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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
El hombre a partir del siglo XVI comenzó a regular su actividad diaria dentro del
hogar. Por este motivo, fue necesario crear un reloj para uso doméstico. Nació el reloj
de cámara o reloj portátil que se podía trasladar de un espacio a otro dentro de la
vivienda familiar. El reloj se convirtió en un objeto emblemático propio de una época
en la que destacaba la riqueza generada por las actividades profesionales y por los
gustos estéticos. Los primeros relojes fueron objetos lujosos sólo asequibles a unos
pocos privilegiados amantes del arte y del progreso. Los primeros ejemplares que
decoraron las estancias eran de fabricación inglesa dotados de máquinas precisas y cajas
austeras. Poco a poco fueron ganando terreno los de elaboración francesa cuyas cajas
eran más decorativas y acordes con el mobiliario de la residencia. Las máquinas más
sencillas y económicas permitieron una fabricación a mayor escala abaratando los
precios. El reloj se convirtió en un instrumento necesario y en un reflejo del modo de
vida, del progreso técnico y del arte de la arquitectura moderna.
Kubiak, Ewa.
La mayoría de los estudios sobre la época colonial trata de la arquitectura religiosa, mejor
conservada y por eso también mejor conocida. En mi ponencia centraré mi interés en la
arquitectura civil del Cusco (Perú), particularmente en el equipamiento y la decoración de las
casas coloniales. La mayoría de estos edificios desaparecieron o cambiaron sus funciones, así
como tampoco existe el mobiliario original. Mis estudios fueron posibles gracias a los
documentos conservados en el Archivo Departamental del Cusco. En el análisis trato de
reconstruir parcialmente la decoración de las casas de la nobleza indígena aprovechando los
inventarios de los bienes y los testamentos de los siglos XVII, XVIII y principios del XIX.
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Además, quisiera reflexionar si se manifiestan algunos rasgos particulares para estas casas,
tratando de destacarlos y mostrar sus funciones para la sociedad indígena.
A tenor de la calidad y variedad tipológica del mobiliario neoclásico francés –tanto del estilo
Luis XVI como del estilo Imperio- podemos afirmar que entre 1775 y 1815 se produjeron de
manera artesanal en Francia los muebles más selectos, mejor acabados y más elegantes de su
historia. Decía Luis Feduchi que la perfecta organización gremial llevada a cabo en tiempos de
Luis XV, concretamente hacia 1770, imponía rígidas condiciones para ejercer la ebanistería y
llevó a este arte aplicado a su más alta perfección técnica. Son muchos los momentos históricos
en los que se ha concedido gran importancia al ámbito doméstico. Pero el valor de estos
muebles va más allá de su calidad técnica o estética. Son testimonio de un tiempo, correlato
lógico de unas formas de vida y una sociedad que está experimentando enormes mutaciones. El
mobiliario neoclásico se erige como una atalaya privilegiada desde la que podemos contemplar
los cambios sociales, y como consecuencia estéticos, sufridos en la Francia pre y post
revolucionaria, cambios que no solo observamos en las artes mayores –arquitectura, pintura y
escultura-, sino en las llamadas artes aplicadas, que experimentaron un desarrollo sobresaliente
ante la demanda de objetos suntuarios demandados por una sociedad que experimentaba una
metamorfosis. La variedad en el mobiliario, compuesto entre muchas otras tipologías por mesas
de escritorio (boheur-du-jour, boureau de cilindro, secreter de tapa articulada, bufete), mesas
auxiliares de todo tipo (velador –gueridon y atheniense-, mesillas de noche, criados mudos, de
juego, barbera, de costura), mesas de toillete (tocador, sauts-de-lit), canapés y chaise-longue
(duchesse, veilleuse, meridiana, recamier), camas (pompadour y góndola, colocadas “a la
polaca”), muebles de asiento con patas de tijera estilo curul romano o estilizadas sillas tipo
klismos griego conviven con sillas y sillones con respaldos de cuatro tipos: oval, llamado
también “a la reina”; circular; recto –llamado “de peineta”-; y rectangular a chapeau, es decir,
rematado en escudo, dan testimonio del lujo que disfrutan las respectivas clases dirigentes –
nobleza de cuna en el caso de la sociedad Luis XVI, y los notables, la nueva nobleza imperial en
tiempos de Napoleón Bonaparte.
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momento, siendo uno de ellos el elegante y suntuoso art déco. Este estilo a partir de la
Exposición Universal de Artes Decorativas e Industriales celebrada en París en el año
1925 causará una gran influencia a nivel mundial. En Valencia tuvo una gran
repercusión, lo que se tradujo en un aumento de la producción de este estilo en el
sector del mueble, el cual tiene una gran industria y tradición en la ciudad.
Desde que finalizase la construcción del Palacio Real de Madrid en 1764, la decoración de sus
salas mudó de forma constante con la sucesión de los reyes que allí residieron, adaptándose
mobiliario, sedas, tapices, lámparas, pinturas, alfombras, esculturas y espejos al gusto exigido
por cada monarca.
En todos estos cambios ornamentales el espejo ha mantenido su presencia constante en las
habitaciones de Palacio, siendo enmarcado como si de la más rica pintura se tratase; serán los
mejores arquitectos, ebanistas, doradores y broncistas, como Gasparini, Canops o Muñoz de
Ugena, los encargados de diseñar, tallar, dorar y decorar los marcos que rodean los espejos,
concebidos como elementos asociados tanto a la arquitectura como al mobiliario.
El objeto de este estudio será, por tanto, hacer un recorrido por la historia de la presencia de los
espejos en las distintas salas del Palacio Real de Madrid, centrándonos no en la fabricación de
este exclusivo elemento sino principalmente en la de sus marcos, prestando atención a la
vinculación de los mismos con el espacio arquitectónico y con las otras piezas de mobiliario
junto a las que fueron creados.
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Zhou, Meng.
A pesar de que Guanyin es una figura budista clásica, su imagen de llevar un niño en el brazo
apenas apareció antes del siglo XVI, época de la difusión del cristianismo en China a gran
escala, por lo que muchos investigadores sospechan que su origen es cristiano. Este artículo
intenta analizar las relaciones artísticas e históricas entre estas dos iconografías
concentrándonos en los primeros contactos entre China y el Occidente en el siglo XVI-XVII a
través de la provincia de Fujian, lugar de origen de los sangleyes y centro tanto del comercio
exterior como de las actividades misioneras. Se deduce que Songzi Guanyin fue una imagen
inspirada en la de la Virgen con el Niño, y al mismo tiempo, tuvo influencia en la iconografía
mariana manufacturada por los chinos, hecho que nos ayuda a profundizar el estudio de los
intercambios culturales entre Oriente y Occidente
En la catedral de Zamora, en la capilla mayor, en el siglo XVII y XVIII, colgaban los tapices de
la Historia de Troya, un diseño tejido en el siglo XV para los reyes de Francia y Borgoña.
Pudieron dialogar con el retablo cristológico pintado para la Catedral por Fernando Gallego,
rodeados por las rejas de la capilla. Esa es sólo parte de la ‘piel’ gótica que se combinó con
añadidos barrocos y neoclásicos en el edificio. La ‘piel de la arquitectura’ es una temática que
excede la metodología de las bellas artes, y remite a teorías antropológicas. Ramírez (2003)
analizó las metáforas antropomórficas en el arte dando con un modelo de codificación artística:
el cuerpo. La arquitectura se construye y se piensa a imagen del hombre. Un edificio-cuerpo es
una articulación de piel, no sólo decorativa, y esqueleto no sólo tectónico. La estructura del
edificio, como exoesqueleto de la sociedad, incluso desprovisto de ornamentos, hace de la
propia construcción (su tradición) su iconografía, como argumentaba Moralejo (2004), y a partir
de ahí la arquitectura puede potenciar sus capacidades representativas, añadiéndose capas. La
tapicería la decora con un vestido representativo de estatus, que afecta desde el sentido del tacto,
como mostraba Pallasmaa (1996), para transmitir imágenes de confort en espacios simbólicos
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Dentro de las estancias de la Catedral de Burgos que han desempeñado una función más
relevante en la vida del Cabildo, hay que destacar la sala capitular, recinto en el que los
capitulares se reúnen para tratar en común asuntos de índole religiosa, social, económica,
cultural y artística, relativos a la organización del Templo Mayor burgalés.
Este ámbito dispuesto junto a la capilla del Corpus Christi, y que fue erigido primeramente
como librería, sufriría una transformación arquitectónica en 1596 como sala capitular, con la
intervención de fray Martín de la Haya. Pocos años después esta estancia se recubriría con los
tapices flamencos donados en 22 de noviembre de 1599 por el arzobispo Cristóbal Vela de
Acuña.
Mancini, Matteo.
Los tapices fueron el vestido por antonomasia de la arquitectura durante cinco siglos. Factores
ideológicos y técnicos fueron los principales causantes de su decadencia durante el siglo XIX,
aunque no de su total extinción. Defensores tempranos como Jubinal o tardíos como Morris
fueron preparando el terreno para la espectacular recuperación del arte en toda Europa durante
el siglo XX. España comenzó desde los primeros años del siglo un renacimiento tan asombroso
como ignorado: creación de nuevas fábricas; réplicas admirables, hoy en palacios europeos;
artistas eminentes al servicio de los telares y desde los años cincuenta la plena incorporación a
la vanguardia textil dentro de la Nueva Tapicería. Miró, Picasso, Stolz, Vázquez Díaz, Tàpies,
Millares, Torner, Saura, Sempere, Vaquero Palacios, Vaquero Turcios, Tharrats, Grau, Royo,
Pérez Villalta, etc. hicieron posible junto a empresarios y artesanos la Edad de Plata de la
tapicería española que a pesar de su esplendor sigue siendo la gran desconocida de nuestras
artes. El siglo XXI plantea otra vez el reto: nuevos tapices para la nueva arquitectura.
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La muerte del rey abre en la corte el periodo de luto, afectando al funcionamiento cortesano, a la
estética personal de sus miembros así como a los espacios de representación del poder real,
públicos y privados. Los monarcas de la casa de Austria entendieron el luto como una muestra
de respeto, pero también hicieron de ello una etiqueta estética cumplida con estricta severidad.
La documentación generada por los oficios implicados en la trasformación luctuosa permite
discernir que espacios se enlutaban, que objetos característicos del poder real se cubrían de
tristes colores y que calidades de tejidos eran empleadas para tal fin. Su reflejo en la literatura
de la época y en la obra artística serán claves para comprender el verdadero impacto que tuvo
en la imagen de la monarquía. El análisis de todos estos aspectos es muestra de la importancia
del luto en los espacios del poder real y permite definir como fue su evolución a lo largo de los
siglo XVI y XVII.
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Un jeroglífico para vestir una capilla: Nuestra Señora del Sagrario, Toledo 1616.
Los días 21 y 23 de septiembre de 1789 las calles y edificios por los que pasaron las carreras
con motivo de la proclamación al trono de Carlos IV y la jura como príncipe del futuro
Fernando VII se llenaron de ornatos mostrando ingenio y arte. Dichas decoraciones quedaron
narradas en la documentación municipal y varias relaciones festivas y poemas. Algunas además
fueron llevadas a la estampa. Esta comunicación analizará dichas construcciones efímeras en
base a los impresos y la documentación, que reflejan el nuevo espíritu artístico con la presencia
de perspectivas fingidas, arcos triunfales, montes parnasos, doseles con retratos, galerías con
estatuas alegóricas y jeroglíficos y empresas de carácter simbólico. Los artistas implicados
fueron los arquitectos, pintores y escultores académicos: Francisco de Goya, Ventura
Rodríguez, Juan de Villanueva, Luis Paret, entre otros muchos. Entre los edificios más
significativos cabe destacar la Real Casa de la Academia de las tres nobles Artes, la casa de la
Condesa de Benavente, la del Duque de Alba, la del marqués de Cogolludo. De este modo, las
calles, plazas y palacios de Madrid fueron totalmente transformados y vestidos para exaltar a su
monarca y jurar a su príncipe.
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En el argumento elegido se asocian varios aspectos que deben ser leídos y valorados a través de
la interrelación de las artes, sobre todo entre arquitectura y artes decorativas, incluyendo la
relación simbiótica entre cultus et decor. Se trata de analizar la evolución del ciborio
propiamente dicho en el baldaquino barroco, desde la existencia precoz del ciborio-baldaquino
en edad cristiana, pasando por su persistencia en la Edad Media que le hizo proprio en la
variedad de sus formas y tipología; hasta llegar a la reintrepretación de este antiquísimo mueble
sagrado en edad moderna, que en la transformación de los presbiterios durante la reforma
católica presidió los altares donde el Santísimo Sacramento si conservaba en las llamadas
custodias, es decir, en los tabernáculos habitualmente llamados ciborios porque eran custodios
de sagradas especies, o mejor dicho del cuerpo de Cristo y del misterio eucarístico. Los confines
geográficos a analizar son amplios aunque circunscritos a un área en la que el fenómeno se ha
manifestado en modo más o menos homogéneo, como es el de la Italia central y meridional en
sus relaciones con España, y en particular con algunas de sus regiones: Castilla y Andalucía,
junto a otras ciudades septentrionales italianas como Génova, Pavía y Milán.
Durante la segunda mitad del siglo XVIII, con la extensión del estilo rococó, fue habitual la
representación de paisajes como tema artístico, utilizados incluso como motivo decorativo en
muebles litúrgicos, como retablos, sillerías de coro, cajonerías o mesas de altar, en sustitución
de los temas religiosos utilizados en décadas anteriores. En este trabajo, trataremos de
profundizar en los motivos por los que este tema, en principio con un carácter civil, pasó a
utilizarse en obras de carácter religioso. Asimismo, como ejemplo de la utilización de este tema,
analizaremos los relieves realizados por dos miembros de la familia Ágreda: fray José de San
Juan de la Cruz y Manuel de Ágreda Ilarduy. Por último, partiendo de las identificaciones ya
realizadas de las fuentes en las que estos escultores se inspiraron, se propondrán nuevas fuentes
que permitan profundizar en los referentes artísticos de esta decoración paisajística.
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El objeto de este estudio es la sillería coral creada por Diego de Siloe para el Real Monasterio
de San Jerónimo de Granada. Dicha obra estaría terminada en 1544 ya que el único documento
del que se dispone es el pago de la misma, por cantidad de 459.000 maravedíes, firmada a 18 de
junio de ese mismo año. Parecen claras las desavenencias económicas entre Siloe con los nietos
del gran capitán, que se habían hecho cargo de los pagos finales del magno proyecto, a quienes
se enfrenta llegando incluso a abandonar la obra.
Por este motivo se puede pensar que la obra está inacabada, y que no tiene sentido que un
maestro con la calidad y el nombre con que contaba Diego en Granada en esa época dejara una
obra de esta categoría con un vacío decorativo tan notorio como es el de los respaldos de la
sillería alta. Dichos respaldos cuentan únicamente con unas cartelas con decoraciones vegetales
y grupos de letras que llegan a formar los salmos 148, 96 y 150 respectivamente, si empezamos
a leer de izquierda a derecha. Tan sólo la silla prioral aparece decorada en su totalidad, con una
magnifica Virgen con el niño, coronada por un Padre Creador en el testero, mayor y más
elevado que el resto de los sitiales. Viendo el magnífico trabajo realizado en la silla mayor, y la
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inevitable comparación con la sillería coral de la catedral almeriense, es imposible pensar que
en el proyecto original se dejaran sin decoración estos paneles.
La villa realenga que hoy es Ciudad Real, fundada en 1255 por Alfonso X en el
corazón de un territorio dominado por la Orden de Calatrava, apenas conserva
testimonios arquitectónicos de su pasado medieval. Uno de ellos es la iglesia de San
Pedro, fábrica gótica de aspecto sobrio y robusto, edificada entre los siglos XIV y XV,
que vivió su etapa de esplendor en tiempos de los Reyes Católicos. Fue entonces
cuando las familias ciudadrealeñas más ilustres erigieron en ella sus mansiones fúnebres,
engalanadas con bellas portadas cerradas con elegantes rejerías, mobiliario para el culto
y unos enterramientos suntuosos que centrarán el presente trabajo.
Esta comunicación se ocupa del mobiliario litúrgico de la Catedral Nova o Seu Nova de Lleida
(Lérida) destruido —en su totalidad— en el verano de 1936; e intenta documentar y
(re)construir el programa de moblaje y adorno llevado a cabo especialmente durante el
pontificado del obispo Joaquín A. Sánchez Ferragudo (1771-1783), el cual coincide también
con la consagración de la «nueva Catedral» —en contraposición a la llamada Seu Vella, la
antigua catedral medieval desacralizada y también «simbólicamente» perdida por la ciudad—.
Cabe subrayar que, durante gran parte del siglo XVIII, Lleida fue una ciudad «sin catedral», ya
que la Catedral Nova fue la obra iniciada por orden y a expensas de Carlos III, en abril de 1764.
Por lo demás, la mayoría de los retablos y elementos de mobiliario fueron ejecutados entre 1770
y 1787 casi todos obra de académicos de mérito, como Manuel Martín Rodríguez (1751- 1823),
sobrino y discípulo del arquitecto Ventura Rodríguez, los escultores Lluís Bonifàs i Massó
(1730-1786), Salvador Gurri (1749-1819) y, de un modo particular, Juan Adán Morlán (1741-
1816).
La arquitectura religiosa de finales del siglo XVI y el primer tercio del siglo XVII, heredera del
clasicismo escurialense y, en esencia, todavía renacentista, será el marco propicio sobre el que
se desplieguen, en la segunda mitad del siglo XVII y a lo largo del XVIII, numerosos y, a
veces, monumentales retablos, y escenográficas pinturas murales que barroquizan y transforman
el espacio religioso y muestran el triunfo de la Iglesia católica surgida en el Concilio de Trento.
Este proceso que puede contemplarse en múltiples ejemplos europeos, algunos tan
representativos como Il Gesú de Vignola, tiene también su reflejo en parroquias de pequeñas
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Vestir la microarquitectura.
Realizando un juego de palabras con el título del congreso, esta comunicación pretende llamar
la atención sobre la relevancia de los sagrarios como tipología artística, concretamente como
obras de microarquitectura que, al igual que la arquitectura, se visten. Centrándonos en los
sagrarios realizados en los inicios de la Contrarreforma a finales del siglo XVI en la provincia
de Álava, se analizará su carácter arquitectónico, ya que son piezas concebidas como edificios
renacentistas y participan plenamente de los tratados de Serlio, Palladio y Vignola, más que en
la propia arquitectura construida. Sin olvidar que todo el espacio arquitectónico donde se ubican
los sagrarios está orientado a señalar su presencia, estas microarquitecturas de madera se visten
y se engalanan de diversas formas. Por un lado, se visten con esculturas que desarrollan un
programa iconográfico propio relativo a la Eucaristía; por otro, se les dota de una piel dorada y
polícroma imprescindible para manifestar su carácter sagrado; incluso se visten con textiles para
aportarle mayor magnificencia. La microarquitectura también se viste.
La ubicación en 1603 del sepulcro de doña Juana y don Felipe junto al sepulcro de los Reyes
Católicos en el crucero de la Capilla Real de Granada inicia un proceso de reordenación de este
espacio que supera planteamientos meramente espaciales.
Desde ese momento se percibe una nueva atención de la Corona sobre aquella antigua y
prestigiosa fundación. Su consecuencia será finalmente la construcción de los retablos-relicarios
(1632) en el crucero para redefinir espacial y simbólicamente este espacio. La documentación
conservada en el archivo de la propia Capilla, en el Archivo Histórico Nacional de Madrid y en
el Archivo General de Simancas permite reconstruir este proceso, determinando con mayor
precisión los intereses representativos que mueven a la Corona, las necesidades funcionales de
la Capilla Real y el crecido elenco de artífices que participan en su construcción en un discurso
encomiástico de la monarquía y en la definición del espacio sagrado como theatrum sacrum.
El retablo de San Miguel se hallaba, hasta la remoción del coro y su sillería, incrustado
en el nicho del trascoro de la catedral de Tui. Hoy se encuentra en una capilla del
seminario menor de la ciudad. Es un mueble barroco de pequeñas dimensiones, con una
arquitectura sumamente sencilla de columnas salomónicas, en la que todavía hay cabida
para rémoras clasicistas. Su autoría se adscribe al maestro de confianza de la Fábrica:
José Domínguez Bugarín. Puede datarse entre 1687 y 1694. Del conjunto destaca por su
calidad la imagen titular del arcángel.
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Agus, Luigi.
Entre los mobiliarios litúrgicos relacionados con la arquitectura religiosa destaca el retablo, que
representa la síntesis más lograda entre las artes decorativas (pintura, escultura y arquitectura),
sobre todo en la Edad Media y en el Renacimiento. A través de esta comunicación se pretende
analizar de manera profunda el retablo de la Asunción de Priego de Córdoba, una de las piezas
renacentistas más interesantes e importantes de Andalucía (1565-1582), dentro de un marco
histórico y artístico que incluye el taller de los Raxis: una familia de artistas procedente de
Cerdeña y relacionada con Roma y Nápoles, que se estableció en Alcalá la Real hacia 1526 y
que protagonizó el periodo renacentista, junto con otros artistas, en las provincias de Granada,
Jaén y Córdoba. Por primera vez este retablo será relacionado con otras obras del taller de los
Raxis, con grabados y obras arquitectonicas,
Retablos y adornos para después de una guerra: Los Escarpenter, una familia de
escultores en la Lleida (la Cataluña) del siglo XVIII.
Para su mejor ornato y gloria. Estudio de las donaciones realizadas por indianos a
conventos y monasterios de Granada.
El monopolio del comercio con Indias otorgado a los puertos de Sevilla y Cádiz, cimentaron
unas relaciones privilegiadas entre Andalucía y el mundo americano en las que las
transferencias culturales y las relaciones artísticas anduvieron caminos de ida y vuelta.
Algunos andaluces que emigraron a Indias alcanzaron una elevada posición social y económica,
lo que les permitió obtener ciertos privilegios, posicionándose socialmente. Con ellos, toda una
maraña de relaciones familiares y de servidumbre quedaría articulada, por lo que, no solamente
la persona que pasaba a América, retornara o no, se beneficiaba de los logros obtenidos sino que
muchos de los que quedaron en España también lo hacían, revirtiendo parte de esos beneficios.
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En esta investigación realizaremos un estudio de las donaciones remitidas por estos indianos
andaluces a conventos y monasterios de Granada a través del análisis documental y la
presentación de materiales inéditos de archivo. En ellos se dará noticia de algunas fundaciones
de capellanías; de la compra de capillas con bóveda y entierro en diversos edificios religiosos o
de la donación de dinero para la adquisición o encargo de obras artísticas para su adorno.
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Vico, Alexandre.
Entre los años 1470 y 1520, Florencia fue el escenario donde tuvo lugar el período de mayor
éxito de las producciones artísticas en el ámbito doméstico palaciego. Cassoni, spalliere y
lettucci eran algunos de los enseres lignarios que celebraban la unión matrimonial entre los
miembros de la oligarquía florentina. Pese a que tales producciones muebles fuesen
generalmente resultado del presuroso trabajo de carpinteros, doradores y pintores menores,
nombres como Sandro Botticelli, Piero di Cosimo y Jacopo Pontormo –entre otros- ensalzaron
este género artístico hasta las cotas más altas. Giorgio Vasari reconoció en sus Vite, la riqueza
iconográfica y la belleza de las “figure piccole” que poblaban las alcobas de opulentos palacios
florentinos como el Palazzo Vespucci, el Palazzo Pucci, el Palazzo Borgherini, etc.
Junto a los bronzetti del taller de Donatello, las taraceas en perspectiva de los studioli, e incluso
las pétreas chimeneas labradas con motivos all’antica, tales soportes configuraron no sólo un
sofisticado universo material visible puntualmente por el resto de las élites que visitaban los
palacios; sino que alcanzaron una relevancia capital en el atavío interior doméstico y en la
transcripción de determinados discursos políticos, moralizantes o simbólicos que los comitentes
idearon a través de los excepcionales temas que reflejaban los cassoni y spalliere especialmente.
La sociedad industrial genera toda una serie de elementos materiales como la ephemera,
la publicidad, el mobiliario, los establecimientos comerciales, etc. que tienen carácter
un carácter perecedero al tratarse de instrumentos que favorecen la sociedad de
consumo. Su rápida desaparición priva a las generaciones venideras de una serie de
testimonios que ayudan a la comprensión de la sociedad en la que se desarrollaron sus
códigos de comunicación. En el momento actual, se asiste a un proceso de estudio y de
patrimonialización desde la Historia del Arte, de estas manifestaciones analizando sus
funciones, sus características y sus conexiones con otras manifestaciones culturales.
Además de defender la necesidad de su conservación y restauración analizando sus
particularidades. En este contexto, esta comunicación tiene por objetivo analizar
diferentes materiales de divulgación como son revistas especializadas y enciclopedias
domésticas como fuentes para la popularización del diseño moderno de mobiliario en
España en las décadas de los años cincuenta y sesenta.
La capilla de San Juan Apóstol de la catedral de Santiago constituyó uno de los primeros
absidiolos realizados en el último cuarto del siglo XI. Este recinto acogía la sede matriz de una
de las parroquias de la ciudad, pero su escueto tamaño dificultaba su correcto servicio, razón por
la cual en el año 1600 Benito González de Araujo dio “traza y condiciones” para que los
canteros Juan de Barros y Estacio González derribasen la parte central del muro románico y
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Cuando las tropas napoleónicas ocuparon Sevilla en 1810 se plantea el problema del
alojamiento militar. Para ello se utilizan múltiples edificios como conventos
desamortizados o palacios y grandes casas de la ciudad. En muchos de estos casos los
inmuebles se tuvieron que modificar y también redecorar tanto en el ajuar que los
vestía –muebles, alfombras, lámparas- como en las pinturas que engalanaban sus paredes
y estancias. Asimismo, para todas las fiestas y fastos imperiales los palacios se
transformaron con elementos efímeros, luminarias e inscripciones. Se analizan varios
casos pero destacando ante todo los Reales Alcázares, residencia oficial del rey José I
en Sevilla, y el Palacio Arzobispal donde se alojó el mariscal Soult, duque de
Dalmacia.
Tomando como caso de estudio el templo del monasterio gallego de San Julián de Samos, en la
presente comunicación proponemos, por una parte, el análisis de la vestimenta de su
arquitectura original, tanto de aquellos elementos de mobiliario litúrgico (retablos, sillería de
coro, púlpitos,...) que fueron elaborados para producir una determinada configuración espacial
interior, como del ropaje exterior que determinó una imagen arquitectónica concreta con una
fachada incompleta. Por otra parte, examinaremos de qué manera tuvo lugar, en la segunda
mitad del siglo XX, el proceso de transformación del espacio interior original, para
supuestamente adaptarlo a unos nuevos condicionantes litúrgicos, que terminó por configurar el
aspecto actual del templo. El estudio comparativo de estos dos procesos nos permitirá mostrar
las consecuencias que, en Samos, tuvo desnudar una arquitectura originalmente concebida como
vestida.
El objetivo de este estudio se centra en mostrar la evolución que revelan, según la época, los
espacios escénicos, desde su origen más ortodoxo, donde la ópera era concebida por y para la
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élite, hasta la segunda mitad del siglo XX, momento en el que se empiezan a representar obras
clásicas en espacios arquitectónicos nunca antes utilizados y planteados para tal fin gracias a la
democratización de la cultura. El estudio que aquí se propone parte del ideal teórico a la mínima
expresión escénica, es decir, de la exposición sobre aquellos tratados de arquitectura teatral más
rigurosos en cuanto a escenarios y puesta en escena de ópera, hasta desembocar en el espacio
inventado, muy en boga hoy en día por exigencias del público actual. Existen ejemplos
clarificadores sobre buenas prácticas a la hora de vestir espacios arquitectónicos no teatrales
como el edificio renacentista Carlos V de Granada. Los Festivales anuales de Música y Danza
suelen incluirlo entre los lugares que se escogen en Granada para representaciones con un
carácter escénico. Un ejemplo fue la representación en el año 2006 de Mitridate, ré di Ponto
(1770), ópera seria en tres actos de Wolfang Amadeus Mozart (1756-1791). Otro ejemplo de
gran impacto es el de la creación de un grandioso escenario en el lago Constanza (Viena), donde
surge el nuevo concepto de arquitectura operística sobre el agua, como demuestra el coloso
André Chenier (1896) de Umberto Giordano (1867-1948) adaptado por el escenógrafo David
Fielding. En este caso, plantearemos el análisis de un ejemplo fiel a las ideas desarrolladas en
esta investigación, la puesta en escena para la interpretación de la ópera Apollo et Hyacinthus
(1767), de W.A. Mozart, a cargo del escenógrafo Rafael Simón, para el anfiteatro de la
Universidad de Jaén (2017).
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Las entradas reales entre los s. XV y XVI representan la verdadera fiesta urbana, el momento en
el que la ciudad se vuelca para mostrarse ante el monarca en todo su esplendor, recurriendo para
ello a diversas disciplinas artísticas. Proponemos un estudio de estas celebraciones desde un
punto de vista globalizador, donde la música, la pintura y la arquitectura serán analizadas de
manera transversal como partes de un todo, una obra de arte total en la que el escenario será la
ciudad. Hablaremos, por tanto, más que de arquitectura, de ciudad efímera. Para ello tomaremos
como ejemplo la entrada de Martín I en 1402, antes de la aparición de los estudiados arcos de
triunfo de raíz renacentista, pero donde encontramos ya la idea de representación de la ciudad
ideal. A partir de las fuentes originales (Manuals de Consells, libros de Claveria comuna, o el
Llibre de l’entrada del rei Martí) reconstruiremos esta entrada desde el punto de vista de las
artes (con especial hincapié en lo sonoro, estudiado sólo de manera tangencial) como ejemplo
prototípico de entrada real como obra de arte efímero total.
La incesante actividad cortesana que tuvo lugar en Valladolid a lo largo del siglo XVI,
especialmente durante su primera mitad, supuso una continua transformación de diferentes
espacios urbanos, públicos (calles, plazas) y privados (el interior de las viviendas nobiliarias),
mediante el uso de arquitecturas y decoraciones efímeras vinculadas a los diferentes actos
celebrados. En este trabajo se repasan las construcciones de carácter efímero erigidas en
Valladolid durante el siglo XVI, agrupadas por tipologías (como arcos triunfales, túmulos
funerarios…), planteando una serie de reflexiones, tanto estilísticas –respecto a la adopción de
determinados lenguajes o implantación de ciertos modelos– como respecto a la significación
propagandística de las construcciones que transformaron la ciudad.
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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
Veremos, pues, ejemplos de los siglos XVI, XVII y XVIII donde la arquitectura efímera
y la escenografía, con la ayuda de la música como elemento también perecedero en su
ejecución pero duradero en la memoria, tendrán mucho que decir en tales acontecimientos
(celebraciones reales, beatificaciones, etc). A la vez, hablaremos de una educación
permanente, de similar corte, a través de las decoraciones de numerosos edificios, las
cuales trascenderán lo efímero. Todo dentro de un marco urbano donde históricamente se
instauró un notable contexto pedagógico y celebrativo, el cual debe ser abordado para
entender la trascendencia que ha tenido no solo en la educación salmantina, sino en la
configuración estética e identitaria de la propia ciudad.
La canonización del rey Fernando III de Castilla y León, en 1671, supuso para España
la culminación de un proyecto de identificación con los principios contrarreformistas.
Como consecuencia inmediata la Corona promovió festejos por todo el territorio
nacional, que fueron organizados con interés por las distintas ciudades y cabildos
catedralicios. En Toledo, lugar clave en el panorama artístico del siglo XVII, se produjo
unasignificativa transformación de las calles durante las fiestas, gracias a un despliegue
de medios que contó con la participación de maestros como Francisco Rizi, Juan
Carreño de Miranda y Virgilio Faneli. La interacción entre poderes civiles y religiosos
fomentó la realización de arquitecturas efímeras y encargos de toda índole para unas
celebraciones solo equiparables al esplendor del día del Corpus Christi
Al reanudar, una vez más, la larga tradición de las alianzas políticas entre los reinos ibéricos
mediante los contratos matrimoniales entre las familias reales, el doble enlace entre el príncipe
portugués, D. João, y la hija de los príncipes de Asturias, la infanta D. Carlota Joaquina, y entre
el príncipe español, D. Gabriel de Bourbon, y la infanta portuguesa, D. Mariana Vitória de
Braganza, fue celebrado con especial aparato en la ciudad de Lisboa los días 15 y 18 de junio de
1785. Las principales festividades celebrativas de los desposorios de los infantes de las dos
monarquías ibéricas fueron promovidas por el embajador extraordinario español, el conde de
Fernán-Núñez, D. Carlos José Gutiérrez de los Rios, y tuvieron lugar en el Palacio de la
Inquisición, el asiento del Tribunal de la Inquisición de Lisboa y del Consejo General del Santo
Oficio. El proyecto ejecutado contempló una aparatosa construcción arquitectónica efímera que
transformó por completo el exterior del Palacio de la Inquisición reedificado tras el gran
cataclismo de 1755. Nuestra propuesta pretende analizar la materialización de un pretensioso
proyecto de arquitectura efímera, edificado en la frente principal del Palacio de la Inquisición de
Lisboa, con ocasión de los reales matrimonios de 1785, disponiendo de un conjunto de dibujos
de arquitectura originales y de las fuentes documentales coevos
Dentro del contexto de la vida cotidiana y fuera de las celebraciones cíclicas anuales, en
Orihuela, al igual que en otras villas y ciudades, en ocasiones, se producían otras religiosas y
civiles, luctuosas y festivas, que eran generalmente ordenadas por el poder Real.
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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
Este es el caso extraordinario dentro del calendario de las honras fúnebres y las proclamaciones
reales, que en el primero de los casos, además del cortejo y de los actos religiosos propiamente
funerales iban acompañados por la incorporación de túmulos, de los que conocemos varios del
siglo XVIII, ya no solo en honor a monarcas españoles, sino también otros como el del Rey de
Cerdeña. En el segundo de los casos, encontramos en los desfiles programados los carros
triunfales, generalmente aportados por los gremios, así como el teatro de la proclamación y los
castillos de artificio en los que vislumbramos, en ocasiones, antecedentes de las actuales fallas,
cuya efímera vida era consumida por el fuego. En esta comunicación nos acercaremos a ambos
aspectos en la Orihuela del siglo XVIII, dentro de la arquitectura efímera, a la que podemos
aproximarnos a través de la descripción que de los mismos encontramos en publicaciones
conmemorativas, en las actas capitulares, cuentas de propios de clavería, remate para su
construcción y grabados.
Payn, Emilie.
Las múltiples fiestas barrocas que se celebraron durante los siglos XVII y XVIII en España
fueron un verdadero protagonista en la vida de los habitantes de una ciudad. En efecto, los
festejos de esta época permitieron “hacer visible ‘lo real maravilloso’, dejar en suspenso la
monotonía grisácea de la vida cotidiana, creando un espacio y tiempos utópicos”. Entendemos,
por lo tanto, que la fiesta barroca consistía en un evento hecho para sorprender y complacer al
espectador, para conseguir conmover su espíritu. Para conseguirlo, toda una serie de artesanos y
artistas eran contratados por parte del Ayuntamiento o de la Iglesia para que realizaran obras de
carácter efímero que tratarían de hacerse con el asombro y deslumbramiento del público. La
insigne plaza mayor de Salamanca que se construyó entre 1729 y 17553 fue elegida rápidamente
por la ciudad como su lugar idóneo para el desarrollo de fiestas. No es de extrañar que se
utilizara este espacio para ello ya que en España las plazas mayores se consideraban como el
espacio más apto para su celebración.
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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
Como testigos del paso del tiempo y muestra del desarrollo de las artes, se alzan las catedrales,
verdaderos baluartes de la historia. Edificios vivos, en los que los diferentes estilos artísticos
comparten espacio, aportando cada uno su nota decorativa, y creando verdaderas melodías
decorativas singulares. El estilo impulsado por la mentalidad y espíritu contrarreformistas, ha
dejado huella en templos realizados con anterioridad, así catedrales románicas, góticas y
renacentistas han sido vestidas de barroco. Ese es el caso de la catedral de Cuenca, que
comenzada a construir en los albores del gótico, fue transformada en una “catedral barroca”.
Mediante el estudio de los retablos realizados durante el s. XVIII, presentamos la renovación
espacial y estética que se realizó en el templo, así como la evolución del estilo a lo largo del
siglo.
La escenificación del poder en los Alba: Vestir el cuerpo y vestir la arquitectura en los
ambientes aristocráticos de la Castilla Bajomedieval.
La familia Álvarez de Toledo, cuya progresión nobiliaria se cifra en tres grandes hitos: Señores
de Valdecorneja por concesión de Enrique II en 1366, Condes de Alba por concesión de Juan II
en 1439 y duques de Alba por concesión de Enrique IV en 1472, legitimaba su linaje
retrotrayéndolo a ser descendientes de un hijo del emperador bizantino Isacio Conmeno,
llamado Pedro, que se había establecido en Castilla, al servicio de Alfonso VI, en 1053. Sin
renunciar a ninguna de sus titulaciones, mantuvieron el uso del apelativo Porfirogenetas para
expresar con él su condición de descendientes del linaje imperial, utilizando el color púrpura
como expresión simbólica de su prestigio, como bien demuestran las pinturas de la cúpula de
armería del Castillo Palacio de Alba de Tormes, obra de Cristóbal Passini ejecutadas entre 1567
y 1571. Su ascenso político a lo largo de los siglos XIV y XV fue paralelo a la consolidación de
los monarcas de la dinastía Trastamara en el trono de Castilla. La creciente importancia del
protocolo cortesano a finales del siglo XV y la necesidad de escenificar su poder, explica los
crecidos gastos en telas ricas, tapices, sastres y pieles que se registran en el Libro Maestro
conservado en el archivo de la casa ducal, una prueba indudable del nivel de sofisticación que
alcanzaron y de la imagen pública esplendente de los Alba, cuyo paradigma ha de buscarse
siempre en Flandes. Doble es la piel que exhiben de sí mismos al proyectar su imagen pública,
puesto que lo hacen vistiendo el cuerpo y la arquitectura, sobre todo en ocasión de las fiestas,
justas, celebraciones religiosas… En la presente comunicación proponemos analizar el papel
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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
que la moda y el textil tuvieron en la corte ducal de los Alba a finales del siglo XV y comienzos
del XVI usando esencialmente fuentes documentales de archivo y fuentes iconográficas. Entre
los datos objetivos que se han identificado, tenemos los 76 tapices y paños de ras que aparecen
en el inventario de 1531, entre los que había 15 tapices figurativos, con los que vestían los
salones de sus castillos palacios, los andamios de madera en ocasión de las justas, los balcones...
En 1473 consta la compra de 2 tapices desarrollando la historia de Jaffé, a Pedro García de
Medina y a su hijo Álvaro, mercaderes de Medina del Campo, por 110.000 maravedíes, quizá
réplica parcial de la serie de colgaduras tejidas hacia 1470 en Tournai por Pasquier Grenier a
partir de modelos preparatorios de Van der Weyden, lo que demostraría que estaban al tanto de
las novedades artísticas de Flandes. En 1474 consta que fueron entregados 160.000 maravedíes
a dos agentes que tenían que viajar a Flandes para comprar tapices. Incuso en 1486 consta la
existencia de un oficial, Pedro González, repostero de tapicería, encargado de sacudir y
emparamentar tapicerías. En el vestir del cuerpo se han documentado las compras de capacetes
y armaduras de placas en Calatayud en 1476, la adquisición debrocados de verde rico y de rojo
carmesí en Brujas, Londres y Ruán, Londres y la adquisición de 900 martas cibelinas,
compradas en 1477 a 1360 maravedíes, para hacer el abrigo del I Duque, García Álvarez de
Toledo, representado en el retrato orante de la tabla de la Anunciación, atribuida al maestro de
la Virgo inter Virgenes. En la década de 1480 tenían los Alba a su servicio a un sastre llamado
Jaques, de probable origen franco-flamenco, y en la década de 1490 figura en nómina otro
llamado Juan Mateos. Complementos documentados como el collar del balaje del Rey Salomón,
ayudan a completar la escenificación del poder con la exhibición de joyas que usaban como aval
al pedir créditos en ocasiones en las que la situación económica así lo requería. En
consecuencia, estamos ante una política de mecenazgo, sistemáticamente diseñada para que los
Duques se mostraran en público en su máximo esplendor, proyectando una imagen cuidada,
elegante, exquisita y sofisticada, análoga, pero sin superarlo, a la que proyectaban de sí mismos
los Reyes Católicos y, años antes, Juan II de Castilla.
El análisis de los testamentos y de los libros de bienhechores de los monasterios son una
importante fuente para analizar la protección que se otorgó a la Orden de San Jerónimo. Si bien,
aunque destacó sobre todo el patronazgo real en ella, y especialmente en la Corona de Castilla,
hay que tener en cuenta a una nobleza cercana a los reyes que se siente atraída por el carisma de
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Mesa 3: Mobiliario y arquitectura efímera
la orden y sobre todo por el impulso y que esta tuvo desde sus primeros años de fundación y las
características que fue desarrollando a posteriori.
Por todo ello es importante el análisis de estos documentos puesto que sirven para poner en
valor los numerosos objetos que vestían la iglesia y la dignificaban, y que formaban parte de
esas donaciones, para así conocer mucho mejor el pensamiento y la sociedad del momento, así
como los criterios de valoración artísticos e intereses personales de sus protectores.
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