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LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

Magistrado ponente

STC5532-2018
Radicación n.° 11001-02-04-000-2018-00280-01
(Aprobado en sesión de veinticinco de abril de dos mil dieciocho)

Bogotá, D. C., treinta (30) de abril de dos mil


dieciocho (2018)

Decide la Corte la impugnación formulada respecto


de la sentencia proferida el 6 de marzo de 2018, por la Sala
de Casación Penal, en la acción de tutela promovida por
Hilda Jeaneth Niño Farfán contra la Sala Penal del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, el Instituto
Nacional Penitenciario y Carcelario -INPEC-, la Cárcel de
Mujeres El Buen Pastor, la Policía Nacional y la Fiscalía
Primera Delegada ante esta Corte, actuación a la cual se
vinculó a la Unidad Nacional de Protección de la Fiscalía
General de la Nación, con ocasión del asunto penal seguido
frente a la aquí actora por cohecho propio.
Radicación n.° 11001-02-04-000-2018-00280-01

1. ANTECEDENTES

1. La accionante reclama el amparo de las garantías


al debido proceso, vida, e integridad física, entre otras,
presuntamente quebrantadas por las autoridades
convocadas.

2. Como fundamento de su demanda, sostiene que


tras deprecar su traslado de la Cárcel de Mujeres El Buen
Pastor, por razones de seguridad y para cumplir con la
medida de aseguramiento impuesta en el caso confutado, el
tribunal, en audiencia de control de garantías de 13 de
diciembre de 2017, accedió a ello disponiendo su
transferencia al Centro de Estudios Superiores de la Policía
Nacional en Bogotá o a otro de las mismas características.

Arguye que si bien le pidió a la Dirección General de


la Policía Nacional autorizar y comunicarle al INPEC la
asignación de un cupo carcelario, aquélla se negó “(…) por
considerar que no cumpl[e] con los requisitos para la
reclusión en sitio especial (…)”.

Relata que manifestó ante la corporación querellada


el incumplimiento de lo decretado y aunque esa entidad ha
requerido en varias ocasiones al INPEC, no ha obtenido una
solución para su problemática.

Indica que le pidió a la Unidad Nacional de Protección


de la Fiscalía, incluirla a ella y a su familia en el programa
de protección a víctimas y testigos, dado

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“(…) el máximo nivel de riesgo y grado de amenaza que


representa la actividad procesal iniciada de colaboración con
miras al principio de oportunidad que se inició el día 30 de
noviembre, según acta de matriz de colaboración, respecto de la
información por ofrecer en relación con más de 40
personalidades de la vida pública y de la cúpula de la Fiscalía
General de la Nación y Altas Cortes, vinculadas en actos de
corrupción (…)”.

No obstante, la entidad mencionada y las demás


acusadas han omitido actuar de manera efectiva, en aras de
garantizar su seguridad y la de su núcleo familiar, pese a
sus denuncias, relacionadas con las amenazas frente a su
hijo menor y a “(…) los ataques que contra [su] salud e
integridad física (…) sufri[ó] al interior del patio 8 (…)” (fls. 1
al 3, cdno. 1).

3. Pide, por tanto, la salvaguarda de sus derechos


(fl. 1, cdno. 7).

1.1. Respuesta de los accionados

1. La Fiscalía Primera Delegada señaló no haber


lesionado las garantías de la solicitante. Precisó, en cuanto
a la “matriz de colaboración”, que si bien no se ha adquirido
ningún compromiso, la misma ha permanecido en reserva
por parte de esa autoridad, desconociéndose si la gestora la
hizo pública en este trámite tutelar. Añadió ser ajeno a su
competencia el traslado pretendido por la querellante (fls.
126 al 129, cdno. 1).

2. El tribunal adujo que requirió en dos ocasiones al


INPEC para lograr la transferencia de la peticionaria; no
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obstante, dicho Instituto, en comunicación de 19 de enero


de 2018, le advirtió la imposibilidad de acatar su mandato
por ausencia de cupos carcelarios en los establecimientos
destinados para la Fuerza Pública, cuestión del resorte de la
Inspección General de la Policía Nacional, ante quien los
interesados “(…) deben agotar los trámites pertinentes (…)”.
Concluyó, en consecuencia, que el quebranto denunciado
no le es imputable (fls. 162 al 164, ídem).

3. La Unidad Nacional de Protección de la Fiscalía


General de la Nación afirmó que la medida impetrada por la
tutelate está concebida para testigos y sus familias. Advirtió
que la seguridad personal de aquélla corresponde en la
actualidad al INPEC, quien tiene su guarda y resaltó que,
en todo caso, ya se inició una “misión de trabajo” para
establecer la “(…) evaluación de amenaza y riesgo (…)” a la
cual está presuntamente sometida la quejosa (fls. 172 al
177, ídem).

4. El INPEC adujo la improcedencia del amparo, por


cuanto lo demandado por la censora no está en sus
funciones, pues aun cuando se le impuso el traslado de
aquélla al Centro de Estudios Superiores de la Policía
Nacional en Bogotá o a otro de las mismas características,
las reubicaciones en esas dependencias no están a su cargo
(fls. 182 y 183, ídem).

5. La Secretaría General de la Policía Nacional


indicó haberle negado a la gestora el traslado al Centro de
Estudios Superiores de la Policía Nacional en Bogotá, toda

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vez que el tribunal no impuso ese acto “(…) de manera


taxativa (…)”, además, por cuanto esa institución “(…) se
halla al 100% de su capacidad (…)” (fls. 185 al 187, ídem).

1.2. La sentencia impugnada

El a quo constitucional concedió el amparo,


disponiendo:

“(…) TUTELAR el derecho del debido proceso del que es titular la


accionante. En consecuencia, se ordena al Instituto Nacional
Penitenciario y Carcelario, así como a las distintas autoridades
involucradas en el traslado de lugar de detención de HILDA
JEANETH NIÑO FARFÁN, que de manera coordinada, dentro de
los quince días siguientes a la notificación del presente fallo,
realicen las actuaciones necesarias con el propósito de hacer
efectiva la orden que en ese sentido se profirió en la providencia
del 19 de diciembre de 2017, por parte del magistrado de la
Sala Penal del Tribunal Superior del Distrito Judicial de Bogotá,
con Función de Control de Garantías (…)”.

Lo anterior, por cuanto estimó inadmisible la excusa


del INPEC para omitir el traslado ordenado respecto de la
peticionaria, pues es a esa entidad a quien corresponde la
búsqueda del cupo carcelario en el establecimiento indicado
expresamente por la corporación convocada o en otro
similar. Así, la Sala de Casación Penal esgrimió:

“(…) [L]a falta de ejecución, aproximadamente, tres meses


después de proferida la orden judicial [de transferencia de
centro carcelario], afecta el derecho del debido proceso de la
libelista y la deja a en un «limbo jurídico» (…)”.

“Téngase en cuenta que no existe certeza del momento en el que


se materializará el cambio de lugar de detención, lo cual
contraría la máxima de que los derechos fundamentales de las
personas privadas de la libertad, no pueden someterse a
gravámenes adicionales que no encuentren respaldo
constitucional ni legal, con mayor razón cuando éstos, como
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ocurre en el presente caso, se encuentran librados al azar o


alguna contingencia que, en ninguna hipótesis debe ser
soportada por la accionante (…)”.

“El Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario erradamente


entendió que la orden de traslado no constituía una disposición
de forzoso cumplimiento, la cual podía eludirse argumentando
la falta de autonomía respecto de la asignación de cupos en
centros especiales de detención, cuando los términos en que el
magistrado con función de control de garantías la impartió, se
observan claros, sin que se advierta por parte del INPEC el
despliegue de actividad tendiente a cumplir con lo resuelto en la
audiencia preliminar (…)”.

1.3. La impugnación

1. La Secretaría General de la Policía Nacional,


reiteró sus argumentos al contestar este resguardo e indicó
la ausencia de orden expresa de conducir a la quejosa,
exclusivamente al Centro de Estudios Superiores de la
Policía Nacional en Bogotá. Añadió no estar probadas las
amenazas ventiladas por la reclamante (fls. 236 al 238,
cdno. 1).

2. El INPEC insistió en lo aducido al responder este


ruego y destacó que ante la calidad de funcionaria de la
gestora, se dispuso su privación de la libertad en el patio 8,
pasillo 2, celda 2 de la Cárcel de Mujeres El Buen Pastor
“(…) que corresponde a un lugar de reclusión especial para
EXFUNCIONARIOS PÚBLICOS (…)”. Agregó la inexistencia de
cupos carcelarios en el Centro de Estudios Superiores de la
Policía Nacional y destacó corresponderle a la Policía el
cumplimiento de la tutela. Adicionalmente, señaló que el
tribunal se equivocó al permitir la transferencia de la
quejosa a dicho Centro, pues en otros casos ha expresado el

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carácter académico de la institución y la existencia de


pabellones especiales en cárceles ordinarias para personas
en circunstancias similares a las de la accionante (fls. 240
al 247, ídem).

2. CONSIDERACIONES

1. Se ratificará la sentencia impugnada, por cuanto


se halla el quebranto de las prerrogativas de la solicitante.

2. Ciertamente, se constata que en providencia de


19 de diciembre de 2017, la Sala Penal del Tribunal
Superior del Distrito Judicial de Bogotá, con función de
control de garantías dispuso:

“Primero. Conceder la solicitud de modificación de la medida de


aseguramiento privativa de la libertad consistente en detención
preventiva en centro de reclusión (…)”.

“Segundo. Ordenar a la Dirección General del Instituto Nacional


Penitenciario y Carcelario -INPEC- que en término de cuarenta y
ocho (48) horas contadas a partir de la notificación de la presente
decisión, modifique y disponga administrativamente un nuevo
centro de reclusión para la señora HILDA JANETH NIÑO FARFÁN
que podrá ser el Centro de Estudios Superiores de la Policía
Nacional con sede en Bogotá u otro de las mismas
características, en el que cumpla la medida de aseguramiento de
detención preventiva que le fuera impuesta desde el pasado 16
de junio de 2017, y se garantice al máximo su seguridad
personal (…)”.

Tal pronunciamiento fue emitido atendiendo a las


denuncias de la petente sobre su seguridad e integridad
personal, de lo cual el magistrado extrajo la necesidad de
reubicarla en otro lugar.

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Dicho precepto, según se desprende del plenario, no


fue cuestionado, particularmente, por el INPEC, quien una
vez enterado del mismo debió exponer lo aquí aducido ante
el fallador competente o probar la ausencia de quebranto a
la seguridad de la tutelante en las dos oportunidades donde
fue requerido.

No obstante, su silencio revela la aceptación del


mandato judicial y, por tanto, ninguna excusa, en la
actualidad, lo exime de acatar esa determinación.

La orden, que no contiene ambigüedad, le impone al


Instituto impugnante trasladar a la querellante, bien al
Centro de Estudios Superiores de la Policía Nacional con
sede en Bogotá o a otro similar, donde se proteja de forma
efectiva la seguridad de aquélla, pues, como se anotó, el
tribunal estimó la imposibilidad de lograr ese objetivo donde
la libelista se encuentra, esto es, en la Cárcel de Mujeres El
Buen Pastor.

Se destaca, asimismo, que el INPEC no acreditó haber


adelantado gestiones eficientes para obedecer lo
concerniente a la reubicación, pues fue la censora quien
impulsó la búsqueda de un cupo carcelario en el
mencionado Centro y, en todo caso, nada muestra que la
entidad acusada hubiese promovido lo pertinente en otros
centros de reclusión para satisfacer lo ordenado.

3. Lo resuelto en esta sede halla respaldo en lo


consagrado en el artículo 1° de la Constitución Política, el

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cual prescribe el carácter de Estado Social de Derecho de


Colombia, cimentado en la dignidad humana y en el
principio de solidaridad; asimismo, encuentra apoyo en la
calidad de sujeto especial de protección de la petente, pues
se halla privada de la libertad.

Sobre lo enunciado, la Corte Constitucional ha


reiterado la universalidad de las prerrogativas de la
población recluida en establecimientos carcelarios, pues

“(…) [s]in importar cuál haya sido su crimen o su falta, son


seres humanos, y, por ese sólo hecho, la sociedad está
comprometida con su defensa. Los derechos fundamentales son
universales, de toda persona. Es una posición moral que refleja
la decisión social, consagrada por el Constituyente, de respetar
el valor intrínseco de todo ser humano. Su dignidad. Es
precisamente una de las razones por las que es legítimo
sancionar con penas privativas de la libertad a quien comete un
crimen: el no haber respetado la dignidad y el valor intrínseco
de la víctima a la cual se ofendió y violentó. La sociedad, se
diferencia, precisamente, porque no hace lo mismo; no
instrumentaliza a ningún ser humano, le reconoce su valor
propio; el ser fin en sí mismo. Toda persona vale, a plenitud, en
un estado social y democrático de derecho. (…) Los derechos
fundamentales de las personas privadas de la libertad son
indivisibles. Todos los derechos, sin importar su tipo, son
inherentes a la dignidad de todo ser humano. Negar un derecho,
necesariamente, tendrá impacto negativo en los otros; por eso,
no pueden existir jerarquías entre ellos. Todos son importantes,
todos deben ser respetados, protegidos y garantizados. La
cárcel evidencia esa situación. Las negaciones a unos derechos
básicos de las personas en prisión, implican, necesariamente
afectar la dignidad de la persona y, con ello, el sentido y la
protección de los demás derechos. Los derechos fundamentales
representan un todo; diversas facetas de una misma protección
al ser humano. (…) Los derechos fundamentales de las
personas privadas de la libertad son interrelacionados e
interdependientes. (…) Esto es, además de ser indivisibles y
formar un todo de protección, los derechos fundamentales
dependen unos de otros. El dejar de proteger el derecho a la
alimentación, además de afectar a la dignidad humana, puede
traer otras violaciones como afectar la salud, la integridad e
incluso la vida. La imposibilidad de educación y de acceso a la
justicia, puede desembocar en restricciones ilegítimas e
injustificadas a la libertad (por ejemplo, un preso que por no
saber leer y por falta de información y de acceso a la justicia, no
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sabe que tiene derecho a salir de la cárcel desde hace un


tiempo) (…)”1.

4. Siguiendo los derroteros de la Convención


Americana de Derechos Humanos2, en su artículo 5º, nadie
debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles,
inhumanos o degradantes, y toda persona privada de
libertad deberá ser tratada con el respeto debido a la
dignidad inherente al ser humano.

Respecto de tales prerrogativas, la Corte


Interamericana de Derechos Humanos, como órgano
autorizado de interpretación de ese instrumento
internacional, incluyó en su jurisprudencia parámetros
primordiales sobre las condiciones a garantizarse por el
Estado en las cárceles y centros penitenciarios, Así, en el
caso Pachecho Turuel y otros contra Honduras, relacionó
los siguientes:

“(…) (i) El hacinamiento constituye en sí mismo una violación a


la integridad personal; además, obstaculiza el normal
desempeño de las funciones esenciales en los centros
penitenciarios;

“(ii) La separación por categorías debe realizarse entre


procesados y condenados y entre los menores de edad de los
adultos, con el objetivo de que los privados de libertad reciban
el tratamiento adecuado a su condición;

“(iii) Todo privado de libertad tendrá acceso al agua potable


para su consumo y al agua para su aseo personal; la ausencia
de suministro de agua potable constituye una falta grave del
Estado a sus deberes de garantía hacia las personas que se
encuentran bajo su custodia;

1Corte Constitucional. Sentencia T-388 de 2013; reiterada en sentencia T-127 de 2016


2Pacto de San José de Costa Rica, firmado el 22 de noviembre de 1969 y aprobado en
Colombia por la Ley 16 de 1972.
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“(iv) La alimentación que se brinde en los centros penitenciarios


debe ser de buena calidad y debe aportar un valor nutritivo
suficiente;

“(v) La atención médica debe ser proporcionada regularmente,


brindando el tratamiento adecuado que sea necesario y a cargo
del personal médico calificado;

“(vi) La educación, el trabajo y la recreación son funciones


esenciales de los centros penitenciarios, las cuales deben ser
brindadas a todas las personas privadas de libertad con el fin
de promover la rehabilitación y readaptación social de los
internos;

“(vii) Las visitas deben ser garantizadas en los centros


penitenciarios. La reclusión bajo un régimen de visitas
restringido puede ser contraria a la integridad personal en
determinadas circunstancias;

“(viii) Todas las celdas deben contar con suficiente luz natural o
artificial, ventilación y adecuadas condiciones de higiene;

“(ix) Los servicios sanitarios deben contar con condiciones de


higiene y privacidad;

“(x) Los Estados no pueden alegar dificultades económicas para


justificar condiciones de detención que no cumplan con los
estándares mínimos internacionales en la materia y que no
respeten la dignidad inherente del ser humano; y

“(xi) Las medidas disciplinarias que constituyan un trato cruel,


inhumano o degradante, incluidos los castigos corporales, la
reclusión en aislamiento prolongado, así como cualquier otra
medida que pueda poner en grave peligro la salud física o
mental del recluso están estrictamente prohibidas (…)” (subraya
fuera de texto).

El convenio citado es aplicable dado el canon 9 de la


Constitución Nacional, cuando dice:

“(…) Las relaciones exteriores del Estado se fundamentan en la


soberanía nacional, en el respeto a la autodeterminación de los
pueblos y en el reconocimiento de los principios del derecho
internacional aceptados por Colombia (…)”.

Complementariamente, el artículo 93 ejúsdem,


contempla:

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“(…) Los tratados y convenios internacionales ratificados por el


Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohíben
su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el
orden interno”.

“Los derechos y deberes consagrados en esta Carta, se


interpretarán de conformidad con los tratados internacionales
sobre derechos humanos ratificados por Colombia (…)”.

E, igualmente, el mandato 27 de la Convención de


Viena, sobre el Derecho de los Tratados de 19693,
debidamente adoptada por Colombia, según la cual: “(…)
Una parte no podrá invocar las disposiciones de su derecho
interno como justificación del incumplimiento de un tratado
(…)”4.

5. De acuerdo a lo discurrido, se ratificará la


providencia examinada.

3. DECISIÓN

En mérito de lo expuesto, la Corte Suprema de


Justicia, en Sala de Casación Civil, administrando justicia
en nombre de la República y por autoridad de la ley,

RESUELVE:

PRIMERO: CONFIRMAR la sentencia de fecha y


lugar de procedencia anotada.

3 Suscrita en Viena el 23 de mayo de 1969.


4 Aprobada por Colombia mediante la Ley 32 de 1985.
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SEGUNDO: Notifíquese lo así resuelto, mediante


comunicación telegráfica, a todos los interesados y remítase
oportunamente el expediente a la Corte Constitucional para
su eventual revisión.

NOTIFÍQUESE Y CÚMPLASE

AROLDO WILSON QUIROZ MONSALVO


Presidente de Sala

MARGARITA CABELLO BLANCO

ÁLVARO FERNANDO GARCÍA RESTREPO


Con aclaración de voto

LUIS ALONSO RICO PUERTA


Con aclaración de voto

ARIEL SALAZAR RAMÍREZ


Con aclaración de voto

OCTAVIO AUGUSTO TEJEIRO DUQUE

LUIS ARMANDO TOLOSA VILLABONA

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