Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Los antibióticos deben continuarse siete a 10 días. Cerca del 10 al 20% de los pacientes con dolor
más intenso, hipersensibilidad, fiebre y leucocitosis deben tratarse como internos, con
antibióticos parenterales y reposo intestinal. Casi todos los enfermos mejoran en el transcurso
de 48 a 72 h. La falta de mejoría puede sugerir la formación de un absceso. La CT es en extremo
útil en estos casos y muchos abscesos pericólicos pueden drenarse de manera percutánea (véase
más adelante). El deterioro del estado clínico, el desarrollo de peritonitis, o ambas cosas, son
indicaciones para laparotomía.
La mayoría de los pacientes con diverticulitis sin complicaciones se recupera sin medidas
quirúrgicas y 50 a 70% no sufre más episodios. Desde hace mucho se cree que el riesgo de
complicaciones aumenta con la enfermedad recurrente. Por esta razón, a menudo se
recomienda la colectomía sigmoidea programada después del segundo episodio de diverticulitis,
sobre todo si el paciente ha ameritado hospitalización. La resección a menudo se recomienda
después del primer episodio en pacientes muy jóvenes y con frecuencia se recomienda después
del primer episodio de diverticulitis complicada. En los últimos años se han cuestionado estos
lineamientos generales y los estudios más recientes sugieren que el riesgo de complicaciones o
la necesidad de resección urgente no aumentan con la enfermedad recurrente.
Diverticulitis complicada
La diverticulitis complicada incluye diverticulitis con absceso, obstrucción, peritonitis difusa
(perforación libre) o fístulas entre colon y estructuras adyacentes. Las fístulas colovesical,
colovaginal y coloentérica son secuelas a largo plazo de la diverticulitis complicada. Por lo
general se utiliza el sistema de estadificación de Hinchey para describir la gravedad de la
diverticulitis complicada: la etapa I incluye inflamación del colon con un absceso pericólico
relacionado; la etapa II comprende inflamación del colon con absceso retroperitoneal o pélvico;
la etapa III se acompaña de peritonitis purulenta, y la etapa IV se vincula con peritonitis fecal. El
tratamiento depende del estado clínico total del paciente y el grado de contaminación e
infección peritoneales. El mejor tratamiento para los abscesos más grandes es el drenaje
percutáneo guiado por CT (fig. 29-21) y antibióticos. Casi todos estos sujetos ameritan al final
resección, pero el drenaje percutáneo puede permitir un procedimiento programado en una
sola etapa y evitar la necesidad de colectomía si después del drenaje se presenta una
recuperación completa.
Por lo regular es necesaria una laparotomía urgente cuando un absceso es inaccesible al drenaje
percutáneo, el paciente se deteriora o no mejora o si presenta aire libre intraabdominal o
peritonitis. En casi todos los casos debe intentarse resecar el segmento de intestino afectado.
Las personas con abscesos pericólicos o pélvicos localizados y pequeños (etapas I y II de Hinchey)
son elegibles para resección del sigmoide con anastomosis primaria (operación en una sola
etapa). En enfermos con abscesos más grandes, contaminación peritoneal o peritonitis, el
procedimiento más común es una resección del sigmoide con colostomía terminal y bolsa de
Hartmann. Hay informes de buenos resultados después de la colectomía sigmoidea,
anastomosis primaria, con o sin lavado en la mesa quirúrgica, y derivación proximal (ileostomía
de asa). Esta opción puede ser apropiada en pacientes estables y tiene la gran ventaja de que la
cirugía subsecuente para restablecer la continuidad intestinal es más simple que deshacer una
bolsa de Hartmann. La presencia de inflamación y flemón puede incrementar el riesgo de daño
ureteral durante el desplazamiento del colon sigmoide y es muy útil colocar en el preoperatorio
catéteres ureterales. En personas muy inestables, o en caso de una inflamación tan grave que la
resección perjudicaría a órganos adyacentes, se utilizan derivación proximal y drenaje local. Por
lo general se evita este método por las tasas altas de morbilidad y mortalidad, además de la
necesidad de múltiples operaciones. En fecha más reciente, varios estudios sugirieron que el
lavado y drenaje laparoscópicos sin resección intestinal pueden ser seguros y efectivos, incluso
en presencia de perforación. No obstante, esta estrategia es motivo de controversia y necesitará
más estudios prospectivos antes de poder recomendarla en la mayor parte de las circunstancias.
Aparecen síntomas obstructivos en cerca del 67% de los pacientes que desarrollan diverticulitis
aguda, y hay obstrucción completa en 10%. Los enfermos con obstrucción incompleta
responden al tratamiento con líquidos, aspiración nasogástrica y enemas con agua o
Gastrografin de poco volumen. El alivio de la obstrucción permite preparar la totalidad del
intestino y realizar una resección programada. Cuando hay síntomas de obstrucción está
contraindicada la preparación oral del intestino con gran volumen. La obstrucción que no
responde en poco tiempo al tratamiento médico exige una laparotomía. El procedimiento más
seguro en estos casos es la resección del sigmoide con colostomía terminal.
Sin embargo, pueden ser apropiadas colectomía y anastomosis primaria, con lavado colónico
transoperatorio o sin él (según sea la extensión de la carga fecal en el colon proximal) y
derivación proximal si el sujeto se encuentra estable y el intestino proximal y distal parece sano.
Casi 5% de los individuos con diverticulitis complicada forma fístulas entre el colon y un órgano
adyacente. Son más comunes las fístulas colovesicales, seguidas de las colovaginales y
coloentéricas. Las fístulas colocutáneas son una complicación rara de la diverticulitis. Dos pasos
fundamentales de la valoración de las fístulas son definir la anatomía de la fístula y excluir otros
diagnósticos. Son muy útiles las enemas con medio de contraste o los estudios de intestino
delgado, o ambos, para definir el trayecto de la fístula. El estudio de CT puede identificar
abscesos o tumoraciones adjuntas. El diagnóstico diferencial incluye neoplasia maligna,
enfermedad de Crohn y fístulas inducidas por radiación. Si bien pueden sospecharse
enfermedad de Crohn y lesión por radiación con base en el antecedente médico del paciente,
se necesita colonoscopia o sigmoidoscopia para descartar una neoplasia maligna. Además, en
un paciente que recibió radioterapia debe considerarse que una fístula es una recurrencia del
cáncer en tanto no se demuestre lo contrario. Una vez que se define la anatomía de la fístula y
se excluyen otros diagnósticos, el tratamiento quirúrgico debe incluir resección del segmento
enfermo del colon afectado con diverticulitis (por lo general con anastomosis primaria) y
reparación simple del órgano dañado de manera secundaria. La sospecha de carcinoma es
indicación de resección en bloque más amplia.
Hemorragia
La hemorragia de un divertículo se debe a erosión de la arteriola peridiverticular, que puede
precipitar hemorragia masiva. La hemorragia de tubo digestivo bajo más importante ocurre en
pacientes ancianos, en quienes son comunes diverticulosis y angiodisplasia.
En consecuencia, puede ser difícil identificar la fuente exacta de la hemorragia; por fortuna, en
80% de los enfermos se detiene de manera espontánea. El tratamiento clínico debe dirigirse a
reanimar al sujeto y localizar el sitio hemorrágico, como se ha descrito para una hemorragia de
tubo digestivo bajo. En ocasiones se identifica en la colonoscopia un divertículo hemorrágico
que a continuación puede tratarse con una inyección de epinefrina o cauterio. En estos casos, la
angiografía puede ser diagnóstica y terapéutica. En los casos excepcionales en que persiste o
recurre la hemorragia diverticular tal vez se necesite laparotomía y colectomía segmentarias.
PÓLIPOS
En la actualidad ya está aceptado que la mayor parte de los carcinomas colorrectales
evolucionan de pólipos adenomatosos; esta secuencia de fenómenos es la secuencia adenoma-
carcinoma. Pólipo es un término clínico inespecífico que describe cualquier protuberancia de la
superficie de la mucosa intestinal, sin importar su naturaleza histológica. Los pólipos
colorrectales pueden clasificarse como neoplásicos (adenoma tubular, adenoma velloso,
adenomas tubulovellosos, adenomas/pólipos serrados), hiperplásicos, hamartomatosos
(juveniles, Peutz-Jeghers, Cronkite-Canada) o inflamatorios (seudopólipo, pólipo linfoide
benigno).
Pólipos neoplásicos
Son comunes los pólipos adenomatosos y en Estados Unidos ocurren hasta en 25% de la
población mayor de 50 años de edad. Por definición, estas lesiones son displásicas. El riesgo de
degeneración maligna se relaciona con el tamaño y el tipo de los pólipos. Los adenomas
tubulares se vinculan con neoplasia maligna sólo en 5% de los casos, en tanto que los adenomas
vellosos pueden alojar cáncer hasta en 40%. Los adenomas tubulovellosos tienen un riesgo
intermedio (22%). Los carcinomas invasores son raros en pólipos menores de 1 cm; la incidencia
aumenta con el tamaño. El riesgo de carcinoma en un pólipo mayor de 2 cm es de 35 a 50%. Si
bien casi ningún pólipo neoplásico evoluciona a cáncer, la mayor parte de los cánceres
colorrectales procede de un pólipo original. Este hecho constituye la base de las medidas de
prevención secundarias para eliminar el cáncer colorrectal al extirpar el pólipo antes de que se
desarrolle la afectación maligna.
Los pólipos pueden ser pedunculados o sésiles. Casi todos los pólipos pedunculados son factibles
de extirpación colonoscópica con asa. La extirpación de pólipos sésiles es más difícil. Las técnicas
colonoscópicas especiales, como la elevación salina, la escisión con asa por fragmentos y la
resección mucosa endoscópica, facilitan la extirpación de muchos pólipos sésiles. En pólipos
sésiles rectales es preferible la escisión quirúrgica transanal porque proporciona un solo
espécimen intacto para anatomopatología, que puede utilizarse para determinar la necesidad
de tratamiento más amplio. Casi siempre es imposible interpretar la profundidad precisa de un
cáncer que surge en un pólipo sésil cuando se extirpa en fragmentos. Es necesario marcar el sitio
de las polipectomías sésiles con inyección de tinta de la India para guiar las sesiones de
colonoscopia de seguimiento, comprobar la ablación completa del pólipo y facilitar la
identificación del segmento intestinal afectado, en caso de que se necesite resección quirúrgica.
La colectomía se reserva para los casos en que no es posible la extirpación colonoscópica,
lesiones planas grandes o cuando se confirma en el espécimen un foco de cáncer invasor. Las
complicaciones de la polipectomía son perforación y hemorragia. Una perforación pequeña
(microperforación) en un sujeto estable, por completo preparado, puede tratarse con reposo
intestinal, antibióticos de amplio espectro y vigilancia estricta. Los signos de septicemia,
peritonitis o deterioro del estado clínico son indicación de laparotomía. Puede ocurrir una
hemorragia inmediatamente después de la polipectomía o más tarde. La hemorragia se detiene
de manera espontánea, pero a veces se necesita colonoscopia para enlazar de nueva cuenta un
tallo hemorrágico o cauterizar la lesión. En ocasiones se necesitan angiografía e infusión de
vasopresina. Rara vez es necesaria la colectomía.
Pólipos hiperplásicos
Los pólipos hiperplásicos son muy comunes en el colon. Estos defectos son pequeños (< 5 mm)
y con propiedades histológicas de hiperplasia sin displasia alguna. No se consideran
premalignos, pero no es posible diferenciarlos de forma colonoscópica de los pólipos
adenomatosos y en consecuencia se extirpan. Por el contrario, los pólipos hiperplásicos grandes
(> 2 cm) pueden tener un pequeño riesgo de degeneración maligna.
Además, los pólipos grandes pueden alojar focos de tejido adenomatoso y displasia. La poliposis
hiperplásica es un trastorno poco común en el que concurren múltiples pólipos hiperplásicos
grandes en adultos jóvenes. Estos pacientes tienen un riesgo un poco mayor de padecer cáncer
colorrectal.
Pólipos serrados
Los pólipos serrados conforman un grupo histológico diferente de pólipos neoplásicos
identificados en fecha reciente. Durante mucho tiempo se pensó que estas lesiones eran
similares a los pólipos hiperplásicos con potencial maligno mínimo. Sin embargo, ya quedó claro
que algunos de estos pólipos se transformarán en neoplasias invasivas. Además, en fecha
reciente se describió un síndrome de poliposis serrada familiar. Los pólipos serrados deben
tratarse como pólipos adenomatosos.
Síndrome de Peutz-Jeghers
Se caracteriza por poliposis de intestino delgado y, en menor grado, poliposis de colon y recto.
Con frecuencia se observan los puntos de melanina característicos en la mucosa vestibular y los
labios de estos pacientes. Los pólipos del síndrome de Peutz-Jeghers se consideran hamartomas
y se piensa que no tienen riesgo notorio de degeneración maligna. Sin embargo, en ocasiones
se desarrollan carcinomas. Como puede estar afectada la totalidad del tubo digestivo, se reserva
la operación para síntomas como obstrucción o hemorragia o en personas en quienes los pólipos
desarrollan características adenomatosas. La detección consiste en colonoscopia y endoscopia
alta iniciales a los 20 años de edad, seguidas de sigmoidoscopia flexible anual en un momento
posterior.
Síndrome de Cronkite-Canada
Es un trastorno en el que los pacientes forman pólipos gastrointestinales acompañados de
alopecia, pigmentación cutánea y atrofia de las uñas de las manos y los pies. Un síntoma
prominente es diarrea y pueden ocurrir vómitos, malabsorción y enteropatía con pérdida de
proteínas. Casi todos los pacientes fallecen por esta enfermedad a pesar del tratamiento médico
máximo, y se reserva la operación para complicaciones de la poliposis, como obstrucción.
Síndrome de Cowden
Es un trastorno autosómico dominante con hamartomas de las tres capas de células
embrionarias. Son típicos de este síndrome triquilemomas faciales, cáncer de mama,
enfermedad de la tiroides y pólipos gastrointestinales. Estos pacientes deben vigilarse en busca
de neoplasias malignas. Por otra parte, el tratamiento se basa en los síntomas.