Ciencia UANL

Universidad Autónoma de Nuevo León

rciencia@mail.uanl.mx
ISSN (Versión impresa): 1405-9177
MÉXICO

2004
Esperanza Armendáriz
ENTREVISTA AL DOCTOR RAMIRO MONTEMAYOR MARTÍNEZ
Ciencia UANL, julio-septiembre, año/vol. VII, número 003
Universidad Autónoma de Nuevo León
Monterrey, México
pp. 318-322
CANAL ABIERTO
Entrevista al doctor Ramiro Montemayor Martínez
Para entrevistar al Dr. Ramiro
Montemayor Martínez fue necesa-
rio ir a su hábitat, donde él es feliz
y con ello hace feliz a muchos: La
Fama, Santa Catarina, en la casa
marcada con el número 602 de la
calle Hidalgo, donde se encuentra
su consultorio, lugar al que llegó
para hacer servicio social en 1952.
La dirección es difícil para quien
poco transita las calles del munici-
pio empotrado en el poniente. Pero
esa calidez y generosidad que ca-
racterizan al médico y profesor hi-
cieron que esta reportera diera fá-
cilmente con el lugar, dada la ayu-
da que dieran las personas que de
muchas formas se sienten agrade-
cidas con el doctor.
Y aunque esta cita fue pactada
para hablar acerca de la extraordi-
naria trayectoria del Dr. Ramiro
Montemayor como médico, directi-
vo y docente, la charla se llenó de
nostalgia, dado que la conversación
que nos compartió tuvo como eje
central a su familia.
El Dr. Montemayor, quien fue
jefe del Departamento de Anatomía
en la Facultad de Medicina por
muchísimos años, regresó por unos
minutos a Sabinas Hidalgo, su tie-
rra natal, evocó el recuerdo de sus
años de estudiante, añoró el tiempo
en que conoció a su esposa, habló
orgulloso de sus hijos y presumió el
legado de su padre, don Francisco
J. Montemayor.
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ESPERANZA ARMENDÁRIZ
A pesar de su corta edad, no tuvo
ninguna dificultad para terminar
la educación primaria, que conclu-
yó antes de cumplir los 10 años de
edad.
En 1935 intentó ingresar a la
Escuela Álvaro Obregón para estu-
diar mecánica y electricidad, pero
fue rechazado por su edad y estatu-
ra, esto lo obligó a regresar a su
pueblo natal para ingresar a la se-
cundaria, la cual concluyó antes de
cumplir los 14 años de edad.
Al terminar la educación media
Fotografía: Felícitas Román
básica, expresó a sus padres –don
Francisco Montemayor y doña
Ernestina Martínez Gómez- el de-
seo de estudiar la preparatoria, lo
cual fue imposible dada la situa-
ción tan difícil por la que atravesa-
ba la familia. No había recursos
El Dr. Ramiro Montemayor económicos.
Martínez nació en Sabinas Hidal-
go, Nuevo León, en 1926. Vivía ¿En ese momento, qué le dijo su pa-
con sus padres en una casa ubica- dre?
da entre las calles Terán y Zuazua.
Eran los tiempos buenos, en una “No hay dinero mi hijo, pero vamos
casa grande, rodeada de árboles fru- a jalar; no hay dinero para prepara-
tales y con un corral donde se aten- toria; y le dije: bueno, pues déjame
dían cerca de treinta vacas propie- entrar a la Escuela Normal porque es
dad de la familia. buen proyecto. Y papá me dijo: ‘tú
Antes de cumplir los cuatro años podrás ser lo que quieras, pero pri-
de edad, el Dr. Ramiro Montema- mero maestro’, así es que aquí estoy
yor ingresó al primer año de ins- de maestro desde hace 50 años”,
trucción primaria, “y así lo hice compartió con el corazón en la mano.
porque mi hermano Lupe, quien era Mediante una beca otorgada por
el mayor de todos, no quería entrar el Gobierno del Estado, dada la inter-
a la escuela”, recuerda emocionado. vención del diputado Lic. Mireles, lo-
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gró ingresar a la Escuela Normal Mi-
guel F. Martínez de esta entidad, en
el año de 1940, “pero tuve que men-
tir respecto a mi edad, porque tenía
14 años y no me habrían aceptado”,
reconoce.
Cuando habla de su padre la voz
se le quiebra. El Dr. Ramiro Monte-
mayor es un hombre fuerte, con ca-
rácter afable –aunque se dice que era
un maestro bastante estricto-, gene-
roso y de una sensibilidad que no
puede ocultar cuando se conversa
con él.
“Así fue que me vine a Monterrey
a estudiar en la Normal F. Martínez.
La ventaja fue que, cuando cursaba
el segundo año, me dieron un grupo
y me comenzaron a pagar, una can-
tidad mínima, pero me servía para
vivir; así fue que me hice profesor”,
recuerda.
En 1943 se recibió como maes-
tro, incluso fue el egresado más jo-
ven de la generación, pero en los años
1941-1942-1943 desarrolló prácti-
cas pedagógicas en la Escuela Mo-
numental Monterrey, que está ubica-
da en las calles Juan Méndez y De-
mocracia, cuando fungía como direc-
tor el profesor Juan Guzmán.
Ya titulado, trabajó hasta 1945
en la Escuela León Guzmán bajo la
dirección del profesor Taurino Gon-
zález, institución ubicada en la Cal-
zada Madero y Carvajal y de la Cue-
va; después pasó al Colegio Justo
Sierra para dar clases de secundaria.
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“Cuando concluí la Norma Miguel
F. Martínez se abrió la Escuela Nor-
mal en Sabinas Hidalgo, de esta ma-
nera mi padre, quien era profesor
empírico, inició su formación como
docente; cuando estaba en segundo
año, comenzó a dar la clase técnica
de la enseñanza de las matemáticas
y, posteriormente, se recibió; claro,
después que yo”, dice.
I. Se viste de universitario
Ramiro Montemayor, quien ya daba
clases de secundaria en el Colegio
Justo Sierra, ingresa a la Escuela Pre-
paratoria Nocturna de la Universidad
de Nuevo León, esto sucede en el año
de 1943.
Dos años más tarde, el Colegio
Justo Sierra lo contrata como maes-
tro de cuarto grado de instrucción pri-
maria, ya de 1945-1946 fue promo-
vido como maestro de sexto grado en
el Colegio Justo Sierra, cuando fun-
gía como director el profesor Sigifredo
Rodríguez.
“Ingresé a la Preparatoria Noctur-
na en 1943 y concluí en 1946, de
esta forma pude, por fin, entrar a la
Facultad de Medicina en septiembre
de 1946 para terminar la carrera en
1952, de ese año a la fecha estoy en
La Fama, Santa Catarina, a donde
vine para realizar mi servicio social”,
dice el entrevistado, quien tiene una
memoria envidiable.
Fotografía: Felícitas Román
¿Entonces, usted decide ser profesor?
“Yo quería ser médico, y ser profesor
no fue un escalón (para ser médico),
porque la escuela me ha servido mu-
cho, si no ha sido por la Escuela
Normal no hubiera sido profesor de
la Facultad de Medicina”, enfatiza.
Al recordar el momento en que
concluye los estudios universitarios
voltea a ver su título, documento que
cuelga en la pared de su consultorio,
rodeado de decenas de reconocimien-
tos otorgados por su excelente tra-
yectoria en los ámbitos profesiona-
les y de servicio a la comunidad.
“Según este papelito, me recibí en
septiembre de 1953, si ves que aquí
dice 1956 es porque me tuve que
esperar tres años para conseguir los
500 pesos que costaba sacar el títu-
lo profesional”, dice sin pena alguna.
“Entonces, impartí clase en el co-
legio y estudiaba medicina”.
¿Cómo lo hacía sentir toda esta ac-
tividad?
Sentía que estaban saliendo bien las
cosas, porque era lo que yo quería,
estudiar medicina.
¿Por qué quedarse aquí en La Fama?
Me gustó el pueblo. Este lugar era
muy bonito hasta que Morones Prie-
to nos quitó el agua. Era un pueblo
muy bonito, muy pacífico. Había en
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 ENTREVISTA AL DOCTOR RAMIRO MONTEMAYOR MARTÍNEZ
la parte de atrás una tarjea que traía
agua para la fábrica, era de cuatro
metros de ancho. Tenía mi novia,
obviamente estaba en Monterrey, ella
era de México, fuimos novios desde
que estábamos en la Normal en
1941, desde ahí le tiré los perros y
me casé con ella hasta en 1954, ya
parecíamos hermanitos, tanto tiem-
po de novios, ¿aguantó, verdad? Aho-
ra el día 28 de julio cumplimos 50
años de casados.
¿Cuando ve su foto de la generación,
qué piensa?
Que estamos muchos todavía vivos,
se han muerto algunos 30, somos
longevos todos. Tengo ya 77 años.
II. El maestro
El Profesor Ramiro Montemayor Mar-
tínez tiene vocación para maestro.
Esto es innegable. Cierto es que es-
tudió la Escuela Normal Miguel F.
Martínez por consejo de su padre,
pero también es innegable que dis-
frutó la docencia durante 50 años que
tuvo frente de él grupos de niños y
jóvenes ávidos de conocimientos
nuevos.
En 1946 ingresa a la Facultad de
Medicina y ese mismo año el Cole-
gio Justo Sierra lo integra como maes-
tro de secundaria en matemáticas,
geografía, física, botánica, zoología
y anatomía; posteriormente lo nom-
320
Fotografía: Felícitas Román
bran como prefecto del internado es-
colar.
En 1950 renuncia al trabajo del
internado, debido a la carga escolar
en la facultad, para quedarse sólo con
las cátedras; al mismo tiempo que
ingresa como maestro de secundaria
en el Colegio Fray Pedro de Gante
impartiendo la cátedra de biología en
los cursos de secundaria.
Ya recibido de médico, es nom-
brado médico general en el Servicio
Médico de la Sección 43, donde tra-
bajó hasta 1981, cuando fue jubila-
do. En octubre de 1953 ingresa como
docente en la Facultad de Medicina
y médico asistente al Servicio de Ci-
rugía General bajo la dirección del Dr.
Serapio Muraira en el Hospital Civil.
Ya en 1956 hizo el internado en ciru-
gía general y en 1957 la residencia.
¿Cómo se le abren las puertas como
maestro?
Batallé muchísimo, no creas, en la
Universidad no tuve problemas, por-
que cuando empecé a trabajar –en
1953- don Serapio Muraira, quien
era de Villaldama, era director de la
Facultad y me aceptó como asisten-
te a cirugía general, y luego hice un
internado y la residencia; ya siendo
director Mentor Tijerina de la Garza
–quien además de ser mi maestro era
mi amigo–, las cosas se me facilita-
ron más para ser docente de la Fa-
cultad de Medicina. Ya después me
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valí solo. En ese entonces se me com-
plicaban con otras actividades que
desempeñaba como era el jugar fút-
bol americano, incluso fui fundador
del primer equipo Tigres en 1944.
¿De americano?
Seguro, de americano, de las pata-
das no, fútbol del bueno, de golpes.
Siempre fui tacle derecho. Sólo
“muerto” te sacaban de un partido.
¿Qué clases impartía en la Facultad
de Medicina?
Anatomía, fue la primera clase que
impartí en 1953, en 1954 comencé
a impartir neuroanatomía, desde que
inicié hasta que terminé la carrera.
Seguro tiene anécdotas muy intere-
santes...
Gregorio Farías, quien fuera rector de
la UANL, fue alumno mío de secun-
daria y un día lo castigué porque no
cantó el Himno Nacional, lo paré jun-
to al asta bandera en posición de fir-
mes toda la mañana; años después,
cuando me estaba entregando mi títu-
lo de doctorado me dijo que aún recor-
daba que lo había castigado (risas) y le
dije: te puedo castigar otra vez.
¿Y por qué ya no dio clase?
Porque ya estaba bien, 50 años es

Primer equipo Tigres, de futbol americano,
demasiado. Se necesita gente más
joven, que entienda más cosas. Ya
no entendía las modificaciones de
tipo didáctico que hacían, no me con-
vencía que estuvieran bien, los exá-
menes no me gustaban, dije: ¿Tanto
trabajar para terminar con un con-
teste sí o no?, le puedes adivinar con
un pico y mona y el examen lo pa-
sas. No, mis exámenes eran de hom-
bres.
Ahora me siento mejor, al dejar
la docencia pensé que me iba a sen-
tir mal, porque ya no iba a la escue-
la, pero lo único que hice fue modifi-
car mi consulta aquí, donde venía a
la 1:00 y luego en la tarde; ahora
vengo a las 8:00 y me voy a las
12:00, luego de 2 a 5.
¿Ha cosechado mucho de lo que
sembró?
Seguro, hay mucho pasto y tierra en
donde sembrar.
Usted fue un maestro muy estricto,
¿cómo eran sus reglas en el salón
de clase?
Tenían que estudiar todos los días, a
mí me salían con que “no estudié” y
les decía “aquí se viene a estudiar,
no voy a ser cómplice tuyo para ro-
bar a tu papá”, a las muchachas que
me decían: “no la traje”, les decía:
“si no es la regla, mamacita, tienes
que traerla todos los días”, al princi-
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ESPERANZA ARMENDÁRIZ
Prepa 1, 1944.
pio se sentían medio molestas, pero
luego entendían el motivo de mi pre-
ocupación.
¿Por qué empleaba ese sistema?
Porque es el mismo que aplicaron
conmigo y dio resultado.
¿Cómo ve al docente de hoy, es un
poco más blando?
Sí, es muy barco. Les llaman transa-
tlántico.
¿Usted fue jefe del Departamento de
Anatomía en la Facultad de Medici-
na?
En 1954, el Consejo Universitario,
la Rectoría me nombró subjefe del
Departamento de Anatomía y seguí
como subjefe con el Dr. Fernando San
Miguel, quien era el jefe; pero por su
trabajo fuera de la escuela, me con-
fió el papel de jefe siempre, y así es-
tuve hasta 1980 cuando el doctor se
retiró. Entonces presenté un examen
de oposición para la Jefatura de Ana-
tomía en la Facultad de Medicina du-
rante los primeros 10 años, volví a
presentar el examen por otros 10
años más, pero ya no los cumplí, me
retiré antes.
III. Su pasión: la familia
De entre todos los cuadros que po-
san como mudos testigos de la am-
plia trayectoria del Dr. Ramiro Mon-
temayor Martínez, destacan las foto-
grafías de sus seres queridos. Es in-
evitable revivir recuerdos y hacer vi-
sible la nostalgia. Los ama y por ello
comparte situaciones familiares que
guarda en su corazón y que le divier-
ten.
Su padre, el profesor Francisco J.
Montemayor, obtuvo la Medalla Al-
tamirano cuando era presidente Adol-
fo Ruiz Cortines; su madre se llama-
ba Ernestina Martínez Gómez, oriun-
da de Cerralvo, y también dedicada
a la docencia.
Se le pregunta al médico por las
personas que posan en una fotogra-
fía familiar y orgulloso nos habla de
esos seres a quienes admira y ama:
“Ella es Beatriz Georgina, docto-
ra y maestra en ciencias morfológi-
cas, trabaja en la Facultad de Cien-
cias Biológicas de la UNAM; tiene
una hija que se llama Georgina Ale-
jandra, quien hace 15 días (lo ex-
presó el 25 de mayo) ganó el certa-
men La flor más bella del ejido, en una
delegación de la Ciudad de México.
Luego le sigue Diana Patricia, ella
es licenciada en pedagogía, egresa-
da de la Facultad de Filosofía y Le-
tras, además es normalista.
Aquí está Leticia, quien además
de ser doctora, es la esposa del Dr.
Donato Saldívar, director del Hospi-
tal Universitario”.
Al hablar de Leticia nos compar-
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 ENTREVISTA AL DOCTOR RAMIRO MONTEMAYOR MARTÍNEZ
te una anécdota que refleja lo riguro-
so que era el maestro Montemayor
en el aula de la Universidad:
“Mi hija Leticia fue mi alumna.
A las 07:00 de la mañana pasaba
lista y cerraba la puerta, ya no deja-
ba entrar a nadie más. Ella se iba
conmigo a la escuela, un día, por al-
gún motivo, se quedó platicando y
llegó tarde a mi clase, su servidor ya
había cerrado la puerta. Tocó la puer-
ta, abrí y le dije: ¿qué fue?, llegaste
tarde, retírate de aquí.
Se fue, ya en la casa se rajó con
su mamá y luego vino la regañada
bruta, le dije, ‘mi’jita, no puedo ser
diferente contigo, si a todos los de-
más los corro, por qué a ti no?’ (ri-
sas).
Ella es Elizabeth, hermosa mu-
chacha que está aquí con sus dos
hijas (dice señalando la imagen). Es
dentista, se casó y se la llevó el pelao
para el rancho, y están viviendo en
San Luis Río Colorado en Sonora,
aquí vivió tres años su esposo, por-
que estudió la especialidad en odon-
tología.
En fin, me nacieron cuatro hijas
seguidas, y yo estaba seguro que no
iba a venir el hombre, así que le dije
a mi mujer: ‘¿qué te parece si me
cambio de barrio y de lechero?’, y
entonces nació el varón, fíjate qué
suerte. Nace Ramiro, quien es inge-
niero bioquímico en alimentos, y es
director de operaciones en una em-
presa de alimentos de la localidad.
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En la consulta de Ginecología,
Hospital Universitario.
Fue el quinto, así que dije: ‘ahora
sí puros hombres’, y nada, me nació
esta rubia preciosa. Se llama Brenda
Lilia, quien es contadora en el Itesm
y trabaja en la Universidad de Mon-
terrey. Son los seis hijos que tengo.
Ella es mi esposa, quien se llama
Beatriz Flores Escobar”.
De su padre, quien es conocido
en Sabinas Hidalgo como el “Profe
Panchito”, habló orgulloso, con la
mirada viva y el nudo en la garganta.
“Un día, papá estaba en un mitin
con un candidato y el otro candidato
tenía más aceptación porque el go-
bernador lo consideraba como su
amigo, entonces papá habló y en su
discurso, al final, dijo: ‘yo nada más
le pido a las autoridades lo que aquel
leñador que bajando por una vereda
del cerro se encontró un oso de dos
metros de alto, y que le dijo a Diosito:
no te voy a pedir que me ayudes a
mí, pero tampoco le ayudes al oso,
déjamelo solo y a ver de a cómo nos
toca’ y ganamos las elecciones”.
“Mi padre, confiesa emocionado,
tenía una sátira muy bonita, nunca
insultaba. Escribía en prosa, en lo que
tú quieras escribía”.
Recordó que su padre fue maes-
tro de Celso Garza Guajardo, quien
lo imitó en muchísimas cosas, una
de ellas la narrativa.
Francisco J. Montemayor, quien
nació un 3 de diciembre de 1889, lla-
maba aldea a su tierra natal y –con el
nudo en la garganta– el Dr. Ramiro
CIENCIA UANL / VOL. VII, No. 3, JULIO-SEPTIEMBRE 2004
Montemayor Martínez comparte algo
muy personal: “y yo le puse allá en
su tumba: Señor, he vuelto a mi al-
dea”.
Dice, con un dejo de tristeza, que
muy frecuentemente visita Sabinas
Hidalgo, específicamente el panteón,
“fue lo único que nos quedó”.
Resumen curricular
· En 1972 fue nombrado director de
la Escuela Normal Superior de Nue-
vo León.
· En 1972 es profesor de neuroana-
tomía, psicofarmacología y psicofi-
siología en la Facultad de Psicolo-
gía de la UANL.
· En 1975 fue nombrado director en
funciones de la Facultad de Psico-
logía.
· En 1988 obtuvo el grado de Doctor
en Medicina con la tesis Anatomía
del seno cavernoso.
· En 1996 la UANL lo designó Profe-
sor Emérito de la Facultad de Medi-
cina.
· En 1996 el Gobierno del Estado de
Nuevo León le otorga la Medalla al
Mérito Cívico en el área de docen-
cia.
· En 1996 recibe la Medalla Gonzali-
tos, por la Facultad de Medicina.
· En 1998 el Ayuntamiento de Santa
Catarina le otorga la Medalla al Mé-
rito Cívico General Lucas García.