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PSICOANALISIS
~
CLINICO
KARL ABRAHAM
LUMEN•HORME
KARL ABRAHAM
¿1
PSICOANALISIS ¿1
CLINICO
Introducción biográfica
por
ERNEST JONES
LUMEN • HORMÉ
Viamonte 1674 (1055)
"' 49-7446 / 375-0452 / 814-4310 /FAX (54-1) 375-0453
Buenos Aires • República Argentina
Título del original inglés:
SELECTED PAPERS OF
KARL ABRAHAM, M. D.
Editado por
The Hogarth Press London Ltd.
Versión castellana de
DANIEL RICARDO WAGNER
ISBN: 950-618-066-0
Pág.
Ill. Sobre la significación de la oscuridad en la psicología de las neu-
rosis 152
IV. Notas sobre la psicología de la duda y las cavilaciones, con para-
lelos extraídos de la psicología de los pueblos . . . . . . . . . . . . . . . • . . 156
V. El origen de las fobias al sol y a los fantasmas a partir del tote-
tismo infantil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 170
Capítulo X - Un fundamento constitucional de la ansiedad motriz (1913) 178
Capítulo XI - El oído y el ~nducto auditivo como zonas erógenas (1913) 185
Capítulo XII - La primera etapa pregenital ·de la libido (1916) . . . . . . . . . . . . . 189
Capítulo XIII - Ejeculatio praecox (1917) 213
l. La uretra como zona erógena dominante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 213
11. Los impulsos masculinos activos y sus modificaciones ...... ; . . . . 217
111. El narcisismo como fuente de resistencias sexuales . . . . . . . . . . . . . . 220
Capítulo XIV - El gasto de dinero en los estados de ansiedad (1917) . . . . . . . . 228
Capítulo XV - Una forma particular de resistencia neurótica contra el método
psicoanalítico {1919) . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 231
Capítulo XVI - La aplicabilidad del tratamiento psicoanalítico a los pacientes
de edad avanzada (1919) . . . . . . . . .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 238
Capítulo XVII - La valoración narcisista de los procesos excretorios en los
sueños y en la neurosis (1920) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . 243
Capítulo XVIII - Contribución a una discusión sobre el tic (1921) . . . . . . . . . . 247
Capítulo XIX - La araña como símbolo de los sueños (1922) • • . . • • . . . . . . . . . 250
Post-scriptum .....•...•.........................• : . . . . . . . . . . . . 254
Capítulo XX - Una teoría infantil sobre el origen del sexo femenino (1923) 255
Capítulo XXI - Una teoría sexual infantil no observada hasta ahora (1925) 256
Capítulo XXII - Manifestaciones del complejo de castración femenino (1920) 259
Capítulo XXIII - Contribuciones a la teoría del carácter anal (1921) • . . . . . . 284
Capitulo XXIV - La influencia del erotismo oral sobre la formación del ca-
rácter (1924) . . . . • . . . . . . . . . . . • . . . . . . . • • . • • . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . . 301
Capítulo XXV - La fOrmación del carácter en el nivel genital del desarrollo
de la libido (1925) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 311
Capítulo XXVI - Un breve estudio de la evolución de la libido, considerada
a la IU.z ~de los trastornos mentales (1924) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 319
Pág.
11. La pérdida del objeto y la introyccción en el pesar normal
y en los estados mentales anormales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 330
III. El proceso de introyección en la melancolía: dos etapas
de la fase oral de la libido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 337
IV. Notas sobre la psicogénesis de la mclancoHa . . . . . . . . . . . . 345
V. El prototipo infantil de la depresión melancólica . . . . . . . 353
VI. Manía . . . . . . . . . . . . . • • . . . . . • . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 358
VII. La terapéutica psicoanalítica de los estados maníaco·
depresivos ............... ; . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 362
SIN NINGUNA duda, de todos los golpes que la ciencia del psicoanálisis
ha sufrido hasta ahora, la muerte de Karl Abraham es el más cruel
y severo. En una oportunidad anterior hemos perdido a causa de su
fallecimiento a un presidente de una sociedad local, y echamos de
menos a varios otros colaboradores cuyos nombres vivirán siempre
en nuestra memoria. Golpes de otra clase han afectado en <;liversas
ocasiones al movimiento psicoanalítico, uno de los cuales involucró
la pérdida de un presidente de la Asociación Psicoanalítica InternaM
cional, por una causa que no fue su muerte. Pero, con todo el respeto
debido a Ja memoria de nuestros otros colegas fallecidos, ninguno
de ellos significó para el psicoanálisis tanto como Karl Abraham; pues
él fue al mismo tiempo un maestro de su teoría y práctica, un pionero
en sus aportes a nuestro creciente conocimiento, un líder y organiza-
dor de la especie más rara, así como un leal amigo y colega de todos.
Algunas de las razones por las cuales es tan grave la pérdida que
hemos sufrido se harán evidentes en el siguiente informe acerca de
su vida y actividades.
Los principales acontecimientos de la vida de Abraham, consi-
derada en su exterior, son éstos: Nació en Bremen el 3 de mayo de
1877, de modo que tenía cuarenta y ocho años cuando murió. Pro-
venía de una vieja familia judía que había residido durante mucho
tiempo en las ciudades hanseáticas del norte de Alemania; tenía un
hermano mayor, pero ninguna hermana. Asistió a la escuela secun-
daria en su ciudad natal, y en 1896 ingresó a la carrera de Medicina.
En s·us años escolares posteriores Abraham desarrolló una gran afi-
ción a la filología y la lingüística comparada. Si hubiera tenido la
oportunidad de hacerlo hubiera preferido dedicarse enteramente a esos
estudios, y su interés por ellos persistió durante toda su vida. Poseía
ciertamente un talento poco común en este sentido. Además de su
lengua materna podía hablar en inglés, español, italiano y algo en reto-
románico; analizó pacientes en los primeros dos idiomas citados, y su
comunicación en el Congreso Internacional de Psicología de Oxford
fue pronunciada (no escrita) en inglés. Tenía también un considerable
conocimiento del danés, el holandés y el francés, y sin duda estaba
acostumbrado en su infancia a escuchar los dos primeros. Se sentía
ERNEST JONES
CAPÍTULO 1.
7 Loe. cit.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 39
La conducta de estas dos niñas después del trauma fue muy dis-
tinta. ¿Por qué? Comparemos primero la conducta de los niños en
otras ocasiones. Un niño que, por ejemplo, se ha lastimado durante
un juego que se le había prohibido jugar, ocultará el dolor, y no
buscará consuelo en su madre como haría normalmente. La razón es
clara: el niño ha sucumbido a la atracción de hacer algo prohibido,
y tiene luego la sensación de que el accidente ha sido culpa suya.
Esta sensación de culpabilidad en los niños es extraordinaria-
mente sensible. El siguiente episodio de la infancia de una dama
es una ilustración interesante del problema en discusión. Estaba cierto
día fuera de su casa, recogiendo flores con un amigo, cuando apare-
ció un hombre extraño y les habló, pidiéndole que fueran con él y
diciendo que les mostraría donde podrían encontrar .flores más her-
mosas. Fueron algún trecho con él. Pronto ella comenzó a tener es-
cr·Úpulos ac;erca de ir más allá con el extraño, y repentinamente se
volvió y echó a correr. Su amigo hizo lo mismo. Ahora bien, aunque
no había sucedido nada entre el hombre y los niños, excepto que
habían caminado juntos una cierta distancia, la dama recordó defi·
nidamente haber experimentado una gran repulsión a hablar de ello
en su casa en ese tiempo. Lo mantuvo absolutamente en secreto ante
su familia, e inclusive nunca después habló de eso a su amigo. El silen-
cio de la niña sólo puede explicarse por un sentimiento de culpa. Ella
tenía evidentemente una sensación más o menos clara de que la culpa
no estaba sólo del lado del seductor, sino también del lado de la
persona que se deja seducir.
La misma explicación se compagina evidentemente con los dos
ejemplos que hemos dado antes. Una de las niñas fue tomada com-
pletamente por sorpresa, y se encontró en una situación que ella no
había buscado, Era su madre quien la había enviado al sótano. Nadie
podía hacerle reproches, y por lo tanto inmediatamente encontró pa-
labras para decirle a su madre lo que había pasado. La otra niña,
por el contrario, había permitido que la sedujeran. Había seguido
al vecino dentro del bosque y le había permitido recorrer un buen
camino en la consecución de su propósito antes de liberarse de él
y echar a correr. No es motivo de asombro el que esta niña haya
guardado secreto acerca del hecho.
Es la obtención de placer presente en toda actividad sexual lo
que constituye la tentación. Freud s distingue entre una anticipación
del placer y una satisfacción del placer en todo acto sexual. La pri-
mera puede ser obtenida de un modo físico mediante la estimulación
táctil de zonas erógenas del cuerpo; o puede ser provocada por otros
estímulos sensoriales, por ejemplo, mediante impresiones visuales; o,
finalmente, de un modo puramente mental, por medio de imágenes,
por ejemplo, por la tensión y excitación de la situación. Es difícil
o (NO 9, B. A.) .
PSICOANÁLISIS CÚNICO 41
madamente los aspectos en los cuales era anormal la sexualidad de
los niños que luego sucumbieron a esas enfermedades. Llegué a la
conclusión de que su desarrollo sexual era precoz y su misma libido
cuantitativamente anormal, y de que su imaginación estuvo prema-
turamente ocupada en temas sexuales hasta un grado anormal. Esta
idea puede ser expresada ahora más claramente. Podemos decir que
los niños que pertenecen a esta . categoría manifiestan un deseo anor-
mal de obtener un placer sexual, y en consecuencia de ~so sufren
traumas sexuales.
Si observamos ahora qué sucede con las imágenes asociadas con
el trauma en la mente del niño, encontraremos nuevas evidencias para
apoyar nuestra opinión. Un sentimiento de culpa no puede ser tole-
rado por su Conciencia en mayor medida que por la de los adultos.
Por lo tanto intenta enfreritar los recuerdos desagradables de un
modo u otro, para eliminar su efecto perturbardor. Ellos son segre-
gados del resto del contenido de Ja conciencia y de allí en adelante
tienen una existencia separada como un "complejo".
Es diferente el caso de aquellos niños que han sufrido un trauma
sexual sin haber sido de ningún modo responsables de él. Estos niños
pueden hablar libremente; no necesitan expulsar de su campo de
conciencia el recuerdo de ese suceso.
El proceso de eliminación de las ideas desagradables de Ja con-
ciencia es el mismo en la histeria y en la demencia precoz (o en
personas que sufrirán luego una u otra de esas enfermedades) . Es
más, podemos observar ese proceso diariamente en personas sanas.
Pero más tarde o más temprano resulta que la represión es sólo una .
medida provisional. Sin duda, el complejo puede permanecer en el
inconciente un largo tiempo; pero algún día sucede algún hecho
análogo al trauma sexual primario y el material reprimido es puesto
en actividad. Luego sigue su conversión en síntomas de histeria o
demencia precoz. En la demencia precoz existe, ciertamente, otra
posibilidad, a saber, de que pueda· originarse en fuentes endógenas
una nueva ola del mal y que este material sea elaborado en síntomas.
Freud ha llamado también nuestra atención hacia otros mecanis-
mos que sirven fundamentalmente al mismo propósito que la repre-
sión. Uno consiste en la trasposición de una emoción a ideas indife-
rentes. Si eso sucede, se desarrollan síntomas obsesivos. Como la repre-
sión, este proceso de trasposición ocurre en la demencia precoz del
mismo modo que en las "neurosis". Un ejemplo del primer tipo son
los embarazos imaginarios que son tan comunes en la demencia pre-
coz, y que en su génesis psicológico son enteramente semejantes a los
embarazos histéricos. Un ejemplo del segundo tipo es el hecho de
que en muchos casos de demencia precoz en los cuales el diagnóstico
es muy claro, las ideas obsesivas son la característica más prominente
de la enfermedad. La histeria y Ja demencia precoz tienen por Jo
42 KARL ABRAHAM
10 (Cf. NO 9, B. A.)
PSICOANÁLISIS CÚNICO 43
POSDATA (1920)
Este trabajo, que fue escrito en 1907, contiene ciertos errores en
su interpretación de las teorías de Freud. En el momento de escribir-
lo, yo había comenzado sólo recientemente a interesarme en el mé-
todo psicoanalítico. Considero preferible señalar este hecho de un
modo general a efectuar las correcciones necesarias en cada lugar del
texto, especialmente dado que esos errores no invalidan los resultados
de mis investigaciones.
CAPÍTUW II
con él. Quizá posee una inteligencia mayor que la normal, pero todo
lo que_ hace por lo general no tiene valor. Sus producciones intelec-
tuales son generalmente peculiares y poco naturales, violan las leyes
del buen gusto y carecen de una sensibilidad normal.
Todas estas formas de la enfermedad 19 tienen en común las
mismas anomalías en lo que concierne a la vida emocional del , pa-
ciente. (Pues las diferencias son sólo una cuestión de grado; una
forma benigna puede convertirse en grave, y una grave puede exhi-
bir considerables atenuaciones.) Mientras quf las ideas de las per-
sonas sanas son acompañadas por sentimientos adecuados, tal asocia-
ción emocional falta en estos pacientes. Pero puesto que hemos atri-
buído toda transferencia de emociones a la sexualidad, debemos llegar
a la conclusión de que la demencia precoz destruye la capacidad de
la persona para la transferencia sexual. esto es, para el amor objetivo.
La primera inclinación sexual inconciente del niño se da hacia
sus padres, y especialmente l¡.acia el del sexo opuesto. También se
produce una fuerte transferencia entre hermanos y hermanas en la
misma familia. Al mismo tiempo, no obstante, se presentan sentimien-
tos de rebelión y odio, particularmente entre miembros del mismo
sexo. Estos sentimientos sucumben ante Ja influencia de la educación
y de otros factores exógenos de represión. Bajo condiciones normales~
hay entre padres e hijos una relación afectuosa y un sentimiento de
unidad. En los histéricos encontramos a menudo este sentimiento
morbosamente exagerado respecto a una persona, y transformado en
violenta aversión respecto a otra. En los que padecen de demencia
precoz falta generalmente tal sentimiento familiar; y encontramos en
su lugar indiferencia, o una pronunciada hostilidad, que se convier-
ten en ilusiones de persecución.
Un paciente con buena educación, cuya madre nunca había inte-
rrumpido sus tiernOs cuidados durante la larga enfermedad de su hijo,
pese a su frialdad respecto a ella, reaccionó ante las noticias de su
muerte con la observación: "¿Es eso lo último?". Del mismo modo, se
comprueba cotidianamente que padres afectados por la demencia pre-
coz dejan de sentir todo afecto por sus hijos.
Tuve sujeto a mi observación a un joven en quien este trastorno
mental se había desarrollado muy tempranamente. En su primera
infancia,. mostraba una transferencia tan marcada hacia su madre, que
a los tres años exclamó cierta· vez: "Mamá, si tú mueres me golpearé
la cabeza con una piedra, y entonces yo también estaré muerto." No
le permitía a su madre estar por un solo momento con su padre. In-
sistía en que sólo ella lo llevara de paseo, la vigilaba- celosamente, y
era rencoroso con su hermano. Había mostrado desde la infancia una
CASO A"
El primer ejemplo, un caso simple, mostrará hasta dónde podemos
explicar la naturaleza de los estados de sueño sin hacer uso del psi-
.coanálisis. Sólo pude conceder al paciente en cuestión una consulta.
CASO B
Este paciente sufría de una histeria desusadamente severa, acom-
pañada por fobias y compulsiones. Su morbosa ansiedad, que experi-
mentaba al salir solo de su casa lo había hecho incapaz de seguir su
vocación y de participar en cualquier forma de vida social durante
los últimos cinco años. Aparte de sus graves accesos de ansiedad, era
muy propenso a los estados de sueño.
Podía recordar que el primer ataque de este tipo le había suce-
dido a los diez años de edad, en una ocasión en que se sintió desaira-
do. Había sido embargado por un sentimlento de "Weltschmerz"
(desengaño de la vida), que había sido seguido instantáneamente por
la idea neutralizadora, "Más tarde, cuando sea grande, 1"3- verán", y
había caído en un estado de estática exaltación y experimentado una
alteración de su conciencia, semejante a un sueño. Desde aquella opor-
tunidad, solía sufrir un estado de sueño cada vez que tenía que reco-
nocer la superioridad de otros, o su propia inactividad. Su situación
actual, desde luego, lo exponía constantemente a tales estados. Por
ejemplo, sólo era necesario que alguien se refiriera a la capacidad o
éxitos de cualquier persona de su misma edad, para que él reaccio-
nara de ese modo inmediatamente. A medida que pasó el tiempo, las
ocasiones que suscitaban esos estados se hicieron más variadas. La vi-
sión de mujeres, el teatro, la música, la lectura, etc., ejercían ese efecto
sobre él, dado que provocaban fantasías de carácter ambicioso o
erótico. Es menos fácil comprender por qué esos estados eran indu-
cidos por los movimientos corporales vigorosos, como el caminar por la
calle, o por la audición de fuertes ruidos, como el de un tren pasando
por ·un puente. Le sucedían con mayor frecuencia cuando se encon-
traba en la calle.
72 KARL ABRAHAM
CAso c
En esta paciente, los estados de sueño solían aparecer del mismo
modo cuando ella se sentía preocupada, deprimida, o humillada por
una situación que no había podido evitar. Las conversaciones de
naturaleza penosa, o una indisposición física, especialmente la mens-
truación, inducían esos estados. Como ella decía: "Durante la menstrua-
ción, pierdo todo sentido de la realidad". También en su caso el
estado de sueño ocasionaba una sensación de aislamiento del mundo
exterior; de modo que podría esperar que sirviera asimismo para
rescatarla de la dolorosa realidad. Pero sucedía lo contrario. Sus fan-
tasías le provocaban un estado de sufrimiento aún mayor, y de abso-
luta pasividad; y de ello extraía un placer masoquista. Dio detalles
interesantes acerca de su infancia, referentes a prácticas masoquistas
reales. Esos impulsos masoquistas eran todavía claramente reconoci-
bles en el momento presente. Pues ella podía inducir un estado de
sueño a voluntad. (Puedo decir que me he encontrado con este fenó-
meno en otros casos.) Como ella misma decía: "Algo me impulsa a
menudo a provocar un estado de sueño''. Para hacer tal cosa acos-
tumbraba recitar de memoria un pasaje de "María Magdalena" de
Hebbel (acto 3, escena 2) , en el cual Clara hace la siguiente decla-
ración:
"Te serviré y trabajaré para ti, y no me darás nada para comer.
Me ganaré mi propio sustento. Coseré e hilaré por la noche para
otras personas. Me quedaré con hambre si no tengo nada que hacer.
Preferiré morder mi propio brazo a ir a lo de mi padre, no sea que
él se dé cuenta de algo. Si me golpeas, por no tener a mano a tu perro,
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 81
CASO E
Este paciente exhibía asimismo una transferencia infantil de ín-
dole sexual, sobre ambos padres, extraordinariamente fuerte, junto
con aquellos deseos de muerte que regularmente la acompañaban y
que son rigurosamente rechazados por la conciencia. Estos últimos es-
taban dirigidos especialmente contra su madre, pero habían sido
transformados, por una formación reactiva, en un excesivo apego a
ella, de un carácter completamente infantil. Aunque era adulto desde
hacía tiempo, le parecía extraño no ser más el niño que creía ser.
Vale la pepa decir que fue la muerte de su madre lo que causó su
primer estado de sueño. Éste había sido muy prolongado, y por mu-
chos meses tuvo la sensación de estar atravesando un sueño. Pero la
intensidad de esa sensación n1ostraba grandes variaciones. Decía muy
84 X:ARL ABRAHAM
cuando fue potente una vez más y pudo obtener la gratificación ade-
cuada. .
El análisis de los estados de sueño demuestra nuevamente la ex~
traordinaria fecundidad de las teorías de Freud. Desde la introduc-
ción del método de investigación psicoanalítica, no estamos ya limi-
tados a una mera descripción de los síntomas de la neurosis, sin
entender su significado ni ser capaces de explicar su carácter indivi-
dual en cada caso. Podemos comprender las condiciones que dan
lugar a la neurosis y sus motivos, y descubrir el fin oculto y las
fuerzas instintivas que operan en ella. Somos capaces de entender las
peculiaridades individuales de cada caso, puesto que no considera-
mos solamente la vida instintiva actual del neurótico, sino que inves-
tigamos asimismo los deseos reprimidos de su infancia. Pues en los
lugares más recónditos de su mente está esforzándose continuamente
por repetir aquellas situaciones infantiles de gratificación, cuya me-
moria retiene todavía en su inconciente.
CAPITULO V
parece ser por esta razón la única terapéutica racional _para aplicar a
las psicosis maníaco-depresivas.
El sexto caso confirma esta opinión con mayor certeza, pues pude
terminar su tratamiento, con un resultado notablemente bueno. El
paciente acudió a mí quince meses después del comienzo de su males-
tar. Antes de esto, el tratamiento en diversos sanatorios sólo había
tenido el efecto paliativo de aliviar uno o dos síntomas. Su seria de-
presión comenzó a disminuir después de cuatro semanas. Decía que por
momentos tenía la esperanza de poder ser capaz de trabajar nueva-
mente. Alcanzó un cierto grado de toma de conciencia, y dijo: "Soy
tan egoísta ahora que pienso que mi destino es el más trágico del
mundo". En el tercer mes de tratamiento su estado de ánimo era,
en conjunto, más libre; sus diversas formas de expresión mental no
estaban todas tan grandemente inhibidas, y había días enteros en los
que se sentía bien y hacía planes para el futuro. En esa época dijo
una vez respecto a su estado de ánimo: "Cuando todo va bien me
siento más feliz y despreocupado que nunca antes". En el cuarto mes
dijo que ya no tenía sentimientos depresivos. Durante el quinto mes,
en el que ya las sesiones no se hacían diariamente, se observaron claras
variaciones en su estado, pero la tendencia a mejorar fue inconfundi-
ble. En el sexto mes pudo interrumpir el tratamiento; y la mejoría
que había experimentado fue advertida por süs relaciones. Desde en-
tonces han pasado seis meses sin que haya sufrido una recaída.
Desde el punto de vista del diagnóstico, este caso era claramente
una psicosis depresiva y no una neurosis del período climatérico. Des-
graciadamente no puedo publicar detalles de él; son de naturaleza tan
peculiar que si lo hiciera no podría preservarse el incógnito del pa-
ciente. Hay también otras consideraciones que imponen una discre-
ción especial, hecho que debe ser lamentado desde el punto de vista
cien tífico.
Puede suscitarse una objeción respecto a los resultados terapéu-
ticos obtenidos en este caso, y es que yo comencé el tratamiento pre-
cisamente en el período en que la melancolía estaba desapareciendo,
y que hubiera podido conseguirse la curación sin que yo hiciera nada;
y de esto se sacaría la conclusión de que el psicoanálisis no posee el
valor terapéutico que le atribuyo. En respuesta a esto diré que me he
cuidado siempre de caer en un error de esta clase. Cuando emprendí
el tratamiento, tenía ante mí a un paciente que era aparentemente no
susceptible a la influencia exterior, y que se hallaba postrado por la
enfermedad; y yo era muy escéptico respecto al resultado del trata-
miento. Fui el más sorprendido cuando, luego de vencer considerables
resistencias, conseguí explicar algunas ideas que dominaban por com-
pleto al paciente, y observé los efectos de ese trabajo interpretativo.
Esta mejoría inicial, y todas las subsiguientes, se produjeron directa-
mente después de la eliminación de productos determinados de la re-
presión. Durante todo el curso del análisis pude observar claramente
118 KARL ABRAHAM
RESTRICCIONES Y TRANSFORMACIONES DE LA
ESCOPOFILIA EN LOS PSICONEURóTICOS; CON
OBSERVACIONES ACERCA DE FENóMENOS ANÁ-
LOGOS EN LA PSICOLOGfADE LOS PUEBLOS (1913) 77
l. FOTOFOBIA NEURÓTICA
87 Cf. capítulo V.
ss P-tiede mencionarse que estos instintos sádicos estaban confinados en
las fantasías; en la vida real, este paciente era en extremo bondadoso.
136 KARL ABRAHAM
joven a quien conocía, y que sólo podía ver con un ojo. Su idea en
el sueño fue que el ojo perdido h~bía sido golpeado por el padre.
De aquí, sus asociaciones condujeron a su propio temor de perder un
ojo. Esta ansiedad tenía dos fuentes, a saber, la idea del castigo por
mirar algo prohibido, y el desplazamiento de la ansiedad de castra-
ción desde los genitales al ojo. Este desplazamiento es análogo al
mencionado anteriormente de los genitales femeninos al ojo. Ambas
ideas tienen claramente el sentido de una represalia. Tengo la satis-
facción de saber que mis conclusiones sobre este punto concuerdan
~on las de Freud, y también con las de otros analistas.
Ferenczi 89 ha reconocido en el autocegamiento de Edipo, un sus-
tituto simbólico de la _autocastración, esto es, un autocastigo propor-
cionado al incesto. Rank 90 y otros autores 91 proveen abundante ma-
terial de análisis de sueños para demostrar que el ojo puede tener a
veces un significado masculino y a veces uno femenino; y Eder ha
mostrado que en los sueños, cosas que se hacen a los ojos -como
asimismo a los dientes- significan castración 0 2 .
La corrección de esta hipótesis fue confirmada por ulteriores sue-
ños d_el paciente, en los cuales la castración era expresada por medio
de otros símbolos de sentido menos dudoso. Por ejemplo, en uno de
sus sueños aparecía una persona y le cortaba el vello del pubis.
El "castigo" de quedar ciego demostró ser una represalia por el
deseo ilícito del paciente de mirar a su madre, y por su castración
activa, o fantasía de cegar, dirigida contra su padre. El análisis mos-
tró que este último atentado jugaba un papel en las fantasías del
paciente. A este respecto sólo mencionaré una idea obsesiva que solía
tener. Cuando era un colegial, y tomaba lecciones con un maestro
particular, tenía que imaginarse constantemente cómo le dispararía
un tiro en el medio de la frente. Se descubrió con facilidad que ese
maestro era un sustituto de su padre.
Un tiro en la frente no sería ciertamente en sí mismo un sím·
bolo evidente de castración; y no sería necesario sin duda, dedicarle
93 Eder, "Augentraume".
94 Reitler, "Zur Augensymbolik", 1913.
95 Podría referirme aquí a la afirmación de Sadger de que las sienes tienen
un significado genital. Cf. "Uber sexualsymbolische Verwertung des Kopfschmerzes"
(1912).
138 KARL ABRAHAM
lOG Podría agregar que esta actitud es muy frecuente en las personas neuróti-
cas, y que pone de manifiesto la existencia del temor neurótico a la luz.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 141
101 Me refiero a la designación "das Gemiicht" (poder) para los genitales mas-
culinos; el lenguaje ha transferido aquí la fuerz;;. del hombre a sus genitales.
142 KARL ABRAHAM
109 Deseo afirmar expresamente que no pretendo dar una explicación exhaus-
tiva del síntoma. Los puntos citados provienen de observaciones incidentales, y no
de un análisis detallado.
110 Cf. la relación de esto en mi trabajo "Eine Deckerinnerung, betreffend ein
Kindheitserlebnis van scheinbar atiologischer Bedeutung", 1913 (NQ 38, B. A.).
PSICOANÁLISIS CÚNICO 151
tos obsesivos. Me parece que es exactamente análogo a la idea ·de. la
"omnipotencia de los pensam~entos". En este caso se atribuye tal om-
nipotencia a la mirada. Pero hay otros casos en los que el paciente
teme que su mirada tenga un efecto que va mucho más allá de la
excitación erótica. Tales casos pertenecen a una clase muy diferente
desde un punto de vista diagnóstico. Son psicosis de carácter para-
noico que a menudo siguen su curso durante un largo período bajo
la forma exterior de una neurosis.
U na joven tenía el temor de que su mirada aterrorizara a tal
grado a otras personas que se quedarían inmóviles y morirían de in-
mediato. La identidad de su creencia con el mito clásico es muy no-
table, y ~lla misma comparaba su mirada con la cabeza de la Gorgona.
Su temor fue en aumento con Cl correr de los años, y obligó a su apar-
tamiento de toda sociedad. En uno de sus sueños se encontraba entre
millares de personas, en una habitación enorme, parecida al vest[-
bulo de una estación de ferrocarril. Súbitamente resonó un grito de
terror, expresando que el "Rigor Mortis" había comenzado, luego
de lo cual la gente huyó presa del pánico delante de ella.
Encontré fantasías similares en otra joven. Su idea de que mataba
a innumerables personas mediante la mirada, se expresaba no sólo
en sueños, sino también en ilusiones durante el estado de vigilia.
Por ejemplo, en una ocasión en que fue a un baile notó, para su
consternación, que el rostro de todas las personas a quienes miraba
asumía el color blanco-verdoso de un cadáver. Esto le causó la im-
presión de que se encontraba entre muertos.
Ambas pacientes se abandonaban a extravagantes fantasías sádi-
cas. U na de ellas solía soñar que rompía todos los huesos del cuerpo
de su madre; la otra tenía fantasías de ataques de bandidos contra
su familia, miembros de la cual eran asesinados o torturados. Tales
sueños y fantasías se daban en gran número, y en ellos el ojo era
utilizado, por así decirlo, como un arma sádica.
En cuanto alcanza mi experiencia, los casos de este tipo Sólo se
presentan entre mujeres. En los dos casos mencionados, el tratamiento
analítico fue desarrollado con grandes dificultades, asociadas con el
carácter de la enfermedad. Es sólo con las mayores reservas, por tanto,
que puedo decir que en la medida en que lo pude observar, en am-
bas pacientes, que gustaban en sus fantasías de asumir el papel sexual
masculino, el ojo parecía tener el significado de un pene, con el
cual la gente podía ser aterrorizada y ases\nada. Esta idea, que en
principio parece extraña e improbable, es confirmada por el temor
con frecuencia hallado en mujeres neuróticas de ser "perforadas" o
"atravesadas" por la mirada de un hombre. De tal modo, una de
mis pacientes solía evitar la mirada de todo hombre, puesto que se
sentía literalmente atravesada por ella. Tan pronto como tropezaba
con la mirada de un hombre sentía un dolor hiriente en la parte
inferior de Su cuerpo.
152 KARL ABRAHAM
tlf Con no poca frecuencia se encuentra eri los neuróticos un interés impro.
ductivo por cosas concretas, que no representa otra cosa que una curiosidad de
carácter infantil. En el caso A, esta curiosidad fue resuelta exitosamente, y en su
lugar apareció un interés activo y productivo por los fenómenos del mundo exterior.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 159
aquí muestran que esta forma de sublimación tiene una ventaja im-
portante para el neurótico, a saber, que lo pone en estrecho contacto
con fenómenos del mundo exterior. Enl otros casos, el placer reprimido
de mirar se ha transformado en un estéril deseo de conocimientos
que no se aplica a sucesos reales 1 1s. Esto es la cavilación neurótica,
a la que podemos considerar una caricatura del pensamiento filo-
sófico.
Debemos a von Winterstein 11a algunas observaciones excelentes
sobre los motivos inconcientes del pensamiento filosófico. Según él,
el filósofo quiere ver sus propios pensamientos. Su libido. ya no se
dirige hacia el objetivo prohibido (incestuoso), hacia aquello que
uno no debe ver, sino hacia aquello que no se puede ver. Al mismo
tiempo se ha vuelto sobre el ego, de una manera que sólo podemos
comprender como una regresión a la posición del narcisismo infantil.
Citaré luego ciertos hechos, extraídos de uno de mis análisis, que
muestran claramente que en el neurótico que se ha dado a las cavi·
laciones tiene lugar un proceso semejante. Dejaré de lado, a este res-
pecto, y en la medida en que sea posible, la cuestión del narcisismo,
para no exceder los límites de mi tema; y me limitaré a la tarea de
demostrar la presencia de huellas de una escopofilia incestuosa repri-
mida en las dudas y cavilaciones neuróticas.
Como ejemplo de cavilación neurótica tomaré un problema muy
común, que en algunos pacientes reaparece con la persistencia de
una obsesión. Es el problema del origen de los pensamientos. Un neu-
rótico obsesivo de avanzada edad, a quien yo trataba, caviló sobre
este tema durante muchos años. Se reveló que el problema había
sido originariamente precedido por otro, a saber, la pregunta: "¿A
dónde iré después de la muerte?" Esta cuestión se le había presen-
tado durante un viaje por mar, poco después de la aparición de
ciertos temores hipocondríacos acerca de su vida. Había sido presa de
este temor: "Si muero ahora, durante el viaje, ¿arrojarán mi cuerpo
al mar, según la costumbre de los marineros?" Había querido cercio-
rarse de dónde iba a ir luego de morir. Poco después apareció el se-
gundo problema, respecto al origen del pensamiento, pero no había
conseguido desalojar completamente al interior.
El paciente había intentado eludir el primer problema mediante
una medida práctica. Cuando su madre murió construyó un mausoleo.
Ahora sabía -siempre que su entierro en el mausoleo no fuera impedido
por circunstancias especiales- dónde iba a ir luego de su muerte, al
lado de su madre 111.
115 Vale la pena mencionar que, por lo general,, bajo tales condiciones el placer
que se obtiene en la observación de la Naturaleza es muy pequeño, como así también
el interés por las diversas fonnas del arte visual.
116 Loe. cit.
111 He tenido ocasión de hacer varias observaciones similares, de un hijo que
deseaba ser enterrado junto a su madre, o una hija junto a su padre, de modo que
160 KARL ABRAHAM
veces. El más intenso interés del paciente estaba todavía asociado con
la pregunta infantil: "¿De dónde vine?".
Como hemos dicho anteriormente, lo que realmente quiere el
niño es ver de dónde viene. El paciente neurótico dado a las cavila-
ciones ha llevado consigo este interés infantil a un período posterior
de la vida; su mayor deseo es ver con sus propios ojos su nacimiento
del cuerpo materno.
En este paciente, el temprano desplazamiento del instinto esco-
pofílico de sus objetos y fines reales, condujo, no solamente a las típi-
cas cavilaciones, sino también a una propensión morbosa por todo lo
secreto y místico. La tendencia de la que ya hemos hablado a cultivar
y preservar lo misterioso, encontró expresión en la ansiedad con que
devoraba los escritos místicos, teosóficos y espiritualistas, a una edad
muy temprana. Esta tendencia entró en conflicto con la opuesta a ver
con sus propios ojos aquello que sólo podía ser pensado. Especial-
mente marcado en él era el deseo de poder ver sus pensamientos.
Imaginaba los procesos mentales del modo más ingenioso, dotándülos
con propiedades físicas y espaciales. Pensaba que el cerebro tenía com-
partimientos y celdillas en los cuales estaban depositados los pensa·
mientas, y de donde emergían eventualmente; y en sus cavilaciones se
ocupaba principalmente de estos procesos. También experimentaba,
por supuesto, el deseo de ver cosas sobrenaturales. Cavilaba intermi-
nablemente sobre el problema de cuál era la apariencia de los fan·
tasmas, de los espíritus y de Dios. Luego se suscitaban inhibiciones
que le impedían pensar en tales cosas.
No es necesario hacer referencia a los incontables fenómenos se·
mejantes que se encuentran en la psicología de los pueblos; por una
parte, cultos secretos, misterios, movimientos ocultistas, etc., y por otra
prohibiciones religiosas contra la investigación de las cosas más se·
cretas.
Respecto al significado de los fantasmas, que jugaban un gran
papel en los pensamientos del paciente, uno de los factores que salió
a luz nos es familiar por otro psicoanálisis.
Sus cavilaciones acerca de fantasmas eran atribuíbles a ciertas
impresiones infantiles que recibió durante la noche. Aquí, como en
otros casos, los padres con sus blancas vestiduras nocturnas son l_os
prototipos de las concepciones del niño sobre esas formas misteriosas.
Aunque la cosa observada había sido modelada por la imaginación
infantil del paciente en una forma fantástica, podemos no obstante
reconocer que estaba en el buen camino para la formación de una
conclusión correcta. Cuando más tarde la prohibición de mirar y
conocer lo dominó, su deseo reprimido de repetir las placenteras im·
presiones de la infancia se desplazó hacia los "fantaSmas". Todo el
tiempo estaba anhelando verlos. Fue más allá inclusive, y transfirió a
su meditación sobre los fantasmas todos sus deseos de conocimientos
relativos al misterio de la procreación.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 167
Uno de los problemas que lo obsesionaron durante años fue "¿Có-
mo entran los fantasmas a una pieza cerrada?". Paso por alto los muy
interesantes determinantes de los diversos intentos que hizo el pacien-
te para resolver esta cuestión, y mencionaré solamente que detrás de
este insoluble problema sustitutivo se ocultaban dos problemas cuya
solución estaba prohibida, a saber, las preguntas "¿Cómo penetra el
hombre en el cuerpo femenino?", y, "¿Cómo se introduce el niño en
el seno materno?". Lo que hacía que estas preguntas estuvieran pro-
hibidas era su relación con el padre y la madre, y en especial el deseo
originariamente placentero de ver lo que se conservaba secreto.
Sin embargo, su placer reprimido de mirar no sólo buscó una
gratificación sustitutiva en las cavilaciones, sino que adoptó otros
medios para este fin. Ellos son de gran interés, y por lo tanto debemos
considerarlos más detalladamente, particularmente porque al hacerlo
obtendremos valiosos datos acerca del origen de ciertos fenómenos de
la psicología de los pueblos.
Como muchas personas, el paciente podía visualizar con claridad
pictórica personas y procesos sobre los que estaba pensando. En mu-
chos neuróticos, el simple cerrar los ojos es suficiente para inducir
tales visiones, mientras que otros las provocan intencionalmente y se
solazan con ellas como si estuvieran en un teatro. Esta capacidad pa-
rece existir en todos los niños, pero en muchos desaparece cuando
crecen. En consecuencia, no debe concluirse necesariamente que al-
guien no pertenece al tipo "visual" si citrece de esos acompañamientos
pictóricos del pensamiento. Pues es más probable que se trate de una
inhibición de su instinto escopofílico resultante de una represión.
Dado que su deseo de ver fantasmas no pudo satisfacerse, el pa-
ciente intentó procurarse un sustituto por medio de visiones evocadas
voluntariamente. Y es muy significativo que lo que trató de visuali-
zar hayan sido sus padres. Pero no tuvo el resultado que deseaba. La
imagen de su madre no apareció de ningún modo, y la de su padre
sólo apareció deformada. Por otra parte, conseguía con facilidad
visualizar la apariencia de otros familiares. Son dignos de mención
ambos intentos de obtener una gratificación sustitutiva para su placer
incestuoso de mirar, y el fracaso de estos intentos.
Después de haber observado un fenómeno semejante en varios
otros casos, he llegado a la conclusión de que se le debe conceder
una mayor importancia. Muchos neuróticos intentan evocar una visión
de sus padres, o por lo menos representar su apariencia tan clara-
mente como sea posible. Una de mis pacientes, cuya fijación en su
padre era muy pronunciada, no podía visualizarlo. En otro caso, al
paciente le resultaba muy difícil imaginarse con claridad los rasgos
de su madre. Tenía mejor resultado con los de su padre; pero tan
pronto como aparecía la imagen de éste la cara se deformaba y los
ojos adquirían una expresión fija. En este caso se descubrió que la
escopofilia del paciente, dirigida hacia su madre, había sido sometida
168 KARL ABRAHAM
en las fobias de los adultos neuróticos del mismo modo que en las
infantiles.
Con referencia a esto he realizado un considerable número de
observaciones, que en este lugar no puedo ofrecer en detalle. Sólo
seleccionaré una o dos para fundamentar las afirmaciones que siguen.
En primer lugar, la ambivalencia de su actitud hacia su. totem (el
animal temido) es obvia para rµuchos de los mismos pacientes. Uno
de mis casos, una mujer que padecía una hebefrenia ligeramente pro-
gresiva, me proporcionó, con la libertad de las inhibiciones caracterís-
ticas de tales pacientes, una información muy instructiva y precisa
acerca de éste y otros puntos importantes del totemismo individual.
En su caso, la mosca desempeñaba el principal papel en cuanto ani-
mal ca~sante de angustia. En una ocasión me dijo espontáneamente
que sus sentimientos hacia las moscas estaban "llenos de amor", pero
que al mismo tiempo experimentaba el impulso de matarlas.
Es también importante observar que, especialmente en los sueños,
un determinado animal representa a menudo no sólo al padre (o
madre) sino al mismo paciente. En un sueño de este tipo, estaban
representadas por el mismo animal simbólico -el perro- tres gene-
raciones: el padre del paciente, el paciente y su hijo. Esto correspon-
de al totemismo hereditario muy común en los pueblos primitivos.
Me referiré ahora a otro paralelo individual del culto totémico
primitivo. Se trata aquí de un totemismo vegetal, que aunque es más
raro que el totemismo animal, se encuentra ocasionalmente. Un neu-
rótico que estaba escapando constantemente a su deseo incestuoso
hacia la madre, exhibía en sus fantasías diurnas y en sus sueños todos
los fenómenos del totemismo del árbol. En el jardín de un pequeño
castillo donde vivía cuando niño, había un gran árbol antiguo al que
consideraba con reverencia religiosa; solía elevarle oraciones y recibía
oráculos de sus sonidos murmurantes 128, Su defensa <;:ontra sus deseos
incestuosos estaba asociada con una severa ansiedad. Lo perseguía una
continua inquietud y no hallaba reposo en ninguna parte. En sus
sueños diurnos le parecía ser un ál-bol del jardín paterno rodeado
por otros árboles (sus familiares) , cerca del gran árbol del oráculo
(su padre), y haber echado allí firmes raíces. Tengo la impresión
de que la represión de sus deseos incestuosos requería medidas extra-
ordinafias, de modo que sus padres no podían ser simbolizados por
un animal. Tenían que ser simbolizados por un árbol, que es sexual-
mente indiferenciado. Esto puede arrojar alguna luz sobre el tote-
mismo de ciertas tribus primitivas, en el cual el totem no es un ani-
mal, como en la mayoría de los casos, sino una planta.
Cuando observamos las fobias animales infantiles y los síntomas
totémicos neuróticos, nos llama la atención un hecho que hasta ahora
no ha sido muy considerado. En algunos de estos casos, el totem es
129 Los pequeños animales reptantes (orugas, etc.) se parecen a los voladores
porque aparecen súbitamente sobre el cuerpo del niño y por ello le provocan temor.
174 KARL ABRAHAM
las nubes, y les daban nombres. Pudo verse con facilidad que estos
nombres, a los que no citaré, por razones profesionales, contenían una
condensación de dos elementos; una evidente deformación de las pa-
labras "papá" y "mamá", y la palabra "animal". De este modo inge-
nuo el padre y la madre eran en primer lugar representados como
animales, y luego. ascendidos al cielo con la apariencia de formas no
terrenales (nubes) . Este ejemplo es muy interesante puesto que sé
descubrió que ambos niños tenían una actitud ambivalente hacia sus.
padres; por una parte les manifestaban cariño y respeto, pero por la
otra tendían a convertirlos, especialmente al padre, en objeto de'burla.
Hace poco tiempo pude analizar un sueño de una mujer neuró-
tica en el cual se expresaban de una manera característica la admira-
ción y el respeto por su padre (como sublimación de una fuerte fija·
ción erótica) y también deseos de muerte dirigidos contra él. Se lo
representaba por medio de un enorme candelero que pendía del cielo,
compuesto de innumerables estrellas y rodeado por un gran número
de símbolos fálicos.
En todos estos productos de la fantasía individual, sean ellos las
ideas de los niños cuando juegan, los sueños de los adultos, o los temo-
res de los neuróticos, percibimos los mismos procesos mentales que
se presentan en la psicología de los pueblos y están involucrados en
el desarrollo de la religión. En este lugar, sólo me referiré a aquellos
productos mitológicos en los que pueden descubrirse, bajo formas poco
disimuladas, huellas de la traslación del totem al cielo, como por ejem-
plo el pájaro-relámpago de los indios, el buey-sol de los egipcios y el
árbol-nube de la mitología indogermánica.
Los efectos de esta elevación del padre o de la madre al cielo
son numerosos. Comenzaré por discutir la representación del padre
por medio del símbolo solar. Teniendo en cuenta lo que ya conoce-
mos acerca del carácter ambivalente de este proceso podemos dividir
esos efectos en dos grupos.
El primer grupo se relaciona con los sentimientos afectuosos y
cordiales dirigidos al padre, y con el reconocimiento de su poder. La
representación simbólica del padre por el sol significa evidentemente
una exaltación de su poder. Toda la vida que nos rodea depende del
sol. A través de la identificación con el sol el padre es convertido
literalmente en el principio de toda vida, y se subraya especialmente
el reconocimiento de sus poderes de procreación. La duda y el des-1
cubrimiento ya no pueden atacar su poder. Dado que sin embargo,
una de las propiedades del sol es que perdura mucho más que los seres
terrenales. mediante la identificación del padre ton él se le atribuyen
a éste una vida eterna y la indestructibilidad. Ubicado en el cielo
como el sol, puede observar todas las cosas, al mismo tiempo que su
luz deslumbrante lo oculta a la mirada de su hijo. También se coloca
fuera del alcance de los deseos agresivos de este último. Se lo eleva
176 KARL ABRAHAM
132 Diré brevemente que muchos neuróticos no representan al padre por el sol,
sino por el relámpago, es decir, por otro fenómeno luminoso celeste. El relámpago
representa especialmente al poder punitivo (mortífero) del padre.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 177
UN FUNDAMENTO CONSTITUCIONAL DE LA
ANSIEDAD MOTRIZ (1913) 133
144 Los enfermos mentales exhiben con frecuencia una tendencia a introducir
en sus oídos toda clase de cosas.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 187
II
1110 Quizás n.o sea superfluo destacar que tanto la expresión como la idea
aquí citadas provinieron del mismo paciente. La expresión "ideas canibalísticas"
no está tomada de los "Drei Abhandlungen zur Sexualtheorie". El psicoanálisis que
menciono tuvo lugar en 1912, mientras que la tercera edición del libro de Freud,
que contiene la expresión por primera vez, no apareció hasta 1915.
196 KARL ABRAHAM
III
IV
Muchos neuróticos sufren de anormales sensaciones de hambre.
Las mujeres en particular son afectadas ·por ese síntoma. Los especia-
listas en enfermedades nerviosas están .muy familiarizados con aquellas
pacientes de las que se apodera repentinamente el hambre en la calle o
en otros lugares, y que por lo tanto siempre deben llevar con ellas
algo para comer. Tales personas se despiertan habitualmente con un
hambre canina, y se preparan para esto antes de irse a la cama colo-
200 KARL ABRAHAM
y a las cinco, ingiriendo cada vez una comida abundante. Entre las
seis y las siete de la mañana bajaba a la cocina para solicitar su des-
ayuno. Su comportamiento nos recuerda el del bebé "malcriado", que
se despierta reiteradamente durante la noche, y sólo se calma si la
madre le da algo de beber. Debemos decir que esta paciente era hija
única. Por otra parte, la conducta de los pacientes de esta clase, que
quieren comer con breves intervalos y sufren torturas si sus deseos
no son gratificados, es extraordinariamente parecida a la de los mor-
finómanos y a Ja de muchos dipsómanos. En relación a estos estados,
el psicoanálisis ha podido demostrar que la sustancia intoxicante le
proporciona al paciente una gratificación sustitutiva de aquella acti-
vidad de su libido que Je está negada. El síntoma de Ja excesiva y
compulsiva ingestión de alimentos debe ser considerado bajo la mis-
ma luz.
El caso recién descrito difiere de los tratados anteriormente en
que la paciente no deseaba sorber leche ni incurrir en otras activida-
des de succión, sino que tenía un mórbido anhelo de ingerir alimen-
tos sólidos con gran frecuencia. Toda su conducta se nos hace inteli-
gible sólo cuando tenemos en cuenta el valor placentero -conciente
o inconciente- que tenía para ella el comer. Aunque nunca disfrutó
de una noche de sueño apacible e ininterrumpido, ofreció una gran
resistencia al análisis de sus ataques y al abandono de sus comidas
nocturnas. Además, no era solamente el comer en sí mismo lo que
tenía una tan grande carga emocional; pues ella gozaba cierto tipo
de anticipación del placer durante la adquisición de las provisiones,
la preparación de sus comidas, etc.151.
del beso pueden constituir el fin esencial del deseo sexual de una
persona. La zona de los labios, en particular, asume verdaderas fun-
ciones genitales con una frecuencia que no debe ser subestimada.
Daré algunos otros detalles de dos de mis psicoanálisis. Ellos
muestran de una manera especialmente instructiva el curso que toma
la propensión infantil al hábito de succionar, y se complementan de
muchos :ffiodos.
El primer paciente, un hombre de mediana edad, sufría una neu-
rosis crónica, cuyo síntoma más molesto era un insomnio refractario
al tratamiento. Al buscar las causas psicosexuales de su trastorno, des-
cubrimos ciertas cosas respecto a las vicisitudes de su libido (o, lo que
resulta ser lo mismo, al desarrollo de su neurosis) , algunas de las
cuales citaré a continuación.
En su primera infancia el paciente había sido afecto en un grado
poco común a chuparse el dedo. Cuando creció y pese a ello no aban-
donó ese hábito, le fueron aplicados los métodos usuales. Se untaron
sus dedos con un flúido de gusto amargo; y efectivamente, el niño dejó
de chuparlos. No obstante, el éxito de tal artificio fue sólo aparente.
El pequeño utilizó una esquina de la almohada o de la sábana, y se
dormía chupándola o mascándola. ~us padres se interpusieron para im-
pedir esta nueva práctica, con el resultado de que él se sometió en la
apariencia exterior, pero sólo para buscar un nuevo placer sustitutivo.
Muy pronto se encontraron huellas de sus dientes en la armadura de
la cama. Había adoptado el hábito de roerla cuando se acostaba.
Durante los años anteriores a la pubertad, la necesidad del pa-
ciente de proporcionar a su boca estímulos placenteros antes de dor-
mirse se hizo más. y más imperiosa, y algunos de tales estímulos se
convirtieron en la condición indispensable del sueño. Durante mu-
chos años la masturbación jugó un papel importante en sus métodos
autoeróticos para conciliar el sueño. Después de la pubertad, especial-
mente cuando tenía alrededor ,de veinte años, mantuvo severas luchas
consigo mismo para abandonar el hábito, luchas en las que actuaron
una vez más las viejas prohibiciones de la infancia. A menudo con-
seguía abandonar la masturbación durante largos períodos, pero tenía
que pagar este éxito con un insorbnio rebelde que solía durar el
mismo lapso. Recurrió al consejo médico y tomó bebidas para dor-
mir, pero pronto dependió tanto. de éstas que tuvo que luchar nueva-
mente para abandonarlas a su vez. Y esta lucha, alternando con la
lucha contra la masturbación, había aparecido varias veces en el
curso de los años. Cuando el paciente, luego de comenzar el trata-
miento conmigo, empezaba a sentirse mejor, se abstuvo de usar bebi-
das para dormir en dos noches sucesivas. Al día siguiente de la segunda
noche vino a verme en un evidente estado de disgusto, y cuando se
hubo reclinado para el tratamiento de la manera usual, y me hubo
contado algo acerca de la noche anterior, observé que se ponía el
pulgar de la mano derecha en la boca, y en lugar de seguir hablando,
204 KARL ABRAHAM
1r;2 Freud se ha ocupado de este proceso más especialmente en el caso del ojo,
en su trabajo sobre "Los trastornos visuales psicogénicos de acuerdo con las concep-
ciones psicoanalíticas" (1910).
206 KARL ABRAHAM
VI
No hay duda de que la gratificación de las necesidades sexuales
ejerce una marcada influencia sobre el estado de ánimo de la persona
normal. Sin embargo, la persona sana puede tolerar dentro de ciertos
límites la carencia temporaria de la gratificación acostumbrada. Ade-
más, es capaz de procurarse ciertas gratificaciones sustitutivas por me-
dio de la sublimación. Lo mismo puede decirse de un gran. número
de neuróticos. Pero otros muestran una extrema intolerancia de toda
disminución de su placer acosturribrado, y cuanto más sucede esto
más cercana está su libido del nivel infantil. Son muy parecidos a
niños "malcriados". Su libido anhela incesantemente la gratificación
habitual. En consecuencia, ellos dependen completamente de esa satis-
facción, y reaccionan con gran desagrado si se ven privados de su
placer usual. Y este desagrado se convierte en una marcada depresión
anímica.
No me parece que se haya atendido lo suficiente al origen de la
depresión neurótica. La gratificación autoerótica de la persona neu-
rótica tiene dos usos: impide la depresión cuando hay amenaza de
ella y la elimina cuando ha sobrevenido. Ilustra su uso en el primer
sentido el hecho de que muchos neuróticos apelan a su método habi-
tual de gratificación ya por la mañana temprano para evitar una
depresión anímica. Esto sucede en aquellas personas que por la ma-
ñana tienen dificultad en despabilarse. Cada nuevo día, cada retorno
a la vida de vigilia, los colma de un vivo desagrado. Tal desagrado
podría durar y estropearles toda la jornada si no recurrieran a su .
forma habitual de gratificación como medida profilática contra la
depresión neurótica. Y tienen una importancia especial a este respecto
las diversas clases de excitación de la zona oral, que ya hemos tratado
en detalle. Este tipo de conducta erótica no puede ser mejor ejempli-
ficada que con el caso mencionado del niño de nueve años que no
abandonaba el lecho por la mañana hasta que no se le daba su codi-
ciada mamadera con leche.
Desearía ocuparme con más detalles de aquellos neuróticos que
emplean un estímulo oral placentero para disipar su depresión. De-
jaré de lado intencionalmente la consideración del alcohol como
correctivo de la depresión, porque su efecto en cuanto narcótico com-
plica la cuestión.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 207
Es particularmente instructivo el caso de una joven paciente
ciclotímica a quien tuve bajo observación. Apenas era capaz de tener
un contacto mental con otras personas, y tendía a apartarse de ellas
y abandonarse enteramente a sus inclinaciones autoeróticas. Cuando
sufría un estado de depre~ión solía emplear varios medios para ali-
viarlo, de los cuales nos interesa aquí el principal. Éste consistía en
comprar algún alimento. Ya mientras lo Comía comenzaba a recupe-
rarse. Otro método que actuaba beneficiosamente sobre su estado de
ánimo era característico de sus tendencias autoeróticas. Viajaba en
tranvía horas seguidas, y obtenía así un marcado placer por el mo-
vimiento 15 ª. Si se sentía deprimida dedicaba la mayor parte del día
a viajar en tranvía y comer alimentos que llevaba consigo.
El psicoanálisis de una joven a quien traté por su depresión neu-
rótica me demostró muy claramente cuán profundamente arraigadas
en lo infantil están todas las cosas de esta clase. Durante muchos años
después de la pubertad, el paciente fue incapaz de transferir su libido
sobre otras mujeres en razón de su fuerte fijación sobre la madre.
Durante largo tiempo encontró una gratificación sustitutiva en su
profesión, hasta que ciertas circunstancias provrn;aron un conflicto
interno del cual no era conciente. Su fijación sobre la madre y su
tendencia contraria a desligarse de ella entraron en violento conflicto.
Su trabajo dejó de satisfacerlo. El primer resultado fue una depresión
anímica, al comienzo de la cual sucedió algo sorprendente. Cierto
día, con una intensa decepción de la vida, sintiéndose sin energía y
sin ganas de comer, se fue a la cama. Su madre le llevó una taza de
leche. Cuando la acercó a su boca y sus labios entraron en contacto
con el líquido, experimentó, según su expresión, "una sensación mixta
de calor, suavidad y dulzura". Esta sensación lo sorprendió, y sin
embargo le pareció reconocer algo del pasado distante; al mismo tiem-
po, tuvo sobre él un inexplicable efecto calmante. El psicoanálisis
pronto resolvió el problema. El paciente había sido amamantado por
su madre durante todo su primer año de vida, y había succionado
con gran intensidad (hecho que me contaron sus propios padres) .
Durante los años siguientes trató de asir con frecuencia el pecho de
la madre, y en su lenguaje infantil utilizó expresiones tiernas para
denominarlo. Cuando, como he ·descrito, fracasó su intento de liberarse
de su fijación, y comenzó a sufrir una severa depresión, inconciente-
mente acudió de nuevo a su primera fuente de placer. La leche que
le trajo su madre despertó las más tempranas huellas de recuerdos
placenteros, y pudo aliviar su depresión por el momento.
Ahora se hace inteligible un fenómeno que conoce bien el espe-
cialista en enfermedades nerviosas. Los neuróticos deprimidos o exci-
tados son influídos a menudo, aunque por breve tiempo, por el mero
hecho de ingerir medicinas, aun cuando ellas no tengan poderes seda-
VII
tan bien conocidas por el psicoanalista que bastará hacer una ligera
referencia a ellas.
En el climaterio muchas personas prestan más atención a las
cuestiones de la nutrición de lo que antes solían hacer. Paralelamente
a la retrogresión de las {_unciones sexuales (en el sentido estricto del
término) aparece un aumentado interés por el tema del alimento. La
tendencia regresiva de este proceso se 'manifiesta claramente en el
hecho de que tales personas retornan con frecuencia a la afición in-
fantil por las golosinas. También vale la pena observar que al mismo
tiempo se presta una mayor atención al funcionamiento de los intes-
tinos. Cuanto más se retira al segundo plano Ja zona genital como
fuente de placer, tanto más vuelven muchos individuos al erotismo
oral y anal. Puede verse con frecuencia que las personas de esta edad
tienen una gran tendencia a convertir en el tema de su conversación
a los asuntos orales y anales.
Como hemos dicho, se encuentra en los neuróticos, en gran me-
dida, el mismo tipo de cosas. En ellos las ideas relativas a la ingestión
de alimentos asumen un c~rácter hipocondríaco t56.
En Jos estados de depresión melancólicos, la libido parece regre-
sar al primer estadio de desarrollo que conocemos. Es decir que en su
inconciente la persona melancólica deprimida dirige hacia su objeto
sexual el deseo de incorporarlo. En lo profundo de su inconciente
hay una tendencia a devorar y destruir a su objc:to.
En mi primer trabajo señalé ciertas similitudes notables entre las
estructuras de la melancolía y la neurosis obsesiva, y a ese respecto
llamé la atención especialmente soQre la ambivalencia de los senti-
mientos y la predominancia original del sadismo en la vida afectiva
de ambas clases de pacientes. Veo ahora la necesidad de destacar lo
que me parece ser una diferencia esencial entre esas dos enfermedades.
Pienso todavía que en arribos casos la libido es predominantemente
hostil hacia el objeto de sus deseos, y se esfuerza por destruirlo; pero
me parece que en contraste con los deseos sádicos del neurótico obse-
sivo, el deseo inconciente del melancólico es destruir el objeto de su
amor devorándolo.
Algunas de las autoacusqciones de los melancólicos dirigen la
atención del psicoanalista hacia impulsos de esta clase, aunque los
mismos pacientes no tienen conciencia alguna de la relación. Esos
autorreproches tienen muchos rasgos típicos. Muchos pacientes asegu-
ran que son los mayores criminales de todos los tiempos, e insisten
en que ellos solos han introducido en el mundo todas las desgracias
y todos los pecados. Todo el que esté familiarizado con los métodos
VIII
162 En dos casos de "impotentia ejacu1andi" pude obtener también una cura-
ción permanente por medio del psicoanálisis.
CAPÍTULO XIV
Puedo decir que los casos a los que me refiero pertenecen princi-
palmente a las neurosis obsesivas. Un caso era una histeria de ansie-
dad mezclada con síntomas obsesivos, y en otro había una perturba-
ción paranoide. Teniendo en cuenta los más recientes resultados del
psicoanálisis, no nos sorprenderá encontrar en todos los casos mar-
cados rasgos anal-sádicos. Ya ha sido mencionada la actitud hostil y
negativa hacia el médico; y los ·motivos anal-eróticos explican el resto·
de su conducta. Daré algunos ejemplos. En estos neuróticos, como
también en otros con fuerte erotismo anal, se compara al hablar du-
rante el análisis, por medio de lo cual se expele material psíquico,
con la evacuación del intestino. (Puedo decir que algunos identifican
a las asociaciones libres con las flatulencias.) Se trata de personas a
las que sólo dificultosamente se les pudo enseñar en la infancia a con-
trolar su esfínter y a mover el vientre con regularidad. Acostumbra-
ban a negarse a evactiar el intestino a una hora determinada, de
modo que podían hacerlo cuando les convenía; y por motivos incon-
cientes, se conducen ahora del mismo modo hacia el médico y e]
pc:...icoanálisis. Tausk 165 ha señalado recientemente el hecho de que i.
los niños les gusta engañar a los adultos en cuanto a la evacuación
intestinal. Aparentan estar esforzándose duramente por satisfacer el
requerimiento de su madre o nodriza, pero no ejecutan ningún mo-
vimiento. Tausk añade que es ésta quizá la primera oportunidad en
que el niño se da cuenta de que puede engañar a los mayores. Los
neuróticos que tratamos, continúan esta tradición de la conducta
infantil. Diríamos que se enorgullecen de poder decidir si, cuándo
y en qué cantidad entregarán su material psíquico inconciente. Esta
tendencia a presentar en el análisis elementos perfectamente arregla-
dos, nos demuestra, no sólo un placer anal-erótico en sistematizar y
clasificar todo, sino otro rasgo interesante. Freud 106 ha llamado re-
cientemente la atención sobre la identificación inconciente del excre-
mento con los regalos. Los neuróticos narcisistas con una fuerte
predisposición anal, como los que estamos tratando ahora, tienen la
tendencia a ofrecer presentes en lugar de amor 16 7. Su transferencia
sobre el médico es incompleta. No son capaces de emplearse sin res-
tricciones en las asociaciones libres. Como sustituto, ofrecen regalos
al médico; y ellos consisten en las contribuciones al psicoanálisis que
han preparado en su casa, y a las que hacen objeto, como a los pro-
ductos de su propio cuerpo, de una sobreestimación narcisista. La
ventaja para ellos consiste en que conservan la facultad de decidir
qué es lo que van a dar.
Uno de mis pacientes obsesivos que padecía de la manía de dudar
y cavilar, tuvo la idea de convertir al mismo psicoanálisis,' a sus mé-
discusión actual son los casos en los que tuvimos que satisfacernos con
una mejoría parcial pese a un tratamiento continuo.
Si contemplamos una cierta cantidad de tratamientos exitosos y
fallidos de pacientes de este grupo, el problema de los resultados va·
riadas se explica de una manera simple. La prognosis es favorable,
inclusive en casos de edad avanzada, si la neurosis apareció en toda
su gravedad sólo largo tiempo después de la pubertad, y si el paciente
ha disfrutado por lo menos algunos años de una actitud sexual pró~
xima a la normal y de un período de actividad social útil. Los casos
desfavorables son aquellos de quienes ya han tenido en la infancia
una neurosis obsesiva, etc., y qu_e en los aspe~tos ya mencionados nunca
consiguieron un estado semejante al normal. Éstos son también los
casos, sin embargo, en que la terapéutica psicoanalítica puede fraca-
sar aunque el paciente sea joven. En otras palabras, es de mayor im-
portancia para el éxito del psicoanálisis la edad en la que aparece la
neurosis que la edad en que se inicia el tratamiento. Podemos decir
que la edad de la neurosis es más importante que la edad del paciente.
A este respecto se impone por sí misma una comparación con la
prognosis de los trastornos mentales. Entre las psicosis conocidas como
demencia precoz (esquizofrenia, parafrenia), es m·ás desfavorable la
prognosis en aquellos casos que han estallado en la pubertad o aun
en la infancia, mientras qne los que aparecieron en una edad más
madura son más propensos a mejoría, que suelen ser bastante perma-
nentes. El curso que toman las psiconeurosis obedece a las mismas
leyes.
La cuestión de hasta qué punto puede tener éxito el psicoanáli-
sis en la indagación de la sexualidad infantil de los neuróticos de
edad avanzada, tiene mucha importancia. A partir de mi experien-
cia, puedo decir que no es de ningún modo imposible rastrear hasta
los primeros períodos de la infancia. En un caso de neurosis obsesiva
que traté recientemente, aunque el tratamiento no está terminado
todavía, tuve en este aspecto un éx1t.o tan completo como sólo hu-
biera podido esperarse si el paciente hubiera sido muy joven.
En algunos casos, el tratamiento psicoanalítico durante la edad
de la involución no es conducido del mismo modo que con los pa-
cientes más jóvenes. Mientras que en general dejamos la conducción
del análisis al paciente, en el sentido de que él elige en cada hora
de tratamiento el punto df' partida de sus asociaciones libres, ciertos
neuróticos de mayor edad necesitan recibir en cada ocasión Un estímu-
lo del médico. He observado esto reiteradamente, y en una forma pro-
nunciada, en los neuróticos obsesivos más viejos. Esos pacientes eran
personas de una débil iniciativa en general, que en determinados as-
pectos habían sido dependientes y faltos de confianza en sí mismos
desde su juventud. Ahora deseaban ser guiados por su médico, quien
en su inconciente representaba al padre superior. He tropezado con
esto muchas veces al comenzar la hora de tratamiento de tales pa-
242 KARL ABRAHAM
tubo de los enemas. Pero ahora sumió una actitud femenina -pasiva-
hacia su padre 1 7 2 . Poco después fue enviado a su cama. Durante ese
tiempo pasó un par de días sin evacuar el vientre, y como conse-
cuencia de esto sentía una sensación de presión en el abdomen. Esa
noche soñó que tenía que expeler al universo por su ano.
En este sueño se expresa muy claramente la idea de la omnipo-
tencia de la defecación. Nos recuerda los mitos de la Creación, en los
que se produce al ser humano a partir de la tierra o de la arcilla,
es decir, de una sustancia semejante a los excrementos. El mito bíbli-
co de la Creación tiene dos versiones diferentes en este aspecto. En
la versión "Elohista", Dios crea al universo y también al hombre por
medio de su orden, "Que ellos sean'', es decir, por la omnipotencia
de su pensamiento, voluntad, o acto. En la versión "Javhista .. se crea
al homqre con un terrón en el que Dios echa su aliento; de modo que
aquí encontramos expresada la idea más primitiva de la omnipotencia
de los productos del intestino. Pero no podemos considerar a otros
paralelos mitológicos en este Jugar.
Volviendo al significado sádico de la defecación, mencionaré que
la paciente que en el sueño mataba a su familia por medio de sus
excreciones. estaba seriamente afectada por una diarrea nerviosa. Ade-
más de sus causas habituales, el psicoanálisis descubrió en el fondo
de este síntoma un elemento sádico. La diarrea demostró ser un equi-
valente de los estallidos de ira reprimidos. Otros casos analizados han
confirmado esta relación. Por ejemplo, conozco a una neurótica que
reacciona con diarrea ante cualquier suceso que provoca su ira.
Parece curioso que un estallido de cólera pueda ser representado
precisamente por este síntoma neurótico. Para encontrar la explica-
ción debemos considerar la conducta del niño en sus primeros años
de vida. En la ira, el niño exhibe Ja misma congestión facial, los
mismos gestos, los mismos movimientos corporales que cuando expele
los excrementos. Y en ambas ocasiones profiere los mismos quejidos.
Esta identidad de los medios de expresión empleados en ambas oca-
siones indica una estrecha asociación entre los que son aparentemente
impulsos distintos. Podemos así comprender que una evacuación ex-
plosiva del vientre pueda ofrecer al inconciente del neurótico un sus-
tituto de una manifestación de cólera que no se ha efectuado.
La relación más fundamental entre el sadismo y el erotismo anal
reside sin duda en el hecho de que el sentimiento sexual pasivo aso-
ciado con la zona anal se acopla a los impulsos sádicos-activos, una
combinación de opuestos que representa la primera etapa de la pola-
ridad de varón y mujer. La muy marcada actitud ambivalente que hay
en la vida instintiva de Ios neuróticos obsesivos, se basa en esta estre-
175 (NQ 72, B. A.). (Esta es una contribución de Abraham a una discusión,
en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa, el 9 de junio de 1921, a
propósito del trabajo de Ferenczi "Observaciones psicoanalíticas sobre el tic" apare·
cido ese mismo afio} .
248 KARL ABRAHAM
Estado normal
Amor objetivo Organización Con trol de la Capacidad de
genital. inervación del enfrentar los
órgano. estímulos
psíquicos.
el n1no, así como las niñas son tímidas respecto a los hombres. La
sensación que le producían las arañas al paciente puede describirse
como ''pavorosa''.
Un tercer sueño que ocurrió alrededor de dos meses después del
segundo aclara más la cuestión. Dijo el paciente: "Yo estaba parado
al lado de una cama. U na araña colgaba en el aire, sobre la cama,
sostenida por uno o dos hilos. Tenía un mechón de pelo en la parte
superior de cada pata. Yo temía que al balancearse hacia atrás y
adelante en sus hilos, me tocara o trepara encima mío. Mi esposa,
parada a mi izquierda, me advirtió este peligro. Toqué con ~i mano
derecha el principal de los hilos de que pendía la araña, y eso im-
pidió que se me acercara demasiado. Repetí la operación varias veces,
de modo que en cierta manera estaba jugando con la araña, o mo-
lestándola. Le dije a 1ni esposa con orgullo: «¡Ahora sé cómo tratar
a la araña!> Entonces ésta desapareció del sueño. Finalmente la ha-
bía eliminado, y dejé caer la mano sobre la cama. Descubrí horrori-
zado que mi mano descansaba en realidad sobre una tela de araña
que había allí. La tela era del tamaño de la mano, oval y convexa;
Era un nido de araña, y quizá estaba lleno de arañitas. Retiré la
mano y corrí hacia el pasillo; no sé si mi mano había tocado a las
arañitas, o si alguna se había trepado a ella. En mi apuro no pude
examinar el nido, pero le dije a mi esposa que lo hiciera."
La arañ.a colgante y los hilos, representan nuevamente al órgano
genital masculino de la madre; los movimientos de balanceo y la
aproximación al paciente significan la erección y el ataque sexual,
como ciertos símbolos del segundo sueño. Los mechones de pelo tam-
bién tienen un significado fálico; su duplicación indica de un modo
característico la ausencia de lo que representan en realidad. Durante
el sueño, el paciente se muestra activamente hostil hacia la araña;
desaparece su temor al imaginario pene de la madre. No necesitamos
extendernos sobre otros detalles de esta parte del sueño.
Luego el paciente entra en contacto con el nido de la araña,
por cuyo tamaño y forma no tenemos dificultad en reconocer a los
genitales femeninos. Ahora siente ansiedad respecto a los genitales fe-
meninos reales (es decir, a la carencia de pene), en lugar de su ante-
rior ansiedad respecto al atributo imaginario. Tropezamos de nuevo
con el horror a tocar esa parte del cuerpo femenino. Las arañitas que
el paciente imagina dentro_ del nido, son símbolos típicos de los niños.
(El paciente era el hijo mayor de la familia.)
En conclusión, podemos decir que estos tres sueños explican el
simbolismo de la araña en tres direcciones. En primer lugar, la araña
representa a la perversa madre conceb_ida como un hombre, y en
segundo lugar, al genital masculino que se le atribuye. Aquí, la tela
de la araña representa al vello púbico, y el hilo al genital masculino.
El hecho de que cada sueño contenga un uso especial del sim-
bolismo de la araña, indica que probablemente hay todavía otros
254 KARL ABRAHAM
POST SCRIPTUM
II
III
IV
,Las transformaciones neuróticas que se originan en el complejo
de castración femenino pueden dividirse en dos grupos. Los fenóme-
nos de uno de los grupos descansan sobre un fuerte deseo, emocional-
mente cargado, pero no conciente, de adoptar el papel masculino,
esto es, en la fantasía de poseer un órgano masculino; los del otro
grupo expresan un rechazo inconciente del papel femenino, y un
deseo reprimido de vengarse del hombre privilegiado. No hay una
clara línea de demarcación entre ambos grupos. En el mismo indivi-
duo, los fenómenos de un grupo no excluyen los del otro; se com-
plementan mutuamente. No obstante, puede reconocerse claramente
la preponderancia de esta o aquella actitud, de modo que podemos
hablar de la predominancia de una reacción del tipo del cumplimiento
del deseo, o del tipo de la venganza.
Ya sabemos que aparte del desenlace normal del complejo de
castración femenino, hay dos formas de reacción inconciente anorma-
les, a saber, la de tipo homosexual y la de tipo arcaico (vengativo) .
Sólo tenemos que recordar la relación general entre perversión y
neurosis, con la cual nos familiarizaron las investigaciones de Freud,
PSICOANÁLISIS CÚNICO 267
para poder comprender en cuanto a su psicogénesis a los dos tipos
neuróticos descriptos. Ellos son el "negativo" de los tipos homosexual
y sádico mencionados; pues ellos contienen los mismos motivos y ten-
dencias, pero en una forma reprimida.
Los fenómenos psíquicos que derivan de los deseos inconcientes
de masculinidad física o de venganza. sobre el hombre. son difíciles
de clasificar debido a su multiplicidad. También debe tenerse en
cuenta que los síntomas neuróticos no son las únicas expresiones ·de
origen inconciente que deben interesarnos aquí; sólo necesitamos refe-
rirnos a las diversas formas en que aparecen en los sueños las mismas
tendencias reprimidas. Por lo tanto, como ya dije al princ;ipio, esta
investigación no puede pretender un tratamiento e~haustivO de los
fenómenos que. surgen del complejo de castración reprimido, sino más
bien destacar ciertas formas frecuentes e instructivas de ellos, y espe-
cialmente algunas que no han sido consideradas hasta ahora.
El cumplimiento .del deseo que va más lejos en el sentido del
complejo de castración femenino, comprende aquellos síntomas o sue-
ños neuróticos que convierten al hecho de la femineidad en su opuesto.
En tal caso, las fantasías inconcientes de la mujer dicen: "soy la afor-
tunada poseedora de un pene y ejerzo la función masculina". Van
Ophuijsen da un ejemplo de esta clase en su artículo sobre el "com-
plejo masculino" de las mujeres 184. Se refiere a una fantasía conciente
de la juventud de una de sus pacientes, y por lo tanto nos da en
principio sólo una visión de los deseos activo-homosexuales todavía no
reprimidos de la paciente; pero al mismo tiempo demuestra clara-
mente cuál es la base de esos síntomas neuróticos que expresan las
mismas tendencias después de haber sido ellas reprimidas. A la noche,
la paciente solía ubicarse entre la lámpara y la pared, y luego alzaba
un dedo teniendo la mano en la parte inferior de su cuerpo, de tal
manera que en la sombra sobre la pared ella parecía tener un pene.
Hacía así algo muy semejante a lo que hizo la niña de dos años con
el cigarro.
Junto con este instructivo ejemplo puedo mencionar el sueño de
una neurótica. Era hija única. Sus padres habían deseado ardiente-
mente tener un hijo, y en consecuencia habían fomentado el narcisis-
mo, y particularmente los deseos masculinos, de su hija. Según una
expresión de ellos, ésta iba a convertirse en un "hombre muy. célebre''.
En sus sueños diurnos de adolescente ella se veía como un "Napoleón
femenino", y en ellos comenzaba una gloriosa carrera como oficial,
avanzaba hasta las posiciones más altas, y veía a todos los países de
Europa rendirse a sus pies. Después de haberse demostrado así supe-
rior a todos los hombres del mundo, aparecería finalmente un hombre
que superaría, no sólo a todos los demás, sino también a ella misma;
y la sometería a él. En sus relaciones maritales de la vida real, maní-
191 Véase Freud, "Beitrage zur Psychologie des Liebeslebens", secciones l y Il.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 277
VI
Ya hemos demostrado que la tendencia femenina a despreciar la
importancia del órgano genital masculino sufre una represión sexual
progresiva, y que a menudo aparece exteriormente como un deseo
general de humillar a los hombres. Esta tendencia se manifiesta a
menudo en una evitación instintiva de los hombres que tienen mar-
cadas características masculinas. La mujer dirige su elección amorosa
hacia un hombre pasivo y afeminado, conviviendo con quien puede
renovar diariamento: h. prueba de que su propia actividad es superior
a Ja de él. Así c•... rP J a las mujeres manifiestamente homosexuales, le
agrada representarse como insignificantes a las diferencias entre hom-
bre y mujer. Una de mis pacientes le pidió a su madre, cuando tenía
seis años, que la enviara a una escuela de varones con ropas de varón,
porque "'entonces nadie se daría cuenta de que ella era una niña".
Además de la inclinación a despreciar a los hombres, se encuentra
también una marcada sensibilidad del complejo .de castración ante
192 Esta idea me fue sugerida por las obse~aciones del Dr.• Theodor Rcik en
una discusión en la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa.
278 KARL ABRAHAlll
VII
VIII
afuera, pero cuando han concebido uno ellos mismos, espe.ran que los
demás lo acepten. Como ejemplo, mencion¡,lré la introducción de· es·
trictas reglas para aplicar en las oficinas, o la redacción de un libi:o
que contenga reglas o recomendaciones taxativas para la organización
de todas las oficinas de cierto tipo.
El siguiente es un notable ejemplo de esta clase. Una madre
redactó un programa en el cual ordenaba el día de su hija ,de la
manera más detallada. Las órdenes para la mañana temprano eran
éstas: 1) Levántate. 2) Usa el baño. 3) Lávate, etc. Durante "la ma-
ñana solía golpear de tiempo en tiempo a la puerta de su hija, y le
preguntaba: "¿Adónde has llegado ahora?"' Entonces la niña tenía
que responder, "9" o "15", según fuera el caso. De este modo la
madre vigilaba estrictamente la ejecución de su plan.
Puedo decir aquí que todos esos sistemas, no sólo testimonian una
obesesión por el orden en su inventor, sino también su amor al poder,
que es de origen sádico. Luego me ocuparé en detalle de la combina·
ción de los impulsos anal y sádico.
Debe aludirse también al placer que encuentran esos neuróticos
en catalogar y registrar todas las cosas, en hacer resúmenes tabulados,
y en ocuparse con estadísticas de todo tipo.
Muestran también la misma terquedad respecto a los pedidos o
demandas que les hacen otras personas. Recordamos la conducta de
esos niños que se constipan cuando se les solicita la defecación, pero
luego ceden a la necesidad en un momento que les resulta agradable.
Tales niños se rebelan igualmente contra la orden de evacuar el in-
testino y contra la necesidad que experimentan de hacerlo; su deseo
de posponer la evacuación es una protección contra ambos impe-
rativos.
La deposición de los excrementos es la primera forma en que el
niño "da" o "regala" una cosa; y el neurótico exhibe a menudo la
terquedad descrita en materia de dar. En consecuencia, se negará a
un pedido que se le hace, pero por su propia voluntad' hará un regalo
generoso. Lo importante aquí es preservar su derecho a la decisión.
Encontramos con frecuencia en nuestros psicoanálisis que un esposo
se opone a todo gasto propuesto por la mujer, y después le da "por su
libre decisión" más de lo que ella había pedido. A esos hombres les
encanta mantener a sus esposas dependientes de ellos financieramen-
te. Asignar dinero en cuotas que ellos mismos determinan, es una
fuente de placer. Encontramos una conducta similar en algunos neu-
róticos respecto a la defecación, que ellos sólo permiten que se pro-
duzca in refracta dosi. U na tendencia especial que tienen estos hom-
bres y mujeres, es la de distribuir alimentos en porciones como mejor
les parece, y este hábito asume a veces formas grotescas. Por ejem·
plo, está el caso de un viejo cicatero que alimentaba a su cabra dán-
dole cada hoja de hierba' por separado. Tales personas gustan de sus-
290 KARL ABRAHAM
descritas por Ferenczi 201 , esto es, que no pueden tolerar "Qna inte-
. rrupción de su trabajo. Sucede también en este caso lo que pasa con
frecuencia con los propósitos neuróticamente exagefados, que no con-
siguen su objetivo. Los pac.ientes a menudo ahorran tiempo en pe·
queña escala, y lo pierden en gran cantidad.
Tales pacientes ejecutan frecuentemente dos ocupaciones a la
vez, para ahorrar tiempo. Les agrada, por ejemplo, leer, estudiar, o
realizar otras tareas mientras defecan 2o 2 • He tropezado repetidas veces
con personas que para ahorrar tiempo se ponían o sacaban el caso y
el chaleco juntos, o que al irse a acostar dejaban los calzoncillos d~n
tro de los pantalones para ponerse ambas prendas a la vez a la maña-
na siguiente. Los ejemplos de este tipo pueden multiplicarse fácilmente.
La~ formas en las que puede expresarse el placer. de la posesión,
son muy numerosas. El coleccionista de estampillas que lamenta pro-
fundamente la falta de un ejemplar en su colección, no está muy ale-
jado del avaro, que según la· noción popular cuenta sus piezas de oro
y se deleita con ellas. Pero el trabajo de Jones respecto al impulso de
coleccionar es tan informativo, que yo no puedo agregarle nada de
importancia.
Por otra parte, me parece necesario hacer una breve alusión a un
fenómeno, que está estrechamente relacionado con el placer en mirar
las propias posesiones. Me refiero al placer en contemplar las propias
creaciones intelectuales, cartas, manuscritos, etc., u obras completas de
cualquier clase. El prototipo de esta tendencia es la contemplación
de los propios excrementos, que para muchas personas es una fuente de
placer siempre renovada, y que es en algunos neuróticos una forma
de compulsión psíquica.
Esta acentuación libidinal de la posesión explica la dificultad
que tienen nuestros pacientes en separarse de objetos de todo tipo,
cuando éstos no tienen ya valor práctico o pecuniario alguno. Tales
personas coleccionan a menudo en el altillo toda suerte de objetos
rotos, con el pretexto de que pueden necesitarlos más adelante. Y
luego, en una u otra ocasión, se desembarazan de una sola vez de
todo el lote de desperdicios. Su placer de tener almacenada una masa
de materiales, corresponde enteramente al placer de retener las heces.·
Encontramos en este caso que la eliminación (evacuación) del mate-
rial es demorada todo lo posible. Las mismas personas coleccionan
pedazos de papel, sobres viejos, lápices usados y cosas similares, y no
pueden desprenderse de estas propiedades por largos períodos de
tiempo, y luego, en raras ocasiones, hacen un descarte general, que
también está asociado con placer. Entre hombres de negocios y ofi·
201 "Neurosis del domingo" (1919).
202 Para estos neuróticos el w.c. es el verdadero lugar de "producción", cuya
soledad la facilita. Un paciente que manifestó violenta resistencia a proporcionar
asociaciones libres durante las horas de tratamiento psicoanalítico, las produjo en
.su casa, en el w.c., y las presentó ya listas en el análisis.
296 KARL ABRAHAM
205 En Berlín hay un dicho respecto a estas personas: "Oben hui, unten pfuil"
("Por encima, muy bien, por debajo, ¡uf!"). En Baviera dicen más groseramente
.. Oben beglissen, unten beschissen" ("Por encima brillante, por debajo cagado").
Por lo tanto, las contradicciones de algunas personas en este aspecto son materia
de conocimiento común.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 299
206 ·Es verdad que algunas disponen de ricas fuentes narcisistas de placer, y
viven en un estado de sonriente autosatisfacdón.
CAPÍTULO XXIV
208 Freud demostró hace tiempo que los trastornos estomacales e intestinales
en la infancia pueden tener un efecto nocivo sobre el desarrollo mental del niño.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 305
PARTE 1
JNTRODUCCJÓN
HAN PASADO más de diez años desde que yo intentara por primera
vez indagar la etiología de los trastornos maníaco-depresivos utilizan-
do conceptos psicoanalíticos 21s. Me di cuenta de los defectos de ese
intento, y traté de poner eso en claro en el título de mi trabajo.
Pero debemos recordar cuán poco había sido escrito entonces sobre
cualquier tema psicoanalítico. Y en especial, había pocas obras ante-
riores sobre las perturbaciones cíclicas. La práctica psicoterapéutica
privada ofrece escasas oportunidades para el análisis de casos de esta
clase, de modo que no le era posible a ningún analista aislado reunir
y comparar suficientes datos sobre el asunto.
No obstante, pese a los defectos de ese primer intento, se de-
mostró que sus resultados eran correctos en ciertos aspectos impor-
tantes. El trabajo de Freud sobre "El pesar y la melancolía" .confirmó
mi opinión de que la melancolía tenía con el pesar normal la misil)a
relación que la ansiedad morbosa con el temor ordinario. Y podemos
considerar ahora como definidamente establecida la afinidad psico-
lógica entre la melancolía y las neurosis obsesivas. Además, estas dos
afecciones exhiben semejanzas en cuanto al proceso de apartamiento
de la libido del mundo exterior. Por otra parte, hasta ahora no ha
sido posible descu~rir nada respecto al punto de divergencia de la
melancolía y los estados obsesivos; ni tampoco se ha aclarado el pro-
blema de la causa específica de los trastornos cíclicos.
II
de que "la sombra del objeto amoroso perdido cae sobre el ego" y
decir que en este caso no fue la sombra sino la radiante presencia
de la amada madre lo que se esparció sobre el hijo. También en la
persona normal los sentimientos de afecto desalojan a los hostiles res-
pecto a un objeto que en realidad se ha perdido. Pero sucede de otra
manera en el caso de la melancolía. Pues aquí encontramos un con-
flicto tan fuerte, basado sobre la ambivalencia libidinal, que todo
sentimiento· de amor es amenazado de inmediato por la emoción
opuesta. Una "frustración", una decepción por parte del objeto amado,
puede desencadenar en cualquier momento una ola pode~osa de odio,
que barrerá los sentimientos de amor, débilmente arraigados. Tal
remoción de la catexia libidinal positiva tendrá los efectos más pro-
fundos: conducirá al abandono del objeto. En el caso ya citado, que
sin embargo no era uno de melancolía, la pérdida real del objeto fue
el acontecimiento primario, y la alteración de la libido sólo una con-
secuencia necesaria de aquél.
III
muy probable que en su forma arcaica los ritos del duelo consistie-
ran en Ja ingestión de la persona muerta.
El ejemplo ya mencionado no es frecuente, por el modo fácil y
simple en que descubre el significado de los síntomas melancólicos como
una expulsión y reincorporación del objeto. Para mostrar hasta qué
punto pueden ser irreconocibles esos impulsos, ofreceré un segundo
ejemplo, tomado del psicoanálisis de otro paciente.
El paciente me dijo cierto día que había notado que experimen-
taba una curiosa tendencia durante sus estados de depresión. Al prin-
cipio de esos estados solía caminar con la cabeza ha ja, de modo que
sus ojos estaban fijos en el suelo más bien que en las personas veci-
nas. Entonces comenzaba a mirar con interés compulsivo si había tira-
dos en la calle botones de madreperla. Si encontraba alguno lo reco-
gía y se lo ponía en el bolsillo. Justificaba este hábito diciendo que
al principio de su depresión tenía tal sentimiento de inferioridad
que se sentía contento de encontrar por la calle siquiera un botón;
pues no sabía si volvería a ser capaz de ganar el dinero suficiente
para comprarse el más insignificante objeto. En la lamentable condi-
ción en que se encontraba, decía, aun aquellos objetos que las demás
personas dejan por ahí debían tener un considerable valor para él.
Esta explicación fue contradicha por el hecho de que pasaba por
alto otros objetos, especialmente los botones hechos con diferente ma-
terial, con un cierto sentimiento de desprecio. Sus asociaciones libres
nos condujeron gradualmente a los motivos más profundos de esta
extraña inclinación. Ellas mostraron que relacionaba la madreperla
de los botones con la idea de brillo y limpieza, y por ello era de un
valor especial. Llegamos así a intereses coprofílicos reprimidos. Puedo
recordar a. los lectores el excelente trabajo de Ferenczi sobre el tema 23 ª.
Allí demuestra cómo el niño halla placer, primero en sustancias sua-
ves y dúctiles, luego en elementos duros y granulares y, finalmente,.
en objetos pequeños y sólidos con una superficie limpia y brillante.
En el inconciente, todos estos objetos son equivalentes al excremento.
Luego, los botones de madreperla representaban al excremen-
to. La necesidad de recogerlos por la calle nos recuerda el impulso
obsesivo del caso anteriormente descrito, en el que había una directa
compulsión a recoger el excremento de las calles y comérselo. Otro
punto de semejanza entre ambos casos es que las personas pierden los
botones de sus vestidos así como dejan caer los excrementos 239 • En
ambos casos, por lo tan to, se trata de recoger un objeto perdido.
En una de sus horas de análisis siguientes, el paciente retomó el
tema y dijo que aquél del que ya habíamos hablado no era el único
impulso extraño que experimentaba en sus estados de depresión. Du-
rante su primer ataque de esta clase había ido al sanatorio del profe·
sor Y. en X. Un día vinieron dos parientes suyos para sacarlo a pasear.
Le mostraron los jardines públicos y los edificios, y otras cosas, que
a él no le interesaron nada. Pero ~n el camino de regreso se paró
frente a una vidriera donde vio algunas piezas de pan de "Johan-
nis" 2 40. Sintió un fuerte deseo de comprar algunas, y así lo hizo.
El paciente 'tuvo de inmedi.ato una asociación a esta historia, que
fue la siguiente: en la pequeña ci.udad donde vivía cuando niño, ha-
bía frente a su casa un pequeño negocio. La propietaria era una
viuda, cuyo hijo era compañero de juegos de él. Recordaba que esa
mujer solía darle "pan de Johannis". En ese período ya había tenido
la desventurada experiencia ·que fue el origen de su enfermedad, una
profunda decepción en sus relaciones amorosas, por parte de la ma·
dre. En sus recuerdos infantiles, esta mujer que vivía frente a su casa
fue erigida en un modelo, y comparada con la madre "mala". Su
impulso automátiéo a comprar el "pan de Johannis" en el negocio,
y a comerlo, tenía el significado inmediato de un deseo de amor ma·
terna! y cuidado. El que hubiera elegido como símbolo precisamente
a ese pan se debía a su forma alargada y su color, que le recordaban
los excrementos. De modo que nos encontramos una vez más con el
impulso a comer excremento como expresión del deseo de un objeto
amoroso perdido.
El paciente tuvo otra asociación que se remitía a su días infan·
tiles. En su ciudad natal se estaba construyendo un camino, y los
obreros, al cavar, habían extraído algunas conchas. Uno de los lados
estaba cubierto de tierra y sucio, pero el otro brillaba como madre·
perla. Aquí las asociaciones del paciente lo condujeron una vez más
a su lugar natal, al que identificaba indudablemente con su madre.
Estas conchas eran las precursoras de los botones de madreperla por
los cuales tenía obsesión. Además, la idea de las conchas de madre·
perla resultó ser, en el análisis, un medio de representar su actitud
ambivalente hacia la. madre. La palabra "madreperla" expresaba la
alta estima hacia la madre, como concebida como una "perla". Pero
la superficie suave y reluciente era engañosa, pues el otro lado no era
tan bello. Al comparar· ese lado, cubierto de suciedad (excremento) ,
con su "mala" madre, de quien tenía que apartar su libido, estaba
abusando de ella y haciéndola objeto de escarnio 24 i.
Los casos dados pueden bastar por ahora. Ellos nos ayudan ·a
comprender psicoanalíticamente el curso que sigue la melancolía en
sus dos fases, Ja pérdida y Ja reincorporación del objeto amoroso. Sin
embargo, cada una de estas fases requiere un examen ulterior.
Ya hemos dicho que la tendencia a abandonar el objeto amoroso
tiene su fuente en Ja fijación de Ja libido en la primera fase de la
etapa anal-sádica. Pero si descubrimos que el melancólico tiende a
abandonar esa posición en favor de otra todavía más primitiva, a sa-
ber, el nivel oral, entonces debemos suponer que también hay ciertos
puntos de fijación en su desarrollo Jibidinal, que datan de Ja época
en que la vida instintiva estaba todavía centrada principalmente en la
zona oral. Y las observaciones psicoanalíticas apoyan plenamente esta
suposición. Unos pocos ejemplos servirán de ilustración.
Al tratar casos melancólicos, he tropezado reiteradamente con
fuertes deseos perversos, que consistían en utilizar la boca en lugar
de los genitales. Los pacientes satisfacían estos deseos parcialmente
practicando el cunnilinguus. Pero principalmente, solían incurrir en
vívidas fantasías basadas en impulsos canibalísticos. Ellas se refieren
a morder el cuerpo del objeto amoroso en todas las partes posibles,
pecho, pene, brazo, nalgas, etc. En sus asociaciones libres tienen con
frecuencia la idea de devorar a la persona amada, o de morder partes
de su cuerpo¡ o se ocupan con imágenes necrofágicas. A veces pre-
sentan estas diversas fantasías de una manera infantil y no inhibida,
otras veces las ocultan tras sentimientos de repugnancia y ·horror.
También exhiben a menudo una violenta resistencia contra el uso
de sus dientes. Un paciente solía hablar de una "pereza de rrú1sticar'"
como uno de los fenómenos de su depresión melancólica. Parece in-
clusive que el consecuente desuso de los dientes puede . realmente
causarles una enfermedad. Demostré hace algunos años (1917), en
casos de melancolía donde el paciente se negaba absolutamente a
alimentarse, que su negativa representaba un autocastigo por sus im-
pulsos canibalistas. En una reunión reciente de la Sociedad Psicoana-
lítica Inglesa, el Dr. James Glover habló sobre un caso de melancolía
periódica que exhibía impulsos canibalísticos de esta clase; y ofreció
especialmente una explicación analítica del modo en que esos impul-
sos fueron convertidos en tendencias suicidas 242 .
En sus síntomas patológicos, en sus fantasías y sus sueños, los'
Además, las conchas son comparadas al excremento, puesto que son arrojadas
por el mar, como el ámbar y otras sustancias. (Estas notas provienen en parte de
una discusión realizada en una reunión de la Sociedad Psicoanalítica Berlinesa).
242 Uno de mis pacientes se infirió una profunda herida en la garganta, y
casi consigue matarse. Su intento de suicidio fue realmente un ataque contra el
objeto amoroso introyectado, combinado con un impulso de castigarse a sí mismo.
En su análisis presentó fantasías relacionadas con el sacrificio de Isaac, cuyo tema
es, desde luego, e] padre ante el altar a punto de matar a su propio hijo con un
cuchillo.
342 KARL ABRAHAM
de que en los niños más pequeños, los músculos más poderosos son los
de las mandíbulas. Y. además, los dientes son los únicos órganos sufi-
cientemente duros como para herjr los objetos circundantes.
En la etapa del morder de la fase oral, el individuo incorpora
al objeto, y así lo destruye. Sólo tenemos que observar a los niños
para ver qué intenso es el impulso a morder, un impulso en el que
todavía cooperan el instinto de nutrición y la libido. Ésta es la etapa
en la que predominan los impulsos canibalísticos. Tan pronto comC>
el niño se siente atraído por un objeto, es probable, e inclusive inevi-
table, que intente su destrucción. Es en esta etapa cuando la actitud
ambivalente del ego hacia su objeto comienza a desarrollarse. Podemos
decir, por lo tanto, qué en el desarrollo libidinal del niño la segunda
etapa de la fase oral-sádica señala el comienzo de su conflicto ambi-
valente; mientras que la primera (succión) debe ser considerada to-
davía como preambivalente.
En consecuencia, el nivel libidinal al que regresa el melancólico
después de la pérdida de su objeto, contiene en sí mismo un conflicto
de sentimientos ambivalentes en su forma más primitiva, y por ello,
la menos modificada. En ese nivel, el individuo amenaza destruir a su
objeto libidinal devorándolo. Es sólo gradUalmente que el conflicto
ambivalente asume un aspecto más moderado, y que por consiguiente
la libido adopta una actitud menos violenta hacia su objeto. No obs-
tante, esta actitud ambivalente sigue siendo inherente a las tenden-
cias libidinales durante las subsecuentes fases del desarrollo. Ya hemos
discutido su importancia en la fase anal-sádica. Pero aún en la estruc-
tura de las neurosis basadas en la fase genital encontramos esta ambi-
valencia en toda la vida emotiva del paciente. Sólo la persona normal
-aquella que está relativamente alejada de las formas infantiles de
la sexualidad- carece en lo principal de ambivalencia. Podría decirse
que su libido ha llegado a una etapa postambivalente, y ha conse-
guido así una plena capacidad para adaptarse al mundo externo.
Se hace ahora evidente que debemos distinguir también dos eta-
pas en la fase genital de la libido, así como hemos hecho en las dos
fases pregenitales. Y esto nos conduce a un resultado que parece coin-
cidir perfectamente con la teoría de Freud 246 recientemente publica-
da, de que existe una etapa temprana de la fase genital, a la que
llama etapa "fálica". Parecería ser que la libido atraviesa en total
seis etapas de desarrollo. Pero me gustaría dejar explícito que no
considero a la clasificaci(>n anterior como exhaustiva o definitiva.
Sólo presenta un panorama general de la continua evolución de la
libido, en la medida en que nuestro actual conocimiento psicoanalí-
tico Q.a podido arrojar luz sobre ese lento y laborioso proceso. No
obstante, en mi opinión, la transición entre la primera y la última
etapa en cada una de las tres fases evolutivas, no es de ningún modo
IV
NoTAS SoBRE LA Ps1COGÉNES1s DE LA MELANCOLÍA
del objeto son mucho más oscuros. Sólo un análisis concienzudo puede
descubrir las conexiones causales entre el acontecimiento y la enfer-
medad. Tal análisis demuestra invariablemente que ese suceso tuvo
un efecto patogénico porque el paciente podía considerarlo en su in-
conciente una repetición de una experiencia traumática infantil, y
tratarlo como tal. En ninguna otra forma de neurosis, según creo,
opera tan fuertemente la tendencia compulsiva a repetir una expe-
riencia, como en las afecciones maníaco-depresivas. Cuán poderosa se
hace en los melancólicos esta compulsión repetitiva, es evidente cuando
consideramos las frecuentes recurrencias de sus estados maníaco-depre-
sivos a las que están expuestos.
No entra en los propósitos de este ensayo, fundado en un número
muy limitado de psicoanálisis, realizar un pronunciamiento general
y final acerca de la psicogénesis d-e las afecciones cíclicas. No obstante,
creo que el material a nuestra disposición nos autoriza a enunciar
ciertas conclusiones, de cuyo carácter provisorio e incompleto me
doy perfecta cuenta. Creo permisible señalar un número de factores
etiológicos de esta enfermedad. Pero desearía aclarar que sólo se pro-
duce una depresión melancólica con sus síntomas específicos cuando
lodos esos factores están presentes. Cada uno, tomado aisladamente~
podría entrar en la etiología de otras psiconeurosis.
Los factores son éstos:
1. Un factor constitucional. De acuerdo con mi experiencia en
psiquiatría clínica, y más especialmente en psicoanálisis, puedo decir
que no hay una tendencia innata a desarrollar estados maníaco-depre-
sivos, como t~l. Esto sólo sucede en una pequeña parte de los casos
melancólicos. Entre aquellos de mis pacientes que padecían estados
maníaco-depresivos, según el diagnóstico clínico estricto, no hubo ni
siquiera uno en cuya familia existiera otro caso de un grave trastorno
de la misma clase. Por otra parte, neurosis de otra especie abunda-
ban. Por lo tanto me siento inclinado a pensar que lo que es real-
mente constitucional y hereditario es una acentuación del erotismo
oral, del mismo modo que en otras familias el erotismo anal parece
ser el factor preponderante desde un comienzo. Una predisposición
ingénita de este tipo ayudaría a operar al siguiente factor, a saber:
2. Una especial fijación de la libido en el nivel oral. Las per-
sonas con· una intensificación constitucional del erotismo oral son
muy exigentes en sus demandas de gratificación de la zona erógena
en cuestión, y reaccionan con gran disgusto ante toda frustración al
respecto. El placer excesivo que extraen de la succión persiste bajo
muchas formas en el curso de la vida. Obtienen un placer anormal
de la alimentación, y especialmente del uso de las mandíbulas. Uno
de mis pacientes me describió espontáneamente el gran placer que
le producía abrir la boca. Otros encuentran especialmente placentera
la contracción de los músculos de la mandíbula. Las personas de esta
PSICOANÁLISIS CÚNICO 349
248 "El ego y el i<l" de Freud apareció poco después de haber yo escrito
esta parte de mi libro. En esa obra, aquél da una explicación tan lúcida del
proceso que sólo necesito remitir al lector a esas páginas. Dar un resumen de ellas.
tendría corno único resultado una pérdida de claridad.
352 KARL ABRAHAM
251 Cf. el análisis que hizo Freud de este mito en "La organización genital
infantil de la libido" (1923) .
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 357
VI
MAN.ÍA
mos decir que cada una de ambas enfermedades representa una actitud
diferente del individuo hacia el crimen primario, que en realidad no
ha cometido. En la melancolía y la manía ejecuta ese crimen, de
tiempo en tiempo, en un plano psicológico, así como los pueblos pri-
mitivos lo hacen de una manera ceremonial en sus fiestas totémicas.
En la neurosis obsesiva, se libra una constante lucha contra la ten-
dencia a cometerlo. _La ansiedad morbosa testimonia por un lado el
impulso a incurrir en ese delito, y por otro, la todavía más poderosa
ínhibición de esos impulsos criminales.
Lo que se ha dicho no constituye una respuesta completa a los
·problemas de la manía y la melancolía. El material empírico del psi-
'Coanálisis no es todavía suficiente para permitirnos encontrar tal res-
·puesta. Pero desearía recordar al lector que este trabajo no se ocupa
ren primer lugar de los aspectos psicológicos de esos dos trastornos
·mentales. Su fin principal es mostrar que ciertas cosas que descubri-
mos en los pacientes maníaco-depresivos tienen su lugar en la teoría
sexual del psicoanálisis. Pero no quisiera cerrar esta sección sin reco-
nocer una vez más que el problema de la elección de la neurosis
en las perturbaciones cíclicas espera todavía su solución final.
VII
255 Ct Ja sección V.
364 KARL ABRAHAM
256 En la segunda parte de este trabajo, que se ocupa del desarrollo del amor
objetivo, trato la cuestión más detalladamente, y proporciono ejemplos de casos.
reales.
PSICOANÁLISIS CÚNICO 365
PARTE II
cial de esas experiencias, además de las que son familiares para los
analistas. Ella se quejaba de haber perdido todo contacto mental con
su padre, y de ser incapaz inclusive de formarse una imagen mental
de él. No tenía conciencia de sentimientos afectuosos o sensuales ha-
cia él. Pero a partir de una cantidad de ele1nentos neuróticos que
ella presentaba, pudimos inferir un interés especialmente compulsivo
por una parte del cuerpo de aquél, a saber, el pene. Había dejado de
existir para ella como persona completa; sólo había quedado una par-
te de él, y ésta constituía el objeto de su compulsión a mirar 259 •
Aparte de esto, ella se identificaba inconcientemente ora con él, ora con
sus genitales, que lo represen_taban para ella. Sus impulsos cleptoma-
níacos derivaban en gran medida de su tendencia activa de castración
dirigida contra su padre. El fin inconciente de sus robos era despo-
jarle de la envidiada posesión para apropiársela o para identificarse
con ella. Se hizo evidente de muchas maneras que esos robos estaban
vinculados con la persona de su padre. Por ejemplo, en cierta ocasión
sustrajo de la habitación de éste un tubo de enemas y lo utilizó, como
sustituto de su miembro masculino, con fines anal-eróticos. Solía "cas-
trarlo" de otros modos, sacando dinero ("VermOgen" 26 º) de su carte-
ra, y robándole sus lapiceras, lápices, y otros símbolos masculinos, como
es común en los casos de cleptomanía.
El complejo de castración de la paciente también demostró ser
un motivo importante de su pseudologia. Así como sus impulsos
cleptomaníacos expresaban la idea: "Tomo por la fuerza o por frau-
de lo que se me ha retirado o quitado", podemos formular uno de
los principales determinantes de sus mentiras de esta manera: "Poseo
realmente esa deseada parte del cuerpo. de modo que soy igual a mi
padre". Es de particular interés la información proporcionada por la
paciente de que esos hechos imaginarios le ocasionaban una fuerte
excitación sexual y una sensación como si algo estuviera emergiendo
y abultándose desde su abdomen. Esta sensación se vinculaba con un
sentimiento de fuerza física y actividad; y del mismo modo el acto
de mentir la hacía sentirse mentalmente poderosa y superior a los
demás.
Su relación con su padre, tal como fue esquemáticamente descri-
ta, concordaba con su actitud hacia el resto de su contorno. No tenía
ningún contacto mental real con nadie. Decir mentiras había sido
durante muchos años su única relación mental con el mundo externo.
Como hemos dicho, ella llegó a esta posición, tan alejada de un
amor objetivo normal y completo, a través de una regresión. No obs-
tante mantenía algún tipo de relación con sus objetos, y se aferraba
261 No puede decirse que el canibalismo de los pueblos primitivos, que ins-
piró el nombre de esta fase de la libido infantil, sea irrestricto del modo indicado,
No se da el caso allí de que cualquier persona pueda matar y comer a cualquier
otra. La selección de la víctima obedece a una estricta determinación afectiva.
372 KARL ABRAHAM
.
PSICOANÁLISIS CLÍNICO 373
269 Tal etapa de amor objetivo con exclusión de los genitales parece coin-
cidir en el tiempo con la "etapa fálica" de Freud en el desarrollo psicosexual del
individuo, y además parece tener estrechas relaciones con ésta. Podemos considerar .
a los síntomas histéricos como el reverso de los impulsos libidinales que corres-
ponden al amor objetivo con exclusión de los genitales, y a la organización fálica_
PSICOANÁLISIS CÚNICO '377
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PSICOANÁLISIS CLiNICO 385
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PSICOANÁLISIS CÚNICO 387
43, 44. 45, 46, 47, 52, 53, 54, 55, 58, 61, 62, 63. Internationale Psychoanalytische
Bibliothek, No. 10. (Internationa1er Psychoanalytischer Verlag, 1921.)
1922
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