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[Agradecimientos]

[Autopresentación]

[Halagos a las putas viejas]

[Hablar de las emociones universales]

Pero claro, nuestra especie, además, presenta la particularidad de ser una especie social, y es
principalmente a través de la socialización que se desarrolla el YO, la consciencia de ser un
individuo semejante y al mismo tiempo diferente a los demás, y la subjetividad, así como ese
mundo simbólico de significados socialmente compartidos y las normas de expresión emocional, lo
que en inglés se conoce como display rules, es decir, cuando es aceptable, socialmente, expresar
una emoción en un contexto determinado. Es en este momento cuando comienzan a aparecer las
emociones sociales, también llamadas autoconscientes, que presentan un patrón evolutivo (se van
adquiriendo gradualmente) y estas son: envidia, celos, orgullo, vergüenza y culpa. Bien pues esta
investigación explora, desde dicha perspectiva evolutiva, el desarrollo socioemocional infantil en
lo que respecta al sentimiento de envidia, no solo en lo que respecta a su adquisición sino también
en lo que se refiere a la comprensión de las consecuencias de su expresión pública, que también
se va adquiriendo paulatinamente con la edad. Como saben, la expresión pública del sentimiento
de envidia, sobre todo de la envidia maliciosa, está socialmente reprobada en todas las culturas,
además, la persona envidiosa, al manifestar públicamente su envidia está manifestando,
asimismo, su estatus de desventaja frente a la persona envidiada; está exponiendo públicamente
su YO devaluado y esto, como es comprensible, no es agradable ni resulta beneficioso para
mantener la autoestima. El envidioso en estos casos empleará otras estrategias como devaluar el
objeto de envidia o compararse socialmente con el envidiado en otro ámbito diferente donde el
envidiado resulte desfavorecido. Entonces tenemos que la envidia surge de la comparación con los
demás e involucra, como mínimo, a dos personas y un objeto, aquí objeto se emplea como
abstracción, el objeto de la envidia, ya que puede tratarse tanto de un objeto material (el
envidiado obtiene algo material que el envidioso codicia) como de una ventaja o éxito intangible,
tal como obtener un honor o una distinción. Asimismo, la envidia puede presentar dos vertientes:
envidia benigna (sana), que en cualquier caso no tiene nada que ver con la admiración, pero en la
que, sin embargo, el envidioso no atesora secreta o públicamente sentimientos negativos hacia el
envidiado, como sí sucede en la otra vertiente de la envidia, es decir, en la envidia maliciosa. En
esta última, el envidioso alberga perniciosos deseos hacia el envidiado, así como un sentimiento
de inferioridad al percibir que existe una desigualdad de estatus entre ambos. Además, si el
envidiado pierde el objeto de la envidia, el envidioso puede alegrarse en mayor o menor grado.
Este sentimiento se denomina en alemán Schadenfreude, y básicamente viene a significar
alegrarse por la desgracia o el daño que ha sufrido otra persona, alegrarse por el mal ajeno. Tanto
la intensidad de la envidia como del Schadenfreude están moduladas por otras variables que
pueden estar presentes durante la interacción social. Por ejemplo: el tipo de objeto (material o
inmaterial, mayor envidia y Schadenfreude si el objeto de la envidia es inmaterial), el tipo de daño
que sufra el envidiado, por el cual pierde la ventaja que había conseguido (intencional o
accidental, mayor envidia y Schadenfreude en el caso de que el daño lo haya producido el
envidioso), y las consecuencias que tiene para el envidioso que el envidiado pierda dicha ventaja,
si no le beneficia directamente que el envidiado pierda el objeto de envidia, el envidioso sentirá
menos envidia y Schadenfreude en consecuencia. A todo esto, hay que añadir otra variable, que
en estos estudios se ha denominado MERECIMIENTO. Si el envidiado realmente merecía obtener
el objeto de envidia, el envidioso no habrá sentido tanta envidia hacia él, y en consecuencia
sentirá menos Schadenfreude cuando el envidiado pierda dicha ventaja que si el envidiado la
hubiera obtenido de forma inmerecida. Y, por último, la edad resulta un factor crucial. A medida
que los niños crecen, son más conscientes de las repercusiones sociales, de reprobación social,
que puede tener para ellos expresar públicamente tanto el sentimiento de envidia como de
Schadenfreude, es por ello que, a medida que se avanza en el desarrollo, en concreto a partir de
los 6 años, estos sentimientos tienden a disimularse o encubrirse. Y, en caso de que al niño, al
presentarle, en forma de historia, una situación de interacción social donde haya dos personajes y
se produzcan las circunstancias propicias para que uno envidie al otro, es más frecuente que el
niño atribuya menor envidia al envidioso y menor Schadenfreude cuando el envidiado pierde el
objeto de envidia, a medida que el niño va teniendo más edad, posiblemente porque al haber
interiorizado las normas sociales, que reprueban la expresión pública de envidia y de
Schadenfreude, opte por dar una respuesta más socialmente aceptable o deseable,
independientemente de lo que opine en realidad, que a priori no se puede saber porque no
podemos leerle la mente a las personas.

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