocimiento de la ver-
–Fue aquella vez la primera de mi vida en que dad y el amor al Dios viviente.
vi derrotada la muerte. Desde luego yo puedo
afrontar la muerte sin temor, como también –Lo que tú has buscado por toda tu vida es para
cada soldado que se ve en el campo de batalla. nosotros nuestra más cara posesión. Atesorado
Pues tal es nuestra profesión. Pero estas per- en nuestros corazones, es para nosotros más
sonas se complacían y regocijaban en morir. digno sin lugar a compararse siquiera con todo
Aquí no se trata de soldados, sino de niños, que lo que el mundo puede dar u ofrecer. Nos
estaban imbuidos de los mismos sentimientos otorga felicidad en la vida aun en este tene-
en sus corazones. broso lugar, y nos da la victoria frente a la mis-
ma muerte.
–Desde entonces no he podido pensar absoluta-
mente en ninguna otra cosa. ¿Quién es ése que –Tú anhelas conocer al Ser supremo; pues
os amó? ¿Quién es el que os lavó de vuestros nuestra fe (el Cristianismo) es la revelación de
pecados con su sangre? ¿Quién es el que os da Él. Y por medio de esta revelación Él hace que
le conozcamos. Conforme es infinito en gran-
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El mártir de las catacumbas 5. El secreto de los cristianos
deza y poder, también lo es en amor y miseri- palabras divinas aprenderemos lo que no po-
cordia. Esta fe nos acerca tan estrechamente a demos hallar en ninguna otra parte. Y aunque
Él que Él llega a ser nuestro mejor amigo, la mente acaricie estas verdades por toda una
nuestro guía, nuestro consuelo, nuestra espe- vida, con todo nunca llegará a dominar la
ranza, nuestro todo, nuestro Creador, nuestro máxima extensión de las verdades gloriosas.
Redentor, y el presente y eterno Salvador.
Entonces Honorio abrió el libro y empezó a
–Tú quieres saber de nuestra vida inmortal. decir a Marcelo acerca de Jesucristo. Le habló
Pues nuestras escrituras sagradas nos explican de la promesa en el Edén de Uno que habría de
esto. Ellas nos enseñan que creyendo en Jesu- herir a Satanás en la cabeza; y la sucesión de
cristo, el Hijo de Dios, y amando y sirviendo a profetas que habían predicho su venida; del
Dios en la tierra, moraremos con Él en infinita pueblo escogido por medio del cual Dios había
y eterna bienaventuranza en los cielos. Ellas mantenido vivo el conocimiento de la verdad
también nos muestran cómo debemos vivir a por tantas edades, y de las obras portentosas
fin de agradarle aquí, a la vez que nos enseñan que ellos habían presenciado. Le leyó el
cómo le hemos de alabar por siempre después anuncio de que el Hijo de Dios había de nacer
de esta vida. Por ellas conocemos que la muer- de una virgen. Le leyó sobre el nacimiento; su
te, aunque es una maldición, ya no lo es para niñez; las primeras presentaciones; sus mila-
el creyente, sino que más bien se torna en gros; sus enseñanzas. Todo esto le leyó, agre-
bendición, puesto que “partir y estar con gando unos pocos comentarios de su parte, del
Cristo es mucho mejor,” en vez de permanecer sagrado manuscrito.
aquí, porque entramos a la presencia de
“Aquel que nos amó y se entregó a sí mismo Seguidamente pasó a relatar el tratamiento que
por nosotros.” Él recibió: las burlas, el desprecio, la persecu-
ción que aceleró todo hasta llegar Él a ser
–Por consiguiente, «exclamó Marcelo», si esto traicionado y condenado a muerte.
es así, hacedme conocer esta verdad. Porque
esto es lo que he estado buscando por largos Finalmente leyó la narración de su muerte en
años; por esto he orado a aquel Ser supremo de la cruz del Calvario.
quien he oído solamente. Tú eres el poseedor
de aquello que yo he anhelado saber. El fin y el El efecto de todo esto era maravilloso en Mar-
objetivo de mi vida se encuentran aquí. Toda la celo. La luz parecía iluminar su mente. La
noche está delante de nosotros. No me dese- santidad de Dios que abomina el pecado del
ches ni dilates más; díme todo de una vez. ¿Es hombre; su justicia que demanda el castigo; su
verdad que Dios ha revelado todo esto, y que paciencia infinita que previno un modo de
yo he estado en ignorancia de ello? salvar a sus criaturas de la ruina que ellas
mismas habían traído sobre sí; su amor incon-
Lágrimas de gozo brillaron en los ojos de los mensurable que le llevó a dar su Hijo unigénito
cristianos. Honorio musitó unas palabras de y bien amado; ese amor que le hizo bajar para
oración de gratitud a Dios. A continuación ex- sacrificarse para la salvación de los hombres;
trajo un manuscrito que desdobló con tierno todo fue explicado con claridad meridiana.
cuidado. Cuando Honorio llegó a la culminación de la
dolorosa historia del Calvario, y al punto cuan-
Y siguió diciendo, –Aquí, amado joven, tienes do Jesús clamó, “Dios mío, Dios mío, ¿porqué
la palabra de vida que nos vino de Dios, que me has desamparado?” seguido del grito de
es la que trae tal gozo y paz al hombre. Aquí triunfo “¡Consumado es!”, se pudo oír un
hallamos todo lo que desea el alma. En estas profundo suspiro de Marcelo. Y mirando a tra-
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El mártir de las catacumbas 5. El secreto de los cristianos
vés de las lágrimas que humedecieron sus para recoger a todos aquellos que han sido
propios ojos, Honorio vio la forma de aquel lavados con su sangre para encontrarse con Él
hombre fuerte inclinada y temblando de emo- en las alturas.
ción.
–Es la palabra de Dios «exclamó Marcelo». Es
–Basta, basta, «murmuró quedamente», dejad- la voz desde los cielos. Mi corazón responde y
me pensar en Él: acepta todo lo que he oído. ¡Y yo sé que es la
verdad eterna! Pero ¿cómo puedo yo venir a
Al que nos amó; Al que nos ha lavado de ser poseedor de esta salvación? Mis ojos
nuestros pecados con su propia sangre. parecen haber sido alumbrados y está despeja-
da toda nube. Al fin me conozco. Antes yo
Y Marcelo hundió su rostro en sus manos. creía que era un hombre justo y recto. Pero al
lado del Santo, de quien he aprendido tanto, yo
Honorio elevó sus ojos al cielo y oró. Los dos quedo hundido en el polvo; veo que ante Él yo
habían quedado solos, porque sus compañeros soy un criminal, convicto y perdido. ¿Cómo
se habían retirado. La tenue luz de una lámpara puedo ser salvo?
que estaba en una hornacina detrás de Honorio,
iluminaba débilmente la escena. Y así ambos –Cristo Jesús vino al mundo a buscar y salvar
permanecieron en silencio por un largo tiempo. lo que se había perdido.
–Yo siento «dijo él», que yo también tuve cul- –La palabra está cercana, aun en tu boca y en
pa y causé la muerte del Santo. Leedme más de tu corazón: es decir, la palabra de fe que noso-
esas palabras de vida, porque mi vida depende tros predicamos, que si tú confesares con tu
de ellas. boca al Señor Jesús, y creyeres en tu corazón
que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Entonces Honorio le volvió a leer la historia de Porque con el corazón se cree para justicia, y
la crucifixión y la sepultura de Jesús, la resu- con la boca se hace confesión para salvación.
rrección la mañana del tercer día, y su
ascensión a la diestra de Dios. También leyó la –¿Pero no hay nada que yo deba hacer?
venida del Espíritu Santo el día de Pentecostés,
que bautizó a los creyentes en un solo cuerpo, –Por gracia sois salvos por la fe; y esa salva-
de su permanente morada que hace su templo ción no es de vosotros sino que es don de
el cuerpo del creyente, y de su maravilloso mi- Dios; no por obras, para que nadie se gloríe. La
nisterio de glorificar a Cristo y de revelarle a paga del pecado es muerte; mas la dádiva de
los pecadores arrepentidos. Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor
nuestro.
Empero él no terminó allí, sino que procuró
traer la paz al alma de Marcelo, leyéndole las –Pero, ¿no hay sacrificio que yo tenga que
palabras de Jesús invitando al pecador a venir ofrecer?
a Él, y asegurándole la vida eterna como
posesión real y presente en el momento en que –Él ha ofrecido un sacrificio por el pecado por
se le acepta como Señor y Salvador. Leyó siempre, y ahora está sentado a la diestra de
también sobre “el nuevo nacimiento,” la nueva Dios, y puede salvar para siempre a todos los
vida, y la promesa de Jesús de volver otra vez que vienen a Dios por Él, siendo que siempre
vive e intercede por ellos.
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El mártir de las catacumbas 5. El secreto de los cristianos
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·
6
La gran nube de testigos
Todos estos murieron en fe.
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Así fue que él caminó gran distancia acompa- –Y allá «dijo Honorio», está la tumba de una
ñado por Honorio. Se maravillaba sobremanera noble dama, quien mostró una fortaleza tal que
del número de personas a quienes encontraba; solamente Jesucristo puede conceder aun al
y aunque sabía que los cristianos eran numero- más débil de sus seguidores en la hora de la
sos, no suponía siquiera que tan vasta propor- necesidad:
ción de ellos tuviera la valentía de escoger esa
vida en las catacumbas. Clemencia, torturada, reposa, ella resucitará.
Tampoco era su interés por los muertos menor –Si fueres llamado «dijo Honorio», a pasar por
que por los vivos. Al pasar al lado de sus el artículo de muerte, el espíritu instantánea-
tumbas leía cuidadosamente las inscripciones mente es “ausente del cuerpo y presente con el
en ellas, y en todas ellas descubría la misma fe Señor.” La prometida vuelta de nuestro Señor,
inconmovible y la sublime esperanza. Se de- la cual puede suceder en cualquier momento,
leitaba leyéndolas, y el devoto interés que constituye “la bendita esperanza” de los cris-
Honorio prestaba a estas piadosas memorias lo tianos adoctrinados. “Porque el mismo Señor
convertía en el más simpático de los guías. descenderá del cielo con aclamación, con voz
de arcángel, y con trompeta de Dios; y los
–Allí «dijo Honorio», reposa un testigo de la muertos en Cristo resucitarán primero: luego
verdad. nosotros, los que vivimos, los que quedamos,
seremos arrebatados juntamente con ellos en
Marcelo miró hacia donde le señaló y leyó lo las nubes a recibir al Señor en el aire, y así
siguiente: estaremos siempre con el Señor.”
31
El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
Así caminaron a lo largo de las murallas –Usamos el pescado porque las letras que
leyendo las inscripciones que se les presenta- forman su nombre en el griego son las iniciales
ban a ambos lados. Nuevos sentimientos asal- de las palabras que expresan la gloria y la
taron a Marcelo, conforme leía el glorioso ca- esperanza del cristiano. La “Ι” representa
tálogo de nombres. Para él fue toda una “Jesús”, la “Χ” Cristo; la “Θ” y la “Υ”
historia de la Iglesia de Jesucristo. Aquí esta- representan al “Hijo de Dios”; la S griega
ban los actos de los mártires expuestos ante él (“Σ”) “Salvador”; es así pues que el pescado
en palabras de fuego. Los rudos cuadros que simboliza en su nombre: “Jesucristo, el Hijo de
adornaban muchas de las tumbas llevaban en Dios, el Salvador.”
sí todo el sentimiento que las más bellas obras
de los hábiles artistas no podían producir. Las
letras rudamente labradas, la escritura y los
errores gramaticales que caracterizaban a mu-
chos de ellos, constituían las pruebas tangibles
de los tesoros del Evangelio a los pobres y a
los humildes. “No muchos sabios, no muchos –¿Qué es este otro cuadro que he visto igual-
poderosos son los llamados”; pero “a los po- mente repetirse: un barco y un enorme mons-
bres es anunciado el Evangelio.” truo marino?
32
El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
que se usan «dijo él», ninguno es tan claro co- realmente profético. Quizá yo también me vea
mo éste «y señaló un cuadro de la resurrección llamado a dar mi testimonio de Jesucristo. ¡Oh,
de Lázaro». que yo sea hallado fiel!
–Allá puedes ver el gallo; es el símbolo de la –Que el ejemplo del joven oficial sea para mí
vigilancia, porque el Señor nos dice, “Velad y «dijo Marcelo». Yo puedo derramar mi sangre
orad.” Igualmente allá tenemos el cordero, por Cristo Jesús lo mismo que él. ¡Que yo
sím-bolo de inocencia y ternura, que al mismo muera igualmente fiel como él! Morar aquí
tiempo trae a nuestra memoria al Cordero de entre mis hermanos con epitafio semejante será
Dios que quita el pecado del mundo, que llevó el honor supremo, y no un mausoleo como el
nuestros pecados y por cuyo sacrificio de Cecilia Metella.
tenemos la vida eterna y el perdón. Allí de
nuevo tene-mos la paloma, que como el Y de ese modo siguieron caminando.
cordero representa la inocencia; y otra vez
más la tienes allá, portando la rama de oliva Marcelo dijo con entusiasmo, –¡Cuan dulce es
de la paz. la muerte del cristiano! El horror de la muerte
ha huido. Para él se trata sólo de un sueño bie-
–Allá están las letras alfa (“Α”) y omega naventurado, mientras el espíritu está con el
(“Ω”), la primera y la última del alfabeto Señor esperando la resurrección, y la muerte,
griego, que representan a nuestro Señor; por- en vez de causar terror, está asociada con pen-
que tú ya sabes que Él dijo: “Yo soy el Alfa y samientos de victoria y reposo.
la Omega.” Y allí está la corona, que nos re-
cuerda esa corona incorruptible que el Señor, El lugar de sueño de Elpis
juez justo, nos ha de dar. Es así cómo nos Zotico yace aquí durmiendo
complace rodearnos con todo lo que nos aviva Aselo duerme en Cristo
el recuerdo del gozo que nos espera. Martiria en paz
Enseñados de ese modo, miramos desde este Vidalia en la paz de Cristo
ambiente de tristeza y tinieblas, y gracias a Niceforo, un alma dulce, en el lugar de refrigerio
una viva fe vemos sobre nosotros la luz de la
gloria eterna.
–Algunas de estas inscripciones hablan del ca-
–Aquí «dijo Marcelo, deteniéndose», hay algo rácter de los hermanos idos «dijo Honorio»,
que parece adaptarse a mi condición. Suena mira éstas:
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El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
A Domnina, mi muy dulce e inocente esposa, A Adsertor, nuestro hijo, dulce y querido, el más
quien vivió dieciséis años y cuatro meses y fue inocente e incomparable, que vivió diez y siete
casada dos años cuatro meses y nueve días: con años y seis meses con ocho días. Recuerdo de su
quien yo no pude vivir, por causa de mis viajes, padre y su madre.
más de seis meses, durante los cuales le mostré mi
amor como lo sentía. Jamás se amaron tanto A Januario, dulce y buen hijo, honrado y amado
otros algunos. Enterrada el día quince antes de de todos, que vivió veintitrés años, cinco meses y
las calendas de Junio. veintidós días.
A Claudio, afectuoso y digno ser que me amó. Sus padres, a Laurinia, más dulce que la miel,
Vivió veinticinco años en Cristo. duerme en paz.
–He aquí el tributo de un padre amante «dijo A la santa alma de Inocente, que vivió como tres
Marcelo al leer lo siguiente»: años.
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El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
En Cristo: murió el primero de Septiembre, –Aquí se ve «dijo Marcelo», una tumba más
Pompeyano el inocente, que vivió seis años y grande. ¿Hay dos sepultados aquí?
nueve meses con ocho días y cuatro horas. El
–Si, es lo que llamamos bisomum, pues dos
duerme en paz.
ocupan esa tumba. Lee la inscripción:
–Al epitafio de este niño «dijo Marcelo», ellos Y Honorio continuó diciendo, –Algunas veces
han añadido los símbolos de paz de gloria. se sepultan tres en la misma tumba. En otros
«Señaló la tumba del niño, sobre cuya losa lugares verás tú, Marcelo, que un mayor
estaba dibujada una paloma y una corona de número ha sido sepultado en el mismo lugar;
laurel, juntamente con la siguiente inscrip- porque cuando arrecia la persecución, no
ción»: siempre hay posibilidad de dedicar a cada
persona la atención debida separadamente
Respecto, quien vivió cinco años y ocho meses, como se desearía. Más allá hay una placa que
duerme en paz. señala el lugar de sepultura de muchos márti-
res, cuyos nombres son desconocidos, pero cu-
Y continuó diciendo Marcelo, –Y este tiene yas memorias se bendicen. «Señaló una losa
una palma, que es el símbolo de la victoria. que llevaba la siguiente inscripción»:
También atrajeron su atención los epitafios –Aquí hay uno más largo «dijo Marcelo», y sus
sobre las tumbas de las mujeres que habían palabras harán eco en los corazones de todos
sido esposas de ministros cristianos: nosotros.
Mi esposa Laurentina me hizo esta tumba. Ella –Y leyeron lo siguiente con la más profunda
siempre idónea a mi disposición, venerable y fiel. emoción:
Por fin queda aplastada la envidia. El obispo
En Cristo. Alejandro no está muerto, sino que
León pasó su octogésimo año.
vive más allá de las estrellas, y su cuerpo reposa
en esta tumba. El rindió su vida bajo el
El lugar de Basilio el presbítero y su Felicitas.
emperador Antonino, quien aunque pudo haber
Ellos mismos se hicieron esta tumba.
previsto que gran beneficio le resultaría de sus
servicios, sólo le ofreció odio en vez de gracia,
La que fue hija feliz del presbítero Gabino, aquí
porque mientras estaba sobre sus rodillas ya
reposa Susana, unida en paz con su padre.
35
El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
para ofrecer sacrificio al Dios verdadero, fue la vida humana parecían haberse esfumado
sacado para ser ejecutado. ¡Oh tiempos tristes ante el poder ilimitado del amor cristiano. La fe
aquellos en los cuales aun entre los ritos y en Cristo Jesús moraba en sus corazones en
oraciones sagradas, ni aun en las cavernas podía-
toda su plenitud, y su bendita influencia se veía
aquí, como no era posible verla en ninguna otra
mos estar seguros! ¿Qué puede ser más misera-
ocasión; no porque su naturaleza y su poder
ble que una vida tal? ¿Y qué muerte peor que habían sido cambiados por causa de ellos
aquella en que no pueden ni siquiera ser sepulta- personal e intencionalmente, sino porque la
dos por sus amigos y parientes? Al fin ellos persecución universal había alcanzado a todos
brillan en el cielo. Apenas ha vivido el que ha igualmente y les había privado de sus posesio-
vivido en tiempos cristianos. nes terrenales, y les había separado de las ten-
taciones y ambiciones mundanas; y por el amor
–Este «dijo Honorio» es lugar de reposo de un de Cristo que constriñe, y por la suprema sim-
hermano bien amado, cuya memoria aún se patía que engendra el sufrimiento en común,
recuerda con cariño entre las iglesias todas. había tenido la virtud de unirles los unos con
Alrededor de esta tumba hemos de celebrar la los otros.
fiesta de amor en el aniversario de su naci-
miento. Pues en esta fiesta se demuelen todas –La adoración al Dios verdadero «dijo Hono-
las barreras de los diferentes rangos sociales y rio», difiere de toda falsa adoración. Los paga-
clases y tribus y lenguas y pueblos. Nosotros nos deben entrar a sus templos y allí por medio
todos somos hermanos en Cristo Jesús, porque de un sacerdote, igualmente pecador como to-
recordamos que como Cristo nos amó, así tam- dos, ofrecer una y otra vez sacrificios a los
bién debemos amarnos los unos a los otros. demonios, que desde luego jamás pueden librar
a nadie de sus pecados. Pero en cambio, por
En este recorrido Marcelo tuvo la amplia opor- nosotros Cristo se ha ofrecido una sola vez sin
tunidad de verificar por sí mismo la presencia mancha ante Dios, el Sacrificio único hecho
de aquel fraternal amor al cual aludía Honorio. una sola vez y por siempre. Y cada uno de sus
Encontró hombres, mujeres y niños de todo seguidores puede ahora acercarse a Dios por
rango y de toda edad. Hombres que habían Jesucristo, nuestro bendito y santísimo Sumo
ocupado los más altos puestos en Roma, se Sacerdote en los mismos cielos, siendo así cada
asociaban en amigable comunión con aquellos creyente hecho por Jesucristo rey y sacerdote
que apenas se hallaban al nivel de los escla- para Dios. Por consiguiente, para nosotros no
vos; aun aquellos que antes habían sido crueles es cuestión de tiempo o espacio, en cuanto res-
e implacables perseguidores, ahora se asocia- pecta a la adoración; ya sea que se nos dejen
ban en comunión de amor con aquellos que nuestras capillas, o que se nos proscriba del
antes fueron objeto de odio mortal. Igualmente todo de ellas y de toda la tierra. Pues el cielo es
el sacerdote judío, liberado del yugo de la Ley, el trono de nuestro Dios, y el universo es su
que él no podía cumplir y que era “ministerio templo, y cualquiera de sus hijos puede elevar
de muerte” para él, ahora caminaba de la mano a Él su voz del lugar en que se encuentre, cual-
con los gentiles que antes odiaba. El griego quiera que sea, y en cualquier momento, y ado-
había llegado a descubrir en la “locura” del rar al Padre.
Evangelio la misma sabiduría infinita. Y el
desprecio que antes había sentido por los segui- El recorrido de Marcelo se extendió hasta una
dores de Jesús había cedido el lugar al afecto gran distancia y por largo tiempo. Pese a haber
más tierno. El egoísmo y la ambición, el sido prevenido de toda esta extensión, se
orgullo y la envidia, todas las bajas pasiones de maravillaba al ver por sí mismo lo enorme que
era. Ni la mitad se le había dicho; y aunque
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El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
había recorrido tanto era fácil comprender que El Señor ha sido benigno con su pueblo. Pues
todo esto era solamente una fracción de la durante todo el Imperio han pasado muchas
enorme extensión. generaciones bajo la protección de las leyes y
sin ser molestados. Es verdad que hemos
La altura media de los pasillos era como de tenido persecuciones terribles, en las cuales mi-
unos dos metros y medio; pero en muchos lu- les han muerto en agonía, pero con todo han
gares se elevaba como a unos cuatro metros, o llegado siempre a pasar y dejar en paz a la
aun cinco. Luego las frecuentes capillas y iglesia.
salones que se habían formado ampliando los
arcos daban mayor espacio a los habitantes, y
les hacía posible vivir y desplazarse en mayor
espacio y con más libertad. También en mu-
chos lugares había aberturas en el techo, a
través de las cuales penetraban débiles rayos de
luz del aire del exterior. Estos se escogían
como lugares de reunión, pero no para vivir. La
existencia de la bendita luz del día, por débil
que fuera, agradaba tanto que es imposible ex-
presarlo, sirviendo en un mínimo brevísimo
para mitigar la tenebrosidad circundante.
37
El mártir de las catacumbas 6. La gran nube de testigos
Y así Marcelo siguió recorriendo en compañía En la mañana del Día del Señor, se sentó
de Honorio, conversando y aprendiendo cada alrededor de la Mesa del Señor, en compañía
instante cosas nuevas de la doctrina de la ver- con otros cristianos. Allí todos ellos celebraron
dad de Dios y las experiencias de su pueblo. Y aquella sencilla pero afectuosa fiesta en memo-
las evidencias de su amor, su pureza, su forta- ria de la Mesa del Señor, por la cual los cris-
leza, su fe inquebrantable penetraron a las pro- tianos se proclamaban muertos con Jesús,
fundidades de su alma. mientras esperaban su regreso. Honorio elevó
la ofrenda de una oración de hacimiento de
La experiencia que él mismo había disfrutado gracias por lo que compartían. Y por vez
no era cosa transitoria. Cada cosa nueva que primera Marcelo gozó de la partición del pan y
contemplaba no hacía más que avivarle el vivo del vino, aquellos símbolos sacratísimos del
anhelo de unirse con la fe y la fortuna del cuerpo y de la sangre de su Señor crucificado
pueblo de Dios. Y en armonía con ese sentir, por él.
antes del siguiente Día del Señor, se bautizó,
“en la muerte de Cristo,” en el nombre del “Y habiendo cantado un himno, salieron.”
Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
______________________________________
38
á
7
La confesión de fe
Y también todos los que quieren vivir
píamente en Cristo Jesús, padecerán persecución.
__________________________________________________________________________________
de infinita importancia. De ellos había de de- Marcelo le relató todo detalladamente, desde el
pender su felicidad suprema o sus angustias. momento de su partida hasta su regreso, sin
Empero la búsqueda de la verdad de esta alma ocultarle absolutamente nada. Su cristalina
anhelante no había sido vana, “habiendo sido buena fe evidenciaba lo poderosa, sincera y
renacida del Espíritu Santo.” verdadera que había sido la obra eterna del
Espíritu Santo en él. Luego le relató la entre-
Había llegado a tomar su resolución. Por un vista que había tenido con el general.
lado se le ofrecía la fama, el honor y la riqueza;
por el otro la pobreza, la necesidad, y la an- –Yo entré en su habitación con claro sentir de
gustia. Con todo en plena conciencia, él había la importancia del paso que tomaba. Iba yo a
hecho su elección; se había vuelto hacia la cometer un acto reputado como virtual traición
última sin un solo instante de vacilación. El y crimen, cuya sanción no es menos que la
había elegido “el sufrir aflicción con el pueblo muerte. Empero, yo no podía hacer otra cosa.
de Dios, antes de gozar de los placeres del
pecado por un tiempo.” –El me recibió con toda afabilidad, animado
de la idea de que yo habría logrado un éxito de
A su regreso visitó al general y se acusó ante importancia en la búsqueda que se me enco-
él. Le informó que había estado entre los cris- mendó. Yo le dije que desde que salí había
tianos, que no podía cumplir la comisión que se estado entre los cristianos, y que por lo que
le había encomendado, y que se sometía volun- había visto en ellos, me había visto obligado a
tariamente a sufrir las consecuencias. El gene- cambiar mis sentimientos hacia ellos. Ante-
ral, con la severidad a que se había expuesto, le riormente yo había pensado que ellos eran
ordenó que pasara a su cuartel. enemigos del estado y dignos de muerte; pero
había descubierto que se trataba de personas
Allí en medio de la más profunda meditación, que son leales súbditos del emperador y más
y haciéndose conjeturas de lo que resultaría de bien virtuosos. Contra tales personas yo no
todo esto, fue interrumpido por el ingreso de podía extender mi espada jamás, y antes que
Lúculo. Su amigo lo saludó de lo más afectuo- hacerlo, la entregaba.
samente, pero en su rostro se evidenciaba una
profunda ansiedad. –A lo cual él me dijo, “Los sentimientos de un
soldado no tienen nada que ver con sus
–Acabo de verme con el general «dijo él», deberes.”
quien me hizo llamar para darme un mensaje
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El mártir de las catacumbas 7. La confesión de fe
–“Pero mis deberes para con el Dios que me –Jamás estuve satisfecho con la filosofía de
creó son más fuertes que cualquier deber que que tú me hablas. Tú mismo sabes a conciencia
yo tenga con el hombre.” que en ella no hay nada cierto en que el alma
pueda reposar. Pero el Cristianismo es la ver-
–A esto me replicó, “¿Acaso tu simpatía con dad de Dios, traída por Él mismo, y santificada
los cristianos ha llegado hasta volverte loco? por su propia muerte.
¿No te das cuenta que lo que haces es
traición?” –Ya me has explicado en toda su integridad
todo el credo cristiano. Pues tu propio entu-
–Yo me incliné, y le dije que estaba resuelto a siasmo ha hecho que me sea atractivo, lo cual
afrontar las consecuencias. debo confesar; y si todos sus seguidores fue-
ran realmente como lo eres tú, mi muy apre-
–“Muchacho precipitado,” exclamó severa- ciado Marcelo, podía adaptarse para llegar a
mente, “retírate a tu cuartel y yo te comunicaré ser la bendición final del mundo. Pero yo no
mi decisión.” he venido ante ti para argumentar sobre la
religión. Vengo a hablarte sobre ti mismo. Tú
–Y fue así que me trasladé inmediatamente estás en inminente peligro, mí querido amigo;
aquí, y he permanecido desde ese momento, tu posición, tu honor, tu cargo, tu misma vida
esperando ansiosamente mi sentencia. se hallan en peligro. Considera pues detén-
damente lo que has hecho. Te fue confiada
Lúculo había escuchado toda la narración que una importantísima comisión, en cuyo cumpli-
le había hecho Marcelo sin una sola palabra, ni miento saliste. Se esperaba que volverías tra-
siquiera un gesto. Una expresión de triste sor- yendo informes importantes. Pero al contrario,
presa en su rostro evidenciaba lo que eran sus tú vuelves y te presentas ante el general
sentimientos. Y conforme Marcelo concluyó, él informando que te has puesto del lado del
habló en tono de quien deplora y lamenta. enemigo, que de corazón te has vuelto uno de
ellos, y que te niegas a emplear las armas
–Verdaderamente tanto tú como yo sabemos lo romanas contra ellos. Pues ¿no comprendes
que debe ser aquella sentencia. Pues la disci- que si el soldado ha de escoger con quién ha
plina romana, aun en tiempos normales, no se de pelear, qué va a ser de la disciplina? Pues
puede tomar con liviandad, y tanto peor ahora tiene que cumplir las órdenes y nada más. ¿No
que los sentimientos del gobierno se hallan tengo razón?
exaltados hasta el grado sumo contra aquellos
cristianos. Pues si tú insistes en tu proceder, –Pues tú tienes razón, Lúculo.
estás arruinado.
–La cuestión que tú tienes que decidir no
–Te he expuesto todas mis razones. consiste en si escoges la filosofía o el cristia-
nismo, sino en si tú eres cristiano o soldado ro-
–Sí, Marcelo, yo conozco tu carácter puro y mano. Porque conforme se encuentran las
sincero. Tú siempre fuiste de una mente piado- cosas en estos tiempos, te es absolutamente im-
sa. Tú has amado las nobles enseñanzas de la posible ser soldado romano y al mismo tiempo
filosofía. ¿Y no te sientes satisfecho con todo cristiano. Pues tienes que renunciar a una de las
ello como antes? ¿Por qué habías de ser dos. Pero no solamente eso, sino que si tú insis-
seducido por la miserable doctrina de un judío tes en tu decisión de ser cristiano, tienes que
crucificado? compartir su suerte, porque no se puede hacer
la menor distinción a favor tuyo. Por el contra-
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El mártir de las catacumbas 7. La confesión de fe
rio, si quieres continuar como soldado, tienes terrible destino que le esperaba, y de la ven-
que pelear contra los cristianos. ganza enseñada que se emplearía particular-
mente contra él. Pero todas sus palabras fueron
–No cabe la menor duda en cuanto a esa cues- completamente inútiles. Finalmente se levantó
tión. víctima de la más profunda tristeza.
–Tú sabes que tienes amigos cordiales que es- –Marcelo «dijo», tú estás tentando al destino.
tán gustosos de olvidar tu grande y precipitado Corres apresuradamente hacia la suerte más
delito, Marcelo. Pues te conozco que eres de terrible. Pues todo lo que la fortuna puede
ese carácter que fácilmente te entusiasmas, y le deparar se te está ofreciendo, pero tú vuelves
he suplicado al general por ti. El también te las espaldas a todo aquello por jugarte la suerte
tiene en gran estima por tus cualidades de sol- juntamente con aquellos proscritos miserables.
dado valiente. Está animado de toda voluntad Yo he cumplido con mi deber de amigo al tra-
de perdonarte bajo ciertas circunstancias. tar de hacerte volver de tu locura, pero todo lo
que yo pueda hacer es inútil ante tu obstina-
–¿Cuáles son ellas? ción.
–La más misericordiosa de todas las condicio- –Te he traído la sentencia del general. Tú has
nes. Que eches en el olvido todos los cuatro sido degradado del rango de oficial. Y hay la
días pasados. Que se desvanezcan por comple- orden de arresto contra ti, acusado de ser
to de tu memoria. Hazte cargo de tu comisión cristiano. Mañana serás apresado y entregado
nuevamente. Toma tus soldados a tus órdenes y para sufrir el castigo. Pero todavía tienes mu-
en el acto emprende el cumplimiento de tu chas horas a tu disposición, y todavía tengo yo
deber, procediendo a la detención de esos cris- la posibilidad de alcanzar la satisfacción, aun-
tianos. que penosa, de ayudarte a escapar. Huye, pues,
en el acto. Date prisa, porque no hay tiempo
–Lúculo, «exclamó Marcelo, levantándose de que perder. Hay un solo lugar en el mundo en
su asiento, con los brazos cruzados»: Te estimo donde puedes estar a cubierto de la venganza
muchísimo, como amigo que eres, y te estoy del César.
agradecido por tu fiel afecto. Jamás podré olvi-
darlo. Pero ahora tengo yo dentro de mí algo Marcelo le escuchó en silencio absoluto. Lenta-
que te es por completo desconocido, y lo cual mente se sacó las armas y las puso a un lado.
es mucho más precioso y fuerte que todos los Con tristeza se desabrochó la suntuosa armadu-
honores del estado. Es, pues, nada menos que ra que él había portado con tanto merecimiento
el amor de Dios. Por este amor estoy listo a y orgullo. Y así quedó vestido de su sencilla
dejar todo: honor, rango, y la misma vida. Mi túnica a disposición de su amigo.
decisión es irrevocable. Yo soy cristiano.
–Lúculo, una vez más te repito que jamás he de
Lúculo siguió sentado. Mudo de sorpresa y olvidarme de tu fiel amistad. ¡Cuánto quisiera
conmovido en extremo, contemplaba a su que estuviéramos volando juntos en una huida
amigo. Para él era demasiado conocido el perfecta, que tus oraciones pudieran ascender
carácter de éste en sus resoluciones, y veía con con las mías hacia el trono de Aquel a quien yo
profunda pena cómo sus palabras persuasivas sirvo! Pero basta. Me retiro. ¡Adiós!
habían fracasado. Después de mucho volvió a
seguir halando. Recurrió a todos los argumen- –Adiós, Marcelo. Jamás nos volveremos a en-
tos que podía pensar. Invocó todos los argu- contrar en la vida. Si alguna vez estuvieras en
mentos que podrían influir en él. Le habló del
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El mártir de las catacumbas 7. La confesión de fe
necesidad o en peligro, tú sabes bien en quién imperial, de la más rica arquitectura, con regios
confiar. adornos de los mármoles riquísimos, culmi-
nando con las brillantes decoraciones doradas.
Los dos jóvenes se abrazaron, y Marcelo partió A un lado se levantaban las murallas enormes
apresuradamente. del Coliseo. Más allá se podía contemplar la
cúpula estupenda del Templo de la Paz, y al
Salió del cuartel, avanzando directamente hasta otro extremo, el Monte Capitolino destacaba
llegar al foro. Al llegar a este lugar se encontró sus históricas cumbres, coronado de apiñados
rodeado de templos y monumentos y columnas templos estatales, que se erguían como desa-
de mármol. Allí estaba el Arco de Tito fiando las alturas y cortando los aires bajo el
midiendo el ancho de la Vía Sacra. Allí se azul del cielo.
levantaba la forma gigantesca del palacio
Hacia allá dirigió sus pasos y ascendió las es- un lado se veía el Campus Martius, rodeado
carpadas pendientes hasta dominar la misma por el Tíber, cuya avenida amarillenta serpen-
cumbre. Y una vez en la cima, miró alrededor teaba penetrando en las profundidades del
el amplio y soberbio panorama que se le ofre- horizonte hacia el Mediterráneo. Por todos los
cía a la vista. El lugar mismo en donde se esta- otros lados de la cuidad acaparaba toda la
cionaba era un amplio cuadrado pavimentado extensión dispareja, presionando hasta sus
de mármol y rodeado de templos señoriales. En estrechas murallas, y rebasándolas por medio
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El mártir de las catacumbas 7. La confesión de fe
de calles que se irradiaban hasta gran distancia será enteramente quemada a fuego; Porque
en todas las direcciones, invadiendo el campo. fuerte es el Señor Dios que la juzga.
Los templos, las columnas y los monumentos
alzaban sus cornisas orgullosas. Estatuas innu- Los reyes de la tierra…
merables llenaban las calles con una población
Lamentarán y clamarán sobre ella…
de formas esculturales, numerosas fuentes sal-
picaban el aire, los carruajes se desplazaban
bulliciosos por las calles, las legiones de Roma Viendo el humo de que se ha quemado, y
iban y venían con aires de parada militar, y así poniéndose lejos por temor del tormento de ella,
por donde miraba podía contemplar que surgía diciendo, ¡Ay, ay, aquella gran ciudad Babilonia,
la borrascosa ola de vida de la ciudad imperial. aquella ciudad poderosa!
Caída es, caída es Babilonia la grande, y ha diciendo, ay, ay de aquella gran ciudad, en donde
venido a ser la morada de los demonios, y sostén se enriquecieron todos los que tenían naves en el
Recompensadle a ella como ella hizo con voso- Regocijaos sobre ella, vosotros cielos, y
tros, y dobladle el doble conforme a sus obras… vosotros santos, apóstoles y profetas, porque
Dios os ha vengado sobre ella.
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El mártir de las catacumbas 7. La confesión de fe
“Sin duda es algún pobre cristiano, que por “No hay tiempo que perder. Yo debo irme,”
causa del sufrimiento ha perdido el cerebro,” «dijo entre sí Marcelo, y partió».
«pensó Marcelo». Y conforme el hombre era
llevado, aún seguía clamando sus terribles
denunciaciones, y una gran multitud les siguió,
gritando y burlándose. El ruido no tardó en ______________________________________
perderse en la distancia.
44
☺
8
La vida en las catacumbas
¡Oh tinieblas, tinieblas, tinieblas al ardor del sol
del medio día, oscuridad irrevocable, eclipse total,
Sin esperanza alguna de que venga el día!
__________________________________________________________________________________
sus entrevistas con sus superiores; y al mismo Era también en la noche que se hacían ciertas
tiempo que compartían su comprensión de sus expediciones, las más tristes de todas. Estas
dificultades, se regocijaban que él hubiera sido consistían en la búsqueda de los cuerpos de
hallado digno de sufrir por Cristo. aquellos que habían sido despedazados por las
fieras salvajes o quemados en las piras. Estos
En medio de todo este nuevo ambiente, apren- despojos bien amados se lograban rescatar a
día más de la verdad cada día, e igualmente costa de los mayores peligros, y se transpor-
contemplaba lo que tenían que sufrir los segui- taban rodeados de miles de riesgos. En seguida
dores del Señor. La vida de las catacumbas los amigos y parientes de los muertos celebra-
abrió ante él sin la menor reserva todos sus se- ban los sencillos servicios fúnebres como tam-
cretos maravillosos y su variedad. bién la fiesta en que se les daba sepultura.
Después de todo esto solían depositar los restos
La vasta muchedumbre que moraba en las en- en su estrechísima tumba, cubriéndola con la
trañas de la tierra recibía sus provisiones, gra- correspondiente losa en que se grababa el nom-
cias a su permanente comunicación con la bre del difunto.
ciudad hostil que estaba arriba. Estas opera-
ciones se realizaban al amparo de la anoche. Aquellos primitivos cristianos, vivamente
Esta osada y peligrosa tarea se cumplía por los inspirados de la gloriosa doctrina de la resu-
hombres más resueltos que se ofrecían volun- rrección, miraban hacia el futuro con la más
tariamente para ello. Empero aun mujeres y ardiente esperanza de la llegada del momento
niños desempeñaban estos menesteres, siendo cuando la corrupción habría de ser absorbida
uno de los más sagaces el pequeño Polio, por la incorrupción, y lo mortal por la inmor-
cuyos éxitos eran dignos de la alabanza de los talidad. Y era así que ellos no querían permitir
suyos. Entre la vasta población de la ciudad de que el cuerpo de ellos, al que tan sublime des-
Roma no era difícil pasar desapercibido, y era tino esperaba, fuera reducido a cenizas, lle-
así que las provisiones no escaseaban. No obs- gando hasta pensar que aun las sagradas
tante, había veces en que esas correrías ter- llamas funerales eran una deshonra para el
minaban abrupta y fatalmente, y no se volvía a cuerpo que era el templo de Dios y que tanto
ver más a los osados aventureros. favor había merecido de las alturas celestia-
En cuanto al agua, contaban con abundante les. Era en tal virtud que los estimados
provisión en el extremo inferior de los pasillos. cuerpos de los muertos se procuraba traerlos
Allí contaban con pozos y fuentes de aprovisio- allí, fuera de la vista de los hombres, en donde
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
comprender que del furor de ese destino, sola- todos eran igualmente súbditos de Roma. Nin-
mente les podrían haber salvado aquellos a gún emperador destronado podría escapar de su
quienes ellos perseguían. venganza, ni siquiera se podía esperar el tal
escape. Cuando Nerón cayó, lo único que
Empero, en la plena vigencia de ese reino de alcanzó a hacer fue ir a una villa cercana y ma-
terror, las catacumbas abren sus puertas delante tarse. Empero, aquí abajo, en estos infinitos
de los cristianos, cual una ciudad de refugio. laberintos, aun el poder de Roma no tenía valor
Allí reposaban los huesos de sus antecesores, alguno, pues sus burlados emisarios vacilaban
que de generación en generación habían lucha- en la misma entrada.
do por la verdad, y el polvo de sus cuerpos
esperaba aquí la aclamación de la resurrección. En estos providenciales refugios los cristianos
Allí traían ellos a sus amados parientes, confor- permanecían, poblando densamente los innu-
me uno por uno les iban dejando para volar a merables pasajes y grutas. En el día se reunían
las alturas. Hasta aquí el hijo había traído en para intercambiarse el verbo de consolación y
hombros el cuerpo de su anciana madre, y el de aliento, o también para compartir condolen-
progenitor había visto a su menor depositado cias por un nuevo mártir. Por las noches des-
en la tumba. Hasta aquí ellos habían portado pedían a los más osados de entre ellos en de-
piadosamente los mutilados despojos de aque- sesperadas empresas de traerles noticias de ese
llos que por su fe habían sido despedazados por mundo exterior, o bien a traer los cuerpos
las fieras salvajes en la arena, los cuerpos cha- ensangrentados de las nuevas víctimas. En el
muscados de aquellos que habían sido entrega- transcurso de las diferentes persecuciones,
dos a las llamas, o aun los enjutos cuerpos de ellos se replegaron aquí bajo una seguridad
los más desdichados de todos, que habían tal, que aunque millones perecieron por todo
exhalado el último suspiro de su vida tras la el vasto imperio, el genuino poder del Cristia-
larga agonía que constituía la muerte por nismo en Roma a penas fue sacudido.
crucifixión. Cada uno de los cristianos tenía
algún amigo o pariente cuyo cuerpo yacía ahí. De ese modo fue puesta a cubierto su seguri-
El mismo campo era en todo sentido un campo dad y preservada su vida, pero ¿bajo qué
santo. condiciones? ¿Por ventura, qué es la vida sin
luz, y qué es la seguridad del cuerpo en aque-
Nada, pues, podía extrañar que ellos buscaran llas húmedas tinieblas que deprimen el alma?
refugio y seguridad en un lugar tal. La naturaleza física del hombre se estremece
ante tal destino, y su delicadísimo organismo
En estas moradas subterráneas, sobre todo, no tarda en percatarse de la falta de aquel sutil
habían hallado su único lugar de refugio contra principio renovador que tan estrechamente vin-
la enconada persecución. En aquel tiempo no culado se halla con la luz. Las funciones del
podían buscar auxilio en países extranjeros, o cuerpo van perdiendo una por una las faculta-
más allá de los mares, porque para ellos no des y aquel tono normal de energía. Aquel
existían países de refugios, y no había tierra debilitamiento del cuerpo afecta la mente,
allende los mares en que tuvieran la menor predispone a la tristeza, la aprehensión, la duda
esperanza. El poder imperial de Roma mante- y hasta la desesperación. No deja de ser un
nía atrapado en sus garras poderosas a todo el honor mayor para el hombre mantenerse firme
mundo civilizado; su tremendo sistema poli- y fiel bajo tales circunstancias, que haber ofre-
cíaco se extendía por todas las tierras, y ni uno cido su vida en heroica muerte en la arena, o
solo podría escapar de su implacable ira. Su haber muerto ardiendo resueltamente en la pira.
poder era tan irresistible, que desde el noble Allí, en donde las más densas sombras de las
más encumbrado hasta el esclavo más humilde, tinieblas envolvían amortajando a los cautivos,
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
fue donde éstos hicieron frente con valentía solamente, sino por tiernas vírgenes y niños
suprema a las más duras de las pruebas. La endebles.
valiente presencia de ánimo bajo la persecu-
ción misma era lo más admirable; pero se tornó
tanto más sublime al haberla resistido, no obs-
tante sus horrores indescriptibles.
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
morada, ha quedado visible en todo el rededor esperanza de su regreso: todas estas verdades
de las murallas. En algunos lugares, éstas se fundamentales eran para ellos de tanta estima y
hallaban cubiertas de estucado blanco, y en las guardaban con tanto fervor y energía, que
otras se hallaban adornados con cuadros; pero no alcanza el mero lenguaje a hacer el tributo
de ninguna manera con mortales deificados por de la debida justicia.
adorarlos, idolátricamente, sino sencillamente
monumentos de recuerdo de aquellos grandes De ellos era aquella esperanza celestial, el
héroes antiguos de la verdad, “que por fe gana- ancla del alma, tan fuerte y tan segura que la
ron reinos, obraron justicia, alcanzaron prome- tormenta de la ira del imperio fracasó en su
sas, taparon la boca de los leones, apagaron empeño de derribarlos de la Roca de los siglos
fuegos impetuosos, evitaron filo de cuchillo, en la cual ellos se hallaban refugiados.
convalecieron de enfermedades, fueron hechos
fuertes en batallas, trastornaron campos extra- De ellos era aquella excelsa fe que les sostuvo
ños” (Heb. 11:33,34). Si en estas horas de an- frente a las pruebas más duras. En el hombre
gustia y amargura, habían menester ellos Cristo Jesús, glorificado a la diestra de Dios,
buscar escenas o pensamientos que pudieran era en quien reposaba su fe y su esperanza, y
aliviarles sus almas e inspirarles con nuevas en nada ni nadie más. La fe en Él era todo. Era
fuerzas para el futuro, pues no podían ellos el mismo hálito de la vida, la respiración
haber encontrado otros objetos más acertados normal de ellos, tan real que les sostuvo en la
en que inspirarse, de tanto valor y de tan bien hora de los crueles sacrificios, tan duradera que
fundado consuelo. aun cuando parecía que todos los seguidores se
habían desvanecido de la tierra, ellos con todo
Tales eran los ornamentos de las capillas. Pues podían mirar a las alturas y esperar en Él.
los únicos muebles que contenían era una sen-
cilla mesa de madera, sobre la cual se colocaba De ellos era la plenitud de aquel amor que
el pan y el vino de la Cena del Señor, los definió Cristo cuando estaba en la tierra,
símbolos del cuerpo y de la sangre de su Señor diciendo que era el resumen de la ley y los
crucificado. profetas. Era desconocida en aquellos días la
lucha sectaria y las amarguras denominacio-
La cristiandad llevaba largo tiempo de lucha, y nales. Es que ellos tenían un grande enemigo
esta era una lucha contra la corrupción. Por general contra quien luchar, y ¿cómo habían
consiguiente, no debe considerarse extraño si la de altercar unos con otros? Allí se cultivaba el
iglesia contrajo algunas señales de su contacto amor al semejante, que no conocía distinción
demasiado estrecho con su enemigo, o si ella de raza o clase, sino que abrazaba a toda la
llevó algunas de aquellas señales hasta allí a su inmensa circunferencia, de tal manera que uno
lugar de refugio. Empero, si ellos practicaban podía poner su vida por su hermano. Allí,
algunas variaciones con relación al modelo pues, el amor de Dios, derramado copiosa-
apostólico, éstas eran muy triviales, y todas mente en el corazón por el Espíritu Santo, no
podían pasarse por desapercibidas, si no fuera temía llegar hasta el sacrificio de la misma
porque ellas abrieron el paso para otras mayo- vida. La persecución, que les rodeaba como
res. Con todo ello, las doctrinas esenciales del león rugiente, les fortaleció en su celo, fe y
Cristianismo no sufrieron la menor contamina- amor que alumbraban brillantemente en medio
ción, ni cambio alguno. El pecado del hombre, de las tinieblas de la edad. Su número se
la misericordia del Padre, la expiación del Hijo, limitaba a los que eran verdaderos y sinceros.
la unción del Espíritu Santo, la salvación por la Era el mejor antídoto de la hipocresía. Al va-
fe en el Redentor, el valor de su preciosa san- liente le investía del más osado heroísmo, y al
gre, su resurrección física, la bienaventurada temeroso le inspiraba con valor y devoción.
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
Ellos vivieron en una época en la que ser mente, que sin embargo por muchos años se
cristiano era arriesgar la vida misma. Ellos abrió para refugiar a los vivientes. Nos lo
no retrocedían ni vacilaban, sino que atrevida- testifican aquellos nombres de mártires, aque-
mente proclamaban su fe y aceptaban las llas palabras de triunfo. Las murallas conser-
consecuencias. Ellos trazaban una línea divi- van para las generaciones venideras las pala-
soria perfectamente visible entre ellos y el bras de dolor y de lamento, y de sentimientos
mundo, y se mantenían valientemente en su siempre variantes que se escribieron sobre
puesto. La sencilla pronunciación de unas ellas durante las sucesivas generaciones por
cuantas palabras, la ejecución de un acto aquellos que tuvieron que acudir a albergarse
sencillo, bastaría para salvar de la muerte; pe- en estas catacumbas. Ellas transmiten su
ro la lengua se negaba a pronunciar la fórmula doliente historia a los tiempos venideros, y
de la idolatría, y la mano firme rehusaba ha- traen a la imaginación las formas, los senti-
cer el derramamiento de la libación. Las mientos y los hechos de aquellos que fueron
doctrinas vitales del Cristianismo hallaban en confinados allí. Así como la forma física de la
ellos mucho más que el mero asentimiento vida se fija en las placas de la cámara foto-
intelectual. Cristo mismo no era para ellos gráfica, así las grandes voces que una vez se
solamente una idea, un pensamiento, sino una arrancaron por la intensidad del sufrimiento
existencia personal y real. La vida de Cristo desde el fondo del alma misma del mártir que-
sobre la tierra era para ellos una verdad daron estampadas sobre la muralla desafiando
vivificante. Ellos la aceptaban como el más a los siglos venideros.
adecuado ejemplo para todo hombre. Su ternu-
ra, su humildad, su paciencia, y su manse- Testigos humildes de la verdad, pobres,
dumbre, pensaban ellos que se les ofrecían despreciados, abandonados, cuyos clamores
para que fueran imitadas; jamás separaron por misericordia llegaban en vano a los oídos
ellos el Cristianismo ideal del Cristianismo de los hombres: ¡más bien se sofocaban en la
real. Ellos pensaban que la fe del hombre sangre de los muertos y el humo de los
consistía tanto en su vida como en su senti- sacrificios! Empero si los de su propia raza
miento, y no habían aprendido a hacer distin- contestaron sus clamores con renovadas y
ción entre el Cristianismo experimental y el mayores torturas, estas murallas rocosas mos-
Cristianismo práctico. Para ellos la muerte de traron mayor misericordia; pues oyeron sus
Cristo era el gran evento, ante el cual todos los suspiros y los guardaron en sus senos, y fue así
otros eventos en la vida de Él eran solamente que aquellos clamores de sufrimiento vivieron
secundarios. Que Él murió es el hecho por ex- allí atesorados y grabados en la roca para
celencia, y que fue por los hijos de los hom- siempre.
bres, nadie en absoluto podría entenderlo
mejor que ellos. Que Él fue levantado y que se La conversión de Marcelo al Cristianismo
halla glorificado a la diestra de Dios, y que había sido repentina. Sin embargo, tales transi-
toda potestad le ha sido dada en el cielo y en ciones del error a la verdad eran frecuentes. El
la tierra, era divina realidad para ellos. Pues había intentado y probado las más altas formas
entre sus propios hermanos sabían de muchos de la superstición salvaje y filosofía pagana,
que habían sido colgados en una cruz por habiendo descubierto que no satisfacían; mas
amor a sus hermanos, o muertos en la pira por tan pronto se halló frente al Cristianismo,
su Dios. Ellos tomaban su cruz y seguían a comprobó que llenaba ampliamente todos los
Cristo, llevando su vituperio. Aquella cruz y anhelos de su conciencia. Poseía precisamente
aquel vituperio no eran solamente figurados. lo que se necesitaba para poder satisfacer las
Todo eso nos testifican esos tenebrosos labe- ansias del alma y saciar el vació del corazón
rintos, recinto propio para los muertos sola- con la plenitud de la paz. Y es así que si la
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
transición fue rápida, también fue completa y sus atracciones y sus miles de distracciones,
perfecta. Pues, habiendo abierto sus ojos y había perdido sobre ellos todo influjo, dejándo-
contemplado el Sol de Justicia, él no podía los libres. Los cielos se les habían acercado;
volverlos a cerrar. La obra de la regeneración sus pensamientos y su lenguaje eran justa-
era completada divinamente y él recibió de mente los del reino. A ellos les complacía
buena gana la parte que le correspondía en el hablar y pensar en el gozo inconmensurable y
sufrimiento de los perseguidos. digno que esperaba a los que fueren fieles hasta
la muerte. Les deleitaba conversar y departir
Las primeras predicaciones del Evangelio se sobre aquellos hermanos que ya habían partido,
caracterizaban por la frecuencia de conversio- y que solamente les llevaban la delantera. No
nes notables como ésta. Por todo el mundo pa- se les ocurría siquiera pensar que se hubieran
gano eran incontables las almas que experi- perdido. Todo ello les hacía prever el momento
mentaban lo que experimentó Marcelo, y que cuando su propia partida también llegaría. Pero
gustosos se habían sometido a las mismas por sobre todas las cosas, ellos miraban mayor-
experiencias. Pues sólo era menester la predi- mente a aquel día del gran llamamiento final,
cación de la verdad, acompañada por el poder que levantaría a los muertos, transformaría a
del Espíritu Santo, que les abría los ojos y los los vivos, y traería alrededor de Él a los com-
conducía a ver la luz. He aquí la causa y la prados con su sangre, a su pueblo lavado con
clave de la rápida diseminación del Cristianis- su sangre, hasta ese lugar de encuentro en el
mo, la influencia divina real sobre la humana aire; y esperaban el establecimiento del tribu-
razón. nal de Cristo, donde Él otorgará sus recompen-
sas por el servicio fiel (I Tes. 4:13-18; Fil.
Marcelo pues, viviendo la vida y compartiendo 3:20, 21; I Cor. 3).
la actividad y la comunión con sus hermanos,
no tardó en penetrar al fondo de sus esperan- Fue así como Marcelo vio estos lúgubres
zas, sus temores y sus alegrías. La fe viva y la pasadizos subterráneos, no entregados para el
confianza inquebrantable de ellos se comunica- silencio del sueño de los muertos, sino densa-
ban a su corazón, y todas las gloriosas experta- mente poblados de miles de vivientes. Desco-
tivas que los sostenían a todos ellos, no tar- loridos, pálidos y oprimidos, hallaban aun en
daron en llegar a ser el más efectivo solaz de su medio de estas tinieblas un destino mejor que
propia alma. La bendita Palabra de vida llegó a el que les podía esperar en la superficie. Su
ser materia de su constante estudio y deleite, y actividad vital animaba esta región de los
todas sus enseñanzas hallaron en él su más muertos; el silencio de esos pasillos era
ardiente y activo discípulo. interrumpido por el sonido de las humanas
voces. La luz de la verdad, la virtud, ahuyenta-
Las reuniones más frecuentes por todas las ca- da de los aires saludables de arriba, florecía y
tacumbas eran las de oración y alabanza. Ha- se encendía con más puro y reluciente brillo
biendo sido así providencialmente apartados de en medio de estas tinieblas subterráneas. Los
las ocupaciones comunes de los negocios del tiernos saludos de afecto, de la amistad, de la
mundo, se dedicaban por entero a más elevados fraternidad y del amor, se cultivaban entre los
y sublimes objetivos en que ponían todo su desmoronantes restos de los que se habían ido.
empeño. Privados aquí como se hallaban de la Aquí se mezclaban las lágrimas de duelo con
oportunidad de hacer algún esfuerzo por el la sangre de los mártires, y las manos cariño-
sostén del cuerpo, se veían constreñidos a sas envolvían en sus últimos sudarios los páli-
dedicar su vida íntegramente al cuidado del dos despojos. En estas grutas las almas heroi-
alma. Y ellos lograban con creces lo que busca- cas se erguían por encima del dolor. La espe-
ban. Pues la tierra, con sus cuidados afanosos y ranza y la fe sonreían gozosas, y señalaban
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El mártir de las catacumbas 8. La vida en las catacumbas
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9
La persecución
La paciencia os es necesaria, para que
después que hayáis hecho la voluntad de
Dios, recibáis la promesa.
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El mártir de las catacumbas 9. La persecución
Decenas de fieles eran capturadas y sacrifica- Se escurrieron abriéndose paso por las calles
das cada día. Los cristianos se encargaban de la tenebrosas, hasta llegar finalmente al Coliseo,
igualmente arriesgada tarea de recuperar sus el lugar de martirio de tantos de sus compañe-
despojos mortales para darles sepultura a su ros. Aquella enorme mole se elevaba orgullosa
modo. En esto no era tanto el peligro, ya que se delante de ellos, amplia, tenebrosa y severa,
relevaba a las autoridades de la molestia de como el poder imperial que la había construi-
quemarlos y enterrar los cadáveres. do. Multitudes de cuidadores, guardianes y
gladiadores había dentro de sus puertas, cuyos
Un día llegaron noticias a la comunidad resi- pasajes abovedados eran iluminados por el
dente debajo de la Vía Apia que dos de los su- resplandor de las antorchas.
yos habían sido capturados y entregados a
El Coliseo de noche
Los gladiadores sabían el motivo de su presen- Ellos mismos los guiaron hasta que estuvieron
cia, y les ordenaron rudamente que siguieran. en la arena. Allí se hallaban tirados numerosos
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El mártir de las catacumbas 9. La persecución
cuerpos, los últimos que habían sido muertos Y ellos lo vencieron por la sangre del Cordero, y
aquel día. Se hallaban cruelmente mutilados; por la palabra de su testimonio, y no amaron su
algunos se hallaban en condiciones tales que vida hasta la muerte.
apenas se distinguía que eran seres humanos.
Después de una larga búsqueda, hallaron los –¿Quién es ése? «dijo Marcelo».
dos a quienes buscaban. Esos cuerpos fueron
seguidamente colocados en grandes sacos, en –No le entiendas «dijo su compañero». Es el
los cuales se disponían a llevarlos. hermano Cina. Sus penas y dolores le han vuel-
to loco. Su único hijo fue quemado en la pira al
Marcelo se detuvo a contemplar el escenario principio de la persecución, y desde entonces él
que le rodeaba. Se hallaba completamente ha andado recorriendo la ciudad anunciando
rodeado de macizas murallas que se elevaban calamidades por venir. Hasta la fecha no se
por medio de numerosas terrazas en declive habían cuidado de él; pero finalmente le han
hasta llegar al coronamiento en el círculo exte- capturado.
rior. Su negra estructura parecía encerrarle con
barreras tales que él ya no podría franquear. –¿Y está prisionero aquí?
El pensaba: “¿Cuándo llegará también el día en –Sí.
que yo de la misma manera ocupe mi puesto
aquí, ofrendando mi vida por mi Salvador? Y de nuevo la voz de Cina se dejó oír, espanto-
¿Seré fiel cuando llegue el momento? ¡Oh, sa, amenazante y terrible:
Señor Jesús, sosténme en aquella hora!”
¿Hasta cuando, oh Señor, santo y verdadero,
Todavía la luna no había ascendido lo suficien-
te para que penetraran sus rayos dentro de la no vengarás Tú nuestra sangre de aquellos que
arena. Allí en ese interior todo era oscuro y moran en la tierra?
repulsivo. La búsqueda había tenido que hacer-
se con antorchas prestadas de los guardianes. –¡Este es, entonces, el hombre que yo oí en el
capitolio!
En esos momentos Marcelo escuchó una voz
profunda procedente de alguno de los arcos –Sí, debe ser él, porque ha recorrido por toda la
posteriores. Sus tonos penetraron dentro del ciudad, y aun en el palacio, clamando y prego-
aire de la noche con claridad sorprendente, y se nando eso mismo.
les podía oír por encima de la ruda algarabía de
los guardas: –Vamos.
Ahora ha venido la salvación y la fortaleza, y el Tomaron sus sacos y se encaminaron hacia las
reino de nuestro Dios, y el poder de su Cristo: puertas. Después de una breve pausa, se les
permitió pasar. Y conforme salían, oyeron la
Porque el acusador de nuestros hermanos es voz de Cina en la distancia:
arrojado, el que los acusaba delante de Dios día
Caída es, caída es, Babilonia la grande, y ha
y noche.
venido a ser la morada de los demonios, y el
depósito de todos los espíritus inmundos, y la
jaula de toda clase de aves malignas e inmundas:
¡Salid de ella, pueblo mío!
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El mártir de las catacumbas 9. La persecución
–Ah, pero también Él dice: “Mas confiad; yo –¡Lúculo! «exclamó Marcelo». ¡Qué extraño!
he vencido al mundo…Donde yo estoy, voso-
tros también estaréis.” –Dicen que es un hombre de mucha habilidad y
energía.
–Por medio de Él «dijo Marcelo», podemos
salir más que vencedores sobre la muerte. Las –He oído hablar de él. Y a la verdad estas son
aflicciones de este tiempo presente no son malas noticias para los cristianos.
dignas de compararse con la gloria que nos ha
de ser revelada. –La conversión al Cristianismo del otro oficial
de los pretorianos ha enfurecido al emperador
Así se consolaban ellos con las promesas hasta enloquecerlo. A tal extremo que se ofrece
seguras de la bendita Palabra de vida que en un cuantioso rescate por él. Y si tú, amigo, por
todos los tiempos y en todas las circunstancias ventura lo ves o te hallas en condiciones de ha-
es capaz de dar tal consolación celestial. cérselo saber, procura por todos los medios co-
Finalmente llegaron a su destino sanos y salvos municárselo. Dicen todos que él está en las
portando sus cargas, con la más íntima gratitud catacumbas con vosotros.”
en sus corazones hacia Aquel que les había
preservado. –El debe estar allí, puesto que no hay otro lu-
gar de seguridad.
No muchos días después, Marcelo volvió a
salir en busca de provisiones. Esta vez él fue
solo. Fue a la casa de un hombre que era muy
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El mártir de las catacumbas 9. La persecución
–Verdaderamente, estos son tiempos terribles. tenerme lástima, y aun amarme en su corazón
Tienes necesidad de tomar todas las precaucio- de amigo, pero con todo no puede eximirse de
nes posibles. cumplir con su deber.”
Marcelo contestó, humildemente, pero firme- “Puesto que se ha ofrecido un rescate sobre mi
mente, –No pueden matarme más de una vez. cabeza, ellos tienen que redoblar sus esfuerzos
para dar conmigo. Creo, pues, que mi tiempo
–¡Oh, vosotros los cristianos derrocháis la ha llegado. Debo estar preparado para hacer
fortaleza más excelente. Yo admiro con toda frente fielmente a lo que venga.”
mi alma vuestra valentía; pero yo pienso que
podrías conformaros exteriormente al decreto Sumido en estos pensamientos había recorrido
del emperador. ¿Por qué, pues, habéis de preci- la Vía Apia. Había estado tan envuelto en sus
pitaros así tan locamente a la muerte? meditaciones que no se dio cuenta de una mul-
titud de gente que estaba reunida en una esqui-
–Nuestro Redentor murió por nosotros. Y por na, hasta que estuvo en medio de ellos. Y
nuestra parte, no podemos menos que estar repentinamente se encontró detenido.
listos a morir por Él. Y, puesto que Él murió
por su pueblo, nosotros también nos compla- –Oh, amigo «exclamó una voz ruda», no te des
cemos voluntariamente en imitarle, ofreciendo tanta prisa. ¿Quién eres tú, y adónde vas?
nuestras vidas por nuestros hermanos.
–¡Deje el paso libre! «exclamó Marcelo en
–Sois una gente divinamente maravillosa tono de mando, natural en quien ha tenido
«exclamó aquel hombre al mismo tiempo que hábito de mandar y tener hombres a sus órde-
levantaba las manos en alto». nes, indicándole al hombre que se apartara».
Llegó el momento en que Marcelo se tuvo que La multitud se sorprendió por el modo autorita-
despedir, y luego partió llevando su carga. Las tivo y el tono imperioso, pero el vocero de
noticias habían sido tales que habían llenado y ellos se mostró más valiente.
conmovido su mente y todo su ser.
–¡Dínos quién eres o no pasas!
“Así que Lúculo se ha hecho cargo de mi
lugar,” pensaba él, en su camino. A lo que Marcelo replicó, –Hombre, apártate a
un lado. ¿No me conoces que soy pretoriano?
“¡Cómo quisiera saber si él se ha vuelto contra
mí! ¿Pensará él ahora de mí como de su amigo Ante aquel nombre tan pavoroso como venera-
Marcelo, o sencillamente como de un cristia- ble, la multitud se abrió rápidamente, y Marce-
no? Puede ser que lo descubra dentro de poco. lo pasó por en medio de ellos. Pero apenas
Sería verdaderamente extraño que yo cayera en habíase alejado él unos cinco pasos, cuando
sus manos; y con todo, si yo fuese capturado, una voz exclamó:
probablemente llegaría a estar cerca de él.”
–¡Prendedle! ¡Es Marcelo, el cristiano!
“Pero él tiene que cumplir con su deber de
soldado ¿y por qué debería yo quejarme? Pues La multitud también vociferó al unísono. Pero
si él ha sido nombrado para ese puesto, no le Marcelo no esperó mayor advertencia. Arrojan-
queda otra alternativa que obedecer. Y él, do la carga que llevaba, emprendió rauda fuga
como soldado, no puede tratarme de otro modo hacia el Tíber por una calle lateral. La multitud
sino como enemigo del estado. El bien puede íntegra le persiguió. Era una carrera de vida o
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El mártir de las catacumbas 9. La persecución
muerte. Pero Marcelo había sido entrenado en Los perseguidores llegaron a la orilla del río,
todo deporte atlético, y en segundos multiplicó pero de allí no pasaron.
la distancia que le separaba de sus persegui-
dores. Finalmente llegó al Tíber, y arrojándose
a él nadó hasta el lado opuesto.
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Nace en el Monte Fumaiolo en la Toscana, pasa por Umbría y por último entra en el Lacio (Italia), donde
atraviesa Roma antes de desembocar en el Mar Tirreno. Tiene una longitud de 396km. Sus principales
afluentes son el Chiascio, el Paglia, el Nera, el Farfa y el Aniene, estos dos últimos en Roma. Dio origen al
nombre romano «Tiberio» (en latín, Tiberius). (Foto: Abril de 2006).
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129
10
La captura
La prueba de vuestra fe obra paciencia.
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débiles rayos de una sola lámpara alumbraban –¿Qué te ha hecho atrasarte tanto, Marcelo? Te
el escenario muy débilmente. Todos los presen- dábamos por muerto.
tes se hallaban silenciosos y tristes. Sobre ellos
pesaba una melancolía más profunda de lo co- Marcelo contestó, –Yo fui detenido cerca de la
mún. Alrededor de ellos se oía el ruido de pa- Vía Apia. Tuve que soltar la carga y correr al
sos y de voces y un confuso murmullo de acti- río. La turba me siguió, pero yo me arrojé al río
vidad vital. y lo pasé a nado. De allá tomé una ruta en
circunvalación entre las calles del otro lado,
En forma repentina y rápida se oyeron pasos, y después de lo cual volví a pasar y así he llega-
Marcelo entró. Los ocupantes de la capilla sal- do hasta aquí sano y salvo.
taron sobre sus pies con exclamaciones de go-
zo. –Has escapado milagrosamente, pues han ofre-
cido un rescate por ti.
–¿Dónde está Polio? «preguntó Cecilia con vi-
vo interés». –¿Lo habíais sabidos vosotros?
–Yo no le he visto «dijo Marcelo». –Desde luego que sí, y mucho más. Hemos
sabido de los redoblados esfuerzos que ellos
–¡No lo has visto! «y volvió a caer sobre su están haciendo para aniquilarnos. Durante todo
asiento». el día nos han estado llegando noticias de do-
lor. Más que nunca tenemos que fiarnos sola-
–Pero ¿qué pasa? ¿Ha debido volver ya? mente en Él que puede salvarnos.
–Ha debido volver hace seis horas, y eso me –Todavía podremos frustrar sus planes «dijo
tiene loca de ansiedad. Marcelo con aire de esperanza».
–Oh, no hay peligro «dijo Marcelo en actitud –Pero ellos están vigilando nuestra entrada
de consolarla». El sabe cuidarse. «Procuró ha- principal «dijo Honorio».
cer que no se notara su preocupación, pero sus
miradas traicionaban sus palabras». –Entonces podemos hacer nuevas. Las grietas
son innumerables.
–¡Qué no hay peligro! «dijo Cecilia». Ay de
mí, nosotros sabemos ya todos los nuevos peli- –Ellos están ofreciendo recompensa por todos
los hermanos prominentes.
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El mártir de las catacumbas 10. La captura
–Pero hay tantos osados y fieles corazones Hiciste venir una vid de Egipto: Echaste las
como siempre. ¿Quién tiene temor de arriesgar gentes, y plantástela.
su vida ahora? Nunca faltará la provisión de
alimento mientras permanezcamos en las cata- Limpiaste sitio delante de ella, e hiciste arraigar
cumbas. Pues si nosotros logramos escapar de sus raíces, y llenó la tierra.
la persecución, traeremos el auxilio a nuestros
hermanos; y si morimos, recibiremos la corona
del martirio. Los montes fueron cubiertos de su sombra; y sus
sarmientos como cedros de Dios.
–Tienes razón, Marcelo. Tu fe pone en ver-
güenza mis temores. ¿Cómo pueden temer a la Extendió sus vástagos hasta la mar, y hasta el
muerte aquellos que viven en las catacumbas? río sus mugrones.
Se trata solamente de unas tinieblas momentá-
neas y luego todo pasará. Pero en el día de hoy
¿Por qué aportillaste sus vallados, y la vendimian
hemos oído decir mucho que hace desesperar
todos los que pasan por el camino?
nuestros corazones y ahoga nuestros espíritus
hasta hacernos desmayar.
Estropeóla el puerco montés, y pacióla la bestia
–Ay de mí «continuó Honorio con voz dolien- del campo.
te», cómo se ha diseminado la gente, y las
asambleas han quedado desoladas. No hace Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora: Mira
sino unos pocos meses que había cincuenta
desde el cielo, y considera, y visita esta viña, y la
asambleas cristianas dentro de la ciudad, en
planta que plantó tu diestra, y el renuevo que
donde brillaba la luz de la verdad, y las voces
de las oraciones y las alabanzas ascendían has- para ti corroboraste.
ta el trono del Altísimo. Ahora han sido abati-
das, y el pueblo ha sido dispersado y arrojado Quemada a fuego está, asolada: Perezcan por la
fuera de la vista de los hombres. reprensión de tu rostro.
Hizo una breve pausa, vencido por la emoción, –Tú estás triste, Honorio «dijo Marcelo». Es
y luego con su voz baja y apesadumbrada verdad que nuestros sufrimientos aumentan
repitió las palabras dolientes del Salmo sobre nosotros; pero nosotros podemos ser más
ochenta: que vencedores por medio de Aquel que nos
amó. ¿Qué dice Él?
Jehová, Dios de los ejércitos, ¿Hasta cuándo
humearás tú contra la oración de tu pueblo? Al que venciere, daré a comer del árbol de la
Díteles a comer pan de lágrimas, y dísteles a vida, el cual está en medio del paraíso de Dios.”
beber lágrimas en gran abundancia.
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El mártir de las catacumbas 10. La captura
“Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona pues, a nuestras dificultades terrenas. Vamos,
de la vida. El que venciere, no recibirá daño de la hermanos, dejad a un lado vuestras cuitas. Pues
muerte segunda.” este hermano recién nacido en el reino muestra
tal fe que nosotros debemos emular. Miremos,
“Al que venciere, daré a comer del maná
pues, al gozo que nos ha sido propuesto. “Por-
que sabemos que si esta nuestra habitación
escondido y le daré una piedrecita blanca, y en la
terrena se disolviera, tenemos una mansión no
piedrecita un nuevo nombre escrito, el cual hecha de manos, eterna en los cielos.”
ninguno conoce sino aquel que lo recibe.”
Y continuó diciendo, –La muerte está muy
“El que hubiere vencido y hubiere guardado mis cerca, y se acerca cada vez más. Nuestros
obras hasta el fin, yo le daré potestad sobre las enemigos nos tienen cercados, y el cerco es
gentes; …y le daré la estrella de la mañana.” cada vez más estrecho. Moriremos, pues, como
cristianos.
“El que venciere, será vestido de vestiduras
Marcelo exclamó, – ¿Por qué esos tristes presa-
blancas; y no borraré su nombre del libro de la
gios? ¿Acaso la muerte está más cerca que
vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, antes? ¿No estamos seguros en las catacum-
y delante de sus ángeles.” bas?
“Al que venciere, yo lo haré columna en el templo –¿No has sabido tú, entonces?
de Dios, y nunca más saldrá fuera; y escribiré
sobre él el nombre de mi Dios, y el nombre de la –¿Qué?
ciudad de mi Dios, la nueva Jerusalem, la cual
–¡De la muerte de Crisipo!
desciende del cielo, con mi Dios, y mi nombre
nuevo.” –¡Crisipo! ¡Muerto! ¡No! ¿Cómo? ¿Cuándo?
“Al que venciere, yo le daré que se siente –Los soldados del emperador fueron guiados a
conmigo en mi trono; así como yo he vencido, y las catacumbas por alguien que conocía la ruta.
me he sentado con mi Padre en su trono.” Penetraron al salón en donde se estaba cele-
brando el servicio de adoración. Eso fue en las
catacumbas allende el Tíber. Los hermanos
Al hablar Marcelo estas palabras, se irguió y
dieron apresurada alarma y huyeron. Pero el
sus ojos brillaron, y su rostro se enrojeció de
venerable hermano Crisipo, bien sea a causa de
entusiasmo. Sus emociones fueron transmitidas
extrema vejez, o por su resolución de sufrir el
a sus compañeros, y conforme caían estas pro-
martirio, no quiso huir de los enemigos. Se
mesas una por una en sus oídos, ellos olvidaron
limitó a arrodillarse y elevar su voz y vida en
por un momento sus penas y dolores bajo el
oración a Dios. Dos asistentes fieles permane-
pensamiento de su cercana bienaventuranza. La
cieron con él. Los soldados se abalanzaron
nueva Jerusalem, las calles doradas, las palmas
sobre él, y mientras aún permanecía orando
de gloria, y los cantos del Cordero, el rostro de
sobre sus rodillas, le golpearon hasta derramar
Él que está sentado en el trono; todo ello se
sus sesos. Cayó muerto al primer golpe, y los
hallaba realmente presente en su mentes.
dos hermanos rindieron también su vida al lado
de él.
Honorio dijo, –Marcelo, me has quitado mi
tristeza con tus palabras; sobrepongámonos,
61
El mártir de las catacumbas 10. La captura
–¡Los soldados! «exclamaron». Pero no; no –¿En qué diligencia había ido?
eran soldados. Era más bien un cristiano, un
mensajero de ese hostil mundo exterior. Pálido –Estaba tratando de saber noticias. Yo estaba
y templando se arrojó al suelo. Contorsionán- en un lado de la calle, un poco atrás. El ya se
dose clamó con sus últimos hálitos de vida: venía. Caminamos hasta que llegamos adonde
había una multitud de hombres. Para sorpresa
–¡Ay! ¡Ay! mía Polio fue detenido y sometido a interroga-
torios. Yo ya no oí lo que pasó, pero alcancé a
La presencia de este hombre produjo un efecto ver sus gestos de amenaza, y finalmente vi que
extraordinariamente aterrador sobre Cecilia. le prendieron. Nada pude hacer yo por él. Me
Ella tambaleó, cayendo hacia atrás contra la mantuve a una distancia de seguridad y obser-
pared, temblorosa desde los pies a la cabeza, vé. Como media hora después se hizo presente
trabando sus manos una con otra. Sus ojos una tropa de pretorianos. Polio fue entregado a
parecían salírsele al mirar, sus labios se con- ellos y se lo llevaron.
traían como si quisiera hablar, pero no se le oía
el menor sonido. –¿Pretorianos? «dijo Marcelo». ¿Conoces al
capitán?
–¡Habla! ¡Habla, hermano! ¡Dínoslo todo!
«exclamó Honorio». –Sí, era Lúculo.
62
Z
11
La ofrenda
Nadie tiene mayor amor que este, que
ponga alguno su vida por sus amigos.
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llante por todo el rededor. De pronto hubo de –¡Feliz! «exclamó el otro con profunda sorpre-
levantarse al oír un toque en la puerta. Presta- sa».
mente la abrió. Un hombre entró y avanzó
silenciosamente hasta el centro del cuarto. Lue- –Sí, Lúculo, aunque afligido, no he sido derri-
go, desembozándose de la gran capa en que bado; aunque perseguido, no desespero.
venía envuelto, quedó descubierto en la presen-
cia de Lúculo. –La persecución ordenada por el emperador no
es cosa ligera.
–¡Marcelo! «exclamó éste preso de asombro, y
saltando hacia adelante abrazó a su visitante –Sí, eso yo lo sé bien. Yo veo ante ella a mis
con visibles muestras de gozo». hermanos cada día. Cada día se estrecha más el
cerco que me rodea. Cada momento me despi-
–Querido amigo mío «dijo él», ¿a qué azar do de amigos a quienes no vuelvo a ver más.
feliz debo yo este encuentro? Me hallaba preci- Algunos compañeros suben a la ciudad, pero
samente pensando en ti, y no me imaginaba no regresan sino sus despojos. Vuelven allí pa-
siquiera cuándo nos veríamos otra vez. ra ser sepultados.
–Yo temo que nuestros encuentros «dijo –Y con todo eso, ¿dices tú que estás feliz?
Marcelo tristemente», no serán muy frecuentes
de hoy en adelante. Este lo he procurado con –Sí, Lúculo, tengo una paz que el mundo no
grave riesgo de mi vida. conoce, una paz que viene de arriba y que
sobrepuja todo entendimiento.
–Verdaderamente es así «dijo Lúculo, compar-
tiendo la tristeza del otro». Tú estás perseguido –Mi estimado Marcelo, a mi me consta que tú
con el más airado interés, pues se ofrece un eres demasiado valiente para que le temas a la
rescate por ti. Con todo eso, aquí debes consi- muerte; pero nunca pensé que tuvieras tal forta-
derarte tan seguro como lo estuviste siempre en leza para soportar con tan profunda calma todo
los días felices antes de que fueras poseído de lo que yo sé que debes estar sufriendo actual-
aquella locura. ¡Oh, mí querido Marcelo! ¿Por mente. O bien tu valor es súper humano, o es el
qué no pueden volver otra vez aquellos días? valor que da la locura.
–No puedo cambiar mi naturaleza ni deshacer –Viene de arriba, Lúculo. Jesucristo, mi Señor,
lo que he hecho. Además, Lúculo, aunque mi es para mí mucho más que todas las riquezas y
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El mártir de las catacumbas 11. La ofrenda
el honor del mundo. Antes me era absoluta- –Ay de mí, querido Marcelo, ¿qué es lo que
mente imposible haberlo sentido así, pero aho- pides? ¿Acaso te has olvidado de la disciplina
ra todas las cosas viejas han pasado, y he aquí, del ejército romano, o del juramento militar?
todas han sido hechas nuevas. Sostenido por ¿No sabes bien tú que si yo hiciera esto,
este nuevo poder, yo podré soportar los peores violaría el juramento y me haría traidor? Si tú
males que puedan sobrevenirme. No espero me pidieses que me arrojase sobre mi espada,
nada en la tierra sino sufrimiento mientras aquí yo haría eso más fácilmente que esto que me
viva. Yo sé que moriré en la peor de las dices.
agonías. Con todo, ese pensamiento no es ca-
paz de doblegar la indomable fe que mora –Yo no he olvidado el juramento militar ni la
dentro de mí. disciplina de la fuerza, Lúculo. Yo pensaba en
este menor, que apenas es un niño, y bien
–Me apenas en el alma «dijo Lúculo triste- podría no considerársele como prisionero.
mente», verte persuadido de tal determinación. ¿Acaso los mandatos del emperador compren-
Pues si yo viera el más ligero signo de fluc- den a los niños?
tuación en ti, tendría la esperanza de que el
tiempo cambiaría o por lo menos modificaría –El no hace distinción de edades. ¿No has visto
tus pensamientos. Pero ya me convenzo que te niños tan menores como éste sufrir la muerte
hallas firme de modo inconmovible en tu en el Coliseo?
nuevo camino.
–Ay, sí lo he visto «dijo Marcelo, al volver sus
–¡Quiera Dios concederme que pueda perma- pensamientos a las niñas cuyo canto de muerte
necer firme hasta el fin! «dijo Marcelo fervoro- le impresionó, causándole tanta pena y al
samente». Pero la verdad es que no vine a ha- mismo tiempo le fue tan dulce al corazón».
blarte de mis sentimientos. Vine, querido Este muchachito, entonces ¿también tiene que
Lúculo, a pedir tu ayuda, tu conmiseración y sufrir la muerte?
auxilio. Me prometiste una vez demostrarme tu
amistad, si la necesitaba. Ahora vengo a pedirte –Sí «dijo Lúculo», salvo que renuncie solem-
que cumplas tu promesa. nemente al Cristianismo».
64
El mártir de las catacumbas 11. La ofrenda
–Pero no nos has tomado a ninguno de voso- –Sí. Ella es una de las refugiadas de las cata-
tros. cumbas. Toda su vida y su amor no son sino
este muchacho. Cada día lo deja ella que salga
–No, pero tenemos potestad sobre todo nuestro a la ciudad en una peligrosa aventura, pero en
pueblo. Y hay algunos de nosotros por cuyas su ausencia ella sufre indescriptible agonía.
cabezas el emperador ha ofrecido una gran Con todo, ella teme retenerlo sin salir de allí,
recompensa. Pues por la captura de éstos, por temor de que el aire húmedo que es tan
cientos de muchachos como éste serían gusto- fatal para los niños vaya a originarle la muerte.
samente entregados. Y así ella lo expone a lo que ella cree que es el
peligro menor. Este es el niño que tienes
–¿Es entonces costumbre entre los cristianos prisionero. Esa madre lo ha sabido y ahora ella
entregarse los unos a los otros? «preguntó yace debatiéndose entre la vida y la muerte. Si
Lúculo sorprendido». tú lo sacrificas, ella también morirá, y ya no
será más uno de los más nobles y puros espíri-
–No, pero algunas veces un cristiano ofrecerá tus de Roma.
su propia vida para salvar la de otro.
–Por estas razones es que yo vengo a ofrecer-
–¡Imposible! me en canje. ¿Qué soy yo? Yo estoy solo en el
mundo. Ninguna vida se halla vinculada a la
–Tal es el caso en este ejemplo. mía. No hay nadie que dependa de mí para el
presente y el futuro. Yo no le temo a la muerte.
–¿Quién es el que se ofrece por este mucha- Puede venir tan igualmente ahora mismo, como
cho? puede venir en otra ocasión. Tarde o temprano
tiene que venir, y yo prefiero mucho mejor dar
–¡Yo, Marcelo! mi vida por mi amigo que ofrecerla inútil-
mente. Por todas estas razones, oh Lúculo, es
Ante esta asombrosa declaración Lúculo retro- que te lo imploro, por sagrados lazos de amis-
cedió. tad, por tu compasión, por tu promesa que me
hiciste, dame esta ayuda que te pido, y toma mi
–¡Tú! «exclamó él». vida en canje por la de él.
65
El mártir de las catacumbas 11. La ofrenda
–Nadie me podrá salvar una vez que yo sea Marcelo regresó sano y salvo a las catacumbas.
aprehendido, aunque hicieras todo lo que Los hermanos que allí estaban y que sabían de
pudieras. ¿Qué puedes hacer para salvar a uno los propósitos con que había salido, le recibie-
sobre quien está cayendo la inexorable ira del ron gozosos en medio de su dolor.
emperador?
La señora Cecilia todavía yacía víctima de
–Yo puedo hacer mucho para desviarla. Tú no aquel sopor, consciente sólo a medias de los
estás en condiciones de saber cuánto se puede acontecimientos que se realizaban a su rededor.
hacer. Pero, aun cuando yo no pudiera hacer Había momentos que su mente divagaba. Y en
nada, con todo no voy a acceder a esta tu su delirio solía conversar como si se hallara
propuesta ahora. entre escenas felices de su vida pasada. Empe-
ro la vida de las catacumbas, esas alternativas
–Si yo mismo me presentara ante el emperador, entre la esperanza y el temor, entre el gozo y la
él tendría que oír mi petición. tristeza, entre esa ansiedad que siempre
rodeaba a los refugiados y el aire por demás
–El te pondría en prisión en el acto, y a ambos deprimente de aquel lugar en sí, habían llegado
los haría matar. a abatirla tanto en su mente como en su cuerpo.
Su frágil naturaleza sucumbía bajo la furia
–Yo podría enviar un mensaje con mi pro- implacable de aquella ordalía, y este último, el
puesta. más pesado y amargo de los golpes que caía
sobre ella, había completado su postración. De
–El mensaje nunca llegaría a él; o al menos no los mortales efectos de todo esto, ya no podía
llegaría hasta cuando ya fuera demasiado tarde. recuperarse.
–Entonces ¿no hay esperanza alguna? «dijo Aquella noche todos velaron y oraron alrede-
Marcelo tristemente». dor de su camilla. Cada instante se debilitaba
más, y, lenta pero seguramente, su vida se
–Absolutamente ninguna. esfumaba, quedando sólo un fallecer prolonga-
do. De aquel descenso tan real, ya ni aun la
–¿Y en absoluto también te niegas a conceder- restitución de su hijo la podría salvar.
me mi petición?
66
El mártir de las catacumbas 11. La ofrenda
Pero aunque las facultades pensantes y terrenas Sin embargo, hubo de llegar el momento final.
la habían dejado y los sentimientos terrenales Reaccionando de su largo período de calma,
se habían debilitado, aquella pasión dominante sus ojos se abrieron brillantes e inmensos, un
en ella en sus últimos años en nada había dis- colorido de luz se posesionó de su rostro
minuido en su poder sobre ella. Sus labios macilento, y de sus labios se oyeron débil-
helados musitaban todavía las palabras mente las palabras: “¡Ven, Señor Jesús!” Y
bienhechoras que tanto tiempo habían sido su con aquel clamor, la vida dejó el cuerpo, y el
apoyo e inspirado sus actos. El nombre de su espíritu purificado de la señora, hermana
menor hijo querido lo balbuceaba como con los Cecilia, había vuelto a Dios, quien lo dio.
últimos halitos, aunque inconsciente del
peligro que lo rodeaba. Pero el nombre de
Jesucristo era pronunciado con el fervor más
profundo. ______________________________________
67
¨
12
El juicio de Polio
De la boca de los pequeñitos y de los
que maman, perfeccionaste la alabanza.
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13
Es probable que el autor se refiera a la estatua de la Victoria
de Tarento, que estaba en el edificio del Senado. En el siglo IV
Asamblea del senado (Curia Julia)
se entabló un debate sobre el futuro de esta escultura, obra de
arte y objeto de culto pagano al mismo tiempo. A pesar del
ascenso del cristianismo, se conserva un texto de un senador El ya sabía que el único vínculo que le había
pagano en defensa de la conservación de esta figura. En 357 unido a la tierra había partido. Las primeras
d.C. el emperador Constantino I el Grande ordenó su traslado,
aunque cinco años después volvió a su emplazamiento original horas de aquella mañana le habían saludado
gracias a Juliano el Apóstata. En el año 382, Flavio Graciano con la noticia de que su madre había sido
ordenó de nuevo su retirada, en 392 fue devuelta a su sitio y en llamada arriba. Le había sido transmitida por
394 Teodosio I el Grande la mandó quitar. A partir de
entonces, se perdió su pista. una persona que entendía que le fortalecería en
su resolución. Ese mensajero había sido
Tarento: Fundada por emigrantes espartanos alrededor del 708 Marcelo. La benevolencia, bastante arriesgada,
a.C., se convirtió en el corazón de la Magna Grecia, la zona
colonial griega que se hallaba en la Italia meridional. Los de Lúculo le había hecho posible esa entrevis-
romanos la conquistaron en el 209 a.C., aunque no ta. El pensamiento había sido acertado. Mien-
consiguieron ejercer un control total sobre la poderosa ciudad tras su madre vivía, el pensar en ella podía
hasta el 272 a.C.
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El mártir de las catacumbas 12. El juicio de Polio
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El mártir de las catacumbas 12. El juicio de Polio
–Has vivido como un reprobado miserable. El –De ninguna manera les hago yo deshonor. Mi
mendigo más pobre de Roma la pasa mucho fe es pura y santa. Yo puedo morir, pero no
mejor que tú. Su alimento lo obtiene con puedo traicionar a mi Salvador.
menos afanes y menos humillación. Su refugio
se halla a la luz y al aire del día. Y sobre todo –Tú estás viendo que mostramos misericordia
él siempre está seguro. Su vida es propia de él. contigo. Tu noble nombre, así como tu inex-
El no tiene necesidad de vivir en permanente periencia, nos causan lástima. Si tú fueras un
temor de la justicia de Roma. Pero tú has teni- prisionero común te ofreceríamos en pocas
do que arrastrar una vida, la más miserable, palabras la simple elección entre retractarte o
siempre en necesidad apremiante, en peligro, morir. Pero en este caso queremos razonar
en las tinieblas. ¿Qué, pues, te ha dado tu pon- contigo, porque no queremos que se extinga
derada religión? ¿Qué ha hecho por ti aquel una noble familia por la ignorancia u obstina-
judío deificado? Nada. Y peor que nada. Vuél- ción de un heredero degenerado.
vete, pues, de en pos de este engañador. En
cambio tendrás la riqueza, la comodidad, los –Os agradezco de todas vuestras consideracio-
amigos y los honores del estado y el favor del nes «dijo Polio», pero vuestros argumentos no
emperador. Todo será tuyo. significan nada para mí ante la suprema autori-
dad de mi Dios.
–Yo no puedo.
–¡Muchacho temerario e irreflexivo! Acaso
–Tu padre fue un súbdito leal y un valiente puedes tú encontrar un argumento más pode-
soldado. El murió por su patria en el campo de roso. La ira del emperador es irresistible.
batalla. Te dejó muy pequeño, pero como el
único heredero de todos sus honores, y como –Aun más terrible es la ira del Cordero.
el último puntal de su noble casa. Lejos estaría
de él pensar siquiera en las pérfidas influen- –Eso que tú hablas es un lenguaje sin inteligen-
cias que te cercarían descarriándote a la perdi- cia. ¿Qué es eso que llamas “la ira del
ción. Tu madre, con su mente debilitada por el Cordero”? ¿Por qué no piensas en lo que es
dolor, se rindió a las insidiosas astucias de los inminente sobre ti?
falsos maestros, y de la misma manera ella en
su ignorancia labró la ruina tuya. Si tu padre –Mis hermanos y amigos ya han soportado
viviera, tú serías ahora la esperanza de su todo lo que vosotros podéis hacer al cuerpo. Y
nobilísima casta; tu misma madre también yo confió que me sostendrá igual fortaleza.
habría seguido fiel la fe de sus ilustres antepa-
sados. ¿No valoras tú la memoria de tu padre? –Pero ¿puedes tú soportar los terrores de la
¿Acaso no te corresponde hacia él principal- arena?
mente un deber filial? ¿No piensas tú que es
pecado amontonar deshonra sobre el glorioso –Yo cuento con la fortaleza del que venció la
nombre que debes enorgullecerte en llevar, muerte.
arrojando sobre él el baldón de tu traición,
siendo un nombre que se te ha transmitido sin –¿Puedes tú enfrentarte con los leones y tigres
mancha? Deja, pues, esas ilusiones locas que salvajes que se precipitarán contra ti?
te ciegan. Por la memoria de tu padre, por el
honor de tu familia, apártate de este camino –Aquel en quien yo confió no me abandona en
que has tomado. el momento que lo necesito.
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El mártir de las catacumbas 12. El juicio de Polio
–Estás poseído del fanatismo y de la supersti- –Por última vez, muchacho, te damos una
ción. No sabes tú qué es en realidad lo que te oportunidad. Niño temerario, cálmate y medita
espera. Es, pues, muy fácil hacer frente a las por un momento en tu necia carrera de insensa-
amenazas, es fácil pronunciar palabras y hacer tez. Prescinde por un instante de los dementes
alarde de valor. Pero ¿qué será de ti cuando te consejos de tus fanáticos maestros. Reflexiona
veas frente a la terrible realidad? en todo lo que se te ha dicho. Tienes todavía a
tu disposición la vida, una vida llena de gozo y
–Pues miraré hacia Aquel que nunca abandona de placer, una vida rica en toda bendición. El
a los suyos en la hora de la prueba. honor, los amigos, la riqueza, el poder: todo es
tuyo. Un nombre noble y las posesiones de tu
–¡Él no ha hecho nada por ti hasta este momen- familia te están esperando. ¡Todo esto es tuyo
to! por herencia! Hoy para ganar estas cosas tú no
tienes que hacer nada sino tomar esta copa y
–Él ha hecho todo por mí. Él dio su propia vida derramar su contenido en aquel altar. ¡Tómala,
para que yo viva. Por Él yo tengo una vida que hijo! ¡Es el acto más sencillo, el que se te pide
es más noble y que es eterna y que no se puede que hagas! ¡Resuélvete y ejecútalo! ¡Salva tu
comparar con la que vosotros me quitáis. vida, sálvate de ti mismo de esa muerte
angustiosa!
–Eso no es sino un sueño tuyo. ¿Cómo es posi-
ble que un judío miserable pueda hacer esto? Todos los ojos de los presentes estaban clava-
dos sobre Polio en el momento que se le hacía
–Él es la plenitud de la divinidad, Dios mani- esta última oferta. Pues hasta aquí les había
festado en carne. Él sufrió la muerte del cuerpo llenado de asombrosa admiración la firmeza en
para que nosotros recibamos vida para el alma. que se sostenía. Eso sobrepujaba el entendi-
miento de todos ellos.
–Pero ¿nada puede abrirte los ojos? ¿No te bas-
ta que hasta ahora esa loca creencia no te ha Pero aun esta última instancia tan insidiosa-
traído nada más que miseria y dolor? ¿Vas a mente tentadora, no le causó el menor efecto.
insistir en tu creencia? Ahora que ves que la Pues el niño Polio, con palidez en su rostro
muerte te es inevitable, ¿no vas a volverte de pero con fuego vehemente en el alma, hizo a
tus errores? un lado con firme serenidad la copa que le era
propuesta.
–Él mismo me da fortaleza para vencer a la
muerte. No la temo. La muerte para mí no es –¡Jamás traicionaré a mi Salvador, que está a
más que un sencillo paso de esta vida de dolor mi lado!
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El mártir de las catacumbas 12. El juicio de Polio
______________________________________
Ante aquellas palabras se hizo una pausa mo-
mentánea. Luego se oyó la voz del magistrado
supremo de la justicia romana:
72
³º
13
La muerte de Polio
Sé fiel hasta la muerte y yo te daré la corona de vida.
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73
El mártir de las catacumbas 13. La muerte de Polio
bestia furiosa. Y en son de escarnio se le había He aquí, viene en las nubes; Y todo ojo le verá, y
vestido como gladiador. también los que le traspasaron le verán; y todos
los linajes de la tierra lamentarán a causa de Él.
Y sin embargo, a despecho de su tierna infan-
cia y su debilidad, no había nada en su rostro ni
Así sea. Amén, Amén.
en su actitud que revelara el menor asomo de
miedo. Revelaba posesión de sí mismo en su
mirada apacible. Avanzó hacia adelante serena- Tú eres justo, oh Señor, que eres, que eras y
mente hasta el centro de la arena, y allí, a la que has de ser, porque Tú has hecho juicio.
vista de todos, elevó sus manos juntas, levantó
sus miradas al cielo y habló a su Dios. Porque ellos derramaron la sangre de los santos
y de los profetas, porque ellos son dignos.
Mientras tanto el tigre seguía amenazante,
desplazándose como al entrar. Había visto al
niño, pero no le había hecho efecto alguno. Así, Señor Dios todopoderoso, tus juicios son
Seguía levantando las miradas de sus ojos justos y verdaderos.
sanguinarios hacia las enormes murallas y de
vez en cuando lanzaba salvajes rugidos. Pero ahora los murmullos y los gritos y
clamores cundieron por todas partes. Y no
El hombre del rostro severo y triste miraba tardó en desaparecer la causa de la perturba-
absorto como si toda su alma acompañara esa ción.
mirada.
–Era uno de esos malditos cristianos. Era el
El tigre por su parte no parecía mostrar el fanático Cina. Lo habían tenido recluido cuatro
menor deseo de atacar al muchacho cristiano días sin darle alimentos. ¡Sacadlo! ¡Afuera con
que seguía orando. él! ¡Echadlo al tigre!
74
El mártir de las catacumbas 13. La muerte de Polio
dirigían a la turba, y agitando en alto su brazo azotándose él mismo con creciente furia, ahora
macilento, clamó muy alto y en los mismos se había agazapado en preparativos para dar su
tonos admonitivos: final zarpazo.
Lúculo naturalmente fue uno de ellos. Habien- Una vez al amparo del silencio que siguió, se
do volteado a mirar, vio toda la escena. Detuvo dejó oír un clamor que tenía toda la intensidad
brevemente su mirada y palideció a muerte. de una trompeta que sobrecogió a cada uno de
los presentes:
–¡Marcelo! «exclamó él». Por un momento
casi cayó hacia atrás, pero no tardó en recupe- –¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde está,
rarse y se dirigió apresuradamente a la escena oh sepulcro, tu victoria?... Gracias sean a Dios, que
del disturbio. nos da la victoria por medio de nuestro Señor
Jesucristo.
Pero ahora había estallado un murmullo pro-
fundo entre el gentío. El tigre que había estado
paseándose alrededor del niño una y otra vez,
75
El mártir de las catacumbas 13. La muerte de Polio
–¡Un cristiano! ¡Un cristiano! ¡A las llamas –¡Ay, amigo querido! ¿No consideras tu vida?
con él! ¡Echadlo al tigre! ¡Arrojadlo a la arena!
–¡Yo amo a mi Salvador más que mi vida!
Con tales gritos contestó todo el gentío a la voz
admonitiva. –Mira, Marcelo, el camino está abierto delante
de ti. Huye velozmente. Corre, y salva tu vida.
Lúculo se hizo presente en el lugar en el mo-
mento preciso para rescatar a Marcelo de la Lúculo le dijo esto apuradamente en voz baja,
turba enfurecida de romanos que se aprestaban abriéndole el paso mientras los soldados
a despedazarlo. Diríase que el tigre silvestre estaban como a veinte pasos atrás. Había toda
que estaba en la arena no estaba tan enfurecido la oportunidad de escapar.
y tan sediento de sangre como lo estaban ellos.
Lúculo se precipitó impetuosamente entre to- Marcelo presionó la mano de su amigo.
dos, cual guarda de fieras salvajes.
–No, Lúculo, lejos sea de mí salvar mi vida con
Atemorizados por su autoridad se volvieron tu deshonra. Reconozco y amo ese tu gran
atrás, habiéndose acercado los soldados. corazón que todo lo pospone por el amigo, pero
no voy a crearte dificultades por mi amistad.
Lúculo no pudo hace más que entregarles a
Marcelo, y condujo la compañía fuera del anfi- Lúculo suspiró y siguió en silenciosa refle-
teatro. xión.
76
14
La tentación
Todo esto te daré si postrado me adorares.
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Más bien se le oyó musitar, “Estoy listo para hasta esta muerte, inspirado y sostenido por su
ser ofrecido... y el tiempo de mi partida ha Espíritu.
llegado... Por lo demás me está guardada la
corona de justicia que el Señor, juez justo, me Las llamas ya no sólo crecían y se acercaban al
dará hoy.” mártir sino que él se tornó en llama. La vida
fue violentamente atacada hasta ser arrebatada,
Aplicaron la antorcha que originaba enormes y las alas del espíritu se dispusieron a
llamas, y densas nubes de humo ocultaban al trasladarla fuera del dolor y de la muerte, al
mártir momentáneamente. Al aclarar, se le vio paraíso.
erguido en medio del fuego, elevando el rostro
y las manos al cielo. La víctima al fin se sobresaltó convulsivo,
como si le traspasara irresistiblemente un dolor
Las llamas se intensificaban y crecían adrede- más agudo, al que por último conquistó. Le-
dor de él. Más y más se le acercaban, y fogatas vantó los brazos en alto, y los agitó débilmente.
devoradoras le envolvían en círculos de fuego. Luego en postrer esfuerzo lanzó un agónico
De pronto le cubría un velo de humo, que clamor en voz clara al oído de todos:
luego desaparecía ante el azote potente de las “¡Victoria!”
lenguas de fuego.
Había sido el aliento postrero de esta vida, y
Empero el mártir permanecía erguido, sufrien- cayó hacia adelante inflamado en llamas; y el
do con calma y serenidad la pavorosa agonía espíritu de Marcelo “había partido a estar con
como asido de su Salvador. Allí Él descendió Cristo, lo cual es mucho mejor.”
ante la fe de su mártir, aunque nadie más le
vio; siendo que su brazo eterno no se había
acortado de en rededor de su seguidor fiel
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&%
15
Lúculo
La memoria del justo será bendita.
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Unos cuantos fragmentos de huesos carboni- Honorio balbució con profundo entusiasmo, –
zados y hechos polvo por la violencia de las Comprendo que tú no puedes ser otro sino
llamas era todo lo que quedaba del cuerpo de Lúculo, de quien siempre le oí hablar palabras
Marcelo. de afecto.
Tomando silenciosamente la urna que le alcan- –Yo soy. Jamás hubo dos amigos más leales
zó uno de los guardas admirado, Lúculo empe- que nosotros. Si hubiera sido posible, yo le
zó a reunir todos los fragmentos humanos y el habría evitado el sacrificio. Jamás habría sido
polvo que pudo encontrar. detenido él, si él mismo no se hubiese arrojado
en las manos de la ley, como lo hizo. ¡Oh,
destino inescrutable! Precisamente cuando yo
81
&%
había tomado todas las disposiciones para que me que asista a vuestro servicio de sepelio.
jamás pudiera él ser capturado, pero él en ¿No quisieras consentir que un soldado, a
persona se enfrentó al mismo emperador, y así quien conocéis solamente como vuestro enemi-
fue como yo con mis propias manos fui obli- go, ingrese a ese vuestro retiro y presencie
gado a conducir al ser que más amaba a la vuestros actos?
prisión y a la muerte.
–Ante ti nuestras puertas y corazones se abren
–Lo que para ti es pérdida, es para él la ganan- en la más cordial bienvenida, oh noble Lúculo,
cia más inconmensurable. Pues ha ingresado al como lo fue con Marcelo antes de ti, si por
reino de felicidad inmortal. ventura tú recibieras entre nosotros la misma
bienaventuranza que le fue concedida a él.
Lúculo exclamó profundamente, –Su muerte
fue todo un triunfo. Yo he observado antes la –No alimentéis una tal esperanza «dijo Lúcu-
muerte de muchos cristianos, pero no he sido lo». Yo soy muy diferente de Marcelo en gus-
tan impresionado por su esperanza y su tos y en sentimientos. Yo podría aprender a
confianza. Marcelo enfrentó la muerte como si sentir benevolencia hacia vosotros, y aun a
ésta fuera la bendición más feliz. admiraros, pero nunca a unirme con vosotros.
–Así fue en cuanto a él, como también lo fue –Ven con nosotros, como sea, y presencia los
en cuanto a muchísimos otros, cuyos despojos servicios del sepelio de tu amigo. Un mensaje-
yacen en el infausto confinamiento en donde ro vendrá por ti mañana.
estamos obligados a morar. A ellos quiero
agregar las cenizas de Marcelo. ¿No conven- Lúculo le hizo señal de asentimiento, y después
dría que así compartieran tumbas? de entregarle la preciosa urna a Honorio, se
encaminó tristemente a su casa.
–Venerable Honorio, yo había abrigado la
esperanza, desde que mi querido amigo me El siguiente día, en compañía del mensajero, se
dejó, que por lo menos tendría el placer de llo- encaminó a las catacumbas. Allí se vio con la
rarle y de prodigar a sus despojos los últimos comunidad de los cristianos y contempló este
honores piadosos, y de derramar mi llanto en lugar en que moraban, lo cual ya le había sido
su tumba. referido precisamente por su amigo, habiendo
así tenido una idea previa de su vida, sus
–Pero, oh noble Lúculo, ¿no habría preferido tu sufrimientos y sus afectos.
amigo que se le diera sepultura con las cere-
monias sencillas de su nueva fe, y un lugar de De nuevo las voces dolientes y lamentaciones
reposo juntamente con los otros mártires con llenaron las tenebrosas bóvedas e hicieron eco
cuyos nombres se encuentra él relacionado por todos los interminables pasillos, por otro
para siempre? hermano cuyo polvo se entregaba al polvo de
la tumba. Pero el mismo pesar que hablaba del
Lúculo quedó poseído de un profundo silencio, dolor mortal fue reemplazado por una sublime
y después de haber pensado por algún tiempo, e inspirada certeza que expresaba la fe del
al final habló: alma que aspira, y una esperanza plena de un
deseo vivo de su amado Señor.
–No cabe la menor duda en cuanto a los deseos
de él. Yo me rindo ante ellos, y me privo del Honorio tomó en sus manos el rollo precioso,
honor de ofrecerle los ritos funerarios. la Palabra de vida, cuyas promesas eran tan
Llévalos, venerable Honorio. Empero, permíte- poderosas que sostenían en medio de las más
82
&%
pesadas cargas y aflicciones, y en tono solemne pudiera quedar aún en todo el imperio roma-
leyó aquella parte de Primera Corintios, que en no14, la poseían estos pobres reprobados.
todas las épocas y en todos los climas ha sido
tan preciosa al corazón que se remonta más allá Fueron esos sentimientos los que le llevaron a
de los reinos del tiempo en busca de consuelo prestarles su ayuda. Les ofreció la amistad y las
en la perspectiva de la resurrección. promesas de auxilio que una vez había prodiga-
do a Marcelo. Sus soldados no capturaron a
Seguidamente levantó la cabeza y en tonos ningún otro cristiano, o si lo hacían, siempre se
fervientes ofreció una oración al Dios solo oiría posteriormente que habían escapado de
santo en los cielos, en el nombre de Jesucristo, algún modo inevitable. Su alta posición, su
el divino Mediador, por quien la muerte y la vasta riqueza, su ilimitada influencia, todo
tumba fueran vencidas y asegurada la vida estaba al servicio de los cristianos. Su palacio
eterna. llegó a hacerse muy bien conocido a ellos,
como su más seguro refugio y lugar de ayuda,
El rostro pálido y triste de Lúculo era particu- y su nombre gozaba del honor de ser el más
larmente visible entre los dolientes. Aunque él poderoso de sus amigos humanos.
no fuera cristiano, con todo admiraba tales
doctrinas gloriosas, y escuchaba con reverencia Pero todas las cosas llegan a su fin; y así
tales exaltadas esperanzas. A él le fue conce- también los sufrimientos de los cristianos y la
dido colocar las amadas cenizas dentro del amistad de Lúculo llegaron a su término. Como
lugar de reposo final; fueron sus ojos los un año después de la muerte de Marcelo, el
últimos que se posaron en aquellos despojos severo emperador Decio fue destronado, y otro
queridos; sus manos colocaron en su lugar la asumió el poder imperial. La persecución cesó.
loseta en que se había de grabar el nombre y La paz volvió a las asambleas de los cristianos,
epitafio de Marcelo. y éstos salieron de las catacumbas a vivir
gozosos a la saludable luz del día. De nuevo
Lúculo volvió a su casa, pero era un hombre podían oír los humanos seres las alabanzas al
nuevo. Su ufanía personal parecía haber sido Dios y Redentor de ellos, y de nuevo reini-
subyugada bajo las severas aflicciones que ciaron su interminable lucha con las huestes del
había sufrido. mal.
Había tenido razón al decir que no se haría Pasaron los años, y Lúculo no experimentó
cristiano. Y aunque la muerte de su amigo le cambio alguno. Cuando Honorio salió de las
había embargado el corazón de tristeza, no
había dolor por el pecado, ni arrepentimiento, 14
ni anhelo de conocer al verdadero Dios Imperium Romanum (expresión latina): El Imperio
Romano fue una etapa de la civilización romana en la
viviente. Había perdido toda aquella habilidad Antigüedad clásica caracterizada por una forma de
de gozarse en el mundo, pero no había logrado gobierno autocrática. El nacimiento del imperio viene
ninguna otra fuente de felicidad. precedido por la expansión de su capital, Roma, que
extendió su control en torno al Mar Mediterráneo. Bajo
Empero la memoria de su amigo tuvo la virtud la etapa imperial los dominios de Roma siguieron
aumentando, llegando a su máxima extensión durante el
de producirle un efecto. Sintió una simpatía reinado de Trajano, abarcando desde el Océano
profunda por el pobre pueblo oprimido con Atlántico al oeste hasta las orillas del Mar Negro, el Mar
quien Marcelo había fraternizado. Admiraba Rojo y el Golfo Pérsico al este, y desde el desierto del
sin comprender su constancia y los compadecía Sahara al sur hasta las tierras boscosas a orillas de los
por sus inmerecidos sufrimientos. Tenía con- ríos Rin y Danubio y la frontera con Caledonia al norte.
Su superficie máxima estimada sería de unos 5,9
ciencia de que toda la virtud y bondad que millones de km².
83
&%
catacumbas, fue llevado por Lúculo a su pala- obra sobre el corazón humano había presencia-
cio, y moraba bajo su amparo por el resto de do tantas y tan contundentes pruebas.
sus días en la tierra. El se esforzó por pagar su
deuda de gratitud a su noble benefactor, Largos siglos han transcurrido sobre la ciudad
haciéndole saber toda la verdad. Pero murió sin de los Césares, desde que la persecución de
haber podido disfrutar del gozo por el que tanto Decio arrojó a los humildes seguidores de
había orado. Jesús a las lóbregas y gélidas catacumbas.
Tomemos la Vía Apia y veamos qué nos
Al final la bendición llegó, pero después de enseña.
haber transcurrido muchos años. Cuando ya
Lúculo se acercaba a los límites de la vejez, Delante de nosotros se despliega la larga fila de
llegó a escuchar la voz del Salvador. Pero tumbas hasta la milenaria ciudad. Aquí los
largos años habían pasado desde que el mundo poderosos de esa Roma hallaron el lugar de su
había perdido sus encantos para él. Las reposo, y aun hasta allí llevaron las pomposas
riquezas, el honor, el poder no le satisfacían en muestras de cuanto pueden la riqueza, la gloria
absoluto. Su vida se deslizaba bajo una sombra del mundo y el poder. Debajo de nosotros se
de tristeza que nadie le podía curar. Pero el hallan ocultas las rudas tumbas de aquéllos que
Espíritu del Dios vivo llegó a posesionarse de en vida fueron reprobados como indignos de
él, y merced a su divina mediación pudo por respirar el aire libre bajo el sol del cielo.
fin regocijarse en el amor del Salvador, de cuya
84
&%
Templo de Antonino y Faustina entre los restos del foro romano, camino al Coliseo a través de la vía sacra.
Muchos de los grandes monumentos del foro romano fueron destruidos en el siglo V d.C., cuando la ciudad fue saqueada en repetidas
ocasiones. La basílica Emilia, se quemó en un terrible incendio ocurrido a principios del siglo V. La basílica se encuentra entre los
edificios del Senado (Curia Julia) y el templo de Antonino y Faustina (ver Pág. 41). El templo de Antonino y Faustina se convirtió en la
iglesia de San Lorenzo un poco antes del siglo XII. Irónicamente, su conversión en iglesia católica ayudó a preservar la estructura básica
del templo pagano durante la edad media. En 1602, la iglesia se restauró y se le añadió la fachada barroca que aún conserva.
Humildes, despreciados, proscritos, afligidos, No tendrán más hambre, ni sed, y el sol no caerá
la fama se negó a asentar sus nombres en los más sobre ellos, ni otro ningún calor.
rollos de la historia; con todo, esto al menos lo
sabemos bien, que sus nombres están escritos
Porque el Cordero que está en medio del trono
en el Libro de la Vida, y su eterna comunión
será con aquellos de quienes está escrito: los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de
aguas: Y Dios limpiará toda lágrima de los ojos
Estos son los que han venido de grande de ellos.
tribulación, y han lavado sus ropas, y las han
blanqueado en la sangre del Cordero.
______________________________________
Por esto están delante del trono de Dios, y le
sirven día y noche en su templo: Y el que está viernes, 17 de noviembre de 2006
sentado en el trono tenderá su pabellón sobre Todas las imágenes fueron tomadas del software: Enciclopedia Encarta 2005,
menos las imágenes de las páginas 16, 22, 32, 33, 37, 48, 54 y 58.
ellos.
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