a) Bion señala, que inicialmente las impresiones sensoriales y primeras experiencias
emocionales del bebé, conforman un conjunto de pensamientos rudimentarios e
inarticulados que no se encuentran simbolizados y que sólo están orientados a la acción, ya que el bebé no cuenta con un aparato que le permita organizarlos. Dichos pensamientos, denominados elementos β, sólo están hechos para ser expulsados por el bebé, quien, al contar con una conciencia rudimentaria, “es incapaz de utilizar los datos de los sentidos, y tiene que evacuar esos elementos en la madre, y confiar en ella para hacer todo cuanto sea necesario para convertirlos en una forma adecuada que le permita usarlos como elementos alfa” (Bion, 1962, p.159). Así, se da paso al despliegue de la Función Alfa, la cual constituye un proceso de identificación proyectiva, en donde la madre, quien se encuentra en un estado de réverie o ensoñación en relación con su bebé, es capaz de recepcionar las señales de sí mismo que éste tiene, identificándose con ellas. De esta manera, la madre, quien actúa como continente, toma los elementos β proyectados por el niño devolviéndoselos en forma de elementos α. Estos últimos, representan experiencias emocionales articulables entre sí y menos terroríficas, que le permiten al niño el desarrollo progresivo de su propia Función α. b) Según Bion, la Identificación proyectiva (en adelante I.P), representa un elemento indispensable para el psicodiagnóstico de pacientes graves, ya que por medio del empleo que el paciente hace de ésta, quedan de manifiesto perturbaciones en la comunicación con el analista, que permiten inferir la presencia de trastornos en los procesos de pensamiento, ya que en su origen la comunicación se efectúa por la I.P realista, la cual permite preparar el camino para la F[α] y el pensamiento normal (Bion, 1962, p.159). En este sentido, frente a un paciente que hace un uso excesivo de la I.P, podríamos hipotetizar la existencia de una F[α] deficitaria por parte de la madre, quien, al no haber aceptado las proyecciones realizadas por el bebé, género en éste una incapacidad para tolerar la frustración ocasionada a partir de las experiencias de no realización, constituyéndose elementos β, que al no haber sido transformados en α, sólo se prestan para ser evacuados por medio de la hipertrofia de la I.P, pues se han tornado abrumadores, precisando ser rápidamente aliviados, ya sea por medio del acting o de la somatización (pensamiento corporal). Asimismo, la consecuente conformación de una pantalla de elementos β impediría la formación adecuada de símbolos, mermando el empleo de la I.P y dando paso al uso de ecuaciones simbólicas frente al empleo de técnicas proyectivas. a) Según Winnicott, el concepto de Psique-soma alude a la idea de alojamiento o residencia de la propia psique en el cuerpo, y cuyo logro depende del despliegue de una serie de funciones maternas, que le permitan al bebé tomar contacto con su propia corporalidad, de manera de que los limites del cuerpo se conviertan también en los límites de la psique. En este proceso, la piel ejerce un rol fundamental, al constituirse como la limitante real del cuerpo. Se espera que como resultado de la integración psique-soma se desarrolle un proceso de personalización que permita la instauración de un self unitario, que, a su vez, refuerce la relación psique-soma. Winnicott propone, que el logro de la progresiva residencia de la psique en el soma se lograría principalmente gracias a la función materna del handling, en donde la acción de contornear el cuerpo del bebé sería doble, al permitirle por un lado conformar su propio self, y por el otro, diferenciarse de los otros (interna y externa a la vez). El handling, se refiere a la función materna que apunta al desarrollo de una acción directa sobre el cuerpo del bebé por parte de la madre, la cual contempla, por ejemplo, tocarlo, abrazarlo, acunarlo, masajearlo y acariciarlo. Que la madre sea capaz de dirigir estas acciones especificas hacia el bebé, indicaría que es capaz de hacer una lectura de sus necesidades, consiguiendo adaptarse activamente a las mismas, brindándole así, un sostén emocional (holding). Esto le permitiría al niño, conocer, delimitar y aceptar su cuerpo como parte de su propio ser, distinto del de la madre, pudiendo comenzar a distinguir el yo del no-yo. Por ende, para que la psique se asiente debidamente en el cuerpo, los procesos interaccionales entre el bebé y su entorno también deben incluir la presentación de los objetos al niño, en donde la madre, por ejemplo, le presenta al niño su cuerpo también como un objeto de la realidad que ha de conocer y del cual ha de diferenciarse. La integración psique-soma se va gestando desde un estado de “no integración” hasta un estado de “integración”. “La tendencia a integrarse se ve asistida por dos series de experiencias: la técnica de los cuidados infantiles en virtud de los cuales el niño es protegido del frío, bañado, acunado, nombrado y, además, las agudas experiencias instintivas que tienden a reunir la personalidad en un todo partiendo desde dentro” (Winnicott, 1945, p.204), en donde los cuidados concretos y reales realizados sobre el cuerpo del niño lo auxilian en la tarea de conseguir que su psique resida en su propio cuerpo, lo que corresponde a la consecución de la personalización; la cual supone, “ el sentimiento de que la persona de uno se halla en el cuerpo propio” (Winnicott, 1945, p.206).