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17-11-2017

Foucault y Marx desde la verdad y las formas jurídicas


Alejandro Ruiz
Rebelión

La historia (como genealogía) es un entramado de acontecimientos que se muestran dispersos al


intentar comprenderlos desde la mirada totalizadora de la ciencia; en ella se nos aparecen,
superficialmente, de manera espontánea un cúmulo de elementos que han sido objeto de diversos
análisis: el conocimiento, la ética, el poder, la sexualidad, los conflictos y relaciones sociales (por
mencionar algunos) han ocupado un curul especial en la producción teórica de los últimos dos
siglos.

Comprender la historia desde estos campos epistemológicos puede llevarnos a laberintos mentales
que difícilmente encuentren una explicación causal del origen de los fenómenos humanos;
inclusive, la búsqueda de una causa única nos encierra en cuatro paredes estrechas que limitan
infinitamente la salida del concepto del ideal abstracto a la praxis.

Michel Foucault estaba atrapado en estas cuatro paredes infinitamente largas, dentro de las cuáles
desarrolló de manera extraordinaria una diversidad de teorías y propuestas que ayudasen a
comprender las relaciones de poder y dominación en niveles micropolíticos y macropolíticos.

Atrapado en los fines de la guerra fría que traía consigo la denuncia explícita del autoritarismo
stalinista, la subversión del tercer mundo y el ascenso de los Estados Unidos como potencia
hegemónica mundial, Foucault rozaba "la insoportable levedad del ser"; vivía las contradicciones a
flor de piel y obedecía a las necesidades de su época: restablecer su identidad frente a la
polarización.

Atravesado también por la caída del dólar en 1966 y por el resurgimiento de la decolonialidad;
Foucault presenció la instauración y derrocamiento de regímenes democráticos que en nombre de
la soberanía, el socialismo y el antiimperialismo confrontaron el discurso dominante desde el tercer
mundo; optando por discursos políticos que recuperaban las banderas de identidad y liberación
nacional, confrontando incluso a los dictámenes de la Unión Soviética.

Por último, el surgimiento de nuevos sujetos políticos fuera de los esquemas más ortodoxos del
marxismo impuestos como "verdad" a los gobiernos que seguían la línea de la URSS despertó en
Foucault grandes interrogantes y cuestionamientos hacia el oficialismo académico en aquella
época, la filosofía analítica y el neopositivismo como discurso oficial en las ciencias sociales,
jurídicas y de humanidades; y por el otro lado el estructuralismo determinista que librara una
virtual batalla a nombre del marxismo.

Francia, escenario de estas disputas (y cuna de los pensadores más influyentes en esta última
corriente estructuralista) se había convertido (después de los hechos del Mayo del 68) en un

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escenario convulsionado por la gran cantidad de jóvenes que inundaban las calles exigiendo
democracia, respeto, equidad y el cese a la guerra; jóvenes rebeldes de los que Foucault tomó
inspiración para el rumbo de su gran obra teórica, y que sin lugar a dudas influyó sobre su
pensamiento y sus posturas ético/políticas ante ciertas problemáticas.

La verdad y las formas jurídicas se enmarca en este proceso político concreto; donde las
revoluciones teóricas ponían al centro la constitución de un sujeto político/histórico; como agente
de conocimiento, pero también como ente colectivo de transformación.

A manera de advertencia, si el lector del presente ensayo pretende encontrar una reformulación de
"la verdad y las formas jurídicas" encontrara el texto vacío y desprovisto de tal planteamiento; lo
que propongo y trataré de conceptualizar en las siguientes líneas es una serie de reflexiones que
pretenden encaminar y empatar la genealogía de las estructuras de dominación con el desarrollo
del capitalismo; planteando abiertamente una confrontación del método usado por el autor que
permita, lejos de situar una discusión infinita, de gran labor teórica, tediosa e inútil, tomar como
referencia la praxis y la transformación de la realidad. Es decir, lo que a continuación se expone es
el borrador de una crítica al Derecho, el Estado y al sistema capitalista de producción desde las
reflexiones elaboradas por Foucault atravesadas por una discusión pendiente en el marxismo; es
decir, el método.

La crítica de la razón pura, en su originalidad y forma, es el tema central de Focuault, una crítica a
la construcción del pensamiento autocentrado de occidente y cómo a partir de estas categorías
abstractas (si tomamos en cuenta la pluralidad del mundo y la concreción de procesos específicos
en la historia de la humanidad) se erigen sistemas de dominación con mecanismos políticos e
ideológicos inherentes; en síntesis, la construcción del Estado moderno (en términos éticos y
sociales; no solamente jurídicos) y de sus instituciones formales e informales.

"¿Cómo se forman dominios del saber a partir de prácticas sociales?"1; parece a simple vista, una
pregunta que puede encontrar su respuesta en el predicado: A partir de prácticas sociales, se
forman dominios del saber; la inversión de la oración coloca a debate dos cuestiones que deben
examinarse por separado y de forma concreta, para encontrar la síntesis que responde la
interrogante: Dominios del saber por un lado, y prácticas sociales, por el otro.

El materialismo histórico parecía haber encontrado el punto de partida: los modelos de producción;
sin embargo, en el afán de alejarse de dichas posiciones, Foucault arranca desde "el conocimiento",
es decir, desde los dominios del saber; renegando ambiguamente de todo método caracterizado
como "marxista".

En efecto, las conferencias comienzan con plantear una crítica abierta hacia el estructuralismo
francés y la lógica positivista; tachando de "determinantes" a las dos; centrando el problema en la
crítica a la razón; fundamento de la posmodernidad.

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Foucault define al marxismo como la teoría que "busca cómo las condiciones económicas de la
existencia encuentran en la conciencia de los hombres su reflejo o expresión" y plantea una crítica
abierta afirmando que el marxismo "supone que el sujeto humano, el sujeto de conocimiento, las
formas de conocimiento, se dan previa y definitivamente, y que las condiciones económicas,
sociales y políticas de la existencia no hacen sino depositarse o imprimirse en este sujeto que se da
de manera definitiva"

Reelaboremos, pues, la tesis presentada por el autor desde este esquema.

La verdad y su producción corresponden a las necesidades y luchas concretas de los sujetos


engendrados en el marco de relaciones de producción específicas a un modelo de producción
específico.

Para Foucault, en contra del pensamiento hegemónico de su época, la "totalidad" o "verdad" se


encuentra indeterminada tras dos pilares que la positivización de la filosofía habían obviado ya: el
problema del conocimiento y el problema del lenguaje.

Sin embargo, olvida que lejos de criticar la existencia de las cosas (que se sitúa aún en el plano de
la contemplación y reflejo de la sociedad) y de encontrar su genealogía desde la base fenoménica;
es el ser humano, con su práctica concreta y sus creaciones, la genealogía misma.

Lo que plantearemos aquí, al igual que Foucault, es la comprensión del conocimiento no desde la
contemplación (o sea, la reproducción o el reflejo inmediato de las cosas) ya que esto se encuentra
desligado del método marxista; puesto que el ser humano sólo conoce en cuanto crea la realidad
humano-social; arrancaremos desde la filosofía de la praxis, ya que esta categoría nos permite
rechazar estas concepciones gnoseológicas simplistas y devolver su riqueza a la teoría materialista
del conocimiento.

Es decir, no planteamos aquí "La crítica a la razón" sino, la crítica a las consecuencias de la razón y
su posible superación en el marco de una teoría del conocimiento que parta desde el mismo agente
cognoscente y productor del conocimiento.

Es desde la "totalidad concreta"; donde encontramos la producción de la verdad; y es el punto de


arranque y de llegada por igual; es decir, el problema del conocimiento radica en la investigación
pero también en la exposición de la verdad.

¿Por qué se afirma esto? Siguiendo la tradición de la dialéctica hegeliana (retomada por Marx); el
proceso de investigación arranca desde el planteamiento (o fenómeno) concreto a investigar; la
tarea es pues, disgregar ese todo para incorporarlo a un esquema de abstracción que sea capaz de

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afirmar en premisas o supuestos generales la composición del fenómeno mismo; encontrando, su
naturaleza concreta.

Sin embargo, esta abstracción hace que el fenómeno mismo cambie mientras se desarrolla el
método de exposición; es decir, lo que preconcebíamos como concreto o verdad, al relacionarse
con su abstracción general, vuelve a lo concreto pero de una forma distinta a la que percibimos;
encontrado en la exposición su explicación misma.

Como enunciaría Plejanov en su "Dialéctica y naturaleza":

"Según Hegel, el pensamiento progresa gracias al descubrimiento y solución de las contradicciones


contenidas en los conceptos. Conforme a nuestra doctrina materialista, las contradicciones
contenidas en los conceptos no son más que el reflejo, la traducción en el lenguaje del pensamiento
de las contradicciones que residen en los fenómenos, como consecuencia de la naturaleza
contradictoria de la base común, a saber: el movimiento.

Según Hegel, la marcha de las cosas está determinada por la marcha de las ideas; según nosotros,
la marcha de las ideas se explica por la marcha de las cosas, la marcha del pensamiento, la marcha
de la vida."2

Es decir; la tradición dialéctica abre para el materialismo la posibilidad de explicar los fenómenos a
partir de la esencia misma de las leyes naturales: el movimiento. Movimiento cargado de
contradicciones que van surgiendo tras la marcha de las cosas, "cosas" que traducimos aquí en
hechos concretos, en práctica humana históricamente realizada.

El fundamento de la filosofía de la praxis reside entonces en que es el humano quien al realizar


actos (conscientes o no) se modifica a sí mismo. La realización de la humanidad, es pues, el
proceso en el que el sujeto modifica la naturaleza, que a su vez modifica su misma humanidad.

Como señalaría Marx en "La miseria de la filosofía" en disputa contra Proudhon:

"El señor Proudhon ignora que la Historia entera no es más que una modificación constante de la
naturaleza humana"3

Lo que conocemos, lo que percibimos y la totalidad concreta a la que nos enfrentamos


indirectamente, son productos de la práctica humana; y se somete a las mismas leyes del
movimiento de la historia; la contradicción y la lucha de clases.

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Retomando la interrogante que Foucault plantea "¿Cómo las prácticas sociales pueden llegar a
engendrar dominios de saber que no sólo hacen que aparezcan nuevos objetos, conceptos y
técnicas, sino que hacen nacer además formas totalmente nuevas de sujetos y sujetos de
conocimiento?"4

Nos centramos en ¿quién es el agente o sujeto que produce las prácticas sociales? ¿quién las
realiza? ¿quién las transforma? ¿quién las supera?

En principio, la "realidad" o la "totalidad concreta" no se nos manifiesta inmediatamente; por esta


razón es necesario distinguir entre representación y concepto de las cosas, y por ello, entender no
sólo dos formas y grados de "conocimiento" de la realidad, sino de dos cualidades de la praxis
humana.

En este aspecto, Karel Kosik menciona que:

"La actitud que el hombre adopta primaria e inmediatamente hacia la realidad no es la de un


sujeto abstracto cognoscente, o la de una mente pensante que enfoca la realidad de un modo
especulativo, sino la de un ser que actúa objetiva y prácticamente, la de un individuo histórico que
despliega su actividad práctica con respecto a la naturaleza y los hombres y persigue la realización
de sus fines e intereses dentro de un conjunto determinado de relaciones sociales." 5

Es decir, que la realidad, en este sentido, no se nos presenta como algo que exista fuera del mundo
o aislado de nosotros, sino como el campo concreto donde realizamos el conocimiento.

Si nos limitamos al campo de la intuición simple y de la percepción inmediata de los fenómenos,


podemos equivocar en afirmar que "esto es real porque yo lo veo"; caeríamos, pues, en el
fundamento del positivismo empirista que afirma que lo real es lo concretamente observable, dado
que su apariencia, la genealogía misma de las cosas obedece a un destino denominado "razón";
sólo lo racional es real.

Hay un encubrimiento de la realidad, de la Verdad misma; y este encubrimiento va desarrollando


prácticas sociales tendientes a afirmar que lo perceptible es la "cosa misma". Es decir, bajo este
supuesto, las prácticas sociales son el dominio absoluto del saber, y el sujeto de conocimiento sólo
está ahí para conocer lo ya dado.

Pero ¿qué origina las prácticas sociales?

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La relación dialéctica entre las clases sociales originadas por los modos de producción
históricamente existentes genera pues la necesidad de construir un ente de dominación que
"enmascare" a la naturaleza de cada sistema; las instituciones formales e informales de cada
tiempo crean un velo mediante el cual la "verdad" se haya encubierta por una "realidad" que se
afirma en la constitución de sistemas de dominación.

Bastaría con observar las bases materiales, es decir, de relaciones de producción concretas,
mediante las cuáles descansan los grandes sistemas jurídicos que crean "verdades" (validas para el
momento histórico en el que se desarrollan), que sin embargo, engendran para sí, desde su
nacimiento, la destrucción de ellas.

Esto no significa, a diferencia de lo que señala Foucault en relación con el marxismo y sus
corrientes estructuralistas, que una forma se encuentre determinada por la otra; sino más bien, que
la relación dialéctica entre ambas (es decir: "verdad" y realidad) en conjunto y en su interrelación
comprenden para sí mismas la "totalidad concreta" o Verdad.

Es decir, y he aquí el punto de encuentro y desencuentro mismo con Foucault, toda verdad está
destinada a desaparecer si se comprende en el marco de un desarrollo no lineal de la historia;
ningún sistema de "verdades" es eterno, ya que ha sido la praxis humana quien las ha creado; así
como ha creado las instituciones formales e informales (en este espacio se encuentran las formas
jurídicas) que protegen esta verdad y que al momento de no encontrar compatibilidad con el
desarrollo mismo de las fuerzas que hacen la historia (la humanidad misma) se encierran en una
dicotomía insoluble: transformarse o "cegarse" (haciendo referencia al mito de Edipo que Foucault
señala en el texto).

A cada época histórica corresponden verdades que son válidas en su aplicación concreta, pero que
sin embargo son falsas en el desarrollo de la historia misma.

Marx, en la Ideología Alemana señala que:

"(...) Esta concepción de la historia consiste, pues, en exponer el proceso real de producción,
partiendo para ello de la producción material de la vida inmediata, y en concebir la forma de
intercambio correspondiente a este modo de producción y engendrada por él, es decir, la sociedad
civil en sus diferentes fases como el fundamento de toda la historia, presentándola en su acción en
cuanto Estado y explicando a base de él todos los diversos productos teóricos y formas de la
conciencia, la religión, la filosofía, la moral, etc., así como estudiando a partir de esas premisas su
proceso de nacimiento, lo que, naturalmente, permitirá exponer las cosas en su totalidad (y
también, por ello mismo, la interdependencia entre esos diversos aspectos)."6

¿Estaba entonces, Foucault, encerrado en la aporía del capitalismo?

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El nacimiento del Estado Moderno, presupuso la creación del aparato más complejo de dominación
que la humanidad haya visto; la unificación de la "verdad" y el mercado sentó las bases de las
instituciones y "verdades" que hoy abundan en nuestra existencia.

La razón pura, presupone una naturaleza abstracta donde, tras recoger las "verdades" superadas
históricamente por la lucha revolucionaria de las y los oprimidos, finiquita de manera "formal" el
movimiento dialéctico de la historia; incorporando a su vez, a diversos modos de producción que
lejos de "fundirse" simplemente se subsumen formalmente. Sin embargo, este proceso, bajo la lupa
del materialismo histórico, es la invención de una verdad y sus correspondientes formas jurídicas,
que niega el proceso real del desarrollo histórico de la Verdad.

Estas formas jurídicas que encuentran su supuesta "realización" en las teorías jusnaturalistas del
derecho; teorías que tras un esfuerzo de crítica a lo pasado, pero no de lo existente, elaboran
conceptos como "naturaleza humana" "Estado" y "Sociedad civil"; que ponen a relieve la
consolidación de la hegemonía burguesa para el despliegue amplio del modo de producción
capitalista.

Al respecto, Marx señala en la Introducción General a la crítica de la economía política de 1857 que:

"El contrat social de Rousseau, que pone en relación y contacto a sujetos por naturaleza
independientes tampoco reposa sobre semejante naturalismo. Este es solo la apariencia, apariencia
puramente estética, de las grandes y pequeñas robinsonadas. En realidad se trata más bien de una
anticipación de la "sociedad civil" que se preparaba desde el siglo XVI y que en el siglo XVIII
marchaba a pasos de gigante hacia su madurez. En esta sociedad de libre concurrencia cada
individuo aparece como desprendido de lazos naturales, etc., que en las épocas históricas
precedentes hacen de él una parte integrante de un conglomerado humano determinado y
circunscripto." 7

Foucault reconoce este hecho; pero lejos de superarlo, da vueltas en el mismo centro del problema;
ubicando a "la verdad" producida en la modernidad como la Verdad misma, entendiéndola como un
ente infinito que se actualiza a sí mismo.

La relación con el nihilismo de Nietzsche explica en parte esta posición autocentrada en occidente
que Foucault actualiza en su explicación, la "modernidad" (es decir, el sistema de "verdades" que
se construyen desde el siglo XVI en occidente) ha muerto; ha muerto por la sublevación del tercer
mundo; por la contradicción en la que Europa entra al "descubrir" América.

La modernidad occidental existe tras su afirmación en el "otro"; en lo no moderno; en la "barbarie"


y "salvajismo", en lo no europeo; "otro" que en términos geográficos no pudo encontrar en el
territorio donde se desenvuelve el occidente. "Otro" que encuentra en el "descubrimiento" de

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América, donde expandió el dominio que por siglos no pudo ejercer.

Del mismo modo, la obra inicial de Marx se desarrolla dentro del capitalismo; pero reconociendo (al
igual que Darwin en el origen del hombre) que las leyes específicas del desarrollo propuestas en su
obra "El Capital" solo son aplicables a Occidente, y que cada proceso merece un estudio particular
y minucioso de la relación de diversos modos de producción.

El colonialismo epistemológico cobró serias víctimas (sin hacer referencia a la legitimación del
genocidio que desde hace más de 500 años se impone en nuestras tierras); una de ellas fue el
mismo Michael Foucault; quien lejos de observar un punto de inflexión en la historia; declaro su
"muerte" (al igual que Nietzsche y más tarde Fukuyama).

He ahí donde se produce el mayor desencuentro entre Marx y Foucault. Marx, lejos de declarar "la
muerte de la historia"; declara su comienzo, por la potencialidad que tenemos los explotados de
romper nuestras cadenas.

Foucault, por su parte, tras observar el fracaso de la URSS y por su pensamiento occidental, no
supo ver que la historia una vez que cierra una puerta, abre una ventana; ventana que se
encontraba en el tercer mundo, en el denominado subdesarrollo; es decir, la historia no es un
proceso acabado, sino un tránsito contradictorio a formas superiores de la humanidad.

Ventana que encontraba aires en Fanon, Cesaire, Amilcar Cabral, en Angela Davis, las Panteras
Negras, en las rebeliones del Congo y del África entera; en la subversión de China y la revolución de
Praga; ventana que se inscribe en las insurrecciones de nuestra América Latina.8

Europa sufrió una derrota histórica con la degeneración del proyecto de la Unión Soviética, derrota
que aún no han podido asimilar y que los fabricantes de "verdades" se han encargado de esparcir
en todo el mundo.

Sin embargo, y a riesgo de parecer ridículo o "no objetivo" como señalan los blancos/criollos que
hoy dominan las academias en nuestro país, el socialismo sigue siendo alternativa para los pueblos.

Lo que hoy se pone a la orden del día es la democracia y la defensa de nuestros derechos, como
programa y proyecto, y que lo que hoy conocemos como "democracia" y "derechos" en realidad
son conquista de los movimientos populares que no nos hemos tragado las mentiras del "fin o
muerte de la historia".

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Pero es hoy, también, que cuando la alternativa socialista se hace más necesaria, se encuentra
amenazada, y ello precisamente se debe a los que han construido un sistema despótico en nombre
del socialismo, con el apoyo y la corresponsabilidad tanto de los marxistas que le apoyaron, como
de aquellos grandes pensadores que declararon muerta toda posibilidad de trasformación de la
realidad.

La propuesta que hoy se elabora desde los movimientos de liberación nacional y los pueblos del
mundo, es el rescate de nuestra soberanía, de nuestra segunda independencia, independencia que
pretende recuperar nuestra personalidad histórica; nuestras fuerzas productivas y repensar un
mundo desde la alteridad.

Esto no implica el abandono o descarte de todo lo que se ha venido fraguando y construyendo a lo


largo de años de históricas peleas; sino al contrario, entender estos procesos como movimientos
históricos que elevan a la humanidad a la utopía.

La utopía hunde sus raíces en el presente; y este presente es el movimiento de la totalidad


concreta; hoy, más que nunca, la historia está a punto de volcarse de nuestro lado.

Bibliografía

1.

Michel Foucault. (2001). La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa

1.

Emilio Molina Montes, Jorge Korsunsky, Vera Smercrov, Rafael Río, R. Goñi, V. Pozner, M. P. Alberti,
Alicia Ortiz, Ada Vaisman, Teodora Efrón, Cora Ratto, Luisa Reiserson, Raúl González Tuñón, Luis
Muriel, María Blanco, Elena Soria, Ernesto Quijano, Matilde Cárdenas, Lila Guerrero, Enriqueta
Alberú.. (1936). Dialéctica y lógica. Dialéctica, 1, pp.14-22.

1.

Karl Marx. (1979). Miseria de la filosofía. México: Progreso

1.

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Karel Kosik. (1967). Dialéctica de lo concreto. México: Grijalbo.

1.

Karl Marx & Federico Engels. (1966). La ideología alemana. Cuba: Editorial Pueblo y Educación

2. Karl Marx. (1968). Introducción general a la crítica de la economía política. Argentina: Siglo
XXI.

1. V. Bambirra, A. López, M. Moleiro, S. Condoruma, C. Nuñez, R.M. Marini & A. Zapata. (1971).
Diez años de insurrección en América Latina. Chile: Prensa Latinoamericana.

Notas:

1 Michel Foucault. (2001). La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa

2 Emilio Molina Montes, Jorge Korsunsky, Vera Smercrov, Rafael Río, R. Goñi, V. Pozner, M. P.
Alberti, Alicia Ortiz, Ada Vaisman, Teodora Efrón, Cora Ratto, Luisa Reiserson, Raúl González
Tuñón, Luis Muriel, María Blanco, Elena Soria, Ernesto Quijano, Matilde Cárdenas, Lila Guerrero,
Enriqueta Alberú.. (1936). Dialéctica y lógica. Dialéctica, 1, pp.14-22.

3 Karl Marx. (1979). Miseria de la filosofía. México: Progreso

4 IBIDEM Michel Foucault. (2001). La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa

5 Karel Kosik. (1967). Dialéctica de lo concreto. México: Grijalbo.

6 Karl Marx & Federico Engels. (1966). La ideología alemana. Cuba: Editorial Pueblo y Educación

7 Karl Marx. (1968). Introducción general a la crítica de la economía política. Argentina: Siglo
XXI.

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8 V. Bambirra, A. López, M. Moleiro, S. Condoruma, C. Nuñez, R.M. Marini & A. Zapata. (1971).
Diez años de insurrección en América Latina. Chile: Prensa Latinoamericana.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative
Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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