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Los sistemas de filtración tratan el agua pasándola a través de lechos de materiales granulares
(p.ej., arena) que retiran y retienen los contaminantes. Los sistemas de filtrado convencionales,
directos, lentos de arena y de tierra diatomácea hacen todos un buen trabajo al eliminar la
mayoría de protozoos, bacterias y virus (si se usa la coagulación). Usualmente, los filtros de bolsa
y cartuchono eliminan los virus y muy pocas bacterias.
Los sistemas de filtración lenta en arena no tienen fase de coagulación y, usualmente, tampoco
tienen un paso de sedimentación. Se induce el paso lento y descendente del agua a través de un
lecho de arena de dos a cuatro pies (0,6 a 1,2 metros) de profundidad. Una capa biológicamente
activa se forma a lo largo de la superficie superior del lecho de arena, atrapando así partículas
pequeñas y degradando algunos contaminantes orgánicos.
La filtración con tierra diatomácea usa como material de filtro las conchas fosilizadas de
diminutos organismos marinos a través de los cuales se hace pasar el agua sin tratamiento. La
tierra filtra físicamente los contaminantes particulados del agua.
Los filtros de bolsa y cartucho son sistemas sencillos y fáciles de usar que utilizan una bolsa tejida
o un cartucho de filamento enrollado o un filtro fruncido para filtrar físicamente los microbios y
sedimento del agua fuente.
Los filtros de cerámica se utilizan principalmente en aplicaciones de punto de uso. En los países
en vías de desarrollo, éstos se fabrican localmente, algunas veces en microempresas
autofinanciadas.
La mayoría de los sistemas de filtración usan el “retrolavado” para limpiar el sistema. Esto
produce aguas de desecho que se deben manejar adecuadamente.