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Miserias del pensamiento perfumado: así hace

el ridículo el ensayo actual


Hoy el ensayo sesudo oscila entre la impenetrabilidad y el sonrojo, como
demuestra Entre-lugares de la Modernidad', de Olalla Castro Hernández,
libro por momentos ilegible
Michel Foucault

ALBERTO OLMOS
De vez en cuando me da por leer perfumes. A lo mejor la frase les parece
bonita, pero es terriblemente literal. Ya advirtió Jean Luc Godard en
'Histoire(s) del cinéma' que la producción cinematográfica era una rama de la
industria cosmética, de modo que esta otra revelación no debería
sorprendernos: el pensamiento es a su vez un producto de perfumería, sólo
que con menos pegada navideña.
Como los perfumes, que no lo sé, el pensamiento perfumado se inventó en
Francia, y sobre él tiene una novela muy divertida Laurent Binet: 'La séptima
función del lenguaje' (Seix Barral). La conocida como French Theory
establece que todo puede decirse de una manera aún más complicada,
con otro pellizco de pachulí y otro prefijo. Jacques Derrida, Michel Foucault
o Pierre Bourdieu son los perfumistas maestros, y gracias a ellos se nos vino
encima todo lo demás.
¿El hombre más peligroso del mundo? Barthes, el arma secreta de Laurent Binet
DANIEL ARJONA
El escritor francés Laurent Binet que sorprendió hace una década con su
novela 'HHhH' publica nueva novela, un policial sobre Roland Barthes y su
arma definitiva: la semiótica

Hipercúbico
Todo lo demás es el pensar contemporáneo, que ya no puede hacerse en
este mundo nuestro sin citar a un francés. El pensamiento se ha vuelto
hipercúbico, o sea, monstruoso. Las palabras se revelaron todas insuficientes,
y por eso utilizamos a muchos franceses, pues ellos inventaron palabras
nuevas y dimensiones desconocidas. El monstruo surge cuando el pensar
abandona lo real y se vuelve pensar sobre el pensar, que obviamente
también puede ser pensar sobre el pensar de lo pensado, y así hasta el
infinito, que es hacia donde propenden los perfumes.

'Entre-lugares de la Modernidad'. (Siglo XXI)

Un ejemplo lo encontramos en 'Entre-lugares de la Modernidad' (Siglo XXI),


de Olalla Castro Hernández, que yo lo calificaría como autoayuda para
marxistas. Ya en 'La verdadera vida' (Malpaso), Alain Badiou dejaba entrever
que el marxista de hoy está necesitado de cariño. “A expensas de la máquina
del poder del capital, completamente desarticulados e incapaces de oponer
resistencia alguna a la oligarquía económica y política que nos gobierna...”,
leemos en Castro Hernández, verdaderamente acongojados. Y también:
“estamos siendo engullidos por el lobo neoliberal”, “necesitamos un
pensamiento vanguardista, transformador, crítico”, “nos están
arrinconando desde todos los puntos y la resistencia ha de llevarse a cabo en
las calles y en los textos con la misma intensidad...”
Jopé.
Todo lo cual será muy cierto, pero yo creo que no obligaba a la autora
a atizarnos pasajes como este: “Tal como analiza Iris Zavala en 'La
posmodernidad' y Mijail Bajtín, el dialogismo bajtiniano se sitúa en el centro
de la problemática epistemológica que se plantea con la crisis de la
Modernidad, por cuanto traslada al interior del lenguaje la cuestión del
sujeto escindido, o, mejor, por cuento muestra hasta qué punto ese
descentramiento del sujeto proviene de la “ruptura de lo unívoco, lo
unidimensional y el monoestilismo” que la dialogía representa.”
Y ahora vete tú a comprar el pan.
Tics
Una cosa que me flipa de estos libros es su riguroso cumplimiento de una
serie de tics intelectuales sin los que debe de ser muy difícil publicar ensayo.
El primero de ellos es, obviamente, la prefijación. El libro podría haberse
titulado 'El lobo liberal', que suena estupendamente y además lo entienden
todos los niños, pero ¿cómo prescindir de un prefijo?

El concepto entre-lugar, además, viene de otro pensador, que se llama Homi


Bhabha. También se cita en este ensayo a Arjun Appadurai o Ulrich Beck. Yo
creo que un marxista de verdad debería preguntarse de vez en cuando qué
piensa Pedro Pérez o María García de todo esto, pero en el pensamiento
contemporáneo no tienes nada que decir si te apellidas Pérez o García. Es
una norma muy importante que estableció la French Theory desde el
principio: el perfume huele a su propio nombre.
Por eso en el libro encontramos incontables expresiones aromáticas como
“en el sentido derridiado” o “foucaultiano” que, si las piensas un
poco, descubres que no significan nada. ¿Qué quiere decir foucaultiano, a fin
de cuentas? ¿Qué parte de Foucault estamos invocando cuando decimos de
algo que es foucaltiano, su calva, este libro, aquel libro, esta entrevista, este
juguete sexual? Seguramente comprar el pan también es foucaultiano,
amigos.
Gotas de perfume
¿Por qué lee uno este tipo de libros? Bueno, a todos nos gustan los perfumes
y si uno es capaz de no tragarse el bote entero y llevarse puestas sólo algunas
gotas, entonces merece la pena. Dos gotas preciosas encontré en el libro de
Castro Hernández, la verdad.
Miren esta cita sin franceses ni prefijos de José Manuel Cuesta Abad: “Decir
yo es ordenarse a uno mismo en el lenguaje, enajenarse en él o ensimismarse
en él. Antes del yo, nada soy para la comprensión; después de él, tampoco. El
yo es un texto: todo lo que se puede hacer es introducirse en él, penetrarlo
de signos y permanecer contemplando un exterior que se pretende interior.”
O esta otra, que obviamente entenderán hasta los infantes, de Rafael
Sánchez Ferlosio: “El niño que osó decir: 'El emperador está desnudo', ¡ay!,
acaso también estaba pagado por el propio emperador.”

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