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Introducción
Hasta ahora no hemos encontrado en el calendario judío ninguna fiesta que haya pasado
al calendario cristiano. En cambio, con la fiesta de la primera gavilla, la antigua fiesta de
la primavera, llegamos a la primera solemnidad nacida en el paganismo de las religiones
cósmicas y progresivamente espiritualizada hasta el punto de ser hoy la fiesta cristiana
por antonomasia, en continuidad externa con las fiestas humanas antiguas, pero
íntegramente renovada en cuanto a su alcance y contenido.
El punto de partida humano de la fiesta se encuentra en dos ritos esenciales: el pan ácimo
y la sangre protectora del cordero. El rito del cordero es clásico entre las tribus nómadas,
incluso actuales: se inmola un cordero (no hay por qué comerlo necesariamente) y se
derrama su sangre sobre las estacas de la tienda para que sirva de preservación y
protección contra las incursiones del espíritu maligno.
En cuanto al rito de los ácimos, parece ser de origen agrícola y refleja la preocupación
de los campesinos, al obtener la primera harina del nuevo trigo, por no mezclarle levadura
procedente de la cosecha anterior.
Conclusión
A la luz de lo que Jesús ha hecho para realizar su Pascua ideal, podríamos nosotros
examinar nuestra manera de celebrar la Pascua. ¿Nos situamos realmente en ese nivel
sacramental donde, en el rito, se une nuestra fe a la actitud de Cristo, o bien nos
contentamos con la emoción suscitada por el simbolismo pascual?
- Vivir en éxodo permanente, cuando se sale de Egipto deprisa y se come de pie, cuando
nadie se instala en situaciones placenteras ni se conforma con las libertades
conseguidas, cuando se afrontan los problemas que se presentan en cada hora, cuando
no se renuncia a la tierra prometida.
- Estar en Cristo. "El que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es
nuevo" (2 Cor. S, 17). "Estar en Cristo": frase feliz acuñada y repetida por Pablo (casi
200 veces en el NT) resume todo el misterio de la Pascua. No sólo anunciamos que
Cristo vive, sino que Cristo vive en mí o que yo vivo en Cristo. Estar en Cristo es estar
en la verdad y vivir en el amor; es dejarse ganar por su Espíritu, tener sus mismos
sentimientos, responder a su llamada; es vivir la filiación, ser hijos en el Hijo, orar
como él lo hizo, sentir la fraternidad y vivir la comunión. Estar en Cristo es
acompañar, es escuchar, es trabajar, es morir y vivir en él; es ser él.
- Vivir en actitud de amor total y servicio a los demás. Durante esta cena Jesús realiza
el gesto profético de lavar los pies a los discípulos como anticipación simbólica de su
muerte, el mayor servicio y el don más alto para fundar comunidad dedicada al
servicio y a la entrega total (Jn 13,1ss). Toda la vida de Jesús estuvo caracterizada por
la entrega total y por el don de si mismo a los demás, especialmente hacia los más
necesitados. La acción simbólica de lavar los pies a los discípulos es comentada y
confirmada por el testamento espiritual de Jesús: "Os doy un mandamiento nuevo: que
os améis unos a otros. Que como yo os he amado, así también os améis unos a otros"
(Jn 13,34). Este es el mandamiento nuevo, sobre el que se basa toda la nueva alianza.
- Vivir siempre con el Espíritu del Resucitado. La pascua no es sólo una fiesta
conmemorativa, anual o semanal, sino una dimensión de la vida cristiana inaugurada
en el bautismo. Mediante el / bautismo, el cristiano ha quedado unido al destino
salvífico de Cristo para formar parte del pueblo de Dios, que camina ahora hacia la
pascua definitiva (cf. 1Pe 1,22-2,10). Según Pablo, el bautismo es inmersión en la
muerte y resurrección de Jesús, lo cual supone un paso real de la muerte a la vida, de
la lógica y mentalidad de muerte a un estilo y opción de vida que se realizan en la
justicia y en la caridad fraterna (Rom 6,4-11; cf. Col 2,12-3,4). Así pues, la pascua no
es sólo un recuerdo arcaico, sino el dinamismo de salvación y de liberación que está
dentro de la historia humana desde el día en que Dios se sumergió en nuestra historia
de modo irreversible con la encarnación, muerte y resurrección de Jesús.
- Revestirse del hombre nuevo (Ef. 4,24). Esto es un cambio radical de vida. La
conversión (metanoia) implica un cambio de dirección, implica un salto hacia una
concepción y una vida nueva. La conversión inicia en la mente, es decir, un cambio
de una lógica determinada, de unos criterios determinados que conducen y
condicionan mi vida mi vida para pasar a una lógica y criterios diferentes: la lógica de
Jesús, la lógica y criterios del Reino de Dios. La conversión implica dejarse renovar y
recrear. Dejar que el Señor resucitado exhale su aliento sobre nosotros, su Espíritu
creador, como al principio. Que su aliento vital dé nueva vida a nuestros huesos secos.
Ser capaces de nacer de nuevo, capaces de la santa novedad. Ser capaces de
alimentarse con "los panes ácimos de la sinceridad y la verdad" (1 Cor. 5, 8).
Revestirse del hombre nuevo es también resucitar con Cristo, buscando las cosas de
arriba, donde está Cristo" (Col. 3,1). Es decir, poner nuestra mirada en las cosas de
arriba sin descuidar los deberes y compromisos con la realidad hoy. El poner la mirada
en las cosas de arriba significa que el único criterio de juicio de las cosas, del mundo,
de la realidad debe ser Cristo resucitado. En otras palabras, el único criterio de vida
para un cristiano es la persona de Jesucristo, muerto y resucitado.