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El sistema capitalista en profunda crisis ha desatado a escala mundial sus tres grandes bestias
contra los pueblos: la guerra, el fascismo y las medidas de “ajuste social” que vulneran
derechos fundamentales para la vida de los trabajadores y los jóvenes.
Es inocultable el carácter imperialista de las guerras desatadas en el Medio Oriente ─con Siria
como epicentro─; los más de 14 conflictos armados en el continente africano; las fuertes
tensiones en Asia por el control de rutas comerciales y la injerencia sistemática en
Latinoamérica y El Caribe. La guerra desatada por las potencias imperialistas en el mundo solo
tiene un propósito: el control de recursos naturales, energéticos y de mercados para sus
productos y capitales. Millones de desplazados, refugiados, muertos, territorios destruidos son
las principales consecuencias de la locura capitalista.
Los derechos de los pueblos tampoco escapan de la ofensiva capitalista: el deterioro de las
condiciones de vida es un hecho mundial. El plan anti-crisis tiene su centro en la reducción del
gasto público; la privatización de servicios fundamentales y reformas laborales que sientan un
nuevo marco favorable para la explotación y acumulación del capital. Los trabajadores no sólo
pagan por los desastres generados por los capitalistas, sino que también deben pagar por su
recuperación y estabilidad.
Para contener la inevitable lucha popular, los monopolios lanzan su tercera bestia confiable: el
fascismo. Su surgimiento cumple un doble propósito en esta época: instaurar regímenes para
reprimir la resistencia popular, como ocurre en Ucrania ─y pretenden hacer en Venezuela─ y
por otro lado, embaucar a los pueblos bajo la bandera del nacionalismo, la xenofobia,
discriminación; para dividir a la clase obrera y distraerla de su misión histórica..
Por un lado, los monopolios capitalistas norteamericanos y europeos anhelan un gobierno dócil
que les facilite la apropiación de la renta petrolera y el control de recursos y posiciones
estratégicas para el dominio global. La orden ejecutiva contra Venezuela; el boicot a la
economía venezolana, así como las presiones internacionales, son parte de esta ofensiva que
debe tender a agudizarse en el marco de la confrontación inter-imperialista a nivel mundial.
Por otro lado, padecemos la crisis capitalista bajo las peculiaridades del modelo rentístico
venezolano. Pese a los esfuerzos que hagan sectores del Gobierno Nacional por poner
paliativos, la crisis capitalista de forma natural e inevitable se traga y destruye progresivamente
las conquistas sociales logradas a lo largo de 18 años del proceso bolivariano.
En el campo laboral, los jóvenes trabajadores enfrentan el abismal deterioro del poder
adquisitivo del salario a la vez que se eleva exponencialmente los precios de los bienes de
consumo. A ello se suma la precarización de las ofertas de empleos juvenil; el auge de la
informalidad; la violación de derechos laborales y la bajísima tasa de sindicalización.
Las becas estudiantiles –que a principios de 2016 representaban poco más del 80% salario
mínimo- hoy apenas alcanza un 30% de este ingreso. El subsidio al pasaje estudiantil se vio
doblemente afectado: A la paralización de rutas universitarias de transporte por falta de
repuestos se sumó la improvisada política gubernamental que llevó a suspender el sistema de
boleto y tarjeta estudiantil sin un programa integral alternativo. Hoy, los estudiantes cancelan
entre 30 y 100% del pasaje urbano, cuando hace unos meses pagaban solo 0,5%.
El deterioro de las plantas físicas de los centros de estudio; la falta de insumos para la prácticas
de carreras técnicas; la deficiencia en la plantilla de profesores de asignaturas fundamentales y
programas curriculares anticuados y desconectados con las necesidades de desarrollo del país,
nos permite afirmar que el ambicioso proyecto de convertir la educación en una pieza motriz
para el impulso del desarrollo independiente del país, ha sucumbido inevitablemente a la lógica
del modelo capitalista rentístico. Hoy contamos con un modelo educativo al servicio del
parasitismo; de una economía que no requiere fuerza de trabajo altamente capacitada y mucho
menos desarrollos científicos-técnicos.
Los jóvenes deben tener claridad que su enemigo principal es este sistema de explotación y los
Partidos que lo defienden. No pretendemos absolver de culpas al Gobierno Nacional; nuestro
objetivo es denunciar la esencia de nuestros problemas y dejar en claro que la única solución
es una salida revolucionaria y no un cambio de personajes.
Llamamos a los jóvenes a creer en sus propias fuerzas y acrecentarlas por medio de su
organización en los centros educativos, laborales, deportivos y culturales; así como en sus
comunidades.
La campaña por los 70 años será una ofensiva en defensa de los derechos de los jóvenes. No
podemos permitir que los comedores de las universidades y el Programa de Alimentación
Escolar (PAE) continúen fuera de funcionamiento; hay que luchar para exigir a los organismos
competentes el restablecimiento inmediato de estos programas pero bajo control popular del
estudiantado y los trabajadores. De igual forma no podemos tolerar el retroceso en nuestro
derecho al pasaje preferencial estudiantil; es pertinente la movilización del estudiantado para
frenar los abusos de las empresas transportistas privadas y exigir del Gobierno medidas
eficaces y coherentes a fin de asegurar nuestro derecho.
Los jóvenes comunistas defenderemos el derecho a una educación de calidad; por una
planificación y presupuestos que garanticen óptimas condiciones de las plantas físicas de las
instituciones, dotación de insumos, equipamientos de laboratorios y centros de producción e
investigación.
Este año será también para elevar la educación política de los jóvenes trabajadores y sus
niveles de organización. Impulsar la participación en sindicatos y luchar por la regularización de
las condiciones de los empleos de la juventud con contratos que reconozcan los derechos de
ley.
La Revolución Bolchevique nos enseña que sólo la lucha de los trabajadores en alianza con las
fuerzas populares nos puede dar la victoria. Por eso llamamos a los jóvenes y estudiantes a no
ser presas de la ilusión. Las soluciones a los problemas del pueblo emanarán de nuestra propia
fuerzas e iniciativas.
Del Gran Octubre aprendimos que la “reforma” del Estado es una quimera. El poder de la clase
obrera y la construcción de la nueva sociedad se asientan sobre un nuevo Estado; un nuevo
poder político fundamentado sobre la más amplia y democrática organización y participación de
los trabajadores y el pueblo.
En los 100 años de la Revolución Socialista, los jóvenes comunistas venezolanos tomamos sus
valiosos aprendizajes para profundizar la lucha ideo-política contras las tergiversaciones,
falsificaciones y discurso anti-comunista que vierte el imperialismo contra esta extraordinaria
epopeya de los oprimidos.
Las enseñanzas del Gran Octubre rojo, junto a la experiencia de más de 80 años de lucha del
Partido Comunista de Venezuela y los 70 años de la JCV, son una potente arma que en manos
de los trabajadores, el campesinado, las mujeres, la juventud y los soldados revolucionarios
contribuirá inevitablemente a la derrota del oportunismo y a la victoria definitiva del Socialismo y
el Comunismo.