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Desde entonces, cualquier concierto que programe una obra de Márquez, del
carácter que ésta sea, tendrá una amplia convocatoria de público; las versiones
discográficas de su música agotan ediciones y son utilizadas, como el Huapango,
por cierto, en los medios de difusión y en actos públicos de toda índole. En
muchos ámbitos, Márquez es reconocido por muchos, quienes se acercan a
saludarlo.
Sin embargo, al tiempo que hacía obras bajo esos parámetros y que incluyeron la
serie de piezas que hoy suman al menos nueve danzones, Márquez continuó
creando obras para diversas dotaciones, dentro de una forma de composición más
intelectualizada, para llamarla de algún modo, que nunca abandonó sus
momentos melódicos tradicionales y que le servía de cauce para inspirarse en
múltiples temas basados, como veremos, en sus inquietudes sociales y políticas
así como en los hechos que motivaran su composición.
Conga del Fuego Nuevo, de gran alegría y ritmo afrocubano, celebró en 1999 el
cambio de milenio; El Nereidas de Dimas, una fantasía orquestal sobre el más
emblemático de los danzones y su autor, Amador Pérez Torres; Marchas de duelo
e ira conmemora el Movimiento Estudiantil de 1968 con una trágica marcha y
una expresión sensible y fuerte; Leyenda de Miliano expresa la aspiración
zapatista, evoca el asesinato del caudillo y con ingeniosa sonoridad imita el canto
fúnebre de las cigarras de Morelos; De Juárez a Maximiliano, escrita a los 200
años del nacimiento de Benito Juárez, describe con un ímpetu sarcástico, casi
discursivo, la respuesta del héroe oaxaqueño cuando el “emperador” austriaco le
pidió unirse a su gobierno; En torno a Frida y Diego reflexiona sobre el
tormentoso romance entre esos dos grandes del arte mexicano; y Goyas celebra el
centenario de la UNAM en un tono agridulce, pero finalmente exaltado y sí, por
supuesto… se escucha el alegre y contagioso goya.