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la violencia y la palabra:
tres viñetas etnográficas
sobre el recuerdo nomadas@ucentral.edu.co • PÁGS.: 8-19
Alejandro Castillejo-Cuéllar*
En este texto se presenta una experiencia de investigación originada en el trabajo con el Centro de Acción Directa
para la Paz y la Memoria y el Instituto para la Justicia y la Reconciliación, ambos en Sudáfrica, mediante una serie de
viñetas etnográficas que permiten adentrarse en la manera como un antiguo excombatiente del Congreso Nacional Africa-
no, en Sudáfrica, reconstituye el sentido del mundo mediante su articulación en el lenguaje. La pregunta que se plantea es
por el espacio que se constituye en esta configuración y los problemas que emergen para el investigador en el intento de
entenderlo.
Palabras clave: recorridos etnográficos, palabra y escritura, espacio-apartheid, memoria, transiciones políticas.
Neste texto apresenta-se uma experiência de pesquisa originada no trabalho feito pelo Centro de Ação Direta para a
Paz e a Memória e pelo Instituto para a Justiça e a Reconciliação, ambos na África do Sul, mediante una série de vinhetas
etnográficas que permitem entrar mais a fundo na maneira como um antigo ex-combatente do Congresso Nacional Africano,
na África do Sul, reconstitui o sentido do mundo mediante sua articulação na linguagem. A pergunta que se da é pelo espaço
que se constitui nesta configuração e os problemas que emergem para o pesquisador o intento de entendê-lo.
Palavras-chaves: percursos etmográficos, palavra e escritura, espaço-apartheid, memória, transições políticas.
This text is about a research experience based on the work with the Direct Action Centre for Peace and Memory and
the Institute for Justice and Reconciliation, placed in South Africa. Through a series of ethnographic vignettes one can learn
the way in which a former African National Congress combatant gives meaning of the world, through language articulation.
The question unfolds on the space constituted in this configuration and the problems the researcher faces when trying to
understand it.
Keywords: ethnographic journeys, word and writing, space-apartheid, memory, political transitions.
* PhD en Antropología de la New Scholl for Social Sciences, New York. Pro-
fesor visitante de Zayed University, Dubai (Emiratos Árabes). Profesor Aso-
ciado de la Universidad de los Andes, Bogotá (Colombia). Coordinador del
Comite Internacional de Estudios sobre Violencia, Subjetividad y Cultura.
E-mail: acastill@uniandes.edu.co
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este verso una cadena que lo lleva más primitivas son las personas, mismas que figuran en muchas
desde la madre, pasando por su cuer- menos son capaces de controlar tarjetas postales representando el
po –por sus contenidos fenomeno- sus emociones. A la menor provo- “África tribal”.
lógicos–, para terminar en el lugar cación, se tornan violentas. No
que los contiene a todos juntos, el pueden distinguir entre los asun- Me pareció sorprendente hasta
espacio social. La palabra “soy” es tos serios y los menos serios. Son qué punto estos personajes, mu-
una articulación de la experiencia menos auto-controladas y más chos de los cuales –como me en-
que habla de sí mismo en relación impulsivas (Bell y Buhle, 2001). teré después– habían estado
con una comunidad moral más am- involucrados en operaciones de
plia. Es una frase paradójica, sin Ahora, un extracto de mis no- contrainsurgencia y guerras fron-
duda, donde lo íntimo, el lugar de tas de campo, en un intento por terizas, “administraban” el circui-
la simbiosis con la madre, y lo extra- darle continuidad histórica al pá- to de “reservas de animales
ño se confunden, donde el retorno y rrafo anterior. salvajes”, la industria que mane-
la caída se entretejen. ¿Qué quiere ja el acceso a “lo salvaje”, a lo
decir entonces retornar al lugar en el En el verano africano del 2003 “peligroso” y a la experiencia de
que nunca se ha estado pero que se tuve la oportunidad de realizar la sabana africana. Al conocer-
reconoce con la intimidad de haberlo una larga entrevista con V. J. los, no pude evitar preguntarme
vivido? ¿Cómo se entretejen las pala- Cronje, miembro de la Afrikaner si habría alguna suerte de conti-
bras y los cuerpos en este retorno? Broederbond, veterano de la Gue- nuidad histórica y profesional
rra de Rodesia y ex-oficial de in- entre sus vidas “anteriores” en
A la traducibilidad (Steiner, teligencia militar trasladado al tanto soldados y sus negocios ac-
1998), como problema metodológico, Cabo durante la crisis de me- tuales: cazadores de bestias que
a los ecos que deja la palabra en su diados de los años ochenta. Lo co- habían cambiado el rifle por la cá-
camino, como señalaría Walter nocí en Maun, una pequeña mara; conexiones no sólo en rela-
Benjamin, y a su densidad semántica, población de Botsuana, entrada ción con habilidades específicas
que en estos extractos se encuentra al Delta del Okavango. Para pes- aprendidas a lo largo de los años
esparcida en diferentes lugares e carlo tuve que hacer una reser- en el frente, como la destreza para
idiomas, dedico las siguientes vación en una empresa particular sobrevivir o el conocimiento de “lo
viñetas2 . que ofrecía en Johannesburgo salvaje” (incluyendo “los negros”),
paquetes turísticos para avezados sino otras, quizás más sutiles, como
viajeros. Varios conocidos me ha- la adicción a la adrenalina.
Primera viñeta: bían confiado que este particular
el color de la piel grupo de administradores turísti- El encuentro con Cronje estuvo
como uniforme cos tenía entre sus filas antiguos precedido por conversaciones
soldados del apartheid. Final- que, estimuladas por la mono-
En un manual de ciencia poli- mente, una madrugada, partí ha- tonía del paisaje semiárido de
cial citado extensamente por el cia Botsuana y Zimbabue desde Botsuana, se desarrollaron alre-
ministro de la ley y el orden, Adrian Johannesburgo para experimentar dedor de narraciones presenta-
Vlok, durante los años críticos del “la emoción y la adrenalina de das como historias de despojo,
apartheid, cuando imperaba el es- una aventura en Sudáfrica”. Una maltrato físico y frustración de
tado total de emergencia en 1988, noche, luego de más de diez ho- los blancos en “la nueva Su-
se encuentra el siguiente párrafo ras de un incómodo recorrido en dáfrica, una letanía de quejas
que de entrada afianza, como ejer- un microbús a lo largo del borde que escuché en tantas ocasio-
cicio cartográfico del Estado, al hom- del Kalahari, en pleno verano, nes: historias de robos, asesinatos
bre negro en el orden de lo salvaje, con una temperatura que alcan- y violaciones, que supuestamen-
la fuente de todo terrorismo: zaba los cincuenta grados centí- te reflejaban la ‘barbarie’ de la
grados, llegamos por fin a un población negra en oposición a
Los bantúes [un término despec- refugio elegante, casi lujoso: una ‘la amorosa y pacífica comuni-
tivo] son menos civilizados. Entre hilera de chozas estilizadas, las dad blanca’”.
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misma manera que en otras lati- en un punto remoto de la granja. que el orden natural de las cosas y
tudes circulan historias de fantas- Fue precisamente en este espacio las leyes de la naturaleza habían
mas y espíritus. liminal, donde el león reaccionó sido, literalmente, re-establecidas.
atacando y matando a un antílope. Los animales salvajes y las perso-
Cronje naturalizó un orden del nas pertenecen a dos órdenes se-
mundo en el cual cada criatura El narrador, de alguna manera parados en la naturaleza y no tiene
tenía un lugar específico, asigna- desilusionado con aquello que sentido mezclarlos, pues tienen
do según una singular cartografía acababa de ver inesperadamen- formas de vida diferentes e in-
de la diferencia. La frase alterables: un animal salva-
encapsula el miedo al inma- je siempre será un animal
nejable “salvaje” que habita salvaje, imposible de domes-
en los confines de los es- ticar, que anda suelto, do-
pacios humanos. Ilustra su minando la sabana africana,
teoría rememorando una viviendo a campo abierto y,
“experiencia en el bush” ocu- sobre todo, usando la violen-
rrida en su infancia: cuan- cia como medio para sobre-
do él era chico, su padre vivir, para imponerse. La
encontró un cachorro de intención de Cronje era, por
león pedido. Al darse cuen- supuesto, explicar lo que a
ta de que el animal había su parecer era una analogía
sido abandonado por su ma- evidente entre “el hombre
dre, el benevolente padre negro” y “el animal salvaje”.
decidió llevarlo a la granja y Al igual que el león, “el
conservarlo como mascota. hombre negro” podría cre-
El león creció en cautiverio, cer y vivir entre “los blan-
se hizo grande y fuerte y pa- cos” y, sin embargo, nunca
reció adaptarse, coexistir e sería capaz de dejar atrás las
incluso desarrollar cierto tipo costumbres del bush porque,
de afecto hacia los seres hu- según Cronje, está indele-
manos. Cronje evoca con blemente definido por un
nostalgia la reciprocidad de sentido de conexión ances-
esos sentimientos. Como tral, primitiva, desde tiem-
todo niño, él había cimenta- pos inmemoriales, con lo
do una cercanía especial y salvaje, con un salvajismo
una “amistad” con un ani- que está marcado en su
mal conocido por su fuerza y cuerpo con el color de su piel.
su poder. Un día, a varios
metros del límite de la que Cronje, experto rastreador
Cronje recuerda como “la in- de animales que creció es-
mensa propiedad familiar”, Peregrino Rivera Arce: Recuerdos de campaña (1900), Palo-Negro. Croquis cuchando a su padre narrar
de un soldado... muerto al machete. Museo Nacional de Colombia.
pasó una pequeña manada cuentos del bush, y veterano
de antílopes. De repente, “instinti- te, un arranque de agresión e ins- soldado del apartheid en las gue-
vamente”, el león se agachó, a tinto asesino por parte de su rras fronterizas, afirmaba haber
hurtadillas, escondiéndose, mien- amada mascota, recordaba este aprendido sobre “los negros” por
tras observaba e inspeccionaba la incidente casi como una epifanía, medio del “conocimiento” direc-
manada. Esto sucedió a varios ki- una instancia del despertar de la to, producto de las batallas entre
lómetros de distancia del principal conciencia y la claridad, un en- la vida y la muerte que encaró en
espacio habitado de la estancia, cuentro con las verdades peren- la sabana salvaje. Fue precisamen-
donde solía vivir toda la familia, nes y un momento ritual en el te esta íntima relación adquirida
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el entretenimiento en Ciudad del potencialmente explosiva de his- “Territorio de pandillas”, dijo en-
Cabo, me decidí a explorar la ciu- toria y política. fática e impacientemente, después
dad, esta vez, con un operador de de inhalar una larga y casi medi-
turismo que atendía visitantes ex- Fue complicado comprender los tativa bocanada de un chesterfield
tranjeros, en su mayoría europeos. matices semánticos de la palabra light. Luego continuó con una in-
En mi diario de campo anoté los “desafortunadas” en ese contexto terminable letanía de estadísticas
muchos silencios del guía; los lar- particular. Un mar de ambigüedad sobre el crimen en Sudáfrica y una
gos y ambivalentes suspiros que la devoró. ¿Era la genealogía del explicación poco convincente de
salpicaban, con previsible mono- concepto la que resultaba tan “des- los orígenes de esta violencia: no
tonía, su idea de la ciudad, de lo afortunada” o era la historia de su de los orígenes históricos de este fe-
que consideraba digno de men- legislada producción en Sudá- nómeno (de la colonización o el
cionar o de hacer invisible y de la frica? ¿O quizás él se refería a las apartheid), con los cuales él, como
manera en que debían ser reco- insoportables condiciones de vida ciudadano, no hallaba ningún tipo
nocidos ciertos rastros y señales en de los residentes y a la tristeza de conexión; sino de los que supo-
el espacio social: “Aquí vemos arquitectónica de esta masiva es- nía los orígenes geográficos, lugares
Table Mountain”, dijo en un obvio tética de la desolación: una inter- donde la violencia se multiplicaba
intento por trazar un mapa del minable masa de chozas, letrinas y como mosquitos después de una
área, “el verdadero centro de la polvo con vista a la carretera? ¿Sen- lluvia tropical. En su opinión,
Ciudad Madre”. Literalmente, tía alguna culpa o era consciente Soweto, Mitchell’s Plains, Tho-
estábamos siendo conducidos por del hecho de que su favorable po- koza o cualquier otra localidad del
una serie de itinerarios que eran sición en la jerarquía social de país eran, simultáneamente, me-
una amalgama entre las rutas es- Sudáfrica estaba correlacionada – táforas de la violencia así como su
tablecidas por las autoridades tu- en intrincadas y complejas for- principio explicativo. La violencia
rísticas durante los programas de mas– con la pobreza extrema de empezaba allí, fue su veredicto
entrenamiento para estandarizar otras personas? ¿O se refería al he- tácito mientras detuvo su mirada
el servicio y la versión personal del cho de que –a pesar de todo– el algunos segundos en ese inagota-
guía sobre el significado histórico amor, la compasión y la belleza flo- ble océano de pobreza. La frase
y social de tales rutas. recen en medio de semejante su- “territorio de pandillas” me sonó
frimiento histórico? Por supuesto, como los letreros tipo “prohibido el
“¿Qué es eso a nuestra izquierda?”, se me cruzó por la mente que el paso” que los propietarios blancos
preguntó un inquisitivo viajero con guía era de aquellos que opinaban –o las elites de otras latitudes–
un marcado acento alemán. Se –como escuché en muchas oca- cuelgan a la entrada de sus casas
refería a los asentamientos infor- siones– que el apartheid había sido en los barrios opulentos, sólo que –
males y a las localidades que apa- una buena idea mal implemen- en esta ocasión– la Ciudad Madre
recían junto a la autopista a tada, un experimento que salió era “el hogar”, la entidad que abri-
medida que pasábamos por las To- mal. ¿Fue “desafortunado” que no gaba, el espacio de la seguridad y
rres de Refrigeración, uno de los hubiera funcionado? o ¿podría ser el afecto, en tanto que la locali-
hitos “periféricos” de la ciudad, un otro ejemplo de una enunciación dad era el exterior irracional, un
punto tanto de convergencia como políticamente correcta, una espe- lugar de la guerra, el sida y la vio-
de división en la cartografía racial cie de respuesta automática, a la lación de niños y bebés. Era el
de Ciudad del Cabo. que son forzados a exhibir los guías squatter. Resultó asombroso darse
turísticos con el fin de mostrarle al cuenta cómo las conexiones entre
“¡Ah, sí, las localidades segrega- visitante extranjero que Sudáfrica “negritud”, crimen y espacio eran
das! ¿Muy desafortunadas, no?”, está “dejando atrás su pasado”? La aún tan persistentes. La única di-
respondió el guía en tono indi- palabra fue arrojada en la conver- ferencia era el contenido del dis-
ferente y con una rigidez y una sación para que todos la interpre- curso.
indolencia casi quirúrgicas, eva- táramos como quisiéramos, como
diendo cualquier comentario que un comodín en manos de un juga- No hicieron falta más palabras
pudiera conducir a una mezcla dor de cartas. aquella tarde. Luego, mientras
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años dentro la transición, cuando la que llevó a una sociedad de la os- por más fragmentada y fantasmal
idea de la lucha anti-apartheid se curidad del racismo a la posibilidad que sea. La transición, el retorno,
había ya tornado en mercancía, la in- del presente. La visión del mundo le trajo otro exilio, el de su voz, el
dustria del turismo había expropiado que Cronje habitaba parecía estar de su experiencia. Es precisamente
a Mandla de sí mismo, incluso de su desterrada. De un momento a otro, en la institucionalización de esta
propia voz, de su propio dolor para Sudáfrica se había convertido en el historia y de los sacrificios hechos
reducirlo nuevamente al orden de lo centro del mundo. Y en ese momen- por algunos, donde se crean vacíos;
exótico. to, Mandla fue recibido como héroe vacíos que sólo pueden ser llenados
por su familia cercana. Pero esa na- desde las comunidades de base. En
Ahora sí, concluyo esta parte de rrativa de la nueva Sudáfrica tiene este punto, continuo con mis notas
la narración. sus múltiples clivajes, donde la ima- de campo, en sus entradas del mes
gen especular y pulimentada de la de diciembre del año 2003:
Después de un rato, de lejos –desde transición se craquela como cuadro
el asiento del conductor y desde el renacentista ante la mirada cerca- [P]ara confrontar el silencio so-
mundo para el que sirve de inter- na e intimista. Mandla era la fisura cial, Mandla solía, junto con otros
mediario, desde los suburbios del dentro de la nueva nación. Para fi- antiguos guerrilleros, llevar visi-
sur, donde apretadas pinceladas nales de la década, muchos antiguos tantes a los lugares que lo vieron
de luz crepuscular se esconden combatientes habían sido abandona- nacer y combatir. A esta práctica
detrás del bosque– las barriadas dos o relegados a la desolación de le llamé, en su momento, “memo-
se tornan familiares y naturales la pobreza y el trauma de la tortura: rialización peripatética”: una for-
y, sin embargo, tan alejadas, recuerdo con pavor las historias de ma incorporada del pasado, en
como un estante oxidado en el choques eléctricos en el ano y de donde Mandla se convertía en un
rincón olvidado de una sala de confinamiento solitario sin fin que “guía testimonial”, donde las pa-
visitas. De alguna forma, y a pe- Nkhule solía contarme, una y otra labras se amalgaman con el espa-
sar de su magnitud, las localida- vez, voz en cuello, cuando violába- cio , y a través del cuerpo, en un
des, su historia, se han vuelto mos la etiqueta racial en algunos de intento por reconocerlo, por reco-
invisibles (notas de campo, cua- los restaurantes más exclusivos de la nocerse, por llamarle “hogar”. El
derno tercero, 2003). ciudad, como tratando de gritar, en objetivo principal era pues leer el
medio de la indiferencia, “miren lo paisaje urbano, localizar entre los
que los Boers [los nacionalistas] me intersticios de su organización las
Tercera viñeta: la han hecho”. Hace poco murió de claves de un pasado que aún con-
localización del dolor cáncer del sistema intestinal y el vive con el presente. Él hablaba
estómago, resentido con la vida. Él extensamente de las autopistas,
Al volver al país a comienzos de comenzó a morir hace más de quin- los lotes baldíos, las líneas férreas,
los años noventa, Mandla se encon- ce años, en la celda. Aquí lo recuer- como mojones espaciales, como
tró con otro mundo, con un país do con mucho afecto. A los ojos de fronteras perfectamente estable-
ebrio de expectativas ante las trans- muchos, las localidades seguían cidas por la ingeniería racial. Su
formaciones por venir. Creyeron, por siendo ese impenetrable mundo de visión del presente invitaba a am-
ejemplo, que hacer filas frente a las lo otro, donde la violencia y el sida pliar el marco de referencia de la
cabinas de votación cada cinco años se replicaba como la metástasis en ciudad, de tal manera que las dis-
traería justicia social, incluso rique- el cuerpo ya sin destino. Con un tinciones artificiales entre grupos
za a la basta mayoría miserable. Co- agravante para jóvenes como Man- humanos se veían íntimamente
nocí historias de mujeres que habían dla: su historia política, su experien- relacionadas a través de un siste-
renunciado a su trabajo como cia como soldado, como parte de un ma que se encargó de distribuir la
empleadas domésticas ante las pro- proceso global, había sido absorbi- pobreza.
mesas de empleo que Mandela da, esfumada en medio de la nebli-
anunciaba en las propagandas polí- na, por la historia oficial de la lucha Durante el recorrido, Mandla
ticas televisivas. Y al comienzo fue de liberación: y no hay peor cosa que hace una parada importante: en
así, sin duda, un cambio dramático ser sustraído de la propia historia, el lugar donde el 15 de Octubre
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Mandla construye sencillamente nuinamente antropológico, donde del confinamiento solitario. Desde
tiene en el escucha, un testigo de “el 'otro’ (como dijera el filósofo la luz, la oscuridad se hace más os-
segundo orden, un efecto desfa- Levinas) es un destello de posibili- cura, más intensa, confundiéndose
miliarizador, incluso perturbador. dades”. Con esto, Mandla trata de incluso con la ceguera, o quizás, vi-
Quien escucha está forzado de al- desterrar y deconstruir a Cronje, en ceversa. Sin embargo, desde esta
guna manera a interpelar, incluso su elemental patetismo, para poder encrucijada se vislumbran tenue-
en silencio, lo que él dice. Un volver él mismo. Estos “itinerarios de mente los pasos que nos han traído
desencuentro en ese instante, sentido”, como les denominé en un hasta aquí, hasta este punto de no
una mirada de indiferencia téc- momento crucial de pérdida exis- retorno, crítico, en el sentido clási-
nica y lo único que emerge es el tencial durante los años de trabajo co del término. Estos itinerarios son,
fracaso, quizás mi fracaso, para de campo, y haciendo referencia a en alguna medida, fragmentos de esa
entender el dolor de otros. Es por la textura semántica y a la genealo- teleología personal que busca recons-
eso que en ese ámbito, en el uni- gía de la frase, plantean, por un lado, tituir lo disperso, lo fracturado, lo des-
verso que se construye por unas el problema de los recorridos que los plazado. Pero, entonces, ¿no es la vida,
cuantas horas, la relación entre el seres humanos realizan para articu- desde cierto punto de vista, una su-
escucha y el testimoniante es ínti- lar sentido en el mundo de cara a la cesión de puntos de no retorno que
ma. Mandla, no sólo le abre la calamidad y a la catástrofe. Itinera- disfrazamos con los ornamentos de la
puerta al otro para que indague, rios que emergen como articuladores certidumbre y el mito del eterno re-
ya que él es quien se convierte en entre el pasado y el presente, greso, devorando incluso, y sin que-
el hilo conductor del recorrido por moldeándose mutuamente y confi- rer, nuestras propias entrañas?
el espacio urbano, sino que lo hace gurando una gramática de la expe-
partícipe de este retorno. En este riencia en el que el “sacrificio”, el Finalmente, estos itinerarios
sentido, el espacio de interacción “dolor”, el “reconocimiento históri- involucran también, y fundamen-
e interlocución se hace más den- co” y el “retorno como posibilidad” talmente, la integralidad de los sen-
so en la medida que lo lleva del negocian –en el ámbito de lo social– tidos. Mandla recorre y menciona
espacio a la experiencia (notas de el significado de la vida en general. los lugares y las personas donde
campo, cuaderno tercero, 2003). En Sudáfrica, como en otros luga- habita el dolor, y las experiencias
res, el futuro se habla en el idioma visuales, táctiles y olfativas asocia-
La combinación de estos dife- del pasado. De ahí la nostalgia, una das con estos espacios. Sin embar-
rentes registros de la experiencia de las formas como nos relacionamos go, esta sensorialidad, la experiencia
con los que “el escucha” interactúa con la ausencia. de lo que denominamos las cuali-
en relación con los territorios que dades de lo bello o lo grotesco, de
recorre, tiene el efecto de crear un Por otro lado, hay varias direccio- lo agradable y lo repugnante, por
espacio de interlocución dinámica, nalidades en estos itinerarios. No ejemplo, emergen no de una expe-
de relativa intimidad, de cercanía solamente geográficas, en la medi- riencia trascendental sino de la
cognitiva, o lo que llamo “re-cali- da en que el recorrido nos lleva de economía política de dicha expe-
bración”: un momento de reconoci- un lugar a otro en la ciudad, de los riencia, una experiencia situada
miento histórico que permite que “la suburbios a los guetos, a través de entre la contingencia y el determi-
mirada” y el orden del mundo una paulatina inmersión histórica, nismo del poder, entre la domina-
perceptual sobre el que descansa, sino que, por razones generacionales ción cotidiana y las posibilidades de
logre encontrar “lo mismo” en lo que (Mandla tenía quince años cuando la resistencia.
aparentemente es “lo otro”, uno de fue guerrillero), es un trasegar por
los rostros, como escribió Freud, de una época: la década del ochenta,
lo unheimlich: la palabra, hecha “cor- los “años difíciles” y “oscuros”, a los Epílogo
pórea” en el ejercicio de deambular cuales no todos sobrevivieron. Ca-
y re-habitar, en eternos instantes, los minar esa década es como ver des- Cuando Mandla se sentaba a
espacios familiares y a la vez ajenos, de la entrada la profundidad oscura vislumbrar el recorrido de alguno de
se convierte, al mismo tiempo, en un y silenciosa de la celda donde se aquellos días, en una tienda donde
lugar de lo pedagógico, como lo ge- recluyó al individuo en el universo la dueña lo conocía desde la infan-
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