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PSICOANALISIS
~

CLINICO

KARL ABRAHAM

LUMEN•HORME
KARL ABRAHAM

¿1

PSICOANALISIS ¿1

CLINICO
Introducción biográfica
por
ERNEST JONES

Presentación de la edición castellana:


Dra. Marie Langer

LUMEN • HORMÉ
Viamonte 1674 (1055)
"' 49-7446 / 375-0452 / 814-4310 /FAX (54-1) 375-0453
Buenos Aires • República Argentina
Título del original inglés:
SELECTED PAPERS OF
KARL ABRAHAM, M. D.

Editado por
The Hogarth Press London Ltd.

Versión castellana de
DANIEL RICARDO WAGNER

3.' ed. 1994

ISBN: 950-618-066-0

Copyright de todas las ediciones en castellano por


EDICIONES HORMÉ S. A. E:
Castillo 540 Buenos Aires

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.723


IMPRESO EN LA ARGENTINA
INDICE
Pág.
Presentación d(: la edición castellana, por Marie Lange . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7
Estudio introductorio, por Ernelt Janes ....................... : . . . . . . . . . . . . 9
Capitulo 1 - La experimentación de traumas sexuales como una forma. de
actividad sexual (1907) . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . !J5
Posdata . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47
Capítulo 11 - Las diferencias psicosexualcs entre la histeria y la demencia
precoz (1908) ' ...........•••.......... : . • . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . .. . . . . 48
Capítulo 111 - Las relaciones psicológicas entre la sexualidad y el alcoholismo
(1908) . . . . . . . . . . . . •. . . . . . •. •. •. . . . . . •. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
Capítulo IV - Estados de suefio histéricos (1910) .......................... 68
Caso A .............................................................. 68
Caso B 71
caso e 80
Caso D 82
Caso E . . . . ••. • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Caso F •.......... ......... ... .. .. .. . .. .. .. .. . .. .. .. .. .. . 86
Capítulo V - Observaciones sobre el psicoanálisis de un caso de fetichismo
del pie y del corst! (1910) . . . . . . . . • . • . • . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . .. . . . . . .. .. . 95
Capitulo VI - Notas sobre la investigación y tratamiento psicoanalíticos de
la locura maníaco-depresiva y condiciones asociadas (1911) • . • . . . . . . • . . . . 104
Capítulo VII - Un complicado ceremonial encontrado en mujeres neuróticas
(1912) . •. •. . . •. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119
Capitulo VIII - Eftttos psíquicos producidos en un nifi.o de nueve afi.os por
la observación de las relaciones seXualcs entre sus padres (1913) . . . . . . . . . . 124
Capítulo IX - Restricciones y transformaciones de la escopofilia en los psico-
neuróticos; con observaciones acerca de fenómenos análogos en la psicología
de los pueblos (1913) ....•.••........•........ , .. , . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . 128
I. Fotofobia neurótica ••........•................................ 130
11. Otras formas de trastornos neuróticos relacionados con el instinto
escopofílico ..................••............ 145.
KA.RL A.BRA.HA.M

Pág.
Ill. Sobre la significación de la oscuridad en la psicología de las neu-
rosis 152
IV. Notas sobre la psicología de la duda y las cavilaciones, con para-
lelos extraídos de la psicología de los pueblos . . . . . . . . . . . . . . . • . . 156
V. El origen de las fobias al sol y a los fantasmas a partir del tote-
tismo infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Capítulo X - Un fundamento constitucional de la ansiedad motriz (1913) 178
Capítulo XI - El oído y el ~nducto auditivo como zonas erógenas (1913) 185
Capítulo XII - La primera etapa pregenital ·de la libido (1916) . . . . . . . . . . . . . 189
Capítulo XIII - Ejeculatio praecox (1917) 213
l. La uretra como zona erógena dominante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
11. Los impulsos masculinos activos y sus modificaciones ...... ; . . . . 217
111. El narcisismo como fuente de resistencias sexuales . . . . . . . . . . . . . . 220
Capítulo XIV - El gasto de dinero en los estados de ansiedad (1917) . . . . . . . . 228
Capítulo XV - Una forma particular de resistencia neurótica contra el método
psicoanalítico {1919) . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Capítulo XVI - La aplicabilidad del tratamiento psicoanalítico a los pacientes
de edad avanzada (1919) . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Capítulo XVII - La valoración narcisista de los procesos excretorios en los
sueños y en la neurosis (1920) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . 243
Capítulo XVIII - Contribución a una discusión sobre el tic (1921) . . . . . . . . . . 247
Capítulo XIX - La araña como símbolo de los sueños (1922) • • . . • • . . . . . . . . . 250
Post-scriptum .....•...•.........................• : . . . . . . . . . . . . 254
Capítulo XX - Una teoría infantil sobre el origen del sexo femenino (1923) 255
Capítulo XXI - Una teoría sexual infantil no observada hasta ahora (1925) 256
Capítulo XXII - Manifestaciones del complejo de castración femenino (1920) 259
Capítulo XXIII - Contribuciones a la teoría del carácter anal (1921) • . . . . . . 284
Capitulo XXIV - La influencia del erotismo oral sobre la formación del ca-
rácter (1924) . . . . • . . . . . . . . . . . • . . . . . . . • • . • • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . 301
Capítulo XXV - La fOrmación del carácter en el nivel genital del desarrollo
de la libido (1925) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
Capítulo XXVI - Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada
a la IU.z ~de los trastornos mentales (1924) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319

PARTE I. Los estados maníaco-depresivos y los niveles pregenitales de


la libido . . . . . . . . . . • • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . . . . . 319
Introducción ...•.•. 319
l. Melancolía y neurosis obsesiva: dos etapas de la fase
anal-sádica de la libido ...... , ................... , . . . . 322
PSICOANÁLISIS CÚNICO

Pág.
11. La pérdida del objeto y la introyccción en el pesar normal
y en los estados mentales anormales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 330
III. El proceso de introyección en la melancolía: dos etapas
de la fase oral de la libido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
IV. Notas sobre la psicogénesis de la mclancoHa . . . . . . . . . . . . 345
V. El prototipo infantil de la depresión melancólica . . . . . . . 353
VI. Manía . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
VII. La terapéutica psicoanalítica de los estados maníaco·
depresivos ............... ; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 362

PARTE 11. Orígenes y desarrollo del amor objetivo . . . . . . . . . . . . . . . . . .:>o!>


Bibliografía de las publicaciones científicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . • • . . • . . • . . . 383
Bibliografía 389
PRESENTACióN DE LA EDICióN CASTELLANA

EN EL AÑo 1926 murió Karl Abraham, hombre dotado y capaz, de


gran diversidad de intereses ·dentro del psicoanálisis. el campo al cual
dedicó su vida. Formaba parte integrante del pequeño núcleo de
científicos que se reunió alrededor de Sigrnund Freud, cuando éste, ya
seguro de la base de su ciencia, salió de su aislamiento. También
Ernest Jones pertenecía a este núcleo. El prólogo que acompaña tanto
los "Selected papers" de. Abraham, como la presente edición de este
libro, fue escrito por él in memoriam de su amigo. Ha sido una idea
feliz de los editores tomar a esta publicación como prólogo, porque
nadie podría haber sido tan apto para ponernos en contacto con Karl
Abraham y enterarnos de sus altos valores científicos y humanos como
Ernest Jones, amigo y colaborador y, en años muy posteriores, bió-
grafo fiel de Freud. Sus palabras servirán ahora de nuevo para pre-
sentar la persona de Karl Abraham y dar a los lectores un criterio
adecuado sobre los distintos escritos incluidos en este volumen.
A mí me cabe vincular esta puesta al día, hecha casi un cuarto
de siglo atrás, con· la actualidad viva, y ubicar a Karl Abraham en
el "aquí y ahora" del psicoanálisis, si me permiten el término técnico.
Al lamentar la gran pérdida que el movimiento psicoanalítico sufrió
por la muerte de Abraham, Jones nos habla de nuestra época. Pre-
dice que dentro de veinte años P?dría llegar un momento crítico
para el psicoanálisis, cuando éste se incorporara a las demás ciencias.
Entonces, dice, necesitará mucha vitalidad para preservar su esencia,
y no correr el peligro de ser absorbido. Y necesitará también de hom-
bres de base firme y de valor científico, como Karl Abraham.
No ocurrió lo que temía Jones. Porque los psicoanalistas supieron
defender y extender lo esencial del psicoanálisis y especialmente los
analizados de Abraham desempeñaron un papel importante en esta
tarea. Basta recofdar los más talentosos -Melanie Klein, Edward Glo-
ver, Helene Deutsch- para demostrar que él siguió viviendo a través
de sus discípulos. Efectivamente, el psicoanálisis, debido al valor de
sus conceptos, ha tenido una difusión enorme y muchas de sus ideas
fueron absorbidas por las diferentes ramas de las ciencias del hombre.
Pero simultáneamente se desarrolló con todo vigor la ciencia del psi~
coanálisis, sin perder su esencia y evolucionando en sus conceptos
básicos. Precisamente en esa evolución la obra de Abraham ha sido
fundamental.
8 KARL ABRAHAM

En la medicina moderna el psicoanálisis logró ocupar su legítimo


lugar a través de la "medicina psicosomática". Es un campo vasto y
muy prometedor tanto en sus aspectos teóricos como terapéuticos. Pero
para poder orientarnos, comprender y ubicar al enfermo "psicosomá~
tico", necesitamos como guía el esquema del desarrollo de la libido
elaborado por Abraham, y utilizamos conceptos basados en sus estu~
dios sobre relaciones objetales tempranas.
Otra adquisición médica muy importante del psicoanálisis es su
aplicabilidad como terapéutica en las psicosis y en la compresión que
ofrece de los mecanismos y el contenido del trastorno mental'. En este
campo Abraham, junto con Freud, ha sido pionero y sus investigacio-
nes sobre los estados maníaco-depresivos siguen siendo fundamentales.
El psicoanálisis no nos enseña solamente cómo se producen y qué
significan los distintos trastornos psicológicos y psicofísicos, sino tam-
bién aclai:a su origen y cómo pueden ser evitados. Así logró, por su
valor preventivo, revolucionar la pedagogía y la puericultura. Como
método terapéutico puede aplicarse a niños de las más distintas eda-
des, reparando daños ya hechos y devolviéndoles la posibilidad de
un desarrollo sano. También ahí los trabajos de Abraham sobre los
primeros estadios del desarrollo infantil han sido de importancia
fundamental. Sirvieron de base para los estudios posteriores de Me-
lanie Klein. En el prólogo de su libro, ya clásico, "El Psicoanálisis
del Niño'', Melanie Klein agradece a su "maestro, que tenía la facul-
tad de jnspirar a sus alumnos para que pusieran lo mejor de sí mismos
al servicio del psicoanálisis"; recalca que él "comprendía totalmente
las grandes posibilidades teóricas y prácticas del análisis de los niños"
y afirma que sus propias conclusiones son un desarrollo natural de
los descubrimientos de su maestro.
La obra de Karl Abraham se caracterizaba por la diversidad de
sus aspectos y enfoques. Tendré que dejar de. lado sus demás aporta-
ciones, el lector las encontrará en este libro.
En la fecha de la n1uerte de Karl Abraham el psicoanálisis era
casi desconocido en América Latina. Su centro indiscutible era el
Viejo Mundo. En la actualidad, debido a factores políticos, .pero
también a la gran receptividad y capacidad de aceptar y elaborar
ideas nuevas que es característico de los países jóvenes, menos atados
por un pensamiento académico y tradicional, esta situación cambió
fundamentalmente; el psicoanálisis ha echado raíces en América La-
tina. Aparte de los numerosos especialistas, formados por las distintas
asociaciones psicoanalíticas, que se dedican en pleno a su ciencia, ésta
ha entrado en las distintas facultades médicas· y de humanidades y
pertenece, en general, al esquema referencial• del hombre culto. Por
eso la traducción de la obra de Karl Abraham al castellano, idioma
n1uy querido por él, llena una necesidad. Se pone así al alcance del
público un material científico de gran valor.
MARIE LANGER
ESTUDIO INTRODUCTORIO 1

SIN NINGUNA duda, de todos los golpes que la ciencia del psicoanálisis
ha sufrido hasta ahora, la muerte de Karl Abraham es el más cruel
y severo. En una oportunidad anterior hemos perdido a causa de su
fallecimiento a un presidente de una sociedad local, y echamos de
menos a varios otros colaboradores cuyos nombres vivirán siempre
en nuestra memoria. Golpes de otra clase han afectado en <;liversas
ocasiones al movimiento psicoanalítico, uno de los cuales involucró
la pérdida de un presidente de la Asociación Psicoanalítica InternaM
cional, por una causa que no fue su muerte. Pero, con todo el respeto
debido a Ja memoria de nuestros otros colegas fallecidos, ninguno
de ellos significó para el psicoanálisis tanto como Karl Abraham; pues
él fue al mismo tiempo un maestro de su teoría y práctica, un pionero
en sus aportes a nuestro creciente conocimiento, un líder y organiza-
dor de la especie más rara, así como un leal amigo y colega de todos.
Algunas de las razones por las cuales es tan grave la pérdida que
hemos sufrido se harán evidentes en el siguiente informe acerca de
su vida y actividades.
Los principales acontecimientos de la vida de Abraham, consi-
derada en su exterior, son éstos: Nació en Bremen el 3 de mayo de
1877, de modo que tenía cuarenta y ocho años cuando murió. Pro-
venía de una vieja familia judía que había residido durante mucho
tiempo en las ciudades hanseáticas del norte de Alemania; tenía un
hermano mayor, pero ninguna hermana. Asistió a la escuela secun-
daria en su ciudad natal, y en 1896 ingresó a la carrera de Medicina.
En s·us años escolares posteriores Abraham desarrolló una gran afi-
ción a la filología y la lingüística comparada. Si hubiera tenido la
oportunidad de hacerlo hubiera preferido dedicarse enteramente a esos
estudios, y su interés por ellos persistió durante toda su vida. Poseía
ciertamente un talento poco común en este sentido. Además de su
lengua materna podía hablar en inglés, español, italiano y algo en reto-
románico; analizó pacientes en los primeros dos idiomas citados, y su
comunicación en el Congreso Internacional de Psicología de Oxford
fue pronunciada (no escrita) en inglés. Tenía también un considerable
conocimiento del danés, el holandés y el francés, y sin duda estaba
acostumbrado en su infancia a escuchar los dos primeros. Se sentía

1 Publicado en el "International Journal of Psychoanalysis", Abril de 1926.


10 KARL ABRAHAM

completamente cómodo con los clásicos, y aprovechó ávidamente la


oportunidad que le brindaron los estudios escolares de sus hijos para
revivir su familiaridad con aquéllos. Ninguno de los presentes en el
Congreso de La Haya, en 1920, olvidará el asombro con que lo escu-
chamos decir un discurso en un latín que tuvo que ser puesto al día
para tal ocasión.
Prosiguió sus estudios de Medicina en Würzburg (ciudad hacia
la cual conservó un gran afecto; de ahí quizá su elección como sede
del Congreso Psicoanalítico Alemán), Berlín, y Freiburg-im-Breisgau.
Obtuvo su doctorado en 1901 en la última de las Universidades nom-
bradas.
Durante estos estudios se interesó principalmente por la biología,
hecho que tuvo profunda influencia sobre su labor ulterior y sobre
su concepción científica general. Fue durante su estadía en Freiburg
cuando por primera vez conoció Suiza, país que después preferiría a
todos los demás. Le gustaba el pueblo suizo y su modo de vida, pero
eran ciertamente las altas montañas, que contrastaban tanto con su
escenario natal, la principal atracción para él. Tan pronto como tuvo
oportunidad se convirtió en un alpinista entusiasta, y realizó varias
ascenciones de importancia. Como Segantini, quien murió inmediata-
mente antes de la primera visita de Abraham a Suiza, y por cuya
personalidad estaba éste tan vivamente interesado, prefería la Alta
Engadina a todos los otros lugares del mundo, y allí volvió repetidas
veces. Sus últimas vacaciones, cuando aquella convalecencia en la
que todos teníamos puestas tantas esperanzas, las pasó allí, en el vera-
no de 1925, y fue capaz de emprender aún en esas circunstancias as-
cenciones bastante arduas. Había acariciado durante mucho tiempo la
idea de construir una "villa" en ese lugar (cerca de Sils Maria), y la
última carta que escribió fue una carta de negocios relacionada con
ese proyecto.
En Freiburg concibió el deseo de obtener un cargo en Burgholzli,
en parte para estar en su amada Suiza, en parte porque lo había
impresionado la obra del profesor Bleuler en psiquiatría, y la esti-
maba más que a la de cualquier otro psiquiatra. Sin embargo, tuvo
que esperar algunos años para satisfacer este deseo, y así, en abril de
1901 aceptó el cargo de asistente en el Asilo Municipal de Berlín,
en Dalldorf. Conservó siempre el mayor respeto por quien fuera su
jefe allí, el profesor Liepmann, y dos contribuciones científicas suyas
que datan de esa época se refieren al campo especial de Liepmann,
el de la afasia y la apraxia. Trabajó cerca de cuatro años en Dalldorf,
adquiriendo así una buena formación en psiquiatría clínica; pero en
diciembre de 1904 tuvo la felicidad de obtener un nombramiento
en BurghOlzli, con el título de Asistente en la Clínica Psiquiátrica de
la Universidad de Zürich. Aquí su atención se orientó en seguida en
una dirección más definidamente psicológica, y gracias a Bleuler y
Jung tomó conocimiento de las obras de Freud. Su primera contribu-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 11

non al psicoanálisis data de este período, y fue un trabajo (9) 2 leído


ante la reunión anual de la Sociedad Psiquiátrica Alemana, en Frank-
furt. Por una triste coincidencia su última aparición en público la
hizo en un suburbio de la misma ciudad, dieciocho años después,
cuando presidió el Noveno Congreso Psicoanalítico Internacional.
En esa época ocurrió también un acontecimiento que fue la causa
principal de la felicidad y alegría de vivir tan característica de Abra-
ham, y que fue ampliamente responsable de la energía y sincero gozo
con los que se entregaba a su trabajo. La obtención del nombramiento
en Zürich coincidió con su compromiso; y dado que su posición allí
mejoró firmemente, pudo casarse en el mes de enero de 1906. Su
elección de consorte fue extraordinariamente afortunada, pues encon-
tró una camarada que compartió totalmente su vida y poseyó una
aptitud para la felicidad semejante a la suya. Tuvieron una hija en
Zürich, a fines de 1906, y pocos años después un hijo, en Berlín.
Abraham esperaba poder trabajar permanentemente en Suiza, pero
la experiencia pronto le demostró que era muy remota la posibilidad
de que un extranjero realizara allí una carrera psiquiátrica regular,
de modo que tuvo que pensar en otro lugar. Su decisión de abando-
nar Suiza fue indudablemente apresurada por la atmósfera incómoda
que resultaba de la tensión entre Bleuler y Jung. Por lo tanto renun-
ció a su cargo en noviembre de 1907. En el mismo mes encontró por
primera vez a Freud, durante una visita que le hizo a éste en Viena;
la última vez que los dos se encontraron fue en agosto de 1924, en
Semering. Las conversaciones que allí tuvieron lugar dieron temprano
fruto en un importante trabajo (11) al que tendremos ocasión de
referirnos. Las relaciones personales así establecidas florecieron en
una amistad que permaneció sin sombras hasta el fin. Abraham per-
tenecía al pequeño grupo que visitaba regularmente al profesor Freud
durante la estación de las vacaciones; en cierta oportunidad él orga-
nizó una excursión del grupo por una región, el Harz, que conocía bien.
En diciembre de 1907 Abraham se estableció en Berlín y comenzó
a practicar la psiquiatría privadamente. Algo lo ayudó al principio
el profesor Oppenheim, un pariente político, y trabajó durante un
tiempo en la clínica neurológica de éste; pero sus actitudes divergen-
tes respecto a las teorías de Freud pronto provocaron el distancia-
miento de ambos hombres. Una asistencia más duradera fue la que le
prestó el Dr. Wilhelm Fliess, a quien Abraham conoció pocos años
después, y por el que sentía un gran respeto; fue Fliess quien tomó
a su cargo principalmente el tratamiento de Abraham durante su úl-
tima enfermedad.
Abraham fue por tanto el primer verdadero psicoanalista de
Alemania, pues difícilmente podría llamarse así a los pocos hombres
-Muthmann, Warda, etc.- que sólo habían seguido parcialmente las

2, Los números entre paréntesis se refieren a la bibliografía de Abraham.


12 KARL ABRAHAM

teorías de Freud. Comenzó de inmediato a interesar a otros médicos


en la tarea, mediante reuniones privadas y disertaciones que efectuó
en su propia casa. Sin embargo, de aquellos que logró interesar en esa
época, sólo uno, el Dr. Koerber, ha perseverado hasta la actualidad.
Intentó también durante algunos años presentar el tema en las reunio·
nes de diversas sociedades médicas, donde mostró un gran coraje y
pertinacia al enfrentar solo una oposición enconada y aun violenta.
Pese a esas cualidades, no obstante, y a su característico optimismo,
inclusive Abraham tuvo finalmente que reconocer la futilidad de tal
empresa. Pero las nubes comenzaron a abrirse. En el otoño de 1909
se le unió en Berlín el Dr. Eitingon, quien también había trabajado
en BurghOlzli, y desde entonces en adelante Abraham tuvo un colega
de sus mismas ideas.
La Asociación Psicoanalítica Internacional fue formalmente esta-
blecida en marzo de 1910, y la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa fue
fundada en el mismo mes. Fue la primera filial de la Asociación In-
ternacional que se constituyó. y la siguieron las sociedades de Viena
y Zürich, en abril y junio respectivamente; amb4s· ciudades, por su-
puesto, tuvieron grupos informales años antes que Berlín. De los nueve
miembros originales (en los que estaba incluído el Dr. Warda, que
fue el primer médico que apoyó independientemente las teorías de
Freud) , sólo dos permanecen todavía en la Sociedad, los Drs. Eitingon
y Koerber.· Más adelante diremos algo acerca de lo que significó Abra-
ham para la Sociedad Berlinesa, pero podemos menciOnar ahora al-
gunos hechos. Ocupó la presidencia de la Sociedad desde su funda-
ción hasta su muerte. Se consagró generosamente y dedicó sus mejo-
res esfuerzos a ella; siempre ponía sus intereses por encima de toda
otra cosa. Su asistencia, su guía y su crítica fueron incesantes. Casi
todas sus obras principales fueron comunicadas en primer lugar a la
Sociedad. En total, leyó ante ella no n1enos de cuarenta y seis comu-
nicaciones durante los quince años de su presidencia, en varios de los
cuales no se pudo disponer de él debido a la guerra o a enfermedad;
doce comunicaciones fueron presentadas en un solo año (1923). Su
aptitud para la enseñanza y el adiestramiento de analistas encontró
aplicación también fuera de las actividades de la Sociedad. Condujo
varios análisis de adiestramiento, y entre sus discípulos más destaca-
dos podemos mencionar a Helene Deutsch, Edward Glover, James
Glover, Melanie Klein, Sándor Radó y Theodor Reik. Sin embargo,
se suscitaron obvias dificultades al ser analizados por el presidente de
la Sociedad analistas locales, de modo que fue un alivio para Abra-
ham el q·ue se solucionara este problema brillantemente cuando se
invitó a venir a Berlín, con un nombramiento oficial en relación con
este aspecto de los trabajos, al Dr. Hans Sachs. Por otra parte, Abra-
ham se dedicó sin reservas a la preparación de cursos de conferencias,
prestando a este respecto inestimables servicios en Berlín. El primer
curso que dio con el auspicio de la Sociedad fue uno de cuatro serna·
PSICOANÁLISIS CÚNICO 13
nas, en marzo de 1911; de entonces en adelante desempeñó un papel
prominente en todas las series presentadas por la Sociedad, y más
tarde por el Lehrinstitut. Abraham también se mostró activo en la
fundación y sostenimiento del Policlínico de Berlín, aunque en menor
proporción que Eitingon. Desde el comienzo de sus tareas, en 1920,
fue un miembro prominente de la Comisión para la Educación de
Psicoanalistas. En este campo se ocupó de la selección de candidatos
adecuados, del adiestramiento de algunos de los seleccionados, parti-
cularmente los del extranjero, y de una colaboración general en mate-
ria de organización. Su tiempo estaba, por supuesto, demasiado soli-
citado como para que pudiera c~mplir tareas cotidianas en el mismo
Poli clínico.
De un modo semejante, fue estrecha la relación de Abraham con la
Asociación Internacional. Fue uno de los cinco o seis miemb:i"os que
asistieron a todos los congresos realizados hasta el momento. El pri-
mer Congreso; efectuado en abril de I 908, aunque fue organizado en
realidad por el.Dr. Jung, fue prevalentemente austro-húngaro en cuan-
to a su.S asistentes; Abraham fue uno de los tres "forasteros" que ha-
blaron en él (siendo los otros dos Jung y el que esto escribe). Leyó
un trabajo en cada uno de los Congresos, con excepción del último,
en el cual se vio impedido de hacerlo por su mala salud y por sus
deberes de presidente; éste es un "record" sólo igualado por el profe-
sor Freud y el Dr. Ferenczi. Los ocho trabajos en cuestión se cuentan
entre las más valiosas de sus contribuciones al psicoanálisis, y a todos
los mencionaremos al considerar su obra científica. En el Congreso
de Munich de 1913 y después de él, Abraham dirigió la oposición
contra Jung, y luego de que el último renunciara, el Congreso Ase-
sor de la Asociación designó a Abraham para actuar como Presidente
provisional hasta que pudiera realizarse el próximo Congreso. Hizo
todos los preparativos para uno que se hubiera debido reunir en
Dresden, en septiembre de 1914, y cuando se reunió finalmente en
Budapest, en septiembre de 1918, lo presidió de acuerdo con sus facul-
tades provisionales. En el Séptimo Congreso, en 1922, fue nombrado
Secretario de la Asociación Internacional, y en el Octavo, en 1924, fue
finalmente elegido Presidente, en medio de grandes aplausos. Fue re-
elegido por unanimidad en el Noveno Congreso, realizado en el año
siguiente.
Abraham estuvo en la junta editorial del "Zentralblatt" y del
"Zeitschrift" desde el comienzo de. esos periódicos, y en 1919 fue uno
de los editores del último. Sin embargo, su actividad estaba aquí limi-
tada a los problemas de política general de la publicación, y el aporte
de artículos y críticas originales. Cuando el Dr. Jung renunció como
director del "J ahrbuch", lo sucedieron los Drs. Abraham y Histsch-
mann, quienes publicaron el Volumen VI, en 1914. Hubieran conti-
nuado desempeñando esas funciones, sin duda, si no se hubiera deci-
dido dejar de publicar el "Jahrbuch".
14 KARL ABRAHAM

Durante casi todo el curso de la guerra Abraham prestó serv1c10s


en Allenstein, Prusia Oriental, donde fue médico jefe del puesto psi-
quiátrico del Vigésimo Cuerpo de Ejército. La experiencia allí adqui·
rida le permitió hacer una contribución a la psicología de la neurosis
de guerra (57), y dos de sus trabajos más valiosos (52, 54) también
datan de este período. La guerra le dejó un desastroso legado de mala
salud, lo que fue muy posiblemente la causa primaria de su muerte.
Hacia el fin de su servicio contrajo una grave disentería, de la que le
costó un gran esfuerzo desprenderse. Aun después sufrió ataques recu-
rrentes, de los cuales el último fue en la primavera de 1924. Entonces
pareció que su salud estaba perfectamente restablecida. En mayo. de
1925 inhaló accidentalmente un pequeño cuerpo extraño; éste esíaba
presumiblemente infectado, pues luego de una quincena sufrió un
alarmante ataque de bronconeumonía séptica, que poco después de-
mostró ser fatal. Le dejó una bronquiectasis local que nunca desapa-
reció por completo. U na convalecencia de varias semanas en la En-
gadina fue segiiida por el esfuerzo de presidir el Congreso de Homburg,
lo cual fue evidentemente demasiado para él. En el otoño, no obs-
tante, parecía estar mejor, e inclusive intentó hacer un resumen de
su obra. Pero su estado empeoró, se presentaron oscuras complicacio-
ríes, y en noviembre tuvo que ingresar en un hospital. U na quincena
más tarde se sometió a una seria operación que no produjo el efecto
esperado. ·Decayó gradualmente, y finalmente sucumbió en el día de
Navidad de 1925. En toda su larga y penosa enfermedad nunca mani-
festó duda alguna acerca del desenlace, y hasta el mismo final estaba
pletórico de planes optimistas. Su tenacidad para vivir, su fuerza de
voluntad y su poder de recuperación física eran extraordinarios, y
asombraron a los médicos que lo atendían. Varias veces pareció im-
posible que un ser humano pudiera sobrevivir al espantoso esfuerzo
que el mal impuso a su cuerpo, pero su voluntad y su coraje rehusa-
ron rendirse hasta que cesó de respirar.

Para obtener una visión fresca y unitaria de las obras científicas


de Abraham, acabo de releerlas en su totalidad, y registraré aquí mis
impresiones. Se comprenderá que en una estimación personal de este
carácter general no se emprenderá ningún intento de resumir o criti ..
car en detalle las obras mismas. Las observaciones que se ofrecerán
pueden ser divididas bajo los encabezamientos de cantidad, calidad y
contenido.
Abraham no fue un escritor copioso, y el monto real de lo que
escribió es menor de lo que hubiera podido esperarse a partir de la
impresión que tenemos acerca de su importancia. Sus publicaciones
impresas, excluyendo a las comunicaciones meramente verbales, con-
sisten de cuatro pequeños libros, que contienen en total menos de 800
páginas, y cuarenta y nueve otros trabajos que suman cerca de 400 pá-
ginas; además hay por lo menos un .trabajo póstumo. Muchos de
PSIOOANÁLISIS CLÍNICO 15
aquéllos sólo tienen una o dos páginas, y solamente cinco exceden las
veinte páginas.
El hecho recién mencionado debe atribuirse sin duda al que fue
el rasgo más saliente de los escritos de Abraham, a saber, una notable
concisión. Abraham nunca· desperdiciaba una palabra para decir lo
que tenía que decir; cada frase estaba impregnada de significado, y este
significado era expresado con una lucidez ajena a toda ambigüedad.
Tenía un intenso sentido de lo concreto; se atenía estrictamente a
sus datos clínicos y nunca incurría en hipótesis remotas. Estas cuali-
dades, junto con un grado de objetividad poco común, eran también
de gran valor para el examen de la obra de otros autores. Los juicios
críticos colectivos que escribió (15, 16, 51, 73) fueron modelos de lo
que deben ser tales cosas y son de valor permanente para la rápida
orientación del estudiante de psicoanálisis; las mismas cualidades se
observan en las numerosas críticas que escribió para el "Zentralblatt"
y el "Zeitschrift", que no están incluidas en la bibliografía. Abraham
era un maestro en la exposición, y sobresalía especialmente en el difí-
cil arte de presentar las historia.S de casos. Es bien sabido cuán arduo
es hacer un informe de los casos de otro analista, el cual puede resul-
tar tan incompleto como para ser inútil o tan largo y confuso como
para ser tedioso. El estilo flúido y suelto de Abraham, combinado con
su sentido de lo esencial, le permitían iniciar al lector en el meollo
de un caso en una o dos páginas, y los datos clínicos con los cuales
apoyaba sus conclusiones eran siempre tan interesantes como instruc-
tivos. Pocos escritores psicoanalíticos lo han igualado en el don de
un estilo claro y atractivo, don tanto más valioso para tratar temas
tan complicados.
Pasando ahora a la naturaleza y contenido de los escritos de
Abraham, debemos tener constantemente presente, al estimar su im-
portancia, la fecha en la que fueron redactados. Es una prueba de la
general exactitud de su obra el que una parte tan grande de ella haya
sido incorporada a nuestro saber cotidiano, de modo que no resulta
fácil apreciar lo novedosa que fuera en su opórtunidad. Sus escritos
corresponden, de una manera general, a cuatro grupos. En primer lu-
gar están aquellos trabajos innovadores a los que ya se ha hecho refe-
rencia; entre ellos pueden ser mencion~dos los que tratan de la psico-
logía de la demencia precoz (11), los aspectos sexuales del alcoho-
lismo (12), la influencia de las fijaciones incestuosas en la elección
de pareja (13), y su libro sobre los sueños y los mitos (14). En segundo
lugar, hay cierto número de estudios nítidos y acabados, clásicos que
podemos releer siempre con deleite y provecho; tales son sus ensayos
sobre las fantasías de los sueños en la histeria (17) , Segantini (30),
Amenhotep (34), las transformaciones de la escoptofilia (43), la eya-
culación prematura (54) , las neurosis de guerra (57) , y el complejo
de castración en las mujeres (67) . En tercer lugar tenemos sus obras
más. originales, que constituyen una valiosa y permanente contribu-
16 KARL ABRAHAM

ción, a nuestro conocimiento; dentro de ellas, concedemos una posición


conspicua a sus investigaciones sobre el estadio pregenital de desarro-
llo (52) junto con sus dos libros sobre la evolución de la libido (105)
y la formación del carácte" (106), respectivamente. El cuarto y último
grupo comprendería un gran número de trabajos breves que siempre
contienen datos que ilustraron, confirmaron o expandieron nuestro
conocimiento de la teoría y práctica del psicoanálisis.
Al examinar los escritos de Abraham en conjunto, llama nuestra
atención especialmente su carácter notablemente polifacético. Abarcan
todo el campo del psicoanálisis, y hay pocos sectores de él que ellos
no esclarezcan. Aun acerca de los aspectos del psicoanálisis sobre los
que escribió menos, por ejemplo la homosexualidad, la interpretación
de los sueños, y la educación, hay implícito en sus otras obras lo sufi-
ciente como para mostrar que estaba completamente familiarizado
con tales problemas. La diversidad de sus escritos hace conveniente
dividirlos en grupos diferentes, pata cuyo propósito hemos elegido
cinco encabezamientos principales.
l. NIÑEZ (incluyendo la sexualidad infantil) . Los dos primeros
trabajos psicoanalíticos de Abraham versaron sobre los traumas infan·
tiles (9, 10) y desde el primero se preocupó por señalar los aspectos
dinámicos de la reacción individual ante el trauma. Demostró cómo
el reiterado padecimiento de ataques sexuales constituye en algunos
niños ut"la forma regular de su actividad sexual, un aspecto del pro·
blema totalmente ignorado por los criminólogos, e inclusive por los
psicólogos. Respecto al mismo asunto, con referencia especial a las
neurosis traumáticas, se ocupó de los impulsos inconcientes que se
dirigen contra el propio yo (daño o muerte), tema que reaparece
muchas veces en sus obras. Estos impulsos, que describiríamos actual·
mente en términos de hostilidad contra el ego o contra algún objeto
repudiado que ha sido incorporado dentro del ego, fueron atribuídos
por Abraham al masoquismo inconciente.
Pasamos ahora de sus primeros escritos a algunos de sus últimos,
que pueden muy bien ser considerados los más importantes. Me refie·
ro a su obra sobre el estadio pregenital del desarrollo de la libido.
Ya en 1913, el título de una comunicación a la Sociedad Berlinesa (41)
nos revela que estaba intere~ado en la interrelación de los instintos
de nutrición y sexual, y en 1916 publicó una de las dos más brillantes
contribuciones que hiciera al psicoanálisis (52) . Con la ayuda de un
sorprendente material de casos, que contenía ejemplos de hábitos
orales infantiles que persistían hasta una edad en la cual su natura·
leza erótica podía ser establecida fuera de toda duda por la introspec·
ción directa, confirmó completamente las conclusiones de Freud acerca
del erotismo oral. Adoptando los términos freudi3.nos "pregenital" y
"canibalístico", enriqueció considerablemente nuestro conocimiento de
esta fase del desarrollo, en particular en lo que atañe a los fenóme·
nos de la vida ulterior que derivan de ella. Notables a este respecto
PSICOANÁUSIS CÚNICO 17
son las importantes relaciones que estableció entre el erotismo oral
por una parte, y el sueño y el hablar por la otra. Muchos trastornos
de la alimentación fueron derivados de una fuente semejante. Abraham
distinguió entre los casos doride se ha efectuado una disociación de
las dos formas de actividad de la boca (de la nutrición y erótica),
que están en un principio tan estrechamente unidas, y aquellos en los
cuales esa unión ha persistido; y destacó que los adultos que se chu-
pan el dedo, etc., pertenecen a la primera categoría, es decir. se en-
cuentran en una etapa del desarrollo más avanzada que la persona
que sufre trastornos neuróticos de la función nutricia. Los aspectos
clínicos de este trabajo, sobre la locura maníaco-depresiva, serán men-
cionados más adelante.
La continuación de esta obra, que tomó la forma de un libro pu-
blicado recien el año pasado (105), posee tal riqueza de pensamiento
e investigación .que ningún resumen podría hacerle justicia. Es la
más importante contribución de Abraham al psicoanálisis. En ella sub-
divide las tres principales etapas del desarrollo de la libido, en seis:
oral (1, de succión; 2, de morder); anal-sádica (1, destructiva y expul-
sora; 2, de control y retención) ; genital (1, fálica; 2, adulta). Nin-
guna de esas subdivisiones fue enteramente original de su parte, pero
el modo detallado y explícito en que las analizó y mostró la relación
precisa entre unas y otras, constituye una obra maestra que debe
ocupar siempre un lugar destacado en la literatura psicoanalítica. En
.colaboración con van Ophuijsen aclaró los problemas de la relación
del niño con su objeto en el nivel de la alimentación (incorporación,
expulsión, etc.), y arrojó mucha luz sobre los oscuros problemas de
la vida sexual pregenital.
Entre otras contribuciones al estudio de la niñez pueden inencio-
narse sus trabajos sobre el papel que juegan los abuelos en la fanta-
sía infantil (40), los efectos del coito escuchado accidentalmente (42;
véase también 43, Sec. ii) , la actitud narcisista de los niños respecto
de los procesos excretorios (63) • y una serie de interesantes observa-
ciones sobre las teorías sexuales infantiles (83, 94, 11 O) ; los números
38, 85 y 93 también pertenecen a este grupo.
2. SEXUALIDAD. El interés de Abraham por el desarrollo pregeni-
tal era paralelo al que mostraba por los instintos a partir de los cuales
evoluciona la sexualidad adulta. En un trabajo temprano sobre un
caso de fetichismo del pie y del corsé (18), demostró cómo los impul-
sos osfresiolágnico, escoptolágnico y sadista pueden sufrir un complejo
proceso de entrelazamiento y desplazamiento que produce una perver-
sión manifiesta.
Su trabajo aislado más largo se refirió a las restricciones y trans-
formaciones que puede sufrir el impulso escoptofílico (43). Utilizan-
do un rico material de casos para fundar sus conclusiones, se ocupó
de las diversas formas de ansiedad relacionadas con la función visual,
de otras perturbaciones de esa función, y de las enfermedades neuró-
18 KARL ABRAHAM

ticas del mismo órgano visual. Hizo derivar el _temor neurótico a la


luz de ~esplazamientos de una actitud ambivalente respecto a los ór·
ganos genitales de los padres, y especialmente del padre; en relación
a esto fueron descritos un caso de histeria y dos de demencia precoz,
registrando los resultados terapéuticos. Otros temas del mismo trabajo
son el dolor en los ojos y otros síntomas oculares neuróticos, el signi-
ficado simbólico de la oscuridad (que se describirá luego), las fobias
relacionadas con los fantasmas y el sol, y varios problemas correspon-
dientes al psicoanálisis aplicado, que serán mencionados en su opor-
tunidad.
Un sagaz trabajo escrito durante la guerra resolvió muchos pro-
blemas relativos a la eyaculación prematura (54) . Ilustrando nueva-
mente sus aseveraciones con su amplia experiencia clínica, demostró
cómo este síntoma resulta de una falla en la evolución del erotismo
uretral. Sin embargo, no es simplemente una fijación en esta forma
de erotismo, puesto que no sucede en la masturbación, pero depende
de algún aspecto de la relación con el objeto. La cobardía caracterís-
tica de ese estado, y el temor de lastimar a las mujeres, indican un
Sadismó reprimido. Tales pacientes tienen una sobreestimación narci-
sista del pene en cuanto órgano urinario; desean exhibir la micción ante
la mujer, y debido a su supuesto desprecio por esa acción, ellos reac-
cionan de una manera hostil con el impulso de ensuciarla. Una de-
cepción afectiva respecto a fa madre, y la consiguiente hostilidad con-
tra ella, provee la clave de la situación, como sucede tan a menudo
en los problemas que Abraham estudió.
Otro trabajo muy valioso se refiere a la otra cara de esta actitud,
esto es, a la hostilidad de las mujeres contra los hombres, tal como
se manifiesta en lo que Abraham denominó el complejo de castra-
ción femenino (67). Esta contribución, que es extraordinariamente
rica y sugestiva, constituye la base de nuestro conocimiento de un tema
oscuro, y ha abierto ya la puerta para importantes investigaciones ul-
teriores. Luegd de considerar los diversos modos en que la niña puede
reaccionar ante la creencia de que ha sido castrada, la sustitución del
deseo de tener un pene por el de tener un hijo (confirmada por la
última contribución de Freud sobre el tema, en el Congreso de Hom-
burg) , y así siguiendo, Abraham distinguió dos tipos neuróticos, a
los que, sin embargo, evidentemente no se debe separar de manera
muy tajante. Ellos resultan respectivamente, de la represión del dese<>
de apoderarse del miembro masculino en una dirección positiva, y
del deseo de vengarse castrando al hombre; Abraham los llamó tipos
del cumplimiento del deseo y de la venganza, respectivamente. Com-
paró e·sas neurosis con las expresiones más explícitas en la formación
del carácter, correspondiendo el primer tipo a la homosexualidad fe-
menina, y el segundo a la reacción sádica arcaica. El impulso moti-
vador en este último es el de morder el pene del hombre, o por lo
menos disminuir su potencia decepcionándolo con la frigidez y con
PSICOANÁLISIS CÚNICO 19
otros complicados modos de hostilidad que lo colocarían en una situa-
ción capaz de provocar desdén. Esta actitud culmina lógicamente en
un marcado menosprecio del pene, y de los hombres en general. Abra-
ham mostró la relación del complejo con diversos síntomas neuróticos,
tales como vaginisn10, enuresis, conjuntivitis neurótica, etc., y señaló
también los numerosos modos en los que puede influir sobre las mu-
jeres en cuanto a la elección del objeto. Por último, demostró cómo
esas mujeres pueden transmitir a sus niños sus reacciones determina-
das por el complejo.
Las contribuciones de Abraham en la esfera de las relaciones amo-
rosas en el sentido usual, son menos extensas. En uno de sus primeros
trabajos (13) demostró cómo los matrimonios entre parientes son a
menudo la expresión de una fijación incestuosa, hecho de importancia
en cuanto a la transmisión de las tendencias neuróticas. Respecto a
este asunto destacó también (al mismo tiempo que Ferenczi) el papel
que juegan tales fijaciones en la etiología de la impotencia psíquica
y la frigidez. Vio otra manifestación de esta fijación en la desmedida
tendencia a la monogamia. Algunos años después publicó una contra-
parte de este estudio en la que consideró la manifestación inversa de
la exogamia neurótica (45). La fijación incestuosa fue el tema de
varios otros trabajos (por ejemplo, 20, 22, 23, 53, 97, 98, 107, 112), y
por supuesto, fue tomada muy en cuenta en toda su obra psicoana-
lítica.
Otros trabajos sobre tópicos puramente sexuales son dos sobre el
sadismo (21 y 33), uno sobre el conducto auditivo como zona eró-
gena (46), dos sobre el erotismo anal (48 y 70), que serán mencio-
nados después, y varios artículos breves (66, 86, 88, 89, 103) .
3. TEMAS CLÍNICOS. Como podía esperarse de un clínico de la
talla de Abraham, sus contribuciones en esta esfera son de especial
importancia. La primera digna de nota señaló un punto decisivo en
nuestro conocimiento de la psicología de la demencia precoz (11) y
de la diferencia entre neurosis y psicosis en general. Es un motivo
de asombro el que un psiquiatra profesional como él nunca haya
vuelto al tema; presumiblemente eso se debió a que su interés en este
campo se concentró en el intento de develar otras psicosis. Colegas
celosos, en Zürich, lo acusaron injustamente de no reconocer de un
modo suficiente su deuda con Jung respecto a este trabajo, pero los
hechos demostraron claramente que Jung nunca aceptó la principal
idea expuesta en aquél, y que, como el mismo Abraham reconocía,
surgió de una conversación con Freud (la primera que sostuvieron) .
La idea en cuestión era la de que las perturbaciones de las funciones
del ego pueden ser puramente secundarias respecto a las perturbacio-
nes en la esfera de la libido, en cuyo caso sería posible aplicar la
teoría de Ja libido de Freud a la dilucidación de Ja demencia precoz.
Luego de considerar la relación entre la sublimación y la transferencia
Abraham señaló que la capacidad para ambos procesos está dismi-
20 KARL ABRAHAM

nuída en la demencia precoz, y que la llamada demencia es simple-


mente el resultado de ese estado de cosas. En ella la libido se aparta
de los objetos -lo opuesto de la histeria, donde hay una exagerada
catexia en el objeto- y se aplica al propio yo. De esto derivó las ilu-
siones de persecución y megalomanía, siendo la última una expresión
de una sobreestimación sexual autoerótica (de lo que, después se deno-
minó narcisismo). En contradicción con la histeria, la peculiaridad
psicosexual de la demencia precoz reside en un desarrollo inhibido
en el nivel autoerótico, con la consiguiente tendencia a regresar a
ese nivel.
La contribución más sistemática de Abraham a la psicopatología,
y probablemente también la más importante, la constituyen sus tres
obras sobre la locura maníaco-depresiva. El brillante ensayo de Freud
en el mismo campo, y su notable manera de encontrar la clave central
de los problemas, han oscurecido parcialmente, sin duda, la reputa-
ción que Abraham merecía, como sucede siempre que el genio y el
talento se colocan lado a lado; y esto fue probablemente realzado por
una circunstancia puramente accidental: "Trauer und Melancholie"
fue escrita en un momento en que no podía hacerse referencia en la
obra a algunas contribuciones valiosas que Abraham había hecho
recientemente (52) , aunque, debido a las condiciones de guerra, aqué-
lla no se publicó en realidad hasta un año después que las últimas.
Ninguna obra de Abraham revela sus cualidades científicas. así como
sus limitaciones, mejor que ésta sobre la locura maníaco-depresiva.
Fue éste también el estu<uo que evidentemente lo fascinó más que
ningún otro. aunque es probable, como lo sug~eren en realidad los
títulos de dos de los tres trabajos, que estaba más interesado en la
luz que esa enfermedad arroja sobre ciertos estadios tempranos del
desarrollo de la libido, que en los problemas clínicos como tales.
En su primer trabajo sobre el tema ("Ansatze", etc., 26), que fue
leído en el Congreso de W'eimar en 1911, Abraham partió de la supo-
sición de que la depresión debe tener con el pesar una relación similar
a la de la ansiedad con el miedo, y llegó a la conclusión de que la
desesperanza de la vida es el resultado de una renunciación a la meta
sexual. Narró seis casos. en todos los cuales encontró rasgos tanto
clínicos como psicológicos muy semejantes a los de la neurosis obse-
siva. Así, los pacientes exhibieron muchas características de esta última
en el llamado intervalo libre, y en ambos estados hay una paraliza-
ción mutua de los instintos de amor y de odio. En la locura maníaco-
depresiva la libido manifiesta predominantemente una actitud de aver-
sión. Es como si el paciente dijera: "No puedo amar a causa de mi
odio; el resultado es que soy odiado, cosa que me deprime y me hace
odiar en retribución" (reaparición del sadismo reprimido). El senti-
miento de culpa y pecado corresponde al odio reprimido. La ilusión
de pobreza es una expresión del mismo hecho (dinero= amor). En
la manía los complejos superan a las inhibiciones y el paciente retorna
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 21
al estado libre de cuidados de la infancia. Abraham informó sobre los
efectos benéficos de sus esfuerzos terapéuticos, considerando que jus-
tifican la esperanza de que le tocará al psicoanálisis liberar a la psi-
quiatría de la pesadilla del nihilismo terapéutico.
Su tratamiento de estos problemas clínicos es más incidental en su
segunda contribución ("Untersuchungen über die früheste pragenitale
Entwicklungsstufe der Libido", 52), pero no menos importante. Reco-
noció aquí claramente la fijación oral en la melancolía, y pudo expli-
car sobre esa base varios rasgos clínicos. Así, el rechazo del alimento
se debe a la regresión a la vieja asociación de la nutrición con el
erotismo oral, como ocurre también con el temor a la inanición. Pudo
formular además la distinción entre la locura maníaco-depresiva y la
neurosis obsesiva, estrechamente ligada a ella, en términos de la orga-
nización pregenital de la libido. En la última, con su fijación anal-
sádica, la actitud hacia el objeto es una de dominio, mientras que en
la primera es una de aniquilación por medio del engullimiento (últi-
ma etapa oral) . El rasgo más notable de la melancolía, los intensos
autorreproches y el menosprecio de sí mismo, fueron considerados por
Abraham como autocastigo inducido por el horror ante los impulsos
canibalísticos reprimidos. En esto acertó parcialmente, pues cierto
número de ellos emana de ese modo de una conciencia culpable, pero
no hizo la observación mucho más importante, de lo que Freud dijera
que "no era de ningún modo difícil de percibir'', a saber, que estos
reproches están principalmente dirigidos contra la imagen del objeto
amoroso perdido, que ha sido erigida dentro del ego. En un trabajo
posterior describió su dificultad para comprender el punto cuando lo
leyó en el ensayo de Freud, y dio una explicación personal de su
inhibición; no es probable, sin embargo, que la explicación fuera
completa. Para un hombre como él, de rígidas normas éticas, era
evidentemente más fácil aceptar el hecho de que una persona se in-
flinja un severo sufrimiento como castigo por haber tenido deseos
hostiles dirigidos contra un objeto amoroso, qu~ creer que tal persona
está todavía torturando la imagen de ese_ objeto.
Su tercer estudio del problema, y el más completo (105), prestó
gran atención al trascendental ensayo de Freud, y Abraham pudo con-
firmar en detalle todas las conclusiones de Freud y aun .ampliar algu-
nas de ellas. Identificó la incorporación del objeto, que Freud había
señalado, con el impulso de engullir que data de la etapa oral, y a
este respecto desarrolló algunas consideraciones interesantes acerca del
proceso de introyección en general. Los hechos de que en el intervalo
libre el melancólico puede avanzar hasta un nivel obsesivo (esto es,
anal-sádico), y de que una diferencia esencial entre los dos estados
consiste en que el melancólico abandona su relación con el objeto
mientras que el neurótico obsesivo la conserva (Freud), lo llevó a la
conclusión de que la fase anal-sádica debe tener dos subfases (véase
supra) . Sugirió que la línea de demarcación entre estas dos subfases
22 KARL ABRAHAM

puede ser de gran importancia práctica en psiquiatría en cuanto indi-


ca el punto donde se establece una verdadera relación objetiva, seña-
lando así una de las principales distinciones entre la neurosis y la
psicosis. Buscó la etiología de la locura maníaco-depresiva en un ero-
tismo oral constitucionalmente fuerte, con una fijación especial en
este nivel causada por graves decepciones en relación con la madre;
distinguió entre decepciones de este carácter que ocurren antes, du-
rante y después de la etapa edípica. El odio del melancólico se dirige
principalmente contra la madre, pero en un pasaje posterior' Abra-
ham destacó que en parte está originalmente referido al padre, ha-
biendo en esta perturbación una tendencia poco habitual a invertir
el complejo de Edipo. Este rasgo, y la ambivalencia respecto a ambos
padres, conducen a complicadas formas de introyección; Abraham
pudo distinguir entre los reproches que emanan del objeto amoroso
introyectado contra el yo y los que dirige el yo contra la imagen del
objeto; los últimos son, por supuesto, los más característicos e im-
portantes.
Abraham trazó un interesante paralelo entre la melancolía y los
procesos del pesar arcaico que elucidara Roheim. Arrojó además mucha
luz sobre el oscuro tema del curioso curso que sigue la locura manía-
co·depresiva. Consideró a la incorporación del objeto en la fase oral
como siendo parcialmente determinada por un intento de preservarlo
de la aniquilación, y sostuvo que entonces, una vez que el ataque
sádico se ha disipado, la imagen del objeto amoroso es nuevamente
expelida, por la vía anal. Hizo una descripción de lo que llamó la
"depresión primaria" de la infancia, precursora de la melancolía, y
sugirió que los pacientes maníacos que no han sido afectados prece-
dentemente por la melancolía, están tratando todavía de desembara-
zarse de su depresión primaria y del exacerbado deseo sexual que
sucede al padecimiento de una aflicción. como se comprueba especial-
mente en las ceremonias primitivas.
En un trabajo temprano sobre los estados de sueño histéricos (17),
Abraham puso este síndrome, descrito por LOwenfeld, en relación con
la obra de Freud sobre los ataques histéricos, y derivó su génesis de
las fantasías de masturbación que han sufrido una represión. Tales
pacientes se demoran en el estadio del placer preliminar porque el
placer final está asociado con la ansiedad. Narró seis casos de este
tipo. En uno de ellos pudo hacer remontar el síndrome de la macrop-
sia a una regresión a la niñez. Su estudio de ese estado proporcionó
un eslabón entre la sugestión alógena y heterógena, en cuanto' pudo
mostrarse que los ataques ocurren o bien muy espontáneamente o en
presencia de personas por quienes los pacientes se sienten influidos
hipnóticamente. Varios de los trabajos cortos de Abraham tuvieron
por tema las fantasías, y su bello análisis del tipo de fantasía de
salvación del padre (76) , es especialmente digno de mención a este
respecto.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 23

Abraham publicó dos trabajos sobre la ansiedad locomotriz (39


y 44) , una afección de la que él mismo había padecido ligeros sínto-
mas en. edad temprana. Señaló que puede demostrarse el origen sexual
de la ansiedad mediante su reconversión terapéutica, cuando los mis-
mos pacientes encuentran un placer desusado en los actos de locomo-
ción (tanto activos como pasivos). En el mismo trabajo (44) esclare-
ció el frecuente síntoma del "temor del temor" relacionándolo con
la represión de la "anticipación del placer".
Su experiencia en la guerra le permitió confirmar independien-
temente la teoría que había sido propuesta por el presente autor
respecto al origen narcisista de los llamados casos de "shock de gue-
rra" (57) , como también lo hizo Ferenczi poco después. Con frecuen-
cia se critica el carácter supuestamente subjetivo del trabajo psicoana-
lítico, pero esto debe ser citado como una demostración experimental
de lo contrario. Enfrentados con problemas enteramente nuevos, obser-
vadores de diferentes países, completa~ente separados entre sí por las
condiciones de guerra, los investigaron y arribaron sustancialmente a
las mismas conclusiones.
En una consideración de la obra de Ferenczi sobre el tic, Abra-
ham 'presentó la interesante sugestión de que éste representa un
síntoma de conversión en el nivel anal-sádico, que debe compararse
con los síntomas de la histeria de conversión que se desarrollan en el
nivel fálico (72) . .
Las contribuciones de Abraham sobre temas terapéuticos fuerOn
pocas pero importantes. La principal fue por cierto su estudio de un
especial y difícil tipo de reacción característica de algunos pacien-
tes (58) . Ellos son en su mayoría neuróticos obsesivos que exhiben un
alto grado de d'esafío narcisista y que tienden a evitar la transferencia
identificándose con el analista. Insisten en conducir ellos mismos su
análisis, tendencia que Abraham relacionó con reacciones anal-sádicas.
La prohibición de la masturbación formal juega un papel importante
en la etiología de tales casos. ·Abraham hizo valiosas observaciones
sobre la técnica terapéutica especial que es necesaria para tratar este
difícil tipo. Su trabajo sobre el tratamiento psicoanalítico en la edad
avanzada (62) puede ser citado para corroborar que la prognosis de-
pende más de la edad de la neurosis (esto es, de la edad que tenía
el paciente cuando la neurosis se hizo grave) que de la edad real del
paciente. Sin embargo, en los casos de mayor edad son necesarias
medidas especiales, tales como una más activa presión y ayuda por
parte del analista. A este respeéto puede mencionarse también la cla-
ridad con que ilustró el concepto de Freud de no estimular a los
pacientes para que escriban sus sueños antes del análisis (37) . Final-
mente, la obra de Abraham sobre el tratamiento de los pacientes psi-
cóticos es todavía la mejor que poseemos, y debemos considerarlo
ciertamente como un precursor en este difícil campo. Mostró un raro
grado de escepticismo y honestidad crítica en la exposición de los
24 KARL ABRAHAM

resultados obtenidos por él (26, 105), y sugirió criterios útiles (por


ejemplo, los síntomas transitorios) para determinar qué proporción
de un cambio dado en el estado mental puede ser atribuída a los
esfuerzos terapéuticos del médico. Demostró que la locura maníaco-
depresiva, en los casos favorables, puede ser radicalmente afectada por
el psicoanálisis, y tenía muchas esperanzas de un progreso ulterior en
esta dirección.
Abraham mostró un especial interés por los problemas del alco-
holismo y la afición a las drogas. Casi los únicos trabajos que escribió
en su días preanalíticos, aparte de aquellos que fueron evidentemente
inspirados por los intereses de su maestro, versaron sobre Jos efectos
de la ingestión de drogas (3 y 4) . Su temprano trabajo sobre las rela-
ciones entre el alcoholismo y la sexualidad (12) demostró la natura-
leza esencial de la conexión entre ambos, y fue el fundamento de todo
nuestro conocimiento posterior del tema. En realidad, la única con-
tribución posterior importante que se ha hecho al respecto se ocupó
de la relación inherente entre alcoholismo y homosexualidad, la cual,
de un modo curioso, sólo fue señalada por Abraham a propósito de
las mujeres. Dejó de percibir, también, la base homosexual de las
ilusiones alcohólicas de celos, atribuyendo éstas únicamente al despla-
zamiento de la culpabilidad sobre la pareja. Mostró, sin embargo, que
lo que se persigue con la bebida es un aumento temporario de la
potencia sexllal contrarrestando las represiones y sublimaciones y libe-
rando en especial los impulsos componentes, y además que el alcohol
traiciona luego a quien lo usa al disminuir su potencia. Reveló tam-
bién la identificación inconciente del alcohol con el semen, y la
jeringa con el falo. En la misma contribución insistió en la relación
que existe entre la morfinomanía y la sexualidad reprimida, como
lo hizo también en pasajes posteriores (17, s. 14; 52, s. 84), donde
señaló la base oral del fumar y de la morfinomanía.
Las numerosas comunicaciones cortas sobre temas clínicos (24,
31, 32, 36, 49, 55, 68, 71, 90, 91, 104, lll) contienen en su mayoría
notables observaciones y sugestiones. Puede comprobarse que el inte-
rés de Abraham por la neurosis obsesiva parece haber sido mayor que
el que le despertara la histeria. Se está preparando un trabajo clínico
sobre las enseñanzas de Coué (115) en base a notas dejadas por
Abraham, del cual no pudo disponerse en el momento de escribir esto,
y será publicado al mismo tiempo que este obituario.
4. TEMAS GENERALES. Con mucho, el trabajo más importante de
un carácter general con el que Abraham contribuyera al psicoanálisis,
fue su investigación sobre caracterología. Dos de los tres estudios fue-
ron publicados por separado, y luego los tres unidos en un solo volu-
men (l 06) . En su ensayo sobre el carácter anal Abraham amplió el
ya considerable trabajo que se había hecho sobre el tema, y añadió
varias observaciones nuevas de un notable valor clínico y caracteroló-
PSICOANÁLISIS cllNICO 25
gico. Debemos destacar especialmente los dos tipos que él distinguiera,
el de excesiva docilidad y el de desafío respectivamente, los cuales
pueden presentarse en la misma persona. Mostró también cómo reac-
cionan ambos tipos en la situación analítica: el último presenta una
resistencia muy semejante a aquélla, característica que él había descrito
en otro lugar (58, véase supra), mientras que el primero, por el con-
trario, insiste en que el analista haga todo el trabajo; en ambos casos
el resultado es una negativa a producir asociaciones Jibres. También
se ocupó, de un modo esclarecedor, de los detalles de Ja regresión del
nivel genital al anal.
El segundo ensayo, sobre el papel que juega el erotismo oral en
la formación del carácter, fue una de las más originales contribuciones
de Abraham al psicoanálisis. l,os efectos indirectos del erotismo oral
en la vida posterior ·se produce en gran medida a través de .la relación
entre aquél y el erotismo anal, y a<Jlli 'dostró Abraham cuán primor-
dial es la relación triangular entre las funciones de adquirir, poseer
y gastar, cuya economía varí3 grandemente entre diferentes personas.
La gratificación directa del erotismo oral está naturalmente permi-
tida en un amplio grado en l I adulto, de modo que la sublimación
es· menos importante que respeLLü a otras zonas erógenas. La . forma
1nás típica de sublimación parece ser el rasgo caracterológico del opti-
mismo, que el mismo Abraham poseía en un alto grado; contrasta con
la seriedad y pesimismo de ciertos tipos anales, especialmente aquellos
asociados con tempranas decepciones de la gratificación oral. Si esta
decepción ocurre durante la segunda fase del estadio oral (la de
morder) , entonces el efecto posterior se caractez:izará por una gran
ambivalencia, debida a la persistencia de la actitud canibalística y
hostil hacia la madre. Abraham arrojó mucha luz sobre el génesis y
la interrelación de otros rasgos referidos a desplazamientos del erotis-
mo oral, en particular la voracidad, la frugalidad, la avaricia y la
impaciencia.
El tercer ensayo de esta serie trata del "carácter genital", y por
lo tanto se ocupa de los problemas de l.a normalidad. Abraham re-
chazó todo intento de erigir ndrmas absolutas a este respecto, y por
cierto insistió extensamente en la imposibilidad de hacer tal cosa,
pero sin embargo, nos ofreció un punto de vista valioso al investigar
cuáles de los rasgos pregenitales son los últimos en ser abandonados.
Descubrió que el modo más riguroso de probar la normalidad genital
consiste en averiguar en qué medida el individuo ha superado su
narcisismo y la actitud de ambivalencia que atraviesa la mayoría de
las etapas anteriores. En su estudio de la importancia que tienen los
sentimientos de origen genital desviados de su objetivo para una
relación satisfactoria con el mundo exterior, Abraham se extendió
sobre la suprema necesidad de amor en la infancia, y sobre los efectos
perjudiciales que puede ocasionar el que el niño reciba demasiado
poco de este pábulo indispensable.
26 KARL ABRAHAM

Con referencia a esto mismo, debe mencionarse quizás a los inten-


tos que hizo Abraham para resolver los problemas de la aflicción (105).
Consideró que también tienen una relación importante con las acti-
tudes orales. Mientras que Freud destaca el gradual y penoso aparta-
miento de uno mismo del objeto amado ante las exigencias· de la
realidad, Abraham prestó más atención a la incorporación de la ima-
gen .de este objeto, y la consideró producida por el mecanismo oral.
(No obstante, es dudoso que sea éste un proceso regular en la "ope-
ración aflictiva".)
Como una contribución general al psicoanálisis debemos también
mencionar las numerosas implicaciones sociales contenidas en la obra
de Abraham sobre el complejo de castración femenino (67, véase
supra) . Éstas tendrán en el futuro gran importancia sociológica, y
cuando sean más completamente elaboradas no se olvidará el papel
que jugó Abraham al indicarlas.
Las contribuciones de Abraham a nuestro conocimiento del sim-
bolismo individual fueron bastante extensas, y actualmente han sido
incorporadas en su mayoría al cuerpo general de la ciencia. Entre
ellas debe destacarse: la casa y el jardín como símbolos de la madre,
la nueva casa como símbolo del niño o la mujer extraños (25 y 96) ;
la víbora como símbolo del pene paterno, con el temor de la muerte
como una manifestación del temor al padre (32) ; la araña como
símbolo de la madre temida (80) ; su bello análisis del camino bifur-
cado en relación con la saga de Edipo, así como el del número tres (76
y 82); y la oscuridad (o cualquier cosa misteriosa y oscura) como un
símbolo del seno materno (incluidas las entrañas) (43) .
Abraham confirmó la observación de Stekel acerca de la signifi-
cación de los nombres personales (28) , aunque añadió poco de nuevo
sobre el punto. Hizo también varias contribuciones a la psicopatolo-
gía de la vida cotidiana, tanto a través de sus escritos clínicos como
en unas pocas notas especiales (por ejemplo, 78, 79, etc.) .
5. PSICOANÁLISIS APLICADO. La primera obÍ'a de Abraham en este
campo fue de importancia histórica (14) , pues abrió el camino para
gran parte de la investigación ulterior efectuada en la aplicación del
psicoanálisis a la mitología, por Otto Rank, Theodor Reik, y otros.
Fue principalmente inspirada, desde luego, por el análisis de Edipo
del "Traumdeutung". Justificando el intento de relacionar los sueños
y los mitos sobre la base de que ambos son productos de la fantasía
humana, mostró las conexiones de largo alcance que hay entre ellos.
En los dos la esencia de la· fantasía es el cumplimiento de los deseos,
y éstos en ambos casos son inconcientes e infantiles. El egocentrismo
del individuo en unos correspbnde al egocentrismo del pueblo en los
otros. Los fenómenos de la censura, la represión y la formación de
neologismos son comunes a ambos, como lo son también los mecanis-
mos de condensai::ión, desplazamiento y elaboración secundaria. Ilustró
estas conclusiones presentando algunos análisis de sueños conjunta-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 27

mente con un interesantísimo estudio del mito de Prometeo y de la


leyenda de los manjares divinos; incidentalmente señaló con claridad
el carácter sexual de ellos, soma, néctar y ambrosía. Indicó, haciendo
buen uso de sus conocimientos filológicos, las semejanzas entre los
puntos de vista etimológico y psicoanalítico, y mostró cómo nuestro
conocimiento del simbolismo puede derivar tanto de la investigación
en un campo como en el otro. Su conclusión final fue que "los mitos
son reliquias de la vida mental infantil de los pueblos, y los sueños
son los mitos del individuo". También insistió en la validez universal
del determinismo en la vida mental. El libro está escrito con extraor·
<linaria habilidad, e ilustra la lucidez y la simplicidad de Abraham
en su mejor momento. Aunque su contenido está ahora plenamente
asimilado en los círculos psicoanalíticos, es todavía un placer releerlo
y disfrutar con la capacidad de exposición que Abraham poseía en
tan alto grado.
La siguiente obra de Abraham en este campo también tomó la
forma de un libro, un interesante estudio del pintor suizo Segan·
tini (30) . Fue casi la primera vez que se intentaba analizar la perso-
nalidad de un pintor, y poner en detallada correlación las tendencias
inconcientes de aquél con su elección del tema, la composición y el
modo de presentación. Demostró la enorme influencia que la madre
del pintor ejerció tanto sobre su vida como sobre su obra, y pudo
investigar en detalle la actitud ambivalente de amor y odio que el
pintor profesó hacia ella; una vez más tenemos un estudio de la "ma·
dre perversa". Las páginas finales de este libro contienen una notable
anticipación de Freud del instinto de muerte, en la investigación de
los motivos inconcientes que conducen a la autodestrucción. El interés
de Abraham, en este estudio, estaba evidentemente dirigido hacia la
psicología del artista más bien que a la psicología del arte en sí misma,
pero en un trabajo posterior (100), nunca impreso desgraciadamente,
se ocupó de la cuestión de las tendencias del arte moderno conside-
radas desde el punto de vista psicoanalítico.
El análisis que hizo Abraham de Amenhotep IV (Akenatón) (34)
es, no sólo de un gran interés en sí mismo, sino digno de nota por
ser la primera ocasión en que se mostró de qué modo el conocimiento
psicoanalítico puede contribuir a. la elucidación de problemas pura·
mente históricos. Intentar el psicoanálisis de alguien que murió hace
unos veintitrés siglos puede haber parecido una empresa desesperada,
pero el concienzudo estudio de Abraham no tiene nada de hipotético,
y las conclusiones que obtuvo serán difícilmente impugnadas. Ak.ena-
tón, "el primer gran hombre en el reino espiritual que la historia ha
registrado", fue un precursor de los maestros cristianos de la doctrina
del amor, y un revolucionario ético que reservó su odio sólo para su
padre. Abraham pudo mostrar de qué modo todas las innovaciones,
la iconoclastia y las reformas de Akenatón pueden ser directamente
atribuidas a los efectos de su complejo de Edipo.
28 KARL ABRAHAM

La amplia educación y el conocimiento general de Abraharq


fueron bien aprovechados en muchos de sus estudios psicoanalíticos.
En su detallada investigación de la escoptofilia (43, véase supra),
expuso sus conclusiones generales con el auxilio de una masa de ma-
terial mitológico y folklórico. Su identificación de las creencias y temo-
res respecto al sol y a los fantasmas respectivamente, fue un logro
notable de este trabajo, y en él también indicó claramente Ia ambi-
valencia de los motivos que llevan al desplazamiento del padre hacia
los cielos (exaltación y relegación a una distancia). En_ el mismo tra-·
bajo hizo una contribución práctica a nuestro conocimiento de la
sublimación en la ciencia, la filosofía y la religión, demostrando cómo
la ardiente dedicación a la solución de interrogantes que no pueden
tener respuesta, tales como los relativos al fin de la vida, a la dura-
ción de la vida, y al destino de la vida después de la muerte, es en
gran medida el resultado del desplazamiento inconciente de pregun-
tas que no deben ser contestadas o no se osa contestar.
El mismo amplio conocimiento encuentra expresión en varios tra-
bajos más breves en el campo del psicoanálisis aplicado, tales como
aquellos sobre la significación de los ritos del "día de la expia-
ción" (64), la secta rusa de los cultores del yorii (25), el sagaz análi-
sis de los detalles de la leyenda de Edipo (76 y 82), y muchos otros
(29, 56, 59, 64, 84) . El último trabajo publicado por Abraham
(95), un inte~esantísimo estudio de un bribón con el que había trope-
zado, fue una meditada contribución a uno de los principales proble-
fn:ªS de la criminología.
REsuMEN. Al intentar resumir en pocas palabras las característi-
cas esenciales de la obra escrita de Abraham, elegiríamos su carácter
polifacético, que se ha puesto en evidencia en la reseña que se acaba
de hacer, y el alto promedio general de excelencia que mantuvo en
sus escritos; difícilmente algo de lo que escribió haya sido de valor
meramente efímero, y toda su obra se destacó por las valiosas cuali-
dades de sobriedad, cauto escepticismo y buen juicio.
Esta uniformidad de la calidad puede quizás estar en relación
con un importante rasgo del modo de pensar de Abraham, a saber,
su perspectiva consecuentemente biológica. Esto proporcionó un fondo
estable en toda su obra y un criterio para juzgar la probabilidad
inherente o validez de cualquier conclusión general. Podemos per-
mitirnos la reflexión de que de todos los muchos modos como se
echará de menos a Abraham en el psicoanálisis, aquél que puede
muy bien tener las consecuencias más importantes para el futuro, es-
tará en relación con este mismo rasgo. El psicoanáli!fls no ha llegado
todavía al punto más crítico de su desarr0llo, aunque ha sobrevivido
exitosamente algunos preliminares. Eso sucederá, y muy probablemen-
te dentro de los próximos veinte años, cuando se plantee seria-
mente la cuestión de incorporar al psicoanálisis al cuerpo general de
la ciencia. Entonces se presentará la prueba más severa para la joven
PSICOANÁLISIS CLfNICO 29
ciencia, pues mucho dependerá de la alternativa de que sea absorbida
por un proceso de aceptación parcial y continua atenuación o de que
despliegue la vitalidad suficiente para preservar sus cualidades esen-
ciales y comunicarlas a las otras ramas de la ciencia con las que estará
en contacto. Precisamente en esta tarea que está delante de nosotros
hubieran sido indudablemente de singular valor las cualidades carac-
terísticas de Abraham, pues él poseía una amplia y sana perspectiva
de la ciencia y de la vida en general combinada en un grado raro
con una concentrada visión de la profundidad de las verdades psico-
analíticas.
Al estqdiar sus contribuciones originales nos llama la atención
la preponderancia de temas que se refieren a los estadios pregenitales
de desarrollo, incluyendo el autoerotismo y los instintos componen-
tes, y al elemento del odio reprimido, especialmente respecto a la
madre. El último. tema aparece una y otra vez en sus obras, y supera
con mucho en extensión a sus contribuciones en la esfera del amor,
la transferencia, y problemas semejantes. Es asimismo notable que un
clínico de primer orden como él, un hombre para quien el punto
de vista clínico era siempre el dominante, contribuyó menos a nuestro
conocimiento de problemas puramente clínicos, tales como los de las
neurosis de transferencia o aun las psicosis (pese a su obra sobre
la locura maníaco-depresiva, que fue la de mayor importancia en ese
campo) , que al de los problemas genéticos del desarrollo de la libido.
Es probable que se lo recuerde más por sus contribuciones en el
campo genético que, por aquellas que hizo en el terreno clínico.
Si tuviéramos que seleccionar la obra individual más importante
de Abraham, aunque sin olvidar nunca la variedad de sus valiosas
contribuciones a todos los aspectos del psicoanálisis, elegiríamos pro-
bablemente aquella sobre , el erotismo oral. Allí describió con todo
detalle sus diversas manifestaciones, reconstruyó claramente su desarro-
llo interno y su evolución en fases libi'dinales sucesivas, estudió su
relación. con el amor y el odio, demostró su importancia clínica res-
pecto al alcoholismo, la ingestión de drogas, y especialmente, la locura
maníaco-depresiva, y -en último lugar, pero no el de menor signifi-
cación- nos proporcionó una reveladora descripción del importante
papel que juega en la formación del carácter. Quizá la más notable
lección en psicología que debamos a Abraham sea la gran importan-
cia del período de succión, y las funestas consecuencias que el anta-
gonismo suscitado cc:>ntra la madre durante este período puede tener
en la vida posterior.

Queda algo por decir acerca de la personalidad de Karl Abraham,


sobre su valor personal para el psicoanálisis. Hemos intentado presen-
tar una estimación objetiva de lo que han significado y significan
para el desarrollo de nuestro conocimiento los escritos científicos de
Abraham, pero su valor para el psicoanálisis trasciende ampliamente
30 KARL ABRAHAM

aún eso. Puede tenerse una vislumbre de su naturaleza mediante una


sola consideración: en cuanto él fue el punto de apoyo central del
avance del psicoanálisis en Berlín, y en toda Alemania, su influencia
convirtió insensiblemente a Berlín, en muchos aspectos importantes,
en el centro de todo el movimiento psicoanalítico internacional. Com-
prender el secreto de este logro es conocer a Abraham. Pues la posición
dominante que alcanzó dentro del psicoanálisis no fue en lo más
mínimo el resultado de alguna ambición o esfuerzo personal; ella pro-
vino enteramente de la consecuencia automática de su valor intrínseco,
y allí reside la grandeza del hombre.
Algunos hombres han nacido para ser líderes. Está dentro de su
naturaleza el ·comandar a otros. Abraham no era de este tipo. Hasta el
mismo fin, como me lo di jera en el Congreso de Homburg, le pareció
algo extraño ocupar una posición prominente; ello era, según sus pala-
bras, ajeno a su naturaleza, y no le resultaba fácil aprehender y aceptar
el hecho evidente. Su in~luencia sobre sus compañeros y el importante
papel que desempeñó no surgieron de algún deseo de eminencia, sino
de cualidades sólidas, de un sobresaliente valor que no podía dejar
de ser reconocido. ¿Cuáles eran esas cualidades?
Sólo puede responderse a esta pregunta resolviendo una antino-
mia. Entre los rasgos de carácter de Abraham eran prominentes una
refrescante juventud y un optimismo sanguíneo. Ahora no son rasgos
que inspiren comúnmente una confianza implícita, ni se aviene gene-
ralmente con cualidades tales como el cauto escepticismo y el juicio
sobrio y sereno, que hemos destacado cuando consideramos el traba jo
científil;:o de Abraham. Sin embargo, ambas descripciones son profun-
damente ciertas. Comprender esta paradoja es obtener la clave de la
personalidad de Abraham.
Aun en las cualidades que dieron a Abraham su gran encanto
personal y social había indicios de otras más vigorosas que formaban
la base de su carácter. Era singularmente joven, e inclusive amucha-
chado cuando las circunstancias eran apropiadas; aunque podía ser
en ocasiones decididamente ingenioso, su más característica forma de
humor era un sereno regocijo, a menudo muy sutil. Esto le otorgaba
a su personalidad, tan encantadora para las mujeres y atractiva para
los hombres, una frescura y vigor que siempre hacían de él un com-
pañero o colega estimulante. Su comportamiento era invariablemente
jovial, cortés y amistoso. Pero no habría que jactarse de estas cuali-
dades. Detrás de ellas había una firmeza impermeable a los halagos
femeninos o masculinos. Podía permitirse ser i;:ondescendiente y fle-
xible en su trato con los demás, precisament~ porque se controlaba
tan completamente; sabiendo que él' no podría ser indebidamente
influído ni desde el exterior ni desde su interior, era confiado en
toda situación. Esta completa confianza arraigaba fundamentalme~te
en el dominio de sí.
PSICOANÁUSIS CÚNICO 31
Lo mismo es cierto respecto a uno de sus rasgos más característi-
cos, lo que sus amigos denominaban su incurable optimismo. Siempre
se mostraba esperanzado, pese a que las perspectivas fueran tediosas
o siniestras, y su animación, junto con la confianza que la acompa-
ñaba, contribuyeron a menudo materialmente a producir un desenlace
más feliz de lo que parecía posible al principio. Como regla ese opti-
mismo era muy adecuadamente equilibrado por un agudo sentido de
la realidad, de modo que su efecto era meramente vigorizante, pero
una o dos veces en su vida le jugó una mala pasada, estropeando lo
que era en toda otra circunstancia una perfección de estabilidad.
La capacidad de Abraham para la reserva tenía que ser discerni-
da en la sencilla escrupulosidad de su modo de ser. Sin embargo, pro-
bablemente inclusive pocos de sus amigos sabían cuán honda era.
Sólo percibían que había en algún lugar de él una barrera más allá
de la cual no se debía penetrar. Para los fines de la vida, Abraham
había conseguido una organiz<ición mental singularmente estable, pero
las mismas profundidades no debían ser sondeadas, quizá ni siquiera
por él mismo.
Nadie podía conocerlo bien sin darse cuenta de que él era uno
de esos hombres que están dotados con muy excepcionales poderes de
sublimación, y que había logrado un grado extraordinariamente avan-
zado de desarrollo emocional e instintivo. No fue una casualidad que
fuera él quien nos enseñara el que es quizás el mejor criterio del
completo desarrollo mental: la superación del narcisismo y de la am-
bivalencia. Pues no conoceremos muchos hombres que salgan tan bien
parados como él de esta rigurosa prueba.
Abraham había podido trasmutar sus tendencias egocéntricas en
una notable medida, con el resultado de que pudo dedicarse entera-
mente a la única meta de su vida, a saber, el progreso del psicoanálisis.
Con una excepción aislada, cuya naturaleza confirma la regla, era
imposible percibir en él huella alguna de ambición personal; la excep-
ción fue un deseo bastante extraño de llegar a ser profesor en la Uni-
versidad de Berlín, Jo cual estaba obviamente ligado al prestigio del
psicoanálisis. Sus colegas de Berlín son quienes mejor saben cuán
completamente se identificó con los intereses de la Sociedad berlinesa,.
desde el momento en que la fundó, en marzo de 1910, hasta el de su
último acto de presencia allí, el 9 de mayo del año pasado. Sus raros
dones de maestro, investigador y conferenciante fueron indispensa-
bles para el desarrollo de la Sociedad, pero de un valor todavía mayor
fueron sus cualidades de líder, de las cuales tenemos que hablar aún.
Su transmutación del interés puramente personal, junto con su
nativa perspicacia intelectual, otorgaron a Abraham una capacidad
poco usual para percibir problemas, personalidades y acontecimientos
de un modo distante y objetivo. Esto da razón en gran medida de la
notoria sobriedad de su juicio, pero tuvo además otro valor. Le con-
cedió una desenvoltura social y unas maneras cordiales que le hicieron
32 KARL ABRAHAM

posible aproximarse a sus compañeros con una franqueza poco común,


de modo que nadie tomaba a mal cualquier cosa que él tuviera que
decirle. Todas las críticas que deseaba hacer eran inmediatamente
transferidas desde cualquier base personal a una puramente objetiva,
y esta actitud rara vez dejó de conseguir su efecto de apaciguar las
emociones y conducir a una consideración reflexiva del asunto. Cortés-
mente firme y, cuando había tomado una decisión, inflexible, nunca
fue de ningún modo impositivo; su calma decisión le otorgaba por
sí misma autoridad. Era un colega encantador para trabajar con él,
como yo tuve amplia ·ocasión de comprobarlo cuando estuvimos aso-
ciados en el Ejecutivo Central de la Asociación, así como en mu-
chas otras circunstancias. Siempre era accesible para cualquier idea
que se le presentara, y uno podía contar con que ella no sería refrac-
tada por ningún elemento subjetivo; su respuesta ante cualquier
proposición sería, clara, concisa y concreta. Todas estas cualidades
hacían de él un árbitro admirable en disputas personales o científi-
cas. Por tanto, una gran parte de la cordura de su juicio y de su
sagacidad para las relaciones humanas procedían de su capacidad para
la objetividad impersonal.
La ambivalencia era algo totalmente extraño a la naturaleza de
Abraham, tanto intelectual como emocionalmente. Parecía estar por
completo desprovisto de odio. A veces no le gustaban ciertos indivi-
duos, generalmente con el fundamento impersonal de que consideraba
sus actividades como dañinas para la causa del psicoanálisis; pero
aun entonces nunca he sabido que odiara a nadie. ·Algunas veces se
mostraba inclusive curiosamente olvidadizo en cuanto a la fuerza
de las emociones hostiles en otras personas; lo he visto razonar ale-
gremente con alguien que estaba ardiendo de ira y resentimiento,
ignorando dulcemente en apariencia esa emoción, y lleno de confianza
en que una exposición sereQ.a. podría cambiar la situación. En la
controversia, aun estando acalorado, era inflexible, pero nunca per-
día los estribos. Abraham podía agradar con su encanto, ayudar con
gusto y generosidad, amar devotamente; podía resistir tercamente y
luchar con valentía; pero no podía odiar. En consecuencia, aunque
ocasionalmente suscitaba críticas y oposición, nunca provocaba aver-
sión: tenía oponentes, y por supuesto, rivales celosos, pero no ene-
migos.
La profunda sensación de confianza de Abrah.am estaba por lo
tanto fundada en su equilibrio mental. Con su organización mental
de gran estabilidad y su autodominio seguro y firme, que inclusive
se inclinaba ligeramente hacia la austeridad, podía libremente dar
rienda suelta a sus tendencias innatas, sabiendo que ellas sólo lo con-
ducirían a donde él deseara. Cuando decimos que Abraham era un
miembro de la sociedad normalmente desarrollado, estamos utilizando
palabras que, aunq"ue parezcan frías al no iniciado, son ricas en sig-
nificación para todo psicoanalista.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 33

Ahora podemos ver cuán inevitable era que Abraham fuera un


guía en el psicoanálisis, y por qué tuvo tan~o éxito en esa posición.
Su incansable energía y su comportamiento de intrépida confianza,
siempre fresca e imperturbable, eran tonificantes para los demás, y
les inspiraban la seguridad necesaria para cumplir tareas difíciles. Su
aguda perspicacia le permitía criticar de un modo peculiarmente frío
toda inexactitud o exuberancia, y ejercer una influencia moderadora
sobre las divagaciones de la imaginación. Su actitud constantemente he·
nevolente y al mismo tiempo impersonal hacía posible expresar tales
críticas sin herir ni descorazonar a la persona afectada. Su buena
disposición y cordialidad, junto con su general optimismo, lo incli·
naban a hacer resaltar siempre los mejores rasgos de la obra de un
colega, y a modificar insensiblemente sus aspectos débiles cuando la
comentaba, presentándola así bajo la luz más favorable. El resultado
era que obtenía siempre lo mejor de sus colegas y discípulos. Y en
toda circunstancia era evidente para ellos que tenían en Abraham
un punto de reunión, una piedra de toque de objetividad, a la cual
rara vez apelaban en vano.
Este último rasgo nos conduce a lo que era, en mi opinión, la
más sobresaliente de todas las cualidades de Abraham, su intrepidez
y su integridad. Que él desplegó un coraje tenaz cuando se vió rodea-
do por la hostilidad, en sus solitarios días de precursor, es algo gene·
ralmente sabido, si bien se necesita haber tenido una experiencia
similar para apreciar plenamente lo que eso significa. Pero pocos
saben que hubo evidencias aún más notables de su valiente desprecio
de las consecuencias penosas; en más de una coyuntura importante
de su vida he sabido que arriesgó la amistad de aquellos que le eran
más caros al adoptar una decisión que le parecía ser la única ade·
cuada, aun cuando sabía que podía prestarse fácilmente a graves mal·
entendidos.
· Pues la integridad estaba para Abraham antes que ninguna otra
cosa. La honestidad de propósitos estaba tan arraigada en su natura·
leza que invariablemente y sin vacilar hacía lo que entendía que era
justo, y nunca se desvió de su curso. Este alto grado de integridad
producía en quienes estaban próximos a él tal sensación de certeza
y seguridad que los inducía a confiar en él como en una roca. Entre
la agitación de las emociones personales y el fragor de las tendencias ·
discordantes, Abraham se mantuvo siempre firme, una estabilidad
central rodeada por remolinos. Y éste fue su mayor valor para el
psicoanálisis. Karl Abraham fue verdaderamente "un preux cheva·
lier" de la Ciencia, "sans peur et sans reproche".

ERNEST JONES
CAPÍTULO 1.

LA EXPERIMENTACIÓN DE TRAUMAS SEXUALES


COMO UNA FORMA DE ACTIVIDAD SEXUAL (1907) •

LA TEORÍA original de Freud sobre la etiología de la histeria ha su-


frido. importantes alteraciones en el curso del tiempo. Como él mismo
lo ha señaladoª· sin embargo. permanecen sin cambio dos pUntos im-
portantes de ella, a saber, la sexualidad y el infantilismo, cuya signi-
ficación él ha investigado más y más profundamente.
Entre otras cosas, el problema de los traumas sexuales -en la ju-
ventud ha sido afectado por las alteraciones que ha sufrido la teoría
general de la sexualidad y de las neurosis. Durante algún tiempo
Freud consideró que esos traumas eran la fuente primordial de los
fenómenos histéricos, y supuso que se los podía encontrar en todos
los casos de histeria. Pero no pudo mantener esta teoría en su forma
'original. En el trabajo al que nos hemos referido, asigna un papel
secundario a los traumas sexuales de la juventud, y postula la pre-
senciá de una constitución psicosexual anormal como la causa pri-
maria de una neurosis. Esta opinión está de acuerdo con el hecho
de que no todos los niños que han experimentado un trauma sexual
padecen luego una histeria. Según Freud, los niños que tienen pre-
disposición para la histeria reaccionan de un modo anormal ante las
impresiones sexuales de todo tipo. a causa de su disposición anor-
mal. Yo he demostrado recientemente que los traumas sexuales infan-
tiles también se presentan en la psicosis 4 ; y propuse la teoría de que
el trauma no puede ser consideradq la causa de la enfermedad, sino
que ejerce una influencia sobre la forma que ella asume. Me mani-
festé de acuerdo con la hipótesis de Freud acerca de una constitución
psicosexual anormal del paciente.
No obstante, esta hipótesis sólo nos hace avanzar un paso, y se
detiene ante una segunda y más importante dificultad. Ella explica
por cierto por qué un trauma sexual en la infancia tiene tanta signi-
ficación en la historia de muchos individuos. Por otra parte, subsiste

2 (Bibliografía de Abraham, NQ 10) .


s "Mis opiniones sobre el papel que desempeña la sexualidad en la etiología
de las neurosis" (1905).
4 (Cf. N• 9, B. A.) .
36 KARL ABRAHAM

el problema de por qué tantos neuróticos y psicóticos pueden presen-


tar un trauma sexual en los recuerdos de su infancia. Si podemos
resolver este problema habremos obtenido alguna información, por
lo menos en cuanto a la naturaleza de la constitución anormal cuya
existencia hemos supuesto.
En este trabajo intento profundizar más en esta cuestión. Tra-
taré, especialmente, de fundamentar la teoría de que en un gran nú-
mero de casos el niño desea inconcientemente el trauma, y de ·que
tenemos que considerar a éste como una forma de la actividad sexual
infantil.
Todo el que se interese por la psicología infantil habrá obser·
vado que mientras un niño resiste la tentación o seducción, otro
cederá fácilmente a ella. Hay niños que difícilmente opondrán alguna
resistencia a la invitación de una persona desconocida a seguirla; hay
otros que reaccionan de la manera opuesta en las mismas circunstan-
cias. Los obsequios y las golosinas, o la mera expectación de e11os,
influyen sobre los niños de modos muy diferentes. Además, hay niños
que muy definidamente provocan a los adultos en un sentido sexual.
En relación con esto, son muy instructivos los informes de las .causas
judiciales contra personas acusadas de conducta inmoral dirigida a
niños. En dos casos en los que un demente senil había ultrajado
a un niño pude enterarme de que el niño se había comportado de
un modo provocativo; y en varios otros casos tengo buenas razones
para sospechar circunstancias similares. Inclusive entre hermanos y
hermanas se encuentran sorprendentes diferencias a este respecto.
Conozco muchos casos de esta clase. En una familia de varias her-
manas, por ejemplo, una se dejó tentar por una persona extraña que
la inducía a seguirla; y. en otra ocasión, mientras jugaba con un niño
mayor que ella, lo siguió a una habitación distante y le permitió
besarla. Sus dos hermanas mostraban la tendencia opuesta. Esta niña,
de quien podrían relatarse muchos episodios semejantes, exhibía ras-
gos neuróticos aun en la infancia, y más tarde padeció una pronun-
ciada histeria. Este ejemplo no es excepcional sino típico. Por el
momento podemos decir, de un modo muy general, que ciertos niños
aceptan más fácilmente que otros seducciones sexuales o de otro tipo,
y podemos utilizar este hecho para clasificar a los traumas sexuales,
pese a su diversidad, en dos grupos. Podemos distinguir entre los
traumas sexuales que toman al niño de improviso y aquellos que él
mismo ha provocado, o que son debidos a tentación o seducción, o
que él pudo haber previsto o evitado de algún modo. En el primer
grupo, no hay motivos para suponer una complacencia por parte del
niño; en el segundo, no podemos evitar el suponer que hubo una
complacencia de tal especie. Pero no todos los casos pertenecen a
uno u otro de estos dos grupos. Si se produce una agresión sexual
inesperadamente, la persona atacada puede defenderse en forma activa
y en serio, o puede someterse ante el ataque. En el último caso en-
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 37

contramos nuevamente un asentimiento, esto es, una concesión por


parte de la persona atacada. Podríamos decir que esa persona sucum-
be ante una "vis haud ingrata", para usar una expresión del derecho
romano.
El tema de la "vis haud ingrata" siempre atrajo la atención de
los legisladores, especialmente cuando forma parte de las regulaciones
para el castigo de los crímenes sexuales. La ley mosaica, por ejemplo,
lo ha tenido cuidadosamente en cuenta. En el Deuteronomio, xxii,
23-27, leemos:
"23. Si una damisela, que es virgen, es prometida a un esposo,
y un hombre la encuentra en la ciudad, y se acuesta con ella;
º24. Entonces, los arrojaréis a ambos fuera de las puertas de la
ciudad, y los lapidaréis con piedras hasta que mueran; la damisela,
porque no gritó, estando en fa ciudad; y el hombre, por haber hu-
millado a la mujer de su prójimo: de modo que apartaréis el mal
de entre vosotros.
"25. Pero si un hombre encuentra a una damisela ·prometida en
el campo, y el hombre la fuerza y se acuesta con ella: entonces sólo
el hombre que yació con ella morirá:
"26. Pero a la damisela no le haréis nada; no hay en ella nin-
gón pecado merecedor de la muerte: pues como cuando un hombre
se levanta contra su prójimo, y lo mata, igual es esta cuestión.
"27. Pues él la encontró en el campo, y la damisela prometida
gritó, y. no había nadie para salvarla."
Haré referencia también a la excelente pequeña historia narrada
en el "Quijote", que ha citado Freud •:
Una mujer llevó a un hombre ante el juez y lo acusó de haberla
despojado de su honor por la fuerza. Sancho la indemnizó con una
bolsa llena de dinero que tomó del acusado; pero luego de que ella
se hubo ido dio permiso al hombre para que la siguiera y le sacara
la bolsa. Ambos volvieron luchando; y la mujer se jactó de que el
villano no había podido arrebatarle la bolsa. Al punto Sancho dijo:
"Si hubieras luchado para conservar tu virtud con la mitad del coraje
que has desplegado para conservar tu bolsa, este hombre no hubiera
podido despojarte de aquélla."
Es verdad que estos ejemplos se refieren a adultos; pero veremos
luego que a este respecto no hay diferencia entre los niños y las per-
sonas maduras.
La ley mosaica hace depender el castigo de la muchacha de que
ella haya pedido auxilio o no, esto es, de que ella haya hecho todo
lo que podía hacer para impedir el hecho o no. He examinado los
casos que publiqué anteriormente con referencia a este punto 6 ; y
he encontrado que en todos ellos el trauma pudo ser evitado. Los

fi "Zur Psychopathologie des Alltagslebens", Zweite Auflage, p. 87.


6 (NO 9, B. A.) .
38 KARL ABRAHAM

niños pudieron haber pedido ayuda, disparar, u ofrecer resistencia en


Jugar de ceder a la seducción. Y pude establecer la misma cosa en
varios otros casos.
Lo que nos confirma en nuestra sospecha de complacencia por ·
parte del niño, no es sólo su conducta mientras el ataque se prepara-
ba y mientras se llevaba a cabo, sino Juego de haber sucedido. Al
indicar que los histéricos sufren de "reminiscencias", Breuer y Freud
han ya llamado la atención sobre el hecho de que cuando niños ellos
no hablaron a sus parientes de su trauma sexual, sino que lo guar-
daron en secreto; y ellos hicieron eso no solamente mientras la im-
presión estaba fresca en sus espíritus sino que lo reprimieron en el
inconciente de modo tal que no pudieron recordarlo voluntariamente.
He hallado 1 una conducta similar en niños que luego padecieron
demencia precoz; aunque en ese momento no investigué el problema
con más detenimiento.
Es algo notable que un niño que ha experimentado un trauma
sexual lo mantenga en secreto ante sus padres. pese a la emoción
asociada con él. Pues un niño que, por ejemplo, ha sido perseguido
y golpeado por otro, irá a quejarse a su madre. Se opondrá proba·
blemente Ja objeción de que Ja gazmoñería tradicional le impide al
niño hablar de eso, dado que naturalmente ha sido educado para
evitar hablar de todo lo que se relacione con el sexo. Esta objeción,
sin embargo, no es válida. Para comenzar, a un niño no lo turban
las consideraciones convencionales cuando está bajo el efecto de una
viOlenta emoción. Y además, no todos los niños en absoluto se com-
portan de ese modo cuando han tenido una experiencia sexual.
Daré dos ejemplos para ilustrar esta diferencia. El primero es
éste: U na cañería de agua debía ser reparada en el sótano de una
casa. Vino un operario y pidió la llave del sótano. Una mujer que
estaba viviendo en Ja casa le dijo que bajara las escaleras y que le
enviaría Ja llave. Él bajó, y la pequeña hija de Ja mujer Je llevó la
llave. El hombre entró en el sótano y volvió a salir poco después.
La niña estaba esperando en la escalera poco iluminada para llevar
Ja llave de vuelta. Antes de que se diera cuenta de lo que sucedía, el
hombre intentó un acto indecente. La niña, aterrorizada, corrió esca-
leras arriba y le contó inmediatamente a su madre lo que había su-
cedido. El hombre fue perseguido y arrestado.
Un caso que yo he publicado anteriormente puede servir como
segundo ejemplo., Una niña de nueve años fue seducida por un vecino
para que lo siguiera dentro de un bosque. Ella JO siguió de buen
grado. Entonces él intentó violarla. Fue sólo cuando éste casi había
conseguido su propósito que la niña consiguió liberarse. Corrió a su
casa, pero no dijo nada de lo que había .pasado; ni nunca después
habló de ello a su familia.

7 Loe. cit.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 39
La conducta de estas dos niñas después del trauma fue muy dis-
tinta. ¿Por qué? Comparemos primero la conducta de los niños en
otras ocasiones. Un niño que, por ejemplo, se ha lastimado durante
un juego que se le había prohibido jugar, ocultará el dolor, y no
buscará consuelo en su madre como haría normalmente. La razón es
clara: el niño ha sucumbido a la atracción de hacer algo prohibido,
y tiene luego la sensación de que el accidente ha sido culpa suya.
Esta sensación de culpabilidad en los niños es extraordinaria-
mente sensible. El siguiente episodio de la infancia de una dama
es una ilustración interesante del problema en discusión. Estaba cierto
día fuera de su casa, recogiendo flores con un amigo, cuando apare-
ció un hombre extraño y les habló, pidiéndole que fueran con él y
diciendo que les mostraría donde podrían encontrar .flores más her-
mosas. Fueron algún trecho con él. Pronto ella comenzó a tener es-
cr·Úpulos ac;erca de ir más allá con el extraño, y repentinamente se
volvió y echó a correr. Su amigo hizo lo mismo. Ahora bien, aunque
no había sucedido nada entre el hombre y los niños, excepto que
habían caminado juntos una cierta distancia, la dama recordó defi·
nidamente haber experimentado una gran repulsión a hablar de ello
en su casa en ese tiempo. Lo mantuvo absolutamente en secreto ante
su familia, e inclusive nunca después habló de eso a su amigo. El silen-
cio de la niña sólo puede explicarse por un sentimiento de culpa. Ella
tenía evidentemente una sensación más o menos clara de que la culpa
no estaba sólo del lado del seductor, sino también del lado de la
persona que se deja seducir.
La misma explicación se compagina evidentemente con los dos
ejemplos que hemos dado antes. Una de las niñas fue tomada com-
pletamente por sorpresa, y se encontró en una situación que ella no
había buscado, Era su madre quien la había enviado al sótano. Nadie
podía hacerle reproches, y por lo tanto inmediatamente encontró pa-
labras para decirle a su madre lo que había pasado. La otra niña,
por el contrario, había permitido que la sedujeran. Había seguido
al vecino dentro del bosque y le había permitido recorrer un buen
camino en la consecución de su propósito antes de liberarse de él
y echar a correr. No es motivo de asombro el que esta niña haya
guardado secreto acerca del hecho.
Es la obtención de placer presente en toda actividad sexual lo
que constituye la tentación. Freud s distingue entre una anticipación
del placer y una satisfacción del placer en todo acto sexual. La pri-
mera puede ser obtenida de un modo físico mediante la estimulación
táctil de zonas erógenas del cuerpo; o puede ser provocada por otros
estímulos sensoriales, por ejemplo, mediante impresiones visuales; o,
finalmente, de un modo puramente mental, por medio de imágenes,
por ejemplo, por la tensión y excitación de la situación. Es difícil

s "Drey Abhandlungen zur Sexualtheorie" (1905).


40 KARL ABRAHAM

establecer cuál de las dos clases de placer desempeña el papel más


importante en los niños. Sin duda hay marcadas diferencias indivi-
duales a este respecto. En algunos de los casos que he observado me
pareció como si la infrecuencia y secreto de la situación, esto es, .la
aventura como tal, fueran la principal atracción para el niño. Por
otro lado, debo referirme nuevamente a los casos en que los niños
provocan directamente a los adultos para la realización de actos se-
xuales. Aquí tenemos que suponer evidentemente un deseo 'para Ja
satisfacción del placer, además.
Cuando el niño cede ante el ,trauma es debido a que su libido, se
está esforzando por obtener una anticipación o una satisfacción del
placer sexual. Este hecho de la obtención de placer es el secreto que
el niño guarda ansiosa~ente; eso solo explica su sentimiento de culpa
y los acontecimientos psicológicos que suceden a un trauma sexual.
Me referiré aquí a la teoría de Freud acerca de las primeras fases de
la sexualidad. Freud ha destruido eficazmente el mito de un período
de latencia sexual que se extendería hasta la pubertad. Sabemos por
sus investigaciones que las primeras huellas de actividad sexual apa-
recen ·muy temprano, y que durante algún tiempo son de carácter
autoerótico. Sigue una etapa en la cual el niño ·se vuelve hacia el
"amor-objetivo"; pero su objeto sexual no necesita ser del sexo opues-
to. Además de los impulsos heterosexuales y homosexuales se expre-
san otros impulsos, de carácter sádico y m;1soquista. Por eso Freud
habla éle una etapa polimorfo-perversa. Todos estos tempranos im-
pulsos del niño se originan en el inconciente, y naturalmente no se
presentan a la conciencia en su forma verdadera; ellos tienden hacia
un fin sexual definido sin que el niño sea claramente conciente de
(·.sta tendencia. Para un niño predispuesto a la, histeria o a la demen-
cia precoz una experiencia sexual es un objetivo sexual de esta clase.
Padece el trauma como consecuencia de una tendencia inconciente.
Si hay un deseo inconciente subyacente, la experimentación de un
trauma sexual en. la infancia es una expresión masoquista del impulso
sexual. Representa, por lo tanto, una forma de la actividad sexual
infantil.
En la esfera de la sexualidad, como en cualquiera otra, se dan
todos los grados de transición entre lo normal y lo anormal. No obs-
tante, considero que en general debemos tomar como un tipo normal
de actividad sexual a todo deseo de excitación sexual que conduzca
al sometimiento a traumas sexuales. Es un hetho llamativo el que
nos encontremos con eso precisamente en la' historia temprana de
individuos neuróticos o enfermos mentales, en cuya vida posterior se
descubren numerosas anormalidades sexuales. En la época en que
yo estaba intentando 9 aplicar la teoría de Freud de la base psicosexual
de la histeria a la demencia precoz, había determinado ya aproxi-

o (NO 9, B. A.) .
PSICOANÁLISIS CÚNICO 41
madamente los aspectos en los cuales era anormal la sexualidad de
los niños que luego sucumbieron a esas enfermedades. Llegué a la
conclusión de que su desarrollo sexual era precoz y su misma libido
cuantitativamente anormal, y de que su imaginación estuvo prema-
turamente ocupada en temas sexuales hasta un grado anormal. Esta
idea puede ser expresada ahora más claramente. Podemos decir que
los niños que pertenecen a esta . categoría manifiestan un deseo anor-
mal de obtener un placer sexual, y en consecuencia de ~so sufren
traumas sexuales.
Si observamos ahora qué sucede con las imágenes asociadas con
el trauma en la mente del niño, encontraremos nuevas evidencias para
apoyar nuestra opinión. Un sentimiento de culpa no puede ser tole-
rado por su Conciencia en mayor medida que por la de los adultos.
Por lo tanto intenta enfreritar los recuerdos desagradables de un
modo u otro, para eliminar su efecto perturbardor. Ellos son segre-
gados del resto del contenido de Ja conciencia y de allí en adelante
tienen una existencia separada como un "complejo".
Es diferente el caso de aquellos niños que han sufrido un trauma
sexual sin haber sido de ningún modo responsables de él. Estos niños
pueden hablar libremente; no necesitan expulsar de su campo de
conciencia el recuerdo de ese suceso.
El proceso de eliminación de las ideas desagradables de Ja con-
ciencia es el mismo en la histeria y en la demencia precoz (o en
personas que sufrirán luego una u otra de esas enfermedades) . Es
más, podemos observar ese proceso diariamente en personas sanas.
Pero más tarde o más temprano resulta que la represión es sólo una .
medida provisional. Sin duda, el complejo puede permanecer en el
inconciente un largo tiempo; pero algún día sucede algún hecho
análogo al trauma sexual primario y el material reprimido es puesto
en actividad. Luego sigue su conversión en síntomas de histeria o
demencia precoz. En la demencia precoz existe, ciertamente, otra
posibilidad, a saber, de que pueda· originarse en fuentes endógenas
una nueva ola del mal y que este material sea elaborado en síntomas.
Freud ha llamado también nuestra atención hacia otros mecanis-
mos que sirven fundamentalmente al mismo propósito que la repre-
sión. Uno consiste en la trasposición de una emoción a ideas indife-
rentes. Si eso sucede, se desarrollan síntomas obsesivos. Como la repre-
sión, este proceso de trasposición ocurre en la demencia precoz del
mismo modo que en las "neurosis". Un ejemplo del primer tipo son
los embarazos imaginarios que son tan comunes en la demencia pre-
coz, y que en su génesis psicológico son enteramente semejantes a los
embarazos histéricos. Un ejemplo del segundo tipo es el hecho de
que en muchos casos de demencia precoz en los cuales el diagnóstico
es muy claro, las ideas obsesivas son la característica más prominente
de la enfermedad. La histeria y Ja demencia precoz tienen por Jo
42 KARL ABRAHAM

tanto dos métodos en común para expresar un sentimiento de culpa


sexual. En la demencia precoz se dispone además de un tercer método.
Éste consiste en presentar una ilusión de haber pecado, y de despla·
zarla hacia un conjunto de ideas indiferente. No puedo en este lugar
citar más elementos de las historias de casos para mostrar que las
ilusiones de pecado están basadas en gran medida en autorreproches
con un contenido sexual. Me referí en un traba jo anterior 10 al hecho
.de que muchos pacientes relacionan, más tarde o más temprano, una
ilusión de pecado con el hecho de que en su juventud no han sido
sinceros y no han dicho nad_a a sus familiares sobre alguna experiep.-
cia sexual que han tenido. Ellos desplazan su sentimiento de culpa,
que está en realidad asociado al haberse sometido sin resistencia a
un trauma sexual, al "pecado" mucho más venial de haber sido des~
honestos. A mí me parece que este mecanismo psíquico del desplaza-
miento sobre una idea menos inquietante está estrechamente relacio-
nado con el prOceso de trasposición que es subyacente a la formación
de ideas obsesivas. No obstante, el resultado es diferente. En un caso
se forma una idea obsesiva; en otro, una ilusión. En este lugar, sólo
puedo mencionar incidentalmente otros mecanismos, también descu-
biertos por Freud, que son de un carácter similar y sirven a los mis-
mos fines. Está, por ejemplo, el muy común proceso de "desplaza-
miento" qúe ocurre en la histeria y en la demencia precoz, y también
en Jos sueños. Un ejemplo de él es el desplazamiento de una sensación
genital a Ja boca.
De este modo, la historia posterior del complejo y las formas
consecutivas que asume, apoyan la teoría propuesta anteriormente
·respecto a la naturaleza de los traumas sexuales en la juventud. Los
niños que luego sufrirá.n de histeria o demencia precoz muestran
·cierta peculiaridad que es, sin embargo, muy explicable desde nuestro
punto de vista y que sostiene nuestra opinión de que el inconciente
acepta el trauma sexual. Esta peculiaridad es el hecho de que con
mucha frecuencia ellos no han experimentado meramente un solo
trauma. Podría esperarse que un niño que se ha quemado evitará el
fuego, esto es, evitará toda repetición o aun la mera posibilidad de una
repetición del trauma sexual, puesto que además de placer la expe-·
riencia le causó dolor u otras sensaciones desagradables, sea directa
o indirectamente. La observación, sin embargo, prueba lo contrario.
Individuos que en una ocasión han sufrido un trauma sexual, del
cual fueron parcialmente culpables por su conducta complaciente, y
que les proporcionó al mismo tiempo un placer, manifiestan una
tendencia a exponerse a nuevos hechos de ese carácter. Si sufren un
segundo trauma, lo asimilan en su inconciente al primer trauma,
que ya ha sido reprimido. El trauma adicional opera de un modo
auxiliar en la perturbación del equilibrio psíquico, y la enfermedad

10 (Cf. NO 9, B. A.)
PSICOANÁLISIS CÚNICO 43

comienza, sea bajo la forma de histeria o de demencia precoz, según


la disposición congénita de la persona.
La tendencia a experimentar reiteradamente traumas sexuales es
una singularidad que podemos obser".'ar a menudo en los histéricos
adultos. Podríamos hablar inclusive de una diátesis traumatofílica,
la cual, además, no está limitada a los traumas sexuales. Los histé-
ricos son esas interesantes personas a quienes siempre les está suce-
diendo alguna cosa. Las mujeres histéricas, especialmente, tropiezan
continuamente con aventuras. Son molest.adas en la vía pública, son
víctimas de ataques sexuales ultrajantes, etc. Es parte de su natura-
leza la compulsión a exponerse a influencias traumáticas externas.
Hay en ellas una necesidad de mostrar que están constantemente so-
metidas a una violencia exterior. En esto reconocemos una forma
exagerada de una característica psicológica general de las mujeres 11.
El hecho de que en la histeria declarada también se encuentra en los
adultos una tendencia a experimentar traumas, es una valiosa evi-
dencia en apoyo de la hipótesis de que personas de este tipo tienen
una tendencia semejante en la infancia.
En su "Psychopathologie des Alltagslebens'', Freud ha llamado
nuestra atención hacia el hecho de que la conducta torpe. las equivo-
caciones, los daños contra sí mismo, los accidentes y sucesos similares
de la vida cotidiana son debidos con frecuencia a un propósito incon-
ciente por parte del sujeto. He citado anteriormente una anécdota
relatada por Freud que muestra que los "accidentes" sexuales pue-
den provenir también de un deseo inconciente. Esta teoría de Freud
proporciona, además, un sostén muy importante a mi opinión de
que los traumas sexuales infantiles del tipo que he especificado son
causados por un deseo inconciente del niño. Para justificar mi utili-
zación de los resultados de Freud daré algunos ejemplos extraídos de
mi propia experiencia, como confirmación de la corrección de sus
conclusiones.
Una muchacha de diecinueve años fue derribada en la calle por
un soldado que pasó trotando en su ca~allo. Cuando esto sucedió era
completamente de .día, y la vía pública era amplia y recta. La mu-
chacha quedó inconciente por un momento, pero no sufrió ninguna
lesión física grave. Poco después aparecieron síntomas de la llamada
neurosis traumática.
La historia anterior de la muchacha era la siguiente:· desde su
infancia había pasado por las más variadas experiencias de carácter
.deprimente. Para comenzar, había sido testigo de peleas entre sus pa-
dres. Cuando éstos se separaron, ella fue asignada a su madre. Sin

11 Podemos citar, incidentalmente, los sueños de muchachas y niujeres sanas


en los que ellas son apuñaladas o asesinadas por un hombre. Freud ha demostrado
que estos sueños deben ser considerados como representaciones simbólicas de un
deseo sexual. En este sueño, el hombre es el atacante y la paciente adopta una actitud
pasiva; no es culpable ni siquiera del acto sexual simbólico.
KARL ABRAHAM

embargo, no le gustaba su madre, que era una persona ineducada,


sin ningún refinamiento. Era afecta a su padre, quien pese a ser un
simple artesano realizaba actividades literarias; Cuando la niña tuvo
doce años se escapó de al lado de su madre y se fue con su padre.
Era una de las mejores alumnas de su escuela, y comenzó a escribir
poesías muy precozmente. Quería llegar a ser una maestra de escuela,
deseo que parecía haberse originado en la admiración que sentía por
cierto maestro, tanto como en su propia inclinación. Como su ·padre
carecía de los medios adecuados para enviarla a un colegio apropia-
do, tuvo que abandonar la escuela prematuramente y emplearse como
sirvienta en un lugar tras otro. Se sentía muy desdichada por no
poder satisfacer su deseo de obtener una educación o ingresar a una
esfera social más elevada. Permaneció en esa situación durante un
año y medio. Luego intentó mejorar su posición aprendiendo taqui-
grafía y mecanografía; pero sus recursos económicos se agotaron an-
tes de que pudiera conseguir ese propósito, y tuvo que ir a trabajar
a una fábrica, donde la asociaci(>n con mujeres ineducadas no era
de ningún modo de su gusto. Había estado en malos términos con
su madre desde que había creído justificada la sospecha de que su
hermana menor era el fruto de una relación ilícita de su madre
antes del divorcio. Estaba muy sola, especialmente dado que su mis-
mo·. padre se preocupaba muy poco de ella. Tenía que hacer un
trabajo que odiaba y vivir en una esfera social ingrata. Su hermana
menor, a quien mantenía con su salario para permitirle aprender
un oficio, respondió a su sacrificio con la ingratitud. Todas estas
circunstancias, y además, probablemente, un amor desdichado, tuvie-
ron un efecto tan deprimente sobre ella que perdió todo interés por
la vida. Con anterioridad inmediata al accidente escribió algunas
poesías en las que expresaba su hastío de la vida. Luego ocurrió el
accidente ya mencionado.
Cuando, como en este caso, una persona no encuentra más pla-
cer en la vida, y en su mente se presenta con evidencia el pensa-
miento de que sería preferible morir a seguir viviendo en tales con-
diciones; y cuando esa persona sufre un accidente en circunstancias
que sugieren que éste podría haber sido evitado, entonces considero
que estamos justificados al suponer que hay una intención suicida
inconciente. La muchacha no se arrojó deliberadamente ante el ca-
ballo. Eso hubiera sido un suicidio conciente. Pero ella no percibió
con la suficiente claridad la posibilidad de apartarse. Freud dio ya
esta explicación en casos semejantes de suicidio o: intentos de sui-
cidio que superficialmente parecían ser accidentes.· Es digno de men-
cióri que el estado de la muchacha mejoró mucho cuando se le pro-
porcionó una ocupación que correspondía a su complejo, y cuando
se hicieron esfuerzos para conseguirle una mejor posición.
La siguiente historia del accidente que sufrió una dama que
padecía de demencia precoz, muestra qué extraños, pero sin embar-
PSICOANÁUSIS CÚNICO 45
go eficaces, son los medios que emplea el inconciente para alcanzar
sus fines. La paciente sufría principalmente una ilusión de pecado
que era el resultado de una larga práctica masturbatoria. Declaró que
su masturbación podía atribuirse a un accidente que había tenido
varios años antes, cuando resbaló y cayó de tal modo que se golpeó
la región genital contra la esquina de una mesa. Su descripción del
accidente hizo imposible imaginárselo de otro modo que el resultado
de un propósito inconciente. En ese momento la paciente sentía evi-
dentemente una excitación sexual que no podía satisfacer de una
manera normal. Luchó contra el deseo de masturbarse. Pero la gra-
tificación que su conciencia le prohibía obtener, se la procuró el in-
conciente a través del "accidente".
Otra paciente habla sentido desde su infancia un afecto extra-
ordinariamente fuerte por su hermano. Cuando hubo crecido, medía
a todo hombre tomando como norma a su hermano. Se enamoró, más
tarde, pero el asunto terminó mal. Poco después de _eso, mientras
estaba todavía muy deprimida, se vio por dos veces en serio peligro
debido a su descuido durante una partida de alpinismo. Como era
una buena alpinista, el hecho de que cayera dos veces en lugares
fáciles y seguros constituyó un misterio para sus amigos. Se supo des-
pués que en esa época estaba jugando con ideas de suicidio. Luego
de su desdicha amorosa volvió a dirigir todo su afecto a su hermano,
quien poco después se comprometió. En seguida de esto ella cayó
enferma con demencia precoz. (Probablemente la enfermedad se ha-
bía desarrollado gradualmente.) En la etapa inicial de depresión
intentó arrojarse por una ventana, algo semejante sin duda a sus caí-
das durante la ascensión. En el asilo su estado mejoró muy lenta-
mente, hasta que al fin le fue posible pasear por el parque con un
acompañante. Se estaba cavando una zanja en el jardín, y ella acos-
tumbraba cruzarla por un puente de tablones, aunque hubiera podido
fácilmente saltar sobre ella. En esa época se le comunicó la fecha
en que se casaría su hermano. Háblaba continuamente de esa boda.
En el día anterior a ella, cuando había salido a caminar como de
costumbre, saltó sobre la zanja en lugar de cruzarla por el puente,
y lo hizo tan desmañadamente que se torció un tobillo. Más adelante,
también, estos percances ocurrieron tan frecuentemente que hasta la
persona que la acompañaba comenzó a sospechar que había algo
de intencional en ellos. En estos accidentes menores su inconciente
estaba expresando, evidentemente, la intención de cometer un suicidio.
Los sucesos de esta clase aparecen bajo una luz .totalmente dis-
tinta tan pronto como sabemos algo acerca de las circunstancias que
los preceden y acompañan. Cuanto más se somete tales acontecimien-
tos al análisis psicológico, tanto más lugar nos vemos obligados a dar
a la significación de la volición inconciente. Por supuesto, no puede
trazarse a este respecto una división estricta entre el propósito con-
ciente y el inconciente.
46 KARL ABRAHAM

Los neuróticos adultos y los enfermos mentales nos ofrecen ejem-


plos muy interesantes de frecuentes experiencias traumáticas (no sólo
de carácter sexual). En este punto debemos hacer una pequeña digre·
sión, referida a un campo vecino de interés. El hecho de que una
histeria traumática es a menudo una "histeria de pensión", está fuera
de duda. Es el deseo del paciente de obtener una compensación lo
que impide que sus síntomas desaparezcan. Si el paciente ha mejo-
rado, y en consecuencia se presenta la amenaza de una reducción o
de un total retiro de la pensión, los síntomas que habían desapare-
cido o se habían amenguado volverán a aparecer o se agudizarán nue-
vamente. Aquí obtenemos una visión de los numerosos modos en que
1 1 psiquismo inconciente es capaz de realizar deseos sin que éstos
1

se hagan concientes de ninguna manera. No es infrecuente que per~


sonas que acaban de tener un accidente padezcan otro, a menudo
insignificante, que sucede en el momento oportuno para apoyar su
pedido de una pensión. He notado que esto ocurre con mucha fre-
cuencia entre una clase de gente especialmente dispuesta a la histe-
ria, a saber, los obreros polacos empleados según la Ley de Compen-
sación de los Trabajadores Alemanes. Es bien sabido que esas perso-
nas defienden sus reclamos de pensión con particular tenacidad, y
que sus síntomas traumático·histéricos perduran con excepcional fir-
meza. El número de obreros polacos que solicitan pensiones debido
a más de un accidente es sorprendentemente grande.
La tendencia a reforzar el primer accidente mediante un segundo~
se manifiesta inclusive en casos en que la persona ha sido internada
por sus síntomas histéricos, y por lo tanto no tiene oportunidad de
sufrir otro accidente en el trabajo. Un trabajador italiano sobre el
que recientemente tuve que dar una opinión, había sido lastimado
por una grampa de hierro que cayó sobre su cabeza desde un anda-
mio. Lo induje a contarme sus sueños. Me dijo repetidas veces que
en su sueño alguien lo había golpeado en la cabeza con un bastón,
o que le había ocurrido algún otro accidente. Su inconciente deseaba
claramente mantener vivo el complejo del síntoma traumático, y daba
expresión a este deseo en sus sueños. El hecho de que éstos fueran
acompañados por ansiedad no va contra esta hipótesis, si aceptamos
la teoría de los sueños de Freud. Considero que de tal modo los muy
frecuentes sueños angustiosos de personas que han sufrido accidentes
están de acuerdo con la teoría de Freud del cumplimiento del deseo.
El inconciente es incansable en sus esfuerzos por dar expresión a un
complejo. Se preocupa por que el valor afectivo del trauma sufrido
no se pierda, y de tiempo en tiempo vuelve a presentar el hecho a
la memoria por medio de un sueño angustioso.
La observación tanto de adultos como de niños, y el análisis de
los sueños de personas sanas, así como los casos de neurosis y enfer-
medad mental, y los síntomas de la histeria y la demencia precoz, nos
llevan a la conclusión de que detrás de los traumas sexuales, espe-
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 47
cialmente de los infantiles, y también de otros traumas, hay a menudo
un propósito inconciente en la parte aparentemente pasiva. Hemos
atribuído a supuestas anormalidades en su sexualidad infantil el he-
cho de que penmnas que luego padecen de histeria o demencia precoz
muestran en su juventud una propensión anormal a los traumas
sexuales; y hemos considerado esa conducta como una forma de acti-
vidad sexual infantil anormal. De este modo la teoría original de
Freud ha sufrido una importante alteración. Los traumas sexuales
infantiles no desempeñan ningún papel en la etiología de la histeria
y la demencia precoz. El padecimiento de tales traumas indica más
bien que el niño tiene ya una disposición para la neurosis o la psico-
sis en la vida posterior. En lugar de una significación etiológica,. el
trauma sexual infantil recibe ahora una significación formativa, y po-
demos comprender cómo es capaz de trazar un curso definido a la
enfermedad subsiguiente, y de determinar el carácter individual de
muchos síntomas.
Nuestras investigaciones han puesto nuevamente ante nosotros la
sugestiva semejanza entre la sintomatología de la histeria y la de la
demencia precoz. Todavía no hemos arribado a la solución de las
diferencias que sin duda existen entre Jas dos enfermedades. Éstas
deberán buscarse en su mayoría en la esfera psicosexual, y constitui-
rán el tema de una investigación ulterior.

POSDATA (1920)
Este trabajo, que fue escrito en 1907, contiene ciertos errores en
su interpretación de las teorías de Freud. En el momento de escribir-
lo, yo había comenzado sólo recientemente a interesarme en el mé-
todo psicoanalítico. Considero preferible señalar este hecho de un
modo general a efectuar las correcciones necesarias en cada lugar del
texto, especialmente dado que esos errores no invalidan los resultados
de mis investigaciones.
CAPÍTUW II

LAS DIFERENCIAS PSICOSEXUALES ENTRE LA


HISTERIA Y LA DEMENCIA PRECOZ (1908) 12

EL .MÉTODO psicoanalítico nos ha permitido reconocer importantes


analogías en las estructuras de la histeria y de la demencia precoz 1 ª.
En este trabajo será suficiente mencionar las más conspicuas. Los
síntomas de ambas enfermedades se originan en complejos sexuales
reprimidos. En ambos casos, impulsos normales y también perversos
pueden determinar la formación de síntomas. Los medios de expre-
sión empleados por ambas enfermedades son Jos mismos en una me-
dida considerable. (No necesito referirme más que al simbolismo
sexual.)
Pero a pesar de estas características comunes, hay una. antítesis fun-
damental entre las dos afecciones, según el consenso de todos los
observadores. Hasta el presente, sin embargo, ellos no la han definido
satisfactoriamente. Sólo han descrito diferencias de grado, y éstas po·
nen de manifiesto una vez más la semejanza entre ambas formas
patológicas. Dado que ciertas características importantes comunes ·a
la histeria y la demencia precoz son de naturaleza psicosexual, cabe
preguntarse dónde termina esta analogía. De tal modo, al tratar de
descubrir las diferencias fundamentales entre las dos enfermedades,
nos vemos llevados nuevamente a la esfera psicosexual.
Los "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie" (1905), de Freud,
nos ofrecen_ una base para una investigación de esta clase, y especial-
mente sus hipótesis sobre la sexualidad infantil, las perversiones se-
xuales, y el impulso sexual de los neuróticos. La~ consideraciones teó-
ricas que voy a proponer respecto a la sexualidad de los enfermos
mentales crónicos, se apoyan en las teorías sexuales de Freud 14 •

12 (NO JI. B. A.)


13 Véase particularmente, de Jung, "Uber die Psychologie der Dementia
Precox" (1907).
14 Muchas de las ideas expuestas en este trabajo que van más allá de las
teorías publicadas de Freud, las debo en primer lugar a comunicaciones orales y
escritas del m¡smo Freud. Y también he podido formular con mayor claridad
algunos puntos gracias a discusiones con el Prof. Bleuler y el Dr. Jung, durante
el curso de mi trabajo en la Clínica Psiquiátrica de Zürich.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 49

Los primeros impulsos sexuales del niño están relacionados, según


Freud, con una sola zona erógena: la boca. Durante los primeros
años de su vida otras partes del cuerpo asumen la función de zonas
erógenas, además de la zona oral. Las más tempranas expresiones de
su libido son de índole autoerótica. En esta etapa el niño no conoce
todavía ningún objeto sexual fuera de sí mismo. En el subsiguiente
período de desarrollo se vuelve hacia un amor "objetivo". Pero esto
no tiene inmediatamente una dirección fija y definida hacia personas
del sexo opuesto. Hay varios instintos componentes en el niño, y en
el curso normal de los acontecimientos uno de ellos, el heterosexual,
adquiere y retiene la posición de supremacía; mientras que la energía
derivada de los otros instintos componentes es apartada del uso sexual
y aplicada a importantes fines sociales. A este último proceso se le
llama sublimación. Puede decirse de un modo general que los senti-
mientos de repugnancia se originan en la sublimación de los compo-
nentes- homosexuales; la vergüenza en la sublimación de la escbpo-
filia y exhibicionismo infantiles; y el horror, la piedad y sentimientos
similares en la sublimación de componentes sádicos y masoquistas.
Todo el desarrollo psicosexual del niño no consiste en aprender
a transferir su libido a personas del sexo opuesto y a convertir los
restantes instintos componentes en sentimientos sociales. Tanto la
transferencia sexual como la sublimación de la energía sexual van
mucho más allá de estos límites; y ambos procesos se producen nor-
malmente de un modo conjunto y armónico. Las actividades artísti-
cas 15 , científicas y, en cierta medida, muchas otras tareas profesiona-
les, dependen de los procesos de sublimación. Personas con una libido
insatisfecha convierten con frecuencia su energía sexual disponible en
una actividad febril en su traba jo, o dirigen su excedente libidinal
hacia actividades sociales, y encuentran en ellas su satisfacción. Ésta
es la fuente principal de donde surgen el interés por la alimentación
y el cuidado de los niños, por la caridad pública, por las sociedades
protectoras de animales, etc.
La conducta social del hombre depende de su capacidad para la
adaptación. Ésta es, sin embargo, una transferencia sexual sublimada.
Un "rapport" mental positivo o negativo se produce entre personas
que. han estado juntas durante algún tiempo, y se expresa en senti-
mientos de simpatía o antipatía. Es la base de los sentimientos de
amistad y armonía mental. La conducta de un ser humano en la vida
social está enteramente de acuerdo con la manera en que reacciona
ante los estímulos sexuales. En ambos casos una persona dada se
manifiesta de fácil o difícil acceso, basta o refinada en su modo de
ser, contentadiza o exigente en sus preferencias. Lo que designamos
en el comportamiento de una persona como envarado, torpe o des-
mañado, y en el de otra como donairoso, diestro, etc., son signos

15 Cf. Rank, "Der Künstler, Ansatze zu einer Sexualpsichologie", (1907).


50 KARL ABRAHAM

de una menor o mayor capacidad de adaptación, esto es. capacidad


de transferencia.
En el psicoanálisis utilizamos la transferencia con fines terapéu-
ticos, como lo hacemos en todas las formas de tratamiento psíquico 16
·La sugestión, cuyos efectos se constatan en su más alto grado en la
hipnosis, es una forma muy marcada de transferencia sexual.
El hombre transfiere su libido no sólo a objetos animados sino
también a objetos inanimados. Mantiene una relación personal con
casi todos los objetos de su contorno, y esta relación se origina en
su sexualidad. En mi monografía "Traum und Mythus" 17 , he tra-
tado esta cuestión en detalle, y aquí mencionaré solamente unas po-
cas consideraciones esenciales sobre este tema. Nuestro idioma ale-
mán concede un g~nero a los objetos inanimados, porque los com-
para al macho o la hembra en razón de características definidas. "El
ser humano sexualiza al universo", dice Kleinpaul 18. El simbolismo
sexual del lenguaje, que volvemos a encontrar en los sueños y en
Jos trastornos mentales, se origina· en la misma fuente. Tenemos evi-
dentemente una relación personal, que es muy semejante a la atrac-
ción sexual, con los objetos de los que nos hemos prendado durante
el uso, o debido a su valor estético. La dirección que manifiesta
nuestro gusto en la elección de objetos se adecúa completamente a
nuestra elección del objeto sexual. Hay muchos grados diferentes
en este tipo de afección a objetos. Muchas personas casi no tienen
necesidades a este respecto, mientras que otras están totalmente bajo
el dom~nio de su pasión por ciertos objetos. Con una delicada per-
cepción de estas relaciones psicológicas, el idioma alemán denomina
a un hombre que no retrocede ante ningún sacrificio en la conse-
cución de un objeto deseado, un "Liebhaber" (amante, aficionado) ,
comparándolo así al hombre que ama a una mujer. El tipo más no-
table de "Liebhaber" es el coleccionista. El valor excesivo que atri-
buye al objeto que colecciona corresponde completamente a Ja so-
breestimación de su objeto sexual por parte del amante. Una pasión
de coleccionista es frecuentemente un sustituto directo de un deseo
sexual; y en ese caso, detrás de la elección de los objetos coleccio.;
nadas se oculta a menudo un delicado simbolismo. El ansia de co-
leccionar de un soltero disminuye con frecuencia después de que se
ha casado; y es bien sabido que el interés por coleccionar varía en
los diferentes períodos de la vida.
El impulso sexual del neurótico se distingue del de la persona
normal, en primer lugar, por la excesiva fuerza de su deseo. Ade-
más, el neurótico carece de armonía interna. Sus instintos compo-

16 Ct Freud, "Fragmento del análisis de un caso de histeria" (1905). Tam-


bién Sadger, "Die Bedeutung der psychoanalytisches Methode nach Freud" (1907).
17 (NQ 14, B. A.)
18 Kleinpaul, "Stromgebiet der Sprache", p. 468.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 51
nentes están incompleta1nente subordinados al heterosexual; y existe,
por otra parte, una tendencia a reprimir este último instinto. Ideas
asociadas con las actividades sexuales normales le ocasionan asco y
repugnancia. Durante toda su vida un instinto componente se está;
oponiendo a otro, y el excesivo deseo de alguna cosa lucha con un
extremo rechazo de ella. De este conflicto trata de evadirse el neu·
rótico en la enfermedad. Con el comienzo de su neurosis, el material
reprimido llega a su conciencia y se ~onvierte en síntomas histéricos.
La conversión sirve como una descarga de los impulsos reprimidos,
que pueden ser normales pero son especialmente de naturaleza per-
versa. Los síntomas son en sí mismos actividades sexuales anormales.
Además de Jos períodos de enfermedad en sentido estricto, Ja libido
neurótica se manifiesta en una intensificación de la transferencia. La
catexia del .objeto es anormalmente elevada; y se muestra una ten-
dencia mayor que la normal hacia· la sublimación.
A la luz de este conocimiento podemos comparar la conducta
psicosexual de las personas que padecen de demencia precoz con la
de las personas normales y las neuróticas. Con tal fin seleccionare-
mos algunos tipos del amplio grupo de enfermos mentales crónicos
que, de acuerdo con Kraepelin, clasificamos como casos de demen-
cia precoz.
Imaginémonos en un hospital psiquiátrico. Vemos delante nues-
tro a un paciente que sufre una forma grave de la enfermedad, y se
encuentra en una etapa avanzada de ella. Está parado en una es-
quina del cuarto, o corre infatigablemente. Mira fija y ociosamente
delante de él, tiene alucinaciones, murmura un par de palabras, y
gesticu'la de un modo extraño. No habla con nadie y evita a todo
el mundo. No tiene ningún deseo de ocuparse en algo, descuida su
apariencia, come ruidosamente, está sucio, se embadurna con excre-
mentos y se masturba abiertamente sin sentir vergüenza. Es como si
sus vecinos no existieran para él.
Pasamos ahora a un caso menos grave, que exhibe sin embargo
fundamentalmente la misma conducta, aunque no en un grado tan
extremo. Él también es insociable y resérvado, y tiene ideas perse~
cutorias y de grandeza. Su conducta y manera de hablar son pecu~
liares, afectadas y poco naturales. Se queja amargamente por su in-
ternación, pero expresa estas quejas, como toda otra, sin la emoción
correspondiente. loma conocimiento de los sucesos del mundo ex-
terior, pero no se interesa realmente por ellos. Hará algún pequeño
trabajo mecánico, pero él no le proporcionará ninguna satisfacción.
Hay aquí otro paciente cuya enfermedad no exhibe síntomas muy
marcados, y que no necesariamente ha sido declarado enfermo mental.
Se siente con facilidad agraviado por los demás, no se lleva bien con
sus parientes, no hace amigos ni los desea. No siente necesidad algu-
na de relaciones humanas, y está desprovisto de tacto y de los senti-
mientos más delicados. No podemos entablar relaciones amistosas
52 KARL ABRAHAM

con él. Quizá posee una inteligencia mayor que la normal, pero todo
lo que_ hace por lo general no tiene valor. Sus producciones intelec-
tuales son generalmente peculiares y poco naturales, violan las leyes
del buen gusto y carecen de una sensibilidad normal.
Todas estas formas de la enfermedad 19 tienen en común las
mismas anomalías en lo que concierne a la vida emocional del , pa-
ciente. (Pues las diferencias son sólo una cuestión de grado; una
forma benigna puede convertirse en grave, y una grave puede exhi-
bir considerables atenuaciones.) Mientras quf las ideas de las per-
sonas sanas son acompañadas por sentimientos adecuados, tal asocia-
ción emocional falta en estos pacientes. Pero puesto que hemos atri-
buído toda transferencia de emociones a la sexualidad, debemos llegar
a la conclusión de que la demencia precoz destruye la capacidad de
la persona para la transferencia sexual. esto es, para el amor objetivo.
La primera inclinación sexual inconciente del niño se da hacia
sus padres, y especialmente l¡.acia el del sexo opuesto. También se
produce una fuerte transferencia entre hermanos y hermanas en la
misma familia. Al mismo tiempo, no obstante, se presentan sentimien-
tos de rebelión y odio, particularmente entre miembros del mismo
sexo. Estos sentimientos sucumben ante Ja influencia de la educación
y de otros factores exógenos de represión. Bajo condiciones normales~
hay entre padres e hijos una relación afectuosa y un sentimiento de
unidad. En los histéricos encontramos a menudo este sentimiento
morbosamente exagerado respecto a una persona, y transformado en
violenta aversión respecto a otra. En los que padecen de demencia
precoz falta generalmente tal sentimiento familiar; y encontramos en
su lugar indiferencia, o una pronunciada hostilidad, que se convier-
ten en ilusiones de persecución.
Un paciente con buena educación, cuya madre nunca había inte-
rrumpido sus tiernOs cuidados durante la larga enfermedad de su hijo,
pese a su frialdad respecto a ella, reaccionó ante las noticias de su
muerte con la observación: "¿Es eso lo último?". Del mismo modo, se
comprueba cotidianamente que padres afectados por la demencia pre-
coz dejan de sentir todo afecto por sus hijos.
Tuve sujeto a mi observación a un joven en quien este trastorno
mental se había desarrollado muy tempranamente. En su primera
infancia,. mostraba una transferencia tan marcada hacia su madre, que
a los tres años exclamó cierta· vez: "Mamá, si tú mueres me golpearé
la cabeza con una piedra, y entonces yo también estaré muerto." No
le permitía a su madre estar por un solo momento con su padre. In-
sistía en que sólo ella lo llevara de paseo, la vigilaba- celosamente, y
era rencoroso con su hermano. Había mostrado desde la infancia una

19 Al utilizar las denominaciones "leve" y "grave", no hay nada implícito


acerca del proceso morboso de la enfermedad, sino sobre sus efectos prácticos
(sociales) .
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 53
tendencia anormal a la contradicción. Su madre decía de él que ya
en esa época era "el espíritu que siempre niega" 20. No se asoció con
otros muchachos, sino que se adhirió a su madre solamente. A los
trece años era tan incontrolable en su hogar, que sus padres tuvieron
que confiarlo a otras manos. Desde el momento en que su madre
lo llevó a su nuevo hogar y luego se fue. cambió completamente. El
excesivo afecto y ternura hacia su madre se convirtieron en senti-
mientos de absoluta frialdad. Escribió cartas ceremoniosas, formales,
en las que nunca la mencionaba. Desarrolló gradualmente una seria
psicosis alucinatoria en la que el proceso de declinación de su vida
afectiva se hizo más y más evidente.
La investigación psicoanalític¡i ha demostrado que en los enfer-
mos mentales un afecto excesivo se convierte a menudo en violenta
hostilidad. Este apartamiento de la libido de un objeto sobre el cual
fue anteriormente transferida con particular intensidad, es irrevocable
en la demencia precoz.
En los recuerdos que se presentan en los casos de demencia pre-
coz, se nos dice· con gran frecuencia que el paciente ha sido siempre
callado e inclinado a cavilar, qU.e nunca se ha asociado con nadie, que
ha evitado la compañía y las diversiones, y que nunca ha estado
realmente alegre como las demás personas. Estos individuos en reali-
dad nunca han tenido una capacidad adecuada para transferir su
libido al mundo externo. Son ellos quienes constituyen el elemento
insociable en los asilos. Sus palabras carecen de contenido afectivo.
Hablan de las cosas más sagradas y de meras trivialidades en el mismo
tono de voz y con los mismos gestos. Sólo se produce una reacción
afectiva, y a veces muy violenta, si la conversación roza algún com-
plejo.
Los pacientes que sufren de demencia precoz son en cierto sen-
tido muy sugestionables, y esto puede parecer que contradice la idea
de una débil transferencia sexual. Su sugestibilidad, sin embargo, es
muy diferente de la de la histeria. A mi juicio, consiste simplemente
en que ellos no luchan contra ésta o aquélla. influencia, pues en el
momento son demasiado indiferentes para oponerse (la "obediencia
automática" de Kraepelin). La perturbación de su capacidad para la
atención es de gran importancia a este respecto. Creo, por lo tanto,
que esta sugestibilidad es simplemente una ausencia de resistencia.
Pero se convierte muy fácilmente en resistencia. El negativismo de la
demencia precoz es la más completa antítesis de la transferencia. En
contraste con la histeria, estos pacientes son accesibles a la hipnosis
sólo en un grado muy escaso. Al intentar psicoanalizarlos comproba-
mos nuevamente la ausencia de transferencia. Por eso en este tipo

20 "Der Geist der stets vemeint" (esto se dice de Mefistófeles en el Fausto


de Goethe, parte l) ,
54 KARL ABRAHAM

de enfermedad el psicoanálisis rara vez es tomado en consideración


como procedimiento terapéutico.
Podemos observar la falta de transferencia en estos pacientes de
muchos modos. Nunca los vemos realmente contentos. No tienen sen-
tido del humor; su risa es irreal o convulsiva, o groseramente erótica,
pero nunca cordial. Y a menudo significa, no que ellos estén de buen
ánimo, sino que un complejo ha sido tocado. Éste es el caso, por
ejemplo, de la risa estereotipada del paciente que sufre alucinaciones,
pues éstas siempre están relacionadas con su complejo. El compGr-
tamiento de tales pacientes es torpe y envarado; mu·estra con gran
claridad su falta de adaptación a su ambiente. Kraepelin habla muy
significativamente de una "pérdida de la gracia" en ellos. Han per-
dido la necesidad de hacer que su contorno sea cómodo y alegre. Su
apego a sus actividades y ocupaciones desaparece de la misma manera
que su apego a la gente. Con rapidez se abstraen en sí mismos; y,
cosa que me parece especialmente característica, no saben lo qué es el
aburrimiento. Es verdad que la mayoría de estos pacientes que están
internados en instituciones pueden ser educados para hacer un trabajo
bastante útil, ejerciendo una sugestión constante en tal sentido; pero
no encuentran ningún placer en lo que hacén, y tan pronto como
cesa la sugestión lo dejan de lado. Una aparente excepción es la de
aquellos pacientes que trabajan desde la mañana temprano hasta
bien entrada la noche sin necesitar ningún descanso ni distracción.
Tan infatigable industriosidad se origina invariablemente en un com-
plejo. Un paciente que yo conozco, por ejemplo, se muestra extraor-
dinariamente activo en la huerta del asilo, porque considera a todo
el fundo propiedad suya. Otro, un hombre anciano, trabaja incan-
sablemente en el fregadero de su sección, y no permite que nadie
lo ayude. Esto se debe a que él oye a duendes que hablan desde el
agua del vertedero, quienes cierta vez le profetizaron que se reuniría
con ellos si antes de su muerte lavaba otras 100.000 piezas de loza.
Este octogenario no se interesa en nada más que en su trabajo, el
cual ejecuta con el acompañamiento de ceremonias secretas.
Estos pacientes no tienen ya ningún interés real por objetos, o
por sus propiedades; y nada de lo que los rodea ejerce atracción al-
guna sobre ellos. Es verdad que con frecuencia expresan un deseo
intenso de algún objeto, pero si lo obtienen no les produce ningún
efecto. También es cierto que muestran una gran preocupación por
ciertas cosas, pero en su oportunidad queda en evidencia que no tie-
nen con ellas ningún lazo afectivo real. Cierto paciente coleccionaba
en gran número piedras comunes; decía que eran• piedras preciosas,
y les atribuía un enorme valor. La gaveta donde las guardaba se
rompió finalmente debido a su peso. Cuando las piedras fueron reti-
radas, el paciente protestó contra esta interferencia en sus derechos;
pero no se lamentó por sus tesoros perdidos, sino que coleccionó
nuevas piedras. Ellas servían lo mismo como símbolo de sus supuestas
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 55
riquezas. La muy frecuente manía destructiva de los pacientes se
debe en parte, indudablemente, a que no hallan placer en los objetos.
En muchos casos la perturbación mental afecta no sólo a las
sublimaciones sociales más elevadas que se desarrollan gradualmente
durante el curso de toda la vida, sino también a aquellas que se ori-
ginan en la primera infancia, tales comp la vergüenza, la repugnan-
cia, los sentimientos morales, la piedad, etc. Una investigación cuida-
dosa demostrará probablemente que estos sentimientos están en alguna
medida destruídos en todos los casos de demencia precoz; y en todos
Jos casos graves es muy evidente que eso sucede. Las manifestaciones
más pronunciadas de tal proceso son el ensuciarse con excrementos,
el beber orina, la falta de higiene, etc., todas las cuales indican la
pérdida de los sentimientos de repugnancia; mientras que una con-
ducta erótica importuna, tal como el exhibicionismo, implica una
pérdida de los sentimientos de vergüenza. Nos recuerdan la conducta
de los niños que todavía no muestran repugnancia por los excremen-
tos, ni sentimientos. de vergüenza por la desnudez. Otra manifestación
es la libertad con que muchos pacientes hablan de las intimidades de
su vida anterior. Rechazan los recuerdos solamente cuando han per-
dido valor ó interés para ellos. Su actitud respecto a los actos crueles
cometidos por ellos mismos manifiesta con la mayor claridad que
han perdido todo sentimiento de piedad. Cierta vez vi a un paciente
pocas horas después de haber matado a tiros a un vecino inocente, y
herido gravemente a su esposa. Hablaba muy calmosamente de los
motivos del hecho y de este último, y al mismo tiempo comía tran-
quilamente los alimentos que habían sido puestos ante él.
Hasta aquí, podemos reconocer dos grupos de fenómenos en la
demencia precoz; uno en el cual la libido del paciente se aparta de
los objetos animados e inanimados, y otro en el cual éste ha perdido
los sentimientos que surgen con la sublimación. Vemos así que esta
enfermedad implica una cesación del amor a objetos 21 y de la subli-
mación. Sólo nos es conocida una condición séxual semejante, a saber,
la de la primera infancia; la denominamos, con Freud, "autoerotis-
mo". También en este período falta el interés por objetos y la subli-
mación. La característica psicosexual de la demencia precoz es el re-
greso del paciente al autoerotismo, y los síntomas de su énfermedad
son una forma de actividad sexual autoerótica.
Esto no quiere decir, por supuesto, que todo impulso sexual de
estos pacientes sea autoerótico. Pero significa que toda atracción ha-
cia otra persona está, por decirlo así; recubierta con el enfermizo
matiz del autoerotismo. Cuando una paciente parece tener muy in-
tensos sentimientos amorosos y los expresa con gran violencia, nos
sorprende al mismo tiempo su singular carencia de pudor al mani-

21 Un paciente bajo mi observación se trataba a si mismo de "usted" en sus


numerosos escrito~; pues él era el único objeto por el que se interesaba.
56 KARL ABRAHAM

festarlos. I 1. pérdida de sentimientos de vergüenza, que son un efecto


de la sublimación, es un paso en la dirección del autoerotismo. Ade-
más, vemos que tales pacientes se enamoran de alguien de un modo
súbito e indiscriminado, y luego, con la misma rapidez, cambian a
esa persona por otra. En todo asilo hay siempre algunas mujeres que
se enamoran de quienquiera sea su médico en el momento; y pronto
tienen la ilusión de que están comprometidas o casadas con él, se
imaginan embarazadas por obra de él, y ven un signo de amor en
cada palabra que él dice. Si el médico se va, su sucesor toma muy
pronto su lugar en la vida afectiva de estas pacientes. En consecuen~
cia, ellas todavía pueden dirigir su deseo sexual hacia una persona,
pero ya no son capaces de ningún apego duradero a ella. Otras pa-
cientes alimentan durante años un amor imaginario, que sólo existe
en sus cabezas; y probablemente nunca han visto siquiera a su objeto
sexual. En la vida real se apartan de todo contacto humano. Para
abreviar, hay siempre alguna evidencia de su actitud autoerótica. En
aquellos casos que debido a una amplia disminución de los síntomas
dan impresión de una cura, la deficiente capacidad para un interés
continuo en el mundo externo es, por lo gc;neral, el rasgo morboso
más claramente visible.
El paciente cuya libido se ha apartado de los objetos, se ha colo-
cado a sí mismo contra el mundo. Se encuentra solo, y enfrenta a un
mundo que le es hostil. Parece como si sus ideas de persecución 22
estuvieran dirigidas especialmente contra la persona hacia la cual ha-
bía en otro tiempo transferido su libido en un grado apreciable. En
muchos casos, por lo tanto, el perseguidor será su objeto sexual
original.
El autoerotismo de la demencia precoz es la fuente, no sólo de
las ilusiones de persecución, sino también de la megalomanía. En
condiciones normales, cuando dos personas han transferido mutua-
mente su libido, cada una de ellas sobreestima el valor de la otra, a
quien ama. (Freud llama a esto "sobreestimación sexual".) El enfer-
mo mental transfiere sobre él solo, en cuanto es su único objeto sexual,
toda la libido que la persona sana vuelca sobre todos los objetos vi-
vientes e inanimados de su contorno, y en consecuencia su subreesti-
mación sexual está dirigida hacia él solamente y asume enormes di-
mensiones. Pues él es su mundo entero. El origen de la megalomanía
en la demencia precoz es por lo tanto una sobreestimación sexual
reflejada o autoerótica, una sobreestimación que es dirigida hacia el
propio ego 23 . Ilusiones de persecución y megalomanía están por eso

22. El apartamiento de la libido del mundo exterior es la base para la for·


mación de las ilusiones de persecución en general. En este lugar no puedo exten·
denne sobre los otros factores que deben ser considerados a este respecto.
23 Considero a la sohrestimación sexual autoerótica como la fuente de la
megalomanía en general en la demencia precoz. La idea especial en la que ella
puede cobrar forma está determinada por un particular deseo reprimido.
PSICOA..VÁLISIS CÚNICO 57
estrechamente relacionadas. Toda ilusión de persecución está en la
demencia precoz acompañada por megalomanía.
El aislamiento autoerótico del paciente del mundo exterior, no
sólo afecta su conducta reactiva sino también su actitud receptiva.
Se cierra a las percepciones sensorias de la realidad que fluyen hacia
él. Su inconciente produce percepciones de naturaleza alucinatoria, y
éstas corresponden a deseos reprimidos. Lleva así tan lejos su autoais-
lamiento que en cierta medida excluye al mundo exterior. Ya no le
da nada, ni acepta nada de él. Se concede a sí mismo el monopolio
para el abastecimiento de impresiones sensoriales.
El paciente que no tiene interés por el mundo externo, que vege-
ta en una completa absorción en sí mismo, y cuya expresión apática
le da una apariencia de total insensibilidad, parece a la observación
ordinaria estar desprovisto de actividad emocional o mental. Es ha-
bitual utilizar el término "demencia" para este estado. Pero la misma
expresión se usa para la condición que se presenta en otras psicosis,
en la demencia epiléptica, paralítica y senil. Las dos condiciones son
en realidad de un carácter muy diferente, y es sólo su efecto -la dis-
minución de la capacidad mental- lo que es igual en ambas, y aun
esto sólo hasta cierto punto. Por lo tanto, al utilizar el término "de-
mencia", debemos tener presente este hecho. Sobre todo, debemos •
cuidarri.os de no caer en el error común de llamar a las ilusiones
"idiotas" porque son absurdas; si lo hacemos, deberíamos calificar
del mismo modo a los hondamente significativos absurdos que se
presentan en los' sueños. Tanto la demencia paralítica como la senil
destruyen completamente las facultades mentales del paciente, y
ocasionan gruesos síntomas de deterioro mental; mientras que la
demencia epiléptica conduce a una vida ideacional monótona y extra-
ordinariamente empobrecida, y a una extrema dificultad para la com-
prensión. Estas enfermedades pueden llegar a ser estacionarias por
algún tiempo, pero en general son progresivas. En la demencia pre-
coz, por otro lado, la demencia se basa en una "obstrucción" del
sentimiento. El paciente refrena sus facultades intelectuales en todo
caso, aunque lo contrario ha sido postulado con frecuencia, nunca
fue demostrado. Pero como consecuencia de este "bloqueo" autoeró-
tico, el paciente no recibe ninguna impresión nueva, y reacciona ante
el mundo exterior sea de una manera anormal o bien 9.e ninguna
manera. Pero en cualquier momento pueden tener lug¡ir atenuacio-
nes, e ir inclusive tan lejos como para que apenas quede alguna sos-
pecha de un defecto mental.
La "demencia" de la demencia precoz, es un fenómeno autoeró-
tico en el cual el paCiente carece de reacciones afectivas normales
respecto al mundo exterior. Los dementes epilépticos u orgánicos, en
cambio, reaccionan con sentimientos muy intensos, en cuanto son
capaces de comprender lo que está pasando. El epiléptico nunca se
muestra indiferente; manifiesta una superabundancia de afecto, tanto
58 KARL ABRAHAM

en el amor como en el odio. Transfiere su libido sobre personas y


objetos en un grado extraordinario, y siente hacia sus familiares tanto
gratitud como afecto. Encuentra placer en su trabajo, y se .aferra
con tenacidad a. su propiedad, conservando cuidadosamente cada frag-
mento de papel, y nunca deja de contemplar sus tesoros con gran
satisfacción.
El autoerotismo es también el rasgo que distingue a la demencia
precoz de la histeria. En el primer caso, la libido se aparta de los
objetos, en el otro, la catexia de los objetos es excesivamente alta.
Por un lado hay una pérdida de la capacidad para la sublimación,
por el otro un aumento de esa capacidad.
Si bien podemos a menudo reconocer las características psicose-
xuales de la histeria en los niños, los síntomas patológicos más graves
por lo general sólo se desarrollan mucho más tarde. No obstante,
algunos de estos casos manifiestan francos signos de la enfermedad
inclusive en la infancia. Concluímos de esto que la constitución psi-
cosexual de la histeria es congénita..La misma conclusión vale para
la demencia precoz. Con mucha frecuencia encontramos en los recuer-
dos que los pacientes fueron siempre raros y soñadores, y que nunca
se asociaron con nadie. Mucho antes del estallido real de la enfer-
' medad eran incapaces de transferir su libido, y por lo tanto todas sus
aventuras amorosas transcurrieron en el reino de la fantasía. Muy
probablemente, apenas exista algún caso que no exhiba estas caracte-
rísticas. Tales personas son también especialmente propensas al ona-
nismo. En consecuencia, nunca han superado completamente su auto-
erotismo infantil. El amor a objetos no se ha desarrollado entera-
mente en ellas, y cuando la enfermedad se hace manifiesta vuelven
nuevamente al autoerotismo. La consitución psicosexual de la demen-
cia precoz se basa, por lo tanto, en una inhibición del desarrollo. Los
pocos casos que muestran en la niñez fenómenos psicóticos en una
forma abierta, corroboran esta hipótesis de un modo llamativo; pues
ellos exhiben claramente una persistencia patológica en el autoero-
tismo. Uno de mis pacientes había mostrado un pronunciado negati-
vismo a la temprana edad de tres años. Cuando se lo lavaba, cerraba el
puño y no permitía que le secaran los dedos. Se condujo del mismo
modo siendo un escolar de cinco años. En su tercer año, el mismo
paciente no podía ser inducido durante meses a evacuar el vientre,
y su madre tenía que rogarle todos los días que abandonara ese há-
bito. Este ejemplo muestra una fijación anormal a una zona erógena,
un típico fenómeno autoerótico. El joven paciente mencionado con
anterioridad, quien apartó bruscamente su libido de su madre a los
trece años, también se había comportado de una manera negativista
en su primera infancia.
La inhibición del desarrollo psicosexual de una persona no sólo
se expresa en su incapacidad ·para superar completamente su auto-
erotismo, sino también en una persistencia anormal de sus instintos
PSICOANÁLISIS CÚNICO 59
componentes. Esta característica, que merece una investigación aparte
y detallada, sólo puede ser ilustrada en este lugar mediante un ejem-
plo tomado del paciente acerca de cuyo comportamiento negativista
y autoerótico ya he hablado. A la edad de veintisiete años, su médico
tuvo cierta vez que alimentarlo mediante una sonda estomacal debido
a que él se negaba a comer. Concibió esta medida como un acto de
pederastia, y desde ese momento consideró a su· médico como a un
perseguidof homosexual. Este ejemplo saca a luz el componente ho-
mosexual, con desplazamiento desde la zona anal hacia otra zona
erógena ("desplazamiemo desde abajo hacia arriba", de Freud), y
muestra al mismo tiempo el origen erógeno de una idea de perse-
cución.
Una persistencia anormal de los instintos componentes es tam-
bién característica de las neurosis, y manifiesta que también en ellas
se han sufrido inhibiciones en el desarrollo. Pero en estos casos está
ausente la tendencia autoerótica. En la demencia precoz, el trastorno
tiene raíces mucho más profundas; una persona que nunca ha dejado
atrás completamente el estadio primario de su desarrollo psicosexual,
es empujada más y más hacia la etapa autoerótica a medida que la
enfermedad progresa.
u na gran parte de las manifestaciones patológicas de la demencia
precoz serían, según mi opinión, explicables, si postulamos que el
paciente tiene una constitución psicosexual anormal dirigida al auto-
erotismo. Tal hipótesis haría innecesaria la recientemente discutida
teoría de la toxina.
Es naturalmente imposible tratar en un solo trabajo todos los
numerosos fenómenos de la enfermedad que pueden ser atribuidos
a una tal inhibición del desarrollo; y aún una obra más larga no
podría hacerlo, pues el análisis de las psicosis sobre la base de las
teorías freudianas todavía está en su infancia. Y sin embargo el mé-
todo de Freud nos dará, según creo, algunos conocimientos que no
son obtenibles de otro modo. Lo que me he propuesto principalmente
en este trabajo es encontrar un diagnóstico diferencial entre la de-
mencia precoz, la histeria y las neurosis obsesivas. Me parece, además,
que la investigación psicoanalítica podrá atac<ir el problema de la
génesis de las diversas formas de ilusiones. Quizás ese método ayude
también a elucidar las perturbaciones intelectuales que se comprue-
ban en el cuadro clínico de la demencia precoz, perturbaciones que
en el presente estamos todavía lejos de comprender.
CAPíTui.o 111

LAS RELACIONES PSICOLóGICAS ENTRE LA


SEXUALIDAD Y EL ALCOHOLISMO (1908) 2 •

Es UN HECHO indiscutido que, generalmente hablando, los hombres


sOn más incTinados a beber alcohol que las mujeres. Aunque en mu-
chos países las mujeres ingieren alcohol diariamente, como cosa común
y corriente, del mismo ~odo que los hombres, y aunque en muchos
lugares se ve a menudo en las calles a mujeres embriagadas, sin em-
bargo el alcohol no está nunca asociado con Ja vida social de las
mujeres en la medida en que lo está con la de Jos hombres. Hay
amplios círculos en los cuales ser un bebedor empedernido es consi-
derado como un signo de hombría, e inclusive como una cuestión de
honor. La sociedad nunca exige de esta manera que las mujeres in-
gieran alcohol. Entre nosotros es costumbre más bien condenar la
bebida como poco femenina; y no es nunca un motivo de jactancia
entre mujeres normales, como lo es entre los hombres.
Me parece que vale la pena investigar si esta diferencia en la
actitud de los hombres y las mujeres hacia el alcohol descansa en
diferencias sexuales. Pero tal investigación debe partir de las nuevas
concepciones de la constitución psicosexual de hombres y mujeres, tal
como han sido formuladas especialmente en las obras de Freud 2 5 •
Es un hecho biológico que el cuerpo humano contiene Jos órga-
nos genitales de los dos sexos en una forma rudimentaria. En el curso
de su desarrollo normal, uno de los dos conjuntos de órganos es
suprimido o asume otras actividades, mientras que el otro prosigue su
evolución hasta que es capaz de ejecutar sus funciones propias. Un
proceso análogo tiene lugar en la esfera psicosexual. También aquí la
diferenciación de los sexos procede de un estado original de bisexuali-
dad. En la infancia, las expresiones de los instintos sexuales son toda-
vía muy parecidas en varones y mujeres.
Hemos aprendido, particularmente debido a las investigaciones
de Freud, que de ningún modo faltan las actividades sexuales en la
niñez. Solamente la función de la procreación no aparece todavía; ese
instinto encuentra su forma definitiva sólo grad~"almente. Según

24 (NO 12, B. A.) .


25 "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie", 1905.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 61

Freud, la libido infantil carece de un objeto; ella es "autoerótica".


Obtiene gratificación por la excitación de ciertas partes del cuerpo
que sirven de zonas erógenas. Sin embargo, no toda la energía sexual
del niño, durante el período anterior a la pubertad, es empleada en
la consecución de placer autoerótico. Una gran parte de ella es repri·
mida fuera de la conciencia. No se la aplica, ya a fines sexuales, sino
que asume importantes funciones sociales. Este concepto de "repre·
sión", introducido por Freud, es indispensable para la comprensión
de muchos procesos psicológicos, tanto normales como patológicos. La
desviación de ideas y sentimientos sexuales reprimidos hacia esferas
sociales es designada por nosotros, de acuerdo con Freud, "sublima-
ción"; y este proceso sirve para establecer las barreras que refrenan
los instintos sexuales de ambos sexos.
Al arribar a la madurez, el varón, como la mujer, adquieren las
marcadas características corporales y físicas de su sexo; y en la esfera
psicosexual comienza el importante proceso de la búsqueda del objeto.
La libido se dirige ahora hacia el otro sexo. Pero la libido feme-
nina y masculina ·se diferencian no sólo en este aspecto, sino en
otro que nos interesa especialmente aquí. La sexualidad femenina
muestra una mayor tendencia a la represión y a la formación de
resistencias. En las mujeres, la represión sexual infantil es fuertemente
reforzada en la pubertad. Esto origina la mayor pasividad del instinto
sexual en la mujer. La libido masculina es de un carácter· más activo.
Supera mediante sus componentes agresivos las resistencias psíquicas
que encuentra en su objeto sexual. En el lenguaje alemán, dos expre-
siones caracterizan las diferencias psicosexuales entre los sexos. Se
dice que en el amor el hombre "hace una conquista"; la mujer, "se
entrega" a él.
El alcohol actúa sobre el instinto sexual suprimiendo las resis-
tencias y aumentando la actividad sexual. Estos hechos son general-
mente conocidos, pero por lo común no se investiga su naturaleza
real.
Cuanto más estudiamos el tema, más complejo se nos aparece el
instinto sexual. Además del amor heterosexual "normal", él incluye
varios impulsos "perversos". En el niño, vemos esos impulsos en un
estado de completo caos; pues aquél es un ser "polimorfo-perverso"
(Freud) . Los "instintos-componentes" son sólo gradualmente subordi-
nados al heterosexual. Sucumben ante la represión y la sublimación,
y de ellos se originan la vergüenza y la repugnancia, los sentimientos
morales, estéticos y sociales, la piedad y el horror, la devoción filial
del niño hacia sus padres y el cariñoso cuidado de los padres por sus
hijos. También las actividades artísticas y científicas se basan en una
gran medida en la sublimación de las energías sexuales 26 . De estos

26 Cf. Freud, "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie", y Rank, "Der Küns-


tler, Ansatze zu einer Sexualpsychologie" (1907).
62 KARL ABRAHAM

productos de la sublimación dependen nuestra vida social y nuestra


entera civilización. No hay uno solo de ellos que no sea suprimido
o debilitado por efecto del alcohol.
En los individuos normales, el componente homosexual del ins-
tinto sexual sufre una sublimación. Entre los hombres, los sentimien-
tos de unión y amistad se despojan de toda sexualidad conciente. El
hombre de sentimientos normales se siente repelido por todo contacto
físico que implique ternura con otra persona de su mismo sexo. Y
varios sentimientos semejantes de repugnancia o asco, que se origi-
nan en la misma fuente, podrían ser menciona.dos. El alcohol suspen-
de esos sentimientos. Cuando los hombres beben, se besan y se aca-
rician mutuamente sus cuellos; se sienten unidos por lazos especial-
mente estrechos, son prontamente llevados a las lágrimas por este
pensamiento, y con gran rapidez pasan a usar al hablarse el íntimo
"tú" ("Du") . Cuando están sobrios, esos mismos hombres dirán de
una tal conducta que es "afeminada". Sucesos recientes han provo-
cado muchas controversias acerca de la "amistad anormal" entre los
hombres. La presencia de tales sentimientos, que en esa situación son
estigmatizados como morbosos o inmorales, puede ser observada por
cualquiera durante los arrebatos alcohólicos. En toda cantina hay un
elemento de homosexualidad. Los componentes homosexuales que han
sido repr.imidos y sublimados por la influencia de la educación, se
hacen inconfundiblemente evidentes bajo la influencia del alcohol..
Freud fue el primero que dio la debida importancia al par de
instintos componentes que se manifiestan en la escopofilia y el exhi-
cionismo respectivamente. Están estrechamente asociados con la
curiosidad sexual, y su sublimación produce los sentimientos de
vergüenza. En los primeros años de su vida el niño no tiene tales
sentimientos; tiene que aprender primero a sentir "turbación". Si la
sublimación no tiene lugar, se suscita una perversión (voyeurismo
y exhibicionismo) . Ahora bien, el sentimiento de vergüenza no se
asocia únicamente con la desnudez corporal, sino que establece im-
portantes barreras en las relaciones sociales, la conversación, etc. Son
precisamente esas barreras las que caen ante la acción del alcohol.
El chiste obsceno, que según el brillante análisis de Freud 2 1 repre-
senta una exposición en sentido psicológico, está inseparablemente
asociado con el disfrute del alcohol. Forel 2 s ha descrito de un modo
magistral cómo el coqueteo adquiere formas soeces y repugnantes
bajo la influencia del alcohol.
Hay otro par de instintos componentes que también representan
contrapartes activa y pasiva. Uno impulsa al individuo a dominar a
su objeto sexual, el otro, a someterse a su voluntad. Los sentimientos
de piedad, de horror, etc., derivan de la sublimación de estas tenden-

21 Freud, "Der Witz und seine Beziehungen zum Unbewussten" (1905) .


28 Forel, "Die sexuelle Frage".
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 63

cias. Si la sublimación no tiene lugar, tenemos las perversiones lla-


madas sadismo y masoquismo respectivamente. Casi no es necesario
mencionar que muchos crímenes brutales son perpetrados en estados
de intoxicación alcohólica. No obstante, los instintos componentes re-
primidos no se expresan necesariamente de una manera tan cruda;
podemos reconocerlos en formas más disimuladas. Las costumbres y
leyes de la bebida han existido desde los tiempos primitivos; en un
festín, el "rey de la bebida" es el amo absoluto. Podría señalar al
"Komment" de los estudiantes alemanes de hoy, con su riguros'a obli-
gación de beber, la orgullosa satisfacción con que los estudiantes más
antiguos compelen a los más jóvenes a hacerlo, y la ciega sumisión
de los últimos a las órdenes de los mayores. Sé que mi opinión sobre
estas costumbres tropezará con oposición. Permítaseme entonces ob-
servar que las leyes de la bebida de esos estudiantes han desarrollado
sus formas presentes, más. civilizadas, a partir de costumbres que eran
en el pasado increíblemente rudas.
Debemos mencionar todavía otra limitación importante del ins-
tinto sexual. A medida que crece, el niño normal transfiere su libido
sobre personas del sexo opuesto en su contorno inmediato -el varón so-
bre su .madre o hermana, la niña sobre padre o hermano. Fue ne-
cesario un largo período de evolución cultµral para que los parientes
consanguíneos más cercanos fueran excluídos como objetos elegibles.
La repudiación del incesto condujo a la sublimación del amor de los
niños hacia sus padres, que se convirtió en respeto filial. Todo niño
tiene que repetir este proceso de desarrollo. En cierto período trans-
fiere sus' incipientes deseos sobre el padre del sexo opuesto. Estos
impulsos son reprimidos, del mismo modo que· nuestro código moral
condena una inclinación no sublimada por parte del padre hacia su
hija. Pero el ·alcohol no perdona ni siquiera a estas sublimaciones.
Las hijas de Lot sabían que el vino derribaría las barreras del incesto,.
y alcanzaron su objetivo emborrachando a su padre.
Se dice generalmente que el alcohol suprime las inhibiciones men-
tales. Hemos aclarado ya la naturaleza de esas inhibiciones: son pro-
ductos de la sublimación de la energía sexual.
La reaparición de los impulsos sexuales reprimidos incrementa
la actividad sexual normal del individuo, de modo tal que él tiene
la sensación de un aumento de su capacidad sexual. El alcohol actúa
como un estímulo del complejo de masculinidad 29 . Estamos familia-
rizados con la arrogancia del macho por muchos ejemplos del reino
animal. Y, "mutatis muntadis", nos encontramos ton el mismo fenó-
meno en los ser~s humanos. El hombre .se sientl! orgulloso de ser el

29 De acuerdo con la nomenclatura de la Clínica Psiquiátrica de Zürich,


utilizo la expresión abreviada "complejo" para designar un complejo de imágenes
e ideas, junto con los sentimientos que las acompañan, que bajo ciertas circunstan-
cias queda reprimido en el inconciente, pero que en otras puede irrumpir nueva-
mente a la conciencia. ·
64 KARL ABRAHAM

engendrador, el otorgador; la mujer "recibe" so. El análisis de los


mitos de la Creación muestra de un modo sorprendente cuán honda-
mente arraigado está este grandioso complejo en el varón. En una
obra que tengo en preparación 3 1 espero presentar pruebas detalladas
para mostrar que los mitos de la Creación, en los diferentes pueblos,
representan originalmente una deificación del poder masculino de
procreación, proclamándolo así el principio de toda vida. En los mi-
tos, el poder masculino de reproducción y el poder divino de creación
son identificados, y a veces ambos s.on usados de un modo intercam-
biable. Nos encontramos aquí con un proceso psicológico de extraor-
dinaria importancia, cuyos efectos pueden reconocerse en todas las
formas de la actividad imaginativa, sean normales o morbosas, indi-
viduales o colectivas; y a este pi"oceso lo denominamos identificación.
Un problema que ha ocupado a la humanidad desde sus comien-
zos, pero que todavía no podemos contestar satisfactoriamente, es el de
cómo se suscita la excitación sexual. Fue muy natural suponer que
en el varón el estímulo procede del semen; y, dado que los brebajes
intoxicantes son sexualmente excitantes, la ingenua mentalidad de la
gente común llegó a identificarlos con el semen, o con esa sustancia
desconocida que (en ausencia de estimulantes artificiales) causa la
excitación sexual. Esta idea popular es expresada por la palabra ale-
mana "Liebesrausch" (embriaguez amorosa).
La esfera de influencia de esta particular identificación es muy
amplia. Las leyendas referentes al néctar de los dioses y a su origen se
encuentran en toda la mitología indoeuropea. Este néctar, al que se
representa como una bebida vigorizante y estimulante, es identifica-
do con los brebajes intoxicantes de los hombres ordinarios. Pero la
identificación va todavía más lejos. En la obra . ya mencionada he
citado los antiguos mitos indios para mostrar que la bebida de los
dioses se consideraba equivalente al semen. Esto se debe a las propie-
dades otorgadoras de la vida del semen. Vale la pena observar que
las historias acerca de la concepción del primer hombre (Creación),
tales como se encuentran en la saga de Prometeo, etc., están en la más
estrecha relación posible con las historias acerca de la bebida de los
dioses. No es posible aquí hacer un análisis psicológico más profundo
de estos mitos. Sólo mencionaré que los cuentos griegos acerca del
nacimiento del dios del vino, Dionisias, manifiestan la misma iden-
tificación.
Las pócimas de amor juegan en todas partes un gran papel en
los mitos. Indudablemente, la idea de su efecto erótico está tomada
del efecto de los brebajes alcohólicos. Aquí también son identificadas
la intoxicación y la excitación sexual. Encontramos la misma idea en
numerosas costumbres. Los banquetes dedicados al dios del vino son

30 (En alemán, "empfiingt" quiere decir también "concibe") .


31 "Traum und Mythus" (1909).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 65

siempre al mismo tiempo de carácter erótico. En muchas costumbres


el vino es utilizado como un símbolo de la procreación o de la ferti-
lización. Riklin 32 relata que en cierta localidad se acostumbra du-
rante el festival de Primavera verter vino en el regazo de las mucha-
chas. Aquí está muy manifiesta la representación simbólica del semen
por el vino. Es una costumbre universal beber a la salud de alguien.
La bebida alcohólica representa la fuerza vital, en razón de su efecto
estimulante. Si uno bebe a la salud de otra persona, eso equivale a
decir: "Que el efecto vigorizador del vino lo beneficie".
La identificación debe estar establecida con extraordinaria fir-
meza. Hay una estrecha asociación entre la deferencia que se presta a
las proezas alcohólicas y sexuales. Quien no bebe es considerado un
alfeñique. El hombre empieza a ingerir alcohol en la pubertad, en
la época en que desea ser mirado como un hombre; y si no bebe con
sus compañeros. se lo considera inmaturo. Las jactancias acerca de
la bebida nunca son tan marcadas como en el período en que comien-
za la masculinidad. Si en los años ulteriores un hombre pierde su
potencia sexual. se aferrará ansiosamente al placentero alcohol; y éste
Sf'. convierte en un sustituto de su menguante poder de procreación.
Los hombres se aficionan al alcohol porque él les proporciona un
exaltado sentimiento de hombría, y halaga su complejo de masculi-
nidad. La naturaleza de su constitución psicosexual le impone a una
mujer en un grado mucho menor la ingestión de alcohol. Su instinto
sexual es menos activo, y su resistencia contra sus impulsos. mayor.
Hemos atribuído esta diferente actitud a la nueva arremetida de la
represión que padece en su pubertad. Una mujer estimula al hombre
a través de sus resistencias psíquicas, del mismo modo que el hom-
bre le agrada por su enérgica iniciativa. En la pubertad, la mu-
chacha no tiene ningún motivo para acudir al alcohol, pues éste
suprimiría los efectos de la represión -las resistencias- y si ella re-
nunciara a éstos ya no atraería al hombre. De~emos esperar que una
observación atenta nos demuestre que las mujeres que manifiestan
una fuerte inclinación hacia el alcohol tienen siempre un marcado
componente homosexual.
Los resultados del alcohol -esto es, el facilitar la transferencia
sexual y la remoción de los efectos de la represión~ no son sólo mo-
mentáneos. sino, como es bien sabido, también crónicos. Los bebedores
crónicos exhiben un característico exceso emocional; son groseramente
confianzudos, tratan a todos como a viejos amigos, caen en- un senti-
mentalismo poco varonil, y pierden el sentimiento de vergüenza. Casi
no necesito referirme a las escenas que deben presenciar los hijos de
bebedores. Para decirlo brevemente, todos los sentimientos delicados
que d_eben su origen a la sublimación, están destruidos en el borracho
consuetudinario.

82 Riklin, !'Wunscherfüllung und Symbolik im Marchen" (1908).


66 KARL ABRAHAM

Y n9 es solamente la sublimación del impulso sexual lo que está


destruído. Como sabemos, una aguda intoxicación alcohólica reducirá
la real capacidad sexual del hombre. Y estamos familiarizados con el
efecto tóxico del alcohol sobre las células germinales (blastoftoria) •>.
sabemos que un gran número de bebedores quedan impotentes. El
alcohol demuestra ser un falso amigo. Ellos imaginaron que aumen-
taba su virilidad, porque les daba un sensación de poder sexual; y en
cambio, los ha despojado de ese poder. Pero aún así no reconocen el
fraude. No abandonarán el aléohol, continuarán identificándolo con
su sexualidad y utilizándolo como un sustituto de ella. Veo en esto
una analogía con ciertas perversiones sexuales en las cuales un estímu-
lo sexual, que normalmente hubiera servido como introducción al
acto sexual, es puesto en el lugar de ese acto. Freud llama a eso
"fijación de un fin sexual momentáneo". Por ejemplo, mirar al objeto
sexual es en condiciones n9rmales una fuente de anticipación del
placer, simplemente, mientras que sólo el mismo actó sexual ocasiona
la satisfacción del placer. Algunos pervertidos, sin embargo, se con-
tentan con mirar. Y los alcohólicos se conducen de la misma manera.
El alcohol excita los sentimientos sexuales; esta excitación es lo que
el bebedor persigue, y con ello pierde su capacidad para la actividad
sexual normal.
Hay, además, otras analogías entre el alcoholismo y las perver-
siones sexuales. Las investigaciones de Freud nos han demostrado las
íntimas relaciones que existen entre las perversiones y las neurosis, y
que muchos síntomas neuróticos son la expresión de fantasías sexua-
les perversas reprimidas ª4 , y son por lo tanto un tipo de actividad
sexual por parte del paciente. El paciente siempre opone una extra-
ordinaria resistencia al análisis de sus síntomas; esto está relacionado
con la represión de sus complejos sexuales. Al intentar descubrir y
resolver los síntomas del paciente por medios psicoanalíticos, la única
respuesta que obtiene el médico es un "no", por muy justificada que
esté su indagación. En lugar de las causas reales el paciente presenta
falsos motivos. Del mismo modo, el alcohólico negará hasta su último
aliento hechos que no pueden ser discutidos. Tiene una abundante
cantidad de pretextos para su alcoholismo, y los utiliza para detener
todo intento de llegar al fondo del asunto. Creo que debemos con-
cluir que por la misma razón que el neurótico protege sus síntomas,
el bebedor lucha en defensa de su alcoholismo. Éste representa su
actividad sexual.
Hay todavía otro punto que me parece ser digno de mención.
Ciertas ideas de un carácter indudablemente sexual juegan un papel
prominente en los cambios morbosos que tienen lugar en la menta-
lidad del alcohólico. Me refiero a los bien conocidos celos del dipsó-

33 Cf. Forel y Juliusburger, "Uber Blastophtorie" (1908), p. 346.


34 Freud, "Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad" (1908).
PSICOANÁUSIS CÚNICO 67
mano, celos que pueden aumentar hasta convertirse en una ilusión
obsesiva. Su causa es, según creo, un sentimiento de decreciente po-
tencia por parte del sujeto (baso mi conclusión en una gran varie-
dad de experiencias que no puedo citar aquí en detalle) . El bebedor
hace uso del alcohol como un medio de obtener placer sin molestias.
Deja de lado a las mujeres y se dedica al alcohol. Tal estado de cosas
es en extremo penoso para su autoestimación; lo reprime, como hace
el neurótico, y al mismo tiempo efectúa un desplazamiento como el
que estamos acostumbrados a encontrar en el mecanismo de las neu-
rosis y psicosis. Desplaza sus sentimientos de culpa sobie su esposa, y
la acusa de infidelidad.
Vemos, entonces, que el alcoholismo, la sexualidad y la neurosis
están relacionado~ de muchos .modos. Me parece necesario emplear el
procedimiento psicoanalítico, desarrollado por Freud, que nos permite
penetrar en la estructura de las neurosis también para el análisis del
alcoholismo. Por comunicaciones verbales de colegas, sé que en los
casos de morfinomanía el psicoanálisis ha demostrado la existencia de
inesperadas relaciones entre la sexualidad y el uso de narcóticos. Puedo
mencionar también la inexplicable conducta de muchas personas neu-
róticas en relación con los narcóticos. Los pacientes histéricos le pi-
den a menudo a su médico que no les prescriba morfina ni opio en
ningún caso, pues ellos no los toleran; y hablan de las experiencias
desagradables que han tenido al respecto. Pareciera que la droga evo-
ca en ciertas ·personas histéricas una excitación sexual, que debido a
su peculiar constitución psicosexual, se convierten en síntomas físicos
y sentimientos de ansiedad. Quizá tiene una causa similar la intole-
rancia del alcohol que se encuentra con frecuencia en personas ner-
viosas. Finalmente, podría mencionar un hecho notable que he obser-
vado repetidamente en pacientes insanos. Cuando se les da una inyec-
ción hipodérmica de morfina, etc., la consideran como un ataque
sexual, e interpretan la jeringa y el flúido de manera simbólica.
Como vemos, la investigación psicológica del alcoholismo ofrece
todavía muchos problemas no resueltos. Factores externos tales como
las influencias sociales, la educación defectuosa, lacras hereditarias, et-
cétera, no son suficientes por sí mismos para explicar la embriaguez.
Debe estar presente un factor individual. Nuestra primera tarea es
investigar ese factor; y sólo me parece posible desempeñarla con éxito
si se tiene en cuenta constantemente las relaciones gue hay entre el
alcoholismo y la sexualidad.
CAPÍTULO IV

ESTADOS DE SUEtil'O HISTÉRICOS (1910)'"

EN UN TRABAJO recientemente publicado 36 , LOwenfeld se ha ocupado


de ciertos trastornos peculiares de los neuróticos, a los que anterior-
mente no se había prestado suficiente atención en la literatura sobre
la materia. Como introducción a mi tema, citaré la descripción que
hace LOwenfeld de esos estados. Dice: "El mundo exterior no hace
sobre el paciente la impresión acostumbrada. Las cosas familiares,
cotidianas, le parecen cambiadas, como si fueran desconocidas, nue-
vas y extrañas; o todo el ambiente inmediato le causa la impresión
de ser el producto de una fantasía, una ilusión, una visión. En este
último caso, especialmente, les parece a los pacientes estar en un
sueño, o medio dormidos, o como hipnotizados o sonámbulos; y ha-
blan generalmente de estas situaciones como sus estados de sueño
("dream-states") ". El autor también dice que tales estados difieren
mucho en cuanto a grado, exhiben considerables variaciones en sú
duración, están a menudo asociados con ansiedad y son, por lo general,
acompañados por otros síntomas nerviosos.
LOwenfeld basa su descripción en un número considerable de
historias clínicas. Yo mismo he tropezado con esos estados en varios
pacientes a quienes he tratado psicoanalíticamente. Puesto que hasta
el presente no se ha tratado de ellos desde un punto de vista psico-
analítico, daré en las páginas siguientes los principales resultados de
mis observaciones. Ellos constituyen una adición al conocimiento, ob-
tenido psicoanalíticamente, de la naturaleza de los fenómenos episó-
dicos en el cuadro clínico de la histeria.

CASO A"
El primer ejemplo, un caso simple, mostrará hasta dónde podemos
explicar la naturaleza de los estados de sueño sin hacer uso del psi-
.coanálisis. Sólo pude conceder al paciente en cuestión una consulta.

ao (N' 17, B. A.).


86 "Uber traumartige und verwandte Zustande" (1910) .
37 Designo a los casos siguientes A, B, C, etc., ordenándolos alfabética-
mente. Han sido omitidos todos. los detalles acerca de la edad, ocupación, y rela-
ciones personales que no es necesario conocer.
PSIOOANÁLISIS CÚNICO

En ella lo examiné del modo usual y obtuve los siguientes hechos


relevantes: el paciente, un hombre joven aún, era propenso a ensue-
ños diurnos muy vívidos. De acuerdo con su relato, ellos eran prin-
cipalmente estimulados por sucesos reales. Por ejemplo, la informa-
ción del descubrimiento del Polo Norte motivó la fantasía de que
estaba tomando parte en una gran expedición. Imaginaba esto con
gran riqueza de detalles, especialmente en lo que concernía al papel
que jugaba él mismo. Fantasías de este tipo lo habían absorbido casi
completamente durante un tiempo considerable. Le bastaba aprehen-
der una palabra dicha en la calle -por ejemplo, la palabra "zeppe-
lin" - para que sus facultades imaginativas se pusieran en movimien-
to. Tan pronto como su sueño diurno había alcanzado cierta intensi-
dad comenzaba a sentirse más y más alejado de la realidad. Un estu-
por parecido al sueño lo embargaba. Luego, había un vacío mental
que duraba un corto tiempo; y después de eso seguía rápidamente una
fuerte sensación de vértigo asociada con ansiedad y palpitación car-
díaca. Describía tal estado, hasta la irrupción del vértigo, como agra-
dable. Tenía también los siguientes síntomas: vómitos nerviosos, dia-
rrea nerviosa, dolores de cabeza, irritabilidad, timidez, etc.
Este caso, y como pronto se verá, todos los que siguen, demues-
tra plenamente la relación entre los estados de sueño y el ensueño
diurno. Subrayo este hecho, porque Lowenfeld no le prestó especial
atención.
Un estado de exaltación de la fantasía forma la típica introduc-
ción al estado de sueño, cuyo contenido varía enteramente según Ios
individuos. A esto sucede una condición de "alejamiento de la reali-
dad" (Entrückung 3 •), semejante al sueño. En tal estado, como lo ha
bien descrito LOwenfeld, las circunstancias familiares de la persona
le parecen cambiadas, irreales y extrañas. Se siente "como si estuviera
en un sueño". La palabra "estado de sueño", que es utilizada espon-
táneamente por muchos pacientes, describe la corriente fantástica de
pensamientos que corresponde a la primera etapa, y la alteración de
la conciencia que corresponde a la segunda. Yo discierno, sin embar-
go, todavía una tercera etapa, la de vacancia mental. Ésta es descrita
por los pacientes así: "Mis pensamientos se detuvieron", "un vacío en
mi cabeza", y frases semejantes. Finalmente sucede un estado de de-
presión, cuya más importante característica es una sensación de ansie-
dad con su acostumbrado acompañamiento de vértigo, palpitación
del corazón, etc. La mayoría de los pacientes se quejan también de
fantasías de tipo depresivo.
No hay una clara línea de demarcación entre las diferentes eta-
pas. Por el. contrario, es posible observar transiciones de una a otra.
La importancia y utilidad práctica de distinguir estas etapas sólo se
haca evidente cuando entremos a discutir casos que han sido analiza-
ss El término "Entrückung" está tomado de Breuer (cf. Breuer y Freud,
"Studien úber Hysterie", Zweite Auflage, p. 191).
70 K:ARL ABRAHAM

dos a fondo; y entonces podré añadir mucho a la anterior descripción,


breve y superficial, de esas etapas.
La tercera etapa constituye indudablemente la culminación del
estado de sueño. Es, por decirlo así, su punto crítico, no sólo porque
su aparición pone súbito fin a la producción de la fantasía, sino
también porque es la línea divisoria entre dos emociones de opuesto
carácter. No es infrecuente que, como en el caso presente, el estado
de sueño sea descrito como placentero hasta su tercera etapa, mien-
tras se atribuye a la última etapa una emoción desagradable en alto
grado.
Mediante este tipo de examen del paciente podemos obtener
mucha información acerca de las ideas y sentimientos contenidos en
los estados de ensoñación, las circunstancias que los originan, y las
fluctuaciones de la· conciencia que están implicadas en ellos. Inves-
tigando una serie ulterior de casoS de la misma manera, descubrire-
mos las variaciones individuales en esos aspectos, y también podre-
mos confirmar la exposición de LOwenfeld acerca de sus diferencias
en intensidad y duración. Pero en tanto nos limitemos a la concien-
cia del paciente, hasta aquí es todo lo lejos que podemos llegar. Las
causas de la aparición de los estados de sueño quedarán sin explicar.
Pues en general el neurótico se contenta con los ordinarios sueños
diurnos, y sigue oscuro el por qué sufre esta condición ocasionales
agravaciones, de tal clase como para provocar un agudo estado cuasi-
paroxístico, acompañado por moderadas perturbaciones de l~ concien-
cia. El estado de "alejamiento de la realidad" es totalmente ininteli-
gible para nosotros, especialmente los sentimientos de extrañeza e
irrealidad, el momentáneo vacío mental y, finalmente, la aparición
de la ansiedad con sus manifestaciones concomitantes. Todos estos
fenómenos están sujetos, por lo demás, a variaciones individuales;
cada caso presenta su propio problema particulaf. En especial, las
fantasías de la etapa inicial y las de la etapa final sólo son inteligi-
bles en un grado limitado en ausencia de un análisis concienzudo.
El conocimiento de la vida de la fantasía de los neuróticos obte-
nido por la investigación psicoanalítica, nos da la clave de la solu-
ción del problema. Freud ha demostrado que nuestros deseos instin-
tivos se revelan en nuestras fantasías. Cuando está impedida la satis-
facción de nuestros deseos, tratamos de imaginarlos satisfechos, o a
punto de ser satisfechos. En el neurótico, toda la vida instintiva y to-
dos los instintos componentes tienen originalmente una fuerza anor-
mal. Al mismo tiempo hay en él una tendencia especial hacia la
represión de los instintos. La neurosis surge de un conflicto entre
instinto y represión. El neurótico es un fabricante de fantasías debido
a la gran variedad e intensidad de su vida instintiva y a la riqueza
de sus deseos reprimidos; por tanto, como lo muestra la observación,
es muy propenso al sueño diurno. También dormido tiene frecuentes
y vívidos sueños. Sin embargo, el poder dinámico de sus deseos repri-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 71

midos es tan fuerte que le resultan inadecuados aquellos medios de


expresión que tiene en común con el individuo normal. Su misma
neurosis sirve exclusivamente a esas tendencias. El estado de sueño
neurótico, como mostraré luego, es sólo uno de una variedad de fenó-
menos por medio de los cuales se expresa la multitud de sus deseos
reprimidos.
Daré ahora los detalles de un extenso análisis de un caso que
tengan importancia para el problema. Este caso nos ofrece un pano-
rama de la confusión de tendencias instintivas que coexisten en la
mente, sea reforzándose u oponiéndose mutuamente. El análisis nos
permite comprender la preponderancia de las fantasías sexuales. Se
hará muy evidente que las fantasías concientes que, en la superficie,
parecen ser no-sexuales, se han originado en los deseos sexuales a
través del proceso de sublimación. Las fantasías que son admitidas
a la conciencia por la censura sirven como instrumento para la repre-
sentación de los deseos reprimidos, y extraen su energía de esa fuente.

CASO B
Este paciente sufría de una histeria desusadamente severa, acom-
pañada por fobias y compulsiones. Su morbosa ansiedad, que experi-
mentaba al salir solo de su casa lo había hecho incapaz de seguir su
vocación y de participar en cualquier forma de vida social durante
los últimos cinco años. Aparte de sus graves accesos de ansiedad, era
muy propenso a los estados de sueño.
Podía recordar que el primer ataque de este tipo le había suce-
dido a los diez años de edad, en una ocasión en que se sintió desaira-
do. Había sido embargado por un sentimlento de "Weltschmerz"
(desengaño de la vida), que había sido seguido instantáneamente por
la idea neutralizadora, "Más tarde, cuando sea grande, 1"3- verán", y
había caído en un estado de estática exaltación y experimentado una
alteración de su conciencia, semejante a un sueño. Desde aquella opor-
tunidad, solía sufrir un estado de sueño cada vez que tenía que reco-
nocer la superioridad de otros, o su propia inactividad. Su situación
actual, desde luego, lo exponía constantemente a tales estados. Por
ejemplo, sólo era necesario que alguien se refiriera a la capacidad o
éxitos de cualquier persona de su misma edad, para que él reaccio-
nara de ese modo inmediatamente. A medida que pasó el tiempo, las
ocasiones que suscitaban esos estados se hicieron más variadas. La vi-
sión de mujeres, el teatro, la música, la lectura, etc., ejercían ese efecto
sobre él, dado que provocaban fantasías de carácter ambicioso o
erótico. Es menos fácil comprender por qué esos estados eran indu-
cidos por los movimientos corporales vigorosos, como el caminar por la
calle, o por la audición de fuertes ruidos, como el de un tren pasando
por ·un puente. Le sucedían con mayor frecuencia cuando se encon-
traba en la calle.
72 KARL ABRAHAM

Situaciones como las mencionadas comenzaban por producir una


notable actividad de su imaginación, juntamente con la resolución de
actuar más enérgicamente en pro de la realización de sus imaginarios
deseos. Según su expresión, se disponía: a reunir todo su poder de
voluntad. En primer lugar se presentaba el pensamiento de que algún
día saldría de su aislamiento e impresionaría al mundo entero. Ima-
ginaba la sensación que causaría por su erudición, o que, en cuanto
autor de un drama, sería llamado al escenario, y sería así el centro
de la atención universal; o que .se convertiría en un maestro del aje-
drez, e iría de mesa en mesa, en un café, jugando partidas simultá-
neas, y ejecutando sus movimientos ante la admiración de los espec-
tadores. Otras veces creaba la imagen de un gran general, tras el cual
se ocultaban sus propias ambiciones. Sus resoluciones enérgicas se
manifestaban exteriormente por rápidas caminatas alrededor de su
pieza, o por una marcha precipitada por las calles.
El mismo paciente describía el proceso como un creciente estado
de "entusiasmo". Esta condición se transformaba rápida y casi im-
perceptiblemente en la segunda etapa. Su descripción de ésta es muy
característica: entonces le sucedía un completo "vuelco hacia sí mis-
mo", una oclusión de todas las impresiones externas, y al urdir fanta-
sías "dejaba de pisar el suelo". Es decir, ya no era capaz de controlar
el curso de sus pensamientos y abandonaba el sólido terreno de la
realidad. En este punto, le parecía estar en un sueño; todo su con-
torno, inclusive su propio cuerpo, le parecía extraño, y llegaba a
dudar de que existiera realmente. Seguía la típica tercera etapa, la
de "cese de los pensamientos". De inmediato se desarrollaba una mor-
bosa ansiedad, que anunciaba la cuarta etapa. en la cual el vértigo se
apoderaba de él y tenía la sensación de que ya no marchaba adelante,
de que no podía levantar sus piernas, de que estaba resbalando, cayen-
do, hundiéndose. Estas sensaciones se asociaban con la más intensa an-
siedad. La gente y los objetos próximos Je parecían notablemente gran-
des. Él mismo se sentía pequeño, y deseaba serlo, para no ser visto;
le gustaría "no ser nada", "desaparecer bajo tierra". Citaba también la
sensación de tener que arrastrarse en cuatro patas para llegar a su casa.
El paciente describía la primera etapa como placentera. No obs-
tante, aun durante su "entusiasmo", sobrevenía, como él lo expresaba,
una corriente de carácter opuesto, que percibía al principio como una
sensación de frialdad. Encontramos aquí parestesias y síntomas vaso-
motores acompañando a los fenómenos del estado de sueño, a los cuales
no hemos prestado todavía la atención suficiente. Durante la etapa de
vacío mental, la sensación de frío era intensa. A veces, aparecía junto
con la ansiedad una súbita "ola de calor",, acompañada por una sensa-
ción de congestión en la cabeza. Cuando la ansiedad dejaba lugar a un
sentimiento de debilidad, la sensación de frío era siempre muy fuerte;
y al mismo tiempo tenía la impresión de que algunas partes de su cuerpo
estaban "muertas".
PSICOANÁLISIS CtiNICO 73

El paciente acostumbraba recibir favorablemente el comienzo del


estado de sueño, debido al placer concomitante. Sin embargo, a menudo
trataba de interrumpirlo antes de que llegara a su punto culminante,
esto es, a la etapa de vacío mental. Según decía, "intento arrancarme
de mi entusiasmo; trato de salir de él como de una nube". Debe subra-
yarse la expresión "nube"; indica la sensación de nublarse la conciencia,
es decir, la cualidad hipnótica de su estado. Si ese estado era interrum-
pido prematuramente, solía experimentar ansiedad y un sentimiento
de debilidad.
La última etapa era muy prolongada en este paciente. Para libe-
rarse de su ansiedad, a la que no podía vencer, acostumbraba adoptar
un método peculiar: encendía un cigarro. Incidentalmente, el deseo
de fumar solía presentársele ya. en la etapa del "entusiasmo''.
Durante el análisis de sus estados de sueño, el paciente me dijo
espontáneamente que por un largo tiempo había considerado a esos es-
tados una especie de traslación de su impulso sexual a una forma men-
tal. Mi investigación confirmó plenamente esta hipótesis.
El paciente era uno de aquellos neuróticos que han sido aficionados
a la masturbación en su infancia, y que luego han mantenido una lucha
continua contra ese hábito. Con frecuencia había intentado, sin éxito,
renunciar a él; lo cual había originado las acostumbradas decepciones,
autorreproches, y preocupaciones hipocondríacas. Varios de sus sínto-
mas, que no pueden ser expuestos aquí, se habían originado de ese
modo. El conflicto entre deseo y represión fue solucionado mediante un
compromiso, como sucede a menudo en las neurosis. El paciente había
abandonado frecuentemente el onanismo durante largos períodos, du-
rante los cuales evitó la autoexcitación física y su meta, la eyaculación.
Así, desde un punto de vista superficial, había renunciado a sus hábitos
sexuales. Pero su inconciente requería una gratificación sustitutiva, cuya
naturaleza y propósito pudiera eludir la conciencia, de modo que pu-
diera realizarse sin influencias inhibitorias.
Freud a9 ha mostrado concluyentemente que ciertos fenómenos epi-
sódicos de la histeria son una gratificación sustituta de la masturba-
ción, cuando ella ha sido abandonada. (Luego tendremos que considerar
este punto.) Ahora bien, el estado de sueño es también un sustituto
de tal categoría. Antes de citar pruebas de esto, debo mencionar que
más recientemente el paciente solía tener estados de sueño aun en mo-
mentos en que no resistía ante e1 impulso a masturbarse. Sin embargo,
este hecho es incompatible sólo en apariencia con la idea de que el esta-
do de sueño era una gratificación sustituta, porque en tales ocasiones
el paciente estaba sometido a ideas contrarias que le impedían abando-
narse a su impulso libremente. Además, la fuerza de su impulso era
tan grande que le resultaba difícil obtener una satisfacción completa;
de modo que aun la frecuente práctica de la masturbación no hacía

89 "Observaciones generales sobre los ataques histéricos" (1909).


74 KARL ABRAHAM

superfluos a los sustitutos. Finalmente, éstos mismos se conv1rt1eron en


una fuente de placer, y sabemos bien cuán difícil.resulta, especialmente
a los neuróticos, abandonar algo que es una fuente de placer.
El paciente se había acostumbrado en su primera juventud, a incu·
rrir en sueños diurnos, y cuando la actividad de su vívida fantasía lle·
gaba a su máximo, hacía uso de la masturbación como desahogo de la
excitación acumulada. Cuando trató de abandonar la práctica de la· mas·
turbación, sus ensueños diurnos tuvieron que buscar una culminación
diferente. Constituyeron ahora una introducción para un estado de sue·
ño, como lo habían sido antes para la masturbación. La segunda y terw
cera etapas -las del alejamiento de la realidad y del vacío mental-
corresponden a la creciente excitación sexual y a su punto culminante,
el momento de la eyaculación. La etapa final, de ansiedad y debilidad,
era una trasposición inalterada del acto de la masturbación. Esos sínto-
mas nos son familiares como consecuencia regular de la masturbación
en los neuróticos.
La comparación que hemos hecho requiere ulterior confirmación
en lo que respecta a la segunda y tercera etapas. Una etapa semejante
al alejamiento de la realidad se encuentra también en la masturbación,
en la cual la creciente excitación sexual conduce a la exclusión de
todas las impresiones externas. En el estado de sueño tal cosa se eviden-
cia principalmente en el plano mental. El paciente se daba cuenta de
que su atención estaba enteramente "dirigida hacia adentro". Este ais-
lamiento autoerótico del mundo externo le daba la sensación de soledad.
"Se apartaba del mundo". Sus ideas lo llevaban hacia otro mundo, fun-
dado sobre el modelo de sus deseos reprimidos. Tal era el poder de
éstos, una vez emergidos del inconciente, que él tomaba por realidad
a su cumplimiento en la fantasía, y percibía a la realidad como la vana
creación de un sueño. Todo su contorno, y aun su propio cuerpo, le
parecían extraños e irreales.
El sentimiento de estar aislado es propio de muchos neuróticos que
se retiran del mundo para incurrir en prácticas sexuales solitarias. El
paciente recordaba una fantasía favorita de su primera juventud, que
se refería a una habitación subterránea, oculta en algún lugar de un
bosque, a la cual deseaba evadirse para estar solo con sus fantasías. Más
tarde, la ansiedad tomó el lugar de este deseo. Y la ansiedad de estar
solo en una pieza cerrada lo seguía dominando, ya adulto.
La desaparición de los pensamientos -el vacío mental- que carac-
teriza a la tercera etapa, corresponde de un modo general a la marcada
4
'pérdida de la conciencia" 40 que tiene lugar, especialmente en los neu-
róticos, durante el clímax de la excitación sexual; y se produce luego
una ·notable sensación de vértigo o de algo semejante a él, pero de difí·
cil descripción. El paciente dijo definidamente que tenía Ja misma
sensación durante la masturbación, en el momento de la eyaculación.

40 Freud, "Observaciones generales sobre los ataques histéricos" (1909) .


PSICOANÁLISIS CLÍl\"ICO 75

También en los ataques histéricos se encuentra esta breve suspensión


de la conciencia, que corresponde al momento de la emisión.
No debe sorprendernos descubrir que el estado de sueño es placen-
tero hasta la etapa del vacío mental; pues eso tiende a confirmar su
parentesco con la masturbación, que también es placentera hasta la etapa
correspondiente, y produce luego a menudo los más fuertes senti-
mientos de angustia en los neuróticos. Es también muy interesante
recordar que el paciente en cuestión acostumbraba interrumpir fre-
cuentemente sus estados de sueño en forma prematura, esto es, antes
del vacío mental. Esto es algo así como un intento de renunciar al
hábito de tener estados de sueño. Los neuróticos hac~n con frecuencia
lo mismo cuando desean renunciar a la masturbación 41 . Según 6U
opinión, lo peligroso en la masturbación es la pérdida del semen, de
modo que se contentan con interrumpir el acto antes de la emisión.
Luego se consuelan con la idea de que no se han masturbado en
realidad. Con frecuencia nos encontramos con este sofisma en las per-
sonas neuróticas. Se esfuerzan por compensar la renuncia al placer
final incrementando considerablemente el placer anticipado. Sin em-
bargo, no pueden escapar a la ansiedad que sienten al terminar. La
excitación sexual que se ha acumulado no encuentra salida, y se
transforma en ansiedad.
Al considerar los estados de sueño del paciente como una gratifi-
cación sustitutiva de una forma de práctica sexual que ha sido aban-
donada, estamos todavía lejos de comprender por completo todas las
características de esos estados. Las fantasías de la primera y cuarta
etapa son de una naturaleza tan individual que sólo pueden ser en-
tendidas después de haber obtenido un conocimiento íntimo de la
vida instintiva del paciente.
En el presente caso las tendencias infantiles del paciente habían
sido fijadas, del modo comúnmente conocido por el psicoanálisis,
hasta tal grado sobre las personas más estrechamente relacionadas con
él, que en la pubertad no pudo desligarse de ellas del modo normal.
Su fijación era de un pronunciado carácter bisexual. Los componen-
tes heterosexuales de su libido tenían por objeto a su madre, en rela-
ción con la cual se identificaba con su padre, que había fallecido.
Sus componentes homosexuales estaban ligados a su padre, y en rela-
ción con él se identificaba con su madre. De tal modo, en su neurosis
hacía a veces del padre, y otras de la madre. Su conducta en general
podía describirse como marcadamente pasiva. Se había resignado a
la desventura de su neurosis. Su amor por su padre, quien había sido
una persona muy enérgica, tomó la forma de una sujeción incondicio-
nal a una persona superior. Manifestaba los típicos celos del neuró-
tico, que conservaba desde su infancia. Siendo niño había conside-
rado a su padre como a su rival en relación a la madre, mientras

41 Véase Rohleder, "Uber Masturbatio interrupta" (1908).


76 KARL ABRAHAM

que ésta se interponía entre él y su padre. Como consecuenci<;1., se


habían originado en él deseos hostiles que, como sucede con frecuen-
cia en los niños neuróticos, habían culmina·do en la fantasía de matar
a su padre o madre. Estos impulsos sádicos habían sido sometidos a
una muy frecuente represión. Gran número de sus sueños, en los
cuales presenciaba la muerte de su padre o madre, testimonian la
persistencia de esos deseos inconcientes. También despierto tenía fre-
cuentes fantasías del mismo tipo, así como repentinos impulsos agre-
sivos. Estos impulsos reprimidos, y ciertos casos de conducta agresiva
durante Ja infancia y Ja pubertad, eran responsables de Ja idea de que
era un criminal, como asimismo de un número de síntomas que
padecía.
Las tendencias agresivas del paciente habían sido sublimadas en
gran medida, de modo que podía emplear su fuerza impulsora para
proyectar empinadas hazañas fuera del campo de la sexualidad. Sin
embargo, esto no había bastado para contener toda la fuerza de sus
instintos. Para neutralizar eficazmente esas tendencias había tenido
que convertirlas en su contrario. Sus sentimientos agresivos hacia su
madre habían sido reemplazados por una completa pasividad, por una
absoluta dependencia de ella, que todavía persistía, aunque era desde
hacía tiempo un hombre maduro. Se ató completamente a ella y al
hogar, del mismo modo que un niño. Ésta era la principal fuente de
la ansiedad que le impedía salir afuera solo. Esta dependencia de
una persona (o personas) particular está presente en todos los casos
de agorafobia. El mero intento de dejar la casa representaba para el
paciente un actividad prohibida; hubiera simbolizado un aflojamien-
to de los vínculos entre él y su madre, y también, como lo demos-
tró el análisis·, un acercamiento homosexual hacia su padre. Tan pronto
como intentaba rescatarse de sus fantasías heterosexuales incestuosas,
era presa de sus fantasías homosexuales, que eran también enérgica-
mente rechazadas por su conciencia. En consecuencia, había tenido
lugar una muy amplia supresión de sus tendencias instintivas, y esto
explicaba la peculiar intensidad de su .ansiedad neurótica.
Como otros neuróticos, el paciente intentaba corregir la poco
satisfactoria realidad con la ayuda de fantasías. Utilizaba especial-
mente estos medios cada vez que un acontecimiento exterior le hacía
darse cuenta de cuán diferente era de sus contemporáneos más sanos
debido a su dependencia y a su conducta pasiva, y sobre todo, a su
propensión a Ja masturbación. Ya en la adolescencia había sufrido
por este sentimiento. Había sido su ardiente deseo "ser como los
demás". Acostumbraba torturarse con reproches por estar aislado de
los "demás" debido a sus tendencias, y porque esas tendencias lo
hacían incapaz de competir con ellos. Lo atormentaba especialmente
el temor de aparecer ridículo o despreciable a los ojos de ellos. Ésta
era la razón de su excesiva susceptibilidad ante la idea de ser menos-
preciado en favor de "otros". Consideraba que tal menosprecio mas-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 77
traría que no era respetado, y toda su reprimida actividad se levantaría
en revuelta. Originalmente sus tendencias agresivas lo hubieran im-
pelido a reaccionar ante un desprecio con un acto de violencia, pero
muy pronto aquéllas fueron hechas inofensivas por una "formación
reactiva", y ahora sólo se aventuraban bajo la forma de fantasías
secretas. Cuando se sentía desdeñado, reaccionaba con deseos sublima-
dos de ser activo, y con fantasías de grandeza cuyo cumplimiento ubi-
caba en el futuro: "Cuando sea grande ... ". ,.
Cuanto más edad tenía el paciente, más pronuneiado se hacía el
sentimiento de que seguía siendo un niño. No se daba cuenta de que
era el más fuerte deseo de su inconciente mantener esa condición
pueril. Su conciencia reaccionaba con la tendencia opuesta. Cada es-
tado de sueño servía a un deseo de madurar. Crecer significaba muchas
cosas para él, -quería decir ser independiente, sostenerse a sí mismo,
ser enérgico (como su padre), libre de su apremiante vicio, y sobre
todo, capaz de actividad sexual. Pues lo dominaba el temor de ser
impotente, como todo neurótico que es incapaz de renunciar a sus
prácticas sexuales infantiles y a los objetos de sus fantasías sexuales
infantiles. Las fantasías de grandeza que hemos atribuido a impulsos
sádicos sublimados estaban siempre relacionadas en este paciente con
la idea de sobresalir por encima de todos los demás, y de atraer todas
las miradas. Esta idea puede ser explicada como una sublimación de
deseos exhibicionistas reprimidos. En los neuróticos que manifiestan
una ambición morbosamente exacerbada, he podido comprobar siem-
pre que ese rasgo de su carácter provee una especie de desahogo
común para sus deseos sádicos y exhibicionistas reprimidos. En este
caso pudo establecerse que el paciente había en realidad ejecutado
acciones de naturaleza sádico..exhibicionista en su juventud. y que
se hacía severos reproches por tal razón. La constante necesidad de
reprimir esos impulsos era una continua fuente de ansiedad para él.
Por ejemplo, no podía viajar en tranvía porque sentía repentinamente
el impulso de exhibirse ante las personas presentes, o de cometer un
atropello sexual contra alguna mujer. Impulsos semejantes lo solían·
asaltar en otras ocasiones, como por ejemplo cuando conversaba con
una mujer. El proceso de sublimación cündujo a una renunciación
total o parcial del fin originario de su instinto de exhibirse, esto es,
de exponerse en una forma sexual. El exhibicionismo prohibido fue
reemplazado por fantasías referidas a un fin mucho más inocente;
en ellas el paciente atraía la atención, no sobre la base del deseo
sexual o la curiosidad sexual, sino meramente poi' admiración.
Hemos citado varias clases de situaciones qu~ causaban los esta-
dos de sueño del paciente. Podemos ahora decir que tenían ese efecto
porque estimulaban deseos de agresión sexual o de exhibicionismo,
que se expresaban de una manera sublimada. Puede comprenderse
ahora fácilmente por qué la visión de mujeres era capaz de provo·
carie un estado de sueño. Además, siempre que tomaba demasiada
78 KARL ABRAHAM

conciencia de su pasividad, en contraste con otras personas, solía


corregir la realidad con la ayuda de su· imaginación y pintarse a sí
mismo como un hombre muy activo y objeto del interés de todos.
Los movimientos corporales vigorosos también podían actuar como
causas de excitación porque le daban una sensación de actividad. El
traqueteo y alboroto de un tren estimulaban en él el deseo de ser
fuerte. Y todas sus otras fantasías pertenecían a la misma categoría ..
Como jugador de ajedrez en los cafés, yendo de una mesa a otra al
atender a partidas simultáneas, tenía por cierto buena oportunidad
de exhibirse ante la mirada de los demás. Más aún, el ajedrez mis-
mo, como demostró su análisis, le ofrecía amplia ocasión para el
empleo de instintos sublimados. En el ajedrez hay una lucha entre
dos partes, cada una de las cuales ataca, toma piezas, derriba las po-
siciones del enemigo, etc. -un conjunto de ideas que, de acuerdo con
el mismo testimonio del paciente, ejercía una gran fascinación sobre.
él. Gozaba con las expresiones técnicas empleadas, y solía satisfacer
su instinto de agresión jugando partidas él solo.
Si bien el cumplimiento, en la fantasía, de sus ambiciosos deseos,
esto es, la satisfacción de sus instintos sublimados, se asociaba con
sensaciones de placer, la etapa final del estado de sueño involucraba
la emoción opuesta, la ansiedad. Y pudo demostrarse que en esta últi-
tima etapa sus fantasías tenían un contenido muy diferente de las
_anteriores. El comienzo del estado de sueño lo elevaba de su pasividad
habitual a la actividad. La etapa final lo hacía retornar a su primer
estado. En lugar de sus planes ambiciosos encontramos carencia de
valor y un ánimo desazonado; y mientras que poco antes estaba ple-
tórico de sentimientos de poder y caminaba a grandes zancadas por
las calles, ahora se sentía débil e inhibido en sus movimientos. Tenía
la sensación de no poder avanzar más -¡una notable representación
simbólica de su situación real! Era una vez más un niño pequeño
que no podía· caminar con sus_ propio medios 42 . Había triunfado la
tendencia inconciente que mantenía en él el estado infantil. Era por
esto que el paciente se sentía tan pequeño, y la gente y las cosas le
parecían tan grandes •:a. Quería arrastrarse en cuatro patas hacia su
madre, como un niño que todavía no ha aprendido a caminar. Pocos
momentos antes deseaba atraer sobre sí. todas las miradas, pero ahora
le hubiera gustado desaparecer, hundirse en la tierra para no ser
notado.
El intenso sentimiento de debilidad del paciente en la cuarta
etapa tenía varios factores determinantes. En primer lugar, significa-
ba la temida debilidad sexual. Mientras que había comenzado por

42 No trataré en este lugar las otras connotaciones de "resbalar" y "caer" ..


43 Esta es también la causa más importante del síntoma descrito como
"macropsia"'. He observado también su presencia en los ataques de ansiedad de
una paciente.
PSICOANÁUSIS CLÍNICO 79

sentirse fuerte y activo al principio de su estado de sueño, terminaba


por recaer una vez más en su pasividad. Carecía de vigor ·-masculino.
Su sensación de ser demasiado débil para mantenerse erguido contenía
una alusión simbólica a su impotencia. Sus fantasías de muerte, que
nunca faltan en los casos en que deben ser suprimidas intenciones
agresivas contra familiares, proveían otro determinante de su debili-
lidad. Estas fantasías tanáticas de la última etapa contrastaban mar-
cadamente con la energía y animación de sus fantasías en la primera
etapa.
En la etapa final de su estado de sueño sus impulsos de agresión
y de exhibición eran una vez más reprimidos; y, como ya hemo§
dicho, trataba de obtener ui::i alivio de su estado de depresión fuman-
do un cigarro. Sin embargo, no era tanto la nicotina en sí misma lo
que gradualmente eliminaba su depresión. Era más bien que el fumar
tenía el significado de una gratificación sustituta. Era una señal de
esa masculinidad de la que carecía 44 • y era un consuelo para él en su
estado de debilidad.
Los síntomas parestéticos y vasomotores concomitantes requieren
una consideración aparte. La sensación de calor descrita por este pa-
ciente, y también por otros, como veremos, es un acompañante normal
de la excitación sexual. En su caso, había sido transferida de la mas-
turbación ª· su estado de sueño. Es de interés observar que enrojecía
c::on facilidad. Tan pronto como se encontraba .entre otras personas,
su extraordinariamente excitable fantasía sexual se ponía en activi-
dad, y se expresaba físicamente como una ola de calor. No deberá
sorprendernos que este incrementado flujo de sangre acompañaba
también sus fantasías de actividad, puesto que, como sabemos, ellas
representaban a sus fantasías sexuales inconcientes. Ya en el primer
estadio de sus "exaltadas" fantasías solfa notar una "corriente subte-
rránea" de frialdad y ansiedad bajo el incipiente calor; y en la etapa
final la sensación de frío era dominante. En general, por lo tanto,
la sensación de calor acostumbraba aparecer cuando él deseaba pre-
cipitarse a una actividad sexual, mientras que el sentimiento de frial-
dad solía aparecer cuando sus emociones instintivas se habían trocado
en ansiedad, y la tendencia a la represión había obtenido ventaja
una vez más. Su sangre ya no era impelida hacia la periferia Con la
misma fuerza. Pero las siguientes sensaciones de frialdad eran deter-
minadas por otras causas, además. El paciente solía sentir como si
partes de su cuerpo estuvieran muertas, y como si él estuviera por
sufrir un colapso y desaparecer en el próximo minuto. De tal modo,
la cuarta etapa era una muerte simbólica, que se expresaba también
por la sensación de frío. El análisis ulterior demostró que este morir

44 Razones de espacio no me permiten extenderme sobre otros determinantes


del fumar (tales como la utilización de la zona bucal, la identificación con e]
padre, etc.) . ·
80 KARL ABRAHAM

tenía también una doble significación: la impotencia a la que temía


le daba un segundo sentido inás especial, el de que Je estaba faltando
la energía esencial de la vida.
Así como el primer estadio de su estado de sueño servía a las
fantasías de vigor y masculinidad, el estadio final exhibía una con-
densáción de dos conjuntos de ideas que eran opuestas a estas fanta-
sías, a saber: l) seguir siendo un nifío, 2) morir. El hombre adulto,
lleno de energía vital, estaba a mitad de camino entre la infancia y
Ja muerte.
Los estados de sueño del paciente nos dan una visión del con-
flicto entre impulso y represión, tal como se encuentra en toda neu-
rosis. Los impulsos reprimidos, originalmente de una fuerza anormal,
consiguen abrirse paso desde el inconciente, pero sólo para sucumbir
nuevamente ante las fuerzas de represión. Cada uno de esos estados
de sueño representaba una rebelión contra su neurosis, pero era una
rebelión de antemano condenada al fracaso.
El próximo caso, sin embargo, demostrará que no todos los esta-
dos de sueño contienen las mismas tendencias.

CAso c
En esta paciente, los estados de sueño solían aparecer del mismo
modo cuando ella se sentía preocupada, deprimida, o humillada por
una situación que no había podido evitar. Las conversaciones de
naturaleza penosa, o una indisposición física, especialmente la mens-
truación, inducían esos estados. Como ella decía: "Durante la menstrua-
ción, pierdo todo sentido de la realidad". También en su caso el
estado de sueño ocasionaba una sensación de aislamiento del mundo
exterior; de modo que podría esperar que sirviera asimismo para
rescatarla de la dolorosa realidad. Pero sucedía lo contrario. Sus fan-
tasías le provocaban un estado de sufrimiento aún mayor, y de abso-
luta pasividad; y de ello extraía un placer masoquista. Dio detalles
interesantes acerca de su infancia, referentes a prácticas masoquistas
reales. Esos impulsos masoquistas eran todavía claramente reconoci-
bles en el momento presente. Pues ella podía inducir un estado de
sueño a voluntad. (Puedo decir que me he encontrado con este fenó-
meno en otros casos.) Como ella misma decía: "Algo me impulsa a
menudo a provocar un estado de sueño''. Para hacer tal cosa acos-
tumbraba recitar de memoria un pasaje de "María Magdalena" de
Hebbel (acto 3, escena 2) , en el cual Clara hace la siguiente decla-
ración:
"Te serviré y trabajaré para ti, y no me darás nada para comer.
Me ganaré mi propio sustento. Coseré e hilaré por la noche para
otras personas. Me quedaré con hambre si no tengo nada que hacer.
Preferiré morder mi propio brazo a ir a lo de mi padre, no sea que
él se dé cuenta de algo. Si me golpeas, por no tener a mano a tu perro,
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 81

o porque lo has echado, me tragaré la lengua antes que proferir un


solo grito que manifieste a los vecinos lo que sucede. No puedo pro-
meter que mi carne no mostrará las señales de tus azotes, pues eso
no puedo evitarlo. Pero mentiré: diré que me he golpeado la cabeza
contra el aparador, o que me caí porque el piso estaba resbaladizo.
Y diré todo esto antes de que nadie tenga tiempo de preguntar por
la causa de mis magulladuras. Cásate conmigo. No viviré mucho. Y
si aun entonces te cansas de mí y no quieres sobrellevar los gastos del
divorcio para librarte de mí, compra veneno y pónlo en alguna parte
como si estuviera destinado a las ratas, y no digas nada. Lo tomaré,
y cuando esté muriendo diré a los vecinos que pensé que se trataba
de azúcar en polvo!"
Cuando la -paciente se había entregado a estas ideas típicamente
masoquistas, solía caer en un estado de "alejamiento de la realidad",
parecido al sueño. Percibía al sometimiento masoquista de Clara, con
.quien se identificaba, y a su propio aislamiento del mundo, como
placenteros. Insistía mucho sobre el carácter placentero de tal reclu-
sión, y solía experimentar situaciones semejantes en sus sueños. En
ellos el mundo estaba lejos; su cuerpo parecía cambiado, y su propia
voz le sonaba extraña. Como decía, "La persona que habla (refirién-
dose a ella misma) me resulta extraña". Para aumentar su tormento,
todas las co.',)as tomaban formas absurdas y desfiguradas, que le recor-
daban los cuadros de Kubin. "Todo es más cruel y sombrío que la
realidad", expresaba. Sus fantasías masoquistas solían culminar en
pensamientos de muerte, en la idea de que debía saltar por la ven-
tana, etc. Luego que la crisis había pasado, aparecía una extrema
ansiedad, acompañada por ideas angustiosas que variaban según la
situación del momento. Por ejemplo, si por casualidad la paciente
estaba en la calle, tendría la sensación de que se iba a caer, de que
no podría llegar sola hasta su ca;,a, de que debía dirigirse a algún
hombre y hablarlo. "Caer", y .. hablar a un hombre", eran expresio-
nes equívocas. No sólo indicaban un estado de desvalimiento y una .
necesidad de ayuda, sino también esas fantasías de prostitución que
se encuentran con tanta frecuencia en las mujeres histéricas, aunqu~
las mantienen en estricto secreto 4 s_ La paciente solía tener el impulso
de entregarse al primer hombre que tuviera delante, y a veces, cuando
padecía esos frecuentes ataques que hemos descrito, lo hacía realmen-
te. Sus deseos de prostitución aparecían como una forma especial de
masoquismo, y representaban para ella, que tenía en general una
alta opinión de sí misma, y que era inclusive algo dominante, la más
profunda forma de humillación.
En esta paciente encontramos además la ocurrencia de estados
de sueño muy prolongados, tales como los ha descrito también LOwen-

45 Estas fantasías se expresaron muy claramente en muchos de los sueños


del paciente, y fueron también manifestadas por sus acciones sintomáticas.
82 KARL ABRAHAM

feld. En muchos neuróticos, la sensación de estar en un sueño, y


perplejos acerca de la realidad de su contorno, puede durar algunos
meses, y más aún. Esta paciente estuvo durante largo tiempo bajo la
impresión de que todo lo que veía a su alrededor era fingido, de
que su cuerpo estaba muerto y ella era sólo un espíritu que miraba
el mundo real sin tener nada que ver con él. Decía que tal estado
era particularmente penoso, pero que por esa misma razón le pro-
curaba acceso a cosas que de otra manera hubieran permanecido ocul-
tas para ella. Esos estados le- permitían encontrar refugio en un
mundo de sueños, lejos del mundo real donde sus deseos no hallaban
gratificación.
CASO D
El paciente, un hombre muy joven, había padecido desde la in-
fancia una grave histeria que lo había hecho casi incapaz de asociarse
a otras personas. Por ejemplo, apenas hablaba con alguien, evitaba
comer en la presencia de extraños, porque en tales ocasiones siempre
sufría una severa ansiedad. En consecuencia, su mismo modo d_e vida
lo separaba del mundo exterior. Y sus estados de sueño reforzaban
esra tendencia.
Tal manera de vivir, en un hombre tan joven, se debía a una
fijación excepcionalmente fuerte de su libido sobre sus familiares más
cercanos, a cuyo estrecho círculo estaba confinado casi por completo.
Cada vez que traspasaba esas fronteras lo embargaba la ansiedad.
Si quería abandonar la casa, O hacer una visita, o hablar a un supe-
rior, siempre hacía presa de él la ansiedad. Sus fantasías sexuales,
desusadamente fuertes, se centraban en su familia; y no sólo tenía
deseos heterosexuales fijados sobre su madre y su hermana, sino que
estaba muy interesado en su padre desde un punto de vista homo-
sexual y masoquista. Tan pronto como se aproximaba a una persona
extraña comenzaba a tener fantasías sexuales acerca de ella; pero su
intento de "transferencia" era inmediatamente suprimido. Había
querido, por un tiempo, abandonar sus estrechos límites, pero la
fijación de su libido era tan fuerte que todos los intentos que hizo
en esa dirección culminaron en ansiedad.
Las ya mencionadas fantasías sexuales del paciente conducían
siempre a la masturbación, acto que ejecutaba de una manera refi-
nada, sin hacer nunca uso directo de sus manos, sino aplicando con-
tinuos y suaves estímulos, tales como una leve presión de los muslos
y manipulaciones por sobre sus ropas. Esta excitación física, y las
fantasías concomitantes, solían ocasionar un "apartamiento de la reali-
dad" parecido a un sueño. La eyaculación nunca se producía, pero
acostumbraba tener un período muy marcado de vacío mental. En el
caso presente, podemos ver a los estados de sueño todavía en su rela-
ción directa y original con la masturbación. Sin embargo podían
aparecer también espontáneamente. Así sucedía especialmente cuando
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 83

estaba presente el padre del paciente. Pues entonces, aquellas fantasías


a las que el paciente era adicto cuando se encontraba solo, eran acti-
vadas, y en esta situación -inducían un estado de sueño, así como
otras veces conducían a la masturbación.
Durante muchos años el paciente había disfrutado estos estados
altamente placenteros en sus horas de escuela. Sus maestros habían
notado que no atendía a las lecciones y que estaba habitualmente
abstraído. Estaba ocupado con fantasías muy alejadas de sus estu-
dios; y si era bruscamente arrancado de sus ensoñaciones por una
pregunta de su maestro, sufría una severa ansiedad. A medida que
pasaron los años, esta propensión persistió sin cambios; y el estado
de sueño le servía aún como un medio de aislarse completamente.
Estaba completamente absorto en sí mismo, y le era difícil concen-
trarse en nada que excediera el círculo de sus fantasías. Si se encon-
traba en alguna situación desagradable, con frecuencia evocaba deli-
beradamente un estado de sueño, mediante un método sencillo, que
simbolizaba de la manera más clara la exclusión de las impresiones
exteriores: cerraba los ojos. Durante el psicoanálisis siempre hacía lo
mismo cuando se llegaba a un tema del cual no quería hablar. En-
tonces era totalmente imposible sacarle una sola palabra. Se quedaba
sentado, inmóvil y abstraído. Cuando le expliqué que sus estados de
sueño requerían una investigación psicoanalítica detenida, reaccionó
inmediatamente con un estado de sueño, lo que naturalmente hizo
imposible iniciar tal investigación en ese momento. También podía
interrumpir el estado de sueño a voluntad; conseguía esto mediante
un repentino sacudimiento de la cabeza.
El paciente solía emplear el estado de sueño de otra manera,
además, y eso sucedía cuando tenía que padecer algún dolor de ori-
gen psíquico. Entonces evocaba un estado de sueño, por medio de
ciertas manipulaciones sexualmente excitantes, y su dolor se transfor-
maba gradualmente en una sensación de placer.

CASO E
Este paciente exhibía asimismo una transferencia infantil de ín-
dole sexual, sobre ambos padres, extraordinariamente fuerte, junto
con aquellos deseos de muerte que regularmente la acompañaban y
que son rigurosamente rechazados por la conciencia. Estos últimos es-
taban dirigidos especialmente contra su madre, pero habían sido
transformados, por una formación reactiva, en un excesivo apego a
ella, de un carácter completamente infantil. Aunque era adulto desde
hacía tiempo, le parecía extraño no ser más el niño que creía ser.
Vale la pepa decir que fue la muerte de su madre lo que causó su
primer estado de sueño. Éste había sido muy prolongado, y por mu-
chos meses tuvo la sensación de estar atravesando un sueño. Pero la
intensidad de esa sensación n1ostraba grandes variaciones. Decía muy
84 X:ARL ABRAHAM

espontáneamente: "No puedo creer que nada sea real si no estoy a


su lado" (hablando de su madre) . En lugar de las fantasías reprimi-
das que habían estado dirigidas contra la vida de su madre, apareció
entonces en la conciencia la idea de que su propia vida dependía de
la de ella, con la cual terminaría. Sus fantasías de muerte se habían
vuelto contra él mismo. Para citar sus propias palabras: "De la mano
con esto va Ja idea de que toda existencia es fútil". Cuando su ma-
dre murió, el mundo dejó de tener valor para él. Su libido fue tem-
porariamente apartada de los objetos que lo rodeaban; y, como a los
otros pacientes, todo le parecía extra.ño ahora, como si no lo hubiera
visto antes. Las personas con quienes estaba hablando no parecían
existir. Todos los acontecimientos anteriores, esto es, los que habían
tenido lugar mientras vivía su madre, parecían remotos. Decía: "Todo
el pasado es como un sueño, con1o si hubiera sucedido hace una eter-
nidad." El paciente tenía a menudo esos estados sin darse cuenta de
ello. En general era perfectamente capaz de ejecutar su trabajo, que
precisaba una gran concentración intelectual. Pero más recientemente
habían aparecido estados de sueño de menor duración y más agudos.
La historia de su origen es muy peculiar, y es como si_gue:
El paciente acostumbraba sufrir periódicamente violentos dolores
de cabeza, que le causaban un gran tormento. (Luego diremos algo
acerca de su origen.) Hacía unos tres años había decidido consultar
a un especialista neurólogo, quien hacía tratamientos hipnóticos.
Luego de varios intentos fallidos de producir la hipnosis, abandonó
el tratamiento. Pero entonces comenzó a probar a colocarse él mismo
en un estado mental que difiriera del habitual, con la esperanza de
librarse de ese modo de los dolores de cabeza. Consiguió varias veces
provocar un estado de ese tipo, que era muy agradable y al que con-
sideraba una "autohipnosis". Pero sus dolores de cabeza continua-
ron. También durante su tratamiento conmigo expresó el deseo de
ser hipnotizado, en forma reiterada y apremiante. Subordinarse a la
voluntad de otro concordaba con sus tendencias masoquistas. Como
él mismo decía, su ideal era el poder ser completamente pasivo, y
era una tortura para él tener que ejercer toda su energía para con-
tinuar su vida.
Su vida sexual exhibía un gran número de inconfundibles rasgos
masoquistas. Durante largo tiempo se masturbó con ~l. acompañamien-
to de fantasías masoquistas, pero luego de una dura lucha consiguió
abandonar parcialmente esa práctica. El síntoma de pasividad sexual
que arrojó más luz sobre sus estados de sueño fue su impotencia
psíquica, que había comenzado al mismo tiempo que sus intentos de
inducir estados de sueño. Además, me dijo espontáneamente que ya
antes había tenido el deseo de ser sexualmente pasiv.o. Quería ser
capaz de entregarse al placer sexual de un modo pasivo, como una
mujer.
Sus estados de sueño permitieron la realización de ese ideal, aparte
PSICOANÁLISIS CÚNICO 85

de proporcionar un considerable placer. Y estaba en completo acuer-


do con su deseo de cesar toda actividad el que su método para in-
ducir tales estados consistiera en concentrar toda su voluntad en no
pensar en nada. Su vida en general demandaba un gran esfuerzo inte-
lectual, pero su deseo era opuesto a eso. Como hemos visto en los otros
pacientes, en el ápice del estado de sueño ~e establece un "vacío
mental". En el caso presente el paciente tenía una intención con-
ciente de provocar esa etapa. que, como sabemos, corresponde al
momento de mayor placer.
Citaré sus propias palabras para describir ese estado. Las pronun-
ció espontáneamente y con signos de fuerte emoción; y son muy
inteligibles para nosotros luego de lo que se ha dicho. Dijo él: "Al
principio hay un esfuerzo, como en el comercio sexual. Si quiero
conseguirlo tengo que acostarme y ponerme a hacerlo. Tengo que
concentrar todas mis fuerzas en no pensar en nada. Cierro los ojos.
No debo permitir que me llegue nada del mundo externo. Luego sé
produce una breve etapa de arrobamiento en la que todas mis sen-
saciones se transforman. Es el cambio físico más grande que conozco,
y no puedo encontrar las palabras adecuadas para describirlo. Esa
corta etapa de placer parece sin embargo una eternidad." En el clímax
del proceso de excitación -pues así debemos llamarlo- sus pensa-
mientos solían detenerse.
El paciente completaba su descripción como sigue: "Se tiene la
idea de que en la vida todo su mueve hacia adelante; quiero decir,
por ejemplo, la circulación de la sangre. Pero repentinamente todo
se transforma; todo retrocede, como si ya no fuera hacia adelante sino
hacia atrás. Es como si hubiera comenzado a operar alguna magia.
Mientras que en otras ocasiones todo tiende a abandonar el cuerpo,
ahora todo es reconducido a él. Ya no emito cosas sino que las absor-
bo." Luego de una breve pausa, continuó: "Hay una paz absoluta y
armoniosa, una reconfortante pasividad, en contraste con mi vida real.
Sobre mí se mecen olas. Se me ha hecho algo. Si el estado no pasara,
no me movería hasta el fin del tiempo."
Estos estados de sueño le permitían al paciente obtener en la
imaginación un placer ilimitado por su pasividad sexual. Quería ser
una mujer, y en sus estados de sueño experimentaba el cumplimiento
de ese deseo. Tenía razón cuando hablaba del "mayor cambio que
pueda concebirse", pues no es concebible una alteración más radical
que un cambio de sexo. Y para el paciente eso significaba no sólo
un cambio de sexo sino también una subversión de todo su modo
de vida.
Su deseo de ser una mujer atrae nuestra atención hacia sus com-
ponentes homosexuales. Ya conocemos la intensa transferencia de su
libido infantil sobre su padre, de modo que podemos suponer que al
desear ser una mujer se estaba identificando con su madre para ocu-
par el lugar de ella con su padre. Tal suposición es confirmada por
86 KARL ABRAHAM

la etiología de sus dolores de cabeza, a los que ya nos hemos referido,


y que servían directamente para identificarlo con su madre. Pues sien-
do él niño, eila había sufrido de dolores de cabeza con los cuales Jos
suyos tenían gran semejanza. Ella solía tenerlos cuando le venían
sus períodos. En esos días se mostraba muy irritable y tenía que cui-
darse mucho. Los dolores de cabeza del paciente solían ocurrir asi-
mismo con intervalos de cuatro semanas y duraban de tres a cuatro
días cada vez. Durante ese tiempo era extremadamente sensible a los
estímulos exteriores, y se veía obligado a suspender el trabajo y que-
darse uno o dos días en cama. Sus dolores de cabeza, por lo tanto,
servían para identificarlo con su madre. Que él tenía alguna sospe-
cha de esa relación, lo muestra el hecho de que cierta vez, al princi-
pio de su tratamiento, dijo bromeando: "Acabo de tener mi período".
Sus ataques de jaqueca y sus estados de sueño servían para trans-
formarlo en una mujer. El período mensual y la pasividad sexual son
dos rasgos muy importantes de la vida sexual de la mujer. El pa-
ciente seguía un instinto perfectamente correcto cuando buscaba ex-
pulsar o, como diríamos ahora con mayor propiedad, reemplazar su
jaqueca por un estado de sueño, puesto que ambos servían al mismo
fin de pasividad sexual. Si su plan hubiera tenido éxito hubiera reem-
plazado un síntoma desagradable con otro equivalente pero agrada-
ble. Que haya sido defraudado en esta esperanza, es también muy
explicable. Pues sus dolores de cabeza no dependían sólo del motivo
que hemos mencionado, sino que servían también a otros deseos re-
primidos que no hubieran encontrado expresión adecuada en sus
estados de sueño; de modo que éstos debían aparecer al lado de sus ja-
quecas, pero no en lugar de eilas.
El intento del paciente de evitar el dolor había fracasado, pero
obtuvo otra fuente de placer. Aunque sus estados de sueño no alivia-
ron su padecimiento, le ofrecieron sin embargo un placer compen-
satorio que le permitía conformarse con el sufrimiento que se veía
obligado a soportar.
CASO F
Daré un extracto del análisis de un caso que no presenta marca-
dos estados de sueño en el sentido que hemos descrito, pero que
muestra una especie de etapa introductoria a ellos. Demuestra de una
manera particularmente clara el origen de los estados de sueño a
partir de los ensueños diurnos, y también la estrecha relación que
existe entre los estados de sueño neuróticos y los sueños que se tienen
al dormir.
Este paciente estaba en tal grado dominado por ciertas fantasías
recurrentes que él las llamaba "ideas obsesivas". La lectura, en espe-
cial, proporcionaba estímulos para esas fantasías. Solía identificarse
inmediatamente con el héroe de la historia. Decía: "Cuando leo una
novela de amor me imagino ser el héroe de quien todas las mujeres
PSICOANÁLISIS CÚNICO 87

están enamoradas". En realidad, la actividad sexual del paciente era


muy limitada. Además de esos ensueños diurnos eróticos solía tener
fantasías de grandeza. Al leer algo acerca de una figura histórica
tenla la idea de que él era esa persona, y en su imaginación vivía la
vida de ella. Como él decía: "Me gusta, por ejemplo, leer acerca de
Napoleón. Pues entonces me parece que yo mismo recibo las aclama-
ciones que él recibió." De hecho, le bastaba pensar en gritos de júbilo,
fama y aclamaciones, para sentir un estremecimiento. La música, en
especial la música militar, ejercía sobre él un efecto estimulante, y
solía provocar ese "estremecimiento". En el sueño diurno que solí.a
resultar de tales incidencias, el paciente, que era un hombre de nego-
cios, se imaginaba a sí mismo convertido en un hombre importante,
o rico, "quizás un industrial como Krupp". Se imaginaba entonces
cómo hubiera desatendido por completo los sentimientos de su plana
mayor, y le impondría su voluntad (cf. su idea de ser Napoleón). Le
resultaba difícil liberarse de estas ideas. Decía: ºCuando tengo esas
ideas obsesivas" (sueños diurnos), "recito un poema para distraer
mis pensamientos, generalmente el c:Loreley>, o el >Saludo al triun-
fador., u otro poema de mis días escolares". Sin embargo, tenía que
repetirlos muchas veces antes de conseguir el efecto deseado.
La figura central de las fantasías del paciente era o un amante
valeroso, o un déspota brutal, o un héroe militar. No era difícil ver
que en sus sueños diurnos buscaba satisfacer aquellos deseos que pro- ·
cedían de la confluencia de sus instintos sexual y de agresión, esto es,
de sus sentimientos sádicos. Tenía en general la sensación de que no
causaba una impresión de masculinidad, y de que era tratado como
un niño. Este sentimiento resultaba de la supresión de su sadismo.
En sus sueños era el hombre enérgico, despótico, pero luego se con-
vertía nuevamente en el "niño" débil y dependiente. Los poemas de
sus días escolares constituían una conveniente interrupción de sus
fantasías, porque lo trasladaban a la infancia. ~os llama la atención
de inmediato la similitud del contenido de las fantasías de este pa-
ciente y de las del Caso B, que han sido descritas. Esta semejanza se
extiende a un síntoma particular. Encontramos en el paciente B una
notable tendencia a ruborizarse; y el paciente F también sufría de
rubores y una marcada eritrofobia.
En el caso presente los estados de sueño no tenían el mismo ca-
rácter que los previamente descritos, pues faltaban las etapas del
apartamiento de la realidad, vacío mental, y angustia subsiguiente.
Más aún, tenía un curso diferente. No obstante, iban más allá que
los ensueños diurnos ordinarios, por su gran intensidad. y tenían una
característica en común. con el estado de sueño propiamente dicho.
Ésta era que el pacieiite perdía el control de sus pensamientos durante
sus fantasías, y no podía interrumpirlas a voluntad. Como los demás,
tuvo que descubrir un método para interferir sus fantasías, y tenía
que hacer un uso liberal de él antes de que fuera eficaz. La visuali-
88 KARL ABRAHAM

zación extraordinariamente vívida de sus fantasías requiere una obser-


vación especial; luego le prestaremos una mayor atención a este rasgo.
Este caso también manifiesta muy bien que las fantasías en estado
de vigilia son las precursoras de los sueños que se tienen al dormir.
El paciente relató algunos sueños que desde su infancia eran recu-
rrentes. En uno de ellos era atacado, estando en la cama, por un
hombre con barba. El hombre lo apuñalaba con una daga, mientras
que él permanecía inmóvil como si sus manos estuvieran paralizadas.
Se despertaba con gran ansiedad. Con· mayor frecuencia aún, soñaba
que era perseguido por un león, y que finalmente, con gran angustia
se deslizaba por una grieta en un muro, por donde el león no podía
seguirlo••. El hombre con la daga (simbólica) era su padre, cuyos
"ataques" (sexuales) contra su madre había presenciado cuando pe-
queño. El sueño tracionaba su deseo reprimido de ocupar el lugar de
su madre en relación con su padre.. Su sueño acerca del león perte-
necía al mismo complejo.
Cuando se le pedía al paciente, que desde hacía poco tiempo
estaba en tratamiento, que dijera lo que se le ocurriera, según la
regla del procedimiento psicoanalítico, cerraba los ojos y describía las
imágenes que se aparecían. Respecto al sueño en que era apuñalado
con una daga, dijo 4 7 ; "Veo un hombre que es apuñalado por otro.
El primero está acostado en un lecho, y el segundo está arrodillado
sobre él y lo apuñala en el pecho. El que está acostado aferra la mano
derecha de su oponente con su izquierda. El hombre arrodillado pare-
ce tener unos treinta años de edad. Tiene aspecto feroz y tiene una
barba oscura. El otro parece bien educado y aristocrático. Tiene puesto
un jubón de seda con cuello de encaje."
Es obvio qu.e estas imágenes mentales tienen el !nismo contenido
que los eternos sueños mencionados anteriormente. El hombre acos-
tado era el mismo paciente. (Incidentalmente, estaba reclinado en el
diván de mi consultorio cuando hizo esa descripción). Es de particu-
lar interés observar que en esta descripción usa la voz pasiva - "un
hombre es apuñalado por otro" - dado que era él mismo el sujeto. En
la época en que dormía en el dorn1itorio de sus padres, siendo niño,
su padre tenía aproximadamente treinta años y usaba barba. El hecho
de que el paciente dotaba a la figura recostada con una apariencia
aristocrática, se explica por las típicas fantasías de linaje 48 que se
dan con gran intensidad en los niños neuróticos. El jubón de seda
con el cuello de encaje estaba tomado de un cuadro que colgaba sobre

48 El paciente B también tenía sueños de este tipo constantemente recu-


rrentes. Pero no he dado su análisis aquí para evitar las complicaciones innece-
sarias.
47 La interpretación del sueño mencionado anteriormente era desconocida
por el paciente en el momento en que relató sus visiones.
48 Cf. mi "Traum und Mythus", p. 40 (N9 14, B. A.); también Rank,
"Der Mythus von der Geburt des Helden" (1909).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 89
mi sofá ("El caballero risueño", de Franz Hals). Lo había mirado
con atención antes de cerrar los ojos, porque tocaba su complejo
..aristocrático" infantil. Cuando lo miró por segunda vez expresó que
sus ropas le recordaban las de las mujeres aristocráticas. El cuadro,
en consecuencia, había tocado otro complejo: el homosexual. U no
o dos días después, nuevamente acostado en el diván, el paciente tuvo
las siguientes visiones:
"Un centauro -ahora aparece un niño pequeño. . . es también
un centauro pequeño." (Éstos eran su padre y él mismo. Nótese el
simbolismo sexual de la comparación con un centauro salvaje o un'
garañón.)
"Una carrera ... los jinetes saltan sobre las vallas." (Esto repre-
senta su rivalidad con su padre. El paciente tenía en general, ese ras-
go de carácter que el paciente -B denominaba, en sí mismo, "senti-
miento competitivó").
"Un caballo caído." (El paciente dijo que en el camino a mi casa
había encontrado un caballo que se había caído. Un determinante
más profundo de esta imagen debe buscarse en las típicas fantasías
sobre la muerte de su padre) 49 •
"El hombre del yelmo, la pintura de Rembrandt." (Este cuadro
no estaba en mi pieza, sino que era un favorito del paciente. Su padre
era un hombre grande, poderoso. Había prestado servicio en la Guar-
dia, y tomado parte en dos guerras. El paciente quiso ser un soldado
como su padre, quien fue, además, el prototipo de su fantasía de
Napoleón.)
El paciente tuvo otras visiones de un carácter semejante.
Tanto sus sueños en estado de vigilia como sus sueños nocturnos
derivaban su contenido de sus fantasías infantiles. Tenían en común,
inclusive, las imágenes alucinatorias. En sus estados de sueño, tam-
bién había un proceso psicológico análogo a la elaboración del sueño,
que tomaba su contenido manifiesto del material reprimido (latente).
Sólo necesito referirme al uso abundante del simbolismo, así como
al muy pronunciado grado de condensación. Hemos encontrado nu-
merosos ejemplos que muestran que algún detalle particular del esta-
do de sueño (y también el estado de sueño considerado en su totali-
dad) servía para expresar muy diferentes, y aun opuestas, fantasías.
Los sueños y los estados de sueño neuróticos, no son los únicos
derivados del sueño-diurno. Hay dos más, caracterizados por una más
profunda perturbación de la conciencia. Del sueño procede el sueño
sonambúlico, en el cual el neurótico convierte sus fantasías en accio-
nes más o menos complicadas, de las cuales luego n.o tiene ningún
recuerdo. De un modo semejante, los estados de sueño pueden origi-

49 Recientemente he encontrado en otro caso la misma fantasía del caballo


caído. Y Freud analizó una fantasía similar en su "Análisis de una fobia en un
niño de cinco años" (1909).
90 KARL ABRAHAM

nar "estados hipnoides" y "estado crepusculares". En estos últimos en-


contramos elementos que nos son familiares por los estados de sueño,
tales como la "lejanía", el "desvanecimiento de la realidad inmedia-
ta", y la cesación afectiva del pensamiento" 50 • En estos estados cre-
pusculares se pueden ejecutar acciones muy complicadas. La exten-
sión de la amnesia gue los sucede está en proporción con el grado
de perturbación de la conciencia que ha tenido lugar durante ellos.
Tal amnesia no es característica de los estados de sueño que hemos
considerado.
A estos fenómenos episódicos del cuadro clínico de la histeria
pueden agregarse otros estrechamenté relacionados, cuya vinculación
con el sueño diurno ha sido demostrada en anteriores investigaciones.
Puedo mencionar en primer lugar los ataques histéricos. Freud 51 re-
cientemente ha resumido de una manera muy concisa su teoría acerca
de la naturaleza de éstos. Citaré unos pocos pasajes de su exposición
del tema, a la cual ya me he referido.
"La investigación de la historia de la infancia de los pacientes
histéricos muestra que el ataque histérico es un sustituto de una gra-
tificación autoerótica anteriormente prácticada por ellos Y. luego aban-
donada." Nuestro análisis de los estados de sueño nos ha conducido
a resultados análogos.
"Los recuerdos del paciente establecieron las siguientes etapas:
a} Gratificación autoerótica sin contenido ideacional. b) La misma,
en conexión con una fantasía, que culmina con el acto de gratifica-
ción. c) Renuncia al acto con retención de la fantasía. d) Represión
de esta fantasía, que después irrumpe en el ataque histérico, sea sin
sufrir cambios, o bien modificada y adaptada a nuevas experiencias,
y e) que puede inclusive restaurar el acto de gratificación pertene-
ciente a la fantasía, y que en apariencia ha sido abandonado. Éste
es un típico ciclo de la actividad sexual infantil: represión, fracaso
de la represión, y retorno de lo reprimido." De modo que las tres
primeras etapas son comunes a los estados de sueño y los ataques
histéricos.
"La pérdida de la conciencia, el vacío mental del ataque histé-
rico, se origina en la pasajera pero incon~undible desaparición de la
conciencia que se experimenta en el ápice de toda gratificación sexual
intensa, inclusive la gratificación autoerótica ... El mecanismo de esta
vacancia mental es relativamente simple. Al principio, toda la aten-
ción está fija en el curso de la evolución del proceso gratificatorio;
luego, con la aparición de la gratificación misma, toda esta concen-
tración de la atención es bruscamente detenida, de modo que tiene
lugar un momentáneo vacío en la conciencia. Estas lagunas fisioló-

50 Hago uso de la tenninologfa de Breuer. Cf. Breuer y Freud, "Studien


iiber Hysterie' (1895) .
~1 Ver nota 89.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 91

-gicas en la conciencia, como podemos denominarlas, son luego exten-


didas, para servir a la represión, hasta que pueden absorber todo
aquello que la facultad represora repudia."
De modo que los estados de sueño y los ataques histéricos parten
de las mismas etapas iniciales y sirven a los mismos fines; pero difie-
ren en sus métodos de expresión, y también generalmente en la parte
que desempeña la conciencia. Mientras que el vacío mental es en los
estados de sueño casi siempre de corta duración, especialmente com-
parado con la prolongada duración de las otras etapas, la "laguna
en la conciencia" de los ataques histéricos dura según los requeri-
mientos del caso. El ataque histérico utiliza el "mecanismo reflejo
del acto sexual" para expresar las fantasías reprimidas, y origina as}
una "descarga motriz de la libido reprimida". En el estado de sueño
el proceso se expresa en el plano de la fantasía, si exceptuamos cier-
tas expresiones motoras (como. por ejemplo, la alteración de la po-
sición o movimiento del cuerpo) que no tienen relación con la ac-
ción del coito.
Cercanos a los ataques motrices de histeria, los ataques de ansie-
dad tienen una estrecha relación genética con los estados de sueño.
En este tipo de fenómenos histéricos episódicos, también podemos des-
cubrir procesos de excitación sexual que han sufrido transformacio-
nes G2. Puedo mencionar que los pacientes cuyos estados de sueño he
relatado en detalle sufrían todos ataques de ansiedad más o menos
frecuentes, pero no, en cambio, ataques histéricos motrices. Hay evi-
dentemente diferencias individuales en el cuadro clínico al respecto,
pero todavía no tenemos una comprenSión suficiente de ellas.
Puedo mencionar que en la locura (demencia precoz) ocurren
estados de sueño de un tipo muy parecido. En el caso de un joven he-
befrénico he podido hace poco establecer definidamente su origen a
partir de los sueños diurnos. En este caso, la condición de "leja-nía"
era particularmente marcada. En sus estados de sueño, le parecía al
paciente "como si todo no fuera más que un teatro". Puedo señalar
que en la demencia precoz también ocurren estados crepusculares, y
ellos tienen importantes características en común con los estados his-
téricos. Estados parecidos al sueño, de un desarrollo prolongado y
acompañados por sentimientos de extrañeza especialmente pronun-
ciados, han sido descritos por Wernicke, Juliusburger, y otros au-
tores 5 ª.
Los casos analizados anteriormente eran sin excepción ,serias
psiconeurosis. Pero no se sigue de ello que los estados de sueño no
ocurran en los casos leves. Indudablemente, un gran número de per-

G2 Cf. Stekel "NervOse Angstzustlinde und ihre Behandlung" (1908).


63 He podido observar recientemente varios ataques catatónicos en una pa-
ciente. Comenzaban con violentos movimientos de la boca, en forma de besos, y
luego representaban el acto sexual de una manera inconfundible. También tene-
mos aquí, por lo tanto, una analogía con el ataque histérico.
92 KARL ABRAHAM

sanas que sólo están ligeramente enfermas sufren de tales estados


tanto como aquellos que están más gravemente afectados. Todos ellos
tienen la tendencia a abandonarse a ensoñaciones diurnas, y ninguno
ha podido superar su anhelo de las actividades autoeróticas de la
infancia. Sus simples ensueños en estado de vigilia, o las estructuras
mentales más complicadas que derivan de ellos, sirven como medios
temporarios para evadirse de la realidad hacia el reino de la infan-
cia. Si una persona está predispuesta a los estados de sueño, será
suficiente un ligero estímulo que toque sus complejos reprimidos para
evocar tales estados.
En el caso de las personas sólo ligeramente neuróticas, los estados
de sueño eluden a menudo la observación médica, o bien no se reco-
noce su particular significación. Las pacientes, por ejemplo, se que-
jan con frecuencia a su médico -y no sólo en el tratamiento psico-
analítico- de que se sienten hipnotizadas por él. Éste es un ejem-
plo transparente de Ja "transferencia". La paciente está inconcien-
temente dispuesta a subordinarse a la voluntad de su médico, es
decir, está pronta a adoptar una actitud pasiva frente a un ataque,
inconcientemente deseado, por parte del médico. Su fantasía elabora
el tema del cumplimiento de este deseo, hasta que se produce el esta-
do de "lejanía", seguido por las siguientes etapas con las que estamos
familiarizados. En realidad, la paciente pasa por un estado de sueño
durante su visita al médico. En algunas mujeres histéricas, basta la
presencia de cualquier hombre para hacerles sentir que están siendo
hipnotizadas. Traté una vez a una paciente que siempre sufría de
ansiedad en los tranvías. Tenía la sensación de que estaba siendo
"taladrada" por Ja mirada de cualquier hombre sentado enfrente suyo.
Esta sensación causaba de inmediato un estado que ella llamaba una
clase de hipnosis, y que culminaba en ansiedad.
Otras mujeres neuróticas dicen que en medio de una conversa-
ción con un hombre se sienten bruscamente "apartadas de la reali-
dad", y su propia voz les parece extraña, como si fuera otra persona
la que hablara. Luego sigue el "vacío mental", y finalmente Ja ansie-
dad y el sentimiento de vergüenza. El análisis demuestra que tales
personas tienen el hábito de abandonarse con liberalidad a los sueños
diurnos. Les agrada especialmente tener fantasías mientras están en
Ja cama, de mañana. El hilo de estos ensueños es retomado tan pronto
como se presenta una ocasión adecuada, y se suceden luego las otras
etapas típicas del estado de sueño.
En la exposición a la que me he referido, Freud ha dado una
descripción condensada de las causas de excitación y del propósito de
los ataques histéricos. Un ataque histérico es evocado asociativamente
cuando el complejo es estimulado mediante un lazo que lo relaciona
con la vida conciente. Es evocado orgánicamente cuando la libido es
incrementada por causas externas o internas, y no tiene desahogo.
Es muy obvio que en general las dos situaciones se dan juntas. Los
PSICOANÁLISIS CÚNICO 93
mismos estímulos operan también en la producción de los estados
de sueño.
Según Freud, los ataques histéricos sirven en primer lugar al fin
primario de la enfermedad (huída hacia la enfermedad) , y son por
lo tanto una especie de consuelo para el paciente. En segundo lugar
sirven al fin secundario de la enfermedad, siempre que ella ocasione
un beneficio práctico. Lo mismo vale para los estados de sueñó. El
paciente E, quien cayó en un estado de sueño de larga duración des-
pués de la muerte de su madre, provee un excelente ejemplo de la
"fuga hacia la enfermedad". Esos estados de sueño tienen también un
fin actual y práctico, como fue evidente en todos los casos que con-
sideramos. En muchos pacientes tal estado aparecerá como si fuera
a pedido en situaciones angustiosas. No sólo eso, sino que debe men-
cionarse particularmente que muchos pacientes evocan un estado de
sueño conciente y deliberadamente para evitar algo desagradable u
obtener un placer. Recordamos una vez más la relación genética de
los estados de sueño con el onanismo. El neurótico recurre a menudo
al onanismo a modo de consuelo - para eliminar la depresión, por
ejemplo.
Tanto los sueños como los estados de sueño neuróticos tienen
por función el evitar lo desagradable••. Pero los estados de sueño
sirven también para proveer un placer positivo. El paciente B, cuyo
estado de sueño lo rescataba de su condición de pasividad, no sólo
escapaba a lo desagradable por este medio, sino que en las primeras
etapas del proceso obtenía un placer positivo en su imaginaria ac-
tividad.
Un cambio del fin sexual, tal como se daba en los estados de
sueño del paciente E, no es la regla. Hay otro tipo, el representado
por el paciente C. En su caso las fantasías se desarrollaban según las
líneas de esa pasividad que era ya su actitud dominante, y servían
así para intensificar sus sentimientos masoquistas hasta un grado ex-
traordinario.
Los estados de sueño ofrecen al paciente neurótico, del mismo
modo en que lo hacen otros fenómenos neuróticos, un sustituto de
una actividad sexual que le está vedada. Su inconciente utiliza este
sustituto mientras no obtiene la gratificación de ciertos deseos. Pero
si la libido experimenta una gratificación suficiente, los estados de
sueño disminuyen e inclusive desaparecen totalmente. He visto súce-
der esto en el caso de una dama ligeramente neurótica, tan pronto
como ella obtuvo una gratificación sexual suficiente en su vida con-
yugal. .Y un joven que se dirigió a mí para su tratamiento, en razón
de una impotencia psíquica, descubrió que la incansable actividad de
su fantasía sexual se apaciguaba y llegaba a proporciones normales

54 Véase Freud, "Der Witz", 1905, p. 154.


94 KARL ABRAHAM

cuando fue potente una vez más y pudo obtener la gratificación ade-
cuada. .
El análisis de los estados de sueño demuestra nuevamente la ex~
traordinaria fecundidad de las teorías de Freud. Desde la introduc-
ción del método de investigación psicoanalítica, no estamos ya limi-
tados a una mera descripción de los síntomas de la neurosis, sin
entender su significado ni ser capaces de explicar su carácter indivi-
dual en cada caso. Podemos comprender las condiciones que dan
lugar a la neurosis y sus motivos, y descubrir el fin oculto y las
fuerzas instintivas que operan en ella. Somos capaces de entender las
peculiaridades individuales de cada caso, puesto que no considera-
mos solamente la vida instintiva actual del neurótico, sino que inves-
tigamos asimismo los deseos reprimidos de su infancia. Pues en los
lugares más recónditos de su mente está esforzándose continuamente
por repetir aquellas situaciones infantiles de gratificación, cuya me-
moria retiene todavía en su inconciente.
CAPITULO V

OBSERVACIONES SOBRE EL PSICOANALISIS DE UN


CASO DE FETICHISMO DEL PIE Y DEL CORSÉ (1910) ••

Es SÓLO recientemente que el· psicoanálisis ha prestado atención espe-


cial a los problemas del fetichismo. En la primera edición de sus
"Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie", Freud le asignó una posi-
ción singular entre las otras aberraciones sexuales y entre las neuro-
sis. Una observación ulterior ha demostrado, sin embargo, que en
muchos casos el fetichismo y la neurosis están presentes en el mismo
individuo. En la segunda edición de la obra ya mencionada, Freud se
refirió brevemente a este hecho, y atribuyó los fenómenos del feti-
chismo a un tipo especial de represión al que Hamó "represión par-
cial''. Como consecuencia de esto, el antes subrayado contraste entre
neurosis y fetichismo fue suprimido.
El análisis de un caso de fetichismo del calzado y del corsé, del
que voy a tratar, me ha conducido a ciertas conclusiones respecto a
la psicogénesis de esta forma de fetichismo; y otros casos han confir-
mado esas hipótesis.
Debemos suponer que en la base de tal anormalidad hay una
constitución sexual específica caracterizada por la fuerza anormal de
ciertos instintos componentes. Dado esto, el complejo de los fenóme-
nos fetichistas está constituido por la cooperación de dos factores, a
saber, la represión parcial ya mencionada, y un proceso de desplaza-
miento li 6 al que me referiré más detalladamente.
Haré una relación del caso tan breve como sea posible: En el
momento de su análisis, el paciente tenía veintidós años, y estudiaba
en una escuela técnica. Al comenzar el tratamiento, puso en mis ma-
nos una autobiografía, que se extendía detalladamente sobre su vida
sexual. Lo primero que hay que reparar en ella es que en la puber-
tad aquél difería de las otras personas de su edad al no compartir
su interés sexual por las mujeres. Tampoco experimentaba sentimien-
tos de amor, en el sentido usual, hacia personas del' sexo masculino.
Su conocimiento conciente de los hechos más importantes de la sexua-

55 (N• 18. B. A.)


66 Respecto a la idea de "desplazamiento", véase Freud, "Traumdeutung",
p. 209.
96 KARL ABRAHAM

lidad, lo adquirió muy tardíamente. Tan pronto como lo poseyó, con-


cibió la idea de que era impotente. Sentía una gran aversión por la
autogratificación manual, tal como era practicada por los jóvenes de
su edad.
Sus intereses sexuales se volvieron en otra dirección. A los cator-
ce años de edad comenzó a atarse a sí mismo, y reiteraba este proce-
din1iento siempre que se encontraba en su casa sin posibilidad de
que lo estorbaran. Obtenía placer leyendo libros cuyo tema era el
encadenamiento o las ataduras -por ejemplo, historia acerca de los
Pieles Rojas, en donde los prisioneros son atados a un poste y tor-
turados. Pero nunca intentó atar a otra persona, ni le gustaba sufrir
ese tratamiento a manos de los .demás.
Cuando tenía alrededor de quince años, mientras estaba en un
lugar de curación, vio a un niño de unos ocho o diez años que de
inmediato atrajo su atención por los elegantes zapatos que llevaba
puestos. Escribió en stL autobiografía: "Cada vez que miraba sus za-
patos experimentaba un gran placer, y deseaba que se presentara otra
oportunidad de hacerlo." Al regresar a su casa comenzó a mostrar
interés por los zapatos elegantes, especialmente por aquellos que usa-
ban sus compañeros de escuela. Este interés pronto fue transferido a
los zapatos de mujer, y se convirtió en una pasión. "Mis ojos son
atraídos por los zapatos de las mujeres como por una fuerza mági-
ca ... Los zapatos feos me repelen, y me llenan de una sensación de
repugnancia." En adelante, la visión de zapatos ~efinados en las mu-
jeres le causaba un "gozo interior". Esta sensación de placer solía
convertirse a menudo en una violenta excitación, especialmente cuan-
do veía botines de charol con altos tacones, como los que usan las
demi-mondaines. No era sólo la apariencia del calzado lo que lo exci-
taba, sino también su vívida imagen mental de la incomodidad que
debía causar caminar con él. Para tener una experiencia directa de
la sensación que produce el tener los pies dolorosamente comprimi-
dos, se ponía frecuentemente sus zapatos en el pie que no correspon-
día, el zapato derecho en el pie izquierdo y viceversa.
Su interés por los corsés comenzó poco después que su interés
por el calzado. A los dieciséis años se apoderó de un par de viejos
corsés de su madre, y solía ponérselos ajustadamente, y a veces los
usaba bajo las ropas ordinarias, cuando salía. Es característica la
siguiente descripción de su autobiografía: "Si veo a muchachas y mu-
jeres fuertemente encorsetadas, y me imagino la presión que ejercen
los corsés sobre sus pechds y cuerpo, puedo conseguir una erección.
En esas ocasiones he deseado a menudo ser una mujer, pues entonces
podría usar corsé, zapatos de mujer con altos tacones, y pararme
frente a las corseterías sin llamar la atención. Esto es imposible, pero
con frecuencia anhelo usar ropas, corsés y zapatos de mujer." Mirar
zapatos elegantes y a justados corsés se convirtió en su actividad sexual
más importante. Este interés ocupaba el lugar principal de sus vívi-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 97

dos ensueños diurnos. De noche tenía frecuentes sueños eróticos que


versaban sobre corsés, lazos ajustados, etc. Y, como hemos dicho, tenía
inclinación por la lectura de historias de un carácter sádico. Había
mantenido en estricto secreto todo lo relativo a eSas aficiones, hasta
que fue a ver a un especialista, quien me lo remitió para el psico-
análisis. Desde un principio fui escéptico en cuanto al resultado te-
rapéutico.
No pudo descubrirse en este caso causas accidentales, a las cua-
les se les atribuye tanta importancia en la etiología del fetichismo en
la vieja literatura sobre el tema. El hecho de que el paciente, siendo
niño, presenciara frecuentemente a su inadre poniéndose el corsé, no
pudo haber tenido el efecto de un trauma psíquico. Su interés en los
corsés de su madre, y más tarde en los zapatos de los niños, era indu-
dablemente la expresión de una perversión que ya existía. No puede
atribuirse a esas circunstancias una significación etiológica.
Lo que se destaca con mayor nitidez en este caso, y en todos los
de su especie, es la extraordinaria reducción de la actividad sexual
de la persona en cuestión. En realidad, apenas podemos hablar de
una actividad sexual en el caso de este paciente, aparte de sus tem-
pranos intentos de atarse a sí mismo. Nunca había puesto en práctica
deseos sádicos o de otro tipo hacia los demás; gratificaba sus deseos
en esta dirección, completamente con la fantasía. En la práctica nunca
había salido del terreno del autoerotismo.
Si por una parte hemos encontrado muy poca evidencia de acti-
vidad sexual en el paciente, hemos visto, por otra, que su instinto
sexual de mirar era muy pronunciado. Pero aun éste había sido des·
viado de su real esfera de interés. No se dirigía a los cuerpos de otras
personas, en su conjunto, ni a sus características sexuales primarias
o secundarias, sino a ciertas partes de su vestimenta·. No se dirigía,
en consecuencia, al cuerpo desnudo sino a prendas que lo vestían. Y
aun aquí el paciente se había especializado en el calzado y en las pren-
das constrictivas de la parte superior del cuerpo femenino. Su deseo
sexual no iba más allá de la visión de estos objetos. Se trataba por
lo tanto de una fijación sobre un fin sexual preliminar 5 7 • No obs-
tante, la visión del calzado femenino sólo le causaba placer cuando
aquél era elegante en su forma Y, diseño; los zapatos toscos y feos le
producían repugnancia. Encontramos, pues, al lado de una hiperesti-
mación sexual del fetiche, una pronunciada tendencia hacia el rechazo
emocional de él, tal como se da en los neuróticos. La elevada calidad
estética que el fetichista del calzado exige de su objeto sexual, indica
una fuerte necesidad de idealizarlo.
Aunque la actividad sexual del paciente había sido reducida de
tal modo, y aunque sus instintos se satisfacían con la consecución
de fin.es sexuales preliminares, no se sigue de ningún modo que había

57 Cf. Freud "Drei Abl)andlungen zur Sexualtheorie".


98 KARL ABRAHAM

en él una debilidad primaria y fundamental de la libido. El análisis


de las neurosis ha demostrado muy claramente que instintos que han
sido excesivamente fuertes en su forma original, pueden ser parali-
zados por la represión. Y el análisis del presente caso descubrió un
estado de cosas semejante. Numerosos hechos, de los cuales sólo po-
demos citar aquí unos pocos, mostraban que los componentes instin-
tivos sádicos del paciente, y el placer sexual que obtenía al mirar,
habían sido originalmente de una fuerza anormal. Ambos instintos
que estaban en la más estrecha "confluencia'' (Adler), habían sido
contenidos por la represión. ·
Se evidenció, sin embargo, que otros instintos componentes ha-
bían sido incluídos en este proceso de represión. La particular ne-
cesidad que siente el fetichista de hallar un valor estético a su objeto
sexual, indica que su libido buscó originalmente ciertos fines que son
particularm~nte antiestéticos para la generalidad de los adultos nor-
males, y que les producen sentimientos de repugnancia. Antes de co-
menzar este análisis, mi atención había sido atraída por una deter-
minada esfera de la vida instintiva. El profesor Freud me había di-
cho en una comunicación privada que según su experiencia, la repre-·
sión del placer coprofílico en el olfato jugaba un papel singular en
la psicogénesis del fetichismo del pie. Mis propias investigaciones han
c9nfirmado plenamente esa hipótesis. En el presente caso de fetichis-
mo, descubrí que el placer que le causaban al paciente los olores
corporales repugnantes había sido muy fuerte originalmente. La re-
presión de su placer coprofílico olfativo, de su escopofilia y de su
actividad sexual había conducido _a la creación de formaciones de·
compromiso. Y son precisamente estas formaciones de compromiso-
las que constituyen las características peculiaridades del fetichismo·
del pie.
Hay casos de fetichismo en los que la anomalía sexual se mani-
fiesta en un placer no reprimido, es decir, completamente conciente,.
causado por olores repugnantes. En este llamado fetichismo olfativo,
el placer lo produce con frecuencia el olor de los pies sucios y tras-
pirados; y ellos al mismo tiempo atraen los instintos escopofílicos del
paciente. En el caso presente resultó qu·e el paciente había pasado.
por una etapa que correspondía al fetichismo olfativo, luego de la
cual se había registrado una modificación peculiar, por la que su os-
fresiolagnia fue reprimida y su placer voyeurista sublimado en el pla-
cer de mirar calzado estéticamente valioso.
¿Pero cómo sucedió que sus instintos escopofílico y osfresiolágnico
se dirigieran tan marcadamente hacia los pies, en lugar de volcarse
sobre los órganos sexuales y sus secreciones? Ciertas observaciones me
indujeron a sospechar que ambos instintos se interesaron originaria-
mente por la zona genital, pero otras zonas erógenas entraron pre-
maturamente en competencia con ella. Un influjo de este tipo, ejer-
cido por otras zonas erógenas (boca, ano, etc.). nos resulta familiar
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 99

por la teoría de las aberraciones sexuales y por el análisis de las neu·


rosis y los sueños.
Y de hecho el análisis del paciente mostró que la zona genital
había sido sometida muy claramente a una fuerte competencia por
parte de la zona anal. El interés puramente sexual de su primer pe·
ríodo infantil había dejado lugar al interés por el proceso de excre-
ción; y en la pubertad fue contenido por otra ola de represión, con
un fin similar (femenino) . Había conservado durante un tiempo anor·
malmente largo esas ideas infantiles según las cuales - los procesos
excretorios tienen el significado de una función sexual. El simbolismo
de sus sueños era de un carácter concordante. Su escopofilia y su
osfresiolagnia -en la medida ~n que no estaban desplazadas hacia
los pies- se dirigían principalmente a la función y productos de la
micción y defecación.
Los recuerdos del paciente acerca de su primera infancia estaban
relacionados principalmente con impresiones del olfato, y sólo secun-
dariamente con impresiones de la vista. Si su atención se volvía hacia
esa época, aparecían en su mente ciertas ideas obsesivas. U na de éstas
era el olor del iodoformo y del ácido piroxílico, dos sustancias que
usaba su madre en aquellos días. Otra era una escena en un lugar
marítimo de veraneo, y en ella veía a su madre introduciéndose en
el agua. El significado real de esta escena sólo fue explicado por sus
asociaciones, y era éste: por entonces él se había ensuciado dos veces,
y su madre lo había llevado al mar para limpiarlo.
También acudieron a él muchos recuerdos de su infancia poste-,
rior relacionados con el olfato. Por ejemplo, recordaba haber encon-
trado en la pieza de su madre un paquete de pelo, cuyo olor le
resultó agradable; y también haberse abrazado a ella para oler sus
axilias. Tuvo otro recuerdo que databa de la primera infancia, en
el cual su madre le daba el pecho a su hermana menor, y él rozaba
el otro pecho con la boca, y le gustaba el olor del cuerpo materno.
La afición del paciente a su madre duró hasta los diez años, y
hasta entonces se acostaba con frecuencia en la cama de ella. Pero
a esa edad su afecto se convirtió en aversión. Adquirió una gran in-
tolerancia al olor del cuerpo femenino. Al mismo tiempo que era
reprimido su gusto por los olores, su interés sexual se apartaba de
las mujeres, y se ligaba al objeto masculino más cercano, su padre.
En esta transferencia pasó al primer plano el interés por las evacua-
ciones corporales. Su atención se dirigió en especial, indudablemente,.
a estos procesos, por ciertas peculiaridades de su padre, quien, por
ejemplo, a menudo orinaba delante de sus hijos. Sus fantasías se ocu-
paban en gran medida de todo lo que concernía a esta función, en
sí mismo y en su padre 5s.
58 En relación con esto se desarrolló un simbolismo del caballo y de Ja
jirafa, absolutamente idéntico al descrito por Freud en su "Análisis de una fobia
en un niño de cinco años" (1909).
100 KARL ABRAHAM

íntimamente relacionado con esta transferencia sobre su padre


estaba su deseo de ser mujer, que persistió, como sabemos, hasta la
pubertad. Sin embargo, en la medida en que él tenía conciencia de
ello, este deseo no se dirigía al cumplimiento de la función sexual
de la mujer. Lo que quería era "vestir corsés y zapatos de mujer, y
poder mirarlos en las vidrieras de las tiendas sin llamar la atención".
Como ya se ha dicho, una o dos veces durante la pubertad había lle-
vado realmente corsés bajo sus ropas. Su deseo de ser una mujer se
expresaba inconcientemente de varias maneras, que tenemos que men-
cionar todavía.
Sus impulsos infantiles de rebelión y celos, fueron necesariamente
dirigidos contra su padre y madre alternativamente. Esta actitud es-
taba asociada del modo acostumbrado con fantasías de muerte y de
castración, siendo las últimas veces de carácter activo, y otras de
carácter pasivo. Sus fantasías de castración activas tenían también por
objeto a su madre, a quien su imaginación infantil atribuía un ór-
gano sexual masculino. Sus fantasías de castración pasivas correspon-
dían a su deseo de ser una mujer. Se originaron en un período en
el cual tenía la opinión de que el sexo femenino había tenido origi-
nariamente un pene, pero había sido privado de él por castración.
Todas estas ideas jugaban un gran papel en sus sueños. Solía soñar
que tenía que amputar el dedo de una mujer, o que tenía que eje-
cutar una operación en un hombre (su padre) , y que después su
madre lo ayudaba a coser la herida. En otros sueños se decapitaba a
un niño. Un sueño recurrente digno de mención era uno en el que
lo perseguía un hombre con un cuchillo en la mano. El desarrollo
excepcional de su complejo de castración testimonia la fuerza origi-
nal de sus impulsos sado-masoquistas.
En las fantasías del paciente, la castración no sólo tenía el senti-
do obvio de mutilación genital, sino que tenía relación también con
cierta idea que siempre lo había interesado particularmente, a saber,
la de no poder orinar debido a la castración. A partir de esto hay
conexiones que llevan a otro complejo de ideas.
Todos los neuróticos en quienes las zonas anal y uretral son espe-
cialmente erógenas, tienen propensión a retener sus excrementos. Esta
tendencia era extraordinariamente fuerte en el paciente de que habla-
mos. Los recuerdos de su infancia se referían en gran parte a las agra-
dables prácticas a las que solía entregarse en esta dirección. Un sín-
toma neurótico suyo, un '"tartamudeo urinario", estaba también rela-
cionado con esas prácticas.
El paciente se había abandonado durante toda su vida a fantasías
·en las cuales era obligado a demorar el alivio de sus necesidades. Por
.ejemplo, le gustaba imaginarse que era atado a un poste por los indios
y compelido a retener el contenido de sus intestinos y vejiga. Tam-
bién estaba presente en esta fantasía un fuerte elemento masoquista.
Otra de sus ideas favoritas lo convertía en un explorador ártico, a
PSICOANÁLISIS CÚNICO 101
quien el terrible frío le impedía abrir sus ropas siquiera por un
momento, para atender a Jos requerimientos de la Naturaleza. Sus
experimentos de atarse a sí mismo estaban siempre determinados, en-
tre otras cosas, por los mismos motivos; y es significativo que tales
prácticas tuvieran lugar en el w.c. Este acto de atarse, que juega un
gran papel en las fantasías sádicas y masoquistas, adquiría sentido
en su caso por su asociación con las funciones de la evacuación. Las
ligaduras ajustadas causaban un presión en los intestinos y vejiga que
le resultaba placentera; y cuando se puso corsé por primera vez tuvo
una erección y luego debió orinar. Un factor importante de todo su
"motivo" de las ligaduras debe buscarse en ciertos hábitos autoeróti-
cos suyos relacionados con la compresión de los órganos genitales.
En este paciente predominaba ampliamente la zona anal. En su
infancia ella intervenía en una singular práctica autoerótica, en la
cual se sentaba de modo que el talón de su zapato presionara la
región anal. Y en sus recuerdos encontramos una reladión directa
entre pie y ano, en la cual el talón correspondía más o menos al órga-
no masculino y el ano al femenino. Est~ relación era fortalecida por
su afición coprofílica a los olores. Su autoerotismo encontraba abun-
dante gratificación en los olores de su propio cuerpo y secreciones.
Los olores que se desprenden de la piel, la región genital, y los pies,
le resultaron agradables desde temprana edad. De este modo pudo
adquirir el pie un significado sexual en sus fantasías inconcientes.
Puede mencionarse, reSpecto a su gusto coprofílico por los olores. que
muchos de sus sueños tenía por escenario el w.c., o cumplían deseos
eróticos anales por medio de un simbolismo transparente. Un tipo
característico de sueño era uno en el que ponía su nariz entre dos
grandes hemisferios.
Ya- se ha dicho que también el instinto escopofílico del paciente
estaba principalmente dirigido a los excrementos. Solía soñar a me-
nudo con su padre y hermano en situaciones de esa ··c~e; y el agua
se presentaba como símbolo en la mayoría de sus sueños, de los cuales
el siguiente ofrece un ejemplo interesante. Él estaba en un bote con
su hermano, navegando por un puerto. Para salir del puerto tenían
que pasar a través de un pasa je peculiarmente construido, como una
casa sobre el agua. Luego llegaban a mar abierto, pero repentina-
mente estaban en tierra firme y el bote iba por una calle sin tocar
el suelo. Luego estaban flotando en el aire, y un policía los obser-
vaba. Sólo diré unas pocas palabras acerca de la inte.rpretación del
sueño. La palabra puerto ("Hafen") tiene un doble significado, pues
en ciertos diaie·ctos alude a un utensilio de alcoba para orinar. Y la
palabra bote ("Schiff") es muy semejante a una palabra usada vul-
garmente por orinar ("Schiffen"). El pasaje para salir del puerto
le recordaba al paciente las columnas ahusadas del templo de Philas.
Otra asociación era el "Coloso. de Rodas". Éste representaba a un
hombre parado con las piernas abiertas sobre la entrada del puerto
102 KARL ABRAHAM

de Rodas. Al paciente le recordaba a su padre, a quien había visto


orinar en una actitud semejante. El subsiguiente viaje en el bote en
compañía de su hermano, y la parte en que el bote navega en el
aire, estaban relacionados con un recuerdo infantil acerca de ciertas
competencias, nada infrecuentes entre los niños, respecto al acto de
orinar. También era de alguna importancia en su sueño el factor exhi-
bicionista; pues la micción se hacía frente a un policía, y ya sabemos
por la experiencia que en los sueños las personas investidas de auto·
ridad significan el padre.
El material de sueños extraordinariamente rico que proporcionó
el paciente en el curso de su análisis, contenía un gran número de
sueños con un tema similar. De la sorprendente variedad de esos sueños
podemos extraer la conclusión de que sus fantasías se ocupaban en
un grado ppco común de un placer coprofílico visual. Puede mencio-
narse que él mostraba los típicos rasgos de carácter del erotismo anal
sublimado: una economía pedantesca y el amor al orden eran espe-
cialmente prominentes.
El grado en que el pie reemplazaba al pene en la mente del
paciente se manifestaba claramente en ciertos sueños suyos, dos de los
cuales relataré brevemente. En uno de ellos, tenía puestas unas pan-
tuflas con su parte trasera plegada hacia adentro, de modo tjue sus
talones quedaban visibles. Este sueño resultó ser un sueño exhibicio-
nista. El talón estaba expuesto a la vista del mismo modo en que lo
están los órganos sexuales en los sueños exhibicionistas ordinarios.
El tono afectivo era el mismo que en los sueños típicos de exhibición,
que son acompañados de ansiedad. En el otro sueño tocaba a una
mujer con el pie y de este modo la ensuciaba. Este sueño puede com-
prenderse sin ulterior comentario.
Ahora resulta claro por qué el paciente mostraba un interés par-
ticular por los altos tacones de los zapatos femeninos. El tacón del
zapato corresponde al talón del pie, parte del cuerpo que, en virtud
del desplazamiento al que nos hemos referido, había asumido la sig-
nificación del órgano genital masculino. De este modo la predilección
del paciente por los pies femeninos y las prendas respectivas, y espe-
cialniente por los tacones, prolongaba su interés sexual infantil por
el supuesto pene de Ja mujer.
Los hechos mencionados aquí sólo representan una pequeña parte
de los que proveyó su análisis, pero me parecen suficientes para de-
mostrar que el pie puede ser un sustituto de los órganos genita,les.
Los instintos escopofílico y osfresiofílico del paciente, que desde un
principio habían sido dirigidos particularmente hacia los excrementos,
habían sufrido alteraciones de largo alcance, aunque por cierto muy
diferentes. Su instinto osfresiofílico había sido en gran medida repri-
mido, mientras que su instinto escopofílico había sido considerable-
mente acentuado, aunque al mismo tiempo desviado de su esfera de
interés original e idealizado. A este último proceso, que solamente
PSICOANÁLISIS CÚNICO 103
afectó al segundo de los dos instintos en cuestión, podemos aplicarle
el término de Freud de "represión parciál".
Luego de tener este caso tuve más de una oportunidad de ana-
lizar rasgos fetichistas en neuróticos en quienes tales rasgos habían
formado síntomas secundarios; y en todos los casos llegué, a las mis-
mas conclusiones en lo que respecta a la impoftancia de aquellos ins-
tintos que constituían la base de los síntomas fetichistas en el caso
presente. En razón de esta uniformidad de mis resultados no me pro-
pongo presentar nuev9 material extraído de los casos posteriores.
Debo decir unas pocas palabras acerca del efecto terapéutico del
psicoan<ilisis en el caso presente y en otros casos de fetichismo. No
logré eliminar los síntomas fetichistas en este caso particular; pero la
interpretación analítica pudo disminuir en gran medida el poder que
hasta entonces había ejercido sobre el paciente su anormalidad se-
xual. Su poder de resistencia contra la atracción de los zapatos de
mujer, etc., fue considerablemente aumentado, y a menudo emergie-
ron durante su análisis los instintos sexuales normales. No me parece
imposible que si se hubiera continuado el tratamiento, se hubiera
conseguido un gradual fortalecimiento de la libido normal.
La perspectiva terapéutica me parece más favorable en los casos
menos pronunciados, como por ejemplo, cuando ciertos síntomas de
fetichismo acompañan a una neurosis. Un caso de este tipo que he
analizado recientemente parece demostrar que el psicoanálisis puede
eliminar tanto los síntomas neuróticos como los fetichistas, y puede mo-
tivar una actitud sexual normal del paciente.
CAPÍTULO VI

NOTAS SOBRE LA INVESTIGACióN Y TRATA-


MIENTO PSICOANALfTICOS DE LA LOCURA
MANfACO-DEPRESIVA Y CONDICIONES
ASOCIADAS (1911) ••

MIENTRAS QUE en la literatura psicoanalítica se ha considerado con


detalle a los estados de ansiedad morbosa, los estados depresivos han
recibido hasta ahora menos atención. Sin embargo, el estado afectivo
de depresión está tan difundido entre todas las formas de neurosis y
psicosis como el de ansiedad. Los dos estados afectivos se presentan a
menudo, juntos o sucesivamente, en el mismo individuo; de modo
que un paciente que sufre una neurosis de ansiedad estará sujeto a
estados de depresión psíquica, y un melancólico se quejará de pa-
decer ansiedad.
Uno de los primeros resultados de la investigación de las neurosis
por Freud fue el descubrimiento de que la ansiedad neurótica se
origina en la represión sexual; y este origen sirve para diferenciarla
del temor ordinario. Del mismo modo podemos distinguir entre la
tristeza o el pesar y la depresión neurótica, pues la última tiene una
motivación inconciente y es una consecuencia de la represión.
La ansiedad y la represión están mutuamente relacionadas de la
misina manera en que lo es.tán el temor y el pesar. Tememos un mal
futuro; nos lamentamos por uno que ya ha ocurrido. Un neurótico
s~rá presa de ansiedad cuando su instinto lucha por obtener una gra-
tificación que la represión le impide alcanzar; la depresión aparece
cuando tiene que abandonar su objetivo sexual sin haber conseguido
gratificación. Se siente no amado e incapaz de amar, y por lo tanto
desespera de su vida y de su futuro. Este estado afectivo dura hastá
que su causa deja de operar, sea por un cambio real en la situación
o por una modificación psicológica de las ideas poco placenteras con
las que se la enfrenta. Todo estado neurótico de depresión, así como
todo estado de ansiedad, con el que está estrechamente relacionado,
contiene una tendencia a negar la vida.
Estas observaciones tienen poco de nuevo para aquellos que con-

50 (NO 26, B. A.)


PSICOANÁLISIS CÚNICO 105
sideran a las neurosis desde un punto de vista freudiano, si bien en
la literatura psicoanalítica se ha escrito sorprendentemente poco sobre
la psicología de la depresión neurótica. Pero el estado afectivo de de-
presión en la esfera de las psicosis aguarda una investigación más
precisa. Esta tarea se complica por el hecho de que una buena parte
de las enfermedades en cuestión siguen un curso "cíclico", en el cual
hay una oscilación entre estados melancólicos y maníacos. Los pocos
estudios preliminares 60 que se han publicado hasta ahora, sólo tratan
una de esas fases a la vez.
Durante los últimos años he tropezado con seis indudables casos
de este tipo en mi práctica. Dos de ellos eran casos maníaco-depresi-
vos leves (llamados ciclotímicos), a uno de los cuales sólo traté du-
rante breve tiempo. El tercero, una mujer, sufría de estados de depre-
sión cortos pero I_"ápidamente recurrentes, acompañados por síntomas
melancólicos típicos. Dos más habían sucumbido, por primera vez,
a una psicosis depresiva, pero habían mostrado anteriormente una
tendencia a ligeros cambios de humor en una dirección maníaca o de-
presiva. El último. paciente había sido presa de una grave y obstinada
psicosis a la edad de cuarenta y cinco años.
La mayoría de los psiquiatras, siguiendo a Kraepelin, no consi-
deran a los estados de depresión como pertenecientes a la locura ma-
níaco-depresiva, si aparecen después de los cuarenta años. No obstan-
te, a medida q~e se prosiguió el análisis, este último caso mostró, en
cuanto a su estructura psíquica, una semejanza tan marcada con
aquellos que perteñecían indudablemente a las locuras maníaco-de-
presivas, que debo ciertamente clasificarlo en ese grupo. No intento
con ello, sin embargo, dar una opinión acerca de la línea demarca-
toria entre las dos psicosis. Y no deseo considerar los estados de de-
presión que se presentan en la demencia precoz.
Ya en mi primer análisis de una psicosis depresiva me llamó la
atención su semejanza estructural con la neurosis obsesiva. En los
neuróticos obsesivos 61 -me refiero a los casos graves- la libido no
puede desarrollarse de una manera normal, porque dos tendencias di-
ferentes -odio y amor- se estorban siempre mutuamente. Es tan
grande la propensión que una tal persona tiene a adoptar una actitud
hostil hacia el mundo externo, que su capacidad para amar se reduce
a un mínimo. Al mismo tiempo, se ve debilitada y privada de su
energía por la represión de su odio, o, para decirlo más correctamen-
te, por la represión del componente sádico de la libido, originaria-
mente exacerbado. Hay una semejante incertidumbre en cuanto a la
elección del objeto sexual. Su incapacidad para establecer su libido

60 Maeder, "Paycho_analyse bei einer melancholischen Depression" (1910),


Brill, "Ein Fall von periodischer Depression psychogenen Ursprungs" (1911), Jorres,
"Psychoanalytic Notes on a Case of Hypomania" (1910).
61 La siguiente breve descripción se atiene estrictamente a la caracterización
de Freud en su trabajo "Notas sobre un caso de neurosis obsesiva'" (1909).
106 KARL ABRAHAM

en una posición definida, le ocasiona un sentimiento general de per-


plejidad, y conduce a la manía de dudar. No es apto para tomar
una resolución ni para hacer un juicio claro; en toda situación pa-
dece sentimientos de inadaptación, y está inerme frente a los proble-
mas de la vida.
Presentaré ahora, del modo más breve posible, la historia de un
caso de ciclotimia, tal como resultó ser después de un análisis exitoso.
El paciente recordaba que su instinto sexual se había manifesta-
do precozmente -antes de su sexto año de vida-, y que había apa-
recido con gran violencia. Su primer objeto sexual fue una institu-
triz, cuya presencia lo excitó. Ella figuraba todavía muy vívidamente
en sus fantasías. Su excitación emocional lo condujo a practicar el
onanismo, cosa que había· hecho acostándose sobre su vientre y eje-
cutando movimientos de fricción. Fue descubierto haciendo esto por
su nodriza (anteriormente su ama de leche) , quien se lo prohibió
expresamente, y le pegó cada vez que él la desobedeció. También le
inculcó la idea de que padecería por eso toda su vida. Más tarde,
estando en la escuela, fue atraído de una manera e.rótica, durante un
período de varios años! por un compañero.
Ni durante su infa,ncia, ni después de ella se sintió nunca satis-
fecho en su hogar. Siempre tuvo la impresión de que sus padres favo-
recían a su hermano mayor, quien era desusadamente inteligente,
mientras que él tenía sólo una inteligencia normal. También creía
que su hermano menor, de salud delicada, recibía de parte de su
madre mayor atención que él. El resultado de ello había sido una
actitud hostil hacia sus padres, y una. actitud de celos y aversión hacia
sus hermanos. La intensidad de su odio puede verse en un par de
actos impulsivos que r.ealizó en su niñez. En dos ocasiones, discutien-
do acerca de minucias, se puso muy furioso con su hermano menor,
lo golpeó y lo hirió seriamente. Tal violencia es particularmente no-
table dado que en la escuela era siempre el más pequeño y débil
de la clase. Nunca tuvo realmente compañeros, sino que permaneció
ensimismado. Era diligente, pero los resultados de su industriosidad
fueron escasos. En la pubertad se hizo evidente que su instinto sexual,
que se había manifestado tan violentamente en un principio, había
sido paralizado por la represión. En contraste con su actitud durante
la infancia, no se sentía atraído por el sexo femenino. Su actividad
sexual era la misma que había tenido en la niñez; pero no la reali-
zaba en estado de vigilia sino solamente dormido o medio dormido.
No tenía amigos. Tenía plena conciencia de su carencia de energía
real cuando se comparaba con otros. No era alentado en su hogar;
por el contrario, su padre solía hablar de él, en su presencia, con
menosprecio. Además de todos esos factores depresivos, sufrió un trau-
ma psíquico definido: un maestro tuvo la brutalidad de llamarlo un
baldado físico y mental delante de toda la clase. Su primer ataque
de depresión apareció poco después de esto.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 107
Tampoco más tarde tuvo compañeros. Se apartó de ellos inten-
cionalmente, pues tenía miedo de ser considerado una persona infe-
rior. Los niños eran los únicos seres humanos con los que se llevaba
bien y que le gustaban, porque con ellos no tenía su acostumbrado
sentimiento de insuficiencia. Llevaba una vida solitaria. Temía posi-
tivamente a las mujeres. Era capaz de un comercio sexual normal,
· pero no sentía inclinación por él, ni obtenía gratificación alguna
con eso. Sus prácticas onanistas durante el sueño eran su principal
actividad sexual, inclusive en los últimos años. Mostraba poca ener-
gía en la vida práctica; siempre le era difícil tomar una resolución
o llegar a una decisión en situaciones arduas.
Hasta ese punto, la historia del paciente coincidía en todos los
detalles con lo que encontramos en los neuróticos obsesivos. No obs-
tante, no hallamos en él síntomas obsesivos, sino una paratimia cir-
cular que había reaparecido muchas veces durante los últimos veinte
años.
En su fase depresiva, el estado de ánimo del paciente era "depri-
mido" o "apático" (reproduzco sus propias palabras), según la gra-
vedad de su estado. Se sentía inhibido, tenía que esforzarse para ha-
cer las cosas más sencillas, y hablaba con voz apagada. Deseaba estar
muerto, y acariciaba pensamientos de suicidio. Sus ideas tenían un
contenido depresivo. A menudo se decía a sí mismo: .. Soy un paria",
"Estoy maldito", "Estoy marcado", "No pertenezco al mundo". Tenía
una indefinida sensación de que su estado depresivo era un castigo.
Se sentía no-existente, y con frecuencia se imaginaba desapareciendo
del mundo sin dejar huella alguna. Durante esos estados mentales pa-
decía agotamiento, ansiedad y sensaciones de presión en la cabeza.
La fase depresiva duraba generalmente algunas semanas, aunque ·a
veces era de menor duración; en el curso de un año tenía dos o tres
estados pronunciados de melancolía, y probablemente seis o más de
menor gravedad. Su depresión aumentaba gradualmente durante el
curso de un ataque, hasta llegar a cierto punto, en el cual perma-
necía algún tiempo, para disminuir luego gradualmente. Este proceso
era conciente para él, y perceptible para otras personas.
Cuando el paciente tenía veintiocho años, apareció un estado de
hipomanía, alternando con sus ataques depresivos. Al comienzo de su
fase maníaca era despertado de su apatía para hacerse mentalmente
activo, e inclusive hiperactivo. Hacía muchas cosas, no conocía la
fatiga, se levantaba temprano por la mañana, y se preocupaba por
planes referentes a su carrera. Se mostraba emprendedor y se creía
capaz de hacer grandes cosas, era conversador y propenso a las risas,
bromas y retruécanos. Notaba que sus pensamientos tenían algo de
volátil; podía observarse un ligero grado de "fuga de ideas". Hablaba
con mayor rapidez, en tono más fuerte que el usual. Su estado de
ánimo era alegre y algo exaltado. En la cima de la fase maníaca su
euforia tendía a convertirse en irritabilidad y violencia impulsiva. Si,
108 KARL ABRAHAM

por ejemplo, alguien lo molestaba en su trabajo, o se cruzaba en su


camino, o lo pasaba velozmente con un automóvil, sentía una violen-
ta cólera y deseos de golpear al ofensor de inmediato. Encontrándose
en ese estado, solía verse complicado en reyertas en las que se con-
ducía con bastante crueldad. En los períodos de depresión dormía
bien, pero durante la fase maníaca se desvelaba, especialmente en la
segunda mitad de la noche. Casi todas las noches lo acometía con
repentina violencia una excitación sexual.
Aunque su libido había aparecido, en su infancia, muy precoz-
mente y con gran fuerza, el paciente había perdido en gran medida
la capacidad para amar u odiar. Se había hecho incapaz de amar, del
mismo modo que el neurótico obsesivo. Aunque no era impotente, no
obtenía un verdadero placer sexual, y solía conseguir mayor satisfac-
ción de una p_olución que del coito. Sus actividades sexuales estaban
en su mayor parte restringidas al sueño. En esto, como el neurótico,
manifestaba una tendencia autoerótica a aislarse del mundo exterior.
Las personas de esta clase sólo pueden gozar de un placer en com-
pleto apartamiento; todo ser humano, todo objeto inanimado, es un
elemento perturbador. Es solamente cuando han conseguido la com-
pleta exclusión de toda impresión externa -como sucede cuando están
dormidos- que pueden disfrutar una gratificación de sus deseos se-
xuales, mediante el sueño. Nuestro paciente expresaba esta situación
con las siguientes palabras: "Me siento más feliz en la cama; allí
siento como si estuviera en mi propia casa" t12.
En la pubertad, especialmente, el paciente se dio cuenta de que
en muchos aspectos importantes estaba rezagado en relación con sus
compañeros de la misma edad. Nunca se sintió igual a ellos física-
mente. También temía ser inferior psíquicamente, particularmente en
comparación con su hermano mayor. Y ahora se sumaba la sensación
de insuficiencia sexual. Fue precisamente entonces cuando la crítica de
su maestro ("un baldado físico y mental") le cayó como un golpe.
Se explica su gran efecto por el hecho de que traía a su memoria la
profecía de su ama de cría, cuando lo amenazó con una eterna infe-
licidad a causa de su masturbación. En el preciso momento en que
ingresaba a la edad varonil, y le era necesario tener sentimientos mas-
culinos como sus compañeros, su antigua sensación de insuficiencia
recibió un poderoso refuerzo. Fue entonces cuando tuvo el primer
estado de depresión que podía recordar.
Como vemos tan a menudo en las neurosis obsesivas, el estallido
de la verdadera enfermedad ocurrió cuando el paciente tuvo que to-
mar una decisión final respecto a su actitud frente al mundo externo
y a la futura aplicación de su libido. En mis otros análisis, un ~on-
tl2 Podría agregar que los otros pacientes varones cuyas psicosis depresivas
analicé, se comportaban de la misma manera. Ninguno de ellos era impotente,
pero todos obtenían mayor placer en las prácticas autoeróticas, y toda relación
con mujeres les resultaba un asunto difícil y perturbador.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 109

flicto semejante ocasionó el primer estado de depresión. Por ejemplo,


uno de mis pacientes se había comprometido para casarse; poco des-
pués lo embargó una sensación de ser incapaz de amar. y cayó en
una grave depresión melancólica.
En cada uno de estos casos pudo descubrirse que la enfermedad
procedía de una actitud de odio que estaba paralizando la capacidad
de amar del paciente. Como en las neurosis obsesivas. también puede
demostrarse que son factores de la psicogénesis de la enfermedad otros
conflictos de la vida instintiva de los pacientes. Mencionaré especial-
mente la perplejidad del paciente respecto a su papel sexual. En el
caso de Maeder 63, un conflicto de esta clase entre una actitud mas-
culina y una femenina era especialmente marcado; y en dos de mis
pacientes encontré un estado muy parecido al descrito por él.
Sin embargo, las dos enfermedades difieren en su desenvolvi-
miento ulterior. La neurosis obsesiva crea fines sustitutivos en lugar
de los fines sexuales originales e inalcanzables; y los síntomas de com-
pulsión psíquica están relacionados con la persecución de tales fines
sustitutivos. El desarrollo de las psicosis depresivas es distinto. En
este caso, a la represión sigue un proceso de "proyección", con el cual
estamos familiarizados por nuestro conocimiento de la psicogénesis de
ciertos trastornos mentales.
En sus "Notas psicoanalíticas sobre un relato autobiográfico de
un caso de paranoia (Dementia Paranoides)", Freud da una formula·
ción definida de la psicogénesis de la paranoia. Establece en breves
fórmulas las etapas que conducen a la construcción final de las ilusio·
nes paranoideas. Trataré de ofrecer aquí una formulación semejante
de la génesis de las psicosis depresivas, sobre la base de mis análisis
de trastornos mentales depresivos.
Freud considera que en una gran parte, por lo menos, de los
casos de paranoia, el núcleo del conflicto reside en fantasías de deseos
homosexuales, esto es, en el amor del paciente a una persona del
mismo sexo. La fórmula para esto, es: "Yo (un hombre) lo amo (a
un hombre)". Esta actitud despierta objeciones en el paciente, y es
fuertemente contradicha, de modo que la fórmula reza: "Yo no lo
amo, lo odio". Dado que las percepciones internas, en la paranoia,
son reemplazadas por percepciones externas, se representa a este odio
como resultado del odio que el paciente encuentra hacia él en el
exterior, y la tercera fórmula es: "Yo no lo amo, lo odio, porque él
me persigue".
En las psicosis que nos pcupan, se oculta un conflicto diferente.
Se deriva de una actitud de la libido en la cual predomina el odio.
Esta actitud está dirigida en primer lugar contra los familiares más
· cercanos, y luego se generaliza. Puede ser expresada con la fórmula
siguiente: "No puedo· amar a la gente; tengo que odiarla".

63 Véase nota 60:


110 KARL ABRAHAM

Los pronunciados sentimientos de insuficiencia que padecen esos


pacientes. se originan en su turbadora percepción interna. Si el con-
tenido de la percepción es reprimido y proyectado al exterior, el pa-
ciente tiene la idea de que no es amado por su contorno, sino odiado
(en primer lugar, nuevamente, por sus padres, etc., y luego por un
círculo de personas más amplio). Esta idea es desvinculada de su
contexto causal primario, su propia actitud de odio, y se la asocia
con otras deficiencias, físicas y psíquicas 64 • Pareciera que una gran
medida de esos sentimientos de inferioridad favorece la formación de
estados depresivos.
Así obtenemos la segunda fórmula: "La gente no me quiere, me
odia. . . debido a mis defectos· innatos ••. Por eso soy desgraciado y
estoy deprimido".
Empero, los impulsos sádicos reprimidos no permanecen inacti-
vos. Manifiestan una tendencia a retornar a la conciencia, y vuelven
a aparecer en diversas formas, en los sueños y en los actos sintomá-
ticos, pero especialmente en una inclinación a molestar a otras per-
sonas, en violentos deseos de venganza y en impulsos criminales. Estos
estados sintomáticos no son visibles por lo común para. la observación
directa, porque en su mayor parte no son puestos en acción; pero
una indagación más profunda de la mente del paciente, como la per-
mite la catamnesis, por ejemplo, sacará a luz una buena porción de
esas cosas. Y si no son inadvertidas en la fase depresiva, hay más
oportunidades para observarlas en la fase maníaca. Luego diré algo
más· sobre este tema.
Es más especialmente en relación con tales deseos de cometer actos
de violencia que los pacientes muestran la tendencia a atribuir sus
sentimientos a la torturante conciencia de sus defectos físicos· o psí-
quicos, en lugar de atribuirlos a su sadismo imperfectamente repri-
mido. Todos los pacientes que pertenecen al grupo maníaco-depresiVo
se inclinan a sacar la misma conclusión que Ricardo III, quien enu-
meraba todos sus defectos con despiadada crueldad, y luego resumía:

"Y entonces, dado que no puedo ser un amante ...


Estoy .resuelto a ser un malvado".

Ricardo no puede amar a causa de sus defectos, que lo hacen


odioso para los demás; y quiere vengarse por esto. Todos nuestros
pacientes desean hacer lo mismo, pero no pueden, porque su activi-
dad instintiva está paralizada por la represión.
Nuevos estados morbosos, tales como sentimientos de culpa, re-

64 En muchos casos, y particularmente en los más leves, la relación original


se ha perdido parcialmente; pero aún asi la tendencia al desplazamiento es clara-
mente reconocible.
65 Cf. con esto la etimología de la palabra alemana "hasslich" (feo), "aquello
que despierta odio".
PSICOANÁUSIS CLÍNICO 111

sultan de la supresión de esos frecuentes impulsos de odio y vengan-


za. La experiencia parece demostrar, hasta el momento, que cuanto
más violentos son los impulsos de venganza de una persona, tanto más
marcada es su tendencia a formar ilusorias ideas de culpa. Tales
ideas, como se sabe, pueden alcanzar proporciones enormes. de mocfo
que el paciente declara que él solo es culpable de todos los pecados
cometidos desde el origen del mundo, o que es el único origen de la
nialdad. En estas personas, ha sido reprimido en el inconciente un
insaciable sadismo dirigido contra todos y contra todas las cosas. La
idea de una culpa· tan enorme es, desde luego. en extremo dolorosa para
su conciencia; pues donde haya un alto grado de sadismo reprimidop
habrá una correspondiente severidad del estado depresivo. No obs-
tante, la idea de culpabilidad contiene el cumplimiento de un deseo,
el deseo reprimido de ser un criminal de la peor especie, de haber
incurrido en mayores culpas que todos los demás en conjunto. Esto
también nos recuerda ciertos procesos psíquicos de los neuróticos obse-
sivos, como por ejemplo la creencia en la "omnipotencia" de sus pen-
samientos. Con frecuencia sufren de ansiedad por la idea de que
pueden ser culpables de la muerte de alguna persona, porque han
pensado en su muerte. Los impulsos sádicos están igualmente repri-
midos en el neurótico obsesivo: dado que no puede actuar de acuerdo
con sus instintos originales, se entrega inconcientemente a fantasías
de ser capaz de matar por medio de sus pensamientos. Este deseo no
aparece como tal en la conciencia, sino que toma la forma de una
torturante ansiedad.
Como resultado de la represión del sadismo, se originan· la depre-
sión, la ansiedad y los autorreproches. Pero si es obstruída una fuente
tan importante de placer como aquella de donde surgen los instintos
activos, se produce necesariamente un refuerzo de las tendencias ma-
soquistas. El paciente adoptará una actitud pasiva, y obtendrá placer
de su sufrimiento, y de pensar continuamente en sí mismo. Así, in-
clusive la más profunda postración melancólica contiene una secreta
fuente de placer.
Antes de que aparezca el estado de depresión, muchos pacientes
son más enérgicos que lo acostumbrado en sus ocupaciones y modo
de vida. A menudo subliman de una manera forzada una libido que
no pueden dirigir hacia su fin verdadero. Lo hacen 'así para cerrar
los ojos ante el conflicto que hay en su interior, y para evitar el esta-
do de ánimo depresivo que está pugnando por aparecer en la con-
ciencia. Esta actitud tiene éxito a veces por largos períodos, pero
nunca completamente. La persona que tiene que combatir influencias
perturbadoras durante un largo tiempo, nunca puede disfrutar de paz
o seguridad en su fuero íntimo. Toda situación que requiera una
decisión definida en el campo de la libido le ocasionará un súbito
colapso de su equilibrio psíquico, que tan laboriosamente había man-
tenido. Cuando surge el estado de depresión, sus intereses anteriores
112 KARL ABRAHAM

(sublimaciones) cesan repentinamente; y eso conduce a un estrecha-


miento de su horizonte mental. que puede llegar a ser tan pronun-
ciado como para convertirse en monoideísmo.
Cuando la psicosis depresiva se ha hecho manifiesta, su rasgo
cardinal parece ser una inhibición mefltal que hace más difícil la
relación entre el paciente y el mundo externo. Incapaz de encontrar
una aplicación positiva y duradera de su libido, el paciente busca
inconcientemente su apartamiento del mundo, y su tendencia auto-
erótica se manifiesta en la inhibición. Hay otros medios, ciertamente.
por los cuales las neurosis y psicosis pueden expresar sintomáticamen-
te una tendencia autoerótica. Que haya sido la inhibición, antes que
Otro síntoma, lo que apareció en este caso, se explica por el hecho
de que la inhibición puede servir al mismo tiempo a otras tendencias
inconcientes. Me refiero en particular a la tendencia hacia una "ne
gación de la vida". Los más altos grados de inhibición, especialmente,
como el estupor depresivo, representan una muerte simbólica. El pa-
ciente no reacciona ni siquiera ante la aplicación de fuertes estímulos
extei'flos, como si ya no estuviera vivo. Debe subrayarse expresamente
que en las precedentes observaciones sólo han sido consideradas dos
causas de la inhibición. En todos los casos el análisis revela todavía
otros determinantes, relacionados con las circunstancias individuales
del paciente.
Ciertos rasgos, comúnmente presentes en los estados de depresión,
se hacen comprensibles si aceptamos las bien fundadas conclusiones
de la experiencia psicoanalítica. Tómese, por ejemplo, a las frecuentes
ideas de empobrecimiento. El paciente se queja, digamos, de que él
y su familia están expuestos a morirse de hambre. Si una pérdida
pecuniaria ha precedido realmente al comienzo de la enfermedad,
afirmará que de ningún modo podrá sobrellevar el golpe, y que está
completamente arruinado. Esas extrañas ideas, que a menudo domi-
nan por entero los pensamientos del paciente, se explican por la iden-
tificación de la libido con el dinero, del poder sexual con el pecunia-
rio 66, con la cual estamos bien familiarizados. La libido del paciente
ha desaparecido del mundo, por decirlo así. Mientras que otras per-
sonas pueden invertir su libido en los objetos del mundo exterior, él
no tiene ese capital para emplear. Su sensación de pobreza proviene
de una percepción reprimida de su incapacidad para amar.
Nos encontramos muy frecuentemente con temores o pronuncia-
das ilusiones centrados en la misma idea, en los estados de depresión
asociados con el período de involución. En cuanto me lo permite mi
no muy amplia experiencia psicoanalítica de esos estados, tengo mo-
tivos para suponer que son personas cuya vida erótica no ha tenido
gratificación quienes están expuestas a tales ilusiones. En la década

66 (La palabra alemana que se utiliza, "VermOgen", significa al mismo tiem-


po "riqueza" y "capacidad", en el sentido de potencia sexual).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 113

anterior de su vida han reprimido este hecho, y buscado un refugio


en toda clase de compensaciones. Pero sus represiones no son aptas
para afrontar la conmoción del período climatérico. Entonces pasan
revista, podríamos decir, a su vida malgastada, y al mismo tiempo
sienten que es demasiado tarde para transformarla. Su conciencia re-
siste fuertemente a todas las ideas relacionadas· con este hecho; pero
puesto que no es lo suficientemente fuerte como para ahuyentarlas
totalmente, tiene que permitir su ingreso en una forma disimulada.
Son todavía penosas en la forma de una ilusión de empobrecimiento,
pero no tan intolerables como antes.
Vista desde el exterior, la fase maníaca de los trastornos cíclicos
es la completa antítesis de la depr'esiva. Un psicótico maníaco parece
estar muy alegre, superficialmente; y puede parecer que las dos fases
son completamente opuestas, inclusive en cuanto a su contenido, a
menos que se realice una investigación más profunda,.por los méto~
dos psicoanalíticos. El psicoanálisis muestra, sin embargo, que ambas
fases están dominadas por los mismos complejos, y que lo único di-
ferente es la actitud del paciente hacia esos complejos. En el estado
depresivo se deja abrumar por ellos, y no ve otra salida de su miseria
que la muerte 61; en el estado maníaco los trata con indiferencia.
El comienzo de la manía ocurre cuando la represión no puede
resistir más el asalto de los instintos reprimidos. El paciente, espe-
cialmente en los casos de gran excitación maníaca, parece arrastrado
por ellos. Es de particular importancia observar que la libido positiva
y la negativa (amor y odio, deseos eróticos y hostilidad agresiva)
surgen a la conciencia con igual fuerza.
Ese estado maníaco, en el que los impulsos libidinales de ambos
tipos tienen acceso a la conciencia, establece una vez más una con-
dición que el paciente ha experimentado anteriormente, es decir, en
su infancia. Mientras que en el paciente depresivo todo tiende a la ne-
gación de la vida, a la muerte, en el paciente maníaco la vida comienza
de nuevo. El paciente maníaco retorna a una época en la cual sus
impulsos no habían sucumbido a la represión, en que no preveía
nada del próximo conflicto. Es característico que tales pacientes digan
a menudo que se sienten "como recién nacidos". La manía contiene
el cumplimiento del deseo de Fausto:
"Devuélveme los inextinguidos fuegos de mi pasión,
Restaura el celestial escozor de la felicidad;
La fuerza del odio, el acero de los deseos amorosos,
Devuélveme al joven que una vez fui".

El estado de ánimo del maníaco difiere tanto de los estados nor-


males como de los depresivos, en parte por su despreocupada y desen-
67 Algunos pacientes se aferran a la idea de que pueden obtener la curación
medianle el cumplimiento de alguna condición externa, pero se trata por lo general
de un:1 üuposible de cumplir.
114 KARL ABRAHAM

frenada alegría, en parte por su irritabilidad y sentimientff de la pro-


pia importancia exacerbados. U na u otra de esas alteraciones puede
predominar, según la individualidad del paciente o las diferentes eta-
pas de la enfermedad.
El placer que se da en la manía, se deriva de la misma fuente
que el que produce el chiste. Lo que voy a decir de esto, por lo
tanto, se ajusta estrechamente a la teoría del chiste de Freud 68.
Mientras que el melancólico exhibe un estado de inhibición ge-
neral, en el paciente maníaco inclusive las inhibiciones normales de
los instintos están parcial o totalmente abolidas. El ahorro de ener-
gías en la inhibición que así se obtiene, se convierte en una fuente
de placer, y además en una duradera, mientra que el chiste sólo causa
una suspensión transitoria de las inhibiciones.
La economía de la inhibición no es sin embargo,. en modo alguno~
la única fuente de placer para el maníaco. La eliminación de las
inhibiciones hace accesibles una vez más las viejas fuentes de placer
qU.e habían sido suprimidas; y esto muestra cuán profundamente
arraigada en lo infantil está la manía.
La técnica de la producción de pensamientos maníaca puede ser
considerada como una tercera fuente de placer. La abolición del con-
trol lógico y el jugar con las palabras, dos rasgos esenciales del proceso
ideacional maníaco, indican un notable retorno a la libertad infantil.
La inhibición melancólica del pensamiento tiene su reverso en
la fuga de ideas maníaca. En la fase melancólica hay un estrecha-
miento del círculo de ideas, en la fase maníaca, un rápido cambio
del contenido de la conciencia. La diferencia esencial entre la fuga
de ideas y el pensar normal es que mientras la persona sana, al pen-
sar o al hablar, tiene en vista consecuentemente la meta de sus pro-
cesos mentales, el paciente maníaco la pierde de vista con gran
facilidad 69. Esta diferencia sirve para caracterizar el aspecto externo
de la fuga de ideas, pero no su significado para el paciente maníaco.
Debe notarse, especialmente, que la fuga de ideas ofrece al paciente
considerables posibilidades para la obtención de placer. Como ya
se ha dicho, se economiza trabajo psíquico cuando se elimina el con-
trol lógico, y cuando entra en consideración el sonido en lugar del
sentido. Pero la fuga de ideas tiene todavía otra función, que es doble:
hace posible resbalar por medio de ligeras alusiones sobre esas ideas
que son penosas para la conciencia, por ejemplo, las ideas de insufi-
ciencia; es decir que favorece, como el chiste, la transición a otro
círculo de ideas. Y también permite una juguetona alusión a cosas
placenteras que generalmente están suprimidas.
La semejanza entre la mentalidad del maníaco y la del niño se
caracteriza de varios modos, uno solo de los cuales necesita ser men-

68 "Der Witz und seine Besiehung zuro Unbewussten", 1905.


69 Liepmann, "Uber Ideenfluncht" (1904).
PSICOANÁLISIS CÚNICO ll5

cionado en este lugar. En los estados más leves de exaltación maníaca,


el paciente exhibe una suerte de despreocupada alegría que tiene un
carácter evidentemente pueril. El psiquiatra que se ocupa de esos
pacientes puede ver claramente que su "rapport" con ellos es el mis-
mo que se establece con un niño de alrededor de cinco años.
Las formas más severas de manía tienen el aspecto de un frenesí
de libertad. El componente sádico es liberado de sus grilletes. Toda
reserva desaparece, y toma su lugar una tendencia a un comporta-
miento agresivo y temerario. En esta etapa el maníaco reacciona ante
acontecimientos triviales con violentos estallidos de cólera y con sen·
timientos de venganza exacerbados. Del mismo modo, cuando su exal-
tación había llegado a cierto punto, el paciente ciclotímico ya men-
cionado acostumbraba experimentar un impulso a derribar a golpes
a quienquiera no le dejaba paso en la calle de inmediato. Los pa-
cientes tienen a menudo una excesiva sensación de poder, al qlie
miden, no por sus manifestaciones reales, sino de acuerdo a la vio-
lencia de sus instintos, a los que ahora pueden percibir en un grado
poco común. Con mucha frecuencia aparecen ideas grandiosas que
son muy similares a las jactancias de los niños acerca de su sabiduría
y poder.
A propósito del caso de ciclotimia que ya se ha descrito extensa-
mente, se suscita una cuestión importante que no puedo intentar re-
solver de una manera definida. Queda por explicar por qué, cuando
el paciente tenía unos veintiocho años, aparecieron estados de exalta-
ción maníaca en adición al estado depresivo que existía ya desde
hacía largo tiempo. Puede deberse a que se trataba de un caso en que
la pubertad psicosexual fue bastante posterior a la madurez psíquica.
Vemos con frecuencia que el desarrollo de la vida instintiva se retarda
de una manera similar en los neuróticos. Según esta hipótesis, el pa·
ciente no habría experimentado un incremento de su vida instintiva
en la pubertad, sino que habría sido dominado, como una mujer, por
una ola de represión; y sólo debe haber sido hacia su tercera década
que se registró un cierto despertar de sus instintos, en la forma del
primer estado maníaco. Y de hecho fue a esa edad cuando sus intere-
ses sexuales se dirigieron más hacia el sexo femenino, y menos hacia
el autoerotismo, que anteriormente.
Debo decir ahora unas .pocas palabras acerca de los efectos tera-
péuticos del psicoanálisis.
El caso que en estas páginas he relatado con mayor extensión,
estaba analizado hasta tal punto, en el momento en que leí mi comu-
nicación en Weimar 70 , que su estructura era en general evidente.
Pero todavía quedaba mucho por hacer, y los resultados terapéuticos
recién comenzaban a notarse. Éstos se han hecho mucho más visibles
durante los últimos dos meses y medio. Naturalmente, no puede

10 (Ver N• 26, B. A.) .


116 KARL ABRAHAM.

darse todavía una opinión definida respecto a una cufación, puesto


que después de veinte años de enfermedad, interrumpidos por inter-
valos libres de duración variada, una mejoría de dos meses de dura-
ción significa muy poco. Pero desearía registrar los resultados obteni-
dos hasta ahora. En el período mencionado, no ha aparecido otro
estado de depresión, y el último pasó muy fácilmente. Como conse-
cuencia de ello el paciente ha podido realizar un trabajo continuo.
Durante el mismo período hubo dos veces un cambio de estado de
ánimo en una dirección maníaca, que no pudo escapar a una obser-
vación cuidadosa; pero fue de un carácter mucho más moderado que
sus anteriores estados de exaltación. Y aparte de esto, ciertos fenó-
menos hasta entonces observados con regularidad, estuvieron ausen-
tes. Entre esas dos últimas fases maníacas no hubo una depresiva,
como sucede por lo común, sino un estado que puede llamarse nor-
mal, dado que no se presentaron fenómenos ciclotímicos. Para lo
demás, deberemos seguir el curso ulterior del caso. Sólo desearía agre-
gar una sola cosa: si el paciente consigue mantener permanentemente
un estado semejante al de los dos últimos meses, aun esta mejoría
parcial le será de gran valor. En el otro caso de ciclotimia, el período
de observación ha sido demasiado corto para permitir. una opinión
respecto a los resultados terapéuticos. Pero su estructura patológica
se ha mostrado notablemente similar a la del primer caso.
El tercer caso, descrito al comienzo de este trabajo, mostró la
eficacia .del análisis de una manera notable, pese al hecho de que cir-
cunstancias exteriores obligaron a interrumpir el tratamiento después
de cuarenta sesiones. Ya en la primera parte del tratamiento pude
abreviar una depresión melancólica que acababa de desarrollarse en
el paciente, cosa que nunca había sucedido antes; y a medida que se
prosiguió el tratamiento, su efecto se hizo más duradero y se expresó
en una clara mejoría del estado de ánimo del paciente, y en un con-
siderable aumento de su capacidad de trabajo. En los meses siguientes
a la interrupción del análisis, su estado de ánimo se hundió nueva-
mente hasta su nivel anterior. Debe observarse que en este caso se
mostraban claramente la preponderante actitud de odio, el sentimien-
to de ser incapaz de amar, y la asociación de la depresión con sensacio-
nes de insuficiencia.
En los. dos casos antes mencionados en donde ocurrió por primera
vez una depresión melancólica, no pudo hacerse un análisis consecuen-
te debido a dificultades exteriores. No obstante, su efecto fue incon-
fundible. Con la ayuda de la interpretación. psicoanalítica de ciertos
hechos y relaciones, pude conseguir un "rapport" psíquico con los pa-
.cientes mayor que el que nunca antes conseguí. Es por lo general
.extraordinariamente difícil establecer una transferencia en estos pa-
-cientes, quienes en su depresión se han apartado del mundo. El psico-
análísis, que hasta ahora nos ha permitido superar ese obstáculo, me
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 117

parece ser por esta razón la única terapéutica racional _para aplicar a
las psicosis maníaco-depresivas.
El sexto caso confirma esta opinión con mayor certeza, pues pude
terminar su tratamiento, con un resultado notablemente bueno. El
paciente acudió a mí quince meses después del comienzo de su males-
tar. Antes de esto, el tratamiento en diversos sanatorios sólo había
tenido el efecto paliativo de aliviar uno o dos síntomas. Su seria de-
presión comenzó a disminuir después de cuatro semanas. Decía que por
momentos tenía la esperanza de poder ser capaz de trabajar nueva-
mente. Alcanzó un cierto grado de toma de conciencia, y dijo: "Soy
tan egoísta ahora que pienso que mi destino es el más trágico del
mundo". En el tercer mes de tratamiento su estado de ánimo era,
en conjunto, más libre; sus diversas formas de expresión mental no
estaban todas tan grandemente inhibidas, y había días enteros en los
que se sentía bien y hacía planes para el futuro. En esa época dijo
una vez respecto a su estado de ánimo: "Cuando todo va bien me
siento más feliz y despreocupado que nunca antes". En el cuarto mes
dijo que ya no tenía sentimientos depresivos. Durante el quinto mes,
en el que ya las sesiones no se hacían diariamente, se observaron claras
variaciones en su estado, pero la tendencia a mejorar fue inconfundi-
ble. En el sexto mes pudo interrumpir el tratamiento; y la mejoría
que había experimentado fue advertida por süs relaciones. Desde en-
tonces han pasado seis meses sin que haya sufrido una recaída.
Desde el punto de vista del diagnóstico, este caso era claramente
una psicosis depresiva y no una neurosis del período climatérico. Des-
graciadamente no puedo publicar detalles de él; son de naturaleza tan
peculiar que si lo hiciera no podría preservarse el incógnito del pa-
ciente. Hay también otras consideraciones que imponen una discre-
ción especial, hecho que debe ser lamentado desde el punto de vista
cien tífico.
Puede suscitarse una objeción respecto a los resultados terapéu-
ticos obtenidos en este caso, y es que yo comencé el tratamiento pre-
cisamente en el período en que la melancolía estaba desapareciendo,
y que hubiera podido conseguirse la curación sin que yo hiciera nada;
y de esto se sacaría la conclusión de que el psicoanálisis no posee el
valor terapéutico que le atribuyo. En respuesta a esto diré que me he
cuidado siempre de caer en un error de esta clase. Cuando emprendí
el tratamiento, tenía ante mí a un paciente que era aparentemente no
susceptible a la influencia exterior, y que se hallaba postrado por la
enfermedad; y yo era muy escéptico respecto al resultado del trata-
miento. Fui el más sorprendido cuando, luego de vencer considerables
resistencias, conseguí explicar algunas ideas que dominaban por com-
pleto al paciente, y observé los efectos de ese trabajo interpretativo.
Esta mejoría inicial, y todas las subsiguientes, se produjeron directa-
mente después de la eliminación de productos determinados de la re-
presión. Durante todo el curso del análisis pude observar claramente
118 KARL ABRAHAM

que los progresos del paciente estaban estrechamente asociados a los


progresos del análisis.
Al comunicar los resultados científicos y prácticos de mis psico-
análisis de psicosis ·que exhibían exaltación y depresión, tengo plena
conciencia de que son incompletos. y me apresuro a señalar tales defec-
tos. No estoy en condiciones de dar a mis observaciones todo el peso
que yo hubiera deseado, puesto que no puedo presentar un informe
detallado de los casos analizados. Ya he mencionado las razones de esto
para uno de los casos. En tres casos muy instructivos. similares motivos
de discreción me impiden comunicar todo detalle. La crítica inteli-
gente no me censurará por adoptar este temperamento. Aquellos que
se interesan seriamente por el psicoanálisis superarán las deficiencias
de mi trabajo mediante sus propias investigaciones independientes. Sé
perfectamente que son necesarias indagaciones ulteriores. Ciertas cues-
tiones no han sido consideradas. o han sido apenas rozadas, en este
trabajo. Por ejemplo, aunque hemos podido percibir hasta qué punto
se parece la psicogénesis de las neurosis obsesivas a la de las psicosis
cíclicas, no tenemos la menor idea de por qué en cierto punto un
grupo de individuos sigue un curso determinado, y el otro grupo otro
distinto.
Debe decirse algo más acerca del aspecto terapéutico de la cues-
tión. En aquellos pacientes que tienen prolongados intervalos libres
entre los ataques maníacos o depresivos, el psicoanálisis debería ini-
ciarse durante ese período libre. La ventaja de esto es obvia, pues el
análisis no puede efectuarse con pacientes melancólicos seriamente in-
hibidos, o con pacientes maníacos distraídos.
Aunque nuestros resultados hasta el presente son incompletos, sólo
e? psicoanálisis podrá revelar la estructura oculta de este amplio grupo
de enfermedades mentales. Más aún, sus primeros resultados tera-
péuticos en esta esfera justifican nuestra esperanza de que está reser-
vado al psicoanálisis el sacar a la psiquiatría de la "impasse" del
nihilismo terapéutico.
!CAPÍTULO VII

UN COMPLICADO CEREMONIAL ENCONTRADO.


EN MUJERES NEURóTICAS (1912) 71

HACE ALGUNOS años, Freud publicó un breve trabajo 72 en el que


examinaba la relación que ha:y entre la neurosis obsesiva y las prác-
ticas religiosas. La observación común nos muestra que muchos neu-
róticos -y no sólo los obsesivos- practican en privado un culto que,
en sus diversas formas, nos recuerda los ritos y ceremonias religiosos,
y que ellos repiten algunas de esas prácticas día tras día con la mis-
ma regularidad y exactitud en el procedimiento con que una comu~
nidad religiosa repite sus oraciones todas las mañanas y todas las
noches.
Aunque en un culto privado de esta clase hay un amplio campo
para las diferencias individuales, encontramos a menudo a personas
que hacen usq de los mismos, o de muy semejantes, ceremoniales neu-
róticos, a pesar de que provienen de círculos. sociales completamente
distintos y difieren totalmente en su modo de vida, las circunstancias
en que están situadas, sus aptitudes intelectuales, y sus opiniones.
Esto se aplica en particular a las formas más simples de ceremonial.
Por ejemplo, hay una compulsión muy extendida a pisar de una cier-
ta manera las losas del pavimento; y existe la compulsión igualmente
frecuente a contar los propios pasos al caminar o al subir las esca-
leras, y a que el último paso tenga un número par. Esta compulsión
tiene que ver con ideas de equidad, y es también una compensación
para ciertos impulsos prohibidos. Pero éste es un tema sobre el que
no podemos extendernos en este lugar.
La coincidencia es mucho más notable, -?in embargo, cuando en-
contramos un ceremonial realmente complicado en una mujer neuró-
tica, y poco después hallamos uno casi idéntico en otra paciente de
un carácter muy diferente y que no conoce a la primera. En este
trabajo me referiré a un ceremonial coincidente de .este tipo, que
todavía no ha sido descrito. Relataré, del análisis del µrimer caso, todo
lo que sea necesario para su comprensión, y sólo me referiré a aquellos
rasgos del segundo que difieren de un modo característico del primero.

71 (NQ 32, B. A.)


72 "Actos obsesivos y prácticas religiosas" (1907).
120 KARL ABRAHAM

Por ciertas razones, que daré después, la paciente, Frau Z., me


contó espontáneamente los hechos siguientes, en el curso de su psico-
análisis. Dijo que siempre que se acostaba solía prepararse con extre-
mo cuidado y de la manera más metódica. Se cuidaba especialmente
de que su cabello estuviera ordenado; solía soltarlo y volverlo a arre-
glar con una cinta blanca. Daba como motivo de este ceremonial (su
primera descripción de él fue incompleta) que podía morirse repen-
tinamente durante la noche, y que no le gustaría que la encontraran
en un estado de desarreglo, poco atractivo.
En la siguiente sesión completó ia descripción anterior, y dijo
que arreglaba su cabello por la noche de la misma forma en que lo
usaba cuando era una jovencita. Luego de superar resistencias per-
ceptibles, continuó diciendo que cuando se acostaba se ocupaba de
que su lecho estuviera en el orden más perfecto posible. A menudo
se despertaba duran.te la noche y arreglaba su camisón y ropa de
cama si se había desordenado. Entonces podía volverse a dormir, pero
siempre se despertaba al poco tiempo y realizaba los mismos actos.
Hasta el presente le había sido imposible renunciar a parte alguna
del procedimiento.
Los· motivos de su peculiar comportamiento eran en su mayoría
inconcientes. y no son comprensibles superficialmente. Por el momen-
to sólo podemos traducir una parte de este modo de expresión sim-
bólico a nuestro propio lenguaje. Está claro que Frau Z. esperaba su
muerte todas las noches, y que al mismo tiempo se trasladaba al
período de su infancia. La cinta blanca que solía poner en su cabello
indica inocencia nupcial y también muerte. Estaba ansiosa por que
no se encontraran en torno suyo signos de desorden. cuando estuviera
muerta, esto es, por que no se suscitara duda alguna acerca de su
castidad.
Las circunstancias en que la paciente mencionó por primera vez
al ceremonial, arrojan mayor luz sobre su significado. Luego de ha-
berme hablado de una fobia a las serpientes muy marcada que pade-
cía, me contó cierto día un sueño en el que había visto a una niñita
jugando con una serpiente. Por ciertas cosas relativas a la niña, sacó
la conclusión, al despertarse, de que se trataba de ella misma. Poco
después dijo que, últimamente, casi todas las noches se había desper-
tado bruscamente con gran ansiedad, temiendo que hubiera en su
cama una gran serpiente. Durante el análisis de esta ansiedad siempre
hablaba de la ..gran serpiente".
Sus asociaciones al sueño citado condujeron en primer lugar al
hermano mayor, que había muerto, y al que le había tenido un gran
afecto. Mencionó que cuando niños se veían desnudos diariamente,
al vestirse, desvestirse, y en el baño; que habían dormido en la misma
pieza. y se introducían a menudo en el lecho del otro. Otras asocia-
ciones condujeron al tema de su repugnancia ulterior por el cuerpo
masculino.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 121

Acerca de su hermano dijo que había sido muy imaginativo


cuando niño, y que solía estar absorbido por historias sobre los Pieles
Rojas. Acostumbraba dormir sobre un escudo que él mismo había
hecho, y había adoptado el nombre de un joven indio. Luego de
decirme esto, hubo una "laguna", y no pudo recordar el nombre del
"último de los Mohicanos" (era "Uncas"). Esta perturbación de la
memoria sólo pudo tener el fin de impedir que sus pensamientos
fueran más lejos en esa dirección. En este caso, sin embargo, no
resultó difícil establecer las asociaciones contra cuyo recuerdo estaba,
dirigida la resistencia. En la historia de Fennimore Coóper el padre
de Uncas se llamaba "Chingachgook", que quiere decir "Gran Ser-
piente".
La interpretación del sueñ~ en el cual la paciente era una niñita
y jugaba con una serpiente, no presenta ahora dificultades; ella juga-
ba con el órgano genital de su hermano, que era todavía pequeño e
infantil. Un problema por el que se interesan mucho tanto los niños
como las niñas, es el de si el p"ene es mucho más grande en el hombre
adulto (sobre todo en el padre) que en el niño. Los niños tienden
a tener una idea exagerada de su tamaño. Stekel se refirió a esta
tendencia en su monografía sobre los estados de ansiedad nerviosa.
En el "Análisis de una fobia en un niño de cinco años", de Freud,
juega un papel importante la idea infantil del inmenso tamaño del
pene del hombre.
Puede comprenderse ahora que la "gran serpiente", en contraste
con el pene todavía infantil de su hermano, se refiere al pene de un
hombre adulto. En el temor de la paciente a encontrar en su cama
una "gran serpiente", reconocemos, en primer lugar, la típica ansie-
dad de las mujeres neuróticas ante el órgano masculino. Pero la cons-
tante recurrencia del término "gran serpiente" señala muy definida-
mente a su padre. El análisis de la paciente ya había provisto algún
material en este sentido, que puede agregarse ahora. Se evidenció que
desde la primera infancia, y más especialmente desde la temprana
muerte de la madre, había tenido una intensa fijación sobre su pa-
dre. Éste era el principal objeto de sus fantasías sexuales reprimidas.
A sus ojos, era el único hombre real; ningún otro, estaba conven-
cida de eso, la podría satisfacer nunca. Había vigilado celosamente la
conducta de él hacia otras personas. Se manifestaron fuertes emocio-
nes cuando relató que después de la muerte de su madre había dor-
mido cerca de su padre, durante un corto tiempo, y que ocasional-
mente él solía pasar por su dormitorio. El padre murió _al llegar ella
a la pubertad. Y en aquel período se arreglaba el cab~llo del mismo
modo como lo hacía ahora todas las noches, con tan afanoso cuidado.
Podemos ya entender su ceremonial, en una gran medida. Por
medio de él se trasladaba a una época en la que su padre todavía
vivía. Era a él a quien esperaba todas las noches. Cuando se desper-
taba e imaginaba que había en su cama una "gran serpiente", estaba
122 1'ARL ABRAHAM

experimentando el cumplimiento de sus deseos incestuosos dirigidos


al padre, cumplimiento que, por supuesto, sólo podía tener lugar con
el acompañamiento de una violenta ansiedad. Su deseo reprimido
de tener un hijo de su padre, además, también salió a la superficie,
pero en relación con otras cosas.
La paciente estaba casada, pero en su inconciente rechazaba el
matrimonio con cualquier ho111bre que no fuera su padre. Como ma-
nifestación de esto, exhibía todos los signos imaginables de aversión
sexual. Sus fantasías la transportaba1,1 tan lejos de la realidad, que
todas las noches podía ataviarse como una joven y una novia, y dar
prueba así de su Iealtarl al padre muerto a quien esperaba. En su
inconciente sólo estaba ligada con él.
Es verdad que concientemente no esperaba a su padre, sino a la
muerte. Pero el análisis mostró que las dos ideas eran idénticas. Ata-
ques y actos. de violencia desempeñaban un gran papel en sus fanta-
sías, y especialmente en sus sueños; Su actitud en ellos era masoquis-
ta. Esperaba ser muerta a raíz de un ataque sexual por parte de un
hombre, esto es, de su padre. Experimentaba en la fantasía el destino
de los Asra, "que morían cuando amaban". Así eran identificados en
su mente las prendas nupciales y la mortaja, el lecho nupcial y el
lecho mortuorio, y se representaban mutuamente en las creaciones de
su fantasía inconciente.
Debe notarse que en la formación de este ceremonial habían par-
ticipado tanto las fuerzas de la represión como los deseos incestuosos
reprimidos. Al mismo tiempo que en su inconciente estaba esperando
continuamente un ataque sexual, tenía que conservar adecuadamente
arreglados su lecho y sus vestiduras nocturnas, como para demostrar
que su muerte no había sido precedida por ningún acto sexual.
Aunque el .símbolo de la serpiente no intervenía en el ceremo-
nial propiamente dicho, ocupaba un lugar importante en el material
ideacional correspondiente a él, y tenía una doble determinación.
No era solamente un sustituto simbólico del órgano genital mascu-
lino. U na serpiente es ca paz de matar por medio de su mordedura
ponzoñosa, de modo que como símbolo .ruede dar expresión tanto
a fantasías del coito corno de muerte. En relación con esto debe ob-
servarse que una serpiente envuelve y estruja a su víctima. La muerte
causada por una serpiente es así la muerte en un abrazo. Más aún,
las ideas de serpiente y de gusano están estrechamente relacionadas
en el pensamiento inconciente. El gusano es también un símbolo se-
xual masculino 73, y asimismo un símbolo de muerte. En el caso pre-
sente la ansiedad de la paciente contenía un recuerdo infantil. Cuan-
do tenía nueve años, ella y un amigo habían movido una piedra en
un cementerio, y se había aterrorizado al ver una gran cantidad de

78 En Jos neuróticos se encuentran regularmente fobias de gusanos, así como


fobias de serpientes.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 123
gusanos bajo la piedra. La imagen de esta escena le causaba todavía
la mayor ansiedad.
Su temor a la serpiente tenía además otra base de gran impor-
tancia. La serpiente era para ella el animal totémico de su padre. Su
temor infantil al padre fue transferido a este símbolo. También esto
estaba asociado a uria reminiscencia infantil. Cuando tenía nueve
años de edad había temido mucho la mirada de su padre. Conocemos
por muchos ejemplos que en la psicología de los pueblos la mirada
de una serpiente es considerada especialmente temible. De modo que
su identificación del padre y la serpiente parece estar determinada
todavía más ampliamente.
Las declaraciones de la segunda paciente mostraron que ella tam-
bién había observado todas las noches, durante muchos años, un es-
tricto ceremonial. Luego de quitarse sus ropas, las arreglaba con la
mayor prolijidad. Luego se acostaba sobre la espalda, alisaba la ropa
de cama y su camisón de un modo especialmente cuidadoso, cruzaba
los brazos sobre sus pechos y se obligaba a descansar tan inmóvil
como fuera posible, de modo que su posición y vestiduras no sufrie-
ran cambios. Como explicación de este procedimiento dio exactamen-
te la misma razón que la primera paciente, a saber, que podía morir
durante la noche y no deseaba ser encontrada en un estado de des-
orden y desaliño. La razón para cruzar sus brazos era que ésa era
la manera como se ponían los brazos de las personas cuando morían.
También solfa arreglarse el cabello de una manera particular. Este
último procedimiento lo explicaba muy concientemente diciendo que
quería asegurarse de que el aspecto de su cabello le agradaría a un
hombre si ella tuviera que casarse después. Esta explicación fue satis-
factoria, en la medida en que traicionó el sustrato erótico del cere-
monial. Pero ella separó su expectación erótica, y la ubicó en un
futuro incierto, mientras que fijaba su expectación de la muerte en
las pocas horas inmediatas. El proceso de desplazamiento era muy
evidente en este caso. Desdichadamente, no fue posible efectuar un
psicoanálisis completo de esta paciente, de modo que no puedo decir
nada definido respecto a la relación entre su ceremonial y su com-
plejo paterno. Pero la situación parecía ser muy semejante a la que
hallamos en el primer caso.
Acciones complicadas de un carácter similar al de las descritas
aquí, serán encontradas, presumiblemente, y con bastante frecuencia,
en los neuróticos, una vez que se dirija la atención hacia ellas. Me
refiero particularmente a aquellas personas quienes antes de ir a dor-
mir sienten la compulsión de arreglar sus vestidos de una manera
absolutamente fija, de la que nunca se apartan.
Como nombre para la forma de ceremonial ya analizada, suge-
riría· "El ceremonial de la novia de la muerte".
CAPÍTULO VIII

EFECTOS PSfQUICOS PRODUCIDOS EN UN NI~O


DE NUEVE A~OS POR LA OBSERVACIÓN DE LAS
RELACIONES SEXUALES ENTRE SUS PADRES (1913) 74

EL EDITOR de esta Revista ha solicitado informaciones sobre sueños


infantiles cuya interpretación pueda justificar la conclusión de que
el sujeto del sueño presenció el comercio sexual a una edad temprana.
La presente contribución sólo satisface en parte este requisito, en
cuanto en este caso la observación del acto sexual entre los padres
no tuvo lugar en los primeros años de la infancia, sino, con toda
probabilidad, inmediatamente antes de la ocurrencia del sueño que
voy a relatar, y de la concomitante ansiedad neurótica. No obstante,
considero útil su publicación, porque el hecho muestra con mayor
claridad que la usual, de qué modo reacciona ante ese hecho un niño
predispuesto a la neurosis.
Hace algún tiempo, fui llamado para ver a una niña de nueve
años y nueve meses, quien había comenzado a sufrir recientemente
estados de ansiedad.
Diez días antes de la consulta, la niña había sido acosta~a por
la noche, como era acostumbrado. Luego de dormir durante una hora~
llamó a su madre con gritos aterrorizados. Su madre, que estaba en
la pieza próxima, acudió,· y la niña le contó un sueño, dando mues-
tras de espanto. Dijo: "Un hombre te quería matar en la cama, pero
yo te salvé". Mientras relataba esto todavía no podía distinguir entre
el sueño y la realidad. Cuando su madre intentó calmarla, dijo con
expresión de horror: "¡Oh, tú no eres de ningún modo mi madrel"
Luego manifestó temor a los objetos del cuarto, confundiéndolos con
animales. Pasó un tiempo hasta que pudo ser apaciguada, pero en-
tonces durmió hasta la mañana. Al despertarse declaró que había
dormido bien y sin molestias durante la noche, y que se sentía muy
bien. Cuando sus padres la interrogaron cautelosamente (y por lo
tanto, de un modo superficial), se evidenció que ella. no recordaba
el episodio.
De modo que en este caso se había registrado un sueño angustioso
seguido por un estado crepuscular. No había casos de epilepsia en la

H (N• 42, B. A.) •


PSICOANÁLISIS CLÍNICO 125

familia, ni exhibía la niña ningún síntoma que apuntara directamente


hacia la existencia de un trastorno mental en el sentido más estricto
de la palabra. Como resultado del examen que hice de ella, y del ul-
terior desarrollo de su estado, pude diagnosticar un estado crepuscu-
lar histérico.
D9rante los días siguientes, la paciente mostró varios síntomas
de malestar. Estaba muy nerviosa, e inclinada a sobresaltarse. Al ha-
blar con su madre solía hacerlo de un modo que se a~emejaba a la
"paralalia.. de Ganser. Al anochecer, tenía una pronunciada ansiedad.
Una o dos veces tuvo visiones de animales. En ocasión de mi visita,
por ejemplo, me dijo que había sido aterrorizada por una serpiente
que reptó hasta su lecho y la mordió en una pierna; y tenía miedo
de ir al w.c. porque allí había hombres negros que la amenazaban
con sus dedos. También exhibía una marcada astasia, abasia, y temor
a caerse como fenómeno concomitante. Esta perturbación respondió a
la influencia de la sugestión, hasta el punto que pude conducirla a
través de la habitación sosteniéndola sólo levemente de la manga.
Finalmente pudo volver a la cama sola sin caerse, aunque se tamba-
leaba. No había síntomas de una parálisis orgánica.
Al responder a mis preguntas, la paciente me dijo que última-
mente había tenido a menudo sueños angustiosos. Cuando le pedí que
me contara uno de esos sueños, relató inmediatamente el que ya ha
sido mencionado, aunque sus padres no la habían hecho recordarlo
con anterioridad. Por lo tanto, su amnesia respecto a la noche en que
había comenzado su enfermedad, era sólo parcial.
Como fui llamado solamente para una consulta con la paciente,
tuve que contentarme con hacer un diagnóstico del estado en que la
encontré, y con aplicar algunas medidas terapéuticas para calmarla.
Con la ayuda del padre de la niña, intenté obtener un mayor
conocimiento de la etiología de su malestar. Su sueño angustioso me
hizo sospechar de inmediato que había presenciado el acto sexual en-
tre sus padres, y que había remodelado la impresión de una manera
típicamente infantil, de acuerdo con una teoría sádica del coito, y
que luego representó la escena en su sueño. (Hay que señalar que
ella dormía en el dormitorio de sus padres.) En consecuencia, le
transmití a su padre ruis sospechas, y le expuse brevemente los moti-
vos que las inspiraban. De inmediato comprendió el asunto y dijo
que estaba muy de acuerdo con mi opinión, añadiendo que la niña
podría también haber escuchado recientemente ocasionales disputas
entre sus padres, una vez acostados éstos. Así que esos incidentes po-
drían haber proporcionado otro determinante, además del sexual, para
su idea de que su madre estaba siendo asesinada.
El caso precedente muestra con claridad una actitud en la niña
que es análoga al complejo de Edipo en el varón. La niña sueña con
un atentado contra la vida de su madre. El significado de la fantasía
no es alterado por el hecho de que en el sueño la niña "salva" a su
126 KARL ABRAHAM

madre. Si ello no fuera revelado por el bien conocido significado


de las fantasías de salvación, sólo es necesario señalar que la paciente
repudió a su madre inmediatamente después del sueño; se deshizo de
ella de una manera que nos es familiar en las "fantasías de parentesco".
En una alucinación que tuvo en estado de vigilia, además, ella
vio a una serpiente, símbolo masculino que representaba evidente-
mente a su padre, que se le acercaba 7 5. Su declaración de que "la
serpiente quería morderle la pierna" fue hecha con clara hesitación,
y con el semblante alterado. Parecía estar ocultando algo. Probable-
mente nombró a su pierna en lugar de sus genitales, del mismo modo
como se dice que la cigüeüa muerde la pierna de la mujer.
Cuando, como es el caso aquí, el complejo paterno aparece en
una forma tan aguda e intensa, y bajo un disfraz tan transparente
para el psicoanalista, justifica nuestra conclusión de que alguna expe-
riencia afectiva relacionada con los padres ha ejercido influencia so-
bre la niña. Tanto las circunstancias externas como el informe de
su padre tendían a mostrar que inmediatamente antes de la aparición
de sus síntomas la niña había observado el comercio sexual entre sus
padres. Por supuesto, no fue posible interrogarla directamente en la
primera y única consulta.
Este episodio no pudo ser, sin ,embargo, una causa suficiente para
un estado patológico tan serio. Más aún, la relación entre ciertos sín-
tomas y ese trauma psíquico particular era, cuando menos, incierta 76 •
La conversación con el padre trajo a luz elementos adicionales. Re-
sultó. que la niña estaba acostumbrada a asociarse con la hija de un
vecino. de quien se decía que practicaba la masturbación mutua con
otras niñas. Por lo tanto, es probable que, excitada por actos sexuales
y conversaciones con su amiga, hubiera reaccionado ante el incidente
en la habitación de sus padres de un modo mucho más violento que
como lo hubiera hecho en otras circunstancias. Su temor a figuras
que hacían gestos amenazadores, sugiere de inmediato un sentimiento
de culpa; y en cuanto abarca nuestra experiencia, podemos decir con
toda probabilidad que esto puede atribuirse a la práctica de actos
sexuales prohibidos. Es de algún interés el hecho de que viera a esas
figuras en el w.c., pues este lugar es el escenario más frecuente de los.
actos infantiles secretos y prohibidos.
Este análisis fragm~ntario es particularmente decepcionante en un
aspecto. Las asociaciones del paciente dirigen por lo común nuestra
atención hacia deseos e impresiones de la primera infancia, a partir
de los cuales se desarrolla el síntoma. En este caso, sin embargo. no.
fue posible investigar las capas más profundas del incidente de la
paciente. Me siento inclinado a pensar que tal investigación hubiera

75 Cf. el capítulo precedente.


76 He omitido intencionalmente una interpretación de ciertos síntomas por-
que no se presentó una evidencia suficiente.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 127

demostrado que la experiencia reciente, por la que estaba padecien-


do, había recibido su refuerzo más irnportante del inconciente, esto
es. de recuerdos reprimidos de Una naturaleza similar, pertenecientes
al primer período de su infancia. Pero como ya he dicho. no' fue
posible obtener una prueba satisfactoria de esto. -
Creo que debemos llegar a Ja conclusión de que en este caso la
observación por el niño del coito entre los padres fue la causa exci-
tante de su ataque psiconeurótico, cuyo primer síntoma notable fue
un serio sueño angustioso Seguido por un estado crepuscular.
CAPÍTULO IX

RESTRICCIONES Y TRANSFORMACIONES DE LA
ESCOPOFILIA EN LOS PSICONEURóTICOS; CON
OBSERVACIONES ACERCA DE FENóMENOS ANÁ-
LOGOS EN LA PSICOLOGfADE LOS PUEBLOS (1913) 77

EL COMPONENTE instintivo sexual de la escopofilia, o placer en mirar,


está sujeto -como su contraparte, el exhibicionismo, o placer de mos-
trarse:- a numerosas restricciones y transformaciones. Bajo condicio-
nes normales, ambos instintos, a los que se permite una libre expre-
sión en la primera infancia, son objeto más tarde de represión y
sublimación en una medida considerable. En los psiconeuróticos, estos
instintos son inhibidos y transformados en un grado mucho mayor
que en las personas normales; mientras que al mismo tiempo man-
tienen una continua lucha contra las fuerzas de la represión.
En un corto trabajo 7 ª, Freud ha establecido ciertas líneas de
pensamiento que abren el camino para una indagación más profunda
de las inhibiciones y transformaciones neuróticas del instinto escopo-
fílico. Hace uso de su teoría de las zonas erógenas y los instintos
componentes, y dice lo siguiente respecto al instinto escopofílico y a
su zona erógena correspondiente, los ojos: "Los ojos no perciben so-
lamente aquellas modificaciones en el mundo exterior que son de
importancia para la conservación de la vida, sino también cualidades
de los objetos por las cuales éstos pueden ser exaltados como objetos
de la selección erótica, es decir, sus "encantos". Comprendemos ahora
la verdad del dicho según el cual nunca es fácil servir a dos amos
al mismo tiempo. Cuanto más íntima sea la relación de un órgano
que posea tal dualidad de funciones con uno de los grandes instin-
tos, tanto más se negará al otro."
Si este impulso escopofílico se ha hecho muy fuerte, o ha sido
dirigido hacia objetos prohibidos, el resultado es un conflicto en la
vida instintiva del sujeto. En el mismo trabajo dice Freud: "Si el ins-
tinto componente sexual que hace uso de la vista -la "codicia ocular"

77 (NO 43, B. A.)


78 "Los trastornos visuales psicogénicos según las concepciones psicoanalí-
ticas" (1910).
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 129
sexual- ha atraído sobre sí, por sus exigencias exorbitantes, alguna
medida de represalia por parte de los instintos del ego, de modo que
las ideas que representan el contenido de sus impulsos son sometidas
a la represión y apartadas de la conciencia, es radicalmente trastor-
nada la relación general del ojo y de la visión con el ego y la concien-
cia. El ego ha perdido el control del órgano, que se convierte ahora
solamente en el instrumento del impulso sexual reprimido. Parecería
como si la represión por parte del ego hubiera ido demasiado lejos,
y arrojado al bebé junto con el agua del baño, pues ahora el ego
directamente se niega a ver nada, dado que los intereses sexuales por
mirar han absorbido tan profundamente a la facultad de la visión.
La otra representación de la situación está, sin embargo, más próxima
a los hechos, en cuanto vemos la parte activa que desempeña en el
proceso la escopofilia reprimida. Es la venganza, la indemnización
del impulso reprimido, e impedido así de todo desarrollo psíquico
ulterior, lo que consigue afirmar tan osadamente su dominio sobre
el órgano que lo sirve. La pérdida del control conciente sobre el
órgano es una perjudicial fqrmación sustitutiva de la malograda re-
presión, que sólo fue posible a este precio."
Freud da como motivo de esa desmesurada represión de la esco-
pofilia, la ley del talión, esto es, el autocastigo por el placer obtenido
al mirar un objeto prohibido.
Éste es el primer avance efectuado por el psicoanálisis en una
amplia aunque poco explorada región. Y es el objeto de este traba jo
penetrar más en esa región, donde una gran masa de material espera
una investigación detenida. La ceguera histérica, a la que Freud eligió
como la norma de las perturbaciones neuróticas de la visión, sólo es
una forma -aunque particularmente notable- de trastorno neurótico
asociado con el instinto de mirar. No se la encuentra con mucha
frecuencia en la práctica médica. Durante los seis años últimos no he
tropezado con ningún ejemplo concluyente de ella, aunque he obser-
vado que otras perturbaciones -algunas de las cuales no han sido
todavía tratadas- ocurren relativamente a menudo.
Desde el punto de vista clínico, estas últimas perturbaciones con-
sisten, parcialmente en una transformación de la escopofilia en un
temor específico a ejercitar el instinto, parcialmente en trastornos
de la visión, y parcialmente en síntomas neuróticos que se dan en el
ojo sin estar directamente relacionados con el sentido de la vista. En
las siguientes páginas, no intentaré meramente contribuir a nuestro
conocimiento de la sintomatología de esta afección sobre la base de
la investigación psicoanalítica. Iré más allá de este interés puramente
médico y trataré de explicar ciertos fenómenos de la psicología de los
pueblos a la luz de los resultados obtenidos en el campo de la psico-
logía individual.
En homenaje a la concisión y a la claridad, limitaré mi indaga-
ción a las manifestaciones de la escopofilia, y dejaré de lado la consi-
130 KARL ABRAHAM

deración del exhibicionismo. Me doy perfecta cuenta de que sería más


correcto tratar juntos a los dos instintos y a sus efectos, del mismo
modo como lo ha hecho Rank en su excelente obra 7 9 • Pero puesto
que los síntomas neuróticos que voy a considerar surgen en su ma-
yoría del instinto escopofílico reprimido, me siento justificado al
confinar mi investigación a este aspecto del problema.

l. FOTOFOBIA NEURÓTICA

El análisis de una perturbación que yo llamaría "fotofobia neuró-


tica", nos proporciona informai:ión de un carácter particularmente
instructivo. No es de ningún modo una afección rara, y ha sido obje-
to de alguna atención en la literatura no psicoanalítica. He tenido
oportunidad de observar varios casos claros de este tipo, y de hacer
un análisis concienzudo de la mayoría de ellos. Estos pacientes ma-
nifiestan otros síntomas, también originados en la represión de su
_escopofilia, cuya explicación psicoanalítica incluiré asimismo en el
tratamiento de su síntoma principal, la fotofobia.
Las personas que padecen esta afección, hallan a la luz del sol,
a la luz diurna, y por lo común a la luz artificial, desagradables. Se
sienten deslumbradas inclusive por una luz débil. Algunas se quejan
de un dolor más o menos violento en los ojos tan pronto como los
exponen a la luz, aunque sea durante un corto rato. Protegen sus ojos
de la luz con toda clase de medios. Pero no sólo manifiestan una
sensibilidad ocular ante el estímulo luminoso, sino que reaccionan
frente a éste con una aversión que tiene todas las características de
la ansiedad neurótica. En los casos pronunciados, protegen sus ojos
de todo rayo de luz de una manera tan cuidadosa, como una persona
neurótica que sufre de temor a tocar .evita que sus manos tengan
contacto con ningún objeto. El contenido ideacional de su ansiedad
es el peligro de quedarse ciegas.
La literatura psicoanalítica no ha concedido hasta ahora una
atención especial a los trastornos que he descrito brevemente, y sin
embargo contiene una pista importante para nuestra comprensión de
ellos. En el postscriptum a sus "Notas psicoanalíticas sobre un relato
autobiográfico de un caso de paranoia'', Freud ha dado una inter-
pretación psicoanalítica de la ilusión de un paciente psicótico, el
Dr. Schreber 80 , quien decía que podía soportar la luz del sol durante
varios minutos sin ser deslumbrado s1. Pudo inferirse de la actitud
del paciente hacia el sol -que él describió con todos sus notables.
detalles- que éste significaba para él un "símbolo paterno sublima-

79 "Die Nacktheit in Sage und Dichtung" (1913).


so Cf. sus "Denkwürdigkeiten eines Nervenkranken'', p. 139, anm.
81 También me he encontrado con la misma ilusión en otras· personas psicó-
tic as.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 131
do". Con referencia a las ordalías que muchos pueblos imponen como
pruebas del parentesco, Freud concluye: "Cuando Schreber se jacta de
que puede mirar al sol sin ser castigado ni deslumbrado, redescubre
el método mitológico de expresar su relación filial con el sol, y con-
firma una vez más nuestra opinión de que el sol es un símbolo del
padre." •
La ilusión de Schreber es la contraparte psicótica ·exacta de lá
fotofobia neurótica. Dentro de ciertos límites. el individuo sano reac-
ciona sin mostrar una sensibilidad especial ante la luz que cae sobre
sus ojos, y no obstante se proJ:ege instintivamente y con eficacia de
una luz demasiado brillante; la persona mentalmente enferma se ima-
gina que no sucumbirá al efecto cegador de la fuerte luz solar; mien-
tras que la persona neurótica se alarma exageradamente ante el ries-
go de quedarse ciega, de modo que puede decirse de ella que sufre
de una verdadera fobia al sol.
Me gustaría ahora dar algunos detalles del psicoanálisis de un·
joven, que pueden ser útiles para explicar su aversión a la luz, como
también ciertos fenómenos estrechamente relacionados con ella.
El paciente, a quien llamaré A, vino a consultarme acerca de
una perturbación de su potencia sexual y de una profunda depre-
sión anímica. Al comienzo de su tratamiento se encontraba en un
estado de gran abatimiento. Anteriormente, se había sentido muy
atraído por todo lo que sucedía alrededor suyo, pero ahora había
perdido todo interés por las personas que lo rodeaban, por su voca-
ción, sus distracciones, etc. Su actividad mental se restringía más y
más a la cavilación neurótica. En la investigación posterior se evi-'
denció que el ojo y la función visual jugaban un papel destacado en
su vida mental, que ciertas ideas relacionadas con ellos le causaban
ansiedad, que una perversión sexual de la que sufría también se refe-
ría al ojo, y finalmente, que estaba afectado por una marcada fo~
tofobia.
La seriedad de tal perturbación puede ser juzgada por las medidas
protectoras que los pacientes adoptan contra el objeto de su ansie-
dad. En este caso el paciente se protegía contra la plena luz diurna
apretando fuertemente los ojos y con métodos similares, que llevaba
mucho más lejos de lo que cualquiera persona normal hubiera heCho.
Se protegía del mismo modo contra la luz artificial nocturna. Pero
aún más sorprendente, y decididamente patológico', era el método
que adoptaba para excluir el menor rayo de luz durante la noche,
cuando se iba a la cama. Colgaba sobre la ventana de su dormitorio
tres cortinas superpuestas, de modo que ningún rayo de luz pudiera
penetrar por la mañana; y para impedir el ingreso de la luz artifi-
cial, no sólo obstruía el agujero de la cerradura de la puerta de su
habitación, sino que tapaba escrupulosamente las más menudas hen-
dijas de los paneles.
132 KARL ABRAHAM

En el comienzo de su análisis salió a la superficie otro material,


y no fue sino después de un mes que pude obtener alguna informa-
ción acerca de sns numerosos pensamientos relacionados con el ojo.
Esta demota demuestra por sí misma que los pensamientos referentes
a ese tema le resultaban particularmente penosos. Y el curso ulterior
de su análisis lo confirmó, pues se puso de manifiesto que esos pen-
samientos estaban estrechamente asociados con deseos incestuosos
reprimidos.
En relación con su aversión a la luz, el paciente me dijo algunas
otras cosas. Afirmó que padecía de una suerte de angustia obsesiva
por la posibilidad de que él o alguno de sus familiares perdiera un
ojo. Era extraordinariamente sensible respecto a todo lo que se apro-
ximara a sus ojos. También se mostraba muy interesado por las afec-
ciones oculares de otras personas. Dijo: "Las personas que tienen
algo anormal en sus ojos atraen mi interés". Las muchachas que usa-
b.an quevedos eran una fuente de gran interés para él, y estaba siem-
pre buscando muchachas que hubieran perdido un ojo. Cuando tro-
pezaba con mujeres cuyos ojos eran normales, "se persuadía a sí mis-
mo de que eran ciegas de un ojo". U na vez tuvo un sueño acerca
de una chica a quien conocía, y que era ciega de un ojo, en el cual
pensaba que ella había perdido ese ojo a consecuencia de un golpe
de su padre, de modo que éste era responsable por su ceguera parcial.
Pronto se puso en evidencia que la ansiedad del paciente res-
pecto ,a la vista de otras personas se refería en primer lugar a su
padre, hacia el cual, como estaba ya claro, tenía una actitud nítida-
mente ambivalente. Había comenzado a expresar esta actitud hablan·
do de su "vehemente respeto" hacia aquél; pero tanto como dijo esto
ocurrió una súbita interrupción de sus pensamientos y una breve
suspensión de la conciencia. Poco después, se le presentaron ideas de
un .carácter opuesto, tales como fantasías acerca de la muerte y en-
tierro de su padre. Se quejó a continuación de su fracaso en la vida,
y dijo que su padre literalmente lo abrumaba. No podía evitar el
reconocimiento de las superiores capacidades intelectuales de su pa-
dre, quien ocupaba una elevada posición en su ciudad nativa. Sentía
que le sería siempre imposible ser el igual o superior de éste. A
menudo había deseado hacer o saber algo mejor que él, pero siem-
pre había tenido que reconocer su superioridad. Esto le hizo tener
la sensación de que estaba en poder de su padre. Siempre le había
resultado imposible ocultarle nada, pues aquél había visto todo. La
ansiedad del paciente acerca de la vista de su padre ya no nos resulta
tan incomprensible. Es en primer lugar una expresión deformada de
su deseo de sustraerse al ojo vigilante del padre.
En este punto el paciente presentó una o dos asociaciones libres
entre "padre" y "sol", sin darse cuenta él mismo de la conexión.
Identificó el ojo vigilante de su padre con el sol, identificación que
fue confirmada después por numerosos ejemplos, uno de ·los cuales
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 133
citaré aquí. Fue el siguiente recuerdo, que expresó con el acompaña·
miento de una fuerte emoción: Cuando estaba en la escuela, había
considerado con repugnancia a cierto poema. En este poema, que
versaba sobre un hombre malvado cuyo crimen era inesperadamente
puesto en evidencia al final, cada verso terminaba con las palabras:
"El sol sacará a luz ese hecho" 82.
Pero el sol tenía todavía un segundo sentido como representante
de su padre. Pues su actitud hacia éste no era atribuíble solamente a
su papel "vigilante", a sn "omnisciencia", como podríamos decir. Este
segundo determinante era una entusiasta apreciación de la "grande-
za" del padre, o su inteligencia, conocimientos, "capacidad" 83. Abru-
mado como estaba por un sentimiento de insuficiencia, comparaba
el poder y superioridad de su padre con el esplendor del sol. Sentía
que el brillo de su padre empalidecería siempre su propia importan•
cia, así como el sol eclipsa a las otras estrellas. Empero, pese a SU'
excesiva alabanza de su padre, sus celos de él eran inconfundibles 84..
Cuando el inconciente del paciente fusionó la idea del ojo paterno
con la del esplendor paterno, para darle a ambas una expresión sim-
bólica por medio del sol, hizo lo mismo que los pueblos primitivos
han hecho desde tiempos inmemoriales.
La función de observar las cosas ha sido con frecuencia adscrita
al dios-sol. En los poemas homéricos, por ejemplo, Helios es constan-
temente llamado "aquel que ve y oye todas las cosas" 85 •
En el Salmo XIX, que contiene claramente los restos de un an-
tiguo himno al sol, encontramos el verso siguiente: "Sale (el sol,
originariamente el dios-sol) del confín del cielo, y lo recorre hasta
sus extremos: y no hay nada que se esconda de su calor".
El material de la psicología de los pueblos provee muchos para-
lelos de tal identificación del ojo del padre con el esplendor o brillo
del sol. Tomar~ unos pocos ejemplos del lenguaje. Aunque estos ejem-
plos se encuentran en distintos idiomas, me limitaré a los que se
presentan en el alemán.

82 El paciente había transferido también al sol, de un modo notable, su


actitud ambivalente hacia el padre. Le desagradaba la luz del sol, pero le gustaba
su calor.
83 Para hacer comprensibles los "celos" del paciente respecto a la "capa-
cidad" de su padre, sólo necesito aludir a la perturbación de la potencia men-
cionada al principio. Pude comprobar el hecho, en otros casos (cf. Caso B) con
mayor claridad que en éste, de que el sol no representa sólo la grandeza, o en
otras palabras, la potencia, del padre, sino que es también un símbolo del falo
paterno. La aversión a la visión de éste último nos es también familiar como
fenómeno de la psicología de los pueblos (cf. el cuento bíblico sobre los hijos
de Noé).
84 ~orno se demostrará después, la elevación del padre hacia el sol signi-
ficaba no sólo un aumento sino también una reducción de su poder.
85 Podemos notar especialmente el pasaje de la Odisea (viii., 266) donde
Helios observa el encuentro prohibido de Ares y Afrodita.
134 KARL ABRAHAM

El caso más obvio es el de la palabra "Augenlicht" (vista: Au-


gen =ojos, Licht = luz) . En realidad, los ojos perciben la luz; el
lenguaje, sin embargo, hace parecer que la luz pertenece o se origina
en los ojos. El uso de la palabra "blind" (ciego) es interesante. Se
refiere no sólo a una persona que ha perdido el poder de la vista,
que no puede ver, sino también, con frecuencia, a una persona o
cosa que no es vista. Por ejemplo, hablamos de un "blinde Passagier"
(polizón). Se acostumbra también denominar "blind" a un objeto
que ha perdido su brillo. Esto muestra que nuestro idioma identifica
ver ("sehend") y brillar ("gliinzend") . No hay duda de que estas
peculiaridades del habla se han originado en el "significado antité-
tico de las palabras primitivas" (Abe!). En un corto trabajo•• Freud
ha mostrado que las ideas antitéticas están apareadas en el incon-
ciente del individuo del mismo modo en que lo están en las etapas
primitivas del lenguaje, huellas de lo cual persisten todavía en las
etapas posteriores.
El temor del paciente al ojo vigilante de su padre tuvo una
importante ampliación al evitar mirar a su madre. De hecho se había
iinpuesto concientemente la prohibición de mirarla. Desde la adoles-
cencia en adelante, se había negado -según lo expresaba- a pensar
que su madre era bella. En la época de su tratamiento evitaba toda-
vía el mirar cualquier parte del cuerpo de su madre que estuviera
descubierta, con excepción de cara y manos. Inclusive el verla con
una blusa de cuello escotado le causaba gran desasosiego.
Resultó luego que el sol, cuya vista evitaba el paciente, era para
él un símbolo bisexual. No representaba sólo a su padre (esto es, a
su ojo vigilante o su brillante esplendor) , sino también a su madre,
a quien no debía mirar por temor a atraer sobre sí la cólera de su
padre. En éste, como en otros casos, la prohibición de mirar a su
madre se originaba en la prohibición más específica de verla desnuda,
y en particular, de ver sus genitales. La idea de que no le era per-
mitido mirarla se transformó en el temor de no ser capaz de mirar
la luz del sol.
Esta bisexualidad del símbolo solar aparece también en el caso
de Schreber. En sus "Denkwürdigkeiten" (Memorias) , hay un pasaje
en el ·cual le grita al sol, denostándolo con las palabras "El sol es
una ramera". Aquí no cabe duda alguna acerca del carácter femenino
del símbolo del sol.
·Sin profundizar más en este lugar la prohibición de mirar a la
madre, diré solamente que de acuerdo con mi experiencia, una espe-
cial negativa a ver inclusive partes no importantes del cuerpo de la
madre, procede de un placer reprimido de mirar, que estaba origi-
nalmente dirigido en un grado excesivo hacia la madre, y especial-
mente hacia sus genitales.

so "El sentido antitético de las palabras primitivas" (1910).


PSICOANÁLISIS CÚNICO 135
El placer del paciente en mirar a otras mujeres era mayor que
el ordinario, pero no se dirigía a aquellas partes que normalmente
actúan como estímulos. Sentía una marcada aversión hacia los órganos
genitales. Su escopofilia se dirigía en primer lugar hacia dos partes
del cuerpo muy alejadas de los genitales, a saber, los ojos y los pies.
Aun a estas partes del cuerpo no se les permitía desempeñar por sí
mismas el papel que se les asignaba por el proceso de desplazamien-
to, sino que tenían que cederlo a partes accesorias que no pertene-
cían al cuerpo mismo. De tal modo, Jo atraían principalmente las
jóvenes que usaban lentes o que tenían una pierna artificial; y el
mismo efecto surtían una cojera que sugiriese una pierna envarada
o un miembro artificial. Su horror ante los genitales femeninos se
manifestaba más claramente aún en el hecho de que en realidad
nunca había tocado a una mujer renga o con una pierna artificial.
La aversión del paciente al cuerpo femenino, o, para ser más
correctos, a los genitales femeninos, resultó tener muchos determi-
nantes, el principal de los cuales era su temor a la castración. De es-
pecial interés fue una cadena asociativa que dejó en descubierto una
estrecha relación entre los siguientes estados emocionales:
J. Su asombro, siendo niño, al descubrir la ausencia de pene
en su pequeña hermana.
2. Su ansiosa renuencia a tocar su propio pene.
3. El apartamiento de su interés de los genitales femeninos.
4. Su interés en mujeres que hubieran sufrido una amputación.
Este último interés, en particular, mostró la extraordinaria fuerza
de sus imágenes de castración, pues representaba a la mujer "a la
que se le ha cortado un miembro". Encontramos aquí, como sucede
a menudo en nuestros psicoanálisis, que el inconciente ha retenido la
idea infantil de que la mujer posee también un pene. Cuando se da
esto, el temor de ser castrado está con frecuencia presente en con-
junción con una idea de naturaleza activa, Ja de castrar mujeres.
He aludido a este fenómeno en un trabajo relativo a un análisis de
un fetichismo del pie 81. En el caso presente había asimismo un
marcado fetichismo. Consideraciones de espacio me impiden tratar esto
en detalle; pero diré algunas palabras acerca de la relación del feti-
chismo del pie y de los lentes con el instinto componente sádico.
U na de las fantasías más placenteras del paciente era la idea de
quitarle sus lentes a una muchacha corta de vista, o mejor aún, a
una tuerta, o despojar a una joven de su pierna artificial, dejándola
así inerme ss. Sus asociaciones hicieron más y más evidente que esas
ideas se referían a fantasías de castración desplazadas. Particularmen-
te importante, a este r'especto, fue el sueño ya descrito acerca de una

87 Cf. capítulo V.
ss P-tiede mencionarse que estos instintos sádicos estaban confinados en
las fantasías; en la vida real, este paciente era en extremo bondadoso.
136 KARL ABRAHAM

joven a quien conocía, y que sólo podía ver con un ojo. Su idea en
el sueño fue que el ojo perdido h~bía sido golpeado por el padre.
De aquí, sus asociaciones condujeron a su propio temor de perder un
ojo. Esta ansiedad tenía dos fuentes, a saber, la idea del castigo por
mirar algo prohibido, y el desplazamiento de la ansiedad de castra-
ción desde los genitales al ojo. Este desplazamiento es análogo al
mencionado anteriormente de los genitales femeninos al ojo. Ambas
ideas tienen claramente el sentido de una represalia. Tengo la satis-
facción de saber que mis conclusiones sobre este punto concuerdan
~on las de Freud, y también con las de otros analistas.
Ferenczi 89 ha reconocido en el autocegamiento de Edipo, un sus-
tituto simbólico de la _autocastración, esto es, un autocastigo propor-
cionado al incesto. Rank 90 y otros autores 91 proveen abundante ma-
terial de análisis de sueños para demostrar que el ojo puede tener a
veces un significado masculino y a veces uno femenino; y Eder ha
mostrado que en los sueños, cosas que se hacen a los ojos -como
asimismo a los dientes- significan castración 0 2 .
La corrección de esta hipótesis fue confirmada por ulteriores sue-
ños d_el paciente, en los cuales la castración era expresada por medio
de otros símbolos de sentido menos dudoso. Por ejemplo, en uno de
sus sueños aparecía una persona y le cortaba el vello del pubis.
El "castigo" de quedar ciego demostró ser una represalia por el
deseo ilícito del paciente de mirar a su madre, y por su castración
activa, o fantasía de cegar, dirigida contra su padre. El análisis mos-
tró que este último atentado jugaba un papel en las fantasías del
paciente. A este respecto sólo mencionaré una idea obsesiva que solía
tener. Cuando era un colegial, y tomaba lecciones con un maestro
particular, tenía que imaginarse constantemente cómo le dispararía
un tiro en el medio de la frente. Se descubrió con facilidad que ese
maestro era un sustituto de su padre.
Un tiro en la frente no sería ciertamente en sí mismo un sím·
bolo evidente de castración; y no sería necesario sin duda, dedicarle

89 "Representación simbólica de los principios del placer y de la realidad


en el mito de Edipo" (1912).
90 Rank, "Inzestmotiv" (1912), p. 271, A. 2. Cf. también Storfer, "Jungfrau
und Dirne".
91 Eder, "Angentriiume". Gebsattel ("Zeitschrift für Psychopathologie", 1912)..
El significado del ojo como símbolo de los órganos genitales femeninos, ha sido
considerado por Freud y Jung en el "Indra-Mythus". Yo mismo, siguiendo a Klein-
paul, le he atribuído también al ojo, y especialmente a la pupila, una significación
genital femenina ("Traum und Mythus", 1909). Bleuler ("Dementia Praecox oder
Gruppe der Schizophrenien") menciona asimismo al ojo ·en cuanto símbolo genital
femenino en las alucinaciones del insano. Janes ("Einigc Falle von Zwangsneurose",
1913) demuestra el significado genital masculino del ojo.
92 En los sueños femeninos, algo que se le hace al ojo puede tener el signifi-
cado del coito. Por ejemplo, una joven soñó que alguien le estaba abriendo el
ojo con un largo instrumento.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 137
atención especial, si no existieran muchas pruebas concluyentes de
que con frecuencia la frente es usada como sustituto del ojo. En pri-
mer lugar me referiré al mito del cegamiento del Cíclope por Odiseo.
En todas partes se encuentra en los mitos a seres que poseen un solo
ojo, situado en el centro de la frente. Es interesante observar que a
veces sucede en los sueños algo semejante al mito de Polifemo. Eder
ha publicado un sueño de este tipo • 3 • Yo he tenido la oportunidad
de confirma.r con frecuencia este hecho, y puedo corroborar por la
experiencia la afirmación de Eder de que el Cíclope corresponde al
padre del sujeto del sueño, y que dejar ciego al gigante representa
la castración del padre.
Me parece un hecho particularmente interesante que el medio
de la frente, que en la fantasía representa primordialmente el ojo,
puede estar en lugar tanto de los genitales masculinos como de los
femeninos. Con respecto a su significado de órgano masculino, me
referiré a una observación de Reitler 9 t; y respecto a su significado
femenino, a un ejemplo extraído de mi propia experiencia.
Reitler habla de ciertas figuras de madera que hacen los lugare-
ños en Salzkammergut, usadas para bromas obscenas, y presenta re-
producciones de ellas. La broma consiste en que cuando se presiona
la cabeza de la figura, aparece un gran pene. En la frente de aquélla
está esbozado rudamente un tercer ojo. Reitler afirma que entre la
gente de ese distrito este ojo es reconocido como un símbolo del pene.
Como un paralelo de este curioso hecho de la psicología popular,
mericionaré la siguiente observación efectuada por mí: Una de mis
pacientes sufría una compulsión de fruncir la frente en el medio,
haciendo así un pliegue vertical. Entonces solía frotar violentamente
ese pliegue con el dedo índice de la mano derecha. Ciertas asociacio-
nes, que lamentablemente no puedo reproducir aquí, pusieron súbita-
mente en evidencia para ella que tal procedimiento era simplemente
un acto de masturbación desplazado hacia arriba, y que la arruga
vertical en la frente correspondía a la vulva. Esta idea fue confir-
mada por el hecho de que cuando frotabn dicho pliegue, solía expe-
rimentar "una sensación de presión en la parte inferior del cuerpo" 9 5.
Me parece que siempre que ha sido tratado el simbolismo genital
del ojo, sólo se ha considerado su sentido como órgano femenino. Es
sólo recientemente que me he encontrado con la significación mascu-
lina del ojo. Eso sucedió en el análisis de un sueño, y su_ sujeto, una
mujer, dijo que el glande le parecía a ella un ojo.
Vuelvo al tema del temor del paciente A acerca de su vista.
Hemos reconocido en sus temores de castración un factor importante

93 Eder, "Augentraume".
94 Reitler, "Zur Augensymbolik", 1913.
95 Podría referirme aquí a la afirmación de Sadger de que las sienes tienen
un significado genital. Cf. "Uber sexualsymbolische Verwertung des Kopfschmerzes"
(1912).
138 KARL ABRAHAM

de su ansiedad; y a este respecto vale la pena mencionar otro detalle


que, a primera vista, puede parecer poco importante. He observado,
no sólo en este caso sino también en otros, que el paciente habla
siempre de su ansiedad con referencia al ojo de su padre, o de que
evita tocar su propio ojo. Nunca habla de sus ojos, sino solamente,
con una regularidad que excluye lo accidental, de un ojo, como si
existiera solamente uno. Esto es muy c;omprensible si tenemos en
cuenta el mecanismo de "desplazamiento hacia arriba". "El" ojo es
un sustituto de un órgano que sólo existe en el singular 96 •
La ansiedad acerca del ojo del padre corresponde, por lo tanto,
a la fantasía de castración reprimida dirigida contra él. Habiendo
ya establecido la identidad del ojo y el sol, no puede dudarse de que
el sol tiene el mismo significado fálico que el ojo del padre. La evi-
tación de la visión' del sol tiene entonces el sentido ulterior de es·
quivar la visión del pene del padre. Este significado se confirma en
la psicología de los pueblos.
No es posible en este lugar ampliar el tratamiento del tema de
la ansiedad de castración; pero agregaré unas pocas observaciones
para hacer más inteligibles ciertos hechos que se presentaron en el
caso actual. Sabemos ya que el deseo del niño de ver los genitales
de su madre, y asimismo su fantasía de castración dirigida contra el
padre. pertenecen a esas ofensas por las cuales alguien lo amenaza
con la castración, o la teme "in mente". La masturbación debe ser
también incluída entre aquéllas, puesto que las fantasías que la acom·
pañan la convierten en un acto hondamente punible. Sabemos por
nuestra experiencia psicoanalítica que hay también otras experien·
cias de la infancia que frecuentemente originan un alto grado de
autorreproche. Me refiero en especial a la observación por el niño del
comercio sexual entre sus padres. Con respecto a todos estos "peca·
dos", el niño .teme a menudo ser descubierto por el ojo avizor de
su padre 97.
Es precisamente en razón de tales observaciones prohibidas que
muchos neuróticos sufren el temor de quedar ciegos. Pero este tipo
de reacción neurótica no nos interesa por el momento. Lo que quiero
destacar aquí es que en un gran número de casos, el placer experi·
mentado por el niño al observar y escuchar a sus padres por la noche,
condujo a una hipersensibilidad respecto a la luz y al sonido 98 • En

96 Subrayo que deben considerarse todavía otros determinantes. Sólo necesito


referirme a la ya tratada identificación del ojo del padre con el sol, que es una
cosa única. Podríamos suponer que hay una forma especial de condensación, una
unificación, que hace posible varios paralelos: un órgano genital, un padre, un sol,
y también un ojo. (Podría añadirse un Dios. Remitimos al lector a párrafos poste·
riores de este trabajo) .
97 El placer que encuentra el niño al observar orinar a los adultos también
da origen a autorreproches neuróticos. Cf. nota 102.
98 He logrado algún conocimiento de la génesis de la sensibilidad neurótica
a través de varios psicoanálisis, cuyos resultados publicaré más adelante.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 139

el caso presente había una definida sensibilidad al sonido, a~í como


respecto a la luz. Ambos síntomas se presentaban especialmente de
noche, y la razón de ello es ahora muy comprensible. Vemos por qúé
el paciente en cuestión temía la iluminación artificial y la penetra-
ción del menor rayo de luz por las rendijas de la puerta. Las extraor-
dinarias precauciones que adoptaba para excluir toda luz del e~terior
tienen el carácter de medidas prohibitivas. La cuidadosa obstrucción
de la más menuda grieta tenía también -otro propósito. Era el de evitar
que el paciente fuera observado por otras personas. Es muy evidente
que aquí el motivo impulsor era nuevamente el deseo de evitar el ojo
vigilante del padre. No obstante, sus procedimientos para oscurecer
la habitación no son enteramente explicados por este deseo negativo
de excluir la luz y evitar toda posibilidad de ser observado. Estar en
completa oscuridad tiene también un valor positivo para ef paciente.
Pero ilustraré este punto al hablar de otro caso.
Por el momento dejaré de lado ciertas tran_sformaciones de la
escopofilia del paciente, y mencionaré sólo ciertas peculiaridades psi-
cológicas que exhibía. Éstas eran una curiosidad compulsiva, una
propensión a las cavilaciones, y una exagerada inclinación por todo
lo que fuera problemático. Luego volveré sobre esas características.
Finalmente, los signos siguientes nos demuestran que el ojo t.enía para
este paciente una importante significación erógena, y no solamente
como órgano de la visión: obtenía placer al tocar sus ojos, tenía· una
gran tendencia a frotarlos y a tironear los párpados, y en el pasado
se había a menudo depilado las cejas 99.
Sobre los resultados terapéuticos del análisis, puedo decir que la
salud del paciente fue completamente restaurada. Su horror por la
luz y su sensibilidad al ruido desaparecieron enteramente. Su actitud
hacia sus padres se convirtió en la de cualquier persona normal de
su edad, como se vio cuando al terminar el análisis volvió a su hogar.
Desarrolló intereses sexuales normales en lugar de los anormales, y
desapareció particularmente su interés fetichista, excepto ciertos rema-
nentes sin importancia. A medida que mejoraba, fue teniendo sue-
ños en los que encontraba placer en mirar el cuerpo femenino, espe-
cialmente los genitales; y poco después pudo manifestar una escopo-
filia normalmente dirigida en su vida corriente. Al mismo tiempo, su
estéril curiosidad y sus cavilaciones patológicas dejaron lugar a un
profundo deseo de conocimiento, que se manifestó en diversas direc-
ciones. En otras palabras, se había efectuado completamente la subli-
mación de su instinto escopofílico. La adaptación social (capacidad
para trabajar en su profesión, etc.) progresó paralelamente al esta·
blecimiento de una función sexual enteramente normal. Hace ya un

99 Podemos recordar el sueño ya mencionado en el cual alguien cortaba el


vello púbico del paciente. Afeitar las cejas significa también, evidentemente, una
'Castración simbólica.
140 KARL ABRAHAM

año y medio que terminó su tratamiento, y no se ha producido nin-


guna recaída.
El psicoanálisis de la fotofobia neurótica en otros pacientes ha
confirmado plenamente las teorías y resultados anteriormente expues-
tos. Indicaré brevemente los puntos esenciales de otro de mis casos.
Éste era un caso indudable de demencia precoz (esquizofrenia), que
tuve la oportunidad de tratar psicoanalíticamente sólo debido a que el
paciente me fue remitido como un caso de neurosis. Solamente al
profundizar el examen de sus síntomas descubrí el carácter de su
enfermedad. Nuestra experiencia ha demostrado a menudo que los
secretos del inconciente están mucho menos disimulados en las psico-
sis que en las neurosis. Y así sucedía en este caso. El paciente pre-'
sentaba asociaciones, frecuentemente sin gran resistencia, en relación
con las cosas más extraordinarias, y asociaciones de tal naturaleza
que l~ conexión adecuada se revelaba con sorprendente rapidez.
Este paciente, a quien llamaré B, atrajo mi atención en la pri-
mera consulta solicitando sentarse dando espaldas a la luz. Además,
mantuvo sus ojos cerrados la mayor parte del t~empo, y también se
los cubrió con sus manos loo. Continuó teniendo los ojos cerrados du-
rante sus sesiones analíticas, aunque su rostro no miraba a la venta-
na; y esto duró hasta que la atenuación de ese síntoma hizo innecesario
tal proceder.
La historia de este paciente era muy parecida a la del primer
caso. También él era el hijo de un hombre notablemente inteligente
y eficiente. Según su propia opinión, los logros de su padre eran
absolutamente inigualables. Al hablar de él, hacía uso de casi las
mismas palabras que el primer paciente. Decía que durante un largo
tiempo había tenido la vana esperanza de sobrepasar a su padre en
algo. Su actitud ambivalente hacia éste era asimismo muy semejante
a la del otro paciente, excepto en cuanto estaba menos disimulada
en razón de la naturaleza de su enfermedad; como ya se ha indicado.
Su padre siempre le había parecido "un ser poderoso y benévolo".
Esta expresión tiene una resonancia religiosa, y si no se hubiera re-
ferido a un ser humano, hubiera podido suponerse que se aplicaba
a Dios, o a algún otro ser objeto de reverencia religiosa. Sólo tenemos
que recordar el ojo de Dios, que todo lo ve, para reparar en que hay
aquí una tendencia a transformar al padre en un ser más elevado.
La:s asociaciones libres trajeron a luz con extraordinaria rapidez una
de las causas por las que el hijo estaba convencido de que el padre
veía todas las cosas. El ojo avizor de su padre había descubierto que
el niño se masturbaba; y había obtenido de éste una promesa de
que abandonaría esa práctica. En un período posterior, el paciente
sentía como si el ojo de su padre lo estuviera vigilando cada vez que

lOG Podría agregar que esta actitud es muy frecuente en las personas neuróti-
cas, y que pone de manifiesto la existencia del temor neurótico a la luz.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 141

recaía en el hábito. Después veremos que su sensación de ser obser-


vado tenía otras fuentes, aún más importantes. Sin embargo, con-
cientemente el paciente atribuía la mayor importancia al descubri-
miento de sus actividades masturbatorias por su padre.
Cuando el paciente tenía unos veinte años, su padre murió. Poco
después, aquél tuvo la idea de que el padre estaba en el cielo, pró-
ximo al sol, y observándolo para ver lo que hacía. No era todavía
una ilusión fija. Pero poco después se desarrollaron indudables ilu-
~iones. El significado de ubicar al padre en el cielo es muy obvio.
Su posición próxima al sol muestra que se lo comparaba a éste, sin
haber sido unido con él, todavía, para formar un solo ser. ,
A esta veneración y deificación de su padre, C¡ue persistió despllés
de su muerte, se oponía una poderosa hostilidad,. que fue mantenida
fuera de la conciencia durante mucho tiempo. Se expresó en el tra-
tamiento, en un sueño .en el cual el paciente mataba a s.u padre en
combate si°ngular, y tomaba posesión simbólica de su madre. La
muerte del padre en combate singular y la final toma de posesión
de la madre son los dos grandes acontecimientos del mito de Edipo
y de muchas historias ·Vinculadas con él.
La ansiedad por la castración del paciente encontró una expre-
sión similar a la del paciente A. Por lo tanto, solamente será nece-
sario presentar uno o dos detalles respecto a ella. Aquél también
sentía ansiedad respecto al ojo de su. padre, cuyo sentido ya cono-
cemos. Es de algún interés un recuerdo infantil relacionado con esta
ansieda,d. Cuando tenía nueve años, había en cierta ocasión visto a
su padre desnudo, y observado sus genitales con gran interés. Sus
fantasías, que a tal edad se dirigían a personas del sexo masculiiio,
se referían con frecuencia a esta escena. Y sin embargo, los pensa-
mientos asociados con ella no eran de ningún modo exclusivamente
placenteros; por el contrario, lo preocupaba continuamente la in-
certidumbre de que sus genitales alcanzaran el tamaño de los de su
padre. Cuando hubo crecido, fue víctima de la torturante creencia,
tan común en los neuróticos, de que su pene era demasiado pequeño.
Nos encontramos una vez más, por lo tanto, con celos de las
capacidades del padre. En el caso presente, la reverencia del hijo· por
su padre se refería a su órgano genital y a su ojo 101 . No había aquí,
entonces, una represión tan amplia del carácter sexual del temor del
niño por el padre. Todo lo que estaba reprimido era su placer al
mirar los genitales de éste. El paciente solía tener ocasionalmente una
especie de alucinaciones "relámpago", que· por un instante le mos-
traban el objeto de su interés.
<E_l paciente se .parecía también mucho al paciente A en su
relació~ con la madre. Experimentaba la riiás marcada aversión a

101 Me refiero a la designación "das Gemiicht" (poder) para los genitales mas-
culinos; el lenguaje ha transferido aquí la fuerz;;. del hombre a sus genitales.
142 KARL ABRAHAM

mirarla, como asimismo a su hermana, aunque estuvieran totalmente


vestidas. Cuando conversaba con su madre acostumbraba taparse los
ojos con las manos. En la primera hora de tratamiento psicoanalítico
traicionó la dirección incestuosa de sus deseos mediante una peculiar
elección de expresión. Estaba diciendo que después de la muerte de
su padre se había quedado en el hogar con su madre y su hermana,
y acentuaba el hecho de que, en cierta medida, tenía que conside-
rarse el sucesor de su padre; pues, según dijo, él era ahora "el único
miembro varón" de la familia. Pronto aparecieron las fantasías y
deseos que habían determinado la elección de esta expresión. El pa-
ciente sufría de ansiedad por Ja posibilidad de dejar involuntaria-
mente embarazadas a su madre y hermana. En especial, cuando se
había bañado después de tener una polución, solía temer que resi-
duos de semen hubieran q11edado adheridos en los costados de la
bañera y fecundaran a su madre o hermana al usar el baño después
de él. De este temor debemos inferir la existencia de un deseo repri-
mido del mismo carácter, esto es, de poseer a sus familiares del sexo
femenino.
Los deseos libidinales del paciente dirigidos hacia su madre tam-
bién estaban transferidos a otras mujeres, en particular a mujeres.
mayores; pero tampoco aquí se les permitía mostrarse en su carácter
real, y se expresaban por el temor de mirar a las mujeres de esa
edad 102 . Esta aversión estaba asociada con un síntoma neurótico muy
perturbador. Ante la visión· de mujeres maduras, quienes a menudo
le recordaban concientemente a su madre, se producía ante sus ojos
un oscurecimiento. Este síntoma expresa una inhibición de las ten-
dencias escopofílicas, aunque hasta ahora, por lo que yo sé, no ha
sido considerado en este sentido. La "negrura" que se presenta ante·
los ojos, tan frecuentemente descrita por los neuróticos, y más espe-
cialmente como fenómeno concomitante de los ataques de vértigo,
debe ser por lo general el resultado de Ja supresión de una tendencia
libidinal. El incremento de la circulación de la sangre asociado con
ioda excitación sexual, provoca a menudo en las personas neuróticas.
un aumento en el flujo de la sangre a la cabeza, y especialmente a
los ojos, y tiene como uno de sus efectos un oscurecimiento del cam-
po de la visión.
De este modo el paciente se veía impedido en la vida real de
mirar a las mujeres que le resultaban atractivas. El que haya encon-
trado, por medio de alucinaciones, un sustituto por la privación im-
puesta, está en completo acuerdo con la psicología de la demencia
precoz. Por ejemplo, veía sentada frente a él un mujer desnuda, de
mediana edad, y que según su propio relato, tenía un gran parecido·

102 Debo al Dr. De Bruine, de Leyden, la interesante información de que según


una creencia popular holandesa, todo aquel que mire con deseo a una vieja quedará
ciego.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 143
con su madre. Admitió además, con convicción, que su renuencia a
ver mujeres era en efecto una negativa a mirar los genitales femeni-
nos, o más correctamente, maternos.
En la época en que ya se notaban claros signos de una recupera-
ción de la salud, el paciente visitó una vez a su madre. Me di jo
después que nuevamente había tenido que cubrirse los ojos con las
manos en su presencia, si bien su sensibilidad a la luz era ya mucho
menor. Cuando yo estaba por comentar esto, puso sus manos sobre
los ojos y dijo espontáneamente: "No quiero de ningún modo mirar
la placa con el hilo en el medio". Estas palabras fueron dichas eri
un tono de autojustificación, como si temiera que yo interpretara
mal su conducta. Tal observación me resultó al principio ininteli-
gible; pero inmediatamente se presentó la explicación. El paciente,
que durante el tratamiento estaba reclinado en un diván, había diri-
gido su mirada :tl cielorraso, en el cual estaba fija do un disco de
bronce lustrado, por cuyo centro pasaba un hilo conectado con las
luces eléctricas. Esta impresión visual, en el momento en que la con-
versación tocaba su renuencia a mirar a su madre, había sido sufi-
ciente para inducir las asociaciones de la vulva (disco) y el pene
(hilo en el disco).
Sus celos y hostilidad originales hacia su padre, se habían tro-
cado gradualmente en admiración y reconocimiento de su grandeza
y poder. No obstante, sus sentimientos hostiles reprimidos pertur-
baban a veces .al sentimiento opuesto, que había obtenido el control.
Cierta vez, en un momento extático, el paciente había querido escri-
bir una oda al sol, pero sólo había podido producir unas pocas pala-
bras. Ellas decían:
"¡Oh sol, concédenos tu poder!"
En este punto sucedió una perturbación (bloqueo) tan fuerte
de sus pensamientos, que no pudo ir más allá de las primeras pala-
bras. Es característico que este "bloqueo" haya ocurrido en el mo-
mento en que deseaba dar expresión a su veneración por el poder
del sol, esto es, de su padre. Se recordará que una obstrucción simi-
lar se presentó en el paciente A cuando comenzó a hablar de su ar-
diente admiración por su padre.
En una ocasión, el deseo del paciente de ser el igual de su padre
encontró expresión en una forma que mostraba claramente la equi-
valencia del padre y el sol. Tuvo la sensación de que sus dos ojos
se convertían en uno. Vio a este ojo delante de él, en una alucina-
ción, como si estuviera "afuera", esto es, como si no fuera parte de'
su cuerpo. Luego se convirtió en un brillante sol. De tal modo se
elevaba al nivel de su padre. Que fuera a su ojo y' no a cualquier
Otra parte de su cuerpo a quien sucediera esto es explicable, parcial-
mente, pon lo que ya se ha dicho acerca del ojo y el sol, y parcialmen-
te, como una sustitución simbólica del pene por el ojo. Esta alu-
cinación nos permite además reconocer una tendencia del paciente
144 KARL ABRAHAM

a comparar su propio poder de creación con el poder fertilizante


del sol.
En el psicoanálisis de un neurótico obsesivo tropecé con un pro-
ceso semejante ·por su contenido, aunque era diferente desde un punto
de vista sintomatológico. Después de la muerte de su padre, este pa-
ciente experimentó un gran temor al ojo vigilante de aquél. Siempre
lo localizaba en el cielo, como lo evidenciaban también algunos de
sus sueños. Este reconocimiento y glorificación de su padre era sin
embargo uno de los lados de su ambivalente actitud hacia él. A veces
se mostraba en extremo desafiante respecto a su difunto padre. En
tales ocasiones padecía una compulsión a mirar al sol en una manera
retadora y atrevida. Al mismo tiempo aparecía la idea obsesiva:
"Quizá yo soy Dios".
En mi ensayo sobre Amenhotep IV 1 oa he analizado un notable
episodio de la historia de Egipto, en el cual un gobernante intentó
identificarse con el sol. La actitud ambivalente del rey hacia su di·
funto padre fue la causa principal de la introducción del culto de
Atón, en el cual se honraba el poder del sol.
Como en el caso del paciente A, el temor de B de ser cegado por
el sol, se hace comprensible sólo cuando se tiene en cuenta que el
símbolo del sol tiene un significado no solamente paterno, sino tam·
bién materno. El disco de bronce lustrado del cielorraso, al que nos
hemos referido, del cual pendían las luces eléctricas, representaba una
especie de sol en el cielo 1 º4 •
Su tendencia a trasladar al cielo un símbolo femenino. es decir,
en su caso, materno, se expresó en una fantasía que me contó espon-
táneamente. Durante una sesión en que el cielo se nubló considera-
blemente, dijo: "Me causaría un gran placer introducir mi cabeza en
una nube". Esta fantasía corresponde a ciertas ideas mitológicas 105 •
En las formas más antiguas del mito de Prometeo, penetrar en una
nube para producir el fuego celestial, es identificado con el acto sexual.
En lo que atañe al caso B, sólo tengo que agregar que los resul-
tados terapéuticos fueron muy satisfactorios, y que la aversión a la
luz del paciente desapareció por completo 100.
No daré más ejemplos de análisis de este síntoma particular de
la a~ersión a la luz, respecto al cual tengo en mi poder una gran
cantidad de material pues de acuerdo con mi experiencia, el temor
1os (NO 84, B. A.) .
104=La identificación del cielorraso con el cielo es de un carácter genuinamente
infantil. Muy recientemente he oído a un niño de tres años y medio llamar al techo
del cuarto de baño, "el cielo del baño".
JOIS Cf. mi análisis de la leyenda de Prometeo en "Traum und Mythus" (1909).
106 Para explicar el resultado satisfactorio del psicoanálisis en este caso
de demencia precoz, diré que el paciente se mostró muy pronto capaz de efectuar
una transferencia suficiente. Su psicosis había avanzado poco en la dirección de la
formación de ilusiones, mientras que las alucinaciones desempeñaban un papel
predominante.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 145
neurótico a la luz no es una afección rara. A menudo se encuentra
,en las neurosis más leves un grado moderado de hipersensibilidad ante,
por ejemplo, la luz brillante del sol.
Hay otro punto, sin embargo, que me agradaría mencionar, rela-
cionado con un caso de seria neurosis obsesiva que traté cierta vez.
El paciente sufría también un ligero grado de fotofobia; y en cierta
ocasión en que sus asociaciones lo condujeron a prohibiciones proce-
dentes de la imagen paterna, se cubrió repentinamente los ojos con
las manos. Ese comportamiento fue explicado por sus asociaciones
siguientes. Siempre había tenido una conciencia culpable respe,to a
su padre, nunca había podido mirarlo adecuadamente. Su antagonis-
mo contra él había hallado expresión, entre otras cosas, en una fanta-
sía de dejarlo ciego. En este caso, el cubrirse los ojos tenía una sig-
nificación adicional especial. Representaba, además del significado
que ya hemos considerado, un autocastigo, esto es, un autocegamien-
to. Era una explicación de la ley del talión 1° 7 por sus intenciones
contra su padre.

II, ÜTRAS FORMAS DE TRASTORl\'OS NEURÓTICOS RELACIONADOS


CON EL INSTINTO EscOPOFÍLICO.

Tan pronto como se hace una investigación más detenida de las


transformaciones e inhibiciones neuróticas de las tendencias escopo-
fílicas, es sorprendente Ja variedad de perturbaciones basadas en esos
procesos que se encuentra. Tales trastornos aparecen a veces en per-
sonas que sufren una aversión a la luz, a veces como síntoma aislado.
En mi descripción del caso B mencioné sólo brevemente una per-
turbación de este tipo que existía en adición a su aversión a la luz;
agregaré ahora algunas palabras acerca de ella.
Este paciente se quejaba de falta de agudeza en Ja visión, y decía
que los objetos se Je aparecían borrosos y poco nítidos. No se des-
cubrió ningún defecto en los ojos 1 º8 • El carácter neurótico de su
afección fue confirmado por el hecho de que desapareció durante el
análisis, al mismo tiempo que su aversión a la luz. Para evitar las
repeticiones describiré en este lugar un trastorno similar que se pre-
sentó en otro caso, acerca de cuyo psicoanálisis haré algunas obser-
vaciones.
La paciente, C, era una artista. Aunque era muy hábil en su
trabajo, decía que en momentos de gran excitabilidad neurótica le
era difícil apreciar las formas de los objetos, como asimismo conser-
var su imagen en la memoria. Comenzó a hablar de este problema

107 Cf. el autocegamiento de Edipo.


1os Destacaré que la_s afecciones descritas en este trabajo se produjeron en
personas cuyo aparato visbal era perfectamente normal. Luego mencionaremos a
la única excepción.
146 KARL ABRAHAM

cuando ciertos ataques motrices que padecía fueron objeto de aten-


ción en el psicoanálisis. Se demostró que el trastorno estaba determi-
nado principalmente por un placer reprimido y fijado incestuosa-
mente en mirar, que se dirigía al padre y a su cuerpo. El análisis
de ciertos particulares ataques que tenía, y que en una o dos opor-
tunidades pude presenciar, trajo a luz a un determinante específico.
Mientras yacía en el diván comenzaba a mostrar señales de una mar-
cada excitación psíquica, y a estirarse y alzarse en un "are de cercle..
no muy pronunciado. Todo su cuerpo, y especialmente las extremi-
dades, vibraban . y se crispaban convulsivamente, mientras profería
gemidos, hasta que aparecía una relajación general. Una vez durante
cada ataque se erguía súbitamente, torcía la cabeza hacia los costados
por un instante, y >Se dejaba caer nuevamente.
El análisis de estos ataques fue efectuado venciendo una resis-
tencia muy fuerte;· y sólo consiguió éxito hacia el final del trata-
miento, luego de haber sido come'nzado y abandonado varias veces.
Los ataques resultaron ser una representación mímica de un incidente
ocurrido en la primera infancia, asociado con afectos extraordinaria-
mente violentos, y de cuya autenticidad ciertos hechos hicieron im-
posible dudar. Se trataba de esto: una mañana se habla despertado
más temprano que lo acostumbrado, y dado que compartía el dormi-
t01·io de sus padres, había presenciado el comercio sexual de ellos.
Como lo revelaron, poco a poco, sus asociaciones, ella se sentó en la
cama por un momento, y luego, aterrorizada, se acostó nuevamente. Su
propia parte activa en lo que había tenido lugar entonces se expre-
saba, en los ulteriores ataques, irguiendo súbitamente la parte supe-
rior del cuerpo. El recuerdo del turbador acontecimiento fue repri-
mido, pero se manifestaba, bajo una forma disimulada, en ciertas
ocasiones que no es necesario mencionar aquí. Sin embargo, los efec-
tos realmente graves del incidente se expresaban en violentos auto-
rreproches y en ciertas inhibiciones de su vida insti'ntiva, de las cuales
solamente nos interesan aquí las limitaciones del instinto escopofí-
lico. Aparecieron en primer lugar como una renuencia a toda visión
o conocimiento sexual; por ejemplo, evit_aba ansiosamente leer todo
aquello que pudiera ilustrarla acerca del amor y la pasión sexual.
El psicoanálisis mostró que su aversión se había extendido al ver, en
general, y más especialmente a ver las formas de los objetos.
Este caso manifiesta muy claramente el efecto que ejerce sobre
un niño predispuesto a la neurosis el presenciar el comercio sexual
entre sus padres. Tales impresiones fijan el instinto escopofílico sobre
los padres en un grado poco común, de modo que los esfuerzos pos-
teriores para desligarlo de ellos están condenados al fracaso. Al mismo
tiempo ocasionan una restricción del instinto, que amplía considera-
blemente la esfera real de la sexualidad. Esta ley del talión puede
ser llevada a extremos diferentes, según los casos. Puede llegar hasta
la ceguera neurótica, o puede contentarse con ciertas restricciones de
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 147
la visión; o puede dar origen a la formación de fobias. En este caso,
la paciente sufría de ocasionales pensamientos compulsivos indicando
que tenla que sacarse los ojos.
Aunque no los traté psicoanalíticamente, los dos casos siguientes
son dignos de mención en cuanto muestran la gran variedad de tras-
tornos neuróticos de la visión.
El primero fue el de una mujer neurótica que sufría a veces µna
perturbación de la vis'ión que le impedía leer libros sin anteojos.
Además, sentía una marcada repulsión por las ilustraciones en los
libros, y las pasaba por alto siempre que le era posible.
El segundo fue el de un joven, afectado desde la infancia por
un temor a la oscuridad y una obstinada fobia acerca de quedarse
ciego. Tuvo después un trastorno de la visión que fue inmediatamente
diagnosticado por un especialista como neurótico. En una .carta que
me dirigió, el paciente lo describió cOmo sigue: "Durante los últimos
diez a catorce años he estado viendo mal, esto es, hay una especie de
oscilación delante de mis ojos, como si ya estuviera constantemente
mareado, y veo como a través de un velo. Comenzó una tarde: vi
líneas zigzagueantes fluctuar frente a mis ojos, del mismo modo que
si hubiera estado mirando al sol o a una luz deslumbrante por un
buen tiempo. Eso duró cerca de media hora. Lo mismo sucedió tres
días después, y desde entonces lo he tenido casi continuamente. El
efecto de oscilación es menor ahora, pero mi visión se ha reducido,
y tengo, por supuesto, un gran temor. Al principio temía quedarme
ciego." Como dije, no pude analizar a este paciente, pero pude des-
cubrir que en ese momento estaba implicado en un conflicto sexual
que era una réplica exacta de su situación edípica infantil.
Hay una más rara perturbación, relacionada con el instinto esco-
pofílico, que en sus signos externos es enteramente opuesta a las per-
turbaciones de la percepción descritas anteriormente, pero que tienen
sin embargo el mismo origen, y sirve a los mismos fines. Ella consiste
en una exagerada concentración de la atención en objetos y procesos
del mundo exterior, y asociada con ella, una memoria sorprendente-
mente fiel de los detalles más menudos. Esta constante tensión visuat
esta observación de cosas que parecen poco importantes a las demás
personas, y que son correctamente desatendidas por ellas, da una erró-
nea impresión de que el sujeto dado encuentra un gran placer en
mirar. Tal persona estará extraordinariamente bien informada acerca
de mil cosas insignificantes que entran en su campo de visión. Pero
este campo está lamentablemente circunscrito. Se limita a . intereses
relacionados con su infancia, su familia, o su hogar. Hay, por otra
parte, aversión a tener conocimiento de lo que está fuera de esa esfe-
ra. Tal persona evitará especialmente toda visión sexual, y todo tipo
de actividad sexual. Como es evidente, ha tenido lugar un proceso
de desplazamiento. Todo lo que pueda estimular fuertemente su ins-
148 KARL ABRAHAM

tinto escopofílico, será evitado como algo ilícito, y su interés se des-


plazará hacia cosas más indiferentes y permisibles.
En uno de mis casos, tal proceso pudo ser rastreado hasta la pri-
mera infancia. Antes de venir para su tratamiento, el paciente había
oído vagamente que en el psicoanálisis tiene.o que reproducirse los
acontecimientos infantiles, y me dijo durante la primera: sesión que
tenía recuerdos excepcionalmente detallados y exactos de su más tem-
prana infancia. Me contó entonces uno o dos de tales recuerdos, y
añadió después muchos más. Ellos se referían a sucesos que habían
tenido lugar entre los cuatro y los siete años. La minuciosidad de sus
recuerdos sobre dos momentos de su infancia, los tres y los siete
años, era lo más sorprendente de todo. En el segundo de esos dos pe-
ríodos había estado con sus padres en un lugar de reposo. Recordaba
una gran cantidad de nombres de aquel corto período, describió de-
talladamente el aspecto de sus compañeros de juegos, recordó lo que
ésta o aquélla persona bahía dicho, y recordó todas las piezas del
moblaje de la casa en que vivía. Sus recuerdos eran tan vívidos y
causaban tal impresión de frescura que podía hablarse correctamente
de una regular hipermnesia.
Este fenómeno me resultó al principio desconcertante. No podía
creer en una excepción tan notable a la regla de la amnesia para los
años de la primera infancia;- y no había fundamentos para pensar que
los recuerdos del paciente éi-an paramnésicos. Sus afirmaciones no te-
nían nada de fantástico, pues se referían a los asuntos más comunes
de la vida cotidiana. Era imposible suponer por qué motivos este
hombre perfectamente razonable hubiera querido adornar su infancia
con tal masa de detalles nada interesantes, que no contenían fuertes
impresiones afectivas ni recuerdos que hubieran podido halagar de-
seos de grandeza, sea en el niño o en el adulto.
Su hipermnesia, sin embargo, se explicó tan pronto como pude
descubrir a su lado una amnesia oculta, aparentemente sin impor-
tancia. En relación con su estada en el lugar de descanso, el paciente
·sólo recordó una cosa asociada con fuerte emoción. Ella era que él
había comenzado a tener vivos sentimientos de autorreproche. Pero ha-
bía olvidado completamente sobre qué versaban esos reproches.
Luego se puso de manifiesto que ya había pasado por un período
-de violentos autorreproches en su cuarto año. La causa de esto tam-
poco era conocida.
Al tratar de eliminar una amnesia de esta clase, existente desde
1a infancia, tropezamos generalmente con fuertes resistencias en el
paciente; y así sucedió también en este caso. Pero los. puntos esencia-
les fueron gradualmente sacados a luz, en gran medida por medio
-de sus sueños, y se hizo evidente que también en este caso la obser-
vación del comercio sexual entre los padres en la primera infancia
había originado una severa represión. Esto debió suceder inmediata-
mente antes de la aparición inicial de sus autorreproches. Su curiosi-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 149
dad sexual fue reprimida, y apareció en su lugar una exagerada aten-
ción hacia los detalles menos importantes de la vida diaria.
La investigación de Ja primera infancia del paciente trajo a luz
material que demostró que su interés había sido dirigido muy pre-
cozmente y en un grado poco común hacia el cuerpo de su madre.
La fijación en la madre persistió hasta después de la pubertad, y se
expresó en una seria neurosis - una histeria angustiosa. Vale la pena
observar que evitaba mirar a su madre. La prohibición de mirar el
cuerpo desnudo de la madre se había transformado en la de mirarla,
en general. Le agradaba especialmente mirar las caras de mujeres
desconocidas, y en particular sus ojos. Hacer tal cosa tenía para él
un atractivo erótico, y era su única práctica sexual con mujeres. Si
recordamos lo que ya se ha dicho acerca del significado genital del
ojo, se evidenciará que esta muy restringida actividad sexual repre-
sentaba una gratificación escopofílica que había sido desviada ("des-
plazamiento hacia arriba") de su meta original, los genitales. A este
respecto podemos recordar que la expresión del ojo traiciona fácil-
mente la excitación erótica. Los hombres con actividad sexual dismi-
nuída buscan a menudo el signo de emoción en las mujeres; a veces
se limitan a evocar este signo, y renuncian a toda otra forma de acer-
camiento. Estos temas serán tratados más ampliamente con posteriori-
dad. Es suficiente aquí indicar este interesante desplazamiento del
instinto escopofílico.
Sin embargo, el mismo paciente. evitaba también mirar a los va-
roues, inclusive a amigos íntimos. Por lo tanto, su placer en mirar
había sido reprimido en una medida considerablemente mayor en la
dirección homosexual que en la heterosexual.
Una semejante supresión de la escopofilia es de considerable im-
portancia para la causación de un extendido síntoma motor relacio-
nado con los ojos, a saber, un tipo de contracción compulsiva de los
párpados. En cuanto alcanza mi experiencia psicoanalítica, los movi-
mientos compulsivos de esta clase derivan de un súbito cerrar los ojos
con horror. Esto es, en primer lugar, expresión del temor a la castra-
ción; pues la contracción de los párpados parece estar generalmente
asociada con el temor a un daño a los ojos, lo cual, como ya se ha
señalado, equivale a la ansiedad respecto a los genitales. Cerrar los
párpados espasmódicamente corresponde además a una evitación de
ciertas fantasías que se le han presentado al paciente con la claridad
de una visión, expresando deseos prohibidos de mirar. Parece que
esas fantasías se refieren, parcialmente, a ideas eróticas, y en parte
a ideas de carácter sádico (por ejemplo, fantasías acerca de la muerte
de familiares) . Estas ideas se imponen cierto día al paciente bajo la
forma de imágenes (alucinaciones obsesivas) , son expulsadas por él
con· un sentimiento de horror, y quedan reprimidas. El súbito cerrar
compulsivo de los párpados, demuestra no obstante que estas fantasías
proscritas todavía existen en el inconciente del paciente, y que se
150 KARL ABRAHAM

necesita un gesto constante de energía represiva para mantenerlas


fuera de la conciencia 109.
Encontramos una transformación particular del instinto escopo-
fílico en la perturbación que denominaré mirar compulsivo. Traté
cierta vez a un neurótico obsesivo, quien además de sentirse com-
pelido a cavilar sobre el problema del origen de cada objeto, se
sentía obligado a verlo y examinarlo por su reverso 110 • En el frente
de mi casa había un pequeño jardín, sobre cuya verja estaba adosada
mi placa. En su primera visita, realizada a~ anochecer, este paciente
no se contentó con leer lo que estaba escrito sobre la placa, sino que
después de entrar al jardín examinó cuidadosamente su reverso, con
la ayuda de un fósforo. Luego -segón lo relatado por su esposa-
pasó algón tiempo hablando en voz alta para su coleto, reflexionando
sobre el modo como están hechas las placas de esa especie. Cuando
finalmente su esposa lo introdujo en el consultorio, sus ojos fueron
atratdos por una pequeña figura de bronce, y la tomó de la mesa,
la dio vuelta, y examinó el dorso con especial atención.
Su análisis, que fue muy incompleto, mostró que en la infancia
había manifestado un gran interés por las nalgas de la gente. Sus
primeros síntomas compulsivos aparecieron después de haber visto
inesperadamente las nalgas de una mujer. Su interés por las nalgas se
había desplazado luego hacia objetos inanimados e indiferentes, cuyo
"lado posterior" se sentía obligado a inspeccionar de una manera
compulsiva. No puede discutirse en este lugar "in extenso" por qué
en este caso y en muchas otras neurosis los instintos escopofílicos han
sido tan fuertemente dirigidos hacia las nalgas en lugar de los ge-
nitales.
Un trastorno que se presenta especialmente en las mujeres neu-
róticas es el temor de provocar una excitación sexual en personas del
sexo opuesto por el hecho de mirarlas. Esto puede conducir al temor
de encontrarse con cualquier persona, de modo que el sujeto no pue-
de hacer vida social.
El rasgo característico de éste y de otros casos que mencionaré,
es que la persona atribuye algún tipo de virtud a su ojo o su mirada,
como si poseyera poderes mágicos. Y encontramos que tales personas
restringen sus pensamientos, de un modo sorprendente, a un círculo
de ideas en armonía con su sobrestimación del ojo y su poder. La
experiencia me ha llevado a creer que estos casos pueden dividirse
en dos clases, desde el punto de vista del diagnóstico. En los neuró-
ticos, este temor a provocar excitación sexual en cualquier persona,
por medio de su mirada, está asociado con otras fobias o pensamien-

109 Deseo afirmar expresamente que no pretendo dar una explicación exhaus-
tiva del síntoma. Los puntos citados provienen de observaciones incidentales, y no
de un análisis detallado.
110 Cf. la relación de esto en mi trabajo "Eine Deckerinnerung, betreffend ein
Kindheitserlebnis van scheinbar atiologischer Bedeutung", 1913 (NQ 38, B. A.).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 151
tos obsesivos. Me parece que es exactamente análogo a la idea ·de. la
"omnipotencia de los pensam~entos". En este caso se atribuye tal om-
nipotencia a la mirada. Pero hay otros casos en los que el paciente
teme que su mirada tenga un efecto que va mucho más allá de la
excitación erótica. Tales casos pertenecen a una clase muy diferente
desde un punto de vista diagnóstico. Son psicosis de carácter para-
noico que a menudo siguen su curso durante un largo período bajo
la forma exterior de una neurosis.
U na joven tenía el temor de que su mirada aterrorizara a tal
grado a otras personas que se quedarían inmóviles y morirían de in-
mediato. La identidad de su creencia con el mito clásico es muy no-
table, y ~lla misma comparaba su mirada con la cabeza de la Gorgona.
Su temor fue en aumento con Cl correr de los años, y obligó a su apar-
tamiento de toda sociedad. En uno de sus sueños se encontraba entre
millares de personas, en una habitación enorme, parecida al vest[-
bulo de una estación de ferrocarril. Súbitamente resonó un grito de
terror, expresando que el "Rigor Mortis" había comenzado, luego
de lo cual la gente huyó presa del pánico delante de ella.
Encontré fantasías similares en otra joven. Su idea de que mataba
a innumerables personas mediante la mirada, se expresaba no sólo
en sueños, sino también en ilusiones durante el estado de vigilia.
Por ejemplo, en una ocasión en que fue a un baile notó, para su
consternación, que el rostro de todas las personas a quienes miraba
asumía el color blanco-verdoso de un cadáver. Esto le causó la im-
presión de que se encontraba entre muertos.
Ambas pacientes se abandonaban a extravagantes fantasías sádi-
cas. U na de ellas solía soñar que rompía todos los huesos del cuerpo
de su madre; la otra tenía fantasías de ataques de bandidos contra
su familia, miembros de la cual eran asesinados o torturados. Tales
sueños y fantasías se daban en gran número, y en ellos el ojo era
utilizado, por así decirlo, como un arma sádica.
En cuanto alcanza mi experiencia, los casos de este tipo Sólo se
presentan entre mujeres. En los dos casos mencionados, el tratamiento
analítico fue desarrollado con grandes dificultades, asociadas con el
carácter de la enfermedad. Es sólo con las mayores reservas, por tanto,
que puedo decir que en la medida en que lo pude observar, en am-
bas pacientes, que gustaban en sus fantasías de asumir el papel sexual
masculino, el ojo parecía tener el significado de un pene, con el
cual la gente podía ser aterrorizada y ases\nada. Esta idea, que en
principio parece extraña e improbable, es confirmada por el temor
con frecuencia hallado en mujeres neuróticas de ser "perforadas" o
"atravesadas" por la mirada de un hombre. De tal modo, una de
mis pacientes solía evitar la mirada de todo hombre, puesto que se
sentía literalmente atravesada por ella. Tan pronto como tropezaba
con la mirada de un hombre sentía un dolor hiriente en la parte
inferior de Su cuerpo.
152 KARL ABRAHAM

Otras personas neuróticas experimentan dolores hirientes en el


ojo. En muchas de ellas se trataba de un "desplazamiento hacia arri-
ba" de la sensación genital antes mencionada. Pero también hay raros
casos de agudo dolor neurótico en los ojos, cuya estructura psicoló-
gica es muy complicada. Daré una descripción más detallada del aná-
lisis de uno de esos casos más adelante. En él, el dolor en los ojos
estaba asociado con una extrema aversión a la luz, y la paciente vivió
durante un largo tiempo en completa oscuridad. Este caso es particu-
larmente apropiado para explicar el significado de la oscuridad en
la vida mental de una persona que sufre de fotofobia. Comenzaré
por pasar revista a los resultados obtenidos en nuestro análisis de este
síntoma.

lll. SOBRE LA SIGNIFICACIÓN DE LA ÜSCURIDAD EN LA PSICOLOGÍA


DE LAS NEUROSIS.

En nuestro análisis del temor neurótico a la luz hemos demostra-


do que el sol es en primer lugar un símbolo del padre, aunque puede
representar también a la madre. Respecto a su segundo y menos im-
portante significado, podemos decir que el sol, como fenómeno uni-
tario, simboliza a la imagen paterna, y que ésta podría decirse que
ha absorbido a la imagen materna. Por ejemplo. encontramos claras
huellas de tal proceso en la historia bíblica de la Creación. Si ana-
lizamos cuidadosamente este mito, que exhibe signos de un extraor-
dinario grado de modificación y deformación, podemos ver que el
elemento -femenino y materno ha sido fundido dentro del masculino
y paterno. Mientras que en otras cosmogonías que nos son familiares
se encuentra una "pareja de padres", en el Génesis el único Dios
(masculino) crea solo el mundo, todos los animales y, finalmente, la
humanidad, o mejor dicho, un hombre. La mujer se origina en este
hombre, y ambos tienen hijos, pero no hijas. Esta amplia eliminación
del elemento femenino, resulta ser, no obstante, un fenómeno muy
secundario. Más adelante volveremos sobre este punto.
Considerando que es principalmente la imagen del padre lo que
encuentra expresión en el símbolo del sol, puede preguntarse si la
imagen de la madre no está también representada por algún símbolo
especial en las creaciones de la fantasía de nuestros pacientes. Puesto
que la madre desempeña un papel importante en sus fantasías incon-
cientes, las ideas relacionadas con ella deben exigir una adecuada
expresión simbólica, como las fantasías que se refieren al padre. En-
contré la respuesta a este problema de un modo indirecto, cuando
estaba intentando dilucidar otra cuestión no resuelta relacionada con
el temor neurótico a la luz. La aversión de los pacientes a la luz no
es enteramente comprensible mientras no se averigüe por qué buscan
la oscuridad. Al principio, me inclinaba a ver en ello una mera
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 153
evasión de la luz. Pero al realizar un estudio más cuidadoso de estos
casos, descubrí que la oscuridad no tiene en modo alguno sólo un
significado negativo. U na comunicación del Dr. A. Stegmann, de
Dresde, atrajo mi atención hacia el valor positivo de la oscuridad en
cuanto placer. Esto me permitió por primera vez entender las muy
complicadas medidas que adoptan a veces estos pacientes para ase-
gurarse una completa oscuridad, especialmente durante la noch~. Para
no complicar la discusión, he omitido intencionalmente este impor-
tante aspecto de la conducta de los pacientes, en los dos primeros
psicoanálisis que he considerado aquí. Complementaré ahora mi ex-
posición de esos casos, en esi:e sentido; y haré referencia además al
psicoanálisis_ de una mujer que sufría una fotofobia extraordinaria-
mente severa.
Se demostró que en los tres pacientes el significado de la oscu-
ridad tenía varios determinantes. Cada vez que en el análisis se tocó
este tema, salieron a la superficie ciertas corrientes psíquicas. Se evi-
denció que todos esos pacientes sufrían estados de depresión, y tenían
una inconfundible tendencia a huir del mundo. En su inconciente, la
luz del día era un símbolo de Ja vida, y la oscuridad un símbolo de la
muerte. Este uso simbólico de la luz y la oscuridad se encuentra
también en los modismos lingüísticos. Las personas neuróticas en
general, ·temen por lo común al día (especialmente al despertarse por
la mañana) , y se sienten mejor al atardecer, en todo sentido, porque
el día ha pasado y la _noche se aproxima; pero esto sucede sin refe-
rencia especial al problema de la luz o la oscuridad. El día es el
momento para la vida en general, para la actividad; la noche sig-
nifica~ lo opuesto. Pero para aquellos neuróticos de los que nos ocu-
pamos ahora, es la luz del día lo que representa la vida, y la oscuri-
dad de la noche lo que representa la muerte. Los neuróticos en quie-
nes el placer de mirar reprimido juega un papel dominante, hablan
un "dialecto" especial en sus síntomas, para utilizar una expresión
de Freud. Este dialecto está determinado por el instinto componente
que prevalece en el paciente, y por su zona erógena dominante.
La aversión neurótica a la luz, y en particular sus complicadas
maniobras para excluir el menor rayo de luz por la noche, se hacen
ahora más inteligibles. El neurótico anhela inconcientemente la oscu- c.·
ridad, y cuando el día que tanto le desagrada ha terminado, trata de
que la oscuridad sea tan absoluta como es posit>Ie. Como ya se ha
dicho, una paciente vivía en realidad en habita,ciones completamente
oscuras, inclusive durante el día.
Tal huída del mundo, es innecesario decirlo, no es meramente
una evasión -esto es, algo puramente negativo- sino que tiene un
valor placentero positivo, además. El paciente se retira a la profun-
didad de la noche para no saber nada del mundo exterior, esto es,
para estar a solas con sus fantasías. En aquellos neuróticos que tole-
ran la luz del día, mientras no se trate de la cruda luz del sol, encon-
154 KARL ABRAHAM

tramos un tipo de formación de compromiso. Durante el día mantie..


nen contacto con el mundo externo, en alguna medida, pero por la
noche lo eliminan completamente. Si un paciente excluye todo rayo
de luz durante el día, ello significa que se ha apartado completa-
mente de la vida real.
Desearía referirme a un síntoma que, por su origen y efectos, es
análogo a la fotofobia. Éste es una intolerancia neurótica ante el
ruido. También en esta afección uno de los determinantes es la fuga
de la realidad del paciente. Toda vida involucra el sonido. Los soni-
dos son para el neurótico, por lo tanto, signos de una vida inquieta
y latente, de la cual no excluye su repudio de la actividad sexual.
Odia los ruidos, pero detesta particularmente a las personas ruidosas
cuyo comportamiento demuestra que están libres de inhibiciones y de
sentimientos de insegurid·ad. Es interesante asimismo observar que la
aversión a la luz y la aversión al ruido están a menudo asociadas.
Un síntoma particularmente característico de las personas que sufren
de ambas, es que no sólo duermen por la noche en habitaciones cui-
dadosamente oscurecidas, sino que se cubren la cabeza con la ropa de
cama para aislarse completamente de la luz y de los ruidos.
Las asociaciones libres de los pacientes derivan regularmente de
estas ideas de evasión hacia un cuarto oscuro y cerrado, y se dirigen
a ideas que conocemos como "fantasías del seno materno" y que nos
son familiares en otras neurosis. Esto nos conduce a la hipótesis de
que la oscuridad debe ser interpretada como un símbolo de la madre.
Es fácil corroborar este significado de la oscuridad a partir de los
datos de la psicología de los pueblos. Los hechos relacionados con
esto son demasiado conocidos como para que sea necesario repetirlos
en este lugar. En consecuencia, pasaré a exponer los resultados obte-
nidos en un caso neurótico muy instructivo.
En la época en que se sometió a· tratamiento psicoanalítico, esta
paciente -a c~yo caso ya he aludido una o dos veces en estas pági-
nas- vivía día y noche en absoluta oscuridad. No sólo sufría de un
extremo temor a la luz, como ya se ha dicho, sino que cualquier clase
de luz le causaba un gran dolor en los ojos. No había nada de anor-
mal en ellos, salvo un ligero estigmatismo. Varios conocidos especia-
º listas habían concordado en que su síntoma no era meramente el
dolor que a menudo acompaña al astigmatismo. La misma paciente
subrayó la relación etiológica de su trastorno con la fuerte excita-
ción emocional.
Debido a su neurosis, cada visita de la paciente a mi casa tro-
pezaba con grandes dificultades. No podía venir durante la luz del
día, ni tampoco de noche, cuando las calles estaban alumbradas. El
único momento posible era la hora del crepúsculo. Se preparaba para
su expedición poniéndose anteojos con lentes muy oscuros, y sobre
ellos anteojos de automovilista que la protegían especialmente de la
luz de los costados. Con10 ulterior protección solía ponerse un espeso
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 155
velo y doblaba la muy amplia ala de su sombrero. Así protegida, venía
en un coche cerrado para su tratamiento. Adoptaba métodos igual-
mente complicados para evitar la luz en su casa.
Pronto se descubrió que también en este caso eran identificadas
la luz y la vida, y que la fuerte acentuación del deseo de vivir en
la oscuridad era un anhelo de muerte. En uno de sus poemas, la
paciente, que había tenido anteriormente grandes ambiciones, com-
paraba su existencia con un cementerio. Sentía que estaba enterrada
viva en su pieza oscura, donde por lo común reposaba acostada. El
elemento de autocastigo presente en este proceder es muy evidente
para ~1 psicoanalista, que sabe cuán a menudo los síntomas neuróticos
se originan en fantasías reprimidas de estar enterrado vivo.
Pero de decisiva importancia era, como veremos, la fantasía del
retorno al seno materno. La paciente, que tenía una aguda percep-
ción psicológica, dijo una vez respecto a su fijación en la madre, ex-
traordinariamente fuerte, que en términos psicológicos, el "cordón
umbilical" entre ella y su madre nunca se había cortado. En uno de
sus poemas daba una representación muy gráfica de esta fantasía.
Consideraciones especiales me impiden mencionar más que uno.'!
pocos de los diversos determinantes de la fotofobia y dolores oculares
de la paciente. En sus fantasías había fuertes motivos que la hacían
prohibirse todo placer en mirar, y castigarse con severos dolores por
cada trasgresión de esta prohibición autoimpuesta. Entre sus fantasías
había algunas dirigidas contra una persona particular de su contorno
inmediato, en razón de que esa persona, una mujer, la superaba en
todo sentido.
Los extraños procedimientos que adoptaba la paciente antes de
salir de su casa, son en gran medida explicables ·por sus efectos. A
consecuencia de sus anteojos de automovilista y de su velo, no podía
"hacer ojitos" a ningún hombre, y se convertía en una figura prohi-
bida para todo varón, inclusive su esposo, podemos añadir.
No me extenderé más acerca de las causas de los síntomas de la
paciente, cuyos determinantes sádicos en especial he pasado por alto,
pero puedo decir que en el curso de pocos meses se produjo una
mejoría en su horror a la luz, hasta el punto de que pudo concurrir
a reuniones sociales noctur.nas, en habitaciones muy iluminadas, con

la ayuda de medidas protectivas relativamente leves. Cierta vez pasó
cuatro horas en un salón brillantemente iluminado. Este resultado
muy satisfactorio, que por supuesto se basaba parcialmente en los
efectos de la transferencia, fue seguido por un período de intensa
resistencia. El psicoanálisis había permitido a la paciente volver a
la vida corriente, y casi había cortado su "cordón umbilical". Pero
podría decirse que no le estaba permitido ver la luz del mundo. La
resistencia que apareció en ese momento despertó nuevamente sus fan-
tasías del seno materno. Reaparecieron sus severos dolores, se retiró a
156 KARL ABRAHAM

la prisión que apenas había abandonado, y rehuyó todo tratamiento


ulterior, el que en efecto nunca se reanudó.
El sentido simbólico de la oscuridad es por completo ambiva-
lente. La oscuridad significa al mismo tiempo el nacin1iento y la
muerte, así como lo hacen la tierra y el agua. En el simbolismo de
los sueños y de las neurosis, este simbolismo se liga a todas las cavj-
dades en las que no penetra la luz, y no sólo a las del cuerpo humano
sino a las de cualquier clase.
Las cavidades oscuras que representan simbólicamente el seno
materno, deben ser interpretadas a menudo, no como el útero sino
como los intestinos. Para quienes tienen experiencia psicoanalítica
será suficiente mencionar la bien conocida teoría infantil según la
cual los niños nacen del ano de la madre, y la frecuente hipertrofia
del interés del niño (o del neurótico) en los intestinos y sus funcio-
nes. La experiencia psicoanalítica atrajo mi atención más y más hacia
el hecho de que el interés que manifiestan muchos neuróticos por
estar solos en un pequeño cuarto oscuro, descubre otros determinan-
tes de un carácter anal-erótico. En especial, como puede suponerse
fácilmente, en sus fantasías ese cuarto significa muy frecuentemente
el w.c. Lo que es más sorprendente, si bien explicable para el inicia-
do, es la idea nada infrecuente que tienen los neuróticos de estar
encerrados en un sumidero (Klosettgrube) 1 11 • Este lugar es la escena,
a veces, de sus secretos deseos de placer, y a veces. de sus temores ob-
sesivos.
Al concluir esta sección me he referido al interés infantil y neu-
rótico por los lugares oscuros y cerrados. porque esto ayuda a explicar
otros fenómenos psíquicos que vamos a considerar ahora. En muchos
neuróticos, y particularmente en los obsesivos, el muy marcado inte-
rés por todo lo que sea "oscuro", esto es. misterioso, sobrenatural,
místico, etc., no es atribuible solamente a la escopofilia en general.
Tiene un determinante especial en ese interés placentero por las ca-
vidades oscuras que nuestro conocimiento de la sexualidad infantil
hace inteligible.

IV. NOTAS SOBRE LA PSICOLOGÍA DE LA DUDA y LAS CAVILACIONES,


CON PARALELOS EXTRAÍDOS D:t: LA PSICOLOGÍA DE LOS PUEBLOS.

En sus "Notas sobre un caso rle neurosis obsesiva" (1909), Freud


ha demostrado que ciertos síntomas de las neurosis obsesivas se deri-
van de un proCeso de represión y desplazamiento a que ha sido some-
tido el instinto escopofílico. Se reiiri(S en especial a la relación entre

111 ("K1osettgrube'" es un amplio recipiente en el sótano de un edificio, que


recoge el deshecho de los lavatorios situados en los diferentes pisos) .
PSICOANÁLISIS CÚNICO 157
el placer de mirar, el deseo de conocimiento, la duda y las cavila-
ciones.
Con la ayuda del material analítico de que dispongo, intentaré
investigar más detenidamente los procesos tratados por Freud, y am-
pliar sus conclusiones en ciertos aspectos. Además, consideraré ciertos
fenómenos paralelos de la psicología de Jos pueblos.
En los neuróticos que sufren de una manía de interrogarse y
cavilar, encontramos por lo general una disminución de la actividad
sexual. Esa actividad, en los casos extremos, ha sucumbido completa-
mente a la manía de cavilar 112 • Estas personas están desvalidas como
los niños frente a los ünportantes problemas de la sexualidad. Su
interés h;¡ sido desviado del campo sexual y desplazado hacia otros
centros, de una manera que puede tener graves consecuencias para
ellas.
La primera curiosidad sexual del niño se dirige hacia el cuerpo,
y especialmente a los genitales, de sus padres, y luego a los procesos
de fecundación y nacimiento. El hecho de que 10$ varones, cuya
conducta nos ocupa aquí principalmente, dirijan su interés en un
grado mucho mayor sobre la madre que sobre el padre, es explicable
no sólo por la diferencia de sexo, sino principalmente por el interés
por el origen de los niños en el cuerpo de la madre.
En su curiosidad primitiva el niño desea ver estos órganos o pro-
cesos; un deseo de saber acerca de ellos indica que su instinto esco-
pofílico ya ha sido sometido a restricciones. En muchos neuróticos
esta limitación va mucho más allá, e inclusive el conocimiento de
materias sexuales cae ha jo la interdicción. Como resultado de esto,
se producen numerosas transformaciones de su escopofilia, las más
importantes de las cuales han sido tratadas por Freud en el trabajo
citado. Von Winterstein 11 3 ha presentado también contribuciones
valiosas a este tema.
Expondremos ahora estos procesos de transformación y sus pro-
ductos.
Suponemos, con Freud, que una parte considerable de la escopo-
filia de las personas sanas sucumbe ante la represión y la sublimación
durante la infancia. Algunos de los importantes fenómenos psicoló·
gicos que deben su origen en gran parte a este proceso, son el deseo
de conocimiento (en un sentido general), el impulso hacia la inves-
tigación, el interés por la observación de la naturaleza, el placer de
los viajes, y el impulso a dar un tratamiento artístico a cosas perci-
bidas por el ojo (por ejemplo, en Ja pintura) .
11.2 Esto se produce en la mayoría de los casos en pacientes varones. Entre ]as
mujeres la manía de cavilar es más rara. Pero siempre que encontré en una mujer
síntomas de esta manía o de fenómenos similares, encontré también un muy mar-
cado apartamiento de los intereses sexuales.
113 "Psychoanalytische Anmerkungen zur Geschichte der Philosophie" (1913).
158 KARL ABRAHAM

En muchos neuróticos tenemos que suponer una intensificación


constitucional del instinto escopofílico. No obstante, el placefl de mirar
puede aumentar en importancia como resultado de una inhibiciúa
de la actividad sexual. En ese caso, en lugar de una conducta sexual
activa aparece una mayor tendencia a mirar pasivamente a las cosas
desde una distancia. Los resultados de este placer neurótico en mirar
pueden ser muy diversos. Puede conservar en parte su forma original,
en parte alterarse a través de la sublimación en el sentido ya descrito,
y finalmente, en parte ser empleado para constituir síntomas neuró~
ticos. Cuanto más fuerte es el instinto, mayor debe ser el esfuerzo de
sublimación para impedir el desarrollo de trastornos neuróticos, y
tanto más severos serán esos trastornos si tiene lugar la formación
de síntomas. También el proceso de sublimación puede tomar diver·
sas direcciones. En primer lugar me ocuparé de aquellos neurótico5
que manifiestan un agudo interés por el conocimiento o por investí·
gaciones de un carácter concreto. En esta forma de sublimación de
la escopofilia, el instinto original puede ser reconocido a veces sin
auxilio especial, pero en otros casos se requieren métodos psicoanalí-
ticos para conseguirlo. Los dos casos siguientes son particularmente
instructivos 11".
Un neurótico muy culto e inteligente, tenía un marcado anhelo
de conocimiento científico universal. Respecto a su muy activa vida
mental, observó que en cada ciencia que estudiaba había siempre un
problema que lo atraía especialmente. Cuando le pedí que diera un
ejemplo, mencionó éste:
Lo que más le interesaba en la química era el "status nascendi".
Examinando esto más detenidamente se evidenció que tenía una po-
sitiva fascinación para él el momento en que se formaba una sustan.
cia, o en que dos sustancias se unían para constituir una nueva. Su
interés por la procreación (combinación de dos sustancias para la
formación de una nueva) y por el nacimiento ("status nascendi"),
había sido exitosamente desplazado hacia problemas científicos. In-
conciente1nente descubría en cada ciencia el problema más apropiado
para proporcionar una representación velada de los intereses de su
infancia. El c3.mpo de la paleontología ofreció otro ejemplo muy ilus-
trativo de esta tendencia sublimatoria. El período geológico denomi-
nado plioceno -época de la aparición del hu1nbre- absorbía partí·
cularmente su interés. La típica pregunta del niño respecto a su pro-
pio origen había sido sublimada para convertirse en un interés gene·
ral por el origen de la especie humana.
Sería fácil aumentar el número de estos ejemplos. Los citados

tlf Con no poca frecuencia se encuentra eri los neuróticos un interés impro.
ductivo por cosas concretas, que no representa otra cosa que una curiosidad de
carácter infantil. En el caso A, esta curiosidad fue resuelta exitosamente, y en su
lugar apareció un interés activo y productivo por los fenómenos del mundo exterior.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 159
aquí muestran que esta forma de sublimación tiene una ventaja im-
portante para el neurótico, a saber, que lo pone en estrecho contacto
con fenómenos del mundo exterior. Enl otros casos, el placer reprimido
de mirar se ha transformado en un estéril deseo de conocimientos
que no se aplica a sucesos reales 1 1s. Esto es la cavilación neurótica,
a la que podemos considerar una caricatura del pensamiento filo-
sófico.
Debemos a von Winterstein 11a algunas observaciones excelentes
sobre los motivos inconcientes del pensamiento filosófico. Según él,
el filósofo quiere ver sus propios pensamientos. Su libido. ya no se
dirige hacia el objetivo prohibido (incestuoso), hacia aquello que
uno no debe ver, sino hacia aquello que no se puede ver. Al mismo
tiempo se ha vuelto sobre el ego, de una manera que sólo podemos
comprender como una regresión a la posición del narcisismo infantil.
Citaré luego ciertos hechos, extraídos de uno de mis análisis, que
muestran claramente que en el neurótico que se ha dado a las cavi·
laciones tiene lugar un proceso semejante. Dejaré de lado, a este res-
pecto, y en la medida en que sea posible, la cuestión del narcisismo,
para no exceder los límites de mi tema; y me limitaré a la tarea de
demostrar la presencia de huellas de una escopofilia incestuosa repri-
mida en las dudas y cavilaciones neuróticas.
Como ejemplo de cavilación neurótica tomaré un problema muy
común, que en algunos pacientes reaparece con la persistencia de
una obsesión. Es el problema del origen de los pensamientos. Un neu-
rótico obsesivo de avanzada edad, a quien yo trataba, caviló sobre
este tema durante muchos años. Se reveló que el problema había
sido originariamente precedido por otro, a saber, la pregunta: "¿A
dónde iré después de la muerte?" Esta cuestión se le había presen-
tado durante un viaje por mar, poco después de la aparición de
ciertos temores hipocondríacos acerca de su vida. Había sido presa de
este temor: "Si muero ahora, durante el viaje, ¿arrojarán mi cuerpo
al mar, según la costumbre de los marineros?" Había querido cercio-
rarse de dónde iba a ir luego de morir. Poco después apareció el se-
gundo problema, respecto al origen del pensamiento, pero no había
conseguido desalojar completamente al interior.
El paciente había intentado eludir el primer problema mediante
una medida práctica. Cuando su madre murió construyó un mausoleo.
Ahora sabía -siempre que su entierro en el mausoleo no fuera impedido
por circunstancias especiales- dónde iba a ir luego de su muerte, al
lado de su madre 111.

115 Vale la pena mencionar que, por lo general,, bajo tales condiciones el placer
que se obtiene en la observación de la Naturaleza es muy pequeño, como así también
el interés por las diversas fonnas del arte visual.
116 Loe. cit.
111 He tenido ocasión de hacer varias observaciones similares, de un hijo que
deseaba ser enterrado junto a su madre, o una hija junto a su padre, de modo que
160 KARL ABRAHAM

Sin entrar a considerar sus múltiples determinantes, diré que la


pregunta: "¿A dónde iré después de mi muerte?" es una típica inver-
sión de otra pregunta que para el niño es más interesante: "¿Dónde
estaba yo antes de nacer?" Más aún, en el presente caso el análisis
demostró que la principal idea obsesiva del paciente, la relacionada
con el origen de los pensamientos, era sólo otra metamorfosis de esta
pregunta primaria, infantil.
El paciente no se contentaba con 'cavilar y con las meras formas
abstractas del pensamiento, sino que intentaba obtener una imagen
visual del modo cómo surgen los pensamientos en el cerebro y "sa-
len" de él. Quería ver realmente ese proceso. Un joven filósofo a quien
traté psicoanalíticamente ofreció esta simple y sorprendente explica-
ción: "Yo comparo al cerebro con el útero". En el deseo del paciente
de observar eI origen de los pensamientos, podemos ver un desplaza-
miento del típico deseo del niño de ver con sus propios ojos el acto
de la fecundación y el nacimiento. Puedo destacar que la comparación
de los productos sexuales y mentales no es infrecuente. Hablamos,
por ejemplo, de la "concepción" de una obra poética, etc. Si profun·
dizamos todavía más el análisis, llegamos a la identificación del naci-
miento con el acto de defecar, y así a la ecuación de los productos
del cerebro (pensamientos) y los de los intestinos.
Es de interés observar que el paciente que tanto se ocupaba en
cavilar acerca del origen de los pensamientos y de dónde iría su cuerpo
después de la muerte, ignoraba de un modo sorprendente ciertos he-
chos importantes relacionados con el proceso del nacimiento. Nunca
había superado su ignorancia de este punto, y había desplazado su
deseo de conocer haciá aquellos problemas sobre los cuales cavilaba.
Hay otra especulación muy común en la cual el deseo de ver cómo
se originan los seres humanos sufre otro tipo de inversión. Ella con-
siste en interrogarse, no acerca del origen, sino acerca del fin de la
vida humana. Esta pregunta obsesiva es asimismo insoluble, pese a
los intentos del sujeto de contestarla desde un punto de vista religio-
so en una manera satisfactoria. Por ejemplo, un joven a quien estaba
tratando había sido obsesionado por esta cuestión durante un largo
tiempo, en la pubertad. Resultó que experimentaba un verdadero
terror de aprender algo sobre la estructura del cuerpo femenino y
acerca de las funciones sexuales. También en años posteriores la an-
siedad y la repugnancia se habían apoderado de él cuando tuvo la
oportunidad de mirar el cuerpo femenino. Estas emociones eran sus-
citadas particularmente por la visión de la región genital. Cuando el
paciente se puso en tratamiento y descubrió que en el psicoanálisis
se hablaba de los procesos sexuales, me rogó que por el momento no

el otro progenitor sería privado de su lugar natural. Un ejemplo interesante de este


modo de poseer a la madre lo ofrece el antiguo rey egipcio, Aken-Atón. Cf. mi ensayo
sobre Amenhotep (NQ 34, B. A.) .
PSICOANÁLISIS CÚNICÓ 161
le diera "explicaciones" acerca de lo que no sabía. El análisis demos-
tró muy claramente que su instinto escopofílico, inhibido por esas
fuertes emociones, se dirigía, en su inconciente, hacia su madre.
Los problemas del neurótico obsesivo son siempre insolubles. La
pregunta que en realidad desea hacer, no es permitido hacerla; la pre-
gunta que toma su lugar no puede contestarse; y así se conserva
el secreto. Hay en el paciente un conflicto permanente entre dos sec-
tores, uno de los cuales desearía investigar y conocer los hechos, mien-
tras que el otro se esfuerza por seguir ignorándolos.
Vemos ahora por qué la manía de cavilar y la ignorancia sexual
se dan juntas con tanta regularidad. Como otro motivo de esta cone-
xión puede menci~narse que pa"ra muchos neuróticos el secreto en sí
mismo tiene un valor placentero superior a su develamiento. Ya he
aludido a eso. A veces se presentan pacientes que sufren seriamente
por su ignorancia y sin embargo no pueden liberarse de ella. Por
ejemplo, tuve el caso de un joven de veintiocho años que padecía
severos estados de agitación. El contenido de sus pensamientos du-
rante esos estados era completamente conciente. Era: "Todo el mundo
sabe; solamente yo no puedo saber". "Saber" no quería decir para
él solamente el conocimiento de asuntos sexuales, sino, en primer
lugar, "ver" y la actividad sexual. Es muy obvio que quien evita ilus-
trarse sobre la ·sexualidad se ve totalmente apartado de la actividad
sexual. En cierta ocasión este paciente dejó en mi consultorio una
hoja de papel; estaba cubierta por una mescolanza de frases deshil-
vanadas e ininteligibles. En el centro del papel, estaban escritas con
grandes caracteres estas palabras: "Yo no sé". En est<tl frase solía expre-
sar todo el tormento de su ignorancia. En sus estados de agitación
corría alrededor de la pieza gritando las mismas palabras. Y solía
escribirlas en hojas de papel rodeándolas con todo tipo de denuestos.
S61o pude ver a este paciente durante unas pocas sesiones, pero fue-
ron suficientes para darme un panorama de su psiquismo inconciente.
Se hizo evidente que su libido estaba fijada de urla manera inces-
tuosa, en un grado que era sorprendente aún para un psicoanalista.
Con propósitos de comparación mencionaré un hecho de la psicología
de los pueblos, al que ya se ha referido von Winterstein 11 En el ª.
hebreo bíblico la palabra conocer se utiliza también para el acto se-
xual. Se dice de un hombre que "conoce" a su mujer. El acto sexual
preliminar de mirar a una mujer, por medio del cual el hombre la
conoce, es usado aquí en lugar del acto final. Las palabras que utiliza
la ley mosaica para referirse al incesto son particularniente interesan-
tes: entre todas las prohibiciones no es el comercio sexual entre fa-
miliares lo que está interdicto, sino que se dice que un hombre
no debe "descubrir la vergüenza" de tal o cual mujer. La prohibi-
ción de descubrir y ver el objeto es una extensión de la simple pro-
118 Loe. cit.
162 KARL ABRAHAM

hibición del comercio sexual incestuoso. Corresponde a la estricta


prohibición de mirar con la cual muchos neuróticos se evitan no sola-
mente la visión de la cosa realmente prohibida sino el ejercicio de
todo tipo de actividad sexual.
Una investigación de las inhibiciones del mirar y el conocer es
incompleta sin una adecuada consideración del fenómeno de la duda.
Al hacer esto recurriré una vez más a la esclarecedora exposición de
Freud acerca del tema. Según él, el neurótico obsesivo siente la nece-
sidad de la incertidumbre. Se aparta de la realidad, de todo lo que
sea palpable o cierto, y es 'compelido inconcientemente a mantener
y cultivar sus incertidumbres y a crear artificialmente otras nuevas.
Su duda procede de una percepción interna de su propio conflicto
intelectual. Aquello de lo que duda, en realidad, es la confiabilidad
de sus propios sentimientos, y tiene una gran tendencia a desplazar
esta incertidumbre hacia los objetos y procesos del mundo exterior.
Al· hacerlo, se aferra generalmente a aquellas cosas que están real-
mente sujetas a dudas, como por ejemplo la memoria. o la duración
de la vida.
Nos acordamos aquí de los fenómenos de la manía de cavilar,
que son muy semejantes a los de la manía de dudar. Vemos que el
hombre que cavila aparta su interés del mundo de las cosas concre-
tas, de las cosas perceptibles por los sentidos, y lo aplica a problemas
insolubles. El caviloso trata inconcientemente de mantener su igno-
rencia, del mismo modo como el dubitativo se esfuerza por mantener
su incertidumbre. Esto explica por qué las dudas y la cavilación se
dan por lo común juntas en el mismo individuo. Es también evidente
que toda inhibición de la escopofilia y del deseo de conocer -al que
consideramos inseparable de la escopofilia- no provocan meramente
la cavilación sobre temas abstractos, sino asimismo la duda. Por de-
cirlo así, la manía de dudar encuentra mayores puntos de ataque si
el individuo es incapaz de dirigir su interés y pensamientos hacia
cosas reales. Nuevamente, su sentimiento de incertidumbre obliga al
neurótico a una continua renovación de sus cavilaciones; tiene que
examinar una y otra vez la cadena de pensamientos que ya ha reco-
rrido mil veces.
El paciente neurótico tiene diversos métodos para eludir las tor-
turas que le ocasiona su manía de dudar y cavilar. Si bien, como
hemos visto, se esfuerza inconcientemente por preservar la causa de
sus sufrimientos, manifiesta al mismo tiempo la tendencia opuesta a
suprimir su incertidumbre y a desterrar sus dudas e ignorancias. Pero
por supuesto, no puede conseguir tal resultado con sus propias fuer-
zas y por sus propios métodos. Se ve obligado a confiar en una auto-
ridad y a someterse al conocimiento y las opiniones de otros; pero
de esta manera arroja la responsabilidad sobre ellos. A muchos neu-
róticos obsesivos les agrada cargar con tal responsabilidad a su médi-
co. Si son incapaces de llegar a una decisión acerca de determinado
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 163
asunto, intentarán inducir al médico a proferir algún juicio y elimi-
nar así su indecisión. De esta manera alteran la situación de un
modo tal que parece que no· existiera ninguna duda.
En este lugar debo hacer una digresión y considerar ciertos fenó-
menos de la psicología de los pueblos que aparentemente no están
directamente asociados con el instinto escopofílico, pero cuya com-
prensión es indispensable para el curso ulterior de nuestra investiga-
ción. En la psicología popular se encuentran artificios para eliminar
la duda que son muy similares en su mecanismo al comportamiento
neurótico ya descrito.
Comenzaré con el hecho peculiar y, según creo, casi inadvertido,
de que en la lengua hebrea de los escritos bíblicos no hay ninguna
palabra que exprese "dudar" 11 9. Y no debe olvidarse que esos escritos
se originaron en períodos muy diferentes. Es un hecho digno de nota
que carezca de esa palabra el lenguaje del pueblo que primero arribó
a la religión monoteísta; y más aún cuando consideramos que los
idiomas y dialectos de los pueblos vecinos poseían una expresión ade-
cuada, de modo que fácilmente hubiera podido efectuarse el préstamo.
La fluctuación entre el culto monoteísta y el culto de Baal, Astarté,
y otras deidades del Asia Menor duró centurias, hasta que finalmente
obtuvo la victoria el culto de un solo dios masculino. Se ha señalado
anteriormente que en el mito bíblico de la Creación hay una ten-
dencia a atribuir todas las cosas a la acción del Dios masculino y del
hombre, y a colocar a la mujer en un lugar muy secundario. Esto está
en completo acuerdo con el sistema patriarcal, en el cual el varón
cabeza de familia estaba investido de todo el poder 120 . Las mujeres y
los niños le pertenecían del mismo modo que los otros bienes, ani-
mados e inanimados.
Debo referirme ahora a las teorías de Freud 121 , que demuestran·
de un modo convincente el origen del Dios masculino a partir de la
actitud del hijo hacia su padre. Originariamente el afecto del hijo
se dirige hacia la madre, mientras que experimenta sentimientos de
rebeldía y hostilidad hacia el padre. Uno de los primeros actos de
represión que la civilización exige es la renuncia a esta actitud hostil.
Al principio el hijo vacila entre la madre y el padre; luego la repre-
sión de su actitud edípica lo hace decidirse en favor del padre y re-
conoce sin reservas su poder. El patriarcado eri especial plantea al hijo,
a este respecto, exigencias rigurosas. Y así como en la familia patriar-
cal el conflicto interno del hijo se decide incondicionalmente en favor

119 Luego me ocuparé de una excepción.


120 Von Winterstein trata en su obra ya citada (p. 192) este problema de
la supresión del elemento femenino. En el momento ~n que aquélla apareció, yo
había llegado ya a los resultados mencionados, que encontré enteramente confir-
mados por von Winterstein.
121 "Totem und ·rabu" cap. iv., 1913.
164 KARL ABRAHAM

del padre, sucede lo mismo en la religión monoteísta del Viejo Tes-


tamento.
La no existencia de una palabra para "dudar" en el idioma he-
breo podría ser considerada como un fenómeno aislado sin interés
especial si el mismo idioma no manifestara un segundo defecto carac-
terístico. También falta una palabra que signifique diosa, mientras
que otros lenguajes la poseen. Casi se diría que del mismo modo en
que se ha liquidado el conflicto en el hijo, condicionado por su posi-
ción originariamente dudosa entre el padre y la madre, se ha decidido
Ja cuestión de si debe venerarse a un dios o a una diosa: y que en~
tonces el idioma se comporta no sólo como si esta duda no existiera
más, sino como si toda duda hubiera cesado de existir en la mente
humana.
Se arroja mucha luz sobre este problema de la psicología del
lenguaje si consideramos que en un gran número de idiomas la pala-
bra zweifeln (dudar) está relacionada con el número zwei (dos). Estos
lenguajes en todo caso niegan la existencia de la duda. En realidad,
muchos utilizan inclusive una construcción gramatical especial para
expresarla. Sólo tenemos que pensar en la multiplicidad de formas
gramaticales del latín donde el verbo "dudar" requiere construccio-
nes especiales que de otro modo rara vez se usan.
Es sólo en uno de los últimos documentos bíblicos, el salmo
CXIX, que se encuentra una palabra que puede ser correctamente
traducida como "el que duda"; estrictamente hablando, significa "uno
que está dividido". Según la opinión de los expertos, este salmo per-
tenece a un período tardío en el que ya comenzaban a sentirse las
Influencias helenísticas 122. U na segunda palabra con el mismo signifi-
cado, que tenía probablemente en un principio el sentido de "divi-
dido" o "escindido'', se encuentra en la literatura hebrea posterior.
Es muy notable que un idioma de hace más de dos mil años se haya
expresado del mismo modo que la psicología de la actualidad, que
habla de una "escisión psíquica". Una "escisión" sugiere un conflicto
interno con mayor claridad aún que aquellas designaciones de la
duda que están relacionadas con la palabra "dos" 123 . Una vez acep-
tadas dos palabras de otro idioma que admitía la existencia de la
duda, se hizo necesario desembarazarse de ésta de otra manera. Se
encontró un medio simple. Si, por ejemplo, estaba en duda si una
acción particular era permitida o prohibida, se adoptaba_ general-
mente el temperamento más riguroso. Se tomaba la decisión de acuerdo
con la prohibición que en casos similares había establecido la más

122 Cf. Baethgen, "Die Psalmen" 1897.


123 Esta "percepción interior de la incertidumbre" (Freud) encuentra una
curiosa y llamativa expresión en un viejo lenguaje americano, el nahuatl. Este
jdioma expresa la duda por medio de la palabra "omeyolloa" ("dos corazones") .
PSICOANÁUSIS CLÍNICO 165
alta autoridad (divina). En el fondo, esta práctica es equivalente a
la negación de la duda.
Presentaré ahora dos observaciones especialmente notables que
pude efectuar durante el psicoanálisis de un complejo caso de manía
de cavilar y dudar. Pero sólo expondré aquellos factores del caso que
tengan relación con la represión de la escopofilia, y mencionaré me-
ramente, al pasar, otras fuentes importantes para la formación del
síntoma, tales como el narcisismo y el sadismo.
El paciente en cuestión había experimentado sentimientos de
incertidumbre a una edad muy temprana. Cuando niño, acostumbra-
ba a atormentar a todo el mundo con su manía de hacer preguntas,
y ulteriormente se había preocupado con dudas acerca de todos los
temas posibles. Dudaba acerca de su inteligencia, de su "capacidad"
en todos los aspectos, de su memoria y de su juicio. Dudaba de su
masculinidad y cuando niño solía dudar acerca de si debía compor-
tarse como un varón o como una mujer. Su afecto había oscilado
entre su padre y su madre. Cuando por primera vez trabó relación
con dos muchachas, no supo de cuál de ellas estaba enamorado. Toda
su vida era un laberinto de dudas que en vano trataba de superar
por el poder de la razón. También él había recurrido al subterfugio
de delegar todas las decisiones a una autoridad. En una oportunidad
trató de suprimir sus dudas de un modo muy curioso. Siendo estu-
diante universitario tropezó con un hombre a quien había oído hablar
en Berlín. Anteriormente, las conferencias y, escritos de este hombre
habían suscitado en él serias dudas y cavilaciones. Había conseguido
parcialmente liberarse de esta influencia, pero temía que si escuchaba
a este hombre una vez más la influencia se renovaría. Trató de esca-
par del dilema incitando a sus conocidos a mofarse del orador durante
su discurso. Diré incidentalmente que este acto era también una ex-
presión del odio que él sentía por toda persona que detentara auto-
ridad, como lo había sentido originariamente hacia su padre.
Los hechos que el psicoanálisis dilucidó relacionados con la in-
fancia del paciente, mostraron que su curiosidad sexual. y escopofilia
habían sido en un principio muy fuertes, y sólo gradualmente dejaron
lugar a su manía de preguntar y cavilar. Las influencias educaciona-
les fueron especialmente activas en la promoción de este cambio, y
especialmente la expresa prohibición de hacer preguntas que recibió
de su madre en la pubertad, cuando su deseo de conocimiento sexual
se renovó. Esto acentuó la supresión de su anhelo de conocimiento
en~ los años posteriores. Cuando apareció su neurosis, un buen número
de síntomas demostraba que su placer incestuoso en mirar pugnaba
por vencer la represión. También sus sueños denunciaban la misma
tendencia. En el comienzo del tratamiento, el paciente, que se ha-
bía dedicado a estudios filosóficos, afirmó qu.e siendo estudiante había
envidiado a Pitágoras. La causa de su envidia, según sus propias pala-
bras, era que Pitágoras había presenciado su propio nacimiento tres
166 KARL ABRAHAM

veces. El más intenso interés del paciente estaba todavía asociado con
la pregunta infantil: "¿De dónde vine?".
Como hemos dicho anteriormente, lo que realmente quiere el
niño es ver de dónde viene. El paciente neurótico dado a las cavila-
ciones ha llevado consigo este interés infantil a un período posterior
de la vida; su mayor deseo es ver con sus propios ojos su nacimiento
del cuerpo materno.
En este paciente, el temprano desplazamiento del instinto esco-
pofílico de sus objetos y fines reales, condujo, no solamente a las típi-
cas cavilaciones, sino también a una propensión morbosa por todo lo
secreto y místico. La tendencia de la que ya hemos hablado a cultivar
y preservar lo misterioso, encontró expresión en la ansiedad con que
devoraba los escritos místicos, teosóficos y espiritualistas, a una edad
muy temprana. Esta tendencia entró en conflicto con la opuesta a ver
con sus propios ojos aquello que sólo podía ser pensado. Especial-
mente marcado en él era el deseo de poder ver sus pensamientos.
Imaginaba los procesos mentales del modo más ingenioso, dotándülos
con propiedades físicas y espaciales. Pensaba que el cerebro tenía com-
partimientos y celdillas en los cuales estaban depositados los pensa·
mientas, y de donde emergían eventualmente; y en sus cavilaciones se
ocupaba principalmente de estos procesos. También experimentaba,
por supuesto, el deseo de ver cosas sobrenaturales. Cavilaba intermi-
nablemente sobre el problema de cuál era la apariencia de los fan·
tasmas, de los espíritus y de Dios. Luego se suscitaban inhibiciones
que le impedían pensar en tales cosas.
No es necesario hacer referencia a los incontables fenómenos se·
mejantes que se encuentran en la psicología de los pueblos; por una
parte, cultos secretos, misterios, movimientos ocultistas, etc., y por otra
prohibiciones religiosas contra la investigación de las cosas más se·
cretas.
Respecto al significado de los fantasmas, que jugaban un gran
papel en los pensamientos del paciente, uno de los factores que salió
a luz nos es familiar por otro psicoanálisis.
Sus cavilaciones acerca de fantasmas eran atribuíbles a ciertas
impresiones infantiles que recibió durante la noche. Aquí, como en
otros casos, los padres con sus blancas vestiduras nocturnas son l_os
prototipos de las concepciones del niño sobre esas formas misteriosas.
Aunque la cosa observada había sido modelada por la imaginación
infantil del paciente en una forma fantástica, podemos no obstante
reconocer que estaba en el buen camino para la formación de una
conclusión correcta. Cuando más tarde la prohibición de mirar y
conocer lo dominó, su deseo reprimido de repetir las placenteras im·
presiones de la infancia se desplazó hacia los "fantaSmas". Todo el
tiempo estaba anhelando verlos. Fue más allá inclusive, y transfirió a
su meditación sobre los fantasmas todos sus deseos de conocimientos
relativos al misterio de la procreación.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 167
Uno de los problemas que lo obsesionaron durante años fue "¿Có-
mo entran los fantasmas a una pieza cerrada?". Paso por alto los muy
interesantes determinantes de los diversos intentos que hizo el pacien-
te para resolver esta cuestión, y mencionaré solamente que detrás de
este insoluble problema sustitutivo se ocultaban dos problemas cuya
solución estaba prohibida, a saber, las preguntas "¿Cómo penetra el
hombre en el cuerpo femenino?", y, "¿Cómo se introduce el niño en
el seno materno?". Lo que hacía que estas preguntas estuvieran pro-
hibidas era su relación con el padre y la madre, y en especial el deseo
originariamente placentero de ver lo que se conservaba secreto.
Sin embargo, su placer reprimido de mirar no sólo buscó una
gratificación sustitutiva en las cavilaciones, sino que adoptó otros
medios para este fin. Ellos son de gran interés, y por lo tanto debemos
considerarlos más detalladamente, particularmente porque al hacerlo
obtendremos valiosos datos acerca del origen de ciertos fenómenos de
la psicología de los pueblos.
Como muchas personas, el paciente podía visualizar con claridad
pictórica personas y procesos sobre los que estaba pensando. En mu-
chos neuróticos, el simple cerrar los ojos es suficiente para inducir
tales visiones, mientras que otros las provocan intencionalmente y se
solazan con ellas como si estuvieran en un teatro. Esta capacidad pa-
rece existir en todos los niños, pero en muchos desaparece cuando
crecen. En consecuencia, no debe concluirse necesariamente que al-
guien no pertenece al tipo "visual" si citrece de esos acompañamientos
pictóricos del pensamiento. Pues es más probable que se trate de una
inhibición de su instinto escopofílico resultante de una represión.
Dado que su deseo de ver fantasmas no pudo satisfacerse, el pa-
ciente intentó procurarse un sustituto por medio de visiones evocadas
voluntariamente. Y es muy significativo que lo que trató de visuali-
zar hayan sido sus padres. Pero no tuvo el resultado que deseaba. La
imagen de su madre no apareció de ningún modo, y la de su padre
sólo apareció deformada. Por otra parte, conseguía con facilidad
visualizar la apariencia de otros familiares. Son dignos de mención
ambos intentos de obtener una gratificación sustitutiva para su placer
incestuoso de mirar, y el fracaso de estos intentos.
Después de haber observado un fenómeno semejante en varios
otros casos, he llegado a la conclusión de que se le debe conceder
una mayor importancia. Muchos neuróticos intentan evocar una visión
de sus padres, o por lo menos representar su apariencia tan clara-
mente como sea posible. Una de mis pacientes, cuya fijación en su
padre era muy pronunciada, no podía visualizarlo. En otro caso, al
paciente le resultaba muy difícil imaginarse con claridad los rasgos
de su madre. Tenía mejor resultado con los de su padre; pero tan
pronto como aparecía la imagen de éste la cara se deformaba y los
ojos adquirían una expresión fija. En este caso se descubrió que la
escopofilia del paciente, dirigida hacia su madre, había sido sometida
168 KARL ABRAHAM

a una represión muy intensa, mientras que sus fantasías de muerte


dirigidas contra su padre no fueron reprimidas del mismo modo y
encontraron expresión en la rígida mirada de la imagen de su padre.
Es como si en estas personas la prohibición operara para circuns-
cribir su instinto escopofílico. Un sueño de una joven neurótica me
proporcionó una buena ilustración de esto. En el sueño la joven se
encontraba en una iglesia entre muchas otras personas que miraban
a una imagen de la virgen. Sólo ella no podía ver esta imagen. El
análisis puso al descubierto la presencia de u.na fuerte tendencia ho-
mosexual dirigida hacia la madre. Esta inclinación se había transfor-
mado en general en una intensa repugnancia, pero eventualmente
solía aparecer con gran violencia en su forma original. Su madre era
una mujer particularmente hermosa, y la hija tenía que protegerse
contra esa atracción prohibida por medio de una prohibición general
de mirar.
En una reciente publicación 1 24 Freud ha llamado nuestra aten-
ción hacia ciertos fenómenos comunes a 1a vida mental de los neu-
róticos y los salvajes. Lo que más nos interesa en este lugar es la ana-
logía entre ciertas prohibiciones obsesivas de los neuróticos y los de-
nominados tabús de ciertos pueblos. Estos tabús tienen la peculiari-
dad de que las personas que los obedecen no pueden dar ninguna
razón para ello. Del mismo modo, los neuróticos que sucumben a
una prohibición obsesiva no pueden darla. Es interesante observar la
concordancia de la prohibición de mirar del neurótico con el segundo
mandamiento del decálogo, que prohibe estrictamente la erección de
una imagen del único Dios (paterno) . En otro lugar Freud ha inten-
tado dar una breve explicación de esta prohibición 124 • La explica-
ción que damos aquí no está en contraposición con la suya, sino que
más bien la complementa, de acuerdo con la reconocida múltiple de-
terminación de todos los productos psíquicos. Luego de haber yo prác-
ticamente completado el presente trabajo, encontré en una publica-
ción reciente de Storfer 12 5 una explicación del segundo mandamiento
basada en la misma hipótesis. Storfer atribuye la prohibición a erigir
una imagen de Dios al temor al falo paterno, fundándose en que
muchas imágenes de dioses y emblemas culturales tienen un carácter
fálico. Esta explicación me parece acorde con muchas de las ideas pre-
sentadas en mi trabajo. No obstante, ella requiere un estudio más
concienzudo y una verificación con los métodos de la mitología com-
parada.
Este paralelo entre los fenómenos de la psicología individual y
colectiva puede llevarse aún más allá. Como ya se ha dicho, el
paciente en cuestión era constantemente torturado por dudas e incer-
tidumbres que se referían, entre otras cosas, a sus padres. En sus

124 "Animismus, Magie, und Allmacht der Gedanken" (1913).


125 "Marias jungfriiuliche Mutterschaft", 1914, p. 32.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 169
relaciones con ellos jugaba un importante papel la duda y las prohi-
biciones de mirar imágenes. Si ahora examinamos con mayor atención
el decálogo, vemos que el mandamiento que ordena reconocer un solo
Dios y el que ordena no hacer imagen de él están en inmediata yux-
taposición. El psicoanálisis de un gran número de productos mentales
de todo tipo, nos ha llevado a la conclusión de que la proximidad
inmediata de dos elementos mentales indica una conexión interna
entre ellos. De modo que es digno de mención que la prohibición
contra las imágenes siga inmediatamente al mandamiento de recono-
cer un solo Dios, esto es, el mandamiento concebido para eliminar
toda hesitación (duda) entre el padre y la madre.
El análisis de los productos de la psicología individual arroja nue-:
va luz sobre este tema. Permítasenos volver al paciente que sentía que
no debía hacer imágenes de su padre, y veamos lo que hacía para
encontrar un sustituto del acto prohibido. Se esforzaba con todo el
poder de su imaginación para representarse la apariencia de los fan-
tasmas, quienes, como sabemos, desempeñaban el papel de sus padres
en su sistema de cavilaciones. Que su deseo último era representarse
el comercio sexual entre los padres, fue puesto en evidencia por las
ideas que había concebido acerca del aspecto de los fantasmas. Para
citar sus propias palabras, él los imaginaba como "grandes seres des-
nudos", con "formas voluptuosas" 12a.
Como ya hemos dicho, el paciente encontraba abundante mate-
rial para sus meditaciones en cierta clase de literatura, especialmente
la de carácter teosófico. En relación con lo que había leído, identifi-
cabá a sus padres no sólo con fantasmas sino también con "gigantes".
En uno de esos libros había encontrado la afirmación de que los ha-
bitantes del continente sumergido de la Atlántida habían sido gigan-
tes, y que tenían una forma de conciencia más elevada que la nuestra
-esto es, una conciencia astral- y que por lo tanto estaban iniciados
en secretos que a nosotros se nos ocultan. El libro decía que "su co-
nocimiento era tan grande que toda la tierra resonaba con él". Estos
gigantes asumieron inmediatamente, para el paciente, la significación
de los padres. Ellos sabían más de lo que sabía él, es decir, estaban
en posesión del secreto sexual. Sin embargo, el niño había intentado
no sólo ver ese secreto con sus ojos sino también escucharlo. Había
hecho evidentemente la misma ecuación que encontramos como fenó-
meno lingüístico: había identificado el "conocimiento" con el comer-
cio sexual.
Era también característico que el paciente hubiera intentado ima-
ginarse a Dios como a un ser material. No nos sorprenderá saber que

126 La evocación de tales ideas o apariencias visionarias servía a otras tenden-


cias a las que aquí sólo puedo aludir brevemente. Entre otras cosas, había una grati·
ficitción de la grandiosa idea infantil de poder procurarse todo por ~edio de la
imaginación (omnipotencia de los pensamientos).
110 KARL ABRAHAM

también concebía a Dios como un gigante. En su fantasía, el n1no


atribuye un extraordinario poder a su padres. Es muy adecuado com-
pararlo con un gigante en razón de su talla muy superior, como
todavía lo muestran a menudo los sueños de los adultos. Cuando un
niño oye hablar de Dios, solamente se lo puede representar a seme-
janza de su padre; no hace otra cosa que lo que hacen esos pueblos
creadores de religiones que veneran a un Dios paternal. Y al meditar
sobre la apariencia de Dios, nuestro paciente repetía una vez más el
intento de romper la prohibición de mirar a su padre.
Hasta qué punto están de acuerdo en su esencia la prohibición
neurótica contra la representación del padre o de los padres y la
prohibición bíblica contra la representación de Dios, es evidente por
el hecho d~ que ambas prohibiciones son transgredidas de una manera
idéntica. Tengo presente aquí una de las típicas cuestiones que con
tanta frecuencia se encuentran en los escritos del Talmud. La profii-
bición contra una representación concreta de Dios no debe ser infrin-
gida; y cuando por una u otra razón los hombres se ven obligados a
dar a su idea de Dios un contenido más vivo y material. tienen que
recurrir a las cavilaciones. Esta necesidad, junto con la estricta obser-
vancia de la prohibición visual, explica el problema talmúdico res-
pecto a las dimensiones corporales de Dios. Sin embargo. la cuestión
sólo puede ser contestada ateniéndose estrictamente a las afirmaciones
de las Escrituras. En ellas se encuentran las palabras de Dios "El cielo
es mi trono y la tierra mi escabel'', de las cuales se infería que sus
piernas eran tan largas que llegaban del cielo a la tierra. Este tipo
de cavilación se parece de un modo asombroso a la de nuestro pa-
ciente, no sólo porque se representa en ella el deseo reprimido de
visualizar a Dios, esto es. de mirarlo, sino porque se encuentra en
ella una vez más la idea infantil de la forma gigantesca del padre o
de Dios.
Es así evidente que hay una ínconfundible analogía entre las
inhibiciones del instinto escopofílico en Jos individuos neuróticos y
en los pueblos primitivos; y procederé ahora a mostrar que el psico-
análisis nos ofrece una percepción aún más profunda de la naturaleza
de este paralelo.

V. EL ÜRIGEN DE LAS FOBIAS AL SOL Y A LOS FANTASMAS


A PARTIR DEL TOTETISMO INFANTIL.

En el curso de nuestra presente discusión nos hemos encontrado


con dos símbolos a Jos que tuvimos que atribuir una preponderante
significación paterna, el sol y los fantasmas. Hemos visto que ciertos
neuróticos son angustiados por la luz del sol, o reaccionan ante la
visión del sol con emociones de rebelión o desafío que difieren de la
conducta de una persona sana; hemos visto que en cada caso estos
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 171

pacientes neuróticos tenían una actitud emocional ambivalente hacia


el sol. Amaban y reverenciaban al sol, pero al mismo tiempo lo te-
mían. Al hablar de esta última condición la he llamado definida-
mente una fobia al sol. Entre los caviladores neuróticos encontramos
un particular interés por los fenómenos espiritistas. Los fantasmas o
la idea de ellos también provocan reacciones ambivalentes -el deseo
de verlos y el temor de su aparición- a las que podemos denominar
una fobia a los fantasmas. Si aceptamos que el sol y los_ fantasmas
son símbolos del padre, y si estamos familiarizados con la actitud
ambivalente del neurótico hacia sus padres, no nos sorprenderá en-
contrar esta división de los sentimientos transferida a los símbolos
que representan al padre. Sin emQargo, el psicoanálisis no puede con-
tentarse con este conocimiento. Como teoría del desarrollo que pre-
tende demostrar la eStricta determinación de todos los productos men-
tales, debe hacer una indagación más profunda sobre el origen de
estos fenómenos. Para tener acceso al origen de estos símbolos, debe-
mos utilizar esa clave que nos ha proporcionado Freud en su trabajo
"Totem y Tabú".
Encontramos aún en la época actual, en ciertas tribus cuya civi-
lización es muy primitiva, una organización que regula su vida social
y religiosa. Se la denomina totemismo y es una forma del culto a los
antepasados. El punto central de este culto es el totem, generalmente
un animal, al qué se considera como el antepasado original del clan
en cuestión. Freud ha podido demostrar que estos pueblos primitivos
tienen una actitud ambivalente hacia su totem. No cazan, matan, co-
men, ni siquiera tocan al animal totémico, esto es, en general lo pre-
servan; pero bajo circunstancias especiales lo matan y comen con un
ceremonial elaborado. El totem es el objeto tanto de su amor como de
su odio. Muchas costumbres de estos pueblos indican claramente su
actitud dual hacia el totem.
La investigación psicoanalítica 12 7 ha traído a luz el notable hech<;>
de que bajo las condiciones de la civilización actual, reaparece todavía
la actitud totemista en la vida mental del niño, y de huellas incon-
fundibles en el inconciente del individuo. Ciertos productos de la
fantasía infantil manifiestan una extraordinaria semejanza con el sis-
tema totemista de los pueblos primitivos. Un niño que exhibe a
menudo abiertamente una actitud ambivalente hacia su padre o ma-
dre, desplazará con frecuencia sus sentimientos desde aquéllos hacia
cierto animal o clase de animales, o a veces hacia varias clases. Mues-
tra interés y amor por este animal, que es equivalente'ª un totem.
Pero en sus sueños diurnos y nocturnos el mismo objeto aparece como
fuente de angustia. Si el niño desarrolla una fobia, como sucede tan
frecuentemente, es este animal el objeto usual de su ansiedad. En no
pocos casos el animal conserva su significado aún después, y aparece

127 Cf. las referencias de Freud a sus fuentes en la obra ya citada.


172 KARL ABRAHAM

en las fobias de los adultos neuróticos del mismo modo que en las
infantiles.
Con referencia a esto he realizado un considerable número de
observaciones, que en este lugar no puedo ofrecer en detalle. Sólo
seleccionaré una o dos para fundamentar las afirmaciones que siguen.
En primer lugar, la ambivalencia de su actitud hacia su. totem (el
animal temido) es obvia para rµuchos de los mismos pacientes. Uno
de mis casos, una mujer que padecía una hebefrenia ligeramente pro-
gresiva, me proporcionó, con la libertad de las inhibiciones caracterís-
ticas de tales pacientes, una información muy instructiva y precisa
acerca de éste y otros puntos importantes del totemismo individual.
En su caso, la mosca desempeñaba el principal papel en cuanto ani-
mal ca~sante de angustia. En una ocasión me dijo espontáneamente
que sus sentimientos hacia las moscas estaban "llenos de amor", pero
que al mismo tiempo experimentaba el impulso de matarlas.
Es también importante observar que, especialmente en los sueños,
un determinado animal representa a menudo no sólo al padre (o
madre) sino al mismo paciente. En un sueño de este tipo, estaban
representadas por el mismo animal simbólico -el perro- tres gene-
raciones: el padre del paciente, el paciente y su hijo. Esto correspon-
de al totemismo hereditario muy común en los pueblos primitivos.
Me referiré ahora a otro paralelo individual del culto totémico
primitivo. Se trata aquí de un totemismo vegetal, que aunque es más
raro que el totemismo animal, se encuentra ocasionalmente. Un neu-
rótico que estaba escapando constantemente a su deseo incestuoso
hacia la madre, exhibía en sus fantasías diurnas y en sus sueños todos
los fenómenos del totemismo del árbol. En el jardín de un pequeño
castillo donde vivía cuando niño, había un gran árbol antiguo al que
consideraba con reverencia religiosa; solía elevarle oraciones y recibía
oráculos de sus sonidos murmurantes 128, Su defensa <;:ontra sus deseos
incestuosos estaba asociada con una severa ansiedad. Lo perseguía una
continua inquietud y no hallaba reposo en ninguna parte. En sus
sueños diurnos le parecía ser un ál-bol del jardín paterno rodeado
por otros árboles (sus familiares) , cerca del gran árbol del oráculo
(su padre), y haber echado allí firmes raíces. Tengo la impresión
de que la represión de sus deseos incestuosos requería medidas extra-
ordinafias, de modo que sus padres no podían ser simbolizados por
un animal. Tenían que ser simbolizados por un árbol, que es sexual-
mente indiferenciado. Esto puede arrojar alguna luz sobre el tote-
mismo de ciertas tribus primitivas, en el cual el totem no es un ani-
mal, como en la mayoría de los casos, sino una planta.
Cuando observamos las fobias animales infantiles y los síntomas
totémicos neuróticos, nos llama la atención un hecho que hasta ahora
no ha sido muy considerado. En algunos de estos casos, el totem es

128 Cf. a este respecto de oráculo de Dodona.


PSICOANÁLISIS CLÍNICO 173
un animal de cuatro patas cuyo tamaño y fuerza hacen claro de inme-
diato por qué el niño lo identifica con el padre poderoso. Pero en
un considerable número de casos encontramos que el animal que causa
la ansiedad pertenece a la más pequeña especie del animal conocido
por el niño, como ser moscas, avispas, mariposas, orugas, etc. Lo mismo
ocurre en muchos neuróticos. La real peligrosidad de tales animales
no es una explicación suficiente de esta forma de totemismo infantil,
pues sólo algunos de ellos son de algún modo dañinos; otros son to-
talmente inofensivos y el niño puede matarlos sin ningún riesgo. De
acuerdo con la evidencia de mi psicoanálisis de neuróticos, parece
haber una explicación mejor y más simple. Estos animales tienen la
característica de aparecer. súbitamente. Se aproximan de repente, ro-
zan el cuerpe humano inesperadamente y desaparecen con igual rapi-
dez. Por supuesto, hay en todos los casos determinantes individuales.
Por ejemplo, en uno de mis pacientes la avispa había reemplazado a
un animal, el tigre. El color y las marcas de la avispa, le recordaban
al paciente el tigre, y su zumbido podía representar el rugido del
tigre, que estaba asociado al temor del niño por la profunda y ame-
nazadora voz de su padre cuando se encolerizaba. Este paciente dijo
espontáneamente que el sonido de una avispa volando, con su zumbi-
do inquietante, estaba asociado en su mente con sentimientos de
rabia. M~ experiencia psicoanalítica me induce a pensar que los pe-
queños animales tienen un significado múltiple. Representan al padre,
quien sorprende al niño apareciendo súbitamente cerca de él o lo
alarma con su voz amenazadora. Es otra característica de estos ani-
males el que ellos desaparecen rápidamente y pueden ser matados
con mayor facilidad que los animales más grandes. De tal modo, estos
pequeños animales voladores 129 indican por un lado el peligroso
poder del padre, pero sirven además para expresar las fantasías del
niño de desembarazarse de él. Estos son los mismos animales que en-
contramos en la mitología como "espíritus animales". El paciente E,
a quien ya hemos mencionado con frecuencia me ofreció muy espo11-
táneamente una considerable información acerca del infantilismo que
todavía persistía en él, y atrajo mi atención, entre otras cosas, hacia
su ambivalente actitud respecto a las moscas. Me dijo que solía entre-
tenerse, en su infancia, matando moscas y avispas. En este lugar debo
proporcionar algunos otros detalles sobre su psicoanálisis. (Debo sub-
rayar que ciertos fenómenos que también se encuentran en otros pa-
cientes se manifestaban en él de una manera muy poco disimulada.)
Cuando había matado una mosca o avispa siempre era presa de ansie-
dad por el temor de que la mosca muerta se vengara de él. Esta in-
formación, ofrecida espontáneamente por el paciente, es de gran im-
portancia. Se refiere a un proceso psicológico individual que coincide

129 Los pequeños animales reptantes (orugas, etc.) se parecen a los voladores
porque aparecen súbitamente sobre el cuerpo del niño y por ello le provocan temor.
174 KARL ABRAHAM

totalmente con el temor a los muertos que se encuentra en los pueblos


primitivos. En su exposición sobre el tabú de los muertos, Freud ha
analizado este elemento no explicado y ha demostrado que los impul-
sos hostiles que un ser humano siente hacia otro mientras éste vive, se
reprimen luego de su muerte bajo la apariencia de los impulsos opues-
tos al luto y al pesar, y son proyectados hacia la persona muerta que
ahora se convierte en peligrosa hacia aquellos que todavía están vivos,
y puede, por decirlo así, arrastrarlos tras ella. Este paciente, también
tenía sentimientos "afectuosos" hacia el animal que había matado; al
mismo tiempo sus intenciones asesinas eran proyectadas sobre los ani-
males muertos, con el resultado de que temía su venganza. Durante
el tratamiento, el mismo paciente tuvo un sueño en el cual estaba por
atacar a un tigre con un palo. Entonces (paso por alto muchos deta-
lles del sueño) el aniinal era súbita~ente ascendido a los cielos, de
modo que el paciente no podía matarlo.
Aquí encontramos el importante elemento de la traslación al cielo.
Se refiere a un objeto hacia quien la actitud del paciente era ambi-
valente. Y es un proceso con el cual ya estamos familiarizados. Sólo
necesito recordar al paciente B 1 3 0, quien, en una fantasía lindante
con la alucinación, elevaba al cielo a su padre muerto y lo ubicaba pró-
ximri al sol. Debemos, por lo tanto, concluir que la simbolización del
padre por el sol representa una traslación de esta clase, cuya motiva-
ción ya no presenta ninguna dificultad, puesto que la podemos atri-
buir a la actitud ambivalente del hijo hacia su padre.
Me referiré nuevamente a las espontáneas declaraciones del pa-
ciente E, que hizo en la forma de asociaciones libres. Según ellas,
su padre (tigre, avispa) era ascendido al cielo para que él (el hijo)
se desembarazara en la medida de lo posible del peligroso animal.
Se presentó inmediatamente una idea que confirmó la corrección de
esta hipótesis. El paciente describió el método por el cual, siendo niño,
se mantenía todo lo lejos posible de las avispas y de las moscas cuarido
las estaba matando. Demasiado tímido para atacarlas directamente,
acostumbraba fijar una vela encendida en el extremo de un largo
palo y aproximarlo al insecto que estaba en la ventana hasta que el
animalito caía muerto o inerme 1:a 1 . Cuanto más lejano estaba el ani-
mal, esto es, el totem paterno, menor era el riesgo que corría; y al
mismo tiempo el totem era exaltado desde un plano terrenal hacia
regiones más elevadas. Debemos investigar este proceso más detallada-
mente.
La significación ambivalente de la traslación del totem al cielo
es ilustrada de una manera especialmente instructiva por el siguiente
ejemplo. Dos niños muy imaginativos solían con frecuencia observar

130 Cf. la primera parte de este trabajo.


1a1 Esto explica el "palo" con el que el paciente iba a matar al tigre en el
cielo.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 175

las nubes, y les daban nombres. Pudo verse con facilidad que estos
nombres, a los que no citaré, por razones profesionales, contenían una
condensación de dos elementos; una evidente deformación de las pa-
labras "papá" y "mamá", y la palabra "animal". De este modo inge-
nuo el padre y la madre eran en primer lugar representados como
animales, y luego. ascendidos al cielo con la apariencia de formas no
terrenales (nubes) . Este ejemplo es muy interesante puesto que sé
descubrió que ambos niños tenían una actitud ambivalente hacia sus.
padres; por una parte les manifestaban cariño y respeto, pero por la
otra tendían a convertirlos, especialmente al padre, en objeto de'burla.
Hace poco tiempo pude analizar un sueño de una mujer neuró-
tica en el cual se expresaban de una manera característica la admira-
ción y el respeto por su padre (como sublimación de una fuerte fija·
ción erótica) y también deseos de muerte dirigidos contra él. Se lo
representaba por medio de un enorme candelero que pendía del cielo,
compuesto de innumerables estrellas y rodeado por un gran número
de símbolos fálicos.
En todos estos productos de la fantasía individual, sean ellos las
ideas de los niños cuando juegan, los sueños de los adultos, o los temo-
res de los neuróticos, percibimos los mismos procesos mentales que
se presentan en la psicología de los pueblos y están involucrados en
el desarrollo de la religión. En este lugar, sólo me referiré a aquellos
productos mitológicos en los que pueden descubrirse, bajo formas poco
disimuladas, huellas de la traslación del totem al cielo, como por ejem-
plo el pájaro-relámpago de los indios, el buey-sol de los egipcios y el
árbol-nube de la mitología indogermánica.
Los efectos de esta elevación del padre o de la madre al cielo
son numerosos. Comenzaré por discutir la representación del padre
por medio del símbolo solar. Teniendo en cuenta lo que ya conoce-
mos acerca del carácter ambivalente de este proceso podemos dividir
esos efectos en dos grupos.
El primer grupo se relaciona con los sentimientos afectuosos y
cordiales dirigidos al padre, y con el reconocimiento de su poder. La
representación simbólica del padre por el sol significa evidentemente
una exaltación de su poder. Toda la vida que nos rodea depende del
sol. A través de la identificación con el sol el padre es convertido
literalmente en el principio de toda vida, y se subraya especialmente
el reconocimiento de sus poderes de procreación. La duda y el des-1
cubrimiento ya no pueden atacar su poder. Dado que sin embargo,
una de las propiedades del sol es que perdura mucho más que los seres
terrenales. mediante la identificación del padre ton él se le atribuyen
a éste una vida eterna y la indestructibilidad. Ubicado en el cielo
como el sol, puede observar todas las cosas, al mismo tiempo que su
luz deslumbrante lo oculta a la mirada de su hijo. También se coloca
fuera del alcance de los deseos agresivos de este último. Se lo eleva
176 KARL ABRAHAM

por encima de ellos, como en el dicho acerca de la luna, a la que no


inquietan los ladridos del perro.
Pero todo este poder es sólo aparente. Pues como lo ha demos-
trado Freud concluyentemente en su ensayo sobre el totemismo, es al
padre muerto, o mejor dicho asesinado, a quien se le acuerdan la tras-
lación al cielo y la elevación al nivel de una deidad. Los resultados
del psicoanális~s justifican nuestra conclusión de que el hijo eleva
a su padre a la categoría de un dios solar sólo cuando piensa de él
como de una persona muerta, o cuando desea que lo esté. Estas fan-
tasías de muerte dan expresión a impulsos de odio, hostilidad, y celos
por parte del hijo. Despojan al padre de su poder, de modo que en
realidad éste queda. indefensc;> y desarmado. En consecuencia, se le
concede como compensación un poder ilimitado.
Desearía recordar el hecho de que la humanidad no sólo trasplan-
ta a sus deidades y a otros seres poderosos al cielo, sino que, de acuer-
do con una idea que todavía prevalece, los mismos seres humanos
"van al cielo" después de su muerte. La vida mental de los individuos
da origen a productos semejantes. Un sueño ilustrará esto: durante
cierto período de su tratamiento, uno de mis pacientes tuvo varios
sueños que daban expresión a sus impulsos incestuosos inconcientes.
Después de haber soñado muchas veces que había violado a su ma-
drastra, tuvo un sueño cuyo contenido difería aparentemente de los
anteriores, pero que en realidad los complementaba. En este sueño
subía al cielo por una escalera. Allí encontraba a Dios sentado en su
trono; pero su rostro era el de su padre. El análisis puso de manifies-
to, entre otras cosas, que el paciente había ubicado a su padre en el
cielo, esto es, lo había eliminado de los ~eres vivientes. Lo había
convertido en un dios, pero al hacer tal cosa aumentó su poder sólo
en apariencia. El mismo paciente ascendía hasta la misma altura que
su padre, en el sueño. Trepar escaleras es un frecuente símbolo del
coito que aquí es utilizado con el sentido de un deseo incestuoso. El
paciente toma posesión, simbólicamente, de su madrastra, dado que
su padre ya no vive. El poder divino del padre es ineficaz y no le
puede impedir la realización de sus intenciones.
Con referencia a ese sueño, en el cual el hijo disputa el derecho
del padre que es convertido en Dios, es digno de mención que tail
exaltación eleva al mismo tiempo al hijo, y lo hace poderoso como su
padre. Es suficiente aludir a ciertas dinastías reales y castas sacerdo-
tales que para realzar su poder se proclaman hijas del sol 1ª2 •
Ahora que hemos conseguido comprender la fobia al sol, la fobia
a los fantasmas puede resolverse sin dificultad especial. El fantasma
es el padre "muerto". Si se lo representa por el sol, entonces ya no

132 Diré brevemente que muchos neuróticos no representan al padre por el sol,
sino por el relámpago, es decir, por otro fenómeno luminoso celeste. El relámpago
representa especialmente al poder punitivo (mortífero) del padre.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 177

se lo puede mirar. Si se lo transforma en un fantasma, entonces es


por lo general invisible; y su inesper3:da aparición provoca una vio-
lenta ansiedad. De acuerdo con mis observaciones, que no obstante
necesitan ser complementadas, muchos neuróticos parecen temer en
un principio a la luz o a la luz del sol, y sólo después adquieren el
temor a los fantasmas. Con el avance de la represión de su escopofilia,
el símbolo que representa al padre o a la madre se .convierte en más
y más incorpóreo. Uno de mis pacientes tuvo en un corto período
dos sueños, en uno de los cuales el padre se le aparecía como luz,
mientras que en el otro se le aparecía como fantasma. En el primero
de estos sueños el paciente estaba en la escuela (a la que había aban-
donado hacía varios años) . El director, que en otros sueños desempe-
ñaba un pronunciado papel paterno, entró en la clase y le habló. Al
principio el paciente se opuso a sus órdenes de un modo desafiante,
pero luego tuvo que obedecerlas, al tiempo que aparecía sobre la cabe-
za del director una luz cegadora, ante cuya visión el paciente se des-
vaneció. Mientras que en este sueño el poder paterno estaba repre-
sentado por una luz cegadora, en el otro sueño el fantasma cumplía
el mismo propósito. Lo notable en este caso es que fue la forma blan-
ca del fantasma lo que deslumbró al paciente. Los fantasmas son
generalmente concebidos como blancos, pero de un aspecto pálido y
desmayado. La fobia a los fantasmas es más marcada entre los cavila-
dores neuróticos, quienes, como hemos visto, manifiestan la tendencia
a sustituir lo que es claro, sólido y perceptible para los sentidos, por
lo indefinido, confuso y no material.
Quienes tienen experiencia psicoanalítica reconocerán fácilmente
que estas observaciones no agotan el amplio campo al que se refieren.
No hay duda de que podrían añadirse muchos más al conjunto de los
fenómenos aquí analizados, pero me he propuesto en este estudio la
mayor concisión posible. He omitido considerar muchos aspectos de
la cuestión que podrían haber contribuído a una ulterior explicaci.ón
de los síntomas, y a otros sólo los he mencionado. Sin embargo, el
carácter fragmentario de mis observaciones puede ayudar a poner en
evidencia en qué medida se necesita una mayor investigación de los
síntomas. La línea que tal indagación deberá seguir está en la direc-
ción de nuestros conceptos de "instintos componentes" y de "zonas
erógenas", conceptos que se han hecho indispensables para la com-
prensión del tema; y en este trabajo ha tratado de demostrar tal cosa
en el caso de un instinto componente particular y una determinada
zona erógena.
CAPÍTULO X

UN FUNDAMENTO CONSTITUCIONAL DE LA
ANSIEDAD MOTRIZ (1913) 133

QUIENES HAN .investigado Ja psicogénesis de Ja ansiedad motriz con Ja


ayuda de Jos métodos freudianos, se han encontrado regularmente
con ciertos factores que operan en la formación de este trastorno,
de modo que se han visto obligados a considerarlos como típicos de
la enfermedad. Por supuesto, se ha tenido plena conciencia de que
el neurótico que precisa la constante compañía de una persona par~
ticular, manifiesta la fijación incestuosa de su libido en un grado
particularmente marcado, y de que todo intento que él hace para apar-
tarse del objeto de su afecto significa en su inconciente un intento
para desligar su libido de él. Se ha reconocido además que la ansie-
dad que tal persona siente, por una parte la hace sufrir, pero por
otra le permite ejercer su poder sobre las personas que lo rodean.
Otros determinantes típicos de su "topofobia", son el temor a la vida
-representada simbólicamente por las calles- y en particular el temor
a las tentaciones que la acechan en cuanto abandona la protección del
hogar paterno. Hay también un temor a Ja muerte que puede arre-
batarla de improviso estando lejos de las p~rsonas que ama.
El conocimiento de estos determinantes -y podrían añadirse mu-
chos otros- aumenta nuestra comprensión de la agorafobia, pero no
resuelve completamente el problema. Permanece oscuro por qué en un
amplio grupo de neuróticos es precisamente el desplazamiento lejos
de un lugar Jo que Ja ansiedad hace difícil. La fijación de la libido del
paciente sobre personas particulares de su vecindad inmediata no es en
sí misma una causa suficiente, pues entonces deberíamos esperar que
sufrieran de agorafobia un número de neuróticos mucho mayor de lo
que es el caso realmente. Y los otros factores psicosexuales menciona-
dos anteriormente también operan en la formación de trastornos neu-
róticos que no muestran ansiedad motriz.
Debemos concluir por lo tanto que tiene que haber un factor
específico en la constitución sexual de los neuróticos que sufren de
ansiedad motriz, factor que no afecta a todos los neuróticos del mis-

t:ia (NQ 44, n. A.).


PSICOANÁLISIS CLÍNICO 179
mo modo, y que combinado con otros factores psicosexuales del tipo
ya descrito, favorece la aparición de la agorafobia y de afecciones
similares.
El psicoanálisis de un caso de severa agorafobia me ha permitido
formarme una opinión definida sobre la materia, que procederé a
exponer.
Mi paciente, quien había padecido de trastornos durante muchos
años, desde la pubertad, sólo podía aventurarse en la calle en com-
pañía de su madre o de unas pocas personas a quienes conocía muy
bien. En una oportunidad me dijo inesperadamente que encontraba
muy placentero al caminar en sí mismo, en la medida en que su
ansiedad fuera impedida por la presencia de una compañía adecuada.
Dijo que cuando caminaba por la calle sentía como si estuviera bai-
lando. Se evidenció después que el paciente, que era un abstinente se-
xual, obtenía un gran placer de la danza; y sus poluciones nocturnas
se producían durante sueños relacionados con la danza. En un poema
que escribió cierta vez representó a la prostitución alegóricamente por
medio de una mujer que bailaba con todo hombre que se le ponla
adelante.
No me propongo extenderme sobre el sentido erótico del baile,
ni sobre su capacidad de representar mímicamente fines eróticos. Lo
que nos interesa en este caso brevemente expuesto, no es el lugar
común de que el paciente hallaba placer en el baile, sino que el
bailar y el cantar le ofrecían un sustituto de las gratificaciones sexua-
les que le estaban negadas por sus inhibiciones neuróticas.
En los neuróticos, no es raro que el acto de caminar sea acom-
pañado por una excitación sexual, especialmente de tipo genital. Debo
agradecer al Dr. Eitingon una comunicación muy interesante de un
caso que podría ser denominado correctamente una "compulsión de
caminar". Era el de un neurótico que obedeciendo a un poderoso im-
pulso realizaba enormes caminatas hasta obtener un orgasmo.
El "negativo" de esta peculiar perversión, de acuerdo a la hipó-
tesis enunciada por Freud en sus Drei Abhandlungen z.ur Sexual-
theorie, parece ser la neurosis que conocemos como "agorafobia". He
observado varios casos que apoyan esta hipótesis. Una mujer a quien
traté psicoanalíticamente, solía experimentar una violenta excitación
que se convertía en ansiedad paralizante tan pronto como abandonaba
el hogar paterno. Ella también obtenía un considerable placer del
movimiento corporal. El caminar, en especial, le resultaba originaria-
mente muy agradable. Es muy característico que esta paciente dis-
frutara bailando sola en su cuarto. Por otra parte, si danzaba con un
hombre en un baile experimentaba inmediatamente un sentimiento
de excitación que comenzaba con violentas palpitaciones del corazón
y luego se convertía en ansiedad asociada con una especie de sensa-
ción de parálisis. Este síntoma hacía de hecho imposible para ella
bailar: con un hombre desconocido. No sólo no podía hacer esto, sino
180 KARL ABRAHAM

que era también incapaz de caminar con cualquier persona, debido


a su ansiedad. Podía ir de paseo con sus familiares más cercanos, pero
no sin sufrir un cierto grado de ansiedad. Sólo se sentía completa-
mente libre de ella cuando caminaba con su padre. Cuando no experi-
mentaba ansiedad, sin embargo, el caminar le proporcionaba un pla-
cer que en su inconciente equivalía al placer sexual en el más estricto
sentido. Disfrutaba los paseos con su padre, pues caminar con él re-
presentaba un cumplimiento simbólico de su deseo incestuoso, un
sustituto de la unión real. Era la fijación en su padre lo que Je im-
pedía caminar con otras personas. Toda desviación de esta ley impues-
ta por su neurosis hubiera significado ser infiel a su padre.
En este punto, llamaré la atención sobre el hecho de que en
muy diferentes idiomas se denota al acto sexual por una expresión
que significa un "ir juntos" de las dos personas, como por ejemplo
en el término latino coire. Creo que este significado de ir o caminar
juntos será familiar a todo psicoanalista que haya investigado un caso
de ansiedad motriz. No obstante, no es suficiente señalar meramente
el significado simbólico de caminar; debe subrayarse el valor placen-
tero del caminar en sí mismo. Mi investigación del presente caso,
junto con otras observaciones, me ha llevado a la conclusión de que
los neuróticos que sufren de ansiedad motriz comienzan con una afi-
ción al movimiento constitucionalmente exacerbada, y que las inhi-
biciones neuróticas del movimiento corporal se han originado después,
cuando fracasa la represión de esa tendencia.
Sadger 134 ha destacado particularmente el significado del placer
que se deriva del movimiento. Habla de un "erotismo muscular" como
fuertte independiente del placer sexual y lo ubica al lado de lo que
él denomina "erotismo de la piel" y "erotismo de las membranas mu-
cosas". Proporciona algunos datos interesantes respecto al placer posi-
tivo que se deriva de los movimientos corporales. Puedo apoyar sus
observaciones de muchos modos, pero en este lugar sólo discutiré el
problema en la medida en que arroja alguna luz sobre la agorafobia.
ª
Encontramos que el placer del movimiento 1 5 no ha sido repri-
mido por completo en los pacientes en cuestión .. Los ejemplos que ya
se han citado brevemente demuestran que éstos pueden disfrutar de
este placer bajo ciertas condiciones impuestas por su enfermedad.
Cuando mi atención fue atraída hacia el significado de este factor
constitucional revisé los análisis de mis primeros casos de agorafobia
-y el material que ellos contienen es muy considerable- y me sor-
prendió encontrar la fuerza con que este elemento pasa a primer
plano. Encontré que yo había descubierto datos de este tipo sin reco-
nocer que ellos eran de carácter típico. Como resultado de mi segunda

184 "Haut-, Schleimhaut· und Muskelerotik" (1912).


1311 Prefiero esta expresión al término "erotismo muscular" porque ella evita
toda localización del placer.
PSICOANÁLISIS CLÍNI<;:O 181

investigación pude percibir que este factor era un tema constantemente


recurrente. Se expresaba parcialmente como placer en el movimiento
con un matiz directamente sexual reconocido como tal por los mis-
mos pacientes, y parcialmente como impulsos motores placenteros de
un carácter aparentemente no sexual. Estos fenómenos podrían escla-
recer aquellos síntomas neuróticos que yo he atribuído a un placer
en el movimiento mantenido fuera de la conciencia.
He podido observar repetidas veces que los pacientes en cuestión
manifiestan un peculiar interés por el ritmo de su movimiento. Este
hecho me parece ser de gran importancia. Ellos ejecutan sus movi-
mientos en la medida en que lo permitan las circunstancias exterio-
res, con algún ritmo definido al que son especialmente afectos. Si
creen que no se los observa caminan por su pieza con este ritmo, y
quizá silban alguna melodía al compás de sus pasos. Un paciente de-
claró muy espontáneamente que este ritmo le recordaba los ritmos
sexuales. Parecería como si fuera en parte el ritmo de los actos mas-
turbatorios, y en parte el de la eyaculación, a los que se refería. Este
paciente anotó su ritmo de la siguiente manera:
. .
- ......... - .....
Mientras que una paciente anotaba su ritmo favorito así:

Había inclusive compuesto un poema en prosa que versaba entera-


mente acerca de los pies y de sus movimientos durante el baile.
Muchos pacientes que sufren de ansiedad motriz experimentan
un marcado placer al caminar con pasos firmes y rápidos 13 6. A me-
nudo también encuentran placer en descender una colina corriendo
rápidamente, y a veces sienten una presión en la vejiga, acompañada
de sensaciones sexuales. Por otra parte, una de mis pacientes, que
como adulta sufría de agorafobia, siendo niña temía bajar las pen-
dientes; y por cierto su ansiedad no podía explicarse solamente como
un temor a caer repentinamente. He observado repetidas veces en los
neuróticos el temor de caminar demasiado rápido. Esto se relaciona
con la represión de las emociones placenteras que podrían "desbo-
carse" 1 3 7 con ellos. (Es significativo que el lenguaje compare esto
con la irrefrenable energía de un caballo desbocado.)
Entre tales pacientes el placer por los movimientos corporales no
se limita por supuesto a las extremidades inferiores, si bien, como
hemos dicho, caminar les resulta especialmente agradable. Por ejem-

136 .Cuando caminan muy rápidamente, muchos neuróticos experimentan una


gran ansiedad y tienen una polución.
137 ("Durchgehen", lit. "ir a través" = "desbocarse" un caballo. También se
utiliza en el sentido sexual de "disparar" o fugarse con alguien).
182 KARL ABRAHAM

plo, he observado en un joven que sufría de agorafobia, que estaba


continuamente cerrando sus puños, contrayendo los músculos del
brazo, y en particular, apretando fuertemente la mandíbulas, para lo
cual contraía intensamente los músculos masticatorios i.as. Otra pa-
ciente se sentía compelida a cerrar los puños convulsivamente, a sus-
pirar forzadamente, a efectuar movimientos de palpitación con la
superior de su cuerpo. Los neuróticos de este tipo parecen experimen-
tar a menudo una sensación de envaramiento o rigidez en todo su
cuerpo.
Además de estos signos físicos he encontrado regularmente en
muchos pacientes un estado psíquico que me siento inclinado a atri-
buir a las mismas fuentes. Vale la pena mencionar que muchos pa-
cientes eligen espontáneamente el mismo término para denominar
ambos grupos de fenómenos. Hablan de una tensión en el cuerpo
como asimismo de un estado de tensión mental.
U na persona que padece de una severa ansiedad motriz se encuen-
tra en un casi permanente estado de tensión mental. Se despierta por
la mañana con la ansiosa expectación de tener que ir a alguna parte
en el curso del día. A medida que se aproxima el momento de la sa-
lida la tensión aumenta. Ella continúa cuando ya se está en la calle.
Cuando regresa al hogar comienza a preocuparse por lo que sucederá
al día siguiente.
Muchos pacientes describen este estado con una frase que es fami-
liar para todo neurólogo. Hablan de un "temor del temor". Siempre
me ha llamado la atención el que estos pacientes utilicen esa expre-
sión con un cierto énfasis, como si estuvieran diciendo algo especial-
mente profundo y como si estuvieran proporcionándole al médico la
clave más importante de su estado. Y en realidad tienen razón. Su-
perficialmente, la expresión "temor del temor" parece bastante tonta.
Sin embargo, el psicoanalista no puede dejar de reconocer que esta
tensión que precede a la real ansiedad, es análoga en todos los aspee·
tos a la anticipación del placer que precede a la satisfacción del
placer.
Muchos de estos neuróticos dicen que ni siquiera pueden imagi-
narse lo que sería su vida sin ese estado de permanente expectación
de la ansiedad. Un conocimiento más preciso de Ja sexualidad de estos
pacientes demuestra además que hay en ellos una excesiva tendencia
a prolongar la anticipación del placer y no a salir de ella. Entre los
pacientes que sufren de agorafobia se encuentra un número notable-
mente grande que ha renunciado por completo a la gratificación
sexual normal a consecuencia de sus inhibiciones neuróticas. Son pro-
nunciadamente autoeróticos, y por ello se inclinan a postergar inde-
finidamente Ja consecusión del placer final. Como una forma de

138 En su caso, la membrana mucosa de la boca tenía también un desusado


significado erógeno.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 183
disfrute prolongado de la anticipación del placer puedo mencionar a
los llamados "estados de sueño" de los que ya me ocupé detallada-
mente en un trabajo anterior 139 • Entre los pacientes en quienes estu-
dié esos estados, un considerable porcentaje sufría de agorafobia. Los
mismos estados de sueño muestran de la manera más clara cómo las
tendencias eróticas se transforman en ansiedad y en otros síntomas
neuróticos.
El psicoanálisis de la "topofobia" demuestra que se trat-a aquí
de pacientes que temen alcanzar la meta de su li~ido. Su ansiedad les
impide liberarse de sí mismos y de los objetos sobre los cuales fue
fijado su afecto en la infancia, y encontrar el camino hacia los obje-
tos que pertenecen al mundo externo. Toda senda que los conduzca
fuera del círculo encantado de aquellas personas sobre las cuales están
fijados, está cerrada para ellos. Sólo pueden disfrutar su placer en el
movimiento en compañía de esas mismas personas. Si actúan en opO-
ción a la prohibición dispuesta por la neurosis y salen a caminar sin
el acompañante prescripto, su placer se transforma en el temor al
movimiento. Les resulta imposible poner su placer en el movimiento
al servicio del amor "objetivo", del mismo modo como en las perso-
nas sanas los instintos componentes originariamente autónomos se
colocan al servicio de una tendencia central.
Ahora que hemos conseguido atribuir el temor neurótico al mo-
vimiento independiente, a un factor de su constitución sexual que
todavía no ha sido tenido en cuenta suficientemente, la pregunta
respecto al origen de tal prohibición se contesta por sí misma. El
hecho de que la presencia del padre o de la madre alivia la ansiedad
del paciente nos permite reconocer con la suficiente claridad que la
fuente de la inhibición del movimiento es una fijación incestuosa.
Casi no necesito mencionar que todos mis psicoanálisis de topofobia
apoyaron esta opinión.
Las observaciones precedentes requieren ser completadas en una
dirección. Para simplificar el asunto sólo he hablado hasta aquí. del
placer que se deriva de los movimientos activos, y de la transforma-
ción de ese placer en ansiedad. Por lo general, sin embargo, los mis-
mos pacientes temen también al movimiento en un sentido pasivo,
en cuanto los aparta de la vecindad de ciertas personas. Mi expe-
riencia pone de manifiesto el hecho de que originariamente también
el viajar les proporciona a estos pacientes un alto grado de placer.
Todo el que haya estudiado sus sueños habrá observado con cuanta
frecuencia están relacionados con viajes, y en los tiempos más recientes
especialmente con viajes aéreos. Muchos neuróticos experimentan un
pronunciado placer físico en los viajes 1 4º. Como un ejemplo particu-
139 Véase el capítulo IV.
140 Ta1nbién podría hacer referencia al p1acer de los niños en los viajes.
Conocí a uno que en cuanto recibía su chelín para el bolsillo lo gastaba viajando
en tranvía toda la tarde.
184 KARL ABRAHA1.:I

larmente característico mencionaré a uno de mis pacientes que acos-


tumbraba hacer largos viajes en tren y se mantenía despierto con-
tinuamente, inclusive durante los más largos de ellos, para no
perderse el placer de viajar; y viajaba principalmente por el mero
placer de hacerlo~ Puede mencionarse que a muchas personas un largo
viaje en tren les provoca siempre una polución durante la noche
siguiente.
La hipótesis de que en .el grupo de neuróticos del que hablamos
se ha producido una represión del placer en el movimiento pasivo,
fue confirmada recientemente por una observación que expresó es-
pontáneamente una paciente. Al principio, ella sólo había podido
hacer la trayectoria desde su casa hasta la mía con el mayor esfuerzo.
El psicoanálisis comenzó por ocasionar una mera disminución de su
ansiedad; hasta que un día llegó de muy buen humor y me dijo que
estaba muy asombrada porque ese día el viaje le había causado placer.
Su ansiedad había dejado lugar a un evidente agrado. Hace pocos
años conseguí resultados terapéuticos muy satisfactorios y completos
en un caso grave de agorafobia. La paciente, quien con anterioridad
sólo podía abandonar su casa con fuertes sentimientos de ansiedad,
después de su cura no sólo encontró placer en viajar sino que inclu-
sive se anotó para tomar parte en un viaje en globo. Ya no se veía
privada por prohibiciones neuróticas de obtener placer en el movi-
miento.
El hecho de que el temor al movimiento se puede transformar
en el placer correspondiente parece confirmar la hipótesis ya enun-
ciada acerca de las bases de la ansiedad motriz. La derivación del
temor al movimiento de un placer en él, originariamente exacerbado,
está de acuerdo con otros resultados psicoanalíticos que han sido con-
firmados por .la expetiencia. A modo de ejemplo sólo necesito men-
cionar el temor a tocar que hemos atribuído a impulsos originaria-
mente placenteros a tocar las cosas. ·
Los psicoanalistas se han ocupado durante. mucho tiempo del difí-
cil problema de cuáles son lás condiciones psicológicas que determi-
nan la forma del trastorno neurótico al que el individuo sucumbe.
Es como si tuviera que elegir entre diferentes enfermedades y, con-
ducido por impulsos desconocidos, seleccionara una u otra de ellas.
Con las investigaciones más recientes (me refiero principalmente
al trabajo de Freud sobre la neurosis obsesiva 141 , y a las contribucio-
nes de Janes 142 sobre el mismo tema), hemos avanzado un paso más
en el problema de la "elección de la neurosis". Espero que las opi-
niones que se han propuesto en este traba jo sobre la psicogénesis de
la ansiedad motriz puedan ser consideradas como una pequeña con-
tribución a la solución de este problema.

141 "La predisposición a la neurosis obsesiva" (1913).


142 "El odio y el erotismo anal en la neurosis obsesiva" (1913).
CAPÍTULO XI

EL OfDO Y .EL CONDUCTO AUDITIVO COMO


ZONAS ERóGENAS (1913) 143

HACE VARIOS años atrajo mi atención la siguiente observación sobre


el .significado del oído y del conducto auditivo externo como zonas
erógenas.
Un paciente neurótico sufría peculiares ataques que se producían
de diez a veinte veces por día y aún más a menudo. Tuve amplia
oportunidad de observar estos ataques durante un largo tratamiento
psicoanalítico. En medio de una conversación el paciente saltaba sú·
bitamente. se ponía pálido, colocaba las manos sobre los oídos y
corría hacia la puerta; luego introducía el dedo índice de la mano
derecha en su oído derecho y movía el dedo violentamente dentro
de éste con todos los signos de la excitación más intensa. Al mismo
tiempo su expresión facial demostraba una intensa furia, y él se retor
cía y daba patadas. La inervación motriz se descargaba finalmente en
suspiros jadeantes, y luego caía exhausto. Después de un momento
podía retomar el hilo de sus pensamientos, aunque a veces yo tenía
que recordarle las palabras que había dicho inmediatamente antes
de su ataque; y después de él el paciente tenía la sensación de retor-
nar a la realidad desde un estado diferente. Él sabía que en la cul-
minación de su estado de excitación aparecían ideas muy definidas,
pero nunca podía recordarlas con precisión. El análisis, que aquí no
puede ser descrito en su totalidad, demostró que al principio de cada
ataque el paciente sentía un violento escozor en el canal auditivo, del
cual se libraba con signos de gran excitación. Estos ataques eran un
sustituto de ciertos tipos de actividad sexual de los que se veía priva-
do. Es particularmente interesante observar que los ataques, como
también la mayoría de sus otros síntomas, desaparecieron en cierta
ocasión durante algunos meses. Esto sucedió en una época en la que
había trabado relación con una muchacha. Ambos no tuvieron co-
mercio sexual, pero encontraban placer en hacerse cosquillas mutua-
mente, con sentimientos de gran excitación, hasta que quedaban
exhaustos.

H8 (N• 46, B. A.) .


186 KARL ABRAHAM

En este caso había evidentemente un estado erógeno desusada-


mente fuerte de la piel en general, mientras que el oído y el conducto
auditivo exhibían esa característica en un grado extremo. Es bien
conocido que a algunos neuróticos les agrada extraordinariamente
que les 4agan cosquillas. Si están cerradas para ellos otras vías de
gratificación sexual, aparece con frecuencia el síntoma neurótico· del
pruritus) en el cual la personá se ve compelida a ejecutar movimien-
tos de frotación que a menudo conducen al orgasmo. Por ejemplo,
pude observar a una paciente con prurito en el brazo izquierdo, quien
podía obtener un completo orgasmo rascándoselo con creciente vio-
lencia hasta llegar a una especie de frenesí. Este método tiene sobre
Ja masturba~ión, que ella practicaba anteriormente, la ventaja de que
no eStá asociado con él ningún autorreproche. Rascarse a causa de una
irritación nerviosa de la piel o de una eczema concomitante aparecerá
como una necesidad y no como una falta de moral.
Se conoce desde hace tiempo que en la primera infancia se utiliza
al oído para obtener placer autoerótico. Sólo necesito referirme al
frecuente hábito de los niños que se chupan los dedos, etc., tomándose
la oreja y tironeando rítmicamente el lóbulo mientras hacen lo pri-
mero. Además, debe recordarse que durante Ja infancia e inclusive
después, muchas personas hurgan con sus d_edos el canal auditivo, in-
trodUcen cosas dentro de él, y se interesan por las secreciones auditi-
vas. En cierto caso un niño capturó a una mosca y la introdujo en
su oído. A consecuencia de sus manipulaciones el cuerpo extraño pe-
netró tanto en el oído que fue necesaria una intervención médica.
Los niños se introducen en el oído con frecuencia pequeños objetos
tales coino guisantes, etc. 144.
Sin embargo, sólo recie'ntemente me convencí de que el oído, en
cuanto zona erógena, tiene un significado mucho más general. Debo
agradecer a mi colega, el Dr. H. Hempel, un especialista de oído de
Berlín, las siguientes observaciones, que voy a citar porque merecen
recibir la atención de los psicoan<ilistas y porque Jiasta el presente su
importancia no ha sido suficientemente apreciada.
Los niños más pequeños sufren a menudo un eczema húmedó
del oído y del canal auditivo externo, acompañado por intensas pica-
zones. Después que el médico ha tratado el oído, esos niños adoptan
una actitud diferente de Ja que exhiben por lo general cuando son
sometidos a tratamiento médico, hacia las visitas subsiguientes. El niño
que antes ha estado llorando debido a Ja incomodidad que le provo-
ca el eczema se quedará extraordinariamente. quieto cuando se le acer-
que el médico, y no ofrecerá ninguna resistencia. Mientras el médico
esté haciendo algo en el lugar que provoca el escozor el niño se que-

144 Los enfermos mentales exhiben con frecuencia una tendencia a introducir
en sus oídos toda clase de cosas.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 187

dará quieto e inclusive murmurará dando señales de satisfacción;


sólo comenzará a llorar nuevamente cuando las manipulaciones han
cesado. Debo mencionar que estas observaciones fueron hechas sin
conocimiento especial de la teoría freudiana sobre la sexualidad in-
fantil, y que no obstante eso el observador llegó a la conclusión de
que la conducta descrita era muy semejante a la que exhibe el niño
durante la estimulación masturbatoria. Puede agregarse que los adul-
tos también muestran signos inconfundibles de sensaciones agradables
durante el tratamiento del eczema auditivo. El Dr. Hempel me dijo
que vio cierta vez a un hombre que se había rascado las orejas hasta
despellejarlas pero que no consentía a ser sometido a tratamiento por
esta afección.
Muchos productos de la fantasía muestran qué parte importante
puede desempeñar el oído en la sexualidad del niño. U na paciente
me habló de la tendencia a inventar historias fantásticas que ella
había tenido desde la infancia. Cuando tenía nueve años (y probable-
mente también antes) solía imaginarse que era castigada por alguna
fechoría. Le agradaba particularmente imaginar una escena en la
cual iba a caminar con su hermanita menor, llegaba el Kaiser en un
carruaje y las arrestaba por un crimen no especificado. A continua-
ción venía el castigo que consistía en que ambas niñas tenían que
lavarse los oídos. Durante este procedimiento la niña experimentaba
al mismo tiempo placer y temor. Sus fantasías acerca del tema no
sólo contenían una estimulación de la zona erógena, en parte deseada
y en parte temida, sino también una gratificación de las tendencias
masoquistas.
Del mismo modo podemos observar a niños o adultos flUe ima-
ginan escenas en las cuales se les esti haciendo cosquillas en las partes
más sensibles de cuerpo. Varios signos indican una fusión de los
impulsos sado-masoquistas con el placer en hacer cosquillas o en reci-
birlas. Sólo daré aquí como ejemplo los signos de violenta ira que se
evidenciaban en los ataques del neurótico descrito anteriormente, y
en la paciente que rascaba su brazo con tanta fuerza.
Voy a referirme a unos pocos hechos que' hasta ahora han recibido
escasa atención. En primer lugar está el enrojecimiento de las orejas
al que son propensos muchos neuróticos. Intentaré considerar más
adelante y con mayor detalle, la relación que hay entre ese síntoma
. y los procesos de excitación sexual. Se encontrará además que en
muchas personas tiene un significado erógeno particular la zona del
cuello adyacente a las orejas, especialmente el ángulo que forma el
cuello y la mandíbula. El significado erógeno del oído debe ser con-
siderado también en relación con el zumbido que sienten los neuró-
ticos y otros sonidos de origen subjetivo. Y finalmente debo referir-
me al hecho, bien conocido por los psicoanalistas, de que en todos los
tiempos el oído ha sido frecuentemente utilizado como símbolo genital.
188 KARL ABRAHAM

Probablemente sea correcta mi suposición de que todo psicoana-


lista podría presentar observaciones semejantes a las que se han ofre-
do aquí. Sadger 14-5 ha mencionado muchas observaciones interesantes
que complementan admirablemente las mías, y en un trabajo de Je-
kels 14 • hay una alusión a la estimµlación mutua del conducto audi-
tivo en los invertidos.

14J5 Sadger, "Haut-, Schleimhaut· und Muskelerotik" (1912).


lt6 Jekels, "Enige Bemerkungen zur Trieblehre" (1913).
CAPÍTULO XII

LA PRIMERA ETAPA PREGENITAL DE


LA LIBIDO (1916) 147

EN sus Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie, que se editó por pri-


mera vez en 1905, Freud hizo una extensa exposición de sus teorías
respecto a la sexualidad infantil. En la tercera edición del libro,
publicada en 1915, amplió esas teorías, de modo que es todavía la
obra clásica sobre el tema.
Los_ progresos que se han hecho en el conocimiento psicoanalítico
nos obligan a suponer la existencia de ciertas etapas en la evolución
de la libido infantil. Freud llama a esas etapas las "organizaciones
pregenitaies" de la libido, dado que todavía no manifiestan la impor-
tancia predominante de los órganos genitales.
Las observaciones siguientes se refieren a la primera de esas eta-
pas evolutivas. Están fundadas sobre numerosas observaciones efec-
tuadas antes de que fueran expuestos los puntos de vista teóricos sobre
las etapas libidinales. Por lo tanto, la elección del material no puede
haber sido influída por una teoría preconcebida de la organización
pregenital. Me parece necesario señalar esto porque probablemente
toda extensión ulterior de la teoría sexual tropezará con objeciones
similares a las que suscitó la primera edición de los Drei Abhandlun-
gen. No obstante, antes de presentar mi material y las conclusiones
que he extraído de él, debo pasar revista a los hechos fundamentales
sobre los que se basa la teoría de las etapas pregenitales de la libido.
En sus observaciones sobre los primeros fenómenos de la sexuali-
dad infantil, Freud pudo remitirse a una autoridad que mucho tiem-
po antes que él había llegado a conclusiones nuevas y osadas, pero al
mismo tiempo convincentes, en esta esfera. Esta importante obra pre-
cursora fue realizada por Lindner en 1879, en sus estudios sobre los
hábitos de succión en los niños. No dejó de notar el carácter libidi-
nal del proceso; subrayó que el hecho de succionar, aun cuando no
sirve al propósito de satisfacer el apetito, es efectuado por los niños
con una intensidad que absorbe por completo su atención. Observó

147 (N' 52, B. A.).


190 KARL ABRAHAM

también que durante el acto de succión se produce en el n1no una


excitación que aumenta hasta llegar a una especie de orgasmo, y con-
sideró que el hecho de que el niño se duerma después de eso es un
efecto de la gratificación que ha obtenido. Además, prestó especial
atención al instinto de asir que está -asociado con la succión, y reco-
noció la gradual transición desde la succión hasta la masturbación, es
decir, a una actividad de un carácter indudablemente sexual.
Freud aceptó las opiniones de Lindner, y estableció característi·
cas definidas de la sexualidad infantil, tales como se ven con la mayor
claridad en esa forma primitiva de la actividad instintiva, la succión.
Estas características son, en primer lugar, que el instinto no se dirige
hacia otro objeto, sino que se manifiesta autoeróticamente. En segun-
do lugar, esta forma primitiva de expresión sexual no es un fenómeno
independiente, sino que depende de una función importante para la
preservación de la vida, a saber, la succión para alimentarse; de modo
que es la reproducción de un estímulo placentero que el niño ha ex-
perimentado durante. la nutrición. En tercer lugar, la consecución del
placer está ligada a una zona erógena; la membrana 111:ucosa de los
labios. La gratificación de la necesidad de alimento y la gratificación
de la zona erógena no pueden ser separadas en su primer estadio.
Además, la membrana mucosa de los labios debe poseer una cualidad
erógena que fluctúa en intensidad en los diferentes niños, pues ellos
exhiben la tendencia a succionar por placer en grados muy diversos.
Según Freud la abertura anal del canal alimenticio tiene tam-
bién una doble función similar. Él piensa que en la primera infancia
esta abertura no tiene sólo funciones excretoras sino que en cuanto
zona erógena sirve también a la sexualidad infantil. El niño trata de
reexperimentar las sensaciones locales asociadas necesariamente con
la evacuación de los intestinos, y puede intensificar esas sensaciones
reteniendo el contenido intestinal. Del mismo modo que en la zona
oral, debe suponerse que la capacidad erógena de la zona anal varía
según los individuos. La deliberada intensificación de este placer
accesorio obtenido al defecar, mediante una estimulación de la zona
erógena, es, como la succión, de naturaleza semejante a la masturba-
ción genital, que también se practica en la primera infancia.
Además de los fenómenos autoeróticos de la primera infancia
Freud describe ciertos instintos componentes que se dirigen desde un
principio hacia otras personas consideradas como objetos sexuales
(placer de mirar y de exhibirse, componentes activos y pasivos de la
crueldad) . Al principio estos instintos componentes no forman un
conjunto organizado, sino que operan independientemente para la
obtención del placer. Es sólo más tarde que las zonas erógenas y los
instintos componentes se unen bajo la primacía de la zona genital.
Cuando el instinto sexual se coloca al servicio de la procreación, su
desarrollo alcanza la consumación normal.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 191
Como hemos dicho, Freud ha llamado pregenita!es a esas etapas
de la evolución de la libido que preceden al establecimiento de la
primacía de la zona genital. Ellas son etapas antecedentes de la pos-
terior sexualidad "normal", por las que pasa generalmente la libido
del niño sin que nadie se µé cuenta de las alteraciones que se están
produciendo. Los mismos procesos, que bajo condiciones normales no
son especialmente perceptibles, se convierten en "muy activos y per-
ceptibles para una observación superficial" (Freud) en los casos pa·
tológicos.
Hasta ahora el psicoanálisis de los casos neuróticos nos ha per-
mitido inferir la existencia de dos de esas organizaciones pregenita-
les. La primera es la etapa oral, a la que también puede denominarse
etapa canibalística. Como ya se ha dicho, en esta etapa la actividad
sexual todavía no está separada de la ingestión del alimento. Freud
dice: "El objeto de una actividad es también el de la otra. El fin
sexual consiste en la incorporación del objeto" (P. 60) ; y añade una
observación que es importante para la comprensión de la succión
que se realiza por mero placer: "La succión por placer puede ser
considerada como remanente de esta etapa hipotética de organización
que nuestro material patológico nos ha hecho suponer. Puede ser
considerada como una actividad sexual que se ha desligado de la
actividad nutritiva, y que ha cambiado su objeto externo por otro
que pertenece al propio cuerpo".
A partir de su psicoanálisis de la neurosis obsesiva Freud pudo
inferir la existencia de otra organización pregenital. Dice: "Una se-
gunda fase pregenital es la organización anal-sádica. En ella ya se ha
puesto de manifiesto la dualidad de la vida sexual. Pero no se trata
en este período de características masculinas y femeninas; debe lla-
marse más bien activas y pasivas. La actividad surge de la muscula-
tura corporal en virtud del instinto de posesión; la pasividad está
preeminentemente relacionada con la membrana mucosa erógena del
canal intestinal. Ambos impulsos se dirigen a objetos que no son sin
embargo los mismos. Al mismo tiempo funcionan de una manera
autoerótica otros instintos componentes. Por lo tanto, en esta fase ya
puede descubrirse la polaridad sexual y el objeto externo. Pero toda-
vía no hay una organización de los instintos componentes ni una
subordinación a la función de la procreación".
He indicado en sus rasgos generales la posición actual de la teo-
ría de la sexualidad en cuanto ella se aplica a nuestro tema. Si bien
las observaciones que condujeron a la descripción de la organización
anal-sádica flleron especialmente consideradas en la literatura psico-
analítica -me refiero particularmente a las importantes comunicacio-
nes de Jones- la primera etapa. "oral", de la evolución de la libido,
espera una investigación más profunda. Como lo ha dicho Freud, es
nuestro material patológico lo que nos compele a suponer su existen-
cia. Este hecho indica que nos encontramos frente a procesos de des-
192 KARL ABRAltAM

arrollo que en los niños son difícilmente accesibles a la observación


directa. En este temprano período el niño no puede proporcionar
ninguna información acerca de los procesos de su vida instintiva.
Además, en condiciones normales el desarrollo, en el primer año de
vida, se realiza tan silenciosamente qu~ por lo general no se observa
ninguna manifestación evidente de lo que está ocurriendo; y más
tarde, cuando la represión se ha establecido plenamerite, el individuo
es naturalmente menos capaz que nunca de dar información acerca
de los primeros sucesos de su vida.
Los hechos del erotismo normal hacen claro que la boca no ha
perdido de ningún modo su significado como zona erógena. Y el estu-
dio de las perversiones sexuales muestra con mayor claridad aún que
la boca puede asumir todo el significado de un órgano sexual, esto
es, puede desempeñar un papel genital. Además, el psicoanálisis de
las neurosis muestra que con mucha frecuencia la boca ha perdido
su significación como zona erógena sólo en cuanto se refiere a la
conciencia, pero que ella persiste en el inconciente y se manifiesta
en la conciencia a través de formaciones sustitutivas, a las que cono-
cemos como síntomas neuróticos. Debemos al psicoanálisis el conoci-
miento de que estos fenómenos son equivalentes a infantilismos. Re-
presentan en parte la persistencia de instintos infantiles en el con-
ciente, y en parte un regreso a etapas libidinales que se habían dejado
atrás. Freud demostró en 1915, y precisamente a propósito de los fenó-
menos relacionados con la zona oral, que tales infantilismos reprimi-
dos pueden volverse irreconocibles por numerosas alteraciones, y con-
vertidos inclusive en sus opuestos. Según él, los neuróticos en quienes
el carácter erógeno de la zona oral ha sido originariamente muy mar-
cado, y en qui~nes esto se expresa quizá por la continuación del há-
bito de succionar durante muchos años, son afectados a menudo por
vómitos nerviosos en su vida posterior. .
Pero aun cuando estos fenómenos justifican nuestra inferencia de
la existencia de una primera etapa oral de la libido, todavía no tene-
mos un cuadro claro, una visión directa, de este estado arcaico extra-
ordinariamente alejado de la vida instintiva del adulto normal.· Por
lo tanto, presentaré algún material psicopatológico que hasta ahora
ha sido casi desconocido o por lo menos poco considerado, y que
muestra que la vida instintiva del niño persiste en agunos adultos de
una manera positiva e inconfundible, y que la libido de tales perso-
nas presenta un cuadro que parece corresponder en todos sus detalles
a la etapa oral o canibalística establecida por Freud. Comenzaré por
ofrecer los síntomas más extremos de un caso de este tipo, en la me-
dida que nos interesen en este momento. Arrojará alguna luz sobre
toda una serie de fenómenos psicopatológicos a los cuales no se ha
dedicado hasta ahora una investigación especial. Finalmente conside-
raré un problema que se ha suscitado a partir de los recientes estu-
dios hechos sobre la psicogénesis de la neurosis. obsesiva. Las investí-
PSICOANÁUSIS CÚNICO 193

gaciones de Freud 1 48 y de Jones 149 han demostrado que los síntomas


compulsivos derivan de una defensa contra los impulsos anal-sádicos.
Puede esperarse que una defensa similar contra la amenaza de una
recaída en la organización oral conducirá también a la formación de
síntomas muy típicos; y la corrección de este supuesto parece ser co-
rroborada por ciertos descubrimientos del psicoanálisis. Me gustaría
intentar, sobre la base de nuestro material relacionado con la prime-
ra organización pregenital, hacer dos contribuciones a la teoría psico-
analítica, a saber, considerar el problema del origen de los estados
psíquicos de depresión, y discutir el problema de la elección de la
neurosis.

II

El material que presentaré primero proviene del psicoanálisis de


un caso de demencia precoz (esquizofrenia de Bleuler) . El paciente
no exhibía el bien conocido cuadro de una psicosis con ilusiones,
alucinaciones, etc., sino la variedad de la enfermedad que ha sido
denominada demencia precoz "simple". Los pacientes de este grupo,
al que Brueler ha clasificado también recientemente como "esquizo-
frenia simple", no muestran los ya mencionados síntomas graves de
perturbación mental. Exhiben más bien trastornos asociativos defini-
dos, y en especial, alteraciones de los sentimientos e impulsos, tales
como las que se encuentran en los casos graves al lado de las alucina-
ciones. La actividad asociativa de estos pacientes se efectúa de una
manera tan organizada, que el psicoanálisis puede realizarse con ellos
tan fácilmente como con los psiconeuróticos. Más aún, el trabajo con
tales pacientes se ve favorecido por la abolición de muchas inhibicio-
nes. En el neurótico, debido a la intensa represión gran parte del
material no puede llegar a la conciencia, y por lo tanto no puede
hablarse de él; mientras que en estos pacientes el material está muy
próximo a la conciencia, y en ciertas circunstancias se expresa sin
resistencia.
Mi paciente provenía de una familia en la que ya se habían pro-
ducido casos de grave demencia precoz catatónica. De ningún modo
carecía de inteligencia, y había recibido una educación secundaria.
Después de abandonar la rutina de la vida escolar, había hecho pocos
progresos en sus estudios académicos, y ciertas peculiaridades que ha-
bía manifestado siendo un colegial, se desarrollaron con mayor fuerza.
Cuando acudió a mí para su tratamiento, su conducta se parecía en
muchos aspectos a la de un niño inteligente. Ni los temas que debía
estudiar, ni acontecimient.o alguno del mundo exterior le desperta-
ban un interes serio. Durante la mayor parte del tiempo se entretenía

148 "La predisposidón a la neurosis obsesiva" (19Í3) .


149 "El odio y el erotismo anal en la neurosis obsesiva" (1913),
194 KARL ABRAHAM

con bagatelas y cosas puramente superficiales; pero su atención _se


dirigía principalmente hacia su propio ego, de una manera notoria-
mente narcisista. La más intrascendente fantasía, un juego de pala-
bras, etc., podían ocuparlo intensamente durante largo tiempo. Su
propio estado físico absorbía su interés más que ninguna otra cosa.
Sus sensaciones genitales y anales eran para él de la mayor impor-
tancia. Además, era afecto a la masturbación anal, así comO a la
genital. Durante la pubertad le agradaba jugar con los excrementos,
y más tarde se interesó por sus secreciones corporales. Por ejemplo,
encontraba placentero beber su propio semen. Pero su boca desem-
peñaba un papel muy especial en cuanto zona erógena. Como sucede
a menudo en este tipo de casos, él era conciente del carácter sexual
de algunos de sus síntomas, aunque a un extraño no se le hubieran
aparecido de inmediato bajo esta luz. El paciente atrajo mi atención
sobre el significado erógeno de la boca cuando cierto día. habló de
"poluciones bucales" como si se tratara de algo corriente y bien cono·
cido. Al ser interrogado, describió un hecho que se producía con fre-
cuencia. Solía despertarse durante la noche de un sueño excitante,
y encontraba que le goteaba saliva de la boca. En sus asociaciones
libres presentó una gran cantidad de material relacionado con la sig·
nificación erógena de Ja boca. Citaré los más instructivos de estos
hechos.
Según las propias declaraciones del paciente, no había podido
liberarse de su predilección por la leche. Cuando iba a la escuela la
leche que bebía nunca le parecía suficiente. Esta tendencia persistía
aún, pero transformada en ciertos aspectos. Hasta los quince años de
edad no se había limitado a beber la leche en una taza o vaso, sino
que tenía un método particular para sorberla. Solía curvar su lengua
hacia arriba apretándola contra la parte superior del paladar y luego
bebía Ja leche. Ésta no tenía que estar ni fría ni caliente, sino a la
temperatura del cuerpo. El hacer esto Je causaba una sensación espe-
cialmente placentera. Agregó espontáneamente: "es como sorber del
pecho". "Chupo mi propia lengua como si fuera el pezón". A los
quince años abandonó este hábito y adquirió el de tomar bebidas
frías. No obstante, su afición por la leche no fue superada, y en reali-
dad su determinación sexual se manifestó muy plenamente en los
años posteriores a través de frecuentes hechos que el paciente relataba
como si fuera una co'ia muy común. Solía despertarse por la noche
con violentos deseos sexuales; entonces bebía leche que había· traído
previamente a su dormitorio. A menudo se levantaba durante la noche
e iba a buscarla a la cocina. Si alguna vez no la encontraba, ponía
fin a su excitación sexual masturbándose; pero de otro modo se satis-
facía con la ingestión de leche. Él mismo se daba cuenta de que su
anhelo de beber leche era su instinto más profundo y primitivo. La
masturbación genital, aunque lo dominaba fuertemente, le parecía
una cosa secundaria.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 195

Estos hechos hablan por sí mismos. No puede haber la menor


duda acerca del significado sexual que tenía para el paciente el beber
leche, o sobre el papel que desempeñaba la boca como zona erógena.
Su comportamiento durante la noche, tal como él mismo lo describía,
demostraba ser una continuación de la conducta que exhiben los
niños con predisposición neurótica durante el primero y segundo allos
de vida. Estos niños adquieren con gran dificultad el hábito del sueño
ininterrumpido. Se despiertan durante la noche una o más veces y
hacen conocer su apetencia del pecho o de la mamadera mediante el
llanto, o, si son mayores, por otros signos. Si se les da a beber leche
se sienten gratificados y se quedan tranquilos; si no, pueden obtener
una gratificación sustitutiva poniéndose un dedo en la boca y estimu-
lando de ese modo la zona oral, o aplicando sobre otra zona erógena,
como ser la genital, un adecuado estímulo masturbatorio.
La conducta de nuestro paciente coincidía por completo con la
del niño. Si se tiene en cuenta que siendo adulto experimentaba con
mayor intensidad aún esa forma de gratificación que presenta el ca-
rácter de una incorporación, resulta claro que su libido había sido
fuertemente fijada en la primera etapa pregenital, esto es en la etapa
oral o canibalística. La succión le servía como método para ingerir
alimentos y obtener un placer sexual, si bien la primera función
pasaba por cierto a un segundo plano comparada con la segunda.
Puedo recordar al lector las llatnadas "poluciones bucales" menciona-
das por el paciente. En general consideramos al flujo de la saliva
como un signo de apetito pero en este paciente, cuya zona oral estaba
tan marcadamente al servicio de su sexualidad, tal flujo era un sín-
tonla acompañante de una excitación sexual que se producía durante
el sueño. Por lo tanto su libido mostraba la tendencia a descargarse
a través de las zonas erógenas que predominaba en los primeros años
de su infancia.
Lo que el psicoanálisis pudo descubrir acerca del posterior des-
arrollo libidinal del paciente es de gran interés. A partir del tema
de la succión, sus asociaciones condujeron a la forma de ingerir ali-
mento desarrollada con posterioridad, es decir al comer. A este res-
pecto presentó un recuerdo al que se añadieron otras asociaciones
importantes. Dijo que cuando era niño había tenido la idea de que
amar a alguien era exactamente lo mismo que comer algo bueno.
Desde la infancia había tenido "ideas canibalísticas" l::>o. Por medio
de asociaciones estas ideas pudieron remontarse hasta el cuarto año
de edad. En esa época -y pude corroborar la corrección de sus afir-
maciones respecto a la fecha- había tenido una nodriza a la que se

1110 Quizás n.o sea superfluo destacar que tanto la expresión como la idea
aquí citadas provinieron del mismo paciente. La expresión "ideas canibalísticas"
no está tomada de los "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie". El psicoanálisis que
menciono tuvo lugar en 1912, mientras que la tercera edición del libro de Freud,
que contiene la expresión por primera vez, no apareció hasta 1915.
196 KARL ABRAHAM

sentía muy apegado. Era ella el centro de sus fantasías canibalísticas.


En un período posterior el paciente todavía experimentaba el deseo
de morderla, y "engullírsela, piel, cabellos, ropas y todo".
Pero el psicoanálisis pudo profundizar aún más. U na posterior
asociación del paciente mostró que el gusto de la carne le recordaba
el de la leche; ambas eran "grasosas y dulces". Dijo que así como
muchas veces sentía un repentino deseo de beber leche, lo mismo le
pasaba con la carne. Le parecía como si estuviera buscando un susti-
tuto de la carne humana. Sus asociaciones condujeron desde este punto
a la fantasía de morder el ·pecho femenino, y era aquí donde sus
ideas acerca de la carne y la leche se relacionaban directamente.
Puedo agregar que el período durante el cual le fue dado el pecho,
estuvo poblado de importantes acontecimientos. Diversas circunstan-
cias obligaron a cambiar su ama de leche varias veces, y a prolongar
considerablemente el período de lactancia. Estos acontecimientos ejer-
cieron necesariamente un. efecto notable sobre un niño cuya constitu-
ción sexual estaba tan fuertemente acentuada en la zona oral. Ellos de-
ben haber facilitado la fijación de su libido en una etapa temprana,
o su regresión a esa etapa.
En conclusión, puede decirse que el paciente experimentaba tam-
bién :un marcado placer al comer, del cual era prueba su tendencia
a comer en exceso. Pero esta acentuación del placer en la comida no
tenía para él el mismo significado sexual que la succión; le parecía ser
de un carácter secundario No obstante, también ponía en evidencia su
tendencia a excitar sus zonas erógenas en toda forma. Aun cuando su li-
bido encontraba nuevas fuentes de placer. no disminuía la importancia
de las anteriores; y esta peculiaridad persistió en el desarrollo posterior
de su vida instintiva. Ella explica el hecho de que siendo ya adulto su
libido nunca adquirió una dirección uniforme. No pudo llegar a una
actitud emocional normal hacia las demás personas, ni a la elección
del objeto; y al mismo tiempo. sus diferentes zonas erógenas mantu-
vieron su significado independiente original. Entre ellas. sin embargo.
era la zona oral aquella cuya excitación le proporcionaba mayor pla-
cer, y acerca de cuya importancia para él hablaba con gran énfasis.
Las características de este caso pueden resumirse así:
l. La zona oral erai más importante que las otras zonas erógenas.
El placer de la succión era particularmente fuerte. Sorber la leche le
producía un estado de gratificación.
2. La función sexual y la de nutrición estaban asociadas al he-
cho de succionar.
3. El paciente deseaba incorporar el objeto que provocaba sus
deseos y fantasías. (Él mismo hablaba de su impulso canibalístico.)
Éstas son las mismas características que Freud atribuyó a la
primera etapa de la evolución de la libido infantil. El recuerdo es
completo y no puede asombrar a nadie que haya percibido a traves
de su propio trabajo psicoanalítico en qué amplio grado las teorías de
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 197
Freud son el resultado de la observación directa, y cuán lejos están
de la especulación ociosa.
Un adulto cuya libido se encuentre en una condición tal co~o
la descrita, se desvía en un grado extraordinario de lo normal. El
carácter extremo de los síntomas de esos casos, nos permite compren-
der fenóm~nos relacionados con ellos que encontramos en otras per-
sonas en un grado menor o en una forma más disimulada.

III

Hay diferencias considerables, aun en los niños normales, respecto


al momento en que son- destetados. Estas diferencias están basadas par-
cialmente en condiciones externas, pero pueden explicarse en parte
por variaciones individuales. De tal modo, la transición de la succión
al beber en el sentido estricto se realiza a veces más temprano, a veces
más tarde.
Con respecto a los factores externos, debe tomarse en cuenta las
condiciones familiares, etnológicas y sociales. En un gran número de
pueblos parcialmente civilizados, los niños no son destetados hasta los
cuatro años, o inclusive seis años de edad. Y aun entre los pueblos
de un mismo país, o de un mismo distrito, el destete se realiza en
momentos muy diferentes. Entre nuestras clases bajas es muy fre-
cuente. que mientras la madre amamanta a un hijo les dé el pecho de
cuando en cuando a los hijos mayores. Las madres neuróticas demo-
ran frecuentemente el destete de su hijo por un largo tiempo, debido
a que el acto de amamantar les proporciona intensas sensaciones de
placer físico; esto sucede particularmente en mujeres con frigidez ge-
nital, en quienes el pecho ha adquirido una exagerada importancia
en cuan to zona erógena.
Sin embargo, nos interesan más aquellos casos en los cuales el
mismo niño ocasiona dificultades durante su destete. Podemos reco-
nocer esas resistencias en el niño aún durante el período de amaman-
tamiento, cuando tiene que pasar del pecho de la madre o nodriza a
la mamadera; y observamos diferencias muy notables en la conducta
de los niños a este respecto. Muchos se acostumbran al cambio en el
curso de pocos días; y algunos niños, que en la alimentación del pe-
cho no succionan con suficiente energía, prefieren en seguida la mama-
dera, porque el alimento fluye de ella sin ningún esfuerzo de su parte.
Sin embargo, hay niños que resisten con gran obstinación la sustitu-
ción del pecho por la mamadera. Esta resistencia: se hace muy evidente
cuando se intenta finalmente que el niño abandone la alimentación
por succión. Sucede con frecuenc;ia que los niños predispuestos a la
neurosis reaccionan ante el intento del destete ingiriendo tan poco
alimento que la madre se ve obligada a hacerles el gusto por el mo-
mento. En los casos pronunciados las dificultades de este tipo pueden
198, KARL ABRAHAM

continuar hasta la edad escolar. Puedo mencionar, por ejemplo, a una


niña de nueve años que no podía ser inducida a tomar su desayuno
junto con su familia ant<::s de ir a la escuela. Para no permitir que
la niña fuera a la escuela en ayunas: su madre acostumbraba llevar
una mamadera de leche tibia a la cama todas las mañanas. Las otras
comidas la niña las tomaba junto con la familia del modo habitual.
En un caso relatado por G6tt, tuvo que obligarse a abandonar la
mamadera a un muchacho de trece años. Esto me recuerda el caso
particularmente marcado del que he hablado anteriormente en detalle.
Tal conducta por parte del niño no puede explicarse de otro
modo que como una obstinada adhesión al placer que le proporcio-
na la succión por intermedio de los labios como zona erógena. Ahora
bien. sabemos por la observación que las personas que se aferran a la
placentera succión infantil se ven invariablemente estorbadas en el
desarrollo de s'u sexualidad. Sus instintos sexual y de nutrición per-
manecen en cierta medida entremezclados. Su libido no encuentra
el camino hacia un objeto humano de una manera normal, sino que
busca su gratificación, en primer lugar, succionando alguna cosa con
la boca.
El pap~l que desempeña la sexualidad en la succión placentera
que persiste tardíamente, se evidencia con gran claridad en aquellas
personas que, ya adultas, sienten el impulso de succionar el pecho
femenino. Este tipo de práctica sexual las estimula más intensamente
que el comercio sexual normal. Uno de mis pacientes me decía que
en tal situación erótica sentía que sus sentimientos estaban curiosa-
mente divididos. Por una parte temía que la leche fluyera del pecho,
y por otra se sentía furioso y decepcionado cuando no sucedía tal
cosa. En.. este caso el interés sexual por succionar tenía una gran pre-.
ponderancia; no quedaba nada de su otra significación, excepto una
inquieta expectación acerca de si saldría a no leche del pecho.
Es bien sabido que después de ser destetados los niños conservan
una tendencia a chupar cosas dulces. En los neuróticos con una libi-
do fuertemente reprimida encontramos frecuentemente un deseo in-
tenso e impulsivo de cosas dulces. Obtienen un placer particular al
chupar ·caramelos muy lentamente. ·En dos casos muy pronunciados
pude establecer con certeza que era el placer de succionar originado
en el autoerotismo infantil lo que había desalojado a los impulsos
activos de la libido, procurándole al sujeto los mayores placeres. Uno
de estos pacientes solía chupar caramelos en la cama al anochecer, y
luego se dormía con la sensación de haber sido gratificado. La seme-
janza de esta conducta con la del niño durante el período en que es
amamantado, es muy obvia. En este caso el comportamiento erótico
masculino normal estaba completamente suprimido. El otro paciente
exhibía rasgos infantiles en un grado poco común. Su libido carecía
por completo de actividad masculina. y en lugar de ella hacía uso
de todas las fuentes de placer autoerótico. Cuando salía a trabajar
PSICOANÁLISIS CtiNICO 199
por la mañana solía ejecutar actos característicos. Se comportaba como
si fuera un niño, y al irse le decía a su esposa: "El nene se va a la
escuela ahora". Por el camino compraba caramelos como suelen ha-
cerlo los niños, y los chupaba lentamente con gran placer. El .paciente
hablaba de este entretenimiento pueril con gran animación, miqitras
que la sexualidad en el sentido de una conducta masculina normal
le interesaba extraordinariamente poco. En el curso de SU· psicoaná-
lisis se hizo evidente a través de muchos signos que el interés libidinal
perteneciente a la función sexual normal estaba totalmente ligado a
procesos autoeróticos. Podemos ver aquí . claramente el fracaso de la
separación de la función sexual de la de nutrición, en el hecho de
que chupar sustancias dulces recibía una acentuación libidinal tan
fuerte.
En este caso brevemente esbozado tenemos un ejemplo del fracaso
del intento de abandonar el placer infantil de la succión. El ejemplo
siguiente ilustrará una regresión a esta fuente de placer.
U na joven neurótica, que había practicado la masturbación du-
rante muchos años, fue cierto día "ilustrada" por un libro acerca de
la perversidad y peligros de su hábito. Fue embargada por la ansie-
dad y sucumbió a una depresión que persistió largo tiempo. Se abs-
tuvo completamente de la masturbación. Durante este período de
abstinencia sexual y depresión a menudo se apoderaba de ella un vio-
lento deseo de cosas dulces. Compraba y consumía caramelos en el
·mayor secreto, y con un sentimiento de placer y gratificación cuya
intensidad la sorprendió. Siempre había sentido el mayor disgusto por
la unión normal con un hombre; y ahora había abandonado comple-
tamente la sexualidad genital debido a su estricta autoprohibición
de la masturbación. Por lo tanto era comprensible que su libido toma-
ra una senda regresiva y se concentrara en la zona oral de la manera
descripta. Puede agregarse que en su psicoanálisis se -presentaron
muchos hechos que indicaban la existencia de deseos reprimidos de
succionar el órgano genital masculino.
Habiendo visto que la succión de sustancias debe ser considerada
en ciertas personas como un acto sexual, encontraremos q_ue esto arro-
ja nueva luz sobre otros fenómenos que aparecen muy frecuentemente
en los neuróticos.

IV
Muchos neuróticos sufren de anormales sensaciones de hambre.
Las mujeres en particular son afectadas ·por ese síntoma. Los especia-
listas en enfermedades nerviosas están .muy familiarizados con aquellas
pacientes de las que se apodera repentinamente el hambre en la calle o
en otros lugares, y que por lo tanto siempre deben llevar con ellas
algo para comer. Tales personas se despiertan habitualmente con un
hambre canina, y se preparan para esto antes de irse a la cama colo-
200 KARL ABRAHAM

cando cerca algún alimento. Deben subrayarse ciertas características


de este apetito neurótico, a saber, que no tiene relación con que el
estómago esté lleno o vacío, que se produce con intervalos irregulares
y que aparece como un ataque con acompañamientos de un carácter
torturante que no están asociados con la necesidad normal de alimen-
tarse, los más importantes de los cuales son sentimientos de ansiedad.
Los pacientes se quejan de sus "ataques de hambre voraz". Reco-
nocen la diferencia entre el apetito normal y esta "hambre voraz",
pero no obstante se inclinan a confundir ambas condiciones. Mani-
fiestan las resistencias más violentas cuando el psicoanálisis descubre
la conexión entre su hambre voraz y neurótica y su libido reprimida.
Sin embargo, ciertos signos ponen en evidencia el hecho de que nues-
tra suposición es correcta. Por ejemplo, es muy notable la gran fre-
cuencia con que se presentan estos ataques en mujeres frígidas. Uno
de mis pacientes, que mostraba el síntoma de hambre neurótica en
un grado pronunciado, subrayaba la sensación de que su apetito le
estaba tironeando los testículos.
Las sensaciones de hambre pueden enmascarar desusadamente
bien a fuertes impulsos libidinales, contra cuya aparición no disimu-
lada se protege la conciencia. Pues el hambre es una sensación que
puede ser admitida ante uno mismo y ante los demás, aun cuando
sea excesiva. Nadie, ni siquiera el mismo paciente, sospecha de qué
fuente obtiene su poder el síntoma neurótico. En algunos casos este
impulso puede ser tan fuerte que el paciente se ve obligado a adaptar
y subordinar toda su vida a su morboso anhelo de alimento. El poder
que ese apetito neurótico gana sobre el paciente nos permite estimar
la enorme fuerza de los impulsos reprimidos que se expresan de este
modo. Como ejemplos presentaré algunos hechos de un carácter real-
menie sorprendente, que tomo de uno de mis psicoanálisis.
Una paciente solía sufrir serios ataques de hambre voraz tan
pronto como se alejaba unos pocos pasos de su hogar. Nunca se iba
sin llevar consigo algún alimento, y una vez que lo había comido
tenía que entrar a una confitería o lugar semejante para apaciguar
su apetito. Pero era durante la noche cuando su necesidad de alimen-
to la embargaba con mayor fuerza. En el curso de los años su condi-
ción había llegado a tal extremo, que acostumbraba hacer por la
. noche dos o tres comidas abundantes. Aunque la cena no le resultaba
suficiente y comía otra ve~ antes de irse a la cama, solía despertarse
por la noche con un hambre canina a la que siempre tenía que
satisfacer. El resultado de este constante comer fue naturalmente un
marcado aumento de peso. Durante la noche comía principalmente
vegetales, debido aparentemente a que engordan menos. En la época
de su tratamiento psicoanalítico ella vivía en una casa de pensión.
Había acumulado una gran provisión de vegetales en conserva, y todas
las tardes preparaba las comidas que iba a tomar por la noche. Se
iba a dormir a eso de las diez, y se despertaba a la una, a las tres,
PSICOANÁLISIS CÚNICO 201

y a las cinco, ingiriendo cada vez una comida abundante. Entre las
seis y las siete de la mañana bajaba a la cocina para solicitar su des-
ayuno. Su comportamiento nos recuerda el del bebé "malcriado", que
se despierta reiteradamente durante la noche, y sólo se calma si la
madre le da algo de beber. Debemos decir que esta paciente era hija
única. Por otra parte, la conducta de los pacientes de esta clase, que
quieren comer con breves intervalos y sufren torturas si sus deseos
no son gratificados, es extraordinariamente parecida a la de los mor-
finómanos y a Ja de muchos dipsómanos. En relación a estos estados,
el psicoanálisis ha podido demostrar que la sustancia intoxicante le
proporciona al paciente una gratificación sustitutiva de aquella acti-
vidad de su libido que Je está negada. El síntoma de Ja excesiva y
compulsiva ingestión de alimentos debe ser considerado bajo la mis-
ma luz.
El caso recién descrito difiere de los tratados anteriormente en
que la paciente no deseaba sorber leche ni incurrir en otras activida-
des de succión, sino que tenía un mórbido anhelo de ingerir alimen-
tos sólidos con gran frecuencia. Toda su conducta se nos hace inteli-
gible sólo cuando tenemos en cuenta el valor placentero -conciente
o inconciente- que tenía para ella el comer. Aunque nunca disfrutó
de una noche de sueño apacible e ininterrumpido, ofreció una gran
resistencia al análisis de sus ataques y al abandono de sus comidas
nocturnas. Además, no era solamente el comer en sí mismo lo que
tenía una tan grande carga emocional; pues ella gozaba cierto tipo
de anticipación del placer durante la adquisición de las provisiones,
la preparación de sus comidas, etc.151.

Los neuróticos cuya sexualidad está falta de desarrollo hasta el


extremo de que siguen apegados, en mayor o menor medida, a la
succión o al comer, no muestran cuando adultos ninguna tendencia
especial a chuparse los dedos, al menos en cuanto abarca mi expe-
riencia. Y a su vez, los neuróticos adultos que han continuado con
el hábito de chuparse los dedos no exhiben por lo general ninguna
acentuación libidinal especial de la función de ingerir alimentos. Por
el contrario, tales personas sienten a menudo repugnancia por la comi-
da, especialmente por la carne y la leche, y sufren de náuseas y
vómitos.

151 Para completar el anterior y muy incompleto extracto de un psicoanálisis,


puedo mencionar la preferencia de la paciente por las comidas vegetales durante
la noche. La explicación racional que ella misma dio era insuficiente, y no corres-
pondía a los hechos. Si vemos en toda su conducta una forma de gratificación auto·
erótica, entonces se hace comprensible su privación de la carne por la noche.
202 KARL ABRAHAM

Puede parecer una aserción extraña. pero no obstante podemos


decir que, comparados con el grupo de neuróticos que acabamos de
tratar, los adultos que se chupan los dedos representan una etapa del
desarrollo libidinal más avanzada. Su libido ha conseguido cierta in~
dependencia de su instinto de nutrición, en la medida en que la
obtención del placer no está más asociada con la succión para alimen~
tarse. La zona oral ha retenido ciertamente el papel predominante, y
ellos también están muy lejos de haber hecho una adecuada transfe-
rencia de su libido sobre; los objetos. En la vida real exhiben muchos
signos de un fuerte repudio de la sexualidad, si bien en sus fantasías
desempeña un papel prominente el uso de la boca para fines sexuales
(tales como la fellatio, el cunnilingus) ; es verdad que la mayoría de
las veces, si no siempre, con los efectos negativos de la náusea y el
horror.
La tenacidad con la que estos neuróticos se aferran a la estimu-
lación autoerótica de la membrana mucosa de los labios y al uso
erótico de la boca, por lo menos en su abundante surtido de fantasías,
es fácilmente comprensible si volvemos nuestra atención hacia la con-
ducta del niño. Sólo necesitamos recordar la intensidad con que, aun
en sus primeros días, incurre en la "succión por placer". El deleite
con que introduce ambas manos en la boca, el modo impetuoso como
apresa sus dedos con los labios, su completo abandono al rítmico mo-
vimiento de succión y el efecto final gratificatorio de todo el proceso,
todo esto demuestra cuánto poder ejercen esos primeros impulsos ins-
tintivos. Tal poder es claramente perceptible en el hecho de que
muchas personas permanecen subordinadas a él inclusive en la vida
adulta.
La conducta de tales personas se parece a la del niño también
en otro aspecto. De acuerdo con mi experiencia, los neuróticos que
no han superado el hábito de succionar tienden a incurrir en un
grado muy alto de excitación autoerótica de otras zonas, y especial-
mente de los genitales. Encontramos asimismo que el niño, además
de obtener placer en la succión, tiende a asir alguna parte de su
cuerpo efectuando con ella rítmicos movimientos de tironeo. Podemos
recordar el hábito infantil de tirarse del lóbulo de la oreja con una
mano mientras se chupa el pulgar de la otra. Y muy a menudo esa
mano buscará la región genital para estimularla por medio de movi-
mientos similares.
El chuparse el dedo de los adultos, que nos parece tan extraño,
nos resulta más explicable cuando recordamos que en los adultos nor-
males la boca no ha perdido totalmente su papel como zona erógena.
Consideramos al beso como una expresión completamente normal de
la libido, aunque es verdad que en este caso la zona erógena sirve
a los fines del amor "objetivo". El beso no pretende tener el signifi-
cado de una meta sexual final, sino que representa sólo un acto pre-
paratorio. Y aun aquí, los límites están mal definidos; ciertas formas
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 203

del beso pueden constituir el fin esencial del deseo sexual de una
persona. La zona de los labios, en particular, asume verdaderas fun-
ciones genitales con una frecuencia que no debe ser subestimada.
Daré algunos otros detalles de dos de mis psicoanálisis. Ellos
muestran de una manera especialmente instructiva el curso que toma
la propensión infantil al hábito de succionar, y se complementan de
muchos :ffiodos.
El primer paciente, un hombre de mediana edad, sufría una neu-
rosis crónica, cuyo síntoma más molesto era un insomnio refractario
al tratamiento. Al buscar las causas psicosexuales de su trastorno, des-
cubrimos ciertas cosas respecto a las vicisitudes de su libido (o, lo que
resulta ser lo mismo, al desarrollo de su neurosis) , algunas de las
cuales citaré a continuación.
En su primera infancia el paciente había sido afecto en un grado
poco común a chuparse el dedo. Cuando creció y pese a ello no aban-
donó ese hábito, le fueron aplicados los métodos usuales. Se untaron
sus dedos con un flúido de gusto amargo; y efectivamente, el niño dejó
de chuparlos. No obstante, el éxito de tal artificio fue sólo aparente.
El pequeño utilizó una esquina de la almohada o de la sábana, y se
dormía chupándola o mascándola. ~us padres se interpusieron para im-
pedir esta nueva práctica, con el resultado de que él se sometió en la
apariencia exterior, pero sólo para buscar un nuevo placer sustitutivo.
Muy pronto se encontraron huellas de sus dientes en la armadura de
la cama. Había adoptado el hábito de roerla cuando se acostaba.
Durante los años anteriores a la pubertad, la necesidad del pa-
ciente de proporcionar a su boca estímulos placenteros antes de dor-
mirse se hizo más. y más imperiosa, y algunos de tales estímulos se
convirtieron en la condición indispensable del sueño. Durante mu-
chos años la masturbación jugó un papel importante en sus métodos
autoeróticos para conciliar el sueño. Después de la pubertad, especial-
mente cuando tenía alrededor ,de veinte años, mantuvo severas luchas
consigo mismo para abandonar el hábito, luchas en las que actuaron
una vez más las viejas prohibiciones de la infancia. A menudo con-
seguía abandonar la masturbación durante largos períodos, pero tenía
que pagar este éxito con un insorbnio rebelde que solía durar el
mismo lapso. Recurrió al consejo médico y tomó bebidas para dor-
mir, pero pronto dependió tanto. de éstas que tuvo que luchar nueva-
mente para abandonarlas a su vez. Y esta lucha, alternando con la
lucha contra la masturbación, había aparecido varias veces en el
curso de los años. Cuando el paciente, luego de comenzar el trata-
miento conmigo, empezaba a sentirse mejor, se abstuvo de usar bebi-
das para dormir en dos noches sucesivas. Al día siguiente de la segunda
noche vino a verme en un evidente estado de disgusto, y cuando se
hubo reclinado para el tratamiento de la manera usual, y me hubo
contado algo acerca de la noche anterior, observé que se ponía el
pulgar de la mano derecha en la boca, y en lugar de seguir hablando,
204 KARL ABRAHAM

lo chupaba. Difícilmente su resistencia pudo ser expresada de un


modo más claro. Esta resistencia, dirigida originariamente contra sus
padres y maestros, y ahora contra el médico a través de la transferen-
cia, era lo mismo que decir: "Si roer las sábanas, la masturbación, y
todos los otros medios para dormirme, me están ·prohibidos, entonces
volveré a mi gratificación más antigua. De modo que ya ve que no
puede hacer nada por mí". El hecho de que se chupara el dedo de~
lante de Jos mismos ojos del médico, era un evidente signo de desafío.
Así como esta observación nos permite ver muy claramente la
relación entre el chuparse el dedo y la sexualidad, el siguiente extracto
de otro psicoanálisis muestra cuán complicados fenómenos se derivan
de la placentera succión infantil.
Un amplio grupo de neuróticos exhibe desde un principio una
afición a succionar anormalmente acentuada, y tienden en la vida
adulta a hacer un uso perverso de la boca, y sin embargo presentan
las más fuertes resistencias contra actos de este tipo. También tienen
síntomas nerviosos localizados en la región oral. El paciente de quien
voy a hablar pertenece a este grupo.
El paciente, un muchacho de diecisiete años, que vino a verme
por consejo de su médico, se mostró extraordinariamente taciturno y
reservado durante la primera consulta. Mientras estaba consiguiendo
con dificultad breves respuestas aisladas por parte de él, noté que
continuamente estaba haciendo algo con la boca y zonas adyacentes.
A veces se mordía el labio superior o el inferior, o se los lamía; otras
veces se chupaba los carrillos; luego apretaba las mandíbulas tan
fuertemente que se destacaban los músculos masticatorios; o bien
abría la boca y volvía a cerrarla, y a continuación se lo veía chuparse
los dientes o las encías.
Cuando el tratamiento consiguió eliminar su inhibición para
hablar, por lo menos por un tiempo, me habló de muchas otras prác-
ticas relacionadas con la cavidad oral, todas ellas de carácter placen-
tero. El rasgo principal de estos hábitos era un ingobernable impulso
a succionar. Necesitaba ejecutar continuos movimientos de succión,
no importa que estuviera solo o con otras personas, ocupado u ocioso.
Cuando tenía alrededor de trece afios, tuvo que usar un: aparato odon-
tológico para corregir la irregularidad de sus dientes. La presión de
la placa sobre las encías le resulta,ba dolorosa. Pero no se quejó por
ello, sino que prefirió reaccionar ante el estímulo chupando continua-
mente la parte afectada de las encías. Admitió además que obtenía
sensaciones placenteras de otras maneras todavía. Solía utilizar la len-
gua para efectuar movimientos de fricción contra el paladar; y estos
movimientos le proporcionaban voluptuosas sensaciones. Era muy con-
ciente de la naturaleza sexual de tales actos. En un caso de este tipo
podemos hablar correctamente de una masturbación oral.
Ciertos síntomas del paciente estaban relacionados estrechamente
con el carácter erógeno de su cavidad oral. Tenía ese origen, en pri-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 205

mer lugar, el hábito compulsivo ya mencionado de abrir ampliamente


la boca. Pues tan pronto se encontraba con un varón tenía la fantasía
compulsiva de introducirse en la boca el pene de la otra persona. Y
mientras accedía a medias a esta fantasía con sentimientos de terror,
y a medias intentaba rechazarla, ejecutaba ese boqueo cuyo signifi-
cado no podía ser puesto en duda en ese momento.
Ahora bien, observamos con regularidad que un órgano al que
se exige mucho en cuanto zona erógena ya no puede cumplir satis-
factoriamente sus otras funciones 15 2 • En el caso presente, la boca no
podía cumplir las funciones de carácter no sexual. Tan pronto como
el paciente se encontraba en compañía de otras personas, le resultaba
casi imposible hablar o comer. Por ejemplo, no podía sostener una
conversación con sus compañeros en el mismo cuarto de trabajo. Y
si en el transcurso de la mañana ellos comían algún alimento que
habían traído consigo, a él le resultaba imposible hacer otro tanto.
A mediodía voivía a llevarse su sandwich sin tocar, y lo tiraba por
la calle para que no se le hicieran preguntas al respecto en su casa.
Es digno de mención el efecto producido por el tratamiento psicoana-
lítico. Su actitud homosexual compulsiva, asociada con una ansiedad
constante, apenas había abierto paso a intereses sexuales normales,
cuando comenzó a ser capaz de hablar y comer con sus compañeros.
Podemos ver en estos dos casos qué influencia dominante obtiene
la afición a succionar cuando persiste en la vida adulta, y cómo puede
afectar a toda la conducta de la persona. Además de los pocos casos
extremos de este carácter, hay muchas personas que tienen que pagar
un tributo permanente a su zona oral, sin formar realmente síntomas
neuróticos graves. El conflicto entre su autoerotismo y otros intereses
de la vida es solucionado mediante formaciones de compromiso. Por
ejemplo, tales personas pueden ser eficaces y hábiles en su trabajo
-pueden haber sublimado satisfactoriamente una parte de su libido-
pero su autoerotismo dicta las condiciones de cuyo cumplimiento de-
pende su capacidad de trabajo. Traté una vez a un neurótico que
sólo se podía concentrar en una tarea intelectual si anteriormente se
masturbaba. De un modo semejante, muchas personas sólo pueden
concentrar sus pensamientos si al mismo tiempo se ponen un dedo
en la boca, o se muerden las uñas, o roen el lapicero. Otras tienen
que morderse o lamerse los labios mientras trabajan. Su autoerotismo
sólo les permite trabajar continuadamente si al mismo tiempo recibe
alguna gratificación. Y la necesidad de fumar mientras trabajan que
experimentan muchos hombres, puede ser explicada igualmen~e, en
cierta medida. Pero aquí operan factores más complejos.
En esta materia, es imposible hacer una distinción precisa entre

1r;2 Freud se ha ocupado de este proceso más especialmente en el caso del ojo,
en su trabajo sobre "Los trastornos visuales psicogénicos de acuerdo con las concep-
ciones psicoanalíticas" (1910).
206 KARL ABRAHAM

la inclinación normal y el hábito por un lado, y la compulsión pato-


lógica por otro. Con fines prácticos, sin embargo, podemos establecer
un criterio general, a saber, la medida en que el individuo tolera la
abstinencia temporaria del estímulo acostumbrado. La reacción de
una persona ante la frustración de una fuente de placer sobre la que
está fijada morbosamente, tendrá un sello patológico. Se desarrollarán
síntomas neuróticos.

VI
No hay duda de que la gratificación de las necesidades sexuales
ejerce una marcada influencia sobre el estado de ánimo de la persona
normal. Sin embargo, la persona sana puede tolerar dentro de ciertos
límites la carencia temporaria de la gratificación acostumbrada. Ade-
más, es capaz de procurarse ciertas gratificaciones sustitutivas por me-
dio de la sublimación. Lo mismo puede decirse de un gran. número
de neuróticos. Pero otros muestran una extrema intolerancia de toda
disminución de su placer acosturribrado, y cuanto más sucede esto
más cercana está su libido del nivel infantil. Son muy parecidos a
niños "malcriados". Su libido anhela incesantemente la gratificación
habitual. En consecuencia, ellos dependen completamente de esa satis-
facción, y reaccionan con gran desagrado si se ven privados de su
placer usual. Y este desagrado se convierte en una marcada depresión
anímica.
No me parece que se haya atendido lo suficiente al origen de la
depresión neurótica. La gratificación autoerótica de la persona neu-
rótica tiene dos usos: impide la depresión cuando hay amenaza de
ella y la elimina cuando ha sobrevenido. Ilustra su uso en el primer
sentido el hecho de que muchos neuróticos apelan a su método habi-
tual de gratificación ya por la mañana temprano para evitar una
depresión anímica. Esto sucede en aquellas personas que por la ma-
ñana tienen dificultad en despabilarse. Cada nuevo día, cada retorno
a la vida de vigilia, los colma de un vivo desagrado. Tal desagrado
podría durar y estropearles toda la jornada si no recurrieran a su .
forma habitual de gratificación como medida profilática contra la
depresión neurótica. Y tienen una importancia especial a este respecto
las diversas clases de excitación de la zona oral, que ya hemos tratado
en detalle. Este tipo de conducta erótica no puede ser mejor ejempli-
ficada que con el caso mencionado del niño de nueve años que no
abandonaba el lecho por la mañana hasta que no se le daba su codi-
ciada mamadera con leche.
Desearía ocuparme con más detalles de aquellos neuróticos que
emplean un estímulo oral placentero para disipar su depresión. De-
jaré de lado intencionalmente la consideración del alcohol como
correctivo de la depresión, porque su efecto en cuanto narcótico com-
plica la cuestión.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 207
Es particularmente instructivo el caso de una joven paciente
ciclotímica a quien tuve bajo observación. Apenas era capaz de tener
un contacto mental con otras personas, y tendía a apartarse de ellas
y abandonarse enteramente a sus inclinaciones autoeróticas. Cuando
sufría un estado de depre~ión solía emplear varios medios para ali-
viarlo, de los cuales nos interesa aquí el principal. Éste consistía en
comprar algún alimento. Ya mientras lo Comía comenzaba a recupe-
rarse. Otro método que actuaba beneficiosamente sobre su estado de
ánimo era característico de sus tendencias autoeróticas. Viajaba en
tranvía horas seguidas, y obtenía así un marcado placer por el mo-
vimiento 15 ª. Si se sentía deprimida dedicaba la mayor parte del día
a viajar en tranvía y comer alimentos que llevaba consigo.
El psicoanálisis de una joven a quien traté por su depresión neu-
rótica me demostró muy claramente cuán profundamente arraigadas
en lo infantil están todas las cosas de esta clase. Durante muchos años
después de la pubertad, el paciente fue incapaz de transferir su libido
sobre otras mujeres en razón de su fuerte fijación sobre la madre.
Durante largo tiempo encontró una gratificación sustitutiva en su
profesión, hasta que ciertas circunstancias provrn;aron un conflicto
interno del cual no era conciente. Su fijación sobre la madre y su
tendencia contraria a desligarse de ella entraron en violento conflicto.
Su trabajo dejó de satisfacerlo. El primer resultado fue una depresión
anímica, al comienzo de la cual sucedió algo sorprendente. Cierto
día, con una intensa decepción de la vida, sintiéndose sin energía y
sin ganas de comer, se fue a la cama. Su madre le llevó una taza de
leche. Cuando la acercó a su boca y sus labios entraron en contacto
con el líquido, experimentó, según su expresión, "una sensación mixta
de calor, suavidad y dulzura". Esta sensación lo sorprendió, y sin
embargo le pareció reconocer algo del pasado distante; al mismo tiem-
po, tuvo sobre él un inexplicable efecto calmante. El psicoanálisis
pronto resolvió el problema. El paciente había sido amamantado por
su madre durante todo su primer año de vida, y había succionado
con gran intensidad (hecho que me contaron sus propios padres) .
Durante los años siguientes trató de asir con frecuencia el pecho de
la madre, y en su lenguaje infantil utilizó expresiones tiernas para
denominarlo. Cuando, como he ·descrito, fracasó su intento de liberarse
de su fijación, y comenzó a sufrir una severa depresión, inconciente-
mente acudió de nuevo a su primera fuente de placer. La leche que
le trajo su madre despertó las más tempranas huellas de recuerdos
placenteros, y pudo aliviar su depresión por el momento.
Ahora se hace inteligible un fenómeno que conoce bien el espe-
cialista en enfermedades nerviosas. Los neuróticos deprimidos o exci-
tados son influídos a menudo, aunque por breve tiempo, por el mero
hecho de ingerir medicinas, aun cuando ellas no tengan poderes seda-

1G3 Véase el capitulo X.


203 KARL ABRAHAM

tivos. Para explicar este hecho solemos apelar al efecto sugestivo de


la prescripción médica; pero la experiencia demuestra que los neu-
róticos pueden sentirse calmados por el momento introduciéndose en
la boca cualquier cosa, sin prescripción médica. Se pasa por alto aquí,
fácilmente, un factor importante. En la vida de toda persona hubo
una época en la cual era liberada de toda excitación por la ingestión
de un flúido. El efecto "sugestivo" del frasco de medicina no reside
sólo en el tratamiento médico, sino también, en una medida por lo
menos igual, en su función de proveer algo a la boca del paciente
que Je despierta ecos de sus primeras experiencias placenteras.
La tendencia de las personas neuróticas a querer que se les pres-
criba una dieta, y luego otra, y a preferir en la medida de lo posible
un régimen líquido, es también parcialmente explicable de este modo.
Podemos recordar especialmente a esos pacientes que gustan de ser
alimentados en la cama por una nodriza.
Sin embargo, no debemos olvidar el muy frecuente rechazo del
alimento por parte de tales pacientes. Este síntoma aparece en las
neurosis con formas numerosas y a veces disimuladas. Sólo mencionaré
la pérdida del apetito, las náuseas provocadas por la ingestión de
comida, el malestar y los vómitos. Respecto al origen de estos sínto-
mas no hay nada importante que agregar a lo que ya se ha dicho.
A menudo encontramos en personas anímicamente deprimidas
una tendencia conciente y expresada abiertamente a rechazar el ali-
mento. Esta tendencia se observa en su forma más pronunciada en
aquellas depresiones que se producen en las psicosis. Por lo tanto
podemos esperar que el psicoanálisis de estas perturbaciones nos pro-
porcionará información acerca de las causas más profundas de un tal
rechazo del alimento.

VII

Entre las manifestaciones más importantes y notables de los tras-


tornos mentales depresivos se encuentran dos síntomas que tienen
una relación inmediata con la ingestión de alimento. Éstos son el
rechazo de la comida y el temor a morir de inanición.
Cuando hace algunos años hice el primer intento 1 5 4 de explicar
la estructura de los trastornos mentales depresivos de una manera psi-
coanalítica, no concedí a estos dos síntomas la atención que ahora me
parecen merecer. Creo que actualmente estoy en condiciones de pro-
porcionar mayor información sobre la psicogénesis de los estados de-
presivos, pero me doy perfecta cuenta de cuán lejos estoy de poder
ofrecer una solución completa y Concluyente del problema.
Todo el que observe a una persona melancólica deprimida reci-
birá de inmediato la impresión de que el paciente no desea vivir; y

,.. (NO 26, B. A.) •


PSICOANÁUSIS CÚNICO 209

se sentirá inclinado a ver en su rechazo del alimento la expresión de


una tendencia suicida. No hay nada que objetar contra la corrección
de esta explicación en sí misma. Sin embargo, el psicoanalista no puede
satisfacerse con ella, porque es incompleta y unilateral. Se suscita la
pregunta de por qué, dado que el paciente ha decidido morir, ha
elegido el camino largo e incierto de la inanición. Además, la expe-
riencia psicoanalítica nos pone en guardia contra la rápida aceptación
de un concepto que intenta atribuir un fenómeno psicopatológico a
causas concientes y lógicas.
Del mismo modo, no puede explicarse mediante unas pocas causas
simples el segundo de los dos síntomas mencionados anteriormente,
el temor a morir de hambre. Este miedo a la inanición se encuentra
con la mayor frecuencia en los estados de depresión que corresponden
al período de involución. Una hipótesis primitiva acerca de esta con-
dición sería quizás la siguiente: cuando un hombre se siente envejecer
es propenso a preocuparse por el futuro; y, dado que la tendencia a
perturbaciones nerviosas y psíquicas es especialmente marcada en el
período de involución, esa preocupación se expresa en una ansiedad
morbosa o en una ilusión depresiva, según la disposición del individuo.
Tal explicación no llega a la esencia del problema. Sólo se ocupa
de la idea tal cual es formulada, de su contenido manifiesto. No
descubre ni las fuerzas propulsoras de la psicosis ni el significado más
profundo de los síntomas. En el psicoanálisis se indagaba el contenido
latente de las ideas morbosas. Ya en mi primer trabajo 155 pude se-
ñalar que los pacientes deprimidos, con un estado de decaimiento, se
duelen por su perdida capacidad de amar. Ahora bien, el período
de involución, en el que se presenta con mayor frecuencia el estado
depresivo, involucra un decrecimiento del erotismo genital. En las
mujeres tiene importancia especial la sensación de no ser más el objeto
de los deseos masculinos. Pero el psicoanálisis de los trastornos psíqui-
cos depresivos que se presentan en momentos anteriores de la vida
demuestra que aquí prevalece la misma situación. La persona enfer-
ma rechaza de la conciencia la percepción de su alteración interna.
Al mismo tiempo su libido sufre un cambio regresivo de gran alcance.
Una. investigación más profunda de la estructura de las psicosis
depresivas me ha conducido a concluir que en estos pacientes Ja libido
ha regresado a Ja etapa más primitiva de su desarrollo conocida por
nosotros, a Ja que hemos denominado etapa oral o canibalística.
Aun en condiciones normales pueden verse en la edad de la invo-
lución signos de un cambio regresivo de la libido; y en las personas
neuróticas esos signos del proceso se presentan con inconfundible
claridad. Pero por lo general la regresión no es tan amplia, y sigue
un curso silencioso y regular. Las manifestaciones de este proceso son

1'5 (N• 26, B. A.) .


210 KARL ABRAHAM

tan bien conocidas por el psicoanalista que bastará hacer una ligera
referencia a ellas.
En el climaterio muchas personas prestan más atención a las
cuestiones de la nutrición de lo que antes solían hacer. Paralelamente
a la retrogresión de las {_unciones sexuales (en el sentido estricto del
término) aparece un aumentado interés por el tema del alimento. La
tendencia regresiva de este proceso se 'manifiesta claramente en el
hecho de que tales personas retornan con frecuencia a la afición in-
fantil por las golosinas. También vale la pena observar que al mismo
tiempo se presta una mayor atención al funcionamiento de los intes-
tinos. Cuanto más se retira al segundo plano Ja zona genital como
fuente de placer, tanto más vuelven muchos individuos al erotismo
oral y anal. Puede verse con frecuencia que las personas de esta edad
tienen una gran tendencia a convertir en el tema de su conversación
a los asuntos orales y anales.
Como hemos dicho, se encuentra en los neuróticos, en gran me-
dida, el mismo tipo de cosas. En ellos las ideas relativas a la ingestión
de alimentos asumen un c~rácter hipocondríaco t56.
En Jos estados de depresión melancólicos, la libido parece regre-
sar al primer estadio de desarrollo que conocemos. Es decir que en su
inconciente la persona melancólica deprimida dirige hacia su objeto
sexual el deseo de incorporarlo. En lo profundo de su inconciente
hay una tendencia a devorar y destruir a su objc:to.
En mi primer trabajo señalé ciertas similitudes notables entre las
estructuras de la melancolía y la neurosis obsesiva, y a ese respecto
llamé la atención especialmente soQre la ambivalencia de los senti-
mientos y la predominancia original del sadismo en la vida afectiva
de ambas clases de pacientes. Veo ahora la necesidad de destacar lo
que me parece ser una diferencia esencial entre esas dos enfermedades.
Pienso todavía que en arribos casos la libido es predominantemente
hostil hacia el objeto de sus deseos, y se esfuerza por destruirlo; pero
me parece que en contraste con los deseos sádicos del neurótico obse-
sivo, el deseo inconciente del melancólico es destruir el objeto de su
amor devorándolo.
Algunas de las autoacusqciones de los melancólicos dirigen la
atención del psicoanalista hacia impulsos de esta clase, aunque los
mismos pacientes no tienen conciencia alguna de la relación. Esos
autorreproches tienen muchos rasgos típicos. Muchos pacientes asegu-
ran que son los mayores criminales de todos los tiempos, e insisten
en que ellos solos han introducido en el mundo todas las desgracias
y todos los pecados. Todo el que esté familiarizado con los métodos

156 Remito al lector a] tratamiento que hace Freud de la psicogénesis de ]a


hipocondría. Según él, esta afección se basa en una regresión al narcisismo; en otras
palabras, en una regresión a una de ]as primeras etapas de la libido. (Cf. Freud,
"Sobre el narcisismo; una introducción", 1914).
PSICOANÁLISIS CtiNICO 211

de expresión que utilizan los neuróticos y psicóticos comprenderá sin


dificultad el significado más profundo de tan hiperbólicas autoacusa-
ciones. El paciente está rechazando de la conciencia a ideas muy dife-
rentes, que de otro modo le resultarían particularmente terribles e in-
tolerables; y creo poder decir que estas ideas se relacionan con sus
impulsos canibalísticos. En ciertos casos esto es muy evidente. Por ejem-
plo, en su manual de psiquiatría Kraepelin cita entre otros casos al
siguiente: "Según él mismo, el paciente había hundido al n1undo en-
tero en la desventura, había devorado a sus hijos y sorbido las fuentes
de la gracia". Más a menudo, sin embargo, estas autoacusa<.:iones su-
fren una peculiar deformación.
Vemos a las fantasías canibalísticas expresarse muy claramente en
una forma particular de ilusión depresiva. En el pasado esta ilusión
estaba extraordinariamente difundida, y aun hoy no ha desaparecido
por completo. Es la de ser transformado en un animal salvaje, devo-
rador de hombres, en un lobo. La antigua psiquiatría estaba tan fami-
liarizada con esta autoacusación alucinatoria, que dio a esta particular
forma de "posesión" el nombre de licantropía.
Más frecuentemente, sin embargo, tiene lugar una deformación
peculiar de las autoacusaciones del paciente. Si bien concientemente
niega la cualidad del a<·to deseado, se acusa de una cantidad tal de
crímenes que es imposible que haya cometido en la realidad.
Si suponemos que los deseos reprimidos más profundos del me-
lancólico son de un carácter canibalístico, que en su esencia sus "pe-
cados" se refieren a un acto de comer prohibido, y aun detestado,
entonces comprendemos la gran frecuenci~ con que se rehusa a tomar
alimento. Se conduce como si sólo la completa abstención de comer
pudiera impedirle llevar a cabo sus impulsos reprimidos. Al mismo
tiempo se amenaza con el único castigo que está en armonía con sus
impulsos canibalísticos inconcientes: la muerte por inanición.
También comprendemos ahor'a fácilmente el temor del paciente
a morir de hambre. Su deseo de "incorporar'', de devorar el objeto
deseado, tropieza con poderosas resistencias internas. Así como otros
deseos, el deseo canibalístico se transforma en ansiedád neurótica
cuando su realización tropieza con una resistencia demasiado grande.
Está amenazado de no poder realizarse nunca. Se ha ordenado que la
zona de la boca no experimente nunca la satisfacción que anhela; y
el resultado es el temor a morir por inanición.
No puedo abandonar el tema de los trastornos melancólicos sin
declarar que en la exposición precedente sólo he intentado explicar
los deseos contenidos en ciertas ideas depresivas ilusorias, y los im-
pulsos inconcientes que subyacen bajo ciertas características de la con-
ducta del melancólico, y no las causas de la depresión melancólica en
general. El intento de resolver este importante problema no entra en
el alcance de la presente investigación.
212 KARL ABRAHAM

VIII

Los impulsos canibalísticos inconcientes que según mi parecer


subyacen bajo ciertos síntomas de los trastornos mentales depresivos,
también existen en las personas adultas normales. Ocasionalmente sa-
len a la luz. en sus sueños.
Un conocido me contó cierta vez este stieño: veía delante suyo
un plato de. comida que su esposa había preparado para él. Parecía
tratarse de vegetales, pero bajo éstos aparecían las piernas de un niño,
como si hubieran sido cocinadas junto con los vegetales. En el sueño
le recordaban los miembros de su hijito. Se despertó bruscamente, ho-
rrorizado, dándose cuenta de que en su sueño había estado a punto
de devorar partes de su propio hijo.
El horror que experimentó este hombre ante el mero pensamiento
de un acto tal es el mismo que nos domina cuando pensamos en las
costumbres de los caníbales. Aun en la época actual sucede en ciertos
pueblos que el jefe mate, o haga matar, a su hijo rebelde, y luego
se lo coma.
En muchas leyendas de los pueblos civilizados encontramos al
dios que devora a sus propios hijos. Éste no es el lugar para exten-
dernos en detalles mitológicos y etnológicos. Sólo puedo remitir al
lector al rico material que Rank ha reunido en su· obra sobre el
lnzestmotiv, y especialmente al capítulo dedicado al "motivo del des-
cuartizamiento".
Los numerosos hechos que he presentado nos obligan a aceptar
la teoría de Freud acerca de una primera etapa canibalística en la
evolución de la libido. Esta fase de la vida instintiva individual co-
rresponde exactamente a la etapa canibalística de la civilización, que
entre ciertos pueblos ha persistido hasta el día de hoy, y que también
ha sido atravesada por las llamadas razas "cultas" en el largo camino
de su evolución. Y así como ciertos productos psíquicos de las per-
sonas sanas y enfermas nos recuerdan los de la primera etapa de su
infancia, la raza en conjunto preserva en sus leyendas y cuentos de
hadas las huellas de su más remoto pasado.
CAPÍTULO XIII

EJACULATIO PRAECOX (1917) 157

NINGUNA PERTURBACIÓN de la potencia sexual masculina se presenta


con tanta frecuencia ante la observación del neurólogo como la "eja-
culatio praecox". Esta afección es bien conocida, no sólo por la pro-
. fesión médica, sino también por los legos. En ella se produce una
emisión prematura del semen inmediatamente antes o después de la
introducción del pene durante el coito, y la erección desaparece. Esta
descripción es, por supuesto, muy esquemática. Pero aunque la eyacu-
lación prematura ha sido objeto de investigación especial, su verda-
dera naturaleza no ha sido explicada, y mucho menos su origen.
Hasta el presente no se ha concedido a este trastorno una consi-
deración independiente y exhaustiva en la literatura psicoanalítica.
Sólo ha sido tratado conjuntamente con otros trastornos- de la poten-
cia sexual. Steiner hizo un estudio condensado del conocimiento psi_---~
coanalítico de la impotencia, mientras que Ferenczi investigó más
profundamente el origen de las perturbaciones de la potencia, y trató
sus causas inconcientes; pero no hizo una investigación especial de la
eyaculación prematura.
No obstante, la literatura psicoanalítica contiene ya ciertos datos
que pueden constituir la base de una investigación más precisa dél
tema. Además de las obras de Freud, tengo presentes a las importan-
tes contribuciones de Sadger 1 58; en el curso de este trabajo me refe-
riré con frecuencia a esas dos fuentes de información.
He tenido oportunidad de tratar a un buen número de casos de
eyaculación prematura en personas neuróticas. No es mi intención
exponer en detalle ningún análisis de tales casos, sino ofrecer una
breve relación de las conclusiones generales a que he llegado, en la
medida en que se refieren al tema.

l. LA URETRA COMO ZONA ERóGENA DOMINANTE.

Como se ha dicho, la descripción corriente de la eyaculación pre-


matura es incompleta en varios aspectos. Si seguimos con atención los
157 (N• 54, B. A.) .
158 "Uber Urethralerotik" (1910) .
214 KARL ABRAHAM

relatos y asociaciones libres de los pacientes -y si ellos son buenos


autoobservadores- descubriremos un hecho que hasta ahora no ha
recibido consideración suficiente. Éste es que en su caso la emisión no
se efectúa como una expulsión rítmica, sino como un simple flujo del
semen. Si la emisión no es acompañada por activos movimientos cor-
porales o por una erección máxima, o siquiera por rítmicas contrac-
ciones del perineo, y si en realidad tiene lugar "ante portas", entonces
la presencia del semen en cuanto sustancia es todo lo que queda para
recordarnos la emisión normal de los productos sexuales. Por otro
lado, resulta muy notable la semejanza de la eyaculación prematura
con otro proceso fisiológico, a saber, la micción. Este último proceso ,
se realiza estando el cuerpo en descanso y el pene fláccido, y con el
acompañamiento de contracciones musculares constantes (no rítmi-
cas). De modo que la eyaculación prematura puede ser considerada
como una combinación de los dos procesos: es una eyaculación en lo
que atañe a la sustancia que se emite, y una micción en cuanto al
modo de hacerlo.
Es sorprendente la regularidad con que las asociaciones de los
pacientes conducen tarde o temprano a esta conclusión. Y en ese ca-
mino se descubren varios hechos que indican que en este grupo de
neuróticos se atribuye a la micción un particular valor placentero, y
la uretra manifiesta un carácter erógeno fuertemente acentuado 1 Ci 9 •
No obstante, las asociaciones de los pacientes señalan también
una importante diferencia entre la eyaculación prematura y la mic-
ción, que no debe ser pasada por alto. Después de la infancia, aunque
la emisión de orina se realiza bajo la compulsión de estímulos que a
la larga no pueden ser resistidos, el niño conserva todavía alguna
libertad de elección en cuanto al momento de orinar. Y hasta cierto
punto lo mismo sucede con la eyaculación normal. En cambio, la
eyaculación prematura es independiente de la. voluntad del paciente,
en general. Concientemente éste desea cumplir un acto sexual nor-
malmente, y cada vez que lo intenta es sorprendido por la presenta-
ción prematura de la emisión, como si fuera algo que se realizara con
gran prisa. Muchos pacientes dicen que en el momento de la emisión
prematura experimentan un sentimiento de vergüenza, con el cual se
asocian ansiedad y palpitaciones cardíacas.
En consecuencia, la eyaculación prematura tiene lugar contra la
voluntad conciente del individuo. El proceso nos reGordó al principio
la micción, pero ahora tendremos que modificar nuestra opinión en
alguna medida. Compararemos .a aquélla con el modo en que se ori-
na en la infancia. El flujo pasivo del semen en la eyaculación prema-
tura corresponde a la involuntaria emiSión de orina por el niño; un
tipo de conducta que, como es bien sabido, puede prolongarse hasta
la edad adulta en algunos neuróticos.

159 Cf. la obra ya citada de Sadger.


PSICOANÁLISIS CÚNICO 215
Las asociaciones libres de los pacientes proporcionan elementos
que apuntan inconfundiblemente hacia esta solución. Si seguimos esas
asociaciones sin prejuicio llegamos a datos anamnésicos que son asom-
brosamente parecidos en todos los casos. Además de esas reminiscencias
relacionadas con el placer fuertemente acentuado que se asocia en
la infancia con la evacuación de la orina, sabemos que educar a estos
pacientes en los hábitos de limpieza ha sido una tarea difícil. que
aún en la edad madura orinan involuntariamente en mayor o menor
cantidad, que sufrieron de incontinencia hasta un período tardío de
la infancia, y que fácilmente reaccionan ante una excitación de cual-
quier clase con un irresistible deseo de orinar. Las mismas personas
que sólo tardíamente o imperfectamente han adquirido control de
las funciones de la vejiga. tienden a sufrir también de una prematura
y precipitada emisión de semen. Según su propia relación, la sensación
física de la emisión prematura es idéntica a la de la incontinencia
urinaria. Consideraremos más adelante ciertos importantes recuerdos
infantiles referentes al placer exhibicionista de orinar ante la vista
de otra persona. y con la asistencia de ella para tal situación.
Es ahora evidente que estos neuróticos se han rezagado en una
etapa definida de la evolución de su libido, y que obtienen un placer
infantil de la evacuación de sus productos corporales. Sin embargo.
la eyaculación prematura tiene para ellos al mismo tiempo un valor
desagradable y otro agradable. Incapaces de alcanzar el más alto pla-
cer a través de una actividad plenamente masculina, han vuelto al que
es para ellos el placer más intenso. el placer pasivo de permitir el
flujo de los productos corporales. Por otra parte, la eyaculación pre-
matura es en sí misma una fuente de gran disgusto para ellos. Pade-
cen torturantes sentimientos de insuficiencia, experimentan ansiedad
nerviosa cuando ocurre la eyaculación prematura. y con no poca fre-
cuencia son sensibles a algo parecido al autorreproche. Este estado de
ambivalencia se observa del mismo modo que el carácter placentero
de la eyaculación prematura, al que por lo común se pasa por alto.
En algunos pacientes se destaca el lado agradable. mientras que eri
otros predomina el desagradable.
Por lo que se ha dicho, resulta claro que la libido de las perso-
nas que padecen de eyaculación prematura no ha conseguido una acti-
vidad masculina completa. Y esto nos pone frente a una nueva pecu-
liaridad de la vida sexual de estos neuróticos. Pero primero volveremos
por un momento a considerar el placer de la excreción que exhiben
estos pacientes.
Si el placer uretral es excesivamente marcado. encontraremos que
el "demasiado" en este lugar corresponde a un "demasiado poco" en
otro. La investigación de un número de tales casos ha demostrado
-pese a muchas variaciones individuales. que serán mencionadas más
adelante- que en todos los pacientes la zona genital. en el sentido
estricto de la palabra, no se ha convertido en la zona predominante.
216 KARL ABRAHAM

Debemos recordar aquí la teoría clásica de Freud, tal como apareció


en la primera edición de sus "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie".
Según ella, con el advenimiento de la pubertad se establece en el va-
róll la primacía de la zona genital, y las demás zonas erógenas qued·an
subordinadas a ella. Ellas proporcionan la anticipación del placer,
mientras que la excitación de la zona genital (y en particular del
glande) conduce al placer gratificattorio final. En el sexo femenino
el principal carácter erógeno debería pasar en la pubertad a la vagi-
na, pero a menudo no se realiza esta transición, porque la muchacha
conserva de su infancia la predominante excitabilidad del clítoris,
órgano femenino análogo al pene. Como dice Freud, la sexualidad
femenina abandona una característica masculina cuando transfiere la
zona erógena predominante del clítoris al orificio vaginal. Pero si
persiste la preeminencia del clítoris, el resultado es una falta de exci-
tabilidad de la mujer durante el acto sexual, la frigidez.
En muchos casos de eyaculación prematura se encuentra que de
hecho la superficie del glande tiene una deficiente excitabilidad. Con
mucha frecuencia estos pacientes no pueden tolerar el uso de preser-
vativos, dado que la vaina protectora elimina lo poco que queda de
la irritabilidad de las terminaciones nerviosas de la membrana mucosa.
Sin embargo, en algunos casos esta afirmación parece ser com-
pletamente desmentida. Me refiero a esos individuos neuróticos en
quienes basta el más ligero contacto genital con el cuerpo femenino
-y especialmente, el más leve contacto manual por parte de la mu-
jer- para provocar un flujo precipitado del semen. Pero tal hiper-
excitabilidad de la zona genital no indica su primacía; por el contra-
rio, expresa su debilidad. Las funciones genitales masculinas especí-
ficas -erección, introducción, fricción del órgano femenino- están
totalmente ausentes. Aun antes de que la erección haya comenzado
se produce un flujo de semen, al que hemos reconocido como equi-
valente a la micción. Más adelante obtendremos un mayor conoci-
miento de este proceso.
Mientras que en la frigidez femenina el clítoris parecería haber
asumido toda Ja irritabilidad, en la eyaculación prematura del varón
ha sucedido lo inverso. En ésta, el pene ha perdido su excitabilidad
normal, de modo que la sexualidad de esta persona ha perdido su
específico carácter masculino.
La eyaculación prematura y la frigidez femenina tienen todavía
otras características correspondientes. Además de una deficiencia de
la sensibilidad genital, existe con frecuencia en los pacientes varones
un estado particularmente erógeno. del perineo y parte posterior del
escroto. Estas partes corresponden, desde el punto de vista evolutivo,
a la zona de acceso a la vagina y partes adyacentes. La relación entre
la eyaculación prematura y la frigidez femenina podría ser ahora
enunciada como sigue: la zona dominante en cada sexo ha depuesto
PSICOANÁUSIS ·CLÍNICO 217

su importancia natural en beneficio de aquellas partes del cuerpo que


son el equivalente de la zona dominante en el sexo opuesto. Es la
parte perineal de la uretra masculina donde se localizan las sensacio-
nes placenteras de la eyaculación prematura. Merecen mención espe-
cial Jos músculos del perineo que actúan en la expulsión del semen.
Normalmente cumplen sus funciones mediante contracciones rítmicas.
En la eyaculación prematura, en cambio, se produce una relajación
de esos músculos, exactamente como en la micción. Ahora bien, vale
la pena observar que en algunos pi:tcientes los músculos del perineo
se contraen ocasionalmente de una manera espontánea. Pero este pro-
ceso equivale a un síntoma neurótico que actúa independientemente
de Ja conciencia. Me refiero a esos espasmos del perineo que los pa-
cientes describen tan a menudo.
Hasta el momento, hay un hecho que parece contradecir nuestra
concepción de la eyaculación prematura, fundado en las investigacio-
nes psicoanalíticas. En la gran mayoría de los casos la eyaculación
prematura sólo ocurre cuando la persona intenta ejecutar el acto
sexual, y no en la excitación masturbatoria. Puede preguntarse si en
este último caso no tiene lugar el compromiso entre la eyaculación y
la micción del que hemos hablado. Podemos contestar a esta objeción,
provisoriamente, suponiendo que es precisamente la presencia de la
mujer lo que ocasiona la perturbación neurótica. Y esto nos lleva al
problema de la actitud de los pacientes ante el sexo femenino.

II. Los IMPULSOS MASCULINOS Acr1vos Y sus MODIFICACIONES.

Las personas que sufren de eyaculación prematura pueden divi-


dirse en dos grupos, a los que, sin embargo, nos es posible separar
nítidamente. En primer lugar, se encuentra esta afección en aquellos
hombres toda cuya personalidad parece inerte, sin energía, pasiva, en
una palabra, poco viril. En segundo lugar, se lai encuentra en hombres
eretísticos, hipervivaces, que parecen ,vivir en un perpetuo estado de
apuro. Esta aparente contradicción resulta fácilmente explicable para
el psi~oanalista. Toda actividad que sólo puede alcanzar su objeto de
un modo apresurado y precipitado, está amenazada por resistencias.
El neurótico que hace todo de prisa está huyendo de las resistencias in-
concientes que hay en su interior; tiene que ejecutar todos sus pro-
yectos con prisa febril, antes de que sus resistencias irrumpan y lo
obligt.J:en a renunciar a todo. El neurótico inerte ha abandonado la
lucha contra estas fuerzas; el hombre eretístico todavía lucha contra
ellas.
Podemos decir que la eyaculación prematura se presenta en aque-
llos hombres que están abrumados por fuertes resistencias -en parte
concientes, en parte inconcientes- contra las actividades de un carác-
ter específicamente masculino.
218 KARL ABRAHAM

El tipo neurótico carente de energía expresa por lo común una


conciente antipatía al ejercicio de toda actividad en materia sexual;
manifiesta inclusive un abierto deseo de asumir el papel femenino.
Uno de mis pacientes gustaba desempeñar el papel de súcubo, y daba
como razón de esto que si le pagaba a una muchacha no quería te-
ner que esforzarse también él, que ella tenía que "trabajar" por el
dinero recibido. Naturalmente, las personas neuróticas que sienten tal
desagrado por el movimiento no son sujetos favorables al tratamiento
médico, y especialmente si defienden concientemente su anormalidad.
Su principal deseo es obtener la gratificación sexual sin tomar nin·
guna parte activa en ella.
El tipo neurótico eretístico, que vive en perpetua prisa, considera
generalmente al coito como una tarea problemática que debe ejecu-
tarse tan rápidamente como sea posible. Su apuro nervioso no lo
abandona ni siquiera cuando está con su compañera. Bajo la influen-
cia de factores inconcientes el acto sexual llega a su término precipi-
tadamente, antes de haber realmente comenzado.
La antipatía que siente el primer grupo de neuróticos hacia toda
actividad motriz se extiende a otras cosas. Tornaré como ejemplo su
actitud ante el deporte. Muchos de ellos sienten una marcada anti-
patía hacia todo ejercicio físico, mientras que otros se dedican al de-
porte con excesivo entusiasmo y de una manera precipitada; pero
tan pronto como fracasan en algún sentido abandonan todo el asunto.
La inercia y pasividad que exhiben estos neuróticos es, sin em-
bargo, una manifestación reactiva. Puede descubrirse que tal actitud
está en lugar de un impulso sádico muy fuerte. La tendencia a ser
pendencieros, a tener raptos de ira, a cometer actos violentos, es par-
ticularmente marcada en ellos, en la medida en que no está para-
lizada por otro rasgo de carácter que los distingue, la cobardía. La
excesiva irascibilidad y una parálisis del placer masculino normal en
el ataque se encuentran en estrecha proximidad. La frecuente yux·
taposición de una ambición excesiva y una seria resistencia contra el
trabajo también se encuentra en este grupo de neuróticos.
En esta descripción hemos tocado varias manifestaciones impor-
tantes que se encuentran habitualmente en los neuróticos al lado de
la eyaculación prematura, pero no hemos penetrado bajo la superficie
de esta condición. Si nos -dejamos guiar por las asociaciones libres de
los pacientes, nos enteramos de que originariamente su libido no ca·
recía de un componente sádico. El psicoanálisis nos enseña que en la
mayoría de los casos, además de la actitud poco viril y pasiva, o bien
precipitada e hiperactiva, existe en el inconciente una actitud agre-
siva y cruel hacia la mujer. En sus sueños y en otros productos de
su fantasía estos pacientes presentan a menudo la idea de matar a la
mujer por medio de la cópula. En estas fantasías el pene es el arma
sádica.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 219
La transformación reactiva de estos impulsos conduce a un resul-
tado que podemos observar a menudo en tales pacientes. El genital
masculino es despojado de sus peligros. No debe ya llegar a la condi-
ción en la que puede empleárselo de un modo sádico contra la mujer.
La flaccidez y la eyaculación prematuras eliminan ese peligro. Ade-
más de esto, muchos pacientes sienten una marcada ansiedad, antes
de efectuar el acto sexual, por ·1a posibilidad de causarle dolor a la
mujer. Sólo conservan un resto de potencia si están seguros del com-
pleto consentimiento de aquélla; y sus impulsos agresivos quedan tan
reprimidos que carecen de toda iniciativa sexual, en el estricto sentido
del término. Muchos de ellos son totalmente incapaces de establecer
relaciones con mujeres por su propia iniciativa; otros son capaces de
entablar tal relación, pero deponen su actividad en el momento en
que deberían pasar a la acción física.
Uno de mis pacientes era en general impotente al comienzo de
su matrimonio. Se daba cuenta de que tenía una actitud hostil y agre-
siva hacia su esposa. La menor disputa con ella tenía por resultado
una completa impotencia de su parte. Por otro lado, notaba que
inmediatamente después de haberse reconciliado solía tener una po-
tencia relativamente buena. De este modo, siempre que desaparecía
alguna razón externa por la hostilidad y el deseo de venganza, solía
conseguir una transitoria actividad sexual.
Las asociaciones de los pacientes indican además que en su in-
conciente. la eyaculación prematura es el extremo opuesto del asesina-
to. Se la asocia muy frecuentemente con la idea, inconciente o aun
conciente, de la muerte del propio sujeto concebida como una expi-
ración sin esfuerzo. :rviuchos pacientes dicen que se sienten desvanecer
o disiparse. Es típico que se asocie algunas ·veces con la eyaculación
prematura una sensación de desmayo.
El elemento de la pérdida de actividad masculina se evidencia,
además, en el estado de ansiedad que acompaña con tanta frecuencia
a la eyaculación prematura. Tal ansiedad se encuentra más especial-
mente en aquellos pacientes cuyas vidas transcurren en un estado de
perpetua prisa. Ahora bien, la prisa y la ansiedad nos recuerdan nue-
vamente a las mujeres frígidas, quienes según nuestra experiencia
están constantemente apuradas. El peculiar temor que tienen esas mu-
jeres de "nO terminar nunca nada'', que. se revela en todas sus tareas
diarias, también se encuentra en aquellos varones neuróticos. Ellos
ejecutan sus funciones sexuales de prisa, como si esperaran ser inte-
rrumpidos en cualquier momento. Este temor está estrechamente aso-
ciado en su inconciente con su actitud hacia el padre. Temen su ojo
que todo lo ve, y su mano punitiva. Nos encontramos aquí en un
terreno familiar, a saber, en el de la ansiedad por la castración. Este
temor, cuya importancia en la vida mental del niño y en el incon-
ciente del hombre maduro fue reconocida por Freud, también influye
en la psicogénesis de la eyaculación prematura.
220 KARL ABRAHAM

Los mismos pacientes muestran un marcado temor de los ói-ganos


genitales femeninos. Les parecen ser algo pavoroso. El psicoanálisis
confirma repetidas veces el hecho de que fue la falta de pene en las
mujeres lo que motivó originariamente su ansiedad de castración. Y
la proximidad física de una mujer siempre vuelve a despertar en
ellos este horror.
En estrecha relación con esta ansiedad está otra, la de perder el
pene en el mismo acto sexual. No es raro que los pacientes le hablen
al médico del miedo que han sentido desde la pubertad de no poder
retirar el pene del cuerpo de la mujer, y de tener que abandonarlo
allí. Este temor se encuentra en una de las teorías sexuales infantiles
que son revividas en la pubertad. Según ella· sólo hay una unión
entre el hombre y la mujer, y en ella ésta despoja al hombre de su
órgano genital cortándoselo o apretándolo. El temor de que suceda
tal cosa provee otra explicación al hecho de que con frecuencia, están
presentes al principio en los pacientes el deseo libidinal y la erección.
pero ésta desaparece inmediatamente después de la introducción o
inmediatamente antes del contacto corporal. Estas ideas inconcientes
obligan al paciente a tratar de salvarse a último momento. Concien-
temente, reacciona ante esta retirada poco varonil con vivos y tortu-
rantes sentimientos de insuficiencia.
En algunos casos las asociaciones de los pacientes hacen claro que
la eyaculación prematura era un tipo de castración en presencia de
la mujer. Más adelante descubriremos la explicación de esta clase de
fantasías.
La falta de actividad sexual de .nuestros pacientes se expresa
todavía en otra forma. Como sabemos, las resistencias neuróticas con-
tra la real~zación de una acción se expresan a menudo en la torpeza
de su ejecución. Las personas que sufren de eyaculación prematura
exhiben con regularidad una marcada torpeza en la realización del
acto sexual. Un ejemplo típico de ella es su incapacidad de introdu-
cir el pene sin la ayuda de la compañera. Es· principalmente por esto
que ellos temen tener contacto sexu<il con una mujer sexualmente
inexperta. que no podría venir en su ayuda de este modo, y de la que
no podrían requerir tal auxilio. Luego ofreceré una explicación más
completa de este comportamiento.

111. EL NARCISIS1'.10 COMO FUENTE DE RESISTENCIAS SEXUALES.

Hasta el momento, nuestras investigaciones han demostrado defi-


nidamente que en los pacientes en cuestión ha habido una 'inhibición
del desarrollo de la libido. El paciente no ha alcanzado la actitud
normal del hombre hacia la mujer. y su sexualidad muestra varios
rasgos infantiles. Para decirlo con mayor precisión: los pacientes tie-
nen sentimientos normales en la medida en que su libido se dirige,
PSICOANÁLISIS CÚNICO 221
si no de un modo exclusivo por lo menos en lo esencial, hacia- un
comercio sexual normal con las mujeres. Es verdad que a algunos les
resulta difícil inclusive entrar en intimidad con ellas; pero comparten
esta dificultad con otras personas neuróticas. Sólo reaccionan de una
manera anormal y específica cuando se pone a prueba su actividad
sexual en el sentido estricto del término. En ese momento se eviden-
cia una perturbación que se opone a su deseo conciente y que procede
de contra-impulsos libidinales inconcientes. Ya sabemos que estos im-
pulsos son de un carácter infantil. Su tendencia es impedir que tenga
lugar el acto sexual (en el sentido estricto). En lugar de él se pro-
duce una emisión pasiva del semen, similar al flujo involuntario de
la orina en el niño. La conducta motriz activa del varón es reempla-
zada por una completa pasividad.
¿Cuál es la naturaleza y el origen de las resistencias inconcientes
que le impiden al individuo adoptar una actitud normal hacia el
sexo opuesto? Mis psicoanálisis señalaron invariablemente al factor
del narcisismo, no en el sentido de una completa regresión de la libi-
do a esa etapa infantil, como Freud demostró que es el caso de la
paranoia, sino como una influencia perturbadora que deriva de ten-
dencias narcisistas reprimidas que no han logrado obtener un com-
pleto control. Pero no obstante ellas manifiestan su poder en cuanto
compelen al individuo a ciertos compromisos, uno de los cuales es el
trastorno de la potencia que estamos tratando.
Aclarará esta idea una observación sumaria de algunas de las
personas que sufren de eyaculación prematura. Ellas exhiben una
vanidad excepcional en lo que atañe a sus vestidos y apariencia. La
crítica más leve las hace montar en cólera. Quieren ser admiradas por
su medio, y las colma el deseo patológico de sobresalir. El psicoaná-
lisis pone en evidencia el narcisismo de estos pacientes, y nunca deja
de revelar que su amor objetivo ("object-love") es muy imperfecto.
El verdadero objeto de su amor son ellos mismos. De acuerdo con la
hipótesis de Freud 160 , encontramos en todos nuestros pacientes una
estimación emocional del pene particularmente alta y anormal. Uno
de los resultados de ella es un excesivo temor a perder o ver dañado
ese órgano. El psicoanálisis de todo caso de eyaculación prematura reve-
la también en abundancia otras manifestaciones de narcisismo. Para
estimularlas en su verdadero valor, es necesario considerar brevemen-
te las manifestaciones similares de la infancia.
El niño experimenta las primeras gratificaciones de su libido a
pa1-tir de sus funciones corporales', tales como la ingestión de alimen-
to y los procesos de excreción. Dirige sus -primeros sentimientos de
amor hacia aquellas personas que lo alimentan y lo cuidan. Y dado
que con tales fines ellas tienen que tocar su cuerpo, esas personas le
provocan sensaciones placenteras mediante la estimulación de las zo-

180 Freud, "Sobre el narcisismo: una introducción" (1914).


222 KARL ABRAHAM

nas erógenas. El niño _acepta como dones estas sensaciones agradables.


Esta etapa de la evolución de la libido, en la que el mismo niño es
el punto central de su mundo todavía limitado, y en la cual acepta
las demostraciones de amor de otras personas sin dar nada en retri-
bución, es denominada narcisismo.
Las relaciones del niño con el objeto de su afecto avanzan un
paso más cuando comienza a dar a otras personas algo propio. El
primer sistema monetario del que hace uso son los productos de su
propio cuerpo, que según la idea infantil son una parte de él. Estos
productos son sometidos a una hiperestimación narcisista. Mencio-
naré el caso común del niño que, cuando pasa de brazo en brazo en
el círculo familiar, por alguna razón desconocida elige siempre a una
determinada persona para mojarla con su orina. Este acto es uno de
los signos de amor más primitivos, mucho más que el beso y el abrazo,
que el niño aprende sólo por imitación. A este respecto recordamos
las formas de saludo de muchos pueblos primitivos. Cuando un hom-
bre le entrega a otro una parte de los productos de su propio cuerpo,
por ejemplo, saliva, eso significa: "Te estoy dando una parte de mí
mismo, algo que es precioso para mí; por lo tanto, tengo buenas
intenciones hacia ti".
La historia de nuestros pacientes nos permitió establecer el hecho
de que en la infancia habían derivado un placer especial de la m:'fC-
ción, y le habían atribuído al pene un valor más alto que el que se
encuentra por lo general en el narcisismo infantil. En lo que atañe a
la micción, parecería que hay una peculiaridad constitucional tras el
placer que se deriva de esa función. Si tenemos en cuenta el alto
valor que se le asigna normalmente al pene en el período de narci-
sismo infantil -valor fundado tanto en el placer que produce tocarlo
como en el de la excreción- comenzaremos a ver cuáles son las posi-
bles consecuencias de un placer uretral constitucionalmente reforzado.
En una época en la que desde hace tiempo el individuo debería ha-
berse vuelto hacia el amor objetivo, conservará todavía una fuerte
tendencia a permanecer rezagado en su narcisismo. Ade!llás, se im-
plantará firmemente en su mente una sobreestimación del pene en
cuanto órgano de la micción; de modo que cuando más adelante ese
órgano tenga que cumplir su verdade~a función sexual, se rehusará
a hacerlo. El resultado es ese compromiso que ya hemos reconocido
en la eyaculación prematura.
Podemos por fin comprender el fin sexual inconciente de ese
síntoma. El fin sexual normal es una unión física con la mujer. En
ella el hombre tiene que realizar un acto motor que le proporcionará
gratificación, como así también a la mujer. J ,a tendencia de la eya-
culación prematura es muy diferente.
Como hemos dicho, la libido del paciente ha permanecido en
una gran medida en la etapa narcisista. J?el mismo modo como el
niño moja a su madre con la orina que todavía no puede retener, el
PSICOANÁLISIS CÚNICO 223

paciente moja a su compañera en su eyaculación prematura, haciendo


así evidente que ella es un sustituto de la madre. Además, la madre
o nodriza se ve obligada a tocar los genitales del niño cuando lo
ayuda para orinar o para lavar y secar su cuerpo. El placer que ob-
tuvo el niño al ser tocado de este modo, se manifiesta en las asocia-
ciones del paciente, dado que ellas provienen de su inconciente. Uno
de sus fines sexuales inconcientes es hacer que la mujer toque sus
genitales 161, y eyacular luego como si estuviera orinando. También
en ese aspecto es obvio que la mujer representa a la madre. Y se hace
ahora inteligible en especial una peculiaridad de nuestros pacientes,
que ya hemos mencionado. Se trata de su tendencia a solicitar una
ayuda manual de la mujer para la introducción del pene. La mani-
pulación placentera del pene fue una de las primeras y muy signifi-
cativas pruebas de amor por parte de la madre. Como sabemos, la
persona que sufre de eyaculación prematura no puede otorgar amor,
sino sólo recibirlo. Y para conseguir esto, su inconciente se esfuerza
una vez más en restaurar los modos de vida de la primera infancia.
Uno de estos modos no ha sido considerado todavía, pero las
ideas que expresan los pacientes lo ponen de relieVe. La concesión
de los productos de su propio cuerpo no es la única expresión de
amor del niño en la etapa narcisista. En el exhibicionismo encontra-
mos otro método de otorgar amor y de solicitarlo. En la segunda mi-
tad de su tercer año de vida, y más especialmente en la primera mitad
del cuarto, los niños se muestran muy propensos a exhibirse ante su
madre, particularmente mientras orinan, función para la cual ya no
necesitan como antes la ayuda materna. Un niño de unos cuatro años,
cuyo erotismo uretral estaba dentro de los límites normales, solía
a menudo preguntarle a la madre si debía mostrarle su pene. Usaba,
además, un término que él había inventado para esta parte de su
cuerpo. Cuando había orinado acostumbraba preguntar si era "bas-
tante". Su narcisismo aparece aquí muy claramente, en su deseo de
ser admirado por su realización. En una ocasión en que estaba en la
playa con sus padres, encontraba placer en orinar mientras se le apro-
ximaba una ola. Cuando se le preguntó por- qué hacía esto, contestó:
"Así habrá un montón de agua". El narcisismo del niño encontraba
evidentemente una satisfacción especial en la idea de que todo el
mar era producto suyo.
Esta vanidad narcisista relativa a la cantidad de las sustancias
emitidas se expresa en muchas· formas en las personas neuróticas, y
es un factor de la eyaculación prematura. Como ya hemos dicho, mu-
chos pacientes se sienten orgullosos de 13. eyaculación que no se ha
realizado· dentro del cuerpo de Ja mujer, sino, diríamos, ante sus ojos.
Está claro, por lo tanto, que hay en la eyaculación prematura una
tendencia exhibicionista. Aquélla pone en práctica la teoría del nar-

161 Cf. una vez más la citada obra de Sadger.


224 KARL ABRAHAM

c1s1smo infantil, según la cual los atractivos del n1no -y particular-


mente su pene y sus actividades urinarias- ejercen una fascinación
irresistible sobre la mujer (Ja madre) .
Ya hemos mencionado una forma de autoengaño que puede ex-
plicarse como producto del narcisismo. Algunos pacientes se engañan
con la creencia de que la eyaculación preQlatura es el signo de un
temperamento excepcionalmente apasionado. Con esta ilusión está
eventualmente asociada otra, según la cual la eyaculación prematura
es signo de un carácter más elevado o refinado, que contrasta con la
grosera agresividad de los demás hombres. Se le da así una justifica-
ción secundaria de índole narcisista, cuyo propósito es fácilmente per.-
ceptible, al síntoma que se ha originado en el narcisismo reprimido.
Al paciente le agradaría mostrarse más delicado que su padre, a quien
considera un hombre brutal y violento, para suplantarlo así en el
afecto de su madre. La idea de la brutalidad del padre se origina en
ciertas experiencias infantiles. Cuando niño el paciente ha presencia-
do el comercio sexual entre los padres, y se lo ha imaginado como
un acto de violencia por parte del hombre. Esta teoría sádica del
coito es activada en la época de su propia madurez sexual, y el co-
mercio sexual normal le parece un acto de brutalidad. Diríamos que
la eyaculación prematura hace apelación a la delicadeza femenina de
la madre. Quiere decir, en efecto: "Mira, te estoy tratando con mayor
suavidad que mi padre".
Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que esta exhibición ante la
mujer (la madre) tiene un carácter ambivalente. No es sólo una
prueba de amor y del deseo de ser admirado y tocado, sino también,
al mismo tiempo, un repudio de la mujer. Mi experiencia psicoana-
lítica me. ha demostrado con regularidad que este exhibicionismo con-
tiene una fuerte actitud hostil que se expresa especialmente en un
sentimiento de desprecio hacia' la mujer. La hostilidad deriva de fuen-
tes infantiles, de celos en especial. Ese desprecio se explica natural-
mente por la sobreestimación del pene. Se considera a la mujer infe-
rior y despreciable porque carece de esa parte del cuerpo. Muchos
de los que sufren de eyaculación prematura desdeñan a las mujeres
en general; no dejan de burlarse de sus "imperfecciones". En muchos
casos esta actitud se expresa ell un violento antagonismo al movi-
miento feminista de la actualidad.
Hemos llegado así a la conclusión bastante curiosa de que la
eyaculación prematura es también una expresión de hostilidad y des-
precio que el paciente manifiesta hacia las mujeres en general, como
asimismo hacia alguna en particular. Varios de mis psicoanálisis me
han proporcionado información acerca de esta tendencia, que yo no
percibí al principio. Desde este punto de vista, la eyaculación prema-
tura -especialmente cuando se produce "ante portas"- es un niodo
de ensuciar a la mujer con una sustancia que representa a la orina.
Debemos considerar aquí el carácter ambivalente ligado con la otor-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 225
gación de los propios excrementos a otra persona. Hasta ahora la
hemos tratado como un modo de expresión del afecto infantil. Nos
aclarará esta ambivalencia un paralelo de la psicología de Jos pueblos.
Escupir a otra persona, que en ciertos pueblos es una forma amistosa
de saludo, se convierte, a medida que progresa la represión (esto es,
con el desarrollo de la civilización) en una expresión del mayor des-
precio. Todo niño pasa por una etapa que corresponde al punto de
vista de los pueblos más primitivos, el punto de vista perteneciente
al período del narcisismo. En cierta ocasión, una niñita de cuatro
años llamó a su saliva "linda y limpia agua de la lengua", demos-
trando así una apreciación narcisista de ella, totalmente opuesta a los
cánones de la buena educación. Lo que más tarde se considera sucio
y desagradable, aparece en esta etapa del desarrollo bajo muy otra
luz. Podemos observar también que ni los niños ni los pueblos pri-
mitivos sienten disgusto por la orina. Sólo necesitamos recordar el
hecho de que en ciertas tribus negras los utensilios de cocina se lim-
pian con orina. En tales pueblos prevalece todavía una estimación
narcisista de los produCtos corporales.
Hay otro motivo estrechamente asociado con el propósito incon-
ciente de ensuciar a la mujer. Mis psicoanálisis han reiteradamente
puesto en evidencia el hecho de que mojar de este modo a la mujer
es un acto de desafío. La madre se encarga de educar al niño en los
hábitos de limpieza y en el control de su esfínter. Si la madre se
convierte en objeto de hostilidad y menosprecio, el niño se opone a.
sus esfuerzos con un marcado desafío, actitud que encontramos muy
a menudo en el carácter de los adultos neuróticos. De modo que
debemos ver también en la eyaculación prematura una recaída desa-
fiante en la evacuación incontrolada de la vejiga que es característica
de la infancia.
Comenzamos diciendo que ensuciar con orina u otros productos
corporales al objeto del amor es una expresión infantil narcisista de
cariño; pero un análisis más profundo nos muestra ahora que es un
caso de marcada ambivalencia, y una vez más nos enseña que la eya-
culación prematura tiene el carácter de un compromiso. Pues cuando
el neurótico que tiene una actitud ambivalente hacia las mujeres le
da a una de ellas un producto de su cuerpo en la eyaculación prema-
tura, le está dando algo sólo en apariencia. En realidad su actitud
hostil lo impulsa a conservar esos productos celosamente. Su compa-
ñera no recibe nada, pues él conserva su energía física y no le provoca
ninguna sensación de placer. Es verdad que expele el semen, pero
no le da nada a ella; y, además, no le da un hijo. Por el contrario,
excita en ella una expectación y luego la decepciona.
Como ya hemos dicho, todo paciente de esta clase tiene una acti-
tud pasiva hacia las mujeres. Depende permanentemente de su madre,
y lucha contra esta dependencia alojada en su inconciente. Su lucha
defensiva aparece en la superficie como una lucha contra las mujeres.
226 KARL ABRAHAM

Pero no tiene la ventaja de poseer una poderosa actividad masculina.


Tiene que contentarse con decepcionarlas, y de este modo se venga
en toda mujer por la decepción afectiva a que su madre lo sometiera
siendo niño, y a la que ve repetirse en años posteriores.
Debe hacerse aquí alguna· indicación respecto a otros síntomas
que se encuentran a menudo junto con la eyacµlación prematura, que
surgen de las mismas fuentes y se ponen de manifiesto en toda la
conducta social de los pacientes. De acuerdo con el narcisismo y la
ambivalencia de sus sentimientos, ellos oscilan entre una transferen-
cia precipitada y una reserva muy tímida. Muchos de estos pacientes
reaccionan ante una diferencia de opinión o una crítica, sea con una
brusca explosión de ira o bien con un frío apartamiento. Cierta com-
binación de rasgos de ~arácter es tan típica de este tipo de neurótico,
que cuando se la encuentra es posible inferir con bastante certeza la
presencia de la eyaculación prematura. En cierta ocasión, durante una
reunión de la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa, se discutían algunos
estados afectivos anormales de un paciente neurótico. Durante esa
discusión yo expresé la opinión, fundada en la descripción de las
actitudes sociales del paciente, de que él sufría de eyaculación prema-
tura; y esta conjetura resultó ser correcta.
En conclusión, podría mencionar un trastorno neurótico más
raro, no muy bien conocido en los círculos médicos, y que aunque es
el reverso de la eyaculación prematura. tiene íntima relación con ella.
Me refiero al síntoma de la imposibilidad de eyacular. En muchas
personas neuróticas no se produce la eyaculación durante el acto
sexual. En este caso también hay un repudio sexual que se origina
en el narcisismo. El motivo predominante en estos pacientes es el
"quedarse en sí mismos". El efecto es el mismo que en la eyaculación
prematura: prevalece el narcisismo y la mujer es decepcionada. No
es necesario decir que hay todo tipo de gradaciones desde la eyacula-
ción normal hasta la emisión prematura, por un lado, y hasta su total
ausencia, por otro. La eyaculación demorada es un síntoma nada in-
frecuente de muchas neurosis.
La tarea del tratamiento psicoanalítico es liberar al paciente de
su actitud narcisista, y señalarle el camino hacia una transferencia
normal de sus sentimientos. Si conseguimos eliminar su rechazo nar-
cisista de la mujer, queda expedita la vía para cumplir las funciones
sexuales normales. El psicoanálisis opera de una manera similar al
suprimir la contraparte femenina de la eyaculación prematura, la
frigidez.
Naturalmente, los distintos casos presentan diversos grados de
gravedad de la afección. Las perturbaciones más suaves de este ca-
rácter pueden aparecer ocasionalmente en hombres predispuestos a
ellas, y desaparecer sin ningún tratamiento, aunque hay un constante
peligro de recaídas. Mediante el psicoanálisis puede lograrse la cura-
ción, o por lo menos una clara mejoría de los síntomas. aun en los
PSICOANÁLISIS CÚNICO 227

casos graves y pertinaces 1 6 2 , Desde el punto de vista de la prognosis


son menos favorables aquellos casos en los que la eyaculación pre-
matura se presenta inmediatamente después de llegar a la madurez
sexual, y reaparece repetidamente durante varios años. Estos son los
casos que exhiben un erotismo uretral excepcionalmente marcado,
opuesto al erotismo genital, y en los cuales el valor placentero de la
eyaculación prematura supera a su carácter desagradable. El trata-
miento de esta condición puede ser una de las tareas ·téc_nicamente
más difíciles del psicoanálisis, dado que debe enfrentar al conside-
rable grado de narcisismo de esos pacientes. No obstante, una utili-
zación perseverante y consecuente del método psicoanalítico nos per-
mitirá superar dificultades aún tan grandes como éstas.

162 En dos casos de "impotentia ejacu1andi" pude obtener también una cura-
ción permanente por medio del psicoanálisis.
CAPÍTULO XIV

EL GASTO DE DINERO EN LOS ESTADOS DE


ANSIEDAD (1917) 163

LA ACTITUD del neurótico hacia la posesión de dinero ha sido objeto


de amplio estudio en la literatura psicoanalítica. Tanto Freud como
otros psicoanalistas que dirigieron su interés hacia los rasgos de carác-
ter "anal'', se han ocupado de la avaricia y la ansiosa retención de
dinero del neurótico desde el punto de vista de los motivos incon-
cientes; pero no ha recibido la misma atención la conducta opuesta
de muchos neuróticos, el excesivo gasto de dinero, aunque los psico-
analistas tropiezan a menudo con ella. Esta tendencia aparece súbi-
tamente en muchos neuróticos, como una especie de ataque, y con-
trasta not<lblemente con su habitual parsimonia.
Por los pocos casos que he podido observar durante mi tarea
psicoanalítica, me parece que esta condición se encuentra en un grupo
definido de neuróticos, en personas que se hallan en un estado de
permanente dependencia infantil .del hogar paterno. y que son domi-
m<las por la depresión o la ansiedad cuando están lejos de él. Los
mismos pacientes dicen que el gasto de dinero alivia su depresión o
ansiedad; y ofrecen explicaciones racionales de esto, tales como que
el gastar dinero aumenta su sentimierito de confianza, o que los dis-
trae de su condición. El psicoanálisis toma en consideración al incon-
ciente, ·y añade a esta explicación superficial otra más profunda.
Todo psicoanálisis de un caso de este tipo demuestra que el
paciente, a consecuencia de la fijación de su libido, se ve impedido
de alejarse físicamente de los padres o de las personas que los repre-
sentan. Abandonar el hogar significa en su inconciente un desliga-
miento de la libido de su objeto. Existen siempre en estos pacientes
dos corrientes psíquicas contrarias, una conservadora, dirigida a una
fijación permanente, y otra que los impele a volverse hacia los obje-
tos del mundo exterior.
Todo intento de transferir la libido a nuevos objetos es acompa-
ñado por .seria ansiedad, precisamente en razón de que el deseo
inconciente es tan violento e impetuoso. Sólo es necesario recordar el

163 (NQ 55, B. A.)


PSl~OANÁLISIS CÚNICO 229

hecho de que las pacientes que sufren de agorafobia están abrumadas


por fantasías de prostitución inconcientes, y a veces concientes. Su
inconciente quiere entregarse sin restricción a toda persona que ellas
encuentran; pero su ansiedad conciente restringe la transferencia de
su libido dentro de los límites más estrechos, de modo que se vuelven
incapaces de hacer un libre uso de ella, y esto no solamente en el
sentido estricto de las relaciones sexuales reales.
Una gran limitación de la, sexualidad genital conduce a una acen-
tuación sustitutiva de otras zonas erógenas. El erotismo anal toma el
lugar del genital en mayor o menor medida. En muchos casos puede
demostrarse claramente que la fijación morbosa del paciente sobre su
padre o madre se efectúa por intermedio de Ja zona anal. Ilustrará
esto un breve extracto de un psicoanálisis.
La paciente, que sufría: de una grave agorafobia, era muy apegada
a su padre. Sus reiterados intentos de aflojar esta fijación fracasaron.
Esta fijación fue reforzada por su padre durante la infancia de ella,
pues se mostró excesivamente vigilante de la actividad i'11estinal de
su hija, y le administró con frecuencia enemas, etc. Este erióneo pro-
cedimiento contribuyó de una manera fatal a mantener la dependen-
cia infantil. Para usar una expresión de "nursery", ella no podía
"hacer" nada sin su padre, sólo podía "salir del cuarto" bajo su vigi-
lancia. Como Jo mostró el análisis, sus intentos de liberarse demos-
traron también su fijación anal. Para su inconciente, evacuar los
intestinos sin la vigilancia paterna significaba independencia. Si salía
de la casa y era embargada por la ansiedad, como defensa contra ésta
solía gastar dinero en todas partes sin necesidad. Estaba dando dinero
en lugar de libidD. La explicación de este sentido compensatorio del
dinero está en la ecuación inconciente entre éste y los excrementos.
Es digno de nota que la misma paciente sospechaba que a menudo
intensificaba su ansiedad para tener un motivo para gastar dinero.
En esta paciente, y también en otros dos casos, observé la ten-
dencia a comprar muchos objetos al azar, artículos sin valor en su
mayoría, y deseados sólo por un momento. Así los pacientes pueden
engañarse acerca de la libre movilidad de su libido, que en realidad
está fijada e inhibida en grado máximo. Comprar objetos que sólo
tienen un valor momentáneo, y pasar rápidamente de uno a otro,
son gratificaciones simbólicas de un deseo reprimido, el de transferir
la libido fn rápida sucesión a un número ilimitado de objetos. A este
respecto, es inconfundible la alusión a la prostitución; pues también
allí el dinero es el medio de obtener relaciones transitorias fácilmente
cambiables.
La idea de los pacientes de que gastan dinero para aumentar la
confianza en sí mismos, es ahora corroborada en cierto sentido; pues
el gasto de dinero los engaña en cuanto a la carencia de libertad de
su libido, y les alivia así por un corto tiempo el penoso sentimiento
de insuficiencia sexual. En otras palabras, ellos padecen una prohibi-
230 KARL ABRAHAM

ción anormalmente estricta, que procede de la imago paterna, contra


el libre empleo de su libido. Se efectúa un compromiso entre el ins-
tinto y la represión, por el cual el paciente prodiga, con un espíritu
de desafío, no su libido sexual, sino una moneda anal.
Recordamos aquí la actitud de ciertos neuróticos cuya libido está
también limitada en un grado extremo. Parcial o totalmente, son
incapaces de amor sexual, tanto en el sentido físico como en el psí-
quico. Les dan a otras personas, no amor, sino piedad, se convierten
en benefactores, y a menudo gastan dinero dadivosamente. Están con-
denados para siempre a esta forma de gratificación sustitutiva; y, te-
niendo la vaga sensación de que no están dando lo que cualitativa-
mente corresponde, exageran sus dones en el sentido cuantitativo. No
obstante, su gasto de dinero es altruísta por su efecto, mientras que
en los casos antes descritos tal efecto está ausente por completo. Lo
que es común a ambos grupos es que el gasto de dinero constituye
un sustituto de la transferencia sexual que su neurosis les impide, y
al mismo tiempo sirve como defensa contra las perturbaciones neu-
róticas.
CAPÍTULO XV

UNA FORMA PARTICULAR DE RESISTENCIA


NEURóTICA CONTRA EL MÉTODO
PSICOANAL1TICO (1919) 164

CUANDO COMENZAMOS a tratar psicoanalíticamente a un paciente, le


hacemos conocer la regla fundamental a la que tiene que adherir
incondicionalmente. La conducta de los pacientes respecto a esta re-
gla, varía. En algunos casos la asimilan fácilmente y la ponen en
práctica sin especial dificultad; en otros se ~es tiene que recordar con
frecuencia que deben hacer asociaciones libres; y en todos los casos se
abandona a veces este modo de asociar. O bien el paciente presenta
el resultado de su pensamiento reflexivo, o dice que no se le ocurre
nada. En tal situación, puede pasar a veces la hora de tratamiento sin
que presente ningún material en la forma de asociaciones libres. Este
comportamiento indica una "resistencia", y nuestra .. primera tarea con-
siste en aclarar su naturaleza al paciente. Percibimos con regularidad
que la resistencia se dirige contra la posibilidad de que ciertas cosas
se hagan concientes. Si al comienzo de su tratamiento le hemos expli-
cado al paciente que sus asociaciones libres nos permitirán indagar en
su inconciente, la negativa a proporcionar asociaciones libres es la for-
ma casi obvia que asumirá su resistencia.
Mientras que en la mayoría de nuestros casos tropezamos con una
resistencia de esta clase, que aparece y desaparece alternativamente, hay
un grupo más reducido de neuróticos que la mantienen sin interrup-
ción durante todo el tratamiento. Esta resistencia crónica contra la
regla psicoanalítica fundamental puede impedir considerablemente el
progreso, e inclusive evitar un buen resultado, del tratamiento. El pro-
blema ha recibido hasta ahora poca atención en nuestra literatura,
como muchas cuestiones técnicas. He tropezado con esta dificultad en
varios casos, y otros psicoanalistas me dicen que han tenido la misma
experiencia. Por lo tanto, hay un interés práctico tanto como neuró-
tico en la investigación más estricta de este tipo de reacción neurótica
. frente al psicoanálisis.
Los pacientes de quienes hablamos, casi nunca dicen espontánea-
mente que "no se les ocurre nada". Tienden más bien a hablar de

U• (NO 58, B. A.)


232 KARL ABRAHAM

una manera continua e ininterrumpida, y algunos de ellos se niegan a


permitir la menor interferencia del analista. Pero no se abandonan a
las asociaciones libres. Hablan como si lo hicieran de acuerdo con un
programa, y no presentan su material libremente. Contrariando la regla
fundamental del análisis, arreglan lo que dicen en concordancia con
ciertas líneas de pensamiento, y lo someten a una amplia crítica y
modificación por parte del ego. El consejo del médico de atenerse
estrictamente al método, no tiene influencia algunai sobre su conducta.
No es de ningún modo fácil ver a través de esta forma de resis-
tencia. Al médico no acostumbrado a reconocerla, los pacientes le pa-
recen demostrar una extraordinaria ansiedad e incansable disposición
a ser psicoanalizados. Su resistencia se oculta detrás de una aparien·
cia de buena voluntad. Debo admitir que yo mismo precisé una larga
experiencia antes de poder evitar el riesgo de ser engañado. Pero una
vez que percibí correctamente esta resistencia sistemática, su fuente
también se me hizo clara. Pues aunque los neuróticos de este tipo, de
los que he tratado un cierto número, exhiben una gran variedad en
cuanto a su afección y síntomas, todos presentan, con sorprendente
regularidad, ciertas características en lo que atañe a su actitud ante
el médico y el psicoanálisis. Esas características constituirán el tema
de discusión en las páginas siguientes.
Bajo la aparente tratabilidad de estos pacientes, se oculta un
grado poco común de desafío, que tiene su prototipo en la conducta
del niño hacia su padre. Mientras que otros neuróticos se niegan oca-
sionalmente a presentar asociaciones libres, estos pacientes lo hacen
continuamente. Sus comunicaciones son superabundantes en cantidad,
y, como lo hemos dicho, es este hecho lo que impide ver al médico
inexperto su imperfección cualitativa. Sólo dicen cosas que son "ego-
sintónicas". Estos pacientes son particularmente sensibles a cualquier
cosas que lesione su amor propio. Son propensos a sentirse "humilla-
dos" por todo hecho establecido en su psicoanálisis, y están continua-
mente en guardia contra tales humillaciones. Presentan sueños en
cualquier cantidad, pero se aferran a su contenido manifiesto y se las
ingenian para espigar del análisis del sueño sólo lo que ya saben. Y
no sólo evitan permanentemente toda impresión penosa, sino que al
mismo tiempo se esfuerzan por obtener de su análisis la mayor can-
tidad posible de placer. Esta tendencia a poner al análisis bajo el
control del principio del placer, particularmente evidente en estos
pacientes, es, junto con otras peculiaridades, una clara expresión de
su narcisismo. Y de hecho fueron aquellos de mis pacientes que tenían
el narcisismo más pronunciado quienes resistieron la regla psicoanalí-
tica fundamental de la manera descripta.
La tendencia a considerar a las medidas de curación como una
mera oportunidad de obtener placer, y a olvidar su· propósito real,
es una característica cabalmente infantil. Un ejemplo ilustrará esto.
Se le ordenó a un niño de oc;ho años que usara anteojos. Se mostró
PSICOANÁLlSIS CLÍNICO 233

encantado con eso, no porque tal uso lo aliviaría de una desagradable


perturbación visual, sino por el mero hecho de llevar anteojos. Pronto
se evidenció que no prestaba ninguna atención a que su molestia
fuera o no eliminada por medio de ellos; el hecho de poseerlos y
de poder exhibirlos en la escuela Je agradaba tanto que olvidaba
totalmente su valor terapéutico. La actitud hacia el psicoanálisis de
la clase de pacientes que estamos tratando, es exactamente la misma.
Uno espera de él contribuciones interesantes a la autobiografía en
forma de novela que está escribiendo; otro espera que el psicoaná-
lisis le permitirá avanzar a un nivel intelectual y ético más elevado,
de modo de ser así superior a sus hermanos y hermanas, respecto de
los cuales ha experimentado hasta ahora incómodos sentimientos de
inferioridad. El propósito de curar sus trastornos neuróticos queda
relegado al segundo plano en la medida en que predominan esos in-
tereses narcisistas.
La actitud narcisista que adoptan tales pacientes hac:ia el método
del tratamiento, caracteriza también a sus relaciones con el analista.
Su transferencia sobre él es imperfecta. Le atribuyen de mala gana
el papel del padre. Si aparecen realmente signos de transferencia, los
deseos dirigidos hacia el terapeuta serán de un carácter particularmen-
te exigentes; de modo que se sentirán fácilmente decepcionados res-
pecto a esos mismos deseos, y reaccionarán entonces rápidamente con
un completo apartamiento de su libido. Están buscando constante-
mente signos de interés personal por parte del analista, y quieren
sentir que él los trata con afecto. Puesto que el médico no puede
satisfacer las exigencias de su necesidad de amor narcisista, no se
efectúa una verdadera transferencia positiva.
En lugar de hacer una transferencia, los pacientes tienden a iden-
tificarse con el médico. En lugar de trabar con él una relación más
estrecha, se ponen en su lugar. Adoptan sus intereses, y les gusta ocu-
parse ellos mismos del psicoanálisis en cuanto ciencia, en lugar de
permitirle operar sobre ellos como método de tratamiento. Tienden
a cambiar los papeles, como hacen los niños cuando juegan a ser el
padre. Instruyen al médico ofreciéndole su opinión sobre su propia
neurosis, a la que consideran particularmente interesante, y se ima-
ginan que la ciencia se verá especialmente enriquecida por su análisis.
De este modo abandonan la posición del paciente y pierden de vista
el propósito de su análisis. En particular, desean superar a su médico,
y desprecian sus talentos y logros psicoanalíticos. Pretenden ser capaces
de "hacerlo mejor". Es extraordinariamente difícil apartarlos de las
ideas preconcebidas gratas a su narcisismo. Son dados a contradecir
todo, y saben cómo convertir el psicoanálisis en una discusión con el
médico acerca de quién "tiene razón".
Los siguientes son unos pocos ejemplos: Un paciente neurótico
que tuve, no sólo se negaba a asociar libremente, sino también a
234 KARL ABRAHAM

adoptar la posición de descanso requerida durante el tratamiento. A


menudo se levantaba, iba hasta el extremo opuesto de la habitación,
y exponía, de una manera superior y didáctica, las opiniones que él
mismo se había formado acerca de su neurosis. Otro de mis pacientes
exhibía una actitud didáctica semejante. Llegaba a decir directamente
que entendía el psicoanálisis mejor que yo, pues era él y no yo quien
tenía la neurosis. Luego de un largo tratamiento dijo una vez: "Em-
piezo a ver que usted sabe algo acerca de la neurosis obsesiva". Un
día salió a luz un característico temor suyo. Era el de que sus asocia-
ciones libres trajeran a colación cosas que le resultarían extrañas,
pero que serían familiares para el médico; de modo que entonces éste
-sería el "más astuto" de los dos. El mismo paciente, que se interesaba
mucho por temas filosóficos, esperaba de su psicoanálisis nada menos
que la ciencia obtuviera por él "la verdad última".
Es inconfundible en todo esto la presencia de un elemento de
envidia. Los neuróticos del tipo que consideramos le niegan al mé-
dico toda observación que se refiera al progreso externo de su psico-
análisis o a sus datos. En su opinión, aquél no tiene que proveer
ninguna contribución al tratamiento; quieren hacer todo por sí mis-
mos. Esto nos lleva a una característica particularmente notable que
muestran todos estos pacientes, a saber, que compensan en su casa la
ausencia de ·asociaciones libres durante la hora del tratamiento. Este
procedimiento, que ellos denominan a menudo "autoanálisis", implica
un evidente menosprecio de las facultades del médico. Los pacientes
lo consideran realmente un obstáculo para su progreso durante la
hora del tratamiento, y se muestran muy orgullosos de lo que se ima-
ginan haber conseguido sin su ayuda. Mezclan las asociaciones libres
obtenidas de este modo con los resultados del pensamiento reflexivo,
clasificándolos de acuerdo con alguna idea definida, y presentándolos
al médico en este estado al día siguiente. Uno de mis pacientes, a
consecuencia de serias resistencias, pensó que progresaba muy poco
durante una sucesión de horas, y finalmente que no progresaba en
absoluto. Al día siguiente de esto me dijo que había tenido que "tra-
bajar" solo durante muchas horas en su casa. Naturalmente, se supo-
nía que yo inferiría de ello la pobreza de mis propias capacidades. Un
elemento de tal "autoanálisis" es el regodeo narcisista en uno mismo;
otro es una rebeldía contra el padre. La ilimitada ocupación con su
propio ego y el ya descrito sentimiento de superioridad, ofrecen al
narcisismo del individuo abundante copia de placer. La necesidad de
estar solos durante ese proce.so, lo aproxima extraordinariamente al
onanismo, y a su equivalente, el sueño diurno neurótico, ambos de
los cuales estuvieron anteriormente presentes en un alto grado en los
pacientes que tratamos. El "autoanálisis" es para ellos una forma de
sueño diurno, un sustituto de la masturbación, libre de todo reproche
dado que se lo justifica, y aun prescribe, con una fundamentación
terapéutica.
PSICOANÁUSIS CÚNICO 235

Puedo decir que los casos a los que me refiero pertenecen princi-
palmente a las neurosis obsesivas. Un caso era una histeria de ansie-
dad mezclada con síntomas obsesivos, y en otro había una perturba-
ción paranoide. Teniendo en cuenta los más recientes resultados del
psicoanálisis, no nos sorprenderá encontrar en todos los casos mar-
cados rasgos anal-sádicos. Ya ha sido mencionada la actitud hostil y
negativa hacia el médico; y los ·motivos anal-eróticos explican el resto·
de su conducta. Daré algunos ejemplos. En estos neuróticos, como
también en otros con fuerte erotismo anal, se compara al hablar du-
rante el análisis, por medio de lo cual se expele material psíquico,
con la evacuación del intestino. (Puedo decir que algunos identifican
a las asociaciones libres con las flatulencias.) Se trata de personas a
las que sólo dificultosamente se les pudo enseñar en la infancia a con-
trolar su esfínter y a mover el vientre con regularidad. Acostumbra-
ban a negarse a evactiar el intestino a una hora determinada, de
modo que podían hacerlo cuando les convenía; y por motivos incon-
cientes, se conducen ahora del mismo modo hacia el médico y e]
pc:...icoanálisis. Tausk 165 ha señalado recientemente el hecho de que i.
los niños les gusta engañar a los adultos en cuanto a la evacuación
intestinal. Aparentan estar esforzándose duramente por satisfacer el
requerimiento de su madre o nodriza, pero no ejecutan ningún mo-
vimiento. Tausk añade que es ésta quizá la primera oportunidad en
que el niño se da cuenta de que puede engañar a los mayores. Los
neuróticos que tratamos, continúan esta tradición de la conducta
infantil. Diríamos que se enorgullecen de poder decidir si, cuándo
y en qué cantidad entregarán su material psíquico inconciente. Esta
tendencia a presentar en el análisis elementos perfectamente arregla-
dos, nos demuestra, no sólo un placer anal-erótico en sistematizar y
clasificar todo, sino otro rasgo interesante. Freud 106 ha llamado re-
cientemente la atención sobre la identificación inconciente del excre-
mento con los regalos. Los neuróticos narcisistas con una fuerte
predisposición anal, como los que estamos tratando ahora, tienen la
tendencia a ofrecer presentes en lugar de amor 16 7. Su transferencia
sobre el médico es incompleta. No son capaces de emplearse sin res-
tricciones en las asociaciones libres. Como sustituto, ofrecen regalos
al médico; y ellos consisten en las contribuciones al psicoanálisis que
han preparado en su casa, y a las que hacen objeto, como a los pro-
ductos de su propio cuerpo, de una sobreestimación narcisista. La
ventaja para ellos consiste en que conservan la facultad de decidir
qué es lo que van a dar.
Uno de mis pacientes obsesivos que padecía de la manía de dudar
y cavilar, tuvo la idea de convertir al mismo psicoanálisis,' a sus mé-

16ri "Internationale Zeitschrift für 3.rztliche Psychoanalyse", V Jahrgang, 1919,


p. 15, nota 1.
166 "De la historia de una neurosis infantil" (1918).
161 Véase el capítulo XIV.
236 KARL ABRAHAM

todos y resultados, en el tema de sus dudas y cavilaciones. Dependía


casi enteramente de su familia, y solía preocuparse, entre otras cosas,
con dudas acerca de si su madre o Freud "tenía razón". Su madre,
según dijo, le había aconsejado a menudo, para mejorar su constipa·
do, que no soñara en el baño sino que pensara solamente en el proceso
de la defecación; mientras que Freud, por el contrario, daba la regla
opuesta, a saber, la de asociar libremente pues entonces "todo viene
por sí mismo". Eso sucedió bastante tiempo antes de que el paciente
comenzara a realizar su psicoanálisis, no de acuerdo con los métodos
de su madre, sino con los de Freud.
La bien conocida parsimonia de los eróticos anales parece estar
en contradicéión con el hecho de que estos pacientes se muestran muy
dispuestos a hacer sacrificios materiales en pro del tratamiento, el
cual, por razones dadas, es prolongado. Esta conducta, sin embargo,
se explica por lo que ya se ha dicho. Los pacientes están haciendo
un sacrificio en beneficio de su narcisismo. Se muestran demasiado
inclinados a perder de vista el hecho de que el objeto de su trata-
miento es la curación de su neurosis. Es otra consideración lo que
les permite no prestar atención a los gastos. Parafraseando una vieja
anécdota, podría decirse que nada es demasiado caro para su nar-
cisismo.
Por otro lado, el rasgo de carácter de la parsimonia se encuentra
en ellos por doquier. Ahorran su material inconciente. Son propensos
a acariciar la creencia de que "algún día todo se presentará de golpe".
Practican la constipación en su psicoanálisis, tal como lo hacen en
el plano de la actividad intestinal. La evacuación tendrá lugar luego
de una larga demora, y les proporcionará un placer particular. Sin
embargo, posponen una y otra vez este final. ·
El análisis de estos pacientes presenta considerables dificultades.
Ellas residen en parte en la fingida complacencia con la que los pa-
cientes encubren su resistencia. Pues el análisis es un ataque contra
el narcisismo del paciente, esto es, contra la fuerza instintiva que hace
fracasar más fácilmente nuestros esfuerzos terapéuticos. Todo el que
está familiarizado con la situación comprenderá, por lo tanto, por qué
ninguno de mis casos tuvo resultados rápidos. Debo agregar que
en ningún caso obtuve una cura completa, aunque conseguí provocar
una mejoría de algún valor práctico, que en algunos pocos casos fue
amplia. Mis experiencias quizá den una imagen muy desfavorable de
las perspectivas terapéuticas. Cuando traté mis primeros casos, carecía
de un conocimiento profundo de la naturaleza peculiar de las resis-
tencias. Debe recordarse que no fue sino recién en 1914 cuando, gra-
cias al estudio clásico de Freud, obtuvimos nuestro primer conoci-
miento del narcisismo. Tengo por cierto la impresión de que es más
fácil superar esas resistencias narcisistas ahora que hago conocer a los
pacientes la naturaleza de aquéllas en el mismo comienzo del trata-
miento. Pongo el mayor énfasis en realizar un análisis exhaustivo del
PSICOANÁLISIS CÚNICO 237

narc1s1smo de esos pacientes, en todas las formas que asume, y espe-


cialmente en su relación con el complejo paterno. Si es posible supe-
rar su reserva narcisista, y. lo que viene a ser lo mismo, provocar
una transferencia positiva. producirán un día inesperadamente asocia-
ciones libre, aun en presencia del médico. Al principio esas aso-
ciaciones son aisladas, pero con el progreso del proceso descrito sé
hacen más abundantes. Por lo tanto, aunque debo comenzar por llamar
la atención sobre las dificultades del tratamiento, desearía como con-
clusión hacer una advertencia contra el peligro de hacer una prognosis
totalmente desfavorable para todos esos casos.
CAPÍTULO XVI

LA APLICABILIDAD DEL TRATAMIENTO


PSICOANAL1TICO A LOS PACIENTES
DE EDAD AVANZADA (1919) 168

LA CUESTIÓN de cuáles sOn las condiciones necesarias para que el tra-


tamiento psicoanalítico pueda prometer un éxito terapéutico apenas
ha sido tratada hasta el presente, con excepción de algunas observa-
ciones generales que hizo Freud en un trabajo aparecido hace muchos
años ;t 69 •
Desde entonces. la experiencia psicoanalítica ha aumentado mu-
cho, y su técnica se ha desarrollado grandemente. Por lo tanto, parece
ser el lnomento oportuno para considerar más cuidadósamente esta
cuestión, que tiene gran importancia práctica. Las siguientes observa-
ciones pretenden ser un primer intento de arrojar luz sobre el tema.
En su trabajo, Freud expresó la opinión de que el psicoanálisis
pierde su eficacia si el paciente es de edad muy avanzada. No cabe
duda acerca de la corrección general de esta hipótesis. Puede espe·
rarse que al comienz.o de la involución física y psíquica, una persona
se sienta menos inclinada a privarse de una neurosis que ha tenido
durante la mayor parte de su vida. Sin embargo, la experiencia psico-
analítica cotidiana demuestra que no debe esperarse que los procesos
mentales sean demasiado uniformes. Ella nos previene contra el enfo-
que de la investigación o el tratamiento de las enfermedades nerviosas
con teorías "a priori". Por ejemplo, ¿no se ha demostrado que cierta~
enfermedades mentales que la medicina psiquiátrica había considera-
do totalmente intratables, resultan accesibles para los métodos psico-
analíticos? En consecuencia, parecería incorrecto negar "a priori" la
posibilidad de ejercer una influencia curativa sobre las neurosis en el
período de la involución. Es más bien la tarea del psicoanálisis, en
cuanto procedimiento científico, investigar precisamente el problema
de si, y en qué condiciones, este método de tratamiento puede obtener
resultados en p;icientes que se encuentran en los años posteriores de
su vida.

168 (NO ll~. 11. A.) .


169 "La sexualidad en la etiología de las neurosis.. (1898) .
PSICOANÁLISIS CÚNICO 239

Se piensa a menudo que la opinión ya citada de Freud significa


que en la cuarta década de la vida el tratamiento tiene una prognosis
dudosa, y que en la quinta década, y especialmente en el climaterio.
las posibilidades de conseguir resultados favorables son decididamente
escasas. Con frecuencia se niega que más allá de los cincuenta años.
nuestra terapéutica ejerza efecto alguno.
Durante mi práctica psicoanalítica he tratado varias neurosis cró-
nicas en p_ersonas de más de cuarenta, e inclusive de cincuenta años
de edad. Al principio vacilé antes de tomar casos de este tipo. Pero
más de una vez los mismos pacientes me urgieron a hacer el intento,.
quienes ya habían- sido tratado~ sin éxito en otro lugar. Y, además,.
yo tenía la confianza de que si no podía curarlos, podría por lo me-
nos proporcionarles una comprensión de su problema mejor y más
profunda que la que podría ofrecerles un médico no adiestrado en el
psicoanálisis. Para mi sorpresa, un número considerable de ellos reac-
cionó muy favorablemente ante el tratamiento. Puedo agregar que
cuento a algunas de esas curas entre mis más exitosos resultados. Daré
unos pocos ejemplos.
El primer caso de este tipo presentaba las perspectivas menos
favorables entre todos. Se trataba de una depresión melancólica, y el
paciente se encontraba en el período de involución y había demos-
trado ser refra·ctario al tratamiento en instituciones para enfermos
nerviosos e insanos. El psicoanálisis tenía ante sí una tarea extrema-
damente difícil en este paciente inhibido, que· había llegado ya a los
cincuenta años. No obstante, en cinco meses consiguió liberarlo de sus
autoacusaciones y de su negación de la vida, y hacerlo apto para des~
empeñar su trabajo. Cuando comenzó el tratamiento, su trastorno,
que fue precedido por un estado nervioso que había durado muchos
años, existía ya en su forma pronunciada desde hacía quince meses..
Aunque la enfermedad que se curó en este caso no tenía una anti~
güedad muy grande, no hay duda de que prometía hacerse crónica.
Y era, además, bastante grave. LUego de esto no pude considerar deses-
perado el tratamiento de una neurosis en la edad de la involución.
Más tarde emprendí el psicoanálisis de un paciente de casi cin-
cuenta años que sufría de una neurosis obsesiva; y por una coinci-
dencia nada infrecuente, recibí poco después un segundo paciente del
mismo tipo. de cincuenta y tres años. En ambos casos pude obtener
muy buenos resultados. '
Desde su juventud en adelante, el primer paciente había exhi-
bido todos los signos de lo que se llama el carácter obsesivo; per<>
hasta los treinta y cinco años sólo tuvo síntomas obsesivos leves. que
no le ocasionaron mayores sufrimientos. Después de su matrimonio.
dependió enteramente de su esposa, Ja que solía decidir acerca de
todo lo que a él concernía. Un día descubrió que ella se permitía
ciertas intimidades con un pariente. Este suceso despertó sus celos, y
condujo a Ja aparición de la neurosis en su forma grave. Ahora que:
240 KARL ABRAHAM

su esposa, en quien había depositado una confianza absoluta, se había


demostrado indigna de ésta, nada le quedaba de lo cual depender.
Desarrolló la más seria manía de dudar que sea posible imaginar.
Entre otras cosas, dudaba constantemente acerca de si había cometi·
do algún crimen o no. Si veía a un hombre desviarse de la calle y
desaparecer dentro de alguna casa, lo torturaba. el pensamiento de
que podría haberlo asesinado, deshaciéndose Juego del cadáver. Cuan-
do después de entregar un paquete el cartero se había ido, registraba
toda la casa en un estado de gran ansiedad para convencerse de que
no lo había matado y ocultado Juego partes de su cuerpo. Todo esto
era acompañado por dudas torturantes acerca de si había escrito su
nombre en algún pedazo de papel que había retirado, y del que se
podía hacer mal uso en consecuencia. Sólo menciono estos pocos
ejemplos, entre un gran número, para dar una idea de la gravedad
del caso. Este hombre, que al principio del tratamiento estaba lleno
de aprehensiones, totalmente desvalido y dependiente, se recuperó
considerablemente. Han pasado ya seis años desde la conclusión de
su tratamiento sin que haya sufrido ninguna recaída de importancia.
Ha habido ocasionales fluctuaciones en su estado de salud, pero nin-
guna fue importante.
El otro paciente Qbsesivo a quien traté al mismo tiempo, sufría
de serios ataques de ansiedad y estados depresivos. También él exhi-
bía los signos de un carácter obsesivo, entre los cuales eran especial-
mente prominentes una bondad y escrupulosidad exageradas. Ciertos
conflictos relacionados con sus fijaciones familiares provocaron la apa-
rición de su neurosi~ cuando tenía entre treinta y treinta y cinco años.
El psicoanálisis consiguió suprimir sus serios síntomas neuróticos, in-
clusive sus ataques de ansiedad y de dudas morbosas, y lo hizo capaz
de retomar el trabajo que se había visto obligado a abandonar, y de
disfrutar de Ja vida.
Me referiré también a la recuperación de una paciente de cua-
renta y un años de edad, con pronunciada agorafobia y ansiedad por
los viajes. Padeció desde la infancia numerosos síntomas neuróticos,
y había sufrido en los últimos seis años las dos serias incapacidades
mencionadas. Fue completamente curada. Han pasado ya ocho años
desde el tratamiento, y se mantiene libre de inhibiciones respecto a
su libertad de movimiento.
Podría aducir otros casos, y también algunos en los que se obtu-
vieron resultados parciales en graves y hondamente arraigadas histe-
rias de ansiedad, estados depresivos, etc.
Luego de mencionar esos resultados satisfactorios, debo proceder
a citar los fracasos. Sólo es necesario tocar brevemente aquellos casos
desfavorables en extremo que pronto obligaron a la interrupción del
tratamiento. Éstos eran pacientes que instintivamente rechazaban todo
descubrimiento indeseable en su psicoanálisis, e inclusive la necesidad
de hablar acerca de su vida instintiva. Más importante para nuestra
PSICOANÁUSIS CÚNICO 241

discusión actual son los casos en los que tuvimos que satisfacernos con
una mejoría parcial pese a un tratamiento continuo.
Si contemplamos una cierta cantidad de tratamientos exitosos y
fallidos de pacientes de este grupo, el problema de los resultados va·
riadas se explica de una manera simple. La prognosis es favorable,
inclusive en casos de edad avanzada, si la neurosis apareció en toda
su gravedad sólo largo tiempo después de la pubertad, y si el paciente
ha disfrutado por lo menos algunos años de una actitud sexual pró~
xima a la normal y de un período de actividad social útil. Los casos
desfavorables son aquellos de quienes ya han tenido en la infancia
una neurosis obsesiva, etc., y qu_e en los aspe~tos ya mencionados nunca
consiguieron un estado semejante al normal. Éstos son también los
casos, sin embargo, en que la terapéutica psicoanalítica puede fraca-
sar aunque el paciente sea joven. En otras palabras, es de mayor im-
portancia para el éxito del psicoanálisis la edad en la que aparece la
neurosis que la edad en que se inicia el tratamiento. Podemos decir
que la edad de la neurosis es más importante que la edad del paciente.
A este respecto se impone por sí misma una comparación con la
prognosis de los trastornos mentales. Entre las psicosis conocidas como
demencia precoz (esquizofrenia, parafrenia), es m·ás desfavorable la
prognosis en aquellos casos que han estallado en la pubertad o aun
en la infancia, mientras qne los que aparecieron en una edad más
madura son más propensos a mejoría, que suelen ser bastante perma-
nentes. El curso que toman las psiconeurosis obedece a las mismas
leyes.
La cuestión de hasta qué punto puede tener éxito el psicoanáli-
sis en la indagación de la sexualidad infantil de los neuróticos de
edad avanzada, tiene mucha importancia. A partir de mi experien-
cia, puedo decir que no es de ningún modo imposible rastrear hasta
los primeros períodos de la infancia. En un caso de neurosis obsesiva
que traté recientemente, aunque el tratamiento no está terminado
todavía, tuve en este aspecto un éx1t.o tan completo como sólo hu-
biera podido esperarse si el paciente hubiera sido muy joven.
En algunos casos, el tratamiento psicoanalítico durante la edad
de la involución no es conducido del mismo modo que con los pa-
cientes más jóvenes. Mientras que en general dejamos la conducción
del análisis al paciente, en el sentido de que él elige en cada hora
de tratamiento el punto df' partida de sus asociaciones libres, ciertos
neuróticos de mayor edad necesitan recibir en cada ocasión Un estímu-
lo del médico. He observado esto reiteradamente, y en una forma pro-
nunciada, en los neuróticos obsesivos más viejos. Esos pacientes eran
personas de una débil iniciativa en general, que en determinados as-
pectos habían sido dependientes y faltos de confianza en sí mismos
desde su juventud. Ahora deseaban ser guiados por su médico, quien
en su inconciente representaba al padre superior. He tropezado con
esto muchas veces al comenzar la hora de tratamiento de tales pa-
242 KARL ABRAHAM

cientes. No podían encontrar por sí mismos el camino hacia el mate·


rial psíquico; pero tan pronto como se les ofrecía un pequeño estí·
mulo, quizás en la forma de una alusión a cosas de las que ya se
había hablado, presentaban inmediatamente asociaciones. Esta con-
ducta es de un carácter cabalmente infantil. También la he encon-
trado en el tratamiento de niños; por· ejemplo, en un inteligente va-
rón de once años, quien había adoptado una actitud marcadamente
positiva hacia mí, como sustituto de su padre. Es significativo que en
los pacientes más jóvenes esta conducta desaparece cuando pasa a
primer plano la oposición contra el padre o su sustituto.
Con estas observaciones espero haber proporcionado alguna orien-·
tación en cuanto a la elección de los casos adecuados para el trata-·
miento .. psicoanalítico entre los pacientes de edad algo avanzada. En
conclusión, llamaré la atención sobre el hecho de que serían útiles.
investigaciones más precisas sobre las causas por las que ciertos casos
jóvenes demuestran ser refractarios al psicoanáliis. Un punto de vista
lnás exacto respecto a la indicación del tratamiento nos ahorraría
muchos fracasos, y conduciría a un cabal desarrollo de la eficacia
de la terapéutica psicoanalítica.
CAPÍTULO XVII

LA VALORACióN NARCISISTA DE LOS PROCESOS


EXCRETORIOS EN LOS SUE:!'lOS Y EN LA
NEUROSIS (1920) "º

MIENTRAS ERA sometida a tratamiento psicoanalítico, una paciente


tuvo el siguiente sueño:
"Estaba sentada en una silla de paja cerca de la pared de una casa
que estaba junto a la orilla de un lago. La silla estaba justo al lado
del agua. Había botes en el lago, y mucha gente nadando. Vi a dos
hombres en un bote, uno joven y el otro más viejo. Cuando el bote
se estaba aproximando a mí, vino una ráfaga de viento que hizo que
se levantara una enorme ola detrás del bote, y se lo tragó junto con
sus ocupantes. Las personas que estaban nadando también se ahoga-
ron. Sólo una de ellas, una mujer, se mantuvo a flote. Nadó hacia
mí y se agarró de mi silla. Yo pensé que podría estirar la pierna para
que ella se sostuviera; pero sentí tan poca simpatía por ella como
por los otros desdichados, de modo que no hice nada para ayudarla."
El análisis del sueño, en la medida en que nos interesa aquí,
trajo a luz estos hechos:
Los dos hombres en el bote eran el padre y el hermano de la
paciente, sobre los cuales estaba fuertemente fijada su libido. La
mujer que estaba nadando era su madre. Pasaré por alto la constela-
ción psíquica que impulsaba a la paciente a desear inconcientemeute
la muerte de toda su familia, y sólo consideraré el método por el cual
se la destruía en el sueño.
En los sueños y síntomas neuróticos de esta paciente, cuyo ero-
tismo genital estaba reprimido de una manera poco común, encon-
tramos una muy fuerte expresión de erotismo anal y uretral. El ejem-
plo recién citado es un ejemplar de esto. ''Silla" 1 7 1, "viento.. y "agua"
son sus rasgos principales. La familia de la paciente es exterminada
por el viento y el agua. Ella misma parece ser una espectadora des-
interesad3., debido a la censura. Pero la insensibilidad con la que
contempla la catástrofe despierta la sospecha de que es ella la cau-
sante del desastre. Y esta sospecha se convierte en certeza cuando
170 (NO 63, B. A. ) .
171 (En alemán "Stuhl" [l] "silla" [2] "inodoro", "heces").
KARL ABRAHAM

vemos cómo termina el sueño. Al negarse a ayudar a la madre, ella


es la causa de su muerte.
En los psicoanálisis de neuróticos estamos acostumbrados a ver
que las sensaciones anales y uretrales están estrechamente relacionadas
con los impulsos infantiles de amor. Y el análisis de esta paciente
presentó abundante material en evidencia de esto. Corresponde ente-
ramente a nuestra experiencia respecto a la ambivalencia de la vid·a
instintiva del neurótico, el que encontremos que las funciones y pro-
ductos del intestino y de la vejiga son utilizados como instrumentos
de los impulsos hostiles. Pero es raro hallar a esos impulsos tan noto-
riamente exhibidos como en el ejemplo citado, donde las funciones
del intestino y la vejiga son puestas al servicio exclusivo del sadismo,
y la orina y el flato aparecen como los instrumentos del ataque sádico.
Merece consideración especial el enorme poder que la paciente
atribuye a sus excreciones. Sobre la base de este sueño podemos poner
al lado de la idea primitiva de la omnipotencia de los pensamientos,
con la que estamos bien familiarizados, la idea de la omnipotencia
de las funciones de la vejiga e intestino. Ambas expresan muy obvia-
mente la misma sobreestimación narcisista del propio yo. Pero la idea
de la omnipotencia de las funciones de Ja vejiga e intestino parece
ser la más primitiva de las dos, una etapa preliminar de la "omnipo-
tencia de los pensamientos". Un segundo ejemplo ayudará a confirmar
esta hipótesis:
Un paciente neurótico, que en sus primeros años se imaginaba
constantemente que era un "príncipe", que había jugado a ser el
"Kaiser", y que más tarde se había solazado con fantasías de domina-
ción mundial, experimentó un cambio peculiar a los once años de
edad. Hasta entonces estuvo enteramente fijado sobre su madre, quien
lo prevenía sistemáticamente contra su padre. Ella exacerbó su erotis-
mo anal al elevar casi a la calidad de un culto su preocupación res-
pecto a las evacuaciones del niño. Se preocupaba constantemente
acerca de su cantidad y cualidad, y solía darle un enema casi diaria-
mente. Por su parte, el niño manifestó dolores neuróticos en el estó-
mago con el propósito de obligar a la madre a continuar los enemas.
Cuando tenía once años hizo un largo viaje con sus padres. Una no-
che, mientras paraban en un hotel, oyó pOr casualidad a sus padres
mientras mantenían comercio sexual. Este suceso le causó una impre-
sión tanto mayor cuanto que por muchos años aquéllos habían tenido
en su hogar habitaciones separadas. Recordaba ahora que este acon-
tecimiento le había parecido intolerable, y que había resuelto muy
concientemente impedir su repetición. Durante el resto del viaje se
las ingenió para arreglar las cosas de tal modo que tuvo que campar- 1--
tir una pieza con su padre. Desde la observación del coito entre los
padres se había identificado con la madre, y había transferido sus
fantasías de coito anal hacia su padre. Hasta ese momento le había
atribuído a la madre la posesión de un pene, representado por el
PSICOANÁLISIS CÚNICO 245

tubo de los enemas. Pero ahora sumió una actitud femenina -pasiva-
hacia su padre 1 7 2 . Poco después fue enviado a su cama. Durante ese
tiempo pasó un par de días sin evacuar el vientre, y como conse-
cuencia de esto sentía una sensación de presión en el abdomen. Esa
noche soñó que tenía que expeler al universo por su ano.
En este sueño se expresa muy claramente la idea de la omnipo-
tencia de la defecación. Nos recuerda los mitos de la Creación, en los
que se produce al ser humano a partir de la tierra o de la arcilla,
es decir, de una sustancia semejante a los excrementos. El mito bíbli-
co de la Creación tiene dos versiones diferentes en este aspecto. En
la versión "Elohista", Dios crea al universo y también al hombre por
medio de su orden, "Que ellos sean'', es decir, por la omnipotencia
de su pensamiento, voluntad, o acto. En la versión "Javhista .. se crea
al homqre con un terrón en el que Dios echa su aliento; de modo que
aquí encontramos expresada la idea más primitiva de la omnipotencia
de los productos del intestino. Pero no podemos considerar a otros
paralelos mitológicos en este Jugar.
Volviendo al significado sádico de la defecación, mencionaré que
la paciente que en el sueño mataba a su familia por medio de sus
excreciones. estaba seriamente afectada por una diarrea nerviosa. Ade-
más de sus causas habituales, el psicoanálisis descubrió en el fondo
de este síntoma un elemento sádico. La diarrea demostró ser un equi-
valente de los estallidos de ira reprimidos. Otros casos analizados han
confirmado esta relación. Por ejemplo, conozco a una neurótica que
reacciona con diarrea ante cualquier suceso que provoca su ira.
Parece curioso que un estallido de cólera pueda ser representado
precisamente por este síntoma neurótico. Para encontrar la explica-
ción debemos considerar la conducta del niño en sus primeros años
de vida. En la ira, el niño exhibe Ja misma congestión facial, los
mismos gestos, los mismos movimientos corporales que cuando expele
los excrementos. Y en ambas ocasiones profiere los mismos quejidos.
Esta identidad de los medios de expresión empleados en ambas oca-
siones indica una estrecha asociación entre los que son aparentemente
impulsos distintos. Podemos así comprender que una evacuación ex-
plosiva del vientre pueda ofrecer al inconciente del neurótico un sus-
tituto de una manifestación de cólera que no se ha efectuado.
La relación más fundamental entre el sadismo y el erotismo anal
reside sin duda en el hecho de que el sentimiento sexual pasivo aso-
ciado con la zona anal se acopla a los impulsos sádicos-activos, una
combinación de opuestos que representa la primera etapa de la pola-
ridad de varón y mujer. La muy marcada actitud ambivalente que hay
en la vida instintiva de Ios neuróticos obsesivos, se basa en esta estre-

· 172 En sus fantasías de los años posteriores, el paciente conservó la idea de


una mujer con un pene. Solfa esconder sus órganos genitales entre los muslos para
sentirse como una mujer. ·
246 KARL ABRAHAM

cha relación entre los impulsos activos y pasivos. La conexión antes


mencionada de los impulsos sádicos y anales no contradice esta hipó·
tesis; por el contrario, demuestra que también están asociados con
la actividad del intestino impulsos libidinales de carácter activo 1 1a,
y nos muestra la múltiple determinación de tal relación.
La sobreestimación narcisista de los excrementos ha sido recono-
cida hace tiempo en la literatura psicoanalítica. Ya en 1900, en su
"Traumdeutung'', Freud dio ejemplos de ella. Sueños donde un flujo
de orina ejerce poderosos efectos, se presentan en mujeres con un
fuertemente marcado -"complejo masculino". En un trabajo ante-
rior 1 1• he mencionado el caso de un niño de tres años cuya megalo-
manía narcisista no estaba reprimida, de modo que su_ relación con
las excreciones era claramente reconocible. Cuando orinaba en el mar
intentaba dar la impresión de que éste era producto suyo.
Los dos sueños que mencioné tienen una relación estrecha con
esa fantasía infantil. Mientras que en los sueños de excreción con los
que ya estamos familiarizados, los productos del cuerpo son sobreesti~
mados simplemente de una manera cuantitativa, en los ejemplos que
acabamos de citar son las funciones de excreción lo que se sobreestima,
y en el sentido de atribuirles un poder enorme y casi ilimitado, de
crear o destruir cualquier objeto.

173 La doble significación erógena de la zona anal -activa y pasiva- ha sido


tratada en detalle por Federn, en su "Beitri:igen zur Analyse des Sadismus urid
Masochismus" (1913) .
174 Véase el capítulo XIII.
CAPÍTULO XVIII

CONTRIBUCióN A UNA DISCUSióN SOBRE


EL TIC (1921)'"

VARIOS FENÓMENOS diferentes fueron originariamente incluidos bajo


el nombre de "Tic", como, por ejemplo, el tic douloureux (neuralgia
trigeminal), los espasmos faciales. y muchos síntomas compulsivos,
como asimismo los síntomas a los que todavía hoy se denomina tics.
Lo que actualmente suscita dificultades desde el punto de vista del
diagnóstico diferencial, es sólo la separación de los tics de las accio-
nes compulsivas..Ni Meige, ni Feindel, ni Ferenczi resuelven esta di-
ficultad. Las características del tic, tales como las describen los dos
primeros autores, se aplican igualmente bien a las acciones compul-
sivas. La incapacidad de dominar un estímulo, de que habla Ferenczi,
está muy bien observada, pero también ocurre en la neurosis obsesiva.
Y del mismo modo, los fenómenos narcisistas que Ferenczi destaca
especialmente, pueden verse en todos los pacientes histéricos y obsesi-
vos. Sin embargo, la regresión al narcisismo no es nunca tan amplia
en la persona que sufre de un tic como en el paciente psicótico. Fe-
renczi está muy acertado cuando llama la atención sobre las semejan-
zas que hay entre los tics y la catatonia, pero pasa por alto las dife-
rencias entre ambas afecciones, que son mucho más fundamentales.
No puede darse el caso de un tic que culmine en demencia. Por otra
parte, parece ser muy útil la suposición de un aumento de la libido
.y la concepción de un "tic patoneurótico".
En cuanto puedo ver, no es posible hacer una separación· com-
pleta del tic y de la acción compulsiva, así como no pueden ser comple-
tamente separados la: ansiedad histérica y los fenómenos de conversión.
La relación entre ambos es muy semejante .. La persona que sufre
de un tic nos da una etiología de él; es decir, relaciona su síntoma con
acontecimientos de su vida, de la manera en que. lo hace el histérico.
Pero no le atribuye ninguna significación en su vida mental como
lo hace el paciente obsesivo, que teme consecuencias desatrosas si

175 (NQ 72, B. A.). (Esta es una contribución de Abraham a una discusión,
en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa, el 9 de junio de 1921, a
propósito del trabajo de Ferenczi "Observaciones psicoanalíticas sobre el tic" apare·
cido ese mismo afio} .
248 KARL ABRAHAM

omite una acción compulsiva. La supresión de un tic es desagradable;


su reasunción sirve indudablemente para aliviar la tensión. No estoy
de acuerdo con la opinión de que la supresión de un tic ocasiona
ansiedad.
Una objeción importante surge de otra consideración. Ferenczi
dice que un tic no parece contener relación a un objeto. Sin embargo.
en mis análisis .en_contré una doble relación con un objeto, a saber.
una anal y otra sádica, y en esto reside la semejanza del tic con la
neurosis obsesiva. Esta similaridad me parece ser mayor que la que
existe con Ja catatonia.
El primer tic mencionado en la literatura psicoanalítica fue un
tic de dar golpes secos ("Studien über Hysterie", 1895), por medio de
los cuales la paciente deseaba inconcientemente despertar a su padre
enfermo que acababa de dormirse. Se expresa indudablemente" en este
caso un propósito de atentar contra la vida del padre. Uno de mis
pacientes que sufría de un tic général castañeteaba los dedos, mien-
tras movía el brazo hacia adelante con un gesto agresivo. El tic que
consiste en hacer muecas tiene un obvio significado hostil. Podrían
aducirse muchos otros ejemplos de este tipo.

Estado normal
Amor objetivo Organización Con trol de la Capacidad de
genital. inervación del enfrentar los
órgano. estímulos
psíquicos.

Amor objetivo Organización Histeria de Histeria de


genital. conversión. ansiedad.

Amor objetivo Organización Tic. Neurosis


anal-sádica. obsesiva.
Narcisismo al . ... . . Catatonia . Estados
autoerotismo paranoicos.

Otros tics, en particular la coprolalia, manifiestan muy claramente


su origen anal, como lo indicara Ferenczi. Algunos -el tic de silbar,
por ejemplo- derivan directamente de procesos anales (flato). Aquí
el paciente realiza sus propósitos hostiles y degradantes por medios
anales. Otros tics son imitaciones de las contracciones del esfínter.
Algunos parecen ser verdaderas representaciones mímicas del famoso
desafío de GOtz von Berlichingen.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 249

Sobre la base de mi material, al que no puedo mencionar aquí


en detalle, el tic me parece ser un síntoma de conversión en el nivel
anal-sádico. El esquema .adjunto aclarará esta hipótesis.
Según este cuadro, el tic está ubicado al lado de las neurosis obse-
sivas, así como la histeria de conversión está al lado de la histeria
de ansiedad.
Representa una regresión a una etapa anterior a la del síntoma
de la histeria de conversión, y está más próximo a la catatonia que
a la histeria. Podría decirse que se encuentra en la serie de la con-
versión y no en la de la ansiedad.
Las diferencias entre las teorías de Ferenczi y las mías, tales como
las he expuesto, no disminuyen de ningún modo el mérito de este
autor, quien intentó por primera vez realizar una investigación com-
pleta y psicoanalítica de los tics. Y algunas de sus ideas, aunque me
parecen equivocadas, me guiaron en las opiniones que han sido
expresadas.
CAPÍTULO XIX

LA ARAJilA COMO SlMBOLO DE LOS


SUEJilOS (1922) 176

EN CUANTO alcanza mi conocimiento, no hay en la literatura psico-


analítica nada escrito, que tenga valor práctico, sobre la significación
de la araña como símbolo, aunque todo analista debe haberlo encon-
trado en los sueños de los pacientes. Freud dijo cierta vez que la
araña representa a un aspecto de la madre, a saber, a la madre colé-
rica de quien el niño tiene miedo. Pero no está claro por qué es
precisamente la araña la que la representa. Podría decirse que es por-
que la araña atrapa y mata a pequeños animales, y éstos representan
a menudo a los niños en los sueños. Pero hay muchos otros seres que
hacen presa de los más pequeños e indefensos; ¿por qué, entonces,
se elige a la araña para simbolizar a la madre perversa? La araña es
uno de esos símbolos de los sueños cuyo significado -por lo menos
en un aspecto- conocemos, sin conocer por qué se le ha atribuído.
No obstante, en la práctica encontramos que no siempre se da
este sentido a las arañas -o por lo menos, no es siempre el único-,
como podíamos esperarlo por nuestro conocimiento de la ambigüedad
de los símbolos. Pero en vano buscaremos en nuestra literatura mayor
información sobre este punto. Stekel 17 7 menciona a la araña como
símbolo fálico, sin duda, pero interpreta de un modo tan superficial
los sueños que cita, que no arroja ninguna luz sobre el tema. Sólo en
uno de los sueños mencionados se interpreta como símbolos fálicos
a las largas patas de una especie de araña (Phalangium). Pero esta
araña no teje tela, de modo que sigue dudoso el significado que
debe atribuirse a las arañas que no tienen largas patas y que tejen
telas.
En estas circunstancias, deberíamos observar con cuidado a cada
ejemplo, independientemente. Varios sueños de uno de mis pacientes,
en diferentes momentos del tratamiento, me permiten hacer alguna
contribución a la explicación de los sueños acerca de arañas.
El priiner sueño sucedió pocos días después de que el· paciente
comenzara el tratamiento, uno de cuyos resultados hasta el momento
había sido el descubrimiento de su actitud hacia su madre. Esto le

170 (N• 80, B. A.) .


177 "Die Sprache des Traumes", p. 135.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 251

había causado una gran impresión. Se evidenció que su fijación sbbre


ella se expresaba en una excesiva dependencia de su voluntad y opi-
niones. No había duda de que ella era el miembro dominante en el
matrimonio paterno. También había tomado a su cargo, en alguna
medida, la manutención de la familia, y en muchos aspectos de la
vida del paciente desempeñaba el papel del padre. La ambivalencia
de sus sentimientos hacia ella se expresaba en una violenta oposición
que existía al lado de su dependencia, pero que hasta la época del
tratamiento se había agotado en estériles estallidos de pasión. Se puso
luego de manifiesto que la actitud ed.ípica normal del paciente había
sufrido una inversión. La madre figuraba en su inconciente como un
ser dotado de atributos masculinos, y en este estrato de sus fantasías
inconcientes su actitud hacia ella era femenina y pasiva.
El paciente relató el primer sueño como sigue: "Yo estaba en un
dormitorio que tenía dos camas. Dos mucamas estaban arreglando el
Cuarto. Yo y la que estaba a mi izquierda descubrimos súbitamente
una horrible araña en el cielorraso. La mucama la aplastó con una
larga escoba, aunque yo le dije que podía eliminarla de una manera
menos drástica".
El paciente recordaba que el día anterior al sueño, había caído
una araña en la bañera. Su esposa había querido ahogarla, pero él la
rescató y la echó afuera por la ventana. El sueño terminaba de un
modo opuesto: se mataba a la araña. Es verdad que según su con-
tenido manifiesto, no era el paciente sino la mucama de su izquierda
la que lo hacía. Esta muchacha representaba a la esposa del paciente,
que el día anterior había querido ahogar a la araña, y que en la vida
real significaba para el paciente lo opuesto a su madre. Por su matri-
monio, podría decirse que había sido desleal a la madre. También
podemos reconocer en las dos muchachas dos de las tendencias del
paciente, a saber, una hostil a su madre (la muchacha de la izquier-
da), y otra cordial hacia ella (la muchacha de la derecha) . En el
sueño prevalece la primera tendencia. El significado de la araña como
símbolo materno nos resulta ahora claro. El método particular de
matar a la araña en el sueño -aplastándola- debe explicarse por la
teoría sádica del coito. (Incidentalmente diremos que algunos de los
sueños diurnos del paciente culminaban con la imagen de una canti-
dad de personas aplastadas hasta morir). Las asociaciones demostra-
ron que la larga escoba era un símbolo fálico; de m_odo que se hizo
inconfundible el deseo latente d~l paciente de matar a su 'madre co-
pulando con ella.
El segundo sueño ocurrió alrededor de dos meses después, y fue
éste: "Yo estaba parado al lado del aparador, en el "office", con mi
madre o mi esposa. Mientras estaba sacando del aparador una pila
de cosas, cayó a mis pies una araña grande y peluda. Me alegré de
que no me hubiera tocado. Poco después vimos a la araña en el piso,
y parecía más grande y horrible que antes. Empezó a volar y se me
252 KARL ABRAHAM

acercó haciendo un semicírculo y zumbando. Escapamos a través de


la puerta hacia la habitación contigua. Justo cuando estaba cerrando la
puerta, Ja araña alcanzó el nivel de mi cara. Si enJ:ró en la otra
pieza, quedó encerrada en el "office", o fue aplastada por la puerta,
no lo sé." ·
Algunas semanas antes de este sueño, se habían puesto en evi-
dencia las resistencias del paciente contra el sexo femenino, o más
correctamente, contra los órganos sexuales femeninos, junto con su
tendencia a convertirse en mujer mediante fantasías de castración, y
de convertir por otro lado a su madre en un hombre. Me trajo un
di bu jo de la araña tal como apareció en el sueño, y él mismo se
sorprendió al reconocer en su dibujo la forma oval de los órganos
sexuales femeninos externos, con el vello circundante, y en el medio,
donde estaba el cuerpo de la araña, algo que era indudablemente
muy parecido a un pene.
La caída de la araña en el sueño representaba la caída del pene
de la madre, que se despega al dirigirse él hada el aparador (sím-
bolo materno) . Su alivio al no ser tocado por la araña, esto es, por
los genitales maternos, proviene de su horror al incesto. En la vida
real solía horrorizarlo la visión de los órganos sexuales femeninos, y
todavía más todo contacto manual con ellos. El subsiguiente aumento
del tamaño de la araña, que también se levanta y vuela por el aire
en semicírculo, es un evidente símbolo de la erección: el falo ma·
terno ataca al paciente. Es significativa la duda final del sueño acerca
de si fue o no aplastada por la puerta. Encontramos aquí una fan·
tasía de aplastar el pene similar a las fantasías de mujeres neuróticas
con un marcado complejo de castración. Este rasgo nos recuerda asi·
mismo el primer sueño, en el cual la araña también fue aplastada.
Llegamos así a la conclusión de que la araña tiene un segundo
significado simbólico. Representa al pene empotrado en los órganos
genitales femeninos, que se atribuye a la madre. En apoyo de esto
puedo citar el sueño de otro paciente, en el cual éste intenta entrar
a una habitación oscura llena de pequeños animales. Por ciertas alu·
siones en el contenido manifiesto del sueño, pero especialmente por
las asociaciones del paciente, no había duda de que la habitación
representaba el cuerpo de la madre. Cuando entró, una mariposa revo·
loteó hacia él. En homenaje a la brevedad sólo mencionaré que, como
en otros sueños, las alas de la mariposa tenían el significado de los
genitales femeninos; este uso simbólico de las alas se basa, entre otras
cosas, en la observación de su abrirse y cerrarse. El cuerpo de la
mariposa, oculto entre las alas, era indudablemente un símbolo ge·
nital masculino. La idea de un pene femenino escondido también se
manifestó en las fantasías neuróticas del paciente. .
La madre "perversa", representada por la araña, según la opi·
nión de Freud, es claramente una madre concebida _con forma. de
hombre, cuyo órgano masculino y placer masculino en el ataque teme
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 253

el n1no, así como las niñas son tímidas respecto a los hombres. La
sensación que le producían las arañas al paciente puede describirse
como ''pavorosa''.
Un tercer sueño que ocurrió alrededor de dos meses después del
segundo aclara más la cuestión. Dijo el paciente: "Yo estaba parado
al lado de una cama. U na araña colgaba en el aire, sobre la cama,
sostenida por uno o dos hilos. Tenía un mechón de pelo en la parte
superior de cada pata. Yo temía que al balancearse hacia atrás y
adelante en sus hilos, me tocara o trepara encima mío. Mi esposa,
parada a mi izquierda, me advirtió este peligro. Toqué con ~i mano
derecha el principal de los hilos de que pendía la araña, y eso im-
pidió que se me acercara demasiado. Repetí la operación varias veces,
de modo que en cierta manera estaba jugando con la araña, o mo-
lestándola. Le dije a 1ni esposa con orgullo: «¡Ahora sé cómo tratar
a la araña!> Entonces ésta desapareció del sueño. Finalmente la ha-
bía eliminado, y dejé caer la mano sobre la cama. Descubrí horrori-
zado que mi mano descansaba en realidad sobre una tela de araña
que había allí. La tela era del tamaño de la mano, oval y convexa;
Era un nido de araña, y quizá estaba lleno de arañitas. Retiré la
mano y corrí hacia el pasillo; no sé si mi mano había tocado a las
arañitas, o si alguna se había trepado a ella. En mi apuro no pude
examinar el nido, pero le dije a mi esposa que lo hiciera."
La arañ.a colgante y los hilos, representan nuevamente al órgano
genital masculino de la madre; los movimientos de balanceo y la
aproximación al paciente significan la erección y el ataque sexual,
como ciertos símbolos del segundo sueño. Los mechones de pelo tam-
bién tienen un significado fálico; su duplicación indica de un modo
característico la ausencia de lo que representan en realidad. Durante
el sueño, el paciente se muestra activamente hostil hacia la araña;
desaparece su temor al imaginario pene de la madre. No necesitamos
extendernos sobre otros detalles de esta parte del sueño.
Luego el paciente entra en contacto con el nido de la araña,
por cuyo tamaño y forma no tenemos dificultad en reconocer a los
genitales femeninos. Ahora siente ansiedad respecto a los genitales fe-
meninos reales (es decir, a la carencia de pene), en lugar de su ante-
rior ansiedad respecto al atributo imaginario. Tropezamos de nuevo
con el horror a tocar esa parte del cuerpo femenino. Las arañitas que
el paciente imagina dentro_ del nido, son símbolos típicos de los niños.
(El paciente era el hijo mayor de la familia.)
En conclusión, podemos decir que estos tres sueños explican el
simbolismo de la araña en tres direcciones. En primer lugar, la araña
representa a la perversa madre conceb_ida como un hombre, y en
segundo lugar, al genital masculino que se le atribuye. Aquí, la tela
de la araña representa al vello púbico, y el hilo al genital masculino.
El hecho de que cada sueño contenga un uso especial del sim-
bolismo de la araña, indica que probablemente hay todavía otros
254 KARL ABRAHAM

significados de este símbolo. Quizás esta publicación mía estimulará


a otros a publicar análisis semejantes y complementarios.
No ha sido suficientemente considerado desde el punto de vista
psicoanalítico el significado de la araña en la psicología de los pue-
blos. El hecho de que sea tanto un buen augurio como uno malo,
puede ser considerado como expresión de una actitud ambivalente
hacia este insecto, ampliamente extendida. No hay duda de que él
provoca un sentimiento de "pavor" 1 7 8 en muchos pueblos. Creemos
justificado suponer que estos sentimientos de pavor se originan en
la misma fuente inconciente que los de los neuróticos descritos ante-
riormente.

POST SCRIPTUM

Mi opinión de que la significación simbólica de la araña no ha-


bía sido agotada en mi comunicación, fue rápidamente confirmada.
Después de que yo hablara sobre el tema en una reunión de la Socie-
dad Psicoanalítica Vienesa, el Dr. Nunberg mencionó algunos puntos
de su análisis de una fobia a las arañas. En este caso, la araña tam-
bién representaba a una madre peligrosa, pero en otro sentido. Las
fantasías inconcientes del paciente se referían al peligro de ser asesi-
nado por su madre durante un comercio sexual incestuoso. Nunberg
destacó el hecho de que las arañas matan a sus víctimas chupando su
sangre, y que esta succión sirve como símbolo de castración en el
caso observado, esto es, da expresión a la típica fantasía de perder
el pene durante el acto sexual.
Podría observar que yo estaba sobre la pista de conexiones seme-
jantes desde un comienzo; pero éstas no eran apoyadas por la:s asocia-
ciones de mi paciente, de modo que preferí limitarme al material
indiscutible que había obtenido. El tratamiento del paciente tuvo que
ser interrumpido por motivos externos. Si más adelante es reiniciado,.
probablemente podré confirmar los muy interesantes descubrimientos
de Nunberg, que constituyen un complemento necesario y esclarece-
dor de mi análisis.
Durante la misma discusión, el profesor Freud atrajo mi aten-
ción sobre un notable hecho biológico que yo desconocía. No sé si
mi paciente lo conocía -conciente o inconcientemente-, ni puedo
averiguarlo en este momento. Se trata de esto: la araña hembra es
muy superior al macho en cuanto a tamaño y poder, y durante la
cópula este· último corre un gran peligro de ser muerto y devorado
por ella. Por lo tanto, hay un acuerdo notable entre el contenido
ideacional de la fobia analizada por Nunberg y un hecho de la cien-
cia natural. No debo intentar una explicación de esta coincidencia;
pero quizás arrojen alguna luz sobre ella las investigaciones ulteriores~

178 Véase Freud, "Lo pavoroso" (1919),


CAPÍTULO XX

UNA TEORtA INFANTIL SOBRE EL ORIGEN


DEL SEXO FEMENINO (1923) 179

PoR LOS psicoanálisis de muchos pacientes nos familiarizamos con la


idea infantil, que es conservada en el inconciente. de que la hermana
ha sido convertida en niña por el padre, mediante una castración.
Recientemente, una paciente me contó un sueño en el cual se atribuía
de este modo a su padre la determinación de su sexo. Sin embargop
el proceso era diferente del que yo encontrara antes en los sueños,
y además, estaba localizado en el período anterior al nacimiento ·de
la paciente. El sueño fue éste:
"Yo estaba acostada sobre la tierra, y bajo el agua. Estaba muer-
ta, es decir, descansaba sin moverme; pero sin embargo podía observar
todas las cosas. Vi que un gran barco navegaba sobre el agua. Iba
parado en él un hombre que tenla un largo palo. Movía el barco
hacia adelante mediante el palo, como se hace en nuestros ríos. Ahora
hundía la pértiga en mi dirección, y me hacía un agujero en la región
de la boca. El siguiente impulso me golpeaba en el pecho, y el tercero
perforaba un agujero en mi abdomen."
La paciente está dentro del cuerpo de su. madre presenciando· el
comercio sexual entre ambos padres, situación que se presenta en
muchos de los sueños de los pacientes. Sin e1nbargo, el punto parti-
cular del sueño es que el proceso que ella presencia convierte a la
paciente en mujer. Por lo tanto, el sueño expresa la idea de que la
vagina de la niña es perforada por el pene paterno, antes del naci-·
miento de aquélla.
No necesito extenderme sobre los otros elementos del sueñop
puesto que deseo solamente llamar la atención sobre una teoría sexual
infantil con la que antes no había tropezado.

179 (NO 83, B. A.) •


CAP(TULO XXI

UNA TEORfA SEXUAL INFANTIL NO OBSERVADA


HASTA AHORA (1925) 180

UN PACIENTE en cuya infancia se .había desarrollado una lucha extra-


ordinariamente severa entre la represión y la curiosidad sexual, me
relató, durante su psicoanálisis, dos teorías infantiles sobre la pro-
creación. Según la primera, el hombre abraza y besa a la mujer, y
cuando esto sucede parte de su saliva pasa a la boca de aquélla y le
prqduce un hijo. Además de esta teoría, con la cual está familiarizado
el psicoanalista, el paciente había construído una segunda, según la
cual cuando el hombre abraza a la mujer su pecho excreta leche,
que pasa al pecho de la mujer.
Nunca escuché esta teoría antes. No pertenece, por cierto, a las
teorías primarias sobre Ja sexualidad, que los niños conciben con un
alto grado de uniformidad. Además, se probó que la teoría fue cons-
truída cuando el paciente ya había pasado la edad en la cual se
forman las teorías primarias. Ahora bien. dado que en los años pos·
teriores las opiniones de -los niños varían mucho, de acuerdo con las
diferentes influencias exteriores a las que están sometidos, no habría
motivo para perder tiempo con esta teoría sexual secundaria que me
relató el paciente. Pero el análisis de ella me ayudó a comprender
mejor una de las teorías primarias sobre la reproducción. y esto me
parece justificar la presente comunicación.
En este paciente. la capacidad de amar al sexo opuesto fue dada
por la ocurrencia de vívidas fantasías de carácter homosexual. En
parte se trataba de fantasías homosexuales pasivas, referidas a hombres
mayores, sustitutos del padre. En relación con su padre, el paciente se
identificadaba con la madre, de una manera que sabemos por otras
observaciones que es muy común. Un segundo grupo de fantasía era
de carácter activo y se refería a niños, y posteriormente a jóvenes,
algunos años menores que el paciente. Recordaba que en la primera
infancia había experimentado un fuerte impulso a introducir su pene
en la boca de niños más pequeños, aunque nunca había hecho tal
cosa. El análisis demostró sin dejar dudas que también en estas imá·
genes se identificaba con su madre. Los niños o jóvenes representa·
180 (NO 110, B. A.).
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 257

han a los hermanos menores del paciente, a quienes, siendo el mayor,


había visto al pecho de su madre. Esto le provocó la envidia más vio-
lenta; sus hermanos poseían algo de que él había disfrutado una vez,
pero que había tenido que abandonar hacía tiempo. Su identifica-
ción con la madre era una reacción ante la preferencia demostrada
hacia los hermanos menores.
En un período posterior, nada estimulaba tanto a su libido como
la visión de una madre amamantando a su hijo. En su país natal, las
mujeres de las clases bajas acostumbran a amamantar a sus niños en
la calle. La notable excitación sexual que tales impresiones le pro-
ducían a nuestro paciente, nos lleva a la conclusión de que la nutri-
ción de un bebé, esto es, la introducción del pezón dentro de la
boca de otra persona, era para él la esencia de la gratificación sexual.
Para su inconciente, esta situación era un sustituto del coito, atribu-
yéndole el papel activo a la madre. Se identificaba con ella en las
fantasías homosexuales mencionadas, en las que introducía su propio
órgano en la boca de un niño.
Puedo mencionar aquí que en la lengua materna del paciente la
expresión vulgar para el semen es "leche". Cuando niño había escu-
chado usar este término (que está muy difundido en todas partes) a
personas mayores.
La identificación del pezón masculino con el pene arroja luz
sobre otra de las teorías sexuales más frecuentes. Me refiero a la idea
de que la mujer tiene escondido un pene muy grande, dentro del
cual debe penetrar el órgano masculino, más pequeño. Creo que esta
teoría infantil no ha sido hasta ahora explicada psicológicamente de
un modo adecuado. Ha sido natural que se la explicara a partir de
dos fuentes: primero, de la idea familiar de que el cuerpo femenino
posee un órgano masculino, idea que es universal en cierto período
de la infancia, y que Freud 181 ha relacionado recientemente con la
fase "fálica" del desarrollo libidinal; y segundo, no podía menos que
agregarse que, lógicamente, sólo un objeto más pequeño puede pene-
trar en uno mayor, de modo que el niño tenía que suponer la exis-
tencia de un órgano femenino más grande. Pero no debemos olvidar
que en general las explicaciones racionales de esta clase tienen muy
escaso valor psicológico.
Existe en realidad, en lo que atañe al pecho, una diferencia de
tamaño en favor del órgano femenino. Además, en el caso de mi pa-
ciente había el hecho adicional de que en su lengua materna se desig-
na al pezón masculino con un término que es el diminutivo del que
se usa para el pecho femenino. De tal modo, su idea del pequeño
pezón masculino vertiendo alguna sustancia en el pecho femenino,
más grande, nos ayuda a comprender mejor la típica teoría de un
pequeño órgano masculino p~netrando en uno femenino mayor.

181 Freud, "La organización genital infantil de la libido" (1923).


258 KARL ABRAHAM

Los neuróticos que, según demuestra su análisis, han conservado


la idea del gran pene femenino, sufren generalmente el temor de que
ellos mismos tien~n un órgano anormalmente pequeño. Éste era el
caso de mi paciente, en quien tal idea era una obsesión, hasta que
desapareció por obra del análisis. El desplazamiento de las fantasías
de coito desde la región genital a la pectoral, significaba para el pa-
ciente un ahorro considerable de sentimientos desagradables. Pues la
pequeñez del pezón masculino en relación al pecho femenino es una
característica de todos los hombres, de modo que. esta disparidad no
le ocasionaba ninguna sensación de deficiencia personal.
Considero posible que los hechos que aquí sólo he rozado breve-
mente sean de alguna importancia para las investigaciones sobre la
sexualidad infantil. Según todas las apariencias, el sexo masculino es
superior respecto al órgano genital, y el femenino es superior en
cuanto al pecho. Este contraste debe imponerse por· sí mismo al niño,
y no debe sorprendernos el que transporte sus descubrimientos respec-
to a una región, a la otra. Las teorías sexuales infantiles contendrían
así el resultado de este proceso psicológico, y la idea del gran tamaño
y fuerza del pene femenino estaría determinada, por consiguiente, por
la equiparación de ese órgano con el pecho.
CAPÍTULO XXII

MANIFESTACIONES DEL COMPLEJO DE


CASTRACióN FEMENINA (1920)"'

Los FENÓMENOS psicológicos que atribuímos al llamado complejo de


castración del sexo femenino son tan numerosos y multiformes, que
ni siquiera una descripción detallada podría hacerles entera justicia.
Estas cuestiones son complicadas más aún por sus relaciones con pro-
cesos biológicos y fisiológicos. La siguiente investigación, en conse-
cuencia, no pretende presentar en todos sus aspectos el problema del
complejo de castración femenino, sino que se limita a ·la considera-
ción puramente psicológica del material reunido en un amplio campo
de la observación clínica.

Muchas mujeres sufren, temporaria o permanentemente, en la


infancia o en la edad adulta, por el hecho de haber nacido tales. El
psicoanálisis muestra además que muchas tienen el deseo reprimido
de ser varones; nos encontramos con este deseo en todos los productos
del inconciente, especialmente en los sueños y los síntomas neuróticos.
La extraordinaria frecuencia de estas observaciones sugiere que tal
deseo es común a todas las mujeres. Si nos inclinamos a sostener esta
opinión, nos vemos obligados a examinar concienzudamente y sin
prejuicios los hechos a los que atribuimos una importancia tan general.
Muchas mujeres se dan perfecta cuenta a menudo del hecho de
que ciertos fenómenos de su vida mental se originan en un .intenso
desagrado por ser mujeres; pero, por otro lado, muchas están total·
mente a oscuras respecto a los motivos de tal aversión. Una y otra
vez se presentan ciertos argumentos para explicar esta actitud. Por
ejemplo, se dice que ya en la infancia las niñas se encuentran en
desventaja frente a los varones, porque a éstos se les concede una
mayor libertad; o que en la vida posterior los hombres pueden ele-
gir su profesión y extender su esfera de actividad en muchas direc·
ciones, y en especial, que están sometidos a restricciones mucho me·

182 (NO 67, B. A.),


260 KARL ABRAHAM

nores en su vida sexual. Sin embargo, el psicoanálisis demuestra que


los argumentos concernientes de esta especie tienen un valor limitado,
y que son el resultado de la racionalización, un proceso que oculta
los motivos subyacentes. La observación directa de las niñas muestra
inequívocamente que, en cierto período de su evolución, se sienten
en desventaja respecto al sexo masculino debido a la inferioridad _de
sus órganos genitales externos. Los resultados obtenidos en el psicoM
análisis de adultos confirman plenamente esta observación. EnconM
tramos que una amplia proporción de mujeres no han superado esta
desventaja, o para expresarlo de un modo psicoanalítico, que no la
h.an reprimido y sublimado con éxito. Las ideas correspondientes a
ella chocan a menudo contra las barreras que se oponen a su ingreso
en la conciencia, con toda la fuerza de su acentuada catexia libidinal.
Esta lucha de los elementos reprimidqs contra la censura puede ser
demostrada por una gran variedad de síntomas neuróticos, sueños,
etcétera.
Este hecho de 4ue la no posesión de un órgano masculino pro-
duzca un efecto tan serio y duradero en la vida mental femenina,
justificaría el que denominemos a todos los derivados mentales rela-
cionados con él con el nombre colectivo de "complejo genital". Pre-
ferimos, empero, utilizar una expresión tomada de la psicología de los
varones neuróticos, y hablar también respecto al sexo femenino de
un "complejo de castración". Y tenemos buenas razones para ello.
La alta estimación en que el niño tiene a su propio cuerpo está
estrechamente relacionada con su narcisismo. La niña no tiene, ori-
ginalmente, un sentimiento de inferioridad respecto a su cuerpo, y
no se da cuenta de que exhibe un defecto comparado con el del varón.
Incapaz de reconocer un defecto primario en su cuerpo, concibe luego
la siguiente idea: "Una vez tuve un pene como los varones, pero me
lo quitaron", teoría con la que nos encontramos frecuentemente. Por
lo tanto, ella se esfuerza por representarse al defecto cuya percepción
es penosa como una pérdida secundaria, resultante de la castración.
Esta idea está estrechamente asociada con otra que luego trata-
remos en detalle. Se considera al órgano genital femenino como una
herida, y en cuanto tal representa un efecto de la castración.
También encontramos fantasías y síntomas neuróticos, y ocasio-
. nalmente impulsos y acciones, que indican una tendencia hostil contra
el sexo masculino. En muchas mujeres, la idea de que han sido da-
ñadas da origen al deseo de vengarse sobre el hombre privilegiado.
El fin de tal impulso es castrar a éste.
Por consiguiente, hallamos en el sexo femenino, no sólo la ten-
dencia a representarse un defecto primario y percibido con dolor como
una pérdida secundaria, el sentimiento de "haber sido despojadas",
sino también fantasías activas y pasivas de mutilación yuxtapuestas,
tal como en el complejo de castración masculino. Estos hechos justi-
fican que usemos la misma denominación para ambos sexos.
PSICOANÁUSIS CLÍNICO 261

II

Como ya se mencionó, el descubrimiento de los órganos genitales


masculinos por la niña, ofende su narcisismo. Durante el período
narcisista de su desarrollo, el niño vigila cuida_dosamente sus posesio-
nes, y considera con celos las de los demás. Quiere conservar lo que
tiene, y obtener lo que ve. Si alguien tiene sobre él alguna venta ja,
se producen dos reacciones estrechamente asociadas: un sen~imiento
de hostilidad hacia la otra persona, y un impulso de privarla de lo
que posee. La unión de estas dos reacciones constituye la envidia,
que es una típica expresión de la fase anal-sádica de la evolución
de la libido "'.
La reacción infantil de codicia y hostilidad ante toda posesión
adicional que se nota en otra persona. puede a menudo ser disminui-
da de una manera simple. Se le puede decir al niño que eventual-
mente recibirá lo que desea. Tales promesas de apaciguamiento se le
pueden hacer a la niña respecto a muchas cosas relativas a su cuerpo.
Se le puede asegurar que crecerá hasta ser tan grande como su madre,
que tendrá cabellos largo como su hermana, etc., y quedará satisfe-
cha con esas afirmaciones; pero no se le puede prometer la posesión
futura de un órgano masculino. Sin embargo, la misma niña aplica
el método que se er;n.pleó exitosamente con ella; pues a veces parece
aferrarse a esa esperanza considerándola evidente, como si la idea de
un defecto que durara toda la vida fuera totalmente incomprensible
para ella.
Es particularmente instructiva a este respecto, la siguiente obser-
vación de una niñita de dos años. Cierto día, cuando sus padres esta-
ban tomando el café en la mesa, se dirigió hacia una caja de cigarros
que estaba en un escaparte cercano, la abrió, sacó un cigarro y se lo
llevó a su padre. Luego se volvió y trajo uno para su madre. Luego
tomó un tercer cigarro y lo sostuvo frente a la parte inferior de su
cuerpo. La madre volvió a poner los cigarros en la caja. La niña
esperó un rato y repitió el juego.
El hecho de que el juego se reiterara excluye la posibilidad de
que se debiera a una casualidad. Su sentido es claro: la niña dotaba
a la madre de un órgano masculino como el de su padre. Representa-
ba la posesión del órgano, no como un privilegio de los hom~res sino
de los adultos en general, y entonces podía esperar obte1,1erlo e~la
misma en el futuro. Un cigarro no era un símbolo adecuado de su
deseo debido solamente a su foz:ma. Ella había notado hacía tiempo,
por supuesto, que sólo su padre fumaba cigarros, y que su madre no

183 Pata un tratamiento más detallado del rasgo de carácter de la envidia,


cf. el capítulo XXIII "Contribuciones a la teoría del carácter anal'º,
262 KARL ABRAHAM

lo hacía. Su impulso a equiparar al hombre y la mujer se expresa


palpablemente al presentar un cigarro también a la madre.
Estamos bien familiarizados con los intentos que hacen las niñitas
de adoptar la posición masculina en la micción. Su narcisismo no
puede tolerar el hecho de no ser capaces de hacer lo que otros hacen,
y por lo tanto se esfuerzan por causar la impresión de que, por lo
menos. su forma física no les impide hacer lo mismo que hacen los
varones.
Cuando un niño ve que su hermano o hermana recibe para comer
o jugar algo que él no posee, vuelve sus ojos hacia aquellas personas
que son los dadores, y éstas son en primer lugar sus padres. No le
gusta estar . peor que sus rivales. La niñita que compara su cuerpo
con el de su hermano, espera a menudo en la fantasía que su padre
le dará esa parte del cuerpo de la que lamentablemente carece; pues
la niña tiene aún una confianza narcisista en que no permanecerá
siempre defectuosa, y prestamente le atribuye a su padre la omnipo-
tencia creaáora de otorgarle todo lo que ella desea. ·
Pero ·todos esos sueños se desmoronan después de un tiempo. El
principio del placer deja de dominar incondicionalmente a los proce-
sos psíquicos, comienza la adaptación a la realidad, y con ella, la
crítica de los propios deseos por parte del niño. La niña tiene que
realizar ahora en su desarrollo psicosexual una adaptación que no se
les exige a los varones de una manera semejante; tiene que reconci-
liarse con el hecho de- su "defecto" físico y de su papel sexual feme-
nino. El disfrute no perturbado de las primeras sensaciones genitales
será una ayuda considerable para facilitar la renuncia a la masculini-
dad, pues por este medio los órganos genitales femeninos vuelven a
tener un valor narcisista.
En la realidad, empero, el proceso es mucho más complicado.
Freud ha llamado nuestra atención sobre la estrecha asociación de
ciertas ideas del niño. A sus ojos, una prueba de amor es casi lo mismo
que un regalo. La primer prueba de amor, que produce en el niño
una impresión perdurable, y se reitera muchas veces, es el hecho de
ser amamantado por la madre. Este acto alimenta al niño, y en con-
secuencia aumenta su propiedad material, y al mismo tiempo opera
como un estímulo placentero sobre sus zonas erógenas. Es interesante
observar que en ciertas regiones de Alemania (según mi colega Herr
Koerber) se denomina Schenken (dar, verter) al amamantamiento de
un niño. Dentro de ciertos límites, el niño paga a su madre su "re-
galo" con otro "regalo" retributivo, al regular sus evacuaciones cor-
porales según los deseos de aquélla. En la primera edad, las excrecio-
nes son el regalo par excellence del niño, en retribución a todas las
pruebas de amor que recibe.
Sin embargo, el psicoanálisis ha demostrado que en su primer
período psicosexual, el niño considera a sus excrementos una parte
de su propio cuerpo. El proceso de identificación establece además
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 263

una estrecha relación entre las ideas de "excrementos" y "pene". La


ansiedad del niño respecto a la pérdida de su pene se basa en esta
asimilación de ambas ideas. Teme que~. su pene se despegue de su
cuerpo del mismo modo que los excrementos. En las niñas, en cam·
bio, se presenta la fantasía de obtener un pene por medio de la
defecación -de hacerlo ellas mismas, por tanto-, o de recibirlo como
un regalo, en cuyo caso el otorgador es generalmente el padre, en su
calidad de beatus possidens. El proceso psíquico está así dominado por
el paralelo, excrementos == regalo == pene.
En el período siguiente, el narcisismo de la niña sufre una severa
prueba. Su esperanza de que le crecerá un pene se cumple tan poco
como sus fantasías de hacer uno ella misma, o de recibirlo como re·
galo. Así decepcionada, la niña dirigirá probablemente una intensa
y duradera hostilidad contra aquellos de quienes en vano esperó el
regalo. No obstante, normalmente la fantasía infantil encuentra una
salida de esta situación. Freud ha mostrado que además de la idea
del excremento y la del pene en el sentido de regalo, hay una tercera
que se identifica con ambas, a saber, la de un hijo. Las teorías infan.
tiles sobre la procreación y el nacimiento explican adecuadamente
esta relación.
La niña acaricia ahora la esperanza de tener un hijo de su padre,
como sustituto del pene que no se le concedió, y eso nuevamente en
el sentido de un regalo. Su deseo de tener un hijo puede ser satisfe.
cho, aunque recién en el futuro y con el auxilio de otro objeto amo.
roso. Es en consecuencia una aproximación a la realidad. Convirtiendo
a su padre en objeto amoroso, entra en esa etapa de la evolución de
la libido que se caracteriza por la predominancia del complejo de
Edipo femenino. Al mismo tiempo se desarrollan los impulsos mater.
nales mediante la identificación con la madre. La deseada posesión de
un hijo está, por lo tanto, destinada a compensar a la mujer por su
defecto físico.
Consideramos normal que la libido femenina quede ligada al
narcisismo en mayor medida que la masculina, pero no debe inferirse
de eso que no experimente alteraciones de gran alcance hasta la
madurez.
La llamada "envidia del pene" original de la mna, es reempla-
zada en primer lugar por la envidia de la posesión de hijos por parte
de la madre, en virtud de su identificación con ella. Estos impulsos
hostile_s necesitan sublimación, así como las tendencias dirigidas con.
tra su padre. Se establece ahora, como en los varones, un período de
latencia; y de un modo semejante, cuando se llega a la pubertad, vuel-
ven a despertar los deseos que se dirigieron hacia el primer objeto
amoroso. El deseo de la niña de tener un hijo (regalo), tiene que
ser disociado ahora de la idea de su padre, y su libido, así liberada,
tiene que encontrar un nuevo objeto. Si este proceso de desarrollo
sigue ~n curso favorable, la libido femenina tiene desde ahora en
264 KARL ABRAHAM

adelante una actitud expectante respecto al hombre. Su expresión se


regula- par medio de ciertas inhibiciones (sentimientos de vergüenza).
La mujer adulta normal se reconcilia con su propio papel sexual y
con el del hombre, y en particular con los hechos de la genitalidad
masculina y femenina; desea una gratificación pasiva y quiere tener
un hijo. Su complejo de castración no causa, de este modo, efectos
perturbadores.
La observación cotidiana muestra, sin embargo, con cuánta fre-
cuencia no se consigue esta meta normal del desarrollo. Este hecho
no debe sorprendernos, pues en la vida de la mujer hay causas sufi-
cientes para que la superación del complejo de castración sea difícil.
Nos referimos a esos factores que siguen recordándole la "castración"
de la mujer. La idea primaria de la "herida" revive por la primera
menstruación y las subsiguientes, y luego nuevamente con la desflo·
ración; pues ambos procesos se asocian con la pérdida de sangre, y
así se asemejan· a una herida. Una muchacha no necesita siquiera
haber experimentado esos sucesos; cuando crece, la mera idea de verse
sometida a ellos en el futuro ejerce sobre ella el mismo efecto. Y desde
el punto de vista de las típicas teorías sexuales infantiles, podemos
entender en seguida que el parto sea concebido de una manera simi-
lar en las fantasías de las jóvenes; sólo necesitamos recordar, por ejem-
plo, la "teoría de la cesárea", que concibe el alumbramiento como
una operación sangrienta.
En estas circunstancias debemos estar preparados para encontrar
en toda mujer huellas del complejo de castra~ión. Las diferencias in-
dividuales son solamente cuestión de grado. En las mujeres normales,
quizá encontremos ocasionalmente sueños que contienen tendencias
masculinas. A partir de estas expresiones muy leves del complejo de
castración hay escalones de transición que conducen a los muy serios
y complicados fenómenos de un carácter marcadamente patológico, a
los cuales se refiere principalmente esta investigación. También en
este aspecto, por lo tanto, encontramos un estado de cosas semejante
al que se presenta en el sexo masculino.

III

En su ensayo sobre '"El tabú de la virginidad'', Freud contrasta


el desenlace normal del complejo de castración, que está de acuerdo
con las exigencias prevalecientes de la civilización, con el tipo "ar-
caico". En muchos pueblos primitivos la costumbre prohibe a un
hombre desflorar a su esposa. Esto tiene que ser hecho por un sacer-
dote en un acto sacramental, o de alguna manera fuera del matrimo-
nio. En su concluyente análisis, Freud demuestra que este peculiar
precepto deriva del riesgo psicológico de que se .produzca una reac-
ción ambivalente por parte de la mujer hacia el hombre que la ha
PSICOANÁLISIS CÚNICO 265

desflorado, de modo que vivir con Ja mujer que se ha desflorado po-


dría resultar peligroso.
La experiencia psicoanalítica muestra que se manifiesta una inhi-
bición del desarrollo psicosexual en muchos fenómenos estrechamente
relacionados con la conducta de los pueblos primitivos. No es de nin-
gún modo raro encontrar mujeres de nuestra civilización contempo-
ránea que reaccionan ante la desfloración de un modo que se parece
mucho a la forma arcaica. Conozco varios casos de mujeres que des-
pués de ser desfloradas tuvieron un estallido de furia y golpearon o
estrangularon a su esposo. Una de mis pacientes fue a dormir al lado
de su esposo después del primer coito, Juego se despertó y Jo atacó
violentamente, y sólo gradualmente recuperó Ja razón. No hay duda
sobre el significado de su conducta: la mujer se venga pór el daño
que se ha inferido a su integridad física. Sin embargo, el psicoanáli~is
nos permite reconocer un elemento histórico en la motivación de tal
impulso de venganza. La causa más reciente del deseo vindicativo 'de
la mujer es indudablemente su desfloración; pues esta experiencia
proporciona una prueba convincente de la actividad masculina, y pone
fin a todos los intentos de olvidar la diferencia funcional entre la
sexualidad femenina Y la masculina. No obstante, todo análisis pro-
fundo revela la estrecha conexión que hay entre estas fantasías de
venganza y todos los acontecimientos anteriores -imaginarios o
reales_, que han sido equivalentes a la castración. La venganza resulta
referirse en última instancia a la injusticia sufrida a manos del padre.
El inconciente de la hija adulta ejerce una venganza póstuma por la
omisión del padre de otorgarle a ella un pene, sea en un. comienzo
o en un momento posterior; no la ejerce, sin embargo, en la persona
del padre, sino en la del hombre que debido a su transferencia de la
libido ha asumido el papel del padre. La única venganza de su inju-
ria -de su castración- es la castración del hombre. Sin duda, ésta
puede ser reemplazada simbólicamente por otras medidas agresivas;
entre ellas, el estragulamiento es una típica acción sustituva.
El contraste entre tales casos y la etapa final normal es evidente.
La actitud normal de amor hacia el otro sexo, está tanto en el hombre
como en la mujer ligada indisolublemente con el deseo de buscar
una gratificación genital conjunta con el objeto del amor; mientras
que en el caso descrito encontramos una actitud .hostil y sádica con
el fin de la posesión que deriva de motivos anales en lugar de la acti-
tud de amor con un fin genital. El impulso de la paciente a despojar
por la fuerza es evidente por numerosas condiciones psíquicas acom-
pañantes; y estrechamente asociada con sus fantasías de despojo está
la idea de transferir a sí misma el pene robado. Volveremos sobre
este punto más adel..tnte.
Como ya se ha dicho, los deseos de la mujer de ser masculina,
sólo ocasionalmente consiguen irrumpir en este sentido "arcaico". Por
otra parte, un número considerable de mujeres son incapaces de reali-
266 KARL ABRAHAM

zar una completa adaptación psíquica al papel sexual femenino. Que-


da abierta f>ara ellas una tercera posibilidad, en virtud de la disposi-
ción bisexual común a todo el género humano, a saber, la de convertirse
en homosexuales. Tales mujeres tienden a adoptar el papel sexual
masculino en sus relaciones eróticas con otras mujeres. Les gusta exhi-
bir su masculinidad en sus vestidos, en su modo de arreglarse el
cabello, y en su comportamiento general. En algunos casos su homo-
sexualidad no irrumpe en la conciencia; el deseo reprimido de ser
varón aparece aquí en una forma sublimada, Como la prosecución de
e.mpresas masculinas de carácter intelectual y profesional, y otros in-
tereses relacionados. Sin embargo, ·tales mujeres no niegan conciente-
mente su femineidad, sino que proclaman por lo común que estos inte-
reses son tan femeninos como masculinos. Consideran que el sexo
de la persona no tiene nada que ver con sus capacidades, especial-
mente en el campo intelectual. Este tipo de mujer está bien represen-
tado en el movimiento feminista de nuestros días.
No he descripto estos grupos tan brevemente porque subestime su
importancia práctica. Pero ambos tipos de mujer son bien conocidos
y ya han sido tratados en la literatura psicoanalítica, de modo que
no necesito extenderme sobre el tema, y puedo. pasar rápidamente a
la consideración de las transformaciones neuróticas del complejo de
castración. De éstas hay un gran número, y me esforzaré por descri-
birlas con precisión -algunas de ellas por primera vez- y por hacerlas
inteligibles desde un punto de vista psicoanalítico.

IV
,Las transformaciones neuróticas que se originan en el complejo
de castración femenino pueden dividirse en dos grupos. Los fenóme-
nos de uno de los grupos descansan sobre un fuerte deseo, emocional-
mente cargado, pero no conciente, de adoptar el papel masculino,
esto es, en la fantasía de poseer un órgano masculino; los del otro
grupo expresan un rechazo inconciente del papel femenino, y un
deseo reprimido de vengarse del hombre privilegiado. No hay una
clara línea de demarcación entre ambos grupos. En el mismo indivi-
duo, los fenómenos de un grupo no excluyen los del otro; se com-
plementan mutuamente. No obstante, puede reconocerse claramente
la preponderancia de esta o aquella actitud, de modo que podemos
hablar de la predominancia de una reacción del tipo del cumplimiento
del deseo, o del tipo de la venganza.
Ya sabemos que aparte del desenlace normal del complejo de
castración femenino, hay dos formas de reacción inconciente anorma-
les, a saber, la de tipo homosexual y la de tipo arcaico (vengativo) .
Sólo tenemos que recordar la relación general entre perversión y
neurosis, con la cual nos familiarizaron las investigaciones de Freud,
PSICOANÁLISIS CÚNICO 267
para poder comprender en cuanto a su psicogénesis a los dos tipos
neuróticos descriptos. Ellos son el "negativo" de los tipos homosexual
y sádico mencionados; pues ellos contienen los mismos motivos y ten-
dencias, pero en una forma reprimida.
Los fenómenos psíquicos que derivan de los deseos inconcientes
de masculinidad física o de venganza. sobre el hombre. son difíciles
de clasificar debido a su multiplicidad. También debe tenerse en
cuenta que los síntomas neuróticos no son las únicas expresiones ·de
origen inconciente que deben interesarnos aquí; sólo necesitamos refe-
rirnos a las diversas formas en que aparecen en los sueños las mismas
tendencias reprimidas. Por lo tanto, como ya dije al princ;ipio, esta
investigación no puede pretender un tratamiento e~haustivO de los
fenómenos que. surgen del complejo de castración reprimido, sino más
bien destacar ciertas formas frecuentes e instructivas de ellos, y espe-
cialmente algunas que no han sido consideradas hasta ahora.
El cumplimiento .del deseo que va más lejos en el sentido del
complejo de castración femenino, comprende aquellos síntomas o sue-
ños neuróticos que convierten al hecho de la femineidad en su opuesto.
En tal caso, las fantasías inconcientes de la mujer dicen: "soy la afor-
tunada poseedora de un pene y ejerzo la función masculina". Van
Ophuijsen da un ejemplo de esta clase en su artículo sobre el "com-
plejo masculino" de las mujeres 184. Se refiere a una fantasía conciente
de la juventud de una de sus pacientes, y por lo tanto nos da en
principio sólo una visión de los deseos activo-homosexuales todavía no
reprimidos de la paciente; pero al mismo tiempo demuestra clara-
mente cuál es la base de esos síntomas neuróticos que expresan las
mismas tendencias después de haber sido ellas reprimidas. A la noche,
la paciente solía ubicarse entre la lámpara y la pared, y luego alzaba
un dedo teniendo la mano en la parte inferior de su cuerpo, de tal
manera que en la sombra sobre la pared ella parecía tener un pene.
Hacía así algo muy semejante a lo que hizo la niña de dos años con
el cigarro.
Junto con este instructivo ejemplo puedo mencionar el sueño de
una neurótica. Era hija única. Sus padres habían deseado ardiente-
mente tener un hijo, y en consecuencia habían fomentado el narcisis-
mo, y particularmente los deseos masculinos, de su hija. Según una
expresión de ellos, ésta iba a convertirse en un "hombre muy. célebre''.
En sus sueños diurnos de adolescente ella se veía como un "Napoleón
femenino", y en ellos comenzaba una gloriosa carrera como oficial,
avanzaba hasta las posiciones más altas, y veía a todos los países de
Europa rendirse a sus pies. Después de haberse demostrado así supe-
rior a todos los hombres del mundo, aparecería finalmente un hombre
que superaría, no sólo a todos los demás, sino también a ella misma;
y la sometería a él. En sus relaciones maritales de la vida real, maní-

184 "Beitr3ge zum Mlinniichkeitskomplex der Frau" (1917).


268 KARL ABRAHAM

festaba Ja mayor resistencia contra la asunción del papel femenino;


luego mencionaré síntomas relacionados con esto. Cito aquí uno de
los sueños de mi paciente.
"Mi esposo toma a una mujer, levant~ sus vestidos, encuentra un
bolsillo peculiar y saca de él una jeringa hipodérmica de morfina.
Ella le aplica una inyección con la jeringa y él debe ser llevado en
un lamentable estado de debilidad."
La mujer del sueño es la misma paciente, quien asume el papel
activo del hombre. Es capaz de hacerlo por medio de un pene oculto
(jeringa) , con el. cual practica el coito con aquél. El estado de debi-
lidad del hombre significa que es muerto por el ataque de ella.
El sacar la jeringa del bolsillo sugiere el método de micción mas-
culino, que en su infancia Je parecía envidiable a la paciente. Tenía
además otro significado. En una reunión de la Sociedad Psicoanalí-
tica Berlinesa, Boehm llamó la atención sobre una frecuente teoría
infantil, según la cual el pene que se atribuye originariamente a
ambos. sexos, se oculta en una hendidura de la que puede emerger
momentáneamente.
Otra paciente, cuya neurosis dio expresión en múltiples formas
a la permanente discordia entre la masculinidad y la femineidad, dijo
que durante la excitación sexual tenía a menudo la sensación de que
algo en su cuerpo se estaba dilatando hasta alcanzar un enorme ta-
maño. El fin de esta sensación era, evidentemente, proporcionarle la
ilusión de poseer un pene.
En otras pacientes, los síntomas no representan como cumplido
al deseo de ser varones, pero exhiben una expectación de tal aconte-
cimiento para un futuro cercano o lejano. Mientras que en los casos
ya descritos el inconciente expresa la idea: ''Soy un varón", aquí con-
cibe el deseo con la fórmula: "Algón día recibiré el 'regalo'; ¡insisto
absolutamente en eso!".
La siguiente fantasía conciente de la juventud de una muchacha
neurótica, es perfectamente típica"' del contenido inconciente de mu-
chos síntomas neuróticos. Cuando la hermana mayor de la paciente
menstruó por primera vez, ésta observó que su madre y su hermana
conversaban juntas en secreto. Tuvo de inmediato el pensamiento:
"Ahora por cierto mi hermana está obteniendo un pene", y pensó en
consecuencia que ella también obtendría uno a su debido tiempo.
Esta inversión de la situación real es muy característica; la adquisi-
ción de esa deseada parte del cuerpo es precisamente lo que se pone
en lugar de la renovada "castración" que significa la primera mens-
truación.
Una paciente neurótica en quien el psicoanálisis reveló un grado
extraordinario de narcisismo, manifestó cierto día la mayor resisten-
cia contra el tratamiento, y 1nostró muchos signos de desafío hacia
mí, que se referían en realidad a su difunto padre. Dejó mi consul-
~orio en un estado de violenta transferencia negativa. Cuando iba ca-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 269

minando por Ja calle, se sorprendió a sí misma diciendo impulsiva-


mente: "No estaré bien hasta que no tenga un pene". De modo que
ella esperaba este regalo de mí, como sustituto de su padre, y hacía
depender de ello el resultado del tratamiento. Ciertos sueños de la
paciente tenían el mismo contenido que esta idea, que apareció súbi-
tamente desde su inconciente. En estos sueños, recibir algún obsequio
tenía el doble sentido de obtener un hijo o un pene.
En Ja esfera del complejo de castración, como en todas· las zonas
del reino de la psicopatología, se producen compromisos entre el im-
pulso y Ja represión. - En muchos casos, el inconciente se contenta
con una gratificación sustitutiva en lugar del cumplimiento total del
deseo de tener un pene, en el presente o en el futuro.
Una condición de las mujeres neuróticas que debe uno de sus
determinantes más importantes al complejo de castración, es la "enu-
resis nocturna". Es notable la analogía de este síntoma, en cuanto a
su determinación, en los neuróticos varones y mujeres. Puedo refe-
rirme a un sueño de un paciente de catorce años que sufría este
trastorno. Soñó que estaba en un w.c. y orinaba con manifiestos sen-
timientos de placer, cuando notó de repente que su hermana lo esta-
ba mirando a través de la ventana. Siendo niño, había en realidad
exhibido ante su hermana con orgullo su modo masculino de orinar.
Este sueño, que terminó en enuresis, manifiesta el orgullo del mu-
chacho por su pene; y la enuresis de la mujer descansa con frecuen-
cia sobre el deseo de orinar al modo masculino. El sueño representaba
este proceso en una forma no disimulada, y culminaba con una pla-
centera evacuación de la vejiga.
L;,ts mujeres propensas a la "enuresis nocturna", están abrumadas,
por lo general, por fuertes resistencias contra las fynciones sexuales
fe~~nJnas .. El 9:eseo infantil de orinar ~~ la posición masculina se aso-
cia con l~ l?ien conocida asimilaci4n de las ideas d_e orina y esperma,
y de la micción y l~ eyacula.c;:\ón. La tend_encia inconcient_e a mojar al
hombre con ori.l).a_ ~:u,rante el acto sexual t~ene aquí su origen.
O~ras formaciones sustitutivas J;Il~l!es.tr~n un desplazamiento de la
libido aún mayor, en tanto. se ~Jejan de la región genital. Cuando
por una u o~~a ra~?. l_~, libido es apartada de la región genital, es
atraída hacia Qt.ras. zonas erógenas, siendo resultado de determinacio.
l)_es in<li~_i_dual~s la~~ tjllé son elegida~ parti_cularmente. •En_ algunas
~ujeres- neuróticas, la nariz adquiere el significado de sustituto del
geriital masculino. Los nada infrecuentes ataques neuróticos de enro-
jecimiento e hinchazón de la nariz, representan en las mujeres su
fantasía inconciente de erección, en el sentido del deseo de mascu-
linidad.
En otros casos, los ojos asumen una. función similar. Algunas
neuróticas tieneri durante la excitación sexual una anormalmente pro-
nunciada congestión ocular. En cierta medida esta congestión es un
acompañamiento ·norma~ y común de, la excitación sexllal. Sin ero-
270 KARL ABRAHAM

bargo, en las mujeres de las que hablo, no se trata simplem'ente de


un aumento cuantitativo de la condición, que dure un breve período;
sino que ellas experimentan un enrojecimiento de la esclerótica acom-
pañado por una sensación ardiente, mientras que la hinchazón persiste
durante algunos días después de cada excitación sexual, de modo que
en tales casos podemos hablar justificadamente de una conjuntivitis
neurótica.
He visto a varias pacientes, perturbadas por muchas consecuen-
cias neuróticas del complejo de castración, que concebían a esta con-
dición de los ojos, asociada a menudo con la sensación de tener una
mirada fija, como una expresión de su masculinidad. En el incon-
ciente, la "mirada fija" equivale a menudo a la erección. Ya he alu-
dido a este síntoma en un trabajo anterior que trataba de los trastor-
nos visuales neuróticos 185 • En algunos casos la persona tiene la idea
de que su mirada fija aterrorizará a la gente. Si seguimos el hilo de
los pensamientos inconcientes de estos pacientes, que identifican su
mirada fija con la erección, podremos comprender el significado de
su ansiedad. Así como los varones exhibicionistas buscan, entre otras
cosas, aterrorizar a las mujeres con la visión de su falo, estas mujeres
se esfuerzan inconcientemente por conseguir el mismo efecto por
medio de su mirada fija.
Hace algunos años me consultó una joven neurótica. Lo primero
que hizo al entrar a mi consultorio fue preguntarme directamente si
ella tenía o no hermosos ojos. Quedé desconcertado por un momento,
por este modo poco común de presentarse a un médico. Ella observó
mi vacilación, y luego se desahogó con un violento estallido emocional
cuando yo le sugerí que, en primer lugar, ella debía contestar mis
preguntas. La conducta general de la paciente, a la que vi sólo unas
pocas veces, hizo imposible un psicoanílisis metódico. No conseguí
siquiera llegar a un diagnóstico claro del caso, pues ciertas caracterís-
ticas del cuadro clínico sugerían una condición paranoide. No obs-
tante, pude obtener unos pocos hechos relativos al origen de su sín-
toma más llamativo, y éstos, pese a su carácter incompleto, ofrecen
un panorama de la estructura de su condición.
La paciente me dijo que cuando niña había sufrido un gran susto.
E':1 la pequeña ciudad en la que vivía en esa época, una boa cons-
trictor se escapó de un zoológico y no pudo ser hallada; y mientta~
ella pa~eaba por un parque con su niñera, súbitamente creyó ver a
la serpiente en frente suyo. Quedó paralizada de terror, y desde en-·
tonces temía tener una mirada fija.
!'fo pudo aclararse si esta experiencia fue real o si era, entera o
parc1alme~~e, una fantasí~. La asociación serpiente = rigidez, nos re-
sulta fam1l1ar y comprensible. También reconocemos en la serpiente
un símbolo genital masculino. La fijeza de la mirada se explica en-
1s:; Cf. capítulo IX.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 271

tonces por la identificación del ojo fijo== serpiente= falo. La pacien-


te, sin embargo, se protegía contra este deseo de masculinidad, y ponía
en su lugar la compulsión de hacer que todo hombre le asegurara
que sus ojos eran hermosos, esto es, que tenían encantos femeninos.
Si alguien vacilaba en contestar esta pregunta con la afirmativa, era
probable que ella corriera el peligro de ser abrumada por su impulso
sádico-masculino al que reprimía con dificultad, y que cayera en esta-
do de ansiedad ante la creciente fuerza de sus sentimientos mascu-
linos.
Me gustaría indicar aquí que estas diversas observaciones no ha-
cen de ningún modo justicia a la gran multiplicidad de los síntomas
que pertenecen a este grupo. Además de estos ejemplos que muestran
la asunción vicaria del papel genital masculino por varias partes del
cuerpo, hay otros que manifiestan que también puede usarse con el
mismo fin a objetos que no forman parte del cuerpo, supuesto que su
forma y uso permitan en alguna manera una interpretación simbólica
de ellos como órgano genital. Podemos recordar la tendencia de las
mujeres neuróticas a usar la jeringa, y a darse ellas mismas o dar a
sus parientes enemas.
Hay numerosos puntos de contacto con las expresiones normales
del complejo de castración femenino, especialmente con los típicos
actos sintomáticos femeninos. Pueden mencionarse como ejemplo la
introducción de la punta del paraguas en la tierra. El gran placer que
encuentran algunas mujeres en usar una manguera para regar el jar-
dín, también es característico, pues aquí el inconciente experimenta el
cumplimiento ideal de un deseo infantil.
Otras mujeres son menos aptas o menos inclinadas a buscar una
gratificación sustitutiva de sus deseos de masculinidad en sustitutos.
neuróticos. Sus síntomas expresan una actitud completamente diferen-
te. Representan al órgano masculino como algo de importancia secun-
daria e innecesario. A esta actitud pertenecen todos los síntomas y fan-
tasías de la inmaculada concepción. Es como si estas mujeres quisieran
declarar por medio de su neurosis: "Puedo hacerlo yo sola". Una de
mis pacientes experimentó una inmaculada concepción de este tipo
encontrándose en un estado conciente crepuscular, parecido a un sueño.
En cierta ocasión anterior había tenido un sueño en el cual llevaba
en las manos una caja con un crucifijo; la identificación con la Virgen
María es aquí muy clara. Descubrí invariablemente que las mujeres
neuróticas que manifiestaban estos fenómenos, exhibían en especial
marcados rasgos de carácter anales. La idea de "ser capaces de hacerlo
solas" expresa un alto grado de obstinación, y es también prominente·
en estas pacientes. Por ejemplo, ellas quieren descubrir todo por sí
mismas en su psicoanálisis, sin ayuda del médico. Por lo general son
mujeres que por su obstinación, envidia y sobreestimación de sí mismas,
destruyen todas sus relaciones con el medio ambiente, y en realidad
toda su vida.
272 KARL AB·R·AHAM

Lo~ síntomas que hemos descrito hasta ahora tienen el carácter


de un cumplimiento del deseo positivo, en el sentido del deseo infantil
de ser igual físicamente a un hombre. Pero las formas de reacción que
hemos mencionado en último término se aproximan ya al tipo de la
venganza. Pu~s en la negativa a reconocer la importancia del órgano
masculino está implícita, aunque en una forma mitigada, la castración
del hombre. Nos a·cercamos, por consiguiente, con suaves transiciones,
a los fenómenos del segundo grupo.
En las pacientes de este segundo grupo, encontramos regularment~
dos tendencias en forma reprimida: un deseo de venganza del hombre,
y un deseo de tomar por la fuerza al anhelado órgano, es decir, de
quitárselo.
Una de mis pacientes soñó que ella y otras mujeres se llevaban
un gigantesco pene que le habían robado a un animal. Esto nos re-
cuerda el impulso neurótico de robar. La llamada cleptomanía es
atribuible a menudo al hecho de que el niño se siente herido u olvi"
dado en lo que respecta a las pruebas de afecto ·-a las que hemos equi-
parado a regalos- o perturbado de alguna manera en la gratificación
de su libido. Se procura un placer sustitutivo del placer perdido, y al
mismo_ tiempo se venga <!_e aquellos que han causado la supuesta injus·
licia. El psi<;oanálisis demuestra que. en el inconcient_e de nuestras pa-
cientes existen los mismos impulsos a tomar posesión por la. fuerza
del "regalo" que no se ha recibido.
El vaginismo es, desde un punto de vista práctico, el más impor-
tante de los síntomas neuróticos que sirven a las fantasi~s reprimidas
de castrar al hombre. El propósito del vaginismo. no es sólo impedir
la introducción del pene, sino también, en el caso de que la introduc-
ción se realice, no d_ejarlo escapar, esto es, ret~nerlo y castrar de este
modo al hombre. Por consiguiente, la fantasía consiste el} despojar
al hombre de su pene y apropiárselo.
La paciente que había presentado el ya mencionado sueño de la
jeringa, manifestó, al comienzo de su matrimonio, una rara y com-
plicada forma de rechazo del varón. Padecía de una aducción histé-
rica de sus muslos siempre que su esposo intentaba aproximarse a
ella. Después de que esto fue superado, luego de algunas semanas, se
desarrolló como un nuevo síntoma de rechazo un- serio vaginismo que
sólo desapareció completamente bajo el tratamiento psicoanalítico.
Esta paciente, cuya libido estaba. fuer~emente fijada en su pad!e,.
tuvo en cierta ocasión, antes de su matrimonio, un corto sueño que
me relató con palabras notables. Dijo que en el sueño su padre había
sido atropellado, y había "perdido una pierna o algo así, y su dine-
PSICOANÁUSIS CLÍNICO 273
ro.. 186. La idea de castración se expresaba aquí no sólo mediante la
pierna sino también por el dinero. Ser atropellado es uno de los sím·
bolos de castración más frecuentes. Uno de mis pacientes cuyo "to-
tem" era el perro, soñó que un perro era atropellado y perdía una
pierna. El mismo símbolo se encuentra en las fobias de que algún
hombre particular sea arrollado y pierda un brazo o pierna. Una de
mis pacientes era víctima de esta ansiedad con referencia a varios
miembros varones de su familia.
A lo largo de muchos años, y especialmente durante la última
guerra, he tropezado con mujeres que mostraban un interés erótico
particular por hombres que hubieran perdido un brazo o una pierna
debido a amputación o accidente. Éstas son mujeres con sentimientos
de inferioridad especialmente fuertes; su libido prefiere un hombre
mutilado a otro que esté físicamente ileso. Pues como ellas, el muti-
lado ha perdido también un miembro. Es evidente que también sienten
una afinidad con el hombre mutilado; lo consideran un compañero en
la desgracia y no necesitan rechazarlo con odio como al hombre ileso.
Se explica del mismo modo el interés que algunas mujeres sienten por
los judíos; ellas consideran la circuncisión como, por lo menos, una cas-
tración parcial, y entonces pueden transferir su libido hacia ellos. Co-
nozco casos en que mujeres contrajeron matrimonios mixtos de este
tipo, principalmente como resultado de un motivo inconciente de este
carácter. También se interesan por hombres que estén. lisiados de cual-
quier otro modo, y que hayan por consiguiente perdido su "superio-
ridad" masculina.
Fue el psicoanálisis de una muchacha de diecisiete años el que
me dio la más fuerte impresión del poder del complejo de castración.
En este caso había abundancia de conversiones neuróticas, fobias, e
impulsos obsesivos, todos los cuales estaban relacionados con su decep-
ción por ser mujer y con fantasías de venganza contra el sexo mascu-
lino. Algunos años antes, la paciente había sido operada de apendi-
citis 1 8 7 • El cirujano le dio el apéndice extraído dentro de un frasco
con alcohol, y ella lo había conservado como algo sagrado. Sus ideas
de estar castrada se centraban en este elemento, que también aparecía
en sus sueños con el significado del pene otrora poseído pero ahora
perdido 18 8 • Como daba la casualidad de que el cirujano era un pa-
riente, le resultó fácil relacionar la "castración" efectuada por él, con
su padre.
·Entre los síntomas de la paciente que se basaban en la represión
de los deseos de castración activos, estaba una fobia que podemos

186 ("VennOgen" -dinero- significa también "capacidad" y "potencia se~


xual").
187 La eliminación del apéndice vermiforme a menudo estimula el complejo
de castración también en los hon1bres.
188 Otra paciente imaginaba que tenla un hennano y que tenia que quitarle
el ap~ndice.
274 K-~RL ABRAHAM

llamar temor al matrimonio. Esta ansiedad se expresaba en la mayor


oposición a la idea de un futuro casamiento, porque la paciente temía
que "ella tuviera que hacerle algo terrible a su esposo". La parte más
difícil del análisis fue el poner en descubierto un repudio extraordi-
nariamente fuerte del erotismo genital, y una intensa acentuación del
erotismo bucal en la forma de fantasías que aparecían compulsiva-
mente. Su idea del coito oral estaba firmemente asociada con la de
morder el pene. Esta fantasía, que se expresa frecuentemente con
ansiedad y fenómenos- del tipo más variado, estaba acompañada en el
caso presente por una cantidad de otras ideas de horrible contenido.
El psicoanálisis consiguió detener esta producción abundante de una
imaginación morbosa.
Estos tipos de ansiedad impiden al sujeto tener una unión íntima
con el otro sexo, y con ello le impiden también la ejecución del "cri-
men" proyectado inconcientemente. Por lo tanto, la paciente es la
única persona que sufre debido a esos impulsos, en la forma de una
permanente abstinencia sexual y de ansiedad neurótica .. El caso cam-
bia tan pronto como la fantasía activa de castración es deformada de
algún modo y con ello ya no es reconocible concientemente. Tal mo-
dificación del contenido manifiesto de las fantasías hace posible que
las tendencias en cuestión tengan efectos externos más fuertes. Por
ejemplo, puede desaparecer la idea de despojar al hombre de su órga-
no genital, y desplazarse el impulso hostil desde el órgano a .su fun-
ción, de modo que el fin pasa a ser la destrucció.n de la potencia
sexual de aquél. Entonces, la aversión sexual neurótica de la esposa
repercutirá a menudo en su libido masculina, de tal modo que ocurre
realmente una perturbación de su potencia.
Otra modificación del impulso agresivo se manifiesta en una acti-
tud de la mujer hacia el hombre que es muy frecuente y le resulta a
éste sumamente penosa; es el impulso de decepcionarlo. Esto consiste
en suscitar en él esperanzas y no sa~isfacerlas. En su relación con el
hombre la mujer puede conseguir tal cosa respondiendo a sus solici-
tudes hasta un cierto punto, y negándose luego a entregarse a él. Tal
conducta se expresa con la mayor frecuencia y significación en la
frigidez de la mujer. Decepcionar a otras personas es una táctica in-
conciente que encontramos a menudo en la psicología de las neurosis.
y que es especialmente pronunciada en la neurosis obsesiva. Estos
neuróticos se ven impulsados inconcientemente a la violencia y la
venganza, pero debido a la acción de fuerzas contrarias, estos impul-
sos no pueden irrumpir realmente. Dado que su hostilidad no se
puede expresar en acciones, estos pacientes excitan en su contorno
esperanzas de carácter agradable, y luego no las satisfacen. En la
esfera del complejo de castración femenino, la tendencia a decepcio-
nar puede ser formulada, en cuanto atañe a su origen, como sigue:
Primera etapa: Te despojo de lo que tienes porque lo necesito.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 275

Segunda etapa: No te quito nada. E inclusive te prometo lo que


puedo dar.
Tercera etapa: No te daré lo que te había prometido.
En muchos casos, la frigidez está asociada con la disposición con-
ciente de la mujer a asumir el papel femenino y a aceptar el del
hombre. Su impulso inconciente tiene por objeto, en parte, la decep-
ción del hombre, que se siente inclinado a inferir de su disposición
conciente la posibilidad de un mutuo disfrute. Además de esto, ella
desea demostrarse a sí misma, y demostrar a su compañero, que i3.
capacidad sexual de éste no tiene importancia.
Si penetramos en las capa~ psíquicas más profundas, nos damos
cuenta de cuán fuertemente el deseo de ser varón de la mujer frí.gida
domina su inconciente. En uri artículo anterior he intentado demos-
trar, de acuerdo -con las bien conocidas observaciones de Freud sobre
la frigidez l89, que esta afección femenina es el análogo exacto de un
trastorno de Ja potencia masculina, a saber, la eyaculación prematu-
ra 1 ºº· En ambas condiciones la libido está ligada a la zona erógena
que tiene normalmente una significación similar en el sexo opuesto.
En los casos de frigidez, la sensación de placer se ubica por lo común
en el clítoris, y la zona vaginal no experimenta ninguna. El clítoris,
sin embargo, corresponde, desde un punto de vista evolutivo, al pene.
La frigidez es un trastorno tan difundido que apenas necesita ser
descrito o ejemplificado. Por otra parte, se sabe menos que tiene
diversos grados de intensidad. El grado más alto, el de la verdadera
anestesia, es raro. En estos casos la membrana mucosa vaginal ha per-
dido toda sensibilidad al tacto, de modo que no se percibe al órgano
masculino durante el acto sexual. Por lo tanto, se niega su existencia.
La afección común es una perturbación relativa de la .sensibilidad, en
la cual se percibe el contacto, pero éste no resulta placentero. En otros
casos se experimenta una sensación de placer, pero no se llega al
orgasmo, o, lo que es lo mismo, están ausentes las contracciones del
órgano femenino que corresponden al clímax del placer. Son estas
contracciones las que implican la reacción completa y positiva de la
mujer ante la actividad masculina, la afirmación absoluta de la rela-
ción normal entre los sexos.
Algunas mujeres obtienen realmente gratificación por la vía nor-
mal, pero intentan hacer el acto tan breve y prosaico como sea posi-
ble. Rechazan todo disfrute de los placeres preliminares; y en especial,
se comportan después de la gratificación como si no hubiera sucedido
nada que pudiera causarles alguna impresión, y pasan· rápidamente a
otro tema de conversación, a algún libro u ocupacióh. De modo que
estas mujeres se abandonan durante algunos momentos fugaces a su
función física femenina, pero la repudian inmediatamente después.

189 ..Drai Abhandlungen zur Sexualtheorie", 4. Aufl., p. 83.


190 Cf. Capítulo XIII.
276 KARL ABRAHAM

Es un hecho médico antiguo y bien conocido el de que muchas


mujeres sólo obtienen sensaciones sexuales normales después de haber
tenido un hijo. Por decirlo así, sólo se convierten en mujeres, en todo
el sentido del término, por medio de los sentimientos maternales. La
relación más profunda de esto sólo se comprenderá a la luz del com-
plejo de castración. Como sabemos, en un período temprano el hijo
iba a ser el "regalo" que compensaría a la niña por el pene perdido.
Ahora ella lo recibe en realidad, y así su herida es curada. Debe ob-
servarse que en algunas mujeres existe el deseo de obtener un hijo de
un hombre contra la voluntad de éste; no podemos dejar de ver en
esto la tendencia inconciente a quitarle el pene al hombre y. apro-
piárselo en la forma de un hijo. El otro extremo de este grupo está
representado por esas mujeres que quieren a toda costa permanecer
sin hijos. Declinan todo tipo de "sustituto" y si llegaran a ser madres
tendrían que recordar constantemente su femineidad del modo más
perturbador.
Existe una frigidez relativa no sólo en el sentido del grado varia-
ble de la capacidad para la sensación, sino también en el de que algu·
nas mujeres· son frígidas con ciertos hombres y capaces de tener sensa-
ción con otros.
Podría esperarse que una acentuada actividad por parte del hom-
bre será la condición más favorable para despertar sensaciones sexuales
en las mujeres que son frígidas en este segundo sentido. Sin embargo,
no siempre sucede tal cosa; por el contrario, hay muchas mujeres en
las cuales cierta degradación del hombre es una condición tan esencial
para el amor, como lo es el rebajamiento de la mujer para muchos
hombres neuróticos 191. Daremos un solo ejemplo para ilustrar esta
actitud que no· es de ningún modo rara. Analicé a una mujer cuya
vida amorosa era marcadamente poliándrica, y que invariablemente
padecía de anestesia si tenía que reconocer que el hombre era supe-
rior a ella de alguna manera. Si, en cambio, reñía con el hombre y
conseguía obligarlo a entregarse a ella, su frigidez desaparecía com-
pletamente. Tales casos muestran muy claramente cuán necesario es
el reconocimiento de la función genital masculina como condición de
la vida amorosa normal de la mujer. También encontramos aquí una
fuente de los impulsos de prostitución femeninos, concientes e incon-
cientes.
La frigidez es prácticamente una condición "sine qua non" de la
prostitución. La experimentación de plenas sensaciones sexuales liga
a la mujer al hombre, y sólo donde faltan éstas ella va de hombre
en hombre, así como el tipo permanentemente insatisfecho del hom-
bre donjuanesco tiene que cambiar constantemente su objeto erótico.
Así como el Don Juan se venga de todas las mujeres por la decepción
que sufrió una vez a manos de la primera mujer que entró en su

191 Véase Freud, "Beitrage zur Psychologie des Liebeslebens", secciones l y Il.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 277

vida, la prostituta se venga de todos Jos hombres por el regalo que


esperó de su padre y no recibió. Su frigidez significa la humillación
de todos los hombres, y por cflnsiguiente, una castración masiva, ..para
su inconciente; y toda su vida está dedicada a este propósito lD2,
Mientras que la mujer fi-ígida se esfuerza inconcientemente por
disminuir la importancia de esa parte del cuerpo que le ha sido ne-
gada, hay otra forma de repudio del hombre que consigue el mismo
fin con métodos opuestos. En esta forma de repudio el hombre no
es otra cosa que un órgano sexual, y por lo tanto consiste en una
grosera sensualidad. Toda otra cualidad mental o física le es negada.
El efecto es que la mujer neurótica se imagina que el hombre es un
ser inferior debido a la posesión de un pene. Su autoestima se acre-
tienta, y puede verdaderamente gozar con la liberación de tal motivo
de inferioridad. lJna de mis pacientes, que manifestaba una marcada
aversión a los hombres, tenía cada vez que veía a: un hombre la alu-
cinación obsesiva ·de un pene muy grande. Esta visión traía a su
mente continuamente el hecho de que en los hombres no había otra
cosa que su órgano genital, del ·cual se apartaba con repugnancia,
pero que era al mismo tiempo algo que interesaba grandemente a su
inconciente. Tenía ciertas fantasías, relacionadas con esta visión, que
eran de carácter complementario. En éstas se representaba a sí misma
como si toda abertura de su cuerpo, y aun éste en su totalidad, no
fuera otra cosa ·que un órgano femenino receptivo. Por consiguiente,
la visión contenía una mezcla de sobreestimación y menosprecio del
órgano masculino.

VI
Ya hemos demostrado que la tendencia femenina a despreciar la
importancia del órgano genital masculino sufre una represión sexual
progresiva, y que a menudo aparece exteriormente como un deseo
general de humillar a los hombres. Esta tendencia se manifiesta a
menudo en una evitación instintiva de los hombres que tienen mar-
cadas características masculinas. La mujer dirige su elección amorosa
hacia un hombre pasivo y afeminado, conviviendo con quien puede
renovar diariamento: h. prueba de que su propia actividad es superior
a Ja de él. Así c•... rP J a las mujeres manifiestamente homosexuales, le
agrada representarse como insignificantes a las diferencias entre hom-
bre y mujer. Una de mis pacientes le pidió a su madre, cuando tenía
seis años, que la enviara a una escuela de varones con ropas de varón,
porque "'entonces nadie se daría cuenta de que ella era una niña".
Además de la inclinación a despreciar a los hombres, se encuentra
también una marcada sensibilidad del complejo .de castración ante

192 Esta idea me fue sugerida por las obse~aciones del Dr.• Theodor Rcik en
una discusión en la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa.
278 KARL ABRAHAlll

toda situación que pueda despertar un sentimiento de inferioridad,


aun del modo más indirecto. Las mujeres con esta actitud se niegan
a recibir la menor ayuda de un hombre, y muestran la mayor renuen-
cia a seguir todo liderazgo masculino. U na joven manifestó sus deseos
de masculinidad, reprimidos con dificultad, al negarse a caminar so-
bre las pisadas de su esposo por una calle recubierta por una pro-
funda capa de nieve. Debe mencionarse aquí otra característica sig-
nificativa de esta paciente. Cuando niña había tenido un fuerte deseo
de independencia, y en la adolescencia solía envidiar la profesión de
dos mujeres en particular, la cajera de la oficina del padre, y la mujer
que barría la calle en su pueblo natal. La causa de esta actitud resul-
ta evidente para el psicoanalista. La cajera recoge el dinero, y la
barrendera recoge basura, y ambas cosas tienen la misma significación
en el inconciente. Hay aquí un marcado apartamiento de la sexuali-
dad genital en favor de la formación de rasgos de carácter anales, un
proceso que mencionaré en otro momento.
Ya en la conducta de los niños se manifiesta bien cuán fuerte
puede ser el disgusto de una persona cuando de algún modo se le
recuerda su femineidad. Con no poca frecuencia sucede que las niñas
olvidan el conocimiento ya adquirido sobre la procreación y el naci-
miento en favor de la fábula de la cigüeña. Les desagrada el papel
que les ha conferido la Naturaleza, y la fábula de la cigüeña tiene
la ventaja de que en ella se originan los niños sin que el papel del
hombre sea más privilegiado que el propio, en cuanto a actividad.
El mayor grado de sensibilidad respecto al complejo de castración,
se encuentra en el más raro caso de depresión psíquica. Aquí, el
sentimiento de infelicidad de la mujer debido a su propia femineidad,
está totalmente no reprimido; ni siquiera se ha conseguido modifi-
carlo. Una de mis pacientes se quejaba de la completa inutilidad de
su vida, puesto que había nacido mujer. Consideraba obvia la supe-
rioridad de los hombres en todos los aspectos, y por esta razón se
sentía tan desgraciada. Se negaba a competir con los hombres en
ninguna espera, y también rechazaba todo acto femenino. En parti-
cular se rehusaba a desempeñar el papel femenino en la vida sexual.
y también a desempeñar el masculino. En consecuencia de esta acti-
tud, le era totalmente extraño todo erotismo conciente; decía inclu-
sive que era incapaz de imaginar un placer erótico. Su resistencia
contra las funciones sexuales femeninas asumía formas grotescas. Trans-
_fería su repudio de ellas a todo lo que le recordara, aunque fuera
remotamente, el tener fruto, la propagación, el nacimiento, etc. Odia-
ba las flores y los árboles verdes, y encontraba repugnantes a los fru-
tos. Un error que cometió muchas veces es fácilmente explicable a
partir de esta actitud: leía furchtbar (espantoso) en lugar de frucht-
bar (fructífero) . En toda la naturaleza sólo le proporcionaba placer
el invierno en las montañas; allí no había nada que le recordara las
cosas vivientes, la propagación, sino sólo rocas, hielo y nieve. Tenía
PSICOANÁUSIS CÚNICO 279
la idea de que en el matrimonio la mujer tenía una importancia
muy secundaria, y una expresión suya manifestaba claramente hasta
qué punto esta idea se centraba en el complejo de castración. Dijo
que el anillo -al que consideraba un odioso símbolo femenino- no
era adecuado como símbolo del matrimonio, y sugirió como sustituto
a la uña. Su sobreestimación de la masculinidad se basaba claramente
en su envidia infantil del pene, que cuando ella creció apareció en
una forma muy poco disimulada.
En muchas mujeres, la incapacidad de reconciliarse con su ca·
rencia del órgano masculino se expresaba en un horror neurótico ante
la visión de heridas. Toda herida reaviva en su conciencia la idea
de Ja "herida" recibida en la niñez. Algunas veces experimentan un
claro sentimiento de ansiedad ante la visión de heridas; otras, esta
visión o la mera idea de ella les causa "una sensación de dolor· en la
parte inferior del cuerpo". La paciente que ya mencioné como pade·
ciendo una complicada forma de vaginismo, habló al principio de su
análisis del horror que le despertaban las heridas, antes de que se le
hiciera mención alguna del complejo de castración. Dijo que podía
mirar heridas largas e irregulares sin ser particularmente afectada,
pero que no podía tolerar la visión de un corte en su piel o en la
de otra persona, aunque fuera pequeño, si se abría ligeramente y se
veía en su fondo el color rojo de la carne. Eso le ocasionaba un in-
tenso dolor en la región genital asociado con pronunciada ansiedad,
"como si se hubiera cortado algo allí". (Sensaciones similares acom·
pañadas por ansiedad se encuentran en los hombres que tienen un
marcado temor a la castración.) Muchas mujeres no necesitan ver una
herida para tener sentimientos del tipo desc~ito; tienen aversión, aso·
ciada con marcada emoción, a la idea de operaciones quirúrgicas, y
aun a los cuchillos. Hace algún tiempo, una señora desconocida para
mí, y que no dio su nombre, me llamó por teléfono y me preguntó
si yo podía impedir una operación que había sido preparada para
el día siguiente. Al pedirle más información, me dijo que la iban
a operar por una seria hemorragia uterina debida a miomatia. Cuando
le respondí que no era parte de mi traba jo impedir una operación
necesaria y de la que quizá dependía su vida, no contestó, pero ex-
plicó con emotiva volubilidad que ella siempre había sido "enemiga
de todas las operaciones", añadiendo que "quienquiera que es opera·
do queda lisiado para toda la vida". La exageración de esta asevera·
ción se hace comprensible si recordamos que desde el punto de vista
del inconciente, en la primera infancia una operación de este tipo
convirtió a la niña en una "lisiada".
280 KARL ABRAHA!ll

VII

Una tendencia que nos es muy familiar y que ya hemos mencio-


nado, conduce, en la esfera del complejo de castración femenino, a
modificaciones de la aversión hacia aquello que es tabú, y aun a una
aceptación condicional de eso, y especialmente a formaciones de com-
promiso entre el impulso y la represión.
En algunas de nuestras pacieiltes, encontramos fantasías referi-
das a la posibilidad de una aceptación del hombre, y que formulan
las condiciones bajo las cuales la paciente estaría dispuesta a recon-
ciliarse con su femineidad. Mencionaré cierto requisito que he encon-
trado muchas veces; "yo podría resignarme a mi femineidad, si yo
fuera absolutamente la mujer más hermosa de todas". Todos los hom-
bres se arrojarían a los pies de la más hermosa de las mujeres, y el
narcisismo de ella consideraría a este poder como una compensación
nada mala por el defecto de que era tan dolorosamente conciente. De
hecho, le es más fácil mitigar su complejo de castración a una mujer
hermosa que a una fea. No obstante, esta idea de ser la más hermosa
de las mujeres no ejerce en todos los casos el antedicho efecto cal-
mante. Conozco a una mujer que dijo: "Me gustaría ser la más her-
mosa de todas las mujeres para que todos los hombres me adorasen.
Entonces los trataría con indiferencia". En este caso, está bastante
claro el anhelo de venganza; esta observación la hizo una mujer de
un carácter extraordinariamente tiránico, basado en un complejo de
castración que no había sido sometido a ninguna sublimación.
Sin embargo, la mayoría de las mujeres no son tan extremistas.
Se sienten inclinadas a un compromiso, y a satisfacerse con expresio-
nes de su hostilidad reprimida relativamente innocuas. En relación con
esto, podemos comprender un rasgo característico de la -conducta de
muchas mujeres. Debemos tener en cuenta que la actividad sexual está
esencialmente asociada con el órgano masculino, que la mujer
está en la posición de excitar la libido masculina o responder a ella,
y que de otro modo se ve obligada a adoptar una actitud de espera.
En un gran número de mujeres encontramos una gran resistencia
contra esta necesidad de esperar. En su vida conyugal, estas mujeres
se_ toman una lógica venganza sobre el hombre, en cuanto lo hacen
esperar en todas las ocasiones de la vida cotidiana.
Hay otro requisito de carácter similar al mencionado anterior-
mente, ..si yo fuera la más hermosa de las mujeres". En algunas mu-
jeres encontramos la disposición a admitir la actividad del varón y
su propia actividad, siempre que sean deseadas por los hombres más
masculinos (los más grandes o más importantes) . No tenemos dificul-
tad en reconocer aquí el deseo infantil del padre. Ya he citado un
ejemplo de una forma fantástica de esta idea, extraído de uno de miS
psicoanálisis. En el psicoanálisis de otras pacientes pude seguir a
'.>'• ' . :··.

PSlc<>ANÁUSIS CÚNICO 281

través de. diferente~ etapas el desarrollo pe una fantasía semejante.


E:l deseo. original dice: "Me gustaría ser u1f hombre". Cuando esto se
abandona;_ la. nmje_r desea set "la única mujer" ("la única mujer per-
t.,neciente. a JI1i. pad_re''; es. la intención original). Cuando también
e_~_tt~: 4~~-eQ. t_i_e_g._e. que. c~~r an_te la. realidad~ -ap'!re_c_e. la idea: "como
i:n.~jer; qu_~~i_exa s__e_f· in_igua_la_Qle~\
, <;;_i(!_rlaJ· (qrm_a<;~QJJ~ 4~ c_ol]lpTQm_i~Q t~enen una importan_cia prá'c_-
t_i~a tp_uc1'.q. 'gl<!_yQr;_ y· ~u_i:i_que_ s_o_I)_ ~ien conocidas por los psicoanalis-
~~ •. rq"~i;e.cc:Q_. ui:i_~ c~ii_si_d~_r~_~i_QI_l_· e_sp~<;i_a_l. en est_e_ momen_to._ Se r~fi_eren
aJ: ~e~on.o.<:~"'1ie_nto, c!"l J:¡_o_mbre, Q mejor clicho, de su actividad sexual
y· <!el_ <!rg'!µQ. qtJ_e_ ~<!. s__i_r:v~. ~ajo. ci~~rtas. condic:iQi:ies re~tricti_vas. La
t)}_tJj~_r: ~()~e,,t_:;µ:~.. y· a_l!_µ_ c!c:_se_~_r*· t~_r,er· rel_a_cione.s. se_J:(:ual~s__ cqn_ el hol_ll~re,,
~«?.tt1~Q.er'!_<!q, Q.O_, ~i_st~_Q_t_e._ 1?,e~_pl_~za, su ~ibido ~Qb~~ qqa~ zonas erQ-
~-n.a§.c (b,<>.e:l., ªI)'!),., ~· rn_i_t_iga_ los. ~entirnie.mos d.e. d_e_sagt"ado. que_ Jitj
q_r)gi_I)~_Q_. e_1._1" ~J. «;_O.Q;tptej~_ <Je:-~.~!:~~~~n~ 4_e_syi_att_d_o, ~s___í: SlJ_ ~i;i_t_er~s_. se_xu_al
\!e_( Q~g:a.r:i.<>, ~IJi~ª-1'. · L_~s. ªb.e•\.'!Ta.s de! ~u-"-~~· quec "~táll ahora. a. l_a
cl.i.spQ!_i_c:i.QI). <!e_ ta, I_i_b.i<!o. n.o. son. Q~ªr:io~. "-spegfücªm_en.te_ fell)!'nirios_.
~Y)~-~~· ~E.~Jj_s}~. 4-_e_: e_s,t_O_s_ <;'!s_qs_., s.~ e_11.c~_~Q.~t:~JJ., ÓJI:<?.~-- cJ-~~e~_i_1_1.a~.te.~., sQl0,
'lI)9.1 <!.~ 1_93 ~!lJ~1 TJ~~~~~tJ!!I!.'?.~ W~r:.t.9.Q_t)<:l}\ <!. ~ª-~!;,. l.<! pqs_i.l~~l~clad_ d_~
efectuar- una castrac:ión activa mordiendo con. la boca. De. este· modo
(~i~P.~~ei~iQ_r:!~e~: q~~)~s: Y: -~-~)i~---~-~- lii fil~J.~~e.~~ ~~~ ~~-PíjS~.~~ -~Q_--~-Q~'
ip,"~i_~.~. <:.q.I},s_i.~~X'!g\~! ~9.f!.J.Q, <:.(~.<:~~~- ~~.~~ C:.«2-IRPJ<;Jq. ~~: ~'!.~.'Iª-Q.gv...
~n..l!.c;:: I;J..U.t~tf~.S¡ P~ª'~i-~_Q.~~-~·- l~J;l.~i;t)..Q.S. q.\}.~; ~t<'.l.~ªX' P.QJ:"~ rj_e__r;_~(!, C~Q_I}. IJl.~:·
Y.C!I.- (i;,~_<:\l~i:t,~.i.~~ ~: l.~ C_~t;t.~'!P~T:~t!.: 9.~g~Ji~ª· d.t;· l_'!~; J>f;~~!~.o,.i:i~~'- ~~.t9,. ~·-·
St'}.l~I!}.<.'~; c_l~,;; ~g~~X~!~~.<?.1.?-; q~~ ~~ PJl~!!~Q·~~t}, ~. i;~l.~c;-i_~.Q- 'J<?J)_ ~~-~.. ZQ'-1.~.~.
~sp¡¡¡¡~f}.~"!.'E!i.!J.t!<; '<!.~"~~:. ·x~. ~~, \1.a.':>, 9fr.~~i.\l.<;1. ~je_w.PJ.o_s, el.e. e_s,\~ t_i_J>9~.
~L~ r;.f;f~}~í;J e9,~~· ~.t!~~. . <:.<.'~R~.!. ~J~ ~,~~ .\!.~.ª. j<?,.~~~- q1.!,e_, P;!.c_l~c¿í.~ ~.n..~ ~~J?i"é!.
<t~ ~~~rt q~~ i}R-~~~l~. '!Jg!l, l).,Q~~iªl?J.~ ~. ~~ ~pf>J._~, ~(i, l.~. ~~~Q,l;.':;l.~_l_(Q.;:t_<:I;
4~ ~p., 1'9.~.~~,ime.l?}R:. ~?.-~ ·:1,i~<?~iL~J~ ~c¿~?c :r:c:§~J~t..«?. s..~~ l.ot ¡L~.~~- ~~ <;~~r.~:r:IL9~
T~~..,n.t!, 19AI.~i~~'?.~;. ~.11 ~~~-9. <!~~,«;»s.t..i:~ '!!}}~.~· c:J..<!o.r:~w.~r:i.t..~ e!':: q~~. W~~c!<?)
".!! ~~rn!;i~11J.i.<;,IJ~<?; <!~, l~, l,i.\>jgR., ~~i;I.e., l.'!-. ~'lm!:. ~-r:i.i~_1: l).~~i.~. l.~.. -c;>!;'!l
P.tt~~~: ~~t~il,i~l;.~ s~.~.l!.I.~.~~~~m.~l].t.t;~ t,ttr:i!l~t;,i.<;,.i.~~ JP..~r,: ~...i.~~r.~~J~~.:. ~~~ ~}E~
~~}~.t~_i~~ l~.. ~<?..~~ ~~~~ ig,~~~m~n0~: P,~.r:~, t:~P.i:~s.~?u~~-- •~<!. <!~~~!!.~~ i:~~«:P;.
~i.9!!-~.~-~: 9!g~_~g.. I!J~~~~Jil?~.a- ~11 <!~~~~r..l!~~!9}~:- ~-c:c¿t.<?f.~ 't~~~ ~~~~ IJ~~;
P!.C:':•.~I?~~' ~9..fJ.f!,~ 1!}~,~., 1:~P.1.....~, s~~l?r,~~~1,W.?..~~IJ: <!.~ tt.9, '!~~~T!E·..1.1!~'!}.~'t
~i~.l.~~.0; ~-~.i:is-~tz: ~~- 1~. ~~e~~s~~9_.I}~ P.i:~~~<!~.r:i.t.f;:~ IJ,~in.~ ~~1!w..~~.<t ~k <r!!m:-
p}t;J~ cJ~~ ~s;tt.~fi.2.~. <¿<?,1!}.'JJ ''yl~.~ ~~~:';.~~ ~IHP..~ls.2!~.: ~"C7· Íf!!Pf~!~~~.'i_i,<t ~~ ~),
~.~~~D:<Y.I.~ <!~ ~«:_~ó~~~'?~ l}.~~9.t}.~~'· '}~º.; ~! j':!~rJli~~.. q'!~ l.o.J ~$?~~~"!}e:,.
1:t¿W.~~. ti]~- l~ª· W.~.~t;!'t. ~9.-- ql!,~" l.~-~~'*-..: ~~.~«:~4~,~~*·~,?" ~~.~}.~ "!· ~~ ""PE'2;.
tes_ta. masculina':, como . la 'causa. movens. esencia}, de. las. ne_urosis. U:na
i~P:~'tle.iíSKi-~~~~, °{U~~ª-~ª~; -·i~ -q_~~· ~" ~~~i.~~9~· ~~, ~·~~~1{~: 'tL~~~1 'i.~( 4..~~~~:
'}~ 4.~~~.~~t.!~; q~~· PI~}J'°~~I}.t,.~, ~.q_~~~l.l~s.. I},e._~.r.9,t!S:'?~i 4.~. ~,~,1?'?~, ~.~.'ls;
q\},.~: R~<:>f.l,~~.~H.. '«;..~. ·~l.t&. Y_'!,.7:. ~, ;:t.'._~.~-~ú.~~- s"l!.~:- t.~-.<!~.IJ.C..ic.~~; tp..~s~_~_l}.~1~&.
.
'*-~J.~ ~C?~I?.. {~-~-'=~C:_t?.9.-?.-.. -=Y¡ s~~.~ ~~.P~~~.,~.~i~~~.W.':.9.~~;::. i~I?~t~f}~o,s ·~~se::9~, Pe;~
~.i~C?.S~ y,, ~~1!1.tt~i.9,?,~. N\l.~.~~- ~~P..~5~~1}.<¿i~~- p~.it(_9.a.r;i,~}.~l\'2-~ ~~J?.i_~~~ ~~.0..L-:
c!.~JJ9..S~ C..~~s,_~.~~!E,.f!.f}.f& le--' IJ;t~~i~J~~~ 4~~~~flR~-~"~~fl~. «!~ ~~9P,~~ -1,~~; ~.~,\1:'tf-.
282 KARL AHRAHAM

turas psíquicas. Tiene que _rechazarse como unilateral y fragmentario


a todo método psicológico que no tome suficientemente en cuenta
la influencia mutua de los diversos factores. En este estudio he re-
unido material sobre el complejo de castración, de un gran número
-de psicoanálisis. Y me gustaría decir expresamente que es sólo por
razones de claridad que no me he referido más que ocasionalmente
a las ideas relacionadas con los instintos femenino-pasivos, que nin-
guna de mis pacientes dejó de expresar.

VIII

Las mujeres cuyas ideas y sentimientos están influidos y gober-


nados en gran medida por el complejo de castración -no importa
que eso suceda conciente o inconcientemente- trasladan el efecto de
su complejo a sus hijos. Influyen el desarrollo psicosexual de sus
hijas, sea hablándoles con menosprecio de la sexualidad femenina, o
mostrándoles inconcientemente su aversión a los hombres. El último
método es el más eficaz, pues tiende a socavar la heterosexualidad de
la niña en crecimiento. Por otro lado, el método del menosprecio
puede ocasionar efectos realmente traumáticos, como cuando la ma-
dre le dice a la hija que está por casarse: "Lo que va a suceder ahora
es repugnante".
Son especialmente aquellas mujeres neuróticas cuya libido ha sido
desplazada de la zona genital a la anal quienes expresan su repug-
nancia ante el cuerpo masculino de esta manera u otra semejante.
Estas mujeres también provocan serias consecuencias en sus hijos, sin
prever el resultado de su actitud. Una madre con este tipo de aver-
sión al sexo masculino hiere el narcisismo del niño. Éste, en sus pri-
meros años, está orgulloso de sus órganos genitales; le agrada exhi-
birlos ante su madre, y espera que ella los admire. Pronto· se da
cuenta de que ella mira ostensiblemente hacia otro lado, aunque no
exprese su disgusto con palabras. Estas mujeres se muestran especial-
mente propensas a prohibir la masturbación con el fundamento de
que debe ser repugnante para el niño tocar su órgano genital. Mien-
tras que evitan cuidadosamente tocar y aun mencionar el pene, tien-
den a acariciar las nalgas del niño, y nunca se cansan de hablar de
su "trasero", haciendo a menudo que el niño repita esta palabra.
También se interesan excesivamente por los actos defecatorios del
niño. Éste es forzado así a una reorientación de su libido. O ella es
transferida de la zona genital a la anal, o el niño se ve impulsado
hacia un miembro de su propio sexo -en primer lugar su padre-
con quien se siente ligado de un modo que nos resulta muy compren-
sible. Al mismo tiempo se convierte en un misógino, y luego se mos-
trará siempre dispuesto a criticar muy severamente la debilidad del
sexo femenino. Esta influencia crónica del complejo de castración de
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 283

la madre me parece tener mayor importancia, en cuanto causa del


temor a la castración de los varones, que las amenazas de castración
ocasionalmente proferidas. Puedo presentar evidencias abundantes en
favor de esta hipótesis a partir de mis psicoanálisis de varones neu-
róticos. El erotismo anal de la madre es el primer y más peligroso
enemigo del desarrollo psicosexual de los hijos, puesto que en los
·primeros años de la vida ella tiene mayor influencia que el padre
sobre ellos.
A cualquiera de nosotros que sea un psicoanalista _practicante, se
le ocurre a veces preguntarse si el insignificante número de indiVi-
duos a quienes podemos auxiliar justifica el gran gasto de tiempo,
esfuerzo y paciencia que ello implica. La respuesta a esta cuestión
está contenida en lo que se ha dicho anteriormente. Si conseguimos
liberar a tales personas de los defectos de su psicosexualidad, esto es,
de las dificultades de su complejo de castración, evitaremos en gran
medida las neurosis de los hijos, y ayudaremos de ese modo a la pró-
xima generación. Nuestra actividad psicoanalítica es una tarea silen-
ciosa y poco estimada, y es el objeto de muchos ataques, pero sus
efectos sobre el individuo y ·más allá de él nos parecen hacer de ella
algo digno de los mayores esfuerzos.
CAPITULO XXIII

CONTRIBUCIONES A LA TEORfA DEL


CARACTER ANAL (1921) 19•

EL AMPLIO campo abierto a la ciencia del psicoanálisis en la actuali-


dad, ofrece abundancia de ejemplos del rápido crecimiento del cono-
cimiento psicológico por el camino de una investigación purantemente
inductiva. Quizás el más notable e instructivo de ellos es el desarrollo
de Ja teoría del carácter anal. En 1908, cerca de quince años después de
la aparición de su primera contribución a la psicología de las neu-
rosis, freud publicó un breve trabajo titulado "Carácter y erotismo
anal". Ocupaba sOio tres páginas de una revista, y era un modelo de
expresión sintética y de prudente y claro resumen. El creciente nú-
mero de sus colab_oradores, entre los cuales puede mencionanse a
Sadger, Ferenczi y Jones, ayudó a extender los límites del conoci-
miento verificado. La teoría relativa a los productos de la tr~nsfor­
mac~ó~_ d_el ~ro.~\s;w. ~ a.n.a,l, ga.n,6. una importancia insospechada cuando,.
en 1913, siguiendo a la valiosa investigación de Jones sobre "Odio y
erotismo anal en la neurosis obsesiva", Freud formuló una primera
organización "pregenital" de la libido. Consideró que los síntomas de
la neurosis obsesiva eran el resultado de una regresión de la libido
a esa etapa del desarrollo. caracteriza.da por la preponderancia. c;le }<?_~­
componentes instintivos anal y sádico. Esto arroj_t? n_l_!.e~~ luz, tanto
sobre la sintomatología de la 1_1eJ~xosis obsc;siva ~9Jllº sobre las pecu-
liaridades caractero_l_Qgicas de. la pers<?n.a que la-padece. sobre el deno-
mina~_,9- "~-carácter obsesivo". Agregaré. anticipando -µna publicación
futüi:3.. - que se encuentran anomalías de carácter muy semejante en
aquellas personas propensas a estados de ánimo melancólicos o ma-
níacos. Y es necesario el estudio más estricto posible de los rasgos de
carácter anal-sádico antes de proceder a la investigación de las afec-
ciones· mencionadas en último término, que nos resultan todavía tan
enigmáticas. El presente estudio s~ refiere principalmente a las con-
tribuciones anales a la formación del carácter. La última gran obra
de Jones 194 sobre este tema presenta abundante material de valor,.
pero no lo agota. Pues el trabajo de una sola persona no. puede hacer-

198 (NO 70, B. A.) •


194 "Rasgos· de carácter anal-eróticos" (1918).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 285

justma a Ja multiplicidad y complejidad de los fenómenos; todo ana-


lista que posea datos propios debería publicarlos, para contribuir así
· al cuerpo del conocimiento psicoanalítico. Del mismo modo, el pro-
pósito de las observaciones siguientes, es extender en ciertas direccio-
nes la teoría de los rasgos de carácter anales. Se aludirá con frecuencia
en este estudio a otro problema de gran importancia teórica. Hasta
el presente, sólo comprendemos muy incompletamente las relaciones
psicológicas particulares que hay entre los dos impulsos del sadismo
v el erotismo anal, a los que siempre mencionamos estrechamente
asociados, casi como por hábito. Intentaré la solución de este pro-
blema en uñ trabajo posterior.
En su primera descripción del carácter anal, Freud ha dicho que
algunos neuróticos presentan tres rasgos de carácter particularmente
pronunciados, a saber, un amor al orden que a menudo se convierte
en pedantería. un parsimonia que con frecuencia es mezquindad, y
una obstinación que puede convertirse en colérico desafío. Estableció
el hecho de que en estas personas estaba especialmente acentuado el
placer primario en la evacuación del intestino y en sus productos; y
también, que luego de una represión exitosa, su coprofilia es subli-
mada en el placer de pintar, modelar y actividades similares, o sigue
el camino de la formación reactiva para convertirse en un especial
amor a la limpieza. Señaló finalmente la equivalencia inconciente de
las heces y el dinero u otros valores. Entre otras observaciones, Sad-
ger 195 ha dicho que las personas que tienen un pronunciado carácter
anal están convencidas por lo general de que ellas pueden hacer cual-
quier cosa mejor que los demás. También habla de una contradicciOn
en su carácter, a saber, una gran perseverancia unida a la tendencia
a posponer la> realización de todo hasta el último momento.
Pasaré por alto las observaciones aisladas que en la literatura
psicoanalítica han hecho otros autores, y volveré al amplio y concien-
zudo estudio de Jones sobre el tema. Diré ante todo que no discrepo
de este autor en ningún punto, pero creo no obstante que sus propo-
siciones necesitan ser ampliadas y completadas en algunos aspectos.
Jones distingue muy correctamente dos actos diferentes en el pro-
f.:"eso que designamos generalmente como la educación del niño en
los hábitos de limpieza. Se le debe enseñar al niño no sólo a no
ensuciar su cuerpo y las proximidades con los excremento~. sino tam-
bién a efectuar las funciones excretoras en horas establecidas. En
otras palabras, tiene que abandonar su coprofilia y su placer en los
procesos de excreción. Este doble proceso de limitación de los impul-
sos infantiles, junto con sus consecuencias en la esfera psíquica, requie-
re ulterior investigación. ·
El primitivo método de evacuación del niño pone toda la super-.
ficie de sus nalgaí y extremidades inferiores en contacto con la orina

195 "Analerotik und Analcharakter" (1910).


286 KARL ABRAHAM

y los excrementos. A los adultos, este contacto les parece desagrada-


ble y aun repulsivo, pues sus represiones los han alejado de la reac-
ción infantil ante estos procesos. No pueden apreciar las fuentes de
las que extrae placer la libido infantil, ya que al niño le producen
sensaciones agradables el flujo de cálida orina sobre la piel y el con-
tacto con la tibia masa de excrementos. El niño sólo comienza a
manifestar signos de incomodidad cuando los productos excretados se
enfrían contra su cuerpo. Es el mismo placer el que busca cuando en
un período posterior manipula sus. heces. Ferenczi 1 96 ha bosquejado
la evolución ulterior de esta tendencia infantil. No debe olvidarse,
además, que el placer ·en la visión y la percepción olfativa de los
excrementos está asociado con estos sentimientos.
El placer especial en el acto de la excreción, al que debemos
diferenciar del placer en los productos de ese proceso, comprende,
aparte de -las sensaciones físicas, una gratificación psíquica basada en
la consecución del acto. Ahora bien, en cuanto la educación del niño-
exige una estricta regularidad de las excreciones, así como higiene.
expone a SUi narcisismo a la primera prueba severa. La mayoría de los.
niños se adaptan, tarde o temprano, a esas exigencias. En los casos
favorables, el niño consigue hacer de necesidad virtud, por decirlfr
así; en otras palabras, se identifica con las demandas de sus educado-
res y se siente orgulloso de su logro. Se compensa así la ofensa prima-
ria contra su narcisismo, y el sentimiento original de la autogratifi-
cación es reemplazado por la gratificación del logro, del "ser bueno' ..
ante la estimación de sus padres.
No todos los niños tienen el mismo éxito en este aspecto. Debe
concederse especial atención al hecho de que hay ciertas compensa-
ciones tras las cuales se oculta un obstinado aferramiento al primitivo
derecho a la autodeterminación, que a veces irrumpe violentamente
con posterioridad. Me refiero a esos niños (y también adultos, por
supuesto) que son notables por su "bondad", corteses maneras, y obe-
diencia, pero que fundan sus impulsos rebeldes subyacentes en el
hecho de haber sido obligados a someterse desde la infancia. Estos
casos tienen su propia historia evolutiva. En una de mis pacientes pude
rastrear hasta la primera infancia el curso de los acontecimientos,
respecto a lo cual, sin duda, fueron de valor afirmaciones anteriores
de su madre.
La paciente era la del medio entre tres hermanas. Manifestaba
con desusada claridad y muy completamente los rasgos del hijo "me-
dio", que Hug-Hellmuth 101 ha descrito recientemente de un modo
tan esclarecedor. Pero su terquedad, asociada de la manera más clara
con su aserción del derecho infantil a la autodeterminación, en el

196 "Sobre Ja ontogénesis de un interés por el dinero" (1916).


197 "Vom mittlerem Kin<lc" (1921).
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 287"

sentido ya mencionado, derivaba, en última instancia, de una cir-·


cunstancia particular de su niñez.
Cuando nació, su hermana mayor tenía menos de un año. La
madre no había conseguido educarla completamente en los hábitos de·
higiene cuando la recién llegada le impuso una doble cantidad de·
lavados, tanto corporales como de ropas. Cuando la paciente tenía
unos pocos meses la madre quedó embarazada por tecera vez, y decidió·
apresurar la educación de la segunda hija en los hábitos de higiene,
para no ser demasiado absorbida por ella cuando naciera su tercer
hijo. Exigió obediencia de su parte, en cuanto a la ejecución de sus
necesidades, más temprano de lo que es usual, y reforzó el efecto de
sus palabras con cachetadas. Las medidas produjeron un resultado
que fue bienvenido por la atribulada madre. La niña se convirtió·
anormalmente temprano en un modelo de limpieza, y se mostró al
crecer asombrosamente obediente. Cuando fue mayor, la paciente ex-·
perimentaba un constante conflicto entre una actitud conciente de·
sumisión, resignación y disposición al sacrificio, y un inconciente·
deseo de venganza.
Este breve relato ilustra de una manera instructiva los efectos.
de las tempranas ofensas al narcisismo infantil, especialmente en
cuanto estas ofensas son de un carácter persistente y sistemático, e
imponen prematuramente sobre el niño un hábito, antes de que esté·
psíquicamente preparado para él. Esta disposición psíquica sólo apa-
rece cuando el niño comienza a transferir a objetos (su madre, etc.)
Jos sentimientos que tienen originalmente límites narcisistas. Una vez-
que el niño adquiere tal capacidad, se mantendrá limpio "en home--
na je a" esa persona. Si la limpieza se le exige demasiado temprano,
adquirirá el hábito a través del temor. Su resistencia interior perma-
necerá, y su libido perpetuará una tenaz fijación narcisista, y resul-
tará de ello una perturbación permanente de la capacidad de amar.
Toda la importancia que tiene tal experiencia para el desarrollo·
psicosexual del niño, sólo se hace evidente si examinamos en detalle·
el curso del placer narcisista. Jones destaca la relación entre la auto-
estima elevada del niño y sus actos excretores. En un breve traba-
jo 198, he presentado algunos ejemplos para demostrar que la idea
infantil de la omnipotencia de sus deseos y pensamientos puede pro--
ceder de un período en el que se atribuye una importancia de tal
especie a las excreciones. La experiencia ulterior me convenció de que·
éste es un proceso regular y típico. La paciente mencionada sufrió·
una perturbación en el disfrute de su placer narcisista de esta clase.
Los severos y penosos sentimientos de insuficiencia que la afligieron
después, derivan probablemente, en última instancia, de esta prema-
tura destrucción de su "megalomanía" infantil.

198 Cf. capítulo XVII.


238 KARL ABRAHAM

Esta consideración de la excreción como un signo de enorme


poder, es extraña a la conciencia de los adultos normales. Que sin
embargo persiste en el inconciente, lo demuestran muchas expresio-
nes cotidianas, en su mayoría de carácter jocoso; por ejemplo, a me-
nudo se denomina el "trono" al asiento del w.c. No puede ser mo-
tivo de asombro el que los niños que crecen en un ambiente fuerte-
mente anal-erótico incorporen estas comparaciones que oyen con fre-
cuencia al cuerpo de sus recuerdos, y que las utilicen después en las
fantasías neuróticas. Uno de mis pacientes tenía la compulsión de
encontrar un significado de este tipo en el himno nacional alemán.
Transmutándose en el Kaiser, en sus fantasías de poder, se imaginaba
"el gran deleite" de "bañarse en la gloria del trono", esto es, de tocar
sus propios excrementos.
Una vez más, el lenguaje nos da ejemplos característicos de esta
sobreestimación de la defecación. En español, la expresión común
para ello, "regir el vientre" que se usa muy seriamente, indica clara-
mente el orgullo que ocasiona a la persona el funcionamiento de sus
intestinos.
Si reconocemos en el orgullo infantil de la evacuación un senti-
miento de poder primitivo, podemos comprender el peculiar sentimien-
to de desvalimiento que se encuentra tan a menudo en los pa-
cientes con constipación neurótica. Su libido ha sido desplazada de
la zona genital a la anal, y ellos deploran la inhibición de la fun-
ción intestinal como si fuera una impotencia genital. Al referirnos a
una persona hipocondríaca a raíz de sus excreciones, estamos tentados
de hablar de una impotencia intestinal.
Estrechamente relacionada con este orgullo, está la idea de mu-
chos neuróticos, primero descrita por Sadger, de que deben hacer todo
ellos mismos porque nadie podría hacerlo tan bien. Según mi expe-
riencia, esta convicción se exagera a menudo hasta el extremo de que
el paciente piensa que es una persona excepcional. Se convierte en
pretencioso y arrogante, y tiende a subestimar a todos los demás. Un
paciente expresó esto como sigue: "Todo lo que no sea yo, es basu-
ra". Estos neuróticos sólo encuentran placer en poseer una cosa que
nadie más tenga, y despreciarán toda actividad que deben compartir
con los demás.
La sensibilidad de la persona con carácter anal ante intrusiones
externas de cualquier clase en el campo de su poder, real o supuesto,
es bien conocida. Es muy obvio que el psicoanálisis suscitará en tales
personas la más violenta resistencia, pues lo consideran una inaudita
interferencia en su modo de vida. "El psicoanálisis hurga en mis
asuntos", dijo un paciente, expresando así inconcientemente su acti- ·
tud anal y pasivo-homosexual hacia el analista.
Jones subraya el hecho de que muchos neuróticos de esta clase
se aferran obstinadamente a su propia manera de hacer las cosas. Se
niegan completamente a adaptarse a cualquier arreglo impuesto desde
PSICOANÁLISIS CÚNICO 289

afuera, pero cuando han concebido uno ellos mismos, espe.ran que los
demás lo acepten. Como ejemplo, mencion¡,lré la introducción de· es·
trictas reglas para aplicar en las oficinas, o la redacción de un libi:o
que contenga reglas o recomendaciones taxativas para la organización
de todas las oficinas de cierto tipo.
El siguiente es un notable ejemplo de esta clase. Una madre
redactó un programa en el cual ordenaba el día de su hija ,de la
manera más detallada. Las órdenes para la mañana temprano eran
éstas: 1) Levántate. 2) Usa el baño. 3) Lávate, etc. Durante "la ma-
ñana solía golpear de tiempo en tiempo a la puerta de su hija, y le
preguntaba: "¿Adónde has llegado ahora?"' Entonces la niña tenía
que responder, "9" o "15", según fuera el caso. De este modo la
madre vigilaba estrictamente la ejecución de su plan.
Puedo decir aquí que todos esos sistemas, no sólo testimonian una
obesesión por el orden en su inventor, sino también su amor al poder,
que es de origen sádico. Luego me ocuparé en detalle de la combina·
ción de los impulsos anal y sádico.
Debe aludirse también al placer que encuentran esos neuróticos
en catalogar y registrar todas las cosas, en hacer resúmenes tabulados,
y en ocuparse con estadísticas de todo tipo.
Muestran también la misma terquedad respecto a los pedidos o
demandas que les hacen otras personas. Recordamos la conducta de
esos niños que se constipan cuando se les solicita la defecación, pero
luego ceden a la necesidad en un momento que les resulta agradable.
Tales niños se rebelan igualmente contra la orden de evacuar el in-
testino y contra la necesidad que experimentan de hacerlo; su deseo
de posponer la evacuación es una protección contra ambos impe-
rativos.
La deposición de los excrementos es la primera forma en que el
niño "da" o "regala" una cosa; y el neurótico exhibe a menudo la
terquedad descrita en materia de dar. En consecuencia, se negará a
un pedido que se le hace, pero por su propia voluntad' hará un regalo
generoso. Lo importante aquí es preservar su derecho a la decisión.
Encontramos con frecuencia en nuestros psicoanálisis que un esposo
se opone a todo gasto propuesto por la mujer, y después le da "por su
libre decisión" más de lo que ella había pedido. A esos hombres les
encanta mantener a sus esposas dependientes de ellos financieramen-
te. Asignar dinero en cuotas que ellos mismos determinan, es una
fuente de placer. Encontramos una conducta similar en algunos neu-
róticos respecto a la defecación, que ellos sólo permiten que se pro-
duzca in refracta dosi. U na tendencia especial que tienen estos hom-
bres y mujeres, es la de distribuir alimentos en porciones como mejor
les parece, y este hábito asume a veces formas grotescas. Por ejem·
plo, está el caso de un viejo cicatero que alimentaba a su cabra dán-
dole cada hoja de hierba' por separado. Tales personas gustan de sus-
290 KARL ABRAHAM

citar en los demás deseo y expectación, y luego ofrecerles gratifica-


ción en porciones pequeñas e insuficientes.
En aquellos casos en los que tienen que ceder ante una demanda
de otra persona, algunos de estos neuróticos se esfuerzan por conser -
var una apariencia de haber tomado una decisión personal. Un ejem-
plo de esto es la tendencia a pagar con cheques inclusive las cantida-
des más pequeñas; de este mod'o la persona evita el uso de la moneda
corriente, y crea su "propia moneda" en cada caso. El desagrado que
ocasiona el pago disminuye en la misma medida en que aumentaría
si hubiera que efectuarlo en dinero. Debo aclarar, sin embargo, que
aquí operan también otros motivos.
Los neuróticos que desean introducir su propio sistema en todas
las cosas, son inclinados a exagerar sus críticas a los demás, y esto de-
genera a menudo en el mero vituperio. En la vida social constituyen
el cuerpo principal de los descontentos. Sin embargo, como Jones lo
ha demostrado concluyentemente, la característica anal original de la
terquedad puede desarrollarse en dos direcciones diferentes. En algu-
nos casos nos encontramos con inaccesibilidad y empecinamiento, esto
es, con características que son improductivas y antisociales. En otros
nos encontramos con perseverancia y escrupulosidad, esto es, con ca-
racterísticas socialmente valiosas en la medida en que no sean extre-
mas. Debemos aquí llamar la atención una vez más hacia la existencia
de otras fuentes instintivas, además del erotismo anal, que refuerzan
estas ten9-encias.
El tipo opuesto ha recibido muy poca consideración en la lite-
ratura psicoanalítica. Hay ciertos neuróticos que evitan tomar nin-
guna clase de iniciativa. En la vida ordinaria quieren algún tipo de
padre o madre atentos que esté continuamente a mano para eliminar
las dificultades que se les presenten. En el psicoanálisis lamentan tener
que dar asociaciones libres. Les agradaría yacer en reposo, y dejar que
el médico realice todo el trabajo analítico, o ser interrogados por él.
La semejanza de los hechos que descubre el análisis de estos casos,
me permite decir que estos pacientes solían en su niñez resistir al
acto de defecación que se les requería, y que luego se evitaban esta
molestia mediante frecuentes enemas o purgas que les daba su madre
o padre. Para ellos, la asociación libre es una evacuación psíquica, y
-así como sucedía con la evacuación física- les desagrada que se les
pida que la efectúen. Esperan continuamente que se les facilite la
tarea, o que otro haga el trabajo en lugar de ellos por entero. Puedo
recordar un reverso de esta resistencia, que también he atribuído a
fuentes eróticas anales en un trabajo anterior 19 9. Me refiero a esos
pacientes que quieren hac~r todo ellos mismos, según su propio mé-
todo, en su psicoanálisis, y que por ello se niegan a efectuar la aso-
ciación libre prescrita.

199 Cf. Capítulo XV.


PSICOANÁLISIS CLÍNICO 291
En este trabajo intento tratar, no tanto las formaciones .de sín-
tomas neuróticos que surgen del erotismo anal reprimido, sino más
bien sus manifestaciones caracterológicas. Por lo tanto, sólo tocaré las
diverslis formas de inhibición neurótica que evidentemente tienen que
ver con un desplazamiento de la libido a la zona anal. El hecho de
que la evitación del esfuerzo es un rasgo frecuente del carácter anal,
necesita una discusión ulterior; y debemos considerar brevemente qué
sucede en la persona que padece el denominado "carácter obsesivo".
Si la libido del varón no alcanza por completo la etapa de la
organización genital, o si regresa desde ella a la fase anal, el resul-
tado invariable es una disminución deo.la actividad masculina en todos
los sentidos de la palabra. Su productividad fisiológica está ligada con
la zona genital. Si su libido regresa a la fase anal-sádica, pierde su
poder productivo, y no sólo en el sentido meramente genésico. Su
libido genital debe proporcionar el primer impulso para el acto pro-
creativo. y con ello, para la creación de un nuevo ser. Si falta la
iniciativa ·necesaria para este cicto reproductivo, encontramos invaria-
blemente una carencia de productividad e iniciativa en otros aspectos
del comportamiento. Pero los efectos van todavía más allá.
Unida a la actividad genital masculina está una actitud senti-
mental positiva hacia el objeto amoroso, y ella se extiende a su con-
ducta hacia otros objetos y se expresa en su capacidad para la adap-
tación social, en su devoción a ciertos intereses e ideas, .etc. En todos
estos aspectos la formación del carácter de la etapa anal-sádica es
inferior a la de la fase genital. El elemento sádico, que es de gran
importancia en la vida emocional del hombre normal, una vez que
ha sufrido la's transformaciones apropiadas a través de la sublima-
ción, aparece con fuerza particular en el carácter obsesivo, pero queda
más o menos mutilado a consecuencia de la ambivalencia de la vida
instintiva de tales personas. También contiene tendencias destructo-
ras hostiles al objeto y en razón de esto no puede ser sublimado hacia
la real capacidad de devoción al objeto amoroso. Pues no debe con-
fundirse con una real transferencia amorosa a la formación reactiva
de una gran amabilidad y buena voluntad que se observa a menudo
en estas personas. Aquellos casos en los que se ha llegado en alguna
medida al amor objetivo y a la organización genital de la libido, son
más favorables. Si el ya mencionado rasgo de carácter del exceso de
bondad, se combina con un parcial amor objetivo de esta clase, se
produce una variedad socialmente útil, que sin embargo, es inferior
al amor objetivo total en aspectos esenciales.
En los individuos cuya genitalidad está más o menos dañada,
encontramos regularmente una tendencia inconciente a considerar. a
la función anal como la actividad productiva, y a pon~r de manifiesto
que la actividad genital no es esencial, y la anal es, mucho más im-
portante. La conducta social de estas personas está, por consiguiente,
fuertemente ligada al dinero. Les agrada hacer obsequios de dinero
292 KARL ABRAHAM

o equivalentes, y tienden a convertirse en patronos de las artes o


benefactores de alguna clase. Pero su libido permanece más o menos
apartada de los objetos, de modo que el trabajo que ellos cumplen
resulta improductivo en el sentido esencial. En modo alguno carecen
de perseverancia, que es un rasgo frecuente del carácter anal, pero
ésta es empleada en su mayor parte de un modo improductivo. La
emplean, por ejemplo, en la pedantesca observancia de formas fijas,
de modo que en los casos desfavorables su preocupación por la forma
exterior supera a su interés por la realidad de la cosa. Al considerar
las diversas maneras en que el carácter anal perjudica a la actividad
masculina, no debemos olvidar la tendencia, a menudo muy obstina-
da, a postergar todas las acciones. Estamos bien familiarizados con su
origen. Asociada frecuentemente con ella está la tendencia a interrum-
pir toda actividad que ha sido iniciada; de modo que en algunos
casos, tan pronto como una persona comienza a hacer algo, puede
predecirse que pronto ocurrirá alguna interrupción.
Con menor frecuencia he encontrado la conducta inversa. Por
ejemplo, uno de mis pacientes se vio impedido de escribir su tesis
doctoral por una larga resistencia. Después de que varios motivos de
ella salieran a luz, encontramos el siguiente: declaró que vacilaba en
comenzar su trabajo, pues una vez empezado ya no podría abando-
narlo. Esto nos recuerda la conducta de ciertos neuróticos respecto a
sus excreciones. Retienen al contenido del intestino o de la vejiga
tanto tiempo como les resulta posible. Cuando finalmente ceden a
una necesidad que ya es demasiado fuerte, no hay más retención, y
evacúan todo el contenido. Debe observarse en especial que hay aquí
un doble placer, el de retener los excrementos, y el de evacuarlos. La
diferencia esencial entre las dos formas de placer reside en que en
un caso el proceso es prolongado, y en otro tiene un curso rápido.
En lo que atañe al paciente mencionado, el demorado comienzo del
trabajo significaba la conversión del placer en la retención, en placer
en la evacuación 200.
Un detalle de la historia del mismo paciente mostrará hasta qué
grado la preponderancia del erotismo anal sobre el genital hace al
neurótico inactivo e improductivo. También durante su análisis per-

200 La tendencia a retener los excrementos representa una forma especial de


afición a la anticipación del placer, y me parece merecer una consideración espe-
cial. En este lugar sólo mencionaré un punto al respecto. Recientemente se han
realizado frecuentes intentos para establecer dos "tipos psicológicos" opuestos, y
englobar a todos los individuos en una u otra categoría. Recordaremos los tipos
"extravertido" e "introvertido" de Jung. El paciente a quien mencioné estaba
indudablemente vuelto hacia sí mismo en el grado más alto, pero en el curso
de su análisis abandonó más y más esa actitud de hostilidad hacia los objetos.
Esta experiencia y muchas semejantes prueban que Ja "introversión" en el sentido
de Jung es una adhesión infantil al placer de la retención. Por lo tanto, estamos
frente a una actitud que puede ser adquirida o abandonada, y no frente a una
manifestación de un tipo psicológico rígido.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 293

maneció inactivo por un largo período, y por medio de esta resistencia


impidió que se efectuara ningún cambio en su estado y circunstan-
cias. Como es a menudo el caso de los pacientes obsesivos, su único
método de hacer frente a las dificultades externas o internas era rene-
gar violentamente. Estas expresiones afectivas eran acompañadas por
una conducta muy significativa. En lugar de pensar en el éxito de su
trabajo, solía reflexionar sobre la cuestión de si sus juramentos le
llegarían a Dios o al Diablo, y de cuál es el destino de las ondas de
sonido en general. De este modo su actividad intelectual era reem-
plazada por la cavilación neurótica. Se evidenció en sus asociaci<?nes
que el problema del lugar a donde llegan finalmente los sonidos se
refería también a los olores, y que en última instancia tenía un ori-
gen anal erótico (flato) .
Puede decirse en general, que cuant9 más menoscabadas están en
los neuróticos la actividad masculina y la productividad, más pro-
nUnciado es su interés pof la posesión, y esto de una manera que
se aparta considerablemente de lo normal. En los casos marcados de
carácter anal, casi todas las relaciones de la vida son trasladadas a la
categoría de tener (aferrar) o dar, esto es, de la propiedad. Es como
si el len1a de estas personas fuera: "Quien me da algo es mi amigo;
quien desea algo de mí, es mi enemigo". Un paciente dijo que no
podía tener sentimientos amistosos hacia mí durante el tratamiento,
y agregó la explicación: "En tanto tengo que pagarle algo a alguien,
no puedo ser cordial con él". Encontramos el exacto .reverso de este
comportamiento en otros neuróticos: sus sentimientos amistosos hacia
una persona aumentan en proporción a la ayuda que ésta necesita
y solicita.
En el primer grupo, y el más amplio, la envidia se presenta cla-
ramente como el principal rasgo de carácter. La persona envidiosa no
muestra sólo un deseo de las posesiones de los demás, sino que están
asociados con aquél impulsos de rencor contra el privilegiado; propieta-
rio. Pero haremos solamente una referencia incidental a las raíces
anales y sádicas de la envidia, dado que ambas tienen una importan-
cia menor y auxiliar en la producción de ese rasgo de car<icter, que
se origina en la fase anterior, oral, del desarrollo de la libido. Bas-
tará un ejemplo para demostrar la relación de la envidia con las
ideas anales de posesión, y es la muy frecuente envidia del analista
por parte del paciente. Éste le envidia su posición "superior'', y con-
tinuamente se compara con él. Un paciente dijo una vez que la dis-
tribución de los papeles en el psicoanálisis era demasiado injusta,
pues era él quien tenía que hacer todos los sacrificios: visitar al mé-
dico, producir las asociaciones, y pagar el dinero del trato. El :mismo
paciente tenía también el hábito de calcular los ingresos de todas las
personas que conocía.
Nos hen1os acercado mucho ahora a uno de los rasgos clásicos de
la persona de carácter anal, a saber, a su especial actitud hacia el
294 KARL ABRAHAM

dinero, que es por lo común de parsimonia y avar1c1a. Pese a la fre-


cuencia con que esta característica ha sido confirmada en la literatura
psicoanalítica, hay todavía varios rasgos relacionados con ella que no
han recibido mucha atención, y que por lo tanto voy a trátar.
Hay casos en los que la relación entre la retención intencional
de los excrementos y la parsimonia sistemática es perfectamente clara.
Puedo mencionar el caso de un rico banquero que reiteradamente les
deCía a sus hijos que debían retener el contenido del intestino tanto
tiempo como les fuera posible, para aprovechar al máximo el costoso
alimento que comían.
Algunos neuróticos limitan su parsimonia o avar1c1a a ciertos
tipos de gasto, mientras que en otros emplean el dinero con sorpren-
dente liberalidad. Hay· una clase de pacientes que evita gastar dinero
en cosas que "pasan". Un concierto, un viaje, una visita a una exhi-
bición, implican gasto, y no se obtiene en retribución nada perma-
nente. Conocí a Una persona que no iba a la ópera por esta razón;
no obstante, compraba part~turas para piano de las óperas que no
había escuchado, pues de este modo obtenía algo "duradero". A lgu-
nos de estos neuróticos no quieren gastar dinero en alimentos, p11es
ellos no son conservados como posesión permanente. Es signi_ficativo
que haya otro tipo de paciente que de muy buen grado gasta dinero
en alimentos, por los que siente un interés exacerbado. Éstos son los
neuróticos que están continua y ansiosamente vigilando su cuerpo,
-verificando su peso, etc. Su interés se refiere a saber qué es lo que
queda, del material que introducen en el cuerpo, en calidad de pose-
sión permanente. Es evidente que identifican el contenido con el
dinero.
En otros casos encontramos que el neurótico traslada la parsimo-
nia a todos los sectores de su vida; y en algunos puntos llega a extre-
mos que no le reportan ninguna economía apreciable. Mencionaré
a un mezquino excéntrico que solía andar por su casa con los panta-
lones sin abotonar, para que los ojales no se gastaran muy rápida-
mente. Es fácil presumir que en este caso actuaban también otros
impulsos. No obstante, es característico que ellos pudieran ocultarse
detrás de la tendencia anal erótica a ahorrar dinero, y que este mo-
tivo estuviera tan acentuado. En algunos pacientes la parsimonia se
registra en el caso especial del uso de papel higiénico. Aquí coopera
como factor determinante la aversión a ensuciar una cosa limpia.
Puede observarse muy frecuentemente el desplazamiento de la
avaricia desde el dinero o el valor del dinero hacia el tiempo. Debe
recordarse que en un conocido dicho el' tiempo es comparado con el
dinero. Muchos neuróticos se preocupan continuamente por las pér-
didas de tiempo. Sólo les parece bien empleado el tiempo que em-
plean solos o en su trabajo. Cualquier perturbación en su trabajo
los irrita sobremanera. Odian la inactividad, los placeres, etc. Éstas
son las personas que tienden a exhibir las "neurosis de los domingos",
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 295

descritas por Ferenczi 201 , esto es, que no pueden tolerar "Qna inte-
. rrupción de su trabajo. Sucede también en este caso lo que pasa con
frecuencia con los propósitos neuróticamente exagefados, que no con-
siguen su objetivo. Los pac.ientes a menudo ahorran tiempo en pe·
queña escala, y lo pierden en gran cantidad.
Tales pacientes ejecutan frecuentemente dos ocupaciones a la
vez, para ahorrar tiempo. Les agrada, por ejemplo, leer, estudiar, o
realizar otras tareas mientras defecan 2o 2 • He tropezado repetidas veces
con personas que para ahorrar tiempo se ponían o sacaban el caso y
el chaleco juntos, o que al irse a acostar dejaban los calzoncillos d~n­
tro de los pantalones para ponerse ambas prendas a la vez a la maña-
na siguiente. Los ejemplos de este tipo pueden multiplicarse fácilmente.
La~ formas en las que puede expresarse el placer. de la posesión,
son muy numerosas. El coleccionista de estampillas que lamenta pro-
fundamente la falta de un ejemplar en su colección, no está muy ale-
jado del avaro, que según la· noción popular cuenta sus piezas de oro
y se deleita con ellas. Pero el trabajo de Jones respecto al impulso de
coleccionar es tan informativo, que yo no puedo agregarle nada de
importancia.
Por otra parte, me parece necesario hacer una breve alusión a un
fenómeno, que está estrechamente relacionado con el placer en mirar
las propias posesiones. Me refiero al placer en contemplar las propias
creaciones intelectuales, cartas, manuscritos, etc., u obras completas de
cualquier clase. El prototipo de esta tendencia es la contemplación
de los propios excrementos, que para muchas personas es una fuente de
placer siempre renovada, y que es en algunos neuróticos una forma
de compulsión psíquica.
Esta acentuación libidinal de la posesión explica la dificultad
que tienen nuestros pacientes en separarse de objetos de todo tipo,
cuando éstos no tienen ya valor práctico o pecuniario alguno. Tales
personas coleccionan a menudo en el altillo toda suerte de objetos
rotos, con el pretexto de que pueden necesitarlos más adelante. Y
luego, en una u otra ocasión, se desembarazan de una sola vez de
todo el lote de desperdicios. Su placer de tener almacenada una masa
de materiales, corresponde enteramente al placer de retener las heces.·
Encontramos en este caso que la eliminación (evacuación) del mate-
rial es demorada todo lo posible. Las mismas personas coleccionan
pedazos de papel, sobres viejos, lápices usados y cosas similares, y no
pueden desprenderse de estas propiedades por largos períodos de
tiempo, y luego, en raras ocasiones, hacen un descarte general, que
también está asociado con placer. Entre hombres de negocios y ofi·
201 "Neurosis del domingo" (1919).
202 Para estos neuróticos el w.c. es el verdadero lugar de "producción", cuya
soledad la facilita. Un paciente que manifestó violenta resistencia a proporcionar
asociaciones libres durante las horas de tratamiento psicoanalítico, las produjo en
.su casa, en el w.c., y las presentó ya listas en el análisis.
296 KARL ABRAHAM

c1n1stas he comprobado a veces una tendencia particular a conservar


cuidadosamente papel secante muy sucio y roto. En el inconciente
de estos neuróticos, las manchas de tinta son equivalentes a las de los
excrementos. Puedo mencionar que conocí a una mujer senil y débil
mental con una fuerte regresión de su libido a la etapa anal, quien
solía ponerse en el bolsillo y llevarse con ella el papel higiénico que
había usado.
El siguiente hábito peculiar de una mujer que también exhibía
en otros aspectos rasgos anales desusadamente pronunciados, muestra
claramente que tirar objetos equivale' en el inconciente a evacuar los
excrementos. Esta mujer no podía tirar los objetos que ya no tenían
ninguna utilidad. No obstante, a veces se veía obligada a tirar algunos
de estos objetos, de modo que había inventado un método para en-
gañarse a sí misma. Iba desde su casa hasta el bosque cercano llevando
el objeto que debía_ ser eliminado -quizás unas ropas viejas- colocado
a su espalda bajo los cordones de su delantal. En su camino hacia el
bosque "perdía" el objeto, y regresaba a su casa por un camino dis-
tinto para no ver de nuevo al objeto "perdido''. Por consiguiente,1
para desprenderse de un objeto, tenía que dejarlo caer desde la parte
posterior de su cuerpo.
Las personas que no gustan desembarazarse de objetos uSados, por
lo general no se adaptan rápidamente a otros nuevos. Compran nue-
vas ropas, pero no se las ponen; las "guardan" para el futuro, y sólo
les provocan un placer real en cuanto cuelgan sin usar en el ropero.
La repugnancia a tirar objetos usados o sin valor, conduce fre-
cuentemente a una tendencia compulsiva a utilizar aun a la cosa más.
insignificante. Un hombre rico solía cortar en pequeñas tiras sus cajas
de fósforos vacías, y se las daba a sus sirvientes para encender el
fuego. Una tendencia similar aparece en las mujeres en el período
de la involución.
En muchos casos el interés por usar residuos, ·sufre una sublima-
ción incompleta; como, por ejemplo, cuando el sueño diurno favorito
de un neurótico consiste en la utilización de la basura de toda una
ciudad, aunque no surja ningún resultado práctico de sus reflexiones.
Más adelante nos ocuparemos de los sueños diurnos de esta natu-
raleza.
En nuestros pacientes encontramos una tendencia a la extrava-
gancia, menos frecuente que la parsimonia. En una observación co-
municada a la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa, Simmel hizo entre la
extravagancia y la diarrea neurótica un paralelo tan evidente como el
que hay entre la avaricia y la constipación, que desde hace tiempo
nos resulta claro. Puedo confirmar con mi propia experiencia la co-
rrección de esta hipótesis, y en realidad llamé la atención hace algu-
nos años sobre el hecho de que gastar dinero puede representar un
equivalente de un desahogo de la libido, anhelado pero inhibido
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 297

neuróticamente 2oa. Puedo mencionar aquí la inclinación que mues-


tran algunas mujeres a derrochar dinero. Ella expresa hostilidad contra
el marido, cuyos "medios" 2 º4 le son quitados de esta manera; se
trata, en consecuencia -si dejamos de lado otros determinantes- de
una expresión del complejo de castración femenino. en el sentido
de una venganza sobre el esposo. Vemos aquí nuevamente a motivos
sádicos cooperando con los de origen anal-erótico.
Podemos comprender muy bien. a partir de su actitud contradic-
toria hacia la defecación, la mezquindad que muestran muchos neuró-.
ticos al ahorrar pequeñas sumas de dinero mientras que lo gastaÍl.
dispendiosamente de tanto en tanto. Estas personas postergan tanto
como sea posible la evacuación del intestino, dando a menudo como
razón la falta de tiempo. y cuando van al w.c. evacúan una pequeña
cantidad de excrementos. Pero de vez en cuando tienen una evacua-
ción en gran escala.
Tropezamos ocasionalmente con personas de pronunciado carác-
ter anal, cuya libido se ha dirigido con exclusividad hacia la posesión
de dinero. Un paciente me dijo que cuando era niño. no jugaba
como los demás a las batallas con soldaditos de plomo. sino con mo-
nedas. Obtenía monedas de cobre, y éstas representaban a los solda-
dos ordinarios. Las de níquel eran suboficiales de diversos rangos, y
las de plata, oficiales. Una pieza de plata de cinco marcos era el ma-
riscal de campo. Este oficial era puesto a salvo de cualquier ataque
en una construcción especial, "detrás del frente". Un bando tomaba
prisioneros del otro en la batalla, y los añadía a su propio ejército.
De esta manera un bando aumentaba sus posesiones monetarias hasta
que al otro no le quedaba nada. Es muy evidente que en el incon-
ciente del paciente, la "batalla" era contra su padre "rico". Vale la
pena observar, sin embargo, que las monedas reemplazaban entera-
mente a los seres humanos. Y en realidad, cuando este paciente se
puso en tratamiento conmigo, no tenía interés personal por nadie, y
sólo la posesión de dinero y valores monetarios le atraía.
La conducta de nuestros pacientes respecto al orden y a la lim-
pieza es tan contradictoria como la que exhiben respecto al empleo
del dinero. Este hecho es tan familiar para todo psicoanalista, que
no sería necesario aquí hacer una referencia general; pero ciertos
pacientes merecen una consideración especial a propósito de esto.
Se sabe muy bien que el placer en catalogar y clasificar, en com-
pilar listas y resúmenes estadísticos, en esbozar programas y regular
el trabajo por cuadros de tiempo, es una expresión del carácter anal.
Esta tendencia es tan marcada en muchas personas, que· el placer. que
obtienen al preparar un plan es mayor que la gratificación que les

203 Cf. capítulo XIV.


204 (La palabra alemana "vermOgen" = "medios", "riqueza", significa tam-
bién "capacidad sexual") .
298 KARL ABRAHAM

depara su ejecuc1on, de manera que a menudo lo dejan sin cumplir.


He conocido a varios pacientes con una duradera inhibición en su
trabajo, que establecían un plan de trabajo, digamos, cada domingo
para la semana entrante, y que luego no lo ponían en práctica en
modo alguno. Debe observarse que entre ellos hay, no solamente per·
sanas indecisas, sino también obstinadas, que en su terquedad recha·
zaban los métodos probados de los demás y querían actuar de acuerdo
con los propios.
Mu ch os neuróticos conservan C;iurante toda su vida una particu-
lar actitud de ambivalencia hacia el orden y la limpieza. Hay perso-
nas que están muy bien arregladas en cuanto atañe a su exterior.
Pero si bien sus ropas visibles son irreprochables, las prendas interio-
res y las partes cubiertas del cuerpo están sucias en extremo 20 5.
Estas mismas personas tienden a mantener en sus casas un orden es-
crupuloso, Por ejemplo, en el escritorio cada objeto tendrá su lugar
especial, y los libros están dispuestos con gran cuidado y regularidad
en la biblioteca ·donde están expuestos. Sin embargo, en los cajones
reina un completo desorden, que sólo es corregido mediante un arre-
glo concienzudo que se efectúa en raras ocasiones, y entonces sólo
temporariamente.
Puedo mencionar aquí que en el inconciente de estos neuróticos,
una habitación o un cajón desordenados representan al intestino lleno
de excrementos. He tenido oportunidad repetidas veces de analizar
sueños que aludían al intestino de esta manera. Uno de mis pacien-
tes me contó un sueño en el cual subía por una escalera, detrás de
su madre, para llegar al cuarto de los trastos, en el altillo. Se trataba
de un sueño incestuoso, con una fantasía de coito anal, en el que el
ano estaba simbolizado por una estrecha escalera, y el intestino por
el cuarto de_ los trastos.
Los rasgos de carácter relacionados con el orden, como por ejem-
plo, la escrupulosidad y la exactitud, están a menudo asociados con las
características opuestas. Estos rasgos son tratados en especial en las
investigaciones de Janes, y no necesito extenderme sobre ellos, pero
mencionaré el anhelo de simetría y "equidad" que está representado
a menudo en el carácter anal.
Así como muchos neuróticos cuentan sus pasos para llegar a su
destino con un número par de ellos, no toleran ninguna asimetría
en otros aspectos. Arreglan todos sus objetos simétricamente. Dividen
todas las cosas con minuciosa exactitud. Un esposo hará cálculos para
demostrarle a su esposa que sus respectivos gastos en ropa no son
iguales, etc.; estará pensando constantemente en lo que uno de ellos

205 En Berlín hay un dicho respecto a estas personas: "Oben hui, unten pfuil"
("Por encima, muy bien, por debajo, ¡uf!"). En Baviera dicen más groseramente
.. Oben beglissen, unten beschissen" ("Por encima brillante, por debajo cagado").
Por lo tanto, las contradicciones de algunas personas en este aspecto son materia
de conocimiento común.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 299

ha gastado, y en lo que por lo tanto el otro tiene derecho a gastar,


para que las cosas sean parejas. Durante el racionamiento de víveres,
en la Guerra Mundial, dos hermanos solteros administraban juntos
_la casa. Cuando ponían sobre la mesa la carne que les correspondía
a ambos, la dividían pesando cada porción con una balanza para
pesar cartas. Ambos estaban ansiosos por la posibilidad de que el
otro se sintiera tratado con injusticia o tuviera menos que éL El
perpetuo deseo de "estar en paridad" con otras personas, esto es, de
no tener con ellas ninguna obligación, ni siquiera insignificante, es
también significativo. El que otras personas con pronunciado carácter
anal tengan la tendencia a olvidar sus deudas (particularmente cuan-
do se trata de pequeñas sumas) , debe ser considerado como un sín-
toma de erotismo anal no sublimado.
Finalmente, debemos mencionar un descubrimiento de Janes que
él sólo cita al pasar, pero que es evidentemente el resultado conden-
sado de una amplia experiencia.
Escribe él que un resultado muy interesante del erotismo anal,
"'es la tendencia a ocuparse del lado opuesto de diversas cosas y situa-
ciones. Esto puede manifestarse de muchas maneras diferetttes: en
una marcada curiosidad acerca del lado posterior de objetos y luga-
res, por ejemplo, en el deseo de vivir del otro lado de una colina
porque éste mira hacia un determinado lug~r; en la propensión a
equivocarse en lo que atañe a la izquierda y la derecha, el este y el
oeste; en la iñversión de palabras y letras al escribir, etc.".
Puedo apoyar la opinión de Jones con numerosos ejemplos de
mi propia experiencia. Éstos son de gran importancia para entender
ciertos síntomas y rasgos de carácter neuróticos. No hay duda de que
el prototipo de todas esas "inversiones" es el desplazamiento de la
libido desde la zona genital hacia la zona anal. A este respecto debe-
mos mencionar la conducta de muchas personas a quienes .se consi-
dera excéntricas. Su carácter se funda en su mayor parte en rasgos
anales. Tienden a actuar, en las cosas grandes y pequeñas, de una
manera opuesta a la de los demás. Usan ropas que son tan diferentes
como es posible de la moda reinante. Trabajan cuando otros juegan.
Un trabajo que otros hacen sentados, ellos lo hacen parados. Cuando
otros van a caballo, ellos van a pie; corren cuando otros caminan.
Si la gente viste ropas abrigadas, ellos hacen lo contrario. La comida
que les agrada es lo opuesto del gusto general. La relación de esto
con el conocido rasgo de carácter de la obstinación, es inconfundible.
Durante mis días de estudiante conocí a un joven que se desta-
caba por sus hábitos peculiares. Era poco sociable, contrariaba la
moda de la época de una manera ostentosa, y no se adaptaba a las
costumbres del resto de los estudiantes. Cuando cierto día yo almor-
zaba con él en un restaurante, noté que tomaba el menú en el orden
inverso, es decir, que comenzaba con los dulces y terminaba con la
sopa. Algunos afi.os después sus parientes me pidieron que lo exa~i-
300 KARL ABRAHAM

nara profesionalmente. Descubrí que ya había desarrollado ilusiOnes


paranoicas definidas. Si tenemos en cuenta la gran importancia del
erotismo anal en la psicogénesis de la paranoia, que Ferenczi ha in-
dicado, ,podemos comprender la excéntrica conducta de este individuo
como una formación de carácter anal, precursora por lo tanto de la
paranoia. ·
Ciertos casos de neurosis en las mujeres, en los cuales se expresa
un complejo de castración desusadamente fuerte, nos revelan el sen-
tido más profundo de tal tendencia a la inversión. Encontramos allí
que ella surge de dos motivos principales: un desplazamiento de la
libido desde "adelante" haci_a "atrás", y el deseo de cambiar de sexo.
Espero poder decir <ilgo acerca de esta condición mental en otro lugar.
Me gustaría concluir estas notas sobre los rasgos de carácter ana-
les, con una observación cuya veracidad desearía que otros verificaran.
Ella es que el carácter anal parece a veces imprimirse en la fisonomía
de su poseedor. Las personas desprovistas de una gratificación genital
normal tienden por lo general a tener mal genio 2o6. Características
·faciales significativas de las personas, me parecen ser una constante
tensión de la línea de los orificios nasales, y una ligera elevación del
labio superior. En algunos casos, esto da la impresión de que están
constantemente husmeando algo. Probablemente este rasgo sea atri-
buíble a su placer coprofílico en oler. En el caso de un hombre que
mostraba este tipo de expresión facial, observé una vez que parecía
estar constantemente oliéndose a sí mismo. Alguien que lo conocía
dijo que, ejectivamente, tenía el hábito de olerse las manos y todo
objeto que recogía. Debo agregar que exhibía los típicos rasgos de
carácter anales en una forma marcada.
No pretendo haber agotado en este trabajo el tema de los rasgos
de carácter anales. Por el contrario, me doy cuenta de que he podido
hacer escasa justicia a la riqueza y variedad del material. En realidad,
me propuse otro objetivo, a saber, aumentar nuestro conocimiento de
las fases pregenitales del desarrollo de la libido, realizando algunas
adiciones a la investigación del carácter anal. Como he dicho al prin-
cipio, tengo la intención de presentar, luego de este trabajo, un estu-
dio de los estados maníaco-depresivos, para cuya comprensión es esen-
cial el conocimiento de las etapas pregenitales de la evolución de la
libido.

206 ·Es verdad que algunas disponen de ricas fuentes narcisistas de placer, y
viven en un estado de sonriente autosatisfacdón.
CAPÍTULO XXIV

LA INFLUENCIA DEL EROTISMO ORAL SOBRE


LA FORMACIÓN DEL CARACTER (1924) 207

SEGÚN LA OPINIÓN corriente, la formación del carácter debe atribuirse


en parte a una dispoSición ingénita, y en parte a los efectos del me-
dio ambiente, entre los cuales tienen especial importancia los de la
educación. La investigación psicoanalítica ha llamado la atención por
primera vez hacia fuentes de la formación del carácter que hasta
ahora no han sido consideradas suficientemente. Sobre 'la base .de la
experiencia psicoanalítica hemos aceptado la hipótesis de que los
elementos de la sexualidad infantil que son excluídos de Ja vida sexual
del adulto, sufren en parte una transformación que los convierte en
ciertos rasgos de carácter. Como es bien sabido, Freud fue el primero
en demostrar que ciertos elementos del erotismo anal del niño sufren
una transformación de esta clase. Algunas partes de este erotismo
anal ingresan en la organización final de la vida sexual madura,
algunas son sublimadas, y algunas pasan a formar el carácter. Estas
contribuciones de las fuentes anales al carácter deben considerarse
normales. Ellas hacen posible al individuo la adaptación a las exi-
gencias de su ambiente respecto a higiene, amor al orden, y semejan-
tes. Además de esto, sin embargo, hemos aprendido a reconocer un
"carácter anal" en el sentido clínico, el cual se distingue por una
acentuación extrema de ciertos rasgos; pero debe observarse que la
excesiva afición a la limpieza, la parsimonia, y tendencias similares
que se encuentran en tales caracteres, nunca predominan completa-
mente; encontramos invariablemente los extremos opuestos más o me-
nos desarrollados.
Ahora bien, la experiencia nos enseña que no todas las .desviacio-
nes de la· formación del carácter final, de la etapa genital, se originan
en las fuentes anales ya mencionadas. Encontramos que el erotismo oral
es también una fuente de la formación del carácter. Podemos ver
asimismo que los elementos de este origen pueden estar dentro de
lo normal, o bien excederlo ampliamente. Por consiguiente, si nues-
tras Observaciones son correctas, podemos hablar de fuentes orales,

201 (NO 99, B. A.).


302 KARL ABRAHAM

anales y genitales de la formación del carácter; al hacerlo así, sin


embargo, estamos descuidando concientemente un aspecto del pro.
blema, pues sólo tomamos en cuenta aquellas contribuciones a la for-
mación del carácter que provienen de las zonas erógenas, y no aque-
llas que derivan de los instintos componentes. Este descuido, empero,
e! más aparente que real; por ejemplo~ la estrecha relación, en la vida
instintiva infantil, del componente de la crueldad con el erotismo
oral, se hará evidente en la formación del carácter del individuo, del
mismo modo que en cualquier otro aspecto, así que prácticamente
no será necesario llamar especialmente la atención sobre él.
Lo que diré acerca de los rasgos de carácter de origen oral será
quizá decepcionante en algunos puntos, porque no puedo ofrecer un
cuadro comparable al del carácter anal por lo completo. Por lo
tanto, comenzaré señalando algunas diferencias entre ambos a las.
que no habría que perder de vista, y que moderarán nuestras expec-
taciones respecto al carácter oral hasta proporciones más adecuadas.
En primer lugar, debe recordarse que de las tendencias placen-
teras vinculadas con los procesos intestinales, sólo una pequeña parte
puede llegar a formar parte del erotismo normal de una manera no
reprimida; mientras que puede seguirse empleando en la vida poste-
rior una parte incomparablemente mayor de la catexia libidinal de
la boca que caracteriza a la infancia. De este modo, los elementos ora-
les de la sexualidad infantil no necesitan ser transformados en la
formación del carácter ni sublimados en la misma medida que los
anales. .
En segundo lugar, debemos tener en cuenta que una formación
retrógrada del carácter, t~l como la que está asociada a la aparición
de ciertos trastornos neuróticos, se detiene en lo principal en la etapa
anal. Si prosigue más allá y se produce una intensificación patoló-
gica de rasgos orales, como se describirá luego, éstos aparecerán mez-
clados con rasgos pertenecientes a la fase anal; y en ese caso debemos
esperar encontrar una combinación de los dos tipos de rasgos de
carácter, antes que un desarrollo exclusivo de los orales.
Si estudiamos más profundamente estos productos mixtos de dos
fuentes diferentes de la formación del carácter, hacemos un nuevo
descubrimiento, a saber, que el origen del carácter anal está estrecha-
mente relacionado con la historia del erotismo oral, y no puede ser
completamente entendido sin referencia a este último.
La experiencia clínica condujo a Freud a la teor_ía de que en
muchas personas, la particular acentuación libidinal ligada a los pro-
cesos intestinales es un factor constitucional. No puede dudarse de
esto. Sólo es necesario recordar que en ciertas familias se observan
f~nómenos positivos de erotismo anal, así como rasgos de carácter
anal, en los miembros. más diversos. No obstante, aunque esta hipóte-
sis es correcta, el hecho admite una explicación ulterior a la luz de
las siguientes observaciones psicoanalíticas.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 303

En Ja infancia, el individuo halla un intenso placer en el acto


de suc:;:cionar, y nos hemos familiarizado con Ja noción de que este
placer no debe atribuirse enteramente al proceso de la ingestión del
alimento, sino que está condicionado en un alto grado por el signi-
ficado de Ja boca en cuanto zona erógena.
Esta primitiva forma de obtener placer no es nunca completa-
mente abandonada por el individuo, sino que persiste bajo diferenteS
disfraces durante toda su vida, e inclusive es reforzada en ciertos
momentos y circunstancias particulares. No obstante, a medida que
crece, tanto física como psíquicamente, el niño renuncia en gran me-
dida a su placer original en succionar. Ahora bien, la observación
demuestra que toda renuncia al placer sólo tiene lugar sobre la base
de un trueque. Es este proceso de renunciación y el curso que toma
bajo condiciones diferentes, lo que merece nuestra atención.
En primer lugar está el proceso de irrupción de los dientes, que.
como es sabido, hace que una parte considerable del placer en suc-
cionar sea reemplazada por el placer de morder. Sólo necesitamos
recordar cómo durante esta etapa del desarrollo el niño se lleva a la
boca todos los objetos que puede, e intenta con todas sus fuerzas
destrozarlos con los dientes.
En el mismo período evolutivo el niño comienza a tener relacio-
nes ambivalentes con los objetos exteriores. Debe observarse que tanto
el aspecto amistoso como el hostil de esta acitud, están vinculados con
el placer. Aproximadamente al mismo tiempo se produce otro despla-
zamiento de sensaciones placenteras hacia otras funciones y zonas.
corporales. .
Lo que es de particular importancia, es que el placer en la suc..,
ción sufre una especie de migración. Casi al mismo tiempo de deste~
tarlo, también se educa al niño en los hábitos higiénicos. Un requi-
sito importante para el éxito de este último proceso reside en la
función, que evoluciona gradualmente, de Jos esfínteres anal y ure-.
tral. La acción de estos músculos es la misma que la de los labios al
succionar, y se modela evidentemente sobre ella. La original evacua-
ción incontrolada de las excreciones corporales fue acompañada por
una estimulación de las aberturas del cuerpo que fue indudablemente
placentera. Si el niño se adapta a las exigencias de la educación y
aprende a retener sus excreciones, también esta actividad nueva será
acompañada por placer. Las sensaciones agradables asociadas con el
órgano de este proceso, son el fundamento del placer psíquico en todo
tipo de posesión. Las investigaciones más recientes han demostrado
que la posesión de un objeto significa originariamente para la psique
infantil la incorporación de aquél al propio cuerpo. Mientras que al
principio el placer estaba asociado solamente con la ingestión de algo
proveniente del exterior o con la expulsión de los contenidos corpo-
rales, ahora se agrega el placer de retener estos contenidos, lo que con-
duce al placer en todas las formas de propiedad. La relación que
304 KARL ABRAHAM

mantienen entre sí estas tres fuentes de gratificación física y psíquica,


es de la mayor importancia práctica para la posterior conducta social
del individuo. Si el placer en obtener o tomar está en la relación
más favorable que sea posible con el placer en la posesión, así como
en el de dar, se ha dado un paso n¡uy importante para establecer los
fundamentos de las relaciones sociales del individuo. Pues cuando
está presente tal relación entre las tres tendencias, se ha cu~plido la
más importante condición previa a la superación de la ambivalencia
de la vida emocional.
En lo que se ha dicho hasta ahora, sólo hemos llamado la aten-
ción sobre. rasgos. aislados de un proceso evolutivo multiforme. Para
los fines de nuestra investigación es suficiente aclarar que el primer
paso, y quizá por ello el más importante, que efectúa el individuo
hacia la consecución de una actitud normal en sus relaciones sociales
y sexuales finales, consiste en el adecuado tratamiento de su erotismo
oral. Pero este importante proceso de desarrollo puede ser perturbado
de numerosas maneras. Para comprender esto, debemos tener en cuenta
que el placer del período de la succión es en gran medida un placer
de tomar, de recibir algo. Es evidente, por lo tanto, que toda dife-
rencia cuantitativa respecto al grado habitual de placer obtenido, pue·
de originar perturbaciones.
Dadas ciertas condiciones de nutrición, el período de la succión
puede ser en extremo desagradable para el niño. En algunos casos, su
primer anhelo de placer es imperfectamente gratificado, y se lo priva
así del goce de la etapa de succión 2 ºª· En otros casos, el mismo pe·
ríodo es anormalmente rico en placer. Es sabido cómo algunas madres
ceden ante la solicitación de placer por parte del niño, accediendo a
todos sus deseos. El resultado es que se hace extraordinariamente difí·
cil el destete del niño, y a veces requiere dos o tres años. En unos
pocos casos el niño sigue alimentándose por medio de la mamadera
hasta una edad avanzad<!. ·
Sea que en este primer período de la vida el niño no haya tenido
placer o lo haya tenido en exceso, el efecto es el mismo. Abandona
esa etapa con dificultades. Dado que su necesidad de placer, o no ha
sido suficientemente gratificada, o se ha hecho demasiado insistente,
se adhiere con particular intensidad a las posibilidades de placer que
se presentan en la etapa siguiente. Al hacer esto, se expone constan.
temente a sufrir una nueva decepción, ante la cual reaccionará más
rápidamente que el niño normal con una regresión a la primera eta·
pa. E_n otras palabras: en el niño que durante el período de succión
ha sido decepcionado o atendido en exceso, se acentuará especialmen·
te el placer en morder, que es también la forma más primitiva de
sadismo. De tal modo, la formación del carácter comienza en ese niño

208 Freud demostró hace tiempo que los trastornos estomacales e intestinales
en la infancia pueden tener un efecto nocivo sobre el desarrollo mental del niño.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 305

bajo Ja influencia de una ambivalencia emocional anormalmente pro-


nunciada. En la práctica, tal trastorno del desarrollo del carácter se
expresa en pronunciadas características de hostilidad y desagrado. Eso
explica la presencia de la envidia exacerbada que es tan común.
Eisler ya atribuyó a una fuente oral est"e rasgo de carácter 20 9. Estoy
de acuerdo totalmente con su opinión, pero quisiera destacar su rela-
ción con la etapa oral posterior. En muchos casos, un niño mayor,
que ya está en edad de alimentarse mordiendo y masticando, tiene
oportunidad de observar como se amamanta a uno menor. En tales
casos la envidia ~s especialmeilte forzada. A veces se la supera incom-
pletamente convirtiéndola en su opuesto; pero el sentimiento origi-
nal persiste bajo diversos disfraces, como puede verse fácilmente.
Pero si el niño escapa a la Escila de este peligro, lo amenaza la
Caribdis de otro. Intenta retomar el hábito abandonado de succio-
nar, en una forma alterada y con otra localización. Ya hemos hablado
de la actividad de succión de los esfínteres en las aberturas excretoras
del cuerpo, y hemos reconocido que un deseo desordenado de poseer,
especialmente en la forma de parsimonia y avaricia anormales, está
en estrecha relación con este proceso. Vemos así que esos rasgos, que
corresponden· a los fenómenos ·clínicos del carácter anal, están cons-
truídos sobre las ruinas de un erotismo oral cuyo desarrollo ha sido
malogrado. En el trabajo presente sólo describiré este modo de des-
arrollo defectuoso. Las observaciones precedentes bastarán para mos-
trar cuánto depende nuestra comprensión del carácter anal de un
conocimiento adecuado de los precedentes estadios del desarrollo.
Pasaremos a considerar ahora las contribuciones directas del ero-
tismo oral a la formación del carácter, y comenzaremos con un ejem-
plo tomado de la observación psicoanalítica corriente.
La parsimonia neurótica, que puede desarrollarse hasta llegar a
ser avaricia, se encuentra a menudo en personas que no pueden ga-
narse apropiadamente el sustento; y las fuentes anales de la forma-
ción del carácter no la explican. Está ligada de hecho a una inhibi-
ción en el anhelo de objetos, y esto indica que la libido ha sufrido
vicisitudes· especiales. El placer de adquirir los objetos deseados, parece
en este caso haber sido reprimido en favor del placer de retener las
posesiones existentes. Las personas en quienes encontramos esta inhi-
bición son perseguidas por el temor de perder la más pequeña parte
de sus posesiones. Esta ansiedad les impide hacer el intento de ganar
dinero, y las convierte en muchos modos en desvalidas en la vida
práctica. Comprenderemos este tipo de formación del carácter si exa-
minamos los síntomas relacionados con ella.
En ciertos otroS casos, todo el carácter de la persona está bajo la
influencia oral, pero esto sólo puede demostrarse después de realizar
un concienzudo análisis. Según mi experiencia, se trata aquí de per-

209 "El placer de dormir y la perturbación de la capacidad de dormir'" (1921).


306 KARL ABRAHAM

sonas en quienes la succión no sufrió perturbaciones y fue altamente


placentera. Han traído consigo. desde ese• feliz período, una convic-
ción hondamente arraigada de que todo les irá siempre bien. Enfren-
tan la vida con optimismo imperturbable, que de hecho las ayuda a
conseguir sus propósitos. Pero nos encontramos también con tipos de
desarrollo menos favorables. Algunas personas están dominadas por
la creencia de que siempre habrá algún ser bondadoso -un represen-
tante de la madre, por supuesto- que cuide de ellas y les dé todo lo
que necesitan. Esta cren!=ia optimista las condena a la inactividad.
Reconocemos nuevamente en ellas a individuos que han sido mima-
dos en el período de succión. Toda su actitud hacia la vida manifiesta
que esperan, por decirlo así, que el pecho de su madre fluya para
ellos eternamente. No hacen ningún tipo de esfuerzo, y en algunos
casos desdeñan inclusive emprender una ocupación que les permita
ganarse la vida.
Este optimismo, sea que se asocie con una conducta enérgica, o
que, como en el último caso, se dé junto a una descuidada indiferen-
cia ante el mundo, contrasta notablemente con un rasgo del carácter
anal que no ha sido suficientemente apreciado hasta el presente. Me
refiero a una melancólica seriedad que· se transforma en marcado pe-
simismo. Debo señalar. sin embargo, que en gran medida esta carac-
terística no tiene un origen anal directo, sino que deriva de la decep-
ción de deseos orales en los primeros años. En las personas de este
tipo está completamente ausente la creencia optimista en la benevo-
lencia del destino. Por el contrario, muestran consecuentemente una
actitud de aprensión ante la vida. y tienen la tendencia a destacar lo
peor de todas las cosas. y a encontrar dificultades en las empresas
más simples.
Un carácter arraigado de este modo en el erotismo oral, influye
sobre toda la conducta individual, así como en la elección de profe.
sión, predilecciones y aficiones. Podemos citar como ejemplo al tipo
de funcionario neurótico que sólo puede existir cuando todas las cir-
cunstancias de su vida le han sido prescritas de una vez para siempre.
Para él es condición necesaria de la vida el que sus medios de subsis-
tencia le sean garantizados hasta el final de sus días. Renuncia a todos
los ideales de progreso personal con tal de recibir un ingreso seguro·
y regular.
Hasta ahora nos hemos ocupado de personas cuyo entero carácter
se explica por la suposición de que su libido ha sido plenamente gra-
tificada en la etapa oral de su desarrollo. Sin embargo. en el psico-
análisis observamos a individuos que son abrumados durante toda
su vida por los efectos de un período de succión insatisfactorio. En
ellos no hay huellas de que haya tenido lugar tal desarrollo.
En su comportamiento social, estas personas pareC:en estar pi-
diendo siempre algo, sea en la forma de una modesta solicitación, o
en la de una exigencia agresiva. La manera en que expresan sus de-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 307
seos, tiene algo del carácter de una persistente succión; no se los des-
pide ni con actos duros ni con argumentos razonables. sino que con-
tinúan insistiendo en sus demandas. Podría decirse que "se aferran
como sanguijuelas" a otras personas. Les desgrada particularmente
quedarse solos, inclusive por un breve tiempo. La impaciencia es una
marcada característica suya. En algunos casos, aquellos en los que, la
investigación psicoanalítica revela una regresión de la etapa oral-sá-
dica a la de la succión, su conducta tiene también un elemento de
crueldad, que los hace asemejarse a vampiros.
Encontramos en las mismas personas ciertos rasgos de carácter
que pueden atribuirse a un peculiar desplazamiento en la esfera oral.
Su anhelo de eXperimentar una gratificación por medio de la succión,
se ha transformado en una necesidad de dar por medio de la boca, de
modo que al lado de un deseo permanente de obtener todo, hay una
constante necesidad de comunicarse oralmente con los demás. Esto
tiene por resultado una obstinada urgencia de hablar, relacionada en
muchos casos con una sensación, de flujo superabundante. Las perso-
nas de este tipo tienen la impresión de que su caudal de pensamien-
tos es inagotable, y le atribuyen a lo que dicen algún poder o valor
especial. Su principal relación con otras personas se efectúa por medio
de una descarga oral. La obstinada insistencia descrita anteriormente,
se expresa desde luego, principalmente por medio del discurso. Pero
esa función sirve al mismo tiempo para dar. Más aún, podría esta-
blecer regularmente el hecho de que estas personas pueden controlar
sus otras actividades tan poco como su palabra. Así, encontramos fre-
cuentemente en ellas una necesidad de orinar neuróticamente exage-
rada, que aparece a menud9 al mismo tiempo, o inmediatamente des-
pués de un estallido verborrágico.
También en aquellos rasgos de la formación del carácter que per-
tenecen a la etapa oral-sádica, el hablar toma el lugar de impulsos
reprimidos de otro sector. En algunos neuróticos es especialmente
notable el propósito hostil de su charla. En este caso, ella sirve al
fin inconciente de matar al adversario. El psicoanálisis ha demostrado
que en tales casos, en lugar de morder y devorar al objeto, aparece
una forma más moderada de agresión, aunque el órgano que se uti-
liza para eso sea todavía la boca. En ciertos neuróticos, el habla es
empleada para expresar toda la variedad de tendencias instintivas,
sean amistosas u hostiles, sociales o antisociales, y sin tener en cuenta
la esfera instintiva a la que pertenecían originarianiente. En ellos, el
impulso de hablar significa desear, y al mismo tiempo atacar, matar,
aniquilar, y todo tipo de evacuación corporal, inclusive el acto de
la fecundación. En sus fantasías, se somete al habla a la valoración
narcisista que su inconciente aplica a todas las producciones físicas
y psíquicas. Toda su conducta contrasta notablemente con la de las
personas reticentes, con una formación de carácter anal.
Las observaciones de esta clase atraen nuestra atención muy en-
308 KARL ABRAHAM

fáticamente sobre las variedades y diferencias que existen en el domi-


nio de la forffiación del carácter. y muestran que el campo que
estamos investigando no es nada limitado, ni le falta diversidad. Las
diferencias más importantes son las que dependen de que tal o cual
rasgo del carácter se haya desarrollado sobre la base de la etapa más
temprana o más tardía; en otras palabras, de que sea la expresión
de una tendencia. inconciente a succionar o morder. En el último
caso, encontraremos asociados con ese rasgo de carácter a los más mar-
cados síntomas de ambivalencia; anhelos instintivos positivos y nega-
tivos, tendencias hostiles y amistosas; mientras que podemos afirmar
sobre la base de nuestra experiencia, que los rasgos de carácter deri-
vados del período de la succión no están sometidos a la ambivalencia.
Según mis observaciones, esta diferencia fundamental se extiende hasta
los menores detalles de la conducta de la persona. En una reunión
de la Sociedad Psicológica Britáhica (Sección Médica) , el Dr. Glover
leyó recientemente un trabajo en el que concedía una particular
consideración a estas diferencias 210 .
Los contrastes muy significativos que se encuentran en la forma:
ción del carácter de individuos diferentes, pueden ser atribuídos psi-
coanalíticamente al hecho de que las influencias decisivas sobre el
proceso de la formación del carácter han sido ejercidas, en un caso,
por los impulsos orales, y en otro, por los anales. Igualmente impor-
tante es la asociación de elementos instintivos sádicos con las mani-
festaciones de la libido que surgen de las diversas zonas erógenas.
U nos pocos ejemplos ilustrarán someramente este punto. En nuestros
psicoanálisis, podemos remonta~ los fenómenos de intenso anhelo hasta
la primera etapa oral. No necesita decirse que no excluímos otras
fuentes impulsivas como factores de esos fenómenos. Pero los deseos
que derivan de la primera etapa están todavía libres de la tendencia
a destruir al objeto, tendencia que es característica de los impulsos
de la etapa siguiente.
Los impulsos de codicia derivados de la segunda etapa oral con-
trastan fuertemente con el carácter modesto de la persona de cons-
titución anal. Pero no debemos olvidar que en ésta, la debilidad de
la tendencia adquisitiva está compensada por su obstinado aferra·
miento a las cosas que ya ha obtenido.
Son también características las diferencias en la inclinación a
compartir con otros las propias posesiones. La generosidad es un fre-
cuente rasgo de carácter oral. En esto, la persona oralmente gratifi-
cada se identifica con la dadivosa madre. En la siguiente etapa, oral-
sádica, las cosas son muy diferentes, pues la envidia, la hostilidad y
los celos hacen imposible tal conducta. De modo que en muchos casos
la conducta generosa o envidiosa se deriva de una de las dos etapas
orales del desarrollo; y del mismo modo, la inclinació~ a la avaricia

210 "El significado de la boca en el psicoanálisis (1924).


PSICOANÁLISIS CÚNICO 309

corresponde a la sucesiva etapa anal-sádica de la formación de ca-


rácter.
Hay también diferencias notables en la conducta social de la
persona según la etapa de. la libido de donde deriva su carácter. Las
personas que han sido gratificadas en la primera etapa, son vivaces
y sociables; aquellas fija das en la etapa oral-sádica son hostiles y ma-
liciosas; mientras que el malhumor, la inaccesibilidad y la reticencia
se dan juntameá.te con el carácter anal.
Además, las personas de carácter oral son accesibles a las nuevas
ideas, tanto en un sentido favorable como en uno desfavorable, mien-
tras que el carácter anal implica un comportamiento conservador
opuesto a todas Jas innovaciones, una actitud que por cierto impide
el abandono apresurado de lo que ha demostrado ser bueno.
Hay un contraste similar entre la importunidad impaciente, la
prisa y la inquietud de las personas de carácter oral, y Ja perseveran-
cia y persistencia del carácter anal, que por otra parte, tiende a las
dudas y dilaciones.
El rasgo de carácter de la ambición, que encontramos tan "fre-
cuentemente en nuestros psicoanálisis, ha sido atribuído hace tiempo
por Freud 21 1 al erotismo uretral. Tal explicación, empero, no parece
haber penetrado en las fuentes más profundas de esta característica.
De acuerdo con mi experiencia, y también con la del Dr. Glover, se
trata más bien de un rasgo de origen oral que luego es reforzado por
.otras fuentes, entre las cuales debe mencionarse especialmente a Ja
uretral.
Además_ de esto, ·se ha observado que ciertas contribuciones a la
formación del carácter que se originan en la primera etapa oral, coin-
ciden en aspectos importantes con otras derivadas de la fase final,
genital. Esto se explica probablemente por el hecho de que en esas
dos etapas, la libido está menos expuesta a perturbaciones por parte
de una ambivalencia emotiva.
Encontramos en muchas personas, además de los rasgos de carác-
ter orales ya descritos, otras manifestaciones psicológicas que debemos
derivar de las mismas fuentes instintivas. Se trata de impulsos que
no han sufrido ninguna modificación social. Como ejemplos, deben
mencionarse especialmente a un apetito morbosamente intenso, y a
una inclinación a diversas perversiones orales. Además, encontramos
muchos tipos de síntomas neuróticos que tienen determinantes orales;
y finalmente hay fenómenos debidos a la sublimación. Estos últimos
productos merecen una investigación independiente, que excedería los
límites de este trabajo; por lo tanto sólo daré un ejemplo.
El desplazamiento del placer infantil en succionar, a la esfera
intelectual, es de gran importancia práctica. La curiosidad y el placer
de observar reciben un importante refuerzo de esta fuente; y no sólo

211 "El carácter y el erotismo anal" (1908).


310 KARL ABRAHAM

durante la infancia, sino en toda la vida del individuo. En las perso-


nas. que manifiestan una inclinación especial a la observación de la
Naturaleza, y hacia muchas ramas de la investigación científica, el
psicoanálisis demuestra una estrecha conexión entre esos impulsos y
deseos orales reprimidos.
Una mirada al proceso de la investigación científica nos permite
reconocer cómo los impulsos correspondientes a las diversas zonas eró-
genas deben apoyarse y complementarse mutuamente para que puedan
conseguirse los resultados más favorables. El óptimo se alcanza cuando
se combina una enérgica "absorción" de observaciones, una suficiente
tenacidad y capacidad para "digerir" los hechos reunidos, y un fuerte
impulso a devolverlos al mundo, siempre que esto no se haga con
indebida prisa. La experiencia psicoanalítica nos presenta varios tipos
de divergencia de este óptimo. Así, hay personas con una gran capa-
cidad mental para absorber, pero que, sin embargo, son inhibidas en
la producción. Otras producen demasiado rápidamente. No es exage-
rado decir de tales personas que apenas han ingerido una cosa, la
devuelven. Cuando se las analiza, resulta a menudo que tienden a
vomitar los alimentos tan pronto como los comen. Son personas que
manifiestan una extrema incapacidad neurótica; falta en la estructura
de su carácter una combinación satisfactoria de impulsos orales que
impelan hacia adelante, con otros anales retardatorios.
En conclusión, me parece de particular importancia aludir una
vez más a la significación de esas combinaciones. En la formación del
carácter normal, descubrimos siempre derivados de todas las fuentes
instintivas originales, felizmente combinados con los demás.
Es importante, además, considerar las numerosas posibilidades de
tales combinaciones, porque ello nos impedirá sobreestimar algún as-
pecto particular, por importante que él sea. Si consideramos los pro-
blemas de la formación del carácter desde el único punto de vista
unificador que nos ofrece el psicoanálisis, el de la sexualidad infantil,
resulta evidente que en la esfera caracterológica todas las cosas están
entretejidas en un todo. El reino de la sexualidad infantil se extiende
sobre dos campos diferentes. Cubre toda la vida instintiva inconcien-
te del ser humano. Y es también el escenario de las muy importantes
impresiones psíquicas de los primeros años de la infancia, entre las
cuales debemos incluir a las influencias prenatales. Algunas veces nos
sentiremos descorazonados por la masa de fenómenos que encontramos
en el amplio campo de la mentalidad humana, desde el juego de
los niños y otros productos de la primera actividad de la fantasía,
pasando por el primer desarrollo de los intereses y talentos del niño,
hasta los más valiosos logros de los seres humanos maduros y las más
extremas diferencias individuales. Pero debemos recordar entonces,
que Freud nos ha proporcionado en la teoría y la práctica del psico-
análisis un instrumento para investigar este amplio tema, y para abrir
el camino hacia la sexualidad infantil, esa inagotable fuente de vida.
CAPÍTULO XXV

LA FORMACióN DEL CARACTER EN EL NIVEL


GENITAL DEL DESARROLLO DE LA LIBIDO (1925) 212

EN LAS nos fases del desarrollo tratadas en los capítulos preceden-


tes 21 ª, pudimos re-conocer tipos arcaicos de la formación del carácter.
Ellos representan, en la vida del individuo, recapitulaciones de los
estados primitivos que atravesó la raza humana en ciertos períodos
de su evolución. Aquí tiene también vigencia, como en general en la
biología, la regia de que el individuo repite en una forma abreviada
la historia de sus antepasados. En consecuencia, en circunstancias nor-
males el individuo atravesará esas primeras etapas de la formación
del carácter en un tiempo relativamente breve. En este capítulo, pre-
sentaré esquemáticamente una noción del modo como el carácter de
hombres y mujeres, en su forma definitiva, está cimentado en esos
tempranos fundamentos.
Según la opinión tradicional, se define al carácter como la di-
rección que toman habitualmente los impulsos voluntarios de una
persona. No entra en el propósito de este trabajo emplear mucho
tiempo en la búsqueda de una definición exacta del carácter. Sin
embargo, no creemos recomendable dejarse influir demasiado por el
"hábito" de atribuir una gran importaricia a la dirección que toman
habitualmente esos impulsos voluntarios. Pues nuestras discusiones
anteriores han puesto en claro ya que el carácter es algo mudable.
Por lo tanto, será mejor que no convirtamos a su duración y perma-
nencia en un criterio esencial para los rasgos de carácter. Será sufi-
ciente para nuestros fines decir que consideramos que el carácter de
una persona es la suma de sus reacciones instintivas hacia su medio
ambiente social.
Ya hemos visto que en la primera época de la vida, el niño reac-
ciona ante el mundo exterior exclusivamente sobre la base de sus
instintos. Es sólo por grados que supera en alguna medida. sus impul-
sos eg9ístas y su narcisismo, y avanza hacia el amor objetivo. Y, como
sabemos, la llegada a esta etapa evolutiva coincide con otro aconte-

212 (N• 106, B. A.).


218 (Esos dos capítulos, junto con éste, fueron editados en forma de libro
bajo el título de "Estudios psicológicos sobre 1,a formación del carácter") .
312 KARL ABRAHAM

cimiento importante, a saber, con la consecución del más alto nivel


de organización de la libido, el nivel genital, como se lo denomina.
Al pensar, como nosotros lo hacemos, que los rasgos del carácter de
hombres y mujeres se originan en fuentes instintivas definidas, espe-
raremos naturalmente que el desarrollo del carácter de una persona
sólo se completará cuando su libido haya alcanzado la fase más ele-
vada de organización, y haya obtenido la capacidad para el amor ob-
jetivo. Y de hecho, la teoría de Freud de que la actitud sexual de la
persona se refleja en el conjunto de sus actitudes psíquicas, es com-
pletamente confirmada por. todos los hechos observados también en
este campo.
En el primero de estos tres ensayos se ha demostrado en detalle que
el individuo sólo es capaz de ocupar su lugar y ejercitar sus faculta-
des plena y satisfactoriamente en su contorno social, si su libido ha
alca.nzado la etapa genital. Pero todavía no le hemos concedido espe-
cial atención al proceso de transición entre la segunda etapa de la
formación del carácter, y la tercera y final.
La primera función de esta tercera etapa en la formación del ca-
rácter, consiste, por supuesto, en eliminar las huellas que queden de
las etapas más primitivas del desarrollo, en la medida en que sean
perjudiciales para la conducta social del individuo. Pues, por ejemplo,
éste no será capaz de tener una actitud tolerante y amplia hacia otras
personas e intereses distintos de los suyos, hasta que no haya conse-
guido superar sus impulsos hostiles y destructivos que surgen de fuentes
sádicas, o su avaricia y desconfianza derivadas de fuentes anales. Por
consiguiente, examinaremos con gran interés el proceso por cuyo
intermedio se realiza tal transformación.
Se presenta ante nosotros una abrumadora abundancia de ele-
mentos relacionados con los procesos que hemos agrupado bajo el
título general de complejo de Edipo, y atrae nuestra atención hacia
esta clase de hechos mentales. Si nos limitamos al caso del varón, des-
cubrimos que las más poderosas fuentes de emociones en sus prime-
ros años, son su deseo erótico de su madre y el de apartar al padre de
su camino. Y estrechamente vinculadas con ellos están sus ideas acerca
de la castración. Si consigue dominar adecuadamente las emociones
centradas en este tema, eso tendrá un efecto decisivo sobre la forma
que asumirá su carácter. Me contentaré con un examen muy breve de
esta cuestión, dado que puedo remitir al lector al trabajo de Alexan-
der, ya publicado 2 1 4, sobre las relaciones entre el. carácter y el com-
plejo de castración. En términos generales, podemos decir que cuando
el niño ha conseguido superar su complejo de Edipo con todos sus
componentes, ha dado el paso más importante hacia la superación
de su narcisismo original y de sus tendencias hostiles; y al mismo

214 "El complejo de castración en la formación del carácter" (1922).


PSICOANÁUSIS CLÍNICO 313

tiempo ha destruído el poder del principio del placer sobre su con-


iucta.
En este punto, me extenderé con más detalles sobre un aspecto
particular de este proceso de cambio, pues hasta ahora ha recibido
poca atención su importancia para la formación del carácter. Me re-
fiero a la amplia transformación que tiene lugar en la actitud del
niño hacia el conjunto de las personas del sexo opuesto, esto es, en
primer lugar hacia su madre. Originalmente, el cuerpo de ésta era
para él un motivo de curiosidad y temor combinados; en otras pala-
bras, le suscitaba sentimientos ambivalentes. Pero gradualmente llega
a una catexia libidinal de su objeto amoroso en su totalidad, es decir,
incluyendo aquellas partes de él que le despertaban anteriormente sen-
timientos contrarios. Si esto sucede, surgen en el niño expresiones de
su relación libidinal con ese objeto que están inhibidas en cuanto
a su meta -sentimientos de cariño, devoción, y semejantes-, y ellas
coexisten con sus deseos directamente eróticos. Y en verdad, durante
el período de latencia del varón estos sentimientos "con su -fin inhi-
bido" predominan sobre sus emociones sensuales. Si el desarrollo del
niño continúa siendo normal, estos nuevos sentimientos que se han
establecido en relación con la madre, son luego transportados al padre.
Extienden gradualmente su campo, y el niño adopta una actitud
amistosa y benevolente, primero hacia las personas de su contorno
inmediato, y después hacia la comunidad en conjunto. Me parece que
este proceso es una base muy importante para la formación definitiva .
del carácter de la persona. Se produce en el momento en que se está
saliendo de esa fase del desarrollo libidinal que Freud ha denominado
la etapa fálica. Eso implica que el niño ha llegado a un punto en
sus relaciones con sus objetos, en el que ya no tiene una actitud ambi-
valente hacia el órgano genital de su objeto heterosexual, sino que lo
reconoce como parte del objeto a quien ama en su calidad de persona
total.
Mientras que en los niveles anteriores del desarrollo del carácter,
los intereses del individuo y· 1os de la comunidad se oponen, en el
nivel genital ellos coinciden en una amplia medida.
De tal modo, nos vemos conducidos a la conclusión de que el
carácter definitivo que se desarrolla en cada individuo, depende de
la historia de su complejo de Edipo, y en particular de la capacidad
que ha adquirido para transferir sus sentimientos cordiales hacia otras
personas, o a todo su medio social. Si ha fracasado en esto, si no ha con-
seguido desarrollar suficientemente sus sentimientos sociales, la con-
secuencia directa será una marcada perturbación de su carácter. Entre
nuestros pacientes, con cuya vida mental nos familiarizamos durante
el tratamiento, en todos sus aspectos, hay un gran número que sufren
en mayor o menor grado perturbaciones de esta clase. La historia de
su _primera. infancia nunca deja de mostrar que ocurrieron ciertas
circunstancias que impidieron el desarrollo de sus sentimientos socia·
314 KARL ABRAHAM

les. Siempre descubrimos que los impulsos sexuales de estas personas


no son acompañadas por ningún deseo de relaciones afectuosas. Y de
un modo semejante, en la vida cotidiana tienen dificultades en la
obtención de un contacto emocional adecuado con otras personas.
Hasta qué punto ese desarrollo del carácter, favorable desde el punto
de vista social, depende del grado de desarrollo de estos componentes
instintivos "afectuosos", se ve muy claramente en una clase de perso-
nas cuya infancia ha sido especialmeq.te marcada por las circunstan-
cias de su nacimiento. Me refiero a los hijos ilegítimos. Desde el mis-
mo principio, estos niños han sufrido por una falta de simpatía y
afecto por parte de las personas que los rodeaban. Si un niño no
tiene ante él ejemplos de amor, será difícil que tenga por sí mismo
tales sentimientos, y será incapaz además de descartar esos impulsos
primitivos que están originalmente dirigidos contra el mundo exte-
rior. Y sucumbirá así fácilmente a ·una actitud antisocial. Vemos que
sucede lo mismo en los pacientes neuróticos, quienes, aunque nacidos
y educados en circunstancias ordinarias, sienten que no son amados,
que son la "Cenicienta" de la familia.
Ya que estamos en el tema de la etapa definitiva de la forma-
ción del carácter, será conveniente evitar un posible malentendido.
No es nuestra intención decir exactamente qué es un carácter "nor-
mal". El psicoanálisis no ha establecido nunca normas de este tipo,
"Sino que se contenta con verificar hechos psicológicos. Se comprueba
simplemente hasta dónde ha conseguido llegar una persona o grupo
·de personas, en la línea de desarrollo desde la primera etapa hasta
la última, en la estructura de su carácter. Es precisamente la expe-
riencia analítica la que nos enseña que aun el desarrollo caracteroló-
gico más completo en un sentido social, representa meramente un
éxito relativo en la superación de los tipos más primitivos de estruc-
tura mental, y que las circunstancias individuales internas y externas
determinan hasta dónde se conseguirá la meta final, o hasta qué
punto esa consecución será duradera.
En 1913 Freud llamó la atención sobre el caso de una paciente
en quien aparecieron, en la época de Ja· menopausia, y al lado de
algunos síntomas neuróticos, ciertos fenómenos de involución del ca-
rácter 21 5. Ésta fue la primera vez que se hizo una observación de ese
tipo. Consideramos a los síntomas neuróticos como productos de una
regresión en la esfera psicosexual. Uniendo ambos procesos bajo el
encabezamiento general de regresión, Freud pudo explicar por qué
se efectúa un cambio en el carácter al mismo tiempo que se forman
síntomas neuróticos. Desde entonces, esta observación de Freud ha
sido confirmada a menudo. Pero no es sólo en un período particular
de la vida cuando el carácter de la persona depende de la posición
general de su libido; esa dependencia existe en cualquier edad. El

215 "La predisposición a la neurosis obsesiva" (1913).


PSICOANÁLISIS CÚNICO 31~

proverbio que dice "La juventud no conoce Ja virtud" ("Jugend


kennt keine Tugen") expresa Ja verdad de que en esa etapa el ca-
rácter carece todavía de estabilidad o forma definida. Sin embargo,
no debemos sobreestimar la fijeza del carácter en los años posteriores
sino más bien tener en cuenta ciertos hechos psicológicos que trataré
brevemente ahora.
Fue Freud quien primero señaló que, a través del prOceso de in-
troyección, pueden efectuarse cambios importantes en la constitución
mental del individuo, en cualquier momento. Las mujeres, en parti-
cular, tienden a asimilar su carácter al del hombre con el que están
viviendo. Y cuando cambian su objeto amoroso, puede sµceder que
.cambien en -consecuencia su carácter. Además, vale la pena observar
·que )os esposos que han vivido mucho tiempo juntos tienden a pare-
cerse en el carácter.
Los -psicoanalistas están familiarizados con el hecho de que cuan-
,do aparece una neurosis, puede involucrar un cambio regresivo en el
.carácter; e inversamente, una mejoría en la neurosis puede verse
acompañada por un cambio del carácter en una dirección progresiva.
Hace algún tiempo 216 señalé que en los intervalos entre el retorno
periódico de los síntomas, las personas que padecen trastornos cícli-
cos exhiben un carácter similar al de los neuróticos obsesivos, de
modo que de acuerdo con nuestra teoría, ellas progresan desde el
nivel oral al anal-sádico.
Pero hay otras razones por las cuales no podemos establecer una
norma para el carácter. Como sabemos, los individuos muestran a
.este respecto amplias variaciones, según su clase social, nacionalidad,
y raza. Sólo necesitamos recordar cuán grandemente difieren unos de
otros las naciones y grupos de personas en su sentido del orden, su
amor a la verdad, su industriosidad y otras cualidades psíquicas. Pero
aparte de esto, cada grupo varía en su conducta en los momentos
·diferentes. Una nación, por ejemplo, cambiará en el curso de su his-
toria sus concepciones de la higiene, la economía, la justicia, etc., más
de una vez. La observación ha demostrado, además, que las alteracio-
nes de las circunstancias externas de un pueblo, clase social, etc., pue-
den implicar cambios radicales en sus categorías dominantes. Todavía
está fresco en nuestra memoria el efecto de la Gran Guerra. Vemos
.así que, tan pronto tienen lugar alteraCiones adecuadas en sus rela-
ciones internas o externas, un grupo de personas exhibe la misma
mutabilidad del carácter que un individuo.
En Jos dos trabajos precedentes he demostrado cómo Ja fase
final de la formación del carácter está edificada sobre fases anteriores
·de su desarrollo, y absorbe elementos esenciales de esas fases. Y atri-
buímos una importancia especial en la formación del tarácter a las
vicisitudes que sufre el complejo de Edipo. De modo que fijar una

216 Cf. capítulo XXVI.


316 KARL ABRAHAM

norma estable para el carácter humano sería negar, no sólo el hecho


ya conocido de que el carácter es variable, sino también todo lo que
sabemos acerca del modo en que se producen tales variaciones.
Nos sentimos inclinados a considerar como normal, en el sentido
social, a una persona que no se ve impedida por alguna excentrici-
dad muy grande en su carácter de adaptarse a Jos intereses de la co-
munidad. Pero una descripción como ésta, es muy elástica, y deja
lugar para un gran número de variaciones. Desde el punto de vista
social, todo lo que se requiere es que los rasgos de carácter del indi-
viduo no se lleven a extremos; que aquél pueda, por ejemplo, encon-
trar algún término medio entre los extremos de la crueldad y la exa-
gerada bondad, o entre la avar!cia_ y la extravagancia. Antes que nada,
debemos evitar el error de establecer una norma respecto a la propor-
ción en que deberían combinarse en una persona las distintas cualida-
des mentales. No es necesario decir que no intentamos con esto
proclamar el ideal del "dorado medio" en todas las relaciones del
hombre con su prójimo.
Se sigue de lo que se ha dicho, que no hay una línea abs9luta
de demarcación entre los diferentes tipos de formación del carácter.
No obstante, en la práctica encontramos que se agrupan con bastante
naturalidad en clases distintas.
Los mejores sujetos para la investigación psicoanalítica son esos
pacientes que de tiempo en tiempo cambian ciertos rasgos de carácter
por otros bajo la observación directa del analista. Un joven que se
hizo analizar por mí, cambió gradualmente su actitud hasta tal extre-
mo, bajo la influencia del tratamiento, que prácticamente se libró
de ciertos rasgos de su carácter marcadamente antisociales. Antes de
eso, era inamistoso, mal dispuesto, altivo y codicioso en su relación
con los demás, y de hecho exhibía un gran número de características
orales y anales. Esta actitud cambió más y más a medida que pasó
el tiempo. Pero con ciertos intervalos irregulares, aparecían violentas
resistencias, y eran acompañadas en cada ocasión por una momentá-
nea recaída en la fase arcaica de la evolución del carácter, que ya
había parcialmente abandonado. En esas oportunidades, se mostraba
desagradable y hostil en su conducta, despreciativo e imperioso en su
modo de hablar. Después de haberse conducido de una manera cortés
y amistosa, se convertía en desconfiado e irritable. Mientras duraba
su resistencia, cesaban todos sus sentimientos cordiales hacia sus cir-
cundantes, incluído su analista, y adoptaba una actitud completa-
mente opuesta hacia el. mundo exterior. Al mismo tiempo que reac-
cionaba ante los seres humanos con odio y aversión, centraba sus
deseos en objetos inanimados, en un grado desmedi~o. Todo su inte-
rés lo absorbía la adquisición de cosas. De este modo establecía en·
cuanto era posible una relación de posesión entre él y su contorno.
Durante este período lo dominaba el temor de perder o de que le
robaran alguna de sus pertenencias. Toda su actitud hacia el mundo
PSICOANÁLISIS CÚNICO 317
exterior estaba así dominada por ideas de posesión, adquisición y pér-
dida posible. Inmediatamente después que su resistencia comenzaba
a disminuir, su rasgo. de carácter oral de la codicia se retiraba al
segundo plano. y comenzaba una vez más a mantener relaciones per-
sonales con otras personas, y a tener hacia ellas sentimientos normales
que continuaban desarrollándose y estableciéndose.
Los casos de esta especie. son particularmente instructivos, no sólo
porque muestran la relación que hay entre ciertos rasgos del carácter
y un nivel determinado de la organización libidinal, sino también
porque evidencian la mutabilidad del carácter; muestran que en oca-
siones, el carácter de ~na persona puede elevarse a un nivel de desarro-
llo superior, o hundirse en uno más bajo.
La etapa final de la organización del carácter, muestra en todas
partes huellas de su asociación con las fases precedentes. Toma de
ellas todo lo que conduzca a una relación favorable entre el individuo
y sus objetos. De la primera fase oral toma la iniciativa y la energía;
de la etapa anal, la resistencia, la perseverancia, y otras varias carac-
terísticas; de fuentes sádicas, la fuerza necesaria para mantener la lucha
por la existencia. Si el desarrollo de su carácter ha sido exitoso, el
individuo puede evitar la caída en· exageraciones patológicas de esas
características, sea en una dirección positiva o en una negativa. Puede
mantener bajo control a sus impulsos sin verse conducido a un com-
pleto repudio de sus instintos, como es el caso del neurótico obsesivo.
El sentido de la justicia puede servir como ejemplo; en un caso de
desarrollo favorable, este rasgo de carácter no está exacerbado hasta
ser puntillosidad extrema, y no es probable que irrumpa violenta-
mente en alguna ocasión trivial. Sólo tenemos que pensar en las
muchas acciones que efectúan los neuróticos obsesivos en el sentido
de la "equidad": si la mano derecha ha ejecutado un movimiento o
tocado un objeto, la izquierda tiene que hacer lo mismo. Ya hemos
dicho que los sentimientos cordiales ordinarios son algo muy diferen-
te de las formas exageradas de la bondad neurótica. E igualmente, es
posible encontrar un curso medio entre los dos extremos patológicos
de demorar todas las cosas o hacerlas siempre apresuradamente; o de
ser demasiado obstinado o muy fácilmente influíble. En cuanto a los
bienes materiales, se llega al compromiso de que el individuo respeta
hasta cierto punto Jos intereses de los demás, pero asegura al mismo
tiempo su propia subsistencia. Conserva en alguna medida los impul-
sos agresivos necesarios para la preservación de su vida. Y una consi-
derable parte de sus instintos sádicos no la emplea ya con fines des-
tructivos, sino constructivos.
En el curso de esta transformación general del carácter, tal como
ha sido esbozada aquí, observamos también que el individuo domina
firmemente su narcisismo. En las primeras etapas, su carácter estaba
todavía gobernado en amplia medida por los impulsos narcisistas. Y
no puede negarse que en su etapa definitiva contiene aún una cierta
318 KARL ABRAHAM

proporción de tales impulsos. La observación nos enseña que ninguna


etapa evolutiva, cada una de las cuales tiene una base orgánica pro-
pia, es nunca completamente superada o reprimida. Por el contrario,
cada nuevo producto del desarrollo posee características derivadas de
la historia anterior. No obstante, aunque en alguna medida se conser-
van los signos primitivos del amor a sí mismo, podemos decir que la
etapa final de la formación del carácter es relativamente no narcisista.
Otro cambio de gran importancia en la formación del carácter
es aquel en el que el individuo supera su actitud de ambivalencia
(hablo nuevamente en un sentido relativ.o). Ya se han ofrecido ejem-
plos para mostrar de qué modo el carácter de la persona evita los
extremos después de haber llegado a la etapa final del desarrollo.
También me gustaría llamar la atención aquí hacia el hecho de que
en tanto continúa existiendo en el carácter de una persona un con-
flicto serio de sentimientos ambivalentes, habrá siempre un peligro,
tanto para ella como para su contorno, de que repentinamente pase de
ún extremo a otro.
De modo que si una persona va a de~arrollar su carácter aproxi-
madamente hasta ese punto que hemos considerado como el nivel más
alto, debe tener una suficiente cantidad de sentimientos amistosos.
Un desarrollo de este tipo va de la mano con una superación relati-
vamente exitosa de la actitud narcisista y de la ambivalencia.
Hemos visto que la opinión corriente sobre la formación del ca-
rácter no nos daba ninguna clave real de las fuentes de ese proceso
en conjunto. Por otro lado, el psicoanálisis, basándose en la observa-
ción empírica, ha demostrado la estrecha relación que hay entre la
formación del carácter y el desorrollo psicosexual del niño, en espe-
cial las diferentes fases libidinales y las relaciones sucesivas de la·
libido con su objeto. Y, además, nos ha enseñado que aún después
de la infancia el carácter del individuo está sometido a procesos de
evolución e involución.
;En el psicoanálisis, consideramos al carácter anormal en estrecha
y constante relación con todas las otras manifestaciones de la vida
psicosexual de la persona. Esto, y el hecho de que el carácter no es una
cosa fija, ni siquiera en los adultos, hacen posible ejercer una influencia
correctiva sobre las formaciones del carácter patológicas. El psicoaná-
lisis no está de ningún modo simplemente confrontado con la tarea
de curar síntomas neuróticos en el sentido estricto de la palabra. A
menudo tiene que tratar al mismo tiempo deformidades patológicas
del carácter, y aun en primera instancia. Nuestra experiencia demues-
tra hasta ahora que el análisis del carácter es uno de los traba jos más
difíciles que pueda emprender el psicoanalista, pero es también en
algunos casos el más remunerador. Sin embargo, en la actualidad no
estamos en condiciones de emitir ningún juicio general acerca de los
resultados terapéuticos del análisis del carácter; eso debemos dejarlo
a la experiencia futura. ·
CAPITULO XXVI

UN BREVE ESTUDIO DE LA EVOLUCióN DE LA


LIBIDO, CONSIDERADA A LA LUZ DE LOS
TRASTORNOS MENTALES (1924) 211

PARTE 1

LOS ESTADOS MAN1ACO-DEPRESIVOS Y LOS NIVELES


PREGENITALES DE LA LIBIDO

JNTRODUCCJÓN

HAN PASADO más de diez años desde que yo intentara por primera
vez indagar la etiología de los trastornos maníaco-depresivos utilizan-
do conceptos psicoanalíticos 21s. Me di cuenta de los defectos de ese
intento, y traté de poner eso en claro en el título de mi trabajo.
Pero debemos recordar cuán poco había sido escrito entonces sobre
cualquier tema psicoanalítico. Y en especial, había pocas obras ante-
riores sobre las perturbaciones cíclicas. La práctica psicoterapéutica
privada ofrece escasas oportunidades para el análisis de casos de esta
clase, de modo que no le era posible a ningún analista aislado reunir
y comparar suficientes datos sobre el asunto.
No obstante, pese a los defectos de ese primer intento, se de-
mostró que sus resultados eran correctos en ciertos aspectos impor-
tantes. El trabajo de Freud sobre "El pesar y la melancolía" .confirmó
mi opinión de que la melancolía tenía con el pesar normal la misil)a
relación que la ansiedad morbosa con el temor ordinario. Y podemos
considerar ahora como definidamente establecida la afinidad psico-
lógica entre la melancolía y las neurosis obsesivas. Además, estas dos
afecciones exhiben semejanzas en cuanto al proceso de apartamiento
de la libido del mundo exterior. Por otra parte, hasta ahora no ha
sido posible descu~rir nada respecto al punto de divergencia de la
melancolía y los estados obsesivos; ni tampoco se ha aclarado el pro-
blema de la causa específica de los trastornos cíclicos.

211 (N• 105, B. A.).


218 Ver capítulo VI.
320 KARL ABRAHAM

Después de que Freud estableciera la teoría de los niveles prege-


nitales de la organización de la libido, hice un intento de descubrir
esta causa específica. Freud había sido conducido, por el análisis de
las neurosis obsesivas, a postular una fase pregenital del desarrollo
de la libido a la que denominó fase anal-sádica. Un poco después 219
dio una descripción detallada de una fase todavía anterior, la oral
o canibalística. Fundando mis opiniones en un amplio y variado
conjunto de material empírico, pude demostrar 2 20 que ciertas psico-
neurosis contienen .claras huellas de la primera fase de la organiza-
ción de la libido; y aventuré la sugestión de que lo que veíamos en
la melancolía era el resultado de una regresión de la libido del pa-
ciente al mismo y primitivo nivel oral. Pero mi material clínico no
era muy completo en este aspecto, de modo que no pude presentar
pruebas convincentes de mi hipótesis.
Casi al mismo tiempo, Freud enfocó el problema de la melanco-
lía desde otro ángulo, y dio el primer paso real hacia el descubri-
miento del mecanismo de la enfermedad. Demostró que el paciente,
después de haber perdido a su objeto amoroso, lo recupera nueva-
mente mediante un proceso de introyección (de modo que, por ejem-
plo, los autorreproches de un melancólico se dirigen en realidad a su
objeto perdido) .
La experiencia subsiguiente me parece haber confirmado la im-
portancia de ambos procesos, la regresión de la libido a la etapa
oral y al mecanismo de introyección. Y además de eso, ha demostrado
que hay una estrecha relación entre los dos. Los análisis sobre los que
se basa la publicación presente no dejan duda alguna acerca de este
último punto. Como espero poder establecer con claridad, la intro-
yección del objeto amoroso es una incorporación de él, en armonía
con la regresión de la libido al nivel canibalista.
Deben mencionarse otros dos descubrimientos en este campo de
investigación, una vez más relacionados con el nombre de Freud. En
primer lugar, él indicó que en la melancolía, el acontecimiento de
importancia subyacente es la pérdida del objeto que precede a la
aparición de la enfermedad, y que esto no sucede en los casos obsesi-
vos. Es verdad que el neurótico obsesivo tiene una actitud marcada-
mente ambivalente hacia su objeto, y que teme perderlo; pero en
última instancia, lo conserva. El descubrimiento de esta diferencia
entre ambos estados patológicos es de gran importancia, como espero
que se pondrá de manifiesto en el curso de mi estudio. En segundo
lugar, Freud ha dado recientemente una dirección más definida a
nuestra investigación de los estados de exaltación m3.níaca 221 . Luego
quedará claro para el lector qué progreso representan sus teorías sobre
mis primeros intentos inciertos de 1911.
219 En la tercera edición de sus "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie".
220 Ver capítulo XII.
221 Cf. "Psicología de grupo y análisis del ego" (1921).
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 321

En 1920 fui invitado a leer un trabajo sobre las psicosis maníaco-


depresivas en el Sexto Congreso Psicoanalítico. Me vi obligado a ne-
garme, dado que no tenía en mi poder nuevos datos. A partir de aquel
momento, he tenido oportunidad de efectuar un análisis casi com-
pleto de dos casos marcados de locura cíclica, y de obtener un escueto
panorama de la estructura de algunos otros casos que pertenecen a
este grupo. Los resultados de esos análisis confirman de una manera
sorprendente la teoría de Freud sobre la estructura de los tra~tornos
melancólicos y maníacos. Aparte de esto, ofrecen una cantidad de
nuevos puntos que complementan su teoría en uno o dos aspectos
importantes.
Motivos de discreción me imponen una considerable reserva en
la publicación de mi material psicoanalítico. Me impiden, especial-
mente, dar una historia completa de los dos casos que analicé con-
cienzudamente, y de los que puedo presentar sólo breves extractos.
Para evitar la posibilidad de un diagnóstico erróneo, debo decir de
inmediato que ambos pacientes habían sido internados reiterada-
mente en asilos o sanatorios, donde estuvieron bajo observación de
psiquiatras capaces, y que ellos habían sido examinados por eminen-
tes especialistas en enfermedades mentales. El cuadro clínico era abso-
lutamente típico, y el curso circular de la afección muy característico,
en los dos casos, de modo que no hubo ninguna duda en cuanto al
diagnóstico.
En un aspecto mis datos son insuficientes; y señalo este hecho desde
un comienzo, aunque yo mismo no le atribuyo muy grande impor-
tancia. Todos los pacientes maníaco-depresivos que traté incluyendo
los dos casos recientes que analicé completamente, eran varones. Sólo
he tenido oportunidad de hacer rápidas observaciones psicoanalíticas
de pacientes mujeres de esta clase, excepto en lo que atañe a un caso
muy reciente cuyo análisis me ocupa todavía.
Pero no considero probable que el análisis de pacientes mujeres
conduzca a conclusiones fundamentalmente diferentes, especialmente
si tenemos en cuenta que los pacientes de ambos sexos exhiben en sus
síntomas una bisexualidad extraordinariamente marcada, así que in-
dudablemente tienen muchos puntos de semejanza.
En el momento en que leí una parte de esta publicación ante el
Séptimo Congreso Psicoanalítico 22 2, se demostró claramente el interés
que despertaba el tema por el hecho de que muchos de los otros tra-
bajos leídos allí se ocupaban de las mismas cuestiones, y llegaban a
conclusiones notablemente similares a las mías, aunque enfocaban el
problema desde un punto de vista muy diferente. Debo mencionar
en especial a la importante contribución de Róheim 22 3, en la cual

222 Realizado en Berlín en 1922.


223 ·'Nach dcm ~rode des Urvaters" (1923).
322 KARL ABRAHAM

enriqueció considerablemente nuestro conocimiento de la psicologfa


del canibalismo.
En la primera parte de esta obra examinaré brevemente ciertos
problemas relativos a los estados maníaco-depresivos, en particqlar
el problema de la relación del paciente con su objeto amoroso du-
rante· sus estados de depresión y manía, y durante sus "intertalos
libres". En la segunda parte trataré esos problemas de una manera
más completa, y consideraré el tema del desarrollo de la libido en su
conjunto.

MELANCOLÍA v NEUROSISOnsESIVA: Dos ETAPAS DE LA FASE


ANAL-SÁDICA DE LA LIBIDO

Al iniciar el examen del trastorno mental llamado melancolía,


haremos bien en compararlo con las neurosis obsesivas, dado que estas
afecciones, relacionadas estrechamente con la melancolía en cuanto a
su psicología, han sido en alguna medida despojadas de su misterio
por el psicoanálisis.
Ya en 1911, al mencionar las semejanzas entre las dos enfermeda-
des, tanto en lo que respecta a su cuadro clínico como a su estructura,
señalé que los síntomas obsesh os se presentaban con frecuencia en
los casos de melancolía, y que los neuróticos obsesivos padecían esta-
dos de depresión. Dije además que en atnbas afecciones se descubría
en la vida instintiva del paciente un alto grado de ambivalencia; y
que esto se comprobaba con la ntayor claridad en la carencia de ajuste
entre sus emociones de amor y odio, y entre sus tendencias homose-
xuales y heterosexuales.
Investigaciones más recientes me condujeron a la hipótesis de
que la neurosis obsesiva y la melancolía se parecen no solamente en
sus síntomas agudos, sino también en sus períodos de recesión. Y en
consecuencia, en mi presente estudio sobre la melancolía me pro-
pongo tomar como punto de partida, no el cuadro cliilico completo,
sino el denominado "intervalo libre" que se intercala entre dos pe-
ríodos de enfermedad.
Desde el punto de vista del observador clínico, los estados ma-
níaco-depresivos siguen un curso intermitente, mientras que ]os esta-
dos obsesivos son, en conjunto, de carácter crónico. No obstante, los
últimos muestran una clara tendencia a tener considerables disminu-
ciones. En realidad, en algunos casos obsesivos la enfermedad se pre-
senta en ataques agudos, que son muy parecidos a los estallidos
periódicos de la afección en la melancolía. U na observación cuidadosa
realizada durante un largo período de tieni.po nos demuestra aquí,
como en tantos otros casos, que una condición se funde con la otra,
PSICOANÁLISIS CÚNICO 323
mientras que al principio sólo vemos una hendedura absoluta entre
las dos.
Esta opinión se ve confirmada a medida que progresamos en nues-
tra indagación psicológica. Pues descubrimos que el paciente que está
expuesto a ataques periódicos de depresión y exaltación, no se encuen-
tra en realidad perfectamente bien durante su "intervalo libre". Si
interrogamos simplemente a tales pacientes con más detenimiento,
nos enteramos de que durante largos intervalos de esta clase pasan
de cuando en cuando por estados de ánimo depresivos o hipo-manía-
cos. Pero lo que es particularmente interesante para el analista es
que en todas las afecciones cíclicas se descubre que el paciente tiene
durante su "intervalo libre" una formación del carácter anOrmal; y que
ella coincide Cle un modo inconfundible con la del neurótico obsesivo.
En todo caso, en lo que abarca mi experiencia, no parece posible
hacer una distinción clara y rápida entre el carácter melancólico y el
llamado "carácter obsesivo". En su "intervalo libre", los pacientes que
sufren de locura cíclica exhiben las mismas características con las que el
psicoanálisis nos ha familiarizado en las neurosis obsesivas, las mis-
mas peculiaridades respecto a la limpieza y el orden; la misma ten-
dencia a asumir una actitud .obstinada y desafiante, alternando con
una dqcilidad exagerada y un exceso de "bondad"; las mismas anorma-
lidades de conducta relativas al dinero y las posesiones. Estos rasgos
de carácter proporcionan una importante evidencia de que estas dos
condiciones patológicas tienen una estrecha relación psicológica con
una y la misma fase pregenital de la libido. Si suponemos un acuerdo
tan amplio en la constitución caracterológica de las personas propen-
sas a la melancolía y de las inclinadas a la neurosis obsesiva, es muy
comprensible por qué una enfermedad que parte de la misma forma-
ción de carácter deba ser ora de un tipo. ora del otro. Es verdad
que hemos llegado a la conclusión de que en la melancolía el paciente
abandona sus relaciones psicosexuales con su objeto, mientras que el
neurótico obsesivo se las arregla al final para escapar a ese destino.
Pero entonces nos vemos frente al problema de por qué la relación
con el objeto es mucho más lábil en una clase de pacientes que en
la otra.
Según la teoría psicoanalítica, los puntos de fijación que se han
formado en el curso del desarrollo de la libido, determinarán hasta
qué nivel de organización avanzará la libido individual, y hacia qué
nivel retrogradará en el caso de una afección neurótica. Y lo mismo
vale para la relación del individuo con el mundo exterior; las inhi-
biciones del desarrollo y los procesos regresivos, resultan siempre estar
determinados por las primeras fijaciones en la esfera de la libido.
Ahora bien, pese a su común relación con la organizatión anal-sádica
de la libido, la melancolía y la neurosis obsesiva eXhiben ciertas di-
ferencias fundamentales, no sólo respecto a la fase a la cual regresa
la libido al surgir la afección, sino también en lo que atañe a la
324 KARL ABRARAM

actitud del individuo hacia su objeto, puesto que la melancolía lo


abandona, mientras que la neurosis obsesiva lo conserva. Por lo tanto,
si procesos patológicos tan ampliamente divergentes pueden partir de
la etapa anal-sádica, se sigue que esta etapa contiene elementos hete-
rogéneos) que hasta ahora no hemos podido separar. En otras pala-
bras, nuestro conocimiento de esta fase de la evolución de la libido,
debe ser incompleto. Y además, hay otras consideraciones que justi-
fican que pensemos que, en realidad, ése es el caso.
Hasta ahora, nos hemos familiarizado con tres etapas del des-
arrollo libidinal, en cada una de las cuales pudimos observar que
tenía importancia preponderante determinada zona erógena. Estas
zonas erógenas son, en orden temporal, la oral, la anal, y la genital.
Encontramos que las excitaciones libidinales que corresponden al ero-
tismo anal -tienen en esa etapa conexiones estrechas y múltiples con
los impulsos sádicos. Ya he indicado en un trabajo anterior 224 , que
desde el descubrimiento de Freud, nuestra observación clínica ha
confirmado una y otra vez la estrecha relación que existe entre estas
dos esferas instintivas; y sin embargo, nunca hemos indagado el ori-
gen de esa particular relación. Hemos aprendido en el psicoanálisis
de pacientes neuróticos que los procesos excretorios son empleados
con fines sádicos, y hemos descubierto que la observación de la psi-
cología de los niños confirma este hecho. También vimos que un
rasgo de carácter aislado -la desconfianza, por ejemplo- suele pro-
ceder tanto de fuentes sádicas como de fuentes anales. Pero estas
observaciones y otras parecidas no nos han hecho comprender la razón
de esa combinación de las actividades sádicas y anales.
Podemos avanzar un paso más hacia la solución del problema si
tomamos en cuenta otro conocimiento psicoanalítico bien verificado,
que he tratado en mi ya citado trabajo 225, Éste ~s. que sólo se con-
sigue una completa capacidad para el amor cuando la libido ha lle-
gado a la etapa genital. Tenemos así, por un lado, procesos eróticos
anales combinados con una conducta sádica, en especial con emocio-
nes despiadadas y hostiles que son destructivas para su objeto; y por
otro lado, un erotismo genital combinado con tendencias que son
benévolas hacia su objeto.
Pero como he dicho, esta comparación sólo sirve para acercarnos
un poco más a nuestro problema, que continúa sin solución en cuanto
no sabemos por qué, en un cierto nivel del desarrollo, los impulsos
sádicos exhiben una especial afinidad por el erotismo anal, precisa-
mente, y no, por ejemplo, por el erotismo oral o genital. Aquí, nue-
vamente, nos pueden resultar útiles los datos empíricos del psicoaná-
lisis. Pues ellos muestran:
l. Que el erotismo anal contiene tendencias placenteras opuestas.

·224 Ver capítu1o XXIII.


225 Capítulo XXIII.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 325

2. Que dos tendencias opuestas similares existen en el campo de


los impulsos sádicos.
La evacuación del intestino provoca una excitación agradable en
la zona anal. A esta forma primitiva de experiencia placentera se le
agrega luego otra, fundada en un proceso inverso, la retención de los
excrementos.
La experiencia psicoanalítica ha demostrado sin dejar lugar a
dudas que, en la etapa media de su desarrollo libidinal, el individuo
considera a la persona que es el objeto. de su deseo como algo sobre
lo que ejerce un derecho de propiedad.;: y que en consecuencia trata a
esa persona del mismo modo como a su primera propiedad privada,
es decir, el contenido de su cuerpo, sus heces 226; Mientras que en el
nivel genital el "amor" significa la transferencia de los sentimientos
positivos hacia el objeto, e involucra una adaptación psicosexual a ese
objeto, en el nivel anterior significa que se trata al objeto como si
perteneciera al individuo. Y puesto que en este nivel inferior existe
todavía en toda su fuerza la ambivalencia emocional, aquél expresa
su actitud positiva hacia su objeto en la forma de una retención
de su propiedad, y su actitud negativa en la forma de un rechazo de
ella. De tal modo, cuando el neurótico obsesivo se ve amenazado con
la pérdida de su objeto, y cuando el melancólico lo pierde en reali-
dad, eso significa para el inconciente de ambos una expulsión de ese
objeto, en el sentido de una expulsión física de los excrementos.
Supongamos que todo psicoanalista podrá confirmar este paralelo
con su propia observación. En mi trabajo ya mencionado 221 lo he
tratado más detalladamente. En este lugar llamaré la atención sola-
mente sobre el hecho de que muchas personas neuróticas reaccionan
de una manera anal ante toda pérdida, se trate de la muerte de una
persona o de la pérdida de un objeto material. Reaccionarán con
constipación o diarrea según como sea considerada esa pérdida por
su inconciente, cuya actitud, de acuerdo con la ambivalencia de su
vida emotiva, es naturalmente variable. El inconciente niega o afirma
la pérdida por medio del "lenguaje orgánico" que ya conocemos. Las
noticias de la n1uerte de un pariente cercano provocarán a menudo
en la persona una violenta presión en sus entrañas, como si fuera a
expulsarse a todo el intestino, o corrio si algo se estuviera rompiendo
adentro de ella y fuera a salir a través del ano. Sin olvidar que una
reacción como ésta tiene múltiples determinantes, señalaré en este
lugar la única causa que nos interesa. Debemos considerar a esa reac-
ción como una forma arcaica de pesar que ha sido conservada en el
inconciente; y podemos ubicarla al lado de un ritmn primitivo, des-
crito por Róheim 22 s, en el cual los parientes de1 difunto defecan
sobre la tumba recién hecha.

226 Cf. capítulo XXIII.


221 Capítulo XXIII.
326 KARL ABRAHAM

Vale la pena observar que ciertas formas del lenguaje conservan


todavía claras huellas de este paralelo entre perder algo y evacuar el
intestino. Por ejemplo, en alemán se llama "Losung" 229 al excre-
mento de los animales, y la conexión entre esta palabra y "los" 23 º y
la palabra inglesa "lose", es evidente.
Como ejemplo, relataré el siguiente curioso ceremonial ejecutado
por una mujer neurótica. (He citado ya este ejemplo en el trabajo
mencionado.) Esta mujer, que presentaba extremos rasgos de carác-
ter anales, era por lo. general incapaz de deshacerse de objetos en
desuso. No obstante, de cuando en cuando se sentía impelida a librar-
se de uno u otro de ellos. De modo que había inventado una manera
de engañarse a sí misma, podríamos decir. Solía ir hasta un bosque
cercano, y antes de dejar la casa tomaba el objeto que tenía que
ser tirado -por ejemplo, una vieja prenda de vestir- y lo sujetaba
por un extremo bajo los cordones de su delantal, a su espalda. En~
tonces lo "perdía" en su caminata. hacia el bosque. Volvía por otro
camino para no tropezar de nuevo con él. Así, para poder abandonar
la posesión de un objeto, tenía que dejarlo caer desde la parte pos-
t'erior de su cuerpo.
Además, nada confirma nuestra hipótesis con tanta elocuencia
como las expresiones de los niños. Un pequeño húngaro, cuya familia
vivía en Budapest, amenazó una vez a su nodriza con estas palabras:
"Si me haces enojar te cagaré hasta Ofen" (un distrito de la otra
orilla del Danubio). Según la opinión del niño, el modo de desem-
barazarse de una persona a la que ya no se quería, era la defecación.
Esta idea primitiva de que eliminar un objeto o perderlo es
equivalente a la defecación, nos resulta lejana a nosotros, las personas
mayores; tan remota, en realidad, que sólo a través de un laborioso
proceso de investigación psicoanalítica hemos podido recuperar esas
huellas del pensamiento primitivo, y aún así, la mayoría de las per-
sonas reciben este descubrimiento con un incrédulo meneo de cabeza.
No obstante, ciertos productos psicológicos, tales como los mitos, el
folklore, y los usos del idioma, nos permiten reconocer que este há-
bito mental es propiedad común de la psique inconciente. Permítase-
me mencionar una expresión muy corriente que usan los estudiantes
en las universidades alemanas. Si por alguna mala conducta se ha ex-
cluído a un estudiante de todas las ocasiones oficiales de sus camara-
das, esto es, si ha sido más o menos excomulgado, se dice comúnmente
de él que "Er gerat in Verschiss" 2a1. Aqu~ se compara muy abierta-

228 "Nach dem Tode des Urvaters" (1924) .


229 ("Lo que se ha soltado". Cf. la palabra inglesa "droppings" (excrementos).
230 (Como sufijo = "sin". "Einem loswerden" = "desembarazarse de al-
guien").
231 ("Ha caído en el descrédito" [excremento]. "Verschiss", literalmente "ex·
o:remento", en lugar de "Verruf", descrédito, boicot).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 327

mente a la expulsión de una persona con la expulsión física de los


excrementos.
El componente instintivo del sadismo, tal como existe en la libido
infantil, también manifiesta dos tendencias opuestas en acción. Una
de estas tendencias es la de destruir al objeto (o al mundo ex-
terno) ; la otra es la de controlarlo. Intentaré más adelante mostrar
en detalle que la tendencia a preservar al objeto se ha desarrollado,
por medio de un proceso de represión, a partir de la tendencia des-
tructora, más primitiva. Por el momento hablaré de este proceso muy
en general; pero diré ahora mismo que el psicoanálisis nos ha pro-
porcionado un claro conocimiento de estas etapas y de las subsiguien-
tes en el desarrollo del amor objetivo. Por el momento limitaremos
nuestro interés al instinto sádico que amenaza la existencia de su
objeto. Y veremos que la eliminación o pérdida de un objeto pueden
ser consideradas por el inconciente, sea como un proceso sádico de
destrucción, o como uno anal de expulsión.
Es digno de mención, a este respecto, que idiomas diferentes ex~
presen la idea de perder algo en dos maneras, de acuerdo con la
hipótesis psicoanalítica expuesta. La palabra alemana "verlieren", la
inglesa "to lose", y la latina "amittere", corresponden a la idea anal
.de dejar que algo se vaya; mientras que 'd'lt'oA)..úyau en griego, "per-
dere" en el latín tardío, y "perdre" en francés, significan arruinar o
destruir una cosa. Podemos recordar también la interpretación analí-
tica de Freud del perder cosas como una tendencia a apartar al objeto,
motivada inconcientemente. Su interpretación es confirmada por esas
lenguas que identifican perder una cosa con destruirla.
Una vez más, ciertas formas idiomáticas muestran cuán estrecha-
mente unidas en la psique inconciente están las tendencias anal y
sádica a abolir el objeto. Los idiomas más diversos tienden a expresar
sólo por alusión indirecta o metáfora a la conducta fundada en im-
pulsos sádicos. Pero esas metáforas se derivan de actividades que la
experiencia psicoanalítica nos ha enseñado a atribuir a los instintos
anal erótico y coprofílico. Un buen ejemplo de esto lo .ofrecen los
informes y despachos militares de ambos bandos que apate-(:ieron du-
rante la última guerra. En ellos, los lugares eran "gesaubert" (lim-
piados) de enemigos, las trincheras eran "aufgeriiumt" (despejadas);
en los informes franceses se utilizaba la palabra "nettoyer" (limpiar) ,
y en los ingleses, "cleaning up" (limpiar) o "mopping up" (barrer,
pasar el estropajo).
El análisis de los pacientes neuróticos nos ha enseñado que el
segundo conjunto de tendencias, el conservador, que surgen de las
fuentes anales y sádicas -tendencias a retener y a controlar el obje-
to- se combinan y refuerzan mutuamente. Y del mismo modo hay
una ~strecha alianza entre las tendencias destructivas que provienen
de esas dos fuentes -tendencias a expeler y destruir el objeto-. El
modo en que estas últiinas tendencias cooperan, se manifestará con
328 KARL ABRAHAM

especial claridad en la psicología de los estados de melancolía. Luego


trataremos este punto con más detalles.
Lo que me agradaría hacer en este lugar, es discutir brevemente
la acción convergente de los instintos anal y sádico en el carácter
obsesivo. Hemos explicado hasta ahora el excesivo amor a la limpieza
que muestran tales caracteres, como una formación reactiva contra
tendencias coprofílicas, y su marcado amor al orden como un instinto
anal erótico reprimido o sublimado. Esta hipótesis, aunque correcta, y
apoyada por una gran masa de datos empíricos, es en algún aspecto,
unilateral. No toma en cuenta suficientemente la múltiple determi-
nación de los fenómenos psíquicOs.
Pues podemos percibir en el compulsivo amor al orden y a la
limpieza de nuestros pacientes, la cooperación de instintos sádicos
sublimados. En mi ensayo ya .mencionado he aducido ejemplos para
mostrar que el orden compulsiv9 es también una expresión del deseo
de dominación del paciente. Éste ejerce su poder sobre cosas. Las fuer-
za dentro de un sistema rígido y pedante. Y sucede con no poca fre-
cuencia que obliga a las mismas personas a entrar en un sistema de
esta clase. Sólo tenemos que recordar la compulsión de limpieza que
padecen algunas amas de casa. A menudo se comportan de tal modo
que no dejan en paz a nada ni a nadie. Vuelven toda la casa de
arriba a abajo, y obligan a las demás personas a someterse a sus ·im-
pulsos patológicos. En los casos extremos de un carácter obsesivo,
tales como se encuentran en la neurosis de las amas de casa y en las
exageraciones neuróticas de la mentalidad burocrática, este anhelo de
dominación se hace inconfundible. Una vez más, sólo necesitamos
recor~ar los elementos sádicos que integran el bien conocido rasgo de
carácter anal de la obstinación, para darnos_ cuenta de cómo operan
de consuno las fuerzas instintivas-anales y sádicas.
Para poder comprender más claramente lo que sucede en el mo-
mento en que aparece la neurosis obsesiva o la melancolía, debemos
dirigir nuestra atención una vez más hacia esos períodos de la vida
del paciente que están relativamente libres de síntomas. La "remi-
sión" del paciente obsesivo y el "intervalo" del maníaco depresivo~
parecen ser períodos en que los instintos anal y sádico han sido subli-
mados exitosamente. Cuando sucede algo que entrañe una amenaza
de "perder" su objeto, en el sentido expuesto, ambos tipos de neuró-
ticos reaccionan con gran violencia. El paciente reúne toda la energía
de sus fijaciones libidinales positivas para combatir el peligro de que
la corriente emocional hostil ·hacia su objeto llegue a ser demasiado
fuerte. Si las tendencias conservadoras -las de retención y control del
objeto- son más poderosas, este conflicto en torno del objeto amo-
roso provocará fenómenos de compulsión psíquica. Pero si triunfan
las opuestas tendencias anal-sádicas -las que se proponen destruir y
expulsar el objeto- entonces el paciente cae en un estado de depre-
sión melancólica.
PSICOANÁLISIS cLiNICO 329

No nos sorprenderá descubrir que aparecen en la melancolía sín-


tomas obsesivos, y que en la neurosis obsesiva se dan estados de
depresión. En estas ocasiones, la tendencia destructiva o la conserva-
dora, según sea el caso, no ha conseguido imponerse completamente.
Por lo general, sin embargo, una de las dos -la tendencia a exhibir.
síntomas maníaco-depresivos, o la tendencia a mostrar una conducta
obsesiva- ocupa el primer plano del cuadro clínico. Pero todavía no
estamos en condiciones de indagar más profundamente las causas de
este juego de los dos conjuntos de síntomas.
La experiencia psicoanalítica y la observación directa de los niños
han establecido el hecho de que el conjunto de instintos que se pro-
pone la destrucción y la expulsión del objeto es ontogénicamente el
más antiguo. En el desarrollo normal de su vida psicosexual, el indi-
viduo termina por ser capaz de amar a su objeto. Pero todavía es
necesario estudiar con mayor precisión el camino que atraviesa, co-
menzando por el autoerotismo de su infancia, y culminando con un
amor-objetivo completo. Podemos decir con seguridad: al principio la
libido infantil carece de objeto (es autoerótica). Luego toma como
objeto a su propio ego; y no se dirige hacia objetos externos sino
después de eso. Pero aun entonces mantiene durante algún tiempo la
cualidad de ambivalencia; y es sólo en un período relativamente tar-
dío de su infancia que el individuo es capaz de tener hacia su objeto
una actitud completamente cordial.
Cuando comparamos el curso que toma la libido en la neurosis
obsesiva y en la melancolía, podemos ver de inmediato que en el
neurótico obsesivo, a pesar de la inseguridad de sus relaciones con el
objeto, aquélla no se ha desviado de la meta normal de su desarrollo,
en un sentido regresivo, tanto como en el caso del melancólico. Pues
cuando irrumpe su enfermedad el paciente depresivo ha roto pot
completo todas las relaciones con el objeto.
La experiencia psicoanalítica ya nos ha obligado a comprobar la
existencia de una etapa pregenital, anal-sádica, del desarrollo de la
libido; y ahora nos vemos conducidos a suponer que esa etapa incluye
dos niveles distintos. En el superior predominan las tendencias con-
servadoras de retención y control del objeto, mientras que en el más
temprano ocupan el primer plano las hostiles hacia el obj_eto, que se
proponen destruirlo y perderlo. El neurótico obsesivo regresa al último
de estos dos niveles, de modo que puede mantener contacto con el
objeto. Durante sus períodos de remisión puede sublimar sus impul-
sos anal-sádicos en una gran medida, de modo que su relación con
el mundo externo puede aparecer como normal ante una observación
corriep.te. Lo mismo puede suceder en la melancolía. Aun 1a psiquia-
. tría clínica admite que el melancólico puede ponerse "bien", esto es,
recuperar su salud mental. Pues durante el período en que sus sín-
tomas están ausentes, el paciente maníaco~depresivo puede transfor-
mar sus instintos de la misma manera que el neurótico obsesivo. Pero
.330 KARL ABRAHAM

tan pronto como su ego entra en un conflicto agudo con su objeto


:amoroso, abandona su relación con ese objeto. Y entonces se hace
evidente que la totalidad de sus sublimaciones y formaciones reacti-
vas. que son tan parecidas a las del carácter obsesivo, derivan del
nivel inferior de la etapa anal-sádica de la evolución de su libido.
Esta diferenciación de la etapa anal-sádica en dos fases, una pri-
mitiva y otra posterior, parece ser de radical importancia. Pues en la
línea divisoria entre ambas fases tiene lugar un cambio decisivo en
la actitud de]. individuo hacia el mundo externo. En realidad, pode-
mos decir que es en esta línea divisoria donde comienza el ºamor-
<>bjetivo" en el sentido estricto, pues es en este punto donde comienza
a predominar la tendencia a conservar el objeto.
Tampoco es tal diferenciación de interés meramente teórico. No
sólo sirve para proporcionarnos un panorama claro de un período
particular del desarrollo libidinal infantil; también nos ayuda a obte-
ner una comprensión más profunda del movimiento regresivo de la
libido en las psiconeurosis. Veremos luego que el proceso de regresión
de la melancolía no se detiene en el primer nivel de la etapa anal-
'Sádica, sino que retrocede hacia organizaciones libidinales aún más
primitivas. Pareciera entonces que una vez que ha sido cruzada la
línea divisoria entre las dos fases anal-sádicas en una dirección regre-
siva, los efectos son particularmente desfavorables. Una vez que la
libido ha renunciado a las relaciones con su objeto, parece deslizarse
rápidamente hacia abajo, desde un nivel hacia el próximo inferior.
Al considerar de extrema importancia esta línea divisoria estamos
,de acuerdo con la opinión médica común. Pues la división que he~
mos establecido los psicoanalistas a partir de datos empíricos, coincide
de hecho con la clasificación de neurosis y psicosis que hace la medi-
'Cina cl.ínica. Pero por supuesto, el psicoanálisis no intentará establecer
una separación rígida entre afecciones neuróticas y psicóticas. Por el
t:ontrario, reconoce que la libido de cualquier individuo puede regre-
"Sar más allá de esta línea divisoria entre las dos fases anal-sádicas,
dada cierta causa estimulante de la enfermedad, y dados ciertos pun~
tos de fijación en el desarrollo libidinal que facilitan una regresión
de esta naturaleza.

II

LA PÉRDIDA DEL ÜBJETO Y LA INTROYECCIÓN EN EL PESAR


NORMAL Y EN LOS ESTADOS MENTALES ANORMALES

Habiendo adoptado como punto de partida de nuestras investi-


gaciones el "intervalo libre" de los estados maníacos y depresivos
periódicos, podemos ahora estudiar el acontecimiento que introduce
Ja afección melancólica real, ese suceso que Freud ha llamado "pér-
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 331

dida del objeto", y el proceso, estrechamente asociado con él, de la


introyección del objeto amoroso perdido.
· En su trabajo sobre "El pesar y la melancolía", Freud describió
en líneas generales los procesos psicosexuales que tienen lugar en el
melancólico. A partir del tratamiento ocasional de pacientes depre-
sivos, pudo llegar a una idea intuitiva de aquéllos; pero hasta enton-
ces no se había publicado mucho material clínico en apoyo de su
teoría. El material que yo presentaré a este respecto no tiene por fin,
sin embargo, una mera ilustración de esa teoría, sino preparar el
camino para una investigación sistemática de los procesos patológi-
cos de la melancolía, y de los fenómenos del pesar. Como veremos,
todavía ·no se ha comprendido suficientemente la psicología de la
melancolía y del pesar 2s2.
Ocasionalmente nos encontramos con casos de marcada depresión
melancólica donde pueden ser reconocidos los procesos de pérdida del
objeto'e introyección sin necesidad de un psicoanálisis. Pero no debe-
mos olvidar que esto no sería posible si Freud no hubiera llamado
nuestra atención sobre los rasgos generales de la situación psicológica.
El Dr. Elekes, de Klausenburg, me ha comunicado recientemente
el siguiente caso, particularmente instructivo, de su práctica psiquiá-
trica en un asilo. Una paciente fue llevada al asilo debido a una
depresión melancólica. Se acusaba repetidamente de ser una ladrona.
En realidad, nunca había robado nada. Pero su padre, con quien
vivía, y a quien se adhería con todo el afecto de una hija soltera,
había sido a·rrestado poco antes por robo. Este suceso, que no sólo
alejó a su padre de ella en el sentido literal de Ja palabra, sino que
provocó una profunda reacción psicológica dirigida a apartarla de él,
fue el comienzo de su ataque de melancolía. La pérdida de la perso-
na amada fue inmediatamente seguida por un acto de introyección;
y ahora era la misma paciente quien había cometido el robo. Este
caso apoya la teoría de Freud de que los autorreproches de la melan-
colía son en realidad reproches dirigidos contra el objeto amoroso.
Es fácil comprobar, en ciertos casos, que han tenido lugar la pér-
dida del objeto y la introyección. Pero debemos recordar que nuestro
conocimiento de esos hechos es superficial, dado que no podemos ofre-
cer ninguna explicación de ellos. Es sólo por medio de un psicoaná-
lisis regular que podemos llegar a percibir que hay una relación entre
la pérdida del objeto y tendencias, basadas en Ja primera fase de la
etapa anal-sádica, a perder y destruir cosas; y que el proceso de intro-
yección tiene el carácter de una incorporación físic~ por la boca.
Además, una consideración superficial de esta especif deja de lado el

232 La discreción médica me impide presentar en su totalidad el material


analítico del que dispongo. Debo limitarn1e, en consecuencia, a la reproducción de
extractos ilustrativos de diversos casos. Este método tiene la ventaja de facilitar la
in\'estigación del material.
332 KARL ABRAHAM

conflicto ambivalente inherente a la melancolía. Espero que el mate·


rial que presentaré en estas páginas ayude en alguna medida a cubrir
esta laguna en nuestro conocimiento. Sin embargo, desearía indicar
de inmediato que es igualmente superficial nuestro conocimiento de
lo que sucede en el pesar normal; pues el psicoanálisis no ha arrojado
ninguna luz sobre ese estado mental en las personas sanas y en los
casos de neurosis de transferencia. Es verdad que Freud hizo la obser-
vación muy importante de queen· la persona normal se produce el
serio conflicto de sentimientos ambivalentes que sufre el melancólico.
Pero no sabemos en la actualidad cómo se efectúa en la mente nor-
mal el proceso del pesar. No obstante, muy recientemente tuve un
caso de esta clase que me permitió por lo menos obtener algún cono-
cimiento de este tema oscuro, y que muestra que también en el proceso
del pesar normal· la persona reacciona ante una real pérdida del ob-
jeto realizando una momentánea introyección de la persona amada.
El caso fue el siguiente 23a:
Enfermó gravemente la esposa de uno de mis pacientes, mientras
éste estaba todavía en tratamiento. Ella esperaba su primer hijo. Fi-
nalmente fue necesario efectuar una operación cesárea. Mi paciente
fue llamado urgentemente a su lado, y llegó después de realizada la
operación. Pero no pudo salvarse ni a su esposa ni al ·niño nacido
prematuramente. Después de algún tiempo el paciente volvió a reto-
mar el tratamiento. Su análisis, y en especial un sueño que tuvo poco
después de haberlo reiniciado, pusieron en evidencia que había reac-
cionado ante la dolorosa pérdida con un acto de introyección de ca-
rácter oral-canibalístico.
Uno de los fenómenos psíquicos más notables que él exhibió en
esos momentos, fue un disgusto por la comida, que duró semanas.
Este rasgo contrastaba marcadamente con sus hábitos usuales, y recor-
daba el rechazo del alimento que se encuentra en los melancólicos.
Cierto día desapareció su repudio por Ja comida, y comió por la noche
una buena cena. Esa noche tuvo un sueño, en el cual él estaba pre-
sente en el post-mortem de su difunta esposa. El sueño se dividió en
dos escenas distintas. En una, se reunían nuevamente las partes sepa-
radas del cuerpo. y la mujer comenzaba a manifestar signos de vida,
y él la abrazaba con profundo júbilo. En la otra escena cambiaba el
aspecto de la sala de disecciones, y el paciente se acordaba de los ani-
males destrozados en una carnicería.
La escena de la disección, que se presentaba dos veces en el sueño,
estaba asociada con la operación de su esposa (sectio Caesaris). En
una parte su desenlace era la reanimación del cuerpo muerto; en
otra, estaba asociada con ideas canibalistas. Las asociaciones al sueño
que hizo el paciente en el análisis, pusieron en evidencia el hecho

233 La persona en cuestión me ha autorizado a utilizar esta observación, en


vista de su valor científico.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 333

notable de que la visión del cuerpo seccionado le recordaba su comi-


da de la noche anterior, y especialmente un plato de carne que había
ingerido.
Vemos, por lo tanto, que un mismo suceso tiene en el sueño dos
secuencias yuxtapuestas, como es el caso a menudo cuando debe expre-
sarse un paralelo. Se equipara la consumición de la carne de la esposa
muerta con la restauración de su vida. Ahora bien, Freud ha demos-
trado que al introyectar al objeto perdido, el melancólico lo hace
revivir realmente: lo establece en su ego. En el caso presente, el viudo
se abandonó a ·su pena durante cierto tiempo, como si no hubiera
modo de evadirse de ella. Su rechazo del alimento era en parte un
juego con su propia muerte; parecía implicar que ahora que el objeto
de su amor h<l.bía muerto, la vida ya no tenía atractivo para él. En-
tonces comenzó a elaborar el efecto traumático de la pérdida por
medio de un proceso inconciente de introyección del objeto perdido.
Mientras esto sucedía, fue nuevamente capaz de alimentarse, y al
mismo tiempo su sueño anunció que la elaboración del pesar había
tenido éxito. De modo que el proceso del pesar involucra este con-
suelo: "Mi objeto amado no se ha ido, pues ahora lo llevo dentro
de mí y nunca podré perderlo".
Como vemos, este proceso psíquico es idéntico al que se produce
~n la melancolía. Trataré de demostrar más adelante que la melanco-
lía es una ·forma arcaica del pesar. Pero el caso que hemos relatado
nos lleva a una conclusión de que también en el individuo sano la
elaboración del pesar asume una forma arcaica en los estratos infe.
riores de su mente.
En el momento de escribir esto, compruebo que el hecho de que
en el pesar normal se realiza una introyección, ya fue descubierto
desde otro sector. Groddeck 2 s 4 cita el caso de un paciente que enca-
neció cuando murió su padre, y atribuye tal cosa a una tendencia
inconciente del paciente a volverse parecido a su padre, y a absor-
berlo así, en cierto modo, y tomar su lugar respecto a la madre.
Aquí me veo obligado a mencionar una experiencia de mi propia
vida. Cuando Freud publicó su "Pesar y melancolía", tan frecuente-
mente citado en estas páginas, noté que yo sentía una dificultad des-
acostumbrada para seguir el hilo de sus pensamientos. Me daba cuen-
ta de una inclinación a rechazar la idea de la introyección del objeto
amado. Combatí este sentimiento, pensando que el hecho de que el
genio de Freud hubiera hecho un descubrimiento en un campo que
tanto me interesaba, me había provocado un "no", afectivo. Sólo des-
pués me di cuenta de que este motivo obvio era de importancia
secundaria comparado con otro. Los hechos eran éstos:
Mi padre había muerto a fines del año anterior. Durante el
período de pesar por el que pasé, ocurrieron ciertas cosas de las que

234 En su "Buch vom Es" (1923), p. 24.


334 KARL ABRAHAM

no me cercioré en ese momento, como consecuencia de un proceso de


introyección. El hecho más notable fue que mi cabello encaneció
rápidamente, y luego volvió a ponerse negro en el curso de unos pocos
meses. Entonces atribuí eso a la crisis emocional que había sufrido.
Pero ahora me veo obligado a aceptar la hipótesis de Groddeck ya
citada, respecto a la conexión más profunda entre el encanecimientO
y el estado de pesar. Pues había visto a mi padre por última vez unos
meses antes de su muerte, cuando volví a casa de la guerra por un
corto tiempo. Lo encontré muy envejecido y no muy fuerte, y observé
especialmente que su cabello y barba estaban casi blancos y más lar-
gos que lo habitual, pues permanecía en cama. Esta impresión se
asoció estrechamente a mis recuerdos de la última visita que le hice.
Otros rasgos de la situación, que desgraciadamente no puedo mencio-
nar aquí, me hacen atribuir mi síntoma momentáneo del encaneci-
miento a un proceso de introyección. Se revela así que el principal
motivo para que al principio me opusiera a la teoría de Freud sobre
el proceso patológico de la melancolía, fue mi propia tendencia a em-
plear el mismo mecanismo durante el pesar.
No obstante, aunque la introyección durante el pesar se presente
en la persona sana y en el neurótico no menos que en el melancólico,
no debemos pasar por alto las importantes diferencias que muestra
el proceso en los distintos casos. En la persona normal, es puesto en
movimiento por una pérdida real (muerte) ; y su fin principal es
mantener las relaciones de la persona con el objeto desaparecido, o
-lo que viene a ser lo mismo- compensar su pérdida. Además, el
conocimiento conciente de la pérdida nunca abandonará a la persona
sana, como sucede en el melancólico. En este último, por otro lado,
el proceso de introyección se basa en un trastorno radical de sus rela-
ciones libidinales con el objeto. Se funda en un serio conflicto de
sentimientos ambivalentes, del que sólo puede escapar dirigiendo ha-
cia él mismo la hostilidad que sentía originariamente hacia su objeto.
Las observaciones recientes, de Freud en primer lugar, han de-
mostrado que la· introyección es. un proceso psíquico mucho más co-
mún de lo que se suponía hasta ahora. Me referiré en particular a
una observación de Freud 2 sr; respecto al psicoanálisis de· la homose-
xualidad.
Sostiene éste la hipótesis (aunque no la apoya en material clíni-
co) de que podríamos atribuir ciertos casos de homosexualidad al
hecho de que el sujeto ha introyectado al padre del sexo opuesto.
Así, un joven se sentirá inclinado hacia varones porque ha asimilado
a su madre por medio de un proceso psíquico de incorporación, y en
consecuencia reacciona ante los hombres del modo como ella lo haría.
Hasta ahora estamos familiarizados principalmente con otra etiolo-
gía de la homosexualidad. El análisis de esos casos ha demostrado que

235 Cf. -su "Psicología de grupo ... ", p. 66.


PSICOANÁLISIS CÚNICO 335

por lo general la persona ha sufrido una decepción en su amor hacia


su madre, y la ha abandonado volviéndose hacia el padre, respecto a
quien adopta en adelante la actitud asumida habitualmente por la
hija, identificándose. como ella, con su madre. Hace poco tiempo-
tuve un caso en el· que pude establecer la presencia de estas dos líneas
posibles de desarrollo mental. El paciente tenía una actitud libidinal
bisexual. pero cuando se hizo analizar por mí estaba en una fase ho-
mosexual. Anteriormente había pasado por una fase similar en dos:
ocasiones, una vez durante la primera infancia, y otra en la pubertad_
Sólo la segunda se produjo junto con lo que debemos denominar un
completo proceso de introyección. En esa ocasión el ego del paciente fue
realmente sumergido por el objeto introyectado. Daré un breve extrac-
to de este análisis, pues me parece que el material, no_ sólo es impor-
tante para la comprensión del proceso de introyección. sino que tam-
bién ilumina ciertos fenómenos de manía y melancolía.
El paciente era el más joven de dos hijos, y fue un niño mima-
do en todo el sentido de la palabra. Su madre continuó amamantán-
dolo hasta el segundo año, e inclusive durante el tercero accedía oca-
sionalmente a su deseo, expresado con vehemencia, de ser alimentado
en el pecho. No lo destetó hasta los tres años de edad. Al mismo tiem-
po que era destetado -proceso que se cumplió con gran dificultad-
se produjo una sucesión de acontecimientos que apartaron al niño-
mimado del paraíso donde vivía. Hasta entonces había' sido el predi-
lecto ·c1e sus padres, de su hermana, tres años mayor, y de la nodriza.
Entonces murió la hermana. Su madre se retiró en un período de pesar
anormalmente largo y severo, y así se apartó de él más de lo que había
impuesto el . destete. La nodriza los dejó. Sus padres no soportaron
seguir viviendo en la misma casa, donde recordaban constantemente
a la hija muerta, se mudaron a un hotel, y luego a una nueva casa.
Esta serie de acontecimientos privó al paciente de todas las cosas de
que había disfrutado en la forma de solicitud maternal. Primero su
madre le quitó el pecho. Luego se separó de él psíquicamente debido
a su duelo por la hija fallecida. La hermana mayor y; la nodriza ya no
estaban. Finalmente se abandonó la casa, ese importante símbolo de-
la madre. No es sorprendente que en este punto el pequeño se vol-
viera hacia su padre en busca de afecto. Aparte de esto, fijó sus in-
clinaciones sobre una vecina, una mujer que vivía cerca de la nueva
casa, y la prefirió ostentosamente a su madre. Ya se había puesto de
manifiesto la esc.isión de su libido, dirigiéndose una parte a su padre,
y otra hacia una mujer que era un sustituto de la madre. En los años
que siguieron a este período se ligó con fuertes intereses eróticos a
niños mayores que él, que se parecían a su padre par sus caracterís-
ticas físicas.
En el último período de la infancia, como su padre se dio más
y más a la bebida, el niño apartó su libido de él )( la dirigó una vez
más hacia la madre. Conservó esta posición durante varios años. Lue-
336 KARL ABRAHAM

go el padre murió, y él vivió solo con su madre, por quien mostró


devoción. Pero después de un corto período de viudez ella volvió ¡1.
casarse y se fue de viaje con su esposo por un largo tiempo. Al hacer
esto repudió una vez más el amor de sti hijo. Y al mismo tiempo se
suscitó el odio del niño hacia el padrastro.
Una nueva ola de sentimientos homosexuales embargó al mu-
chacho. Pero en ese momento lo atrajo un tipo diferente de joven,
que se parecía mucho a su madre en ciertas características físicas. El
tipo de varones qu~ amó la primera ve,z, y el que amaba ahora, repre-
sentaban exactamente el contraste entre su padre y su madre respecto
a sus rasgos físicos determinantes. Debe decirse que el mismo paciente
cenía el tipo de su madre. Su actitud hacia el segundo tipo de varo-
nes por el que sintió preferencia fue, en otras palabras, tierna, afec-
tuosa y llena de solicitud, como la de una madre.
Varios aíjos después murió la madre del paciente. Estuvo con ella
durante ·1a última enfermedad, y ella murió en sus brazos. El gran
efecto que esta experiencia tuvo sobre él tuvo por causa el hecho de
que en un hondo estrato de su mente, representó la completa inver·
sión de esa situación inolvidable en la cual él, siendo niño, desean·
saba en los brazos y contra el pecho de la madre.
Tan pronto como murió su madre se apresuró a volver a la ciu·
dad vecina donde vivía. Su estado de ánimo, sin embargo, no era de
ningún modo el de un hijo apenado; por el contrario, se sentía exal·
tado y dichoso. Me describió cómo lo embargaba la sensación de que
ahora llevaba consigo a su madre, suya para siempre. Lo único que le
causaba incomodidad era el pensamiento del entierro. Era como si
lo perturbara saber que su cuerpo era visible todavía y yacía en la casa
en que ella había muerto. Sólo fue después de pasado el funeral cuan-
do pudo entregarse al sentimiento de que poseía a su madre para
siempre.
Si me fuera posible publicar más detalles del análisis de este
paciente, podría hacer todavía más evidente ese proceso de incorpora·
ción de la madre. Pero ya se ha dicho lo suficiente como para que
quede clara su presencia.
En este caso, el proceso de introyección del objeto amado comen·
zó cuando el paciente perdió a la madre por el segundo matrimonio
de ésta. Ya no pudo, como había hecho a los cuatro años, trasladar
su libido hacia su padre; y su padrastro no estaba calificado para
que efectuara con ·él tal operación. El último objeto de su amor infan-
til que perdió era también el primero. Luchó contra esta gravísima
pérdida empleando el mecanismo de _introyección.
Es sorprendente encontrar que el proceso de introyección epilogó
en tales sentimientos de felicidad, en abierta contradicción con su
efecto sobre el melancólico, que resulta abrumado. Pero nuestra sor·
presa disminuye cuando recordamos la explicación que dio Freud del
mecanismo de la melancolía. Sólo tenemos que invertir su afirmación
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 337

de que "la sombra del objeto amoroso perdido cae sobre el ego" y
decir que en este caso no fue la sombra sino la radiante presencia
de la amada madre lo que se esparció sobre el hijo. También en la
persona normal los sentimientos de afecto desalojan a los hostiles res-
pecto a un objeto que en realidad se ha perdido. Pero sucede de otra
manera en el caso de la melancolía. Pues aquí encontramos un con-
flicto tan fuerte, basado sobre la ambivalencia libidinal, que todo
sentimiento· de amor es amenazado de inmediato por la emoción
opuesta. Una "frustración", una decepción por parte del objeto amado,
puede desencadenar en cualquier momento una ola pode~osa de odio,
que barrerá los sentimientos de amor, débilmente arraigados. Tal
remoción de la catexia libidinal positiva tendrá los efectos más pro-
fundos: conducirá al abandono del objeto. En el caso ya citado, que
sin embargo no era uno de melancolía, la pérdida real del objeto fue
el acontecimiento primario, y la alteración de la libido sólo una con-
secuencia necesaria de aquél.

III

EL PROCESO DE lNTROYECCIÓN EN LA MELANCOLÍA: Dos ETAPAS


DE LA FASE ÜRAL DE LA LIBIDO

El siguien~e ejemplo, particularmente instructivo, puede servir


de punto de partida para una investigación ulterior del _proceso de
introyección.
El paciente en cuestión había sufrido ya varios típicos ataques
de melancolía cuando vino a verme por primera vez, y comencé su
análisis en el preciso momento en que se estaba recobrando de un
ataque de esta clase. Había sido uno grave, y apareció en circunstan-
cias bastante curiosas. Algún tiempo antes el paciente se había ena-
morado de una joven, y se había comprometido con ella. Ciertos
sucesos, que no puedo relatar aquí, hicieron que sus inclinaciones
dieran lugar a una violenta resistencia. El desenlace fue su completo
apartamiento del objeto amoroso -cuya identificación con la madre
se hizo muy evidente en el análisis- y la entrega a un estado depre-
sivo acompañado por pronunciadas ideas delirantes. Durante su con-
valecencia, hubo un rapprochement entre él y su novia, que le seguía
siendo fiel pese a haberla dejado. Pero después de un breve tiempo
tuvo una recaída, cuya aparición y terminación pude observar en
detalle durante el análisis.
Su resistencia contra la novia reapareció muy clar;imente durante
la recaída, y una de las formas que asumió fue el siguiente síntoma
transitorio: cuando su estado depresivo era mayor que lo habitual,
tenía ·1a compulsión de contraer su sphincter ani. Este síntoma resultó
tener una múltiple determinación. Lo que es de mayor interés aquí
338 KARL ABRAHAM

es una retención convulsiva del contenido del intestino. Como sabe-


mos, tal retención significa posesión, y es su prototipo en el incon-
ciente. De modo que el síntoma transitorio del paciente representaba
una retención, en el sentido físico, del objeto que una vez más corría
el peligro de perder. También había otro determinante que describiré
brevemente. Era su actitud homosexual pasiva respecto a su padre.
Siempre que se alejaba de la madre o de un sustituto de ella, corría
el peligro de adoptar esa actitud; y su síntoma era una defensa, no
sólo contra Ja pérdida del objeto, sino también contra un movimiento
hacia la homosexualidad.
Hemos seguido a Freud en la hipótesis de que después que ha
perdido a su objeto, el melancólic<;> intenta algún tipo de recupera-
ción de él. En la paranoia esto se consigue mediante el mecanismo es-
pecífico de la proyección. En la melancolía se adopta el mecanismo
de la introyección, y los resultados son distintos. En el caso de mi
paciente, el asunto no terminó con el síntoma mencionado, que se
formó al comienzo de una breve remisión de la enfermedad. Pocos
días después me, dijo, nuevamente por propia iniciativa, que sufría
un nuevo síntoma, que podría decirse que había pisado los talones
del otro. Cuando caminaba por la calle tenía la fantasía compulsiva
de comer los excrementos desparramados en diversos sitios. Esta fan-
tasía resultó ser la expresión de un deseo de recuperar dentro de su
cuerpo al objeto amoroso que había expelido en la forma de excre-
mento. Tenemos aquí, por lo tanto, una confirmación literal de
nuestra teoría de que el inconciente considera ,,a la pérdida de un
objeto como un proceso anal, y a su introyección cbmo un proceso oral.
La tendencia a la coprofagia me parece contener un simbolismo
que es típico de la melancolía. Mis propias observaciones sobre un
número de casos han mostrado siempre que el paciente hace a su
objeto amoroso el blanco de ciertos impulsos que corresponden al
nivel inferior de la fase anal-sádica de la evolución de su libido. Éstos
son los impulsos de expeler (en un sentido anal) y de destruir (asesi-
nar) . Se identifica al producto de tal asesinato -el cuerpo muerto-
con el producto de la expulsión, con el excremento. Podemos percibir
ahora que el deseo del paciente de comer excrementos es un impulso
canibalístico de devorar el objeto amoroso que ha asesinado. En uno
de mis pacientes, la idea de ingerir excremento estaba asociada con
la idea de ser castigado por un gran pecado. Hablando psicológica-
mente, aquél tenía razón. Pues era de esa manera que tenía que repa-
rar cierto crimen cuya identidad con el Edipo reconoceremos en se-
guida 236 . En este lugar me gustaría mencionar las interesantes obser-
vaciones de Róheim 237 acerca de la necrofagia. Lo que él dijo hace
236 El Dr. J. Hárnik ha sefralado que en Egipto se encuentra a menudo en
las lápidas una plegaria en la que el muerto ruega que se le haga gracia del
castigo de tener que comer excrementos, Cf. Erman, "Religion der Agypter".
237 Comunicadas al Congreso Psicoanalítico de 1922.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 339

muy probable que en su forma arcaica los ritos del duelo consistie-
ran en Ja ingestión de la persona muerta.
El ejemplo ya mencionado no es frecuente, por el modo fácil y
simple en que descubre el significado de los síntomas melancólicos como
una expulsión y reincorporación del objeto. Para mostrar hasta qué
punto pueden ser irreconocibles esos impulsos, ofreceré un segundo
ejemplo, tomado del psicoanálisis de otro paciente.
El paciente me dijo cierto día que había notado que experimen-
taba una curiosa tendencia durante sus estados de depresión. Al prin-
cipio de esos estados solía caminar con la cabeza ha ja, de modo que
sus ojos estaban fijos en el suelo más bien que en las personas veci-
nas. Entonces comenzaba a mirar con interés compulsivo si había tira-
dos en la calle botones de madreperla. Si encontraba alguno lo reco-
gía y se lo ponía en el bolsillo. Justificaba este hábito diciendo que
al principio de su depresión tenía tal sentimiento de inferioridad
que se sentía contento de encontrar por la calle siquiera un botón;
pues no sabía si volvería a ser capaz de ganar el dinero suficiente
para comprarse el más insignificante objeto. En la lamentable condi-
ción en que se encontraba, decía, aun aquellos objetos que las demás
personas dejan por ahí debían tener un considerable valor para él.
Esta explicación fue contradicha por el hecho de que pasaba por
alto otros objetos, especialmente los botones hechos con diferente ma-
terial, con un cierto sentimiento de desprecio. Sus asociaciones libres
nos condujeron gradualmente a los motivos más profundos de esta
extraña inclinación. Ellas mostraron que relacionaba la madreperla
de los botones con la idea de brillo y limpieza, y por ello era de un
valor especial. Llegamos así a intereses coprofílicos reprimidos. Puedo
recordar a. los lectores el excelente trabajo de Ferenczi sobre el tema 23 ª.
Allí demuestra cómo el niño halla placer, primero en sustancias sua-
ves y dúctiles, luego en elementos duros y granulares y, finalmente,.
en objetos pequeños y sólidos con una superficie limpia y brillante.
En el inconciente, todos estos objetos son equivalentes al excremento.
Luego, los botones de madreperla representaban al excremen-
to. La necesidad de recogerlos por la calle nos recuerda el impulso
obsesivo del caso anteriormente descrito, en el que había una directa
compulsión a recoger el excremento de las calles y comérselo. Otro
punto de semejanza entre ambos casos es que las personas pierden los
botones de sus vestidos así como dejan caer los excrementos 239 • En
ambos casos, por lo tan to, se trata de recoger un objeto perdido.
En una de sus horas de análisis siguientes, el paciente retomó el
tema y dijo que aquél del que ya habíamos hablado no era el único
impulso extraño que experimentaba en sus estados de depresión. Du-

238 "Sobre la ontogénesis de un interés por el dinero" (1924).


239 Con respecto a la asimilación de ideas, cf. el caso descrito en la sección I
de este capítulo.
340 KARL ABRAHAM

rante su primer ataque de esta clase había ido al sanatorio del profe·
sor Y. en X. Un día vinieron dos parientes suyos para sacarlo a pasear.
Le mostraron los jardines públicos y los edificios, y otras cosas, que
a él no le interesaron nada. Pero ~n el camino de regreso se paró
frente a una vidriera donde vio algunas piezas de pan de "Johan-
nis" 2 40. Sintió un fuerte deseo de comprar algunas, y así lo hizo.
El paciente 'tuvo de inmedi.ato una asociación a esta historia, que
fue la siguiente: en la pequeña ci.udad donde vivía cuando niño, ha-
bía frente a su casa un pequeño negocio. La propietaria era una
viuda, cuyo hijo era compañero de juegos de él. Recordaba que esa
mujer solía darle "pan de Johannis". En ese período ya había tenido
la desventurada experiencia ·que fue el origen de su enfermedad, una
profunda decepción en sus relaciones amorosas, por parte de la ma·
dre. En sus recuerdos infantiles, esta mujer que vivía frente a su casa
fue erigida en un modelo, y comparada con la madre "mala". Su
impulso automátiéo a comprar el "pan de Johannis" en el negocio,
y a comerlo, tenía el significado inmediato de un deseo de amor ma·
terna! y cuidado. El que hubiera elegido como símbolo precisamente
a ese pan se debía a su forma alargada y su color, que le recordaban
los excrementos. De modo que nos encontramos una vez más con el
impulso a comer excremento como expresión del deseo de un objeto
amoroso perdido.
El paciente tuvo otra asociación que se remitía a su días infan·
tiles. En su ciudad natal se estaba construyendo un camino, y los
obreros, al cavar, habían extraído algunas conchas. Uno de los lados
estaba cubierto de tierra y sucio, pero el otro brillaba como madre·
perla. Aquí las asociaciones del paciente lo condujeron una vez más
a su lugar natal, al que identificaba indudablemente con su madre.
Estas conchas eran las precursoras de los botones de madreperla por
los cuales tenía obsesión. Además, la idea de las conchas de madre·
perla resultó ser, en el análisis, un medio de representar su actitud
ambivalente hacia la. madre. La palabra "madreperla" expresaba la
alta estima hacia la madre, como concebida como una "perla". Pero
la superficie suave y reluciente era engañosa, pues el otro lado no era
tan bello. Al comparar· ese lado, cubierto de suciedad (excremento) ,
con su "mala" madre, de quien tenía que apartar su libido, estaba
abusando de ella y haciéndola objeto de escarnio 24 i.

240 (Un pan de fantasía) .


241 Antes de abandonar el tema añadiré que la concha es un símbolo feme-
nino universal. Sabemos por Róheim que en muchos lugares se emplean conchillas
como dinero. Este uso se relaciona con su valor como símbolos femeninos. Es digno
de nota que nunca se las utiliza de ese modo en el lugar donde se las encuentra.
Solamente las conchas que provienen de lejos pueden usarse co1no dinero. Este
hecho parece expresar un temor al incesto ampliamente extendido, y paralelo a la
ley de la exogamia. Una mujer que pertenece a la misma tribu o una concha
encontrada en la costa cercana representan los genitales prohibidos de la madre.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 341

Los casos dados pueden bastar por ahora. Ellos nos ayudan ·a
comprender psicoanalíticamente el curso que sigue la melancolía en
sus dos fases, Ja pérdida y Ja reincorporación del objeto amoroso. Sin
embargo, cada una de estas fases requiere un examen ulterior.
Ya hemos dicho que la tendencia a abandonar el objeto amoroso
tiene su fuente en Ja fijación de Ja libido en la primera fase de la
etapa anal-sádica. Pero si descubrimos que el melancólico tiende a
abandonar esa posición en favor de otra todavía más primitiva, a sa-
ber, el nivel oral, entonces debemos suponer que también hay ciertos
puntos de fijación en su desarrollo Jibidinal, que datan de Ja época
en que la vida instintiva estaba todavía centrada principalmente en la
zona oral. Y las observaciones psicoanalíticas apoyan plenamente esta
suposición. Unos pocos ejemplos servirán de ilustración.
Al tratar casos melancólicos, he tropezado reiteradamente con
fuertes deseos perversos, que consistían en utilizar la boca en lugar
de los genitales. Los pacientes satisfacían estos deseos parcialmente
practicando el cunnilinguus. Pero principalmente, solían incurrir en
vívidas fantasías basadas en impulsos canibalísticos. Ellas se refieren
a morder el cuerpo del objeto amoroso en todas las partes posibles,
pecho, pene, brazo, nalgas, etc. En sus asociaciones libres tienen con
frecuencia la idea de devorar a la persona amada, o de morder partes
de su cuerpo¡ o se ocupan con imágenes necrofágicas. A veces pre-
sentan estas diversas fantasías de una manera infantil y no inhibida,
otras veces las ocultan tras sentimientos de repugnancia y ·horror.
También exhiben a menudo una violenta resistencia contra el uso
de sus dientes. Un paciente solía hablar de una "pereza de rrú1sticar'"
como uno de los fenómenos de su depresión melancólica. Parece in-
clusive que el consecuente desuso de los dientes puede . realmente
causarles una enfermedad. Demostré hace algunos años (1917), en
casos de melancolía donde el paciente se negaba absolutamente a
alimentarse, que su negativa representaba un autocastigo por sus im-
pulsos canibalistas. En una reunión reciente de la Sociedad Psicoana-
lítica Inglesa, el Dr. James Glover habló sobre un caso de melancolía
periódica que exhibía impulsos canibalísticos de esta clase; y ofreció
especialmente una explicación analítica del modo en que esos impul-
sos fueron convertidos en tendencias suicidas 242 .
En sus síntomas patológicos, en sus fantasías y sus sueños, los'

Además, las conchas son comparadas al excremento, puesto que son arrojadas
por el mar, como el ámbar y otras sustancias. (Estas notas provienen en parte de
una discusión realizada en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa).
242 Uno de mis pacientes se infirió una profunda herida en la garganta, y
casi consigue matarse. Su intento de suicidio fue realmente un ataque contra el
objeto amoroso introyectado, combinado con un impulso de castigarse a sí mismo.
En su análisis presentó fantasías relacionadas con el sacrificio de Isaac, cuyo tema
es, desde luego, e] padre ante el altar a punto de matar a su propio hijo con un
cuchillo.
342 KARL ABRAHAM

pacientes melancólicos nos presentan un gran número y variedad de


tendencias oral-sádi.!=as, tanto concientes como reprimidas. Estas ten-
dencias son una de las principales fuentes de padecimiento mental de
los pacientes depresivos, especialmente en el caso en que se vuelven
contra el ego del sujeto, bajo la forma de una tendencia al autocas-
tigo. Debe observarse que esta situación contrasta con algunos estados
mentales neuróticos, en los cuale.s los síntomas particulares pueden
ser formas sustitutivas de gratificación de la zona oral. He descrito
casos de este tipo en mi trabajo sobre el primer nivel pregenital de la
libido 243 • Y hay además ciertas perversiones en las que el erotismo
oral proporciona un considerable monto de placer. Aun teniendo en
cuenta el valor de placer masoquista de los síntomas, debemos no obs-
tante destacar el hecho de que, comparada con otras enfermedades
mentales, la melancolía provoca un alto grado de sensaciones desagra-
dables. Si observamos atentamente la cadena asociativa del paciente
depresivo, descubriremos que el exceso de desagrado que experimen-
ta está ligado a la etapa de la evolución libidinal a la que ha regresa-
do después de haber perdido a su objeto. Pues observaremos que tiene
un deseo peculiar de usar su boca de una manera muy distinta de las
fantasías de morder y comer mencionadas anteriormente. Daré un
ejemplo.
En la época en que se estaba recuperando de su depresión, un
paciente me habló de sus sueños diurnos. En ellos, se veía a veces
impulsado a imaginar que tenía un cuerpo femenino. Empleaba todo
tipo de artificios para crear la ilusión de que tenía pechos de tnujer,
y encontraba un placer especial en la fantasía de amamantar a un
bebé. Aunque en tal fantasía desempeñaba el papel de la madre, a
veces lo cambiaba por el del niño que succionaba el pecho. Su fija-
ción sobre el pecho de la madre se expresaba de dos maneras: en un
gran número de síntomas relacionados con la zona oral, y en un deseo
muy marcado f'.le reclinar su cabeza contra algo suave como un pecho
de mujer. Así, por ejemplo, solía conducirse de una manera muy
curiosa con el almohadón del sofá, durante el análisis. En lugar de
dejarlo donde estaba y apoyar en él su cabeza, solía tomarlo y ponerlo
sobre su cara. Sus asociaciones mostraron que el almohadón repre-
sentaba al pecho que era acercado a su cabeza desde arriba. La escena
con el almohadón reiteraba una situación placentera de su infancia.
Además, había visto en esa posición a su hermano menor, y asociaba
con ese espectáculo sentimientos de intensos celos.
Otro paciente melancólico que tuve decía que 4urante sus peores
ataques de depresión tenía la sensación de que una mujer podría
liberarlo de sus sufrimientos si empleaba con él un amor y solicitud
maternales especiales. El mismo tipo de idea estaba presente aquí. He
podido analizar repetidas veces el significado de tales ideas, y puedo

243 Cf. capítulo XII.


PSICOANÁLISIS CÚNICO 343

recordar un caso que describí en un trabajo anterior. Un joven que


sufría de depresión -aunque no melancólica- solía sentirse casi mi-
lagrosamente aliviado al beber un vaso de leche que le alcanzaba su
madre. La leche Je daba la sensación de algo cálido, suave y dulce, y
le recordaba algo que había conocido hacía tiempo. En este caso el
deseo del pecho, del paciente, era inconfundible.
Todas mis observaciones psicoanalíticas hasta el presente, me lle-
van a la conclusión de que el melancólico está tratando de escapar a
sus impulsos oral-sádicos. Bajo estos impulsos, cuyas manifestaciones
dan el tono del cuadro clínico, acecha el deseo de una placentera acti-
vidad de succión.
De modo que nos vemos obligados a suponer que hay una .dife-
renciación interna en la fase oral de la libido, así como la hay en la
fase anal-sádica. En el nivel primario de esa fase la libido infantil
está ligada al acto de succionar. Este acto es uno de incorporacióñ.,
pero que no pone fin a la existencia del objeto. El niño todavía no
puede distinguir entre su propio yo y el objeto externo. Ego y objeto
son conceptos incompatibles con ese nivel del desarrollo. Todavía no
se ha hecho ninguna diferenciación entre el niño que mama y la
madre que amamanta. Además, el niño no tiene todavía sentimien-
tos de odio y amor. Por consiguiente, su estado mental en esta fase
está libre de toda manifestación de ambivalencia.
El nivel secundario de esta fase difiere del primero en que el
niño cambia su actividad de succión por otra de morder. En este lugar
quisiera mencionar una comunicación privada que me hizo van
Ophuijsen, que proporciona un agregado importante a nuestro cono-
cimiento del mecanismo de la melancolía 2 -" 4 • La observación psico-
analítica lo condujo . a pensar que ciertos fenómenos neuróticos se
deben a una regresión a la edad en que se estaban formando los
dientes y, además, que el morder representa la forma ori.ginal que
asumen los impulsos sádicos. Indudablemente, los dientes son los pri-
meros instrumentos con los que el niño puede dañar al mundo exte-
rior. Pues ya son eficaces en una época en que las manos pueden a lo
sumo auxiliar la actividad de aquéllos asiendo y reteniendo al objeto.
Federo 245 ha derivado el sadismo de las sensaciones genitales, y no
hay duda que las observaciones sobre las que basa su hipótesis son
correctas. No obstante, los fenómenos relacionados con la zona genital
no pueden ser tan primarios como aquellos relacionados con la zona
oral. El hecho es que lo que nosotros denominamos impulsos sádicos
surgen de varias fuentes distintas, entre las cuales podemos menéiónar
en especial las secretorias. También debemos tener en cuenta la estre-
.cha asociación del sadismo con el sistema muscular. Pero no hay duda
244 Del mismo modo, en su trabajo "Sobre el origen del sentimiento de per-
·secución" (1920), van Ophuijsen ha iluminado las relaciones de la paranoia con
la fase analsádica.
24(; "Beitrage zur Analyse des Sadismos und Masochismus" (1913).
344 KARL ABRAHAM

de que en los niños más pequeños, los músculos más poderosos son los
de las mandíbulas. Y. además, los dientes son los únicos órganos sufi-
cientemente duros como para herjr los objetos circundantes.
En la etapa del morder de la fase oral, el individuo incorpora
al objeto, y así lo destruye. Sólo tenemos que observar a los niños
para ver qué intenso es el impulso a morder, un impulso en el que
todavía cooperan el instinto de nutrición y la libido. Ésta es la etapa
en la que predominan los impulsos canibalísticos. Tan pronto comC>
el niño se siente atraído por un objeto, es probable, e inclusive inevi-
table, que intente su destrucción. Es en esta etapa cuando la actitud
ambivalente del ego hacia su objeto comienza a desarrollarse. Podemos
decir, por lo tanto, qué en el desarrollo libidinal del niño la segunda
etapa de la fase oral-sádica señala el comienzo de su conflicto ambi-
valente; mientras que la primera (succión) debe ser considerada to-
davía como preambivalente.
En consecuencia, el nivel libidinal al que regresa el melancólico
después de la pérdida de su objeto, contiene en sí mismo un conflicto
de sentimientos ambivalentes en su forma más primitiva, y por ello,
la menos modificada. En ese nivel, el individuo amenaza destruir a su
objeto libidinal devorándolo. Es sólo gradUalmente que el conflicto
ambivalente asume un aspecto más moderado, y que por consiguiente
la libido adopta una actitud menos violenta hacia su objeto. No obs-
tante, esta actitud ambivalente sigue siendo inherente a las tenden-
cias libidinales durante las subsecuentes fases del desarrollo. Ya hemos
discutido su importancia en la fase anal-sádica. Pero aún en la estruc-
tura de las neurosis basadas en la fase genital encontramos esta ambi-
valencia en toda la vida emotiva del paciente. Sólo la persona normal
-aquella que está relativamente alejada de las formas infantiles de
la sexualidad- carece en lo principal de ambivalencia. Podría decirse
que su libido ha llegado a una etapa postambivalente, y ha conse-
guido así una plena capacidad para adaptarse al mundo externo.
Se hace ahora evidente que debemos distinguir también dos eta-
pas en la fase genital de la libido, así como hemos hecho en las dos
fases pregenitales. Y esto nos conduce a un resultado que parece coin-
cidir perfectamente con la teoría de Freud 246 recientemente publica-
da, de que existe una etapa temprana de la fase genital, a la que
llama etapa "fálica". Parecería ser que la libido atraviesa en total
seis etapas de desarrollo. Pero me gustaría dejar explícito que no
considero a la clasificaci(>n anterior como exhaustiva o definitiva.
Sólo presenta un panorama general de la continua evolución de la
libido, en la medida en que nuestro actual conocimiento psicoanalí-
tico Q.a podido arrojar luz sobre ese lento y laborioso proceso. No
obstante, en mi opinión, la transición entre la primera y la última
etapa en cada una de las tres fases evolutivas, no es de ningún modo

246 "La organización genital infantil de la libido" (1923).


PSICOANÁLISIS CÚNICO 345

un proceso de importancia menor. Desde hace tiempo estamos fami-


liarizados con la significación que tiene el cambio de una zona eró-
gena preponderante poi otra, para el desarrollo psicosexual normal
del individuo, y para la formación de su carácter. Vemos ahora que
dentro de cada uno de esos tres períodos principales tiene lugar un
proceso que es de gran importancia para la consecución gradual, por
parte del individuo, de un amor objetivo completo. Dentro del pri-
mer período -oral- el niño cambia su actitud libidinal preambiva-
lente, libre de conflictos, por una que es ambivalente y predominan-
temente hostil hacia el objeto. Dentro del segundo período -'anal-
sádico- la transición desde la primera etapa a la última significa que
el individuo ha comenzado a preservar a su objeto de la destrucción.
Finalmente, dentro del tercer período -genital- supera su actitud
ambivalente y su libido consigue su plena capacidad, tanto desde el
punto de vista sexual como desde el social.
La expresión precedente no agota de ningún modo los cambios
que se efectúan en las relaciones entre el individuo y el mundo exte-
rior. Esos cambios constituirán el tema de una investigación detallada
en una parte posterior de mi estudio.

IV
NoTAS SoBRE LA Ps1COGÉNES1s DE LA MELANCOLÍA

Estamos ahora en condiciones de comprender por qué la ambi-


valencia de su vida instintiva envuelve al melancólico en conflictos
especialmente graves que hieren las raíces de su relación con los
objetos amorosos. El acto del apartamiento del objeto alrededor del
cual giraba su vida emotiva no termina allí. Se extiende a las demás
personas; primero a las de su vecindad inmediata, luego a un círculo
más amplio, y finalmente a todo ser humano. Y el apartamiento de
la libido va todavía más allá. Afecta a todas las cosas que le habían
interesado anteriormente. Su profesión, sus aficiones, sus empresas,
científicas y de otro carácter, todo el mundo natural, todas las cosas,
ya no ejercen atracción sobre él. En otras enfermedades, a saber, en
la demencia precoz o esquizofrenia, encontramos un desapego de la
libido del mundo externo, igualmente amplio; pero en ·este caso el
individuo acepta su completa pérdida de interés con una pesada indi-
ferencia, mientras que el melancólico se queja de esa pérdida, y tiende
inclusive a asociar con ella sentimientos de inferioridad.
Sin embargo, cuando penetramos más · hondamente en la vida
mental del melancólico, encontramos que la misma persona que, en
su ~stado de depresión, lamenta la pérdida de todos sus intereses,
estuvo siempre predispuesta a esa pérdida, por el grado de ambiva-
lencia desusadamente alto de su vida emotiva. Mucho antes de la
346 KARL ABRAHAM

aparición de la enfermedad, había llevado adelante su profesión, sus


intereses intelectuales, etc., de una manera forzada y espasmódica, que
entrañaba el peligro de que ellos fueran súbitamente abandonados.
Pero no son éstos los únicos efectos de la ambivalencia en la melan-
colía. Cuando se ha apartado del objeto Ia catexia libidinal, se la
dirige, como sabemos, hacia el ego, y al mismo tiempo se introyecta
al objeto en aquél. El ego debe soportar ahora todas las consecuen-
cias de este proceso; en adelante queda expuesto sin piedad a la
ambivalencia de los impulsos Iibidinales. Es sólo una observación
superficial la que nos lleva a creer que sólo embargan al melancólico
un torturante desprecio de sí mismo y el deseo de disminuirse. Un
examen atento demostrará que decir lo contrario sería también lo
correcto. Como veremos luego, la intercambiabilidad de los estados
depresivos y maníacos en el paciente melancólico depende de la acti-
tud ambivalente de su libido hacia su ego. Por el momento, empero,
nuestra tarea consiste en establecer la existencia de tal ambivalencia
hacia el ego, y en mostrar cómo se manifiesta durante la fase 'depre-
siva. Es sólo de este modo que podemos esperar llegar a la compren-
sión de los síntomas de la melancolía.
En cuanto alcanza mi conocimiento, la psiquiatría clínica orto-
doxa no ha notado esta importante característica de la melancolía.
Freud, en cambio, la reconoció 24 7. Hablando de estos pacientes, dice:
"Además, están lejos de manifestar hacia aquellos que los rodean la
actitud de humildad y sumisión que es la única que cuadraría a per-
sonas tan carentes de valor; por el contrario, provocan grandes difi-
cultades, se sienten ofendidos constantemente, y se comportan como
si hubieran sido tratados con gran injusticia". Pero como veremos,
los hechos nos autorizan a ir más lejos todavía.
Naturalmente, las características en discusión son mucho más
notables en unos casos que en otros. Pero en términos generales po-
demos decir que el melancólico tiene un sentimiento de superioridad
que se observa inclusive durante el intervalo libre. Evidencia ese sen-
timiento hacia su familia, sus amigos, sus compañeros de trabajo_. y
el mundo en general. Y el analista que lo trata obtiene una buena
porción de él. Uno de mis pacientes acostumbraba pasearse por mi
habitación con una expresión de altiva condescendencia en su porte
y mirada. Los pacientes de este tipo son especialmente inclinados a
exhibir un escepticismo superior respecto a los descubrimientos del
psicoanálisis. En otro paciente esta actitud alternaba con una exage-
rada humildad. En este segundo estado de ánimo, por ejemplo . tenía
la fantasía de caer frente a mí, abrazar mis rodillas e implorar que
lo ayudara.
Todos sabemos cuán inaccesibles son los pacientes melancólicos
a toda crítica por parte del analista sobre su modo de pensar; y por

247 "Pesar y me]ancolía" (1917).


PSICOANÁLISIS CÚNICO 347

-supuesto, sus ideas delirantes resisten especialmente tal interferencia.


Un paciente me dijo una vez, que en cada oportunidad que su médico
había tratado de convencerlo de lo infundado de sus autorreproches,
"ni siquiera lo había escuchado". Lo que convierte a una fantasía en
una idea delirante, y lo que impide que ésta se preste a la corrección,
es el carácter puramente narcisista del curso de los pensamientos.
Aparte de esto, hay otro factor que determina la conducta del melan-
cólico, y es su desprecio hacia las démás personas, que aplican a ~us
ideas la pauta de Ja realidad.
Uno de los defectos más notables de la psiquiatría clínica es su
inclinación a caracterizar a las ideas patológicas del melancólico como
"ilusiones de inferioridad", cuando en realidad esas ideas implican
una considerab~e -autoestima· por parte del paciente, en especial res-
pecto a la importancia y efecto de sus propios pensamientos, senti-
mientos y comportamiento. Un buen ejemplo de esto es la idea nada
infrecuente que tienen los melancólicos de que son los más grandes
pecadores, de que son culpables de todos Jos pecados cometidos desde
el principio del mundo. Toda idea delirante de esta clase contiene,
además del reproche destinado al objeto amoroso introyectado, una
tendencia del melancólico a representarse sus sentimientos de odio
como enormemente poderosos, y a sí mismo como un monstruo de
perversidad.
De modo que la melancolía presenta un cuadro en el que están
inmediatamente yuxtapuestos, aunque sean absolutamente opuestos
entre sí, el amor y el odio a sí mismo, una sobreestimación del ego
y una subestimación de él, esto es, las manifestaciones de un narci-
sismo positivo y negativo. Ya hemos aprendido a entender de una
manera general esta relación de la libido con el ego. Pero ahora debe-
mos avanzar un paso más y buscar los factores de la vida del melan-
cólico que han causado una desviación tan grave de la norma psíqui-
ca. Debemos esforzarnos por descubrir de qué modo se efectúa en el
inconciente del paciente ese proceso que descubriera Freud, y cuáles
fueron los acontecimientos que encaminaron a la libido por esa vía.
En otras palabras, debemos tratar el problema de la elección de la
neurosis, y preguntarnos por qué estas personas se han convertido en
maníaco-depresivos, y no en histéricos o neuróticos obsesivos. Sería
subestimar sus dificultades esperar conseguir una completa solución
del problema. Pero quizá podamos esperar acercarnos un poco más a
esa meta distante.
No puede dudarse de que un ataque de depres_ión melancólica es
introducido por una decepción amorosa. Al analizar a pacientes que
han atravesado varios períodos de depresión, descubrimos que cada
nuevo ataque fue inmediatamente precedido por una experiencia de
esa naturaleza. Apenas necesito decir que no uso la expresión "decep-
ción amorosa" en el sentido corriente de un amor desdichado, única-
mente. A menudo los acontecimientos que culminan con la pérdida
348 KARL ABRAHAM

del objeto son mucho más oscuros. Sólo un análisis concienzudo puede
descubrir las conexiones causales entre el acontecimiento y la enfer-
medad. Tal análisis demuestra invariablemente que ese suceso tuvo
un efecto patogénico porque el paciente podía considerarlo en su in-
conciente una repetición de una experiencia traumática infantil, y
tratarlo como tal. En ninguna otra forma de neurosis, según creo,
opera tan fuertemente la tendencia compulsiva a repetir una expe-
riencia, como en las afecciones maníaco-depresivas. Cuán poderosa se
hace en los melancólicos esta compulsión repetitiva, es evidente cuando
consideramos las frecuentes recurrencias de sus estados maníaco-depre-
sivos a las que están expuestos.
No entra en los propósitos de este ensayo, fundado en un número
muy limitado de psicoanálisis, realizar un pronunciamiento general
y final acerca de la psicogénesis d-e las afecciones cíclicas. No obstante,
creo que el material a nuestra disposición nos autoriza a enunciar
ciertas conclusiones, de cuyo carácter provisorio e incompleto me
doy perfecta cuenta. Creo permisible señalar un número de factores
etiológicos de esta enfermedad. Pero desearía aclarar que sólo se pro-
duce una depresión melancólica con sus síntomas específicos cuando
lodos esos factores están presentes. Cada uno, tomado aisladamente~
podría entrar en la etiología de otras psiconeurosis.
Los factores son éstos:
1. Un factor constitucional. De acuerdo con mi experiencia en
psiquiatría clínica, y más especialmente en psicoanálisis, puedo decir
que no hay una tendencia innata a desarrollar estados maníaco-depre-
sivos, como t~l. Esto sólo sucede en una pequeña parte de los casos
melancólicos. Entre aquellos de mis pacientes que padecían estados
maníaco-depresivos, según el diagnóstico clínico estricto, no hubo ni
siquiera uno en cuya familia existiera otro caso de un grave trastorno
de la misma clase. Por otra parte, neurosis de otra especie abunda-
ban. Por lo tanto me siento inclinado a pensar que lo que es real-
mente constitucional y hereditario es una acentuación del erotismo
oral, del mismo modo que en otras familias el erotismo anal parece
ser el factor preponderante desde un comienzo. Una predisposición
ingénita de este tipo ayudaría a operar al siguiente factor, a saber:
2. Una especial fijación de la libido en el nivel oral. Las per-
sonas con· una intensificación constitucional del erotismo oral son
muy exigentes en sus demandas de gratificación de la zona erógena
en cuestión, y reaccionan con gran disgusto ante toda frustración al
respecto. El placer excesivo que extraen de la succión persiste bajo
muchas formas en el curso de la vida. Obtienen un placer anormal
de la alimentación, y especialmente del uso de las mandíbulas. Uno
de mis pacientes me describió espontáneamente el gran placer que
le producía abrir la boca. Otros encuentran especialmente placentera
la contracción de los músculos de la mandíbula. Las personas de esta
PSICOANÁLISIS CÚNICO 349

clase son insaciables en sus demandas de manifestaciones de afecto


de carácter oral. Siendo niño, uno de mis pacientes había sido tan
vehemente en este método de demostrar su amor que su madre no
pudo seguir tolerándolo y lo refrenó con el pretexto, bastante mal
elegido, de que no le gustaban esas cosas. Poco después, el ojo vigi-
lante del hijo la descubrió cambiando tales muestras de afecto con
su padre. Ésta y otras observaciones, tuvieron el efecto de suscitar en
él un volumen anormalmente grande de sentimientos hostiles. Otro
paciente dijo que siempre que pensaba en su niñez sentía en la boca
un gusto rancio que le recordaba cierta sopa que solían darle, y que
le desagradaba mucho. El análisis mostró que esta sensación era una
expresión de los celos que SGntía de su hermano menor, a quien veía
amamantado per su madre cuando él tenía que tomar sopa y gachas.
En lo profundo de su corazón le envidiaba al hermano la íntima
relación con su madre de la que él ya no disfrutaba. En sus estados
<lepresivos lo dominaba el deseo del pecho de su madre, un anhelo que
era indescriptiblemente fuerte y diferente de toda otra cosa. Si cuan-
do el individuo crece la libido permanece fija en este punto, se ha
cumplido una de las condiciones más importantes para la aparición
de una depresión melancólica.
3. Una seria ofensa al narcisismo infantil ocasionada por suce·
sivas decepciones afectivas. Estamos acostumbrados a que se nos rela-
ten acontecimientos de la infancia del neurótico que motivaron una
decepción de sus deseos de amor, aunque por supuesto las experien-
cias de esta clase no bastan para proporcionar, por sí solas, las bases
de la melancolía. Respecto a este factor, varios de mis casos melancó-
licos mostraron una notable semejanza en el esquema de los aconte·
cimier:itos significativos. El niño sentía que era el favorito de su ma-
dre, y estaba seguro de su amor. Luego sufrió a manos de ella una
decepción, y se recuperó con dificultad de su efecto frustrante. Luego
tuvo nuevas experiencias del mismo tipo, que le hicieron sentir que
su pérdida era irreparable, especialmente no habiendo ninguna mujer,
adecuada para trasladar sobre ella su libido. Además, su intento de
dirigirla hacia el padre fracasó, sea desde un principio o después de
algún tiempo. De este modo el niño obtuvo la impresión de estar
completamente abandonado. Y fue este sentimiento el que originó sus
primeros ataques de depresión. Un análisis de sueño que presentaré
después no dejará duda alguna a este respecto. Los intentos constan-
temente reiterados del melancólico para obtener atnor de una persona
del sexo opuesto, están íntimamente ligados coii esta primera de·
cepción.
4. La ocurrencia de la primera decepción afectiva importante
antes de que los deseos edípicos hayan sido superados. Ha sido mi
experiencia invariable que la gran decepción amorosa afecta más
honda y permanentemente al niño, cuando ella se produce en un
350 KARL ABRAHAM

momento en que su libido no ha superado adecuadamente la etapa


narcisista. En esta etapa se despertaron sus deseos incestuosos, y la
rebelión contra su padre está en plena actividad. Pero las fuerzas re-
presivas no han obtenido todavía ningún control sobre sus impulsos
edípicos. Si el niño es sometido bruscamente a un trauma mental
como el que hemos descrito en el momento en que está dando su
primer paso importante hacia el amor objetivo, las consecuencias son
especialmente graves. Y puesto que. en esa época todavía son fuertes
sus instintos oral-sádicos, se establecerá una asociación permanente
entre el complejo de Edipo y la etapa canibalística de su libido. Esto
facilitará una subsiguiente introyección de sus dos objetos amorosos,
es decir, de su ~adre en primer lugar, y luego de su padre.
5. La repeti.ción en la vida posterior de la decepción primaria.
Ésta es la Causa desencadenante de la aparición de una depresión me-
lancólica.
Nos hemos visto conducidos a suponer que la psicogénesis de la
melancolía está estrechamente ligada con decepciones en la infancia o
en la vida posterior del paciente; y en consecuencia, debemos esperar
descubrir en él sentimientos hostiles extraordinariamente fuertes hacia
todas aquel1as personas que han frustrado tan fatalmente su anhelo
narcisista de amor. Pero dado que todas sus decepciones posteriores
derivan su importancia dé ser repeticiones de la original, todo el cau-
dal de su ira se dirige en última instancia contra una sola persona,
aquella a quien era más afecto en la infancia y que luego dejó de
ocupar esa posición en su vida. Freud ha demostrado ya que los auto-
rreproches del melancólico están destinados en realidad al objeto amo-
roso al que h.a renunciado. Y por lo tanto estamos preparados para
descubrir que sus autocríticas, y más especialmente sus ideas deliran-
tes, son quejas dirigidas contra el primer objeto.
A este respecto, debemos considerar una característica de la me-
lancolía que parecería colocarla en un lugar aparte de las demás neu-
rosis. Mis análisis demostraron que la actitud ambivalente de los
pacientes varones, con sus impulsos cariibalísticos hostiles, se dirigía
predominantemente contra la madre, mientras que sabemos que en
las otras afecciones neuróticas el principal objeto de las tendencias
hostiles del paciente es el padre. La decepción que ha sufrido el
melancólico cuarido niño a manos de la madre, cuando estaba todavía
en un estado emocional marcadamente ambivalente, lo afectó de una
manera tan permanente y lo hizo tan hostil hacia ella, que inclusive
su odio y celos hacia su padre han sido reducidos a una importancia
menor. En todo melancólico analizado por mí hasta ahora he podido
comprobar que el complejo de castración estaba asociado predomi-
nantemente con su madre, mientras que en otros tipos de pacientes se
manifiesta más, por lo común, en relación al padre·. No obstante,
pude descubrir que esta relación con la madre era secundaria, y re-
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 351
sultado de una tendencia a invertir la situación edípica. Cuando es
analizada concienzudamente, la hostilidad del melancólico hacia su
madre demuestra estar arraigada en el complejo de Edipo. D< hecho,
la ambivalencia se aplica del mismo modo a ambos padres. Y tam-
bién el padre es objeto de un proceso de introyección. Muchos sín-
tomas melancólicos, como por ejemplo ciertos autorreproches, muestran
muy claramente su relación original con ambos padres. Lo que acabo
de decir no invalida mi afirmación anterior de que en la melancolía
todo el proceso psíquico se centra en lo principal en torno de la
madre; sólo intento destacar el hecho de que ese proceso tiene más
de un determinante.
Un análisis cuidadoso de las autocríticas y autorreproches -espe-
cialmente los de carácter delirante- que expresan los melancólicos,
demostrará que _el proceso de introyección asume dos formas:
l. El paciente ha introyectado su objeto amoroso original, sobre
el cual construyó su ideal del ego; de modo que ese objeto ha asu-
mido para él el papel de la conciencia, si bien en una forma patoló-
gica. Nuestro material muestra que la autocrítica patológica del me-
lancólico emana de su objeto introyectado 24 8. Uno de mis pacientes
solía censurarse constantemente, y repetía en contra suyo los mismos
reproches; y al hacer esto copiaba con exactitud el tono de voz y las
expresiones que a menudo le había escuchado a su madre cuando
ésta lo regañaba, siendo niño.
2. El contenido de estos reproches es, en última instancia, una
despiadada crítica del objeto introyectado. Uno de mis pacientes Solía
juzgarse con las siguientes palabras: "Toda mi existencia está fundada
en el engaño". Ese reproche resultó estar determinado por ciertos
elementos de la relación entre sus padres.
Daré un ejemplo para ilustrar el modo como estas dos formas de
introyección operan conjuntamente. El paciente del que acabo de ha-
blar decía que era totalmente incapaz, y que nunca podría tener
una vida útil. El análisis demostró que esta queja era una crítica
exagerada del carácter calmoso e inactivo de su padre, en contraste
con el cual su madre era para él el ideal de la eficacia práctica.
Sentía que él mismo se parecía a su padre. Por lo tanto, su autocrítica
representaba un juicio desfavorable, emitido por su maclre introyec-
tada, sobre su padre introyectado. Tenemos aquí un ejemplo instruc-
tivo de un doble proceso de introyección.
Si adoptamos esta hipótesis, podemos comprender otro síntoma
que tenía este paciente, un autorreproche delirante. Durante su últi-
mo período de depresión, había sido internado en un asilo. Un día

248 "El ego y el i<l" de Freud apareció poco después de haber yo escrito
esta parte de mi libro. En esa obra, aquél da una explicación tan lúcida del
proceso que sólo necesito remitir al lector a esas páginas. Dar un resumen de ellas.
tendría corno único resultado una pérdida de claridad.
352 KARL ABRAHAM

declaró que había introducido piojos en el lugar. Se agitó cada vez


más, y deploró la enormidad de su acto, diciendo que había infestado
todo el asilo con piojos. Trató de demostrar al médico la presencia
de ellos. Los veía en cada partícula de polvo y en cada pizca de cual-
quier material. El análisis de esta idea delirante trajo a luz la especial
importancia simbólica que tenían para él los piojos. En el simbolismo
de los sueños y en otras formas de la fantasía, los animales pequeños
representaban a los niños. U na casa llena de piojos significa entonces
una casa (la de sus padres) llena de niños. Cuando niño, el paciente
se había visto privado del amor de su madre debido a la cantidad de
hermanos y hermanas que nacieron.· Uno de los determinantes de su
queja inconciente había sido e_l pensamiento: "Mi perversa madre,
que antes fingía quererme tanto, ha llenado toda la casa de niños".
Además, si consideramos que la casa es un símbolo de la madre, po-
demos ver que también está acusando a su padre por haber procreado
los niños. En este ejemplo l~s acusaciones del paciente contra ambos
padres han sido condensadas en una sola acusación dirigida contra
sí mismo.
Desearía destacar aquí que no todas las quejas del melancólico
contra su objeto amoroso son expresadas en esta forma introyectada.
Además de ella, específica de la enfermedad, tiene otros medios de
expresión a su disposición; y también los utiliza en los intervalos
libres. Daré un ejemplo.
Inmediatamente antes de la aparición de su primer depresión
grave, uno de mis pacientes fue dominado por un interés obsesivo
por las prostitutas. Solía emplear muchas horas, durante la noche, ob-
servando a las mujeres por la calle, pero nunca trabó con ellas una
relación más estrecha. El análisis demostró que estaba repitiendo en
forma compulsiva ciertas observaciones que había realizado cuando
niño. Las prostitutas representaban a su madre en un sentido despec-
tivo, a su madre, quien daba a conocer sus deseos sexuales a su padre
por medio de ciertas miradas y gestos. Al compararla con una prosti-
tuta se vengaba por la decepción que ella le había causado. Su re-
proche quería decir: "Sólo eres una mujer sensual, no una madre
afectuosa". Por otra parte, sus ambulaciones nocturnas por las calles
representaban una identificación con las prostitutas (con su madre).
Aquí tenemos una vez más el mecanismo de la introyección.
Otro paciente pintaba a su madre, en sus fantasías, como cruel y
desamorada. En este caso era especialmente .notable la asociación
por el paciente de su complejo de castración con la mujer, es decir,
con la madre. Por ejemplo, en sus fantasías comparaba la vagina con
las fauces de un cocodrilo. Éste era un símbolo nada ambiguo de
castración por medio del mordisco. ·
Si queremos darnos cuenta de toda la fuerza de la hostilidad del
melancólico hacia su madre. y comprender el carácter particular de su
complejo de castración, debemos recordar la teoría de Stlircke de que
PSICOANÁLISIS CÚNICO 353

el retiro del pecho materno es una "castración primaria" 2 49. Como


lo demuestra el análisis de muchos de sus síntomas, el melancólico
desea vengarse de su madre castrándola a su vez, quitándole sea sus
pechos o su pene imaginario. En su imaginación siempre escoge el
mordisco como medio para hacer eso, como ya he mostrado en algu-
nas de las fantasías que presentaron los pacientes. Desearía destacar
una vez más el carácter ambivalente de esas fantasías. Ellas implican,
por una parte, una incorporación total o parcial de la madre, es
decir, un acto de deseo positivo; y por otra, su castración o su muerte,
es decir, un deseo negativo tendiente a su destrucción.
Hasta ahora hemos examinado el proceso de introyección y algu-
nos de sus efectos, y podemos resumir brevemente nuestras conclu-
siones como sigue: Cuando las personas melancólicas sufren una de-
cepción intolerable por parte de su objeto amoroso, tienden a expeler
a ese objeto como si fuera excremento, y a destruirlo. Cumplen luego
el acto de introyectarlo y devorarlo, que es una forma de identifica-
ción narcisista específicamente melancólica. Su anhelo sádico de ven-
ganza satisface ahora atormentando al ego, una actividad que es en
parte placentera. Estamos justificados al suponer que el período de
autotortura dura hasta que el transcurso del tiempo y el gradual apa-
ciguamiento de los deseos sádicos han apartado al objeto amoroso
del peligro de ser destruído. Cuando esto sucede, podría decirse que
el objeto puede salir de su escondite en el ego. El melancólico puede
reponerlo en su lugar en el mundo externo.
Me parece que tiene algún interés psicológico el poder establecer
el hecho de que en su inconciente el melancólico considera a su libe-
ración del objeto, una vez más, como un acto de evacuación. Duran-
te el período en que su depresión comenzaba claramente a disminuir,
uno de mis pacientes tuvo un sueño en el cual expelía con la mayor
sensación de alivio un tapón introducido en su ano 250 . Este acto de
expulsión concluye el proceso de esa arcaica forma del pesar que
debemos considerar que es la melancolía. Podemos decir verdadera-
mente que durante el curso de un ataque de melancolía, el objeto
amado pasa por un proceso de metabolismo psicológico dentro del
paciente.

EL PROTOTIPO INFANTIL DE LA DEPRESIÓN MELANCÓLICA

Un examen del material del que disponemos nos ha conducido a


la hipótesis de que en última instancia, la depresión melancólica se

249 "El complejo de castración" (1921).


250 No nos ocuparemos aquí de la múltiple determinación de este símbolo
-de su .significado pasivo homosexual.
354 KARL ABRAHAM

deriva de experiencias desagradables que el paciente ha tenido en la


infancia. En consecuencia, es natural que nos interesemos particular-
mente por las reacciones emocionales originales del niño ante tales
experiencias traumáticas. Podemos presumir justificadamente que esas
experiencias provocaron sentimientos de un carácter penoso, pero
hasta ahora no hemos· obtenido una idea directa, una imagen vívida~
del real estado de ánimo del niño en ese momento. Debido a circuns-
tancias especiales, como se verá, pude obtener en un caso informa-
ciones muy instructivas acerca de este tema. Después de atravesar un
ataque depresivo, mi paciente había tenido un intervalo libre que
duró algún tiempo. Luego se relacionó con una joven, cuando ciertos
sucesos despertaron nuevamente en él el temor infundado de perder
lo que amaba. En ese momento soñó varias veces con la pérdida de
un diente, un hecho simbólico muy obvio que tipificaba, tanto su
temor de castración, como una pérdida de un objeto (evacuación).
Una noche este sueño fue seguido por otro, que ofrezco aquí:
"Yo estaba en algún lugar con la esposa del Sr. Z. En el curso del
sueño me complicaba de algu1 a manera en un robo de libros. El sueño
fue largo. Recuerdo, mejor q11e su contenido, los sentimientos peno-
sos que lo acompañaban."
El Sr. Z. era un conocido del paciente, y un bebedor crónico.
Hacía desdichada a su esposa, y el día anterior al sueño el paciente
había escuchado otra vez algo sobre el asunto. Su sueño se relacionaba
con su vida de vigilia en ese punto. Robar libros simbolizaba raptar
a su madre, de quien despojaba así a su padre, que la atormentaba.
Pero representaba también castrar a su padre. Tenemos aquí un di-
recto sueño edípico, que sólo nos interesa porque el tema del robo
es un complemento activo del de la pérdida del diente del primer
sueño que tuvo esa misma noche. La importancia del sueño en el
análisis del paciente residía, no tanto en las cosas que sucedían en
él, como en el mencionado sentimiento que lo acompañaba. Pues me
dijo mi paciente que cuando se despertó se le ocurrió que ese senti-
miento le era familiar. Lo había conocido en relación con un sueño
particular que tuvo repetidas veces· a los cinco años de edad. Dijo
que hasta ese momento nunca había pensado en tal sueño en el curso
de su largo análisis. Pero ahora lo recordaba muy claramente, y lo que
notaba especialmente, en él era ese penoso y torturante sentimiento
que también acompañaba a su sueño reciente. Me lo relató como sigue:
"Yo estaba frente 3. la casa de mis padres, donde nací. Vino por
la calle una fila de carros. Por lo general esa calle era muy tranquila,
y estaba desierta. Cada carro tenía adelante dos caballos. El conduc-
tor caminaba al lado de los caballos y los azotaba con su látigo. El
carro tenía lados altos, de modo que no pude ver lo que había aden-
tro. Había algo misterioso en él. Debajo colgaba un hombre, atado
y arrastrado por una soga. Tenía una soga alrededor de su cuello,
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 355

de modo que apenas podía respirar con gran dificultad y a largos


intervalos. La visión de este hombre, que no podía seguir viviendo
ni tampoco morirse, me afectó mucho. Luego vi con horror que dos
carros seguían al primero, y ambos ofrecían el mismo terrible espec-
táculo."
El análisis de este sueño tropezó con resistencias desusadamente
fuertes, y consumió todo nuestro tiempo durante varias semanas. Du-
rante esta parte del trabajo analítico el paciente estaba dominado por
lo que describió como el "torturante" tono emocional del sueño, al
que llamó una vez muy significativamente, "una escena en el In-
fierno".
El análisis del sueño nos, condujo primero a reconocer en el con-
ductor a su padre, de quien siempre había hablado como siendo un
hombre duro y repulsivo. En este nivel superficial el azotar a los ca-
ballos se refería al frecuente castigo corporal que su padre le admi-
nistraba. Según él, el paciente quería en el sueño protestar contra
los golpes aplicados a los caballos, y también contra el modo horri-
ble en que se trataba al hombre atado, pero se sentía demasiado
intimidado. Sus sentimientos de piedad traicionaban el hecho de que
se identificaba con el desdichado hombre. Era evidente que el pa-
ciente estaba representado en el sueño por tres diferentes figuras, por
lo menos: e~ espectador, los caballos y el hombre atado.
En este punto cesó por completo el trabajo de interpretación,
pues un nuevo sueño atrajo nuestra atención en la hora siguiente.
Éste se refería a la joven ya mencionada, a quien llamaremos E. Se
trataba de esto:
"Veía una parte del cuerpo de E. desnudo, sólo la parte media.
Los pechos y los genitales estaban cubiertos. Esa parte del cuerpo
formaba una superficie plana, y no tenla ombligo. Donde éste debía
haber estado, súbitamente creció algo como un órgano masculino. Lo
toqué y le pregunté a E. si era sensible. Entonces comenzó a hincharse
un poco, y yo me asusté y desperté."
En este sueño, cuyo análisis se hizo con algunas interrupciones,
el cuerpo femenino estaba dotado con atributos masculinos, y el pa-
ciente se asustaba al ver erguirse al pene femenino. Otro determi-
nante era el interés del paciente por los pechos (el cuerpo con su
protuberancia que se erguía). Todo el cuerpo femenino era represen-
tado como un pecho. El sentido de este sueño se hizo todavía más
evidente cuando supimos que E. era para el pacit;nte el ideal de la
maternidad. De modo que nos encontramos nuevamente con el inten-
so anhelo del melancólico por el feliz estado en que se encontraba
cuando todavía permanecía junto al pecho de su madre. En este lugar
pasaré por alto otros determinantes del sueño.
Volviendo al sueño de su infancia, el paciente comparó la impre-
sión que le causó esa escena con la visión petrificante de la cabeza
356 KARL ABRAHAU

de la Gorgona 25 1. Tenía en este viejo sueño el mismo sentimiento de


terror que en el sueño reciente cuya interpretación hemos esbozado.
Las asociaciones del paciente nos condujeron a través de una
sucesión de impresiones de la infancia, entre ellas la visión de un
hombre colgado, hasta ciertas observaciones de la vida conyugal de
sus padres, que ya habían aparecido en su análisis. Se hizo evidente
que el conductor que usaba el látig<;> representaba a su padre copu-
lando con su madre ("golpeaba'', en el típico sentido simbólico del
término) . Entonces resultaba que el hombre colgado era un hombre
que estaba en la posición de súcubo y que era aplastado durante el
coito (dificultad en respirar). Era claro que se trataba de una inver-
sión de la posición del hombre realmente observada por el niño.
Durante los días siguientes de análisis, el paciente estuvo a me-
nudo deprimido, como lo estaba en su primer sueño. Sin referirse a
él dijo un día que se sentía como "un niño de cinco años que se ha
perdido", y como si necesitara protección pero no pudiera encontrarla.
Inmediatamente después llamó a su depresión "infernal'', así como de
su primer sueño había dicho que era una "escena en el Infierno". Las
palabras que usaba, sin embargo, no servían meramente para expresar
sus extremos sufrimientos; también se referían a una circunstancia
particular asociada con el comienzo de su último ataque grave de
depresión. Éste empezó inmediatamente después de haber leído un
libro, el "Infierno" de Barbusse, acerca del cual lo único que es
necesario decir aquí es que contiene una descripción de ciertas esce-
nas íntimas presenciadas desde una habitación vecina. Esto propor-
cionó una pista acerca de la situación que en la primera infancia
le provocara tan violentos sentimientos. Un incidente insignificante
que sucedió en ese período mostró hasta qué punto había estado ex-
puesto a la recurrencia de esa impresión de terror infantil. En cierta
ocasión escuchó a sus padres decirse algo suavemente, se sintió atemo-
rizado, y ..automáticamente" se esforzó por expulsar un recuerdo de
"algo terrible". Observó que experimentaba un parecido sentimiento
de repulsión cuando pensaba en el hombre atado del sueño. Durante
los días siguientes el análisis trajo a luz una cantidad de observacio-
nes reprimidas; y sus sentimientos se hicieron menos violentos, espe-
cialmente su horror ante la visión del hombre atado. Al mismo tiempo
comenzó a conseguir un panorama más claro de ese período decisivo
de su infancia. Dijo: "Inclusive cuando niño siempre me estaba lamen-
tando por algo. Siempre fui grave y reservado. En mis fotografías de
pequeño ya parezco pensativo y triste".
Omitiré muchos detalles del análisis del sueño, y añadiré sólo las
observaciones siguientes: volviendo al "hombre colgado", el paciente
dijo un día, "su cabeza estaba atada en alguna parte cercana al om-

251 Cf. el análisis que hizo Freud de este mito en "La organización genital
infantil de la libido" (1923) .
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 357

bligo", queriendo decir al medio del carro. Varias asociaciones hicie-


ron ahora evidente que en su inconciente tenía una teoría sexual
infantil de que el imaginario pene de la mujer se ocultaba en su
ombligo. Y ahora podemos volver al análisis del sueño sobre un cuer-
po femenino sin ombligo, en cuyo lugar se erguía un pene. El motivo
principal del primer sueño era el siguiente deseo: "Mi madre le va a
devolver a mi padre lo que él le ha hecho (al copular con ella) y lo
que me hizo a mí (al pegarme) . Se va a arrojar encima suyo, como
él hizo con ella, y utilizará su pene escondido para estrangularlo
cuando él esté debajo de ella".
Durante los días siguientes, el paciente se encontró con un pa-
riente que por ciertas razones tenía el significado de su padre. Repen-
tinamente se sorprendió teniendo la fantasía de empujar a este hombre
a algún umbral oscuro y estrangularlo con sus manos. Esto represen-
taba claramente al acto edípico, y era al mismo tiempo una alus~ón
al tema de la asfixia del sueño. Vale la pena añadir que en su ataque
depresivo más reciente, el paciente había hecho serios preparativos
para ahorcarse con una soga.
El precedente extracto del análisis de un sueño nos ha permitido
reconstruir una imagen vívida del estado de ánimo del paciente a la
edad temprana de cinco años. Me inclinaría a hablar de una "para-
timia primaria" derivada del complejo de Edipo del niño. Vemos con
impresionante claridad cuánto deseó éste ganar a su madre como
aliada en la lucha contra su padre, y su decepción al verse rechazado,
unida a las violentas emociones que experimentó cuando observó lo
que sucedía en el dormitorio de los padres. Alimentó terribles planes
de venganza, y sin embargo la ambivalencia de sus sentimientos le
impidió ponerlos en práctica. Incapaz tanto de un amor completo
como de un• odio sin concesiones, sucumbió a un sentimiento de deses-
peranza. En los años que siguieron, hizo repetidos intentos de con-
seguir un amor objetivo exitoso; y cada fracaso en esto trajo consigo
un estado de ánimo que era la réplica exacta de su paratimia prima¡.
ria. Es a este estado de ánimo a lo que llamamos melancolía.
Un ejemplo mostrará cuán dispuesto está el melancólico, inclu-
sive durante sus intervalos libres, a sentirse decepcionado, traiciona-
do, o abandonado por su objeto amoroso. Un paciente que se casó
bastante tiempo después de un ataque depresivo, preveía sin causa
alguna la infidelidad de su esposa, como si fuera algo ~vidente. Cierta
vez, cuando ella hablaba con un hombre, algo más j.oven que él, que
vivía en el mismo edificio, su primera as6ciación fue: "Mi esposa
tendrá un enredo con él y me traicionará". El análisis demostró que
su madre le había sido "infiel", y había transferido sus "favores" a
su hermano menor, esto es, que lo había amamantado. Este hermano
ocupaba para él la posición del padre en el complejo de Edipo. En
cada síntoma de sus distintos períodos depresivos, repetía fielmente
358 KARL ABRAHAM

esos sentimientos de odio, rabia y resignación, de estar abandonado


y sin esperanza, que habían caracterizado la paratimia primaria de su
temprana infancia.

VI
MAN.ÍA

Hasta ahora nos hemos ocupado de la fase melancólica de las


afecciones cíclicas, y hemos descuidado la fase maníaca. Esto se debe
en parte a la naturaleza del material del que he dispuesto para la
observación; y en parte al hecho de que el psicoanálisis nos ha per-
mitido comprender los procesos psíquicos de la melancolía sin necesi-
dad de un conocimiento mayor de los de la manía, mientras que esta
última fase seguiría siendo un misterio para nosotros si no poseyé-
ramos ya la clave para ella gracias a nuestro conocimiento de la de-
presiórl. Es por estas razones, sin duda, que Freud, al investigar esta
enfermedad, penetró mucho más profundamente en la naturaleza de
los estados depresivos que en la de los maníacos. Desearía decir de
inmediato que sólo puedo agregar muy poca cosa, y en pocos aspectos,
al conocimiento obtenido por ,Freud acerca de este tema.
En la psiquiatría clínica, siempre se ha comparado al estado ma-
níaco con un estado de intoxicación en el que son eliminadas todas
las inhibiciones existentes. Freud, en una de sus publicaciones más
recientes 252, ha propuesto una teoría respecto a aquél, que en todo
caso hace más comprensible su relación con la depresión melancólica.
Sabemos que uno de los principales aspectos en el que difieren ambas
condiciones es la relación del individuo con su superego. Según la
teoría de Freud, el niño forma su superego introyectando en el ego
los objetos de su libido, del cual pasan a ser parte en adelante. El
superego asume las funciones de criticar el comportamiento del ego,
las que constituyen al individuo en un s~r social. De esas funciones, la
denominada conciencia nos interesa más en este momento. Por medio
de ella, el superego instruye al ego sobre lo que debe y lo que no
debe hacer, del mismo modo que solían hacerlo anteriormente las per-
sonas que ejercían autoridad sobre él.
En la melancolía vemos que el superego ·ejerce su función de crí-
tica con excesiva severidad. En la manía, por otro lado, vemos que
ya no hace las duras críticas al ego. Por el contrario, el individuo tie-_
ne una sensación de importancia y poder, en lugar de esos sentimien-
tos e ilusiones de inferioridad que caracterizaban su estado depresivo.
Uno de mis pacientes creía durante los estados de depresión que
estaba completamente desprovisto de toda capacidad intelectual, y
que ni siquiera podía efectuar la más sencilla acción práctica; pero

252 "Psicología de grupo" (1921).


PSICOANÁLISIS CÚNICO 359

cuando aparecía una fase reactiva de hipomanía, se convertía de re-


pente en un gran inventor, según su propia opinión. Vemos que el
paciente maníaco ha arrojado el yugo de su superego, que ya no asu-
me una actitud crítica respecto al ego, sino que se funde con él. La
diferencia entre ego y superego ha desaparecido. Por esta razón Freud
adoptó la hipótesis de que en la condición maníaca el paciente está
celebrando un triunfo sobre el objeto que en otro tiempo amó, y que
luego abandonó e introyectó. La "sombra del objeto" que había caído
sobre el ego ha pasado. Puede respirar libremente una vez más, y se
entrega a esa sensación de libertad recuperada con una especie de
frenesí. Recordemos nuestra anterior observación de que el tipo de pa-
ciente cíclico tiene hacia su ego una actitud muy ambivalente. Y po-
demos agregar al enunciado de Freud que la retirada del superego_
permite al narcisismo entrar en una fase positiva y placentera.
Ahora que el ego ya no es más consumido por el objeto intro-
yectado, el individuo vuelve su libido hacia el mundo exterior con
un exceso de ansiedad. Este cambio de actitud da origen a muchos
síntomas, todos ellos basados en un incremento de los deseos orales.
Uno de mis pacientes la denominó una vez "manía de engullir". Este
apetito no se limita a la ingestión de alimento. El paciente "devora"
todo lo que se cruza en su camino. Todos estamos familiarizados con
la fuerza de los deseos eróticos · del paciente maníaco. Pero muestra
la misma voracidad para asir las nuevas impresiones, de las que se
había apartado en su estado melancólico. Mientras que en el estado
depresivo se sentía desposeído y segregado del mundo de los objetos
externos, en su fase maníaca se diría que proclama su poder de asimi-
lar todos los objetos. Pero es característico que este acto placentero
de ingerir nuevas impresiones sea acompañado por el acto igualmente
placentero de expelerlas casi tan pronto como han sido recibidas.
Todo el que haya escuchado las asociaciones de un paciente maníaco
reconocerá que su fuga de ideas, expresada en un torrente de pala-
bras, representa un veloz y agitado proceso de recibir y expeler nuevas
impresiones. En la melancolía vemos que hubo algún particular objeto
introyectado al que se trató como una porción de alimento que ha
-sido incorporada, y de la que eventualmente hay que desembarazarse.
En la manía, todos los objetos son considerados como elementos que
deben pasar rápidamente por el "metabolismo psicosexual" del pa-
ciente. Y no es difícil comprobar por las asociaciones del paciente roa·
níaco, que él identifica sus pensamientos expresados con los excre-
mentos.
Freud ha señalado y discutido la relación psicológica de la melan-
colía con el pesar normal; pero no encontró nada en la mente normal
que sea análogo a la conversión de la melancolía en manía. Creo que
ahora estamos en condiciones de indicar tal analogía. Es algo que se
observa en el pesar normal, y que tiene, sospecho, una aplicación
general, aunque por el momento no puedo asegurarlo. Descubrimos,
360 KARL ABRAHAM

a saber, que cuando una persona apesadumbrada ha separado gra-.


dualmente su libido del objeto muerto por medio de la "elaboración
del pesar", toma conciencia de un incremento de sus deseos sexuales.
Lo manifiesta en una forma sublimada también, como ser, mostrando
un mayor espíritu de empresa, ampliando el círculo de sus intereses
intelectuales, etc. Tal aumento del deseo Iibidinal después de la pér-
dida de un objeto aparece luego de un tiempo, que varía según el
cui-so que sigue la "elaboración del pesar" en cada caso.
En el Congreso Psicoanalítico de 1922, donde presenté esta teoría,
Ró~eim leyó también su trabajo 2 53 sobre las primitivas ceremonias
de duelo, en el que demostró concluyfntemente que en el hombre
primitivo el período de duelo es seguido por un estallido de la libido,
al que se pone fin con el asesinato e ingestión simbólica de la persona
muerta, ejecutados esta vez con placer evidente y no disimulado; ter-
mina, en otras palabras, con una repetición del acto edípico. Ahora
bien, la fase maníaca que sigue al pesar patológico (melancolía) con-
tiene el mismo impulso a incorporar y expeler el objeto amoroso, del
mismo modo señalado por Róheim en los primitivos ritos de duelo.
De modo que el incremento de las actividades libidinales que aparece
al final del pesar no·:mal, tal como ha sido descrito, se muestra como
una débil réplica de las costun1bres arcaicas del duelo.
Tuve un paciente en quien ciertos acontecimientos indujeron un
estado paratímico cuando ya estaba bastante adelantado en su análi-
sis. Transcurrió con menor gravedad que sus anteriores ataques de
depresión, y se parecía en algunos de sus rasgos a un .estado obsesi-
vo 254. Fue seguido por una ligera desviación en la dirección de la
manía. Pasó luego de unos pocos días, y entonces el paciente me dijo
que durante ese corto período había experimentado el deseo de incu-
rrir en alguna forma de exceso. Expresó: "Tuve la sensación de que
debía comer una gran cantidad de carne, de que debía ponerme a
comer hasta estar completamente abito". Había pensado en esto como
en una entrega a algún tipo de intoxicación u orgía.
En este caso era muy evidente que el estado anímico del paciente
no era otra cosa que una orgía de carácter canibalístico. Sus ya cíta-
das palabras son una evidencia convincente de la corrección de la
teoría de Freud de que en la manía el ego celebra el festival de su
liberación. Esa celebración toma en la fantasía la forma de un desen-
frenado exceso en la ingestión de carne, sobre cuyo significado cani-
balístico se ha dicho Jo suficiente, creo, como para no dejar la me-
nor duda.
Como la melancolía, la paratimia maníaca reactiva requiere cierto
tiempo para su elaboración. Gradualmente disminuyen las exigencias

253 "Nach dem Tode des Urvaters" (1923).


254 La sección siguiente contiene una o dos observaciones más sobre este
tipo de modificación de los síntomas.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 361
narc1s1stas del ego, y son liberadas, pudiendo ser transferidas a los
objetos externos, mayores cantidades de libido. Así, después de haber_
pasado las dos fases de la enfermedad, la libido puede conseguir una
relación relativamente real con sus objetos. Ya se ha demostrado ple-
namente, en el capítulo sobre la fijación de la libido en la fase anal-
sádica, que esta relación sigue siendo incompleta.
En esta fase, debemos considerar un punto que ya ha_ sido tra-
tado en relación con la melancolía. Freud esbozó un paralelo muy
instructivo entre la manía y la celebración de un festival por el ego;
y asoció ese festival con la fiesta totémica de los pueblos primitivos,
esto es, con el "crimen primario" ·del hombre, que consistió en matar
y devorar al padre primitivo. Lo que debo indicar aquí es que las
fantasías criminales del paciente maníaco se dirigen en su mayor
parte contra su madre. Una ilustración notable de esto la proporcionó
uno de mis pacientes, que durante su excitación maníaca tenía la
idea delirante de que era el emperador Nerón. Luego explicaba tal
cosa por el hecho de que Nerón había matado a su propia madre,
y tuvo también la idea de incendiar la ciudad de Roma (en cuanto
símbolo materno) . Permítaseme agregar que las emociones dirigidas
contra la madre son de índole secundaria; en primera instancia fue-
ron dirigidas contra el padre, como se hizo evidente en el curso del
análisis al que nos referimos anteriormente.
Por lo tanto, podemos ahora comprender en alguna medida el
estado reactivo de exaltación que sigue a la melancolía, como una
emancipación placentera del individuo de la relación penosa que ha-
bía mantenido hasta ese momento con, su objeto amoroso introyectado.
Pero sabemos que puede producirse un ataque de manía sin haber
sido precedido por una melancolía. Sin embargo, si recordamos lo
que se ha dicho en el capítulo anterior, podremos explicar este hecho.
En ese capítulo demostramos que ciertos traumas psíquicos definidos
de la infancia del paciente indujeron en él un estado de ánimo que
denominamos "paratimia primaria". En la manía "pura", que fre-
cuentemente ocurre con periodicidad, me parece que el paciente no
se está liberando de esa paratimia primaria, sin haber tenido ningún
ataque de melancolía en el sentido clínico. Pero la carencia de datos.
adecuados me impide hacer enunciados definidos a este respecto.
Este trabajo tomó como punto de partida una comparación de
la melancolía con las neurosis obsesivas. Volviendo a esa comparación,
podemos ahora explicar las diferencias en el curso que siguen ambas
enfermedades, y decir que los estados maníaco-depresivos, que apare-
cen en una forma aguda, son intermitentes y propensos a recaídas,
representan una expulsión del objeto amoroso reiterada a ciertos in-
tervalos de tiempo; mientras que los estados obsesivos, que tienen un
carácter más crónico y permiten remisiones, corresponden a una ten·
dencia dominante a conservar la posesión del objeto.
Si seguimos las líneas de pensamiento de Freud y Róheim, pode·
362 KARL ABRAHAM

mos decir que cada una de ambas enfermedades representa una actitud
diferente del individuo hacia el crimen primario, que en realidad no
ha cometido. En la melancolía y la manía ejecuta ese crimen, de
tiempo en tiempo, en un plano psicológico, así como los pueblos pri-
mitivos lo hacen de una manera ceremonial en sus fiestas totémicas.
En la neurosis obsesiva, se libra una constante lucha contra la ten-
dencia a cometerlo. _La ansiedad morbosa testimonia por un lado el
impulso a incurrir en ese delito, y por otro, la todavía más poderosa
ínhibición de esos impulsos criminales.
Lo que se ha dicho no constituye una respuesta completa a los
·problemas de la manía y la melancolía. El material empírico del psi-
'Coanálisis no es todavía suficiente para permitirnos encontrar tal res-
·puesta. Pero desearía recordar al lector que este trabajo no se ocupa
ren primer lugar de los aspectos psicológicos de esos dos trastornos
·mentales. Su fin principal es mostrar que ciertas cosas que descubri-
mos en los pacientes maníaco-depresivos tienen su lugar en la teoría
sexual del psicoanálisis. Pero no quisiera cerrar esta sección sin reco-
nocer una vez más que el problema de la elección de la neurosis
en las perturbaciones cíclicas espera todavía su solución final.

VII

LA TERAPÉUTICA PSICOANALÍTICA DE LOS ESTADOS


MANÍACO-DEPRESIVOS

Después de lo que se ha dicho en la sección precedente, no es


difícil percibir cuál debería ser idealmente el fin del tratamiento de
la melancolía. Sería eliminar los impulsos libidinales regresivos del
individuo y promover una progresión de su libido hasta llegar a la
etapa de la organización genital y del completo amor objetivo ("object-
love" = amor al objeto). El problema reside en saber si el psicoanáli-
sis puede de alguna manera acercarse a ese fin. En esta sección trataré
de responder a esa cuestión, fundando mis opiniones exclusivamente
en los hechos reunidos hasta ahora. Pues sería tan desaconsejable in-
clinarse a un optimismo prematuro respecto al psicoanálisis, como
adoptar la actitud tradicional de nihilismo que manifiesta la psiquia-
tría clínica. Ya en 1911 señalé que en ciertas etapas de· la enferme-
dad, el melancólico es capaz de establecer un grado de transferencia
suficiente para justificar nuestros intentos de tratarlo; esto sucede
especialmente en los intervalos libres. Y por consejo de Freud he co-
menzado recientemente a analizar melancólicos en el momento en
que estaban saliendo de un estado depresivo y entrando en un inter-
valo libre. No necesito agregar que en esas circunstancias no atri-
buiría al tratamiento que ha comenzado a recibir ninguna mejoría
continua por parte del paciente. Una mejoría de esta clase se produ-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 363

eirá por sí misma, pero no permitirá al paciente llegar a ese amor


objetivo completo que es la piedra de. toque de la verdadera salud
mental. Además, en mi opinión, esto no es lo que se propone funda·
mentalmente el tratamiento psicoanalítico. Su fin real ya ha sido
brevemente esbozado. En primer lugar, debe hacer por el paciente
algo más que eliminar sus síntomas, debe salvaguardarlo de un retor·
no de la enfermedad. Si se cumple este primer requisito veremos que
se producen en su vida mental muchos cambios que no se produjeron
espontáneamente durante el intervalo libre. Aquí tenemos, por lo
tanto, un criterio objetivo para estimar el éxito del tratamiento. Pero
en lo que respecta al segundo requisito, serán necesarios el transcurso
de un largo período de tiempo y un observación continua y cuidado·
sa antes de que podamos decir si se ha evitado el peligro de una
reaparición de la enfermedad.
Ninguno de los psicoanálisis de casos melancólicos que he em·
prendido recientemente está completamente terminado, de modo que
no es posible hacer profecías acerca de la duración de los efectoS' del
tratamiento analítico. Todo lo que puedo hacer en este lugar es regis·
trar los cambios que indudablemente ha ocasionado. Son éstos:
l. La capacidad para la transfereilcia del paciente aumenta a
veces visiblemente después de realizar alguna tarea psicoanalítica. En
el caso del paciente cuyo sueño infantil hemos comentado 2 55, toda
su actitud hacia el analista cambió bajo la influencia de esta parte
del análisis. Y como sabemos, no pueden realizarse cambios impor·
tantes en el paciente hasta que él consiga establecer una t~ansferencia
sobre su analista.
2. La actitud narcisista y negativa del paciente hacia ciertas per·
sonas o hacia todo su medio ambiente, y su alto grado de irritabili·
dad, disminuyeron de un modo que nunca se había presentado en el
intervalo libre.
3. En un caso se modificó grandemente la actitud del paciente
hacia el sexo femenino. Su interés obsesivo por las prostitutas desapa·
reció, y gradualmente se fue haciendo capaz de dirigir su libido hacia
una persona particular, de una manera normal. Éste fue el primer
intento del paciente en tal sentido que tuvo éxito, después de muchos
fracasos.
4. El mismo paciente solía machacar sobre el tema de su infe·
rioridad, de una manera torturante, inclusive durante el intervalo
libre. Pero después de haber conseguido analizar en buena parte su
proceso de introyección, me' dijo de pronto que se sentía muy aliviado.
Ya no se miraba como a una "monstruosidad", según sus palabras.
Y este nuevo modo de ver, que apareció hace unos nueve meses, se
ha mantenido hasta el presente.

255 Ct Ja sección V.
364 KARL ABRAHAM

5. El criterio más importante me parece ser la formación de


síntomas transitorios. Como ya se ha dicho, a menudo los pacientes
exhiben moderadas paratimias en su intervalo libre, las cuales, aun
siendo leves, tienen los rasgos esenciales de la melancolía y la manía.
Sucedió que dos de mis pacientes, a ambos de los cuales había estado
tratando por más de un año y medio, s~ vieron expuestos a una serie
de "shocks" emotivos debido a acontecimientos externos. Antes de su
análisis, y al comienzo de él, habían reaccionado invariablemente ante
perturbaciones de esta clase con marcados síntomas melancólicos.
Pero entonces observé que los nuevos síntomas que presentaron Jos
pacientes en esas ocasiones, eran de un carácter diferente. Y la regu-
laridad con que esto sucedió descartaba la posibilidad de que se de-
·biera al azar. En tales ocasiones algo parecía urgir al paciente hacia
un renovado ataque de depresión. Si, por ejemplo, se veía obligado
a tomar una decisión importante respecto a su vida práctica, mostra-
ría la inclinación a refugiarse nuevamente en su enfermedad. Pero
no efectuaba realmente el primer y esencial paso hacia la melancolía;
no abandonaba su objeto. Formaba, sí, un nuevo síntoma, pero se
trataba de uno obsesivo, o una fobia, o una conversión histérica. No
pude evitar la impresión de que el paciente ya no presentaba una
genuina depresión melancólica. El que una psiconeurosis ascienda
desde un nivel melancólico a uno histérico, me parece un logro sig-
nificativo y notable. Y el hecho de que el amor objetivo del paciente
se hubiera mostrado más resistente que antes frente a las influencias
externas es indudablemente de la mayor importancia práctica 256 .
Paso por alto muchos de los progresos menores que observé en
mis pacientes porque no me parecen tener gran importancia teórica~
No obstante, desearía señalar una vez más que los que traté eran
casos especialmente graves, que habían sufrido varias recaídas. Obtuve
la clara impresión de que pacientes más jóvenes, que no hubieran
tenido muchos ataques, y que en consecuencia, no se hubieran apar-
tado tanto del mundo real, hubieran resporidido, probablemente, con
mucha mayor rapidez y efectividad al tratamiento. Más adelante diré
algunas otras cosas sobre los casos que traté.
Dado que yo mismo no poseo suficiente experiencia para emitir
un juicio acerca de los efectos duraderos de la terapéutica analítica
en los casos de melancolía, me alegra poder citar una opinión auto-
rizada. En una comunicación privada, el Prof. Freud me dijo que
tuvo dos casos de este tipo en los cuales la curación fue permanente.
U no de ellos no ha sufrido recaídas en los últimos diez años.
No puedo dejar el problema de los resultados terapéuticos sin·
traer a colación el valor subjetivo que tiene el tratamiento psicoana-

256 En la segunda parte de este trabajo, que se ocupa del desarrollo del amor
objetivo, trato la cuestión más detalladamente, y proporciono ejemplos de casos.
reales.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 365

lítico, en especial para los pacientes depresivos. El alivio mental que


les proporciona es a menudo sorprendente, y los mismos pacientes lo
destacan. No debfmos olvidar que es precisamente esta clase de per-
sonas la más inaccesible a toda influencia externa. Por consiguiente,
me parece que, aun manteniendo la debida reserva en la evaluación
de los resultados terapéuticos en este campo, no podemos negar que el
psicoanálisis ejerce un efecto sobre los pacientes que padecen tras·
tornos cíclicos. No creo que haya peligro de sobreestimat la amplitud
de nuestros resultados. Pues el mismo método psicoanalítico, que nos
descubre en toda su fuerza las resistencias de los pacientes, y que en
cada caso individual nos obliga a conducir un fatigoso y difícil pro-
cedimiento técnicó de muchos· meses de duración, ofrece la mejor
garantía contra el riesgo de alentar esperanzas excesivas en cuanto al
éxito de nuestros esfuerzos terapéuticos.

PARTE II

ORfGENES Y DESARROLLO DEL AMOR OBJETIVO

EN LA PRIMERA parte de este estudio he intentado arrojar alguna


luz sobre la psicología de ciertos estados mentales patológicos, y con-
tribuir a nuestro conocimiento de la vida sexual del individuo. Pero
al hacer tal cosa me limité a la teoría de las etapas pregenitales de
la libido. Esa parte de la teoría sexual se ocupa de las transforma-
ciones que sufre el individuo en lo que atañe a su meta sexual, du-
rante el curso de su desarrollo psicosexual. Desde la clásica obra de
Freud sobre este tema 2 5 1, estamos acostumbrados a distinguir los
fines sexuales del individuo de aquellos procesos que se refieren a sus
relaciones con su objeto sexual. Lo que hemos dicho hasta ahora
acerca de la ontogénesis del amor objetivo no abarca suficiente-
mente toda la amplitud de los hechos. Esto sucede especialmente res-
pecto a esos estados patológicos que, de acuerdo con Freud, agrupa-
mos bajo el nombre de "neurosis narcisistas". Al analizarlos encontra-
mos cierto número de fenómenos psicosexuales de los que nuestra
teoría debe dar cuenta. Es lo que me propongo intentar en la sección
siguiente.
Al indagar así independientemente el desarrollo d~ la relación del
individuo con su objeto amoroso, no descuidaremos las múltiples y
estrechas relaciones psicológicas que existen entre aquél y el tema de
nuestras investigaciones anteriores. Por el contrario, esas conexiones
se harán mucho más evidentes ahora que antes. Y así como en la
sección anterior fuimos llevados a discutir con alguna extensión cier-
tAS aspectos importantes de las relaciones con el objeto, como por

257 "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie" (1905).


366 KARL ABRAHAM

ejemplo la ambivalencia de Ja vida instintiva del hombre, tampoco


ahora puede pensarse en tratar temas particulares como problemas ais-
lados. Y en verdad podremos ver más fácilmente en qué aspectos re·
quiere una ampliación la historia del desarrollo del amor objetivo,
si comenzamos por ofrecer un corto resumen de la teoría de las eta-
pas de la organización libidinal.
Hemos reconocido la presencia de dos tendencias placenteras di-
ferentes en la fase anal-sádica: una más primitiva, de expeler al objeto
(evacuación) y destruirlo, y otra posterior, de retenerlo y controlarlo.
Así nos hemos visto conducidos, sobre bases empíricas, a pensar que
hay una diferenciación dentro de la fase anal-sádica, que anterior-
mente habíamos supuesto homogénea. Hemos llegado a la conclusión
de que el paciente melancólico regresa al nivel inferior de esa fase,
pero no se detiene allí. Su libido tiende hacia una fase todavía ante-
rior, la fase canibalística, en la cual su fin instintivo consiste en in-
corporar al objeto. En su inconciente, identifica al objeto amoroso
que ha perdido y abandonado con el producto más importante de su
evacuación corporal -con sus excrementos- y lo reincorpora dentro
de su ego por medio del proceso que hemos llamado introyección.
Pero ni siquiera regresando tan lejos puede escapar al conflicto de sus
sentimientos ambivalentes. Por el contrario, la fu·erza de éste aumen-
ta, hasta que comienza a suscitarse en él la tendencia a regresar a una
etapa aún más primitiva del desarrollo libidinal, cuyo fin sexual es
la succión. A esta etapa la hemos considerado preambivalente. De modo
que nos vimos obligados a reconocer dos niveles en la fase oral, así
como en la anal. Finalmente, hemos podido observar una diferencia-
ción similar dentro de Ja última fase, Ja genital. Y sólo pudimos con·
siderar libre de ambivalencia, o posttlmbivalente, al más reciente de
esos dos niveles.
Al suponer que cada una de las tres fases principales del desarro-
llo de la libido está diferenciada en dos etapas, hemos podido, por
lo menos hasta ahora, dar cuenta satisfactoriamente de los hechos
observados respecto a los cambios que sufre el individuo en cuanto a
su fin sexual. Y también hemos podido descubrir una vinculación
genética más definida entre ciertas clases de enfermedad y ciertos
niveles de la libido, de Jo que había sido posible hasta ahora. Pero
no intentaremos ocultar las muy considerables lagunas que existen
todavía en nuestro conocimiento del tema. Por ejemplo, hasta ahora
no hemos conseguido descubrir una relación de ese tipo para los esta-
dos paranoicos. Más adelante volveré sobre este punto.
Mucho menos se sabe hasta ahora del desarrollo del amor obje-
tivo. Así como hemos distinguido tres fases en la evolución de la libi-
do, hemos reconocido tres fases en la relación del individuo con su
objeto. Y una vez más, es a Freud a quien debemos los primeros des~
cubrimientos de importancia al respecto. Dividió el desarrollo de. esa
relación en una fase autoerótica, correspondiente a la primera infan-
PSICOANÁLISIS CÚNICO 367

cia, en la cual el individuo no tiene objeto, una fase narc1s1sta en


que él mismo es su propio objeto amoroso, y una fase en la que, hay.
un amor objetivo en el sentido verdadero de la palabra. En la si-
guiente exposición trataré de mostrar hasta dónde podemos agregar·
nuevos conocimientos a esta parte de la teoría sexual.
Las nuevas contribuciones que espero poder hacer derivan de·
un campo particular de la práctica psicoanalítica, a saber, del estuüio·
de las "neurosis narcisistas" y de ciertas neurosis que pertenecen a.
esos niveles del amor objetivo que están estrechamente relacionados.
con las neurosis narcisistas en algunos aspectos.
Los casos maníaco-depresivos cuyo análisis constituyó el funda ..
mento de la primera parte de este estudio nos serán valiosos también
para resolver nuestro presente problema. En la época en que estaba
analizando a esos casos, tenía también en tratamiento a dos pacientes.
mujeres sobre cuya condición neurótica quisiera .dar un breve infor-.
me en estas páginas. El cuadro clínico que presentaban era muy dife--
rente de la melancolía, pero pronto se verá la razón por la cual las
puse al lado de esta última.
La primera de estas pacientes, a quien llamaré X, presentaba un
cuadro clínico muy complicado, del cual reproduciré solamente los-
rasgos más notables. El primero de éstos era una marcada pseudologia
phantastica que databa de su sexto año de vida. Además, tenía serios..
impulsos de cleptomanía derivados también de aquella época. Y final•
mente, sufría ataques de desesperación que podían ser ocasionados por·
la cosa más insignificante, y que se expresaban en raptos de llanto.
que duraban muchas horas. Este llanto compulsivo tenía dos deter-.
mi nantes principales. Derivaba, en primer lugar, de su complejo de
castración, y representaba la pérdida de su masculinidad con todo lo.
que ella implicaba, como la envidia de su hermano menor, más favo-
recido, etc. Durante la menstruación, que solía excitar de un modo
típico su complejo de castración, apenas dejaba de llorar 2 5 s _ El- se-
gundo determinante estaba vinculado con su relación con su padre,
cuya pérdida lamentaba, no en un sentido real como si hubiera
muerto, sino en un sentido psicológico. Fue en conexión con esta
pérdida psicológica que aparecieron los primeros síntomas de su neu-.
rosis. Cuando niña había desarrollado un afecto transferencia! hacia
su padre, especialmente fuerte, pero como lo mostró su análisis.
había sufrido un súbito rechazo en la primera mitad _de su sexto año.
En ese período convalecía de una enfermedad y compartía el dormi-
torio de sus padres. Allí tuvo oportunida~ de presenciar el acto sexual
entre ellos, y de observar el cuerpo del padre. Esto fomentó conside-
rablemente sus tendencias escopofílicas, hasta que fueron sometidas.
por una intensa represión. Quisiera mencionar una consecuencia espe-

258 Mencionaremos de paso que este copioso flujo de lágrimas representaba


a su deseo inconciente de orinar como un hombre.
368 KARL ABRAHAM

cial de esas experiencias, además de las que son familiares para los
analistas. Ella se quejaba de haber perdido todo contacto mental con
su padre, y de ser incapaz inclusive de formarse una imagen mental
de él. No tenía conciencia de sentimientos afectuosos o sensuales ha-
cia él. Pero a partir de una cantidad de ele1nentos neuróticos que
ella presentaba, pudimos inferir un interés especialmente compulsivo
por una parte del cuerpo de aquél, a saber, el pene. Había dejado de
existir para ella como persona completa; sólo había quedado una par-
te de él, y ésta constituía el objeto de su compulsión a mirar 259 •
Aparte de esto, ella se identificaba inconcientemente ora con él, ora con
sus genitales, que lo represen_taban para ella. Sus impulsos cleptoma-
níacos derivaban en gran medida de su tendencia activa de castración
dirigida contra su padre. El fin inconciente de sus robos era despo-
jarle de la envidiada posesión para apropiársela o para identificarse
con ella. Se hizo evidente de muchas maneras que esos robos estaban
vinculados con la persona de su padre. Por ejemplo, en cierta ocasión
sustrajo de la habitación de éste un tubo de enemas y lo utilizó, como
sustituto de su miembro masculino, con fines anal-eróticos. Solía "cas-
trarlo" de otros modos, sacando dinero ("VermOgen" 26 º) de su carte-
ra, y robándole sus lapiceras, lápices, y otros símbolos masculinos, como
es común en los casos de cleptomanía.
El complejo de castración de la paciente también demostró ser
un motivo importante de su pseudologia. Así como sus impulsos
cleptomaníacos expresaban la idea: "Tomo por la fuerza o por frau-
de lo que se me ha retirado o quitado", podemos formular uno de
los principales determinantes de sus mentiras de esta manera: "Poseo
realmente esa deseada parte del cuerpo. de modo que soy igual a mi
padre". Es de particular interés la información proporcionada por la
paciente de que esos hechos imaginarios le ocasionaban una fuerte
excitación sexual y una sensación como si algo estuviera emergiendo
y abultándose desde su abdomen. Esta sensación se vinculaba con un
sentimiento de fuerza física y actividad; y del mismo modo el acto
de mentir la hacía sentirse mentalmente poderosa y superior a los
demás.
Su relación con su padre, tal como fue esquemáticamente descri-
ta, concordaba con su actitud hacia el resto de su contorno. No tenía
ningún contacto mental real con nadie. Decir mentiras había sido
durante muchos años su única relación mental con el mundo externo.
Como hemos dicho, ella llegó a esta posición, tan alejada de un
amor objetivo normal y completo, a través de una regresión. No obs-
tante mantenía algún tipo de relación con sus objetos, y se aferraba

259 Esto tomó la forma de la observación, por encima de la ropa, de la apa-


riencia bosquejada de los genitales.
200 ("VennOgen ", "medios", es también utilizado en el sentido de "capa-
ndad", y pasa a representar así "potencia sexual") .
PSICOANÁLISIS CÚNICO 369

a ellos con la máxima tenacidad. El ulterior análisis de su cleptoma-


nía, junto con el análisis de uno o dos casos má's, arrojó luz sobre la
naturaleza de su peculiar e incompleta forma. de amor objetivo. Sus
sueños diurnos contenían imágenes recurrentes de castración mediante
mordiscos. El fin de sus fantasías no era el de incorporar a su obje-
to amoroso en su totalidad, sino morder y engullir una parte de él
y luego identificarse con ésta. Tal incorporación parcial del objeto
parece producirse también en otros casos de cleptomanía. Daré otro
ejemplo.
Una paciente a quien llamaré Y sufría una grave neurosis, cuyo
síntoma más severo era un vómito histérico. Además, exhibía muy
fuertes tendencias cleptomaníacas, que también en su caso demostra~
ron estar determinadas por su complejo de castración. Su hábito de
robar se había desarrollado a partir de una incorregible inclinación
que tuvo en la infancia a tirar de todas las cosas con sus manos, espe-
cialmente de las flores y el cabello. Pero este impulso era en sí mismo
una modificación de un deseo de morder todo lo que "sobresaliera".
Inclusive cuando grande solía tener fantasías de esta especie. Tan
pronto como conocía a un hombre tenía la idea compulsiva de
morderle el pene. Sus vómitos neuróticos estaban estrechamente rela-
cionados con estos impulsos oral-sádicos. También en su caso el padre
había perdido todo valor como persona. Su interés libidinal se cen-
traba exclusivamente en su pene. Y cuando aquél murió, fue incapaz
de sentir pena alguna. Pero tuvo una vívida fantasía de robarle su
pene mordiéndoselo, y de guardarlo luego. En sus sueños diurnos solía
tener muchas fantasías de copular con un pene "sin ningún hombre
correspondiente a él".
Otra semejanza entre estas dos pacientes era que en amb~s casos
la m'ldre era representada también por sólo una parte de su cuerpo,
a saber, sus pechos. Evidentemente, éstos fueron identificados, en la
mente infantil, con el supuesto pene de la mujer. También se la repre-
sentaba por sus nalgas, que a su vez representaban los pechos. La
relación de esta imagen con el erotismo oral (placer de morder) fue
más que evidente, y pudo apoyarse en mu.chas ejemplos, uno de los
cuales citaré. Cierta vez, X soñó lo siguiente: "Estaba comiendo un
pedazo de carne, desgarrándolo con mis dientes. Finalmente lo tra-
gué. Súbitamente noté que el pedazo de carne era la parte posterior
de un saco de piel perteneciente a la Sra. N.".
No es difícil entender esa "parte posterior" como un desplaza-
miento de adelante hacia atrás. Del mismo modo podemos compren-
der el frecuente uso simbólico de las pieles para aludir a los genitales
femeninos. El apellido de la Sra. N. era el nombre de un animal, y
de uno que a menudo simbolizaba a la madre en los sueños de la
paciente.
El "desplazamiento hacia atrás" era un proceso que se presentaba
continuamente en las imágenes mentales de ambas pacientes. Las dos
370 KARL ABRAHAM

sentían disgusto por su madre, y en sus fantasías y en ciertos sínto-


mas la comparaban a la esencia de todo lo más repugnante, a saber,
al excremento. De modo que la madre era representada por una parte
del cuerpo que había abandonado, es decir, el pene, los excrementos.
En ambos casos la libido había sufrido un grado considerable de
regresión narcisista, aunque de ningún modo una completa. Lo que
había sucedido era que -hasta que intervino el análisis- su capacidad
para el amor objetivo había sido desarrollada imperfectamente en
cierto aspecto, o había regresado a una fase de desarrollo incompleto.
La etapa en cuestión debe haber estado en alguna parte entre el nar-
cisismo y el amor objetivo. Otro hecho, que debe destacarse en am-
bos casos, y que más tarde observé en otras personas, apuntaba en la
misma dirección. Éste era que la libido se encontraba en un inconfun-
dible estado de ambivalencia hacia su objeto, y mostraba una fuerte
tendencia a infligirle herida.s. No obstante, esa tendencia destructiva
ya había sido sometida a limitaciones. En esa etapa, el fin sexual del
individuo debe haber sido privar a su objeto de una parte de su
cuerpo, esto es, atacar su integridad sin destruir su existencia. Recor-
damos al niño que atrapa una mosca y luego de arrancarle una pata
la deja irse nuevamente. Una vez más debemos destacar el hecho d"e
que el placer de morder está marcadamente asociado con esta forma
de relación con el objeto que hasta ahora había escapado a nuestra
observación.
He podido comprobar la presencia de procesos psicológicos simi-
lares en dos pacientes maníaco-depresivos acerca de los cuales he ha-
blado con mayores detalles en la primera parte de este estudio. Pero·
la prueba realmente valiosa de esto sólo apareció cuando sus síntomas.
más graves comenzaban a desvanecerse. En tanto estuvieron presentes,
las tendencias canibalísticas, destructivas, se manifestaron en muchas
formas. Durante el período de recuperación, uno de esos pacientes
solía tener muy a menudo la fantasía de morderle la nariz, o el lóbu-
lo de la oreja, o el pecho, a una joven de la que era muy afecto.
Otras veces jugaba con la idea de morderle el dedo a su padre. Y
una vez, cuando creyó que yo no iba a continuar su tratamiento,.
tuvo de repente la misma idea acerca mío. Esta idea de morder un
dedo resultó tener muchos determinantes, además de su obvio signi-
ficado de castración. Lo que nos interesa principalmente aquí es la
ambivalencia que expresa la fantasía. Pues aunque en ella el médico
-sustituto del padre- iba a ser mutilado por un mordisco, no debe-
mos ver sólo el lado hostil de la fantasía y pasar por alto su tenden-
cia amistosa que se expresaba en el deseo del paciente· de salvaguar-
dar la existencia del objeto, excepto en lo que respecta a una parte
de él, y además el deseo de conservar esta parte como propiedad suya
para siempre. Podemos hablar entonces de un impulso de incorpora-
ción parcial del objeto. El paciente mencionado dijo una vez que le
gustaría "comerse" a la joven en cuestión (a quien identificaba con
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 371

su madre), "bocado a bocado". Y el siguiente incidente mostrará


hasta qué punto se ocupaba su mente, en esta etapa del análisi~, con
la idea de morder cosas. En una ocasión estaba hablando de un hom-
bre bajo cuya autoridad trabajaba, que representaba en su inconciente
tanto al padre como a la madre, y hacia el cual teníii una actitud en
extremo ambivalente. Como sucedía a menudo en este paciente, sus
asociaciones fluían en la forma de fantasías de un tipo marcada-
mente concreto, y eran interrumpidas a veces por una obstrucción
afectiva. Un "bloqueo" de esta naturaleza ocurrió cuand<? estaba ha-
blando de .su superior. Al darse cuenta de esa interrupción en sus
asociaciones, dijo: "Ahora (esto es, en la situación imaginada) debo
primero arrancarle su barba con- mis dientes; no puedo seguir hasta
no haber hecho eso". El mismo. paciente decía que no había modo
de impedir la intrusión de esas fantasías, que pertenecían inconfun-
blemente a la categoría del canibalismo parcial.
Un_ canibalismo completo y sin restricciones sólo es posible sobre
la base de un narcisismo irrestricto. En ese nivel, todo lo que el indi-
viduo toma en consideración es su propio anhelo de placer. No presta
atención alguna a los intereses de su objeto, al cual destruye sin la
menor hesitación 2 6 1 . En el nivel del canibalismo parcial podemos
percibir todavía los signos de su origen en el canibalismo total, aun-
que no obstante hay una clara distinción entre ambos. En ese nivel
posterior, el in~ividuo muestra los primeros signos de tener algún
cuidado por su objeto. Podemos también considerar a ese cuidadop
pese a ser incompleto, como el principio del amor objetivo en un
sentido estricto, puesto que implica que el individuo ha comenzado
a someter a su narcisismo. Pero debemos agregar que en este nivel
del desarrollo, el individuo está lejos de reconocer la existencia de
otro individuo como tal, y de "amarlo" en su totalidad, sea en sentido
físico o psíquico. Su deseo se dirige todavía a sacar una parte del
cuerpo de su objeto e incorporarla. Esto, por otro lado, implica que
ha abandonado el fin puramente narcisista de un completo caniba-
lismo.
Ahora que hemos llegado a ciertos acontecimientos relativOs al
desarrollo infantil, no habrá necesidad de evidencias confirmatorias
obtenidas de la directa observación del niño. Además, nuestras inda-
gaciones nos han hecho penetrar cierta distancia en territorio desco-
nocido, y nos alegra encontrar rastros de exploraciones anteriores.
Hace varios años, dos psicoanalistas cuyo carácter de observadores fide-
dignos no puede ponerse en duda, han hecho cqntribuciones indepen-
dientes a nuestro conocimiento de la psicología de las ilusiones de

261 No puede decirse que el canibalismo de los pueblos primitivos, que ins-
piró el nombre de esta fase de la libido infantil, sea irrestricto del modo indicado,
No se da el caso allí de que cualquier persona pueda matar y comer a cualquier
otra. La selección de la víctima obedece a una estricta determinación afectiva.
372 KARL ABRAHAM

persecución paranoicas. Tanto van Ophuijsen 262 como St3.rcke 2 es


descubrieron durante el curso de su práctica psicoanalítica, que en la
paranoia el "perseguidor" puede ser derivado de la imagen conciente
del paciente de las heces en sus intestinos, a las que identifica con el
pene del "perseguidor'', esto es, de la persona de su propio sexo a
quien originariamente amaba. De modo que en la paranoia el pacien-
te representa a su perseguidor por una parte de su cuerpo. y cree
que lo está llevando consigo. Le gustaría desembarazarse de ese cuerpo
extraño, pero no puede.
Debo admitir que no reconocí inmediatamente toda la importan-
cia del descubrimiento de van Ophuijsen y Starcke. Era un hecho
aislado, y no encajaba fácilmente en el cuerpo de los ya conocidos,
aunque Ferenczi ya había percibido las relaciones entre la paranoia
·y el erotismo anal. Ahora, en cambio, encuentra su lugar en un esque-
ma más amplio, y se ve entonces que tiene una gran importancia.
Cuando el paranoico ha perdid~ sus relaciones libidinales con
Su objeto, y con todos los objetos en general, trata de compensar
como puede una pérdida que para él significa la destrucción del mun-
do. Como sabemos luego del análisis del caso de Schreber por Freud,
procede a reconstruir su objeto perdido. Debemos ahora agregar que
en este proceso de reconstrucción el paranoico incorpora una parte
de su objeto. Al hacerlo, sigue el mismo destino del melancóli~o.
quien incorpora a todo su objeto por el proceso de introyección. Tam-
poco puede escapar de ese modo a su ambivalencia. Como el melan-
cólico, por lo tanto, trata de desembarazarse de esa parte de su objeto
que ha introducido dentro suyo. Y en el nivel psicosexual donde se
encuentra, sólo puede haber para él un proceso anal. Para el para-
noico, por lo tanto, el objeto amoroso es equivalente a las heces de
las que no se puede librar. La parte introyectada del objeto no lo
abandonará, así como en el caso del melancólico el objeto, que ha
sido introyectado en su totalidad, continúa ejerciendo desde adentro
su poder despótico.
Hemos llegado así a la conclusión de que el melancólico incor~
pora en su conjunto a su objeto abandonado, mientras que el para-
noico sólo introyecta una parte de él. En el último caso hay que
considerar otra alternativa, a saber, que esa introyección parcial no
necesite ser efectuada por vía oral, y se la conciba como un proceso
anal. En espera de una mejor comprensión de la situación, podemos
adelantar la hipótesis de que respecto a su fin sexual la libido del
paranoico regresa a la primera de las dos etapas anal-sádicas, mientras
que respecto a su actitud hacia el objeto retrocede a la etapa de la
introversión parcial. Queda sujeto a discusión si esa introyección se
hace de una manera anal u oral. Tampoco podemos decir por qué

262 "Sobre el origen del sentimiento de persecución" (1920),


26S "La inversión del signo de la libido en las ilusiones de persecución (1919) •

.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 373

no se forman ideas delirantes paranoicas en este último caso. Esta


diferencia puede deberse a los distintos efectos de la introyección, se-
gún sea total o parcial en su extensión, y oral o anal en sus medios.
No obtendremos certeza alguna a este respecto hasta que no sepamos
mas acerca del papel que desempeña el ego en esas dos formas mor-
bosas.
Otro punto que debe notarse respecto a la parte del cuerpo que
se introyecta, es que se asimila generalmente el pene al pecho feme-
nino. y que otras partes del cuerpo, tales como el dedo, el pie, el
cabello, las heces y las nalgas, pueden representar de un modo secun-
dario a esos dos órganos, como ya se ha visto 2 6 4 • Si suponemos que.
existe esa etapa de "amor parcial" que hemos descrito en el desarro-
llo del amor-objetivo, se aclaran otros hechos, y comenzamos a enten-
der cierta peculiaridad de las perversiones sexuales sobre la cual Sachs
atrajo recientemente nuestra atención 2 65; me refiero a la concentra-
ción del interés del pervertido en ciertas partes del cuerpo de su
objeto, elección que a menudo nos parece muy curiosa. El fetichista
es quien exhibe más llamativamente esta peculiaridad. Para éste, a
menudo toda la persona no es sino un apéndice accidental de una
parte especial de su cuerpo que ejerce una irresistible atracción sobre
aquél. Hace muchos años, cuando yo intentaba investigar por prime-
ra vez un caso de fetichismo del pie y del corsé 266, por medio del
psicoanálisis, Freud me sugirió que introdujera la idea de una repre-
sión parcial para dar cuenta del fenómeno en cuestión. A la luz de
nuestro conocimiento actual, este proceso psicológico, por medio del
cual se reduce a la mayor parte del objeto a la insignificancia, y se
atribuye un valor excesivo a la parte restante, demuestra ser una
consecuencia de una regresión de la libido a esta supuesta etapa de
"amor parcial"; y en ella deja de ser un hecho aislado que se encuen-
tra en cierto tipo de afección, y halla su lugar entre un amplio nú-
mero de fenómenos psíquicos relacionados. No es la intención de este
estudio profundizar en los síntomas del fetichismo. Pero puede ser
útil señalar que aquellas partes del cuerpo sobre las cuales el fetichis-
ta tiende a concentrar sus inclinaciones. son las mismas que encontra-
mos como objetos del "amor parcial".
Nuestras observaciones clínicas nos han familiarizado desde hace
tiempo con una etapa del desarrollo del amor objetivo en la que el
individuo ya preserva a su objeto en una gran medida; y nos encon-
tramos nuevamente con ella en las neurosis, como un fenómeno regre-
sivo de la vida sexual de los pacientes obsesivos. En esta etapa, el

264 Un paralelo notable notable de este "amor parcial" Jo entontramos en la


"identificación parcial" de un individuo con el objeto de su amor, como Freud lo
esbozara brevemente en su "Psicología de grupo" (p. 64) .
265 "Zur Genese der Perversionen" (1923):
266 Cf. mi trabajo anterior "Notas sobre el análisis de un caso de fetichismo
del pie y del corsé", capítulo V de este libro.
374 KARL ABRAHAM

individuo todavía no puede amar a nadie en todo el sentido del tér-


mino. Su libido está ligada todavía a una parte de su objeto. Pero
ya ha abandonado su tendencia a incorporar esa parte. En lugar de
ello, desea dominarla y poseerla. Aunque en esta etapa la libido está
todavía lejos de la meta última de su desarrollo, ya ha dado un paso
importante hacia ella en la medida en que se exterioriza una propie-
dad. La propiedad no significa ya lo que el individuo ha incorporado
devorándolo. Ahora se la sitúa afuera P.el cuerpo. De este modo se
reconoce y salvaguarda su existencia. Esto quiere decir que el indivi-
duo ha realizado una importante adaptación al mundo exterior. Tal
cambio tiene la mayor importancia práctica en un sentido social. Hace
posible por primera vez la propiedad conjunta de un objeto; mien-
tras que el método de devorar el objeto sólo aseguraba la propiedad
a una sola per.sona.
Esta posición de la libido respecto a su objeto ha dejado huellas
en las formas idiomáticas de varias lenguas, como por ejemplo, en la
palabra alem3:!1ª besitzen 26 7, y en la latina possidere. Se piensa de
una persona como sentándose sobre su propiedad, y manteniéndose
así en estrecho contacto con ella. En los niños, esta actitud puede ser
comprobada fácilmente. Vemos a menudo que un niño se lleva con-
sigo_ a la cama, por la noche, algún objeto que le es particularmente
precioso, y descansa sobre él. Lo mismo puede verse en los animales,
y especialmente en ·1os perros. Se esfuerzan por poner a salvo a un
objeto cubriéndolo con sus cuerpos. He observado esto en mi propio
perro. Tan pronto como entra un extraño a la casa, va a buscar su
bozal -esto es, un objeto que le pertenece exclusivamente a él- y se
sienta encima suyo 268.
Un estudio psicoanalítico ulterior de las neurosis obsesivas nos
proporcionará, sin duda, m·ás información sobre esta etapa del amor
objetivo. El carácter particularmente intenso de las imágenes de cas-
tración activa y pasiva en los pacientes obsesivos, y su peculiar acti-
tud en materia de posesión, hacen muy probable que haya una vin-
culación entre esa afección y la etapa del amor parcial.
El psicoanálisis nos ha enseñado que el inconciente de la persona
adulta contiene muchas huellas de las primeras etapas de su vida psi-
cosexual. En la persona sana, encontramos esas huellas principalmente
en sus sueños. Del mismo modo deja huellas en el inconciente el
estadio del amor parcial.
Un ejemplo de esto lo proporcionan los sueños familiares acerca
de la caída de un diente. Todo analista conoce la múltiple significa-
ción simbólica de ese sueño. El diente que cae simboliza por una parte
a la castración, y por otra a alguna persona a quien el sujeto del
267 ("Poseer". "Sitzen" = sentarse) .
268Podemos comparar con ésto las fantasías del pequeño Hans (Freud, "Aná·
1i3is de una fobia en un niño de cinco años", 1909), en las que despoja a su
padre de la jirafa, que representa a su madre, y luego se sienta encima de ella.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 375

sueño conoce y cuya muerte desea en el sueño. Así se equipara a una


parte del cuerpo que tiene que ser expelida, a un amigo o familiar.
Vemos de inmediato el parecido con la psicología de las ilusiones de
persecución. Observaremos particularmente la ambivalencia de los
sentimientos del sujeto, que se manifiesta en su identificación de una
persona con una parte de su propio cuerpo. Comparar a otra perso-
na con una parte del propio cuerpo, el que es el objeto de una esti-
mación narcisista especialmente alta, es sin duda una prueba de·
amor excepcional. En alemán solemos llamar a una per-sona amada,
"mi corazón" (mein Herz); y decimos de una madre que quiere a
su hijo "como a la niña de sus. ojos''. Cuando, como ocurre tan fre-
cuentemente en los sueños, un hombre compara a alguien a sus dien-
tes, eso es tanto como decir qtie aunque se siente poco dispuesto a
perder una parte de sí mismo, puede no obstante prescindir de ella
porque tiene otras muchas más. En realidad, el sujeto del sueño obser-
va a menudo que la pérdida de un diente o su extracción es bastante
indolora; de lo que podemos inferir que la pérdida que sufre, de esa
persona, no le resulta tan penosa después de todo. Además, no debe-
mos olvidar que bajo la castración simbólica hay un deseo incon-
ciente de perder aquella parte del cuerpo sobre la cual se centra por
lo general el narcisismo del hombre. Sin embargo, el sentido hostil
de la comparación se ve más claramente cuando la parte empleada
como equivalente de la persona son los exc·rementos.
Resulta así claro que la etapa del amor parcial ha dejado tras sí
huellas, inclusive en la mente de la persona sana. Ésta representa
al objeto .amoroso sometido a la catexia de sus sentimientos ambiva-
lentes, mediante una parte de su cuerpo, que ha introyectado den-
tro suyo.
Cuando dos de mis pacientes mujeres, X e Y, cuyos casos he des-
crito, se aproximaban gradualmente a la condición normal del amor
objetivo, bajo la influencia del psicoanálisis, pasaron por una fase del
desarrollo que parece ser la próxima modificación de la etapa que
hemos estado tratando. Como se recordará, la paciente X había estado
dominada por una idea que había reaparecido constantemente, bajo
diversas formas, en sus sueños y fantasías, y que se refería a la adqui·
ción del pene de su padre; y recordamos que identificaba con esta
parte de su cuerpo a ella misma en su totalidad. En un cierto punto
de su recuperación, cuando había superado bastante bien sus impul·
sos cleptomaníacos y su pseudologia, sus fantasías tomaron otra for-
ma. Como ejemplo particularmente claro de ésta, mencionaré un .sueño
que ella tuvo, en el cual veía el cuerpo de su padre, y notaba la
ausencia del vello púbico (una parte de su cuerpo que siempre había
representado a los genitales en una cantidad de sueños anteriores).
Por lo tanto, soñaba con su padre como persona total, excepto una
parte de su cuerpo. Nos llama la atención el contraste de esto con
ciertas expresiones de su neurosis que ya han sido mencionadas. Antes,
376 KARL ABRAHAM'.

cuando tenía la compulsión de mirar los- genitales de su padre, su


interés amoroso se había apartado de todo el resto de su cuerpo. Aho-
ra estaba reprimiendo lo que antes había ejercido un poder compul-
sivo sobre su conciencia.
He encontrado en otras personas sueños como el citado. Una pa-
ciente, que tenía una actitud fuertemente ambivalente hacia mí.
expresó su transferencia en un sueño en el que me representó sin
genitales. Es evidente la tendencia hostil, el deseo de castrar al ob-
jeto. Pero el sueño tenía otro determinante, que hay que buscar en
el hecho de compararme a su padre, a quien le era permitido amar
pero no desear en sentido genital. Sólo podía amar a su analista, en
cuanto sustituto de su padre, mientras se excluye el aspecto genital.
Y la censura del sueño tomó las medidas convenientes para impedirle
traspasar las barreras del incesto.
Una actitud erótica tan positiva hacia el objeto, pero con exclu-
sión de los genitales, parece ser una expresión típicameate histérica
de la prohibición del incesto. Ya en la primera edición de sus "Drei
Abhandlunger zur Sexualtheorie" Freud indicó que los histéricos re-
chazan los fines sexuales genitales normales, y ponen en su lugar otros
fine5 "perversos". Estaremos de acuerdo con su teoría al proponer esta-
blecer una etapa de amor objetivo con exclusión de los genitales 269.
El rechazo de la zona genital se aplica al propio cuerpo del sujeto,
así como al del objeto. Esta situación es responsable en gran medida
de dos síntomas muy generales, y desde un punto de vista práctico,
muy importante: la impotencia masculina y la frigidez femenina. En
ellos, el individuo no puede amar completamente a su objeto debido
a la presencia de sus genitales.
Sabemos por el psicoanálisis de los neuróticos que tal inhibición
de la libido en ambos sexos procede del complejo de castración. En
el hombre, la ansiedad por su propio órgano, y el horror por la ausen-
cia de tal órgano en la mujer, ocasiona el mismo resultado que causa
en la mujer su dolor todavía no dominado por haber sido privada
de sus genitales, y por sus deseos de castración dirigidos éontra el
varón. No debemos tampoco olvidar que los genitales reciben una
catexia narcisista mayor que la de cualquier otra parte del cuerpo.
De modo que en el objeto puede amarse a cualquier otra cosa antes
que a los genitales. En el nivel de la organización "fálica" de la libi-
do, como lo denomina Freud, todavía no se ha dado, evidentemente,
el último gran paso evolutivo. No se lo da hasta que se alcanza el
nivel más alto de la libido, el único al que debería llamarse nivel
genital. Vemos así que la consecución del más alto nivel de organi-

269 Tal etapa de amor objetivo con exclusión de los genitales parece coin-
cidir en el tiempo con la "etapa fálica" de Freud en el desarrollo psicosexual del
individuo, y además parece tener estrechas relaciones con ésta. Podemos considerar .
a los síntomas histéricos como el reverso de los impulsos libidinales que corres-
ponden al amor objetivo con exclusión de los genitales, y a la organización fálica_
PSICOANÁLISIS CÚNICO '377

zación libidinal va de la mano con el paso final en la evolución. del


amor objetivo.
El .cuadro que se añade más abajo tiene por fin facilitar una
visión de las diversas etapas de la organización sexual y del amor
objetivo por las que pasa el individuo. Quisiera aclarar que es de
carácter puramente provisional, y que de ningún modo implica que
esas etapas sean solamente seis. Podemos compararlo a los horario_s.
de los trenes expresos, donde sólo se inscriben las estaciones más
grandes en las que paran. Las paradas que hay entre ellas no pueden
ser detalladas en un resumen de esta clase. También desearía decir
que las etapas ubicadas en el mismo nivel horizontal no coinciden
necesariamente e~ el tiempo.
Etapas de la organización Etapas del amor objetivo
libidinal
VI. Etapa genital final. Amor objetivo_. (Post-ambivalente)
V. Primera etapa genital (fá· Amor objetivo con exclu·
lica) . sión de los genitales.
IV. última etapa anal-sádica. Amor parcial.
111. Primera etapa anal-sádica. Amor parcial con incorpo· (Ambivalentes)
ración.
II. última etapa oral (caniba· Narcisismo (total incorpo·
Hstica) . ración del objeto) .
l. Primera etapa oral (suc· Autoerotismo (sin objeto) .
ción) . (Pre-ambivalente)

El cuadro ofrece un breve panorama del desarrollo psicosexual


del hombre, en dos aspectos. Considera el movimiento de su libido
respecto a su fin sexual y a su objeto sexual. Entre otros fenómenos
importantes pertenecientes a este proceso de desarrollo, hay uno par-
ticular que he omitido tratar, y que es la formación de las inhibicio-
nes de los instintos. Por lo tanto, quisiera añadir unas pocas observa-
ciones sobre este tema.
Consideramos a la primera etapa, autoerótica, del individuo.
como exenta todavía de inhibiciones instintivas, de acuerdo con la
ausencia de una real relación con objetos. En la etapa del narcisismo
con un fin sexual canibalístico, aparece la primera evidencia de una
inhibición instintiva, ha jo la forma de ansiedad morbosa. El proceso
de superación de los impulsos canibalísticos está íntimamente asoci3.-
do con un sentimiento de culpa que pasa al primer p!ano como típico
fenómeno inhibitorio correspondiente a Ja tercera etapa. Ésta, cuyo·
fin sexual es incorporar una parte del objeto, es dejada atrás cuando
aparecen en el individuo sentimientos de piedad y repugnancia, y eli-
minan esa forma de actividad libidinal. En la siguiente etapa -la
de amor objetivo con exclusión de los genitales- la inhibición toma
la forma de sentimientos de vergüenza. Finalmente, en la etapa del
378· KARL ABRAHAM

amor objetivo real, encontramos a sentimientos sociales de un tipo


superior que regulan la vida instintiva del individuo. Este esquema
breve y general servirá para mostrar que se necesita una investigación
ulterior del origen de las inhibiciones de la libido, pero el psicoaná-
lisis puede indudablemente darnos la clave también para la solución
de este problema.
Sólo desearía decir unas pocas palabras más acerca de un hecho
de ese complicado proceso. Como hemos visto, en la etapa del "amor
parcial con incorporación", el objeto ·amoroso es representado por
una parte de sí mismo. El niño tiene una actitud ambivalente hacia esa
parte (pene, pecho, excrementos, etc.) ; esto es, la desea y la rechaza
a la vez. No es sino cuando ha abandonado por entero su tendencia
a incorporar los objetos -un cambio que, según nuestro esquema, no
sucede hasta la cuarta etapa-, que adopta una actitud de menospre-
cio hacia esas .partes,· y especialmente; hacia las heces. En esta etapa
el excremento se convierte para él en la representación de todo lo que
no desea conservar; de modo que identifica con aquél a la persona
a quien rechaza con repugnancia (como en los casos de X y Y) . Y la
mera idea de ponerse excrementos en la boca es ahora la esencia
misma de todo lo repugnante. En ciertas afecciones podemos observar
que tiene lugar un serio proceso de regresión en el cual el individuo
tiene una vez más como fin sexual la ingestión de las heces. Pues en
nuestro inconciente conservamos nuestra estimación narcisista origi-
nal del valor del excremento. '
Ya he intentado en un trabajo anterior 2 1° dar una explicación
<:oherente de la relación que hay entre las diversas formas de psico-
neurosis y los diferentes niveles del desarrollo de la libido, en la me-
dida en que lo permitía el estado de nuestro conocimiento. Mi inten-
to fue muy imperfecto, y estuvo lejos de ser una explicación final de
los hechos. Aun en la actualidad conocemos casi tan poco como en-
tonces;· y sólo podemos esperar hacer alguna adición en nuestro co-
nocimiento en dos puntos, y esto con todas las reservas.
En primer lugar, podemos suponer que en la melancolía; •la ca-
pacidad de amar del sujeto ha tenido un desarrollo especialmente
pobre, de modo que si cae enferrrio, su tendencia a incorporar al
objeto de una manera canibalística obtiene el predominio, hecho que
coincidirá con una regresión de la libido a la segunda etapa de las
tabuladas anteriormente. En segundo lugar, parecería que en los esta-
dos paranoicos la libido se ha detenido, en su movimiento regresivo,
en la etapa de la incorporación parcial (tercera etapa). Esto también
vale para los estados de cleptomanía. Y quizá la principal diferencia
entre los deseos que contienen cada una de esas enfermedades es que
el fin sexual del cleptómano es una incorporación oral de su objeto,
y el del paranoico su incorporación anal.
210 Véase el capítulo XVIII.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 379
Sólo un traba jo psicoanalítico firme y persistente, en especial en
lo que atañe a las psiconeurosis narcisistas, puede ofrecernos gradual·
mente una teoría completa del desarrollo psicosexual del hombre.
Mientras tanto, hasta que hayamos reunido un mayor número de
.análisis completos para confirmar y ampliar las hipótesis teóricas pro·
puestas en este traba jo, no será superfluo considerar los argumentos
prima facie en favor de ellas.
Para comenzar, debemos recordar que los resultados de nuestro
·estudio han sido obtenidos con métodos estrictamente empíricos. No
creo haber abandonado en ningún momento el terreno de los hechos
empíricos por el del razonamiento especulativo. En todo caso, puedo
decir que nunca he intentado presentar una teoría completa y bien
terminada, sino que por el contrario yo mismo he atraído la atención
sobre los defectos de mis sugestiones.
En segundo lugar, quisiera destacar la simplicidad de ese proceso
de desarrollo cuya existencia hemos supuesto. Sigue las mismas líneas
que los procesos de crecimiento orgánico: lo que era al principio una
parte se convierte en un todo, y lo que era al principio un todo pasa
a ser una parte y por fin pierde todo valor o continúa existiendo como
mero rudimento.
Pero podemos llevar más lejos aún este paralelo con los procesos
biológicos. Desde hace tiempo hemos aprendido a aplicar el principio
biogenético de la vida orgánica al desarrollo mental (psicosexual)
del hombre. El psicoanálisis encuentra continuamente confirmado el
hecho de que el individuo recapitula la historia de su especie también
en sus aspectos psíquicos. Sin embargo, una gran cantidad de datos
empíricos nos justifica al establecer todavía otra ley respecto al <lesa·
rrollo psicosexual del hombre. Ésta es que ese desarrollo está muy
rezagado respecto a su evolución somática, y es como una versión
tardía o repetición de ese proceso. El modelo biológico sobre el cual
se basa el proceso evolutivo tratado en este trabajo, tiene lugar en el
primer período embriónico del individuo, mientras que los procesos
psicosexuales se extienden durante un número de años de su vida
extrauterina, a saber, desde su primer año hasta el período de la
pubertad.
Si nos volvemos hacia el campo de la embriología, podemos re·
conocer sin dificultad que hay una gran semejanza entre el desarrollo
gradual de la vida psicosexual del hombre, tal como lo hemos exa·
minado en este trabajo, y el desarrollo orgánico de su temprana vida
embrionaria. En el primer período de la vida extrauterina, la libido,
según nuestra teoría, está principalmente ligada a la boca en cuanto
zona erógena. La primera relación vital del niño con objetos exter·
nos consiste en introducir en su boca mediante la succión una sus·
tancÍa adecuada y accesible paraJ él. En su vida embrionaria, el primer
órgano que se forma en conexión con el primer proceso simple de
división celular es el denominado blastóporo, un órgano que se retie·
380 KARL ABRAHAM

ne permanentemente y conserva su función en las formas inferiores del


reino animal, como los Celenterados.
Esto sucede un largo tiempo antes de que los órganos sexuales
(en el sentido más estricto de la palabra) del niño asuman el papel
principal en su vida sexual. Antes de que se llegue a ese estado, el
canal intestinal, y especialmente las aberturas de ambos extremos. son
investidos de una importante significación erógena, y envían fuertes
estímulos al sistema nervioso. Este estado tiene también su prototipo
en eI embrión. Durante un tiempo existe allí una conexión abierta
entre el canal intestinal (recto) y la parte caudal del canal neural
(canalis neurentericus). Puede decirse entonces que la senda a lo largo
de la cual serán transmitidos los estímulos desde el canal intestinal
hacia el sistema nervioso, está señalada orgánicamente.
Pero lo que es más claramente visible es el prototipo biológico
de las fases oral-sádica (canibalística) y anal-sádica del niño. Freud 271
ya aludió a este hecho; y citaré aquí su pasaje: "La organización anal-
sádica puede muy bien ser considerada como una continuación y des-
arrollo de la oral. La violenta actividad muscular, dirigida sobre el
objeto, por la que se caracteriza, 'debe explicarse cómo una acción
preparatoria de la alimentación. Ésta deja entonces de ser un fin se-
xual y la acción preparatoria se convierte en un fin sexual suficiente
por sí mismo. La novedad esencial, en comparación con la etapa ante-
rior, es que la función receptivo-pasiva se desliga de la zona oral y
se asocia con la zona anal." Habla luego de procesos paralelos en el
campo de la biología, pero no especifica cuáles son. A este respecto
desearía destacar particularmente un notable paralelo entre los des-
arrollos orgánico y psicosexual del individuo.
Al principio, el blastóporo está situado en el extremo anterior
(cefálico) de la forma primitiva. En los embriones de ciertos anima-
les podemos observar que la abertura de la boca originaria se estrecha
en la parte anterior y se amplía en la parte posterior. De este modo
se aproxima gradualmente a la cola, que está en proceso de formación,
y finalmente se queda allí como ano. Esta derivación directa del ano
del blastóporo, parece ser el prototipo biológico de ese proceso psico-
sexual que Freud ha descripto y que se produce en algún momento
alrededor del segundo año de vida del individuo.
Aproximadamente al mismo tiempo en que se está formando el
ano en el embrión, podemos observar que se desarrolla el sistema
muscular. En este proceso los músculos de la mandíbula se adelantan
a los de los miembros. El desarrollo del ano y el de la mandíbula
están asociados estrechamente. También podemos observar que en la
vida extrauterina, los músculos de la mandíbula pueden efectuar mo-
vimientos eficaces y poderosos mucho antes que los demás músculos,
como los del tronco y de los miembros.

271 Cf. "De la historia de una neurosis infantil" (1918).


PSICOANÁU~IS CÚNICO 381
Reconocemos como la cuaita etapa del desarrollo psicosexual del
individuo a aquella en la que el fin sexual es el control y la reten-
ción del objeto. Su correlato en la ontogénesis biológica debe buscaise
. en la formación de los mecanismos intestinales para retener lo que
se ha introducido en el cuerpo. Éstos consisten en constricciones y
ensanchamientos, contracciones anulares. pasajes ramificados, desvia-
ciones con extremos cerrados, múltiples pliegues, y· finalmente los
músculos voluntarios e involuntarios del esfínter del mismo ano.
Cuando se forma este complicado aparato para la retención de obje-
tos, no hay signos todavía de la aparición del aparato urogenital.
Hemos visto que la organización genital de la libido se divide
en dos etapas que corresponden a dos etapas en el desarrollo del
amor a objetos. Una vez más, el desarrollo orgánico del individuo
proporciona aquí el modelo. Los órganos genitales son al principio
"indiferenciados", y es sólo más tarde que se diferencian en "mascu-
linos" y "femeninos". Esto se aplica tanto a las glándulas generativas
como a los órganos de la cópula. Del mismo modo, hemos percibido
un proceso gradual de diferenciación en la vida psicosexual del in-
dividuo.
Hasta que un conocimiento psicoanalítico más amplio y profun-
do nos permita llegar a conclusiones válidas respecto al desarrollo
psicosexual, confío en que los recién citados ejemplos del paralelismo
con los procesos biológicos presten cierto apoyo a mis esfuerzos de
ofrecer una expljcación de la evolución del amor a objetos en el
individuo humano.

• Las notas entre paréntesis corresponden a· la edición inglesa. N. del T.


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Z., Jahrg. ii. Heft 2, November 1911, S. 101-2.) Published in extenso under the
tille: Ans3.tze zur psychoanalytischen Erforschung und Behandlung des manisch-
depressiven Irreseins und verwandter Zust3.nde. Z., Jahrg. ii. Heft 6, March 1912.
s. 302·15.
27. über die Zeziehungen zwischen Perversion und Neurose. (Abstract of
the first of Freud's 'Drci Abhandlungen zur Sexualtheorie ".) B., October 80.
28. über die determinierende Kraft des Namens. Z., Jahrg. ii. Heft 3, De-
cember 1911, S. 188-34.
29. Eine Traumanalyse bei Ovid. Z., Jahrg. ii. Heft 3, December 1911,
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Deutickc.) Russian Translation, 1913 (Odessa). ltalian Translation, 1926.
PSICOANÁLISIS CLiNICO 385
1912
31. Aus der Analyse eines Falles von Grübelzwang. B., March 14.
32. über ein kompliziertes Zeremoniell neurotischer Frauen. z .. Jahrg. ii.
Heft 8, May, S. 421-25.
33. Eine besondere Form sadistischer Tr.3.ume (Massenmord-Tr3ume). B.,
May 18.
• 34. Amenhotep IV. (Echnaton). Psychoanalytische Beitr.3.ge zum Verst.3.ndnis
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Band i. Heft 4. S. 334-60.
35. über .neurotische Lichtscheu. B., October.

1913
36. Psychosexuelle Wurzeln des neurotischen Kopfscbmerzes. n:,
February
and March.
37. Sollen wir die Patienten ihre Traume aufschreiben lassen? l.Z., Jahrg. i.
Heft 2, March, S. 194-96.
38. Eine Deckerinnerung, betreffend ein Kindheitserlebnis von scheinbar
atiologischer Bedeutung. I.Z., Jahrg. i. Heft 3, May, S. 247-51.
39. Zur Psychogenese der Strassenangst im Kindesalter. l.Z., Jahrg. i. Heft 3,
May. S. 256·57.
40. Einige Bemerkungen über die Rolle der Grosseltern. in der Psychologie
der Neurosen. l.Z., Jahrg. i. Heft 3, May, S. 224-27.
41. Beobachtungen über die Beziehungen zwischen Nahrungsttieb und Sexual-
trieb. B., June.
42. Psychische Nachwirkungen der Beobachtung des elterlichen Geschlecht-
swerkehrs bei einem neunj.3.hrigen Kinde. l.Z., Jahrg. i. Heft 4, July, S. 364-66.
• 43. über Einschr3.nkungen und Umwandlungen der Schaulust bei den Psycho-
neurotikern nebst Bemerkungen über analoge Erscheinungen in der VOlker·
psychologie. Fourth lnternational Psycho-Analytical Congress, Munich, September
7. (lncludes No. 35.) ]., Band vi., 1914, S. 25-88.
44. Ober eine konstitutionelle Grundlage der lokomotorischen Angst. B .•
October. l.Z., Jahrg. ii. Heft 2. March 1914, S. 143-50.
45. über neurotische -Exogamie: E.in Beitrag zu den Obereinstimmungen im
Seelenleben der Neurotiker und der Wilden. B., November 8. !mago, Band iii.
Heft 6, S. 499-501.
46. Ohrmuschel und GehOrgang als erogene Zone. B., December. l.Z., Jahrg.
ii. Heft 1, March 1914, S. 27-29.
1914
47. Kntik zu C. G. Jung, Versuch einer Darstellung der psychoanalytischen
Theorie. B., January. I.Z., Jahrg. ii. Heft l, January, S. 72-82.
48. Zur Bedeulung der Analerotik. B., February.
49. Zum Verst.3.ndnis 'suggestiver' Ari.neiwirkungen bei neurotischen Zus·
tiinden. l.Z., Jahrg. ii. Heft 4, July, S. 377-78.
50. Eigentümliche Formen der Gattenwahl, besondere Inzucht und Exogamie.
Arztliche Gesellschaft für Sexualwissenschaft, Berlín, July 3.
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st6rungen. (Collective Review:.) ]., Band vi., 1914, S. 343·63.

1916
• 52. Untersuchungen ·über die früheste pr.3.genitale Entwicklungsstufe der
Líbido. l.Z., Jahrg. iv. Hef.t 2. S. 71-97.

1917
53. Einige Belege zur Gefühlseinstellung wciblicher Kinder gegenüber den
Eltern. J.Z., Jahrg. iv. Heft -3, S. 154-55.
386 KARL ABRAHAM

• 54. über Ejaculatio pracox. I.Z., Jahrg. iv. Heft 4, S. 171-86.


55. Das Geldausgeben im Angsuustand. I.Z., Jahrg. iv. Heft 5, S. 252-53.

1918
56. Dreikasehoch. Zur Psychoanalyse des Wortwitzes. lmago, Band v. Heft 4..
s. 294-95.
57. Zur Psychoanalyse der Kriegsneurosen: Contribution to the Discussion
on War Neuroses at the Fifth International Psycho-Analytical Congress, Budapest,.
September 28. Published with Contributions by Prof. Dr. Sigm. Freud, Dr. S.
Ferenczi, Dr. Ernst Simmel, and Dr. Ernest Janes, as No. 1 of the Intemstionale
Psychoanalytische Bibliothek, S.. 31-41. (lnternationaler Psychoanalytischer Verlag..
1910. Englis~ translation, International Psycho-Analytical Press, 1921.)
• 58. über eine besondere Form des neurotischen Widerstandes gegen die
psychoanalytische Methodik. B., February 6. 1.Z., Jahrg. v. Heft 3, October,.
s. 173-80.
59. Tiertotemismus. B., March 16.
60. Über den weiblichen Kastrationskomplex. B., April 17.
61. Bemerkungen zu Ferenczi's Mitteilung über ' Sonntagsneurosen '. J.Z .•
Jahrg. v. Heft 3, October, S. 203-4.
62. Zur Prognose psychoanalytischer Behandlungen in vorgeschrittenem Le-
bensalter. B., November 6. I.Z., Jahrg. vi. Heft 2, June 1920, S. 113-17.
63. Zur narzistischen Bewertung der Exkretionsvorgange in Traum und
Neurose. B., December 18. J.Z., Jahrg. vi. Heft l, March 1920, S. 64-67.

1920
64. Der VersOhnungstag. Comments on Reik's 'Probleme der Religions-
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65. Paper read befare the University Clinic, Halle, July 10.
66. ·Ober die Sexualitat des Kindes. Arztliche Gesellschaft für Sexual-
wissenschaft, Berlin, May 21. Archiv für Frauenkunde (Sexualwissenschaftliches
Beiheft), Band vi., 1920, Heft 3/4, S. 278 et seq.
• 67. Ausserungsformen des weiblichen Kastrationskomplexes. Sixth Interna-
tional Psycho-Analytical Congress, The Hague, September 8. (Abstract, I.Z., Jahrg.
vi. S. 391-92.) Published in extenso~ I.Z., Jahrg. vii. Heft 4, December 1921.
S. 422·52. (l.]., vol. iii. pp. J.29.)
68. Technisches zur Traumdeutung. B., September 24.
69. Die Psychoanalyse als Erkenntnisquelle für die Geisteswissenschaften. Die-
neue Rundschau, Jahrg. xxxi. of the Freien Bühne, October, Heft 10, S. 1154-74.

1921
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Heft 1, March 1923, S. 27-47. (l.]., vol. iv. pp. 400-18.)
71. Zwei Fehlhandlungen einer Hebephrenen. l.Z., Jahrg. vii. Heft 2, June.
s. 208.
72. Beitrag zur 'Tic-Diskussion '. B., June 2. 1.Z., Jahrg. vii. Heft 3,
October, S. 393-95.
73. Spezielle Pathologie und Therapie der Neurosen und Psychosen. (Collec-
tive Review with Dr. J. Hárnik.) 'Bericht über die Fortschritte der Psychoanalyse
in den Jabren 1914-1929 ', S. 141-63. (Internationaler Psychoanalytischer Verlag,
1921.) (l.]., vol. i. pp. 280·85.)
74. Literatur in spanischer Sprache. ' Bericht über die Fortschritte der
Psychoa{lalyse in den Jabren 1914-1919 ', S. 366-67. (Internationaler Psychoanaly-
tischer Verlag, 1921.) (J.]., vol. i. pp. 457-58.)
75. Klinische Beitriige zur Psychoanalyse aus den Jabren 1907-1920. Includes
the above-mentioned numbcrs 9, 10, 11, 12, 14, 17, 18, 26, 28, 32, 37, 38, 39, 40, 42.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 387
43, 44. 45, 46, 47, 52, 53, 54, 55, 58, 61, 62, 63. Internationale Psychoanalytische
Bibliothek, No. 10. (Internationa1er Psychoanalytischer Verlag, 1921.)

1922
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1.Z.~ Jahrg. viii. Heft 1, March, S. 71-77. (l.]., vol. iii. pp. 467-74.)
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S. 350. (/.]., vol. iv. p. 479.) ·
80. Die Spinne als Traumsymbol. J.Z., Jahrg. viii. Heft 4, Decem.ber, S. ·
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81. Neue Untersuchungen zur Psychologie der manisch-depressiven Zustinde.
Seventh International Psycho-Analytical Congress, Berlin, September 27. (Abstract:
l .Z., Jahrg. viii. S. 492-93.)

1923
82. Zwei Beitrage zur Symbolforschung: Zur symbolischen Bedeutung der
Dreizahl; Der 'Dreiweg' in der ódipus-sage. lmago, Band ix. Heft l, S. 122-26.
83. Eine infantile Theorie von der Entstehung des weiblichen Geschlechtes.
1.Z., Jahrg. ix. Heft l, March, S. 75-76.
84. Die Wiederkehr p"rimitiver reiigiOser Vorstellungen im Phantasienleben
des Kindes. Oriental Department of the University, Hamburg, March 3.
85. Kastrationsphantasien bei zwei kleinen Knaben. B., March 13.
86. Der Kastrationskomplex in der Analyse eines Bisexuellen. B .. March 18.
87. Anfiinge und Entwick1ung der Objektliebe. B., March 27.
88. Zum Introjektionsvorgang bei Homosexualitiit. B., May 8.
89. (With Dr. He1'ene Deutsch) über Phantasien der Kastration durch Beissen.
R., June 5.
90. Aus der Analyse eines Asthmatikers. B., June 30.
91. Ein Beitrag zur Psychologie der Melancholie. B., ]une 30.
92. Ein Beitrag zur Prufungssituation im Traume. B., June 30.
93. Psycho-Analytic Views on sorne Characteristics of Early Infantile Thinking.
Seventh International Congress of Psychology, Oxford, July 31. Proct!edings and
Papers of the Congress, pp. 263-67 (German) (Cambridge University Press, 1924) ..
British ]ournal of Medica[ Psychology, vol. iii. Part 4, 1923, pp. 283-87 (English).
94. Zwei neue kindliche Sexualtheorien. B., November 6.
95. Die Geschichte eines Hochstaplers im Lichte psychoanalytischer Erkenntnis.
B., November 13. !mago, Band xi. Heft 4, 1925, S. 355-370.
96. Zur Symbolik des Hauses, besonder des Neubaus. B., December 4. (Abs-
tract: I.Z., Jahrg. x. Heft 1, March 1924, S. 107.)

1924
97. über unbewusste StrOmnngen im Verhiihnis der Eltern zum Kinde. Paper
read in Hamburg, January 5.
98. Umwandlungsvorgiinge am ódipuskomplex im Laufe einer Psychoanalyse.
B., March 29.
99. Beitriige der Oralerotik zur Charakterbildung. Eighth International Psycho-
Analytical Congress, Salzburg, April 21. (Abstract: JZ., Jahrg. x. S. 214) . (J.J.,
vol. vi. pp. 247-58.)
100. über die Psychologie der modernen Kunstrichtungen. Paper rc.ad befare
an Art Circle in Bcrlin.
101. Zur Charakterbildung auf der 'genitalen' Entwicklungsstufe. B., Sep-
te1nber 23.
388 KARL ABRAHAM

102. Analyse einer Zwangsneurose. First German Psycho- Analytical Congress,


Würzburg, October 12.
103. über eine weitere Determinante der Vorstellung des zu kleinen Penis.
B., October 21. ·
104. Phantasien der Patienten über den Abschluss der Analyse. B., Novem-
her 11.
• 105. Versuch einer Entwícklungsgeschichte der Libido auf Grund der Psycho-
analyse seelischer StOrungen. [l. Teil: Die manisch-depressiven Zustande und die
pr3.genitalen Organisationsstufe der Libido. Einleitung. l. Melancholie und
Zwangsneurose. Zwei Stufen der sadistisch-analen Entwicklungsphase der Libido.
2. Objektverlust und lntrojektion in der normalen Trauer und in abnormen psy-
chischen Zustanden. 3. Der Introjektionsvorgang in der Melancholic. Zwei Stufen
der oralen Entwicklungsphase der Libido. 4. Beitriige zur Psychogenese der Me-
lancholie. 5. Das infantile Vorbild der melancholischen Depression. 6. Die Manie.
7. Die psychoanalytische Therapie der manisch-melancholiscben Zustande (includes
Nos. 81 and 91). ll. Teil. Anfiinge und Entwicklung der Objektliebe (corresponds
to No. 87) .] Neue Arbeiten zur iirztlichen Psychoanalyse, Heft 11, pp. 96. (In-
temationaler Psychoanalytischer Verlag.)

1925
• 106. Psychoanalytische Studien zur Charakterbildung. [Contains tbe above-
mentioned Nos. 70 and 99. Further: Zur Charakterbildung auf der 'genitalen'
Entwicklungsstufe. (!.]., vol. vii. pp. 214-22) .] lnterna-tionale Psychoanalytische
Bibliothek, No. xvi. pp. 64. (Internationaler Psychoanalytischer Verlag.)
107, Zur Verdr3.ngung des ódipuskomplexes. B., January 20.
108. Paper read before a Psycho-Analytical Circle in Leipzig, February 21.
109. Die Bedeutung von Wortbrücken für die neurotische Symptombildnng.
B., February 26.
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Se UrmúW di jm,.irimir en el mu de junio de 1®4
etc d Esiablccimienlo Grdfico LIDRIS S.R.L.
MENDOZA 1523 (1824) • LANÚS OESTE
BUEN"OS AIRES • REPÚBLICA ARGENTINA
Este libro ofrece los principales trabajos de Karl Abraham, uno de
los fundadores del psicoanálisis. Los treinta y tres trabajos que com-
prende este volumen cubre un amplio panorama para el analista de
hoy en día y presentan algunas de las historias clínicas más intere-
santes de todos los tiempos. Cabe destacar que gran parte de la teo-
ría y de la práctica actual, así como los fundamentos de los estudios
del desarrollo infantil y de la formación del carácter, se basan en es-
tas contribuciones de Abraham.

Karl Abraham, amigo y colaborador de Freud desde 1907, fue


presidente de la Asociación Psicoanalítica de Berlín, la más importan-
te luego de la de Viena, desde su fundación en 191 O, hasta su muer-
te, cuando también era presidente de la Asociación Psicoanalítica
Internacional.

Abraham se destaca por su extraordinaria madurez, su optimismo y


su coraje, que hicieron de él uno de los más efectivos voceros del psi-
coanálisis en sus difíciles comienzos. Combina una rica experiencia
clínica, tanto en psicopatología como en psiquiatría clínica, con un
agudo poder de observación y de certero juicio crítico.

La importancia fundamental de sus observaciones y la claridad y


precisión con que las expresa, dan a sus obras un valor permanente.

Su labor como maestro fue admirable , y entre sus discípulos se


cuentan figuras del relieve de Melanie Klein, Helene Deutsch, Edward
Glover, Theodor Reik ...

"De todos aquellos que me han seguido


a través de los oscuros senderos del
trabajo psicoanalítico, sólo un nombre
(Ferenczi) puede estar a la altura del de
Abraham."
Sigmund Freud

ISBN 950-6 18-066-0

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