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Se hace entonces necesario, aunque sea con entidad de excepción, aplicar la ley
extranjera. Lo que supone e implica el reconocimiento de una serie de normas o
criterios, que determinan cuál de las leyes, que entran en conflicto, debe aplicarse.
Porque una solución racional y razonada de los problemas de relación no puede
sustituirse por un capricho, más o menos racionalizado, acerca de la norma que se
considerará para solventar el choque de intereses.
Respecto de sus fuentes, dos son las clases de origen del Derecho Internacional
privado: el tipo de normas puramente internas, o nacionales; y aquel otro de normas
nacidas más allá de las propias fronteras, o internacionales. Entre las segundas
destacan en importancia los convenios y tratados internacionales, la costumbre
internacional (supranacional, al menos) y, aunque con carácter un tanto incidental, la
jurisprudencia internacional (ya por medio de tribunales internacionales o
supranacionales, ya por laudos y arbitrajes previamente convenidos); igualmente, en
función de la autoridad reconocida, aunque sin carácter formal, la doctrina de los
autores, principalmente de los ya fallecidos.
En un pasado, Roma, si bien supo del conflicto de leyes, parece ser que se limitó a
aplicar las normas foráneas por pura cortesía, no aceptándose aplicar el propio
derecho a los extranjeros. Las relaciones entre ciudadanos y extranjeros fueron
resueltas por un nuevo derecho, el ius gentium. Además, las escasas noticias de los
inconexos textos del Digesto, tan siquiera permiten indagar un sistema de fuentes. La
tendencia excluyente y univesalista del propio ordenamiento romano hacía difícil la
existencia de normas conflicto.
Fue en los finales del siglo XII y comienzos del siglo XIII, que las ciudades de
Lombardía, independientes por el tratado de Constanza, afectadas por una enorme
pujanza comercial, cuyos problemas no podía resolver el criterio personalista, ni el
territorial de las leyes, afrontan la cuestión. En Bolonia surge entonces un sector de
juristas, que trabajan conscientemente en inventar criterios armónicos de solución,
dando lugar a la que conocemos como tesis estatutaria. Esfuerzo casi personal de
BARTOLO, la concepción estatutaria reconocía que: la capacidad de goce y ejercicio
se regulaba por el estatuto personal, o ley de origen de las personas; los derechos
referentes a la propiedad, por el estatuto real o ley del país en que se hallasen los
bienes, y los actos jurídicos, por sometimiento a las leyes del territorio en que se
celebrasen.
Siguiendo en parte este criterio, a finales del siglo XIX, MANZINI formuló el principio de
identidad entre nación y estado, sustituyendo el estatuto domiciliario por el estatal y
aplicando la ley nacional como estatuto personal.
Los criterios generales que la configuran vienen señalado en los E. de M. del Decreto
de 31 de mayo de 1974, núm. 1.836, que ESPÍN CÁNOVAS clasifica así:
a) Ordenación de las reglas conforme a una preocupación que excede la del derecho
español, para fijar qué ordenamiento, si no propio o extraño, debe ser aplicable.
b) La nacionalidad es determinante de la ley personal, y en su defecto por la residencia
habitual.
c) Se sustenta el criterio de aplicar la ley nacional respecto de la persona y relaciones
jurídicas relativas a los derechos inherentes a aquélla.
d) Se innova al regular por vez primera la norma aplicable a las obligaciones
contractuales, sujetas a la autonomía privada, ley nacional común o, en último término,
la del lugar de celebración del negocio.
e) Respecto de los bienes, se fija la tradicional regla lex rei sitae, que se extiende a los
muebles.
f) Respecto de las solemnidades de los actos, la exclusividad de la regla locus regit
actum se comparte con las exigencias de la ley reguladora del contenido, y si ésta
reclama la forma como esencial, ha de observarse siempre.
g) Se regula como temática nueva la clasificación, reenvío, orden público y fraude de
ley, aplicando de oficio las normas conflictuales del derecho español y la prueba del
derecho extranjero (V. derecho interregional; nacionalidad).
B) sistema de la comunidad del derecho: según Savigny (creador de este sistema, que
expuso en el T. VIII de su famoso sistema de derecho romano actual), en caso de
conflicto de leyes, debe.aplicarse de ley más conforme con la naturaleza de la relación
jurídica, prescindiendo de que sea Nacional o extranjera. Ahora, este principio general
no es absoluto y reconoce como excepción las instituciones de orden público, respecto
de las cuales solo debe aplicarse la ley territorial.
Savigny sostiene que las naciones que forman parte de una misma cultura, participan
de una comunidad de derecho, de tal manera que cuando se hace aplicación de una
ley extranjera, no es por razones de cortesía internacional sino porque el respeto en
función de la naturaleza de la relación jurídica de que se trata, esa ley extranjera es la
que aparece abonada por razones científicas. Así cuando se trata del otorgamiento de
un testamento en país extranjero, para saber se el acto es válido en cuanto a sus
formas, ha de consultarse las disposiciones que regían contemporáneamente en ese
país. Y ello no por motivo alguno de cortesía internacional sino porque la ciencia del
derecho indica que cuando alguien debe celebrar un cierto acto jurídico ha de atenerse
a las formas vigentes en el lugar de celebración (lex loci celebrationis).
Para esa teoría, por razón de la comunidad de derecho existente entre las naciones
que integran una misma civilización, la ley no es de ordinario territorial, como en el
sistema de los estatutos, sino extraterritorial, porque ha de elegirse la que corresponde
a cada relación jurídica según su naturaleza, independientemente de que sea la ley
Nacional del país donde deba hacerse aplicación de ella. Con todo, la teoría admite
que pueda hacerse excepción de un cierto número de cuestiones, integrativas del
orden público, respecto de las cuales cada país no acepta sino la vigencia de su propia
legislación: se trata de una excepcional aplicación imperativa de la ley territorial.
Sin duda, por estar en pugna con esa realidad imponente de nuestro tiempo que es el
estado contemporáneo, nunca alcanzó esta teoría mayor aceptación. Resulta, por lo
demás, impracticable en países de inmigración como el nuestro, por cuanto convertiría
la legislación interna en un mosaico de legislaciones extranjeras. De ahí que no pueda
ser considerada esta teoría como base de un sistema general de derecho.