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Pero para Freud no era malo que se iniciase una transferencia desde el paciente hacia
el analista. De hecho, formaba parte de la terapia, ya que creaba un vínculo emocional
desde el cual el terapeuta podría guiar al paciente en la resolución de conflictos
psicológicos y de bloqueos basados en traumas. Dicho en otras palabras, la
transferencia sería un ingrediente necesario para que la relación terapéutica se oriente
hacia la resolución de los problemas de los pacientes.
Los tipos de transferencias: Se han hipotetizado dos tipos de transferencia: la
transferencia positiva y la transferencia negativa.
La transferencia positiva es aquella en la que los afectos proyectados hacia el analista
son amistosos o relacionados con el amor. Este tipo de transferencia deseable si no es
muy intenso, pero si se vuelve demasiado intenso resulta muy perjudicial, ya que
desemboca en enamoramiento romántico, obsesión y una erotización extrema de la
relación terapéutica que supone el fin de esta.
La transferencia negativa está basada en sentimientos de odio y aversión hacia el
psicoanalista. Por supuesto, si se da con mucha intensidad puede arruinar las sesiones.
La contratransferencia
La contratransferencia tiene que ver con los sentimientos e ideas que el propio analista
proyecta sobre los pacientes a partir de sus experiencias pasadas, de manera
inconsciente.
Para Sigmund Freud era muy importante que cada psicoanalista supiera detectar los
efectos que la contratransferencia tenían sobre su modo de relacionarse con los
pacientes y sobre sus motivaciones a la hora de tratar con ellos. A fin de cuentas, creía,
los analistas no dejan de ser seres humanos por el hecho de tener una profesión
concreta y unos conocimientos sobre teoría psicoanalítica, y su propio inconsciente
puede tomar las riendas de la relación terapéutica para mal.
Por ejemplo, durante la asociación libre es normal que el propio psicoanalista, a partir
de su propia subjetividad y la red de significados, recuerdos y creencias inconscientes,
utilice su propio punto de vista para reorganizar el discurso del paciente en un todo con
sentido que expresa cuál es la raíz de la dolencia. De este modo, la contratransferencia
puede ser entendida como uno de los procesos que intervienen en la cotidianidad
terapéutica.
Sin embargo, algunos autores han decidido utilizar una definición más restringida para
referirse a lo que significa el término "contratransferencia". De este modo, la
contratransferencia pasa a ser el modo en el que el psicoanalista reacciona ante las
transferencias del paciente. La utilización de estos dos significados puede llegar a
causar confusión, porque son muy diferentes: uno se aplica a momentos puntuales,
mientras que el otro engloba todo el proceso terapéutico en psicoanálisis.
La transferencia y la contratransferencia en la psicología
Tanto la transferencia como la contratransferencia, como conceptos, nacieron con la
corriente psicoanalítica que fundó Freud. Fuera de la corriente psicodinámica a la que
pertenece el psicoanálisis, son ideas tenidas en cuenta en algunas aproximaciones
eclécticas, como la terapia Gestalt, pero no tienen valor real para la psicología heredera
de los paradigmas del conductismo y la psicología cognitiva.
El motivo es que no hay una manera objetiva de establecer, cuándo hay y cuándo no
hay una transferencia o contratransferencia. Son conceptos que solo pueden ser
utilizados para describir estados de subjetividad que, por el hecho de serlo, no pueden
ser comprobados ni cuantificados o utilizados en hipótesis que puedan ser validadas
científicamente. Por tanto, estos conceptos son ajenos a la psicología científica actual
y, en todo caso, forman parte del ámbito de la historia de la psicología y de las
humanidades.