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Papeles del Psicólogo

ISSN: 0214-7823
papeles@correo.cop.es
Consejo General de Colegios Oficiales de
Psicólogos
España

Galán Rodríguez, Antonio


TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE NIÑOS Y ADOLESCENTES EN ACOGIMIENTO RESIDENCIAL.
APORTACIONES A UN CAMPO ESPECÍFICO DE INTERVENCIÓN
Papeles del Psicólogo, vol. 35, núm. 3, septiembre-diciembre, 2014, pp. 201-209
Consejo General de Colegios Oficiales de Psicólogos
Madrid, España

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=77832241005

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Papeles del Psicólogo, 2014. Vol. 35(3), pp. 201-209
Artículos
http://www.papelesdelpsicologo.es

TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE NIÑOS Y ADOLESCENTES EN


ACOGIMIENTO RESIDENCIAL. APORTACIONES A UN CAMPO
ESPECÍFICO DE INTERVENCIÓN
Antonio Galán Rodríguez
Servicio de Familias, Infancia y Adolescencia del Gobierno de Extremadura

Un gran número de menores acogidos en recursos residenciales del Sistema de Protección a la Infancia reciben atención psicológica
sin que aún se haya abordado un análisis profundo y sistemático acerca de los aspectos específicos que delimitan este ámbito de in-
tervención. Se analizan las posibilidades de organización de los dispositivos, considerando las tres grandes opciones de atención
(genérica, específica en recursos comunes, y especializada) con sus correspondientes ventajas e inconvenientes. Se revisa el papel
de los modelos de comprensión, cuya demanda de complejidad y de un análisis crítico es ilustrada con el repaso de tres perspecti-
vas muy comunes (modelo psicopatológico tradicional, enfoques basados en el trauma, y teoría del apego). Finalmente, se considera
la especificidad de las intervenciones técnicas, donde se demandan adaptaciones en función de las características de los menores,
las temáticas propias de este campo, y algunos aspectos particulares del contexto.
Palabras clave: Intervención psicológica, Protección a la infancia, Maltrato infantil.

Psychological treatment is provided to a great number of minors fostered in residential centers of the Child Protection System, alt-
hough a deep and systematic analysis regarding the specific topics of this field has not yet been carried out. We analyze the ways of
organizing units to attend children, taking into account three different options (general practice, specific practice in common settings,
and specialized programs), and their advantages and disadvantages. We consider the role of the theoretical models, underlining the
need for complexity and critical analysis, illustrated by reviewing three common models (the psychopathological, trauma-informed,
and attachment perspectives). Finally, we pay attention to the specificity of the technical interventions, calling for modified adapta-
tions based on the characteristics of the minors, specific topics in this field, and some particular aspects of the context.
Key Words: Psychological treatment, Child protection, Child maltreatment.

NA POBLACIÓN VULNERABLE Y SUS En nuestro país hay unos 14.000 niños y adolescentes
U NECESIDADES ASISTENCIALES
Los profesionales encargados de la salud mental
en acogimiento residencial, es decir, unos 170 por cada
100.000 menores (Dirección General de Servicios para
de los menores acogidos en recursos residenciales del la Familia y la Infancia, 2013). Son acogidos en una
Sistema de Protección se enfrentan a un reto asistencial amplia red de recursos asistenciales, donde los menores
que aún no ha sido analizado adecuadamente. La aten- desarrollan su vidas cuidados por personas designadas
ción a esta población demanda ajustes a múltiples nive- por la Administración para sustituir a sus familias. Refle-
les, desde la relación profesional-paciente hasta la jan situaciones muy diferentes (bebés que han nacido
organización de los recursos asistenciales. Se trata de con el síndrome de abstinencia, niños golpeados por sus
una población especialmente vulnerable y con cierta es-
padres, menores que han sufrido un cuidado sumamente
pecificidad en lo referente a la implementación de los
negligente, jóvenes expulsados de hogares en una situa-
servicios y a los requerimientos técnicos de las interven-
ción de colapso familiar, etc.), y los dispositivos donde
ciones psicológicas. El objeto de este trabajo es abrir ese
se les atiende aparecen como una amplia red de recur-
espacio de reflexión, abordando tres cuestiones: a) los
sos, desde viviendas donde 5-6 menores viven con los
modelos de comprensión de las experiencias personales
profesionales que les cuidan, hasta grandes centros de
que caracterizan a estos niños y adolescentes; b) la or-
ganización institucional de la atención que se les presta; acogida. E incluye a cuidadores de muy distinto tipo,
y c) la especificidad de las intervenciones. desde familias que asumen un cuidado profesionalizado,
hasta grupos amplios de profesionales donde confluyen
Correspondencia: Antonio Galán Rodríguez. C/ Antonio Rodrí- una diversidad de categorías profesionales (educadores
guez Moñino, 2A, 1ª pl. 06800 Mérida. España. sociales, técnicos de educación infantil, psicólogos…)
E-mail: antgalan@hotmail.com (Galán, 2011).

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Artículos TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE
MENORES EN DESPROTECCIÓN

Un primer acercamiento nos sitúa ante un grupo de en función de qué institución asume la responsabilidad
riesgo para sufrir dificultades emocionales o compor- (el propio sistema de protección, o los servicios de sa-
tamentales, en cuanto que estos menores se enfrentan lud), qué profesionales realizan esta tarea (trabajado-
a tres experiencias con un potencial componente pató- res públicos, profesionales de la práctica privada, o
geno: asociaciones concertadas con la Administración; psicó-
✔ El maltrato, que implica el golpe/negligencia /abuso/ logos de la propia institución versus agentes externos),
rechazo que lo define, más la relación emocional dis- y el modelo utilizado (de intervención directa o de sos-
funcional y dañina que lo sustenta, todo ello en el perí- tén al personal socio-educativo). De una forma más
odo más sensible del desarrollo de un ser humano. amplia, encontramos tres formas de implementar esta
✔ Una separación de su hogar, que suele ser vivida co- atención:
mo algo terrible y catastrófico. 1. Proporcionar una atención genérica, es decir, que es-
✔ Un entorno artificial de convivencia, donde se cuidará tos menores sean tratados a todos los efectos como el
del menor y se le aportarán experiencias necesarias y resto de la población, atendidos en la red de servicios
valiosas, pero que no dejará de ser un sustituto preca- de Salud Mental y complementándolo a veces con la
rio al contexto natural de crianza y convivencia. En el práctica privada cuando se dispone de recursos eco-
peor de los casos, un mal funcionamiento del recurso nómicos. Esta opción cuenta con la ventaja de su ca-
supondrá su exposición al componente iatrogénico de rácter normalizador (al tratar a estos menores como
muchos contextos institucionales. al resto de la población) y que incluye a los menores
Este contexto nos lleva a considerar que la mayoría de en una red amplia y completa de cuidados sanitarios,
estos menores requerirán un cuidado especial, y que en lo que facilita las intervenciones complementarias (por
muchos de ellos habrá que valorar la necesidad de aten- ejemplo, prescripción farmacológica añadida a una
ción psicológica. De hecho, las cifras de prevalencia intervención psicológica, exploraciones neurológi-
muestran que para este grupo poblacional los trastornos cas…). Entre los inconvenientes se haya el desconoci-
psicológicos son más frecuentes que en la población ge- miento de la mayoría de los profesionales sanitarios
neral (Burns et al., 2004; Del Valle, Sainero y Bravo, en relación a esta población, tanto en cuestiones psi-
2011), y resulta evidente el cambio que se está produ- cológicas como administrativas (conceptos jurídicos
ciendo en el perfil de menores acogidos, donde se detec- como patria potestad, desprotección, tutela, guarda,
ta una mayor necesidad de atención terapéutica ante acogimiento…). Otro lastre se sitúa en la falta de re-
problemas emocionales y de salud mental (Bravo y Del cursos, en el sentido de que algunos ámbitos psicoló-
Valle, 2009). A partir de aquí surgen cuestiones de inte- gicos a trabajar con estos menores (por ejemplo, los
rés referentes a qué tipo de asistencia prestarles y cómo relativos a la identidad personal y familiar) requieren
hacerlo, tanto a un nivel de atención directa como de or- una dedicación en tiempo y esfuerzo que parece fue-
ganización de los dispositivos. ra del alcance de la mayoría de los dispositivos sani-
tarios.
EL QUIÉN: UNA ORGANIZACIÓN ASISTENCIAL 2. Gestionar una atención específica dentro de recur-
PENDIENTE DE CLARIFICAR sos genéricos; es decir, que estos menores sean tra-
Un recorrido por los distintos sistemas asistenciales de tados de forma diferenciada, por ejemplo
nuestro país nos muestra una gran heterogeneidad en considerándolos casos preferentes, designando pro-
la organización de la atención psicológica a esta po- fesionales específicos de referencia, o implementan-
blación. En la actualidad no disponemos de publicacio- do programas especiales (véase por ejemplo el
nes específicas que hayan realizado una revisión a programa de la Fundació Nou Barris per a la Salut
nivel nacional, y en los foros donde confluyen los pro- Mental en www.f9b.org). Esta opción suele apare-
fesionales encargados de esta atención no se ha abor- cer como resultado de un acuerdo entre las dos re-
dado un trabajo conjunto de clarificación que permita des asistenciales (Salud y Protección a la Infancia),
analizar de forma exhaustiva qué y cómo se organiza y cuenta con las ventajas antes señaladas de incor-
esa labor. Las aportaciones parciales (normalmente pa- porar al menor a una red asistencial completa, al
ra describir experiencias concretas de los profesiona- mismo tiempo que se avanza en cierta especializa-
les) ofrecen un panorama muy diverso, con diferencias ción de los profesionales. Además, desde un punto

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ANTONIO GALÁN RODRÍGUEZ
Artículos

de vista teórico, sitúa la intervención a los menores CÓMO PENSAR: MODELOS DE COMPRENSIÓN
en un campo interdisciplinar de atención psicológi- Al enfrentarse a las dificultades psicológicas de estos
ca que se encuentra entre lo clínico y lo social, y menores, el profesional necesita un marco conceptual
que cuenta con su propia especificidad (Galán, Ro- que sustente su trabajo, y resulta recomendable una re-
sa y Serrano, 2011). flexión crítica sobre el ajuste y suficiencia del modelo te-
3. Aportar una atención especializada, contando con órico que cada uno utiliza al trabajar con una población
profesionales dedicados específicamente a la aten- tan específica. Con objeto de sensibilizar en este sentido,
ción de esta población. Con frecuencia esta opción abordaremos un breve repaso de tres modelos de com-
ha sido la utilizada por los servicios de protección prensión muy presentes en la atención a la infancia mal-
ante la insatisfacción por la asistencia prestada des- tratada/abusada, adoptando una perspectiva crítica que
de los recursos sanitarios públicos, de modo que nos permita subrayar la complejidad del fenómeno que
han establecido convenios con entidades privadas abordamos.
que aporten esa atención, o han designado profe-
sionales de la propia red para abordar esta labor. A. El modelo psicopatológico tradicional
La gran ventaja es que permite la implantación de Una reflexión sobre este modelo parece necesaria por
dispositivos muy especializados y con una gran ca- su gran presencia en contextos clínicos y porque en estos
pacidad para insertarse en la red asistencial que momentos se cuestiona su capacidad para explicar los
cuida de los menores (Aladro et al., 2010; Galán, problemas psicológicos. Resulta innegable que ciertas in-
2012; Guerra, 2008). Además, esa especialización fluencias en el desarrollo derivan en formas específicas
ha revelado la especificidad en cuanto a conceptos, de comportarse, sentir, pensar y sufrir, y que a veces
conocimiento y técnicas que se requerirán para tra- “cristalizan” en ciertas configuraciones muy definidas a
bajar con población maltratada o abusada. La gran las que llamamos “trastornos” (psicológicos, psiquiátri-
desventaja es que en cierta medida supone crear cos, mentales…). Pero esta perspectiva constituye un
una red asistencial paralela en lo referente a la acercamiento parcial ante el que parece necesario intro-
atención psicológica. Por otra parte, uno de los as- ducir cierto cuestionamiento crítico, que giraría en torno
pectos más controvertidos es el referente a si estos a tres puntos:
dispositivos deben formar parte de la red de aten- ✔ la debilidad de los modelos psicopatológicos.
ción residencial (por ejemplo, insertándose en la ✔ la precariedad de las noxotasias.
plantilla de los recursos residenciales) o si más bien ✔ el efecto paralizador que esta perspectiva puede con-
deben funcionar como entes externos; debemos se- llevar en algunos profesionales.
ñalar que en el primer caso se corre el riesgo de La perspectiva psicopatológica dominante cuenta con un
que las dinámicas institucionales acaben invalidan- considerable bagaje conceptual y técnico, que ha sosteni-
do al profesional en la intervención directa con el do el desarrollo de la Psiquiatría y de la Psicología Clíni-
niño o adolescente. ca, y de los sistemas asistenciales encargados de atender
Una de las cuestiones de fondo en esta problemática es a los enfermos mentales. No obstante, algunos cuestiona-
la relación entre las dos redes asistenciales implicadas, mientos proponen desligar dicha perspectiva psicopatoló-
la de protección a la infancia y la sanitaria. Si bien es gica de la visión de los llamados trastornos mentales,
necesaria una dinámica de trabajo conjunta, pocas ve- proponiendo modelos alternativos de comprensión de la
ces se logra, de modo que existe mucho desconocimiento conducta humana (González y Pérez, 2007; López y Cos-
mutuo y bastante insatisfacción. Se trata de una relación ta, 2013). Plantean que la perspectiva psicopatológica es
difícil de establecer, en cuanto que se sitúan en ámbitos una forma de ver la conducta anómala que constituye una
institucionales diferenciados (médico versus social), con herencia de la Medicina clásica, de ahí que recurra a sus
lenguajes y culturas organizacionales propias, e incluso modelos de patología humana (búsqueda de la sede y
con cierta asimetría relacional derivada de la percepción causa de la enfermedad dentro del cuerpo). Desde este es-
social de ambas (el mayor prestigio del ámbito sanita- quema, nos encontramos con ciertas conductas y pensa-
rio…). Dentro del contexto actual de recursos asistencia- mientos, los etiquetamos como síntomas y los remitimos a
les saturados y limitaciones económicas, estos problemas una anomalía subyacente en el interior del individuo (en el
se agudizan aún más. cerebro). Cuando este modelo ha sido adoptado por la

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Artículos TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE
MENORES EN DESPROTECCIÓN

Psicología, se ha sustituido (aunque fuera sólo a efectos nosotaxias, es decir, clasificaciones de trastornos menta-
metodológicos) el cerebro por constructos hipotéticos su- les. El modelo imperante es el categorial y de consenso,
puestamente causales de los síntomas (por ejemplo, los muy asentado en la psicopatología clásica, y claramente
“esquemas depresógenos”). Sería el mismo esquema que representado por las clasificaciones de la American Psy-
utilizaríamos para enfermedades como la diabetes, el as- chiatric Association (DSM) y de la Organización Mundial
ma o una infección, a pesar de que el campo de las difi- de la Salud (CIE). Su utilidad resulta innegable, pero sus
cultades psicológicas sería distinto. Esta diferencia entre limitaciones nos obligan a cuestionarnos si existen formas
los dos ámbitos ha quedado delimitada como una distin- más productivas y enriquecedoras de entender el sufri-
ción entre “entidades naturales” y “entidades interactivas” miento y el desajuste emocional y conductual de los seres
(González y Pérez, 2007). El error de base es que defini- humanos. Este modelo imperante se relaciona con la op-
mos los trastornos mentales desde las conductas, cosifica- ción por un modelo médico de las dificultades psicológi-
mos aquellos como si fuesen entidades reales, y cas, y ya vimos antes que esto conlleva algunas
explicamos las conductas desde la presencia del trastorno debilidades de base. Pero además, estas críticas se am-
mental, dando lugar así a un razonamiento circular. Co- plifican al llegar al ámbito infanto-juvenil, porque las ca-
mo alternativa a este modelo se plantea que las conductas racterísticas del enfermar psíquico infantil darían a éste
deben ser definidas como tales, es decir, como comporta- una especificidad que demandaría una forma diferente
miento dentro de un contexto. Por tanto, los síntomas serí- de clasificación. Entre esas características incluiríamos
an ante todo conductas, y como tales: a) pertenecen a la (Rodríguez-Sacristán, 1995) la inespecificidad sintomato-
persona; b) se emiten dentro de un contexto; y c) tienen un lógica (los síntomas resultan muy polivalentes y están pre-
significado. sentes en cuadros clínicos muy diferentes), la capacidad
No es éste el lugar para abordar este debate tan com- de autorregulación, de reversibilidad y mutabilidad (la
plejo (y enriquecedor), pero debemos apuntar que noso- patología no aparece de una manera tan rígida como en
tros abordamos el dilema con una visión práctica y el adulto), el carácter cronodependiente (un mismo tras-
enmarcada en una perspectiva constructivista de la reali- torno tendrá expresiones muy diferentes en función de la
dad (Feixas y Villegas, 2000). Desde ésta, no entende- edad), la diferenciabilidad individual (el mismo trastorno
mos los modelos como realidades inapelables, sino tendrá manifestaciones muy personales en cada niño), la
como instrumentos que los seres humanos utilizamos pa- comorbilidad (pocos trastornos mentales aparecen en so-
ra manejar la realidad. En este sentido, los criterios fun- litario) y la psicopatoplastia del contexto (el trastorno re-
damentales para nosotros son la utilidad, la coherencia, sulta muy influenciable por el entorno).
la congruencia y la elegancia (en el sentido de armonía Indudablemente contamos con alternativas, por ejemplo
y contextualización) de esa forma de entender los hechos modelos dimensionales o propuestas transdiagnósticas.
clínicos. Aún reconociendo el importante bagaje de la De hecho, los acercamientos más específicos al enfermar
perspectiva psicopatológica clásica, se trata de un mo- psíquico infantil han derivado en algunas formulaciones
delo que no termina de aprehender en su totalidad las concretas, como la psicopatología del desarrollo, uno de
dificultades de estos niños. Si bien parece útil en el abor- cuyos ámbitos de aplicación ha sido precisamente el del
daje de muchas de las dificultades que caracterizan al maltrato (Toth y Cicchetti, 2013). Frente a la visión cate-
menor maltratado/abusado, al trabajar con estos niños gorial de trastornos mentales al modo de enfermedades
y adolescentes forzosamente debemos acercarnos y tra- diferenciadas unas de otras, y con una clara separación
bajar con vivencias, experiencias, modos de relación… salud-enfermedad, se plantea que la psicopatología no
para las que el modelo psicopatológico clásico (con sus constituiría un estado propio y diferenciado de la norma-
síntomas, síndromes y supuestas causas subyacentes) re- lidad, estaría sujeta a un proceso dinámico de evolución
sulta claramente insuficiente. Una perspectiva más feno- (en estrecha relación con su contexto), no se basaría en
menológica (en el sentido de comprensión de las relaciones simples entre factores “etiológicos” y resulta-
experiencias a partir del encuentro), biográfica, contex- dos, atendería a la interacción entre los sistemas biológi-
tual y constructivista, resulta de mayor utilidad. cos, psicológicos y sociales, e incluiría también los
Relacionado con lo anterior se plantea el debate en tor- factores de protección (Lemos, 2003). También podemos
no a las clasificaciones de trastornos mentales. El estudio considerar perspectivas estructurales del psiquismo; ba-
de la psicopatología ha derivado en la elaboración de sadas en la tradición psicoanalítica, encontramos visio-

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ANTONIO GALÁN RODRÍGUEZ
Artículos

nes actualizadas como la propuesta de Kernberg (Kern- iniciativas más ambiciosas para avanzar en el desarrollo
berg, Weiner y Bardenstein, 2001) o la Clasificación de intervenciones con niños maltratados es el National
Francesa de Trastornos Mentales del Niño y del Adoles- Child Traumatic Stress Network, una amplia red de re-
cente (CFTMEA-R-2000). Estas alternativas muestran que cursos de investigación que, amparados por una iniciati-
existen formas muy productivas de acercarse al malestar va del Congreso, busca implementar recursos basados
infantil más allá de los sistemas más oficializados. Lo en el concepto de trauma.
que tienen en común es que introducen riqueza y com- Al utilizar este concepto en la infancia debemos tomar en
plejidad, y obligan además a un acercamiento más indi- consideración que el trauma, además de su poder pertur-
vidualizado al paciente, lo que podrían constituir bador del bienestar, añade en los niños una distorsión en
requerimientos básicos para atender la psicopatología su proceso de desarrollo. Esta especificidad explica los de-
en el niño y el adolescente maltratado/abusado. bates acerca de cómo etiquetar las experiencias traumáti-
Continuando con los aportes críticos al modelo psicopa- cas y delimitar su efecto. A diferencia de los modelos
tológico tradicional señalaríamos que la experiencia coti- traumáticos en los adultos (cuyo paradigma es el Trastor-
diana nos muestra que ese diagnóstico puede tener un no por Estrés Post-traumático, TEPT), en muchos niños mal-
efecto paralizador sobre los profesionales no clínicos. Pen- tratados/abusados en el ámbito familiar sólo de forma
semos por ejemplo en un diagnóstico tan habitual como el secundaria encontraremos: a) unas experiencias concretas
de “trastorno disocial” formulado desde un dispositivo clí- y recortadas temporal y espacialmente; y b) cierta distan-
nico. Las respuestas que se van a implementar en ese con- cia sobre esa experiencia, de modo que sea presentada
texto van a ser prescripciones psicofarmacológicas e como una vivencia traumática propiamente dicha. Son
intervenciones psicológicas, cuyo efecto podemos prever más habituales las situaciones traumáticas totalmente en-
positivo sobre las dificultades del menor. Curiosamente, garzadas en el funcionamiento vital, siendo difícil delimi-
los criterios que definen el cuadro clínico son, al mismo tar episodios y analizarlos desde cierta distancia.
tiempo que síntomas, los objetivos de intervención de cual- Obviamente existen excepciones; por ejemplo, cuando se
quier programa psicosocioeducativo (ya sea en un pro- avanza hacia la adultez es más factible marcar esa dis-
grama de intervención familiar de los servicios sociales, o tancia con las experiencias abusivas y analizarlas como
en el marco de una atención residencial a la infancia en tales; de la misma manera, incluso con niños pequeños es
desprotección). Para el psicólogo del programa de inter- posible aislar ciertas experiencias traumáticas, sobre todo
vención con familias, o el educador de un centro de aco- cuando éstas no formaron parte de su vida cotidiana (por
gida, existe la tentación de retirarse a un segundo plano ejemplo, la acción a la que en el argot profesional suele
de la intervención porque esas manifestaciones comporta- denominarse como “retirada”, para designar al momento
mentales son objeto de una intervención clínica. Hemos en que se saca al niño del domicilio para trasladarle a un
escogido este ejemplo porque muy posiblemente el trata- recurso residencial).
miento de elección sea la actuación psicosocioeducativa Estas características particulares hacen que sea de difícil
en el contexto de convivencia (en este caso, un entorno re- aplicación la categoría diagnóstica TEPT. Ésta aporta una
sidencial), más que el resto de las intervenciones; y que visión muy intuitiva, ya que cuando pensamos en quien ha
por ello las actuaciones clínicas deban servir como apoyo sufrido un accidente de tráfico, un asalto violento o una
a esa otra actuación, y no al revés. Pero el peso dado al catástrofe natural, resulta fácil identificar esta sintomatolo-
diagnóstico clínico (entre otras cosas por el prestigio de lo gía y entender su significado. La situación es diferente
sanitario, pero también por el carácter esencialista del cuando se trata de una situación mantenida de forma per-
modelo psicopatológico clásico), tiene un efecto paraliza- sistente a lo largo del tiempo, y cuando el origen se en-
dor sobre otros profesionales, quienes fácilmente refuer- cuentra en una persona con la que se mantiene una
zan la tautología que sostiene algunos diagnósticos. relación significativa. Los síntomas del TEPT no se ajustan
bien al rastro que pueden dejar tras de sí estas experien-
B. Los modelos basados en el trauma cias. Por ejemplo, son más frecuentes las vivencias diso-
Muchos acercamientos a la infancia maltratada se sos- ciativas, la desmoralización y los síntomas depresivos.
tienen precisamente en el elemento que les define como Estas diferencias sostienen por ejemplo la distinción entre
grupo: una vivencia traumática. Una muestra muy repre- traumas tipo I y tipo II, que se corresponderían con esas
sentativa la encontramos en los EEUU, donde una de las dos situaciones diferenciadas (Pérez-Sales, 2009). Pero

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Artículos TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE
MENORES EN DESPROTECCIÓN

además, en los adultos estamos considerando una estruc- muchas prácticas inspiradas en la teoría del apego aú-
tura psíquica ya formada, sobre la que impacta un ele- nen aportaciones de diferentes procedencias, lo que a
mento estresante. En cambio, el potencial perturbador en veces ha dado lugar a propuestas bien integradas pero
un niño es mucho mayor, y el proceso de crecimiento pos- también a mezcolanzas criticables. Y ya en un extremo
terior al trauma tendrá que hacerse sobre el daño causa- más grave, encontramos prácticas muy cuestionables cu-
do. Por ello, a veces pareciera que deberíamos hablar de yo estatus científico y ético ha sido puesto en duda por
“vidas traumáticas” más que de “traumas”. colectivos profesionales como la American Professional
Esta diferencia sostiene aportaciones conceptuales o Society on the Abuse of Children (Chaffin et al., 2006).
diagnósticas como el Complex Post Traumatic Stress Disor- En el ámbito psicopatológico, la teoría del apego nos
der (CPTSD) o “trauma complejo”, o el Developmental ofrece la posibilidad de obtener una lectura diferente de
Trauma Disorder (Van der Kolk, 2005). Estos plantean las categorías diagnósticas tradicionales, tal como hizo
que la exposición múltiple o crónica a traumas interperso- el propio Bowlby, por ejemplo con las fobias (Bolwby,
nales relacionados con el desarrollo generarán malestar 1998). Pero además, el apego como dimensión básica
emocional pero también producirán síntomas en muy dife- de la vida psíquica y relacional del ser humano, puede
rentes dominios de funcionamiento personal (apego, regu- verse directamente afectada, y aquí hablaríamos de tras-
lación emocional, autoconcepto, deterioro funcional…). tornos del apego. Resulta evidente que con estos nos re-
Estos parecen cubrir prácticamente la totalidad de la per- ferimos a un dominio coherente de problemas
sona, y demandan un tratamiento integral de ésta. conductuales y relacionales severos (Chaffin et al.,
2006), y los estudios de seguimiento sugieren que es un
C. El modelo del apego cuadro muy estable, de modo que no basta con colocar
El apego constituye una dimensión fundamental en el al niño en un contexto sano de cuidado para lograr un
desarrollo del ser humano, y la experiencia de maltrato cambio significativo. Pero desde la perspectiva crítica
impacta directamente sobre ella. Esto explica que la teo- que aquí sostenemos, debemos señalar el abuso que se
ría del apego se haya convertido para muchos profesio- hace de este concepto, en la medida en que algunos
nales que atienden a la infancia maltratada en un marco contextos se ha convertido en un diagnóstico sobreexpli-
básico de referencia. Además, el carácter intuitivo de su cativo y en el eje central de una intervención que quizá
idea básica, el importante bagaje investigador que la debería ir primariamente en otra dirección (Nilsen,
sustenta, y la posibilidad que aporta de dirigir una vi- 2003). Si nos limitamos a las propuestas rigurosas, en-
sión más positiva al desarrollo del ser humano, han im- contramos un debate en torno a cómo delimitar las dis-
pulsado decididamente el interés por este marco de tintas formas que puede presentar un trastorno del
comprensión. No obstante, como en los modelos anterio- apego. Probablemente las más extendidas son las que
res que hemos analizado críticamente, encontramos la- defienden las clasificaciones internacionales de trastor-
gunas y deficiencias que muestran una vez más la nos mentales (DSM y CIE, Clasificación Diagnóstica 0-3),
necesidad de replanteamientos más amplios e incisivos pero existe descontento con ellas. Por ejemplo, y diri-
sobre las ideas en las que sostenemos la atención psico- giéndose específicamente a la propuesta del DSM, apa-
lógica a la infancia desprotegida. recen objeciones como las de Boris y Zeanah (1999) o
Comenzaríamos con la falta de precisión con la que las de Chaffin et al. (2006), subrayando las debilidades
frecuentemente se utiliza el concepto de apego, confun- conceptuales y metodológicas de estos criterios. Pero so-
diéndolo con otros y otorgándole un carácter sobreexpli- bre todo, nosotros destacaríamos la falta de precisión,
cativo para todas las relaciones humanas (Galán, de modo que las dificultades en el manejo de los víncu-
2010). Si bien contamos con modelos multidimensiona- los deriva en la catalogación como “trastorno del ape-
les que sitúan el apego dentro de una mayor compleji- go”, desconsiderando la enorme complejidad clínica que
dad del funcionamiento humano, persisten visiones muy se recoge bajo este concepto.
simplificadoras de los vínculos emocionales. De la misma Con este análisis crítico de tres modelos muy frecuentes
manera, a pesar de la potencia teórica y metodológica en este ámbito hemos tratado de reflejar que nos situa-
de la teoría del apego, existe una laguna en su proyec- mos en un contexto de gran complejidad, en cuyo cono-
ción al espacio clínico, tanto en el aspecto de la evalua- cimiento se ha avanzado enormemente, pero donde los
ción como en el del tratamiento. Esto ha permitido que marcos de comprensión no pueden ser simples ni acep-

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Artículos

tados acríticamente. Además, el modelo que cada profe- chos profesionales en nuestro país, a modo de las “figu-
sional decida utilizar para atender a población maltrata- ras prominentes” que antes señalábamos, y entre las que
da/abusada, debe contemplar: podríamos incluir al Centro per il bambino maltrattato e
✔ el elevado sufrimiento que conlleva la realidad perso- la cura della crisi familiare (CBM) de Milán, Jorge Ba-
nal de estos niños y adolescentes. rudy o Juan Luis Linares (Barudy, 2001; Cirillo, 2012;
✔ el gran esfuerzo técnico y emocional que demanda de Cirillo y Di Blasio, 1991; Linares, 2002).
los profesionales. Una aproximación sensible y técnicamente correcta nos
✔ el hándicap que ciertas vivencias imponen al desarro- llevará a considerar cuestiones específicas de esta pobla-
llo sano y fructífero. ción. Por ejemplo, y en lo relativo a las características de
los menores, suele llamar la atención el carácter resisten-
EL CÓMO: LA ESPECIFICIDAD DE LA INTERVENCIÓN cial de estos, si bien a veces su conducta pareciera con-
TÉCNICA tradictoria. La psicoterapia supone una oferta de
Para entender la gran distancia que existe entre el mo- relación interpersonal significativa, lo que despierta re-
mento en que se diseña un modelo de trabajo y su im- sistencias en una persona que ha sufrido al menos un
plantación generalizada, el Chadwick Center for Children doble fracaso en las relaciones interpersonales significa-
and Families (2004) señalaba cómo en el campo del mal- tivas más importantes de su vida. No obstante, la caren-
trato infantil pueden identificarse cuatro etapas (comunes cia afectiva puede implicar al mismo tiempo una
a otros espacios clínicos): el uso en la población específi- búsqueda de lazos interpersonales, dando lugar con ello
ca de las intervenciones utilizadas en la población gene- a una actitud ambivalente ante el profesional, lo que de-
ral, la posterior aparición de figuras prominentes que manda de éste paciencia, sensibilidad y en ocasiones
aportan claves para ese campo particular y que son mucha creatividad para poder establecer un contacto
adaptadas por algunos profesionales, el desarrollo de emocional mínimo que permita iniciar y/o continuar la
formatos de tratamiento validados, y finalmente la dise- intervención. Otro ejemplo es la frecuente presencia de
minación y generalización de estos. El grueso de los pro- lo que podríamos denominar “patología del déficit”, en
fesionales de nuestro país se sitúa en las dos primeras el sentido de funciones psíquicas que no han podido de-
etapas, en cuanto que apenas hay trabajos de validación sarrollarse, dejando con ello una serie de limitaciones.
de formatos específicos de tratamiento, salvo excepciones Por ejemplo, en el manejo de las emociones (sentirlas,
como el grupo de investigación de la Universidad de reconocerlas, expresarlas, controlarlas…), que obliga al
Murcia (http://www.cop.es/infocop/pdf/1602.pdf); y profesional a un trabajo de “educación emocional” en el
por supuesto estos no son prácticas generalizadas. contexto psicoterapéutico, pero también a un esfuerzo
A la espera del desarrollo de esos modelos de trata- que permita el desbloqueo del funcionamiento psíquico.
miento, los profesionales tienen la responsabilidad de in- En la misma línea pueden aparecer limitaciones en el
cluir en sus formatos genéricos de atención algunos manejo simbólico, lo que implica que algunos instrumen-
conocimientos y técnicas específicas. La fuente de inspira- tos frecuentemente utilizados para acceder a otros niños
ción puede encontrarse en distintos lugares. Fuera de (dibujos, relatos, juegos de representación) no sean fácil-
nuestro país existe una gran variedad de modelos especí- mente accesibles, al menos en los primeros momentos; y
ficamente desarrollados para el trabajo con menores esto puede frustrar al profesional que espera una comu-
maltratados/abusados, que tampoco se han sustraído a nicación de cierta riqueza, ante la que él respondería
la actual orientación hacia las prácticas basadas en la con intervenciones verbales muy elaboradas.
evidencia. Podemos señalar revisiones recientes, como las Por otra parte, una intervención profunda acabará en-
de Leenarts et al. (2013), Rosa-Alcázar, Sánchez-Meca y contrando ciertas temáticas muy específicas (o que sien-
López-Soler (2010), el monográfico de Child Maltreat- do comunes, adoptan características particulares), como
ment en 2012 (Volumen 17), o la revisión del National el abandono, el cuidado, la lealtad familiar, los sucesos
Child Traumatic Stress Network sobre tratamientos con traumáticos, la identidad, la propia historia o el estigma.
apoyo empírico (http://www.nctsn.org/resources/to- Harán acto de presencia de alguna manera, a veces co-
pics/treatments-that-work/promising-practices). mo síntomas y otras como un telón de fondo que sólo lle-
Más allá de estos formatos estandarizados, hay pro- ga a un primer plano si se despliega una intervención
puestas concretas especialmente inspiradoras para mu- comprometida y/o el profesional dirige su atención ha-

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Artículos TRATAMIENTO PSICOLÓGICO DE
MENORES EN DESPROTECCIÓN

cia ellos. Esta consideración llevará al terapeuta a traba- normales de la vida, logra trabajar productiva y fructífe-
jar de forma sistemática con la trayectoria vital de estos ramente, y es capaz de hacer una contribución a su co-
menores, donde aparecerán vivencias traumáticas, con- munidad (World Health Organization, 2001).
flictos y lagunas que deben ser abordadas. Estos elementos no agotan la especificidad de este
Finalmente hay elementos específicos del contexto de la campo, pero nos muestran la complejidad e idiosincra-
intervención. En muchos menores encontraremos dificul- sia de este ámbito de intervención, con la consiguiente
tades en el contacto afectivo y las relaciones tú-a-tú, lo necesidad de ajustar los conceptos y las técnicas utili-
que obligará a buscar actividades mediadoras, ofrecer zadas
marcos bien regulados que contengan la relación, etc.
De la misma manera, hay que tener en cuenta que estos NECESIDADES
menores están siendo cuidados por personas que asu- Además de las cuestiones organizacionales, teóricas y
men un doble papel en sus vidas (el de cuidadores y el técnicas que hemos señalado, también encontramos ne-
de profesionales), que también adoptarán ante el psicó- cesidades que se sitúan en el ámbito social y ético. Una
logo, y puede resultar difícil encontrar la distancia ópti- atención psicológica adecuada para los menores maltra-
ma que permita recoger su implicación afectiva al mismo tados/abusados demanda aportar una mayor visibilidad
tiempo que no sean considerados “pacientes”. a esta población, que permita un mejor conocimiento de
También es importante situar la intervención psicológi- las particularidades de su situación administrativa y de
ca en un contexto mucho más amplio. Estos casos tras- los desafíos vitales a los que se enfrentan.
cienden el espacio de la consulta, poniendo en juego En segundo lugar, se requiere una actitud mental que
infinidad de variables, con aspectos legales, instituciona- permita visiones integradoras a nivel profesional, que
les, psicológicos, sociales, familiares… Esta complejidad, puedan dar cuenta de la complejidad de esas situacio-
más la diversidad de miradas ajenas a lo propiamente nes vitales, administrativas e institucionales; y de forma
psicoterapéutico, constituyen un reto para algunos profe- complementaria, podría plantearse el cambio de pers-
sionales de la intervención psicológica, quienes ven difí- pectiva en la forma de diseñar las intervenciones, de mo-
cil manejarse en esta diversidad de perspectivas, en las do que pasemos de una formulación basada en el
relaciones interinstitucionales, e incluso en la propia lo- problema a una atención adaptada a las necesidades.
gística de la participación en una red tan amplia. Finalmente, nada de lo anterior es válido si de fondo no
Un último punto a considerar es la determinación de existe un compromiso ético con estos niños y adolescentes
unas medidas de resultado. El criterio de reducción sinto- confrontados con experiencias sumamente difíciles, preci-
matológica resulta ineludible, si bien se muestra limitado samente en momentos en que requerirían concentrar sus
en el momento en que los motivos que sustentan la deri- esfuerzos en el propio proceso de crecimiento. Estos me-
vación se ajusten poco a una visión psicopatológica; nores afrontan desafíos de gran magnitud, y si bien algu-
cuando se pide una intervención por la confusión que un nos nos dan una lección sobre cómo se puede hacer uso
chico muestra a la hora de entender su situación vital, la de un potencial de crecimiento en las peores circunstan-
dificultad para relacionarse con su familia de una forma cias, otros nos muestran cómo ciertas experiencias vitales
madura, o la tendencia a entrar en conflicto en sus dis- puede lastrar el desarrollo de un ser humano.
tintos ámbitos de relación, es difícil establecer unos crite-
rios de eficacia basándonos en los síntomas clásicos. REFERENCIAS
Esto nos remite al cuestionamiento a la tradición de me- Aladro, M., Hernando, E., López, D., Ruano, F.J., San-
dir la eficacia de la terapia psicológica sólo en función cho, A., y Santos, I. (2010). Intervención psicológica
de los síntomas, cuando lo más relevante pudiera situar- en el ámbito de la infancia maltratada. Focos de in-
se en la promoción de la flexibilidad psicológica, el au- tervención y análisis de técnicas. Comunicación pre-
toconocimiento, el esclarecimiento de las decisiones sentada en el X Congreso Estatal de Infancia
personales, la potenciación de recursos, o la capacidad Maltratada, Sevilla.
para solucionar problemas. Esta postura nos acerca a la Barudy, J. (2001). El dolor invisible de la infancia. Una
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ANTONIO GALÁN RODRÍGUEZ
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