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PROMUEVE DEMANDA CIVIL

POR DAÑOS Y PERJUICIOS

JUZGADO LETRADO EN LO CONTENCIOSO ADMINISTRATIVO DE


TURNO:
Héctor AMODIO PÉREZ, titular de la cédula de identidad número 783.475-7,
con domicilio en Florencia 28, 2c, Torrejón de Ardoz, Madrid, España, indicando
domicilio a los efectos del artículo 71.1 CGP en la calle Francisco Araucho 1224,
constituyéndolo a estos efectos en Juncal 1305 piso 13 y electrónicamente en
4015494@notificaciones.poderjudicial.gub.uy, al Señor Juez DICE:
Que viene a promover demanda civil indemnizatoria por acto jurisdiccional y a
solicitar la correspondiente condena por daños y perjuicios contra el Poder Judicial -
Suprema Corte de Justicia con domicilio en Pasaje de los Derechos Humanos 1310 en
mérito a las siguientes consideraciones y fundamentos:

-I-
-HECHOS-

-A-
INTRODUCCIÓN

I. El compareciente reside y tiene su núcleo familiar, laboral y afectivo en España


desde hace ya más de cuarenta años. Siendo un emblema de la historia reciente de
nuestro país y, habiendo permanecido fuera de la luz pública desde que emigró,
decidió reaparecer a contar su versión de los hechos en un libro que escribió y que
se tituló “PALABRA DE AMODIO”.
II. Habiendo sido uno de los fundadores y figuras emblemáticas del Movimiento de
Liberación Nacional – Tupamaros, fue luego traicionado y abandonado en
desgracia por sus otrora propios camaradas, quienes lo utilizaron como “cabeza
de turco”, atribuyéndole -a sabiendas de su falsedad- responsabilidad en distintos
episodios históricos para de esa manera evitar reconocer las deficiencias propias
del Movimiento. Luego de haber sido detenido por parte de las fuerzas militares
en el año 1972, fue “condenado a muerte” por sus excompañeros, por lo que su
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vida y la de su pareja pasó a correr grave peligro. Fue por ello que los propios
militares le otorgaron documentos falsos para que abandonara el país, lo que
efectivamente hicieron como forma de salvar su vida.
III. De esta manera, se radicaron en España y bajo sus nuevas identidades
construyeron su nueva vida. Luego de reinstaurada la democracia vio como
durante años se construyó un relato histórico hegemónico plagado de mentiras y
falsedades por lo que, ya en el ocaso de su vida, decidió contar su verdad a través
del libro que escribió y que se dispuso a presentar en nuestro país.
IV. Para ello planificó una venida fugaz a nuestro país por un plazo de 48 horas, donde
presentaría su obra, daría una conferencia de prensa y luego de pernoctar en un
hotel, retornaría a su país de residencia. Sin embargo, sus planes quedaron truncos
producto de la intervención disfuncional de nuestro sistema judicial en los
términos que se dirán.
V. Fue así que llegó a Uruguay el día 8 de agosto de 2015. Luego de brindar la
conferencia de prensa referida fue notificado por funcionarios policiales que debía
comparecer al día siguiente a declarar, primero ante el Juzgado Letrado de Ciudad
de la Costa con relación al uso de su pasaporte, en el cual consta su identidad
española. Dicha declaración se dio en horas de la mañana y se dispuso el archivo
inmediato del expediente correspondiente. Sin embargo, el Sr. AMODIO PÉREZ
quedó a disposición de los Juzgados Letrados en lo Penal de 14º y 16º turno, por
dos expedientes distintos, siendo que finalmente ambos se acumularon a favor de
la Sede nombrada en segundo lugar.
VI. En un proceder ciertamente inusual para nuestra justicia, el Juzgado dispuso una
instrucción sumamente apresurada, lo cual no tenía ningún tipo de razón de ser ya
que los hechos que se investigaban supuestamente habían acaecido hace más de
40 años atrás, no existiendo riesgo alguno de que se volvieran a suceder en el
presente. Además, el compareciente en esa época tenía nada menos que 78 años
de edad y las fronteras del país cerradas, por lo que tampoco era justificable alegar
un riesgo de fuga. Sin embargo, la celeridad inusual de este procedimiento
indicaba una sóla cosa: la intención de Jueza y Fiscal de procesarlo, lo que
finalmente ocurrió, siendo dicho auto de enjuiciamiento acompañado de la medida
de prisión preventiva.
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VII. Antes de dicho episodio y ante la eventualidad del mismo, su defensa presentó un
escrito solicitando la paralización de la instrucción por entender que cualquier
conducta que eventualmente pudiera probarse estaría amnistiada y, a la vez,
prescripta. La Sede decidió “encajonar” dicho escrito en forma improcedente -ya
que es obligación de cualquier juzgado el expedirse acerca de cualquier solicitud
que le formule alguno de los sujetos procesales intervinientes- y seguir adelante
con la instrucción y posterior procesamiento. Dicho auto de enjuiciamiento sería
revocado un año después, paradójicamente por entender el Tribunal que los delitos
estaban amnistiados, por lo que se desprende que si el Poder Judicial hubiera
actuado como debió y hubiera analizado la solicitud de su defensa, todo este
periplo jurídico y los consecuentes perjuicios que le ocasionó a nuestro
representado, se hubieran evitado.
VIII. En virtud de lo dicho, en contra de su planificación inicial que implicaba
permanecer menos de 48 horas en Uruguay, debió quedarse por un lapso de 778
días, es decir, más de dos años. De ese tiempo total, 360 días los pasó privado de
su libertad y un total de 778 días sometido a proceso, es decir, sin poder retornar
a su país de residencia.
IX. De buenas a primeras y en el marco de un proceso judicial tan mediatizado como
carente de fundamentos técnicos –en contrario de la resolución inicial opinaron el
Tribunal de Apelaciones de 4º Turno y la Suprema Corte de Justicia, ambos por
unanimidad-, debió permanecer lejos de su familia, de su emprendimiento
personal y de sus afectos por más de dos años sin poder retornar a ellos. En ese
contexto debió soportar el escarnio público producto del descrédito que el
enjuiciamiento produjo en su imagen y el padecimiento moral de no poder siquiera
despedir a uno de sus hijos, quién falleció mientras el Sr. AMODIO PÉREZ se
encontraba retenido en Uruguay.
X. Además, debió ingeniárselas para subsistir, ya que su negocio en España dejó de
producir debido a su ausencia y su único ingreso –su jubilación- no era suficiente
siquiera para costear los gastos mínimos de vivienda, vestimenta, medicamentos
y comida.
XI. Por todo ello, se pretende demandar al Poder Judicial a efectos que indemnice los
perjuicios sufridos, los que se desprenden en forma directa de su proceder
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ilegítimo. Se reclama: daño emergente, daño moral, lucro cesante y lucro cesante
futuro

-B-
HECHOS EN LOS QUE SE BASA SU RECLAMO

1. SOBRE LA DENUNCIA ORIGINAL

I. El Sr. AMODIO PÉREZ fue procesado con prisión por el Juzgado Letrado en lo
Penal de 16º Turno en el expediente identificado con el IUE 89-583/2015, el que
se formó como una pieza del principal, fichado con el IUE 2-110255/2011. Este
expediente se creó producto de una denuncia presentada en diciembre del año
2011 por casi treinta mujeres contra varios funcionarios militares y policiales por
hechos de apariencia delictiva supuestamente ocurridos durante el período de
facto.
II. Es así que se denunciaron torturas, malos tratos e incluso violencia sexual, como
parte de un ataque sistemático por parte del Estado, razón por la cual a criterio de
los denunciantes, los hechos revestirían la calidad de delitos de lesa humanidad.
En ningún pasaje de esa denuncia ninguna de las denunciantes atribuye
ningún hecho delictivo al aquí reclamante, quien tampoco es siquiera
nombrado en el libelo referido. Por tanto, no sólo no aparece en el extenso
elenco de personas denunciadas -más de 100-, sino que tampoco es referenciado
siquiera en forma lateral o adyacente a los hechos supuestamente delictivos.
III. Las primeras y únicas referencias a su persona son realizadas por los indagados
Asencio LUCERO y Orosmán PEREYRA, quienes en sus declaraciones de fecha
30 de setiembre de 2014 a fojas 1346 y 1363 respectivamente, lo aluden en forma
colateral y no endilgándole ningún tipo de conducta delictiva.
IV. Luego de una extensísima instrucción presumarial -de casi 3 años y 1.400 fojas
aproximadamente-, el Ministerio Público por dictamen de fecha 17 de diciembre
de 2014 solicita al Juez Penal actuante el procesamiento con prisión de Asencio
LUCERO. Al final de su dictamen -fojas 1397 vuelto- y, producto de los
testimonios de LUCERO y PEREYRA, en un “OTROSÍ DIGO” el Fiscal sostiene
que correspondería citar a AMODIO PÉREZ a declarar. Sólo eso, no se efectúa

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ninguna calificación o atribución, sino que simplemente se sugiere que se lo cite
en virtud de las alusiones efectuadas por las personas referidas. Ni siquiera se
aclara que la citación sea en calidad de indagado.
V. En razón de ello, y luego de varios trámites de estilo del referido expediente -el
cual siguió su curso normal-, cinco meses después y mediante decreto 1835/2015
de fecha 20 de mayo de 2015, el que obra a fojas 1436, la Sede actuante -a esa
altura ya había asumido la Dra. STARICCO- solicita que se lo cite, oficiándose.
Estos oficios son respondidos por la Dirección Nacional de Migraciones y por la
División de Inteligencia de la Policía Nacional, expresando que no existían
movimientos ni información del paradero del Sr. AMODIO PÉREZ, por lo que,
en su mérito, la citación quedó en suspenso y en el olvido del expediente. La
Jueza no entendió que su presencia fuera imprescindible ni tampoco entendió
que existiera una sospecha fundada respecto de la eventual comisión de algún
ilícito por el actor, ya que en su caso habría dispuesto una orden de captura
internacional y/o una averiguación de paradero. Simplemente resignó
esfuerzos a su búsqueda ante los resultados infructuosos de la citación pretendida.
VI. Luego de ello, el expediente principal siguió su curso y recién vuelve a reaparecer
en escena el actor cuando es detenido para declarar ante el similar de Ciudad de
la Costa por el uso de su pasaporte, lo cual se le informa a la titular de la Sede de
16º turno, quien dispone que se lo lleve a declarar ante sí.

2. EL PRIMER ESCOLLO JUDICIAL: CIUDAD DE LA COSTA

I. Como se dijo en el capítulo introductorio, la intención del actor era la de brindar


una conferencia de prensa el día 8 de agosto de 2015 y retornar a su país de
residencia el día siguiente. Sin embargo, esto no fue posible ya que en horas de la
noche fue notificado que debía presentarse a declarar ante el Juzgado Letrado de
Primera Instancia de Ciudad de la Costa de 3er Turno, en el marco del expediente
que se sustanció con el IUE 178-286/2015, el cual será agregado a estos autos tal
como se solicitará en el capítulo de prueba.
II. En tal instancia, la actividad judicial se ciñó a investigar las supuestas ilicitudes
que se podrían haber cometido producto del uso del pasaporte español del

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reclamante. La situación fue sumamente clara y evidente en cuanto a i) la total
licitud de cualquier conducta asociada al uso del pasaporte que refiere a la
identidad española del actor; ii) la eventual prescripción sobrada de cualquier
delito que, sin perjuicio de lo anterior, podría entenderse que se haya cometido.
Por tanto, en base a ello y, luego de la declaración de AMODIO PÉREZ ante esa
Sede, se cesó inmediatamente su detención y se dispuso el archivo de dicha
causa, no sin antes dar inicio al cúmulo de errores y deficiencias judiciales
que continuaría por varios meses más.
III. Veamos. Luego de la declaración en calidad de indagado en tal expediente y del
informe criminalístico efectuado por el Departamento de Documentología de la
Dirección Nacional de Policía Científica -el que arrojó la imposibilidad de
sostener la falsedad del documento-, el Ministerio Público con buen criterio
decidió que no existían méritos para proceder a incriminar penalmente al actor.
Fue así que sostuvo que “el sub iudice nos enfrenta a una persona que por
diversas circunstancias de la vida debió llevar a lo largo de una gran parte de su
existencia una doble identidad, hecho que por cierto permite descartar a criterio
de esta representante la conciencia y voluntad del tipo objetivo, es decir el haber
actuado con dolo. Sin perjuicio de lo antedicho debe tenerse presente que la
documentación presentada para el ingreso al país es la única que posee por lo
que es la única con la cual podía viajar”. En base a estas consideraciones,
mediante sentencia interlocutoria número 1342 de 8 de agosto de 2015 la Sede
actuante a cargo en aquel entonces de la Dra. Marcela VARGAS dispuso que “al
tenor del artículo 22 de la Constitución de la República y bajo el principio
acusatorio de orden constitucional y de congruencia de orden procesal, a juicio
de la suscrita solo cabe decretar el archivo de las actuaciones sin perjuicio. No
obstante ello se comparte con la Sra. Fiscal Letrada Departamental de la
Ciudad de la Costa, los argumentos vertidos que conducen a no formular
requisitoria de enjuiciamiento del indagado, en tanto no encartar prima facie
su conducta en las normas contempladas por el Código Penal…”(las negritas
nos pertenecen).
IV. Hasta aquí todo normal. En base a los informes técnicos criminalísticos y a las
declaraciones del allí indagado, tanto Jueza como Fiscal estuvieron de acuerdo en
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la ausencia de mérito para proseguir con esas actuaciones, por lo que se decretó
el archivo.
V. Sin embargo, acto seguido y en la misma sentencia interlocutoria la Jueza sostuvo:
“acerca del documento incautado, y en tanto ser consultada vía telefónica por el
Director de Inteligencia, Comisario García, trasmitiéndome la inquietud de la
Directora de Migraciones acerca de su desconocimiento legal acerca del
proceder en el caso, por no poder permitir el egreso del país al denunciado con
el pasaporte de mención, manifestándole que dicha consulta es de orden
administrativo debiendo resolverla el órgano competente, y bajo la insistencia de
que vertiera una solución, sugerí que no se devuelva el pasaporte y notificar al
interesado que tramite la expedición de documentos con la identidad nacional a
fin de salir eventualmente de la República” (los resaltados y negritas nos
pertenecen).
VI. Lo insólito del párrafo que acaba de analizarse -el que, por otra parte integra una
resolución judicial en materia nada menos que penal- marca el inicio de un
derrotero que fue signado por el mal funcionamiento del servicio de
administración de justicia, con una única víctima a quién se le vulneraron en forma
variada y reiterada gran parte de sus derechos individuales, por parte, nada más y
nada menos, del propio Poder Judicial, lo cual no hace otra cosa que sustentar este
reclamo indemnizatorio.
VII. Pasemos a analizar este primer punto. La Jueza, luego de una larga exposición
acerca de la ausencia de delito incluso con referencias normativas específicas
avalando su razonamiento, esgrime que en virtud de la “insistencia” de un
funcionario administrativo -de Migraciones- el cual le transmitió su
“inquietud” decidió “sugerir” que no se le devuelva el pasaporte. O sea, a
pesar de estar ante una persona inocente, de refrendar su inocencia en el mismo
dictamen que estaba escribiendo, decide adoptar una medida restrictiva de sus
derechos -nada menos que retenerle su ÚNICO documento de identidad- sólo
porque SE LO SUGIRIÓ un funcionario policial.
VIII. La decisión de incautación la puede y debe tomar sólo un funcionario judicial y
luego de otorgarse las máximas garantías de defensa en el caso concreto. Sin
embargo, esto no es lo que sucedió en este caso, arribándose a esta decisión en
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contrario de la propia argumentación e intención judicial y exclusivamente a
instancias de un funcionario administrativo.
IX. Equivoca también su proceder la sentenciante cuando expresa que sugirió que no
se le devolviera el pasaporte. Lo que realizó no fue una sugerencia sino una
orden. Una orden que se cumplió en forma cabal y de inmediato, tal como surge
del ACTA DE INCAUTACIÓN del referido documento, la que obra a fojas 36
del expediente relacionado, en la cual se dispone que “en el día de la fecha, 08 de
agosto de 2015, se procede, por orden del Juzgado Letrado de Primera Instancia
en lo Penal de 3er Turno de Ciudad de la Costa, a cargo de la Dra. Marcela
VARGAS, a la incautación d los efectos que a continuación se detallan…”.
X. Por tanto, como se vio, la ineficacia judicial permitió que un funcionario
administrativo -dependiente de una Cartera que está dirigida por un
acérrimo y manifiesto opositor político e ideológico del actor- terminara
adoptando en los hechos una decisión judicial maquillada como
“sugerencia”, mediante “inquietudes” e “insistencias” totalmente
descolgadas de un expediente que marchaba cómodamente al archivo en
virtud de la prueba recabada en el mismo.
XI. Tal decisión, además de terminar perjudicando al actor meses después cuando
quiso abandonar el país sin tener su documento consigo como se desprende de la
prueba adjunta, no hizo otra cosa que vulnerar el principio de garantía
jurisdiccional, que emerge claramente de nuestra Constitución y que integra el
elenco de garantías individuales tutelado por senda normativa local y, sobre todo,
internacional. Además de ello, coadyuvó para iniciar un daño a la reputación del
actor, quién más adelante sería injustamente procesado, pero que ya de entrada
había quedado a disposición de una Sede penal en Montevideo pero con la
documentación retenida por “orden judicial”.

3. EL INICIO DE SU PERIPLO JUDICIAL EN MONTEVIDEO

I. Habiendo el actor sido dejado en libertad por parte del Juzgado de Ciudad de la
Costa, es remitido al Juzgado Letrado de Primera Instancia en lo Penal de 14º
Turno, para declarar en el expediente identificado con el IUE 106-327/2015, el

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cual se formó a partir de una denuncia del Sr. Alberto GRILLE, la que pasamos a
transcribir íntegramente a los solos efectos de demostrar de qué estamos hablando:
“Yo Alberto Grille Motta, ciudadano uruguayo mayor de edad, cédula 1.025.004-
1, me presento ante éste juzgado para denunciar al Sr. Héctor Amodio Pérez
quién en el día de hoy brindará una conferencia de prensa en el Hotel Sheraton.
El señor Amodio Pérez fue uno de los jefes del Movimiento de Liberación
Tupamaros, fue coordinador del Operativo Pando donde murieron tres policías,
fue apresado por las Fuerzas Conjuntas habiendo colaborado con ellas, participó
activamente a veces directamente y a veces indirectamente en sesiones de
torturas, participó en detenciones de guerrilleros y contribuyó en sus
interrogatorios, se fugó de la cárcel o fue liberado saliendo del país con
documentos falsos. Nunca fue juzgado por éstos delitos ni fue amnistiado. No
cumplió penas pese a haber participado en delitos de sangre. No se conoce con
qué documentos entró al Uruguay ni cuál fue la autoridad que los expidió.
Montevideo, 7 de agosto de 2015”. Interrogado en audiencia acerca de si tenía
alguna prueba para aportar a su denuncia, responde a fojas 5 de dicho expediente
“en caso de tenerla, la aportaré”. El referido expediente se acordonó
posteriormente al principal, por lo que se incorporará a estos autos según se
solicitará en el capítulo relativo a la prueba.
II. Hasta allí la denuncia. Nada más que eso. Ni un solo medio probatorio. Ni un solo
documento o testigo que valide o respalde alguno de sus dichos, los que se parecen
más a una reseña histórica de una persona con poca afinidad al denunciado, que a
una denuncia penal. Siquiera el denunciante esbozó un intento de justificación de
sus intenciones de denuncia. Tampoco argumentó haber vivido o haber sabido
siquiera de oídas alguno de los hechos denunciados. Simplemente se limitó a
relatar una versión histórica que rodea el mito de la guerrilla tupamara y decidió
trasladarla al ámbito judicial para dar inicio a una caza de brujas que se perpetraría
por varios meses más.
III. En cualquier sistema que funcionara correctamente, esta denuncia debió
archivarse de plano o, al menos, intimar al denunciante a aportar medios
probatorios que sustenten al menos algunos de los hechos que alega. En ningún
sistema donde efectivamente funcionen los principios de oportunidad y última
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ratio en materia penal, debió haber puesto a funcionar el aparato judicial-represivo
estatal a las órdenes de un mamarracho jurídico como el citado textualmente
supra.
IV. Sin embargo, y así como se ve, a partir de una denuncia penal que, como poco,
adolece de una seria informalidad y liviandad, la Fiscalía decidió solicitar la
indagatoria del actor y, la Juez actuante, decidió hacer lugar a la misma,
disponiendo la formación del expediente referido, contrario a cualquier pronóstico
hecho desde la coherencia y racionalidad.
V. El Poder Judicial puso a disposición todo su aparato represivo para seguirle el
juego a una persona que, sin fundamento o prueba alguna, decidió “denunciar” a
un opositor político e ideológico1. Fue así como el actor tuvo que efectivamente
declarar en calidad de indagado y por decreto número 1816/2015 de 9 de agosto
de 2015 la Sede dispuso la formación de pieza presumarial contra el Sr. AMODIO
PÉREZ.
VI. Sin embargo, tal como se preveía, este circo jurídico no se extendió mucho más
y, pocas fojas después, el Ministerio Público solicitó la acumulación de este
expediente con el que se relacionará de 16º turno, dándose por finalizado un
proceso que nunca debió siquiera iniciar. El Poder Judicial no pudo ni debió
prestarse como medio para la consecución de otras finalidades que no sean
la de la estricta persecución penal de conductas de extremada gravedad.
Lamentablemente ello sí sucedió en este caso, donde un periodista que
mantiene una línea editorial clara y marcada afín a todos los “enemigos”
ideológicos del actor, tuvo la oportunidad de “presumariar” a quien quiso sin
siquiera un solo medio probatorio ni, mucho menos, un relato histórico claro
ni vivido por él o por alguien allegado.
VII. Desde ya, que este hecho también coadyuvó en forma clara y directa a acrecentar
el descrédito y daño a la reputación del actor, quién pasó de estar asociado a la
presentación de su libro, que contaba “el lado B” de la historia reciente, a salir en

1
Es un hecho público y notorio que el Sr. GRILLE es director de la revista CARAS Y CARETAS, la cual
mantiene una línea editorial servil al partido de gobierno y, sobre todo, conteste con el relato hegemónico
histórico que el actor contradice en forma clara, evidente y probada en el libro que vino a presentar a
Uruguay. Este hecho, sumado a la precariedad de la denuncia presentada, deja en evidencia las
motivaciones políticas y revanchistas del denunciante.
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las crónicas judiciales de todos los medios de comunicación locales, quiénes se
encargaron de dar amplia difusión y cobertura al periplo judicial del mismo.

4. EL PROCESO ANTE EL JUZGADO PENAL DE 16º TURNO

I. Como dijéramos, el expediente fichado con el IUE 2-110255/20112 había tenido


su génesis por allá por finales de 2011, no teniendo como objeto ni principal ni
lateral al actor, a quién en ningún caso se le endilgó ningún tipo de conducta
delictiva. Sin embargo, fueron los indagados Asencio LUCERO y Orosmán
PEREYRA, quienes en sus declaraciones de fecha 30 de setiembre de 2014 a fojas
1346 y 1363 respectivamente lo nombraron asociado a hechos que se relataban
ocurridos en el Batallón Florida. Fue así que cuando el Ministerio Público solicitó
el procesamiento ya aludido, en un OTROSÍ DIGO expresó que debería citarse a
declarar al actor, no aclarando siquiera en qué calidad debería ser tal declaración.
II. Producto de ello, una vez que trasciende la presencia del actor en Uruguay, la
Sede Penal de 16º turno requiere su puesta a disposición para cumplir con lo
pendiente, dando inicio a lo que tendría un trágico desenlace para él.
III. Fue así que su primera declaración se verificó el día 9 de agosto de 2015, obrando
la misma a fojas 1.474. Una vez finalizada esta instancia, el Ministerio Público
dispone que se realice un careo entre el actor y los Sres. LUCERO y PEREYRA,
quiénes lo habían nombrado y, además, solicita se le cierren las fronteras.
Asimismo, los abogados denunciantes ofrecen una serie de testimonios, todo a lo
cual la Juez hizo lugar mediante decreto 3028/2015, disponiéndose que tales
declaraciones fueran recibidas en forma inmediata.
IV. Y así fue que sucedió. Entre los días 10 y 17 de agosto de ese año se recibieron
las declaraciones testimoniales de los Sres. Carlos MARTELL, Julio LISTRE,

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Inicialmente el actor compareció a declarar en este expediente, tal como dijimos, en virtud de las las
referencias a su persona efectuadas por quienes se dijo. Una vez que la indagatoria se enfocó en su persona
y se decidió pedir su procesamiento, se formó una pieza a tales efectos, la que se identificó con el IUE 89-
583/2015. Esta pieza se forma con el testimonio de todo el expediente principal y todas las resultancias
referidas al actor -incluidas las de segunda instancia y casación- se tramitaron por la pieza formada.
Además, a tal expediente se le acordonaron: i) las actuaciones en Ciudad de la Costa; ii) el expediente
tramitado ante el Juzgado Letrado de 14º Turno, y iii) la solicitud de autorización para salir del país.
Cuando esta parte solicite la incorporación de dicho expediente a estas actuaciones como prueba, el mismo
deberá traer consigo todos estos acordonados y testimonios.
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Pascual QUARTIANI, Asencio LUCERO, Orosmán PEREYRA, Mario
AGUERRONDO, Carlos LEGNANI, Armando MÉNDEZ, Mauricio
ROSENCOFF, José MUJICA -en ese entonces Presidente de la República en
funciones-, Lucía TOPOLANSKI, Eleuterio FERNÁNDEZ HUIDOBRO, Alba
ANTÚNEZ y Alberto COCCO PÉREZ, además de efectuarse careos entre el actor
y los Sres. MARTELL, QUARTIANI, LUCERO y PEREYRA. Varias de esas
declaraciones testimoniales se recibieron incluso sábados y domingo, llegando
además a trasladarse la Jueza, Actuaria, Ministerio Público y abogados defensores
al Ministerio de Defensa a recibir la declaración del Sr. Ministro de dicha cartera,
Sr. Eleuterio FERNÁNDEZ HUIDOBRO.
V. En ningún momento se entendió la premura en el obrar de la justicia, la que se
encontraba investigando hechos acontecidos más de cuarenta años atrás, respecto
de una persona que siquiera había sido denunciada y, lo que es peor, sin que se
verifique un riesgo real de fuga o sustracción a la justicia, justamente cuando
pesaba sobre la persona una medida cautelar de cierre de fronteras. A pesar de
ello, la Sede apuró el tranco e intentó avanzar ágilmente sobre este asunto.
VI. Producto de esta vorágine injustificada, la Defensa penal del actor comenzó a
prever que la intención de Juez y Fiscal era la de procesar a su defendido por lo
que, en razón de la fecha de ocurrencia de los eventos que se relacionaron,
presentaron un escrito solicitando la clausura de dichas actuaciones respecto del
Sr. AMODIO PÉREZ, en el entendido de que cualquier delito que se le pudiera
llegar a imputar estaría prescripto en virtud del paso del tiempo y, además,
amnistiado. Dicho escrito fue presentado el día 13 de agosto de 2015.
VII. Su escrito, por demás fundamentado, quedó reposando en un cajón de la Sede
pendiente para su diligenciamiento, recibiéndose el traslado de la Fiscalía a su
respecto recién luego de que la misma pidiera el procesamiento del actor. Tal cual
surge de autos, el referido procesamiento fue solicitado el día 31 de agosto de
2015, obrando el mismo a fojas 1639 y el escrito de evacuación de traslado
sobre el pedido de prescripción y amnistía es de fecha 7 de setiembre de 2015
-obra a fojas 1653-, es decir casi un mes después de la solicitud de la Defensa.
VIII. Como se aprecia, la Sede decidió seguir instruyendo el expediente aún ante la
presentación de la solicitud de la defensa, al punto tal que, luego de la misma se
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siguió recibiendo incluso más declaraciones testimoniales, se remitió el
expediente en vista fiscal para que pidiera procesamiento y recién ahí se confirió
traslado de la solicitud. Además, la Sede dispuso la citación al actor a audiencia
en el marco del artículo 126 del Código del Proceso Penal, la que se celebró el día
7 de setiembre de 2015 y dictó el procesamiento el día 14 del mismo mes.
IX. Recién en su sentencia interlocutoria que dispone el procesamiento -la que obra
a fojas 1664 y siguientes- la Juez se tomó el tiempo para expedirse acerca de la
prescripción y amnistía solicitadas -a fojas1687 y 1689-, a los solos efectos de
rechazarlas como quién corre un obstáculo, para proceder a dictar el
enjuiciamiento.
X. La Juez tuvo tiempo y oportunidad para expedirse acerca de la solicitud con
anterioridad a entrar en una instancia tan crucial. Nótese que el escrito se presentó
más de un mes antes del procesamiento. No tenía apuro alguno. No existía ningún
tipo de urgencia que ameritara arremeter sin reparar antes en una cuestión
de tal magnitud como la referida. Los hechos que se investigaban habían
ocurrido hacía más de 40 años atrás. Desde ese entonces el actor no había
cometido o siquiera se sospechaba que hubiera cometido otros delitos, por lo que
su ausencia de peligrosidad era evidente. Además, el allí indagado era una persona
que en ese entonces tenía 78 años de edad, sin recursos económicos de entidad y
pesando sobre el mismo una medida cautelar de cierre de fronteras.
XI. En razón de todo lo dicho, se desprende que la figura del actor no significaba un
riesgo ni para la sociedad ni para el expediente en sí. No existía peligro de que se
cometieran delitos o que se fugara del país. Por tanto, no se entiende ni justifica
el apuro con el que se procedió a instruir su situación ni, mucho menos, la
falta de garantías procesales que se le prestó a su defensa.
XII. El juzgado no tenía porqué paralizar sus actividades y congelar su agenda para
dedicarle todas sus energías a juzgar a AMODIO PÉREZ. Tendría asuntos más
urgentes y seguramente debería decidir sobre gente más peligrosa. Tampoco
existían méritos para negar una debida diligencia al pedido de archivo en
razón de la alegada prescripción y amnistía. La Sede debió atender al mismo y
debió darle inmediato traslado a la Fiscalía para que ella se expidiera y, luego,
expedirse al respecto, lo cual no sólo es lo que correspondía, sino que es lo que
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hizo con relación a otros indagados que pasaron por la misma situación, tal como
veremos más adelante.
XIII. Sin embargo eso no fue lo que hizo. Dejó el escrito de la Defensa del actor
apartado del expediente y continuó instruyendo el expediente cumpliendo con las
diligencias probatorias propuestas, de forma tal que, luego de las mismas, remitió
las actuaciones en vista fiscal, no confiriendo traslado del multicitado escrito, sino
que, paradójicamente, para que el Ministerio Público formulara requisitoria. De
esta manera, se coartó gravemente un instrumento de considerable importancia
con el que contaba la Defensa: el analizar la posibilidad de poder ejercer la acción
penal, previo a continuar la instrucción.
XIV. La Sede decidió pisotear esa garantía y proceder a procesar al actor y, recién en el
auto de procesamiento, expedirse sobre las excepciones propuestas, dando a las
mismas una respuesta negativa.
XV. Lo dicho, que en abstracto ya ilustra los claros perjuicios que le supone a cualquier
persona sometida a proceso, en el caso concreto reviste una magnitud aún mayor,
si se atiende al hecho de que el propio derrotero del expediente terminó dándole
la razón a la Defensa cuando el Tribunal de Apelaciones de Cuarto Turno -como
veremos- falla un año después revocando el procesamiento en virtud de que,
justamente, los hechos que se juzgaban estaban amnistiados.
XVI. Por tanto, la ineficiencia judicial en la tramitación del presumario fue tan grave y
evidente que, si se hubiera procedido en forma debida, se hubiese ahorrado
un año de instrucción, centenares de fojas y, sobre todo, la reclusión en
prisión en forma indebida de una persona de avanzada edad que, además, se
encontraba lejos de toda su familia.
XVII. La Sede debió relevar la solicitud efectuada y, previa vista fiscal, expedirse al
respecto. De esa manera la Defensa podría haber recurrido ante una supuesta
negativa y, en un corto plazo, el Tribunal de Apelaciones le habría dado la razón.
Todo esto sin necesidad de someter al actor al escarnio público que sufrió, al
recluirlo en prisión primero y en su domicilio después.
XVIII. La falla del sistema fue tan grave y evidente y las garantías del indagado se
vulneraron de forma tan flagrante que, como vimos, de no haber sido así, nada de
esto hubiera sucedido.
14
5. EL CAMBIO DE CRITERIO DE LA SEDE

I. En el capítulo anterior acabamos de relatar el perjuicio que le generó a nuestro


defendido la no atención a su solicitud de prescripción y amnistía, apartándose la
Juez de los procedimientos correctos con la paradoja de que el propio argumento
de la Defensa terminó siendo el que empleó el Tribunal de Apelaciones para la
revocación del auto impugnado.
II. En ningún momento se entendió el apartamiento por parte de la Sede de la
normativa procesal vigente. Tampoco -y lo que es mucho más grave-
entendimos el apartamiento por parte de la Sede de lo que fue su propio
criterio, no en otros expedientes, sino en el mismo.
III. Pasemos a ver. Según surge del expediente original, uno de los tantos indagados
vivió una situación similar y, en el correr del presumario, decidió pedir la clausura
de las actuaciones por entender que los hechos investigados se encontraban
prescriptos. Nos referimos al Sr. Rubén MARTÍNEZ MORALES, quién formuló
la requisitoria aludida el día 31 de marzo de 2014 en escrito que obra a fojas 1183
del expediente. Contrario a lo que sucedió en el caso del actor, la Sede en forma
inmediata dio curso a la solicitud referida y, mediante decreto 1045/2014 de 9 de
abril de 2014 confirió traslado del incidente de prescripción al Ministerio Público.
IV. Como surge del expediente que adjuntáramos, en ese caso la Sede sí dio
cumplimiento a todos los trámites de estilo de forma tal de brindar las mayores
garantías al justiciable. Fue así que, luego de la vista conferida – la que se evacuó
con fecha 28 de abril a fojas 1202-, la Juez dictó, acto seguido y en forma
inmediata, la sentencia interlocutoria número 1369/2014 con fecha 2 de mayo
rechazando la clausura pretendida. Esta resolución fue recurrida por la Defensa
del indagado, recursos sobre los cuales se le confirió traslado al Ministerio
Público, quien lo evacuara en forma para luego, mediante interlocutoria
2022/2014 de 9 de junio de 2014 la Sede mantuvo su decisión de rechazar la
solicitud formulada y franqueó el correspondiente recurso de apelación impetrado.
V. De esta manera, el justiciable vio atendidas todas sus garantías y derechos cuando,
ante una solicitud de entidad como es la de la prescripción, la Juez se expidió en

15
forma inmediata, dándole la oportunidad de recurrir tal decisión para el caso en
que no estuviera de acuerdo con ella, lo que efectivamente ocurrió.
VI. Sin embargo, como vimos, en el caso del actor se obró de forma diametralmente
opuesta. La Sede omitió pronunciarse al respecto en forma inmediata y
haciéndolo, por el contrario, al momento de dictar su procesamiento. Para ese
entonces ya era tarde ya que la intención de su Defensa era, justamente, la de
frenar un enjuiciamiento injusto sin primero elucidar la vigencia o no de la
posibilidad de ejercer la acción penal.
VII. La mismo ocurrió con relación a los indagados Asencio LUCERO y Orosmán
PAREYRA, también en el mismo expediente. La diferencia de criterio fue tan
injustificada y alarmante que mereció el reparo del Tribunal de Apelaciones
al momento de dictar su correspondiente sentencia. En tal sentido, expresó
dicho cuerpo a fojas 1816: “En primer término y en uso de sus facultades el
Tribunal ingresará al conocimiento de los aspectos formales y materiales del
proceso. En lo referente al primer aspecto señalado, por mas que no sea causa
de nulidad, llama la atención, tal como lo puso de manifiesto la Defensa al
deducir la impugnación, la diferencia en el trato procesal que tuvo la
tramitación de la prescripción en estos mismos autos en el caso de Asencio
Lucero y Orosmán Pereyra (IUE 89-108/2013), donde se suspendió el proceso,
con el caso que aquí se examina, (pieza testimonial formada a partir de aquella
causa), donde se continuó con la tramitación, llegando al enjuiciamiento” (los
resaltados y negritas nos pertenecen). Lo dicho rompe los ojos al punto tal que
hasta el Tribunal debió reparar y señalarlo.
VIII. No se entienden las razones para este apartamiento del criterio empleado pero, por
sobre todas las cosas, el mismo no se justifica. Si el proceder hubiera sido idéntico
al de los indagados señalados -y al mandatado por la norma-, en ningún caso se le
hubieran generado los perjuicios sufridos al compareciente. Luego de rechazar su
pedido de clausura, el mismo habría podido apelar tal decisión y el Tribunal de
Apelaciones le habría dado la razón, tal como finalmente hizo.
IX. Sin embargo, la Sede prefirió apartarse de su propio proceder para primero
procesarlo, mandarlo a prisión, generarle todo el daño moral a su persona y

16
reputación para, recién ahí, permitir que su decisión -sobre la prescripción y
amnistía- fuera revisable.

6. LA INJUSTIFICADA DEMORA EN EL FRANQUEO DEL RECURSO


DE APELACIÓN PRESENTADO

I. Como venimos de ver, luego de una sumarísima y apresurada instrucción y, a


pesar de los esfuerzos de la Defensa para teñir de razonabilidad el proceso en
curso, la Sede actuante -a pedido fiscal- decidió, mediante sentencia interlocutoria
número 3565/2015 de fecha 14 de setiembre de 2015 procesar con prisión al aquí
compareciente como “presunto autor responsable de reiterados delitos de
Privación de Libertad especialmente agravados en régimen de reiteración real
entre sí”.
II. Contra dicha providencia se alzó su defensa, presentando en tiempo y forma los
recursos de reposición y apelación en subsidio en escrito fechado el día 21 de
setiembre de 2015. En un extenso y fundamentado escrito se hizo referencia (i)
no sólo a la falta de elementos probatorios que respaldaran la imputación
formulada, (ii) sino además a razones de índole jurídica tales como la ausencia de
ilegalidad en las conductas atribuidas al procesado, toda vez que las detenciones
que se le endilgaban habían sido en todo caso legítimas en virtud de la normativa
vigente, y además (iii) se tuvo que volver a apelar a la prescripción y amnistía de
las conductas imputadas, ya que como vimos, hasta ese entonces no existía
pronunciamiento al respecto por parte de la Sede ni del Ministerio Público.
III. En este caso, el Juzgado de primera instancia franqueó formalmente el recurso en
forma correcta aunque la forma en que procedió a instrumentar el mismo en los
hechos volvió, una vez más, a perjudicar en forma directa al compareciente.
IV. Todo el apresuramiento y celeridad con el que se obró a la hora de recabar
los elementos necesarios para procesarlo se transformó, automáticamente, en
desidia y lentitud a la hora de que el actor pudiera ejercer su derecho a
revisión en segunda instancia de la decisión adoptada.
V. Para muestra de lo dicho, atiéndase a lo siguiente. La sentenciante de primera
instancia, mediante decreto 4930/2015 no hizo lugar al recurso de reposición,
17
manteniendo la sentencia y, en su mérito, decidió franquear la apelación. Ese
decreto es de fecha 7 de diciembre de 2015. Luego de ello, sólo restaba remitir
el expediente al Tribunal de Apelaciones competente para que hiciera lo suyo.
VI. Según surge de autos a fojas 1804, el referido cuerpo de alzada recién recibió
el expediente el día 17 de mayo de 2016, es decir, cinco meses y diez días
después. Además, no lo recibió en forma por lo que el Tribunal de Apelaciones
de Cuarto Turno debió reintegrárselo para que subsanara los defectos
correspondientes –“Devuélvase sin más trámite los autos a la Sede de origen por
no encontrarse en estado”-. Tal es así, que el expediente tuvo que ir y volver
una vez más, pudiendo dictarse el “pase a estudio” del mismo por parte del
Colegiado, recién el día 9 de junio de 2016, es decir, casi seis meses después
del decreto que remitió el expediente en apelación.
VII. Una vez más, no se entiende el cambio de proceder de la Sede la que, con miras
al procesamiento había decidido paralizar completamente la actividad del
juzgado, fijando audiencias en forma diaria durante casi un mes, incluso sábados
y domingos, de forma tal de muñirse de lo que entendía necesario para procesar
al actor. Sin embargo, a la hora de que el mismo ejerciera su derecho a la doble
instancia procesal cambió su apuro por desidia y desgano y demoró nada menos
que cinco meses en fotocopiar un expediente y remitirlo al Tribunal
correspondiente, haciéndolo además en forma incorrecta, por lo que el expediente
debió ir y volver una vez más, perdiéndose en esa travesía un mes más de tiempo.
VIII. La diferencia de criterios es verdaderamente paradojal. Cuando el
compareciente se encontraba en libertad y con las fronteras cerradas -
verificando ello un nulo peligro de sustracción-, la Juez actuó en forma
apresuradísima y en menos de un mes recabó decenas de testimonios y
construyó casi un centenar de fojas de pruebas, que luego usó para
procesarlo. En cambio, cuando el Sr. AMODIO PÉREZ pasó a estar privado
de su libertad -primero en una cárcel y luego con prisión domiciliaria-, la
actitud cambió, el apuro desapareció y para fotocopiar un expediente y
enviarlo en forma a quién correspondía, se demoró casi seis meses. El
Juzgado pasó de crecer a razón de aproximadamente 100 fojas en un mes, a
menos de 10 fojas en seis meses.
18
IX. Sin duda que los números son alarmantes y lo que traslucen los mismos, aún más.
El servicio de administración de justicia volvió a funcionar mal y la víctima fue,
una vez más, el aquí compareciente. Luego de arremeter contra su persona y
garantías en forma apresurada, irreflexiva y contundente, cuando el mismo quiso
hacer valer sus derechos, el sistema le “tiró” con toda la burocracia y el desgano
posible, de forma tal que debió permanecer privado de su libertad durante casi seis
meses sin que su situación procesal cambiara un ápice.
X. Mientras tanto, seguía convencido de su inocencia y de la prescripción y amnistía
alegadas, durmiendo todos esos argumentos en el cuerpo de un expediente que se
encontraba en un mueble de un juzgado que, ahora sí, atendía otras cuestiones en
desmedro suyo. El Sr. AMODIO PÉREZ pasó de ser el actor principal del Juzgado
Letrado de Primera Instancia en lo Penal de 16º Turno durante un mes, a quedar
en el olvido -aún con diligencias pendientes- durante los siguientes seis meses.
XI. Mientras el expediente esperaba que alguien de la oficina se dignase a fotocopiarlo
y darle el curso legal correspondiente, el actor permanecía recluido, a miles de
kilómetros de sus seres queridos, con dificultades para sustentar económicamente
su subsistencia y, para peor, siendo vapuleado en forma diaria a través de cuanto
medio de comunicación existía, por parte de sus opositores políticos quienes, en
razón de su situación procesal, se atribuían una victoria en esa “batalla” histórica
que el compareciente vino a dar a Uruguay. “Tan equivocado y tan mentiroso es
AMODIO PÉREZ que terminó en prisión” se podía escuchar. Ciertamente el
sistema judicial fue totalmente funcional al vapuleo que recibió su reputación.

7. LA SENTENCIA DE SEGUNDA INSTANCIA

I. Sorteadas las demoras aludidas en el capítulo anterior, el trámite de alzada fue


ajustado a los parámetros usuales y legales del caso. Así fue como, previo los
trámites de estilo, el día 9 de setiembre de 2016 mediante sentencia número 410
dictada por el Tribunal de Apelaciones de Cuarto Turno, falló revocando el
procesamiento impugnado y decretándose la inmediata libertad del
compareciente.

19
II. Como ya adelantáramos, la sentencia no hizo otra cosa que recoger los argumentos
esgrimidos por la Defensa del actor, no sólo al momento de presentar los
correspondientes recursos sino, sobre todas las cosas y lo que es paradojal, los
expresados cuando se solicitó la clausura por prescripción y amnistía.
III. Respecto del fondo del asunto y de las cuestiones legales relacionadas con el
mismo, el Tribunal expresó que “no es de recibo el argumento de la a-quo al
franquear el recurso respecto de que se trataría de una detención ilegítima por
la finalidad que conllevaba. El acto de detención en si mismo era legal conforme
a la norma citada, aunque lo que vino después con relación a los detenidos fue
tan ilegal como aberrante, pero jurídicamente no califica por sí la detención
previa”. Como se aprecia, en este breve párrafo se hizo lugar al argumento central
de la recursiva impetrada, en tanto la Defensa se opuso al procesamiento en tanto
y en cuanto el mismo refería a delitos de privación de libertad por supuestas
detenciones ocurridas en plena democracia y realizadas por parte de funcionarios
autorizados para hacerlo. Más allá de que según se expresó, la Defensa expresó
en todas las instancias correspondientes que no existían pruebas de que el actor
hubiera efectivamente participado en las detenciones aludidas, las cuestiones
probatorias debieron ceder ante el fondo del asunto y tampoco debió seguirse
adelante con la instrucción cuando lo que se investigaba era la participación en
actos lícitos. El que colabora con lo lícito no puede estar nunca cometiendo delito.
IV. Pero, más allá de la cuestión de fondo abordada en el párrafo anterior, el centro
de la sentencia de segunda instancia refiere a la calidad de amnistiado que
tenía el actor, hecho que expresó a gritos su Defensa en las instancias ya
aludidas, sin haber siquiera logrado que la a-quo reparara al respecto antes
de proceder a encausarlo..
V. Al respecto, se señala en el fallo que se siguió un orden de prelación en el
tratamiento de los distintos temas puestos en consideración por la defensa, el cual
viene marcado por la ley por lo que “deben tratarse inicialmente las formas de
“extinción del delito” (Título VIII, Cap. I del Código Penal), esto es amnistía y
prescripción. Sólo si se considera que el encausado no está comprendido en la
amnistía de la ley 15.737 y por lo tanto se superara este valladar, correspondería
analizar la prescripción invocada por la Defensa. Finalmente, si también se
20
superara dicha barrera, recién entonces debería examinarse el mérito del asunto,
esto es la procedencia o no del enjuiciamiento dispuesto”. En virtud de la citada
metodología de trabajo, es que el Tribunal empezó por analizar la amnistía y, al
acoger la misma, no siguió adelante y se ocupó de los otros elementos sino que,
en base a ello, optó por la solución revocatoria.
VI. Con relación justamente al instituto de la amnistía, el Tribunal sostiene que el
compareciente efectivamente se encontraba amnistiado en virtud de la
normativa referida y que, en los hechos, dicha amnistía además ya había sido
declarada con anterioridad. En argumentos que desarrolla exhaustivamente
en varios de los “considerando”, se explica este punto en profundidad.
VII. Por tanto, como ya dijimos, de haberse obrado como era debido, la a-quo debió
sustanciar el pedido de suspensión formulado y expedirse al respecto en forma
inmediata, suspendiendo las actuaciones en caso de que su decisión fuera
impugnada. Sin embargo ello no fue lo que hizo, sino que decidió seguir adelante
a pesar de la requisitoria aludida hasta procesar finalmente al actor, siendo
revocado ese auto justamente por las razones aludidas.
VIII. De haber respetado el criterio legal y el que adoptó para todos los otros casos,
nada de esto hubiera pasado. La amnistía se hubiera relevado en segunda
instancia, el actor nunca hubiera sido procesado y no hubieran existido todos
los perjuicios morales, personales y patrimoniales que se le irrogaron al
mismo.

8. LAS CONSIDERACIONES AGRAVIANTES DEL FALLO

I. Como venimos de ver, a pesar de dejar en claro que las detenciones que se le
imputaban al actor eran en todo caso legítimas, la revocatoria recaída se apoyó,
casi en su totalidad, en una razón formal: la amnistía. Por ello, el fallo casi no
entra en cuestiones de prueba y de derecho más allá de las aludidas, centrándose
en fundamentar las circunstancias y fundamentos de la referida amnistía.
II. Sin embargo, el Tribunal revoca la sentencia pero no sin antes agraviar en
forma manifiesta, improcedente e injustificada al actor, con consideraciones
y adjetivos que nada tienen que hacer en una resolución judicial y que se
21
encontraban totalmente descolgados de la línea de razonamiento empleada a
la hora de justificar la decisión adoptada.
III. Pasemos a ver. En primer lugar, dio por válidos hechos que ni siquiera fueron
relevados de idéntica manera por la decisión de primera instancia que tanto lo
perjudicó, tales como la colaboración directa con la represión, al punto de
endilgarle tareas de marcación y participación directa en interrogatorios a cambio
de beneficios inmediatos, interpretando dichos que irónicamente expresó el actor
en su declaración -el propio redactor reconoce que lo dice en forma irónica-, en
forma contraria a la que el declarante le imprimió en su momento.
IV. Pero además de ello y, lo que es mas grave, el Tribunal cruza una línea que debería
ser infranqueable en una sentencia y pasa al adjetivo y al agravio directo del
justiciable, con consideraciones totalmente fuera de lugar que hieren el honor y
reputación del mismo. Es así que, a modo de ejemplo, a fojas 1817 vuelto y en
alusión a la referida actitud colaboracionista expresa: “En tal sentido se recabaron
valiosas declaraciones de militares y excompañeros que ratifican que Amodio
Pérez fue un felón, que en las circunstancias en las que estaba no dudo en ponerse
del lado de los carceleros militares para colaborar con los mismos, aportando
información en busca de beneficios para sí. todo como la manifestación propia
de una personalidad egocéntrica, orgullosa, vanidosa, que estaba resentida y
dolida con sus excompañeros…”.
V. Las manifestaciones vertidas están totalmente fuera de lugar. No sólo porque no
corresponde adjetivar y descalificar a una persona, incluso cuando la misma tiene
la calidad de indagada o encausada, sino porque se hace de manera totalmente
gratuita. No era necesario que se adjetivara de tal manera, toda vez que, como
vimos, el centro de la resolución de la causa provino de la calidad de amnistiado
del actor y no de otro lugar. Perfectamente se pudo haber relevado tal hecho sin
necesidad de agraviar como se hizo.
VI. Lo dicho, pone de manifiesto una vez más lo disfuncional que fue el Poder Judicial
respecto del compareciente en todo este periplo. Incluso en el momento en que se
le da la razón y se enmienda un error garrafal cometido por la a-quo, se cruza otra
línea y se ingresa en el terreno del agravio personal, lo cual es una inconducta
totalmente fuera de lugar.
22
VII. Este hecho, generó serios y considerables agravios al compareciente, a pesar de la
decisión del fondo del asunto. Como se dijo en la introducción, la razón
primigenia del mismo a la hora de venir a Uruguay luego de 40 años de exilio fue,
justamente, la de limpiar su nombre, contar su verdad de la historia y su versión
de los hechos, de forma tal de brindar un relato alternativo a lo que el sostiene
fueron la catarata de mentiras y falsedades que se reprodujeron como “versión
oficial” en todos estos años.
VIII. A pesar de ello, fue vapuleado por el sistema jurídico local, quién lo sometió
a proceso en forma injusta y apresurada, le coartó sus garantías individuales
y posibilidades de defensa e, incluso al momento de reivindicarse, lo hizo no
sin antes dar por ciertas versiones infundadas y sin prueba respaldante y
mancillando su honor e integridad personal, en un proceder totalmente
extralimitado.

9. LA MUERTE DE SU HIJO Y LA IMPOSIBILIDAD DE ESTAR A SU


LADO

I. Una vez dictada la sentencia revocatoria de segunda instancia y, a partir de la


contundencia de la misma, todo hacía indicar que la situación procesal del actor
era un asunto cerrado. Sin embargo, la Fiscalía no entendió lo mismo y decidió
presentar recurso de casación contra dicha providencia, lo que hizo con fecha 16
de setiembre de 2016.
II. Más allá de que, luego de largas idas y vueltas burocráticas, pudo obtener el
permiso para viajar a su país de residencia, el mismo fue circunstancial y por un
breve período de tiempo ya que, a pesar de haberse revocado su procesamiento,
no podía abandonar definitivamente el país hasta tanto su libertad condicional
mutara en definitiva, lo cual sucedería cuando se dictare la sentencia de casación,
si es que la misma confirmaba la de segunda instancia.
III. Fue así que viajó a visitar a su familia durante aproximadamente 20 días en el mes
de febrero, pero debió volver en forma inmediata a Montevideo a esperar las
resultancias de su juicio.

23
IV. Una vez de nuevo aquí, ocurrió un trágico evento: la muerte de su hijo, quién
residía allá en España. La misma se dio de manera abrupta -en cuestión de horas-
por lo que le fue imposible acompañarlo debido a la distancia. Debe haber pocas
cosas más trágicas que la muerte de un hijo, máxime cuando la misma es
inesperada. Si hay manera de que ello sea aún más grave y doloroso, es si se sufre
a la distancia.
V. Además de todos los perjuicios que la prisión preventiva y el proceso penal en
general le irrogaron al actor, el más grave de todos ellos fue nada menos que no
estar junto a su hijo en el momento de su fallecimiento ni, posteriormente, en su
velatorio y entierro. Producto del actuar intempestivo, irracional e ilegítimo de
nuestro sistema judicial, un hombre de 78 años que venía al país por 48 horas a
contar su versión de la historia reciente debió permanecer en Uruguay, contra su
voluntad, durante casi dos años, habiendo estado la mitad de ese período, privado
de su libertad. Durante ese periplo sufrió las consecuencias propias de la reclusión
y, además, las derivadas del daño a su imagen y reputación, toda vez que esta
situación generó un efecto diametralmente contrario al que quería causar,
generando mayor descrédito e impacto en su credibilidad. Además de ello, debió
endeudarse para solventar su subsistencia y vio -a la distancia- como su negocio,
por el que había trabajado durante toda su vida, daba quiebra producto de su
ausencia. Sin embargo, ninguno de estos perjuicios que, de por sí, son
extremadamente graves -máxime si se desprenden de una situación injusta e
ilegal-, se compara con el hecho de no poder acompañar a su hijo en sus últimos
momentos de vida y de darle la despedida que correspondía.
VI. A estos perjuicios, deberán sumarse los emergentes del mal funcionamiento, en
este caso de la Suprema Corte de Justicia, cuando se le solicitó autorización para
salir del país. La misma se concedió tarde y en forma irregular, por lo que el actor
perdió los pasajes que ya había sacado, debiendo afrontar el costo de uno nuevo.
Todos estos hechos se relatan y prueban en el capítulo de “Daño Emergente” que
obra infra.

24
-C-
LOS DAÑOS SUFRIDOS POR EL ACTOR

1. MARCO NORMATIVO ASOCIADO AL RECLAMO

I. La normativa nacional –la que se relacionará infra- establece claramente la


responsabilidad del estado por sus actos jurisdiccionales y su correspondiente
obligación de indemnizar al sujeto que padece un procesamiento indebido como el
del actor. Sin embargo, la graduación de la indemnización variará según las
circunstancias del caso, por lo que en este capítulo se pasa a detallar el contexto en
que el actor fue procesado y luego liberado, las condiciones en las que sufrió la
reclusión y los estigmas que la misma -y el propio proceso- le marcaron en su vida,
para luego buscar tarifar la indemnización pecuniaria del padecimiento moral
referido.
II. En materia de normativa aplicable, el artículo 24 de la Constitución dispone que “El
Estado, los Gobiernos Departamentales, los Entes Autónomos, los Servicios
Descentralizados y, en general, todo órgano del Estado, serán civilmente
responsables del daño causado a terceros, en la ejecución de los servicios públicos,
confiados a su gestión o dirección”. Por su parte, el primer inciso del artículo 4 de la
ley 15.859 establece que “Quien haya sufrido prisión preventiva en un proceso penal
sin haber sido en definitiva condenado a pena privativa de libertad por lo menos igual
al lapso de prisión preventiva sufrida, tendrá derecho a recibir del Estado la
indemnización en dinero de los perjuicios materiales y morales que dicha prisión
preventiva -el exceso de ella, en su caso- le hubieren causado”.
III. Sin perjuicio del alcance definitivo de estas normas –el que evaluaremos infra-, no
caben dudas de que nuestro ordenamiento jurídico establece un sistema de
responsabilidad civil para estos casos. En otras palabras, no se discute la obligación
del Estado de indemnizar al ciudadano que es enviado injustamente a prisión, ni
tampoco se discute que dicha situación genere un daño en dicha persona. A este
respecto se expresó: “Ahora bien, sin perjuicio de su estimación en el caso concreto,
no puede dudarse que toda prisión indebida tiene efecto dañoso en el ámbito moral,
por la entidad del bien que resulta afectado, el cual mereció especial tutela
constitucional, tanto en su reconocimiento como en las condiciones en las que debe
25
cumplirse su privación (arts. 7, 12, 16, 18, 20, 23, 27 de la Constitución) pues resulta
acorde con las máximas de la experiencia, el curso normal de los acontecimientos y
la propia naturaleza humana, que esa circunstancia implica un intenso padecimiento
espiritual, máxime cuando se trata de una persona joven, sin antecedentes y que
resulta involucrado en una situación como la antes detallada”3.
IV. Expresa RISSO FERRAND: “El carácter objetivo de la responsabilidad prevista en el
artículo 4 de la ley 15.859 parece incuestionable. “El inciso 1 sólo condiciona el
derecho a ser indemnizado al hecho de haber sufrido prisión preventiva y que la
persona no sea, en definitiva, condenada a pena privativa de libertad por un lapso
igual o mayor la de la preventiva sufrida. Por otra parte no existe en el artículo
referencia alguna a las características de la actuación del Estado o de sus agentes
(no se exige ilicitud, dolo, culpa ni negligencia). Es más, las exclusiones previstas en
el inciso 2 en ningún caso se refieren a las características o a los motivos que llevaron
a decretar la prisión preventiva, sino, en todos los casos, a hechos posteriores a la
actuación judicial cuyas consecuencias se pretende indemnizar”4.
V. Respecto de la naturaleza de las normas en materia de responsabilidad estatal, las
aguas se dividen, a grandes rasgos entre quienes por un lado le imprimen una
naturaleza meramente objetiva y entre quienes, por otro, apelan al carácter subjetivo
de las mismas. La diferencia, que a nivel de desarrollo teórico puede llegar a ser
diametral, poca incidencia tendrá en el caso que nos ocupa, toda vez que en cualquiera
de los dos casos, la situación que vivió el actor cumple con los requisitos legales y
constitucionales para que nazca la responsabilidad estatal y la consecuente obligación
de indemnizar al compareciente por los daños producidos por la prisión indebida y el
injusto enjuiciamiento que sufrió.
VI. Tal es así que, si se pone el foco en el elemento objetivo del perjuicio sufrido, el
mismo está a la vista y surge de los hechos que se relataron capítulos anteriores. Si,
en cambio, el hecho constitutivo de responsabilidad se entiende que debe emerger de
un supuesto de hecho de mal funcionamiento del servicio, este hecho también fue
relacionado ampliamente en esta demanda y quedará refrendado con la prueba que la

3
Sentencia número 7/2015 de 23 de febrero de 2015 dictada por el Tribunal de Apelaciones en lo Civil de
Séptimo turno
4
RISSO FERRAND, Martín J., Responsabilidad del Estado por su Actividad Jurisdiccional, FCU, 1998,
pág. 92
26
acompaña. Todo el proceso al que se vio sometido el actor se vio plagado de graves
irregularidades y disfuncionalidades. No se respetaron procedimientos, se cambiaron
criterios de funcionamiento, por momentos cuando debía serse precavidos se operó
con celeridad, en otros, cuando había que apurar los procedimientos reinó la desidia,
se lo agravio injustamente, etc., todo en claro perjuicio del actor.
VII. Al respecto sostuvo nuestra jurisprudencia: “cuando se acciona en base a lo dispuesto
por el art. 4 de ley 15.859, es decir, por quien haya sufrido prisión preventiva sin
haber sido en definitiva condenado a una pena de privación de libertad por lo menos
igual al lapso preventivo sufrido, se tendrá derecho a recibir del Estado la
indemnización en dinero de los perjuicios materiales y morales que la misma o su
exceso le hubiera causado, configurándose un supuesto de responsabilidad objetiva
por actos emanados del Poder Judicial (de la Sede, Sents. 91/93, 145/99, 202/2002,
167/2003, 223, 291/2004, 19/2006, 67/2008)5.”

2. EL DAÑO MORAL

I. De todo lo que viene de decirse en capítulos anteriores se desprende que el proceso al


que se vio sometido el actor le irrogó serios perjuicios a su persona. Los mismos, se
derivan en principio de la propia situación de reclusión a la que se vio sometido -
primero en Cárcel Central y luego en prisión domiciliaria- y, además, de todos los
inconvenientes que el proceso penal en sí le trajo aparejados.
II. La situación de que la mayor parte de la reclusión la vivió fuera del recinto carcelario
no enerva los perjuicios asociados a la reclusión por lo que se dirá. En primer lugar,
el beneficio de la prisión domiciliaria le fue concedido sólo por razones de salud, por
lo que su acreditado estado de deterioro sanitario se vio afectado igualmente por toda
la situación traumática asociada a su reclusión y a las circunstancias que la rodearon.
III. Además, la prisión “domiciliaria” nunca fue tal, ya que como vimos, el domicilio del
actor se encuentra en España, no habiendo vivido en Uruguay en los últimos 45 años.
El tiempo de reclusión domiciliaria lo dividió entre la casa de su hermana y la del Sr.
Eduardo MARIUS, el escritor del libro que vino a presentar. Vivió “de prestado” en

5
Sentencia número 143/2015 del Tribunal de Apelaciones en lo Civil de 4°Turno
27
lugares donde siquiera tenía ropa suficiente -recordemos que la planificación inicial
preveía un viaje fugaz-, complicándosele seriamente incluso para conseguir la
medicación que tomaba para el tratamiento de sus patologías sanitaria.
IV. Pero más allá de lo dicho y de todos los perjuicios que se derivan directamente de la
privación de libertad, el actor sufrió otros de otra naturaleza, los que se desprenden
también en forma inequívoca del actuar improcedente del Poder Judicial. Como ya
adelantáramos, el objetivo principal de la vuelta del actor al país era, por un lado,
limpiar la imagen de “traidor” que le había estampado el relato “oficial” de las últimas
décadas y, por otro, la de contar su versión de los hechos, la que claramente contradice
el relato hegemónico al respecto, el cual entendió -y así lo pudo probar en su libro-
como una sucesión de mentiras y fábulas repetidas hasta el cansancio.
V. Sin embargo, flaco favor le hizo el Poder Judicial a su intención originaria
cuando, lejos de darle la oportunidad de realizar su relato, lo persiguió, reprimió
y estigmatizó en forma brutal y feroz, tal como surge del relato relacionado
supra. Quién venía a limpiar su imagen de traidor terminó, de buenas a primeras,
privado de su libertad y en trámites judiciales que demoraron casi dos años para
elucidarse, todo producto de un actuar ineficiente, improcedente y negligente del
Poder Judicial.
VI. Además, debió permanecer durante dos años alejado coactivamente de su núcleo
familiar, lo cual si bien reviste un padecimiento moral a cualquier persona en
abstracto, se torna aún más grave cuando la persona es de avanzada edad y además de
estar lejos se encuentra, sóla, privada de su libertad y, también, sometida al escarnio
público de todos quienes se hicieron eco de su enjuiciamiento.
VII. El punto más álgido y paradigmático del perjuicio moral que esta situación le trajo
aparejada fue, como dijimos, el no poder estar presente junto a su hijo en sus últimos
instantes de vida y, asimismo, el no poderlo despedir en forma adecuada, en razón de
encontrarse con las fronteras cerradas e impedido de salir del país. Ya había pedido
autorización para viajar recientemente y, como surgirá de su expediente, el Poder
Judicial volvió a ser de todo menos ágil y eficiente, habiendo sido dicho trámite
también traumático.
VIII. La conclusión es, a todas luces, evidente. Si el sistema hubiera funcionado en forma
debida, si los actores involucrados hubieran seguido las etapas procesales
28
correspondientes y hubieran adoptado todos los resguardos que son del caso a la
hora de dictar una resolución de enjuiciamiento, nada de esto hubiera pasado.
El actor no hubiera sido procesado, tampoco en consecuencia habría sido privado de
su libertad ni obligado a permanecer lejos de su familia durante más de dos años ni,
además, se lo hubiera despojado de la posibilidad de estar cerca de los suyos, aún en
instancias de relevancia como las relacionadas.

3. LA GRADUACIÓN DEL DAÑO MORAL

I. Como venimos de describir y detallar, las circunstancias que rodearon la privación de


libertad del actor fueron sumamente traumatizantes en razón de la gravedad de los
hechos que injustamente le fueron imputados y del contexto que ello generó a nivel
carcelario, político y de opinión pública. Lo dicho amerita una tasación superior a la
media, en comparación con otros casos.
II. Si bien, en general, la jurisprudencia obra con parámetros medianamente
estandarizados de acuerdo a sus propios fallos, no en pocas oportunidades decide
apartarse de los mismos cuando las circunstancias del caso así lo ameritan, por las
razones que fueran. Y el asunto es de una claridad y lógica ineludible: así como no
todas las personas son iguales, no todos viven su reclusión de idéntica manera ni en
el mismo momento de su vida, difiriendo también la repercusión mediática y social
que se le dé, según las circunstancias del caso.
III. Pues bien, en base a lo dicho y a todo lo que se viene de relatar en capítulos anteriores,
queda claro que las circunstancias que rodearon la prisión indebida del actor son
extremadamente particulares. Y ello por lo siguiente:
a. Su edad: quitarle dos años de la vida a una persona no genera el mismo
perjuicio cuando la misma es joven que cuando tiene casi 80 años, ya que
las expectativas de vida se acortan.
b. La distancia: sin dudas que la lejanía de su familia y de todos sus amigos
de los últimos 40 años, quienes siquiera podían visitarlo en el período de
su reclusión, tornaron su reclusión aún más perjudicial. Este extremo
quedó en evidencia aún más con el fallecimiento de su hijo, tal como
relatáramos.
29
c. La cobertura mediática: por las razones personales ya esgrimidas, el
derrotero del actor generó una cobertura mediática inusitada, siendo
portada de periódicos e informativos radiales y televisivos casi en forma
diaria, todos quienes se hacían eco de la situación procesal del actor,
dándole micrófono y lugar a sus opositores quienes, en manifiesto
desconocimiento de las irregularidades de su proceso, argumentaban que
“se había hecho justicia” al apresar al compareciente.
d. El boicot a su reivindicación: como ya dijimos a esta altura más de una
vez, el motivo de la venida del actor a Uruguay después de tantos años era,
justamente, el de limpiar su imagen de “traidor”, la que había sido
construida en base a las mentiras de un relato hegemónico que se
perpetuaron durante todo el período señalado. El “ruido” que hizo su
procesamiento, logró acallar su voz y la atención, que debía estar puesta
en su versión de los hechos y en las pruebas que tenía y tiene para
respaldarla, pasó a enfocarse en su situación procesal que era lo inmediato,
quedando en segundo o tercer plano lo que para el era verdaderamente
importante. Si el sistema penal no le hubiere tirado toda su
disfuncionalidad encima, habría presentado tranquilamente su libro y
habría dedicado el resto de las horas que destinó a permanecer en el país a
dar entrevistas aclarando y ampliando la conferencia de prensa inicial.
Ciertamente tenía derecho a hacerlo, más luego de su prolongado exilio.
Sin embargo, ese derecho le fue coartado en forma injusta por el Poder
Judicial.
IV. Por tanto, si bien como dijimos la jurisprudencia opera con parámetros de tasación
del daño moral medianamente estandarizados, los mismos se aplican también para
situaciones en general similares. En este sentido, nuestros Tribunales han obrado con
la lucidez necesaria para distinguir situaciones excepcionales, las cuales merecen
valoraciones especiales.
V. A modo de ejemplo, el Juzgado Letrado en lo Contencioso Administrativo de Tercer
Turno, en un caso de 77 días de prisión indebida estableció el monto de condena en

30
un equivalente a 153 dólares diarios6, mientras que su similar de Cuarto Turno ante
una reclusión de 300 días lo fijó en la suma de 311 dólares diarios 7. Estas sentencias
se relacionan a mero modo de ejemplo y con fines meramente enunciativos –la cita
jurisprudencial podría ser sensiblemente más amplia-, a efectos de acreditar que, si
bien la media de indemnización por daño moral en general es inferior a estas sumas,
cuando las circunstancias lo ameritan, los Tribunales de Primera Instancia han sido
afines a aumentar dichos montos.
VI. Lo propio sucede en sentencias de segunda instancia. Atiéndase por ejemplo a la
sentencia del Tribunal de Apelaciones en lo Civil de Quinto Turno, que en una
situación de prisión indebida de 251 días, llegó a triplicar la condena de primera
instancia en razón de las circunstancias del caso. En este sentido expresó: “Sin lugar
a dudas, debe presumirse que el sufrimiento experimentado por García fue de entidad
(véanse testimonios a fs. 84/85, 88/92 y 95) con suficiente aptitud para justificar una
condena superior a la acertada en primera instancia, cuya cuantía en capital se
aumentará hasta alcanzar un monto diario aproximado de UR 78”. Su similar de
Séptimo Turno, en magistral sentencia del año 2014 triplicó el monto de condena por
daño moral fijado en primera instancia en atención a “la lesión, el descrédito y el
estigma social que eso significa para el resto de su vida, aunque se hubiere
proclamado judicialmente su inocencia” (las negritas nos pertenecen y se emplean
a los efectos de resaltar lo que decíamos más arriba: el estigma y la lesión al honor
que puede llegar a implicar un procesamiento a una persona en determinadas
circunstancias). Además, en el mismo fallo se resaltó la incidencia de las condiciones
deplorables en las que los ciudadanos en Uruguay sufren la reclusión expresando: “La
propia sentencia de primera instancia tiene que admitir que "no puede más que
reconocerse que las condiciones de reclusión en las cárceles de nuestro país distan
en mucho de ser las mejores" (!; fs. 1111). Entonces, ¿de qué estamos hablando?
¿Qué es lo que se pretende imponer al actor probar como carga que el Juzgado
decisor del grado anterior o que el Estado no sepan? No puede relativizarse la
situación de prisión indebida ni las malas condiciones que pasó el actor con

6
Sentencia número 4/2012 de 9 de febrero de 2012
7
Sentencia número 99/2013 de 7 de noviembre de 2013
8
Sentencia 21/2011 de 23 de febrero de 2011
31
afirmaciones como que "estuvo como todos los demás" o que "transitó las mismas
condiciones que la absoluta generalidad de los reclusos (…) las condiciones en que
ésta se cumplió no deben ser ajenas a la hora de establecer la avaluación del deño
extrapatrimonial ya que son datos de hecho que permiten comprender la intensidad
del menoscabo por una prisión indebida o excesiva, por lo que debe verse una
relación directa entre la reclusión en condiciones criticables y el detrimento
consecuente”9. Todas estas consideraciones son trasladables y aplicables mutatis
mutandi al caso de marras.
VII. También a este respecto se expidió el Tribunal de Apelaciones de Segundo Turno:
“Es menester tener presente que todos los que sufren una privación de libertad no les
puede afectar de la misma forma. Por ello se debe atender a la particular situación
en que se produjo la prisión en este caso, como ha sostenido la Sala en casos de
prisión indebida, dos son los factores principales a los que se debe atender: uno el
tiempo de prisión sufrida y otro, la repercusión social que tuvo el procesamiento y
prisión de que fue objeto el reclamante (…). En cuanto a la repercusión social del
procesamiento con prisión (…) cabe señalar que en autos está demostrada mediante
los testimonios de las personas supra relacionadas, quienes acreditaron
suficientemente que dentro del entorno barrial la persona del actor fue mal vista a
raíz del hecho que se le imputó, excepto sus familiares y amigos que siempre
confiaron en su inocencia”10.
VIII. De lo visto, se desprende sin dificultad que no todas las situaciones son idénticas, por
lo que se concluye que las circunstancias y el contexto en el que se verifica la prisión
indebida deberán ser valoradas caso a caso a la hora de fijar la tasación de esta
indemnización. A este respecto se expresó: “Asimismo, para cuantificarla, no solo
hay que tener en cuenta el tiempo de prisión sufrida, sino también la repercusión
psicológica, social, familiar y funcional que el procedimiento tuvo en la vida del
sujeto…”. Por su parte, el Tribunal de Apelaciones en lo Civil de Segundo Turno
sostuvo: “Es menester tener presente que todos los que sufren una privación de
libertad no les puede afectar de la misma forma. Por ello se debe atender a la
particular situación en que se produjo la prisión en este caso, como ha sostenido la

9
Sentencia 21/2011 de 23 de febrero de 2011
10
Sentencia 460/2014 de 27 de agosto de 2014
32
sala "en casos de prisión indebida, dos son los factores principales a los que se debe
atender:- uno el tiempo de prisión sufrida y otro, la repercusión social que tuvo el
procesamiento y prisión de que fue objeto el reclamante. En estos casos no se puede
perder de vista el delito imputado y sus circunstancias (víctima: su hijo), el
detrimento de relación con el mismo, las consecuencias morales para el reo y el trato
carcelario para este tipo de delitos”.
IX. En idéntico sentido se supo expresar el Tribunal de Apelaciones en lo Civil de 3er
Turno al disponer que: “...no corresponde la fijación de un valor diario, sino que
debe tenerse presente en su conjunto las circunstancias que ameritan la reparación
(…). Tal monto global, por su parte, y según criterio también expuesto por este
Tribunal en anteriores decisiones, debe fijarse al momento de dictado de la sentencia
(v.gr. la citada sentencia), y valorando en su conjunto circunstancias tales como edad
del damnificado, tiempo de prisión indebida y demás condiciones...”11.
X. En definitiva como vemos, las circunstancias de hecho en que se verifica el injusto
procesamiento deberían tener –y de hecho, tienen- directa incidencia en la fijación de
la indemnización por daño moral. Las circunstancias personales del actor al momento
de ser privado de su libertad, así como la repercusión que tuvo este hecho, tuvo directa
incidencia en el sufrimiento por él padecido. Las citas doctrinarias y jurisprudenciales
podrían extenderse por mucho más, pero parecería claro que el punto quedó
demostrado en cuanto: i) la reparación estatal debe sanear todos los perjuicios sufridos
por el actor con relación al procesamiento y prisión indebidas; ii) la indemnización
deberá fijarse no sólo en atención a los días de prisión, sino a todas las otras
circunstancias personales y coyunturales del caso.
XI. Al respecto, quedó sobradamente probado de qué manera toda esta situación afectó
gravemente al actor a nivel personal. Como sostuvo con una claridad conceptual
magistral el criminólogo Nils CHRISTIE: “La institución penal está en una situación
análoga a la del rey Midas. Todo lo que él tocaba se convertía en oro, y, como todos
sabemos, murió de hambre. Mucho de lo que la policía toca, se convierte en delitos y
delincuentes, y se desvanecen las interpretaciones alternativas de actos y actores.”

11
Sentencia 267/2012 de 5 de octubre de 2012
33
Piénsese en esta cita, adaptándola a una persona que, injustamente, debió enfrentar
los perjuicios y estigmas del derecho penal.
XII. En razón de todos los hechos y circunstancias relacionadas, se estima el daño moral
sufrido en la cantidad de 10 Unidades Reajustables por cada día de reclusión,
sumando un total de 3.600 Unidades Reajustables -360 días de prisión-. La fijación
del valor-día en la suma de 10 Unidades Reajustables se hace por analogía, empleando
para ello el propio criterio del Código Penal. En este sentido, el artículo 84 de dicha
norma dispone: “si el sentenciado no tuviese bienes para satisfacer la multa sufrirá,
por vía de sustitución y apremio, la pena de prisión, regulándose un día por cada 10
U.R. (diez unidades reajustables)”. Por tanto, para nuestro ordenamiento jurídico
cuando se impone una obligación de pago de suma dineraria y el obligado no puede
o no quiere pagar, el día de prisión se tasa en 10 Unidades Reajustables a la hora de
la sustitución. No existen razones ni fundamentos para, cuando la situación es a la
inversa, adoptar un criterio más perjudicial al imputado, por lo que entendemos que
la tasación del daño moral por día de cárcel emerge del propio Código Penal y se fija
en la suma de 10 Unidades Reajustables por día.
XIII. En virtud de lo dicho, el monto que se reclama por concepto de daño moral
asociado a la reclusión de 360 días que sufrió el actor, asciende a la suma de
$3.858.156, de acuerdo a la equivalencia de dicha unidad de medida al día de la fecha.

4. DAÑO EMERGENTE
I. Además de los perjuicios de índole moral que sufrió el actor, su procesamiento,
encarcelamiento y todo el proceso judicial al que se vio sometido le irrogó otros daños
que, de acuerdo a derecho, también corresponde que le sean indemnizados.
II. Específicamente con relación al daño material emergente, los daños emergen de los
siguientes rubros:
a. Alquiler de inmueble y gastos asociados.
b. Pasajes y multas por cancelaciones.
c. Honorarios de abogados.

34
a. Alquiler de inmueble y gastos asociados

III. Con relación al primero de los rubros relacionados, cabe decir que los costos de
alojamiento refieren exclusivamente a la última etapa del proceso, cuando el actor ya
se encontraba en libertad. Como vimos, su prisión domiciliaria la padeció en un
primer lugar, en el domicilio de su hermana y, luego, en el del Sr. MARIUS. Tales
alojamientos no le generaron costo, ya que en ambos casos pudo usufructuar tales
viviendas en forma gratuita, gracias a la generosidad de las personas referidas.
IV. Sin embargo, luego de varios meses de habitar la vivienda del Sr. MARIUS, este
sufrió un percance de salud de entidad, lo que generó que pasara a estar internado
durante semanas. Ante este hecho, sus hijos le solicitaron al compareciente que
liberara su vivienda, ya que tenían intención de disponer de la misma.
V. Por esta razón el actor debió enfrentar un nuevo problema: el de encontrar un lugar
donde residir hasta que se le permitiera regresar a su hogar en España. La solución a
este inconveniente vino de la mano de su amigo, el Sr. Federico LEICHT, quién por
ese entonces arrendaba un inmueble y decidió cederle de palabra tal arriendo, a
cambio de que el actor se hiciera cargo del precio del alquiler. Se adjunta copia simple
del contrato referido y se ofrecerá en el capítulo respectivo la declaración testimonial
del Sr. LEICHT a efectos de refrendar estos hechos.
VI. Así las cosas, pasó a ocupar el inmueble referido en el mes de diciembre de 2016,
permaneciendo en el mismo hasta el mes de setiembre de 2017, momento en que
emprendió el retorno a su país de residencia, contabilizando un total de 10 meses.
VII. Tal como surge del referido contrato, el precio del arriendo ascendía a la suma de
$16.500 mensuales, los que el actor abonó en forma periódica al Sr. LEICHT durante
todo el lapso de tiempo referido. Por tanto, el total de lo reclamado por este
concepto asciende a la suma de $165.000.
VIII. No se contabilizan otros costos en los cuales también tuvo que incurrir el actor tales
como, gastos comunes y servicios -luz, teléfono- ya que no tenemos registro de los
mismos.

b. Pasajes y multas por cancelaciones.


IX. Por otra parte, en virtud de haber sido retenido en país distinto al de su residencia,
debió incurrir en gastos de pasajes para, cuando se le permitió, viajar a visitar a su
35
familia. Tal como surgirá de autos, la primera autorización para viajar la solicitó el
actor el día 28 de octubre de 2016 -fojas 1866-, ante la Suprema Corte de Justicia,
quién se encontraba con el expediente en su poder, estudiando el recurso de casación
presentado por la Fiscalía. Luego de enviar el expediente en vista fiscal a efectos de
que opine acerca de la autorización solicitada -extremo que, ciertamente, no era
necesario ya que la Corporación pudo haberlo resuelto por sí- y, ante la opinión
favorable al respecto, finalmente se lo autorizó a viajar según decreto de fecha 24 de
noviembre de 2016 -fojas 1874-.
X. Sin embargo, la Corte olvidó aclarar en el oficio respectivo que la autorización que se
concedía comprendía inhibir el cierre de fronteras que había sido dispuesto en los dos
expedientes penales que se sustanciaron en Montevideo en contra del actor.
Expliquemos. Como habíamos visto, el compareciente declaró en Montevideo en
primer lugar en un presumario formado por una -pobre- denuncia penal presentada
por el Sr. GRILLE el que, en virtud de su precariedad, en lugar de ser archivado se
dispuso su inmediata acumulación con el similar de 16º turno, expediente en el que
finalmente se lo procesó. Por tanto, cuando se revocó el procesamiento, la revocatoria
implicaba el cese de las cauciones dispuestas en ambas sedes, ya que, producto de la
acumulación, se transformaron en un solo expediente.
XI. Este hecho, que podría parecer menor, devino en que a pesar de que la Corte autorizara
la salida del país, la misma no pudiera verificarse ya que la Dirección Nacional de
Migraciones12 informó que no se había aclarado que ambos cierres de frontera
quedaran sin efecto. Por tanto, la defensa del actor tuvo que presentar rápidamente un
escrito solicitando se enmendara el error -lo cual hizo con fecha 6 de diciembre- y que
se libraran nuevos oficios. Una vez más, la Suprema Corte de Justicia, en lugar de
resolver ella misma, decidió enviar el expediente en vista Fiscal, lo que en definitiva
ocasionara la imposibilidad de viajar en la fecha en la que tenía pasaje el actor, ya que
el expediente volvió de la Fiscalía General recién los primeros días de enero.
XII. Una vez más, el proceder falto de diligencia del sistema judicial le generó sendos
perjuicios al actor, los que a esta altura, ya son innumerables. Primero que nada,

12
El mismo organismo que en forma ilegal e improcedente presionó a la justicia para que le retirara el
pasaporte, la que por su parte, de manera insólita accedió a tales presiones, tal como relatáramos en el
capítulo respectivo.
36
esperó a tener la confirmación de la autorización de su salida para comprar los pasajes
respectivos. Sin embargo, una vez que los adquirió, no los pudo usar ya que i) la
Corporación incurrió en error a la hora de oficiar autorizando su salida; ii) cuando
quiso enmendar el error referido, fue tarde, ya que, al haber enviado el expediente en
vista fiscal, los tiempos no fueron suficientes. La situación era clara, se trataba sólo
de una omisión, la cual la Corte pudo y debió haber solucionado por sí y ante sí. Sin
embargo, decidió estirar los tiempos remitiendo el expediente en vista fiscal con la
consecuente negación de la posibilidad de viajar.
XIII. Los mismos perjuicios sufrió al final de este infame camino, cuando, luego de haberse
dictado la sentencia de casación que cerraba irremediablemente su situación procesal,
no se le permitió regresar a su país de residencia porque el Juzgado de Instancia
“olvidó” remitir los oficios comunicando el cese de las cautelas dispuestas. Una vez
más no pudo viajar por las ineficacias del sistema, aún cuando ya no existía en su
contra ningún tipo de medida judicial restrictiva. Tuvo que cambiar sus pasajes
nuevamente, lo que le generó la obligación de abonar una multa pecuniaria.
XIV. Por todo ello, el actor no pudo hacer uso de los pasajes que había adquirido, los que
tuvieron un valor de €444,38. En el mes de febrero, aclaradas las desavenencias
procedimentales de la Suprema Corte de Justicia, el actor finalmente pudo viajar,
ascendiendo el costo de tales pasajes a la suma de €890,42. Finalmente, una vez que
se resolvió su situación judicial mediante la sentencia de casación que confirmó la
revocación de su procesamiento, debió costear los pasajes aéreos que le permitían
retornar a su país, ascendiendo este nuevo gasto a la suma de €468,34. Sin embargo,
como dijimos, tampoco pudo hacer uso de esos pasajes en esa fecha por el olvido del
Juzgado de Primera Instancia, quién omitió comunicar el cese de las cauciones
oportunamente dispuestas. Por ello, debió reprogramar el pasaje original y tuvo que
soportar el costo de la multa por el aplazamiento de fecha, el que ascendió a la suma
de U$S 250.
XV. Todos estos rubros, convertidos a moneda nacional al día de la fecha, ascienden
a la suma de $70.801

37
c. Honorarios de abogados

XVI. Producto de su situación, debió contratar abogados especializados en materia penal a


efectos de que llevaran adelante su defensa. Como viene de decirse, la situación
económica del actor era extremadamente modesta, viviendo de su jubilación y de un
emprendimiento personal que, en razón de la desatención producida por su forzoso
alejamiento, comenzó a hacer agua inmediatamente.
XVII. En una primera etapa, la editorial que costeó su venida a Uruguay a la presentación
del libro que escribió, fue quién contrató, a su costo, a los abogados para que lo
representaran en lo que, ingenuamente, serían a lo sumo, un par de audiencias. Esos
servicios fueron costeados exclusivamente de su peculio, sin haber tenido parte el
actor en su cancelación.
XVIII. Sin embargo, cuando su situación se complicó, la Editorial le manifestó que no
contaba con los medios económicos suficientes para afrontar una larga defensa por lo
que el actor no tuvo más remedio que afrontar por sus propios medios el costo de sus
abogados penalistas.
XIX. En esta circunstancia y contando ya con dos abogados que estaban interiorizados en
el asunto, decidió contratarlos a ellos, con un honorario variable según la duración del
proceso, el que al día de hoy adeuda.
XX. La jurisprudencia ha estado afín a conceder condenar al demandado Poder Judicial
por este rubro en situaciones similares. A modo de ejemplo, el Tribunal de
Apelaciones en lo Civil de 7º Turno sostuvo: “…en cuanto al daño material
emergente, es procedente acoger la pretensión del reclamante en cuanto a lo abonado
en concepto de honorarios profesionales para su defensa en el juicio penal al que fue
sometido, sin que recayera condena alguna. Se trata de un perjuicio económico
ocasionado por el sometimiento a proceso y prisión indebida, que debe ser
resarcido…”13. En situación similar a la de autos, sostuvo el Tribunal de Apelaciones
en lo Civil de 2º Turno: “(l)os gastos por honorarios del curial defensor del
recurrente ingresan cómodamente dentro del concepto legal de “perjuicio material”
supra relacionado. (…)Tampoco es de relieve que no se haya probado el pago, pues
si no se extinguió la obligación para con el profesional, pervive como deuda que el

13
Sentencia número 8/2015 de 2 de febrero de 2015
38
reclamante mantiene con su profesional abogado derivada de la actuación de la
demandada, no teniendo por qué necesariamente existir un reembolso pues la Ley no
exige tal condición. Además, puede sostenerse que conforme la prueba testimonial
obrante de fs. 38/41 el Sr. Pissano realizaba changas con modestos ingresos
mensuales, por lo cual resulta difícil pensar razonablemente que haya sufragado el
honorario correspondiente a su abogado defensor como lo propone la defensa de la
Suprema Corte de Justicia”14. Como se ve, no sólo se acepta la procedencia del rubro
honorarios profesionales como manifestación de un daño emergente resarcible al
damnificado, sino que además se torna irrelevante el hecho de que el honorario se
haya abonado efectivamente o no ya que, como sucede en este caso, la obligación está
vigente y no se cumplió por una mera imposibilidad económica del cliente.
XXI. Por lo tanto, tal como surge del contrato cuya copia se adjunta, la deuda por concepto
de honorarios profesionales impagos asciende, al día de la fecha, a la suma de U$S
45.000, los que convertidos a moneda nacional según cotización del día de
presentación de esta demanda ascienden a la suma de $1.377.900.

d. Resumen rubros daño emergente

XXII. En definitiva, se resumen los distintos montos y rubros por concepto daño emergente:
a. Alquiler de inmueble y gastos asociados: $165.000
b. Pasajes y multas por cancelaciones: $70.801
c. Honorarios de abogados: $1.377.900
d. Total reclamado por concepto daño emergente $1.613.701

5. LUCRO CESANTE

I. El último de los rubros que resta reclamar refiere al lucro cesante. Al respecto, se
ha dicho que “Mientras en el daño emergente se disminuye una utilidad
incorporada al patrimonio, en el lucro cesante se alude a la privación de utilidad
no poseída pero que se habría poseído si el daño no se hubiere producido. Se

14
Sentencia 210/2014 de 22 de Octubre de 2014
39
trata de que el damnificado vuelva al estado en que se encontraría si el daño no
se hubiere producido (…); el lucro cesante es la privación injustificada de un bien
o beneficio que el acreedor percibiría si no fuere por el incumplimiento por el
daño causado. El lucro cesante es la pérdida de beneficios que se hubieran
obtenido por el normal desarrollo de los hechos de no haber mediado el
incumplimiento o la lesión de un interés protegido por el orden jurídico”15.
II. A este respecto, cabe decir que el lucro cesante reclamado aparece asociado en
forma directa con el derrotero de su emprendimiento comercial en España, el cual
luego de años de trabajo, naufragó en pocos meses ante su ausencia.
III. Como se puede apreciar y se desprende de las declaraciones juradas presentadas
ante el Fisco Español, en el año 2014, su negocio tenía una renta aproximada de
€86.888 anuales. Sin embargo, en el año 2015 su ausencia comenzó a pasar factura
en materia de productividad, pasando a producir por un total de €37.606, mientras
que en el año 2016 la faena cayó a la suma de €34.746. Finalmente, debido a que
el negocio ya no era rentable, debió cerrar en forma definitiva en el transcurso del
año 2017.
IV. Como se aprecia, la producción de su negocio cayó abruptamente, todo debido a
su ausencia, la cual es imposible de disimular en un emprendimiento de pequeña
dimensión como el suyo.
V. A efectos de que sea viable la reclamación por este rubro, habrá que probar los
ingresos que dejó de percibir el actor durante todo el transcurso de su proceso
penal. En este sentido supo expresar nuestra jurisprudencia: “Los agravios en
relación al amparo del lucro cesante no se estiman de recibo. Es criterio del
Tribunal que el artículo 4º de la ley 15.859 prevé como indemnización el eventual
daño material generado en el periodo de privación de libertad, lo que incluye el
lucro cesante, en tanto se deriva directamente de la prisión a que es sometido el
sujeto indebidamente (De la Sede Sents. 223/04; 13/11) (…). En autos existe
prueba de la realización de tareas remuneradas con anterioridad al
procesamiento, máxime que en oportunidad de la ratificatoria del 29.05.2009
expresa que trabaja en la feria vendiendo repuestos, lo que se condice con lo

15
ORDOQUI CASTILLA, Gustavo, ob. Cit., pág 448
40
sostenido en la demanda. No caben dudas que la privación de libertad incidió en
la posibilidad percibir los ingresos por su labor como feriante durante el lapso
de prisión preventiva”16 (resaltados y negrita nos pertenecen). En el mismo
sentido se expidió el Tribunal de Apelaciones en lo Civil de 7º Turno al sostener:
“Respecto al lucro cesante, el artículo 4º de la ley 15.859 prevé la indemnización
del daño moral y material que derive directamente de la prisión a que es sometido
el sujeto indebidamente. El actor probó en autos lo que cobraba por el Servicio
222 (fs. 101/107), por lo que cabe ratificar la suma de condena fijada en tal
concepto en primera instancia, desestimando el agravio de la demandada
también en ese aspecto”17.
VI. Como surge de las ecuaciones matemáticas que manejáramos, el total por el
concepto de lucro cesante relacionado asciende al día de la fecha a la suma de
€101.424, los que equivalen a un total de $3.551.868 según cotización del día
de la fecha.

6. RESUMEN DE RUBROS Y MONTOS RECLAMADOS


I. En definitiva y, en resumen, se reclaman los siguientes gastos y rubros, los que
fueron detallados, explicados y probados en el cuerpo de este escrito:
a. Daño Moral $1.377.900
b. Daño Emergente $1.613.701
c. Lucro Cesante $3.551.868
d. TOTAL RECLAMADO $6.543.469

-D-

CONCLUSIONES

I. De todo lo que viene de decirse, emerge con claridad no sólo el mal


funcionamiento del servicio administración de justicia sino, lo que es por, las
consecuencias directas que el mismo trajo aparejadas a quién aquí comparece.

16
Sentencia número 143/2015 de 4 de noviembre de 2015 dictada por el Tribunal de Apelaciones en lo
Civil de 4º Turno
17
Sentencia 126/2014 de 4 de octubre de 2014
41
II. Siendo una persona de avanzada edad que luego de más de 40 años de exilio
decidió volver al país a contar su versión de los hechos, el sistema le fue funcional
a aquellos a quién le molestaba lo que estaba haciendo, no sólo impidiendo mi
cometido, sino lo que es peor, sometiéndome injustamente a un proceso que me
tuvo un año privado de libertad y en total dos años sin poder regresar a mi país de
residencia.
III. Mientras tanto tuve que ingeniármelas para subsistir, al tiempo que era testigo de
cómo el proceso referido coadyuvaba a aquellos que fueron mis detractores
durante todos estos años y me desprestigiaba enormemente.
IV. Aunque los hechos que se me imputaban habían ocurrido hace más de 40 años
atrás, la justicia decidió paralizar su agenda y dedicarse a emprender contra mi
persona. A pesar de que mis abogados oportunamente hicieron saber que
entendían que debía paralizarse toda la instrucción en virtud de que había operado
la prescripción y amnistía, la jueza hizo oídos sordos a tal requisitoria, apartándose
además de su propio criterio procesal para hacerlo. Paradójicamente, un año
después el Tribunal de Apelaciones revoca el auto de enjuiciamiento y me da la
libertad, amparándose justamente en los argumentos que un año atrás habíamos
esgrimido sin que siquiera se le prestara la atención que la ley requiere a una
solicitud de ese estilo.
V. Tuve que pasar un año privado de libertad, lejos de mi país de residencia y de mis
familia y amigos, debiendo además padecer el fallecimiento de uno de mis hijos
a la distancia, sin poder acompañarlo en sus últimos instantes de vida y sin poder
despedirlo debidamente.
VI. Si la justicia hubiera obrado como debió, ninguno de estos perjuicios y de los que
se señalan en el cuerpo de este escrito hubieran ocurrido. Por tanto, la disfunción
del sistema, sumado a lo que disponen las normas legales relacionadas, dejan en
claro la responsabilidad estatal, por lo que conviene a mi interés que se haga lugar
a esta demanda y se condene al Poder Judicial al pago de las sumas y montos que
se refieren en el petitorio de este escrito.

42
-II-
-PRUEBA-

DOCUMENTAL
Solicito la agregación de la siguiente documentación:

A. Acta de inútil tentativa de conciliación.


B. Compilado de noticias de prensa sobre la situación relacionada en autos.
C. Contrato de alquiler de inmueble.
D. Contrato de servicios personales con sus abogados penalistas.
E. Comprobantes de pago de pasajes aéreos y multas.
F. Declaraciones juradas de renta de su empresa.
G. Partida de defunción de Hector Daniel AMODIO MARCHISIO

TESTIMONIAL
Solicito se reciba la declaración de los siguientes testigos, quienes depondrán
sobre los respectivos ejes temáticos que se señalan:

a. Nery PINATTO, de profesión Comunicador, domiciliado en Santiago de Anca


1422.
b. Jorge Omar GUIDOBONO DAMIA, jubilado, con domicilio en Pedro
Bustamante 1861.
c. Alvaro DIEZ DE MEDINA, de profesión Abogado, con domicilio en Av. Brasil
3007 ap. 301.
d. Federico LEICHT, de profesión Escritor, con domicilio en Francisco Araucho
1224.
e. Leandro AGUIRRE, empleado, con domicilio en Manuel Haedo 2939
apartamento 004.

PERICIAL
Solicito se designe perito psicólogo a efectos de que realice pericia psicológica
sobre el actor.

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POR OFICIO
Solicito que se libre oficio al Juzgado Letrado de Primera Instancia en lo penal a
efectos de que remita el expediente caratulado “AMODIO PÉREZ, HÉCTOR.
REITERADOS DELITOS DE PRIVACIÓN DE LIBERTAD ESPECIALMENTE
AGRAVADOS EN RÉGIMEN DE REITERACIÓN REAL”, el que se identificó con el IUE
89-853/2015

-III-
-DERECHO-
Fundo mi derecho en lo dispuesto por los artículos 7, 8, 23, 72 y 332 de la
Constitución, artículo 4 de la ley 15.859 y artículos 1319, 1324 del Código Civil, así como
en las demás disposiciones concordantes y complementarias.

-IV-
-PETITORIO-
En virtud de lo expuesto, al Señor Juez PIDO:

1) Que me tenga por presentada con los recaudos que adjunto, que tenga por
denunciado el domicilio real y por constituido el procesal y electrónico.
2) Que se de traslado de la presente demanda por el plazo legal.
3) Que se reciba la prueba ofrecida y, luego de los trámites de estilo, se condene al
demandado Poder Judicial a abonar la suma de $9.254.238 (nueve millones
doscientos cincuenta y cuatro mil doscientos treinta y ocho pesos uruguayos) más
intereses legales y reajustes, éstos últimos para el caso del monto expresado en
moneda nacional.

OTROSÍ DIGO: I) Que confiero a los letrados firmantes la representación judicial en


los términos del artículo 44 del Código General del Proceso, habiendo sido instruida del
alcance de la misma, siendo el domicilio real el denunciado. II) Que faculto a los efectos
de examinar el expediente, retirarlo en confianza, notificarse de las providencias,
diligenciar edictos y practicar desgloses al Proc. Juan Tuneu. III) Que se estiman los
44
honorarios profesionales en forma provisoria en la suma de 3 BPC, reponiéndose la
correspondiente vicésima. IV) Que las sumas que obran en moneda extranjera se
convierten a pesos uruguayos según la cotización del día 10 de julio de 2018, siendo la
misma la siguiente: i) Dólar estadounidense: $30,62 ii) Euro: $35.02. Asimismo, se toma
como referencia el valor de la Unidad Reajustable del día de la fecha, el que asciende a
la suma de $1.071,71.

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