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Lo que quiere decir claramente es que Dios, para probar su fe y obediencia, puso
a Abraham a prueba, no que lo provoco a hacer el mal. Por tanto, debemos
diferenciar entre los distintos usos de tentar y comprender la diferencia entre
prueba y tentación, tal como se usaban las palabras en esos tiempos.
Las tentaciones del corazón vienen por medio de deseos que son legítimos y
naturales a nuestra humanidad.
Primero vienen los pensamientos, seguidos por los deseos; luego viene la
aceptación seguida de la acción, y finalmente viene la muerte.
Radica en que sus propósitos no cambian como las sombras que produce el
movimiento del sol. Sus promesas siempre son verdaderas y puesto que Dios es
inmutable, Su voluntad y Su palabra (v. 1:18) no cambian.
La palabra se convierte en el medio para nuestra salvación cuando dejamos a un
lado toda impiedad y todo exceso de maldad eliminando todo habito,
pensamiento o acción que quede de la vieja vida de pecado. Por el contrario,
debemos recibir con humildad la palabra implantada que es capaz de salvar
nuestras almas. La palabra implantar se usa para ilustrar la acción de la semilla
que echa raíces en la tierra (Mateo 13:21, 15:13). Esta palabra es la verdad de las
Escrituras que comprendemos gracias al Espíritu y aceptamos como el
fundamento de nuestra vida. Cuando esta palabra pasa a ser parte de nuestro
pensamiento y elección, se convierte en el medio para nuestra salvación
completa y final.
Una lengua controlada. En el tercer capítulo, Santiago vuelve a este tema con
más énfasis. Una lengua sin riendas deja ver los defectos del corazón. El
cristiano que ventila su amargura, un espíritu crítico y en general su falta de
amor evidenciada en actitudes como hallarle defectos a todo, ser cínicos, andar
en chismes y ser respondón solo deja ver su propia necesidad espiritual.
Cuidado por los que sufren. Visitar huérfanos y viudas es ir a ayudar los que
no pueden cuidar de sí mismos. En relación con lo que sigue inmediatamente,
Santiago deja en claro que el no participaría nunca en la actitud moderna de
dividir el evangelio en un evangelio social y un evangelio individual. No hay
dos evangelios. Solo hay uno que trabaja tanto con el individuo como con la
sociedad para resolver las necesidades humanas tanto del alma como del cuerpo.
Santiago vuelve a este punto en el 2:15-17 con una ilustración aplastante sobre
la necedad de separar los aspectos sociales de los personales en la fe cristiana.
La solución a esta paradoja es, en palabras de Wesley, que los cristianos ganen y
ahorren todo lo que puedan a fin de dar todo lo que puedan.