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Acción
Introducción. 1. Enfoque ontológico. 2. La reproducir el griego praxis, no designan ne-
especificidad de la acción humana. 3. Defini- cesariamente lo mismo. Mientras que en los
ción de acción. 4. La estructura intencional términos derivados del latín actio –no sólo el
de las acciones. 5. La relevancia moral de las castellano «acción», sino el francés action, y
acciones. 6. La diversificación moderna del el inglés action– existe una tendencia a asi-
estudio de la acción. 7. Debates en la filoso- milar la acción a sus aspectos ejecutivos, y,
fía analítica de la acción en esa medida, a identificar la acción con la
dimensión causal, presente también en otros
INTRODUCCIÓN. «Acción», del latín actio. Aun- ámbitos de la naturaleza, el término griego
que a menudo se emplea este término para praxis, al menos en su uso por Aristóteles,
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retiene con más claridad una dimensión cog- lógica. Aristóteles es claro al respecto: «… el
nitiva intencional, en atención a la cual se hombre es el único que es principio de cier-
justifica su afirmación de que, propiamente tas acciones […] no podemos decir de nin-
hablando, sólo actúan los seres humanos. A gún otro animal que actúa» (Ética a Eude-
ello apunta el núcleo de uno de los debates mo, 2, 6, 1222 b 20).
que ha dominado la teoría de la acción del
siglo XX –el debate entre intencionalistas y 3. DEFINICIÓN DE ACCIÓN. Así, en una prime-
causalistas–. Dicho debate, de algún modo, ra aproximación, podemos definir la acción
vino preparado por distintos desarrollos de (humana) como una operación que tiene su
la filosofía moderna, en los que se enfocaba principio en una voluntad deliberada, es de-
el estudio de la acción desde el concepto de cir, en la elección de unos medios para reali-
causalidad imperante en la moderna ciencia zar un fin, el cual es objeto de intención por
de la naturaleza, introduciendo así una frac- parte del agente. En esa definición se seña-
tura entre la intención del agente –conside- la que el núcleo de la acción es la operación
rada como un evento psicológico de índole deliberadamente querida –elegida– por un
subjetiva– y la eficacia causal de su acción agente en razón de un fin. La intención del
–un evento objetivo que habría que enten- fin pone en marcha la deliberación a la que
der como cualquier otro fenómeno natural–. sigue el juicio incorporado en la elección de
La peculiar imbricación entre elementos ma- las operaciones que se han de realizar para
teriales y formales, que caracteriza la visión conseguirlo; a su vez, la necesidad de (más
filosófica de la acción humana, se perdería o menos) deliberación se sigue, en princi-
entonces de vista. pio, de la misma naturaleza contingente de
las acciones, las cuales han de ser configu-
1. ENFOQUE ONTOLÓGICO. Desde un punto de radas por el agente a la vista de circunstan-
vista ontológico, la acción es un acciden- cias muy variadas, que no cabe determinar
te; su existencia, por tanto, es deudora del de antemano.
ser de una sustancia, la cual constituye pro-
piamente el sujeto y el principio causal-efi- 4. LA ESTRUCTURA INTENCIONAL DE LAS ACCIONES.
ciente de la acción. La acción, a su vez, se La acción está dotada de una «estructura
caracteriza por causar un efecto sobre otro intencional», expresión que, si bien guarda
sujeto, que padece su acción –dando lugar cierta semejanza con la referencia genéri-
a otro accidente, la pasión–. Esta caracteri- ca a la «estructura teleológica» propia de
zación ontológica de la acción explica la ten- procesos naturales y técnicos, se distingue
dencia a abordar su estudio en términos de de ella en un punto importante: en la ac-
causa-efecto. ción, el agente, en cuanto tal, se identifica
con el fin que se propone y que informa su
2. LA ESPECIFICIDAD DE LA ACCIÓN HUMANA. Sin elección, de tal manera que esta última vie-
embargo, la aproximación en términos de ne a constituirse en un principio configura-
causa-efecto no permite dar cuenta cabal- dor de su propio carácter, y, en definitiva,
mente de la peculiaridad de la acción hu- de la propia agencia: el agente, en cuan-
mana. De hecho, según Aristóteles, no toda to tal, experimenta una modificación que,
sustancia es principio de acción. Sólo los se- en lo sucesivo, afecta a su propia capaci-
res dotados de entendimiento y voluntad y, dad de actuar (vid. Hábito). Según esto, la
por tanto, capaces de elección, lo son. A las acción voluntaria se caracteriza por cierta
sustancias inferiores, animadas o no, pero reflexividad, que autoriza a contarla entre
en todo caso, carentes de razón y voluntad, las operaciones inmanentes –que tienen su
no se les puede atribuir propiamente la ca- fin en el mismo acto– y distinguirla de las
pacidad de actuar, sino sólo de manera ana- operaciones transeúntes, como la produc-
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ción, que encuentran su fin fuera de la pro- tipo son las mismas cosas operadas» (In
pia operación. (Vid. la distinción aristotélica Ethic. I, lectio I, n. 3).
entre praxis y poiesis en Ética a Nicómaco, A diferencia del conocimiento, praxis per-
VI, 4, 1140 a 1-5). fecta, que permanece completamente en el
La caracterización aristotélica de la praxis mismo operante, la acción voluntaria –praxis
permite precisar la naturaleza de la acción para Aristóteles, factio para Tomás– transi-
voluntaria viéndola como a medio camino ta a la materia exterior, y en eso se pare-
entre el conocimiento (como praxis perfec- ce a la producción. Sin embargo, a diferen-
ta) y la producción (poiesis). Ahí se advier- cia de la producción, y a semejanza de la
te que el punto de referencia para el trata- praxis perfecta, la acción voluntaria es ella
miento aristotélico de la acción lo constituye misma su fin. Según esto, el hecho de que
el conocimiento, y no tanto la relación cau- la acción deba describirse como una opera-
sa-efecto. Incluso si Aristóteles contempla la ción inmanente no se opone a que el fin que
acción en clave causal, hay que tener pre- se persigue realizar mediante la propia ac-
sente que, en el tratamiento aristotélico de ción requiera trascender al exterior, hacien-
la causalidad, prevalece la dimensión formal do uso de determinados objetos, o, más en
sobre la eficiente. Así, para el filósofo grie- general, realizando ciertos movimientos. De
go, la causalidad en sentido estricto entraña hecho, según dice también Aristóteles, «to-
la comunicación de una forma. das las acciones se ejecutan con movimien-
De modo semejante a Aristóteles, Tomás to» (Metafísica, III, 2).
de Aquino distingue entre praxis y poie- Con todo, en el planteamiento aristotélico
sis como actio y factio respectivamente; y también en el tomista, el núcleo o el cora-
y considera asimismo la acción voluntaria zón de la acción no reside tanto en los mo-
como una operación inmanente; sin em- vimientos que realiza el agente con mayor o
bargo, desde un punto de vista terminoló- menor eficacia causal, cuanto en el lógos o
gico, aproxima la acción voluntaria a la fac- ratio que, incorporada a la propia elección,
tio: «La operación puede ser de dos tipos, está en el origen de esos movimientos y les
como se dice en Metafísica, IX: una per- dota de unidad y sentido. Esto quiere decir
manece en el mismo operante, como ver, que una respuesta satisfactoria en términos
y entender: y este tipo de operación pro- de significado a la pregunta «¿qué estás ha-
piamente se llama acción (actio); otra, en ciendo?» debe aludir a la ratio de mi acción
cambio, es la operación que transita hacia y no simplemente a una enumeración siem-
la materia exterior, que propiamente se lla- pre incompleta de los movimientos físicos
ma hacer (factio); y ésta a su vez es doble: implicados en ella. Por ejemplo, si mientras
porque a veces alguien toma la materia ex- tomo el autobús para ir a la universidad al-
terior sólo para usarla, como el caballo para guien me pregunta «¿qué estás haciendo?»,
montar en él, y la cítara para tocarla. Otras sería, por lo general, insatisfactorio, respon-
veces, sin embargo, asume la materia ex- der «flexiono la rodilla» o «activo la circu-
terior para cambiarla en su forma, como el lación», aunque para subir al autobús deba
artífice que hace un lecho o una casa. La sin duda realizar aquel movimiento y de he-
primera y la segunda de estas operaciones cho éste tenga el efecto natural de activar la
no producen algo distinto que sea su fin, circulación.
sino que ellas mismas son su fin, aunque la En este punto resulta especialmente per-
primera es más noble que la segunda, por- tinente la distinción tomista entre actos del
que permanece en el mismo operante. Pero hombre y actos humanos. Según Tomás
la tercera operación es como cierta gene- de Aquino, «Las acciones realizadas por el
ración, cuyo fin es la cosa generada. Y por hombre, sólo se llaman propiamente hu-
ello los fines de las operaciones del tercer manas aquellas que son propias del hom-
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bre en cuanto hombre. El hombre difiere des y cosas externas. Según esto, sólo cabe
de las otras criaturas irracionales en que es considerar estrictamente como «medio de la
dueño de sus actos. De donde sólo se lla- acción» aquello que cae bajo el imperio de la
man acciones propiamente humanas aque- razón. En el ejemplo aludido, «tomar el au-
llas de las que el hombre es dueño. Ahora tobús» es medio para realizar mi fin de ir a
bien, el hombre es dueño de sus actos por la universidad; sería posible argumentar que
la razón y la voluntad, de donde el libre al- flexionar la rodilla también lo es, si bien, de
bedrío se define precisamente como facultad ordinario, esto no comparece a la conciencia
de la voluntad y de la razón. Así pues, se lla- del agente que ordena su acción, a menos
man propiamente humanas las acciones que que tenga dañadas las articulaciones, es de-
proceden de la voluntad deliberada. Si algu- cir, a menos que la materia ofrezca cierta re-
nas otras acciones convienen al hombre, se sistencia a la forma que le impone la razón;
les puede llamar acciones del hombre, pero pero, desde luego, activar la circulación no
no propiamente humanas, porque no son del constituye un medio ordenado o imperado
hombre en cuanto hombre.» (Suma teológi- por el agente, porque tal cosa, a diferencia
ca, I, q, 1, a. 3). santo Tomás hablaba en el del movimiento de sus miembros, no se en-
mismo sentido de operaciones naturales y cuentra bajo su imperio sino de manera indi-
operaciones humanas: «Llamo operaciones recta –en tanto que decide moverse o no.
humanas a las que proceden de la voluntad Si los movimientos físicos implicados en
del hombre según el orden de la razón. Pues una acción reciben su lógica interna de la ra-
si se encuentran en el hombre algunas ope- tio que informa la elección, ésta no se com-
raciones que no subyacen a la voluntad y la prende, a su vez, sin la intención de un fin.
razón, no se llaman propiamente humanas Así, Tomás de Aquino describe el objeto de
sino naturales, como es evidente de las ope- la elección como elección «de unos medios
raciones del alma vegetativa, que de ningún para un fin». Esto significa que las accio-
modo caen bajo la consideración de la filoso- nes de «tomar el autobús para ir a la uni-
fía moral. Así pues, del mismo modo que el versidad» y «tomar el autobús para robar
objeto de la filosofía natural es el movimien- la cartera a los viajeros» suponen dos elec-
to, o la cosa móvil, así también el objeto de ciones distintas, con dos objetos distintos,
la filosofía moral es la operación humana or- y no simplemente dos intenciones distintas
denada al fin, o el hombre mismo en cuan- que recaerían sobre un mismo objeto (tomar
to que actúa voluntariamente por fines» (In el autobús). El fin que se persigue otorga su
I Ethic, lectio 1, n. 3). forma al objeto de la elección: siempre ele-
La referencia al «orden de la razón», ex- gimos algo por algo, y el motivo por el que lo
presada en el texto anterior, es de crucial elegimos entra en la constitución de la sus-
importancia para entender que lo propio de tancia del acto elegido, por mucho que el fin
las acciones humanas no reside sólo en que pueda ser objeto de un acto de la voluntad
tengan su principio último en la voluntad de- –la intención– distinto de la elección propia-
liberada como principio eficiente de la ac- mente dicha.
ción, guiado por un fin o intención, sino tam-
bién en el hecho de que en ellas el agente 5. LA RELEVANCIA MORAL DE LAS ACCIONES. De la
dispone los medios según el orden de la ra- referencia a los fines que el agente inten-
zón. Esta disposición de los medios según el ta, en la medida en que pueden o no estar
orden de la razón corresponde a un acto es- en sintonía con el bien humano, se sigue no
pecífico de la razón práctica, llamado impe- sólo la inteligibilidad, sino también el valor
rio, el cual ordena –en el doble sentido de moral de sus acciones. A esto se refieren los
introducir orden y mandar– la ejecución del clásicos cuando hablan del fin como fuen-
acto, y, por tanto, el uso de nuestras faculta- te de la moralidad. Naturalmente, para de-
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terminar la bondad de una acción concreta, acción. Sostiene Hume que la relación de
es decir, para materializar un fin bueno en causalidad –entendida ahora no como trans-
acciones concretas, no es suficiente inten- misión de la forma, sino como transmisión
tar dicho fin; es preciso que la deliberación de una fuerza o impulso– es inseparable de
acerca de los medios sea también recta, y la noción de acción, hasta el punto de afir-
que dicha deliberación concluya en una elec- mar que «la acción o el movimiento no es
ción acertada en estas circunstancias, todo otra cosa que el objeto mismo considera-
lo cual es compatible con reconocer que hay do bajo cierto punto de vista» (A Treatise
actos que, independientemente de la inten- of Human Nature, Oxford University Press,
ción y las circunstancias, son malos, esto Oxford, 2000, 1.4, 12), a saber, el punto de
es, contrarios al bien humano. Sin embargo, vista de la producción, con la particularidad
para entender esto último es preciso com- de que, a la hora de dar cuenta de la produc-
prender, con profundidad metafísica, la na- ción de la acción, Hume sortea la referencia
turaleza del bien humano, y, concretamente, a la voluntad como poder causal, y pasa di-
la relación entre el bien individual y el bien rectamente al examen de los motivos, que
común; es necesario, en definitiva, conside- aparecen como los factores determinantes
rar la acción particular a la luz de un orden de las acciones humanas, que hacen super-
moral que no viene definido exclusivamente fluo y aun contradictorio el recurso a la vo-
por las luces del agente individual, sino por luntad libre. En esto se distingue de Kant, al
las determinaciones derivadas de la consi- menos cuando contempla la acción desde el
deración metafísica del bien común. A esa punto de vista del agente.
luz, la dimensión ética de la acción huma- En efecto, con Kant se consagran dos en-
na, como perfectiva o, en su caso, lesiva del foques diversos de la acción humana: por
bien humano, y, en definitiva, como el me- una parte, el teórico que contempla la acción
dio por el que el hombre llega (o no) a ser un como un evento causal entre otros muchos
buen hombre, adquiere todo su relieve. presentes en la naturaleza, sujeto como
ellos a las mismas leyes naturales (vid. Críti-
6. LA DIVERSIFICACIÓN MODERNA DEL ESTUDIO DE ca de la razón pura, 249-250; y B 570-575);
LA ACCIÓN. La puesta entre paréntesis de una y, por otra, el práctico, que adopta el pun-
visión metafísica del bien humano, o, como to de vista del agente, el cual, determinán-
dice Stephen Darwall, la pérdida de una con- dose por su propia razón, persigue realizar
sideración unificada del bien humano, ca- sus fines en el mundo (vid. Rel., 6: 39-41).
racterística de algunas corrientes filosóficas En esta línea, una disciplina como la «teo-
modernas, no dejó intacta la reflexión so- ría de la acción» ha surgido precisamente
bre la acción, que, a partir de entonces, apa- del intento de abstraer los aspectos proce-
rece progresivamente diversificada en enfo- dimentales de la acción de los propiamen-
ques psicológicos y sociales, más o menos te normativos, en lo cual muestra su deuda
complementarios, por lo general inspirados con el kantismo.
en el paradigma causal propio de la ciencia. Aunque en general la aproximación kan-
Muchos de los enfoques contemporáneos de tiana a la acción (y a la libertad) sigue sien-
la acción siguen adoptando este paradigma, do deudora de un enfoque causal-cosmoló-
por sí mismo legítimo, aunque limitado, si lo gico que limita mucho su alcance, el análisis
que se persigue es una comprensión esen- de Kant destaca por la clara diferenciación
cial de la acción humana. que introduce entre el efecto y el objeto de
Ya con David Hume la acción aparece una acción, lo cual puede verse como un
como un evento mental con repercusiones modo de distinguir entre el plano de la efi-
causales en el entorno, el cual, a su vez, in- cacia y el plano del sentido. Por otra parte,
cide en la disposición de los individuos a la su filosofía de la historia puede interpretar-
ACCIÓN 20
Taylor The explanation of behaviour (1964), cabría considerar como tales a los compor-
en el que se trataba de articular ambas vi- tamientos conscientemente dirigidos, que
siones: la intencional y la causal. se exteriorizasen en movimientos observa-
Otra controversia es la que se da entre bles. Sin embargo, esta manera de entender
los pluralistas como Alvin Goldman, para la diferencia entre comportamiento y acción
quienes un movimiento físico determinado todavía deja cosas en el aire: por ejemplo,
es susceptible de varias descripciones, cada en esa aproximación no queda claro en qué
una de las cuales representaría una acción sentido las omisiones –el dejar de hacer una
diferente (por ejemplo, «X mueve el brazo a cosa– resultan también una forma de ac-
la izquierda»; «X estira su brazo a la izquier- ción, pues las omisiones son acciones no ob-
da»; «X da una señal con su brazo de que servables.
quiere ir a la izquierda…»); y los reduccio-
nistas como Donald Davidson, para quienes Bibliografía
la «acción básica» es la ejemplificada por el FRANKFURT, H., «El problema de la acción», en La
movimiento físico. importancia de lo que nos preocupa, Katz, Bue-
Existe aún otro debate que enfrenta a los nos Aires, 2006. GINET, C., On Action, Cambridge
llamados particularistas (Davidson, Danto), University Press, 1990. GONZÁLEZ, A. M., «Acción
para quienes las acciones son unidades irre- en sentido amplio y acción en sentido estricto»,
petibles, identificables espacio-temporalmen- texto de la conferencia pronunciada en Reuniones
te, como cualesquiera otros eventos, y aque- Filosóficas, 2008, Universidad de Navarra, Inédi-
llos generalistas que, como Alvin Goldman, to. KORSGAARD, C. M., «Actuar por una razón», en
FLAMARIQUE, L. y GONZÁLEZ, A. M., Doscientos años
consideran que una acción no es sino un caso
después: retornos y relecturas de Kant, Cuader-
o especificación de una propiedad más gene-
nos de Anuario Filosófico, PRAUSS, G., «El proble-
ral, o también los que, como Roderick Chis- ma de la deducción de una obligación. El deber
holm, consideran tanto los eventos como las para la teoría y para la práctica», en FLAMARIQUE,
acciones como unidades no físicamente loca- L. y GONZÁLEZ, A. M, Doscientos años después: re-
lizables, sino abstractas, semejantes a hechos tornos y relecturas de Kant, Cuadernos de Anua-
y contenidos, y, por tanto, repetibles y des- rio Filosófico, n. 174, Universidad de Navarra,
criptibles verbalmente. Pamplona, 2005. 631-644. TORRALBA, J. M., Acción
De particular importancia, para la ética, intencional y razonamiento práctico según G. E.
es la diferenciación entre «acción» (Action, M. Anscombe, EUNSA, Pamplona, 2005. VIGO, A.,
«Prâxis como modo de ser del hombre. La con-
Handlung) y «comportamiento» (Behaviour,
cepción aristotélica de la acción racional», en LE-
Verhalten). En el lenguaje al uso, el térmi-
YVA, G. (ed.), Filosofía de la acción. Un análisis
no «comportamiento» designa, por lo ge- histórico-sistemático de la acción y la racionali-
neral, un movimiento observable, principal- dad práctica en los clásicos de la filosofía, Sínte-
mente conceptualizado como un movimiento sis, Madrid, 2008, 53-86. WIELAND, W., La razón y
o una reacción de un organismo a estímu- su praxis. Cuatro ensayos filosóficos, Biblos, Bue-
los del ambiente; según esto, no todo com- nos Aires, 1996.
portamiento sería una acción, sino que sólo Ana Marta González
ACTO 22
Acto
Introducción: los diversos sentidos de «acto». conocer racional humano. Se trata de los
1. La noción de acto en la historia de la filoso- que en la Edad Media se pasó a llamar ope-
fía. 2. Tipos de actos. 3. Acto como perfección raciones inmanentes. Son unos actos inma-
teriales que carecen de potencialidad, que
INTRODUCCIÓN: LOS DIVERSOS SENTIDOS DE «AC- no son de la índole de la realidad física (ni
TO». En el lenguaje ordinario por acto se en- sustancia, ni accidentes), y que, en conse-
tiende acción, actividad, es decir, un tipo de cuencia, son sin movimiento, proceso, tiem-
movimiento que acaece en la realidad físi- po, materia, forma y accidentes. En efecto,
ca, como por ejemplo, el de un automóvil. si se piensa, ya se ha pensado; es decir, ya
En filosofía, ese sentido del término «acto» se tiene lo pensado (sin movimiento, espa-
se usa, desde luego, para designar tal tipo cio, tiempo); ya se ha conseguido el fin de
de movimientos, aunque no sólo los loca- la acción (que no es ningún producto mate-
les, sino también los que suponen todo tipo rial, cultural), y, además, se puede seguir
de cambio o alteración (p. ej., crecer, en- pensando. En cambio, si se edifica (contan-
vejecer, etc.). Se usa asimismo para desig- do con movimientos, espacio y tiempo), to-
nar a las acciones humanas transitivas (p. davía no se tiene el edificio construido (está
ej., andar, pintar, escribir, etc.). Pero tiene, en «proceso»). Y si se tiene ya construido
además, varios sentidos que no son equiva- el edificio (material, cultural), no se sigue
lentes a los descritos. Uno de ellos se usa edificando. Los actos cognoscitivos son más
para denominar al principio más noble de perfectos incluso que las praxis éticas, por-
las realidades físicas; se trata de la forma que los primeros son ya perfectos, mientras
(causa formal) de las sustancias, pues ese que los actos volitivos siempre cabe mejo-
principio es el que actualiza o perfecciona a rarlos como actos. Así, si se es virtuoso (p.
la materia (causa material); en este sentido ej., justo), todavía se puede serlo en mayor
se dice que la forma es «acto» respecto de medida. Además, dentro del conocer, Aris-
la materia. A esa perfección Aristóteles la tóteles advirtió que la distinción entre los
llamó entelécheia. Pero éste no es el único actos es jerárquica, es decir, que unos son
sentido de «acto» que descubrió el Estagi- más activos que otros, porque conocen más
rita, ni tampoco el más valioso. En efecto, que los anteriores, y precisamente lo que
halló otro tipo de actos más perfectos, que los inferiores no podían conocer. Al margen
designan a las acciones humanas en las que, del conocer humano, este pensador tam-
además de ejercer cierta transformación de bién llamó a Dios enérgeia, por considerarlo
la realidad física, hay mejora o desmejora un acto perfecto (acto puro), sin mezcla de
interna en el mismo principio que obra. Así, potencialidad, y, además, cognoscitivo.
al ejercer ciertas acciones, la voluntad de Por su parte, Tomás de Aquino, desa-
quien actúa mejora con la adquisición de rrollando estos descubrimientos aristotéli-
virtudes, o empeora al adquirir vicios. Estas cos, descubrió un sentido de «acto» todavía
«acciones» son las que estudia la ética, y más intenso que los anteriores, al que llamó
Aristóteles las llamó praxis. acto de ser –el cual se puede atribuir asi-
El aludido pensador griego halló también mismo al ser divino–. No consiste en algún
otros tipos de actos a los que consideró to- acto manifestativo; tampoco en la «opera-
davía más perfectos que los precedentes, y ción inmanente» de alguna potencia, sino
a los que denominó enérgeia, atribuyendo en el acto radical o constitutivo de una rea-
este término, por ejemplo, a los actos del lidad. Recientemente se ha profundizado –la