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Camino al paraíso
Gasherbrum II
Medio siglo social en la cumbre
In memoriam “per aspera ad astra”

Chema Tapia
chematapia@gmail.com

1ª edición Abril 2007


2ª edición Julio 2007

Camino al paraíso pretende ser un acercamiento a las gentes y a los lugares del
Baltistán, situados a los pies del Karakorum, en las tierras altas del Pakistán de hoy.

A través de una recopilación de experiencias propias y ajenas se dan a conocer las


andanzas de un numeroso grupo en busca de la memoria, tratando de restañar viejas heridas.
En el diario personal, el autor nos muestra su pasión por las montañas y la admiración, al pro-
pio tiempo que duelo, por el entorno natural; todo ello entretejido con la amalgama de senti-
mientos que envuelve a esta expedición.

Los textos incluidos en este libro son propiedad del autor, y han sido obtenidos del diario de campo y enriqueci-
dos consultando diversos libros y páginas Web. Otros contenidos que se indican, son propiedad de sus respecti-
vos dueños.

Las fotografías que ilustran los textos son propiedad del autor y de algunos de los componentes de los grupos de
expedición y acompañamiento, tal y como se indica al pie de las mismas.

El resto de imágenes han sido extraidas de diversas páginas Web, incluida la de Scati.

Diseño de cubiertas: David Tapia


Maquetación: Chema Tapia
Coordinación: David Tapia

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ÍNDICE

CAPÍTULO PÁGINA

INTRODUCCIÓN ....................................................................................... 4
El hombre y la montaña

PRÓLOGO ................................................................................................. 5
"… y no necesitarán a alguien para que les lleve el botijo?"

I.- EL VALOR HUMANO ................................................................................ 7


Departiendo con Fernando Val, Presidente del CP Mayencos
Departiendo con el Comandante Alberto Ayora, Jefe de la Expedición
Semblanza del Grupo de Expedición
Nómina del Grupo de Acompañamiento

II.- PAKISTÁN Y KARAKORUM ..................................................................... 15


Paisaje y Paisanaje. Hombre, tiempo y espacio

III.- PRELIMINARES ........................................................................................ 21


Presentación social del proyecto

IV.- 24 a 26 de junio. VIAJE A PAKISTÁN ..................................................... 22


Visita a Islamabad, la ciudad de los contrastes

V.- 27 a 30 de junio. APROXIMACIÓN EN VEHÍCULOS ............................. 26


Travesía por la Karakorum Highway (KKH)
Estancia en Skardu y Askole

VI.- 1 a 8 de julio. MARCHA DE APROXIMACIÓN ........................................ 38


Askole a Paiyu y Glaciar del Baltoro
Concordia y llegada al Campo Base de los Gasherbrum

VII.- 9 a 13 de julio. MARCHA DE REGRESO ................................................ 57


Salida del Campo Base de los Gasherbrum
Glaciar del Vigne Ali
Collado y glaciar del Gondogoro a Hushe

VIII.- 14 a 17 de julio. REGRESO DE HUSHE A SKARDU E ISLAMABAD ... 78


Descendiendo por la Karakorum Highway (KKH)

IX.- 18 a 19 de julio. ESTANCIA EN ISLAMABAD ........................................ 86


De vuelta a España, Epílogo del Diario y Cuadro sinóptico

X.- CRÓNICAS DEL VIAJE Y ASCENSIÓN ................................................... 89

XI.- RECONOCIMIENTOS ................................................................................ 114

XII.- AGRADECIMIENTOS................................................................................. 121

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INTRODUCCIÓN
El hombre y la montaña

El origen del hombre y el de las montañas está basado en el mismo caos, en la misma tra-
gedia. El ciego enfrentamiento de unas fuerzas sin medida, geológicas o no, pero evolutivas en
cualquier caso, han dado lugar a esas gigantescas formaciones de hielo y roca prestas a ser ero-
sionadas por los elementos. De igual modo, la conciencia humana, pasto de la agresión del entor-
no, como cualquier manifestación de vida, está condenada a seguir su camino mirando siempre
hacia adelante, mirando siempre hacia arriba.

Como dice Georges Sonnier, “la montaña existe ante el hombre como un ser frente a otro
ser. Está animada, participa del alma humana en la medida misma en que el hombre, cautivado por
ella, la admite en los misteriosos intercambios del amor”. La búsqueda de la cima es el acto más
importante, más sublime, más lleno de significado que pueda emprender el ser humano.

El acercamiento del hombre a las montañas no ha sido por vocación. Resulta paradójico
pensar que en ellas ha buscado seguridad, la que en no tan lejanas épocas de conquistas territo-
riales, no tenía en las llanuras ni en las orillas del mar. No ha sido un lugar de paso, sino el reduc-
to de su última oportunidad. La historia de la montaña no sabría comenzar más que en el hombre
mismo, en esa primera mirada puesta sobre sus cimas, en donde al no saber nada de ellas, siem-
pre ha puesto la morada de las divinidades. Huyendo hacia ellas ansiaba la libertad que le permi-
tiera despojarse de las servidumbres que le imponía el propio hombre, sin embargo estaba ajeno
a esa otra relación de siervo y soberano que comenzaba con la tumultuosa relación con la monta-
ña.

El hombre ha elegido siempre los lugares más altos para erigir los altares a sus divinidades,
como queriendo aplacar sus iras manifestadas en esas reacciones violentas que las montañas han
tenido ocasionalmente y que han escapado siempre al dominio del propio hombre. Las montañas
son el origen de los ríos, esas venas que discurren por el territorio planetario dándole fertilidad, e
históricamente escenario para el desarrollo de las civilizaciones.

Las cumbres han sido siempre cuna de leyendas, fábulas y mitos, han sido, y son, el víncu-
lo entre el Cielo y la Tierra, tal y como representa el hexagrama o Estrella de David, la única vía
por la cual el hombre puede acercarse a la divinidad y ésta revelarse al hombre. Ese impulso de
conquista se entrelaza con esa incesante búsqueda del ser humano en lo más lejano, en lo más
difícil, en lo más alto. Está escrito en su alma desde el origen de los tiempos.

El hombre siempre ha tenido afán de exploraciones y de conquistas. Primero fueron conti-


nentales, luego vinieron las de ultramar, y cuando parecía ya que todo estaba conseguido, queda-
ban las más altas cumbres. Los primeros años de la segunda mitad del siglo pasado están escri-
tos con letras de oro en los anales de, como decía Lionel Terray, la Conquista de lo Inútil. No en
vano, se conquistaron las 14 cumbres cuya altitud supera los míticos ocho mil metros.

El Gasherbrum II es la décima en soportar vida humana sobre ella cuando el 7 de julio de


1956, una expedición de la Sociedad Austriaca del Himalaya, capitaneada por Fritz Moravec,
sobrepasa sus intenciones de reconocer la zona y consigue ponerla bajo sus pies. Mientras esto
sucede, tan sólo me faltan dos días para abandonar el refugio amniótico, estoy a 48 horas de aso-
marme a este mundo. Ese mismo año, cinco meses antes, un grupo de pescadores fundan el Club
de Pesca Mayencos en Jaca, del que luego nacería el Pirineísta.

En el año 2006 han confluido, pues, varios cincuentenarios, ha sido, por tanto, año de cele-
braciones, y ahí hemos estado felizmente para contarlo.

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PRÓLOGO
"… y no necesitarán a alguien para que les lleve el botijo?"

Es una pregunta que, entre sueños y realidades, me estuve haciendo durante nueve años,
y tengo que confesar que desde entonces ha cambiado mi punto de vista acerca de este colectivo,
me he dado cuenta de que generalizando no se hace justicia.

Lo conocí en junio del 97 en lo que fue mi segunda carrera de medio maratón, el que salien-
do de Seira culminaba en Benasque. Al día siguiente, el valle lucía una serena mañana de domin-
go. Como nos habíamos apuntado varios del Club Atletismo Jaca, para dentro de dos semanas, a
las dos modalidades de la primera edición de la X-Trem Aneto, por soltar un poco las piernas y por-
que los que no lo conocían pudieran ver el terreno, decidimos subir trotando por la bellísima
Vallibierna, desde Plan de Senarta hacia Puente Coronas, y su correspondiente regreso.

Aun nada más conocerse, es muy fácil entre dos personas ponerse a hablar de sus aficio-
nes en común, y más aún cuando estás en el mismísimo escenario donde se desarrollan. Sí, es
muy fácil, y lo es todavía más cuando mucho más que una afición, es una irrefrenable pasión. Pero
pronto se evidenció que no estábamos hablando de igual a igual, mientras yo no había salido del
Pirineo, él había estado en las mayores alturas de las más grandes cordilleras del planeta, amén
de los dos polos, y desde luego, su calidad humana estaba a la altura de sus gestas.

A pesar de mi hoy torpe memoria, sigo viendo con gran lucidez el momento en el que, mien-
tras bajábamos por las últimas lazadas del bosque, y prestos ya a llegar de nuevo a los vehículos,
me lo iba contando sincera y abiertamente, lo que a la par que me agradó, me sorprendió un poco
habida cuenta de que nos acabábamos de conocer el día anterior. Los largos silencios de su con-
versación eran elocuentes, y antes de agobiarle a preguntas, prefería llenarlos con mi imaginación.
Se le veía afectado, muy afectado, no hacía ni un año que había ocurrido lo que me estaba rela-
tando y era como si una parte de él siguiera todavía en aquel entonces y en aquel lugar, como si
algo de culpabilidad cubriera de pesadumbre su relato.

Formaba parte de un grupo militar que, junto al equipo de Al Filo de lo Imposible, con el que
se unieron para aprovechar sinergias, era una de las expediciones que aquel verano del 96 pusie-
ron el Baltoro a sus pies para instalar el Campo Base en el glaciar de los Abruzzos, con el objeti-
vo de hollar las cimas de los Gasherbrum I y II, dos de los cuatro ochomiles del llamado Karakorum,
en Pakistán. Quisieron comenzar por el Hidden Peak (G-I), y tras varios intentos a la espera de la
codiciada ventana de buen tiempo, formaba parte de la segunda cordada del grupo que lo consi-
guió.

Era el 11 de julio, y en el descenso se aliaron las circunstancias para convertir lo que había
sido un gran éxito en una enorme tragedia. Una caída al poco de salir de la cumbre dejó tocado a
su compañero. Luego, seis días de infernales condiciones climatológicas, les mantuvieron atrapa-
dos en el Campo III, y agotados los víveres y combustible, decidieron continuar la bajada, durante
la cual se rompió una cuerda por la que rapelaban y se precipitaron los dos por la ladera. Tras esta
segunda caída, mi interlocutor se levantó, pero su compañero no.

Al profundo pesar por todo ello, se le sumaba el de tener que llegar a Jaca para explicar lo
inexplicable y consolar lo inconsolable. De nuevo la persistente reflexión de qué lleva a la gente a
llegar a lo más lejos y de subir a lo más alto.

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Desde entonces he conocido de primera mano las andanzas de este hombre que ha entre-
lazado su vocación castrense con su pasión por las montañas, produciéndome siempre una tre-
menda admiración, al tiempo que una sana envidia al ver el fácil acceso que algunas personas tie-
nen a lo que siempre ha sido, y sigue siendo, mi gran pasión por este mundo, pero que nunca había
tenido la oportunidad de pasar de un 3.404 metros, como es la cima más alta de nuestra cordille-
ra.

Por eso, en cada una de las ocasiones que a lo largo de esos nueve años me contaba que
estaba preparando alguna expedición, en lo más hondo de mi ser me hacía siempre la misma pre-
gunta… "… y no necesitarán a alguien para que les lleve el botijo?"

Fue en otra, también soleada, mañana del recién entrado invierno, agonizando ya 2005,
cuando otro conocido miembro de este mundo militar de las montañas, en el refugio de la estación
de esquí nórdico del Somport, con gran vehemencia me contagió ese entusiasmo por el proyecto
que estaba llevando entre manos, que no era otro que el de llevar a cabo una expedición, hacien-
do coincidir el cincuenta aniversario del Club Pirineísta Mayencos con el también cincuenta aniver-
sario de la primera ascensión al Gasherbrum II, vecino de aquél cuyo contumaz recuerdo también
retumba impenitentemente en la memoria de este nuevo aliado, pues con el tiempo he sabido que
fue testigo de excepción de la tragedia que empañó aquella malograda expedición.

Como si fuera la concesión de un sueño, como casi todos inalcanzable, se iban dando las
circunstancias para que haya podido ser en primera persona quien "llevara mi propio botijo". Al
cabo de nueve años de hacerme esa pregunta, por primera vez tenía ante mí la gran oportunidad
de mi vida, la de visitar ese escenario del que tanto unos como otros me habían hablado, el mis-
mísimo Baltoro y su magestuoso entorno, la mayor concentración de seismiles, sietemiles y ocho-
miles del mundo, las que hoy sé que con razón llaman "Las Montañas de la Luz".

Mi interlocutor en aquella amable e inolvidable mañana vallibiernense de la década pasada,


ha llegado hoy en día, y como no podía ser de otra manera, a lo más alto de la institución que
imparte docencia en estas lides en el ámbito castrense, la Escuela Militar de Montaña, y otro de los
componentes de aquella desgraciada expedición ha sido el que ha comandado ésta última, que ha
culminado con éxito su objetivo, como terminando de escribir el libro inconcluso desde entonces.

Como un guiño del destino se han ido entrelazando estas dos historias en mi vida, que por
corresponder a esa inmensa gratitud que siento hacia ellas, me he visto abocado a formar parte
del grupo de acompañamiento al de expedición, que en número de catorce y diez, respectivamen-
te, hemos compartido caminar y camino, amistad y sufrimiento, soledad y compañía, continente y
contenido en definitiva, por esas, desconocidas para mí, tierras que en el aspecto humano y social,
distan mucho todavía incluso del subdesarrollo, y que en el medio natural son el máximo exponen-
te de la belleza y de la grandiosidad del fabuloso mundo de las montañas.

Así pues, un vano intento de unirme a esa corriente cósmica que envuelve la mágica noche
de San Juan, fue el preludio para el comienzo de este periplo con familiares y amigos de aquel
recordado hombre que se revistió eternamente de hielo y roca. Fue, el seguir sus pasos, sus anhe-
los, su estela en ese “per aspera ad astra”; fue, en definitiva, un viaje iniciático a los orígenes.

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CAPÍTULO I
EL VALOR HUMANO
Departiendo con Fernando Val,
Presidente del Club Pirineísta Mayencos

Fernando Val Claver no ha querido que


pasara desapercibida para el cuerpo social de la
entidad que preside, el Club Pirineísta Mayencos,
la celebración del cincuenta aniversario de su fun-
dación. Uno de los más veteranos y con más
solera de la treintena de clubes deportivos de
Jaca, a lo largo de este medio siglo ha estado pre-
sente en gran cantidad de cordilleras del mundo,
y no podía dejar pasar esta oportunidad para
poner bajo sus pies una de las cumbres más altas
del planeta, una de las que componen esa noble
lista de los llamados ochomiles, el Gasherbrum II,
marcando un hito en la intensa y dilatada vida
deportiva de esta ciudad. Fernando es un pirine-
ísta empedernido, a sus 61 años, es capaz de
describir detalladamente cualquier itinerario de
Fernando Val en el despacho de su comercio, en uno de los esta nuestra cordillera porque lo ha recorrido, no
momentos de la entrevista (foto del autor) una, sino varias veces.

- Ya sé que no es fácil ni breve, pero trata de resumir tus andanzas por estas mon-
tañas.

- Como cualquier jacetano, la primer montaña que subí fue la Peña Oroel (1.769 m), que lo
hice a edad muy temprana; y la segunda fue la más alta de los alrededores, el Pico Collarada
(2.886 m). De esta ascensión sí que recuerdo que la hice a los 15 años, y se me hizo tan dura, que
cuando la bajé dije que no volvería a subir a ninguna montaña en mi vida. Afortunadamente, la
atracción que sentí por este maravilloso mundo me hizo no cumplir esa promesa, de hecho la he
subido ya como una veintena de veces.

Posteriormente, ha sido un permanente ir y venir por todos los valles y picos de nuestro
Pirineo, especialmente del aragonés, facilitado por el vivir en Jaca. Ha habido situaciones duras,
pero sobre ellas han podido las satisfacciones que da el estar entre estos bellos parajes y las
ascensiones a sus cumbres, destacando los vivaques como los momentos vividos con más inten-
sidad. Las andanzas por la montaña te llevan necesariamente a la práctica de otros deportes, como
el esquí, tanto alpino, nórdico, o de travesía. Ya en mi madurez no he dejado pasar la oportunidad
para incluirme en este grupo y hacer un recorrido por la base de las montañas más altas del
mundo, como ha sido la travesía por el Baltoro.
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- Serás de los socios más antiguos, ¿no? ¿Desde cuándo presides el Club?

-Soy socio de Mayencos desde 1963, con el carné nº 6. En 1956 se fundó el Club de
Pescadores Mayencos, cuyo nombre viene de lo crecido que baja el río en el mes de mayo debi-
do al deshielo. Este club inicial se iba engrosando con diferentes secciones, bicicleta, montaña,
esquí…, teniendo diversos cargos de responsabilidad en estas últimas, hasta que a partir de 1978
pude compaginar la secretaría de esquí con la presidencia de montaña. En 1985 se optó por jun-
tar estas dos secciones, que tanto tienen en común, surgiendo el Club Pirineísta Mayencos, del que
soy presidente hasta ahora. Desde entonces, los tres clubes, el de Pescadores, el Ciclista y nos-
otros, estamos hermanados, compartiendo nombre y local social. En el Pirineísta estamos cerca de
1.500 socios, lo que supone alrededor del 12% de la población local.

- Las vitrinas del CP Mayencos están repletas de multitud de trofeos. Al no ser


competitivo, el montañismo no genera galardones, pero seguro que hay cantidad y cali-
dad en los éxitos.

- Es cierto, las secciones de esquí, tanto alpino como nórdico han aportado gran parte de
los trofeos, incluso podemos decir con orgullo que tenemos en nuestras filas a un fondista que ha
formado parte del equipo olímpico español de invierno en dos ocasiones, aupándose de este modo
a lo más alto del deporte a nivel mundial. Pero ciñéndonos al mundo del montañismo, un buen
número de socios del club no sólo han pateado nuestro Pirineo, sino que han salido a descubrir
otras zonas montañosas del mundo, como son los Alpes, el Cáucaso, los Andes, el Atlas, el Kenia,
el Kilimanjaro, y otros muchos que seguro se me olvidan.

Es digno de mención los estrechos lazos que tenemos con la Escuela Militar de Montaña,
de hecho, la sección de esquí fue cofundada por dos militares allá por el año 1957. Esto da pie a
sentir también como nuestros todos los logros conseguidos en cualquier parte del mundo por per-
sonal de este centro castrense y que, a la vez, eran socios del club. Aunque de cota baja, cabe
destacar la nominación del pico Jaca (3.540 m) en la Antártida, subido por primera vez el 13 de
enero del 95 en una expedición conjunta entre la EMMOE y un equipo de Al Filo de lo Imposible.
Dentro ya del mundo civil, contamos con orgullo en nuestras filas con montañeros de prestigio,
como Javier y Fernando Garrido, que han visitado muchas de las grandes montañas de nuestro
planeta, destacando de este último, el record mundial de permanencia en altura en solitario en la
cima del Aconcagua.

La culminación de toda esta trayectoria deportiva en la montaña ha sido el alcanzar la cum-


bre del Gasherbrum II, uno de los cuatro ocho miles de la cordillera del Karakorum, difícilmente rea-
lizable sin la participación de algún socio del club, integrante de la Escuela Militar de Montaña.

Toda esta actividad no ha pasado desapercibida para la Federación Aragonesa de Montaña,


que en la conmemoración de nuestro cincuentenario nos va a hacer entrega de la insignia de oro,
distinción y reconocimiento que honra a este club jaqués.

- ¿Qué nos puedes decir del proyecto?

- Desde hace cinco o seis años veníamos dándole vueltas y finalmente, asesorados por
Fernando Garrido, tomamos la decisión de poner nuestra mirada en el Gasherbrum II, que aun
teniendo más de ocho mil metros, no es de los más difíciles. La aceptación por la masa social fue
muy buena, y la acogida en la Escuela Militar de Montaña, inmejorable, de modo que desde octu-
bre del año pasado se han ido estableciendo reuniones para ir perfilando el proyecto con los 10
componentes que finalmente han formado el grupo de expedición. Con el grupo de acompañamien-
to se comenzó a trabajar en febrero, y hemos sido al final 14 los integrantes.

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- Una empresa de esta envergadura, también es impensable sin el apoyo de las
instituciones y de la empresa privada. ¿A quiénes buscáis como socios?

- En cuanto a instituciones, hemos contado con el apoyo del Ayuntamiento, Comarca y


Diputación Provincial, así como de la Federación Aragonesa de Montaña. La lista de patrocinado-
res y colaboradores es muy larga y no me quiero dejar a nadie, se puede consultar en
www.scati.com , que es donde se han podido seguir todos los movimientos de la expedición. Toda
la parte organizativa se le ha confiado a Aragón Aventura, empresa pionera en estas lides, afinca-
da en Jaca.

- Tú también formaste parte del grupo de acompañamiento, ¿qué balance harías,


tanto personal, como de club, e incluso qué ha aportado para la ciudad de Jaca?

- A nivel personal, la experiencia y las sensaciones recibidas fueron muy satisfactorias. La


tremenda dureza de la actividad, acrecentada por los típicos problemas gastrointestinales, sólo se
vieron compensadas por la enorme belleza del terreno y por el éxito de organización y convivencia
que se consiguió. Para el club ha sido un modo de proyectar las posibilidades de sus socios. Y en
cuanto a la ciudad creo que el éxito ha sido tremendamente positivo por el eco que ha tenido en
toda la población, recuerdo con mucho agrado el que en aquellos días previos y posteriores al de
cumbre, no podía dar un paso por Jaca sin que me preguntaran mis conciudadanos.

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Departiendo con el Comandante Alberto Ayora,
Jefe de la Expedición

Alberto Ayora Hirsch, cere-


bro y corazón de esta empresa,
como buen líder ha sabido aglutinar
a un buen equipo a su alrededor. Su
amplio currículo deportivo está
escrito, a lo largo de varios lustros,
con sangre, sudor y lágrimas derra-
mados en las principales cordilleras
del planeta. Es también destacada
su participación en distintas expedi-
ciones acompañando a miembros
de la ONCE para encumbrarlos a
grandes cimas, y de ese modo
Alberto Ayora, en su despacho de la EMMOE, en un momento de la entrevis-
poder hacerles cumplir también sus
ta (foto del autor) sueños.

- ¿Cómo se te presenta este objetivo?

- En el 96 el GMAM estuvo en el Karakorum con la intención de hacer el G-I y el G-II. El pri-


mero terminó con el resultado por todos conocido, por lo que quedó pendiente el G-II. Haciendo
coincidir su cincuenta aniversario con el de la primera ascensión a esta última cumbre y al no ser
de las más complicadas por encima de los ocho mil metros, fue Mayencos quien eligió el objetivo.
Teniendo en cuenta también que hay lazos por nuestra afiliación al club, el flechazo no se hizo
esperar; en seguida vimos que era nuestra oportunidad para cerrar aquella etapa de nuestra vida
personal, deportiva y castrense. Fue comentado con el Director de la Escuela, el Coronel Alfonso
Juez, que también formó parte de aquella malograda expedición y la reacción no se hizo esperar,
el 4 de Octubre de 2.005 se llevó a cabo la primera reunión conjunta para establecer el marco de
colaboración y poder llevar a cabo la empresa.

- ¿Cómo conseguís que encaje en vuestros planes hechos ya de antemano?

- El GMAM, perteneciente a la EMMOE, en su plan quinquenal 2.005/10 tiene como retos el


completar las 14 cumbres que superan los 8.000 metros, hollar las mayores cumbres de todos los
continentes, explorar todos los sistemas montañosos del mundo y realizar labores científicas de
investigación como elemento de prestigio en las FFAA, no sólo en el ámbito nacional, sino también
con proyección europea. Dentro de este marco, el objetivo de Mayencos encajó perfectamente
tanto entre nosotros, como entre nuestros superiores.

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- ¿Cuánto tiempo se necesita para preparar una aventura de este tamaño?

- Antes era más complicado porque nos lo teníamos que hacer todo, pero ahora, empresas
como Aragón Aventura, te quitan mucho trabajo, adquiriendo un papel de apoyo fundamental desde
el principio. Para nuestra preparación, con 4 meses de antelación es suficiente.

- Desde el principio eres el responsable del equipo, hay militares y hay civiles,
¿cómo se conjuga esto?

- En el grupo militar, a partir de la conquista del Polo Norte en el 99, se inicia una nueva
etapa en la que voy rotando a la gente según su grado de preparación y el objetivo a conseguir. Al
venir de Mayencos el proyecto, la participación civil, era evidente. No los conocía, y tengo que reco-
nocer que en ese momento era una de mis mayores inquietudes, y sabía también que era algo que
tenía que acometer desde el principio, pero se planteó en la primera reunión, con asistencia de los
10 ó 12 civiles que había entonces, el hecho de que “esto tiene que ser un grupo de amigos”, y
desde entonces hemos trabajado todos como una piña. Lo que traté de dejar muy claro desde el
primer momento es que siempre, y especialmente en situaciones límite, tiene que prevalecer la
ambición de grupo sobre la personal.

- ¿Cómo se acometen los preparativos?

- Aragón Aventura fue un importante alivio para nosotros al descargarnos de muchos de los
trámites previos, aunque hay todavía algunos aspectos a los que tenemos que hacer frente, por
ejemplo al tema de seguros, que corre de nuestra cuenta. El cargo lo efectuamos con SLI, la agen-
cia contratada por el Ejército. Además de esto, tenemos que ocuparnos de todo lo relativo a ali-
mentación, sanidad, material, equipo y transmisiones, que lo voy repartiendo entre mi equipo mili-
tar, con gran colaboración del civil. Todo ya preparado, al menos con un mes de tiempo, hay que
hacer el cargo, el envío por transporte aéreo de todo el material.

- No olvidemos que también hay un grupo de acompañamiento, ¿qué nivel de


implicación tienes en ese grupo?; 14, ¿es buen número?

- El grupo de acompañamiento me preocupa desde el principio, porque en el 96 ya tuvimos


algún problema en Concordia con alguna persona que llevábamos en la aproximación en aquella
expedición. Por otra parte, esta aventura ha sido un tanto especial para mí, no olvidemos que era
el regresar a un escenario del que, aun habiendo hecho cumbre, no salimos bien parados hace diez
años. No podía obviar que familiares directos de aquel compañero venían ahora con nosotros, y
eso hacía todavía más si cabe, el que se acrecentara, mi responsabilidad. Iba pendiente de todos,
especialmente una vez metidos en el glaciar. En cuanto a la cantidad de personas en el grupo de
acompañamiento, 14 es buen número.

- Con la perspectiva que da el tiempo, ¿cuál es tu balance final?

- En el ámbito personal se ha cerrado una etapa muy importante de mi vida. En el plano


colectivo, creo que ha sido una experiencia muy satisfactoria para ambos grupos, al haberse des-
arrollado toda la actividad sin el menor incidente y haber estado todos de vuelta. También ha sido
un éxito para los promotores, Club Pirineísta Mayencos y Grupo Militar de Alta Montaña, ya que el
esfuerzo deportivo ha contado con el apoyo de las instituciones públicas y empresas privadas, y se
ha podido conseguir, de ese modo, el objetivo marcado.

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Semblanza del Grupo de Expedición

MIEMBROS DEL CLUB PIRINEÍSTA MAYENCOS

Julio Rojas Bejarano. Nació hace 49 años en Villanueva de


Córdoba (Córdoba), pero lleva 27 años viviendo en el Pirineo
y trabajando en Jaca como abogado. Sus ascensiones y esca-
ladas se han desarrollado en prácticamente todas las cordille-
ras españolas, en la casi totalidad de los macizos de los
Alpes, Alto Atlas marroquí, Irán y Andes ecuatorianos, perua-
nos y chilenos. La máxima altura alcanzada han sido los 6.856
metros del Ojos del Salado. Jefe del Grupo Civil.

Juan Manuel Martínez Martín. Nacido en Madrid en 1956.


Profesión: topógrafo. Ascensiones y escaladas en todas las
cordilleras de la península, así como en los Alpes.
Ascensiones en los Andes. Máxima altura alcanzada: los
6.965 metros del Aconcagua.

Javier Dumall Puértolas. Nacido en Jaca hace 43 años,


tiene ascendidas todas las cumbres de más de tres mil metros
del Pirineo. Ha realizado ascensiones y escaladas en diversos
macizos montañosos españoles, en los Alpes y en las monta-
ñas marroquíes, Andes peruanos, Himalaya nepalí y Pamir.
Su máxima altitud han sido los 7.134 metros del Pico Lenin en
Kirguizistán.

Enrique Rapún González. Nació en Jaca hace 36 años.


Durante más de 20 ha realizado multiactividades en el Pirineo
y en otras montañas europeas como en los Alpes. Ha partici-
pado en expediciones en los Andes peruanos y el Himalaya
nepalí. Su máxima altura la alcanzó en el Mera Peak (6.500
metros).

José María Castán Palacín. Nació en Jaca el 9 de noviem-


bre de 1977. Desde pequeño tenía la intriga de saber qué se
sentía en las montañas. Sus padres se las enseñaron y le
educaron en contacto con la naturaleza, cosa que espera
hacer con sus hijos. Algunas de las cumbres del Pirineo y de
los Alpes han sido pisadas por sus botas.

12
MIEMBROS DEL GRUPO MILITAR DE ALTA MONTAÑA (GMAM)
DE LA ESCUELA MILITAR DE MONTAÑA (EMMOE)

Comandante Alberto Ayora Hirsch. Nacido en La Seu D’Urgell


(Lérida) en 1963, es en la actualidad el responsable de la planificación
de las actividades del Grupo y el Jefe del Departamento de Instrucción
y Adiestramiento en Montaña de la EMMOE de Jaca. Como miembro
en activo del GMAM, el Cte. Ayora ha participado en numerosas expe-
diciones internacionales, habiendo visitado las principales cordilleras
del planeta. De su amplio historial, que incluye salidas y expediciones
en Pirineos, Alpes, Andes, Pamir, Karakorum o Himalaya, queremos
destacar su contribución a las colaboraciones que el GMAM realiza con
la ONCE, donde ha guiado a cimas como el Kilimanjaro, el Elbrus en el
Cáucaso o el Cotopaxi en los Andes ecuatorianos, a personal con diver-
sas discapacidades y minusvalías. Jefe de Expedición.
Capitán Médico Jorge Palop Asunción. Natural de Madrid, de 40
años de edad, está afincado en Jaca desde el año 2000, fecha en la
que se incorporó como médico a la EMMOE. Es Master Universitario en
Medicina de Montaña por la Universidad de Zaragoza y Diplomado en
Montaña por el Ejército de Tierra. Ha participado como médico y miem-
bro de las expediciones efectuadas por el GMAM en el año 2001 y 2002
a los Andes, 2003 al Pamir y 2004 al Manaslu. Asimismo fue el médico
de la Campaña Antártica Española en la Base Gabriel de Castilla en el
año 2002/2003. Actualmente es el responsable médico de los diferen-
tes proyectos de investigación desarrollados por el GMAM en colabora-
ción con diferentes instituciones civiles y militares.
Capitán Fernando Yarto Nebreda. De 35 años de edad y natural de
Burgos, es miembro del GMAM desde el año 2000, actualmente es el
encargado de material del mismo y ha participado en diversas expedi-
ciones del Grupo en la cordillera del Pamir y en la cordillera del
Himalaya. Ha realizado actividades técnicas en Picos de Europa,
Pirineos, Alpes, Escocia, y América del Sur. Su altura máxima alcanza-
da han sido los 8.201 m del Cho-Oyu, en la expedición de 2001.

Sargento 1º Jesús Andrés González. Nacido en Granada en enero


de 1971, miembro activo del Grupo Militar de Alta Montaña, ha realiza-
do expediciones a diferentes montañas del mundo: Mckinley (Alaska),
Kantengri y Pobeda (Pamir); Huascarán, Alpamayo y Toqllaraju (Perú).
Cascadas de hielo en Alpes, Pirineos y Canadá. Escaladas clásicas en
Riglos, Pirineos, Sierra Nevada, Dolomitas y Alpes.

Cabo Francisco Borja Álvarez. Nació en Gijón (Asturias) en junio de


1976 y es miembro del Grupo Militar de Alta Montaña. Cuenta en su his-
torial con expediciones a los Andes peruanos, al Himalaya (entre otras
al pilar Oeste del Makalu), y numerosas vías tanto en roca como en
hielo en Yosemite, Dolomitas, Alpes, Escocia y la práctica totalidad de
las montañas españolas. Ha estado muy cerca de los ocho mil.

13
Nómina del Grupo de Acompañamiento

Tras pasar por varios altibajos numéricos, finalmente el grupo se formó con las siguien-
tes personas, unidas todas ellas por su pasión por las montañas y su afán por descubrir los
bellos paisajes del Karakorum.

Por orden alfabético, son:

- Manuel Álvarez Rosique. Estudiante.

- Javier Barba Murguía. Militar.

- Emilio Corthay Ferrán. Técnico de construcción.

- Isabel Lobón Santander. Esteticista y peluquera.

- Montserrat Maroto Mayoral. Militar y Sanitaria del grupo.

- Pilar Montón Utrilla. Profesora de Educación Física en Secundaria.

- José Ramón Pueyo Bernad. Empleado de banca.

- Sagrario Ramírez Martínez. Catedrática de Lengua y Literatura en Secundaria.

- Luis Rodríguez García. Carpintero.

- Carmen Rosique Hernández. Auxiliar de Enfermería.

- Ángel Santamaría Sánchez. Militar y Portavoz del grupo.

- Ángel Santamaría Santoyo. Estudiante.

- Chema Tapia Gracia. Técnico logístico.

- Fernando Val Claver. Comerciante y Presidente del CP Mayencos.

14
CAPÍTULO II
PAKISTÁN Y KARAKORUM
Paisaje y paisanaje
Hombre, tiempo y espacio

Desde las grandes civilizaciones neolíticas del Valle del Indo hasta el mundo actual, la his-
toria de Pakistán ha sido enormemente tumultuosa, siendo numerosos los pueblos asiáticos que la
han invadido y establecido sus respectivos reinos (arios, persas, hunos, turcos, árabes, mongo-
les...). En el siglo XVII fueron los ingleses los que empezaron a ejercer su influencia, al principio
como comerciantes y finalmente, ya en el siglo XIX, como gobernadores de todo el subcontinente
indio, incluyendo parte del territorio afgano, Pakistán e India, en nombre de la reina Victoria.

Imperio de Alejandro Magno en toda su extensión (foto Wikipedia)

El actual territorio pakistaní estaba repartido entre Afganistán e India. Fue Choudhary
Rahmat Ali, el fundador del Movimiento Nacional Pakistaní, quien ideó la palabra Pakistán en 1933
como un acrónimo para las cinco provincias musulmanas del norte de la India: Punjab, Provincia
del Noroeste (afgana), Cachemira (Kashmir en inglés), Sind y Baluchistan. Pakistán es también
una palabra en urdu que significa "tierra de los sagrados o puros".

Fue en las luchas por la inde-


pendencia del subcontinente, cuando
musulmanes e hindúes lucharon con-
juntamente hasta que el 14 de agosto
de 1947 consiguieron la formación de
un estado soberano. Entre los precur-
sores de esta idea se encontraron el
escritor y filósofo Allama Iqbal y
Muhammed Ali Jinnah, quien se con-
virtió en líder del movimiento y luego
llevó a los británicos a formar
Mosaico de Alejandro Magno combatiendo contra el rey persa Darío III en Pakistán, fruto de la segregación de
la batalla de Issos. Casa Fauno de Pompeya en el Museo Arqueológico
Nacional de Nápoles (foto Wikipedia) territorios de Afganistán y de India.

15
Posteriormente, las luchas tribales obligaron a un flujo migratorio sin precedentes, de modo
que la India albergó a la mayoría hindú y Pakistán a la musulmana. Pero este último hasta 1971
estaba partido en dos y separado por la India. Nos estamos refiriendo a Pakistán Occidental y a
Pakistán Oriental, que se rebeló y ayudado por las tropas indias, formó el estado independiente de
Bangladesh. En realidad Pakistán, tanto en lo que a su nombre se refiere como a los límites políti-
cos de su territorio, es un ente artificial definido en dicho proceso de independencia. Por tanto, las
actuales fronteras se establecieron en 1947 pero al ser una división ficticia nadie ha quedado satis-
fecho con la línea divisoria y aún hoy continúa la disputa entre Pakistán e India por las zonas del
Punjab y Kashmir.

Los 803.940 km≈ que conforman el territorio


actual de Pakistán dan cabida a más de 160 millones
de habitantes. Esta gran superficie se extiende desde
el Mar Arábigo hasta la meseta tibetana. De oeste a
este limita con Irán, Afganistán, China e India a través
de sus 3.621 km de fronteras, y con el Mar Arábigo
con sus 2.389 km de costa. Es el país con más distan-
cia entre sus alturas mínima y máxima, ya que van
desde el nivel del mar hasta los 8.611 metros del
Godwin-Austen, más conocido como K2.

Desde un punto de vista geográfico, pueden


distinguirse tres grandes zonas: la parte montañosa
del norte, donde convergen las grandes cadenas del
Hindu Kush, Karakorum e Himalaya; la vasta aunque
escasamente poblada meseta de Baluchistan; y las
llanuras del Punjab y Sind formadas por el Indo y sus En la escisión inicial de la India, Pakistán quedó dividi-
ríos tributarios. do en dos, el oriental y el occidental (foto Wikipedia)

A pesar de estas llanuras y de estar atravesado por el Indo y sus afluentes, hay que definir
a Pakistán como un país de montañas desérticas y áridas mesetas. De ahí la importancia del Indo
y sus afluentes, máxime cuando la principal base económica es la agricultura. Este río, con un total
de 3.200 km de longitud, nace en el Tíbet, cruza Ladakh y el norte de la India y entra en Pakistán
por el nordeste hasta llegar al Mar Arábigo, donde forma un impresionante delta de 150 km de largo
y 250 de ancho, entre Karachi y la frontera con India. Las zonas más cercanas al río son fértiles
pero las periferias, tanto hacia el este como hacia el oeste, son secas y áridas. De acuerdo con su
geografía, en Pakistán pueden encontrarse los climas más extremos, desde las altas temperaturas
de los desiertos del sur hasta los hielos de las montañas del norte. El monzón llega a mediados de
julio y dura hasta mediados de septiembre. No es, sin embargo, tan severo como en la India y
puede llegar a afectar débilmente las zonas altas del norte, siendo frecuentes los días nublados.

Tres cuartas partes de la población se concen-


tra en las llanuras del valle del Indo y vive fundamen-
talmente en las grandes ciudades como Karachi,
Lahore o Islamabad. Se compone de etnias muy diver-
sas, cada una con su propia lengua y tradiciones, que
en líneas generales pueden agruparse en tres grandes
grupos: los habitantes de las llanuras del Punjab y
Sind, que se asemejan a las poblaciones hindúes de la
India; los baluchis y patanes, que habitan las zonas
montañosas y desérticas de la parte más occidental,
están emparentados con los iraníes y los turcos de esa
parte de Afganistán; y a excepción de los baltís que
Mapa del actual territorio pakistaní tras la disgrega- proceden del Tíbet, las gentes que habitan el Norte,
ción de la provincia oriental independizándose como son un híbrido de mongoles y pueblos del Cáucaso.
Bangladesh (foto Wikipedia)

16
Debido a su geografía, Pakistán ha heredado un legado cultural muy rico y ha sabido con-
servar activamente sus tradiciones establecidas a lo largo de la historia. Hay industria de cine
autóctona y se puede ver ya algún canal privado de televisión, aunque sólo de noticias y entrete-
nimiento. También tienen acceso a canales americanos y europeos a través del cable.

En cualquier lugar nos podemos encontrar paisanos que hagan chapati de forma
totalmente artesana. En las fotos diversas fases de su elaboración (fotos S. Ramírez
y J. Barba)

La gastronomía es similar a la del vecino país hindú, pero algo menos condimentada. El
famoso chapati está presente en todas las mesas, tanto urbanas, como rurales, como de campa-
ña. El pollo es una de las bases de la alimentación, es el llamado tandoori chiken. En cuanto a bebi-
das, está el lassi, a base de yogur frío batido con agua, que se puede tomar dulce o salado; y una
mezcla de lima, agua y azúcar, llamada nimbu pani, aunque el green tea es quizá lo más popular.

A lo largo de su historia, en Pakistán se han dado cita diversas religiones, como el hinduis-
mo y el budismo tántrico, pero actualmente es un país donde predomina por inmensa mayoría la
musulmana (97%), siendo los hindúes, cristianos y fariseos simples minorías (el budismo desapa-
reció con la implantación del islamismo).

Vestigios de religiones minoritarias, por una parte la cristiana, en su vertiente evangélica, escasamente implantada en la actua-
lidad; y por otra la en otro tiempo generalizada budista. Iglesia evangélica en Rawalpidi y cabeza de buda en el museo de
Taxila (fotos S. Ramírez y del autor)

Casi la mitad de la población (48%) habla el punjabi, estando el resto repartido entre el sind-
hi, siraiki, pashtu, urdu (que con tan sólo el 8% es la lengua oficial), y otras muchas, entre la que
se encuentra naturalmente el inglés, que es hablado sólo por la mayoría de pakistaníes cultos.
Queda dicho que la lengua oficial es el urdu, si bien sólo una minoría lo habla con fluidez. Es una
lengua moderna que emergió de una amalgama de lenguas locales y del habla de los soldados
mongoles que en el siglo XVI penetraron por el norte e instauraron el Imperio Mongol en el país.
De hecho la palabra "urdu" significa "campamento".

En la actual República Islámica de Pakistán, nombre oficial que ostenta este país, la espe-
ranza de vida está estimada entre los 60 años para los hombres y los 62 para las mujeres. La gran
diferencia en el acceso a la cultura está reflejada en la tasa de alfabetización, que ronda en torno
al 42% (55% en hombres, pero tan sólo el 29% en mujeres).
17
País de inmensos desiertos y grandes montañas, sólo el 27% del territorio está aprovecha-
do para la actividad agropecuaria, con la producción de algodón, trigo, arroz, mijo, caña de azúcar,
fruta, verduras, leche, carne de vacuno, de cordero y huevos. En cuanto a su incipiente industria,
destacan las telas y tejidos, alimentación y bebidas, materiales de construcción, ropa, papel y sus
derivados. Y en minería y recursos naturales, sobresalen tanto las respetables reservas de gas
natural, como por contra, las modestas de petróleo, carbón de baja calidad, mineral de hierro,
cobre, sal y piedra caliza.

Ahondando en su política territorial,


se puede decir que está dividido en cuatro
provincias. Limitando con Afganistán, al
suroeste y bañada por el mar, está
Baluchistan, la más extensa y menor
poblada debido a lo montañoso de su
terreno y a la escasez de agua. Su capital
es Quetta; y al norte de ésta, La Frontera
del Noroeste, la más pequeña y con
Pesawar de capital. Compartiendo frontera
con la India está Punjab, que significa "la
región de los cinco ríos", cuya capital es
Lahore. Y al sur de ella, y también con sali-
da al mar, está Sind, con Karachi como
El magestuoso Indo, al que innumerables aldeas ven pasar de largo
(foto del autor) capital.

Pero además, en su división política interna, este país tiene lo


que llaman "áreas tribales" y "territorios". Las primeras son zonas admi-
nistradas fuera de las provincias, y están situadas en la frontera afgana,
entre Baluchistan y La Frontera del Norte. Los "territorios" son dos, uno
específico para la capital de la república, Islamabad, que en urdu signi-
fica "habitado por el islam", y que fue construida entre 1961 y 1970,
reemplazando a Karachi; y el otro es el llamado "Territorios del Norte",
que es por donde va a discurrir nuestra actividad, concretamente en el Actual distribución territorial
Karakorum, cuyo nombre significa "grava negra". pakistaní (foto Wikipedia)

Los glaciares son los principales protagonistas en la modelación de estos espléndidos valles (fotos J.R. Fanlo y J. Dumall)

En esta cordillera, con grandes y bellos macizos montañosos, se dan cita los mayores gla-
ciares del mundo fuera de las regiones polares (Siachen, Baltoro, Biafo, Abruzzi, Godwin-Austin,
Throne, Biarachidi, West Gasherbrum, Vigne, Broad, Khalkhal) y algunas de las cumbres más altas
del planeta, siendo aquí donde se da la mayor concentración de picos que sobrepasan los siete y
ocho mil metros de altura: en un radio de aproximadamente 15 kilómetros pueden contemplarse
cuatro "ochomiles" -Broad Peak (8.047m), Gasherbrum II (8.035 m), Hidden Peak (8.068 m) y el K2
(8.611 m), la segunda montaña más alta de la Tierra- y 41 picos por encima de los 6.500 metros,
la mayor parte de ellos sin nombre.
18
El Baltistan tiene una superficie de 26.000 km≈ y se compone de 5 valles: Shigar, Skardu,
Rondu, Khapulu y Kharmang. La altura del Baltistan varía entre los 1.500 m y los 8.611 m del K2.
La media de pluviosidad anual está por debajo de los 100 mm. Es también la tierra de los baltís,
una etnia que aun conserva intactas sus tradiciones más ancestrales. Hasta hace muy poco tiem-
po ésta ha sido la zona más aislada de toda la parte septentrional del país. La cadena del Himalaya
lo separa de la India. La frontera con China es impenetrable pues la forma una barrera de 100 kiló-
metros de ancho, con cerca de 60 picos por encima de los 7.000 metros, únicamente accesible a
través de la Karakorum Highway.
Merece la pena detenerse un momento
para destacar esta insólita obra de la ingeniería
castrense.

Es la carretera internacional más alta del


mundo, una obra faraónica que con sus más de
1.200 km une Islamabad con China por la antigua
Ruta de la Seda. Fue construida por los gobier-
nos de Pakistán y China, y se completó en 1978,
tras veinte años de trabajo. En la construcción
murieron varios cientos de trabajadores chinos y
pakistaníes, la mayoría en corrimientos de tierra y
caídas, se habla de uno por kilómetro. En el lado
pakistaní la carretera fue construida por la
Organización de Trabajos de la Frontera, utilizan-
do al cuerpo de ingenieros del ejército paquistaní.
Actualmente el ingeniero en jefe de esa área del
Monumento a los ingenieros fallecidos en la construcción de
ejército paquistaní está trabajando en un proyec- esta insólita vía terrestre que comunica Pakistán con China,
to de documentación de la historia de la KKH. a pesar de las actuales pugnas políticas (foto del autor)

El brigadier retirado Muhammad Mumtaz Khalid, un veterano que trabajó en la carretera


durante su construcción, está escribiendo la Historia de la Carretera del Karakorum. Debido al esta-
do de tensión por el conflicto entre India y Pakistán por la región de Cachemira, la carretera de
Karakorum tiene una gran importancia estratégico-militar.

Diferentes dirigentes de estas tierras. En la foto de la izquierda vemos a Alejandro Magno en pleno fragor de una batalla, escul-
pido en un sarcófago sito en el Museo Arqueológico de Estambul. En la foto central Muhammed Alí Jinnah, co-líder del movi-
miento fundacional del país y considerado el Padre de la Patria. A la derecha Pervez Musharraf, actual Presidente de Pakistán,
que gobierna con mano férrea los más de 160 MM de habitantes de este superpoblado estado islámico (fotos Wikipedia)

La formación de estas grandes cordilleras comenzó hace 50 millones de años, por colisión
entre una enorme masa de tierra y los confines del continente euroasiático. Hoy todavía se sigue
elevando buscando el cielo. El Himalaya se va combando hacia el interior de la placa rocosa índi-
ca; en cambio, en el Karakorum las montañas se asientan sobre una profunda raíz de corteza
terrestre, lo que la sigue elevando prodigiosamente, dándole su aspecto picudo y sobrecogedor
que hoy podemos contemplar. Hace ahora dos millones de años, coincidiendo con las primeras
épocas glaciares, la orografía de la región vio cómo sucedía algo fantástico.
19
Su suelo registró una brusca elevación de tres mil metros de media, a añadir sobre lo que
ya se había elevado en todo el periodo anterior desde aquel cataclismo subterráneo. El punto de
contacto entre la placa euroasiática y la placa índica, tuvo lugar entre lo que hoy es el Valle del
Hunza y el Nanga Parbat, precisamente en todo el eje descrito como la Ruta de la Seda.

De este modo se formó el Karakorum, cordillera con modestas dimensiones: sólo 500 kiló-
metros de longitud, por 210 de anchura, frente a los 1.500 del vecino Himalaya. A cambio, contie-
ne la mayor concentración de altas montañas de la Tierra, ya que de las 110 que superan los 7.300
m, 50 están aquí; y de ellas, 19 sobrepasan los 7.600 m, y 4 los 8.000 m.

La tercera parte del Karakorum está cubierta por los glaciares más extensos, como deci-
mos, fuera de las regiones polares. El Siachen es el mayor, con una lengua de 70 kilómetros de
longitud, pero es el Baltoro, con sus "sólo" 58 kilómetros el más impresionante. Más que al volu-
men helado debe su fama a su fantástico paisaje. En sus flancos se levantan las montañas más
bellas entre las bellas, a juicio de muchos curtidos alpinistas. Una vez que se han visto no se puede
olvidar el grupo de Las Catedrales de la Tierra, o la majestad aislada de los Masherbrum, o los tri-
llizos Broad Peak, superando la línea mítica de los ocho mil metros, y, sobre todo los Gasherbrum,
conocidos bajo el sobrenombre de las "Montañas de la Luz", y el K2, la segunda montaña más alta
de la Tierra y sin duda la más grande entre las grandes y la más bella entre las bellas.

Este es el porte del magestuoso K2 en pleno corazón del Baltoro, en el Karakorum pakistaní. A la izquierda de la imagen, el
Pico Ángel (foto J.R. Pueyo)

Todo este panorama es el que nos vamos a encontrar. Es importante destacar que se trata
de la marcha de aproximación, considerada por algunos, la más bella pero también, la más dura
del mundo, no tanto por exigencias técnicas sino por la dureza del propio entorno: durante 13 días
vamos a pasar por zonas inhóspitas, completamente deshabitadas y la mayor parte desprovistas
de cobertura vegetal, lo cual exige tanto una buena condición física como psicológica. La travesía
parte de Skardu, capital del Baltistan y centro de operaciones. El camino de ida transcurre por el
valle de Shigar hasta el de Askole, último vestigio habitado, para ascender por todo el glaciar del
Baltoro, pasando por ese magnífico lugar, único en el mundo, llamado Concordia, hasta el Campo
Base de los Gasherbrum (5.200 m), emplazado en el glaciar de los Abruzzos, cerca ya de la fron-
tera con China. Y para la ruta de regreso, hay que bajar parte del Baltoro para subir todo el Vigne
Ali y llegar a la base del Gondogoro-La, que una vez superado (5.700 m), se baja por su cara sur
y tras descender todo el glaciar del mismo nombre, permite disfrutar del precioso valle de Hushe,
primera aldea que nos encontramos, hasta cerrar el círculo, de nuevo, en Skardu.
20
CAPÍTULO III
PRELIMINARES
Presentación social del Proyecto

A lo largo de varias reuniones se van viendo todos los aspectos fundamentales necesa-
rios para poner en marcha una empresa de estas características. El origen de todo ello fue una
conversación informal en la Cruz de Oroel unos años antes, con motivo de la colocación del Belén
Popular. Finalmente, el 21 de abril es la fecha de puesta de largo de este proyecto, es cuando se
presenta a la Ciudad de Jaca en el Salón de Ciento de su Ayuntamiento. En el acto, el Alcalde de
la ciudad, Enrique Villaroya; el Presidente de la Junta Comarcal, Alfredo Terrén; el Presidente del
Club Pirineísta Mayencos, Fernando Val; el Coronel Director de la Escuela Militar de Montaña,
Alfonso Juez; el Comandante Jefe de la Expedición, Alberto Ayora; y el Responsable del sector civil
de la misma, Julio Rojas; cada uno desde su perspectiva, dan a conocer la expedición cívico-mili-
tar a la ciudadanía, verdadero hito en la historia de la intensa y dilatada vida deportiva de esta ciu-
dad. La ceremonia es recogida por la prensa local, provincial y regional.

Desde unos meses antes ya se


había dado a conocer a través del órgano
de difusión del club; esto hace que el núme-
ro de personas que componemos ambos
grupos de expedición y acompañamiento se
va modificando en el tiempo, siendo final-
mente 10 y 14, respectivamente, los miem-
bros que, con muy diverso nivel de entrena-
miento, los meses previos hemos de inten-
sificar la preparación encaminada a garanti-
Presentación oficial de la expedición en el Salón de Ciento zarnos las mejores condiciones físicas y
del Ayuntamiento de Jaca (foto del autor) psíquicas para llevarlo a cabo.

Unos días antes de partir, el 20 de junio, y en el mismo escenario en el que se hizo la pues-
ta de largo ante la población de Jaca, el propio Alcalde hace entrega al equipo expedicionario del
banderín de la ciudad para que sea encumbrado en lo más alto del periplo, para que sea subido a
la mismísima cima del Gasherbrum II.

Todo esto nos lleva hasta


el día señalado para dar el ban-
derazo de salida, que no es otro
que el 24 de Junio, uno de esos
días mágicos del calendario gre-
goriano y muy próximo al
Solsticio de Verano, el día más
largo del año, el día en el que el
Sol está más lejos del hemisferio
norte, el día en el que el Sol está
perpendicular al Trópico de
Cáncer, precisamente cuando
comienza su andadura por este
signo, el día, en definitiva, en el
que la luz gana la batalla a las El Alcalde de Jaca hace entrega del banderín de la ciudad al grupo de
tinieblas. expedición (foto J. Dumall)

21
CAPÍTULO IV (24 a 26 de junio)
VIAJE A PAKISTÁN
Visita a Islamabad, la ciudad de los contrastes

En distintos momentos, a lo largo de la mañana, vamos llegando todos a Madrid, a la T-4


de Barajas, donde nos encontramos la mayoría, pero no es hasta la terminal 1 del aeropuerto de
Heathrow, en Londres que no nos vamos a reagrupar todos, donde hacemos el tránsito al vuelo
que nos lleva hasta Rawalpindi, ciudad próxima a Islamabad, capital de Pakistán.
El cambio de día nos
pilla en el tránsito aéreo. La
llegada a esta ciudad se hace
a las primeras horas de la
mañana del 25 de junio,
envuelta en un calor húmedo y
sofocante. La entrada en la
terminal nos parece muy lenta
y pesada, mucho control y
burocracia propios de un país
militarizado. Tras pasar por los
aburridos controles aduane-
ros, cogemos nuestros fla-
mantes equipajes y nos dirigi-
mos hacia el exterior, donde El aeropuerto de Rawalpindi nos recibe con un calor sofocante (foto del
nos esperan dos pequeños autor)
autobuses. Es en este
momento cuando nos pone- Está uno de los socios, que nos acompañará durante las
mos en manos de North jornadas urbanas, tanto éstas como las de la vuelta, y Jan Alam,
Pakistán, la agencia local con- el guía del grupo de acompañamiento, y del que ya no nos despe-
tratada por Aragón Aventura, garemos hasta que volvamos a Islamabad de nuevo. Camino del
los socios de Jaca a quienes hotel empezamos a deleitarnos con escenas urbanas, como esos
les hemos encargado la orga- taxis colectivos súper barrocos, o la de un paisano que lleva en
nización del viaje. bicicleta un enorme bloque de hielo atado con unas gomas.

A la salida del aeropuerto nos ponemos en manos de North Sorprendentes contrastes urbanos en Islamabad
Pakistán (foto S. Ramírez) (foto J.R. Pueyo)

22
Nos acomodamos en el hotel, donde dedicamos la mañana a descansar. Hay que decir que
aunque es de 4 estrellas, es bastante cutre, la habitación no está mal, pero te aconsejan no abrir
la ventana por los insectos; y el cuarto de baño hace aguas por todos los sitios, la bañera no es tal,
sino un apartado del cuarto cerrado por una mampara, pero el suelo es eso, el suelo de la habita-
ción, con un desagüe que no traga. El resto del cuarto, donde está el inodoro y el lavabo también
se inunda con facilidad, pero en este caso lo hace con otras cosas que por decoro no menciono.
Un ejemplar del Corán, palabra que precisamente significa "leer", nos recuerda en las habitaciones
que estamos en tierra extraña, o quizá no tanto si se tiene en cuenta que el Islam es una rama
entroncada al Judaísmo, al igual que el Cristianismo.

Situado en la llamada Blue


Área Islamabad, Jahangir es el
nombre del restaurante donde
tomamos contacto con la comida
pakistaní y nos introducimos en el
"sabroso" mundo de los picantes. La
tarde la empleamos en visitas cultu-
rales a centros arqueológicos de los
alrededores, yacimientos de anti-
guos asentamientos budistas, que
era la religión imperante antes de la
invasión musulmana. Es en estos
desplazamientos donde nos vamos
impregnando de todo este caos cir-
culatorio que reina en la ciudad,
caos que se acrecienta con la sen-
En las habitaciones, el Corán siempre está dispuesto para cualquier sación que da el verlos circular por
“emergencia” (foto M. Maroto) la izquierda.

La recargada ornamentación de los autobuses y camiones que circulan


por las carreteras y calles es un verdadero motivo de orgullo y de pugna Diversas vistas del enclave budista
entre sus propietarios (foto del autor) de Jaulián (fotos del autor)

23
El siguiente día, 26 de junio, se nos pasa de visita turístico-comercial por la ciudad, entre
lo que está incluido el cambio de moneda y el envío de postales a familiares, amigos y patrocina-
dores. Contiguo al edificio de correos presenciamos una escena muy curiosa para los ojos de un
occidental actual, se trata de la figura del escriba, necesario en un país cuya tasa de analfabetis-
mo es cercana al 60%.

La figura del escriba es imprescindible en un país con Los más afortunados pueden gozar de “tecnología punta”
un bajo índice de alfabetización (foto del autor) (foto del autor)

Además, es preciso cumplir nuestras obliga-


ciones con la Oficina de Turismo, que se ocupa de
todo lo relacionado con las actividades de montaña; y
con la embajada española, una de las más importan-
tes del mundo fuera del ámbito europeo y norteame-
ricano, donde nos atiende su titular D. José María
Robles Fraga, anfitrión ya en el primer acto emotivo
del viaje. Carmen y Manuel, esposa e hijo del
Teniente Manuel Álvarez Díaz, y componentes del
grupo de acompañamiento, protagonizan una ofrenda
floral en su memoria. El Tte. Álvarez formó parte de
esa expedición al G-I, cuyo éxito en la cumbre se vio
empañado por el mortal accidente acaecido en el des-
Singular buzón de mármol a la entrada del edificio censo. Su cuerpo reposa en las faldas del Hidden
de Correos en Islamabad (foto del autor) Peak desde hace ahora justo 10 años.

En el acto oficial en la Embajada Española de Pakistán, se le ofrecen presentes al Embajador. A la izquierda,


Alberto Ayora con un libro de las actividades del GMAM en las últimas dos décadas y la réplica de un piolet de
época. A la derecha, Fernando Val con un libro de los tres miles del Pirineo y un banderín del Club (fotos del autor)

24
Carmen y Manuel en la ofrenda floral de la Tras la comida, foto de familia en los jardines de la Embajada
Embajada Española de Pakistán (foto J. Barba) (foto del autor)

En el nuevo deambular vespertino por una de las


zonas comerciales de esta ciudad, saturada de colores
y olores, asistimos a un episodio protagonizado por
parte de la fuerza femenina del grupo; Carmen, Isabel y
Montse, tratando de evadirse del calor reinante, se com-
pran un conjunto de blusón y pantalón de tela fina, muy
estampado, y una vez en la calle, no hacen más que ser
pasto de risas y chismes. La extrañeza es grande hasta
que se sabe que son pijamas, así es que el cachondeo
es mayúsculo, tanto como la distancia que hay entre el
ir así vestida por la calle y el falso puritanismo que
Picapedrero trabajando la piedra en el parque
envuelve a estas sociedades.
Daman-e-Koh (foto del autor)

Por la tarde vista panorámica de la ciudad desde la magnífica atalaya del parque Daman-e-
Koh, donde llama nuestra atención la mezquita Shah Faisal, que con su fantástica arquitectura y
sus minaretes de más de 90 metros de altura es la más grande de Asia.

Espectacular vista de la mezquita de Shah Faisal desde el parque Daman-e-Koh. Con su esbelto porte es la más
alta de Asia (foto del autor)

25
CAPÍTULO V (27 a 30 de Junio)
APROXIMACIÓN EN VEHÍCULOS
Travesía por la Karakorum Highway (KKH)
Estancia en Skardu y en Askole

El martes 27 amanece con una tormenta tropical, que alivia en parte el irrespirable
ambiente que provoca el sofocante calor. Es el día de ponernos en marcha, y lo hacemos bien tem-
prano porque nos esperan dos duras jornadas por la Karakorum Highway, por la Ruta de la Seda;
y luego por un desvío más capilar, que esposados al Indo, su tortuoso trazado nos va a llevar hasta
Skardu, capital del Baltistan y centro de operaciones de este mundo de montañas y expediciones.

Iniciamos el recorrido por el eje Islamabad-


Peshawar para, a eso de las 7 de la mañana, tomar
el desvío de la KKH. Nuestros ánimos se ven impac-
tados cuando al mediodía se pasa por una de las
zonas afectadas por el devastador terremoto que el 8
de Octubre del pasado año, con una fuerza de 7,6
grados de la escala Richter, tuvo su epicentro en la
ciudad de Muzaffarabad, capital de la Cachemira
administrada por Pakistán, afectando a casi 15.000
pueblos, más de 3 millones de personas sin hogar y
en torno a 80.000 fallecidos, aunque esta última cifra
siempre es difícil de precisar. Estampas rurales a nuestro paso por poblaciones
en la KKH (foto del autor)

Al cabo de una hora la vista que se abre ante nosotros es capaz de hacernos volver a la
realidad de nuestras andanzas por estas montañas. Nuestros ojos se maravillan ante la visión del
padre Indo, que va a ser nuestro inseparable compañero en los próximos días. Aquí se puede decir
que comienza lo que podría ser un viaje inciático hacia el interior, un viaje iniciático hacia las fuen-
tes, es verdaderamente simbólico ponerse a la orilla de un gran río como éste e ir varios días aguas
arriba. Es un momento emotivo, es un momento mágico.
Thakot Pont nos permite pasar a su
margen derecha. Antes de cruzarlo nos
topamos con el primero de una serie de
innumerables controles policiales, a los que
tendremos que ir acostumbrándonos. No
olvidemos que estamos en zona de alto
riesgo bélico, estamos cerca de Cachemira,
de India y de China. No sabría decir por
qué, pero se siente una línea imaginaria
que separa el antes y el después de pasar
por este puente. Estamos todavía a 225 km
de Chilas, nuestro destino de hoy.

A partir de aquí, y siempre valle arri-


ba, la ruta está llena de obstáculos, y es
una verdadera fortuna el no tener ningún
corte en el trazado. Cada curva, cada paso
delicado, es un verdadero caos; el modo de
Tras el amargo paso por la zona devastada, nuestra llegada conducir aquí es temerario, por no decir sui-
a dar vista al Indo es realmente impactante (foto del autor) cida, es la ley del claxon.
26
El paisaje fascina por lo salvaje, son grandes montañas de suaves perfiles, totalmente de-
sérticas, pero que a cada momento te sorprenden con un gran oasis de vegetación en el que, nor-
malmente hay enclave humano, aldeas con sus cultivos. Es como si hubiera aguas freáticas a
escasos metros de la superficie que hicieran posible el milagro. Hay muchas zonas así, cerca de
las cuales siempre hay un puente que salva la distancia de la anchura del Indo.

Colocados estratégicamente en el
recorrido están los albergues estatales del
PTDC (Pakistan Tourism Development
Corporation) enfocados al turismo de mon-
taña, donde paramos a comer. Éste se
llama Besham (690 m), y es bastante
nuevo, que es sinónimo de curioso, de lim-
pio.

Continuamos nuestro viaje aguas


arriba por estrechos pasos y curvas retorci-
das, donde en muy pocos sitios se pueden
cruzar dos vehículos, pero no es óbice para
que vayan cundiendo ya, y de qué manera,
una enorme cantidad de camiones, de los
barrocos, de los de aquí, cargados hasta las
En muchas ocasiones es verdaderamente milagrosa la
cachas de grandes, cuadrados y viejos tron-
supervivencia en estos parajes, como esta aldea, única-
cos de madera que van hacia abajo. mente accesible a través de una tirolina (foto del autor)
Pasamos por varias poblaciones donde
conviven con poca armonía elementos tradi- Continuamos por la KKH con sus estrechos
cionales y modernos. Es un mundo en tran- desfiladeros que esta obra de la ingeniería castren-
sición, en patética transición. se pakistaní ha tenido que sortear, junto al Indo, que
con sus aguas bravas, y en ocasiones muy bravas
está siempre acompañándonos y sorprendiéndo-
nos. Pronto cae la noche, no olvidemos que aquí
estamos con la hora solar, pero el privarnos de las
espectaculares vistas no nos hace caer en el aburri-
miento, tenemos que estar especialmente pendien-
tes de las cabezadas del chófer. La ruta en la oscu-
ridad es aun más terrible, si cabe. Alguna jota va
amenizando este tramo terminal del trayecto.

Tras 16 horas para recorrer los 475 km que


nos separan de Islamabad, llegamos, sin saber muy
bien si tenemos todos los huesos en su sitio, a
Chilas, una aldea donde se hace obligada la parada
para dormir.

Sorprende ver la diferencia de color de las aguas En el viaje de ida nos cruzamos con enormes cantidades de
del Indo y de sus afluentes (foto F. Val) camiones transportando madera (foto del autor)

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El miércoles 28, que también comienza con un gran madrugón, nos trae una mañana
nublada, incluso goteando. ¡Qué maravilla! ¡Qué luz! ¡Qué desiertos! ¡Qué gran río! Aparentemente
estéril, aparentemente no hace nada, no riega nada, no se aprovecha nada, pero es como una gran
vena que discurre por estos resecos y estériles parajes a la espera de que algún día las gentes se
acerquen a él y puedan verse beneficiadas con su utilidad, y finalmente, el río, como ser vivo, tam-
bién sienta que verdaderamente su enorme fuerza es aprovechada para la supervivencia de otras
especies vivas. Hoy por hoy, por aquí todo está vestido de una desolación majestuosa.
Sobre las 8 de la mañana una débil
lluvia nos recibe, pasado Raikot, en el punto
donde se detiene la caravana a ver el Nanga
Parbat, de obligada parada aunque no se
vea, como pasa hoy, que nos indican dónde
está para poderlo ver con los ojos de dentro
tras el velo que forma la impetuosa masa de
nubes que arropan a este gran macizo, a "la
montaña asesina", como reza en un cartel.
Su cumbre, de 8.126 m de altitud, es la
segunda altura de Pakistán, y novena del
mundo; fue hollada por vez primera por el
austriaco Hermann Buhl el 3 de julio de 1953, Río Indo a su paso por Chilas (foto del autor)
un genial alpinista adelantado a su tiempo,
que falleció a los 33 años descendiendo el
Chogolisa cuatro años después. El nombre
de Nanga Parbat deriva del sánscrito Nanga
Parbata, que significa "Montaña Desnuda".
En la Cachemira cercana se le conoce como
Damir "Rey de las Montañas". Es una monta-
ña cuya conquista moral y real es alemana. El
primer europeo en verlo probablemente fue el
inglés G. T. Vigne, luego fue una sucesión de
alemanes. En 1887 el Dr. Artur Neve fue el
primero en ver la vertical vertiente del Rupal,
la pared montañosa más grande del mundo. Una enorme piedra nos muestra la dirección a donde
debemos dirigir nuestra mirada para ver el Nanga Parbat,
En la actualidad el Nanga tiene 9 rutas. aunque en esta ocasión no lo veamos (foto del autor)

La lluvia es débil pero


persistente, nadie queremos
verlo como augurio de los próxi-
mos días. Muy cerca de aquí,
pasado Juglot, hay un mojón
que señala el llamado junction
point, lugar donde se funden las
tres cordilleras más altas del
mundo, Himalaya, Karakorum e
Hindu Kush, justo cuando el río
Gilgit rinde sus aguas al Indo.

De nuevo estamos ante


una encrucijada, tanto de espa-
cio como de tiempo, ante uno
de esos momentos y en esos
lugares cuyo recuerdo debe
Aldea próxima al “junction point”, donde confluyen las tres cordilleras más tener preferente acomodo en
altas del mundo (foto del autor) las runas de nuestra memoria.

28
Estamos a 1.300 m y tenemos que pasar un puente para, abandonando el Gilgit, poder
seguir por la margen derecha del Indo, de este modo dejamos la KKH que une este país con el
gigante chino a través del Valle del Hunza, una carretera nueva sobre un camino de siglos, la otro-
ra transitada Ruta de la Seda. Es casi imposible pasar por aquí y no sentir esa fuerza telúrica que
imprime tan vasto lugar, transitado por tanta gente, de tantas culturas, durante tantas centurias,
atravesando estos paisajes vivos con estas montañas sujetas a imperceptible crecimiento. Cuánta
historia acumulada en estos parajes.

A partir de aquí y hasta Skardu, el cauce del Indo divide el Karakorum, margen por la que
vamos, y el Himalaya, la otra orilla del río.

Puente por el que se abandona la KKH y se sigue el Nuestro paso por Sassi es aprovechado para prestar ser-
curso del Indo (foto M. Maroto) vicios sanitarios a sus habitantes (foto del autor)

Desde la capital nos acompaña el LT Commander Muhammad Qadir Shafiq (Navy), que es
el llamado Oficial de Enlace, que es como “el ojo de Moscú” que pone el gobierno a todas las expe-
diciones y que las acompaña a lo largo de toda su andadura, incluso más arriba del Campo Base,
si tiene agallas para ello.

A las 9:50 pasamos por Hanuchal, otro pueblo oasis. Pasadas las 10 de la mañana tene-
mos una parada para descansar, estamos en otra aldea, se llama Sassi, y no sé cómo se entera
la gente de que llevamos médico, pero interviene a un chico, como de 14 ó 15 años, que lleva la
cara y un brazo quemados de aceite hirviendo. Mientras Jorge y Montse se ocupan de él, ya se
van aproximando otras personas, siempre hombres, claro, con distintos males; desde luego, pare-
cemos una ONG...

Por estos congostos va en ocasiones la pista espo- Es frecuente ver minas de piedras preciosas en lugares
sada al Indo, camino de Skardu (foto del autor) prácticamente inaccesibles (foto del autor)

Un incesante salpicar de aldeas va humanizando el paisaje Indo arriba, sus casas, sus gen-
tes, sus cultivos, sus aledaños barrancos que vierten sus turquesas aguas en las sucias del Indo
al que le rinden cuentas. Un Indo que se va abriendo paso por estas impresionantes gargantas.
Como turquesas son también, y topacios, y aguamarinas, y todo tipo de piedras preciosas las que
arrancan por aquí de las entrañas de esta estéril tierra a través de cantidades ingentes de cuevas
que van abriendo en las montañas, y a las que acceden a través de laberínticos caminos.
29
Es algo pasado el medio día cuan-
do llegamos a un lugar llamado Stak Nala
(1.780 m), situado junto a un más que
impetuoso barranco que rinde aquí mismo
sus bravísimas aguas al Indo. Al otro lado
de la carretera están terminando otro de
esos albergues gubernamentales del
PTDC, posicionados estratégicamente
para el turismo de montaña, y que sería
muchísimo de agradecer que a nuestra
vuelta nos pudiera acoger, porque, desde
luego, el adjetivo más bello que se merece
este sitio donde estamos es el de siniestro.
No en vano es aquí donde algunos entra-
mos sin ella y salimos con ella, y ese "ella"
no es ni más ni menos que una gastroen-
teritis que va a ser nuestra inseparable
compañera de viaje durante los próximos
8 ó 10 días. Viendo la cocina y sus opera- Entre risas y mugre, los cocineros de Stak Nala hacen chapa-
rios, no es para menos. ti junto al horno (foto J. Barba)

Como todo tiene su fin, esto también, son casi las 4 de la tarde cuando se termina el con-
gosto, ya que a través de un puente, llamado Baltistan (2.150 m), pasamos al otro lado del río, y
nos aproximamos a la inmensa llanura que forma el Indo a la altura casi ya de Skardu.

Nuestra vista, acostumbrada durante dos días a ver pasos congostos de ríos vibrantes y
jubilosos, no da crédito a lo que ve ahora, se trata de un enorme ensanche natural que acoge las
mansas aguas del río, como ajenas a la agitación que les espera a partir de ahora. Es un lugar
natural de una gran belleza y que viene a apaciguar nuestras almas de tanta vuelta y revuelta, de
tanto río encorsetado y de tanta estéril tierra que lo ve pasar con la altivez de un río que con sus
3.200 km de largo ostenta nombres como "El Río León", Lion River, en tibetano Sengge Chu o "El
Padre de los Ríos" The Father of Rivers, en pastún Abaseen.
Estamos a
2.200 m, muy
cerca ya de
Skardu, y se hace
parada obligato-
ria para contem-
plar con gran
admiración esta
tregua que nos
da el río, el singu-
lar espectáculo
de este lago de
origen glaciar,
enorme, precio-
so, calmo, como
Este impresionante ensanche del Indo ejerce sobre nosotros un efecto dilatador de difícil la vibración que
explicación (foto del autor) transmite.
Con muchas ganas ya de llegar, continuamos nuestro viaje aproximándonos ya cada vez
más a Skardu. Pasamos por pequeñas aldeas donde la gente menuda sale a la carretera a ofre-
cer sus mejores manjares, sus albaricoques. Se pasa por Shangrila Ressort, un lugar de vacacio-
nes para los más privilegiados del país; por la Cadet College Skardu, la universidad local; y por los
aeropuertos militar y civil de esta la capital del Baltistan.

30
Son las 5 de la tarde cuando tras casi las once horas que nos ha costado recorrer los tan
sólo 280 km que nos separan de Chilas, llegamos al hotel Concordia, a orillas y dominando todo
este tan vasto como sorprendente ensanche del río Indo. La tarde está preciosa, la cubierta de
nubes le da una luminosidad especial, y es algo que ya me había fascinado en fotografías.

Nos instalamos
y vamos a dar una vuel-
ta por la población para
mezclarnos con el pai-
sanaje, del que somos
capaces de disfrutar si
nos abstraemos de lo
que vemos a ras de
suelo, el caos y la
suciedad que reina en
las calles.

A la caída de la
tarde regresamos al
hotel, en cuyos jardines
nos preparan el bufet
Cualquier sensibilidad que se precie no puede quedar impasible ante la cautivado- de la cena. Otro
ra belleza que se abre ante nuestra vista (foto del autor) momento mágico.

Los paisanos ofrecen todo tipo de productos en El primer momento de respiro tras dos días por la agitada
improvisados puestos callejeros (foto del autor) KKH (foto del autor)

El día siguiente, jueves 29, es de merecido des-


canso, pero no por ello nos podemos dedicar al dolce far
niente. Por la mañana, y en presencia de Jaffer, el sirdar
que nos va a acompañar hasta el Campo Base de los
Gasherbrum, se lleva a cabo la pesada de los bultos.
Los responsables de la expedición, además, tienen que
supervisar en la sucursal de la agencia local las adquisi-
ciones para nuestro periplo por estas montañas. Pesadas para equiparar cargas (foto del autor)

Aprovechamos el resto de la mañana para asomarnos a ese incomparable escenario que


nos rodea. La panorámica desde esta atalaya es impresionante, las dilatadas orillas del río dan
esta apariencia de estuario un poco antes de que su bravura sea como una protesta ante la mon-
taña que le estrecha sus márgenes encorsetándolo en el fondo de ruidosos congostos. Las aguas
deben su tono arcilloso grisáceo al finísimo polvo que resulta de la erosión del glaciar, es la deno-
minada "harina de roca", que se mezcla con todos los sedimentos que arrastra a su paso.

31
Al mediodía nos cambiamos al
K2, un hotel ambientado en las activida-
des montañeras que mueven a las gen-
tes a venir por aquí. En sus habitaciones
se respira ese rancio sabor del pasado,
no cuesta mucho imaginar las andanzas
por aquí de esos precursores del himala-
yismo hace un buen puñado de lustros.
El cinturón que las separa de los amplios
jardines sobre la gran anchura del Indo,
es un pasillo acristalado de cuyas pare-
des cuelgan grandes paneles que alber-
gan los distintivos que cada una de las
expediciones ha ido poniendo en ellos a Recién llegados al hotel K2, cuyas instalaciones rezuman un
lo largo de los años. rancio sabor a pasado (foto del autor)

Asomándonos de nuevo al
río, vemos que una enorme monta-
ña negra surge por encima de estos
sedimentos y divide al río en dos,
con un fuerte militar que se funde
en el paisaje. Se trata de Karpochu,
que recuerda a los búnkers de
nuestro Pirineo, pero a lo bestia. Al
contrario que en nuestras monta-
ñas, que ya están en desuso, aquí,
la situación geográfica de esta
zona, tan próxima a territorio poco
amigo justifica su presencia. Fue
El fuerte Karpochu, que se funde en el paisaje, está camuflado en uno construido por Ali Sher Khan en el
de los puntos calientes del territorio (foto del autor) siglo XVII.

Tras la comida, sentados plácidamente en los jardines del hotel hablando de lo divino y de
lo humano, somos testigos de una espectacular tormenta de viento que levanta una enorme polva-
reda a su paso, formando unas gigantescas nubes de arena de las orillas del río. La tormenta deja
un ambiente especial, una luz especial, que todo lo invade, y a nosotros también.

Esta guisa tienen los escasísimos bares que hay en las En los puestos callejeros, se ofrecen los productos de
calles de Skardu (foto del autor) la tierra (foto del autor)

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Aprovechamos algunos para visitar el pequeño museo de forma piramidal que hay en los
jardines. Lo construyeron los italianos para conmemorar el cincuenta aniversario de la primera
ascensión al K2, ya que fueron sus compatriotas Achille Compagnoni y Lino Lacedelli quienes lo
consiguieron el 31 de julio de 1954. Se trata del segundo ocho mil del mundo, pero sin duda el más
bello y difícil. Haciendo un poco de historia diremos que en 1856 el Capitán británico T. Montgomery
topografió las cumbres del Karakorum y se catalogaron con el prefijo "K". Al cabo de 5 años, fue
otro equipo de ingleses quienes volvieron a levantar una carta topográfica, y al darse cuenta de que
era el segundo le llamaron K2.
Desde ese momento han sido
muchos los intentos de cambiarle el nom-
bre, porque los ingleses querían llamarle
Godwin-Austin, que fue el coronel que
comandaba este segundo grupo de geógra-
fos, pero los hindúes se opusieron rotunda-
mente. Años después, cuando se hizo ofi-
cialmente la numeración de todos los picos
del Himalaya, a éste le correspondía el K13,
pero la anterior nominación de K2 estaba ya
demasiado arraigada. Tampoco había tradi-
ción de nombre local, le intentaron poner el
Interior del singular museo del K2 en los jardines del hotel del de Dapsang, el de Akbar "Gran Montaña", y
mismo nombre (foto del autor) ha sido el baltí Chogori el más aceptado.

En 1892, de nuevo un británico, Martin Conway alcanzó por primera vez la base del pico, y
en 1909 la expedición italiana dirigida por el Duque de los Abruzzos, en su intento, identificó la aris-
ta sureste como la más directa para el ataque cimero, pero no pasaron de los 6.000 m. Ahora se
la conoce como el "espolón de los Abruzzos".

La conquista de la primera cumbre no estuvo exenta de polémica. Era una numerosa expe-
dición al mando del italiano Ardito Desio, y que entre otros componentes estaba el joven y poste-
riormente afamado Walter Bonatti, al que Compagnoni prefirió abandonar antes que arriesgar su
empresa cimera, lo que le hizo soportar un vivac al raso a 8.000 m. Esta violación del código de
ética en montaña fue el motivo de la denuncia que puso Bonatti al Club Alpino Italiano. Las públi-
cas disculpas no llegaron sino hasta 40 años más tarde, y Compagnoni a sus 80 años explotó en
cólera, pero ya nadie estaba dispuesto a escucharle porque su reputación se había perdido hacía
muchos años.

Otro madrugón nos asoma al viernes 30, un nuevo


día que nos va a llevar a Askole con la ayuda, esta vez, de
vehículos ligeros, cuyo vivo colorido contrasta con el auste-
ro gris del paisaje. Como si quisiéramos impregnarnos de
esta belleza, una nueva visita al mirador del hotel sobre el
Indo consigue que salgamos de este paraje embriagados de
un ambiente diáfano fruto de la frescura de la mañana y la
salida del sol, que nos indica el camino que vamos a reco-
rrer seguidamente.

Iniciamos nuestra marcha adentrándonos en el valle


del Shigar, en cuyo comienzo se hace obligatoria una para-
da para admirar, con visión global, todo este impresionante
estuario desde su formación, para continuar por el valle con
el río del mismo nombre, fruto de la unión de los ríos Basha,
que viene del glaciar Chogo Lungma, y el Braldo, que viene La caravana hace un alto antes de entrar
de los glaciares del Biafo y Baltoro. en el valle del Shigar (foto F. Val)

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Vamos ya hacia el reino de las montañas y empiezan a sorprendernos las enormes dimen-
siones; pasamos por varias aldeas, la más importante es Shigar, y la foto más común es la de los
chicos inusualmente pulcros y uniformados que van a la escuela, donde se imparte la enseñanza
al más viejo estilo coránico. También encontramos otros menos aseados, sin libros y sin uniforme,
y que ya empiezan el aprendizaje del vagabundeo por las calles. Fértiles vegas, árboles cargados
de fruta, en fin, un pequeño paraíso.

Chicos camino de la escuela (foto del autor) Aquí se les ve en la escuela coránica (foto S. Ramírez)

Pasadas las 9 de la mañana, llegamos a un nuevo control policial (2.600 m), donde se detie-
ne la caravana. Hace muy poco que hemos dejado el río Shigar, y ahora es el Braldo, que signifi-
ca "dispensador de fertilidad", el que estamos ascendiendo. Superados los trámites, continuamos
hasta Dashu (2.780 m), final del trayecto rodante hace diez años, lo que obligaba a comenzar la
primera jornada andando, hasta Askole. A pesar de la temprana hora, paramos a comer, lo que
hacemos en un agradable jardín con vista privilegiada a la cuenca del embravecido río y una vez
atravesada la inusualmente no muy sucia cocina. En un extremo de la alargada mesa, nos sorpren-
de una moderna vitrina exponiendo piedras preciosas de la zona.

Parada obligada en un puesto policial (foto del autor) Cocina de “autor” en Dashu (foto A. Santamaría)

No es todavía mediodía cuando retomamos


nuestra polvorienta ruta. El terreno por aquí es extre-
madamente árido, en cada revuelta que se da, y son
muchas, existe el riesgo real de salirse de la pista o
de que ceda hacia el vacío, hacia el río. Es un traza-
do muy joven, y por ello, como ocurre en los huma-
nos, muy inestable. Es una zona muy desértica y las
laderas muy pendientes; al no haber nada que reten-
ga la tierra, la infrecuente lluvia hace que la arrastre,
cortando el paso con mucha facilidad. La KKH es real-
mente una autopista en comparación con esto, que La aridez y la inestabilidad son los protagonistas
pone a prueba nuestro temple permanentemente. de este tramo del valle del Braldo (foto del autor)

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A las 13:30, hemos de atravesar un puente para situarnos en la margen derecha, desde
donde se gana altura, para con un nuevo acto de fe en estos rodantes y en sus avezados chófe-
res, alcanzar el altiplano donde pasadas las dos de la tarde, por fin, nuestros huesos salen de los
vehículos para no volver a entrar en ellos hasta pasados 13 días.

Continuamente nos enfrentamos a situacio- Puente sobre el Braldo, cerca Vertiginosa cuesta para llegar a la
nes de este tipo (foto del autor) ya de Askole (foto del autor) llanura de Askole (foto del autor)

Estos últimos 45 minutos, desde el puente, son verdaderamente terroríficos, han sido el
colofón de tres días realmente insufribles; la subida a este altiplano donde está Askole ha sido una
sucesión de lazadas muy, pero que muy pendientes, sobre un piso que parece que va a desapa-
recer bajo tus pies, y que en cada curva hay que hacer maniobra para poderla tomar. Al llegar arri-
ba, la distancia que hay hasta la población, está plagada de enormes baches que agitan bien nues-
tros maltrechos cuerpos. Esto sólo se ve compensado por el cambio del entorno visual, que ha
pasado de los áridos paisajes a estar rodeados de verdes campos de mijo.

Finalmente es agradable ver que llegamos


a sitio civilizado, aunque muy remoto, cuya arqui-
tectura sólo depende del terreno. Son casas rudi-
mentarias, de piedra, adobes y madera, sin
cemento ni ladrillos, y con planos tejados aparen-
temente incapaces de soportar la nieve que reco-
gen durante varios meses al año. A la entrada,
unas eras albergan nuestro campamento, nuestro
hogar de frágil tela, que de forma itinerante, nos Nuestra primera acampada tiene lugar en la remota
acogerá durante las próximas jornadas. aldea de Askole (foto del autor)

A partir de ahora comienza el trabajo de Jaffer, nuestro sirdar, que empieza ya a organizar
a los baltís, por docenas en los alrededores, y que componen una monótona sinfonía de tristes
semblantes y homogéneas vestimentas. Ésta se llama shalwar kamís, y consiste en unos amplios
pantalones largos y una camisola de manga larga que les llega hasta las rodillas, siempre con esos
colores oscuros, bien en tonos marrones o preferente-
mente grises, pero todos con algo en común, la gran can-
tidad de mugre que llevan encima. Son de una etnia que
ocupa la cuenca de Skardu sobreviviendo gracias a una
agricultura familiar y que ayudan con este duro trabajo a
engrosar las arcas familiares. Son hombres extraordina-
riamente fuertes, capaces de transportar pesadas cargas
durante muchas horas a gran altura, pagando estos
esfuerzos en forma de envejecimiento prematuro. Son
alegres y cordiales. Algunos occidentales son de la opi-
nión de que el contacto con nuestra cultura, con nuestro
monedero, está minando su modo de vida, y otros opinan
que sin el turismo el pueblo baltí estaría condenado a la
Organizando a los baltís para el reparto de las
miseria. La convivencia intensa durante dos semanas
cargas (foto del autor) enseña que los juicios simplistas son peligrosos.

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El momento es importante, porque marca un antes y un después, marca la frontera entre las
ruedas y las piernas, nos indica que esta noche va a ser la primera de una sucesión de ellas en las
que vamos a dormir bajo unas lonas por techo.

No cabe duda de que el impacto es grande, el escenario ha mutado radicalmente y es


importante que nos vayamos haciendo pronto a todos los cambios. La calidad de las condiciones
entre las que nos movemos se ha deteriorado drásticamente. Además de las tiendas que van a
albergarnos, están también las colectivas, es decir, las cocinas y las de comedor, que hay dos jue-
gos, de modo que se puedan separar a nuestra vuelta. El primer contacto con estas últimas es para
tomar el primer green tea, como se llama por aquí, y que va a ser compañero infatigable de viaje.

A las 16:30 el comienzo de la caída de la


tarde y los 3.100 m de altitud ya aconsejan poner-
nos más ropa de abrigo. Se cierra más el cielo y
comienza a regalarnos unas gotas de lluvia, que
al menos matan el inclemente polvo.

Esta remota aldea tiene en torno a 600


habitantes, de los que casi la mitad son niños,
estando escolarizados escasamente 100. Es a los
pequeños, escolarizados o no, a quienes dedica-
mos la tarde. Parecemos los Reyes Magos del
Baltistan llevando a cuestas hasta la escuela
enormes bultos que contienen más de 100 pren-
das, jerséis y anoraks en desuso, pero sin estre-
nar, donadas por el Candanchú Esquí Club. La
escena es de foto de la National Geographic, la
terrible diferencia entre ambos mundos se queda
patente en una convocatoria de este tipo, mien-
tras que en Occidente nadamos en la abundancia,
y gran parte de las enfermedades que tenemos
son por eso, en el llamado tercer mundo lo hacen
en la miseria y en las carencias, y también gran
parte de las enfermedades que tienen son por
eso. Ahora hagamos otro planteamiento, seguro
que nuestro bienestar no depende de su actitud Reparto de prendas en la escuela de Askole (fotos J.
hacia nosotros, pero… y ¿a la inversa? Barba y J.R. Pueyo)

Diversas y duras escenas de la desoladora amargura de estos chicos de Askole, que difícilmente se va a ver palia-
da por muchas cosas que se les lleven (fotos J. Barba y L. Rodríguez)

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¡Cuánto nos falta a los humanos! ¡Cuántas veces tendremos que pasar por todo esto!
¡Cómo hacer comprender a la humanidad que tiene que volver la vista a la Naturaleza y su
Sabiduría! ¡Cómo hacer entender que lo principal es preservar la Vida, cuya enseñanza sólo está
en El Gran Libro de la Naturaleza Viviente! Indudablemente estamos en el lento y tortuso camino.

La subida por el Indo y el Braldo ha sido como una peregrinación a las fuentes.

Es tanto lo que hay que hacer por ellos que este tipo de Con algunos de los chicos agraciados en el repar-
cosas se queda en una insignificancia (foto S. Ramírez) to (foto A. Santamaría)

Bueno, se acabaron los 7 días volando y rodando, y estamos todos como potrillos desbo-
cados esperando comenzar la marcha. A partir de mañana vamos a ser nosotros mismos frente a
la montaña, vamos a ser nosotros mismos quienes tenemos que dar la talla. Finaliza uno de los
días, el que más hasta ahora, de emociones encontradas, de emociones fuertes, de emociones
que se quedan pegadas en la retina, en las neuronas y en el corazón, y que es de desear que no
se despeguen jamás para que sigan agitando y conmoviendo nuestras acomodadas conciencias.

Finaliza el día, decimos, pasado en un pueblo de los confines del Karakorum, quizá el más
alejado, quizá el más dejado, quizá uno de tantos como habrá por estas montañas, pero que ha
tenido no sé si la suerte o no de que gracias al turismo de montaña, han alargado una peligrosa y
precaria pista para llegar hasta él, y poder dar a conocer de este modo la vergonzante miseria
humana a la que unas personas se ven sometidas a causa de otras. Finaliza el día con la cena a
las 8:30, la primera de campaña, y acostándonos a continuación, aunque la cabeza todavía sigue
en ese incesante y agitado carrusel a que se ve abocada por las intensas emociones. Mañana,
Dios dirá.

La dura vida de estas gentes y el hostil medio, combina- El mimetismo hecho retrato desde la más tierna
ción perfecta para una vejez prematura (foto J. Barba) infancia (foto J.R. Pueyo)

37
CAPÍTULO VI (1 a 8 de Julio)
MARCHA DE APROXIMACIÓN
Askole a Paiyu y Glaciar del Baltoro
Condordia y llegada al Campo Base de los Gasherbrum

El siguiente día, 1 de julio, amanece lloviendo, y lo ha estado haciendo intermitentemen-


te a lo largo de la noche, una noche rasgada por los cantos islámicos, que se han oído llegar desde
varios lugares, cantos incesantes, cantos que sobrecogen el silencio y quietud de la noche baltí.
La alternancia entre los momentos de sueño y de vigilia nos lleva hasta las 6 de la mañana, cuan-
do Jaffer, entre la fina y persistente lluvia, nos anuncia que hay que levantarse.

Lo más próximo que vemos es toda


la carga preparada y casi 200 porteadores
alrededor de ella. Llega la hora de la ver-
dad, son las 7h 10' de la mañana del sába-
do día 1 de julio cuando arrancamos nues-
tra marcha. La gran maquinaria de la expe-
dición y acompañamiento, sin más ayuda
que la de sus propias piernas, se pone en
marcha. La mañana, refrescada por la fina
lluvia, parece ideal para comenzar a reco-
rrerla poniendo tierra de por medio con esta
pequeña aldea, la última que vamos a pasar
Jaffer imparte las últimas instrucciones a los porteadores hasta el regreso por el vecino valle de
antes de comenzar la primera jornada (foto P. Montón) Hushe.

Se sigue hacia el este valle arriba, las laderas son impresionantes, al fondo de ellas, el
Braldo, con su incesante rugir debido a la cantidad de enormes piedras que lleva en sus tripas y
que arrastra a su paso. La lluvia sigue siendo intermitente y débil. El camino está intercalado de
roquedos y tramos suaves, arenosos. Asistimos a la formación del río Braldo, beneficiado por el
Biafo, que viene del glaciar del mismo nombre, y el Biaho, que viene del glaciar del Baltoro, y es
hasta el que llegaremos dentro de unos días. Pasadas las 10 de la mañana llegamos a unas expla-
nadas cercanas al destacamento militar de Korofong (3.150 m), donde paramos a comer. Se trata
de un oasis vegetal en medio de un tirano mundo mineral en la misma desembocadura del valle
que viene del Biafo, que como decimos es otro de los inmensos glaciares de estas montañas.

Sólo admiración y respeto es lo que se siente al pasar Un rosal silvestre jalona el camino viendo pasar miles
por estos caminos milenarios (foto J. Barba) de porteadores todas las temporadas (foto J. Barba)

38
Al mediodía, con un calor asfixiante y unas tripas difíciles de soportar, dejamos este lugar
para continuar nuestro viaje, no sólo simbólico, junto al Biaho, que nos lleva hasta la desemboca-
dura del Domurdo, un gran río que viene del glaciar Panmah. Es por aquí donde hace años exis-
tía un jaulón a modo de tirolina que permitía pasar el río; por estas tierras ese artefacto se llama
jola, y debe ser por eso que el lugar a donde vamos a acampar esta noche, cercano a donde nos
encontramos, se llama Jula, y así figura en el portalón de entrada que veremos, pero en realidad,
en toda la literatura consultada, a esto le llaman Domurdo, como el río.
El no existir el artilugio nos obli-
ga a adentrarnos en este valle, y el
cambio de orientación nos favorece
unas apreciadas sombras que mitigan
nuestro calor. Nadie dice nada, pero se
ve en las caras, el cansancio es gene-
ral, el calor es aplanador, el peso de las
mochilas es demoledor. El contrapunto
a nuestra fatiga lo dan los porteadores,
que con el doble o triple de peso que
nosotros y con infinitamente peores
medios materiales que nosotros, nos
adelantan como si tal cosa. Vemos a
algunos haciendo su chapati en unas
La autosuficiencia de esta gente no deja de asombrarnos a cada
piedras planas. Es evidente, no esta- momento. En cualquier lugar se acomodan para hacerse su cha-
mos en nuestro medio. pati (foto J. Barba)

Continuamos nuestro camino subiendo el Domurdo con sus apresuradas aguas, cuando
vemos, al otro lado del río, el lugar de acampada, pero tenemos que seguir hacia arriba como casi
media hora más, para pasar un puente y volver a bajar durante ese mismo tiempo, y llegar a
Campo Jula. El calor sigue siendo insufrible, y ha hecho mella en algunos de nosotros, pero ya
tenemos las tiendas montadas y podemos ir acomodándonos para descansar un poco. Cuando
conseguimos recolocarnos las neuronas lo que vemos es un lugar acondicionado para acampada,
con unas terrazas donde se colocan las tiendas, y un poco más abajo unos lavabos y unas cabi-
nas, letrinas unas, y duchas otras, que para su empleo hay un gran barreño, que hay que llenarlo
de agua, y una jarra para echártela por encima. El agua está francamente helada, pero es el único
modo para quitarse el muermo de encima.

Jan siempre acompañado de sus dos mejores Hace unos años, las acampadas eran verdaderos estercoleros.
armas, su piolet y su sonrisa (foto L. Rodríguez) Campo Jula en la desembocadura del Domurdo (foto del autor)

Con una merienda "spanish" nos quitamos la morriña. Una fría noche que comienza, hace
de nexo entre este día ya agónico, primera fatigosa jornada, y el de mañana, que nos va a llevar
hasta la mismísima entrada del Baltoro.
39
El domingo 2 de Julio comienza para nosotros a las 5 de la madrugada que amanecemos,
y tras el desayuno y arreglo de mochila, continúa nuestro impenitente discurrir por estos valles.
Comenzamos acompañando al Domurdo en sus últimas centenas de metros hasta alcanzar el
Biaho, donde se entrega, y al que no vamos a abandonar hasta su mismísimo nacimiento. La lle-
gada a Bardumal está marcada por el paso de algunos porteadores que llevan atada una preciosa
cabra que tiene las horas contadas. Conforme vamos ganando altura, nos vamos acercando a la
inestabilidad que se va creando en la atmósfera, tanto es así, que tenemos que soportar una lige-
ra lluvia traída por el fuerte viento que llevamos de cola.
El trazado del camino es muy variado,
igual pasamos suaves tramos arenosos junto al
río, como agrestes remontes de roca que hay que
descenderlos a continuación. El devenir de los
caprichosos nubarrones nos deja entrever por
nuestra izquierda unas afiladas crestas, son los
roquedos que sustentan el soberbio pico de Paiyu
(6.610 m). Finalmente, son cerca de las once y
media, cuando oculto tras una colina aparece a
nuestra vista el Campo Paiyu, que en baltí signifi-
ca "sal", una zona de acampada similar a la de
Jula. Es un jardín inexplicable formado por suce-
sivas terrazas arboladas que riega un, eso sí,
menos paradisíaco y maloliente arroyo. El río,
Nuestros inseparables compañeros de viaje, los baltís, 200 metros más abajo, ofrece la posibilidad de
transportando nuestras pesadas cargas (foto J. Barba) buenos y gélidos baños.

Ya estamos en este lugar, en esta avanzadilla del helado Baltoro, que no sin cierta ironía
significa "cuerno de la abundancia". Si se puede hablar de fronteras en esta tierra descarnada,
estamos en lo que se podría decir, la muga entre la vida y lo yermo, aunque en la Creación nada
hay sin vida, cada uno de los tres reinos de la naturaleza, el animal, el vegetal y el mineral, son dis-
tintas manifestaciones de vida, a distinto ritmo, con su distinto latir, pero vida al fin y al cabo.

Vamos llegando escalonadamente, ya


se empieza a ver el distinto ritmo de unos y
otros, que es de esperar no se acreciente en
las próximas jornadas. Nos precede una expe-
dición austriaca, que está en su día de des-
canso. Esto es enormemente bello, grandiosa-
mente bello, alocadamente bello, arrebatado-
ramente bello, se siente uno verdaderamente
privilegiado estando aquí con semejante patio
enfrente, un enorme derroche de grandeza y
de belleza. Ya vemos la sucia lengua del Baltoro (foto L. Rodríguez)

Baltí en un descanso Nada se resiste al tiempo y a la soledad Con su peculiar postura, los baltís son testi-
(foto L. Rodríguez) (foto L. Rodríguez) gos de nuestras andanzas (foto S. Ramírez)

40
Tenemos enfrente las estribacio-
nes del majestuoso Masherbrum (7.821
m), cuyo nombre deriva de Mashadar
Brum, Masha, reina y Brum, montaña.
Fue ascendido por vez primera en 1960
por George Bell y Willi Unsoeld. Esta
cumbre fue denominada inicialmente K1
por Thomas Montgomerie, Teniente de la
British Royal Engineers. Entre el pie de
este gran macizo y nosotros, el Bihao,
que aun recién nacido del mismísimo gla-
ciar del Baltoro, conforma un enorme
estuario, con su fondo arenoso por el que
discurren numerosos brazos. Nubes van Privilegiada vista del hermoso macizo del Masherbrum desde
y vienen dejando nieve en las alturas. Paiyu (foto J.R. Pueyo)

Desde donde estamos se ve la terminación de la lengua glaciar del Baltoro, se ve muy sucio
el hielo, todo cubierto de tierra, de cuyo fondo sale el agua que da vida a este río. Los innumera-
bles matices con que el cielo y sus caprichosas nubes nos cubren, y su reflejo en las Torres del
Trango, son realmente cautivadores. Se siente en este lugar algo muy especial, como una carga
telúrica muy fuerte, todo son vértices, crestas, aristas, picos, torres, agujas, se ve que son monta-
ñas jóvenes, poco castigadas todavía por la erosión eólica, y que están aquí, como recién llegadas
implorando algo de las alturas, como antenas que se dirigen al infinito. Algo de todo esto debe de
estar en la cabeza de algún paisano que encarándose, aquí hacia el sur, dirige a La Meca sus rei-
terados movimientos de oración.

Enihestas cumbres se alzan al cielo en estas jóvenes El mastodóntico glaciar del Baltoro se yergue amena-
montañas del Karakorum (foto L. Rodríguez) zante ante nosotros (foto F. Val)

Tras la cena se impone un delicioso paseo con la luna a medio crecer, disfrutando de nues-
tra pequeñez ante la grandiosidad del entorno y de la bóveda celeste, rasa tras el chaparrazo de
agua que ha caído durante la cena. La paz, la serenidad, la pureza que se respiran son algo indes-
criptibles, es un momento mágico. El silencio de la noche es roto únicamente por el alboroto de los
porteadores del grupo de los austriacos, que con cantos y bailes están haciendo su fiesta ritual que-
riendo festejar la llegada hasta aquí, queriendo pedir la mejor fortuna para las siguientes jornadas
por este mundo de hielo, por esta zona tan inhóspita que nos espera. Es una fiesta entre pagana
y religiosa, en la que se despiden de los árboles y de la vegetación. Todo es alegría y alborozo,
cantan y bailan acompasados por los golpes propinados a unos huecos bidones, que suenan en el
ambiente como duros aldabonazos, preludio del duro trabajo que se nos avecina. Son cantos gra-
ves, solemnes, que sobrecogen el alma en la oscuridad de la noche. Como parte de todo ese ritual,
hoy han sacrificado y se han comido las cabras que han traído hasta aquí.

41
Ayer le tocó el día de descanso a la expe-
dición que nos precede, a los austriacos y a todo
su séquito de porteadores. Apenas ha amanecido
este lunes 3 cuando la mañana se ve envuelta en
un jaleo de voces, en un trasiego de ir y venir de
gente, en un sólo aparente caos. Se marcha la
expedición austriaca bajo un cielo despejado con
ausencia de esas nubes que con sus juegos de
luces y sombras le dan un aspecto mágico.
Ambientados por la cálida luz de la mañana, es
un espectáculo ver desfilar a docenas y docenas
de porteadores, vestidos de su guisa típica y
cubiertos por andrajosas prendas de abrigo, tras
haberse asegurado la buena sujeción de la carga
en sus rudimentarios bastidores, unos metálicos,
otros de madera, que con su aparente fragilidad
tienen la robustez suficiente para albergar tan Disfrutando del merecido día de descanso en Campo
pesado cargamento. Paiyu (foto L. Rodríguez)

Es un festival de contrastes ver salir al mismo


tiempo a los occidentales con su buen equipo, sus
buenas botas, versus los orientales, con sus andrajo-
sas vestimentas y sus sandalias o zapatillas de plás-
tico y sin calcetines la mayoría. Unos con su buena
equipación, y los otros… unos con sus buenas
mochilas llevando sus 8 ó 10 kilos, y los otros… unos
con sus buenas gafas y sus cremas solares, y los
otros…

Cuando ya han marchado la mayoría con sus


cargas, otros se quedan a desmontar las tiendas. Es
increíble ver cómo en el aparente caos son como
El escaso confort que disfrutamos depende de hormigas, todos saben lo que tienen que hacer… y lo
una meticulosa organización (foto del autor) hacen.

Hoy es el décimo día de viaje,


lejanos quedaron atrás los vuelos a
Londres y a Rawalpindi, los días en esa
ciudad y en Islamabad, los transportes
rodados cada vez más capilares y arries-
gados, incluso atrás quedaron también
las dos primeras jornadas de marcha, las
dos primeras jornadas de aproximación
por nuestros propios medios. Ingenios de los baltís para vivaquear (foto del autor)

Hoy es nuestro primer día de descanso, es como un día de refle-


xión antes de entrar en el gigante, antes de ser engullidos por esta
gigantesca lengua helada de millones de toneladas de hielo y detritos
que conforman el Baltoro, antes de entrar en este fabuloso mundo, en
el milenario reino pétreo y gélido, en el verdadero y sagrado reino de
las montañas. Vamos a formar parte de ese numerosísimo grupo huma-
no (el año pasado más de 25.000 personas) que en un acto mercanti-
lista, y por ende voraz, desacraliza todo lo que encuentra a su paso. Es
una sensación agridulce, de falsa conquista, es una desazón que no te Manifestación de la incipien-
hace sentir del todo a gusto, pero, por otra parte, hay que ser conscien- te flora del lugar (foto P.
tes de que es el único medio para estar aquí. Montón)

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Hoy es un día de descanso activo, el grupo va a realizar una incursión por la falda de la mon-
taña que nos alberga, hasta alcanzar la cota de los 4.000 metros, y permanecer allí alrededor de
una hora, que vendrá bien para la aclimatación; aunque no todos hemos subido, que los que esta-
mos algo tocados ya por los cada vez más agudizados males de estas tierras, nos hemos queda-
do en el campamento.

Antes de salir el grueso del


grupo, los paisanos proceden al ritual
del sacrificio de los animales que han
traído hasta aquí previo al reparto de
lo que sería ese aporte extra antes
de ese, también, desgaste extra que
suponen las andanzas durante varios
días por el glaciar. Es inevitable la
reflexión de que no somos tan distin-
tos.

Al mediodía llega una expedi-


ción de alemanes, cuyos escasos
miembros quieren batir un record, y
es el de bajar esquiando el G-II.
Desde luego, todo es respetable,
pero la montaña también.

Un nuevo hito comienza


mañana, la entrada en el glaciar, es
por eso que la sobremesa se torna
didáctica al tener que empaparnos de
Las Torres del Trango embellecidas con un cautivador juego de
luces y sombras que dejan a su paso las nubes en esta tarde baltí
todo lo que se espera de nosotros,
(foto del autor) que como veremos, es mucho.

Todo aquí adquiere unas


dimensiones espectaculares, los
conceptos espacio y tiempo
adquieren otra perspectiva muy
distinta a la que estamos acos-
tumbrados a manejar. La logísti-
ca también es muy peculiar,
nada que ver con la convencio-
nal a la que presto mis servicios
profesionales. Una vez llegados
al Campo Base, los porteadores
de la expedición, más de 150, se
volverán de vacío y sólo se que-
darán los nuestros, unos 30 ó
35; los equipos humanos y
Por aquí todo está sobredimensionado. Este es el espectacular nacimien-
materiales de cocina y comedor
to del río Biaho de la mismísima morrena terminal del glaciar del Baltoro
se dividirán para los dos grupos, (foto del autor)
y en vísperas del regreso de la
expedición, en torno al 10 de El resto de la tarde la pasamos dejando transcurrir el
Agosto, los miembros de la tiempo sin otro quehacer que el de contemplar con gran admi-
misma tendrán que llamar para ración todo lo que nos rodea. Tras la cena y el paseo acudimos
pedir los porteadores con los a la fiesta de nuestros porteadores, que vista la de ayer, vista la
que poder volver con todo el de hoy. Pronto a dormir, que mañana tenemos una nueva etapa
material que les quede a ellos. de esta apasionante aventura.
43
El martes 4 amanece muy nublado, de nuevo el caprichoso deambular de las nubes con-
fieren ese juego de luces y sombras tan característico por aquí y que dan ese aspecto mágico a la
bóveda celeste. Nos levantamos pronto, es una dura jornada la que media hasta nuestro destino
de hoy, Urdukas. A las 5:30 salimos de este tan extraño como agradable lugar. Una hora de andar
nos sitúa en la base de esta enorme lengua glaciar, que tenemos que remontar para emplazarnos
de lleno en el lado derecho de la morrena central.

Es nuestro primer contacto


directo con estos hielos perpetuos,
aunque realmente casi todo el tiempo
vamos por encima del detritus que
imperceptiblemente va arrastrando
valle abajo con él. Tras una breve
parada en Liligo para reponer fuerzas,
continuamos sumidos, ya por la morre-
na lateral izquierda del glaciar, en un
pertinaz sube y baja que endurece
brutalmente la ya cansina marcha por
esta ascensión, en la que vamos atra-
vesando los glaciares que bajan del
Con esta risa floja tratamos de contener nuestras emociones antes macizo del Masherbrum que vierten
de dejarnos engullir por el gran gigante (foto del autor) aquí, en Baltoro.

Atrás queda el Pico Paiyu (6.610 m) cuando se va abriendo nuestra vista a la Torre Uli Biaho
(6.417 m), la Gran Torre del Trango (6.286 m), la Torre sin Nombre (6.248 m), las Catedrales de la
Tierra (5.828 m) y las Agujas Lobsang (5.707 m)

Acompañados a tramos por el cable


que va uniendo los destacamentos milita-
res extendidos a lo largo del glaciar, llega-
mos a uno de ellos, que está debajo mismo
del nuestro, al que tenemos que encara-
marnos a través de una vertiginosa cuesta
para alcanzar los 4.000 metros de altitud.
Estamos en una inesperada zona herbosa
y polvorienta, la última hasta dentro de
muchos días, sobre unas increíbles terra-
zas colgadas, un lugar llamado Urdukas,
Conforme avanzamos por el Baltoro se va abriendo ante nos-
que en baltí significa "rocas caídas", otra otros la grandiosa espectacularidad de sus centinelas. Las
zona de acampada del MGPO. Torres del Trango y Las Catedrales de la Tierra (foto del autor)

Es un rincón remoto y excesivo que repite con cada uno de nosotros el milagro de hacer-
nos sentir el primer humano que lo transita, que aunque todos sabemos que no es así, la pureza
con que nos acoge reafirma lo primero.
Son las 14:10 cuando llegamos a este lugar con una ubicación
increíble, debajo mismo del Masherbrum (7.821 m, alcanzados por vez
primera en 1960), es una atalaya impresionante sobre el Baltoro y todos
los centinelas que lo custodian, destacando, la Torre Muztagh, algo lejana
de su pico homónimo el Muztagh Ata, que está situado en China, a pocos
kilómetros de la frontera con Pakistán y muy cerca de la KKH. De 7.546
metros, es el 47 de altura en el mundo, y fue ascendido con éxito por pri-
mera vez, también en 1956, por una expedición chino-soviética. Se suele
utilizar como campo de entrenamiento para la ascensión al Everest, y su
Breve parada en Liligo trazado e innivación permiten descenderlo esquiando. Su nombre signifi-
(foto del autor) ca "Padre de los Hielos".
44
Pero volvamos a este lugar en el que tendremos que disfrutar de la escasa vegetación por-
que será la última que veremos en unos cuantos días, aunque no sólo hay verde, también el ocre
del polvo está presente. Es una auténtica desolación, tras la dura etapa de hoy tener que dar con
nuestros maltrechos huesos en un lugar de cuyo suelo sólo de mirarlo sale un polvo que todo lo
invade... hay que tener un cuidado exquisito para moverse por este lugar.

Ha sido una larga y espectacular


etapa que transcurre íntegramente sobre el
hielo del glaciar que no vemos casi nunca
porque está bajo una gran capa de derru-
bios. Es un largo y ancho corredor flanquea-
do por las montañas más luminosas y esbel-
tas del planeta. Hemos abordado el glaciar
por su derecha, cruzado toda la morrena
central y nos hemos encaramado a la
izquierda para llegar a este lugar que deja
con la boca abierta ante el grandioso espec-
táculo que nos ofrece. Este glaciar es un
Es frecuente toparse con animales de carga que abastecen auténtico caos de hielo y rocas, de emergen-
los diferentes destacamentos militares repartidos por el tes masas de hielo y de detritus que va arras-
glaciar (foto del autor) trando este grandioso y vivo río helado.

Los porteadores acaban de llegar y se instalan las últimas tiendas entre grandes bloques de
piedras, entre los que encontramos dos curiosidades. Por un lado, hay una placa con un poema en
honor de Hermann Buhl, nacido en Innsbruck en 1924, un pionero himalayista que conquistó el
Nanga Parbat y el Broad Peak. La otra es una fisura de Vº que escaló Walter Bonatti en 1954 cuan-
do vino por aquí acompañando a una expedición italiana.

Las Catedrales de la Tierra desde Urdukas (foto del autor) Glaciar del Masherbrum en Urdukas (foto del autor)

Tarde borrascosa sobre el Trango (foto del autor) Campo Urdukas (foto F. Val)

La tarde, como las precedentes, va trayendo nubes que van tiñendo los cielos baltís, cielos
del Trango, cielos de Las Catedrales, cielos en definitiva que nos son familiares, pero que no dejan
de sorprendernos por su espectacularidad, por sus juegos de luces y sombras que les confieren un
aspecto irreal y fantástico.
45
Mis agitadas tripas no me dejan disfrutar de la fría y serena noche, que nos trae, el miérco-
les 5, un limpio amanecer que cubre con su puro manto todo lo que nos rodea. A nuestros pies
sigue imperturbable esa gran masa de hielo y rocas que, en el terreno de lo épico, parafraseando
a John Cleare, "se puede decir que más allá de Urdukas el glaciar parece irreal, un sueño de mon-
tañas estilizadas de algún arquitecto loco. Una perfecta avenida de unos dos kilómetros de anchu-
ra se extiende hacia el horizonte bordeada por filas de picos empinados llenos de hielo; un núme-
ro incontable de contrafuertes separados por colgantes glaciares afluentes, jalonan sin cesar el
único e irrepetible Baltoro".
Nada más salir del recinto nos sorprende un
pequeño cementerio de porteadores. El camino nos
lleva de nuevo a esta gran avenida helada, con su
continuo sube y baja, verdadero rompe piernas, que
incorpora elementos nuevos, ya que comenzamos a
tener que sortear grandes rocas y emergentes moles
de hielo vivo y alguna que otra grieta, así como tam-
bién algún destacamento militar. A pesar de todo, se
va notando nuestro progresivo avance, vamos dejan-
do atrás los grandes macizos del Trango y
Cementerio de porteadores a la salida de Catedrales, fijando nuestra vista ya en la impresio-
Urdukas (foto A. Santamaría) nante mole del G-IV que tenemos delante.

Tras cinco horas y media de marcha, es


mediodía cuando llegamos al final de la jornada de
hoy. Estamos en Goro II, y le llaman campamento
por ser un lugar donde se acampa, pero realmente
es un sitio, como otro cualquiera en medio del gla-
ciar, lleno de grandes lajas que tienes que ir acomo-
dando con las manos antes que hacerlo con los
riñones una vez dentro del saco. Conforme vamos
llegando, nos vamos agrupando, y refugiados del
impenitente sol en nuestros flamantes paraguas,
esperamos a que los paisanos acaben de llegar y
de montar las tiendas. Mientras tanto, como viene
siendo habitual hay que dejar pasar más de una
hora hasta que se siente uno persona de nuevo,
porque acucia la sensación de ser un cuerpo que se A medida que vamos ascendiendo el Baltoro, se
arrastra por el glaciar con dos piernas sin saber abren ante nosotros sus enormes y bellos contra-
cómo le sostienen y le llevan. fuertes (foto del autor)

Contemplación, comida y más contemplación.


No sin razón le llaman a todo esto "Las Montañas de la
Luz". Es realmente cautivador, mires a donde mires
estamos rodeados de un verdadero caos de hielo y roca
en imperceptible pero continuo movimiento. Grandes
pináculos de hielo emergen de los detritus y forman
caprichosas concavidades erosionadas por el rápido
fluir de límpidas corrientes de gélidas aguas.

Todo esto tiene un componente mágico, un com-


ponente místico, imposible de eludir aun teniendo la
cabeza ocupada en perecederos asuntos. Te asaltan
sensaciones de admiración, reconocimiento y agradeci-
miento por todo lo que te rodea; la pureza se respira, se
Panorámica de Goro II con sus soberbios ve, se palpa, es un auténtico paraíso, inhóspito, poco
alrededores (fotos F. Val) amigable al ser humano, pero paraíso al fin y al cabo.

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Antes de cenar asistimos a un episodio de los que sería mejor no empañar ningún diario.
Vemos aparecer por el recinto a tres o cuatro porteadores, uno de ellos hermano llorando a lágri-
ma viva, que traen a cuestas y como pueden a otro, que era porteador de altura de una expedición
polaca y una piedra le ha destrozado la pierna en el Campo I del Broad Peak. Estamos hablando
de que hace tres días que le ha pasado el accidente, y desde entonces no han hecho otra cosa
que bajarlo glaciar abajo.

Episodios como este hacen reflexionar sobre lo poco que vale la vida por aquí. En ambas fotos podemos ver el
antes y el después tras una magistral intervención de nuestro equipo sanitario (fotos A. Santamaría)

Pertenecía a un grupo expedicionario,


que lo único que han hecho por él ha sido
una cura de urgencia en tibia y peroné que
lleva rotos. Jorge y Montse, nuestros sanita-
rios, se han tenido que emplear a fondo con
él. Le levantan la precaria cura que lleva y
con la mayor delicadeza le desinfectan bien
la herida abierta y se la vuelven a vendar,
usando una esterilla doblada para entablillar Aspecto del interior de la tienda comedor en uno de los
y de ese modo inmovilizarle la pierna. momentos de descanso (foto A. Santamaría)

Una vez atendida la urgencia, se


plantea qué hacer con él. Tras infructuo-
sas gestiones telefónicas, primero del
Enlace con su Gobierno, luego por nues-
tra parte con el Embajador para que
hable con el polaco, y al final nadie
resuelve la papeleta y no queda otra
opción que acogerlo nosotros. Es en
estos momentos cuando te das cuenta
de lo poco que vale la vida por estos
pagos. Finalmente se decide albergarlo
esta noche en una de nuestras tiendas
de campaña y pagar a los porteadores
que lo llevaban para que mañana reini-
cien la marcha con él hasta Askole.
Estamos hablando de otras cuatro jorna-
das a cuestas, pero al menos ahora está
Belleza en la decrepitud. Con este sol acariciando la cima del
G-IV se despide la tarde en el corazón del Baltoro (foto J. Barba) mejor curada e inmovilizada la pierna.

Estos intensos momentos dan paso al crepúsculo. La noche viene precedida de la conmo-
vedora vista del último rayo de sol reflejado en la cumbre trapezoidal del G-IV.
47
En el frío arranque de esta nueva jornada, las 6 de la mañana del jueves 6, somos mudos
testigos de la marcha del porteador asistido ayer, llevado en camilla por sus compañeros. En segui-
da vienen a la cabeza todas las reflexiones cerradas ayer en falso, reflexiones que por más que te
empeñes, no ayudan a entender la situación de abandono que tiene esta gente, lo poco que vale
la vida por aquí. De nuevo emociones fuertes, humedad en los ojos.
Nos ponemos en marcha, y una sinfonía de hielo y roca se
va alternando en el glaciar; poco a poco nos vamos acercando, el
corazón se acelera, la emoción aguarda y conforme estamos más
cerca del destino de hoy más ávido se va haciendo el deseo de lle-
gar.

Otro de los campamentos militares repartidos por el glaciar


y unidos por el cable que nos viene acompañando, es el preludio
de nuestro próximo campamento. Mucho hemos leído y mucho nos
En una fría mañana despedimos al han hablado de este lugar, muchas son las expectativas puestas
baltí accidentado (foto del autor) en él, va a ser uno de los momentos cruciales de todo el recorrido.

Tras casi cuatro horas de sortear ingentes masas de hielo y profundas grietas, no es medio-
día todavía cuando llegamos a Concordia, cuyo nombre viene de un glaciar de los Alpes, y a su
vez de la plaza del mismo nombre en París.

Espectaculares estampas que se pueden ver conforme vas dejando Goro II y te vas acercando a Concordia. A la
izquierda la Torre Muztagh, en el centro el Broad Peak, y a la derecha el G-IV (fotos J.Barba y del autor)

Verdaderamente es una concordia, un lugar mágico, una mítica encrucijada en la que con-
fluyen varios de los glaciares más grandes y hermosos del mundo, estamos hablando del Baltoro
(por el que venimos), del Alto Baltoro (por el que continuaremos), del Godwin Austin, que viene del
K2, y del Vigne Ali, que viene del Gondogoro. Es, según algún autor, "La Plaza más grande del
Mundo". De proporciones descomunales, es una masa ingente de hielo y rocas, custodiada por las
montañas más bellas y salvajes que se han visto jamás, son el top-model de las montañas, nada
de los alrededores puede mejorarse. Es naturaleza perfectamente exhibida en todo su esplendor.
Nada es comparable, no es definible, ninguna descripción haría justicia, nada puede reflejar tanta
magnitud y generosidad que desborda y cautiva.

Foto del grupo en uno de los momentos cumbre del Al sur de Concordia destaca el macizo del Baltoro
recorrido. Como fondo el K2 (foto A. Santamaría) Kangri y el Chogolisa (foto del autor)

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El alma se estremece, la mente se hiela y los fluidos se detienen ante la visión tan espectacular de este macizo
único en el mundo, el K2, que tan caras hace pagar sus conquistas (foto del autor)

El panorama al que nos han traído estos tres días de marcha por el glaciar es auténticamen-
te espectacular. Si miramos al norte, tenemos frente a frente el gran macizo del K2, que con sus
8.611 metros es la segunda montaña más alta del planeta, y sin duda la más bella y como celosa
de esa belleza, la que más resistencia ofrece para su conquista. Junto a éste, en dirección orien-
te, que a pesar de su vecindad no pierde su personalidad, el Broad Peak, o también llamado K3 o
Falchan Kangri (la "cima larga"), de 8.047 metros, y el G-IV que aunque su nombre no está inscri-
to en esa noble lista de los míticos ocho miles, con sus 7.925 metros y su cima trapezoidal escon-
de al resto de los Gasherbrum, que para algunos significa "pared brillante" y para otros "montaña
hermosa", es uno de los pocos nombres que ha conseguido permanecer en baltí. El IV es una
increíble pared de más de tres mil metros de verticalidad, una de las mayores del mundo. Al sur, el
Alto Baltoro, a donde dirigimos ahora nuestra mirada para ver el majestuoso Baltoro Kangri (la
"cima del Baltoro"), con sus cinco cumbres entre los 7.270 y los 7.312 m, y el Chogolisa (7.665 m),
que da vista aquí, pero que su ascensión normal se hace por Vigne Alí.

Son 360º de panorámica,


360º de auténtica embriaguez de
montañas que hace difícil sujetar
las lágrimas al llegar aquí.
Después, cuando todo esto se vaya
difuminando en la memoria del
tiempo, si buscamos un elemento,
un paisaje o, mejor dicho, el alma
de un paisaje capaz de refrescar-
nos sensaciones perennes, seguro
que tiene el nombre de Concordia.
Las obligadas fotografías centran
El gélido fluir de las aguas por encima del glaciar favorece estas espectacu-
nuestra atención a lo largo del
lares formaciones (foto del autor) mediodía.

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Es como si quisiéramos que este sueño no se esfumara nunca, como sí lo hicieron las vidas
de tres paisanos nuestros, los montañeros oscenses Javier Escartín (44 años), Javier Oliván (38
años) y Lorenzo Ortiz (24 años), del Club Peña Guara de Huesca, cuyos cuerpos fueron sepulta-
dos para siempre por un alud, el domingo 13 de agosto de 1995 cuando, una vez conseguida la
cima del temido K2, una tormenta helada con vientos de más de 150 km por hora les sorprendió
en el descenso por la vertiente SE de esta montaña. En esa expedición, también estaba el poste-
riormente malogrado montañero zaragozano Pepe Garcés (primer aragonés en la cima del GII, año
2000), que falleció el 13 de octubre de 2001 cuando cayó descendiendo por una placa de hielo a
más de 7.000 metros una vez hecha la cumbre del Dhaulagiri (8.167 m).

Tras unos momentos de emotivo recuerdo, con


sones de jota, damos una vuelta por los alrededores.
Mientras unos se adentran por el glaciar en dirección al
K2, otros nos conformamos con menos y nos acercamos
a una de esas formaciones cóncavas que caprichosamen-
te hace el hielo cuando es modelado por esos cursos de
gélida y turquesa agua en su rápido y peligroso discurrir.

Los últimos rayos de sol se resisten para dejar de


alumbrar lo más alto del Broad Peak y del G-IV. El frío rei-
nante tras la puesta de sol acelera nuestro hospedaje en
los sacos, con la cercana compañía de la cantimplora
llena de agua hirviendo bien prieta al bajo vientre, en un
intento de aliviar los extraños crujidos y de retardar todo lo
posible el retorcijón que te saca de la tienda a cualquier
Con estas aparatosas cargas tienen que ir algu- hora de la noche. Es el octavo día que lleva instalado y
nos de los porteadores (foto J.Barba) cuya simbiosis no soy capaz de romper.

Un ambiente mágico envuelve el atardecer en Concordia cuando el Sol se despide con estas pinceladas de luz en las cum-
bres del Broad Peak (a la izquierda) y del Gasherbrum IV (a la derecha) (fotos L. Rodríguez)

Nuestro paso por todo este medio tan hostil para


los humanos tiene esas miserias, pero no hay que permi-
tir que empañen la inmensa satisfacción, la inmensa ple-
nitud de estar aquí, posiblemente en uno de los lugares
más emblemáticos del mundo de las montañas. No
debemos permitir, digo, que nada ni nadie lo impidan, no
debemos permitir que nada ni nadie lo echen a perder.
Es nuestro paso por Concordia y seguro que todo va a
estar invadido por esta noche mágica donde el silencio,
la serenidad y los hados son propicios para la reflexión. Las consultas médicas ambulantes de los baltís
son frecuentes (foto L. Rodríguez)

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Han sido tres días montados en diferentes vehículos, pasando por carreteras y caminos. Ha
sido pasar por la Karakorum Highway, que te marca, pero bien. Ha sido la aproximación hasta
Askole, por un valle todavía más inestable si cabe. Han sido los sucesivos días andando, por ári-
das tierras, a pesar de ir por la orilla del río. En todo momento, el hilo conductor ha sido siempre el
mismo, precisamente, el río, el remontar permanentemente el cauce de un río. Desde Thakot Pont
ha sido así. Primero el Indo, luego el Shigar, el Braldo, y el Biaho hasta sus orígenes en la mismí-
sima morrena terminal del Baltoro. Después, tres días más pateando el glaciar para llegar hasta
aquí, y todavía nos queda una jornada de ascensión por el Alto Baltoro para llegar finalmente al de
los Abruzzos.

Bien entrada la tarde siguen llegando porteadores a Un gélido manto vespertino es el preludio de una sere-
Campo Concordia (foto del autor) na noche que da pie a la reflexión (foto L Rodríguez)

Nuestros pasos se han ido entretejiendo con la carga simbólica que representa el remonte
de un curso fluvial. Es como una búsqueda de los orígenes, como un viaje iniciático hacia el inte-
rior, hacia la verdadera génesis del ser humano. Aquí, los cuatro elementos se dan cita para ala-
banza y gloria a la Creación. Esta tierra inhóspita y ruda, pero joven y bella, con esas torres y agu-
jas que se elevan al universo infinito, igual que los brazos de un niño se elevan en busca de los de
su madre. El agua, tanto líquida como sólida, aunque esta última manifestación está herida de
muerte. La inmensa pureza del aire. Y la luz, símbolo de estos parajes, se ofrece para bañar con
su etérico y mágico manto, a estas montañas guardianas de tantos y tantos secretos de este pla-
neta, guardianas de tantos y tantos secretos de la humanidad.

En la fría mañana baltí, momento de ponerse en marcha para Primeros pasos por el glaciar para tomar el Alto
salir de Concordia (foto del autor) Baltoro (foto L. Rodríguez)

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Definitivamente, el buen tiempo se ha instalado sobre nosotros, y así se va afianzando día
tras día. Hoy, viernes 7, las 5:15 de la mañana nos esperan para integrarnos en el paisaje y poder
comenzar a cubrir esta cuarta y última etapa por el glaciar hasta llegar al Campo Base de los
Gasherbrum, que no será el punto más alto, pero sí el más lejano. Continuamos con nuestro peri-
plo ahora ya por el denominado Alto Baltoro; pasamos por la entrada de este magnífico valle gla-
ciar que es el Vigne Ali, y que aguarda pacientemente para acogernos a nuestro regreso.

A las dos horas de salir, un


sorprendente, enorme y bellísimo
lago con sus turquesas aguas, nos
da la bienvenida a nuestro paso.
Tenemos que bordearlo por la parte
alta de una tremenda pared de
hielo. Todo lo que tiene de hermoso
lo tiene de agónico, su lacónica
mirada es una súplica a todos los
hombres de los que depende esta
termo-agresividad que producimos
en aras del mal entendido progreso,
en aras del malentendido bienestar,
pero siempre de una minúscula
parte de la humanidad en detrimen-
Metidos ya en el Alto Baltoro, si echamos la vista atrás nos podemos dar una
idea de nuestras dimensiones comparadas con estos bellos gigantes (foto
to de la gran mayoría y del medio
del autor) ambiente.

Todo por aquí nos lo indica, todo


por aquí está muy claro, todo por aquí
lo evidencia; paradójicamente, los pai-
sajes más agrestes, los más salvajes,
los más rudos, son los más frágiles a
esta intervención humana. La globaliza-
ción se ensaña belicosamente con la
vulnerable atmósfera, hace que el dete-
rioro sea imparable, los glaciares se
nos derriten, el planeta se nos derrite,
son pequeños pero incesantes y con-
tundentes los avisos; esto sólo lo salva
una contra acción homogénea y urgen-
te a nivel planetario, impensable sin un
cambio radical de comportamientos,
usos y costumbres… ¿estamos dis-
Contemplar estos lugares deja una sensacion agridulce, su belleza se
puestos?, de lo contrario nos va a tocar empaña con el desgarrador grito que lanza en aras de un drástico cam-
sufrir… ¿estamos dispuestos? bio de actitud por nuestra parte (foto del autor)

Pero sigamos con nuestras andanzas, sólo interrumpidas por breves descansos para comer
poco y para beber mucho. Se pasa por otro de estos destacamentos militares, el de Chagarín, que
en lengua baltí significa "demasiado lejos"… y tanto que sí, ¿será el último? La mañana está
espléndida, ninguna nube que alivie el fuerte e incesante calor, pero que a estas altitudes ya es
mucho más soportable.

Seguimos teniendo enfrente al imponente Chogolisa, y a su izquierda el majestuoso Baltoro


Kangri, a cuya misma base se llega, para tomar dirección este y meternos de lleno en esta zona
más alta de Baltoro llamada glaciar de los Abruzzos, que debe su nombre a Luis Amadeo de
Saboya, el Duque de los Abruzzos. Algo antes de este cambio de orientación, sobre mediodía ya
aparece ante nosotros el majestuoso G-I o Hidden Peak (el "pico escondido").

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Echamos el último vistazo al vencido Baltoro, con su soberbia Torre Muztagh destacando en
horizonte para meternos ya de lleno en este último tramo del glaciar, desde donde se comienzan
ya a ver numerosas instalaciones de campamentos, a los que nos vamos acercando y recorrien-
do en busca del nuestro. Continuos desniveles, nos van a llevar hasta el mismísimo Campo Base,
al que con gran expectación llegamos tras momentos de nuevos pálpitos, de nuevas sensaciones,
que nos sacan de la monotonía del paso tras paso, del piedra tras piedra y del cuesta tras cuesta.

Conforme vamos ascendiendo por el Alto Bltoro se va ganan- La esbelta Torre Muztagh también es visible desde muchos
do perspectiva sobre este gigante omnipresente a decenas de puntos a lo largo de nuestro recorrido por el glaciar (foto del
kilómetros de distancia (foto del autor) autor)

De las cuatro jornadas que llevamos ascendiendo el glaciar, sin duda ésta ha sido la más
dura, pero no ha podido con nosotros, las inmensas ganas de llegar han podido con ella. Aunque
no lo pareciera, ha quedado una pizca de ánima capaz de insuflar energía para traer hasta aquí
este saco de huesos. La adrenalina hace que la expectación se acreciente, algo nuevo va a ocu-
rrir, han sido muchos días de ascensión, muchos días de sufrimiento, también de gozo, muchos
días al final de los cuales estamos a punto de alcanzar nuestra meta, es un momento tremenda-
mente emotivo, inenarrable.

Al encarar el glaciar de los Abruzzos se abre ante nosotros el Por fin, tras varios días de marcha, llegamos a nuestro objeti-
magestuoso G-I o Hidden Peak, centinela de este hermoso vo, el punto más lejano de nuestro periplo, el Campo Base de
valle fronterizo con China (foto del autor) los Gasherbrum, con el Chogolisa al fondo (foto L. Rodríguez)

Tras tratar de convencer, sin mucho éxito, a


cada una de tus células del por qué de tanto esfuerzo,
ahora que ya estamos en el Campo Base, ahora que ya
hay una pequeña tregua, viene el no menos arduo tra-
bajo de explicarles que no van a tener ese confort y ese
acomodo que tal vez esperaban al llegar aquí. Hay que
hacerles entender que esto no es un hotel de cinco Bellas formaciones de gélidas aguas circulantes
estrellas, que serán más, pero de otro modo. sobre el glaciar (foto del autor)

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Se trata de un acaballamiento de la morrena. Aunque en teoría estamos a 5.200 metros,
según los que ya habían estado por aquí antes parece que ha descendido bastante. Estamos en
la confluencia del glaciar de los Abruzzos con el meridional de los Gasherbrum, y esta unión es un
verdadero laberinto de hielo fracturado, con una maraña de fisuras y grietas que se entrecruzan
peligrosamente. No hay retina suficiente para absorber todo esto, es sencilla y llanamente salvaje-
mente bello. Tenemos cerca ya el final del glaciar, que cierra en un circo, hasta donde llega el cable
que nos va acompañando desde no sé dónde, es decir, estamos cerca de donde se halla Conway,
éste sí, el último destacamento militar. Al otro lado de estas montañas está China, y muy próxima
la Cachemira disputada con la India. Por eso con cierta frecuencia se oyen tiros. En algún sitio leo
que en 1989 hubo una buena escaramuza por aquí.

Tras atravesar la zona menos noble


del campamento, muy cercano tenemos una
de esas turquesas corrientes de agua cuyas
velocidades vertiginosas van modelando el
lecho glaciar por el que discurren. Cuanto
más alejado estás de las comodidades de tu
casa, más te sientes cercano de esa delga-
da línea que separa la vida a uno y otro
lado. Estamos hablando de un cauce que
tendrá tan sólo poco más de un metro de
ancho y ni medio de profundo, sin embargo
cualquier resbalón, y tal y como estamos,
hay muchos números para ello por la tre-
menda inestabilidad del terreno, daría con
tus huesos en él, y no te arrullaría precisa-
mente, con toda seguridad no se sobrevive
a unas decenas de metros, la combinación
Este circo, donde las avlanchas son frecuentes, es fronterizo con velocidad y los afilados hielos haría jirones
China y es una zona sensible a disputas bélicas (foto del autor) cualquier cosa.

Cualquier actividad cotidiana se puede Una luna casi llena nos despide en esta nuestra primera noche en el glaciar de
convertir en peligrosa (foto L. Rodríguez) los Abruzzos, frente al circo de los Gasherbrum (foto del autor)

En las paredes cercanas, hay continuos desprendimientos de hielo y nieve que atronan en
la serena y fría tardada. Es importante anticiparte abrigándote antes de que el frío se te meta en el
cuerpo. Los movimientos que se necesitan hacer para entrar y salir de la tienda y dentro de ella
para sacar y meter la ropa del petate, son enormemente costosos. Nunca pensé que habría que
planificar cualquier movimiento para emplear la ley del mínimo esfuerzo, es realmente asombroso
lo que cuesta moverse a estas altitudes. Todas las operaciones, por pequeñas que sean, resultan
penosas. Sigue completamente despejado, y una Selene casi pletórica contempla nuestra retirada
a dormir.
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El siguiente día, sábado 8, es de descanso, de merecido descanso en el campo base. Las
ansias de vivirlo con plenitud no nos dejan estar en la tienda mucho tiempo. No es necesario
madrugar mucho, pero todos queremos vivir este día con gran intensidad y en toda su extensión.

La noche ha estado completamente


rasa, solamente la frágil tienda y el saco se han
interpuesto entre el firmamento que hacía de
gélido techo y el también gélido lecho glaciar.
Ha hecho mucho frío, por ello la mañana es
espléndida, el tiempo sigue siendo increíble-
mente estable un día más, y ya son demasiados
como para no sorprenderse. Nos extraña el no
oír el atronador ruido del curso de agua cercano
con el trepidante discurrir de sus gélidas aguas;
acercándose resulta obvio comprobar que
durante la noche y las primeras horas de la
mañana, apenas hay caudal, ¡está helado!, es a
Entre una veintena de expediciones fue montado nuestro
campamento, hogar para el grupo de expedición durante casi
lo largo del día cuando se va calentando hacien-
un mes (foto F. Val) do rugir sus motores de vida, de trepidante vida.
La mañana se ocupa en vaciar los bido-
nes para reorganizar su carga. Es una activi-
dad sumamente delicada de la que va a depen-
der gran parte del éxito de la ascensión, todo
debe estar perfectamente localizado y coloca-
do para poder encontrarlo donde se necesite y
cuando se necesite, no puede haber ni un fallo,
es la organización extrema, es el XXL de la
logística. Se aprovecha también para revisar
las tiendas ligeras y todo el material a emplear
en los campos de altura. A toda esta labor
organizativa no son ajenos los responsables
de la cocina, que tienen que apañarse, también
con todos sus enseres y viandas. Jorge tam-
Una de las primeras tareas tras llegar al Campo Base es la revi-
bién está ocupado con su particular material, sión y organización de todos los pertrechos, tanto la alimenta-
con esa botica y quirófano de campaña. ción, como el material (foto del autor)

Pero no todo el personal está por


aquí, no todos estamos empleados en esta
imprescindible tarea, los hay que se han ido
a protagonizar uno de los momentos más
álgidos, emotivamente hablando, a cumplir
con esa misión que les ha traído hasta aquí.
Su familia y sus más íntimos amigos rinden
homenaje a Manuel Álvarez colocando una
placa que conmemora el fatal desenlace en
aquel descenso del G-I, cuando perdió la
vida tras haber hecho cumbre. Ese "per
aspera ad astra" que figura en la placa, sin
duda hace recordar a Carmen y a su hijo
Manuel que llevan todo ese tiempo privados
del ser más querido, que dejó su vida
haciendo lo que más le apasionaba, esa más
que incomprensible atracción que siente el
Aspecto del interior de la tienda comedor en un momento en el ser humano por las montañas, y que le ha
que estamos todos reunidos tras la comida (foto F. Val) llevado "por la dificultad hacia las estrellas".
55
Cuando se incorporan al grupo decidimos echar al cuerpo algo de comida más cercana, más
familiar, dejando para más adelante la que nos preparan los paisanos. Tras la tertulia, y como pre-
ludio de lo que nos espera en unos días, tratando de emular lo que nos podemos encontrar llegan-
do al Gondogoro La, se organizan unas prácticas de manejo de diversos útiles en hielo para los
más neófitos; Javier monta un tinglado y "nos hace pasar a todos por el aro".

El día de permanencia en el Campo Base también hay tiem- Foto de familia en el Campo Base, en la salida del glaciar de
po para hacer prácticas en hielo (foto F. Val) los Gasherbrum, con el G-II de fondo (foto S. Ramírez)

Al cabo de un tiempo, volvemos al campamento para subir todos juntos glaciar arriba hasta
dar vista al G-II, originalmente llamado K4, esta hermosa montaña, que es a la que más le pega lo
de "pico escondido" porque lo está mucho más que el G-I. Es otro de los momentos cruciales de
todo el recorrido. Efectivamente, ahí está, con esa altivez característica de una montaña de estas
magnitudes, con su cumbre piramidal que escalofría el alma. Aunque no en el más alto, estamos
en el punto más lejano del viaje, a partir de aquí ya todo será regreso. Que los elementos nos
acompañen. Foto de familia y alguna que otra más. Pronto se va el sol del circo de los Gasherbrum
y de donde estamos nosotros, pronto la fría tarde va a envolvernos, la temperatura baja en picado
y hay que abrigarse más.

El G-I o Hidden Peak es uno de los baluartes del circo de los Otro de los gigantes de este gran circo es el Gasherbrum II.
Gasherbrum (foto del autor) Este aspecto tienen las Montañas de la Luz (foto del autor)

Pronto, la última cena de todos juntos va a poner término a este día, que marca un antes y
un después de nuestra andadura. Han sido muchos días compartiendo camino, han sido muchos
días compartiendo dificultades y bellezas, han sido muchos días compartiendo amistad y valores,
han sido muchos días juntos y la separación no va a ser fácil. Una separación que adelantamos un
día en previsión de que termine esta racha de buen tiempo. Finaliza el último día completo de mis
primeros 50 años de vida. El cómo se ha entretejido todo de este modo, es algo en lo que baso mis
últimos pensamientos, acurrucado en el saco con mi cantimplora de agua hirviendo como fiel com-
pañera y a la que tanto le debo.
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CAPÍTULO VII (9 a 13 de Julio)
MARCHA DE REGRESO
Salida del Campo Base de los Gasherbrum
Glaciar del Vigne Ali
Collado y glaciar del Gondogoro a Hushe

Otra gélida noche la que nos trae al domingo 9, ese día en el que paso el cumpleaños
más redondo que he tenido y que tendré; jamás había oído el "cumpleaños feliz" tan alto y tan lejos
de casa.

Siempre hay quien, varias veces al día, dedica unos momen- Morrena central del glaciar de los Abruzzos, Campo Base de
tos a los rezos (foto L. Rodríguez) todas las expediciones a los Gasherbrum (foto del autor)

El desayuno tampoco es como los otros, éste también es el último. Comienzan las emocio-
nes en otro día cargado de ellas, pero bien. Los petates preparados para que se hagan cargo de
ellos los sufridos porteadores, las mochilas dispuestas a ser cargadas en nuestras, también sufri-
das espaldas, y abrigados más que ningún día, tenemos que partir, tenemos que dejar una parte
de nuestras vidas de estos últimos días.
Las caras lo dicen todo, las
miradas lo dicen todo. No hace falta,
pero hay quien media alguna pala-
bra; yo, personalmente no puedo
hacerlo con nadie, has tenido más
afinidad con unos que con otros,
pero engancharte al cuello de todos,
ser capaz de articular las palabras
en tu mente pero que se queden
estranguladas en la garganta, para
tener que tragártelas y ser en el
estómago donde exploten para que
inmediatamente sean los ojos los
que evacuen toda la presión, es algo
que no me había ocurrido jamás.
Únicamente consigo, casi sólo por
señas, decirle a Kiko que le dejo el
cachirulo para que lo pase por la
cima. Me dice que allí lo subirá junto
Grupo de acompañamiento tras la separación del grupo de expedición,
con su asturiano y el pamplonica de junto a la placa puesta a la salida del Campo Base de los Gasherbrum (foto
su novia. L. Rodríguez)

57
Son las 6:30 y tenemos que partir. La dura
despedida marca para nosotros el comienzo del
regreso, y para el grupo de expedición, el
comienzo, también, de su trabajo, de ese ir acon-
dicionando esos campos de altura que les van a
ir albergando en su ascensión hasta poner bajo
sus pies esta enorme montaña que cautiva sólo
de mirarla.

La obligada parada en la placa aporta


más emoción si cabe. Fotos, abrazos y últimas
miradas a donde hemos dejado a nuestros com-
pañeros. Comienza nuestro regreso, no hay más
remedio. Hasta que no salimos de los Abruzzos y
enderezamos el Alto Baltoro hacia Concordia,
nadie dice nada, ni una palabra, ni un murmullo,
El Gasherbrum I es mudo testigo del momento de la instala-
todo es silencio, el cargado y denso ambiente se ción de la placa en memoria del Tte. Manuel Álvarez, para
puede cortar. perpetuar el “per aspera ad astra” (foto J. Barba)

Uno de los momentos más delicados y emotivos de nuestro peregrinar por estos pagos. A la izquierda la placa “in memoriam”;
en el centro Carmen y Manuel junto a la placa; y a la derecha con el G-I de fondo; por fin, tras diez años, se vuelven a unir en
una misma imagen (fotos J. Barba)

La marcha sólo se detiene con alguna ligera parada para quitarnos ropa y beber agua. Hora
y media nos cuesta recorrer esta zona de glaciar llamada de los Abruzzos, y cuando vamos a per-
der ya el ángulo de visión del G-I, se vuelve a producir otro momento de los que anudan la gargan-
ta. Esposa e hijo de Manuel, como si quisieran verlo por última vez, echan la última mirada hacia
su enorme gélido y pétreo sarcófago y se funden en un silencioso pero elocuente abrazo. Somos
testigos. Se hace difícil sobreponerse.

El incio de la marcha en el día en el que dejamos el Campo Otro momento emotivo en una mañana plena de alto conteni-
Base, se hace en un ambiente apesadumbrado y lleno de do emocional. Antes de perder de vista el soberbio
emociones encontradas (foto L. Rodríguez) Gasherbrum I (foto del autor)

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Nuestras andanzas por persistentes y afiladas aristas y profundos valles del glaciar nos lle-
van, algo antes de la 1 de la tarde, a la morrena lateral izquierda, a la que nos encaramamos,
dejando tras de sí espectaculares toboganes de tierra muy descompuesta que son el nexo que nos
cambia de valle, pasando del Alto Baltoro al Vigne Ali por el seno de un tremendo caos de piedras.

El glaciar al que entramos es más pequeño y plano que el del Baltoro, aunque se antoja más
peligroso. De cualquier modo, entramos en él por su parte derecha y tenemos que llegar hasta la
parte izquierda de su cabecera, es decir, que lo tenemos que cruzar no sólo longitudinal, sino tam-
bién perpendicularmente. En ese cruce a lo ancho nos encontramos con mucha frecuencia cursos
de agua que tenemos que pasar por encima con sumo cuidado, hasta el punto de que tenemos
que atarnos ante alguno de ellos.

El cocinero y su ayudante cruzando el glaciar (foto S. Ramírez) Los porteadores por el glaciar camino del Vigne (foto F. Val)

Tras un cansino pero incesante deambular, parece que viene ya el asalto final; son más de
las 4 de la tarde cuando nos tenemos que reagrupar porque, de nuevo tenemos que atarnos para
cruzar lo que nos queda de glaciar hasta lo que parece ya la base del campamento. Es un terreno
plagado de grietas. Fernando cae en una de ellas, y gracias a que está encordado se mete sólo
hasta las axilas, de lo contrario hubiera llevado el mismo paso que su sombrero, que suponemos
tarda en detenerse.

Los últimos tramos del glaciar Vigne Ali los tenemos que hacer Campamento instalado en una atalaya sin igual llamada Ali
encordados debido a las grietas (foto S. Ramírez) Camp (foto del autor)

Son finalmente las 5 de la tarde cuando llegamos extenuados, al menos algunos, a lo que
es el lugar donde vamos a acampar las dos próximas noches. Se llama Ali Camp, y está encara-
mado encima de la morrena lateral izquierda del glaciar Vigne Ali, debajo de unas descomunales
paredes de granito. Son unas terrazas con difícil acomodo. Estamos en el extremo superior del gla-
ciar, justo antes de que confluyan los dos brazos que lo conforman, y que llevan al Chogolisa uno
y al Gondogoro el otro. Lo de Ali es en honor a Ali Muhammad Jungugpa, que cruzó el Gondogoro
La en 1986.
59
Después de la etapa de hoy no es tan difícil imaginar la de dentro de dos días, cuando ten-
gamos que atravesar el collado. El esfuerzo de los días precedentes y la permanencia en estas
inusuales altitudes, hacen que el cansancio se vaya acumulando y vaya empezando ya a pasar fac-
tura. Solamente la contemplación del paisaje es capaz de combatir la atonía.

Uno de los esbeltos y afilados centinelas de este hermo- Antes de terminar esta dura jornada somos testigos de este bellí-
so y recóndito valle y glaciar del Vigne Ali (foto del autor) simo atardecer en los cielos baltís (foto J. Barba)

Se sabía dura esta jornada, pero la realidad ha destrozado cualquier previsión, cualquier
cosa que se hubiera pensado de ella nada que ver con la consecución de la misma. Un auténtico
calvario, sólo atenuado por lo que los ojos ven y lo que el corazón siente. Ha sido, con diferencia,
la más dura y difícil hasta ahora, diez horas y media de morrena sobre uno y otro glaciar han sido
demoledoras, la dureza de la jornada se ha entretejido con la grandiosidad de estos parajes y las
emociones del arranque de la mañana. Ahora, en la intimidad de nuestros sacos, y pensando en la
jornada de descanso de mañana, nos dejamos mecer plácidamente en los brazos de Morfeo.

A pesar de la lejanía, también en Ali Camp podemos disfrutar de estos dos gigantes. A la izquierda el Broad Peak y a la dere-
cha el G-IV. En primer plano un lago de mirada lacónica a los pies de este recóndito lugar de acampada (foto del autor)

60
Este nuevo día de descanso viene a mediar entre la salvaje etapa de ayer y la no menos
salvaje de mañana. Es lunes 10, y a las 6:30 ya no puedo aguantar más en la tienda, que para no
tener que madrugar, no está mal. Seguimos con la racha de buen tiempo. Tras el desayuno hay
una charla para lo de mañana, para saber a qué nos vamos a enfrentar el día clave, el día que
pasamos la cota más alta, el tan esperado día del Gondogoro La. Por no ralentizar la marcha del
grupo, decidimos en esta reunión que Sagrario, Fernando y yo vamos a salir anticipadamente.
Como Jan, el guía, tiene su ayudante, Aqbar, nos lo llevaremos nosotros por delante, así como uno
de los dos de la patrulla de rescate que bajarán esta tarde, como hora y media antes.

Hoy, día libre para disfrutar del


entorno. Algunos hacemos una incur-
sión como tratando de descubrir el
camino de mañana, hasta dar vista al
valle, glaciar y circo para subir al
Gondogoro. Hemos pasado por encima
de la confluencia de las dos cuencas de
recepción, la que baja del Chogolisa y
la del Gondogoro, llamada Vigne occi-
dental, adentrándonos más en esta últi-
ma. Esto ya no es el Baltoro, pero no
por eso deja de ser grandioso, salvaje y
bello. Centinelas que jalonan el alto Vigne Ali (foto del autor)

La paz, la quietud, la serenidad y el silencio


son absolutamente indescriptibles. Son momentos
de verdadero arrebato que no se pueden desperdi-
ciar, hay que vivirlos en toda su extensión e intensi-
dad. Trato, en un vano intento, de retrotraerme algu-
nos millones de años, y es una extraña sensación
de privilegio la que te recorre el cuerpo al pensar
que somos testigos de un escenario que ha perma-
necido invariable en el transcurso de eones y eones
de tiempo. Nada de vida animal, nada de vida vege-
tal, algún intruso humano y roca y hielo, sólo roca y
hielo a nuestro alrededor, 360º de en apariencia
inerte caos de enormes masas pétreas nevadas
que emergen con sus afiladas aristas hacia el infini-
A nuestros pies confluye el glaciar que viene del
Chogolisa, que se hace visible a la izquierda en segundo to, como queriendo con su imperceptible tasa de
horizonte (foto J.R. Pueyo) vibración, salir de su inmovilismo eterno.
A nuestros pies, glaciar, de nuevo un glaciar
en recesión lleno de trampas en forma de grietas,
aparentes en un caso y peligrosamente ocultas en
otro, que entretejen una maraña de cursos de agua,
creciente a lo largo del día y cuyo murmullo llega
hasta nuestros oídos con la respiración contenida
por la contemplación de tan bello espectáculo.

El penetrante silencio se ve interrumpido,


además, con las frecuentes avalanchas de hielo y
nieve resquebrajados, que han desistido de su per-
manente reto desafiando la gravedad pegados a la
verticalidad de estas inmensas paredes que tenemos
delante. Esto es sencillamente de un enorme impac-
Es asomboroso ver cómo en estas paredes tan vertica-
to visual, completamente atemporal, una embriaguez les se pueden albergan masas ingentes de hielo y nieve
para los sentidos y para las sensaciones. (foto del autor)

61
Fuerza, energía, pureza, belleza, inquebrantable paciencia y una inmensa sabiduría escon-
dida en cada átomo de este invulnerable paisaje, son valores de los que adolece el ser humano,
esta humanidad ebria de soberbia, vanidad, egoísmo y ambición mal entendida, extremadamente
depredadora y voraz con todo lo que le rodea y que adora al becerro de oro en un proceso patéti-
co, decadente y narcisista, dándole la espalda a la Vida. Estamos asistiendo a un verdadero inter-
cambio entre el ser humano y el medio natural. Aquí estamos, frente a frente, lejos de los corsés,
lejos de las apreturas, lejos de las estrecheces, de la esclavitud y del servilismo, con gran admira-
ción y respeto por todo lo creado y que ahora, por estos lares nos ampara. Aquí estamos en el ver-
dadero Templo, aquí estamos rindiendo el verdadero Culto.
Van pasando los días, van
discurriendo las etapas, y el sufri-
miento que conlleva la propia
dureza del terreno se va entrela-
zando con las nuevas sensacio-
nes del descubrir valles, monta-
ñas, glaciares, o quizá son los
mismos, pero con otra perspecti-
va. Poco a poco, etapa a etapa,
se va desmitificando el idealismo
previo que nos habíamos forjado
antes de cada una de ellas.

Un recuerdo de los com-


pañeros que hemos dejado en el
El otro de los glaciares que viene a formar el de Vigne Ali debajo de Ali Camp es
Base, te lleva a pensar en lo que
el del circo del Gondogoro, por donde hemos de encaminarnos para subir a su nos queda a nosotros y en lo que
collado, señalado en la imagen (foto del autor) les queda a ellos.
Una temprana cena rondando las 6 de la tarde, indica que el día de mañana va a empezar
muy pronto, para algunos hoy mismo. De nuevo, contemplación del paisaje, que siempre es distin-
to, porque nunca tiene la misma luz. Es como un río, que nunca lleva la misma agua.

A pesar de que parezca lo contrario, el tiempo no se detiene, sabemos que la aventura que
se inicia dentro de unas pocas horas, no es ninguna broma, la jornada va a ser de nuevo larga, de
nuevo agotadora. Se acuerda que el grueso del pelotón se va a levantar a las 12, para salir a la 1.
Entonces, nosotros lo haremos hora y media antes.

Los esbeltos centinelas se rinden ante el inexorable paso del Los serios rostros a la hora del desayuno revelan la dura jor-
tiempo. Cae la tarde en Ali Camp (foto J.R. Pueyo) nada que nos espera (foto A. Santamaría)

Corta noche sin apenas descanso. Para el grupo de avanzadilla, la jornada empieza a las
10h 30', cuando nos levantamos, para al cabo de una hora, partir de esta espléndida atalaya sobre
el Vigne. Vamos de cara al día 11 de Julio. La noche está radiante, absolutamente estrellada y la
luna llena alumbrando todo a nuestro paso, aunque los primeros tramos, los de pedrera, aconse-
jan encender el frontal. Allá vamos los cinco dispuestos a cruzar el glaciar para situarnos en la base
de la ladera.
62
Ya está en marcha esta jornada en la que teníamos puesta nuestra mirada desde hace
meses. Hasta ahora sólo ha sido andar y andar, durante mucho tiempo y por terreno no siempre
fácil, pero sólo andar. Hasta ahora sólo era andar río arriba o glaciar arriba, pero hoy es otra cosa,
hoy es más crítico, hoy es de ascensión real, hoy hay que subir toda una montaña para alcanzar
el cénit de nuestro periplo, el punto álgido de la marcha, el collado cuyo paso no tenemos garanti-
zado, el Gondogoro La.
Pasamos por encima
de corrientes de agua que
están a punto de despertar de
su helado sueño. El de la
patrulla de rescate va con
suma delicadeza adivinando el
camino y tratando de esquivar
los pasos peligrosos de circu-
lación de agua. Tal y como
estaba previsto, a la 1 sale del
campamento el grueso del
grupo. Para entonces, nos-
El grupo principal se encamina por el glaciar hacia la base de la montaña que da otros estamos a punto de ter-
acceso al Gondogoro La (foto J. Barba) minar de atravesar el glaciar.

Apenas hemos empleado los frontales, la noche es auténticamente mágica. No deja de ser,
cuando menos, curioso, el constatar que de las 28 noches que tiene el ciclo lunar completo, haya
tocado hoy, a las 3h 2', justamente el día y hora de nuestro paso por aquí, la culminación del cre-
cimiento, y por ende, el comienzo de la fase de Luna Llena, aunque no somos testigos de ese pre-
ciso momento, porque a medida que nos vamos acercando a la pared, vamos entrando en la
penumbra y se va haciendo necesario el uso de las luminarias, que aun haciendo perder parte del
hechizo, también tiene su encanto.

El ascenso se hace cansino pero firme, no


cejamos en nuestro empeño. A pesar del manto
luminoso de Selene, no somos muy conscientes
del patio que vamos dejando atrás. En un
momento determinado nos ponemos los crampo-
nes. Son pasadas ya las 3 de la madrugada
cuando llegamos a las cuerdas fijas. Hace rato
ya que se nos vienen aproximando los primeros
porteadores, que suben la mayoría obviando las
cuerdas, y con la única sujeción al suelo que los
calcetines que llevan por fuera de sus zapatillas
de plástico. Una constelación de pequeñas luce-
citas serpentea por la pared, son nuestros com-
pañeros, que nos vienen dando alcance. Momentos comprometidos en la dura ascensión (foto F. Val)

Las últimas rampas


de la ladera son muy pen-
dientes, una inclinación
superior a 50º nos hace
agudizar la atención sobre
nuestros pasos, que pron-
to nos llevan a una espe-
cie de anfiteatro con verti-
cales paredes, que hay
que superar por su parte
Distintos momentos antes de alcanzar el collado (fotos J. Barba y P. Montón) izquierda.
63
Ya con las primeras luces del alba nos disponemos a realizar los últimos esfuerzos y llegar
al anhelado collado, cuyo perfil vamos viendo bajo el amanecer, cuando, salvo rezagados, ya nos
va dando alcance el grueso del grupo.

Otras instantáneas de diversos miembros del grupo llegando ya al punto más alto de nuestra travesía, a los 5.700 metros del
collado del Gondogoro (fotos J. Barba y autor)

Entre 4h 45' y 5h nos vamos agrupando ya en el collado, cuando la vista puede bascular
hacia la otra vertiente, hacia la cara sur de este paso de los pocos que hay por aquí. Otro momen-
to inenarrable, otro momento álgido, otro momento cargado de emoción y de satisfacción, es… el
momento. Es la llave de nuestra particular marcha por estos parajes. Aún queda mucho para lle-
gar a los rodantes, pero ahora ya se puede decir que lo hemos culminado, que hemos llegado a lo
más alto, que ya hemos alcanzado la guinda de la tarta. Estamos casi a 5.700 metros, en una terra-
za abierta a los cuatro costados. Según algunos autores es el único collado del mundo desde
donde se divisan 4 ocho miles; desde este insólito balcón podemos ver el K2, el Broad Peak, y los
G-I y G-II, además del resto de los Gasherbrum, el Chogolisa, y un buen puñado de ellos más, con
nombre o sin él.

Llegados ya al collado, la salida del sol por entre los Este aspecto lucen el K2 y el Broad Peak cuando muy de
Gasherbrum es un momento que se adhiere con fuerza en mañana sus cimas son acariciadas con las primeras pincela-
nuestras retinas y neuronas (foto del autor) das de sol (foto del autor)

La embriaguez que nos da la contemplación del entorno es total y absoluta. Está a punto de
llegar el momento mágico de la salida del Sol, esta entidad luminosa que vivifica todo a su paso.
Ha merecido la pena. La crepuscular luz matutina baña todo lo que nuestros ojos son capaces de
ver, y que es mucho y muy bello. La aurora, que marca el momento mágico del pase de la noche
al día, simboliza el nacimiento a la vida, simboliza el renacer diario, son esas energías renovadas
que necesita la parte del planeta donde acontece, para continuar su singladura en el tiempo y en
el espacio, para continuar con su vivir y con su latir. Hemos de aprovechar este egregor y unirnos
a esta corriente de vida. Por su parte, algún paisano ya lo está haciendo, estableciendo lazos con
su Meca.

Los caprichos del destino han querido que hoy, 11 de Julio, Carmen y Manuel, hayan podi-
do alcanzar su cota más alta en este collado, frente por frente a donde justo hoy hace diez años,
Manuel Álvarez alcanzó también la cima del G-I, que tan poco tiempo pudo disfrutar.
64
Aunque las caras de algunos en estos primeros momentos, son verdaderos poemas, pron-
to la felicidad y la dicha nos invaden, abrazos de unos y otros, y fotos, muchas fotos al panorámi-
co entorno con y sin nosotros, sin olvidar algo de comida y bebida para restaurar las fuerzas que
hemos dejado en la subida.

Inevitables escenas de emoción al vernos el grupo unido en lo Foto de familia en el collado con esta espectacular salida de
más alto de nuestra travesía (foto P. Montón) sol de fondo (foto L. Rodríguez)

Completamente distinto es el paisaje del lado sur, pero no por eso


menos atractivo. Cual granítico jalón del neto valle de Gondogoro, des-
taca a nuestra vista la afilada y desafiante aguja del Lila Peak (6.614 m).
Pero no podemos extasiarnos tanto, son las cinco y cuarto de la maña-
na cuando lanzamos la última mirada al gigantesco y cautivador K2, al
humilde Broad Peak y al majestuoso G-IV, así como a los G-I, G-II y a
toda la imponente panorámica del lado norte en general y comenzamos
la bajada, la expuesta cara sur nos espera. Para su descenso, comenza-
mos asiéndonos a las cuerdas fijas con que está equipada la pared, aun-
que no todas dan la misma confianza, ¡las hay de persiana! La caída de
piedras hace, si cabe, más peligroso el descenso, que una vez encara-
También para los porteadores
do, al poco de salir del collado, pasamos por la guarida del equipo de es difícil la ascensión. Aquí
rescate, donde se quedan los dos que nos han acompañado, uno en vemos a uno de ellos practicar
cada grupo. Es algo insólito, cómo y de qué se puede vivir a esta altitud, los preceptos del Islam, en
aunque sólo sean unos pocos meses al año, son preguntas que asaltan este caso en lo más alto del
Gondogoro La, con el Lila
nuestras mentes. Peak al fondo (foto P. Montón)

Al cambiar de valle vamos dejando muchas cosas Por primera vez se abre ante nuestra vista el valle del Gondogoro, por el
atrás, entre ellas la imponente vista del soberbio que hemos de descender. En el centro, al fondo, la mancha verde hasta
macizo del K2 (foto J.R. Pueyo) donde se tienen que dirigir nuestros pasos para acampar (foto F. Val)

A partir de aquí una vertiginosa pared nos separa de la morrena. Los porteadores están
curados de espanto y se les ve bajar por aquí con su enorme y desestabilizadora carga y es digno
de admirar, da auténtico vértigo, da auténtico pánico. ¿Los demás? Pues cada uno como podemos,
unos mirando al valle, otros mirando a la pared, a dos patas, a tres, a cuatro, unos con crampones,
otros sin ellos, qué importa, la diversidad está servida.

65
Una vez terminado el tramo de las inesta-
bles cuerdas, el itinerario cruza a continuación todo
el caos de piedras desparramadas por la ladera.
Se trata de una rudimentaria senda que desciende
zigzagueando arrastrándose por abrupto e insegu-
ro terreno hasta dar con el fondo del valle, habita-
do por el descarnado glaciar del Gondogoro.

En un punto determinado de este camino,


hacemos una parada, para algunos la más necesi-
tada y angustiosa, el calor que empieza a hacer es
asfixiante, y el descenso, a pesar de ser tal, es
duro, el cansancio se va acumulando en un día que Primeros pasos del descenso, asegurados por unas cuer-
presuntamente va a ser el último de buen tiempo, das fijas controladas por los miembros de la patrulla de res-
cate que vivaquea en este lado del collado (foto del autor)
lo que pica el sol da prueba de ello.

El descenso está siendo demoledor, la lejana mancha verde que nos va a albergar esta
noche (Hispang) está aún demasiado lejos. Este infinito camino nos lleva al glaciar, que parece que
no iba a llegar nunca, y tras cruzarlo de bajada un buen rato, nos salimos de él para encaramar-
nos a la morrena lateral derecha. Esta sí que es interminable, al subir cada duna de piedras se
tiene la esperanza de que sea la última, y al llegar arriba la decepción es mayúscula, de nuevo otro
mar de subidas y de bajadas, y cada vez más calor, cada vez más cansancio.

Finalmente, se sale ya de la morrena por una


curiosa vaguada a la derecha donde está asentado el
campamento. Es la mancha verde que llevamos más de
6 horas viendo y que nunca llegaba, pero parece que sí,
que esto ya es definitivo. De repente, hasta el pisar se
vuelve más amigable, el camino nos baja de esa cabal-
gadura por la que nos hemos arrastrado las últimas horas
y nos lleva a un terreno blando y rodeado de flores, entre
las que se encuentra nuestro conocido y querido
Edelweis, está por doquier, es increíble, son algo más
pequeñas que en el Pirineo, pero muy abundantes. Con
el poco valor que tiene por aquí la vida humana, extraña-
ría que estuvieran protegidas, pero desde luego, a juzgar
por la cantidad que hay, lo que no están es en peligro de
extinción.

Se acusa el cansancio acumulado a lo largo de No sólo nos topamos con flora, también con fauna,
esta dura jornada, pero no hay más alternativa que
continuar hasta el final (foto F. Val) representada por unos burros cerca del campamento.

Mirada atónita (foto P. Montón) Edelweis o Flor de Nieve (foto P. Montón) Campo Hispang (foto del autor)

Tras una durísima jornada de más de catorce horas para algunos, llegamos a este lugar de
ensueño, completamente llano y de suelo arenoso, no muy polvoriento, arenoso, con el cauce de
las mansas aguas que se filtran del glaciar a nuestros pies, y muy cerca de un barranco cuyas bra-
vas aguas se precipitan huyendo, como nosotros, de las alturas, buscando mansedumbre, paz y
relajo merecidos. Llegamos, por fin, a Hispang.
66
Es ahora cuando nos damos cuenta de lo acertado de la medida que tomamos al adelantar
un día la salida del Base. Aunque la jornada de hoy se ha hecho el día previsto, sólo ha sido posi-
ble después de haber estado ayer de descanso en Ali Camp. De lo contrario, hubieran sido dos eta-
pas de 31 horas separadas sólo por 6 de descanso.
Echando la mirada hacia nuestro camino
de llegada aquí y la hierba que nos circunda sua-
vizando la salvaje vista sobre el circo y collado, me
parece imposible lo que hemos hecho hoy, pen-
sando, además, que no es el punto más alto del
horizonte desde el que venimos, sino que lo
hemos hecho desde 700 metros de desnivel más
abajo al otro lado del paso.

Pero no volvamos la vista atrás, lo impor-


tante es que estamos aquí y tenemos que disfru-
tar de ello. Sin embargo, hay algo que va a contri-
buir a que no sea del todo así, la racha de buen
tiempo se termina, el calor que hemos pasado
bajando del collado así lo anunciaba, el sol picaba
mucho, de hecho, ya estamos rodeados de nubes,
Vista parcial del campamento en Hispang con el esbelto de amenazantes nubes que comienzan a descen-
Lila Peak al fondo en una tarde teñida con las primeras
nubes que entran tras nuestro paso por el collado del der por debajo de las afiladas cumbres y empiezan
Gondogoro (foto J. Barba) a cubrir el valle.
Un refrescante lavado en el contiguo barranco nos devuelve a la vida. La fina lluvia nos mete
en la tienda comedor, y nos dedicamos a ver cómo podemos diseñar las jornadas que nos quedan,
que se pueden hacer en tres, como están señaladas, o acortarlas. De las tres, la más larga es la
central, por lo que no se puede pensar en unir las dos cortas. Sea como fuere, tras lo pasado hasta
aquí, de no tener muchas complicaciones, va a ser un gozoso descenso por este valle del
Gondogoro. Con la atmósfera borrascosa que nos envuelve no se pueden hacer muchos planes,
veremos mañana.

El Lila Peak domina todo el alto valle del Gondogoro con su En Hispang, como en el resto de campos podemos ver los
espectacular y afilada cima piramidal (foto J. Barba) arcaicos cercados de piedra de los baltís (foto S. Ramírez)

Una de las construcciones de piedra que hallamos en Hispang Los cocineros y Aqbar, el ayudante de guía, entre perolas en
(foto S. Ramírez) Campo Hispang (foto del autor)

67
La jornada de este miércoles 12 amanece lluviosa, en la mente de todos está que hemos
cruzado el temible collado justo el último día de buen tiempo, no cabe duda de que somos afortu-
nados también en ese aspecto. Si echamos la vista atrás en el tiempo, veremos que estaba ines-
table a lo largo de las primeras jornadas, quedándose totalmente estable durante nuestra andadu-
ra por el glaciar, y es ahora nuevamente cuando, dejando el terreno peligroso atrás, entramos en
otra etapa de borrasca. Ha sido realmente providencial, más no se puede pedir. El único pero, por-
que siempre hay un pero, es que nosotros nos estamos salvando ya del mal tiempo, pero a los
compañeros del Base les empieza justo cuando tienen que comenzar su trabajo, esperemos que
pase pronto y que puedan hacerlo con una cierta comodidad.

El cambio de tiempo es evidente, pero ya hemos pasado lo Las brumas de la mañana envuelven la actividad de levantar
peor (foto del autor) el campamento (foto A. Santamaría)

El ambiente lluvioso todo lo impregna y da por doquier un ambiente especial, todo tiene su
belleza. La fina pero persistente lluvia nos da la despedida de este cómodo y sin parangón empla-
zamiento al abrigo de los hielos, como es Hispang. Las nubes están bajas y no nos permiten ver
las cumbres que seguramente han recibido esta lluvia en forma de nieve. Son en torno a las 8 de
la mañana cuando partimos para encaramarnos de nuevo a la morrena del glaciar del Gondogoro,
que nos va a acompañar en casi toda la etapa de hoy.
La andadura glaciar abajo es bastante cómo-
da, no tiene grandes altibajos. La única excepción son
los cursos de agua y las grietas, que las hay peligro-
sas y debemos extremar la atención. Al cabo de algo
más de una hora, vemos una estampa singular, se
trata de un paisano solitario que nos cruzamos, él va
subiendo, y si lo pones en un grupo de porteadores,
salvo por sus largas barbas, no daría el cante, pero
creemos que se trata de un pastor. El atuendo es el
típico pakistaní, pantalones anchos y camisola hasta
las rodillas; lleva botas de montaña, aunque no muy
buenas, y va pertrechado con un anorak, todo ello
gris, y tocado con un gorro redondo con una cenefa;
lleva mochila de vivos colores, más que los de su
atuendo. Desde luego, es algo que no habíamos visto Todo apunta a que es el pastor de un rebaño de yaks
ningún día, y mucho menos a estas alturas. que luego vimos en Dalsam Pa (foto L. Rodríguez)

Conforme vamos per-


diendo altura se nos
presenta el entorno
mucho más amable.
Esto es una muestra
de la incipiente pero
bella flora local (fotos
P. Montón)

68
Como tenemos que cruzar el glaciar, no de golpe, pero sí paulatinamente, del lado derecho
al izquierdo, inevitablemente tenemos que sortear los ya despiertos cursos de agua. Pronto el
camino ya nos lleva por la morrena lateral izquierda, hay momentos en los que ya nos vamos acer-
cando incluso a la pared. Es cuando salimos definitivamente del glaciar, cuando se va abriendo
ante nuestros ojos los impresionantes ríos helados, las faldas de los glaciares que bajan de lo que,
debido a las nubes, adivinamos que es el Masherbrum. Las sensaciones son muy buenas, física-
mente está siendo un paseo; aunque sigue amenazante, la lluvia ha quedado atrás, al menos de
momento.

Son diversos los cursos de agua que debemos cruzar a lo En ocasiones hay que hacer verdaderos equilibrios para sor-
largo del descenso (foto J. Barba) tear las profundas grietas en el glaciar (foto J.R. Pueyo)

Tras cruzar más grietas y algún


sube y baja que otro, el valle va
haciendo un giro hacia el este y esta-
mos ya en las proximidades de
Dalsam Pa, a 4.300 metros, teórico
final de etapa de hoy. Se trata de un
lugar muy similar al anterior, un aparta-
do entre la morrena y la pared, en
forma de pradera, un lugar ideal para
acampar, pero hay que decidir qué se
hace. Es una atalaya formidable para
contemplar todos los contrafuertes y Campo Dalsam Pa, donde estaba previsto pernoctar pero decidimos
glaciares que bajan del Masherbrum. seguir adelante (foto del autor)

En Campo Dalsam Pa hacemos un alto para tomar el té y Los porteadores son los más favorecidos, pues adelantan un
optar definitivamente por seguir hasta Saitcho (foto J. Barba) día la llegada a casa (foto P. Montón)

69
Tras una breve deliberación, no unánimemente, pero sí por inmensa mayoría, y pensando
también en el tiempo climatológico, se decide continuar hasta Saitcho, haciendo allí el descanso
previo a la última etapa y entrada triunfal en Hushe. Los que más se alegran son los porteadores,
que por la misma paga van a regresar un día antes a casa. Nos preparan un té sobre la marcha,
que al tomarlo tenemos que abstraernos mucho para no vernos en una escena al más puro estilo
colonialista inglés.

Poco a poco se intercalan estampas más domésticas entre el Las cumbres del Masherbrum se reflejan en las serenas
salvaje paisaje de estas bellas montañas (foto P. Montón) aguas de este pequeño lago en Dalsam Pa (foto P. Montón)

La contemplación adquiere unos tintes nostálgicos al pensar que estás perdiendo ya los
majestuosos paisajes de la alta montaña, aunque se tenía ganas de llegar a las partes bajas de los
valles, eso trae consigo el ir perdiendo lo que tanto nos ha estado llenando durante estos últimos
días.

Al cabo de una hora


continuamos nuestro descen-
so por caminos por unos tra-
mos bien trazados y por
otros, al estar en vertientes
muy inclinadas hay que adivi-
narlos. Seguimos por
momentos el devenir de un
barranco lateral y paralelo al
glaciar. Un impetuoso curso
fluvial cruza nuestro camino y
detiene nuestra marcha. Los
guías y cocineros no dudan Glaciares del Masherbrum asoman al valle del Gondogoro (foto del autor)

en descalzarse y meterse en
el agua para ayudarnos. Las
aguas de las últimas horas se
ve que lo han embravecido.
Es bastante ancho, hay que
pasarlo por tramos, y en uno
de ellos, unidos por unas lia-
nas casi desatadas, hay tres
o cuatro troncos que los
guías aprietan con las manos
en ambos extremos para que
no se desparramen al pasar
la gente. A lo largo de nuestro descenso hemos de cruzar bravos barrancos (foto del autor)

70
Cerca de la una y media pasamos por uno de esos terrenos arenosos en los que no es difí-
cil imaginar el instalar un campamento. Es posible que se trate de Atoser, en opinión de algunos,
un paradisíaco lugar que parece sacado de una estampa alpina. Seguimos teniendo que cruzar los
barrancos que nos llegan de las inmensas moles que vamos dejando a nuestra izquierda.

No son las dos de la


tarde aún cuando vamos ya
dejando el hostil mundo de la
roca y del hielo y nuestros
pies, parece que ya definitiva-
mente, empiezan a agradecer
el pisar más blando. Tras tan-
tos días disfrutando y "disfru-
tando" del mundo mineral, la
llegada a terrenos más amiga-
bles y apacibles, se toma con
agrado. De hecho, al poco rato
sobrepasamos y dejamos
atrás lo que sería la lengua del
A menudo el descenso lo hacemos en medio de un caos de rocas (foto J. Barba) glaciar.

Finalmente salimos de este mundo, en apariencia inerte, para adentrarnos en otro más civi-
lizado. Es en este momento cuando echamos la vista atrás para fijar en nuestras retinas, como que-
riendo atrapar, como queriendo aprehender esa última instantánea de este extraordinario glaciar y
valle del Gondogoro que ha sido nuestro hogar a lo largo de esta suave etapa de hoy y la dura de
ayer.

El trazado sigue discurriendo por


camino fácil y amenizado por permanente
vegetación a uno y otro lado. A nuestra dere-
cha, el desaparecido glaciar ha dejado ya
paso a los derrubios, toneladas y toneladas
de rocas llenan el cauce de este todavía gran
valle que rinde al de Hushe. A nuestra izquier-
da, abajo, unos terrenos llanos y muy vegeta-
dos albergan distintas casetas de campo.
Hay que descender una vertiginosa pendien-
te que nos lleva ya a Saitcho, un pequeño
Jardín del Edén, con árboles centenarios, flo-
res, agua, en fin manifestaciones de vida más
cercana y compatible con la nuestra. Son
cerca de las tres de la tarde cuando llegamos
a los 3.650 metros en los que está enclavado Todo indica que vamos llegando ya a terreno más cómodo y
este campamento. domesticado, más agradable para el ser humano (foto del autor)

Hay otras acampadas por aquí, pero no


tenemos problemas para colocarnos, lo hace-
mos en la terraza que hay inmediatamente
debajo del edificio del emplazamiento, entre
éste y un pequeño brazo del río Hushe, que es
ya donde estamos. Para mayor aprovecha-
miento del terreno, han montado las tiendas
como en herradura, bien, muy acogedor. Lo
único que miro de reojo en el sitio es que no sé
cómo nos iría tan cerca del río si llueve mucho
Confluencia del glaciar con el valle del Hushe (foto del autor) valle arriba.

71
Se corre la voz de que en el garito hacen huevos y patatas fritas, que aunque esté hecha
por paisanos, en cocina de paisanos, con utensilios de paisanos y con mugre de paisanos, es algo
que nunca se debe hacer en el trayecto de ida, pero que para lo que nos queda, no dudamos ni un
momento en tener este encuentro con algo tan cercano y querido.
No sin un cierto sentimiento de infidelidad,
a las 7 acudimos a nuestra tienda comedor, por-
que nuestros cocineros sí que son fieles y nos
dan de cenar. En los postres, Jan, nuestro guía,
nos anuncia la juerguecita de esta noche. Al ser
la primera pernoctada fuera del glaciar, igual que
a la entrada en Paiyu, los baltís vuelven a hacer
otra fiesta, en este caso como acción de gracias
por el paso del Gondogoro sin incidente alguno.
Ahora nos explicamos el que a lo largo de la tarde
hemos visto cómo se aseaban, peinaban y poní-
an ropas limpias, pero no sabíamos de qué se
trataba. El paisaje se humaniza llegando a Saitcho (foto P. Montón)

Nos dice Jan, que es una descortesía no


asistir, así es que de nuevo todos esos bailes y cán-
ticos ya conocidos, y el empeño en que participe-
mos, especialmente las mujeres; hay que pensar
que para estos hombres es verdaderamente un
espectáculo ver a las occidentales en juerga. Jan
no para de comprometerme para que salga yo tam-
bién, pero como viene diciéndome estos días, le
digo que sólo soy "single song". Qué le quise decir,
en seguida se las organiza para darme paso, y ya
se puede uno hacer una idea de lo que pega por
aquí nuestro folklore, pero bueno, de nuevo suena
nuestra arraigada jota en la noche baltí. Estos can-
“Circuito de spa” en Campo Saitcho (foto S. Ramírez)
tos y bailes preceden a la última noche en ruta.

Los baltís se acicalan unos a otros para asistir a la Los baltís celebran la entrada y salida del glaciar con cantos y bailes
fiesta (foto S. Ramírez) no muy distintos de nuestros saraos flamencos (foto del autor)

Han sido dos jornadas en una, aunque no han llegado a 7 horas de caminata, que salvo
algunos tramos más comprometidos, ha sido muy agradable. Estamos apenas a 3 horas de Hushe,
la última etapa, la más deseada tras el cansancio acumulado, pero como todas las monedas, ésta
también tiene dos caras, lo más doloroso es tener que desprenderte de todo este maravilloso entor-
no. Son reflexiones imposibles de detener, que se agolpan en la cabeza a partir de las 9 de la
noche, ya dentro del saco.
72
No ha parado de llover en toda la noche, y lo sigue haciendo, lo que origina un poco de caos
a la hora de salir de las tiendas y de ir aviándonos para la marcha. El jueves 13 de Julio afronta-
mos la última etapa de nuestro deambular por estas montañas. Todo tiene un aire de fin. A las 8 ya
está lista la comitiva para salir. Jan corre la voz de que llevemos a mano las sandalias, porque con
esta lluvia, es posible que tengamos que emplearlas para cruzar algún barranco. Después de todo
lo que hemos pasado, casi me lo tomo a broma, a no ser porque veo que él las lleva colgando de
su mochila.
La zona de acampada está en la margen
derecha, y pronto pasamos un rudimentario
puente para cruzar a la izquierda. El río es
potente, y baja crecido. Ya se puede decir que
estamos de lleno en el valle de Hushe, caminan-
do bajo la incesante lluvia hasta el pueblo del
mismo nombre. Como si de un paseo triunfal se
tratara, nos tomamos con calma la marcha. No
es fácil manejarse con el paraguas y la máquina
de fotos, pero no se pueden dejar escapar algu-
nas de las instantáneas que se ven, porque el
valle es realmente precioso, alimentado por los
Momento de salir de Campo Saitcho para afrontar la última barrancos que llegan de la cara sur del impre-
jornada de regreso a Hushe (foto del autor) sionante macizo del Masherbrum.
Sigue lloviendo, el cielo está muy cerrado. A medida que se va perdiendo altura se va
ganando en verdor. El paisaje comienza a humanizarse con elementos domésticos, pasamos por
unas casetas de piedra a modo de establos, en cuyo porche hay refugiados tres melancólicos
burros, que con la mirada perdida ven nuestro paso con la más absoluta de las indiferencias. Es
atemporal, recuerda a los poblados palestinos de las películas de hace dos milenios.

Al cabo de una hora, el camino


pasa por encima de las tapias de unos
corrales, dotadas de una rudimentaria
escalera para poderlas pasar. El paisa-
je se suaviza más y más, ya se ven fér-
tiles vegas junto al río, ya se ve la
pequeña aldea de nuestra meta final
en lo alto de un altozano, ya se ven los
campos de cultivo que hemos de atra-
vesar para llegar hasta ella. Todo habla
pues de la cercanía de un núcleo
poblado, el primero desde Askole, que
dejamos ya hace 13 días. Los primeros tramos de la etapa van junto al río Hushe (foto J. Barba)

La relajada marcha hacia Hushe (foto J. Barba) Pasando uno de los brazos del río (foto L. Rodríguez)

73
Tras atravesar unos corrales, casetas y campos lindantes, finalmente hay que subir una
corona que es donde se encuentra Hushe, la última aldea de este valle, que alberga a menos de
un millar de personas en unas arcaicas casas rodeadas de un vergel de campos de cereal que
parecen fosforecer bajo unos rayos de sol furtivos. Estamos a 3.200 metros de altitud, y tras casi
tres horas de marcha, son las 11 de la mañana del día 13 de Julio cuando damos por terminada
esta travesía de acompañamiento al grupo de expedición primero, y de nuestro regreso, ya en soli-
tario, después.

A nuestro paso, encontramos estampas totalmente atempora- Es una extraña sensación la que produce ver un poblado tras
les (foto del autor) tantos días sólo entre montañas (foto del autor)

En las afueras de la aldea hay unas grandes carpas en las que se alojan algunas familias.
No cabe imaginar que en un lugar tan tercermundista, en la última aldea de un valle, también haya
chabolismo, parece mentira, pero así es, los muy pobres entre los muy pobres. Salen a recibirnos
los chicos de estas familias y otros más del pueblo, a cada paso que das vienen más y más críos.

Aunque débilmente, no ha dejado de llover


ni un sólo momento en toda la mañana. Llegamos a
nuestro emplazamiento, que es un corral cerrado,
presidido por dos pequeños y austeros edificios,
que se emplean para cocina y comedor, ya no
vamos a ver más las tiendas a tal efecto. Los res-
ponsables de los porteadores están montando
nuestras tiendas en medio de la lluvia reinante. A
pesar de los paraguas hemos llegado húmedos
hasta los huesos, y los petates están más o menos
igual; además se agrava con que las tiendas están
La tenue luz de la nublada mañana confiere este ambien- mojadas, tienen que secarlas con los butanos que
te especial a los campos brillantes con la pertinaz lluvia hemos empleado hasta ahora para iluminar las
(foto del autor) mesas del comedor durante las cenas.

En este tipo de aldeas, sólo una parte minoritaria de chicos está escolarizada, el resto vagabundea por las calles y sale al
encuentro de grupos con los que, como con el nuestro, están siempre prestos a recibir dádivas (fotos del autor)

74
Así es que el final no es el más agradable que se podía esperar, pero bueno aquí estamos
ya, aunque dadas las circunstancias hubiéramos preferido coger ya los sufridos Toyotas y no espe-
rar hasta mañana con esta mojadina.

Ha llegado el momento de repartir la merecida propina a los Son muchos días con nosotros los que ahora terminan, quizá
porteadores (foto del autor) a esperar a que los contraten de nuevo (foto S. Ramírez)

Pasado el mediodía se liquida con los porteadores, es también el final de su andadura, aun-
que todavía les queda llegar a sus casas. Vuelve a ser otro instante emotivo para nosotros, todo
está llegando a su término. Para ellos es su momento crematístico, el fruto pecuniario de tantos y
tantos días acompañándonos para acarrear nuestros enseres. Para nosotros, un aire de melanco-
lía tiñe el momento de verles marchar contando los billetes, son caras amigas que se van, un peda-
zo más de todo esto que se desvanece ante nuestros ojos.

Diversas estampas callejeras que dan una idea de la miseria en la que están instaladas las gentes de esta recóndita aldea de
Hushe en el valle del mismo nombre (fotos del autor)

El bello colorido de las indumentarias de estos niños contrastan con el tenue color de sus rostros y de sus miradas. Desde
muy pequeños ya participan de esa amargura global que envuelve a estas gentes (fotos J. Barba)

Acompañados de frío, humedades y un buen puñado de críos pasamos la tarde por las
calles de la aldea. Como es fácil de comprender, somos la atracción del día. Es curioso cómo tan
pequeños y ya hay una brutal diferencia entre los chicos y las chicas. Mientras que a los primeros
les gusta ser fotografiados, ellas se esconden, no les gusta dar la cara.
75
Sigue lloviendo, esta gente vive instalada en la más absoluta miseria, no en vano hay una
fundación que financia un proyecto de cooperación español con la participación de RTVE, Al Filo
de lo Imposible, el Gobierno de Aragón, la MAZ y alguna que otra entidad. La intervención es en
Educación, Sanidad, Agricultura, Selvicultura y construcción de un Refugio-Hotel. De hecho está
por aquí su responsable Sebastián Álvaro y el grupo que le acompaña, Toñín Perezgrueso, Esther
Sabadell, Juanito Oyarzábal y Edurne Pasabán, con los que nos fundimos en un abrazo, porque
en los dos grupos hay viejos conocidos. También les acompaña el ex-político Pío Cabanillas.

Cartel anunciador de la ayuda humanita- Cálido recibimiento de la chiquillería al Un momento en el reencuentro de viejos
ria aragonesa y española (foto del autor) grupo de Al Filo (foto J.R. Pueyo) amigos en Hushe (foto del autor)

Hushe es un pueblo pequeño rodeado


de campos sin mucha variedad de cultivos y
que es de lo poco que vive esta gente por aquí,
en estos estrechos valles junto a montañas
agrestes y desérticas. La carretera llegó en
1980, recibiendo entonces, con gran asombro,
el primer vehículo a motor. Pasamos por estre-
chos callejones en una de cuyas orillas hay un
pequeño curso de agua, que se adivina son los
desagües. Siempre seguidos por una maraña
de críos, no así de chicas como decimos, que
si las encontramos reaccionan tapándose la
cara y escondiéndose por las casas. Es espe- Hay estampas que hielan el alma, como la de este crío en el
luznante ver el patio de alguna de ellas. patio de su casa. (foto del autor)

La facha de estos críos no es ajena a tanta mugre, si se hace el esfuerzo de adivinar su cara
limpia detrás de todo ese velo pastoso, aparece ante nuestros ojos un bello rostro de facciones
duras y de intensa y oscura mirada. Pero la mayor concentración de adultos que hay está en torno
al "centro comercial", un par de garitos en los que se vende de todo. En uno de ellos, el sonriente
y limpio tendero se arregla un poco más y nos pide que le hagamos una foto.

En la zona comercial se dan cita los paisanos (foto F. Val) El tendero posa sonriente para nosotros (foto del autor)

Pasamos un rato de velada con nuestros amigos de Al Filo, donde se habla de monte, de la
Fundación, y también de los temas laborales de RTVE. Como la comida ha sido frugal, la cena es
temprana, hay quien se ha atrevido a hacer tortillas de patata.
76
Salimos del comedor sobre las 9 de la noche y ya ha parado de llover. Los jeeps que nos
tienen que llevar mañana hasta Skardu ya están preparados en el interior del recinto. Las tiendas
ya se han secado. Nos metemos en el saco para disfrutar de la última noche de campaña, y por
ello se agolpan más si cabe los recuerdos y las reflexiones.

Los rodantes nos llevarán mañana a


Skardu, y de ese modo cerraremos el círcu-
lo que allí abrimos hace ya 13 días. Es hora
de hacer balance. La travesía la comenza-
mos el día 1 a las 7:10, y la hemos finalizado
hoy a las 10:30. Eso hace un total de 13
días, 3 horas y 20 minutos exactamente,
desde que empezamos a andar hasta que
hemos parado. Como ha habido 3 de des-
canso, de los 10 días hábiles restantes salen
243 horas en total, de las que hemos estado
andando 72, casi el 30% del tiempo, sencilla-
Última cena que hacemos en ruta (foto del autor) mente brutal.

Las estampas callejeras siempre dan el contrapunto a la gran riqueza y magestuosidad del paisaje (fotos S. Ramírez)

Una casa de las afueras de Hushe (foto del autor) Los jeeps preparados, esto se acaba (foto del autor)

No tan exacto como el tiempo son los desniveles, que no siempre


convergen todos los trabajos consultados, incluso tampoco nos coincidía a
todos los que hemos estado juntos, pero en valores aproximados, podemos
decir que estamos hablando de 2.800 metros ascendidos y de 2.700 descen-
didos, pero que los acumulados no son los 5.500 de su suma, sino el cúmu-
lo de permanentes subidas y bajadas que hemos tenido que hacer para
recorrer todos los caminos, y que muy bien nos pueden llevar a bastante
más del doble. Haciendo cálculos soy pasto de una gran oleada de sueño,
Flora del lugar (foto J.
que me llevará hasta bien tempranas horas de mañana. Barba)

77
CAPÍTULO VIII (14 a 17 de Julio)
REGRESO DE HUSHE A SKARDU E ISLAMABAD
Descendiendo por la Karakorum Highway (KKH)

La mañana del viernes 14 de julio amanece como acabó ayer el día, nublada. Es obliga-
da la contemplación de los desérticos alrededores. Tenemos enfrente mismo una de las casas de
la aldea, y al igual que las del próximo valle de Askole, no deja de ser curiosa su estructura, son
casas levantadas gracias a una combinación de piedra y adobes, con tejados planos cargados de
leña. Por aquí, por el recinto, ya van recogiendo las tiendas que nos han albergado durante tantas
noches, no sin cierta nostalgia vemos cómo más elementos de la travesía van quedando atrás, esto
poco a poco va llegando a su fin.

Chicos prestos para ir a la escuela, que son minoría frente a Otro momento de desprendimiento de elementos de la trave-
otra gran cantidad de ellos que se pasan el día vagabundean- sía. Además de despedirnos de nuestros amigos de Al Filo, lo
do por las calles (foto S. Ramírez) hacemos de las botas de montaña (foto A. Santamaría)

Tras despedirnos de Sebas y Esther, nuestros vecinos y amigos de Al Filo, partimos algo
pasadas las 8 de la mañana. La caravana está compuesta por cuatro vehículos para el pasaje y
otro para la carga. El recorrido valle abajo es precioso, pero la pista es infernal. El río Hushe baja
tumultuoso, satisfecho se podría decir, se encargan de ello todos los valles de la cara sur del
Masherbrum, la Reina de las Montañas, para unos o la Montaña Blanca, para otros, que vierten
sobre el eje de este río.

Unas fuertes pendientes para


ganar altura y nos encontramos ante la
primera dificultad de la mañana, hay
que pasar un bravísimo barranco
cuyas aguas llevan mucha prisa por
apaciguarse un poco tras su vertido en
el principal del valle, y hay que hacerlo
a través de un puente en el que unos
paisanos han parado al primer vehícu-
lo para ver si podían sacar tajada. La
gente aquí sabe que se puede sacar
dinero por todo y siempre lo están
intentando. Tras solventar el incidente El descenso por el valle del Hushe no está exento de sobresaltos en forma
continuamos nuestro regreso. de barrancos que hay que cruzar (foto P. Montón)

78
Barrancos que nos encontramos en nuestro camino abrazados al gran Hushe. Para cruzar los puentes es frecuente encon-
trarse piquetes de paisanos pretendiendo cobrar su particular impuesto revolucionario, que para eludirlo es preciso emplear-
se a fondo (fotos J.R. Pueyo)

Vamos pasando ya por otras aldeas más o menos importantes, eso se nota ya no sólo por
el tamaño, sino también por la cantidad de mezquitas que tienen. El terreno, el paisaje, el clima,
todo se va dulcificando poco a poco, ya vamos viendo más campos de cultivo, en algunos vemos
gente junto a unas gavillas; ya va saliendo a nuestro encuentro la chavalería ofreciendo sus alber-
ges, como decimos en nuestra tierra. El valle se va cubriendo de vida más avanzada.

A eso de las 10h 30', y con un hori-


zonte mucho más abierto, llegamos a
dejar la pista de tierra para coger una
carretera que, aunque estrecha, está
asfaltada. Salimos a un valle mayor, al de
Shyok, a su paso por Khapulu, antigua
capital del mayor principado de los que
formaban el Baltistán. Pasamos un puen-
te sobre el río del mismo nombre, que
rinde al Indo. El paisaje es verdadera-
mente lunar, bien es cierto que está salpi-
cado de oasis donde se concentra la
población. En las aldeas que nos vamos encontrando se agolpan las viviendas
que albergan a cantidad de gente dejada a su suerte (foto S. Ramírez)

Al poco rato pasamos por un con-


trol policial donde tenemos que parar y
hacer algo que no habíamos hecho en
ninguno hasta ahora, el registrarnos per-
sonalmente cada uno de nosotros en un
libro. Algún puente más y finalmente lle-
gamos, sobre la 1 del mediodía, a la
gran anchura, a ese gran estuario que
hace el Indo a su paso por Skardu. La
estampa del Indo, como ha quedado
dicho con anterioridad, es auténticamen-
te bella y placentera, y su luz cautivado-
Conforme vamos bajando por el valle del Hushe se va domesticando
ra. Han sido 4h 45' para recorrer los 145
el paisaje, van apareciendo aldeas con sus cultivos (foto S. Ramírez) km que nos han separado de Hushe.

79
El no acampar en Dalsam Pa, ha hecho que adelantáramos una jornada, es decir que ten-
gamos que pernoctar dos noches en Skardu. Viene a nuestro encuentro Jaffer, al que no veíamos
desde el Base, y nos da la bienvenida. Le preguntamos por si sabe algo del porteador herido que
atendimos y acogimos en Goro II, y nos dice que vive como a hora y media de aquí, y que está res-
tableciéndose bien, es muy tranquilizador para nosotros.

Tras comer, nos damos otra vuelta por este poblado donde se funden todos los colores,
todos los olores, todas las sensaciones y pocas esperanzas.

Por doquier nos asaltan estampas atemporales que nos hablan del tiempo detenido por estos lugares (foto del autor)

Después de cenar, otro acto casi, casi, protocolario, salvo a Jan, el guía que nos acompa-
ñará hasta Islamabad, despedimos al resto de paisanos que nos han acompañado hasta aquí,
Aqbar, el joven sirdar que está ejerciendo desde el Base, y el cocinero y sus dos ayudantes. Otro
pétalo que se cae de esta flor ya casi deshojada. Ajena a nosotros, una fiesta por el fin de curso
de una escuela clerical islámica da la nota de color en este emotivo momento.

No sé a qué hora, ya no importa


tanto, nos acostamos, y una sensación
agridulce nos invade. Por un lado la agra-
dable situación de verte ya acostado meti-
do entre sábanas, entre colchón y techo;
pero por otra, eso conlleva el que hablemos
ya de monte en tiempo pretérito. Esa pleni-
tud vivida estos días pasados, deja paso a
un vacío sólo llenado con la satisfacción de,
a pesar de todas las dificultades, haber cul-
minado con total éxito humano y organiza-
tivo esta espléndida travesía. Un barullo de
recuerdos y reflexiones se agolpan en la
mente, pero se van desvaneciendo poco a
Desde la llegada a Hushe estamos paulatinamente dejando atrás poco y pronto me quedo dormido a pierna
gentes y enseres que han formado parte de nuestras vidas durante suelta, quizá revoloteando por los magnífi-
estos días de dura travesía. A partir de aquí sólo Jan nos acompaña-
rá hasta Islamabad (foto J.R. Pueyo) cos parajes que hemos dejado atrás.

80
El día siguiente, sábado 15, es el del descanso del guerrero; no podemos refrenar la irre-
sistible tentación de asomarnos al valle, a este río cuyo egregor todo lo envuelve, todo lo impreg-
na, es una de las grandes venas de esta árida tierra y tosca gente. El día está más espabilado. Hay
un vuelo directo desde aquí hasta Islamabad y que tiene su punto álgido en las proximidades del
Nanga, por lo que tiene que hacer buen tiempo para que salga, pero no sólo consiste en que lo
haga el propio día, sino los anteriores, de lo contrario la preferencial lista de espera echa al traste
toda esperanza de volar, no dejando otra opción que la de atravesar la interminable KKH.

Recibimos la noticia de que han asesi-


nado a un clérigo chií en un atentado en
Karachi, que está todo el comercio cerrado y
que puede haber altercados por las calles del
pueblo, por lo que pasamos el resto del día
confinados en el hotel. Al mediodía llega José
Mari, el componente de la expedición que
tuvo que coger a dos o tres porteadores y
bajarse por el Baltoro por problemas físicos. A
lo largo del día nada ocurre que permita bajar
el nivel de seguridad, no obstante, se organi-
za una salida en masa, custodiados por Jan y
Jaffer, hasta un locutorio cercano. Esta sobre
dosis de hotel ha contribuido a que las salidas
al jardín para contemplar, para empaparnos
El mal tiempo que se queda instalado en Skardu por unos días de todo este ambiente, hayan sido más fre-
favorece nuestro regreso por la espectacular y ya conocida por
nosotros KKH (foto del autor) cuentes e intensas.

Aunque se confirma que mañana habrá vuelo, se nos desvanece cualquier esperanza debi-
do a la temida lista de espera. No hay más remedio que acudir a la resignación como compañera
para los próximos dos días de tortuoso peregrinar por la KKH.

Otra noche más, la última en la capital del Baltistán y su espléndido río.

El domingo 16 amanecemos con la mente puesta en los más de 750 km que tenemos que
recorrer en dos días por la KKH. A partir de estos días ya no mucho más que contar, es ya todo un
continuo cerrar y cerrar todas las puertas que estas mismas jornadas, pero en dirección inversa,
tuvimos que ir abriendo. Visita obligada, la última, al jardín, a querer empaparnos, como si quisié-
ramos no perdernos esto jamás, como si quisiéramos no olvidarnos nunca de esta impresionante
atalaya.

A la izquierda, panel de las expediciones 2006 en los pasillos del hotel


K2, donde dejamos nuestra impronta. Sobre estas líneas, Jaffer junto al
autobús que, cargado con nuestros pertrechos, nos va a llevar de regre-
so a Islamabad por la KKH (fotos del autor)

81
A las 9 y media de la mañana partimos de este recóndito lugar del mundo, malogradamen-
te echado a perder por la religión, por el sector más fanático de la religión, sea cual fuere, y que
con la conciencia única anula cualquier atisbo de individualidad, cualquier atisbo de libre pensa-
miento, cualquier atisbo, en definitiva, de crecimiento personal y de desarrollo humano y espiritual.

Rodeamos de vuelta todo el gran estuario natural con el que el Indo contribuye a este mag-
nífico paisaje y luego, el paso del puente te deja en esta pista que baja esposada al ya turbulento
Indo en busca de la KKH.

Sobre mediodía pasamos por aquel tétrico


lugar donde se incubaron gran parte de los poste-
riores malestares gástricos que nos han acompa-
ñado a algunos durante jornadas y jornadas.
Estamos hablando de Stak Nala (1.780 m), como
reza en un cartel. De repente noto como que he
perdido el apetito. Y cuando ya parece todo inevi-
table, se produce el milagro, ¡pasamos de largo!,
no entramos hacia nuestra derecha, sino que con-
tinuamos un poco para meternos al otro lado, hacia
el Indo. Todos nos preguntamos qué ocurre, y no
es otra cosa que nuestras súplicas en el viaje de
subida han sido atendidas, el albergue del PTDC,
está abierto, casi lo vamos a estrenar. Entramos y
disfrutamos de la novedad, pero qué limpito todo,
qué mono… aunque en la comida no hay variación, Esta foto, tomada desde el autobús, da una idea de lo
el chapati, el arroz, los guisos, todo sabe igual, complicado que puede ser circular por esta pista que con-
todo huele igual, pero no es lo de enfrente fluye en la Karakorum Highway (foto S. Ramírez)

Nos incorporamos de nuevo a esta carretera, que a pesar de los pesares, no nos está tra-
tando nada mal. Al cabo de dos horas llegamos al paso del puente para incorporarnos ya a la KKH.
Unas horas más, y a las 6 de la tarde llegamos, aún de día, al Hotel Shangrila de Chilas. Tras la
relajada cena, salimos un buen grupo de gente a disfrutar de la noche índica a la terraza, y pronto
a dormir, que mañana va a ser un buen día también. Otro día más y otro día menos.

Puente para tomar la KKH que nos llevará hasta el final de la etapa de hoy, Campos de cultivo aterrazados sobre un Indo al
la aldea de Chilas (foto J.R. Pueyo) que ven pasar de largo (foto L. Rodríguez)

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Agradable velada en los jardines del hotel en la que nos impregnamos del
ambiente de este gran río, una de cuyas grandezas que tiene es que da
Arcaicas instalaciones en el Hotel Shangrila de nombre a un subcontinente, a un océano e incluso a toda una religión mile-
Chilas (foto J.R. Pueyo) naria (foto J. Barba)

El día siguiente, lunes 17, está marcado por la segunda etapa por la KKH, en la que esta-
mos también unas buenas horas. Al mediodía paramos en Besham, una populosa localidad por
cuyas calles se agolpan los peatones, siempre hombres, animales, coches, furgonetas y todo tipo
de vehículos con todo tipo de mercancías, incluidas las humanas. Ya se nota un sofocante y húme-
do calor que nos va a acompañar hasta Islamabad.

A pesar de que se invierte menos tiempo en bajar la KKH que en subirla, se hace mucho más pesado ya que todo se repite,
las aldeas junto al gran río o a cualquiera de sus afluentes, las gentes, siempre hombres, por las calles haciendo nada, siem-
pre lo mismo (fotos L. Rodríguez)

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A lo largo de su curso, el río Indo está jalonado por puentes que lo cruzan para dar paso a remotas aldeas que arañan terre-
no a sus pendientes orillas para poder sobrevivir (foto F. Val)

Distintas estampas de Besham, donde paramos a comer. El extraordinario escenario natural por el que han discurrido nues-
tros pasos estas últimas jornadas, deja paso a todo este caos de gentes, de vehículos, de construcciones, y de cualquier cosa
que se ponga al alcance del hombre (fotos J. Barba y F. Val)

84
Antes de eso, hacemos una nueva parada en una localidad llamada Abbottabad (1.200 m).
Luego seguimos ya por una KKH cada vez más transitada, y que se va haciendo, con más inten-
sidad conforme nos vamos acercando a la capital, escenario de las suicidas prácticas de conduc-
ción que son como una locura que arrebata a esta gente.

De esta guisa se ve el caos circulatorio desde el autobús lle- El conductor del autobús se reencuentra con su prole en
gando ya a Abbottabad (foto del autor) Abbottabad (foto del autor)

Finalmente, llegamos a las 19:30 a entrar en Islamabad, aunque tiene que pasar todavía
una hora más de infernal callejeo, hasta que dejamos de oír el rugir del motor. Llegamos al hotel,
y aún debemos hacer un último esfuerzo para arrastrar todo nuestro equipaje hasta las habitacio-
nes, ya no hay porteadores. Una buena ducha y unos minutos de relajo tumbado en la cama me
apartan de toda esta frenética actividad y me permiten evadirme a mi infinito y a mi eternidad.

Otra etapa que se cierra. Momento en el que nos despedimos de Jan en las escalerillas del hotel (foto J.R. Pueyo)

Después de una cena, que sienta como un homenaje, nos despedimos de Jan, quizá el
último vestigio que nos queda de nuestro viaje por estas montañas, quizá también el que nos
vincula a rudos hombres y salvajes paisajes. Nos dice que mañana tiene que madrugar para
volver a hacer la misma travesía con un grupo de italianos. Después de lo que hemos pasado
hasta aquí, mañana vuelta a empezar, ¡cuatro días seguidos de KKH! Así es la vida para este
Jan, siempre sonriendo, siempre de buen humor. Me ha dejado una impronta, y es la que dejan
los hombres sencillos y buenos, es la de la honradez y la paciencia, la de la responsabilidad y
la del buen hacer. Verdaderamente es un hombre de las montañas.
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CAPÍTULO IX (18 a 19 de Julio)
ESTANCIA EN ISLAMABAD
De vuelta a España

Sólo nos queda ya el martes 18, un día entero para estar por aquí, un día que dedicamos
a desaclimatarnos, si se puede llamar así, y a las últimas compras. Día en el que hay que volver a
ir a la Oficina de Turismo y a la Embajada, de lo que se ocupan Ángel y Fernando.

Descanso tras dedicar el día a las compras por las calles de De este modo se enderezan las farolas en esta ciudad (foto
Islamabad (foto A. Santamaría) del autor)

Dos imágenes en las que se ve la distensión del grupo, acompañados por los responsables de la Agencia Local, con la inmen-
sa satisfacción de haber concluido sin ningún incidente la larga y dura travesía (fotos J. Barba)

El siguiente día, el miércoles 19, es el del regreso a casa. Tras un madrugón de espanto,
ya el último, nos dirigimos a Rawalpindi a tomar el avión, que sale con mucho retraso, y hace que
nuestro paso por Heathrow, lejos de ser placentero sea atlético. Tras la fulminante escala en la anti-
gua metrópolis, tomamos otro avión para Madrid.

Pero como todo no podía ser perfecto, en Barajas se nos comunica que no ha llegado el
equipaje, se ve que no corrió tanto como nosotros por las dependencias del aeropuerto de Londres.
Tras efectuar las correspondientes reclamaciones salimos de la terminal, donde algunos familiares
y amigos, nos están esperando en vehículos para regresar a casa, a donde tras darnos un home-
naje en forma de espléndida merienda, llegamos tras más de 24 horas de agotador viaje.
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EPÍLOGO DEL DIARIO

Atrás han quedado esos límpidos cielos, esos puros aires, esas aguas gélidas y trans-
parentes, y esas grandes masas de hielo y piedra. Atrás han quedado esas tierras de la alta
montaña baltí donde la noche y la soledad se apresuran. Atrás, también, esas gentes y esos
lugares que nos han acogido durante casi un mes de nuestras vidas. Por allí se ha quedado
un trocito de nuestras mentes y de nuestros corazones. No ha sido una aventura, sino el
comienzo de una aventura. No ha sido un camino, sino el comienzo de un camino. No ha sido
un conocimiento, sino el despertar. Por nuestra parte, bien empleado está. Ya nada será igual.

La redacción de este diario ha servido para revivir igual de intensamente todo lo que se
vivió sobre el terreno. Detrás de las imágenes y de las palabras ha habido caras que se han
vuelto a ver, voces que se han vuelto a oír, emociones que han renacido y pensamientos que
han asaltado. Es todo un inmenso barullo al que conviene poner orden y que no es posible más
que bajo el sereno prisma de un sincero respeto, admiración y agradecimiento hacia todo y
hacia todos. Es de lo que está necesitada nuestra especie, de Fe en ella misma, de Esperanza
en un mundo mejor y de Amor hacia todo lo creado, incluido al propio hombre. Para ello pedi-
mos Luz para nuestro intelecto, Calor para nuestro corazón y Vida para nuestra voluntad.

Ahora sí que podemos decir definitivamente Asalaam aleikum. Para todos los hombres,
Insha Allah (si Dios quiere), Paz.

87
88
CAPÍTULO X
CRÓNICAS DEL VIAJE Y ASCENSIÓN
...Y SONÓ LA JOTA EN LA KARAKORUM HIGHWAY

Una vez más, y sin saber cuántas van, me despierto de nuevo sobresaltado. No sé si esta
vez ha sido un volantazo, un bocinazo o la exclamación de angustia de alguno de mis compañe-
ros. Y es que de nuevo nos encontramos en una de las carreteras más famosas e impresionantes
del mundo: la denominada en inglés Karakoram Highway.

Sinfonía de colores, de cláxones, de controles policiales, de gente por todas partes, o mejor
dicho de hombres, puesto que es escasa la presencia de mujeres en estas zonas. Hace dos días
que llegamos a Pakistán y sin lugar a dudas, ésta ha sido una de las cosas que más han impresio-
nado a nuestro grupo; por mucho que se haya leído sobre el país, estas cosas no dejan de llamar-
nos la atención... Los primeros días de expedición siempre son iguales: trámites burocráticos,
negociaciones con la agencia local, y sobre todo intentar hacerse con las costumbres locales lo
antes posible, que en un país musulmán como Pakistán implica entre otras cosas no poder beber
en las comidas más que cerveza sin alcohol o coca-cola. Aunque en esta ocasión la calurosa
recepción con que nos ha obsequiado la Embajada de España en Islamabad ha hecho la cosa más
llevadera y entre tortilla de patata, vino tinto y cerveza normal y corriente, se han cogido las fuer-
zas necesarias para afrontar el trago de la Karakorum con más entusiasmo.

Recuerdo cuando hace diez años los miembros del Grupo Militar de Alta Montaña acometí-
amos esta carretera con la incertidumbre de cuántos días nos costaría por los corrimientos de tie-
rras que nos habían avisado que encontraríamos. Ahora como veterano se ven las cosas de otra
manera, pero no por ello dejan de sorprenderme; y en la mirada de los compañeros del Club
Pirineísta Mayencos, que nos acompañan en esta ocasión, leo muchas de aquellas sensaciones
vividas con anterioridad. Apenas ha cambiado algo la fisonomía de esta arteria vital para este país
y que le une con el gigante chino; sin embargo, por desgracia al paso por la zona de Bagram con-
templamos con angustia las señas de identidad del terremoto que asoló esta zona hace unos
meses: casas derruidas, tumbas, miradas vacías, algún que otro coche de organizaciones no
gubernamentales, campos de refugiados... y creo vislumbrar también cierta resignación, el senti-
miento de aquél acostumbrado a sobrevivir día tras día en esta inhóspita zona del planeta y a acep-
tar los avatares del destino.

Pero hay otra cosa que nos sorprende y que no


observamos hace diez años: son incontables el número
de camiones que nos cruzamos cargados de madera,
así como el de camiones chinos que cargados de mer-
cancías de todo a cien nos cruzamos, y que nos indican
las señas de identidad del comercio que caracteriza esta
ruta. Sin embargo, el tránsito por la zona pastún o patán
nos deparará una sorpresa de última hora, y es que la
llegada a Chilas, punto intermedio del trayecto, entre las
últimas luces del día, nos obliga a realizar escoltados por
la policía los últimos kilómetros de la jornada. Cansancio
y sobresalto se unen en el ambiente, lo que da pie a
intentar relajar la tensión con alguna canción, y tras algu-
Un momento de descanso entre el incesante tráfi-
na melodía del país la jota del baturro de José María co de camiones por la KKH, con grandes cargas
brota con todo su esplendor. Al día siguiente los huesos de pesados troncos (foto del autor)
entumecidos sufrirán una nueva jornada de calvario y
entre los estruendos del Indo alcanzaremos sin novedad Transmitida por Cte. Alberto Ayora;
el final de este viaje: Skardu. el jueves, 06 de julio de 2006 09:25
89
¡BALTORO A LA VISTA!

Me introduzco en el saco de dormir destrozado, cansado de un largo viaje en todo terre-


no por pistas imposibles, de vértigo engañado, de parajes inolvidables. Ninguno llevamos carretes
de fotos suficientes para intentar enseñar lo que hemos tenido la suerte de contemplar, y sobre todo
los sentimientos que atraviesan la piel... Y es que el trayecto de Skardu a Askole que ahora se rea-
liza todo en coche nos sorprende por su grandeza y su belleza, pero si algo nos ha calado más
hondo y nos ha empequeñecido aún más, han sido las escenas vividas al entregar en esta pobla-
ción, a los niños del lugar, los jerséis y anoraks que hemos traído donados por el Candanchú Esquí
Club. En España nos las prometíamos felices: “...tenemos más de 100 prendas, si las entregamos
en alguna zona pobre se alegrarán...”

Askole, última población antes de comenzar el trekking del Baltoro, tiene en la actualidad
más de 600 habitantes, y de ellos, 270 son niños, de los cuáles escasamente 97 están escolariza-
dos. Con estas cifras es fácil imaginar la situación a la que nos tenemos que enfrentar. Intentamos
realizar el reparto de la manera más metódica posible y con la ayuda del maestro de la escuela
comenzamos a repartir la primeras prendas, pero pronto la situación y la necesidad nos desborda-
rán, los instintos de supervivencia afloran y nos vemos obligados a recluirnos en la escuela como
fugitivos de una situación irreal; allí con el corazón encogido entregaremos las últimas ropas que
nos quedan...

Con los recuerdos de las situaciones vividas emprendemos al día siguiente las primeras jor-
nadas del trekking. Polvo, calor y la sorpresa a la vuelta de cada recodo de la senda. El estruendo
de aguas tumultuosas que arrastran un mar de piedras nos acompaña hasta que alcanzamos el
primer lugar de acampada, Jula.

Otra sorpresa, desde el año 2003 se han construido letrinas, duchas, aseos, se han coloca-
do papeleras y se dispone hasta de luz artificial. Por lo menos el impacto medioambiental se ha
visto reducido aunque habrá quien opine que la contaminación visual del lugar que se genera, tam-
bién debe tenerse en cuenta. Creo que cualquiera de los que visitamos estos lugares hace unos
años recordamos la degradación que sufrían entonces.

Ilustrativo croquis del recorrido de la marcha de En un momento de descanso al entrar en el valle del Domurdo, cerca
aproximación y regreso en las jornadas de glaciar. ya de Jula (foto A. Santamaría)

La siguiente etapa la afrontamos con decisión, sabemos que tras ella nos espera una jorna-
da de descanso y la posibilidad, si nos acompaña el tiempo, de poder ver las primeras catedrales
del Baltoro. La llegada a Paiyu no nos defraudará y cansados pero satisfechos podremos contem-
plar el comienzo del Baltoro con sus mudos centinelas de piedra a su lado. Paiyu también ha cam-
biado y satisface encontrar un lugar superpoblado como éste totalmente tan acondicionado; tanto
está creciendo que hasta los mismos porteadores con sus donaciones están construyendo una
mezquita para poder profesar sus plegarias chiítas antes de entrar en el hielo del Baltoro como
hacían con anterioridad. Mañana, seremos nosotros los que daremos nuestros primeros pasos
sobre los hielos del Baltoro.

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el jueves, 06 de julio de 2006 09:33


90
LÁGRIMAS DE HIELO E IMPOTENCIA

Cuando la camilla de circunstancias que hemos tenido que preparar para transportar a un
porteador herido desaparece en la lejanía, sentimientos encontrados embargan a nuestro grupo.
Una vez más la cruda realidad que acabamos de afrontar ha superado nuestros corazones occi-
dentales. Tras el obligado descanso de Paiyu nos introducimos en el glaciar del Baltoro, el cual será
nuestro compañero inseparable en los días siguientes. Día largo y duro, pero precioso; de poder
contemplar espectaculares catedrales de roca, de torres altivas y desafiantes…

La llegada a Urdukas, punto final de esta jornada, será escalonada y habrá quién se la ha
tenido que tomar con más tranquilidad. De hecho han comenzado las primeras incertidumbres en
algunos, en comenzar a preguntarse si serán capaces de conseguir llegar a ese lejano Campo
Base de los Gasherbrum. Sin embargo, la facilidad con la que al día siguiente se alcanza Goro II
hace renacer las esperanzas, y junto con los ánimos que da el haber disfrutado de un día esplén-
dido, todo se ve con un prisma distinto. Pero estamos en el Karakorum, y de nuevo la grandiosi-
dad de estos parajes viene acompañada de una realidad distinta a la que estamos acostumbrados.

Nos avisan que ha tenido un accidente en el Broad Peak un porteador de altura pakistaní
de una expedición polaca, al que llegando al Campo I una piedra le ha golpeado una pierna, y que
lo están evacuando a caballo; tranquilamente esperamos su llegada con total inocencia. Fractura
de tibia y peroné, el supuesto caballo son las espaldas de su hermano y el riesgo altísimo de per-
der una pierna si no se le evacúa en condiciones. Mientras nuestro médico atiende al herido, soli-
citamos a Islamabad la evacuación en helicóptero. La respuesta nos deja incrédulos y perplejos;
su expedición y el resto de expediciones en el Broad han decidido el que no sea evacuado en heli-
cóptero y por lo tanto se desestima nuestra solicitud.

Dos imágenes del auxilio prestado al porteador de altura en Goro II. A la izquierda se muestra el estado en el que trajo la pier-
na. A la derecha, el momento de salir de la tienda, al día siguiente, antes de partir Baltoro abajo (fotos A. Santamaría y S.
Ramírez)

Nos ponemos en contacto con nuestra Embajada para que a su vez intente forzar la eva-
cuación con la Embajada polaca. Será inútil y a pesar de la rápida gestión de nuestro embajador y
de que como es habitual por desgracia, otras expediciones han hecho la vista gorda, decidimos
afrontar nosotros mismos la situación. Por ello y conscientes del riesgo que implica el que continúe
su transporte en pésimas condiciones, acordamos el abonar los porteadores necesarios para pro-
ceder a su evacuación en camilla.

Rabia, indignación, impotencia, asombro, perplejidad… pero también el corazón agradeci-


do del resto de sus compañeros. Cuando por la mañana todos los porteadores vitorean agradeci-
dos a nuestro médico y a nuestra expedición, más de uno tenemos que intentar ocultar esas lágri-
mas que al caer al glaciar rápidamente se convierten en hielo. Como dice el cantautor serán un car-
denal más de los funerales de nuestro corazón.

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el lunes, 10 de julio de 2006 07:59


91
SENTIMIENTOS A FLOR DE PIEL

Tal vez sea que los acontecimientos pasados con el porteador de altura paquistaní nos
han dejado más sensibles, o a lo mejor será que lo que nos quedaba por vivir simplemente ha
hecho que esto sea así: O, ¿qué sucede cuando en un día espléndido bajo un cielo limpio, sin una
sola nube, alcanzamos la majestuosidad de Concordia y se nos revela colosal e inmenso el K2?

Algunos se abrazarán, llorarán y bailarán de alegría. ¿Y qué sentimientos afloran cuando en


la grandiosidad de Concordia y en el interior de la pequeñez de una tienda se guarda un minuto de
silencio y se canta una jota en memoria de los aragoneses fallecidos en 1995?

¿Qué emociones estallan cuando se vislumbra por vez primera tras diez años, el altivo G-I
y la presencia de nuestro compañero fallecido se evidencia con mayor fuerza? ¿Qué aflora en los
corazones de todos cuando finalmente se cumple ese sueño añorado e imposible de alcanzar, ese
lejano Campo Base de los Gasherbrum? Y ¿qué descansa en el interior de uno cuando se cumple
ese objetivo de honrar la memoria en forma de placa, del que se nos quedó un 17 de julio de 1996:
Tte. Manuel Álvarez, “per aspera ad astra”? ¿Qué se muere en el alma cuando un amigo se va?

Sí, hoy finalmente tras muchos días de intensa convivencia nos hemos quedados solos y
comienza de verdad esta expedición.

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el lunes, 10 de julio de 2006 08:02

En el momento en el que se separan los dos grupos comienza, verdaderamente, el trabajo de la expedición. Es de vacío la
primera sensación que se tiene, especialmente acrecentado cuando, según vemos en la foto de la derecha, se siente la pre-
sencia de la nieve, con su carga de incertidumbre (fotos de J. Palop y J. Dumall)

Distintos campos de altura, en el circo de los Gasherbrum, necesarios para el ataque final a la cumbre (fotos D. Dumall)

92
RÁFAGAS DE FUSIL EN LAS ALTURAS

Son las 15:00 h y me encuentro sumergido en un sueño profundo, reparador; producto del
agotamiento de una larga jornada que nos ha dejado cansados pero contentos. Gracias al buen
tiempo imperante, que hemos decidido aprovechar, a pesar de que la aclimatación es bastante
justa, hemos establecido el Campo I a 6.000 m de altura. No recuerdo si en este momento estoy
soñando con los inestables puentes de nieve que acabamos de atravesar, con cuerdas fijas entre
los caóticos bloques de hielo del glaciar o si me imagino camino de esa cima que pretendemos con-
quistar; como esas luces que podíamos ver abandonando el Campo III y emprendiendo lentamen-
te el ataque a la cima del G-II mientras nuestro grupo daba sus primeros pasos hacia ella 3.000
metros más abajo.

Pero lo que me ha despertado de estos sueños ha sido un sonido bastante familiar, y me


incorporo estupefacto en el saco de dormir. Vuelven a sonar claramente, secas, con esa cadencia
corta y característica que consigue el tirador experimentado. Aturdido, reacciono y salgo de la tien-
da; a escasos 500 m de nuestro Campo Base se encuentra una de las últimas bases que el ejér-
cito paquistaní tiene establecidas en el Baltoro superior y de ahí provienen los disparos. Recuerdo
que más arriba, en el collado que contemplamos desde nuestro Base, y al que tenemos prohibido
el acceso todas las expediciones, entre el Baltoro Kangri y el Sia Kangri, se encuentra el último de
los campamentos militares paquistaníes; y que desde allí en 1996 oíamos esporádicamente dis-
paros. Sin embargo en esta ocasión los disparos son más cercanos, no tienen ese carácter intimi-
datorio que reconocíamos hace diez años en las alturas, no están diciendo a sus adversarios indios
del otro lado que hay alguien allí, a 6.000 metros de altura ocupando una zona de terreno en el que
la vida humana es imposible permanentemente.

No, en esta ocasión suenan distinto; me


vienen a la memoria los numerosos vuelos de heli-
cóptero que hemos contemplado en estos días de
buen tiempo e imagino que el abastecimiento rea-
lizado al campamento militar ha tenido como con-
secuencia estas prácticas programadas de tiro. En
esta tarde tranquila, soleada y apacible que nos
regala el Karakorum paquistaní, vuelven a sonar
otra vez ráfagas de fusil ametrallador e intento
imaginar la vida en esta parte inhóspita del mundo
en los rigores del invierno. Y es que aunque parez-
ca mentira, estos campamentos están permanen-
temente ocupados durante todo el año, con unas
condiciones de vida inimaginables; teniéndose que
turnar, durante los tres meses que dura la misión
de cada unidad, por periodos de 15 días en cada
Helicóptero derribado muy próximo a Conway, último des- destacamento de los que durante nuestro trekking
tacamento militar en el glaciar de los Abruzzos, más arri-
ba incluso del Campo Base de los Gasherbrum. Por tra- hemos tenido ocasión de contemplar, de manera
tarse de territorio fronterizo, es una zona de alto riesgo que la ocupación ascendente de cada campamen-
bélico (foto A. Santamaría) to sea progresiva para evitar el mal de altura.

Por la noche, mientras en nuestra tienda comedor leemos nuestros correos y los comenta-
rios de ánimo que se van colgando en la web de la expedición, escucho fuera los alegres comen-
tarios de los oficiales de enlace, que mientras cenan reunidos, tal vez estarán comentando jocosos
el campeonato de tiro que con AK-47 han celebrado en esta tarde distinta y de agotamiento para
nosotros…

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el miércoles, 12 de julio de 2006 17:30


93
CONFESIONES EN LA COCINA

Los días de mal tiempo en un Campo Base siguen siempre una tónica similar, aunque por
fortuna, siempre pueda haber momentos que rompan la monotonía de la rutina diaria. Son días de
descanso, de relajación y de nostalgia, de hablar mucho o de leer mucho, según se lo pida a uno
el cuerpo. Cuando sobre las 04:30 h comienzan a dar sobre la tienda los primeros rayos de luz del
día, uno agudiza el oído intentando averiguar si esos copos de nieve que desde el pasado día 12
golpean insistentes la lona de la tienda han parado durante la noche; y la triste confirmación, obli-
ga a prepararse mentalmente para una nueva jornada que comienza, en ese preciso momento,
arrebujándose en el saco de dormir e intentando afrontar con las mayores ganas posibles el nuevo
día de Campo Base.

Hacia las ocho de la mañana, con la puntualidad que de nuevo te pida el cuerpo, nos jun-
tamos en la tienda comedor. Tras el desayuno, unos se dedicarán al aseo, otros al lavado de ropa,
otros se enzarzarán en animada polémica si el tema del día da para ello… A veces, como ayer, el
requerimiento de la presencia de nuestro doctor por parte de la expedición "andaluza-riojana-extre-
meña", será la excusa para pasar toda la mañana con ellos y debatir sobre temas de actualidad.
Otras veces el cumpleaños de algún miembro de la expedición, como sucede hoy con el de Quique
Rapún, servirá para preparar con ilusión una comida especial y hacer brotar un rato entrañable
entre nosotros.

Por la tarde, los íntimos momentos de cercanía que proporcionan los correos y llamadas de
los nuestros, serán los que, sin duda, más nos harán cargar las pilas. O también, esos comenta-
rios de ánimo y apoyo que leemos en la web de la expedición; y por supuesto esa noticia ansiada
y esperada que nos confirma que nuestros amigos del trekking han alcanzado sin novedad Skardú,
tras cruzar ese espectacular paso, que tan lejano vemos ahora nosotros, del Gondogoro La.

Sin embargo, hay un momento del día, institucionaliza-


do ya en anteriores expediciones, que suele depararme
momentos de profunda reflexión y cierto misticismo. Es en
ese momento mágico del atardecer, en las horas que prece-
den a las primeras sombras de oscuridad, cuando fiel a mi
costumbre suelo acercarme a la cocina a conversar con nues-
tro cocinero y su ayudante y echar un té mientras intento
aprender alguna palabra de su lengua o acercarme algo más
a su forma de vida y de pensar. Normalmente estos momen-
tos de confraternización deparan en mí reflexiones profundas
Al llegar al Campo Base, los cocineros se y suelo acostarme con ellas. Son vidas ejemplares, de abne-
dedican a organizar los utensilios y alimen-
tos necesarios para las próximas semanas
gación y sacrificio, de dedicación, de superación y de tantos
(foto del autor) y tantos valores que en ocasiones olvidamos en occidente.

Zulfi, nuestro cocinero, tiene 32 años y dos hijos. Posee esa mirada alegre y vivaz de las
personas inteligentes que he podido observar en otras ocasiones en estas tierras. Su barba recor-
tada y cuidada delata sus profundas convicciones religiosas; es ismailita, originario del valle de
Hunza, lugar donde se profesa con mayoría esta confesión.

En un inglés muy aceptable, aprendido en su trato con los turistas, me habla de las costum-
bres de su tierra, del desconocimiento que tenemos de esa zona norteña de Pakistán donde las
mujeres no van tapadas y trabajan en igualdad de condiciones que los hombres; del desasosiego
que como consecuencia del 11 de septiembre impera entre ellos, y de no sentirse queridos por nos-
otros; me relata sus expediciones y sus viajes al sur del país para buscar trabajo, cuando acaba la
temporada de verano. Recuerda, con cierta nostalgia, los meses que estuvo trabajando para
Naciones Unidas en Cachemira, realizando tareas de valoración de daños del terremoto, y donde
por primera vez disfrutó de un sueldo en condiciones.
94
Hablamos de política, de religión, de comercio y de futuro, de relaciones entre países y de
acuerdos; me cuenta por ejemplo, que como consecuencia de los lazos establecidos tras siglos de
comercio a caballo de la antigua ruta de la seda, para los habitantes de su provincia no es nece-
sario tener visado si visitan la región china del Xichiang. Y también me habla de educación, del ver-
dadero motor de esa vida sacrificada que lleva y que le obliga a estar meses sin ver a su familia,
de esa esperanza, que también he encontrado en otros países, de que sus hijos vivan una vida
mejor que comienza precisamente por tener la posibilidad de estudiar lo que ellos no tuvieron opor-
tunidad. Y para ello, me confiesa, al próximo año ha acordado con su mujer trasladarse él sólo a
Islamabad y buscar un trabajo mejor remunerado, algún puesto en alguna embajada o donde
pueda conseguir un sueldo aceptable; por apenas 100 ó 200 euros al mes, en el mejor de los
casos, está dispuesto a ver a su mujer y sus hijos una vez cada cuatro o seis meses…

Aspecto del interior de la tienda cocina del Campo Base y los cocineros “con las manos en la masa”, protagonistas de este
relato (foto J. Rojas)

Adil, el ayudante de cocina, tiene 22 años, se casó con 15 y ya tiene tres hijos. Es origina-
rio de Machulo, un pueblo de unos 700 habitantes del valle de Hushe. Su fisonomía dura y sus tos-
cos ademanes son la muestra del agudo contraste que se vive en estas tierras. En un críptico
inglés me dice que en su pueblo lo normal es tener unos nueve hijos y que él cree que se queda-
rá en cuatro. Por un momento me remonto diez años en el tiempo y recuerdo cuando nuestro por-
teador de altura nos invitó a comer en su casa en Machulo al final de la expedición. Era un pueblo
cuidado y rodeado de verdes huertas, con multitud de niños por las calles; sin escuela, donde los
inviernos son largos y muy duros. Ahora, me dice con orgullo, los niños van tres años a la escuela
y han construido nueve mezquitas. No salgo de mi asombro, nueve mezquitas; incrédulo le pregun-
to cuántos líderes espirituales hay en su pueblo y me contesta que unos veinte…

Tras la cena, y mientras algunos se quedan viendo una película en el ordenador, me meto
rápido en el saco y me sumerjo en un sueño profundo, donde por un lado aparecen una tierra y
una gente que anhela mejora y progreso y por el otro un Pakistán profundo, detenido en el tiempo
del siglo XXI.

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el sábado, 15 de julio de 2006 11:08

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CAMPO III

Los últimos metros antes de alcanzar el Campo III se nos hacen largos, muy largos.
Mentalmente elijo el estribillo de alguna canción conocida y la repito una y otra vez: "…bucearon
contra el Everest y se ahogaron…" No deja de ser una paradoja, que se convierte en un sutil inten-
to de escapar a la realidad y a ese aire leve al que intentamos extraer la última gota de oxígeno.

Por fin, tras sacar el jumar de la cuerda fija, unos pasos vacilantes nos conducen al empla-
zamiento del Campo III, ese campo que puede ser la clave del éxito si el tiempo nos acompaña.
Sin embargo nuestra llegada es desalentadora; los únicos que encontramos son dos montañeros
de una expedición comercial que han visto, como en la canción, ahogadas sus ilusiones. Nos
damos cuenta que sólo hay una tienda en condiciones; lo que queda de este campo son tiendas
desgarradas, otras enterradas, cartuchos de gas y comida esparcidos por la nieve, restos de mate-
rial que el viento ha diseminado por todas partes…

A esta altura, el tiempo y nuestros movimientos fluyen despacio, pero pronto, tras un breve
descanso, comenzamos a colocar una de las tiendas que llevamos. Arrancamos a la ladera una
exigua plataforma y nos esmeramos en fijar la tienda lo más concienzudamente posible con bolsas
de nieve enterradas y estacas.

Mientras, por un rabillo del ojo echamos rápidas miradas hacia esa cumbre que adivinamos
cercana pero que las nubes no nos dejan ver. Por el otro, de vez en cuando, vislumbramos entre
jirones de niebla ese Campo Base que, dos mil metros más abajo, nos parece ahora muy lejano.
A ese Campo Base habíamos llegado hace escasamente 11 días y del mismo, el día 12 de julio,
partía uno de los miembros de la expedición afectado por problemas de salud.
Con José Mari Castán, se marchaban una vitalidad
contagiosa y un espíritu de trabajo en equipo envidiable,
pero como siempre estas grandes montañas han impues-
to su ley inexorablemente. El mismo día de su partida, por
esos azares del destino, coincidiría con un cambio de
tiempo, que nos mantendría anclados en el Campo Base
hasta el día 17. Equipando los campos de altura (foto J. Dumall)

Serán la sensible mejoría del tiempo a partir de ese


día y el ansia de la inactividad, las que nos lanzarán a toda
la expedición a intentar llegar lo más alto posible que la
aclimatación y el tiempo nos permitan. Por eso, el hecho
de haber podido montar el Campo III nos hace de momen-
to sentirnos muy satisfechos, aunque nos haya obligado a
trabajar por delante de las numerosas expediciones que
Aspecto desolador del Campo III (foto D. Dumall) asolan el G-II en este año de su cincuenta aniversario.
Por el contrario este hecho nos ha permitido elegir la ubicación de nuestras tiendas en los
superpoblados campos que nos hemos encontrado a la bajada. Hasta 60 tiendas hemos contado
con asombro en el Campo I y probablemente más de 30 en el Campo II. Masificación que contras-
ta con un altivo, majestuoso y desafiante vecino G-I, al que por el momento ninguna expedición ha
encaminado sus pasos…

Cuando tras montar el Campo III comenzamos nuestro descenso, una última mirada de
esperanza circula entre nosotros. Ahora es tiempo de descansar, de recuperar fuerzas y de cruzar
los dedos esperando esa ventana de buen tiempo que nos permita intentar esa cumbre del G-II que
ya vemos más cercana.

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el viernes, 21 de julio de 2006 09:59


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LA CIMA DE UN EQUIPO

Los acontecimientos se han precipitado. Jamás pensé, tras muchos años dedicados en
cuerpo y alma a la montaña que lloraría tanto al llegar al Campo Base. No cuesta confesarlo y creo
que a todos nos ha pasado lo mismo; hemos vivido momentos amargos y muy duros, en los que
hemos caminado en el verdadero filo de la sutil línea que separa la vida a uno u otro lado. No que-
remos ser trágicos, ni morbosos, pero hemos decidido contar la verdad de lo acontecido en estos
días de finales de julio del 2006.

Es la hora de la verdad. Así pensaba comenzar la crónica con la que contaros que nos íba-
mos de nuevo para arriba tras un breve periodo de descanso. El buen tiempo y sobre todo una
mentalización extraordinaria nos lanzan a todos de nuevo a la montaña sin apenas periodo de recu-
peración y sin tiempo de poder escribir una breve crónica donde reflejar nuestros sentimientos y
estado de ánimo: Es la hora de la verdad, la hora donde es imposible conciliar el sueño, la hora de
los interrogantes, de saber cómo nos encontraremos arriba, de si se confirmará la previsión mete-
orológica, de si todos nos encontraremos bien, de pensar en qué estado estarán las cuerdas que
dan acceso al Campo IV, de pensar si hemos sido muy audaces lanzando un ataque a cima desde
el Campo III, de recordar mucho, mucho a todos los seres queridos…

Dos instantáneas de diferentes momentos de la actividad encaminada a ir equipando los distintos campos de altura para ese
asalto final a la cumbre (fotos J. Dumall)

Con este cúmulo de sensa-


ciones, que amparan la oscuridad
de la noche y la soledad de la tien-
da de todo ochomilista antes del
día del ataque a cima, partimos a
las once de la noche del día 24 de
julio los cuatro primeros miembros
del grupo que vamos a intentarlo.
Para no alarmar a las familias, ni
siquiera hemos avisado que éste
es el día señalado.

Conscientes de lo que nos


jugamos, hemos comentado que
sigue el buen tiempo y que volve-
mos a los campos de altura, a
mejorar nuestra aclimatación, y
que a lo mejor si nos encontramos
fuertes podríamos intentar la
cima… Momentos de descanso y aclimatación en el Campo I (foto J. Rojas)

97
Día 25 de julio, día de Santiago, día de fiesta. A las 08:00 hora local, sé que lo hemos con-
seguido, contemplo extasiado a mi lado las cimas del GI, del Broad Peak, del K2. No hay viento, ni
una nube en el horizonte, a mis pies todo el Karakorum. Son momentos mágicos, inenarrables, de
alegría, de paz interior; son los instantes del objetivo cumplido. Poco a poco la cima va recibiendo
más gente. A las 09:30 horas estamos todos; uno a uno, cada uno a su ritmo ha ido cumpliendo su
sueño. Compartimos estos minutos con los miembros de una expedición polaca y con tranquilidad
vamos haciendo las fotos de rigor. Aunque la hora es magnífica y el tiempo excelente, sabemos
que es el momento de iniciar el descenso.

Así se presenta la pirámide cimera conforme se va ganando Tras varias jornadas agotadoras se ve ya al alcance de la
altura por el circo glaciar (foto J. Palop) mano la ansiada cima (foto J. Dumall)

Los cuatro miembros de la expedición, habiendo culminado con éxito el ascenso disfrutan de su pequeño momento de gloria
en la cumbre del Gasherbrum II (8.035 m), exhibiendo diversas enseñas, ajenos a lo que iba a acontecer después. De izquier-
da a derecha: Javichu, Kiko, Alberto y Fernando (foto J. Dumall)

Son las 10:00 de la mañana. Rápidamente me lanzo hacia abajo, con cuidado; la pala de
acceso a la arista cimera es delicada, es de una inclinación similar a la de nuestro conocido Tubo
de la Zapatilla, y son muchos los que se han caído en ella fruto del cansancio y de la hipoxia.
Desciendo con facilidad; el calor comienza a notarse y me quito el mono de plumas. Continúo
bajando y a las 11:30 estoy en el Campo IV a 7.400 m, comenzando a disfrutar lo conseguido.
98
El sonido del walkie rompe el breve periodo de relajación: Mi comandante, Kiko se ha caído
y parece que no se puede mover…La voz de Fernando suena tranquila, pero el mensaje que acaba
de lanzar al espacio etéreo recorre como un rayo toda la montaña, del Campo IV al Campo Base.
En un instante todo ha cambiado. A 7.850 metros, nuestro compañero ha caído 150 m rodando por
la pendiente helada, hasta que su caída es detenida al suavizarse la pendiente. Dos de los alpinis-
tas polacos con los que compartíamos la cima se encuentran con Fernando e intentan incorporar
al herido, sin embargo, parece que en la caída se ha lesionado las cervicales y sufre mareos que
le impiden mantenerse en pie.

Los polacos hablan entre ellos con nuestra radio y ante la imposibilidad de moverlo deciden
bajar y prestarnos parte del equipo que tienen en el Campo IV. Una corriente de solidaridad ascen-
dente sacude la montaña. A 7.700 metros sabemos que la única posibilidad de supervivencia pasa
por bajar lo antes posible. Sin embargo, el vivac a esa altura va a ser inevitable.

Bajo el limpio cielo de la serena y radiante mañana del Karakorum baltí, desde la cumbre del Gasherbrum II, se presenta esta
magnífica vista del glaciar del Baltoro, donde dos de sus esbeltos guardianes tratan de complementar con su soberbia altivez
los pocos metros que les separan de esa mítica, y por ello codiciada, altitud de los 8.000 metros. A la izquierda de la imagen
destaca en el horizonte la desafiante cima del Masherbrum (7.821 m); y en primer plano, a la derecha, el soberbio trapezoide
cimero del G-IV (7.925 m) (fotos J. Dumall)

Mientras nuestro Oficial de Enlace y Quique buscan en el Campo Base porteadores de altu-
ra y alertan el helicóptero de rescate, me vuelvo a lanzar para arriba con una tienda de campaña,
un saco de dormir, dos esterillas aislantes y dos cocinas. Me acompaña uno de los polacos, que
es médico pero al que el esfuerzo del ataque a cima le pasa factura. Se da la vuelta a 7.500 metros.
Cuando llego al lugar del accidente, comprobamos que no sólo parece que exista una lesión de
cervicales, sino también, un esguince de tobillo. La mirada que nos lanzamos los tres lo dice todo,
no hace falta más, las experiencias compartidas en otros ochomiles nos hace ser plenamente cons-
cientes de la situación y sabemos que el día que ahora muere tenemos que aprovecharlo para
recuperarnos lo máximo posible, porque la jornada que se avecina va a ser, sencillamente, vital: o
todo o nada.
99
A la mañana siguiente, tras una noche de insomnio y frío, comenzamos los tres el descen-
so. Tras unos iniciales vacilantes pasos en los que aseguramos a Kiko con cuerdas, vamos ganan-
do unos metros a la vida, en los que él dando muestras de gran resolución, comienza a moverse
por sí mismo.

Juan Manuel y Jesús han subido al Campo IV, Jorge y Julio al Campo III, Javichu ha per-
manecido en el Campo III aunque el cuerpo le pida bajar tras el ataque a cima. Todo un equipo se
ha movilizado por encima de los 7.000 metros exprimiéndose al máximo, rompiendo techos perso-
nales y obviando la aclimatación de cada uno. En este instante el afán personal por conseguir la
cima ha quedado relegado a un segundo plano. El desgaste al que nos vamos a someter va a ser
tremendo.

Mientras, el grupo de porteadores de rescate ha salido del Campo Base con el colchón de
vacío, el collarín, medicinas…, en el mejor de los casos tardarán dos días en llegar al Campo III. A
7.500 metros nos encontramos con Juan Manuel, que sube con un botiquín de urgencia.
Inyectamos a Kiko un par de medicamentos y continuamos bajando. La llegada al Campo IV supo-
ne una primera puerta a la esperanza. El alcanzar el Campo III, al resto de compañeros y a nues-
tro médico, un verdadero alivio que nos da fuerzas para seguir bajando y pernoctar en el Campo
II.

Desde la cima del Gasherbrum II la vista del K2 es auténticamente sobrecogedora (foto J. Dumall)

Pero es la llegada al Campo Base al día siguiente la que haga explotar toda la tensión vivi-
da. Al salir a la morrena del glaciar, todas las expediciones de españoles que se encuentran aquí
se nos van acercando en una muestra de solidaridad y manifestando su preocupación. Apenas oigo
sus comentarios envuelto en una nube de irrealidad pero, la voz del jefe de la expedición vasca
surge entre todas ellas y oigo que le dice a Kiko: Da las gracias a tus compañeros, tienes el mejor
equipo posible. Son los mejores.

Recuerdo que en ese momento, estallé.

Transmitida por Cte. Alberto Ayora; el viernes, 28 de julio de 2006 11:41


100
ALGUNAS RÉPLICAS A ESTA CRÓNICA

Autor: YO.

Se me rompe el pecho de orgullo de pertenecer al GMAM. Habéis demostrado, una vez más
las virtudes de compañerismo, entrega, sacrificio y lealtad de las que nos sentimos herederos.
Vosotros y "la gran caprichosa" habéis vuelto a escribir páginas de oro en la historia del alpinismo
español. Como decimos: es la montaña, siempre la montaña la que saca lo mejor y peor de nos-
otros mismos.
Fecha: 28/07/2006 12:59.

Autor: J. Gonzalvo.

Javichu,
Se me escapan lagrimones como puños al leer el diario. Enhorabuena de corazón a ti y a
todo este pedazo de equipo al que perteneces. Un abrazo muy fuerte desde Sant Cugat.
Fecha: 28/07/2006 13:16.

Autor: Chema.

Se estremece el alma al leer tal relato escrito por tan ágil pluma. A pesar de no estar publi-
cado aquí, nos enteramos de la noticia del éxito con puntualidad calculada, igual que de los hechos
que se narran y en los que la generosidad, la solidaridad y la entrega fueron determinantes para
finalmente no tener nadie que dar explicaciones sobre alguien que no esté.
Realmente me siento muy orgulloso y muy emocionado al sentirme tan cerca de una raza
de hombres que son capaces de darlo todo los unos por los otros, al constatar nuevamente que
existen valores difíciles de encontrar en lo cotidiano, y que es en esa dificultad, en esa búsqueda
donde se ensancha el alma y el corazón humanos, donde se van adquiriendo más y más altura de
miras, lo que te va aportando nuevas perspectivas capaces de emprender cualquier nuevo reto en
la vida sin olvidar lo que se deja atrás. Muchas felicidades por haber culminado con éxito la ascen-
sión. Muchas felicidades por haber culminado con éxito el descenso. Muchas felicidades por haber
"sufrido" con éxito ese zarpazo de la montaña que, como queriendo sondear vuestros corazones
no ha encontrado nada más que generosidad, entrega, tesón y perseverancia, valores todos ellos
de los que, a pesar de haber gastado una buena parte, son como el amor, que cuanto más se da,
más se tiene, tanto como para poderlos compartir todos ellos con el resto de los mortales, espe-
cialmente con los más cercanos.
Muchas felicidades por todo. Muchas gracias por todo y por todos.
Fecha: 28/07/2006 17:30.

Autor: Manolo Rodríguez.

Vuestro comportamiento hace que la cumbre pase a un segundo plano; habéis demostrado
que el compañerismo, en esos momentos tan difíciles, está siempre por encima de cualquier éxito
personal. Habéis hecho que me sienta orgulloso y honrado de ser vuestro compañero y amigo. Sois
un equipo excepcional y será difícil, por no decir imposible, reunir a un grupo de personas con
vuestra calidad humana. Mi más sincera y emocionada enhorabuena a todos.
Recibid un fuerte abrazo de vuestro “meteorólogo” particular. Manolo.
Fecha: 28/07/2006 18:37.

101
Autor: JOSÉ RAMÓN.

Tratar de expresar mis sentimientos tras leer el relato y algunos comentarios resulta muy
difícil. Por ello, sólo quiero decir que me siento muy afortunado de haber podido compartir con vos-
otros la primera parte de la aventura, y casi 20 días de mi vida (de momento, -espero-).
Tenéis mucho que enseñar al mundo y a la juventud en particular.
Deseosos de poder daros un abrazo, os esperamos en Jaca.
UN ABRAZO.
Fecha: 28/07/2006 19:56.

Autor: Gloria.

Alberto, qué bien describes los sentimientos. Ningún libro me ha hecho llorar de emoción,
como tú lo has hecho con tu relato. Deberías escribir un libro con tus vivencias. Transmites muy
bien.
El concepto de "montañero" ha cobrado para mí un significado mucho más positivo del que
yo tenía; ahora me doy cuenta de que los auténticos montañeros tenéis muchos valores: valientes,
fuertes en fuerza y espíritu y sobre todo muy humanos, que es lo más importante.
Enhorabuena otra vez por los logros y por ser como sois, y feliz regreso.
Fecha: 28/07/2006 21:16.

Autor: Manete.

IMPRESIONANTE.
Enhorabuena por la cima y, sobretodo, porque gracias a vuestros valores humanos (cada
día menos humanos y más extraterrestres) habéis vuelto todos. No puedo imaginarme lo que es
bajar de un 8.000 y volver a subir otros cientos de metros. Jorge por el Campo III y todos como una
piña con Kiko.
Esto es realmente grande y nos daremos cuenta cuando pase el tiempo.
Estoy orgulloso de vosotros pero, como os conozco, no me sorprende lo que habéis hecho.
Feliz regreso.
Fecha: 29/07/2006 00:03.

Autor: PRESI.

Después de hablar ayer con Alberto y a pesar de conocer en buena parte las noticias no
pude menos de sobrecogerme.
Luego leí el diario de la expedición, bueno lo he leído varias veces y siempre me emociono.
Recuerdo los quince días que pudimos compartir en la aproximación al campo base y ter-
mino pensando en los momentos que habéis vivido durante el descenso.
Sólo puedo que felicitaros por vuestra ascensión, pero sobre todo por el descenso. Habéis
dado una demostración de lo que supone el montañismo, para los que en mayor o menor medida
lo practicamos, a través de unos valores humanos, dignos de la mejor calidad humana.
Felicidades a todo el grupo, de verdad sois los mejores.
A Quiko, ánimo, pues tenemos pendiente una partida de MUS.
El presi.
Fecha: 29/07/2006 11:43.

102
Autor: Gloria.

Uno de los mensajes que os han escrito y que más me ha emocionado fue el de la madre
de Javichu. Me gustaría hacer una mención especial para esos padres y madres, mujeres y mari-
dos, novios/as, hijos/as y demás familiares de los montañeros, que día tras día sufren en silencio
la ausencia de los suyos y la preocupación constante, hasta que finalmente pueden abrazarles.
Más de uno de ellos deseando que sea la última cumbre a la que suban, para acabar con esa pre-
ocupación, con ese estar pendiente del teléfono, de una información que no llega... Mi más profun-
da admiración por todos ellos que anteponen la felicidad de sus seres queridos a la suya propia.
Fecha: 29/07/2006 17:04.

Autor: MONTSE J.G.

Todos los días miro vuestro diario de la expedición para ver qué noticias y comentarios hay,
todos los días leo todas vuestras narraciones y los comentarios, todos los días se me escapan las
lágrimas, yo creo que es por lo orgullosa y feliz que me siento de lo que habéis conseguido y sobre
todo de que regreséis todos pronto. Gracias por ser un equipo con los valores humanos tan ínte-
gros; tengo un hijo muy joven al que le gusta mucho la escalada, la montaña....,sólo espero que si
algún día llega ser un buen montañero, aprenda de vosotros, de vuestra calidad como deportistas,
pero sobre todo de vuestra calidad humana y de compañerismo. Gracias a todos de corazón.
MONTSE J.G.
Fecha: 31/07/2006 12:57.

Autor: Julio I.Z.

LO QUE IMPORTAN SON LOS VALORES.


Alberto y resto de compañeros de expedición, he leído y releído vuestras crónicas y no
puedo menos que escribiros estas líneas fascinado por la magia de vuestra entereza. Una cosa es
teorizar sobre la supervivencia y otra bien distinta sobrevivir con la entereza que destiláis en vues-
tras crónicas.
Enhorabuena y felicitaciones por el éxito que supone el hacer cima y bajar, pero como bue-
nos y cabales montañeros que sois, sabéis que no habéis sido los primeros en escalar la cima del
G-II, ni seréis los últimos.
Quiero transmitiros de todo corazón mi admiración y respeto por vuestros principios, actitu-
des y comportamientos. El ejemplo que habéis dado de solidaridad, compañerismo, espíritu de
sacrificio, capacidad de sufrimiento, entereza, coraje y lucidez en la toma de decisiones, asumien-
do el riesgo en condiciones extremas, es seguro que ni antes, ni hoy, ni en el futuro ninguna expe-
dición os va a superar.
No he parado de pensar en las ideas que rondarían por la cabeza de Alberto cuando reem-
prendió la ascensión hasta donde se encontraban Kiko y Fernando.
Podrán cambiar y mejorar, que cambiarán y mejorarán, las técnicas y el equipamiento para
la montaña, pero lo que permanecerá serán los valores de los cuales habéis hecho gala de una
manera inigualable. Como dice el viejo refrán: “Una cosa es predicar y otra trigo dar”.
Os animo a que a las promociones y generaciones venideras de montañeros les transmitáis
fundamentalmente los valores y os sugiero que los cursos se inicien y terminen haciendo referen-
cia a lo inmutable de los valores. Podréis hablar de ello con algo que ni se compra en farmacias ni
en los master, y que no es otra cosa que la autoridad moral del ejemplo practicado. Alberto, espe-
ro que pronto podamos brindar al grito de ¡SALUD!
Buen regreso a casa para todos. Julio.
Fecha: 03/08/2006 00:37.

103
DÍAS CLAROS EN EL KARAKORUM
CRÓNICA DE UNA ASCENSIÓN

Los días que acabamos de vivir creo que los conservaremos todos nítidos y claros como
los amaneceres en estas montañas del Karakorum.

La noche del 22 fue, como todas, fría. El nerviosismo en los cuatro de cordada se masca-
ba, se podía cortar con una navaja. No falta nada en la mochila. No te puedes permitir ese lujo. Va
llena de ilusión, de ganas de alcanzar nuestra meta, de fuerza salida del entrenamiento y del apoyo
de nuestros amigos y familiares, estén donde estén.

Los primeros desniveles de la ascensión por la base del glaciar de los Gasherbrum están plagados de peligros, ya que per-
manentemente hay que enfrentarse a los seracs, enormes bloques de hielo que van dejando profundas grietas en su traicio-
nero deambular (fotos J. Rojas y Q. Rapún)

A la 1:30 h de la madrugada partimos glaciar arriba.


Los nervios desaparecen al instante, quizás aplastados
por el peso que aguantan nuestros hombros. De momento
no se ven más linternas detrás de nosotros. Pronto alcan-
zamos el principio de la cascada de seracs. Como ya ima-
ginábamos, ha cambiado muchísimo desde que bajamos
por ahí hace solo tres días. Nos adelantan Mario y su com-
pañera andaluza. Van hacia cumbre, como nosotros. Están Gigantescos seracs en la parte baja del glaciar
fuertes como rayos y nos marcan perfectamente la ruta. meridional de los Gasherbrum (foto J. Dumall)

Cuando llegamos al Campo I ya hace un calor agobiante. Intentamos hidratar como pode-
mos y con ello empujar hacia el estómago un par de barritas energéticas que se niegan a pasar de
la garganta. El plan es subir a dormir al Campo II y tenemos aún mucho día por delante.

Acabamos de cruzar lo que nos queda de plató y antes de emprender las primeras rampas
siento un apretón que me obliga a agacharme. Será la última vez que lo haga hasta alcanzar de
bajada el Campo Base. Al rato alcanzo a Fernando que va tocado, igual que yo. El peso de la
mochila nos hace hundirnos hasta las rodillas en el agotamiento. La última rampa hasta el Campo
II se hace eterna. Me salvan la cuerda fija y mi brazo izquierdo.

Cuando llego ya hace dos horas que están allí Alberto y Kiko. Fernando me ha sacado 30
minutos. Completamente desfondado dudo de que al día siguiente mi cuerpo pueda responder a
otro esfuerzo similar. Escasamente puedo descalzarme y quedo adormilado sin poder ayudar a mis
compañeros a deshacer nieve. En tres horas no soy persona. Tengo que descansar y recuperar
fuerzas como sea. ¡Cenar! ¡Cenar! ¡CENAR!
104
El día siguiente, 24 de julio, amanece radiante. Tenemos que subir al Campo III. Cruzamos
a buena hora el primer muro vertical y la siguiente zona de grietas. A partir de ahí nos desencorda-
mos, pues nuestro ritmo es diferente y la ruta está "bien" asegurada con cuerdas "fijas". Subo muy
despacio, pues, aunque la mochila cada vez pesa menos, la huella es muy vertical y el día de ayer
me pasa factura.
Me cruzo con Jordi Corominas que baja de
hacer cumbre el día anterior: ¿Qué tal por el G-IV?
¿Quieres una barrita, un trago, un cigarro?

En esa media hora, tomo fuerzas para afron-


tar la última rampa que me deja, una hora después
que los demás, en el Campo III a 7.000 m.

¡Qué paisaje! ¡Qué bestialidad! El glaciar de


Baltoro, las Torres al fondo, el Masherbrum, el
Chogolisa, más allá en la India, el K7 y un montón de
picos que "mía qui mi sió" cómo se llaman; a un lado
el G-I, al otro el G-IV y encima de nosotros, mil
Superando una vertical pared de hielo (foto J. Rojas) metros más arriba, nuestra ansiada cumbre del G-II.

Ya, después de cenar, llegan Mario y Gina de la cumbre. La han alcanzado desde el Campo
2 y bajan muy cansados. Para mi alegría me pide un cigarro y aprovecho la excusa para acompa-
ñarle. Mientras, su compañera se descalza y examina sus maltrechos pies. Mario se sonríe cuan-
do cojo su colilla y la mía y me las meto en el bolsillo. Al poco los vemos desaparecer camino del
Campo 2. Fuertes como el vinagre.

Cuando se va el sol desaparecemos todos a


nuestras tiendas. Ya está todo preparado para el día
decisivo: la mochila con dos litros de agua protegida
como se puede para que no se congele, las barritas
a mano, las cámaras en su sitio, calentitas.

Enfundados en nuestros monos de plumas,


apenas cabemos en el saco hasta la cintura. Más
abajo, también dentro del saco, los botines y las
manoplas encajadas hasta el hueso del tobillo. Es
un duermevela que aprovecho como bebé en el Momentos cruciales en los que la preparación psíquica
regazo de su madre. es crítica para afrontar el asalto final (foto J. Dumall)

A las 22:30 h, más o menos, me despierta Alberto y


salto como un resorte. Hay que moverse rápido pues la
temperatura es bajísima. No quiero saber los grados que
hace.

Las primeras rampas sirven para desentumecer los


músculos. Enseguida las cuerdas nos estiran hacia el
espolón rocoso. Saltan chispas de las puntas delanteras
de los crampones. Creo que es mejor que sea de noche
para no ver lo que tenemos alrededor.

¿De qué cuerda me agarro? Agradezco que Alberto


pase delante. Su linterna a treinta o cuarenta metros por
encima de mí y los pequeños tirones que la cuerda sufre
En la oscura noche baltí se dan los primeros de su "jumar", me marcan cuál elegir. Intento siempre estar
pasos en la jornada decisiva (foto J. Dumall) "agarrado" a más de una.
105
Por debajo, cerca, veo las linternas de Kiko y Fernando. Vamos bien, jadeando.

Por fin la linterna de Alberto se pierde en un cambio de inclinación. Ha superado el espolón


rocoso. Todos lo hacemos al rato. No más cuerdas ponzoñosas.

El Campo 4 se muestra fantasmagórico en la oscuridad. Todos son restos de tiendas y


demás enseres abandonados años atrás y que el viento y la nieve se han encargado de deformar
a su antojo. Sólo una tienda es reciente y está habitada por tres polacos que salen detrás nuestro
hacia la cumbre.

¿Cuándo va a amanecer? Tenemos los


pies helados. El vaho ha hecho una capa de hielo
en todo el contorno de la capucha del mono. La
travesía por debajo de la pirámide cimera es,
como ya intuíamos larguísima y la huella, ascen-
dente, nos hace ganar desnivel pasito a pasito.

Me siento. No quiero cerrar los ojos. Me


adelanta el primer polaco. Unas palmadas de
ánimo en mi hombro. No puede parar: Tiene los
pies como una piedra.

Conforme se va ganando altura se va viendo el imponente "No cierres los ojos que te duermes". Haz
porte del Gasherbrum I (foto J. Dumall) una foto. "¡Que no cierres los ojos!".

Ya amanece. Ahora sí: hago un par de fotos, bebo, una barrita. No puedo tragarla. Se me
hace bola. La visión del amanecer es sobrecogedora. ¡Qué planeta! Al salir de la travesía nos da
el sol en la cara. "¡Hay Lorenzo, qué grande que eres!

Allí está Alberto esperándonos. Nos juntamos los cuatro y nuestros pies vuelven a ser pies.
Nos falta aclimatación. Siempre falta. Dudamos de nuestra elección y de nuestro éxito.

Dos instantáneas que dan una idea de que el esfuerzo para vencer las últimas decenas de metros de desnivel es auténtica-
mente titánico. (foto J. Dumall)

Alberto tira para arriba. La última pala. 300 y pocos metros y es nuestra. Yo sé que si me
doy la vuelta no podré volver a subir. Arranco a duras penas y veo que al poco lo hacen Fernando
y Kiko.

Apenas puedo enlazar cuatro pasos seguidos. Paro sin dejar de jadear en ningún momen-
to. ¡No cierres los ojos! Alguien me empuja hacia arriba. Gracias Pala. Otros cuatro pasitos.

¡Qué susto! Para qué habré cerrado los ojos.


106
Alcanzo la última cuerda fija a la vista. La camisa está destrozada. Enrosco su alma de
nylon en mi guante y voy tirando hacia arriba. Alberto llega a la arista: "¡Javichu! ¡Cinco minutos a
cumbre, ánimo!".

Sus palabras me dan alas, pero no las puedo mover. Media hora más tarde llego al ancla-
je. Veo la cumbre y en ella mi amigo, mi Comandante, mueve los brazos. Cien metros de arista.
Buena huella. Una cuerda naranja de plástico (de las de tender la ropa) que decido ni tocar. La voy
pisando (miedo). Clavo el piolet hasta más arriba del reloj y poco a poco voy acercándome.

Lo he conseguido. El abrazo con mi


amigo es largo, fuerte, como si se lo diera a un
montón de gente a la vez. Cuando nos solta-
mos, las lágrimas no me dejan ver con clari-
dad. Una arcada me hace vomitar el último
trago que di. Odio el agua con sales.

Con intervalos de casi media hora


hemos llegado los cuatro a la cumbre. Estamos
tocados. El paisaje a nuestro alrededor nos
abruma. Foto aquí, foto allá. Banderines.
Sonrisas, lágrimas. Me olvido de hacerme una
foto yo solo, y es que en ningún momento lo he
estado. Las 9 horas de ascenso han sido
demoledoras, pero nunca he estado solo. Tres de los miembros que alcanzada la cumbre, muestran con
orgullo los banderines y ofrecen su éxito a lo que representan.
Un gel (que hace menos bola), un trago De izquierda a derecha, Alberto con el de la EMMOE, Kiko con
el del CP Mayencos, y Javichu con el de la Ciudad de Jaca
y a lo más complicado: BAJAR. (foto J.Dumall)

Lo hacemos en el mismo orden. A mitad de pala me alcanza Fernando y me adelanta: "Ten


cuidado, despacio".

Poco a poco alcanzamos el falso llano que nos marca el giro a la derecha y el inicio de la
travesía. Kiko se ha quedado muy retrasado. Fernando se queda a esperarle, y Alberto y yo segui-
mos descendiendo. El perder altura no me hace alcanzar la lucidez mental que me gustaría. Tengo
que parar a quitarme el mono pues estoy sudando demasiado.

Alcanzo a Alberto en el Campo IV y me da la mala


noticia. Kiko se ha caído y se ha hecho daño en el cuello
y en un tobillo. No se puede mover. Cae sobre mí una
losa de desasosiego que como un efecto dominó ha reco-
rrido toda la montaña hasta el Campo Base, vía radio.

Alberto está más lúcido y más fuerte que yo. Su


experiencia le hace reaccionar. Los polacos nos dejan
una tienda y un saco. Kiko no se puede mover y va a ser
inevitable un vivac a 7.700 m.

No puedo dar ni un paso hacia arriba. Impotente,


veo cómo mi compañero va tirando hacia arriba, y bien
cargado. Intento empujarle con la mirada, pero es inútil.
Tras el incidente, la capacidad de reacción se hace
vital, es auténticamente crítica una actuación inme- Me tengo que volver a poner el mono pues me he queda-
diata para auxiliar al accidentado (foto J. Dumall) do frío.
Frío y ahora si, solo, arranco hacia abajo. Tengo que llegar al Campo III. Alcanzo las cuer-
das fijas del espolón rocoso. Despacio, acojonado, voy perdiendo altura. Cuando por fin alcanzo la
nieve veo que suben Juan Manuel y Jesús.
107
Ya no van a cumbre. Van a ayudar a Kiko. Medicinas, un saco… Los polacos, que bajan muy
por delante de mí, no les han dicho ni Pamplona. Les explico lo que les queda hasta el Campo IV
y pregunto qué más saben, pues yo solo, sin radio, no hago más que especular sobre la situación.
Me informan de que Julio y Jorge, nuestro médico, están llegando ya al Campo III.

Quique desde el Campo Base ya ha mandado hacia arriba el colchón de vacío y un colla-
rín. El engranaje del grupo está funcionando.
Alcanzo el Campo 3, donde engullo todo
el agua que habíamos dejado preparada para
los cuatro. Al rato llega Jorge con su "pedazo de
botiquín" y su "saber qué hacer". El día del
Apóstol casi ha dado todo lo de sí que podía dar.

La noche se echa encima. La temperatu-


ra cae en picado. Por encima nuestro sabemos
que los únicos que están son Jesús y Juan
Manuel en el Campo 4, con una tienda y un saco
para los dos y más arriba, a casi 7.700 m,
Alberto y Fernando rodean a Kiko con tres
monos de plumas y un sólo saco. Lo que pasa-
ron esa noche sólo lo saben ellos. El aspecto del Campo IV es desolador (foto J. Dumall)

Yo, que creía que iba a caer redondo, no puedo dor-


mir. Jorge a mi lado tampoco. La radio, muda, aún crea más
dudas. Probablemente la habrán apagado para no gastar
más batería de la necesaria.

Poco a poco amanece. ¿Qué estará pasando? Tengo


que fumar. Estoy, estamos, nerviosos. Para entonces, Juan
Manuel ya ha salido hacia donde está nuestro amigo acci-
dentado. Jesús no puede, lo que da muestra del frío que ha
pasado.

Kiko parece que puede moverse y va bajando por sí


En esos momentos tan críticos, las ambiciones solo, vigilado de cerca por sus dos compañeros de noche.
personales siempre se dejan en un segundo
plano, lo primero es prestar ayuda (foto J. El alegrón es considerable. Y decidimos arrancar a su
Dumall) encuentro. Julio, a su ritmo, parte el primero. Detrás, el

Como dicen los autores de las crónicas, una ascendente oleada de solidaridad recorre la montaña (fotos J. Dumall)

Cuando Kiko alcanza el Campo IV, Jorge decide darse la vuelta y esperarle en el Campo III.
Nunca ha estado tan alto y la prudencia le empuja a hacerlo. Julio queda en mitad del espolón, pro-
tegido de la caída de piedras. Sigo hacia arriba con la única idea de coger la mochila de Kiko.
Rapelar esas lajas con las botazas y crampones y un esguince en el tobillo va a ser lo peor.
108
Al verme, todos me saludan. Buena señal. Kiko intenta sonreírme y de veras que lo consi-
gue. Siento un alivio por dentro mejor que la sensación de hacer cumbre.

El descenso sigue siendo lento, pero sin parar alcanzamos los 7.000 m. El médico por fin
puede tratar a su amigo.

Imágenes de momentos críticos en los que lo que cuenta es la recuperación física y psíquica del herido (fotos J. Dumall)

Desmontamos lo que queda nuestro, y


aunque es tarde y la nieve ha transformado por
el calor, seguimos bajando hacia el Campo II.
Un porteador nos ayuda a bajar material. Algún
susto que otro, pues las grietas se abren bajo
nuestros pies y a las 17:00 h lo conseguimos.
Allí están el collarín y el colchón que Quique
había mandado hacia arriba.

Como no cabemos en nuestras dos tien-


das, Jesús, Julio y yo, decidimos seguir bajan-
do. Ver que Kiko está mejor, con el médico, nos
hace bajar tranquilos. Las conversaciones son
más distendidas. Son las 18:30 h. Una sopa, un
té y a dormir, esta vez sí, como benditos. Dificultades en el descenso de circunstancias (foto J. Dumall)

El 27 por la mañana volvemos a juntarnos todos bien temprano en el Campo I. La meta es


el Campo Base y hay que partir cuanto antes pues el cambiante glaciar nos acecha con sus tre-
mendas grietas.

Al mediodía estamos en "casa". Kiko muestra, en su cara de niño malo, una expresión mez-
cla de alegría y agradecimiento que da gozo verlo.

Las celebraciones esa noche duran hasta altas horas, concretamente hasta las 23:30 h.
Alberto, tras cinco años de intentarlo, descorcha la botella de cava de rigor. ¡Se ha conseguido
pisar un 8.000 m y bajar para contarlo!

Esta es mi versión de lo sucedido. Simple y llanamente lo que pasó a mi alrededor.


Obviamente no puedo saber qué pasó donde yo no estaba. Pero lo que sí sé es que el grupo ha
funcionado como una piña y me enorgullece decir que todo el mundo ha dado lo mejor de sí mismo,
algunos olvidando la oportunidad cercana de hacer cumbre por ayudar a un amigo.

Como decía al principio, nunca olvidaremos esta gran experiencia vivida en el Gasherbrum
II a finales de julio de 2006.

Transmitida por Javichu Dumall; el sábado, 29 de julio de 2006 15:25


109
ALGUNAS RÉPLICAS A ESTA CRÓNICA

Autor: Isabel, Xabin y tu mami.

Javichu, nos has puesto la carne de gallina y ya sabes que, como somos una familia muy
numerosa, cada uno lo está viviendo a su manera desde su sitio. Lo que sí está claro es que nos
sentimos "mu" orgullosos de nuestro germo y de que tenemos muchas ganas de verte para que
nos cuentes y nos enseñes todas las fotos que habéis hecho.
Muchos besos y enhorabuena para todos.
Fecha: 29/07/2006 18:26.

Autor: Mujer de lluvia.

Mucha fuerza..., que los apus y dioses de las montañas y los astros los protejan...
A cumplir sus sueños!!!
Suerte valientes
Fecha: 30/07/2006 10:05.

Autor: Chema.

No tengo mucho que añadir a mi comentario del viernes. Al leer la crónica de Alberto sentí
cómo un escalofrío me recorría todo el cuerpo, no quedando una sola célula al margen de lo que
estaba leyendo y sintiendo. Muchas veces se dice que la capacidad del ser humano no conoce lími-
tes, y es verdad. Creía que había tocado fondo, pero al leer tu crónica, Javichu, me he dado cuen-
ta de que todavía había más margen para el orgullo y para la emoción, sintiéndome más cerca de
vosotros, porque con ese relato tan pormenorizado has conseguido que estuviésemos ahí, subien-
do con vosotros, jadeando con vosotros, hollando la cumbre con vosotros, estremeciéndonos con
vosotros y entregándonos con vosotros en esa empresa de subir y bajar todo el grupo como una
piña, con la alegría de haberlo conseguido, pero con la humildad de sentirnos pequeños ante ella,
ante la montaña.
Tan femenina, tan bella, tan salvaje, tan atractiva, tan cautivadora, tan voluble... qué nos
atrae de ella? cada uno tendrá una respuesta, pero lo que está claro es que pocas actividades
humanas, como el acercamiento a ella, se prestan para exprimir tanto al ser humano, y como el
grado de nobleza, coraje, entusiasmo, valor y entrega con el que se aborda es extraordinario, no
saca de cada uno más que lo que hay. Reitero mi enhorabuena por todo lo vivido y que tengáis un
regreso por el Gondogoro lo más razonablemente plácido que podáis.
Un abrazo muy fuerte desde la ribera del padre Ebro.
Fecha: 30/07/2006 22:55.

Autor: Marta.

En un "ciber" no parecía muy apropiado dejar caer las lágrimas, pero la verdad, querían salir
varias veces al leer algo tan emocionante, sentido y bien transmitido, Javichu. Me ha venido a la
mente una frase que leí hace poco, no recuerdo dónde ni de quién..."la montaña no hace más gran-
de a quien mas alto sube, sino a quien en ella engrandece sus sentimientos" Un abrazo y
buen retorno.........Marta (Chisco no esta ahora, pero también).
Fecha: 31/07/2006 13:06.

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Autor: Sagrario y Mamen.

Hay una frase muy dura: "La montaña es para quien se la merece"... En este caso es "Ella"
quien ha tenido el honor de recibir en sus aposentos a los Mejores Caballeros del Reino de los
Sueños Imprescindibles.
Gracias por ser como sois. Os esperamos!!!
Fecha: 01/08/2006 22:06.

Autor: Marga, Javi, Hugo y Celia.

Leímos tu crónica el domingo y la volvimos a leer el lunes y el martes y de nuevo hoy. La


emoción no para quieta. Qué bonito y feliz habéis hecho este verano de 2006.
Un besazo gordo. Ánimo y volved pronto.
Fecha: 02/08/2006 17:16.

PRIMERAS EXPEDICIONES AL GASHERBRUM II

MUNDIAL (austriaca)

Fritz Moravec, Josef Larch y Hans Willenpart 7 de julio de 1956

ESPAÑOLA (catalana)

Pere Aymerich y Enric Font 2 de agosto de 1980

ARAGONESA (zaragozana)

Pepe Garcés y Andrew Lock 9 de julio de 2000

JACETANA (CP Mayencos y EMMOE)

Alberto Ayora, Fernando Yarto, Francisco Borja y Javier Dumall 25 de julio de 2006

111
SKARDU

El escalonado regreso a casa es una pequeña muestra de lo que puede pasar en un país
como Pakistán, con una naturaleza y una morfología tan agrestes e indómitas.

Salimos del campo Base la mañana del 31 de julio, huyendo de lo que se avecinaba, que
era mal tiempo. Lo hicimos ya avanzada la mañana pero con ánimo de acabar a buena hora. Bajar
casi hasta Concordia para girar a la izquierda camino de Ali Camp nos costó casi ocho horas.
Llegamos nosotros nueve, el Oficial de Enlace y cuatro porteadores. ¿Y los demás?, unos pocos
llegaron pasadas la 1 de la mañana… al resto no los volvimos a ver hasta Skardu. Nos toca impro-
visar cena, “aposento”, un grupo compartir saco, otro compartir tienda…

A las 2:30 h de la mañana ya andábamos camino del Gondogoro La. Ganamos los 500
metros de desnivel hasta alcanzar los 5.700 metros que tiene el paso, primero poco a poco por el
glaciar y más tarde por rampas pronunciadas, con cuerdas fijas. Impresiona ver a los porteadores
con más de 20 kg a la espalda y en zapatillas deportivas de plástico.

El amanecer es espectacular. La panorámica desde el collado nos da la oportunidad de


decirle adiós (o hasta otra) al K2, al Broad Peak, a los Gasherbrum. Fotos y al tajo. El vertiginoso
descenso por las cuerdas medio heladas no permite un descuido. Caen piedras, por lo que no hay
tiempo que perder. El Lila Peak nos vigila durante todo el descenso. Vamos perdiendo altitud valle
abajo. Es agradable empezar a encontrar zonas herbosas con edelweis, árboles, ganado… A las
12:30 h llegamos a Saitcho, a 3.600 metros. Casi doce horas de caminata para un desnivel de 500
metros de subida y 2.100 metros de bajada. Dos etapas en un día y nuestros aguerridos porteado-
res siguen con nosotros.

Dos de agosto. Tras dos horas de paseo por la orilla del río llegamos, entre campos de trigo,
al primer núcleo habitado, Hushe. Toda la chiquillería sale a nuestro encuentro entre risas. No hay
tiempo que perder pues nuestros tres jeeps esperan para llevarnos a Skardu. Una parada en
Machulo para comer. Lo hacemos en la escuela de guías de montaña que la “Fundación Félix
Iñurrategui” tiene allí. El viaje hasta Skardu mejor no mentarlo: la carretera y el tráfico en estos luga-
res son para cerrar los ojos y cruzar los dedos.

Desde el miércoles por la tarde estamos en Skardu. Ya están aquí también nuestros bido-
nes que, no sin problemas, bajaron por el Baltoro con nuestro cocinero Zulfi. Y ahora, ¿qué?

El tiempo es malo. El deshielo y la lluvia han hecho crecer los ríos, y la Karakorum Highway
está cortada en varios puntos. Las inundaciones en Islamabad hacen que los vuelos interiores se
suspendan día tras otro. Estamos bloqueados en Skardu. Dependemos de un avión que no despe-
ga, lo que pone en peligro nuestros planes de volar a España el día nueve.

¿Habrá que de nuevo cambiar los billetes de fecha? Como dicen por aquí, sólo Allhá lo
sabe…

Transmitida por Javichu Dumall; el domingo, 06 de agosto de 2006 14:07

112
ISLAMABAD

Ante la situación de bloqueo nos decidimos: todo el equipaje al cargo, una mochila ligera
y vamos a la aventura: la Karakoram Highway nos espera, pueden ser dos días o una semana,
puede ser una ratonera, pero la decisión está tomada. Son las cuatro de la mañana del dia 7 y par-
timos todos con "little big problem" (algun día os hablaré de él) y otros dos nativos para ayudarnos
a resolver los problemas que sobre la marcha se presenten, en un "microbús" todo terreno.

A las tres horas de la salida nos encontramos la carretera hundida; el Indo se la ha traga-
do. Hay que abandonar el transporte y cruzar el tramo andando. Al otro lado negociamos y conse-
guimos un todoterreno en cuya caja viajamos todos. De pie e inclinándose hacia un lado por el
miedo a volcar sobre el Indo en las curvas a la derecha. Nubarrones oscuros nos esperan en la
dirección hacia la que vamos, pero cuando empieza a gotear, una hora después, otro barranco se
ha llevado la carretera; aquí hay que andar un buen rato, pues son varias las torrenteras que han
arrastrado el firme hacia el Indo. Antes de que empiece a llover fuerte, hemos negociado nuevos
vehículos al otro lado del corte, esta vez son dos furgonetas.

Tras otra hora de camino y poco despues de la union de la "Karakoram", nuevo corte, nuevo
cambio, esta vez a un Jeep -para la clase VIP- y una furgoneta -para el pueblo- que nos llevarán
durante otra hora y media, cruzando incluso un torrente en el que el agua prácticamente entra en
el vehículo, aproximadamente hasta las cercanías de Chilas, donde un puente ha sido arrastrado
y donde parece se encuentra el último corte de la carretera, dada la fila de camiones -de los deco-
rados-, furgonetas, tt, y vehículos de todo tipo que se encuentran al otro lado del barranco.
Cruzamos saltando sobre las piedras entre la multitud ociosa que contempla las prisa de los "grin-
gos" y encontramos un minibús que nos ha remitido la agencia desde Rawalpindi.

El Indo nos acompaña siempre, oleaginoso y rugiente, encadenado entre los enomes con-
trafuertes de las montañas, en los que se encaraman grupos de casas aisladas en cada torrente,
surgencia o manantial que con algo de permanencia deje agua. Olas de más de dos metros rom-
pen cuando encuentran algún obstáculo, corrientes que suben cuando choca con las laderas en
las curvas hacen pensar en alguna especie de animal extraño que devoraría todo a su paso si no
estuviera encadenado en la manera en que lo está. Es curioso cómo esta gran masa de agua no
riega nada, no da vida a nada, al menos en estos quinientos kilómetros en que seguimos su curso,
frente a los barrancos laterales que crean oasis de verdor.

Desde aquí, son trece horas más de minibús, las que finalmente nos llevarán a Islamabad,
y eso porque el conductor es un fiera, el claxon va haciendo que todo y todos se aparten a nues-
tro paso. Es increíble el grado de deterioro de la carretera desde la ida. Cada barranco, cada arro-
yo, cada torrentera ha exigido su tributo en un trazo más o menos largo de asfalto y hay que redu-
cir la velocidad al mínimo.

Si de día impresionaba la manera de conducir de nuestro "Alonso" particular, de noche


mejor ni hablar, pero hay que reconcocerle su mérito en depositarnos sanos y salvos en el hotel de
Islamabad, entre zanjas, rocas, ovejas, vacas y todo tipo de bichos vivientes que, sobre ruedas,
piernas y patas no dejaron de circular por la carretera, en número tan abundante o más que los
propios de cuatro ruedas, a la una de la madrugada del 8 de agosto.

Parece que ya nada impedirá que mañana volemos hacia casa. In S'hal'a.

Transmitida por Julio Rojas; el martes, 08 de agosto de 2006 08:04

113
CAPÍTULO XI
RECONOCIMIENTOS

RECEPCIÓN AYUNTAMIENTO JACA 10.08.06

Nuestros compañeros de camino y aventuras por aquellas montañas, como queda dicho,
son pasto de los primeros efectos del monzón, lo que les obliga a hacer en una sola jornada lo que
son las habituales dos de bajada por la KKH, no sin correr los riesgos propios de encontrarla cor-
tada en varios puntos a causa de las inundaciones. Finalmente llegan a Jaca en la madrugada del
jueves 10 de agosto, y por la tarde se celebra una recepción en el Ayuntamiento, a los grupos de
expedición y acompañamiento, en la que el Alcalde, en un acto de bienvenida entrega sendas pla-
cas a Alberto Ayora, a Julio Rojas y a Fernando Val.

Dos instantáneas tomadas en la recepción ofrecida por el Ayuntamiento de Jaca. A la izquierda, en un momento en el que el
alcalde dirige unas palabras a los presentes; y a la dercha, los tres galardonados muestran con orgullo sus placas (fotos J.
Bernabéu)

RECEPCIÓN MAYENCOS 11.08.06

Al día siguiente por la tarde se le


rinde homenaje al grupo de expedición en
la sede del Club Pirineísta Mayencos,
donde teniendo como telón de fondo foto-
grafías de la ascensión, dan cuenta a la
masa social de su aventura, al traer al club
el preciado éxito conseguido, colofón a
esos cincuenta años de actividad deportiva.
Uno a uno, todos los miembros de la expe-
dición ofrecen su particular punto de vista
sobre la aventura, concluyendo con una
cerrada ovación. Miembros de la expedición con Fernando Val (foto J. Bernabéu)

114
CENA MESÓN SERRABLO 28.09.06

Es la primera ocasión en la que nos juntamos todos los miembros de ambos grupos, y lo
celebramos cenando en uno de los mesones que han colaborado con la expedición. En un ambien-
te totalmente distendido departimos unos con otros en torno a una buena mesa. En los postres nos
vemos amenizados con un pase de diapositivas, siendo la primera ocasión en la que el grupo de
acompañamiento toma contacto visual con la aventura de la ascensión una vez que tuvimos que
dejarles en ese Campo Base cuando iniciamos el regreso.

Dos momentos en los que, en torno a una buena mesa, departimos distendidamente (fotos del autor)

PREMIOS DE LA MONTAÑA ARAGONESA 27.10.06

La Federación Aragonesa de Montaña, anualmente organiza una gala en la que concede


premios y galardones a personas y entidades destacadas en el ámbito de la montaña. La FAM dis-
tingue con la Insignia de Oro al Club Pirineísta Mayencos al culminar medio siglo de actividades con
la conquista del Gasherbrum II.

CENA MESÓN CONDE AZNAR 04.11.06


Al término de la temporada,
todos los años para estas fechas,
se celebra en el Club Pirineísta
Mayencos la Asamblea General de
Socios, donde se rinde cuentas de
la gestión del ejercicio pasado. Al
término de la cual se ofrece un
ágape a los asistentes. Este año,
con motivo del cincuenta aniversa-
rio, también se ha vestido de gala
esta actividad, festejándolo en
torno a una cena en otro de los
Vista parcial del comedor. En primer plano, miembros de expedición y acompa-
mesones de Jaca. ñamiento; y al fondo, la mesa con anteriores presidentes del CP Mayencos
(foto del autor)

115
El elenco de autoridades es extenso,
habiendo muchos estamentos representados.
Nos honran con su presencia, por el
Ayuntamiento de Jaca, el Alcalde Enrique
Villarroya y el Primer Teniente de Alcalde y
Director del Servicio Municipal de Deportes Juan
David Vila. Por la Comarca de La Jacetania, su
Presidente Alfredo Terrén. Por la Diputación
Provincial de Huesca, su Vicepresidente José Mª
Abarca. Por la Federación Aragonesa de
Montaña, su Presidente Luis Masgrau. Por el
FOJE, Ricardo Aparicio. También hay represen-
tación de Scati y de los medios de prensa y radio,
Tras el brindis, toma la palabra Fernando Val para glosar la
así como Fernando Garrido, cuya empresa figura de todos los presidentes que han pasado por el club,
Aragón Aventura nos ha organizado el viaje. a lo largo de este medio siglo (foto del autor)

Las imágenes recogen los momentos en los que son entregadas las placas de reconocimiento a las tres instituciones, cuya
colaboración ha sido determinante desde el principio: Ayuntamiento, Comarca y Diputación Provincial (fotos del autor)

En los postres, tras un brindis para que el éxito sea el comienzo de otros cincuenta años de
actividades, toma la palabra Fernando Val para hacer un breve resumen de lo que ha sido esta
larga singladura, citando a todos los presidentes que han llevado las riendas del club en todo este
tiempo.

Tras ello, llega el momento de los reconocimientos, entregando sendas placas al


Ayuntamiento de Jaca (Enrique Villaroya), Comarca de La Jacetania (Alfredo Terrén), Diputación
Provincial de Huesca (José Mª Abarca), Escuela Militar de Montaña (Alberto Ayora, por ausencia
de Alfonso Juez) y Federación Aragonesa de Montaña (Luis Masgrau). Asimismo, concede la insig-
nia de plata del club a los componentes de la expedición, que están todos excepto Jesús y Kiko.
Otra insignia a Diego Ruiz, como exponente máximo del deporte por haber sido dos veces olímpi-
co.

Otras dos entregas de sendas placas, en esta ocasión a la Escuela Militar de Montaña y a la Federación Aragonesa de
Montaña (fotos del autor)

116
Los miembros de la expedición asistentes al acto, posan con El Alcalde de Jaca muestra uno de los galardones que va a
su flamante medalla de plata del Club Pirineísta Mayencos hacer entrega a los miermbros de expedición y acompaña-
(foto del autor) miento (foto del autor)

Seguidamente, toma la palabra Enrique Villarroya para glosar la actividad montañera reali-
zada y ofrecer, por parte del Ayuntamiento de Jaca, a los componentes de expedición y acompa-
ñamiento, un galardón conmemorativo del 50 aniversario del club y de la ascensión al G-II.

A continuación, por parte del grupo de expedición se hace entrega de un cuadro con un pós-
ter de la expedición, en diversos tamaños, y con las firmas de sus componentes, a las autoridades
presentes en el acto, para sus respectivas instituciones, y a diversas entidades colaboradoras,
como FAM, prensa y radio (Pirineo Aragonés, Alto Aragón, Cadena SER), Aragón Aventura, Scati,
y a alguna otra personalidad, así como a todos los miembros de expedición y acompañamiento.
Tras todo ello, se le hace entrega a Fernando Val de una insignia como reconocimiento a su labor
al frente del club durante veinte años.

Dos de los momentos en los que se hace entrega de cuadros conmemorativos de la ascensión. En la imagen de la izquierda
podemos ver el del Ayuntamiento de Jaca, recogido por su Alcalde, Enrique Villarroya; y en la de la derecha el de Aragón
Aventura, en manos de su representante, Fernando Garrido (fotos del autor)

117
RECEPCIÓN EMMOE 24.11.06

La Escuela Militar de Montaña se quiere unir a esta serie de reconocimientos y ofrece una
recepción a los componentes de ambos grupos. Tras un largo tiempo departiendo unos con otros,
Alfonso Juez, Director de la Escuela, toma la palabra para agradecer la presencia de todos y
haciendo una mención especial a la labor realizada por Mayencos en estos cincuenta años, le hace
entrega a Fernando Val de un trofeo con el símbolo de la Escuela, asimismo un cuadro con dos
banderines, uno de los cuales, según Alfonso, lo tenían en mucha estima. También hace entrega
de unos cuadros de la expedición a Juan Bazán, que asiste en representación de Aragón Aventura.
A Pepe Bandrés, Presidente del Club Esquí Candanchú, quienes donaron las prendas que se
repartieron en Askole. A Manuel Rodríguez, militar que enviaba los partes meteorológicos, siendo
de gran apoyo para la expedición.

Tras todo este protocolo, nos reparten a los miembros de ambos grupos, un ejemplar del
libro GMAM 1985-2005, como el que le obsequiaron al Embajador español en Pakistán.

Tres momentos de la recepción en la EMMOE a miembros de la expedición y acompañamiento. En las fotos izquierda y cen-
tral vemos entregas de presentes; en la derecha, un grupo en la distenida velada (fotos del autor)

JORNADAS MONTAÑERAS 07 al 09.12.06

Organizado por ADECOM (Asociación Deportiva de Competiciones de Montaña), en la que


Bernabé Aguirre tiene un papel destacado, se celebran en el Palacio de Congresos de Jaca las
Jornadas Montañeras. El primer día nos honra con su presencia el experimentado montañero Juan
José San Sebastián, que nos deleita con el documental rodado en su ascensión al K2, donde se
malogró su compañero Atxo Apellániz.

La siguiente sesión se dedica al Pico Urriellu, más conocido como Naranjo de Bulnes, y es
Isidro Rodríguez quien con un bello audiovisual repasa los últimos cien años de la historia de sus
ascensiones, destacando al propio Bernabé Aguirre como la persona que con más de 100 veces,
es la que en más ocasiones ha estado en su cumbre; tras ello, se forma una mesa coloquio, com-
puesta por él mismo, Álvaro Osés, que presenta su libro "Montañeros Malditos", referido a la gene-
ración de los 70 y 80, donde se pueden encuadrar los otros dos asistentes: Fernando Garrido y el
sabiñaniguense Jesús Vallés.
El tercero y último día, como clausura, se dedica la
sesión al cincuenta aniversario del Club Pirineísta
Mayencos, con la expedición al G-II. En el escenario están
Fernando Yarto, Jesús Andrés, Javichu Dumall, Quique
Rapún y José Maria Castán. Estaba previsto pasar el
vídeo del viaje, pero al no llegar a tiempo, han hecho un
montaje fotográfico dinamizado con música. Tras el audio-
visual, comienza una rueda de preguntas por parte del
Momento en el que los miembros de la expedi-
público, y al llegar a la de que “… y el trekking, qué?”, es ción se exponen a las preguntas del público (foto
Fernando Val quien sube para dar su particular punto de del autor)

118
PRESENTACIÓN DEL LIBRO Y DOCUMENTAL 14.07.07

Al cabo de casi un año de nuestro regreso, y tras varios meses de compleja elaboración,
finalmente sale a la luz el libro institucional de la expedición, que bajo el título de “De Oroel al
Gasherbrum II”, recoge en sus 173 páginas todo lo relacionado con la misma en sus aspectos
humano, técnico y deportivo. Al propio tiempo, la proyección de un DVD resume en 50 minutos los
momentos más importantes vividos en los días que dura la expedición.

Libros en el punto de exposición y venta del Palacio de Congresos de Jaca en el día de la presentación (foto J. Bernabéu)

Como broche final de esta aventura, hoy es el día señalado para presentar en sociedad a
la ciudadanía de Jaca, en el Palacio de Congresos, el libro de la expedición.

La mesa está presidida por Fernando Val, quien presenta al resto de componentes: Enrique
Villarroya, alcalde de Jaca; Alfonso Juez, Coronel Director de la Escuela Militar de Montaña; y como
invitado especial, Sebastián Álvaro, Director de Al Filo de lo Imposible y estrechamente ligado a la
Escuela Militar de Montaña, con la que ha realizado expediciones conjuntas.

Enrique Villarroya comienza destacando la importancia que tiene para la ciudad la gesta
realizada, y especialmente que el monte más emblemático de Jaca figure en el título del libro; con-
cluye con su mejor disposición para seguir apoyando proyectos de este tipo, a través de los cua-
les se pasea el nombre de Jaca por todos los confines del mundo.

Alfonso Juez reconoce que aunque no formó parte físicamente de la expedición estuvo muy
íntimamente ligado a ella, entre otros motivos porque ha supuesto el restañar, de algún modo, las
heridas abiertas hace diez años, y además, como él mismo dice, “he sido miembro consorte”.
119
Sebastián Álvaro hace énfasis en que en la montaña, más importante que llegar a la cima,
es andar el camino hasta ella. Hace una velada mención del trabajo hecho por Al Filo en cuanto a
la divulgación de este tipo de actividades, y como dice, “gracias a ellas ha cambiado mucho España
en los últimos 20 años en cuanto a la visión que se tenía de todo este mundo de los deportes de
aventura”. Señala que las expediciones a las grandes cordilleras del planeta se están encuadran-
do en un marco mercantilista con la consiguiente pérdida de valores, y que la base de todo está
precisamente, insiste, en eso, en los valores humanos.

Los ponentes posan al final del acto de presentación. De izquierda a derecha, Fernando Val, Presidente de Mayencos y pre-
sentador del acto; Enrique Villarroya, Alcalde de Jaca; Alfonso Juez, Coronel Director de la EMMOE; Sebastián Álvaro, Director
de Al Filo de lo Imposible; y Alberto Ayora, Comandante de la EMMOE y Jefe de la Expedición (foto J. Bernabéu)

Tras la breve charla de los ponentes, se realiza la proyección del documental, que en sus
50 minutos de duración recoge magistralmente los avatares de la travesía de aproximación de
ambos grupos unidos en la ida, el regreso del grupo de acompañamiento y la ascensión del grupo
de expedición. Todo un derroche visual en el que se entremezclan las emociones, el esfuerzo, la
convivencia y el éxito final, con los bellos paisajes del Karakorum.

El protocolario acto da paso a una informal cena en la que distendidamente se rememoran los mejores momentos de los días
vividos juntos (fotos del autor)

Al finalizar el acto, un grupo de 25 ó 30 personas seguimos la velada en torno a una cena


en el Mesón El Serrablo ofrecida por el Club a algunos de los asistentes, entre los que destaca
Sebastián Álvaro, Alfonso Juez o el veterano montañero y escritor Agustín Faus.
120
CAPÍTULO XII
AGRADECIMIENTOS

A Ángela, David y Jesús, que han confiado plenamente en mi decisión y me lo han pues-
to más fácil.

A mis padres, que no sé si sabían muy bien a dónde ni a qué iba, pero que han esperado
pacientemente mi regreso.

Al resto de la familia, que vieron con cierta perplejidad mi participación en este viaje.

A Ana Mari, que la he tenido muy cerca, como en los momentos más difíciles.

A Agustín, que sabe adentrarse y sacar partido de los mundos de la mente y del corazón.

A amigos y compañeros de trabajo, que se han interesado por mis andanzas por esas mon-
tañas.

A Alfonso y a Alberto, que me han ido involucrando en esta entrelazada historia de monta-
ñas y sentimientos. A nuestro servicio médico, que tan pendiente ha estado de todos, de mí tam-
bién. Y sobre todo, al compartir con todos los compañeros de viaje ese caminar y camino, ese pun-
tito de sufrimiento que siempre conlleva un esfuerzo de este tipo, pero con los que ha primado
siempre, siempre, el afán por el disfrute y por la superación en el día a día, callando agonías y
ensalzando bellezas, estando pendientes los unos de los otros, anteponiendo, en definitiva el bien-
estar colectivo al individual. Especialmente a Carmen y Manuel, que han sabido revestir de natu-
ralidad la principal razón que les ha llevado, en el viaje de ida, a ir detrás de las huellas de su ser
más querido; que nos han demostrado que el coraje puede alimentar la voluntad, que es al fin y al
cabo el motor de cualquier actividad humana.

No podemos olvidar a Jan y Aqbar, que nos han guiado, que nos han esperado, padecido y
contagiado las ganas de vivir, las ganas de salir adelante en un entorno tan adverso en lo huma-
no, en lo social y en lo territorial. A los cocineros y ayudantes, que han tenido siempre a punto nues-
tras viandas. A Jaffer, que ha capitaneado los casi 200 paisanos que han porteado nuestos ense-
res por esas interminables cuestas de hielo y rocas, teniendo siempre listo el campamento al final
de cada etapa.

A los que nos han hecho más fácil y agradable los viajes de ida y vuelta a Madrid. A los que
han promovido todos los actos de reconocimiento que hemos tenido a nuestro regreso. A los
medios de comunicación, a las instituciones y demás patrocinadores.

Ya en el aspecto técnico, a los que han colaborado en la elaboración de este trabajo, cuya
realización hubiera sido imposible sin su concurso. A los que han prestado sus fotografías, cróni-
cas y cualquier otro elemento.

Y finalmente, cómo no, a la oportunidad que me ha dado el Club Mayencos, fruto de su


determinación en la realización del proyecto. A la Escuela Militar de Montaña, que con su rápida e
incondicional adhesión, ha puesto a nuestro servicio toda su experiencia técnica y deportiva, pero
sobretodo humana. Y a Aragón Aventura, que con Fernando Garrido al frente, han hecho gala de
su profesionalidad en la organización de tamaña empresa.

A todos, nombrados o no, gracias.

121
Camino al paraíso
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hemat
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a

Cami noalpar aí
sopr etendes erunacercamientoal asgent esyal oslugaresdel
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tuadosal ospiesdelKarakorum,enl astier
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ación,al
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empo que duel o,porelentorno natural;todo ello entret
eji
do con la
amal gamades enti
mi entosqueenvuelv
eal aexpedi ción.

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