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Clase 10

María modelo de evangelización para el Pueblo de Dios

Introducción

Es el fin de semana, ese día que tanto esperas que llegue para descansar
del trajín diario, de las actividades cotidianas, del ir y venir de todos los días; que
lentamente se convierten en rutina. Dura tan poco, se va tan rápido este respiro
semanal, que lo que más deseas, es que te alcance el tiempo para todo lo que
quisieras hacer; y cómo quieres aprovecharlo al máximo , las actividades de ocio y
entretenimiento se presentan como una buena opción, aún más si éstas podemos
realizarlas al lado de nuestros seres queridos: pasear con la familia, ir a un buen
restaurant con la pareja, acudir a un evento artístico con un buen amigo, ir al estreno
tan esperado de esa película que todos dicen: será la película del año; o quizá algo
más simple, organizar una reunión en casa de familiares o amigos queridos con los
cuales pasar un buen rato.

Finalmente te decides, y sales al encuentro de esa EXPERIENCIA de


descanso y placer que tanto has esperado. Optaste por ir a ver esa película que
tanto han anunciado, en realidad poco sabes de esta, pero dejándote llevar por la
trama y los actores que salen en ella, decides que puede ser una buena opción
¿Qué puede salir mal? Buena compañía, palomitas y refresco en mano, una película
prometedora y un cómodo lugar. ¡A disfrutar la función! La película comienza, y
conforme va avanzando, cada vez más te convences de que fue una excelente
elección: es entretenidísima, te has reído, has llorado, has reflexionado, te ha
mantenido al borde del asiento, en fin; un peliculón. ¡Estás feliz! ¡No pudiste haber
elegido mejor! El dinero mejor gastado, y el tiempo mejor invertido de tu fin de
semana. Sales tan entusiasmado de la sala de cine, que lo primero que haces es
tomar tu teléfono celular y poner por diferentes redes sociales una pequeña reseña
de la película, recomendándola. Mandas mensajitos a tus amigos y familiares,
quieres que todos se enteren de lo bien que la has pasado, y lo bien que pueden
pasarla otros, si van a ver esta película. ¡Qué fácil fue comunicar esta buena noticia
a mucha gente en tan poco tiempo! Y como esta “buena noticia”, a diario
comunicamos otras tantas, muchas de ellas por medio de las redes sociales.
Comunicamos de todo, desde cosas que son tan cotidianas y sencillas, como
lugares visitados, personas con las que estamos, cosas que comimos, objetos que
compramos; hasta verdaderos acontecimientos trascendentes en nuestras vidas,
como cumpleaños, aniversarios, el nacimiento de un bebé, la llegada de un ser
querido, etc. En fin, comunicamos a otros aquellas cosas que nos entusiasman,
sentimos la “urgente necesidad” de comunicar a los demás, lo que estamos
viviendo. Nadie puede negar que vivamos un tiempo privilegiado en las
comunicaciones.
A lo largo de su historia, el hombre ha utilizado la comunicación como un
medio esencial para poder establecer sociedades, para desarrollarse y alcanzar un
progreso comunitario. Por medio de la comunicación manifestamos, pensamientos,
emociones, ideas; sin embargo, esta es algo más que una simple trasmisión de
mensajes; es ante todo, una interacción humana entre individuos y grupos a través
de la cual se forman identidades. ¡Qué importante entonces cuidar lo que
comunicamos!

Hay que valorar este tiempo presente, en donde podemos comunicarnos de


manera rápida y efectiva; aún con aquellos que se encuentran más lejanos; incluso
este mismo medio que estamos utilizando se presenta como ese enlace por medio
del cual estamos haciendo llegar la Palabra de Dios a su pueblo.

Pero comunicar buenas noticias no siempre ha sido fácil, ni sencillo; ha


habido tiempos que nos preceden, en que hacer llegar un mensaje, requería de
tiempo y esfuerzo. Y si se hacia este esfuerzo, es porque lo que se tenía que
comunicar, se consideraba de suma importancia; y no importaban las distancias, ni
las dificultades, había que hacer llegar aquella noticia.

Esto me recuerda a aquella muy jovencita virgen de un pueblo de Galilea


llamado Nazaret, quien habría recibido la mejor noticia, aquella por la que tanto
había esperado el Pueblo de Dios, cuando recibe el saludo del ángel que le anuncia:

“María, no tengas miedo, pues tú gozas del favor de Dios. 31 Ahora vas a
quedar encinta: tendrás un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. 32 Será un gran
hombre, al que llamarán Hijo del Dios altísimo, y Dios el Señor lo hará Rey, como
a su antepasado David, 33 para que reine por siempre sobre el pueblo de Jacob.
Su reinado no tendrá fin”. Lc 1, 30-33

1. Iluminando desde la Biblia


Todos venimos de una mujer, todos, sin excepción tenemos una mamá; aquella
que nos dio la vida, la que fue nuestro primer contacto con el mundo, y que, en la
mayoría de los casos, nos enseñó todas aquellas cosas importantes que hay que
saber en la vida para ser feliz. Una buena madre, no busca otra cosa que no sea la
felicidad de su hijo. ¿Quién no se deshace en halagos para con su madre? ¿Quién
no teme quedarse corto ante las palabras pronunciadas cuando se intenta describir
a la madre? Si es difícil hablar de nuestra madre terrenal sin el temor de quedarnos
cortos, ¿Cuánto más lo es al hablar de la Madre de nuestro Señor? Nada de lo que
digamos será nunca suficiente para describirla, para hablar de su amor para con
sus hijos y de su cuidados maternales.
Es cierto, que lo que las Sagradas Escrituras nos dicen de María es muy poco,
pero lo suficiente para reconocer en ella, no solo al modelo de los creyentes, sino
como modelo mismo de la Iglesia, tal y como lo declara la Constitución dogmática
Lumen Gentium. (No. 63 y 65).

Como ya vimos, Lucas y Mateo hablan de María principalmente en su papel de


madre del Mesías; en ella viene a cumplirse los oráculos de los profetas que habían
anunciado la venida del descendiente de la casa de David ( 2 Sam 7,8-16); por su
parte Isaías (cfr. Is 7,14), anuncia que la joven concebirá un hijo cuyo nombre será
Emmanuel; en un anuncio de salvación profetiza el nacimiento de un niño real y de
su entronización (Is 9,1-6; 11, 1-9).

En Lucas, el ángel Gabriel saluda a María (Lc 1,28) de una manera que queda
vinculada con un tema del Antiguo Testamento: en efecto, ella oye de la boca del
ángel la misma invitación que hacían los profetas a “la hija de Sión”, a los habitantes
de la ciudad de Jerusalén; representada como la madre de todos los pueblos
reunidos alrededor de un solo Dios (cfr. So 3,14-17; Za 2,14). La alegría a la que se
invita a María, así identificada con la hija de Sión, es en consecuencia, la alegría de
los últimos tiempos que es propia de la llegada del Reino de Dios a su pueblo (Is
54, 1-3; 66,7-113)

María, en el Nuevo Testamento habló muy poco, y muy brevemente, tan sólo lo
hace en cuatro ocasiones

 con el ángel Gabriel (Lc 1,34.38)


 en alabanza al Todopoderoso en su canto del Magníficat (Lc 1,46-55)
 a su Hijo perdido y después hallado en el Templo (Lc 2,48)
 y finalmente, pidiendo a ese mismo Hijo su intervención en favor de los
anfitriones en las bodas de Caná (Jn 2, 3.5)

Como dice Mons. James Kehler “Ella nunca habló mucho, aunque cada palabra
que dijo estaba llena de sentido. Nunca se dirigió a un auditorio; cada una de sus
palabras estuvo dirigida -como si fuese en privado- a una persona específica, ya
sea el Todopoderoso, quien "ha puesto los ojos en la humildad de su sierva" , o el
sirviente de la casa, a quien le dijo que hiciera todo lo que Jesús le pidiera con
respecto al vino en las bodas de Caná”.

Pero a María, quizá la vemos actuando un poco más, de lo que habla. Y de,
entre estas ocasiones que la vemos actuando, el evangelista Lucas llama
fuertemente nuestra atención, cuando muestra la primera acción que realiza nuestra
madre, inmediatamente después de recibir el anuncio del ángel. Veamos este texto:
“Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la región montañosa de
Judea, 40 y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.41 Cuando Isabel oyó el
saludo de María, la criatura se le estremeció en el vientre, y ella quedó llena del
Espíritu Santo 2 Entonces, con voz muy fuerte, dijo: —¡Dios te ha bendecido más
que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! 43 ¿Quién soy yo, para que
venga a visitarme la madre de mi Señor?44 Pues tan pronto como oí tu saludo, mi
hijo se estremeció de alegría en mi vientre. 45 ¡Dichosa tú por haber creído que
han de cumplirse las cosas que el Señor te ha dicho!”. Lc 1,39-45

La traducción de la Biblia de Jerusalén dice en el versículo 39:

“que se fue con prontitud”

La Traducción de la Biblia Bóver – Cantera dice en este mismo versículo:

“se dirigió presurosa”

La descripción de Lucas, que nos presenta a María subiendo "con prisa" a la


montaña de Judá, evoca las palabras del libro de la Consolación de Isaías: "iQué
hermosos son sobre las montañas los pies del mensajero de la buena nueva que
proclama la paz, que trae la felicidad, que anuncia la salvación, que dice a Sión: ¡Tu
Dios reina!" (Is 52,7).
María es la primera mensajera de la Buena Nueva; en su seno lleva a Jesús, al
mismo Evangelio. El Mesías ha venido a inaugurar un nuevo tiempo, un nuevo
“pueblo de Dios” que sustituiría el concepto de “pueblo elegido” del Antiguo
Testamento. La Antigua Alianza, representada en Isabel, que se heredaba por la
carne, daría paso a la nueva y definitiva Alianza en la persona de Cristo. El nuevo
pueblo de Dios ya no se formaría por la herencia carnal, sino por la herencia del
Espíritu de Dios. Es decir, Jesús sustituye el concepto de “pueblo elegido” por el de
Iglesia como nuevo “pueblo de Dios”, el “nuevo Israel”, fundado en la efusión de la
sangre de la Nueva Alianza. ¡ESTA ES LA BUENA NUEVA QUE TRAE CONSIGO
MARÍA! El Mesías presente en el seno de María, hace que el hijo de Isabel, salte
de gozo en sus entrañas, es la alegría del Evangelio que se difunde en las personas,
"llenándolas del Espíritu Santo".

Decíamos que María no “proclama” por medio de sus labios el evangelio, pero
si hace presencia del mismo. Isabel lanza un elogio a María llamándola: “dichosa”
, “bendita”; por haber creído que han de cumplirse las cosas que el Señor le ha
dicho. María es por tanto testimonio de la fe confiada y absoluta en Dios . Por su fe
María acompaña a esos grandes hombres de fe de la Antigua Alianza, En la
encíclica Redemptoris Mater encontramos las siguientes palabras:

«En la economía salvífica de la revelación divina la fe de Abraham constituye


el comienzo de la Antigua Alianza; la fe de María en la anunciación da comienzo a
la Nueva Alianza».

Tanto la fe de María como la de Abraham significan confianza en Dios, una


confianza que implica negarse a sí mismo y entregarse, en obediencia amorosa, a
la verdad de Dios.

Es necesario entender la importancia del testimonio de vida, antes que las


palabras. Solo los testigos son creíbles, solo los que testifican con la propia vida,
son capaces de tocar corazones. Pablo VI dijo:

“El hombre moderno escucha más a quien testifica con su vida que al que
enseña con palabras, y si llegase a escuchar maestros, sería solo sin son testigos”.

Es por ello que María ilumina la misión evangelizadora. Ella es evangelizadora


porque es el evangelio vivido, modelo real que el evangelizador puede presentar al
hombre de hoy.

Haremos unas breves observaciones de la acción evangelizadora que vemos en


María partiendo de este mismo texto:

39 Por aquellos días, María se fue de prisa a un pueblo de la V.39 - María va en busca del necesitado
Lo hace con prontitud, no vacila; porque la gracia del Espíritu
región montañosa de Judea, Santo, no conoce tardanza.

40 y entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel v. 40 - Lucas no nos dice que saludo utilizó, sin embargo se puede
reconocer en el saludo va el mensaje. Ella lleva en su seno a “la
Palabra encarnada”, a la Buena Nueva de Dios. No hay mucho
que decir. Su sola presencia, hace presencia de Cristo.

.41 Cuando Isabel oyó el saludo de María, la criatura se le

estremeció en el vientre, y ella quedó llena del Espíritu v.41. 44 - Este saludo hizo que se estremeciera la criatura en el
vientre, es el mensaje gozoso del evangelio que trasmite el
Santo. 44 Pues tan pronto como oí tu saludo, mi hijo se Espíritu Santo. Cuando el mensaje del Evangelio es escuchado,
llega hasta las entrañas
estremeció de alegría en mi vientre.

42 Entonces, con voz muy fuerte, dijo:—¡Dios te ha bendecido


v. 42-44 Isabel, quien recibe esta Buena Nueva la alaba como
más que a todas las mujeres, y ha bendecido a tu hijo! 43 ¿Quién
“bendita” y “dichosa”. Reconoce en María como quien viene de
soy yo, para que venga a visitarme la madre de mi Señor? parte del Señor, portadora de la Palabra.

45
¡Dichosa tú por haber creído que han de cumplirse las cosas

que el Señor te ha dicho! v.45 María es albada por ser testimonio de fe


Podemos resumir que la acción evangelizadora de María, nos lleva a reconocer
un modelo para quien pretende hacer llegar la Buena Nueva:

1. Reconocer en todos los semejantes, a un necesitado, especialmente de


recibir al Buena Nueva
2. No vacilar en esta “urgencia”. Quien verdaderamente se sabe habitado por
el Espíritu Santo, quien ha conocido la Buena Nueva del Evangelio, no puede
guardársela, le urge comunicarla a los demás; lo hace un comunicador
“presuroso” de Jesús.
3. Sin importar las palabras, el mensaje siempre debe de ser gozoso, como
quien se sabe invadido por la alegría del Evangelio.
4. El mensaje que se transmite no es personal, sino del Espíritu Santo, por eso
llega a las entrañas.
5. Quien recibe un mensajero así, un verdadero portador de la Palabra; es
reconocido como un enviado del Señor, y digno de bendición por su
testimonio de fe.

2. Regresemos este aporte de la visión cristiana a la realidad actual

A primera vista, el tema de María y la evangelización podría parecer un tanto


particular. Como ya hemos mencionado en este módulo, la palabra "evangelizar"
viene del griego evangelion, que significa las buenas noticias proclamadas. Por
tanto, "evangelización", literalmente, es la proclamación de las buenas noticias . La
Evangelización no solo es una tarea de la Iglesia de hoy, ha sido la vida de la
Iglesia." Hay toda una historia de la evangelización, como una historia de la Iglesia,
una historia que se ha desarrollado en el encuentro de la Iglesia con la cultura de
cada época. A medida que el mundo conocido por el hombre se engrandecía,
también la Iglesia afrontaba nuevas tareas de evangelización. Por ello, la Iglesia
siempre se ha sentido y se siente en estado de misión.

La Iglesia evangeliza, la Iglesia anuncia a Cristo, que es Camino, Verdad y


Vida. Sabemos que, en estos tiempos, hay una poderosa anti evangelización, que
dispone de medios y de programas, poder y fuerza, que opone fuertemente al
Evangelio y a la evangelización. La lucha en el mundo contemporáneo es enorme.

Evangelizar significa para la Iglesia, y por tanto para el Pueblo de Dios, llevar
la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y con su influjo transformar
desde dentro, renovar a la misma humanidad.

Dice Mons. Kehler que existen tres dimensiones en la misión evangelizadora de la


Iglesia y agrego por tanto, nuestra también.
1. La misión ad intra, que consiste en renovar entre los católicos el entusiasmo por su fe viva
en Jesucristo

2. La misión ad extra, para invitar a todos los hombres, sin importar su condición
económica, política, social o religiosa, a escuchar el mensaje de salvación de
Jesucristo

3. La misión dirigida a la transformación de todas las culturas humanas, como notó el Papa
Juan Pablo II en su encíclica acerca de la validez permanente del mandato misionero de la
Iglesia, "mediante su integración en el cristianismo y la radicación del cristianismo en las
diversas culturas"

Entendemos pues claramente que como Pueblo de Dios nos compete tomar
en nuestras manos, también esta responsabilidad evangelizadora.

¿Qué vamos a necesitar? Comunicar la Buena Nueva

¿Cómo lo vamos a hacer? Tomando a María como modelo

¿Qué es lo que estamos buscando? Que todo hombre escuche el


mensaje de Jesucristo

Respecto de este encuentro entre María e Isabel SS Benedicto XVI dijo:

¡Cómo no notar que, en el encuentro entre la joven María y la ya anciana Isabel, el


protagonista oculto es Jesús! María lo lleva en su seno como en un sagrario y lo ofrece como
el mayor don a Zacarías, a su esposa Isabel y también al niño que está creciendo en el seno
de ella. «Apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo -le dice la madre de Juan Bautista-,
saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44). Donde llega María, está presente Jesús.
[L'Osservatore Romano, edición semanal en lengua española, del 9-VI-06]

Me impacta grandemente estas últimas palabras: Donde llega María, está


presente Jesús. Y no solamente por el prodigio que esto representa, sino además
porque me hace cuestionarme, si en mi afán de llevar el evangelio a otros, realmente
esto haciendo presente a Jesús, tal y como lo hace María; ¿Por qué es tan efectiva
su manera de evangelizar? la respuesta recae no tanto en la fuerza de sus palabras,
sino en la elocuencia de su ejemplo silencioso como modelo de nuestra fe.

María se sabía llena del Espíritu Santo, habitada por este, y portadora de la
Palabra de Verdad ¿Cómo guardarse eso para sí? No había otra opción, era
necesario compartir esta experiencia, llevar a otros a Jesús; era urgente, comunicar
esta Buena Noticia. La vida de María ya nunca sería las misma, esta no solo había
sido tocada por Dios, sino completamente trasformada por su gracia.

Por eso empezábamos hablando de aquello que comunicamos, esos


momentos que nos llenan de entusiasmo, esas experiencias “felices” que queremos
comunicar a veces con tanta urgencia, ¿no serán quizá cosas sin importancia? Y
dicho sea de paso, no estamos diciendo que sea malo hacerlo, por supuesto que
no está mal compartir las pequeñas y grandes alegrías del día a día, pero quizá sea
necesario detenernos a pensar ¿Cuál ha sido mi experiencia de este gran evento,
de mi encuentro con Cristo? Si realmente siento que su Espíritu mora en mí, si la
Palabra de Dios es algo que ya forma parte de mi vida ¿lo estoy comunicando a
otros? ¿Siento como María, esa necesidad “presurosa” de ir en busca del
necesitado? O ¿me conformo con compartir pequeños chispazos de felicidad, en
lugar de llevar a otros el fuego abrazador del Evangelio? Si aún no lo hago, es quizá
porque la película de mi encuentro con Jesús no ha generado en mí ese entusiasmo,
ese gozo, esa felicidad que me “urja” a compartirlo con otros, que aún no sea
suficiente para moverme a “recomendar” a otros esta experiencia.

El verdadero encuentro con Jesús, nos hace ser habitación de su Santo


Espíritu, nos invade el gozo y la alegría, no podemos ocultarlo; es tanta la felicidad
que se siente fruto de esta experiencia, que nos urge comunicarlo a otros. Esta es
una muy buena noticia para compartir, esta es la verdadera Buena Nueva. Quizá no
sea necesario hablar, quizá como con María la presencia de Cristo, es ya una
realidad en ti, y sin pronunciar palabra tu corazón grite desde dentro, algo que se
refleja en tu rostro:

“Estoy feliz siendo el protagonista de una historia que jamás imaginé”.

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