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DESOBEDIENCIA CIVIL
Compilación de intervenciones
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DESOBEDIENCIA CIVIL
1. Las cuestiones básicas que vincula la desobediencia civil, al menos por lo que
respecta a la literatura clásica, plantean cuestiones como las siguientes: ¿está obligado el
ciudadano a una obediencia acrítica a un gobierno elegido democráticamente?; ¿en qué
circunstancias puede negarse obediencia a un gobierno tal o a una ley elaborada
mediante procedimientos igualmente democráticos?; ¿puede uno embarcarse como
ciudadano o como miembro de un grupo minoritario, en actos de desobediencia civil
con objeto de cambiar las leyes a las que uno, teóricamente, ha consentido?; ¿o debe
uno esperar a los siguientes comicios electorales para expresar su desacuerdo, puesto
que teóricamente esas leyes constituyen la voluntad expresa de la mayoría?; ¿una
sociedad democrática tiene que ser tolerante con respecto a las formas ilegales de
protesta? En definitiva, una desobediencia inerme que no traspasa las fronteras de la
legitimidad de la forma Estado sino que tan sólo se cuestiona los mecanismos legales
parciales que se consideran vulneran aspectos que el mismo Estado protege, pero ¿qué
pasa cuando hemos de tratar la desobediencia civil en aquellos casos en los cuales se
presenta como parte de un programa cuyo objetivo es la creación de una forma propia
de gobernarse, incluyendo incluso la negación de todo Estado?
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2. Los dos términos de la expresión tienen connotaciones problemáticas:
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civil habrá de ser público por la necesidad convencer al resto de los
ciudadanos de la justicia de sus demandas.
◦ El ejercicio de la desobediencia no vulnerará aquellos derechos que
pertenecen al mismo bloque legal sobre los que se sostiene aquello que se
demanda; de donde se deduce que la desobediencia habrá de ejercerse
pacíficamente. Ésta es la segunda acepción de civil: pacífico, no violento, de
último recurso y respetuoso con las reglas del juego democrático.
◦ [La desobediencia civil no es el único instrumento político no
institucionalizado de defensa de los derechos individuales. Existe una forma
más radical de oposición al derecho que cuenta con una larga tradición: el
derecho de resistencia; máxime si la noción de resistencia al poder
constituido se deshace de su lastre feudal y puede ser ya caracterizado como
desobediencia revolucionaria, en cuanto que pretendía la subversión radical
del estado de cosas reinante en una sociedad política, cambiando el
ordenamiento jurídico y la dirección del gobierno.]
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ejercicio de la soberanía popular —mediante la aplicación de la regla de la mayoría— y
el disfrute de los derechos humanos.
Bibliografía
Adams Bedau, H. (1969): Civil Disobedience. Theory and Practice, Nueva York,
Fegasus.
Estévez Araujo, J. A. (1984): “El sentido de la desobediencia civil”, Arbor, n.° 503-504,
pp. 133-134.
Garzón Valdés, E. (1981): “Acerca de la desobediencia civil”. Sistema, n.° 42, pp. 79-
92.
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Malem Seña, J. F. (1988): Concepto y justificación de la desobediencia civil, Barcelona,
Ariel.
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REFLEXIÓN SOBRE LA DESOBEDIENCIA CIVIL.
UNA VISIÓN ORIENTAL
El líder no puede compartir la información con el pueblo y la causa más simple es que
debe cuidarse de la existencia de espías. Pensemos simplemente en los líderes de los
estados modernos hablando en televisión sobre su pensamiento e intenciones en relación
a otros estados (recientemente su ataque a Libia, o todo lo que puede estar sucediendo
en relación con Irán, etc. etc.)
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hacer obedecer. El Arte de la Guerra, cuya primera línea asegura que la guerra es la
tarea propia del estado, es el arte del engaño, pero, a diferencia de lo que se tiende a
entender y pensar, no tanto de engañar al enemigo, al que se le puede influir solo
ocasionalmente, sino al propio pueblo –la guerra es total- pues el líder ha de conseguir
que las personas ¡le entreguen sus vidas! Y esto se puede lograr por medio de una
ideología (me gustaría que analizásemos un día con que fuerza creen los niños en los
Reyes Magos por la virtud de que se lo dicen los padres, y con qué objeto se lo dicen), o
haciéndoles pensar que van al cielo si mueren luchando, o, en general, poniendo a la
gente en una situación precaria para que no tengan más remedio que obedecer para
sobrevivir (Sunzi concretamente dice que la mejor manera de lograr que el ejército
luche fieramente, es ponerle a la espalda un río que no pueda cruzar).
Con esto no estoy acusando al estado, ni a los políticos, ellos son igual de inocentes que
cualquier otro, se trata de la tragedia humana, creo simplemente que, ante todo, nuestro
movimiento ha de ser maduro y saber y encarar la verdad de la realidad. En este
aspecto, podemos ver a nuestros líderes que hacen la política hablando de economía,
hablando de las reacciones de los mercados, sobre todo porque son fuerzas que no se
pueden reducir a la racionalidad objetiva de los fines humanos, de modo que ellos
puedan tomar las medidas que necesitan; básicamente llevar a la gente a la precariedad.
Como digo, la
universalización y los
medios de comunicación
propios del movimiento nos
tienen que abrir la
posibilidad de ser capaces,
por primera vez, de exponer
nuestros objetivos en lugar
de contrarrestar la
irracionalidad, opacidad,
manipulación del estado,
con el mismo arte.
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SEIS RAZONES PARA DESOBEDECER
(CIVILMENTE) LA POSHPOLÍTICA
DE CRISTINA CIFUENTES
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Señora Delegada:
Aunque su padre fue general de artillería y su madre una ama de casa devota
que crió una extensa familia con ocho hijos, Usted es, antes que nada, una mujer de
hoy, competitiva, moderna, emprendedora; nada que ver con esas “señoronas de
derecha” de peinados que desafían la gravedad y collares de perla. Usted es cool,
posh… Es poshpolítica.
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Abogo por la desobediencia civil no por albergar un conflicto de conciencia, sino
porque quiero visibilizar de forma simbólica, como hace, por ejemplo el movimiento Yo
no pago, un conflicto político en el espacio de lo público. Entre los griegos, la
separación de lo privado y lo público, como destacó, entre otros, Hannah Arendt, separa
también dos momentos en la vida del hombre: el de necesidad biológica –ámbito
privado–, referido a la autoconservación personal; y el de lo probable o contingente, que
constituía el espacio genuinamente “político”; por eso la polis surge indisolublemente
unida a la idea de libertad. Esto explica que sólo los que hubieran superado la
“necesidad” pudieran participar en los asuntos de la polis como verdaderos ciudadanos
–libres-, mientras otros se dedicaban a los asuntos domésticos –como entonces las
mujeres o los esclavos–.
Frente al concepto positivo que lo público poseía en Grecia, para Cifuentes, sin
embargo, parece primar la idea de que el derecho es la salvaguardia de “lo mío”,
entendido como capacidad, como derecho subjetivo. Así se entiende la exaltación que,
en las doctrinas liberales, se hace del concepto de libertad negativa como ausencia de
coacción. Los derechos de manifestación en lo público tienen como límite infranqueable
la propiedad, que constituye el derecho fundamental.
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imposibilita la posibilidad de toda acción política genuina, un socavamiento que se
niega directamente toda posible discusión política de la economía, y que lleva a la
aceptación de los mecanismos del mercado como únicas herramientas ilusoriamente
neutras.
3. Se lee que “[…] a Cristina Cifuentes le gusta el ruido”. Tal vez recordando
con melancolía esas inolvidables tardes de juventud en el Archy, el Jácara o Pachá, ella
evoca “el bullicio, las calles estrechas, las multitudes y los escaparates de Madrid”. Sin
embargo, sé que, por si Usted fuera, la única imagen del manifestante sería la de quien
vuelve a su trabajo o sus obligaciones de consumidor o se retira a su casa a toda
velocidad tras la primera invitación cortés de la policía. Aunque, tal vez, para quien
tiene tan pobre imagen del espacio público como Usted, sería mejor construir
“Protestódromos” en las afueras de las ciudades para no distraer el tránsito comercial y
la contemplación de esos “escaparates” con los que tanto se deleita.
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religioso ni pretendo ser Gandhi: me declaro desobediente civil no porque sea objetor de
conciencia ni quiera salvar mi alma –únicas razones por las que, al parecer, la derecha
en este país considera legítima la protesta pública y la recusación de la norma-, sino
porque considero necesario exponerme públicamente y visibilizar la humillaciones y
exclusiones que sentimos cotidianamente en una sociedad injusta.
Esto es lo que le ha llevado, por ejemplo a sancionar, entre otras muchas personas
dignas, a Julián Rebollo, un jubilado madrileño, contra el que Usted dirige sus
reclamaciones económicas por la participación en las concentraciones llevadas a cabo
en los alrededores del Tribunal Supremo los pasados 31 de enero y 7 de febrero.
Me considero desobediente civil porque estoy harto de que, en sintonía con una
interpretación autoritaria del Estado de Derecho, se criminalice todo umbral, siempre
incierto y falible, entre legalidad y legitimidad. Señora Delegada: cuando su legalismo
autoritario nivela desobediencia civil y criminalidad no solo socava el Derecho; pone de
manifiesto un no disimulado autoritarismo que no quiere comprender cómo la
desobediencia civil es el genuino reto de una sociedad políticamente madura. El
magnífico lapsus del Jefe superior de la Policía Valenciano, nombrando al “enemigo” al
que presuntamente sirve, muestra el verdadero rostro de su poshpolítica.
El nuevo
radical chic
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