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La formación del mundo para los griegos es más que conocida. Comenzó con Caos, que dio origen a los titanes. Luego,
apareció Gea, que dio origen a Urano, con el que dio a luz a los titanes, los cíclopes y los hecatónquiros. Las cosas se
tornaron tensas, pues cada vez que Gea iba a parir, Urano no permitía que sus hijos nacieran. Cansada de todo esto, ella
dio a luz a Crono, que castró a Urano con su hoz dada por su madre. De su sangre derramada, volvió a fecundar la tierra,
de donde nacieron as Eirinas (vengadoras), los Gigantes, las Ninfas (deidades naturales) y de su genitales tirados al mar,
nació Afrodita ya adulta, encontrada flotando en una concha marina (esto puedo explicarlo mejor en otra entrada). Rea
(hija de Urano y Gea) se unió a Crono, que tenía la mala costumbre de comerse a sus hijos, hasta que el menor, Zeus, lo
destronó y se convirtió en el principal Dios del Olimpo, de quien descienden el resto de generaciones.
Existen varias versiones sobre la creación del hombre para los griegos, sin embargo, una de las más populares es la de
Prometeo. Por muchos años, el mundo estuvo poblado sólo por divinidades. Los dioses, liderados por Zeus, decidieron
crear seres para poblar la tierra. Así, encargó a los hijos de Jápeto que dotaran de gracia y fuerzas a las criaturas terrenales.
Epimeteo dio a cada animal un don, a unos la belleza, otra velocidad, algunos la corpulencia, etc., según su conveniencia.
Dieron todos los dones a los animales, dejando por último al hombre, que quedó desnudo, indefenso y desarmado. Ante
aquel desastre, Prometeo moldeó una figura de arcilla, a imagen y semejanza de los dioses y Atenea, diosa de la sabiduría,
sopló aliento de vida sobre la figura. Prometeo robó el fuego al Olimpo, dotando a los humanos de sabiduría,
enseñándoles la supervivencia, las artes y las ciencias.
Zeus, ante esto, lleno de ira, arrojó rayos, relámpagos y centellas, encadenando a Prometeo en el monte Cáucaso, en los
límites del universo, donde cada mañana un águila le come el hígado, que le vuelve a crecer por la noche, para ser
devorado nuevamente la mañana siguiente.
Treinta años más tarde, el gran Hércules liberó a Prometeo de tal cruel castigo. Por aquel momento, Hefesto, dios del
fuego, modeló a la primera mujer, que fue inicial mente de metal y al ser tan bella, Zeus resolvió darle vida y cada uno de
los dioses le agradeció dándole un don: belleza, gracia, inteligencia, habilidad y persuasión. Sin embargo, Hermes la dotó
de astucia y falsedad, mientras que Hera le dio curiosidad e inquietud, condenando a la mujer a no tener paz ni un solo
instante.