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ENTREVISTAS A MARIO BUNGE

Realizado por la «revista electrónica de ciencia, tecnología, sociedad y


cultura. ISSN 2174-6850/ 30 años divulgando conocimiento (desde
1988)», TENDENCIAS 21, es un apartado ENTREVISTAS 21.

Mario Bunge: la filosofía no ha muerto,


pero está gravemente enferma

Los filósofos y los científicos sociales deberían cooperar para


diseñar sociedades en las que se protejan los intereses
individuales y colectivos

La filosofía no ha muerto, pero está gravemente enferma,


declara en la siguiente entrevista exclusiva el filósofo y
científico Mario Bunge, quien considera que si se descuida la
investigación básica, por darse prioridad al armamento y a la
conquista territorial, la ciencia decaerá, y con ella la técnica.
Añade que los filósofos debieran cooperar con los científicos
sociales para diseñar sociedades en las que se protejan los
intereses individuales y colectivos. Por Eduardo Martínez.

M ario Bunge se doctoró en ciencias fisicomatemáticas por la

Universidad de La Plata en 1952. Premio Príncipe de Asturias,


tiene 14 títulos de doctor honoris causa y 4 de profesor
honorario. Actualmente es profesor de Filosofía en la
Universidad McGill de Montreal (Canadá). Tiene publicados más
de cuarenta libros, el último de ellos Crisis y reconstrucción de
la filosofía. Miembro, entre otros 12, del Consejo Editorial de
Tendencias Científicas, Mario Bunge repasa en la siguiente
entrevista exclusiva el estado actual de la filosofía, esboza los
últimos avances de los conocimientos científicos y recomienda
una nueva relación entre la ciencia y la filosofía que alumbre
un nuevo modelo de sociedad.

En su último libro, Crisis y reconstrucción de la filosofía, usted


señala que la filosofía está enferma, aunque no grave. ¿Cuáles
son los síntomas de esta enfermedad?

Richard Rorty y otros han afirmado que la filosofía está muerta.


Yo creo que sigue viva, aunque gravemente enferma. En efecto,
la mayoría de los filósofos se limitan a comentar ideas de otros,
o a hacer especulaciones estériles: no abordan problemas
nuevos, no se enteran de lo que pasa en las ciencias y las
técnicas, ni se ocupan de los principales problemas que afronta
la humanidad.

Por ejemplo, los ontólogos imaginan mundos posibles pero


ignoran el único real; los gnoseólogos siguen creyendo que las
teorías científicas son paquetes de datos empíricos; los
filósofos morales discuten a fondo el problema del aborto, pero
descuidan los problemas mucho más graves del hambre, la
opresión y el fanatismo. Y los filósofos de la técnica suelen, ya
elogiarla, ya denigrarla, sin ver que hay técnicas malas y otras
buenas, y que incluso las buenas pueden tener resultados
perversos, tales como el desempleo. En mi último libro señalo
diez motivos de la crisis actual de la filosofía:
profesionalización excesiva; confusión entre filosofar e
historiar; confusión de oscuridad con profundidad, al estilo de
Husserl y Heidegger; obsesión por el lenguaje, al estilo de
Wittgenstein; idealismo (por oposición al materialismo y al
realismo); atención exagerada a miniproblemas y juegos
académicos; formalismo insustancial y sustancialidad informe;
fragmentarismo y aforismo; enajenamiento de los motores
intelectuales de la civilización moderna: la ciencia y la técnica;
y permanencia en la torre de marfil.

¿Considera que tiene algún sentido hablar de filosofía en una


sociedad tan condicionada por la así denominada "muerte del
pensamiento" o por el "pensamiento débil"?

Es verdad que el posmodernismo, y en particular el llamado


"pensamiento débil", han hecho estragos en las facultades de
humanidades. Pero, desde luego, no ha afectado a las
facultades de ciencias, ingeniería, medicina, ni derecho. En
éstas hay que pensar correctamente y hay que controlar la
imaginación con datos empíricos. El "pensamiento débil" sólo
incapacita intelectualmente a estudiantes de las facultades de
humanidades.

Tradicionalmente, la filosofía ha intentado dar respuestas a


cuestiones trascendentales para la condición humana, a través
de diferentes escuelas de pensamiento. ¿Podemos decir que ya
sabemos quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos?

La filosofía no se ocupa de averiguar quiénes somos, de donde


venimos ni adónde vamos. La biología, la sicología y las
ciencias sociales se ocupan de estos problemas. Por ejemplo,
la biología evolutiva ha averiguado que los humanos y los
monos antropoides tenemos precursores comunes; la
antropología, la sicología y la sociología muestran que somos
animales emocionales, intelectuales, trabajadores y sociables;
y la historia y la politología sugieren que la humanidad no se
dirige a ningún punto fijado de antemano, sino que, como dijo
el gran poeta Antonio Machado, hace camino al andar.

La ciencia ha hecho frecuentes incursiones en el campo de la


filosofía, particularmente a lo largo del siglo XX. ¿Considera
que estas aportaciones han contribuido a regenerar la filosofía,
o más bien a confundirla?

Es verdad que la ciencia ha resuelto muchos de los problemas


que fueron planteados originariamente por filósofos. Por
ejemplo, los físicos y químicos han contestado la pregunta por
la naturaleza de la materia, el espacio y el tiempo; los biólogos
nos dicen qué es la vida; y los neuropsicólogos han develado
el misterio del alma. Estas respuestas han dejado sin ocupación
a los filósofos especulativos, pero han alentado a otros a
reforzar los vínculos de la filosofía con la ciencia. Por ejemplo,
el filósofo de la mente puede, ya ignorar la neuropsicología, ya
usarla para formular nuevas preguntas, tales como qué son la
creatividad y la conciencia, y cómo emergen la razón y la
sensibilidad moral.

La física teórica está hoy dividida en dos escuelas básicas de


pensamiento, la materialista y la idealista. ¿Considera que esta
división es afín con la filosofía actual o que es completamente
ajena a ella?

No creo que la física se divida en materialista e idealista. Lo que


sí ocurre es que hay interpretaciones idealistas (o subjetivistas)
de algunas teorías físicas, en particular la teoría cuántica. Pero
de hecho, mientras hacen sus investigaciones, los físicos obran
como materialistas. Es decir, saben que las cosas microfísicas
existen de por sí, en lugar de ser objetos mentales. Adoptan
ideas idealistas cuando hacen divulgación científica. Además,
es posible refutar la tesis de que la existencia de los fotones,
electrones, átomos, etc., depende del observador. Creo haberla
refutado en mi libro “Foundations of Physics” (Springer, 1967),
al axiomatizar las principales teorías físicas. De esta manera se
exhiben explícitamente los referentes de las mismas. Resulta
que ellas se refieren exclusivamente a cosas físicas. Por
ejemplo, el operador de la energía y la función de estado no
contiene variables que describan propiedades del observador.
B [En algunos círculos de pensamiento se afirma, a tenor de los
conocimientos adquiridos sobre las facultades superiores, que
nuestro organismo no está capacitado para llegar al fondo de
la verdad que persigue la filosofía. ¿Considera al respecto que
somos una especie condenada a no alcanzar nunca los últimos
secretos del universo?] b

¿Cómo se puede saber que nunca podremos saber algo? Quien


afirma que siempre se ignorará X erige una barrera arbitraria al
avance del conocimiento, y por lo tanto es un oscurantista. A
fines del siglo XIX Herbert Spencer, Emile Du Bois-Reymond y
otros afirmaron que jamás se sabría lo que es el espíritu. Hoy
sabemos una pila de cosas sobre el espíritu. Por lo pronto,
sabemos que todos los procesos mentales son procesos
cerebrales, gracias a lo cual se los puede modificar alterando
su composición química y, en casos extremos, extirpando
partes del cerebro o del sistema endocrino. Lo único que
podemos afirmar es que, mientras quede gente curiosa,
seguirán emergiendo problemas nuevos, cuya investigación
arrojará nuevos resultados. Pero también podemos prever que,
si se descuida la investigación básica, por darse prioridad al
armamento y a la conquista territorial, la ciencia decaerá, y con
ella la técnica. El que vayamos para adelante o para atrás
depende exclusivamente de la ciudadanía en el caso de las
democracias políticas, y de los mandalluvias en las demás.
En su último libro usted señala que uno de los pilares
necesarios para recomponer la filosofía es la ciencia y la
tecnología. Ambos nos prometen cambios tan profundos que,
de conseguirse, nos obligarán a cambiar muchos patrones de
pensamiento. ¿Piensa que la filosofía actual está preparada
para acometer estos previsibles cambios y proporcionar un
marco teórico a los nuevos escenarios que se avecinan?

Algunos filósofos están preparados para hacer frente a grandes


novedades de la cultura, y otros no. Los primeros intentan
mantenerse al día con algunas disciplinas, mientras que los
segundos prefieren refugiarse en el pasado. Siempre ha
ocurrido así, y es presumible que así seguirá ocurriendo. Lo
que importa es la calidad de los innovadores y las
oportunidades que tengan para investigar libremente. En la
Revolución Científica (y Filosófica) del siglo XVII participaron
solamente unas 200 personas, entre ellas Galileo, Descartes,
Kepler, Harvey, Gilbert, Boyle, y sus discípulos. Los filósofos
puros que vinieron después, en particular Berkeley, Hume y
Kant, fueron contrarrevolucionarios, puesto que volvieron a
poner al sujeto cognoscente en el centro. Es triste constatar
que, salvo excepciones (como Aristóteles y Descartes), los
filósofos han ido contra el progreso.

Nuestra sociedad padece una profunda crisis de valores que


aparenta ser el reflejo de la crisis de la filosofía. ¿Qué tendría
que decir la filosofía actual sobre los valores que hoy
predominan en la sociedad y por cuáles debería apostar para
preservar la integridad de la especie y asegurar su progreso
humano?

La filosofía, en particular la axiología, puede decir mucho


acerca de los valores. Por ejemplo, que no existen de por sí,
sino que son inventados y destruidos por los seres vivos; que
los hay individuales, como el bienestar y la verdad, y sociales,
como la justicia y la paz; que todos los valores son analizables
a la luz de la razón y de la experiencia; etc. También los
psicólogos sociales, antropólogos y sociólogos pueden
decirnos mucho acerca de los valores. Por ejemplo, se sabe que
la gente se vuelve egoísta cuando se la oprime, porque el
instinto de preservación prevalece sobre todo lo demás.
También se sabe que la obsesión por el dinero tiene el mismo
efecto socialmente disolvente. Y se sabe que los valores varían
con las sociedades. Por ejemplo, la lealtad, la honestidad y la
integridad familiar se aprecian más en las sociedades
tradicionales que en las modernas. En cuanto a la preservación
de la especie y el progreso, dependen del tipo de sociedad que
elijamos. En este punto, los filósofos debieran de cooperar con
los científicos sociales, para diseñar sociedades en las que se
protejan los intereses individuales sin merma de los colectivos.
En mi libro Las ciencias sociales en discusión (Sudamericana,
1999) propongo lo que llamo tecno-holo-democracia, o sea,
democracia integral (política, económica y cultural) guiada por
la técnica. Creo que ésta es una alternativa viable, tanto al
capitalismo como a la tiranía estatista que se hizo pasar por
socialismo. Mientras tanto, habrá que apuntalar al Estado del
bienestar, que los conservadores están intentando desarmar,
precisamente por ser el orden social menos imperfecto
realizado hasta ahora.
Obtenido el 2 de junio del 2018 de TENDENCIAS 21, en:
https://www.tendencias21.net/Mario-Bunge-la-filosofia-no-ha-muerto-pero-
esta-gravemente-enferma_a150.html

ENTREVISTAS 21, es un apartado de TENDENCIAS 21, la


«REVISTA ELECTRÓNICA DE CIENCIA, TECNOLOGÍA, SOCIEDAD
Y CULTURA. ISSN 2174-6850/ 30 años divulgando
conocimiento (desde 1988)». Tras esa entrevista se anota al
final de la hoja virtual lo siguiente en aquella página:

«Sábado, 26 de Abril 2003


Eduardo Martínez
Artículo leído 132191 veces»
Mario Bunge: "La ciencia se hace en una
matriz filosófica"
Una sociedad de socios es la mejor alternativa al sistema actual,
declara el filósofo, físico y humanista

La ciencia no se hace en un vacío filosófico, sino en una matriz


filosófica que incluye el realismo, el materialismo, el
sistemismo y el humanismo, señala el filósofo, físico y
humanista Mario Bunge (Buenos Aires, 1919), miembro del
Consejo Editorial de Tendencias21, en la siguiente entrevista.
Añade que una sociedad de socios, que no sería más que una
ampliación de la democracia política, es la mejor alternativa al
sistema actual. Considera que después del 15M debe haber una
organización capaz de hacer propuestas positivas para ver
cuáles son las alternativas deseables y posibles. Por Pampa
García Molina.

E n Ciencia, técnica y desarrollo, su última obra reeditada por

Laetoli, defiende que la ciencia y la técnica son los motores de


la sociedad moderna. ¿Ciencia y política van de la mano?

Sí, pero cuidado: yo no creo, como creía Foucault, que la ciencia


sea un arma política. Los científicos no se proponen alcanzar
el poder, sino conocer. Politizar la ciencia es distorsionarla. A
mí me interesa la política en parte porque mi padre era médico
y político, en parte porque me impactó mucho la gran
depresión que empezó en 1929 y, además, porque viví casi
toda mi vida en Argentina bajo dictaduras militares.
Me refiero a la dimensión política de la ciencia como
herramienta para mejorar el mundo.

Eso sí, la ciencia y la técnica servirán para mejorar el mundo si


los dirigentes y sus asesores se dan cuenta de que la política
debe utilizar los resultados de la investigación. Esto es, que en
lugar de improvisar al calor de las elecciones, estudien
seriamente los problemas demográficos, económicos,
culturales y sanitarios de la sociedad para proponer soluciones
constructivas.

Pero los científicos normalmente no se meten en política...

Hay científicos de dos tipos: naturales y sociales. Un físico no


tiene nada que decir como especialista científico acerca de la
sociedad. En cambio, un politólogo, un historiador, un
demógrafo, un epidemiólogo, un educador o un jurista tienen
mucho que decir. En medicina social hay trabajos interesantes
en los que basar políticas sanitarias, como el experimento
Whitehall, un estudio en Inglaterra sobre el estado de salud de
los empleados públicos, que tienen todos el mismo acceso al
sistema sanitario. El primero de estos estudios, que duró 30
años, demostró que los jefes viven más y mejor que sus
subordinados; en otras palabras, la subordinación enferma.

Una de las conclusiones era que el estrés afecta más al


empleado de bajo rango e insatisfecho que a su jefe.
Así es. Antes se creía que el ejercicio del poder causaba úlceras,
y no es así. Es al revés. La sumisión causa úlceras. El
subordinado, al no participar en las decisiones sobre su propio
trabajo, se siente inferior y, de hecho, lo es. Esto tiene una
repercusión desfavorable sobre su salud.

Cuando habla usted de ciencias sociales o económicas,


¿realmente cree que son ciencias?

No, en la actualidad son semiciencias porque están dominadas


por ideologías. Además algunas ignoran lo esencial. La teoría
microeconómica que se enseña en las facultades ignora la
producción, da por sentado que las mercancías están ahí listas
para ser consumidas. Ignora las crisis económicas. Enfoca su
atención en el equilibrio, que se da cuando el consumo iguala
a la oferta, pero es un caso muy particular que no se cumple
en las crisis. Tratan de explicar un desequilibrio con la teoría
del equilibrio.

¿Y la sociología como ciencia tiene algo que aportar a la crisis?

Mucho. La sociología, la economía y la política se deberían unir


y la ciencia social debería ser una en lugar de dividirse en
departamentos que no se hablan entre sí. Tampoco debería
organizarse en escuelas de pensamiento, que es una división
puramente ideológica. Necesitamos mejores teorías
económicas y sociológicas para dar con la verdad.

¿Usted cree que existe la verdad?

Sí, claro. Es verdad que usted está sentada a mi lado, no es


imaginación mía. La verdad no es una construcción social como
pretenden los posmodernos. Existe la verdad objetiva y sin ella
no podríamos vivir ni una hora. Sabemos que este hotel existe
independientemente de que nosotros lo percibamos o no. Pero
la verdad no se alcanza de inmediato, sino con la experiencia y
haciendo investigación. La totalidad de los posmodernistas
niegan la verdad. Incluso dicen que hay que liberarse de la
tiranía de la verdad; en otras palabras, hay que dar rienda
suelta a la especulación, lo que, a mi modo de ver, es inmoral,
es suicida y es dar un paso atrás. Son reaccionarios.

¿Por qué tienen éxito los posmodernistas en la academia?

Los posmodernistas siguen siendo aceptados en los círculos


académicos porque negar la ciencia es mucho más fácil que
aprenderla. Son contrarios a la Ilustración francesa, a la ciencia,
dicen que el cientificismo es dañino, se basan en ideas
atrasadas. Decir a los muchachos "no se preocupen si los
aprueban o los suspenden en ciencia porque la ciencia no tiene
ningún valor" es demagógico. Es la filosofía de los ignorantes.
¿Por qué el posmodernismo se ha relacionado con ideologías
progresistas?

Esa es una de las tragedias de la izquierda. La izquierda de mis


tiempos era cientificista y la de ahora es anticientificista. Hay
quienes creen que lo social es espiritual y no se puede
encender científicamente sino intuitivamente, por la herencia
de Dilthey. O incluso puramente lingüístico, como suponía
Lévi-Strauss y su discípulo principal, Michel Foucault. Quieren
destruir la cultura moderna, que se construyó a partir del
Renacimiento sobre la base de las ciencias. Encontramos
incluso científicos que creen en la homeopatía y niegan la
medicina basada en la biología. Es una desgracia.

Una de las definiciones de su diccionario de filosofía dice así:


“Académico [trabajo]: Una obra intelectual de interés muy
limitado, que probablemente sirve más para el progreso en la
carrera de su autor que para el conocimiento humano”. Debe
de haber hecho muchos enemigos. ¿Es eso lo que piensa de la
universidad moderna?

Depende de los departamentos. Los científicos están en pleno


renacimiento, los que están en decadencia son los
humanísticos, debido a la invasión de charlatanes como
Foucault, Deleuze, De Man, y otra gente que se inspira en
Nietzsche y Heidegger.
Usted fundó la Universidad Obrera en Argentina en 1938, que
más tarde Perón clausuró. Por su oposición al régimen, pasó
un tiempo en la cárcel durante la dictadura. Siempre ha estado
politizado. ¿Qué opina de los movimientos sociales que han
surgido en los últimos años, como el 15M?

No he hecho un estudio científico de esto, pero cuando


apareció, mis amigos madrileños me lo contaban
entusiasmados y yo les decía "me parece que no va a ser nada
más que una válvula de escape”. Debe haber una organización
capaz de tomar esas consignas, que persista después de que
se acabe el entusiasmo, y que, en lugar de limitarse a protestar,
haga propuestas positivas para ver cuáles son las alternativas
deseables y posibles.

Desde su punto de vista de filósofo científico, ¿cuál es la


alternativa al sistema actual para lograr una mayor justicia
social?

Una sociedad de socios. Una sociedad socialista auténtica, que


no sería más que una ampliación de la democracia política.
Igualdad de sexos, de razas y de grupos étnicos; una
democracia económica alcanzable mediante las cooperativas;
una democracia política, con acceso al poder por medios
limpios, sin cabildeos que trabajen en función de los intereses
particulares. Y una democracia cultural, con educación para
todos. El movimiento hacia la democracia integral nació en el
momento en el que la educación se hizo universal. Esa es una
medida socialista, como la sanidad pública gratuita, de final del
siglo XIX.

Entonces no son ideas tan revolucionarias ni novedosas…

No, pero hay que insistir en que no basta la democracia política


porque, cuando no hay igualdad, los más poderosos acumulan
más poder. Los revolucionarios franceses tuvieron razón:
"Libertad, igualdad y fraternidad". No eran libertarios, ni
igualitarios ni comunitarios, juntaban las tres consignas. Yo
añadiría una cuarta: competencia. El Estado moderno no puede
quedar en manos de aficionados.

El filósofo Feyerabend proponía que las decisiones acerca de la


ciencia las tomasen democráticamente consejos de
ciudadanos...

Eso es tan absurdo como la propuesta soviética de planificación


de la ciencia. La ciencia básica está hecha por individuos más
ingeniosos que otros, no se puede planificar y menos aún
puede dejarse en manos de gente que no sabe lo que es la
ciencia. Eso no es democracia, es estupidez. En ciencia no se
toman las decisiones por votación, sino por consenso de
expertos científicos. Así funciona cualquier buen laboratorio.

¿Usted sigue leyendo publicaciones científicas?


Sí, estoy suscrito a las revistas Nature y Science; esta me llega
gratuitamente por haber sido suscriptor durante más de medio
siglo. No leo apenas revistas de filosofía porque no aprendo
nada nuevo con ellas. Antes leía de cabo a rabo el Journal of
Philosophy con gran interés, pero me parece que está
decayendo. La filosofía vive un momento de decadencia.

¿Los filósofos publican en revistas arbitradas, como los


científicos?

Sí, pero los árbitros habitualmente no están bien informados.


A mí me han retrasado casi todos los trabajos que he enviado
a revistas filosóficas porque no entendían de qué les hablaba.
Los filósofos suelen ser muy arrogantes y les da rabia otro que
produzca más que ellos. Mis colegas me han dificultado la vida
porque yo publicaba.

¿El declive de la filosofía tiene que ver con que haya dado la
espalda a la ciencia?

Sí, Mosterín tiene mucha razón cuando dice que la filosofía que
ignora la ciencia no es interesante ni productiva. Pero no basta
con enterarse de los resultados de la ciencia, yo creo que un
filósofo debería ir más allá y tratar de entender cómo se
consiguieron los resultados, para lo cual hay que hacer alguna
investigación científica.
¿Y la ciencia necesita a la filosofía?

La ciencia no se hace en un vacío filosófico, como creían los


positivistas y Popper, sino en una matriz filosófica que, a mi
modo de ver, incluye el realismo, el materialismo, el
sistemismo y el humanismo. Hay que integrar esas distintas
posiciones. Es lo que he tratado de hacer en mi Tratado de
Filosofía Básica en ocho volúmenes.

En las carreras de ciencias no se estudia filosofía. ¿Es una


carencia?

Sí, está mal. Yo siempre he propuesto que los alumnos de


ciencias sigan una materia de epistemología, lo malo es que los
profesores de epistemología no suelen saber ciencia y los
alumnos de ciencias no los respetan mucho.

¿Y por qué las ciencias se separan de las humanidades, si


también forman parte de la cultura humana?

La visión idealista de la ciencia es que hay ciencias sociales y


naturales, sin solapamiento entre las dos. Esa idea fue
defendida sistemáticamente por Wilhelm Dilthey, que no sabía
que décadas antes ya habían nacido ciencias mixtas como la
demografía, la epidemiología y la medicina social. Es una
cuestión de ignorancia nada más.

Y de hecho, la ciencia moderna es multidisciplinar.

Los problemas gordos, sobre todo los sociales, exigen un


enfoque multidisciplinar porque son poliédricos. El problema
de la educación no se resuelve si al mismo tiempo no se
resuelven los problemas de la desigualdad y la atención
médica.

Eso también sucede en ciencias naturales: para estudiar el


cerebro humano hace falta neurólogos, psicólogos, biólogos,
sociólogos...

Sí, de hecho es la vía que se está siguiendo en la psicología


científica. Las neurociencias cognitivas tienen en cuenta el
ambiente social, saben que el cerebro de un chico que crece en
un ambiente culturalmente pobre no se desarrolla igual de
bien. Mi hija se dedica a eso, a la psicología del desarrollo.

¿Qué piensa de las teorías de la psicología evolucionista?

Es macaneo puro. En principio, la intención originaria de la


psicología evolucionista está bien, pero es muy difícil conseguir
evidencias. No tenemos rastros. Un fósil humano no habla
sobre la manera de pensar de su expropietario. Y la principal
idea errónea es que la mente humana no ha cambiado el curso
de los últimos cien mil años.

¿Qué gran logro de la ciencia le gustaría ver?

Ya lo están logrando: la comprensión de los procesos mentales


gracias a la fusión de la psicología con la neurociencia.

En física se ha visto la confirmación del bosón de Higgs, de los


primeros ecos del Big Bang... ¿Qué más espera de la física?

Yo creo que la física teórica está empantanada porque ha sido


acaparada por la teoría de cuerdas, que no sirve para nada, no
es una teoría científica. La mayor parte de la gente ha estado
perdiendo su tiempo con ella y tratado de juntar la gravedad
con la mecánica cuántica sin lograrlo. Se ha quedado muy
atrasada respecto a la experimental, que ha hecho grandes
logros en el curso de los últimos 50 años y está logrando
progresos inusitados, tratando con fotones y electrones
individualmente.

Todo eso son éxitos de la ciencia básica y, sin embargo, es lo


que en momentos de crisis los gobiernos suelen recortar.
La mayor parte de los gobernantes son políticos que no
entienden de cultura moderna y quieren resultados inmediatos.
Pero Obama lo ha entendido. A pesar de que como político ha
sido un desastre completo, desde el comienzo ha apoyado la
ciencia básica. Lo mismo pasa con los dos últimos presidentes
argentinos. Por desastrosas que sean sus políticas en otros
campos, han apoyado decididamente la investigación
científica.

¿Y en España?

Sé que ha habido recortes a la ciencia y sé de españoles que


han emigrado para hacer carrera en el exterior. Me parece una
desgracia porque un déficit crónico de la cultura española fue
la falta de científicos. España produjo su primer gran científico
a finales del siglo XIX, Ramón y Cajal. La ciencia española se
puso en el mapa después de la muerte de Franco y no ha
pasado mucho tiempo desde entonces.

En filosofía de la ciencia, ¿recomienda algún autor español?

Mi amigo Miguel Ángel Quintanilla, filósofo de la técnica, me


parece el más productivo y uno de los mejores a nivel mundial,
lástima que solo escriba en castellano. (Miguel Ángel
Quintanilla es miembro también del Consejo Editorial de
Tendencias21. N.de la R.)
Usted dice que su vejez empezó a los 90 años y que por eso ha
bajado su ritmo de producción intelectual. ¿Sigue escribiendo?

Sí, estoy adaptando mis memorias al inglés. Van a publicarse


en castellano en el mes de septiembre. Además, escribo
artículos.

Tiene cuatro hijos, dos argentinos y dos canadienses. ¿Todos


se dedican a la ciencia?

No, solamente dos: el físico que trabaja en México y la


neurocientífica cognitiva, profesora en Berkeley. Mi segundo
hijo enseñaba matemáticas en la universidad, pero ya se jubiló,
antes que yo. El otro es el arquitecto, que trabaja en Nueva
York.

Las conversaciones en las cenas familiares deben ser muy


estimulantes...

Pocas veces nos juntamos los cuatro, pero estamos en contacto


permanente. Mi hija y yo tenemos un intercambio muy intenso
intelectualmente. Anoche, por ejemplo, me mandó un artículo
sobre la crisis de la educación en medicina.

¿Y ella está de acuerdo con su visión de la ciencia?


Sí. Mire, una mañana lluviosa, hace ya muchos años, en la Costa
Brava, ella estaba a punto de terminar la escuela intermedia
entre el bachillerato y la universidad, y le pregunté:
"¿finalmente has decidido a qué dedicarte?". Me dijo "Sí, a la
neurociencia cognitiva". Yo le había estado lavando el cerebro
durante años, de modo que fue muy placentero para mí.

Hay pocas personas de 94 años que conserven una capacidad


intelectual como la suya. ¿Es herencia genética o cómo lo ha
hecho?

Los Bunge no son longevos. No, es simplemente curiosidad.


Hay una cantidad de problemas enorme que todavía no he
resuelto y sigo trabajando en ellos. No tengo tiempo de
morirme.

Ojalá sea así por más tiempo. Los demás disfrutaremos de su


obra…

Obtenido el 26 de julio del 2018 de TENDENCIAS 21, en:


https://www.tendencias21.net/Mario-Bunge-La-ciencia-se-hace-en-una-
matriz-filosofica_a33454.html
Mario Bunge: Los médicos tienen que
aprender de las ciencias sociales
El diagnóstico médico es un problema inverso, parecido al que
afronta el ingeniero

La medicina no se ha convertido en una rama de la biología,


sino que se ha hecho científica, explica en la siguiente
entrevista el filósofo Mario Bunge. Hoy día, gracias al
conocimiento (aún parcial) de los mecanismos patológicos, el
médico puede actuar directamente sobre ellos. Añade Bunge
que casi todos los médicos (y filósofos) ignoran que el
problema del diagnóstico médico es un “problema inverso”,
parecido al que afronta el ingeniero a quien se le pide que
diseñe un artefacto que tenga tales y cuales funciones.
Concluye que los médicos tienen algo que aprender de las
ciencias sociales. Por Daniel Flichtentrei.

M ario Bunge (21 Septiembre, 1919, Buenos Aires), es un

físico, filósofo de la ciencia y humanista argentino; defensor


del realismo científico y de la filosofía exacta. Es conocido por
expresar públicamente su postura contraria a las
pseudociencias, entre las que incluye al psicoanálisis, la
homeopatía y la microeconomía neoclásica (u ortodoxa),
además de sus críticas contra corrientes filosóficas como el
existencialismo, la fenomenología, el posmodernismo, la
hermenéutica y el feminismo filosófico. Es autor de 80 libros y
de más de 450 artículos sobre temas de física teórica,
matemáticas aplicadas, teoría de sistemas, sociología
matemática, epistemología, semántica, ontología, axiología,
ética, política científica, etc. Esta entrevista ha sido concedida
con motivo de la conferencia que Mario Bunge impartirá en
Argentina, el lunes 22 de Noviembre, en la Academia Nacional
de Medicina, sobre el tema ¿Qué es la medicina? ¿Ciencia,
técnica o multidisciplina?

¿Percibe usted el riesgo de que la medicina se transforme en


una rama de la biología?

No creo que la medicina propiamente se haya convertido en


una rama de la biología. Se ha hecho científica, que no es lo
mismo que hacerse ciencia. Lo mismo pasó con las ingenierías.
No cambió la meta, que es tratar enfermos y en lo posible
curarlos. Lo que cambió es el procedimiento para alcanzar esta
meta: antes de hacerse científica, la medicina era puramente
empírica. Por consiguiente, desconocía los mecanismos
patológicos y, al no conocerlos, se limitaba a la observación de
síntomas. Hoy día, gracias al conocimiento (aún parcial) de los
mecanismos, el médico puede actuar directamente sobre ellos.
Por ejemplo, lejos de contentarse con observar que un paciente
tiene fiebre, el médico conjetura que ésta ha sido causada por
una infección debida, ya a bacterias, ya a virus. Y si el análisis
microbiológico revela que, en efecto, el paciente tiene una tasa
excesiva de bacterias, el médico tiene una buena razón para
recetar antibióticos.
¿Qué papel le atribuye usted a las habilidades comunicativas,
empáticas y humanas en un médico?

El buen médico, tanto como el buen maestro, debe ser


empático y un buen comunicador, como lo fue el famoso
médico canadiense William Osler (McGill, Johns Hopkins,
Harvard y Oxford). Desgraciadamente, en la actualidad casi
todos los médicos están obligados a llenar tantos formularios
y apenas tienen tiempo para mirar a sus enfermos,
auscultarlos, palparlos, preguntarles, etc.

¿Qué tipo de formación debería tener un médico para distinguir


el conocimiento válido del inválido?

El médico debiera saber la importancia de las hipótesis y de las


pruebas experimentales, así como de los razonamientos
válidos. Desgraciadamente, las facultades de medicina
atiborran a los estudiantes con datos, no les hacen hacer
experimentos, ni los habitúan a discutir hipótesis. En
particular, casi todos los médicos (y filósofos) ignoran que el
problema del diagnóstico médico es un “problema inverso”,
parecido al que afronta el ingeniero a quien se le pide que
diseñe un artefacto que tenga tales y cuales funciones. En
efecto, el médico, en particular el que hace medicina interna,
se enfrenta con una caja negra. Ve los síntomas o productos,
pregunta por algunos estímulos (p. ej., lo que comió el
paciente), y tiene que hacer múltiples conjeturas sobre los
posibles mecanismos que relacionan insumos con productos.
Finalmente, tiene que poner a prueba tales conjeturas, tanto
con pruebas como con tratamientos. (El tratamiento médico, a
diferencia de los procedimientos en otras disciplinas, tiene dos
funciones: intentar curar y poner a prueba las hipótesis que lo
motivan.)

¿Qué barreras obstaculizan el diálogo entre médicos,


científicos básicos y de las ciencias sociales?

Los obstáculos al diálogo de los médicos con los demás


expertos son de varios tipos. Barreras profesionales: escasez
de tiempo, arrogancia y la especialización excesiva. Barreras
filosóficas: credulidad (en terapias no comprobadas); idealismo
(p. ej., creencia en la acción del alma inmaterial sobre el
cuerpo); apriorismo (p. ej., uso de la estadística bayesiana);
biologismo (ignorancia de las circunstancias sociales del
paciente); el sociologismo (la sociedad es la enferma, como
sostenían los anti-psiquiatras).

¿Cree Ud. que los médicos tienen algo que aprender de las
ciencias sociales?

Sí, varias cosas. Primera: hay, como ya lo había hecho notar un


médico árabe medieval, enfermedades de rico y enfermedades
de pobre. Segundo, el estrés social (en particular el causado
por la organización jerárquica del trabajo) enferma, como lo
mostraron los famosos estudios Whitehall. Tercero, la medicina
individual no ha sido la causa más importante de la reducción
de la morbilidad y de la mortalidad a casi la mitad en el curso
del último siglo, como lo mostraron estudios epidemiológicos.
Las principales causas son las obras sanitarias (cloacas y agua
potable), las vacunas y el estado de bienestar. Por esto floreció
la higiene social en Argentina entre 1980 y 1910, y por el
mismo motivo la British Medical Association, contrariamente a
su contraparte norteamericana, siempre ha defendido la
llamada medicina socializada.

¿A qué cree usted que se debe que quienes lo critican


supongan que el modelo que usted propone anula la
subjetividad de las personas que padecen? ¿Se considera usted
un positivista fundamentalista?

Los calificativos despreciativos que me han endilgado en mi


país, aunque no en el resto del mundo, se deben a la ignorancia
de mis publicaciones, así como a la ignorancia del positivismo,
al que yo he criticado toda mi vida. Yo soy cientificista pero
antipositivista, porque el positivismo es anti-realista y
antimetafísico.
Daniel Flichtentrei es médico especialista en cardiología y
editor de contenidos científicos. También es el director de
contenidos editoriales de IntraMed.

Obtenido el 26 de julio del 2018 de TENDENCIAS 21, en:


https://www.tendencias21.net/Mario-Bunge-Los-medicos-tienen-que-
aprender-de-las-ciencias-sociales_a4985.html

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