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La imagen corresponde a una de las destacadísimas pinturas de Qusayr Amra, en Jordania,

en concreto, el Fresco de los Seis Reyes. La edificación en la que se encuentran se levantó a


partir de unos antiguos baños construidos según la tradición romana. Fueron remodelados
por un miembro de la dinastía omeya (tal vez Al-Walid II, hacia 720), en una zona que
visitaba asiduamente por ser un cazadero. Esta suerte de villa en el desierto fue
interiormente adornarla con mucho esmero. El realismo y la expresividad de las figuras
chocan frontalmente con el arte islámico tradicional que evitaba la representación
figurativa. De hecho, gacelas, doncellas escasamente vestidas y frutos variados saludan al
atónito visitante nada más entrar. Es muy probable que quienes decoraran aquellos muros
hubieran sido artistas griegos. Así lo atestiguan las inscripciones que en la lengua de
Homero se dejaron en las pinturas. Aunque es un lugar construido en una época álgida de
la expansión del Islam, estas antiguas termas rezuman claramente elementos típicos del
mundo romano y bizantino. En el Fresco de los Seis Reyes pueden apreciarse, alrededor de
la figura entronizada del califa, y en un entorno arquitectónico con arcadas, seis reyes que
le rinden homenaje. Entre ellos se identifica al célebre rey Rodrigo. Este desdichado
monarca visigodo aparece representado lejísimos de su reino. Está de pie junto a otros
regentes, entre los cuales se señalan el emperador bizantino, el negus abisinio, el sha persa
(un Cosroes), y dos soberanos más que se suponen encarnan al emperador chino y a un rajá
indio. Estos monarcas, de una u otra forma, habrían entrado en colisión con los omeyas y el
fresco parece querer representar su “sometimiento”. Cada personaje es identificado con su
nombre escrito en griego y árabe. Durante los trabajos de restauración (por parte de un
equipo español hace varias décadas) se identificaron, en las proximidades de las figuras, las
letras NIKH, que aluden a la palabra griega victoria.

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