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VIRREINATO DEL PERÚ

A pesar de los problemas en España con la ocupación napoleónica la situación


del Perú era bastante estable, los movimientos de juntas que se sucedieron en
muchas ciudades americanas para ocupar el vacío de poder dejado por los reyes
españoles Carlos IV y Fernando VII no tuvieron reflejo en Lima, es más, desde
la capital peruana se enviaron tropas para someter a las juntas revolucionarias
de La Paz y de Quito.
Las élites peruanas, a pesar de que las reformas borbónicas no les
favorecieron, continuaban lucrándose con el sistema español por lo que no
tuvieron ningún interés en levantarse contra él. El virreinato aceptó las órdenes
del Consejo de Regencia de instaurar la libertad de prensa y de reemplazar los
cabildos tradicionales por organismos elegidos y la elección de representantes
de Hispanoamérica ante las Cortes de España. El virrey José Fernando de
Abascal era contrario a estas órdenes pero obedeció sin rechistar.
Los indígenas en el virreinato

Los indígenas apenas participaron en los conflictos de la independencia porque


los criollos y las élites les tenían miedo por su capacidad destructiva, visto lo visto
con las numerosas rebeliones indígenas que tuvieron lugar durante el siglo XVIII,
por lo que evitaron inmiscuirles en los mismos. Dichas protestas nativas fueron
de carácter económico más que independentista, al contrario de lo que tratan de
hacernos creer muchos historiadores, que las muestran como los prolegómenos
de una independencia que el pueblo peruano ni sentía ni pedía. Para que esta
se ejecutase tuvieron que llegar del exterior ejércitos extranjeros como las tropas
chilenas de San Martín desde el sur y las colombianas de Simón Bolívar desde
el norte a darles, sin haberlo pedido, esa independencia.
De hecho, en la historiografía peruana, hay un intento de “peruanizar” la
independencia remarcando fuertemente el peso de elementos peruanos y
rebajando los extranjeros. En 1823 las fuerzas patriotas estaban formadas por
3.000 colombianos, 1.000 argentinos y 1.000 peruanos. Es el indicio de la
naturaleza puramente política, sin mayor significación social, de las guerras de
la Independencia, y del abismo que existía entre los criollos y las masas de la
sociedad colonial. Las masas populares, y con razón, no acudieron al llamado
para la liberación, hecho por y para las capas altas de la sociedad colonial.
Los primeros peruanos que realmente lucharon por la revolución política, y
derivado de ella la independencia, fueron los conspiradores masónicos que
intentaron desestabilizar el virreinato mediante algunos intentos de rebelión
como el movimiento de Huarochirí en 1782 y la conspiración del
Cuzco de José Gabriel Aguilar y Manuel Ubalde en 1805. Ambos
movimientos originados en las reuniones conspiratorias masónicas que fueron
fácilmente reducidos y aniquilados por las tropas virreinales.

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