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Durante toda la mañana y primeras horas de la tarde, los varones adultos, los jóvenes y
niños acuden al cementerio, el cual está situado sobre una colina que domina el hermoso
paisaje circundante, llevando los pobladores en sus brazos gigantescos barriletes de
variados colores y formas que se hacen de papel de China y gruesas varas de Castilla.
El objetivo fundamental, de esta bella costumbre es religioso y cultural, pues los pobladores
creen que es un lazo de comunicación entre las almas de los seres queridos que se
encuentran fallecidos, y que en esos días visitan a sus familiares en la tierra, y que también
reúne a los jóvenes para exponer su talento artístico.
También se cree que los barriletes actúan como mensajeros de paz, porque se les envían
telegramas, lo cual consiste en hacer un agujero en un pedazo de papel o cartón y colocarlo
en la pita, y en cada jalón que se le da, el telegrama se va elevando hasta llegar al propio
barrilete, haciendo llegar a su destino un mensaje de bienestar y súplicas de paz entre
hermanos.
Esta tradición fue declarada patrimonio cultural de Guatemala por el Ministerio de Cultura
y Deportes de Guatemala el 30 de octubre de 1998. También recibió la Orden del
Patrimonio Cultural por el presidente Óscar Berger Perdomo.
Elaboración
Tres o cuatro meses antes del primero de noviembre, los jóvenes y adultos se reúnen en
grupos de cinco a diez personas, para dedicarse por las noches a la elaboración de los
barriletes.
Otra de las tradiciones más importantes que se manifiestan en este municipio y que se
presentan el primero de noviembre, es el B’ojoy Maye; en esta ocasión los pobladores
adornan las fachadas de sus casas con flores de muerto, en señal de que es una casa de
católicos.
El B’ojoy Maye que significa olla y anciana, consiste en que los miembros de cofradía de
San Miguel Arcángel, portando una vara de ese santo tocan una campanita para alertar a
todas las familias que la llegada de los señores o grupos se aproxima.
Festival de Sumpango
De acuerdo con una leyenda popular del municipio, cada 1 de noviembre los espíritus
malignos invadían el cementerio para molestar a las ánimas buenas que descansaban en ese
recito. Tal incomodidad causaba que las almas de los muertos vagaran inquietas por las
calles y viviendas humildes de Sumpango.
El relato histórico indica que como el problema persistía con cada advenimiento del “Día
de los Muertos”, los sumpangueros decidieron consultar el fenómeno con los ancianos. La
solución, recomendada por los guías de la comunidad, fue forzar la retirada de los intrusos
remontando pedazos de papel contra el viento.
Según los mayores, el impacto del viento contra el papel alejaría la molestia. Por ese
motivo, los lugareños dedicaron horas a confeccionar los objetos que derivaron en cometas
o barriletes, cuya creación propició que, finalmente, los espíritus buenos se quedaran
tranquilos y dejaran de recibir la visita indeseada.
Los barriletes gigantes de Sumpango son una mezcla de arte, tradición y color, a través de
los cuales los lugareños transmiten mensajes de unidad, de amor, de fe, de respeto por las
costumbres y la Madre Tierra y, en el año 2000, de identificación con los postulados de la
Cultura de Paz impulsados por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación,
la Ciencia y la Cultura (UNESCO). En 2009, para preservar y valorar esta tradición, el
Ministerio de Cultura y Deportes firmó un acuerdo ministerial de cooperación de tres años
con la Asociación de Santiaguense para el Desarrollo Cultural.1
El costo de un barrilete que sobrepasa los 16 metros tiene un costo aproximado de 80 mil
quetzales , si se toma en cuenta el precio de los materiales y la mano de obra participante;
sin embargo, más allá del costo económico, lo trascendente es el valor simbólico y
espiritual que encierra.
Es un día de un ritual tradicional que inicia a la salida del sol del primero de noviembre; en
el cual las familias esparcen flores en las casa y se ponen ramilletes en las ventanas, con el
afán de guiar a las animas muertas el camino a su hogar y con eso hacerles saber que siguen
siendo bienvenidos y no se les ha olvidado.