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INTRODUCCION
Dice el evangelista que el dulce Redentor, fatigado de caminar, se puso a descansar en
el brocal del pozo, esperando a la mujer samaritana para convertirla y salvarla. “Jesús,
cansado del viaje, se sentó junto al pozo”.Jn 4, 6
Del mismo modo pareciera que está Jesucristo en la eucaristía, todo el día, aguardando
pacientemente a que llegues a buscarlo. Y, al igual que a la samaritana, te invita al
diálogo. Espera a cuantos quieren hacerle compañía al menos por un poco de tiempo,
para atraerlos con su amor.
Y así como en el cielo Jesucristo “está siempre intercediendo en nuestro favor" Heb. 7,
25, así en la eucaristía hace continuamente el oficio de abogado, ofreciéndose al Padre
para tu salvación.
Pero ante nuestra ingratitud, parece decir desde todos los altares: ¿Por qué rehúyes de
mi presencia y desconoces el don de Dios? ¿Por qué no vienes a visitarme y a conversar
conmigo? ¿Qué temes?
"Yo no he venido para condenar el mundo, sino para salvarlo".Jn 3, 17; Jn 12, 47
Amado Salvador del mundo, de muchas maneras me demuestras que podemos llegar a
tu presencia sin temores ni recelos, porque esperas que me acerque como a un amigo.
Permite, entonces, que te diga con confianza: Señor, tú amas a todos, y no eres amado;
a todos haces el bien, y recibes desprecios; quieres conversar con todos, y pocos te
buscan; anhelas obsequiarlos con tus gracias y las rechazan.
Oh, Jesús mío, ¿cómo es que yo soy a veces de esos ingratos?
Dame tu Espíritu Santo para no vivir según las reglas de este mundo, y corresponder con
generosidad a tu amor.
Me comprometo, Señor, a cumplir tu voluntad y a realizar lo que es de tu mayor agrado,
aunque tenga que dejar amistades y placeres.
Feliz pérdida, cuando se gana tu amor.
Te amo con todo el corazón y uno mi afecto al de todos los que te aman. Así seré capaz
de cumplirtu mandamiento de amor al prójimo.
Te amo ahora y siempre Señor Jesús, yo soy tuyo y tú eres mío.
Amén
INVOCACION AL ESPÍTITU SANTO
Con la libertad que da el Espíritu Santo, puedes aceptar que la felicidad se alcanza de
maneras muy diversas. El Espíritu te permite descubrir que no hay una sola manera de
ser feliz, sino muchas.
En ocasiones eliges una forma de ser feliz porque crees que es la única, la correcta.
Crees que ser feliz es no tener ningún problema, ninguna enfermedad, ningún desafío.
Crees que la felicidad se encuentra en el dinero, en los bienes materiales, en el placer, en
los lujos, en el poder. Esto no es más que un engaño que te ata y te limita.
Es necesario que te entregues al Espíritu y aceptes que Él nos regala la felicidad de la
manera que cree conveniente. Un modo de felicidad no es la felicidad, es simplemente un
modo. Y el Señor desea hacerte conocer muchas maneras de felicidad.
ORACION DE PERDON
Señor, cuantas veces actué en contra de tu voluntad. Cuantas veces busqué mi propio
modelo de felicidad. Me he equivocado mucho Señor, no soy digno de tu amor. No soy
digno de tu perdón. Como dijo aquel soldado romano, “Señor, no soy digno de que entres
en mi casa, pero una palabra tuya bastará...” Mt. 8, 8.
Porque para vos no importa el pasado Señor, tu misericordia llega a todos los rincones de
mi vida. Tu amor Señor, es más grande que cualquier error mío. No miras mi pecado, sino
tu gran misericordia.
Hoy quiero verme como esa mujer pecadora que a tus pies derramó toda su fortuna e hizo
lo que el joven rico no se había animado, se entregó por completa a vos.
“Uno de los fariseos rogó a Jesús que comiera con él. Y habiendo entrado en casa del
fariseo, se sentó a la mesa. Entonces una mujer de la ciudad, que era pecadora, al saber
que Jesús estaba a la mesa en casa del fariseo, trajo un frasco de alabastro con
perfume; y estando detrás de él a sus pies, llorando, comenzó a regar con lágrimas sus
pies, y los secaba con sus cabellos; y besaba sus pies y los ungía con el
perfume. Cuando vio esto el fariseo que lo había convidado, dijo para sí: «Si este fuera
profeta, conocería quién y qué clase de mujer es la que lo toca, porque es
pecadora.» Entonces, respondiendo Jesús, le dijo:
—Simón, una cosa tengo que decirte.
Y él le dijo:
—Di, Maestro.
—Un acreedor tenía dos deudores: uno le debía quinientos denarios y el otro,
cincuenta. No teniendo ellos con qué pagar, perdonó a ambos. Di, pues, ¿cuál de ellos lo
amará más?
Respondiendo Simón, dijo:
—Pienso que aquel a quien perdonó más.
Él le dijo:
—Rectamente has juzgado.
Entonces, mirando a la mujer, dijo a Simón:
— ¿Ves esta mujer? Entré en tu casa y no me diste agua para mis pies; pero ella ha
regado mis pies con lágrimas y los ha secado con sus cabellos. No me diste beso; pero
ella, desde que entré, no ha cesado de besar mis pies. No ungiste mi cabeza con aceite;
pero ella ha ungido con perfume mis pies. Por lo cual te digo que sus muchos pecados le
son perdonados, porque amó mucho; pero aquel a quien se le perdona poco, poco ama.
Y a ella le dijo:
—Tus pecados te son perdonados.
Los que estaban juntamente sentados a la mesa, comenzaron a decir entre sí:
—¿Quién es éste, que también perdona pecados?
Pero él dijo a la mujer:
—Tu fe te ha salvado; ve en paz.” Lc. 7, 36-50
Hoy Señor quiero ser como esa pecadora. Dejé todo en mi hogar Jesús para entregarme
a vos, porque estoy convencido de que no hay ningún lugar mejor para mí que habitar en
tu casa para siempre. Te pido perdón por mis faltas y te doy gracias por tu infinita
misericordia.