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NEGOCIOS

La trucha, el pez que


fue traído al Perú y
criado por mineros
Aunque se cree que es igual de peruana que la papa o el aguaymanto, la verdadera historia
es otra
La trucha, el pez que fue traído al Perú y criado por mineros

Redacción EC02.09.2014 / 08:19 am

Las truchas se hallan tan inmersas en el imaginario colectivo de las


poblaciones de la sierra que se las cree tan peruanas como la papa,
el aguaymanto o la maca. Son un plato típico porque se considera que
nacen en las lagunas y que han compartido la magia y la fuerza de
nuestras “cumbres nevadas”. Pero no. No son peruanas. En buena
cuenta son básicamente un producto de la minería, pero más aún, no
llegaron con fines alimenticios sino de recreación.

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Su arribo se debe básicamente a dos personas: a J.R. Mitchell y B.T.


Colleg. El primero peruano y el segundo fue un médico estadounidense,
ambos trabajaban en la Cerro de Pasco Corporation e hicieron los
trámites para importar huevos fertilizados de trucha que pudieran
criar en alguna laguna o río cercanos a las operaciones de La Oroya y
que posteriormente pudieran pescar.

Era el año de 1924, el primer intento fue un fracaso. Doscientos mil


huevos fertilizados no resistieron el largo y movido viaje por mar; se
incubaron y murieron antes de llegar al puerto del Callao. El segundo
envío, en cambio, logró producir cincuenta mil alevinos que, una vez que
alcanzaron los diez centímetros en el estanque creado en el campamento
de la mina (al lado del club de golf de La Oroya) fueron arrojados al río
Tishgo y al lago Chinchaycocha. Allí los dejaron, rezando para que
soportaran la acidez y temperatura de esas aguas, y se reprodujeran
para después pescarlos.

La variedad de trucha introducida en el Perú fue la arco iris y, cuenta la


leyenda, que fue la esposa de un superintendente, llamada Norman
Etelly, la que capturó una trucha de seis kilogramos en un riachuelo bajo
el puente Chulec, cerca al distrito de Paccha, que evidenció que las
truchas habían logrado sobrevivir y conquistar Junín. Según explica la
revista minera Energiminas, esta noticia llegó a oídos de Mitchell, quien
seguía criando truchas de esta variedad en el estanque del campamento
minero.

Fue Mitchell que en 1930 obsequió cincuenta truchas arcoíris a Juan


Morales Vivanco, quien las llevó a Quichay, un poblado cercano al
distrito de Ingenio, a orillas del río Chiapuquio. Vivanco sembró sus
cincuenta truchas arcoíris, las alimentó y luego esperó que la
naturaleza hiciese el resto. Esto sería básicamente el inicio del Centro
Psicícola El Ingenio, ubicado en la provincia de Concepción en Junín.

Tan bien se adaptó esta variedad de trucha a las aguas peruanas que en
1941, desde Ingenio, salieron veinticinco mil huevos de este pez hacia
Puno, a la estación piscícola Chucuito. Muchos de esos embriones
fueron sembrados en el sistema hidrográfico del Titicaca. Hoy, las
truchas arcoíris, cuyo parentesco genético con el salmón está más que
demostrado, ya han poblado varios ríos y lagunas de la sierra, y lo han
hecho sin la intervención humana.

La resistencia y adaptación de la trucha, sobre todo en varias partes de


las zonas andinas del país, ha permitido que se la considere como una
fuente de recursos y se formen negocios productivos y sostenibles. Pero
más aún, hoy Junín no es el principal productor, sino Puno. Hoy no solo
se produce para consumo local sino para exportarla. Hoy se exporta a
Finlandia, Rusia, Brasil e, incluso a Estados Unidos, cerca de 30
toneladas al año.

Hoy, la minería ha vuelto a poner los ojos en la trucha, pero no para


motivar su pesca, sino para fomentar su reproducción y que se convierta
en sustento futuro de las familias que hoy están siendo impactadas
por la minería, cuando esta desaparezca de sus regiones. En ese sentido,
muchos programas de responsabilidad social de las mineras han apuntado
a la creación de empresas cuya fuente de ingresos sea la comercialización
de truchas. Todo esto por una gran razón: hay un enorme potencial para
aprovechar en su crianza, sobre todo por su potencial proteínico.
Pero la trucha arcoíris, no solo está en el Perú, ha sido introducida a más
de cuarenta y cinco países. Se alimentan de casi todo lo que se cruce por
su camino: insectos, huevecillos de peces, otros peces y
crustáceos. Algunos biólogos la han considerado perjudicial porque la
trucha no convive con otras especies, es decir, en donde hayan truchas es
difícil la crianza o desarrollo de otros peces.

La trucha no sólo se ha adaptado extraordinariamente a la naturaleza de


nuestras aguas, sino incluso a nuestra manera de pensar y sentir. Se han
peruanizado; ya nada de norteamericanas queda en ellas. Si los mineros
que las trajeron las vieran hoy, probablemente no las reconocerían
como la especie que aficionaban su pesca, sino que la verían como todos
los demás peruanos, un pez cuyo hábitat siempre fue el Perú.

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