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Nació en Roccasecca, cerca de Aquino, Nápoles.

El hijo menor de 12 hijos del Conde


Landulf de Aquino. Sus primeros estudios fueron con los benedictinos en Montecassino,
cerca del castillo de sus padres.

Continúa por cinco años en la Universidad de Nápoles. Allí supera a todos sus compañeros
y se demuestra su portentosa inteligencia. Conoce a los Padres Dominicos (comunidad
recién fundada) y entra con ellos pero su familia se opone. Trata de huir hacia Alemania,
pero por el camino lo sorprenden sus hermanos, lo apresan en el castillo de Rocaseca por
dos años. Aprovecha el tiempo en la cárcel estudiando la Biblia y la teología.

Los hermanos, al ver que no logran convencerle contra su vocación, le envían a una mujer
de mala vida para que lo haga pecar. Tomás la confronta con un tizón encendido y la
amenaza con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. La mujer huyó espantada.

Después de su liberación, Tomas fue enviado a Colonia, Alemania, donde estudió bajo el
Padre Dominico San Alberto Magno. Los compañeros al, ver a Tomás tan robusto y
silencioso, lo tomaron por tonto, por lo que le pusieron como apodo: "El buey
mudo". Pero un día, uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se
los presentó a San Alberto. Al leerlos, este les dijo a los estudiantes: "Ustedes lo llaman el
buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero". Mas aun que
su sabiduría destacaba su devoción. Pasaba horas en oración y tenía un profundo amor a la
Eucaristía.

Recibió el doctorado de teología en la Universidad de París y a los 27 años es maestro en


París (1252-1260). En 1259 el Papa lo llama a Italia donde por siete años recorre el país
predicando y enseñando. En Orvieto (1261-1264), en Roma (1265-1267), en Viterbo (1268),
en París (1269-1271) y en Nápoles (1272-1274). Sus clases de teología y filosofía son las más
concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los
asuntos de importancia. En una ocasión, en la Universidad se traba una discusión acerca de
la Eucaristía. Al no lograr ponerse de acuerdo, ambos bandos aceptan recurrir a Tomás
para que diga la última palabra. Lo que él dice es aceptado por todos.

En 4 años escribe su obra más famosa: "La Suma Teológica", obra maestra de 14 tomos.
Fundamentándose en la Sagrada Escritura, la filosofía, la teología y la doctrina de los
santos, explica todas las enseñanzas católicas. La importancia de esta obra es enorme. El
Concilio de Trento contaba con tres libros de consulta principal: la Sagrada Biblia, los
Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.

Santo Tomás logró introducir la filosofía de Aristóteles en las universidades.

Su humildad: Según el santo, el aprendió más arrodillándose delante del crucifijo que en la
lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo
Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Aun en las más acaloradas
discusiones exponía sus ideas con gran respeto y total calma; jamás se dejó llevar por la
cólera aunque los adversarios lo ofendieran fuertemente. Su lema en el trato era: "Tratad a
los demás como deseáis que los demás os traten a vosotros".
Amor a la Eucaristía
El Papa le encargó que escribiera los himnos para la Fiesta Corpus Christi. Así compuso el
Pangelingua y el Tantumergo y varios otros cantos Eucarísticos clásicos.

Habiendo escrito Tomás bellos tratados acerca de Jesús Eucarístico, Jesús le dijo en visión:
"Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?". Respondió Tomás: "Señor: lo
único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".

Su devoción por la Virgen María era muy grande. En el margen de sus cuadernos escribía:
"Dios te salve María". Compuso un tratado acerca del Ave María.

Final
El Sumo Pontífice lo envió al Concilio de Lyon, pero enfermó cerca de Roma y lo
recibieron en el monasterio cisterciense de Fosanova. Cuando le llevaron por última vez la
Sagrada Comunión exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el
precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en
Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo
obediente". Allí murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años. Sus restos fueron
llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero, fecha en la que se celebra
su fiesta.

Canonizado en 1323, declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y patrón de las universidades


católicas y centros de estudio en 1880.

Tomás de Aquino (en italiano, Tommaso D'Aquino; Roccasecca,1 Italia, 1224/1225-Abadía de


Fossanuova, 7 de marzo de 1274) fue un teólogo y filósofo católico perteneciente a la Orden de
Predicadores, el principal representante de la enseñanza escolástica, una de las mayores figuras
de la teología sistemática y, a su vez, una de las fuentes más citadas de su época en metafísica,
hasta el punto de que, después de muerto, sea el referente de varias escuelas del pensamiento:
tomista y neotomista. Es conocido también como Doctor Angélico, Doctor Común y Doctor de
la Humanidad, apodos dados por la Iglesia católica, la cual lo recomienda para los estudios de
filosofía y teología.

Sus obras más conocidas son la Summa theologiae, compendio de la doctrina católica en la cual
trata 495 cuestiones divididas en artículos, y la Summa contra gentiles, compendio de apología
filosófica de la fe católica, que consta de 410 capítulos agrupados en 4 libros, redactado a
petición de Raimundo de Peñafort.

Asimismo, fue muy popular por su aceptación y comentarios sobre las obras de Aristóteles,
señalando, por primera vez en la historia, que eran compatibles con la fe católica. A Tomás se le
debe un rescate y reinterpretación de la metafísica y una obra de teología aún sin parangón, así
como una teoría del Derecho que sería muy consultada posteriormente. Canonizado en 1323, fue
declarado Doctor de la Iglesia en 1567 y santo patrón de las universidades y centros de estudio
católicos en 1880. Su festividad se celebra el 28 de enero.
Vida
Juventud

Tomás de Aquino nació en 1225 en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, en el seno de una
numerosa y noble familia de sangre germana.2 Su padre, Landolfo, descendiente a su vez de los
condes de Aquino, estaba emparentado con el emperador Federico II. Su madre, Teodora, era
hija de los condes de Taete y Chieti.

Recibió Tomás su primera educación cumplidos los cinco años, en la abadía de Montecasino, de
la que era abad su tío. Ya por estas fechas sus biógrafos más reputados (Guillermo de Tocco,
Bernardo Guido o Pedro Calo) destacan una singular devoción, señalando que, desde bebé, se
aferraba fuertemente a un papiro que tenía escrito el Ave María.3 Le enseñaron primariamente
gramática, moral, música y religión hasta 1239, cuando el emperador Federico II decretó la
expulsión de los monjes. A finales del mismo año el joven Tomás entró en un centro más
avanzado, acorde a sus facultades: la Universidad de Nápoles, que, mediante las artes liberales,
le introdujo en la lógica aristotélica. En 1244, sintiéndose intensamente llamado a la vida austera
e intelectual de los frailes dominicos que había conocido en un convento de Nápoles, ingresó
excepcionalmente rápido en su Orden, gracias a la amistad que había trabado con el Maestro
General Juan de Wildeshausen. La decisión contrarió sobremanera a su familia, que tenía
planificado que Tomás sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterados de que
Tomás se iba a dirigir a Roma para iniciarse en los estudios del noviciado sus hermanos lo
raptaron y retuvieron durante más de un año en el castillo de Roccasecca con la intención de
disuadirlo de su ingreso definitivo en la orden. Tras haber sido tentado varias veces, logró huir
del castillo, y, para alejarse de su familia tuvo que ser trasladado a París. El Aquinate sorprendió
a los frailes cuando estos vieron que se había dedicado a leer y memorizar la Biblia y las
Sententias de Pedro Lombardo, incluso había comentado un apartado de las Refutaciones
sofísticas de Aristóteles que eran las referencias para los estudios de la época.

Formación universitaria

La Universidad de París era ideal para las aspiraciones del joven Tomás, por su marcada
predisposición al Trivium (ya tradicional en París) y por sus escuelas de teología. Tuvo por
maestros más destacados a Alejandro de Hales y a Alberto Magno, ambos acogedores de la
doctrina aristotélica (especialmente el segundo). Entre sus compañeros estaba Buenaventura de
Fidanza con quien mantuvo una singular relación de amistad, aunque también de cierta polémica
intelectual. Antes de que Tomás acabara los estudios, Alberto Magno, sorprendido por el
entendimiento de su alumno napolitano, le encarga un Acto escolástico, y a sus fortísimos
argumentos el alumno responde con perfecta distinción, deshaciendo el discurso del Doctor
alemán, el cual dijo a la asamblea:

Vosotros llamaís a éste el Buey mudo, pero yo os aseguró que éste Buey dará tales mugidos con
su saber que resonarán por el mundo entero

Barbado Viejo, F. Introducción General en Tomás de Aquino Suma teologica Tomo I. BAC
1947, p.12
Alberto Magno, seguro del potencial del novicio, se llevó a éste consigo, a Colonia, a enseñarle y
estudiar profundamente las obras de Aristóteles, que ambos habrían de defender posteriormente.
En esa época Tomás fue ordenado sacerdote. Tomás volvería a París en 1252 para continuar sus
estudios, pero encontraría una fuerte oposición a las Órdenes mendicantes, liderada por los
profesores seculares, que perseguían el abandono de la Universidad, en señal de protesta contra
el encarcelamiento de alumnos delincuentes. Pero el objeto último de su ira eran los maestros
mendicantes: su singular pobreza, constancia y hábito de estudio llenaba sus clases de alumnos
(Véase el caso de Alberto Magno) y ponía en evidencia a los seculares.

El punto álgido de aquel enfrentamiento, que llegó a amenazar la vida de los mendicantes, llegó
cuando el doctor Guillermo de Saint Amour publicó sus tratados: Libro del anticristo y sus
ministros y Contra los peligros de los novísimos tiempos. Tomás escribió en octubre de 1256,
unos meses más tarde del segundo panfleto de San Amour, Contra los que impugnan el culto
divino y, el Papa Alejandro IV, ese mismo mes, excomulgaría a San Amour, prohibiéndole la
enseñanza y los sacramentos. El joven napolitano contaría, a raíz de su respuesta a Saint Amour,
con la confianza papal en cuestiones teológicas, y se le asignó la revisión del Libro introductorio
al Evangelio eterno, de influencias joaquinistas.

Enseñanza universitaria

Tras aquella destacada actuación se le concedió el doctorado con la excepcional edad de 31 años,
por lo cual, en 1256 ejerce como maestro de Teología en la Universidad de París. Allí escribe
varios opúsculos de gran profundidad metafísica, como De ente et essentia y su primera Summa
o compendio de saber: el Scriptum super Sententias. Además, goza del puesto de consejero
personal del Rey Luis IX de Francia.

En junio de 1259, Tomás es llamado a Valenciennes, junto con Alberto Magno y Pedro de
Tarentaise (futuro papa Inocencio V), para organizar los estudios de la Orden, aprovechando que
tenía que trasladarse a su Italia natal. Estuvo durante un periodo de diez años enseñando en
Nápoles, Orvieto, Roma y Viterbo. En esta era de su vida Tomás termina la Summa contra
gentiles, que sería la guía de apología de la Orden en España, encarga la traducción de
numerosas obras de Aristóteles a su amigo erudito Guillermo de Moerbeke, para evitar ciertos
errores de interpretación cometidos por los árabes, y comienza la redacción de la Summa
Theologiae. Es menester señalar que el Papa Urbano IV lo nombró consejero personal, y que le
encargó la Catena aurea (Comentario a los cuatro Evangelios), el Oficio y misa propia del
Corpus Christi y la revisión del libro Sobre la fe en la Santísima Trinidad, atribuido al obispo
Nicolás de Durazzo.

El Aquinate fue enviado de vuelta a París, debido a la gran oposición que se había alzado en
contra de su figura y doctrina. Ésta época, por ser la última, es la más madura y fecunda del
Aquinate, el cuál se enfrentó a tres brazos del pensamiento: los idealistas agustinistas,
encabezados por Juan Peckham, los seculares antimendicantes, dirigidos por Gerardo de
Abbeville y, por último los averroístas, cuya figura visible era Sigerio de Brabante. Tomás ya
había asumido públicamente, numerosas ideas aristotélicas y completó las Exposiciones de las
más destacadas obras de Aristóteles, del Evangelio de Juan y de las Cartas de Pablo el apóstol.
Por otro lado, escribe sus famosas cuestiones disputadas de ética y algunos opúsculos en
respuesta a Juan Peckham y Nicolás de Lisieux, al tiempo que terminaba la segunda parte de la
Summa Theologiae.

Pero su gran lucha vino contra los averroístas: Sigerio de Brabante, máxima figura de la Facultad
de Artes, había manifestado en sus clases (no en sus obras, de lógica y física, como el Sophisma
y su comentario a la Física de Aristóteles) que el hombre no tenía naturaleza espiritual por lo que
la razón podía contradecir la fe sin dejar ambas de ser verdaderas. Tomás, líder indiscutible de la
Facultad de Teología, respondería ese mismo año con su De unitate intellectus contra
averroistas terminando dicho opúsculo en una declaración sin par:

He aquí nuestra refutación del error. No está basada en documentos de fe sino de razón, y en los
asertos de los filósofos. Si hay, pues, alguien que, orgullosamente engreído en su supuesta
ciencia, quiera desafiar lo escrito, que no lo haga en un rincón o ante niños, sino que responda
públicamente si se atreve. El me encontrará frente a sí, y no sólo al mísero de mí, sino a muchos
otros que estudian la verdad. Daremos batalla a sus errores o curaremos su ignorancia

GK Chesterton Santo Tomás de Aquino. Espasa-Calpe 1941, p.84

Tras este desafío singular se dice, pues no consta entre sus biógrafos, que ambos se enfrentaron
públicamente4 y no sería descabellado, ya que Tomás había disputado con, por ejemplo,
Peckham ante la universidad5 pero lo históricamente válido es que Tomás salió ampliamente
victorioso tras la publicación del opúsculo, ya que, en primer lugar, Siger se retractó de muchas
cuestiones en su De anima intellectiva, y en segundo lugar, el obispo de París, Esteban Tempier
condenaría a los pocos meses hasta trece cuestiones esenciales del averroísmo, lo que provocó
una gran huelga en la Facultad de Artes.

Regreso y muerte

Terminada su labor en Francia, se le encargó la fundación de un nuevo capítulo provincial en su


Nápoles natal. Antes de ello Tomás visitó su familia, así como sus amigos el cardenal Anibaldo
degli Anibaldi y el abad de Montecassino Bernard Ayglier. En Nápoles debe destacarse que fue
recibido como un rey, así como la numerosa correspondencia que mantuvo, respondiendo dudas
al mismo Bernard Ayglier entre muchos otros. Sin embargo, tan pronto comenzó la tercera parte
de la Summa Theologiae tuvo una singular experiencia mística (ya las había tenido antes, está
bien documentado6 ) tras la cual se le haría imposible escribir:

Me han sido reveladas semejantes cosas que lo que he escrito me parece paja.

Forment (2005, p. 21)

Al menos accedió a la invitación del Papa Gregorio X para asistir al Concilio de Lyon II. Sin
embargo, desde el arrebato místico estaba muy débil, y hubieron de acogerle en la Abadía de
Fossanova. Tras varias profecías y milagros7 documentados y con numerosos testimonios,
Tomás murió haciendo una enérgica profesión de fe el 7 de marzo de 1274, cerca de Terracina.
Posteriormente, el 28 de enero de 1369, los restos mortales del filósofo y teólogo fueron
trasladados a Tolosa de Languedoc, motivo por el cual la Iglesia católica celebra su memoria en
esta fecha.

Después de su muerte, algunas tesis de Tomás de Aquino, confundidas entre las averroístas,
fueron condenadas por el obispo de París, Étienne Tempier, quien en 1277 lanzó una gran
condena de 219 tesis respecto a la Universidad de París. A pesar de que era una condena
importante, pero local, Tomás de Aquino fue canonizado rápidamente, el 18 de enero de 1323.
Las condenas de 1277 fueron inmediatamente levantadas en lo que respecta a Tomás de Aquino
el 14 de febrero de 1325.

Tomás de Aquino es, junto con Aristóteles, Agustín, Leibniz, Kant y Hegel, uno de los
intelectuales más profundos, sistemáticos y fecundos de la Historia.

Obra
La obra escrita de Tomás de Aquino es inmensa y, cuando se tiene en cuenta que murió a los
cuarenta y nueve años y había recorrido casi 10 000 kilómetros en viajes a pie se considera una
hazaña inigualable. Josef Pieper comentaba:

Apenas puede creerse todo lo que escribió los últimos años en París

Josef Pieper Doce lecciones sobre tomismo Ed. Rialp 1948, p. 27

Sus obras más extensas, y generalmente consideradas más importantes y sistemáticas, son sus
Sumas: la Summa Theologiae, la Summa contra Gentiles y su Scriptum super Sententias. Aunque
el interés y la temática principal siempre es teológico, cuenta también con varios comentarios a
obras filosóficas, destacándose, como se ha dicho antes, en Aristóteles con obras filosóficas,
polémicas o litúrgicas. A lo largo de la historia se le han atribuido obras espurias, que con el paso
del tiempo han dejado de ser consideradas de su autoría. Así, sus obras se encuentran divididas
en:

 Tres síntesis teológicas, o summas


 Nueve tratados en la forma de disputas académicas
 Doce disputas quodlibetales
 Nueve exégesis sobre las Sagradas Escrituras
 Una colección de glosas de los Padres de la Iglesia sobre los Evangelios
 Once exposiciones sobre los trabajos de Aristóteles
 Dos exposiciones de trabajos de Boecio
 Dos exposiciones de trabajos de Proclo
 Cinco trabajos polémicos
 Cinco opiniones expertas, o responsa
 Quince letras sobre teología, filosofía o temas políticos
 Un texto litúrgico
 Dos oraciones famosas
 Aproximadamente 85 sermones
 Ocho tratados sobre teología
Pensamiento
Fe y Razón

El pensamiento de Tomás de Aquino partía de la superioridad de las verdades de la teología


respecto a las racionales, por la sublimidad de su fuente y de su objeto de estudio: Dios. Aunque
señaló que la razón era muy limitada para conocer a Dios, ello no le impidió mostrar que la
filosofía era un modo de hallar conocimientos verdaderos:

En primer lugar porque no contradice a la teología, así lo dice:

Lo naturalmente innato en la razón es tan verdadero que no hay posibilidad de pensar en su


falsedad. Y menos aún es lícito creer falso lo que poseemos por la fe, ya que ha sido confirmado
por Dios. Luego como solamente lo falso es contrario a lo verdadero, como claramente prueban
sus mismas definiciones, no hay posibilidad de que los principios racionales sean contrarios a la
verdad de la fe

Tomás de Aquino (2007, p. 53)

En segundo lugar, porque es la herramienta natural del hombre para conocer el mundo y el
Aquinate, como se ha visto, considera imposible pensar en la falsedad de la razón por lo
connatural que no es. No obstante, Tomás señalaba que si se llegaba a una contradicción real y
no aparente entre una conclusión de fe y otra racional, la errónea sería la de razón ya que Dios es
infalible. Un ejemplo de contradicción aparente sería la cuestión de la Trinidad:

Tomás, por razón, señala que "Dios es simple", y, por fe, que es "trino", pero para ser trino (que
no triple) hace falta ser uno, es decir simple, por lo que fe y razón no se contradicen, sino que la
gracia de la fe supone (acepta) y eleva (perfecciona) la naturaleza, racional en este caso.

Ontología

Tomás, como máximo exponente de la figura de Aristóteles, tiene en el ser el punto de partida de
su esquema del pensamiento. El Aquinate comienza su ciencia en el ente, que se define como lo
que está siendo. Ahí introduce su innovadora distinción entre esencia y existencia. Ya que
podemos actualizar interiormente la esencia de un objeto (su figura, sus límites),
independientemente de que exista, de que tenga realidad propia, contenido propio, hay que
concluir que ambos son principios diferentes. Tomás asocia la esencia, por ser limitación, con la
potencia aristotélica, y la existencia, por ser perfección, como acto; en esta independencia de la
existencia respecto a la esencia radica la cuestión de la contingencia de los objetos y de toda
metafísica en general. Al hilo de ello, Tomás se refiere a a Dios, que es plenamente subsistente
no-contingente luego su existencia se encuentra en su esencia, se define como el ser propio y
absoluto, el Ser, como se verá más adelante.

La siguiente innovación radica en las propiedades inherentes del ser, o trascendentales, que son
tres:
Unidad: Un ente, por Principio de no contradicción, es una realidad simple, es decir,
incontradictoria. Esto enlaza con lo que dijo Aristóteles:

El Ser y el Uno son la misma cosa

Aristóteles Metafísica. Alianza Editorial, 2011, p.112

Verdad: Se dice aquí que todo ente es inteligible, que cualquier ente cabe de ser pensado. La
verdad sería pues la propiedad de cognoscibilidad del ente, cosa afirmada por Agustín de Hipona
y reforzada por Tomás en su famosa definición:

Conformidad del entendimiento con su principio, las cosas

Tomás de Aquino. Suma Teológica Tomo I. BAC, 1947, pg. 639

Bondad: Ya que el mal, por ser mera corrupción, no existe como tal, como ente, no hay ente que
sea "malo", así pues, todo ente es bueno, apetecible por la voluntad.

La ontología de Tomás no es, pues, una metafísica de las esencias y de las categorías como venía
siendo tiempo atrás sino de algo aún más profundo: del ser mismo 8 lo cual conlleva un punto de
vista más real, optimista y exacto.

Conocimiento

La teoría del conocimiento de Tomás de Aquino es un rescate de la defendida por Aristóteles.


Para ambos el entendimiento toma la forma genérica y substancial de los objetos del exterior
(percibida a través de los individuos, plenamente reconocidos por la intencionalidad del esciente)
y la abstrae, dando lugar a la especie o universal en acto. En ello radica la diferencia
cognoscitiva entre hombre y animal, ya que el universal es un elemento indispensable para toda
ciencia, que sólo puede alcanzar el hombre.

La novedad de Tomás en este tema reside en su respuesta al problema de los universales. Dicho
problema, mencionado primeramente por Porfirio en su Isagoge, analiza el modo de ser del
universal. Ya que ésta cuestión es de capital importancia antropológica (Está visto arriba),
directa o indirectamente las grandes figuras intelectuales de la Edad Media como Agustín de
Hipona, Escoto Eriúgena, Anselmo de Canterbury, Pedro Abelardo o Sigerio de Brabante
tomaron postura en la polémica. Tomás no sería menos y dio la siguiente solución, destacando
tres estados reales del universal:9

 Ante rem (Anteriores a las cosas): En la mente de Dios, por ser Creador del mismo, como
arquetipo de los entes de la realidad material.
 In rem (En las cosas): Como estructura que conforma la especie de un objeto singular.
Está mezclado con la materia, por lo que, como tal, en el aspecto sensitivo es potencial e
imperceptible.
 Post Rem (Posteriores a las cosas): Como conceptos lógicos, abstraídos de los entes
reales materiales y, necesariamente por lo dicho arriba, inmateriales.
Existencia de Dios

La demostración de la existencia de Dios, ofrecida en una formulación sintética a través de las


así llamadas "Cinco Vías" es un punto breve en la magna obra de Tomás. No obstante, su
exposición es tan completa y sistemática que ha hecho sombra a Platón, Aristóteles, Agustín de
Hipona o Anselmo de Canterbury y se ha convertido en el modelo de la filosofía clásica respecto
a éste punto.10

La Primera Vía se deduce del movimiento de los objetos. Tomás explica mediante la distinción
de acto y potencia, que un mismo ente no puede mover y ser movido al momento, luego todo
aquello que se mueve lo hace en virtud de otro. Se inicia, pues, una serie de motores, y esta serie
no puede llevarse al infinito, porque no habría un primer motor, ni segundo (es decir, no habría
comunicación de movimiento) por lo tanto debe haber un Primer Motor Inmóvil que se identifica
con Dios, principio de todo.

La Segunda Vía se deduce de la causa eficiente (pues todo objeto sensible está limitado por la
forma, de ahí que no sea eterno y sí causado). Se inicia, por lo tanto, una serie de causas análoga
a los motores que termina en una Causa Incausada, identificada con Dios, creador de todo.

La Tercera Vía se deduce a partir de lo posible. Encontramos que las cosas pueden existir o no,
que pueden pensarse como no existentes y por lo tanto son contingentes. Es imposible que las
cosas sometidas a la posibilidad de no existir lleven existiendo eternamente pues en algún
momento habrían de no existir. Por lo tanto debe haber un Ser Necesario que se identifica con
Dios, donde esencia y existencia son una realidad.

La Cuarta Vía se deduce de la jerarquía de valores de las cosas. Encontramos que las cosas son
más o menos bondadosas, nobles o veraces. Y este "más o menos" se dice en cuanto que se
aproxima a lo máximo y (ya que los grados inferiores tienen su causa en algo genéricamente más
perfecto) lo máximo ha de ser causa de todo lo que pertenece a tal género. La causa de la bondad
y la veracidad se identifica con Dios, el Ser máximamente bueno.

La Quinta Vía se deduce a partir del ordenamiento de las cosas. Tomás recuerda como los
cuerpos naturales, siempre o a menudo, obran intencionadamente con el fín de lo mejor, muchos
incluso sin conocimiento. Llegó a decir, fiel a Aristóteles, que cada ente, como causado, debe
tener un orden dado, tanto por razón de su forma (esencia) como de su existencia y,
remontándonos en la serie de causas finales, esto sólo es posible si hay un Ser supremamente
inteligente, que es Dios.

Muchas de las numerosas críticas a esta propuesta de Tomás se deben a tres fenómenos
corregibles:

Lectura imprecisa
Se le ha criticado que no explicaba la solución a la serie de infinitos, ni la contingencia de
los cuerpos o que emplea el principio de razón suficiente y mal11 pero ninguna afirmación
es cierta, como se puede ver.
Formación insuficiente
Un caso notorio a este respecto es el del genetista Richard Dawkins quien señaló, entre
otros, tres aspectos imposibles de las Cinco Vías:
Que la causalidad habría de aplicarse igualmente a Dios, por ser supuestamente objeto de
estudio (y de causa) por lo que no sería tal (citando a Immanuel Kant).
Que también los valores negativos, como "la hediondez", necesitaban de un máximo
igualmente, por lo que Dios no sería tal.
Por último, que la omnipotencia de Dios le haría conocedor de su futuro y apto para
negarse a sí por lo tanto no sería tal.12

Lo que Dawkins no reconocía era:

 Que se ha difamado el argumento: la causalidad ha de detenerse necesariamente en un


punto incausado, también llamado Dios.
 Que la hediondez es una corrupción de la bondad (verdadero valor) en cuanto olfativa.
 Por último, que Dios no tiene futuro, no existe término alguno en él pues es
absolutamente inmutable e inmóvil.

Error terminológico
Arthur Schopenhauer criticaba que la necesidad era un efecto de un principio. Esa
definición, bien conocida por Tomás, se aplica a la analítica lógica, por eso es
incompleta. Tomás se refiere a la necesidad como tal de la existencia, que se contiene en
la naturaleza divina.

También se le ha criticado que dicho Dios no tiene por qué ser el Dios cristiano, sino que podría
ser el Uno de Plotino o la Causa Incausada de Aristóteles. A esto hay que decir que el Dios de las
Cinco Vías es el ser por esencia, el acto puro y propio que se lee en el Éxodo, capítulo 3,
versículo 14:

"Yo soy el que es13 "

A pesar del gran optimismo de Tomás respecto a la cognoscibilidad de Dios, éste no estaba
dispuesto aceptar cualquier vía para demostrar la existencia de Dios. Su realismo aristotélico
provocó numerosos enfrentamientos con los agustinistas, y, entre otras cuestiones, con el muy
discutido argumento ontológico; es poco menos que impresionante apreciar que Tomás, por
defender la verdad, es capaz de negar uno de los pilares doctrinales de un Doctor de la Iglesia,
que él, como devoto creyente, considera casi infalible.

Tomás, muy por delante de las futuras exposiciones empíricas (Hume y Kant), da dos razones
simples y fáciles de entender para negar la conclusión del argumento.

Una radica en la evidencia de la idea de Dios:

Que Dios existe, es ciertamente evidente en sí, porque es su mismo ser, pero con respecto a
nosotros, Dios no es evidente. Que el todo sea mayor que las partes es, en sí, absolutamente
evidente. Pero no lo es para el que no concible el todo. Y así sucede con nuestro entendimiento
Tomás de Aquino (2007, p. 60)

Otra radica en la existencia de la idea de Dios:

Y de que concibamos intelectualmente el significado del término "Dios" no se sigue que Dios
sea existente sino concebido en el entendimiento. Y en consecuencia, el ser más perfecto que se
pueda pensar no es necesario que se dé fuera del entendimiento

Tomás de Aquino (2007, p. 60)

Aquí el Aquinate distingue "pensar algo como existente" y "pensar algo ya existente", señalando
que la existencia que pide Anselmo es necesariedad, es un deber-ser meramente intelectual, no
existencial.

Asimismo, Tomás defendió, con gran éxito, frente a Juan Peckham la posibilidad de que el
mundo fuera causado y eterno al mismo tiempo, es decir, con término de ser pero no de
movimiento físico, demostrando su cercanía con el pensamiento clásico griego:

La causa completa y su efecto son simultáneos, pero a Dios no le falta ningún complemento
luego su efecto siempre puede darse

«Sobre la eternidad del mundo».

Esencia de Dios

Tomás, como se ha visto, dejó claro que (Debido a su inmensidad) no podemos contemplar a
Dios como tal y señaló que la mejor forma de conocer a Dios sería mediante su Revelación
directa: la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, la Tradición apostólica y el Magisterio de
la Iglesia. Sin embargo, desde el punto de vista estrictamente filosófico, se habría de conocer a
Dios no mediante dichas fuentes sino del modo en que está ordenada la razón natural: tomando
las cosas sensibles (los efectos) y abstraerse a sus principios (la causa) o fines. Una vez realizado
ese proceso se establece qué tienen en común y qué no, es decir, las dos Vías del Conocimiento
de Dios:

Vía negativa
El Aquinate afirma en su Summa contra gentiles que en Dios no hay composición,
violencia, corporeidad o potencia alguna, no porque le falten dichos rasgos y parezca, así,
incompleto, sino porque está por encima de todo límite o posibilidad.

De esta manera, eliminando predicados "negativos" obtenemos una imagen más exacta de Dios,
que es, por oposición, simple, natural, incorpóreo y acto puro.

Vía afirmativa
Se trata de predicar las cualidades de todos aquellos atributos de bondad, veracidad y
otros valores "positivos" pues Dios es causa en todo cuanto hay de bueno en la tierra, y
por lo tanto, como está dicho en la Cuarta Vía, él es la pura Bondad, Verdad etc...
Este modo de relacionar sujetos entre sí por su parecido, fruto de la proporcionalidad de ciertos
predicados es lo que Tomás llama analogía. Aunque es una herramienta definida y empleada
como tal por primera vez por Aristóteles, no era sino un aspecto de la sofística sin analizar
internamente, de lo cual se ocuparía Tomás. Éste distinguió dos clases de analogías:

De proporcionalidad
Se da en un conjunto de objetos, con distinta naturaleza por la distinta entidad de éstos.
Es de forma "horizontal" y según el atributo, puede ser propia o metafórica.
De atribución
Se da desde un "primer analogado" activo o un "analogado" pasivo, por lo que es de
forma "vertical".

La novedad de Tomás radica no sólo en tal distinción sino en emplear éste nexo lógico en un
campo existencial y sumándole el concepto de "eminencia" (Dios posee el atributo de modo
supremo por lo que está absolutamente identificado con tal).

El alma y el cuerpo

La enseñanza filosófica del Aquinate sobre la entidad y relación del alma y cuerpo viene
recogida, en gran medida, en la respuesta que da al averroísmo y a su Teoría de la unidad del
intelecto o entendimiento:

Fruto de la exégesis neoplatónica de Alejandro de Afrodisias de los textos aristotélicos, así como
del extremismo teocentrista arábigo, el filósofo árabe Averroes, evolucionando la opinión del
verdadero precursor, Avicena, defendió que el intelecto agente, el actualizador del universal, era
Alá, y que tal universal el género humano lo asimilaba y hacía ciencia con él en el intelecto
posible (que era único para todos) por lo que ninguna alma tenía, como individuo, nada
incorpóreo; así pues, ninguna era inmortal. Averroes indicaba que la relación entre
entendimiento y alma humana se daba mediante la fantasía, entendida como facultad de
conocimiento sensitivo, propia del animal. A esto dicho filósofo añadía, como nos ha dejado
constancia Tomás, que ésta era la opinión de Aristóteles, pues él decía que el entendimiento era
impasible, inmixto y separado14

Para entender la singular energía de Tomás en respuesta a esta opinión habría que caer en la
cuenta de dos aspectos de la misma.

 Traicionaban y confundían el legado de Aristóteles, provocando que el Aquinate fuera


objeto de innecesarias críticas (de Buenaventura de Fidanza por ejemplo)

 Negaba, a través de elementos verdaderos, toda relación posible del hombre con Dios, lo
que daría pie a la Teoría de la doble verdad donde se despreciaba la fe y confundía la
persona de Jesucristo, haciéndola pasar por un sujeto doble, divino y humano, como lo
hace hoy el modernismo teológico y la teología de la liberación.

Vistos estos puntos se puede entender la energía del Aquinate en responder a Sigerio, pero no lo
hace desde el sentimiento y la sofística sino, como se verá, desde el sentido común y la sencillez:
El individuo es hombre porque entiende mediante su entendimiento posible. Si este hombre tiene
una fantasía distinta de aquél pero no otro entendimiento posible sino uno idéntico, seguíriase
que son dos animales y un único hombre, que es evidentemente imposible, luego no hay un único
entendimiento posible

Tomás de Aquino (2007, p. 528)

Los fantasmas o imágenes, que son entendidos en potencia, son diversos, lo que da la especie ha
de ser uno pues la especie es una y a lo uno corresponde luego el hombre no recibe la especie por
los fantasmas

Tomás de Aquino (2007, p. 529)

Si el entendimiento posible es algo del alma humana y se multiplica en atención a los individuos,
como ya se demostró, por proporción igual será el entendimiento agente, y no uno para todos

Tomás de Aquino (2007, p. 554)

Del mismo modo, criticaría que la opinión de Aristóteles no era tal pues él afirmó por escrito que
el entendimiento es potencia genérica del alma mediante el cual opina y entiende15 por lo tanto
el que esté separado e inmixto se toma respecto a otras potencias del individuo.

A partir del asentimiento de Tomás a el intelectualismo del alma, afirmará, por ser recipiente del
universal, que ésta es inmaterial e incorruptible. Respecto al cuerpo, Tomás criticó a Platón de
rechazarlo y de afirmar la unión de ambos como accidental, por lo que defendió la unidad
sustancial de ambos y su identidad como un solo sujeto.

Ley natural

El fin último del hombre es el bien de su especie, su plenitud-perfección, alcanzar la felicidad.


Para obtenerla debe responderse a su naturaleza, a su forma humana, y que el ser humano
entiende a Dios, Sumo Bien, por el dictamen de su intelecto es como llega al bien (del cual da
Dios razón) de las cosas 16 Ya que todo ente tiene una forma, con sus límites y medidas, según
esas leyes de naturaleza, el hombre alcanza su bien, su virtud. A ello se le llamaría ley natural.

En consecuencia, la ley positiva, si es contraria a la ley natural, es injusta pues atenta contra el
bien del hombre. De este modo, la ley natural expresa la libertad del hombre y exige una
ordenación racional de su conducta. Esto explica que, para Tomás de Aquino, la peor forma de
gobierno es la tiranía. Tomás de Aquino recoge las virtudes aristotélicas cuya realización está en
el justo medio. Esto se ve corroborado, profundizado y trascendido por la revelación cristiana.
Según ésta, el compendio de la ética es el amor al prójimo, que es querer el bien de todo hombre.

Influencias y repercusiones
Tomás, aun siendo teólogo, destacó por haber leído y estudiado exhaustivamente a todos los
intelectuales referenciales del momento, filosóficos incluidos, de ahí que pudiera alcanzar una
síntesis tan extensa y consistente. Los materiales para su pensamiento son de muy diverso
origen:

En primer lugar de Platón. A él se le debe cierta doctrina de la participación (aún no plenamente


metafísica), para explicar la relación entre Dios y las criaturas, así como la cuestión de los grados
de perfección. Tomás también conocía a los estoicos como antecedentes de la idea tomista de ley
natural.

De Aristóteles coge sus teorías principales, aunque con la perspectiva cristiana del ser, como se
ha visto antes. Los conceptos de forma y materia, acto y potencia, substancia y accidentes y Dios
como fundamento último de los movimientos de la realidad (primera y quinta Vía). Asume toda
su teoría del conocimiento y las bases de su antropología: la concepción formal del alma, su
división tripartita, etc. En Ética y Política recoge el concepto y la clasificación aristotélica de la
virtud y completa sus aportaciones sobre la ley natural (base del derecho natural, que, aún
defendido por John Locke e Inmanuel Kant, es metafísico), y completa estos esquemas con la
referencia a la ley eterna y las virtudes teologales (ajenas a la misma cultura griega). Por otra
parte, la Lógica la acepta íntegramente desde su juventud.

Del pensamiento musulmán y judío, además de acoger sus comentarios a Aristóteles destaca por
su atención a Avicena en su distinción (aún inexacta, debido a su esencialismo) entre esencia y
existencia, y en la formulación de la Tercera Vía. Por otro lado, de Maimónides recoge la
defensa de la creación de la nada y su modo de entender las relaciones entre la fe y la razón. En
cuanto a lo cristiano, es fundamental recordar su adhesión inquebrantable a la Biblia, los
Decretos de los Concilios y los Papas (destaca Gregorio Magno por sus tratados morales y
pastorales). Entre los Padres de la Iglesia destaca, eminentemente, Agustín de Hipona en la
relación de los atributos de Dios, la idea de la creación o la tesis de la inmaterialidad del alma, la
cuestión de la Trinidad entre muchas otras (afinadas por su aristotelismo)

De otros neoplatónicos como Pseudo Dionisio Areopagita asume los aspectos neoplatónicos de
sus obras, como el concepto de participación y las grados de perfecciones, en clave teológica. De
Boecio, sus aportes a los dogmas trinitarios y cristológicos. Alberto Magno, en último lugar, le
introduje en el conocimiento de Aristóteles y le inició en la cuestión de los trascendentales.

Respecto a su influencia posterior, Tomás jugó un papel capital, nunca antes visto en la Iglesia
católica, como referencia y modelo de pensamiento, tanto en la Inquisición como en el Concilio
de Trento. En el siglo XV sus seguidores son muy diversos: el canciller Juan Gerson, el
inquisidor Tomás de Torquemada y Girolamo Savonarola. En el siglo XVI defienden su doctrina
y figura el Papa Pío V (que lo nombró Doctor de la Iglesia) y un buen número de distinguidos
españoles como el fundador de la Compañía de Jesús Ignacio de Loyola (cuya lectura él decreta
en el Cap. 14, punto 4° de las Constituciones17 ), el Doctor místico Juan de la Cruz (que emplea
constantemente sus principios para explicar los mecanismos espirituales), el cardenal Tomás
Cayetano, Francisco de Vitoria y Domingo de Soto. Más tarde, asentando la reforma contra el
protestantismo en el siglo XVII, destacan el obispo Francisco de Sales, Juan de Santo Tomás,
Francisco Suárez y Domingo Báñez.
En el siglo XVIII, a pesar de la poderosa aparición del racionalismo y, a raíz de él, el empirismo
(entre ilustrados) y ontologismo (entre católicos como Nicolas de Malebranche) cabe mencionar
las aportaciones del cardenal Juan Tomás de Boxadors y los obispos Alfonso María de Ligorio y
Jacques Bossuet.

Ante las nuevas corrientes intelectuales como el idealismo romántico, nihilismo vitalista,
filosofía de la conciencia (Henri Bergson) y Fenomenología, así como una rama fideísta ultra-
católica (Louis Eugène Marie Bautain, Louis de Bonald y el joven Félicité Robert de
Lamennais), la Iglesia católica recomendó directamente a Tomás para un estudio veraz, acorde a
la fe católica. Ya en el siglo XIX Tomás es recomendado por los Papas Leon XIII (es famoso por
su encíclica Aeterni Patris) y Pio X (destacó su motu propio Doctoris Angelici) con el apoyo de
los cardenales Désiré Félicien-François-Joseph Mercier, Tomás Zigliara y Zeferino González, al
tiempo que surgen los grandes inspiradores del neotomismo: Pierre Mandonnet y Ambroise
Gardeil. Y, al fin, en el siglo XX se trata de los Papas Pío XI (Studiorum Ducem), Juan Pablo II
(formado en el Angelicum) el canciller Etienne Gilson, Josef Pieper, Reginald Garrigou-
Lagrange, Jacques Maritain, Antonin-Dalmace Sertillanges y Sebastiaan Tromp.

En la Iglesia en general, es la referencia de los Concilios Trento y Vaticano I (en la constitución


Dei Filius), a la vez que se coloca como paradigma de estudios en general en el Vaticano II (se
vuelve a nombrar como autoridad a seguir en cuestiones especulativas y metafísicas18 ) y en el
Código de Derecho Canónico (can. 589 y 1366). De hecho, hoy, numerosos escritos de los Papas
vuelven constantemente a él.

Figura en el Calendario de Santos Luterano.

Tomás de Aquino nació en el castillo de Roccasecca, cerca de Aquino, en el año 1225, en el seno
de una numerosa y noble familia italiana. Su padre, Landolfo, descendiente a su vez de los
condes de Aquino, estaba emparentado con el emperador Federico II. Su madre, Teodora, era
hija de los condes de Taete y Chieti. Recibió Tomás su primera educación, a partir de los cinco
años, en la abadía de Montecasino, de la que era abad su tío, permaneciendo en el monasterio
hasta 1239, cuando el emperador Federico II decretó la expulsión de los monjes. Allí realizó los
estudios ordinarios de gramática, latín, música, moral y religión.

A finales de 1239 se dirigió a la universidad de Nápoles para continuar sus estudios,


permaneciendo en dicha ciudad hasta 1244, año en que, sintiéndose atraído por la vida de los
frailes dominicos que había conocido en un convento de Nápoles, ingresó en la orden como
novicio. La decisión no fue del agrado de su familia, que hubiera preferido que Sto. Tomás
sucediera a su tío al frente de la abadía de Montecasino. Enterada de que Sto. Tomás se iba a
dirigir a Bolonia para participar en un capítulo general de la orden, y que posteriormente sería
enviado a París para continuar sus estudios, fue raptado por sus hermanos y retenido por ellos
durante más de un año en el castillo de Roccasecca, con la intención de disuadirlo de su ingreso
definitivo en la orden, cosa que no consiguieron dejándole, finalmente, cumplir su voluntad. Se
dirigió posteriormente a París, probablemente en el verano de 1245.
En París permaneció hasta 1248, como estudiante, ganándose rápidamente la confianza de San
Alberto Magno quien se sintió atraído por las grandes posibilidades intelectuales de su discípulo.
En 1248 se dirigió a Colonia, con San Alberto, quien iba a fundar una casa de estudios para la
orden.

En Colonia permaneció con él hasta 1252, regresando a París para continuar sus estudios,
recibiendo su licenciatura (licencia para enseñar en la Facultad de Teología) en 1256, siendo
nombrado Magister ese mismo año, ocupando su cátedra hasta el 1259.

En 1259 se trasladó a Italia, donde permaneció hasta 1268, con el encargo de enseñar teología en
la Corte pontificia . A lo largo de estos años residió en varias ciudades italianas, como Anagni,
Orvieto, Roma y Viterbo, siendo invitado a dar conferencias en las universidades de Nápoles y
Bolonia. En esta época conoce, entre otros personajes ilustres, a Guillermo de Moerbeke, el
famoso traductor de las obras de Aristóteles, quien puso a su disposición varias de sus
traducciones, entre ellas algunas que se encontraba prohibidas en la época (De Anima, De Sensu
et Sensato y De Memoria et Reminiscentia) y que Sto. Tomás comentará, junto con otras obras
de Aristóteles como la Física y la Metafísica.

En 1268 regresa a París, impartiendo su magisterio hasta 1272, en medio de numerosas


polémicas provocadas tanto por los ataques contra y entre las órdenes religiosas, como por las
controversias suscitadas por los averroistas latinos, quienes, encabezados por Siger de Brabante,
habían copado la facultad de Artes (filosofía) modificando sustancialmente las enseñanzas
aristotélicas que San Alberto y el mismo Sto. Tomás habían anteriormente introducido en dicho
facultad.

Luego de una polémica actividad regresa a Nápoles el año 1272, con el encargo de establecer
una casa de estudios (studium generale), donde abandona totalmente su actividad docente y de
autor, encontrándose frecuentemente arrebatado por experiencias místicas que le absorben por
completo. Permanecerá allí hasta 1274, muriendo en el transcurso del viaje iniciado ese año para
dirigirse de Nápoles a Lyon, donde iba a celebrarse un concilio convocado por el papa Gregorio
X.

Santo Tomás de Aquino


(Llamado Doctor Angélico; Roccaseca, actual Italia, 1224 - Fossanuova, id., 1274) Teólogo y
filósofo italiano. Hijo de una de las familias aristócratas más influyentes de la Italia meridional,
estudió en Montecassino, en cuyo monasterio benedictino sus padres quisieron que siguiera la
carrera eclesiástica. Posteriormente se trasladó a Nápoles, donde cursó estudios de artes y
teología y entró en contacto con la Orden de los Hermanos Predicadores.

En 1243 manifestó su deseo de ingresar en dicha Orden, pero su familia se opuso firmemente, e
incluso su madre consiguió el permiso de Federico II para que sus dos hermanos, miembros del
ejército imperial, detuvieran a Tomás. Ello ocurrió en Acquapendente en mayo de 1244, y el
santo permaneció retenido en el castillo de Santo Giovanni durante un año. Tras una queja de
Juan el Teutónico, general de los dominicos, a Federico II, éste accedió a que Tomás fuera
puesto en libertad. Luego se le permitió trasladarse a París, donde permaneció desde 1245 hasta
1256, fecha en que obtuvo el título de maestro en teología.

Durante estos años estuvo al cuidado de Alberto Magno, con quien entabló una duradera
amistad. Les unía -además del hecho de pertenecer ambos a la Orden dominica- una visión
abierta y tolerante, aunque no exenta de crítica, del nuevo saber grecoárabe, que por aquellas
fechas llegaba masivamente a las universidades y centros de cultura occidentales. Tras
doctorarse, ocupó una de las cátedras reservadas a los dominicos, tarea que compatibilizó con la
redacción de sus primeras obras, en las cuales empezó a alejarse de la corriente teológica
mayoritaria, derivada de las enseñanzas de San Agustín de Hipona.

En 1259 regresó a Italia, donde permaneció hasta 1268 al servicio de la corte pontificia en
calidad de instructor y consultor del Papa, a quien acompañaba en sus viajes. Durante estos años
redactó varios comentarios al Pseudo-Dionisio y a Aristóteles, finalizó la Suma contra los
gentiles, obra en la cual repasaba críticamente las filosofías y teologías presentes a lo largo de la
historia, e inició la redacción de su obra capital, la Suma Teológica, en la que estuvo ocupado
entre 1267 y 1274 y que representa el compendio último de todo su pensamiento.

Tomás de Aquino supo resolver la crisis producida en el pensamiento cristiano por el


averroísmo, interpretación del pensamiento aristotélico que resaltaba la independencia del
entendimiento guiado por los sentidos y planteaba el problema de la doble verdad, es decir, la
contradicción de las verdades del entendimiento y las de la revelación.

En oposición a esta tesis, defendida en la Universidad de París por Siger de Brabante, afirmó la
necesidad de que ambas fueran compatibles, pues, procediendo de Dios, no podrían entrar en
contradicción; ambas verdades debían ser, además, complementarias, de modo que las de orden
sobrenatural debían ser conocidas por revelación, mientras que las de orden natural serían
accesibles por el entendimiento; filosofía y teología son, por tanto, distintas y complementarias,
siendo ambas racionales, pues la teología deduce racionalmente a partir de las premisas
reveladas.

A medio camino entre el espiritualismo agustiniano y el naturalismo emergente del averroísmo,


defendió un realismo moderado, para el cual los universales (los conceptos abstractos) existen
fundamentalmente in re (en las cosas) y sólo formalmente post rem (en el entendimiento). En
último término, Tomás de Aquino encontró una vía para conciliar la revalorización del mundo
material que se vivía en Occidente con los dogmas del cristianismo, a través de una inteligente y
bien trabada interpretación de Aristóteles.

1.Introducción
Durante el siglo XIII, Santo Tomás de Aquino buscó reconciliar la filosofía Aristotélica con la
teología agustiniana. Tomas utilizó tanto la razón como la fe en el estudio de la metafísica,
filosofía, moral y religión. Aunque aceptaba la existencia de Dios como una cuestión de fe,
propuso cinco pruebas de la existencia de Dios para apoyar tal convicción.
Tomás de Aquino, Santo (1225-1274), filósofo y teólogo italiano, en ocasiones llamado Doctor
Angélico y El Príncipe de los Escolásticos, cuyas obras le han convertido en la figura más
importante de la filosofía escolástica y uno de los teólogos más sobresalientes del catolicismo.

Nació en una familia noble en Roccasecca (cerca de Aquino, en Italia) y estudió en el monasterio
benedictino de Montecassino y en la Universidad de Nápoles. Ingresó en la orden de los
dominicos todavía sin graduarse en 1243, el año de la muerte de su padre. Su madre, que se
oponía a la entrada de Tomás en una orden mendicante, le confinó en el castillo familiar durante
más de un año en un vano intento de hacerle abandonar el camino que había elegido. Le liberó en
1245, y entonces Tomás viajó a París para completar su formación. Estudió con el filósofo
escolástico alemán Alberto Magno, siguiéndole a Colonia en 1248. Como Tomás era de
poderosa constitución física y taciturno, sus compañeros novicios le llamaban Buey Mudo, pero
Alberto Magno había predicho que "este buey un día llenará el mundo con sus bramidos".

2.Primeros años
Tomás de Aquino fue ordenado sacerdote en 1250, y empezó a impartir clases en la Universidad
de París en 1252. Sus primeros escritos, en particular sumarios y explicaciones de sus clases,
aparecieron dos años más tarde. Su primera obra importante fue Scriptum super quatuor libris
Sententiarum Magistri Petri Lombardi (escrita aproximadamente entre 1254 y 1259), que
consiste en comentarios sobre una obra influyente relacionada con los sacramentos de la Iglesia,
Sententiarum libri quatuor (Cuatro libros de sentencias) del teólogo italiano Pedro Lombardo.

En 1256 a Tomás de Aquino se le concedió un doctorado en Teología y fue nombrado profesor


de Filosofía en la Universidad de París. El papa Alejandro IV le llamó a Roma en 1259, donde
sirvió como consejero y profesor en la curia papal. Regresó a París en 1268, y enseguida llegó a
implicarse en una controversia con el filósofo francés Siger de Brabante y otros seguidores del
filósofo islámico Averroes.

3.Estudio de Aristóteles y los Averroístas


Para comprender la crucial importancia de esta polémica en la evolución del pensamiento de
Occidente, es necesario considerar el contexto en que se produjo. Antes de Tomás de Aquino, el
pensamiento occidental había estado dominado por la filosofía de san Agustín, el gran Padre y
Doctor de la Iglesia occidental durante los siglos IV y V, quien consideraba que en la búsqueda
de la verdad se debía confiar en la experiencia de los sentidos. A principios del siglo XIII las
principales obras de Aristóteles estuvieron disponibles en una traducción latina de la Escuela de
traductores de Toledo, acompañadas por los comentarios de Averroes y otros eruditos islámicos.
El vigor, la claridad y la autoridad de las enseñanzas de Aristóteles devolvieron la confianza en
el conocimiento empírico, lo que originó la formación de una escuela de filósofos conocidos
como averroístas. Bajo el liderazgo de Siger de Brabante, los averroístas afirmaban que la
filosofía era independiente de la revelación.

Esta postura amenazaba la integridad y supremacía de la doctrina católica apostólica romana y


llenó de preocupación a los pensadores ortodoxos. Ignorar a Aristóteles —en la interpretación
que de sus enseñanzas hacían los averroístas— era imposible, y condenar sus enseñanzas era
inútil. Tenía que ser tenido en cuenta. San Alberto Magno y otros eruditos habían intentado hacer
frente a los averroístas, pero con poco éxito. Santo Tomás triunfó con brillantez.

ORACIÓN A SANTO TOMÁS DE AQUINO


Angélico doctor Santo Tomás, gloria inmortal de la religión, columna firmísima de la Iglesia, varón
santísimo y sapientísimo, que por los admirables ejemplos de tu inocente vida fuiste elevado a la
cumbre de una perfección consumada, y con tus prodigiosos escritos eres martillo de los herejes, luz
de maestros y doctores, y milagro estupendo de sabiduría;

¡Oh! quien acertara, Santo mío, a ser en virtud y letras verdadero discípulo, aprendiendo en el libro
de vuestras virtudes y en las obras que con tanto acierto escribiste la ciencia de los santos, que es
la verdadera y única sabiduría.

¡Quién supiera hermanar, como vos, la doctrina con la modestia, y la alta inteligencia con la profunda
humildad! Alcanzadme del Señor esta gracia, junto con el inestimable don de la pureza y haced que,
practicando tu doctrina y siguiendo tus ejemplos, consiga la eterna bienaventuranza. Amén.

Te adoro con devoción, Dios escondido, oculto verdaderamente bajo estas apariencias. A Ti se
somete mi corazón por completo, y se rinde totalmente al contemplarte.

Al juzgar de Ti, se equivocan la vista, el tacto, el gusto; pero basta el oído para creer con
firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios: nada es más verdadero que esta Palabra de
verdad.

En la Cruz se escondía sólo la Divinidad, pero aquí se esconde también la Humanidad; sin
embargo, creo y confieso ambas cosas, y pido lo que pidió aquel ladrón arrepentido.

No veo las llagas como las vió Tomás pero confieso que eres mi Dios: haz que yo crea más y
más en Ti, que en Ti espere y que te ame.

¡Memorial de la muerte del Señor! Pan vivo que das vida al hombre: concede a mi alma que de
Ti viva y que siempre saboree tu dulzura.

Señor Jesús, Pelícano bueno, límpiame a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota
puede liberar de todos los crímenes al mundo entero.

Jesús, a quien ahora veo oculto, te ruego, que se cumpla lo que tanto ansío: que al mirar tu rostro
cara a cara, sea yo feliz viendo tu gloria.

Amén.
Gracias te doy, Señor Dios Padre todopoderoso, por todos los beneficios y señaladamente porque
has querido admitirme a la participación del sacratísimo Cuerpo de tu Unigénito Hijo. Suplícote,
Padre clementísimo que esta sagrada Comunión no sea para mi alma lazo ni ocasión de castigo,
sino intercesión saludable para el perdón; sea armadura de mi fe, escudo de mi buena voluntad,
muerte de todos mis vicios, exterminio de todos mis carnales apetitos y aumento de caridad,
paciencia y verdadera humildad y de todas las virtudes, sea perfecto sosiego de mi cuerpo y de
mi espíritu, firme defensa contra todos los enemigos visibles e invisibles, perpetua unión contigo
solo, mi verdadero Dios y Señor, y sello feliz de mi dichosa muerte. Y te ruego tengas por bien
llevarme a mí, pecador, a aquel convite inefable donde Tú con tu Hijo y el Espíritu Santo eres
para tus santos luz verdadera, satisfacción cumplida y gozo perdurable, dicha completa y
felicidad perfecta. Por Cristo Nuestro Señor.

Aquí me llego todopoderoso y eterno Dios, al sacramento de tu Unigénito Hijo mi Señor


Jesucristo, como enfermo al médico de la vida, como sucio a la fuente de misericordia, como
ciego a la luz de la claridad eterna, como pobre al Señor de los cielos y la tierra y como
desvalido al Rey de la gloria. Ruego, pues, a tu infinita bondad y misericordia tenga por bien
sanar mi enfermedad, limpiar mi suciedad, alumbrar mi ceguedad, enriquecer mi pobreza y vestir
mi desnudez, para que así pueda yo recibir el Pan de los ángeles, al Rey de los reyes, al Señor de
los señores, con tanta reverencia y temor, con tanto dolor y verdadero amor, con tal fe y tal
pureza y con tal propósito e intención cual conviene para la salud de mi alma.
Dame, Señor, que reciba yo no sólo el sacramento de tu Sacratísimo Cuerpo, sino también la
virtud y gracia del Santísimo Sacramento.
¡Oh piadosísimo y amantísimo Padre! concédeme este Unigénito Hijo tuyo, al cual deseo ahora
recibir encubierto y debajo de velo en esta vida, de manera que le merezca yo ver para siempre
descubierto y sin velo en la patria, donde contigo vive y reina en los siglos.

Amén.
Un santo conocido por su pensamiento riguroso y sin embargo ‘milagrero’.

El caso de Tomás de Aquino hecha por tierra el mantra de los modernistas católicos, que
acusan a los que todavía creen en los elementos sobrenaturales de la religión, de usar la
emoción para juzgar los hechos y no usar la razón, de creer en fantasías y no ser maduros
religiosamente.

Porque Santo Tomás fue quizás el pensador católico más riguroso que hubo y sin embargo
dio cuenta de una serie de milagros sobrenaturales en su vida.

Tommaso d’Aquino, hijo de una familia noble italiana de Nápoles (1224-1274) fue un
sacerdote dominico, conocido por su monumental obra teológica y filosófica, especialmente
su SummaTeológica. Apodado “Doctor Angélico” es Doctor de la Iglesia y Patrón de las
escuelas católicas y de la educación. Fue Canonizado el 18 de julio de 1323 por el papa
Juan XXII.

Su festividad es el 28 de enero. Y se le suele representar en hábito dominico, con un libro, sol


en el pecho y una iglesia bajo el brazo.

Seguramente el aporte más grande de Santo Tomás de Aquino fue el legado de su


sabiduría, porque en sus escritos supo amalgamar la tradición griega con el pensamiento
cristiano, convirtiéndose en el mayor pensador católico de la historia.

Pero también ha realizado milagros físicos, especialmente luego de su muerte, los cuales
son poco mencionados porque su obra filosófica y teológica es tan monumental que opaca
el resto.

Se cuenta que era tal su humildad que una vez se dio a la quema de sus escritos porque decía
que era indigno tratar de comprender el ser divino. Gracias a Dios sus hermanos lograron
persuadirle y salvaron la mayor parte de ella.

EL ANUNCIO DE SU MUERTE

Un cometa que durante tres años había brillado sobre el monasterio desapareció el día que
el Doctor Angélico murió.

En medio de la tristeza generalizada, fue enterrado en la iglesia del monasterio. Y en Ratisbona,


San Alberto Magno, su viejo maestro, tuvo una visión de la muerte de su amado
discípulo. Sus compañeros lo vieron de repente envuelto en lágrimas.

“Les anuncio a ustedes”, les dijo, “la más triste de las noticias. El Hermano Tomás de Aquino,
mi hijo en Cristo, que era la luz de la Iglesia, acaba de morir”.
Y desde ese día en adelante, cada vez que el nombre de Santo Tomás fue mencionado ante él,
lloraba y decía: “Él era la flor y la gloria del mundo”.

EL DULCE OLOR QUE EMANABA

Unos siete meses después de la muerte del santo, el abad de Fossa Nuova quiso cambiar el
lugar de su sepultura, y abrió en secreto su tumba.

Un dulce olor a rosas se escapó y llenó la capilla, el claustro, y todo el monasterio, por lo
que el secreto no se podía mantener. Los monjes atónitos se apresuraron al lugar de donde
vino este perfume. Y vieron la tumba abierta, y el cuerpo del santo intacto como la de un
hombre dormido.

Lo mismo pasó catorce años más tarde. Lady Teodora deseaba poseer como reliquia la mano
derecha de su hermano. De la tumba abierta y del cuerpo intacto salió una inundación de
perfume.

La Señora Teodora recibió con gran devoción y muchas lágrimas la reliquia consagrada.
Ella la mantuvo durante mucho tiempo, y luego se la regaló a una capilla Dominicana.

Pasó el tiempo. Hacía cuarenta y dos años desde que el Santo Tomás se había unido al coro
celestial de los elegidos, cuando un visitante de esta capilla le pidió al hermano que estaba a
cargo mostrarle las reliquias.

Él las venera muy piadosamente, pero ante la mano de Santo Tomás se echó a reír y burlar.

Inmediatamente fue presa de una extraña enfermedad, comenzó a temblar, y su cabeza


empezó a palpitar.

Aterrado, vio su error, fue a la confesión, y volvió a besar con respeto la mano de la que se
había burlado.

El olor dulce que lo invadió lo curó, y llenó tanto su persona como su ropa.

Todos aquellos que le conocieron más tarde hablaron de este buen olor y le preguntaban la
causa. Esta fue la única penitencia del pobre clérigo: cada vez que alguien le preguntaba, él
tenía que decir de su falta de irreverencia, su extraña enfermedad, su repentina cura, y el
perfume milagroso de la mano, todavía intacta. Y así dio gloria al santo a quien Dios ha
honrado por tantos milagros.

Un gran número de personas enfermas que lo invocaron en sus oraciones o que visitaron su
tumba se curaron milagrosamente.

LOS MENSAJEROS
Un día, mensajeros que portaban documentos relativos a los milagros atribuidos a fray Tomás de
Aquino para el Papa, iban por los Alpes por encima de Lausana. Una mula con una carga muy
pesada se resbaló y cayó, rodó por la ladera de un acantilado, y finalmente se precipitó
contra unas rocas escarpadas.

Don Mathieu, uno de los enviados, invocó la ayuda del santo. Entonces vieron a la mula, sana y
salva, caminar en el fondo del precipicio. La carga que llevaba ni siquiera se había salido
fuera de lugar.

Otros mensajeros también, llevando al Papa Juan XXII el testimonio escrito con respecto a la
vida y milagros del Doctor Angélico, se encontraron un día en un velero de Nápoles a la Curia
Romana.

El viento, al principio favorable, dio paso a una tormenta. Y en medio de una espantosa
tempestad el buque se vio impulsado hacia un arrecife.

Uno de los marineros comenzó a llorar y decir en voz alta a los hermanos que eran los
mensajeros, “¡Orad a sus santos! Porque en un momento el buque se precipitará contra las
rocas”.

Los hermanos, con todo su corazón, se volvieron hacia la Reina del Cielo y el Beato
Domingo. Pero, sobre todo, hicieron un llamado a Santo Tomás. Entonces todo cambió. Un
nuevo viento se levantó, y la galera, corriendo hacia el mar abierto, se salvó de una
destrucción segura.

LA CURACIÓN DE UN BRAZO EN LA TUMBA DE TOMÁS

Pietro Grasso de Nápoles, un caballero y funcionario en la asistencia del Rey fue preguntado
por la Inquisición sobre milagros realizados por el hermano Tomas de Aquino, el testigo dio
el siguiente relato de uno, según las actas de Investigación sobre la vida, la moral y los milagros
del hermano Tomás de Aquino

Había estado aquejado de una parálisis completa de su brazo derecho, por lo que ni siquiera
podía levantar la mano para peinar su cabello o enrollar una bufanda debajo de la barbilla sin
ayuda.

Esto continuó durante unos diez meses, hasta que en la Cuaresma de 1316, viajando a Roma,
y, entrando en el barrio de Terracina, fue a visitar la tumba del hermano Tomas en la abadía de
Fossa Nova.

Le habían dicho que Tomas estaba enterrado allí, y se le había pasado por la cabeza que tal vez
los méritos del hombre santo podrían ayudar a curar su brazo; de hecho, pronto comenzó a creer
firmemente que iba a ser curado.
Así, con dos compañeros – Nicola Filmarini y Enrico Caracciolo, ambos caballeros de Nápoles
como él, y con tantas ganas de visitar la tumba como él fueron a Fossanova, dejando a los otros
viajeros continuar su viaje a Roma.

Al entrar en el patio del monasterio, se encontraron con un monje que los dirigió hacia la tumba
de Tomas, apuntando a la misma desde cierta distancia.

Se encontraba, el caballero dice, a la izquierda del altar mayor, cubierta con una especie de
alfombra. Esta fue quitada, y entonces, de rodillas en el suelo y frente a la tumba, él oró con
estas palabras:

“Señor Dios, que eres maravillosa en todos tus santos, por los méritos de este tu santo restaura
la fuerza a mi brazo”

Luego se acostó en la tumba; y al mismo tiempo sentía que su brazo se hacía más fuerte.

Durante un tiempo, mantuvo una especie de adormecimiento alrededor de las articulaciones


como si los músculos estuvieran más flojos; pero esto también había desaparecido a finales de
ese mismo día.

A la mañana siguiente se encontró con su brazo restaurado en una salud perfecta y no


había rastro de la parálisis anterior.

Preguntado por las fechas, dijo que la parálisis se inició en mayo 1315 y continuó hasta mayo
del año siguiente, cuando se realizó la cura se llevó a cabo.

EL PAPA CANONIZA A TOMÁS DE AQUINO

Al ordenar la investigación sobre las virtudes y milagros del gran doctor, el Papa Juan XXII
había dicho:

“Creemos que el hermano Tomas está glorioso en el cielo, porque su vida era santa, y su
doctrina por sí sola es un milagro“.

Entonces, ante una asamblea de cardenales, miró de derecha a izquierda “con una mirada dulce
como un rayo de sol”, y habló en estos términos:

Venerables Hermanos, sería una gran gloria para nosotros y para la Iglesia si pudiéramos
inscribir a este siervo de Dios entre los santos.

Debido a que ha hecho más para iluminar a la Iglesia que todos los otros doctores en su
conjunto.
Y en un solo año uno puede beneficiarse más de la lectura de lo que ha escrito que estudiando
toda una vida a los otros teólogos.

La investigación había terminado. Numerosos milagros se habían probado con certeza. La


santidad de la vida del hermano Tomás de Aquino fue atestiguada por muchos testigos.

La historia de su vida fue escrita, y la investigación respecto a sus milagros fue conducida por
Guillermo de Tocco, que en su juventud había conocido al hermano Tomas. Tocco, también
tomó el testimonio de Reginald, el fiel compañero del santo.

Todo estaba listo. Fue a hablar al Soberano Pontífice.

Entonces, por una larga carta, del 18 de julio 1323, y dirigida a toda la Iglesia, el Papa Juan
XXII proclamó la santidad de fray Tomás de Aquino.

Redacción (Jueves, 10-10-2013, Gaudium Press) En 1274, Santo Tomás, a los 49 años, fue
convocado a participar del II Concilio de Lyon, donde sería debatido el retorno de la Iglesia
Oriental al seno del Catolicismo. Durante el recorrido, el Aquinate se vio acometido por una
misteriosa enfermedad, por lo que fue luego llevado al Castillo de Maenza, perteneciente a su
sobrina Francisca.

Entretanto, incluso recibiendo todos los debidos cuidados, su estado de salud no mejoró. Al
percibir que se aproximaba el término de su peregrinación en esa Tierra, el Angélico pidió para
ser llevado a la Abadía de Fossanova, de la orden cisterciense. En seguida, explicó la razón: "Si
el Señor quiere visitarme, es mejor que me encuentre en un convento de religiosos que en una
casa de seculares".[1]

Santo Tomás, incluso moribundo, buscaba consolar de todos los modos a su discípulo, Fray
Reginaldo. Al verlo tan abatido, le preguntó cuál sería la razón de tamaña tristeza. Él entonces
reveló a Santo Tomás su deseo de verlo honrado por el Concilio de Lyon con alguna distinción
importante como el cardenalato, pues eso daría mayor gloria a la orden dominicana, así como
alegría a sus familiares. Al oír estas palabras, Santo Tomás le aclaró que poco le importaban las
honrarías de este mundo, pues lo que realmente vale en esta tierra es estar unido a Dios por la
virtud de la humildad.

Mi hijo, no os inquietéis con eso. Entre otros deseos, pedí a Dios y fui atendido, por lo que le doy
muchas gracias de sacarme de esta vida en el estado de humildad en que me encuentro, sin que
cualquier autoridad me confiera alguna distinción que cambie este estado. Yo podría progresar
aún en ciencia y ser útil a los otros por la doctrina, mas pedí a Dios, según una revelación que me
hizo, de imponerme silencio, poniendo fin a mi enseñanza. Porque Él quiso, como sabéis,
revelarme el secreto de un conocimiento superior. Es por eso que, a mí, indigno, Dios concedió
más que a los otros doctores, que permanecieron más tiempo en esta vida, para que yo saliese
más deprisa que los otros de esta vida mortal, y entrase, sereno, en la vida eterna. Por eso,
consolaos, mi hijo, que muero seguro de todas estas cosas.[2]

Debido al intenso frío de aquel invierno, algunos frailes fueron hasta la floresta coger leña para
calentar su cuarto. Santo Tomás, viéndolos llegar con aquellas pilas de madera sobre los
hombros, replicó humildemente: "¿Dónde me viene esta honra de ver a los servidores de Dios a
servir a un hombre como yo y a traer de tan lejos, tan pesados fardos?"[3]

Atendiendo a la solicitud de los monjes allí presentes, el Angélico Doctor comentó parte del
Cantar de los Cantares, dejando a todos maravillados por su sabiduría y ciencia. Días después,
Santo Tomás pidió los Sacramentos, los cuales recibió con gran fervor. En seguida reiteró su fe
absoluta en presencia de Jesús Eucarístico:

"Te recibo, precio de la redención de mi alma, te recibo, viático de mi peregrinación, por cuyo
amor estudié, realicé vigilias, sufrí; te prediqué, enseñé; jamás dije algo contra ti, y, si lo hice,
fue por ignorancia y no insisto en mi error; si enseñé mal respecto a este sacramento o de otros,
lo someto al juzgamiento de la Santa Iglesia Romana, en obediencia a la cual dejo ahora esta
vida".[4]

Fray Reginaldo de Piperno, que lo acompañó en sus últimos momentos, declara que la confesión
de Santo Tomás fue como la de un niño de cinco años. En el día 7 de marzo de 1274, por la
madrugada, Santo Tomás es ungido con los santos óleos, ceremonial en que respondió
diligentemente a cada una de las santas unciones, expirando poco tiempo después. Ameal afirma
que "su alma va tan pura como vino".[5] Tomás "no parte, regresa. Lo espera Aquel de quien
nunca, al final, se separó".[6]

Podemos así concluir que el Angélico dedicó lo mejor de sus esfuerzos en santificarse, pues
según Touron, ser santo "fue el anhelo más vehemente de su corazón".[7] Para Grabmann, "la
figura científica de Santo Tomás no se puede separar de la grandeza ético-religiosa de su alma;
en Tomás, no se puede comprender al investigador de la verdad sin el Santo".[8] De esa forma,
la primera y más importante característica de su vida fue la santidad, pues fue tan gran intelectual
como fue gran santo.

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