Vous êtes sur la page 1sur 12

Tu vida puede ser más rica de lo

que crees... el puesto que


soñaste está ahora a tu alcance...

Introducción para
formar parte del
equipo
ActionCOACH...
2

EL HÁBITO DE “IR SIEMPRE MÁS ALLÁ”

Napoleón Hill pasó la mayor parte de su vida analizando a los empresarios más exitosos en la
historia de los Estados Unidos. Llevó a cabo múltiples análisis de hombres como Ford, Edison y
Carnegie. Concluyó que el éxito es el resultado de ciertos patrones predecibles y distintivos de
conducta. Sugirió que todos los hombres y mujeres tienen ante sí opciones similares. A su vez,
argumentó que el éxito y la realización están disponibles para todos aquellos que eligen cumplir
ciertos requisitos, los cuales desglosó en sus múltiples libros.

El Señor Hill fue el arquitecto de la filosofía del éxito. Fue un pionero y un filósofo original.
Muchos libros y artículos han reproducido sus ideas, pero aun así sigue siendo el original. De
todos los grandes logros de la humanidad durante el siglo XX, la historia, sin duda alguna
inmortalizará entre ellos, a las aportaciones de Napoleón Hill.

Espero sinceramente que obtengas algún beneficio de esta lectura.

Sin embargo, es necesario señalar que a medida que leas este artículo será cada vez más patente
que fue escrito antes de la igualdad de los sexos, sólo tienes que ubicarte en ese momento.

* * * * *

Un principio vital del éxito en todos los caminos de la vida y en todas las ocupaciones es la
voluntad de “ir siempre más allá”. Es decir dar un mayor y mejor servicio que aquel por el cual se
nos paga, pero ante todo, darlo con una actitud mental positiva.

Puedes buscar un solo argumento sólido en contra de este principio y no lo encontrarás, ni


siquiera encontrarás un simple caso de éxito que no esté sustentado por lo menos en parte en este
principio.

Este principio no es una creación del hombre. Es parte de la naturaleza, por lo que resulta obvio
que todos los seres vivientes con inteligencias inferiores a la del ser humano se ven forzados a
aplicarlo para sobrevivir.

Muchos pueden pasarlo por alto si lo desean, pero si lo que quieren es probar las mieles del
éxito, será mejor que no lo hagan

Las ventajas de adquirir el hábito de “ir siempre más allá” son definitivas y entendibles.

Este hábito lleva a los individuos a obtener la atención favorable de aquellos que pueden y les
brindarán oportunidades de auto desarrollo.

Esto tiende a hacer a alguien indispensable en muy diversas relaciones humanas y lo habilita a
obtener compensaciones más allá del promedio por sus servicios personales.
3
A su vez, este concepto implica no sólo un crecimiento mental, también un mejoramiento de las
habilidades físicas y con ello a la perfección en muchos aspectos de la voluntad, repercutiendo en
una mayor posibilidad de ganancias.

También, al hacerte valioso y colocarte en una posición desde la cual puedas elegir el empleo
que deseas, te protege contra el desempleo.

Te permite obtener una ventaja debido a que la gran mayoría de la gente no práctica este hábito.

Te permite desarrollar una actitud mental prudente y positiva, esencial para alcanzar el éxito.

Te permite desarrollar una imaginación entusiasta y alerta, puesto que se trata de un hábito que te
inspira constantemente a buscar nuevas y mejores formas de dar un servicio.

Desarrolla la importantísima cualidad de la iniciativa personal

Desarrolla la confianza en ti mismos y el empuje.

Ayuda a desarrollar la confianza de los demás sobre nuestra integridad.

Ayuda en el manejo del destructivo hábito de la indecisión.

Al mantenerte alejado del hábito común del la indecisión, desarrolla la definición de un


propósito.

También hay otra razón muy importante para cultivar el hábito de “ir siempre más allá”. Te da
la única razón lógica para pedir un aumento de sueldo.

Si una persona sólo hace aquello por lo que se le paga, obviamente sólo recibe el pago por
aquello que se supone debe hacer.

Sin importar cuánto gane, para mantener su empleo o su fuente de ingreso, debe hacer todo
aquello por lo que se le está pagando.

Sin embargo, siempre tiene el privilegio de dar un extra como una forma de ganar puntos de
confianza y respeto así como una buena razón para pedir un mayor ingreso, un mejor puesto o
ambos.

Aplicar este principio en cualquier puesto basado en un sueldo o salario fijo te da la oportunidad
de superarte, además es muy importante recalcar que el sistema actual de empleo de la libre
empresa opera en base a incentivos proporcionados a los empleados que aplican este principio.

Cualquier corriente filosófica que le niegue al hombre el privilegio de “ir siempre más allá”
resulta insana y está condenada al fracaso, por lo que es obvio que este principio es el trampolín
principal para que un individuo reciba una compensación por sus habilidades, experiencia y
educación extra. También es el único principio que desarrolla un carácter de autodeterminación
4
sin importar cuál sea la ocupación, profesión o vocación con la que el individuo esté
comprometido.

En los Estados Unidos, cualquiera puede ganarse la vida sin tener el hábito de “ir siempre más
allá” y muchos así lo hacen. Sin embargo, la seguridad económica y las comodidades que el gran
Sueño Americano ofrece, sólo están al alcance de los individuos que integran este principio a su
filosofía y conviven con él como un hábito diario.

Todos los principios conocidos de lógica y sentido común nos llevan a aceptarlo como
verdadero. E incluso, un análisis superficial de los hombres que han alcanzado la cima del éxito
confirmarán que es cierto.

Es de todos conocido que Andrew Carnegie desarrolló más líderes exitosos de la industria que
ningún otro empresario norteamericano. Muchos de ellos procedían de las filas de obreros
ordinarios y muchos de ellos acumularon grandes fortunas personales, las cuales, la mayoría de
ellos no hubieran podido obtener sin la guía de Carnegie.

La primera prueba que Carnegie aplicaba a cualquier trabajador que deseaba ascender era
determinar hasta que grado el trabajador estaba dispuesto a “ir siempre más allá”

Esta prueba le ayudó a descubrir a Charles M. Schwab. La primera vez que Schwab atrajo la
atención de Carnegie estaba trabajando como jornalero en una de las plantas acereras principales.
Al observarlo detenidamente se dio cuenta de que Schwab siempre daba un mayor y mejor servicio
que aquel por el que se le estaba pagando. Y no sólo eso, se desempeñaba con una actitud mental
positiva que lo posicionaba como uno de los trabajadores más populares.

Fue ascendiendo de un puesto a otro hasta que llegó a ser presidente de la United States Steel
Corporation con un salario de ¡$75,000 dólares al año! (1901)

Ni todo el ingenio humano o los esquemas a los que el hombre recurre para obtener algo a
cambio de nada, hubieran sido suficientes para que Charles M. Schwab, un jornalero, lograra ganar
$75,000 dólares anuales durante el resto de su vida si no hubiera adoptado y seguido el hábito de
“ir siempre más allá”.

En ocasiones Carnegie no sólo le pagaba a Schwab su salario, el cual ya era suficientemente


generoso, sino que le daba la cantidad de 1,000,000 como bonificación a su salario regular.

Cuando se le preguntó a Carnegie por qué le daba a Schwab una bonificación superior a su
salario, respondió con palabras que cualquier empleado, sin importar su salario o su puesto las
tomaría en cuenta: “Le di su salario por el trabajo que realmente desempeñaba”, cometo Carnegie,
“y el bono por su voluntad para “ir siempre más allá”, creando un excelente ejemplo para sus
compañeros trabajadores”.

¡Imagínate! Un salario de $75,000 dólares al año para un hombre que empezó como jornalero y
una bonificación de más de diez veces esa suma por su gran disposición expresada en el deseo de
hacer más que aquello por lo que se le pagaba.
5
Sin duda alguna, vale la pena querer “ir siempre más allá”, puesto que cada vez que alguien lo
hace, coloca a alguien más en deuda con él.

Nadie está obligado a seguir el hábito de “ir siempre más allá”, y muy pocas veces se le pide a
alguien que dé más de aquello por lo que se le paga. Por ello, si alguien decide adoptar este
hábito, deberá hacerlo por iniciativa propia.

Sin embargo, la Constitución de los Estados Unidos le otorga a todas las personas este privilegio,
y el sistema norteamericano estipula recompensas y bonificaciones a todos aquellos que aplican
este hábito y hace que un hombre que aplica este hábito reciba la compensación apropiada.

La compensación puede adoptar diversas formas. Sin duda, un mayor salario es una de ellas.
Los ascensos son inevitables. También un mejor ambiente de trabajo y excelente relaciones
humanas. Todo esto conduce a la seguridad económica que todo hombre debe ganarse por méritos
propios.

Aún hay otro importante beneficio que un hombre que practica el hábito de “ir siempre más allá”
puede obtener: Lo mantiene en buenos términos con su propia conciencia y le sirve de motivante
para su propia alma. Por lo tanto, es un desarrollador de un carácter sólido sin precedente en
ningún otro hábito humano.

Si tienes hijos o hijas convirtiéndose en adultos, es mejor que no lo pases por alto. Enséñale a
tus hijos los beneficios de dar un mayor y mejor servicio que aquel que se les suele pedir y habrás
contribuido a su carácter con una enseñanza que le servirá por el resto de su vida.

La filosofía de Andrew Carnegie es esencialmente una filosofía económica. Pero es más que eso,
también es una filosofía de ética y simpatía por los débiles y los desafortunados. Te enseña cómo
convertirte en el guardián de tu hermano, al tiempo que obtienes recompensas por ello.

Veamos ahora cómo la premisa de dar más y mejor servicio que aquel por el que se nos paga
resulta un tanto paradójico, ya que es imposible que alguien que va siempre más allá no reciba la
compensación adecuada. Esta compensación puede venir de muchas formas y de muy diversas
fuentes, algunas de ellas extrañas e inesperadas, pero siempre vienen.

El empleado que da este tipo de servicio no siempre recibe una compensación adecuada de la
persona a quien se lo da, pero este hábito le atraerá muchas oportunidades de autodesarrollo y
entre ellas nuevas y muy favorables fuentes de empleo, de manera que su pago puede llegarle
indirectamente.

Ralph Waldo Emerson tenía muy clara esta verdad cuando dijo (en su ensayo sobre
compensación), “Si sirves a un amo ingrato, sírvele más. Pon a Dios como fiador y cada acción se
te retribuirá. Entre mayor sea el pago retenido, mejor para ti, porque intereses compuestos sobre
los intereses compuestos son la medida y la moneda de este fiador.”.

Hablando una vez más en términos que resultan paradójicos, no olvides que el tiempo más
redituable que un hombre dedica al trabajo es aquel por el que no recibe compensación financiera
inmediata o directa. Por lo que no se debe olvidar que hay dos formas de compensación
6
disponibles para el hombre que trabaja por un salario. Una es el salario que recibe en dinero y la
otra es la habilidad que adquiere de su experiencia, una forma de compensación que muy a
menudo excede la remuneración monetaria, puesto que las habilidades y la experiencia son los
activos más importantes que un empleado posee y mediante los cuales puede aspirar a un mayor
pago y mayores responsabilidades.

La actitud de las personas que practican el hábito de “ir siempre más allá” es ésta: Reconocen
siempre que reciben un pago por obtener la educación que les dará un mejor puesto y un mejor
salario. Este es un bien que ningún trabajador puede negar, no importa qué tan egoísta o codicioso
sea su empleador. Éste es el “interés compuesto sobre el interés compuesto” al que Emerson se
refería.

Fue este simple bien el que le permitió a Charles M. Schwab ascender, peldaño a peldaño, desde
sus inicios como jornalero hasta el más alto cargo que su empleador podía darle y fue a la vez este
bien lo que le dio a Schwab la bonificación de más de diez veces la suma de su salario.

La bonificación del millón de dólares que Schwab recibió era su pago por haber puesto su mejor
esfuerzo en cada tarea que desempeñaba, una circunstancia que no habría sucedido si no hubiera
practicado el hábito de “ir siempre más allá”.

Carnegie tenia poco, si no es que nada que ver con esta circunstancia. Estaba completamente
fuera de su alcance. Podemos ser generosos al suponer que Carnegie le pago esa suma porque
Schwab se había ganado el pago adicional que no se le había prometido. Sin embargo,. La
realidad puede ser que Carnegie prefería pagar esa suma, antes que perder a tan valioso elemento.

Y es ahora cuando podemos notar que practicar el hábito de “ir siempre más allá” por sí mismo
coloca al comprador de tus servicios en la doble obligación de dar una justa compensación; por un
lado, conforme a sus sentido de justicia y por otro, conforme a su sentimiento de perder a un
elemento valioso.

Podemos observar que no importa cómo veamos el principio de “ir siempre más allá”, siempre
llegaremos a la misma conclusión: éste le genera “intereses compuestos” a todos los que practican
este hábito.

Nadie hace nada de manera voluntaria sin un motivo. Veamos si podemos encontrar un motivo
sólido que justifique el hábito de “ir siempre más allá” observando a algunos que lo han
practicado.

Hace muchos años, una anciana estaba paseando por una tienda departamental en Pittsburg para
matar el tiempo. Caminó mostrador por mostrador sin que nadie le prestara atención alguna.
Todos los empleados ya la habían etiquetado como un “mirón” más sin intención de comprar. Se
las arreglaban para mirar en otra dirección cuando se detenía en sus mostradores.

¡Qué costosa resultaría esta negligencia!

Finalmente, la anciana se acercó a un mostrador en el que un joven la atendió atentamente y le


preguntó si le podía servir en algo.
7

—No –respondió- sólo estoy matando el tiempo mientras pasa la lluvia y me voy a casa.
—Muy bien, señora, -la anciana sonrió- ¿puedo traerle unas silla? Y la trajo sin esperar una
respuesta. Una vez que la lluvia cesó, el joven tomó a la anciana por el brazo, la escoltó hasta la
calle y le dijo Adiós. Cuando se despedía, ella le pidió su tarjeta.

Algunos meses después, el dueño de la tienda recibió una carta en la que le pedían que enviara a
ese joven a Escocia para tomar un pedido de muebles de casa. El dueño de la tienda respondió con
otra carta diciendo que lamentaba no poder enviar a ese joven ya que no trabajaba en el
departamento de muebles del hogar, pero con gusto enviaría a una persona con más experiencia.

La respuesta fue que nadie, salvo ese joven en particular podría ir. Las cartas estaban firmadas por
Andrew Carnegie y la “casa” que quería amueblar era Skibo Castle en Escocia. La anciana era la
madre de Carnegie. El joven fue enviado a Escocia, recibió un pedido por varios cientos de miles
de dólares, más tarde se convertiría en el dueño de la mitad de las acciones de la tienda.

Sin duda alguna “ir siempre más allá” tiene sus recompensas.

Hace más de cuarenta años un joven vendedor en una ferretería observó que la tienda tenía
muchos sobrantes que habían caducado o que no se vendían. Una tarde, puso una mesa en el
centro de la tienda, colocó en ella algo de la mercancía invendible y le colocó un cartelón de oferta
de 10 centavos por artículo. Para su sorpresa y la del dueño de la tienda, los objetos se vendieron
como pan caliente.

De esta experiencia nació el sistema de la gran cadena de tiendas F. W. Woolworth Five and Ten
Cents. El joven que tuvo la brillante idea al aplicar el concepto de “ir siempre más allá” era Frank
W. Woolworth. Esa idea le dio a ganar una fortuna calculada en más de 50 millones de dólares.
Más aún, la misma idea hizo a algunas otras personas ricas y la aplicación de esta idea da pie a
muchos de los sistemas de mercadotecnia más rentables en Estados Unidos.

Nadie le dijo al joven Woolworth que ejerciera su derecho de iniciativa personal. Nadie le pagó
por hacerlo, aunque su acción le trajo recompensas aun más grandes por su esfuerzo. Una vez que
puso la idea en práctica, las grandes recompensas fluyeron hacia él.

Hay algo sobre este hábito de hacer siempre algo más que simplemente aquello por lo que se nos
paga, que trabaja en nombre de alguien incluso cuando él duerme. Una vez que empieza a
funcionar, atrae la riqueza tan rápido que parece magia, como la Lámpara de Aladino, hace que
todo un ejército de genios con bolsas de oro vengan a ti.

Hace aproximadamente treinta años, el vagón de ferrocarril privado de Charles M. Schwab llegó
a un apartadero de su planta acerera en Pennsylvania. Era una mañana extremadamente fría. En
cuanto bajó de su vagón se encontró con un joven con una libreta de taquigrafía en sus manos
quien rápidamente le explicó que era taquígrafo en la oficina central de la empresa acerera y que
había decidido venir a su vagón para ver si al Sr. Schwab se le ofrecía enviar una carta o algún
telegrama.

—¿Quién te pidió que vinieras? –le preguntó el Sr. Schwab-


8
—Nadie -le respondió el joven- Vi el telegrama que anunciaba su llegada y vine a conocerlo,
esperando poder servirle en algo.

¡Imagínate! Él fue esperando poder hacer algo por lo que no recibiría pago alguno. Lo hizo por
iniciativa propia sin que nadie se lo pidiera. Schwab le agradeció amablemente su cortesía pero le
dijo que en ese momento no necesitaba un taquígrafo. Después de tomar discretamente su
nombre, envió de regreso al chico a su trabajo.

La noche en que el vagón privado fue enganchado al tren nocturno para su regreso a Nueva York,
el joven taquígrafo iba en él. Había sido asignado al servicio de Schwab para trabajar en Nueva
York como uno de los asistentes personales del magnate del acero. El apellido del joven era
Williams, permaneció al servicio de Schwab por muchos años en los que tuvo una oportunidad tras
otra de ascender sin que él lo solicitara.

Es impresionante cómo las oportunidades tienden a avasallar a la gente que deciden adquirir el
hábito de “ir siempre más allá”, pero definitivamente lo hacen. Finalmente se le presentó a
Williams una oportunidad que no pudo ignorar. Fue nombrado presidente y accionista en una de
las empresas más importantes de la industria farmacéutica de los Estados Unidos, un empleo que
le dio una fortuna superior a sus necesidades.

Este incidente es una prueba clara de lo que pude suceder y lo que ha sucedido a lo largo del
tiempo para construir el “gran sueño americano”.

Este es el momento adecuado para recordarte una de las cosas más importantes de “ir siempre
más allá”. Se trata de la extraña influencia que tiene en la vida de quienes lo practican. El
beneficio mayor de este hábito no es para aquellos a quienes se le da el servicio, sino para aquel
que da el servicio y se presenta en forma de una nueva “actitud mental” que le da mayor
influencia en la gente, mayor confianza en sí mismo, más iniciativa, más entusiasmo, mayor visión
y propósitos más definidos. Todas éstas son cualidades para alcanzar el éxito.

“Haz las cosas bien y obtendrás el poder”, afirma Emerson. ¡Ah, el poder! ¿Qué puede hacer el
hombre en el mundo sin el poder? Pero debe ser el tipo de poder que atrae a otras personas en
lugar de repelerlas. Debe ser el tipo de poder que cobra fuerza de la ley de la retribución
multiplicada, la cual opera bajo la premisa de que todas nuestras buenas o malas acciones se nos
regresan pero multiplicadas.

Tú que trabajas por un salario, debes aprender más sobre este negocio de siembra y cosecha.
Sólo entonces entenderás por qué nadie puede estar sembrando por siempre la semilla del servicio
inapropiado y cosechando un pago completo por ello. Debes entender que el hábito de demandar
la paga completa de un día por un trabajo diario deficiente tiene un término.

Y tú, que no trabajas por un salario, pero que deseas tener muchas más cosas hermosas de la
vida, déjanos decirte algo. ¿Por qué no te conviertes en sabio y empiezas a obtener todo lo que
deseas de una manera fácil y segura? ¡Si!, hay una forma fácil y segura para acercarte por ti
mismo a cualquier cosa que desees de la vida, y ese secreto se revela a todos aquellos que hacen de
“ir siempre más allá”, una forma de vida. La única manera de saberlo es “yendo siempre más
allá”.
9

El tesoro al “pie del arco iris” no es sólo un cuento de hadas. El lugar a donde llegas después de
decidir ir más allá es el pie del arco iris y es allí donde está oculto el tesoro.
Muy poca gente ha encontrado el “pie del arco iris” Cuando uno llega al lugar donde creíamos
que estaba el pie del arco iris se da cuenta de que aún hay una distancia qué recorrer. El problema
con la mayoría de nosotros es que no sabemos cómo seguir arco iris. Aquellos que saben el
secreto, saben que sólo se puede llegar al pie del arco iris “yendo siempre más allá”

Una tarde, hace más o menos 45 años, William C. Durant, el fundador de General Motors entró a
su banco después del horario de servicio y pidió un favor que, de acuerdo con los estándares de
trabajo, debió haberse pedido dentro del horario establecido.

El hombre que hizo el favor era Carol Downes, un empleado menor del banco. No solamente le
brindó un servicio eficiente a Durant, también “fue más allá” y le agregó cortesía al servicio.
Logró que Durant sintiera que había sido un gran placer servirlo. El incidente parecía trivial y por
sí mismo carecía de importancia. Sin que Downs lo supiera, esta cortesía tendría repercusiones de
gran alcance.

Al siguiente día, Durant le pidió a Downes que se presentara en su oficina. Durante esta visita
Durant le ofreció un puesto que Downes aceptó. Lo asignaron a un módulo en una oficina donde
laboraban cerca de cien empleados y se le dijo que el horario de trabajo era de 8:30am a 5:30pm.
El salario con el que inicio era modesto.

Al final del día, cuando se anunció por el altavoz que terminaba el horario de trabajo, Downes
vio cómo todos tomaban sus sombreros y abrigos y corrían a la puerta. Él permaneció sentado,
esperando a que los otros salieran de la oficina. Una vez que salieron, permaneció en su escritorio
preguntándose cuál era la razón de que todos hayan saltado literalmente para marcharse un
segundo después de la hora de salida.

Quince minutes después, Durant abrió la puerta de su oficina privada, vio a Downes aún en su
escritorio, y le preguntó si entendía que poseía el privilegio de salir a las 5:30pm.

—Sí –respondió Downes- Pero no quería caer entre la multitud. Después le preguntó si podía
servirle en algo. Durant le pidió que si le podía conseguir un lápiz. Él tomó un lápiz, rápidamente
le sacó punta y se lo extendió a Durant. Durant le dio las gracias y le dijo “Buenas noches2.

Al siguiente día a la hora de la salida, Downes permaneció sentado en su escritorio hasta que
todos salieron. Esta vez lo hizo con un propósito en mente. Unos minutos después Durant salió de
su oficina y le preguntó si entendía que a las 5:30 se podía ir.

—Sí –sonrió Downes- Entiendo que es la hora de salir para los demás, pero no he escuchado a
nadie decir que tengo que abandonar la oficina cuando el horario de trabajo termina. Así que,
prefiero permanecer aquí con la esperanza de poderle servir en algo.

—¡Qué esperanza tan extraña! –exclamó Durant- ¡De dónde saco esa idea?
10
—La tomé de la escena que a diario presencio aquí a la hora de salida. –dijo Downes. Durant le
dio una respuesta que a Downes no le pareció singular y volvió a su oficina.

Desde ese día, Downes siempre permanecía en su escritorio después de la salida hasta que veía
salir a Durant. No recibía pago alguno por permanecer tiempo extra. Nadie le dijo que lo hiciera.
Nadie le prometió nada por quedarse y a simple vista de cualquiera, sólo estaba perdiendo el
tiempo.

Algunos meses después, Durant llamó a Downes a su oficina y le informó que había sido elegido
para ir a una nueva planta, que había sido comprada recientemente, a supervisar la instalación de
la maquinaria de la planta. ¡Imagina eso! Un ex empleado bancario convertido en experto en
maquinaria en unos meses.

Sin discutir, Downes aceptó la tarea y continuó con su camino. No dijo: “¡Por qué Sr. Durant?
Yo no sé nada de instalación de maquinaria”. Tampoco dijo: “Ese no es mi trabajo” o “no me
pagan para instalar maquinaria”. No, sólo se fue a trabajar e hizo lo que se le pidió. Sin embargo,
enfrentó el trabajo con una plácida “actitud mental”.

Tres meses más tarde, el trabajo estaba hecho. Quedó tan bien, que Durant llamó a Downes a su
oficina y le preguntó dónde había aprendido de maquinarias.

—Ah –Downes explicó- Nunca aprendí Sr. Durant, sólo eché un vistazo a mi alrededor, busqué
a los hombres que sabían cómo hacer el trabajo, los puse a trabajar y lo hicieron.

—Espléndido –Exclamó Durant- Hay dos tipos de hombres valiosos: uno es el hombre que puede
hacer algo y hacerlo bien, sin quejarse de que está siendo explotado; y el otro, es el que puede
hacer que la gente haga las cosas bien sin que se quejen, tú eres ambos tipos de personas en uno.

Downes le agradeció por el cumplido y se dio la vuelta para salir.

—Espera un momento –le pidió Durant- Se me olvidaba decirte que eres el nuevo gerente de la
planta que instalaste y el sueldo con el que iniciarás es de $50,000 dólares al año.

Los siguientes diez años de asociación con Durant le valieron a Downes entre 10 y 12 millones
de dólares. Se convirtió en un consejero íntimo del rey de los motores y como resultado se hizo
rico.

La historia de Carol Downes no tiene nada de espectacular. El principal problema con muchos
de nosotros es que sólo vemos “aparecer” hombres y los valoramos en el momento de su triunfo,
sin tomarnos la molestia de cómo o por qué lo lograron.

Los incidentes mencionados ocurrieron durante momentos fuera de horario, sin que ni siquiera
las demás personas que trabajaban con Downes se dieran cuenta. No dudamos que muchos de sus
compañeros lo envidiaban por creer que era el favorito de Durant debido a algún tipo de palanca o
suerte o cualquier excusa de las que las personas que no alcanzaron el éxito se valen para justificar
su propia falta de progreso.
11
Bueno, para ser sinceros, Downes sí tenía una “palanca” interna con Durant.

Una “palanca” que él mismo creó con su propia iniciativa.

La creó yendo siempre más allá, con detalles tan triviales como dar un lápiz con la punta
perfectamente afilada cuando sólo se le había pedido un lápiz.

La creó al permanecer en su escritorio “con la esperanza” de poder ayudarle a su jefe después de


la “estampida” de las 5:30pm.

La creó al utilizar su derecho de iniciativa propia al encontrar a las personas adecuadas para
instalar la maquinaria en lugar de preguntarle a Durant dónde y cómo encontrarlos.

Si repasamos cada uno de estos incidentes, encontraremos que el éxito de Downes se debió sólo
a su propia iniciativa. Más allá de ello, la historia habla de una serie de pequeñas tareas muy bien
hechas con la actitud mental correcta.

Quizá había un centenar de personas en esa oficina que pudieron haber hecho lo mismo que
Downes, pero el problema con ellos era que estaban buscando el “pie del arco iris” desapareciendo
a las 5:30pm en una estampida cada tarde.

Muchos años después, un amigo le preguntó a Carol Downes cómo obtuvo la oportunidad con
Durant a lo que él respondió modestamente:

—Ah, sólo me puse frente a él de manera que pudiera verme., así cuando miraba a su alrededor
en busca de algo, me llamaba a mi, porque era la única persona a la vista. Después de un tiempo,
ya había adquirido el hábito de llamarme.

¡Allí lo tienes! Durant “adquirió el hábito” de llamar a Downes. Más allá de esto, descubrió que
Downes podía asumir y asumiría la responsabilidad de “ir siempre más allá”.

Qué pena que toda la gente norteamericana no conserve algo de este espíritu de asumir grandes
responsabilidades. Qué pena que muchos de nosotros no comencemos a hablar más los privilegios
que gozamos al poder alcanzar el gran sueño americano y menos de la falta de oportunidades en
Estados Unidos.

¿Habrá algún hombre en los Estados Unidos que pueda afirmar seriamente que Carol Downes
hubiera sido igual de grande si hubiera sido forzado, por ley, a unirse a la multitud y dar por
terminado su trabajo a las 5:30pm? Si hubiera hecho eso, habría recibido su salario estándar por el
tipo de trabajo que desempeñaba y nada más, ¿Por qué tendría que haber recibir más?

Su destino siempre estuvo en sus manos. Iba endosado a ese privilegio único que tienen los
ciudadanos norteamericanos: el derecho a la iniciativa propia a través del ejercicio de practicar el
hábito de “ir siempre más allá”. Esa es la historia completa. Es el único secreto del éxito de
Downes. Lo ha admitido y todos aquellos que conocieron las circunstancias de su ascenso de la
pobreza a la riqueza lo saben.
12
Hay algo que parece que nadie sabe, ¿por qué hay tan pocas personas que, al igual que Downes,
descubren el poder implícito de hacer más que sólo aquello por lo que se les paga?

El mundo entero reclama a esas personas. Son necesarios en todos los caminos de la vida. La
industria norteamericana siempre ha tenido espléndidos nichos para aquellos que pueden asumir y
asumen responsabilidades desempeñando sus funciones con la adecuada “actitud mental” “yendo
siempre más allá”

Andrew Carnegie ayudó a salir a no menos de cuarenta personas de los estratos obreros más
bajos hasta convertirse en millonarios. Entendía el valor de las personas que siempre “van más
allá”. Dondequiera que encontraba una de estas personas, lo introducía al círculo interno de su
negocio y le daba la oportunidad de reclamar “todo lo que él valía”.

La gente hace o deja de hacer cosas debido a un motivo. El más importante de los motivos para
querer “ir siempre más allá” es el hecho de que es allí donde se encuentran las numerosas
recompensas de toda índole para aquellos que tienen ese hábito.

No se ha sabido de nadie que haya alcanzado el éxito permanente sin haber hecho algo más que
aquello por lo que se le pagaba. Esta práctica tiene su contrapartida en las leyes naturales y está
respaldada por una gran cantidad de evidencias totalmente válidas. Está basado también en el
sentido común y la justicia.

El mejor método de probar la validez de este principio es poniéndolo en práctica como parte de
los hábitos diarios. Esta es una verdad que sólo podemos aprender por medio de la experiencia.

Los norteamericanos desean grandes porciones de los vastos recursos de este país. Sin duda es
una deseo saludable. La riqueza aquí abunda, pero debemos obtenerla dando algo de valor a
cambio.

Ya conocemos la regla en la que se basa el éxito. Apropiémonos de esa reglas y utilicémoslas


con inteligencia para adquirir la riqueza personal que deseamos al mismo tiempo que le agregamos
valor a nuestra nación.

* * * * *

Vous aimerez peut-être aussi