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Sainete en un Acto
I Escena
Rodríguez : (hablando por teléfono) Aló Carmen rosa… si habla Raúl, como están los
niños… que alegría, los extraño mucho… si yo estoy bien… me he ido
acostumbrando de a poco, la gente es muy cariñosa… además como soy el
único doctor del pueblo los pacientes no me faltan…¿qué? Si eso va muy
bien… espero con ansias que llegues pronto, para hacer la presentación
oficial… te va a encantar, si te lo aseguro, entonces te espero mañana, un
beso grande para los niños también, adiós (cuelga el teléfono)
Rodríguez : jamás pensé que al llegar a este pueblo mi vida cambiaria por completo
Lula : quisiera que nos pudiéramos ver a plena luz del día, sin tener que
ocultarnos de nada ni nadie
Rodríguez : pero eso cambiara, mañana hablare con tu padre, no quiero que nos
veamos así, quiero que seas mi novia y que podamos soñar juntos con
nuestro matrimonio
Rodríguez : oh mi amor
Lula : adiós…
Rodríguez : adiós
Canción
Pueblo Chico infierno grande
En un pueblo yo he nacido
tradicional y corriente
allí nadie es muy bandido
no encuentra delincuente
no se acerque a la botica
si no se quiere enterar
de los pelambres del pueblo
que el boticario va a contar
Escena III
BENIGNO : (Consultando una receta) ¿Qué diablos dice aquí? Esto lo mismo puede ser
cocodilato de sodio, como cloruro de calcio o clorhidrato de manganeso… Yo
le pongo un poco de cada cosa; allá el médico con su paciente. Este
mediquillo nuevo tiene una letra que no la entiende ni él. Ya que no sabe
escribir, podría hacer las recetas a máquina. ¿Y qué dice aquí? ¿H? ¿Y? ¿H?
¡Al diablo! Yo le pongo un poco de bicarbonato, que eso no le hace daño a
nadie. Yo soy boticario, no grafólogo.
Bárbara : Es que mi pobre Dalmiro sigue muy mal. ¡Despácheme esta recetita al tiro!
Son unas inyecciones .
Benigno : Espere, que no sé de qué se trata… ¿Qué dice aquí? ¿Insulina? ¿Sacarina?
¿Serpentina? Véala usted, a ver si la descifra .
Benigno : Este doctorcito nuevo es una calamidad. ¡Qué diferencia con don Matías!
(que en paz descanse). ¡Con ése daba gusto! Todo se entendía
admirablemente.
Bárbara : ¡Claro!, como que todas las enfermedades las curaba con aspirina y ácido
bórico.
Benigno : Así y todo, se le morían menos enfermos que a éste, porque con este doctor
de ahora es un verdadero escándalo. Se está muriendo gente que no se
había muerto nunca antes .
Benigno : Pica no, pero me revienta por cargante, vanidoso y petulante. Pero poco ha
de poder: se irá del pueblo antes de terminar el año .
Benigno : Todas no. Las únicas que le ven con buenos ojos son esas siúticas de las
Galleguillos… Y ésas, ¿a quién no ven con buenos ojos? Bueno, eso de los
“buenos ojos” es una manera de decir no más, porque una es bizca, la otra
tiene una nube y la menor, una catarata .
Bárbara : ¡No sea exagerado, don Benigno, si no son tan feas! En lo que toca al físico,
no hay nada que encararles. La parte moral es la que deja bastante que
desear… ¿Usted supo lo de la mayor con el agente viajero?
Benigno : Claro que lo supe. Pero eso no fue con la chica mayor, fue con la madre.
Bárbara : Eso fue antes. Claro que no lo creí nunca; pero la mujer del notario me
contó que lo había visto con sus propios ojos… Naturalmente, que yo no
quise creerlo, como esa vieja es tan cahuinera .
Benigno : ¡Yo no sé cómo la mujer del notario se atreve a tirar piedras, teniendo el
tejado de vidrio! Porque ella antes de casarse dio mucho que hablar con el
español Santolaya, el dueño de la tienda .
Bárbara : ¡Si hubiera sido sólo con ese! Pero dicen que hasta con el contorsionista de
un circo que estuvo aquí .
Bárbara : En fin, yo ya ni me acuerdo. ¡Era tan chica yo entonces, pues! ¡Si de eso
hace como veinte años! .
Benigno : No, pues, Barbarita, no se me venga a hacer la pollita; en ese tiempo usted
ya había enviudado de su segundo marido. ¿No se acuerda de que por esa
época estuvo aquí ese teniente de carabineros que se hizo tan amigo de
usted?
Bárbara : Está equivocado, don Benigno; lo del teniente fue el mismo año que usted
estuvo preso por el incendio de su botica, ¿no se acuerda?
Bárbara : Sí, don Benigno, mi pobre Dalmiro está tan grave. Ha pasado una noche
espantosa.
Benigno : No crea que con esto se va a mejorar, porque el tal doctor Rodríguez es un
ignorante, incapaz de curar un resfriado. Pero ya le digo: ese futre no
termina el año en el pueblo .
Benigno : Haga cuenta que lo está hablando con su confesor. ¡Soy una verdadera
tumba!
Bárbara : Allá va. Fíjese que ayer, como a las ocho de la noche fui a la casa de la
Juanita Contreras a pedirle unas hojitas de paico para hacerle una agüita a
mi pobre Dalmiro, cuando en esto llegó de la calle el chico de la Juanita y nos
contó que había visto salir al doctor e su casa, del brazo con una mujer, a la
que no pudo verle la cara por estar anocheciendo.
Bárbara : Y que ella se fue corriendo y que el doctor se metió de nuevo en su casa.
Benigno : ¡Me parece demasiado! Ese tipo inmoral e inescrupuloso está pervirtiendo
a las honradas gentes de este pueblo .
Bárbara : ¡Pero, por Dios, no le vaya a contar a nadie, porque no quiero verme
metida en enredos! .
Bárbara : Bueno, deme las inyecciones, que cuando salí de la casa dejé a Dalmiro con
todo el dolor .
Benigno : (Le pasa un paquete de entre varios que tiene en el mesón). Tome, éstas
creo que son. Si la primera le hace mal, quiere decir que me equivoqué;
entonces me las trae para cambiarlas .
Escena IV
Santolaya, Santolaya
Santolaya, venderá
Santolaya, Santolaya
Santolaya, lo Tendra
.
Santolaya : (Entrando). Buenos, días, Benigno ¿Qué tal doña Bárbara? ¿Cómo sigue su
esposo?
Bárbara : Muy mal, Santolaya, muy mal. Precisamente vine de un vuelo a buscar unas
inyecciones que hay que colocarle al tiro .
Santolaya : Vaya, lo siento. Oye, Benigno, ¿me puedes cambiar un billete de cinco mil
pesos?
Bárbara : Bueno, yo me voy. Hasta luego, don Benigno. Adiosito, Santolaya. Después
de almuerzo voy a pasar a su tienda a comprar raso negro y unos cuantos
metros de crespón. ¡Hay que estar prevenida para estos golpes que manda
Dios! Hasta luego. (Sale) .
Santolaya : Yo creo que la que manda golpes es ella. Este es el cuarto marido que envía
al cementerio .
Benigno : Y pensar que cuando yo enviudé estuve tentado en casarme con ella. No lo
hice por no darle una madrastra a mi hija Lula… ¡Porque a mí me tenía bien
entusiasmado la gorda! .
Santolaya : ¡Pero te libraste de una buena! Hasta más rato. (Comienza a salir).
Benigno : Espera, Santolaya. Tengo algo que contarte, pero… ¡júrame que no se lo
contarás a nadie! .
Benigno : ¿No te había dicho mil veces que el doctorcito nuevo me daba mala espina?
Benigno : Que se han confirmado mis sospechas. Es un tipo vicioso y degenerado que
está pervirtiendo a todas las mujeres de este pueblo.
Benigno : Anoche lo vieron cuando sacaba de su casa a una mujer, la que no pudo ser
identificada porque cubría su rostro con un espeso velo.
Benigno : Hay dos versiones. Unos dicen que la dama era gruesa y chica, en cambio,
otros afirman que era alta y espigada. En este último caso no puede ser otra
que la mujer de Espinoza, el agente del banco. Y si tuvieran razón los que
afirman que era gorda y chica, entonces yo creo que… ¿Y cómo está tu
señora?
Santolaya : Mi señora está bien y está en Temuco desde hace una semana.
Benigno : Ah… me alegro por ti. Pues, como te digo, yo me inclino a creer que la del
banco en la vía pública a altas horas de la noche era Ernestina, la mujer de
Espinoza.
Benigno : ¡A lo mejor resulta que este tipo es casado! , ¡Qué hombre tan cínico!
Dejar a su pobre esposa abandonada en Santiago y venir a destrozar los
honrados hogares de provincia. Te juro que si yo supiera la dirección que
tiene la pobre señora en Santiago, le escribía un anónimo contándole las
inmoralidades de su marido.
Santolaya : ¡Pero, Benigno, un anónimo! .
Benigno : Le voy a llevar unas pastillas al chico de Juanita, para que esté más
comunicativo. ¡Hasta luego, hijita! .
Escena V .
Lula : ¡Ay, Dios mío! ¿A qué hora irá a venir? ¡Ojalá que llegue antes que regrese
papá!
Rodríguez : Perdóname, Lulita, pero tuve tantos enfermos en la consulta que me fue
imposible venir antes. ¿Y tu papá? .
Lula : ¡Raúl! .
Rodríguez : Deseo hablar hoy con tu padre, porque como en el tren de la tarde llega de
Santiago mi hermana Carmen Rosa, quiero presentarte a ella oficialmente
como mi novia .
Rodríguez : Vas a congeniar con ella. Carmen Rosa es una viuda joven y alegre y en
todo encuentra motivo de diversión .
Lula : Yo espero que así sea, porque a mí tampoco me gusta eso de tener que
ocultarnos de todo el mundo. Ya ves, anoche cuando nos encontramos en la
esquina de tu casa y estuvimos un momento conversando, nos vio el chico
de la Juanita Contreras, y se lo ha contado a su madre, Dios sabe las cosas
que inventará ella, con la lengua que tiene.
Adoro…
Rodríguez : Adoro,
la calle en que nos Vimos,
la noche cuando nos conocimos,
Adoro
las cosas Que me dices,
Nuestros los ratos Felices
los adoro vida mía
Lula : Adoro
la forma en que sonríes
Y el modo en que a veces me Riñes,
adoro la ceda de tus Manos,
los besos que nos Damos,
los adoro vida mía,
Espinoza : Sí, por un asunto del banco. Tenía interés en verlo para que me indicara
cómo vamos a renovar una letra descontada que venció ayer.
Lula : En cuanto llegue le diré que vaya al banco, para que converse con usted.
Rodríguez : Lo acompaño, señor Espinoza. Hasta más rato, Lulita. Voy a la casa por si
tengo alguna noticia de mi hermana .
Escena VI
Benigno : (Entrando por el lado contrario y mirando a los que salen). ¡Qué
vergüenza! ¡Juntos el verdugo y la víctima! ¡El traidor y el traicionado! Pero
yo no puedo consentir que la felonía quede impune. Se lo contaré todo al
pobre Espinoza. (A Lula). ¿Nadie ha venido a buscarme, hijita?
Lula : Sí, papá. El agente del banco que acaba de estar por aquí y dijo que usted
pasara por su oficina para arreglar no sé qué asunto .
Escena VII.
Espinoza : no, ella esta en casa… Don Benigno, yo venia a hablar con usted… acerca de
Benigno : su mujer….
Espinoza : ¿que?,
Benigno : yo no insinuó nada, solo le cuento que a lo mejor ella esta muy enferma y
no le ha dicho nada para no preocuparlo…
Benigno : si por supuesto, pero yo creo que aun no esta confirmada su enfermedad
porque incluso anoche vieron al doctor con su mujer examinándola
cuidadosamente…
Escena VIII
Ay, Rosa, Rosa tan maravillosa
como blanca diosa,
como flor hermosa
tu amor me condena
a la dulce pena de sufrir...
Benigno : Muy buenos, señora. ¿En qué puedo servirla? Estoy a su disposición. Tengo
un gran surtido en productos de belleza, rouge, rímel, cuentagotas, cepillos
de dientes…
compre, compre,
aunque ya no quieras
solo compre, compre
una pastillita
solo compre, compre
aunque no la quiera,
solo compre, compre
un buen tratamiento pa ́ la vida soportar
Benigno : Dipirona
Mejoral, la pastilla mágica para los dolores de cabeza
Aliviol, Tome Aliviol y adiós a los dolores
Leche de Magnesia Phillips, ideal para esa indigestión, limpia y regulariza
el aparato digestivo
Cafisapirina, noto que el dolor ya no le domina, claro porque tome
Cafiaspirina
Pastillas del Doctor Ross , píldoras de vida, la estrella del hogar
Oblea china, para todos los dolores
Y para esas molestas hemorroides, Aliviarajol
compre, compre,
aunque ya no quieras
solo compre, compre .
Carmen Rosa : No, gracias. No vengo a comprar nada. Acabo de llegar al pueblo y quisiera
que me indicara dónde queda la casa del médico .
Carmen Rosa : Sí .
Benigno : (Aparte). ¡Ya está! ¡Esta es la esposa! (A ella). Pues ha llegado muy a
tiempo, señora .
Benigno : Sí, usted debe llevarse al doctor Rodríguez de aquí lo más rápidamente
posible.
Carmen Rosa : En todas partes le pasa igual. Allá en Santiago tenía locas a todas mis
amigas.
Benigno : ¿Ah, sí?, ¿Y usted, qué? .
Carmen Rosa : ¿Yo? ¿Qué voy a hacerle? ¡Por mí que se divierta todo lo que quiera!
Benigno : Pues, por la moralidad de esos niños inocentes debería poner atajo a la
conducta desenfrenada del doctor .
Carmen Rosa : ¿Y qué tiene que ver Raúl con mis hijos?
Benigno : (Aparte). ¡Ya decía yo que ésta era otra fresca! (A ella). Así es que a usted
no le importan nada las aventuras de Raúl .
Carmen Rosa : Claro que me gustaría que sentara cabeza, pero por otro lado no dejan de
halagarme sus éxitos con las mujeres .
Benigno : ¡Qué degeneración! Sepa usted que las inmoralidades del doctor Rodríguez
han colmado todas las medidas. Anoche de su casa, con la mujer de
Espinoza, el agente del banco, sentada en sus rodillas, besuqueándose de la
manera más escandalosa, ante los ojos espantados de las personas que
pasaban por ahí. ¿Qué me dice esto? .
Carmen Rosa : Pero qué atrevimiento, hombre… Decirle a esa señora… Ja, ja, ja… .
Carmen Rosa : Cómo quiere que no me ría, cuando cree que yo… Ja, ja, ja… Hasta luego,
hombre… hasta luego… Ja, ja, ja. (Sale)
Escena IX
Benigno : ¡Ah, qué tranquilo se queda uno cuando hace algo en pro de la depuración
moral! Voy a contárselo a Santolaya. (Llama por teléfono). ¿Cómo le va,
señorita? ¿Cómo está su mamá?... Ella tiene la culpa, pues. Si es tan sufrida
para el vino tinto… ¿Y su hermanito? ¿Siempre preso? Qué injusticia, ¿no?
Comuníqueme con Santolaya. Gracias. Hasta luego. ¿Santolaya? Sí, con
Benigno. Tengo muy buenas noticias: llegó la mujer de Rodríguez… ¡Lo que
oyes! Es otra fresca igual que él. Tiene cuatro hijos, todos de distinto padre…
Fíjate que aquí se encontró con la mujer de Espinoza, que resultó ser la del
lío de anoche… Por supuesto. ¡Confirmado! Todo el pueblo lo sabe. ¡Salieron
agarrándose del moño! Pero tremendo… La de Espinoza salió con un ojo en
tinta y la del doctor con el corpiño debajo del brazo… ¿Yo? No, a mí no me
gusta meterme en enredos. ¡Allá ellas que se las arreglen como puedan!
¿Ah?... Sí, es mejor que vengas: aquí te daré más detalles. Hasta luego.
(Cuelga)
Bárbara : (Entrando). Don Benigno, cámbieme las inyecciones, parece que no eran
éstas, porque le pusimos la primera y mi pobre Dalmiro se puso morado y
empezó a hincharse .
Benigno : Entonces, llévele éstas, que son muy buenas para adelgazar. (Le pasa un
paquete)
Bárbara : ¡A ver, a ver! Cuénteme, pero ligerito, que mi pobre Dalmiro está en las
últimas.
Benigno : Fíjese que Santolaya acaba de contarme por teléfono que acaba de llegar la
mujer de Rodríguez .
Benigno : Pues está aquí. Y dice Santolaya que apenas llegó y se enteró de los
escándalos de su marido con la mujer de Espinoza, se largó a buscarlo y le
pegó tal paliza que lo dejó medio muerto.
Escena X
Santolaya : (entrando apresuradamente) Benigno, vine lo mas rápido que pude, deje
la tienda encargada, de manera que el doctor Rodríguez es casado…
Benigno : así es, fíjate que acaba de contarme Doña Barbarita, que la mujer de
Rodriguez, le dio una tremenda paliza el tal doctorcito ese.
Santolaya : pero que barbaridad, quien se podría imaginar que este tipo de lios
llegarían a nuestro tranquilo pueblo…
Benigno : me conto doña Barbarita que la esposa del doctor Rodríguez, después de la
pelea que tuvo con la mujer de Espinoza y de la Paliza que le dió al
doctorcito, se fue en busca del mismo Espinoza, para contárselo todo…
Santolaya : para rezar… pobre hombre, es bueno que se acerque a Dios en estas
circunstancias
Santolaya : ha menos mal… eso si hubiera sido una tragedia , bueno tengo que irme
rapidito porque deje la tienda encargada, no vemos luego…
Benigno : nos vemos, bueno seguiré trabajando para despeja un poco la mente de
estas atrocidades …
Escena XI
Benigno : ¡Ah! ¡El bígamo! Cuando todo el pueblo arde de indignación contra usted
por haber seducido a la señora del agente del banco, y por haber
abandonado a su mujer con sus catorce hijos, tiene el cinismo de venir a
burlarse de un inofensivo farmacéutico y de su candorosa hija.
Benigno : Lo saben hasta las piedras de la calle. Sepa usted que su esposa ha llegado
y que los dieciocho hijos llegarán en el tren de la tarde.
Rodríguez : ¡Pero si no sé de qué esposa ni de qué niños habla! ¡Ni qué lío es ése con la
mujer del agente del banco! .
Lula : Pero, papá, ¿estás trastornado? Raúl no es casado ni tiene hijos, y venía a
pedirte mi mano, porque los dos nos queremos .
Rodríguez : Ni más ni menos, don Benigno .
Benigno : ¡Bueno, bueno, bueno! Vamos a tranquilizarnos. Entonces, ¿quién era esa
señora que la mujer de Espinoza me presentó como esposa suya?
Rodríguez : No tengo idea. ¡Ah! Como no sea mi hermana Carmen Rosa que haya
llegado y haya venido con una confusión…
Benigno : ¡Ah! ¿Entonces era su hermana? ¡Pero qué gente tan chismosa la de este
pueblo. Entonces, lo de los amores con la mujer de Espinoza, ¿tampoco era
cierto? Entre Santolaya y doña Bárbara me pusieron con la cabeza como un
bombo. Y entonces, ¿quién era la mujer cual estaba usted en la esquina de
su casa? .
Lula : Fui yo, papá, que al volver del correo me encontré con Raúl y me
acompañó por media cuadra…
Benigno : ¿Te acompañó media cuadra? Y hay que ver el lío que han armado los
peladores del pueblo por este inocente paseo.
Carmen Rosa : Pues aquí me tienes. Estoy a tus órdenes. ¿Qué hay de esa petición de
mano?
Carmen Rosa : A este caballero tan divertido ya lo conozco. Hace un rato me hizo una
escena de lo más graciosa… .
Carmen Rosa : (A Lula). Señorita, supongo que usted será mi futura cuñada.
Benigno : Bien, hijos míos. Yo siempre sostuve que tú eras un perfecto caballero. Si te
juzgué mal, no fue mía la culpa. ¡A mí me lo contaron! ¡Haz feliz a este ángel,
y que Dios nos libre de las lenguas viperinas que siembran la discordia en
los hogares! .
Benigno : Bueno, pero no se enoje… Yo, yo lo que hice fue advertirle a su señora lo
que la gente andaba diciendo, pero yo no me he metido en nada, yo me lavo
las manos, como Nerón… .
Santolaya : ¿Cómo? .
Benigno : ¡Se equivoca, mi querido Espinoza! El pobre Santolaya lo supo igual que
yo… por doña Barbarita, que armó todo el lío .
Bárbara : ¡Muy mal!... Ya está hinchado como un zepelín. ¡No pasa de esta tarde!
Benigno : ¡Ya está! ¡Doña Barbarita es inocente! El autor de todo este enredo fue don
Dalmiro, el marido de ella, que es un viejo muy peladorazo…
FIN