Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
bajar la cotización y castigar a los que compraron arriba de 23. El otro grupo
de inversores, que son principalmente grandes fondos del exterior con
capitales de riesgo en distintos países emergentes, apuestan diferente. Ante
la debilidad económica del país endurecen la negociación y pretenden al
menos 5 puntos más de tasa en pesos para traer sus capitales. Esto equivaldría
a tener una de tasa de pases de 38 en lugar del 33 por ciento y las tasas de las
Lebac por arriba del 40 por ciento.
La tensión económica es notable. No importa dónde se fije el nuevo piso de
las Lebac. La meta de inflación del 15 por ciento y tasa de interés arriba del
38 equivale a ofrecer ganancias reales de casi 25 por ciento para que los
capitales especulativos se interesen en el país. El riesgo argentino está en
niveles muy altos. Incluso en 2016 tras unificar el mercado cambiario el
rendimiento real de las Lebac fue menor. En estos dos años hubo un fracaso
de la estrategia monetaria y cambiaria, lo cual se potenció en los últimos dos
meses cuando se intentó manipular el dólar.
El Central comenzó a principios de marzo a intervenir en el mercado
cambiario para mantener la cotización debajo de 20,50 pesos y cometió un
grave error de diagnóstico. Supuso que sólo con reservas le iba a alcanzar para
manejar el precio del dólar pero lo que hizo fue potenciar la expectativa de
devaluación del mercado. A partir de ese momento sacrificó reservas
internacionales en forma record, alcanzando a ofrecer picos de hasta 1472
millones de dólares diarios. En la jornada de ayer el Central intervino con 451
millones de dólares y acumuló ventas por 7839 millones en los últimos dos
meses.
El peso fue la moneda que más se devaluó en lo que va de este año a nivel
mundial. Los datos fueron publicados por la agencia financiera Bloomberg y
muestran no sólo la falta de pericia del Central para manejar el dólar, sino el
efecto nocivo de abrir la economía en forma indiscriminada a los flujos
financieros internacionales. El menor optimismo de los inversores a nivel
global llevó a que los países emergentes registren tensiones con sus monedas
en los últimos meses pero ninguno anotó distorsiones en la magnitud de la
Argentina. El dólar aumentó en lo que va del 2018 cerca del 25 por ciento,
liderando un podio que se completa con la devaluación de más del 10 por
ciento del rublo ruso y del 9 por ciento de la lira turca.
Los consultores argentinos son doctores en corridas y no dudaron en
aprovechar este clima de incertidumbre cambiaria para difundir entre sus
clientes (bancos, grandes empresas exportadoras, importadores, entre otros)
los cálculos sobre cuánto debería costar el dólar y por qué. Son números sin
importancia conceptual pero que vale la pena registrarlos porque marcan el
ritmo de las expectativas de la city. Las consultoras más optimistas hablan de
un dólar cercano a 24 pesos. Dicen que ese precio permitiría recuperar la
competitividad cambiaria de abril de 2016, cuando el tipo de cambio se
estabilizó tras la eliminación de los controles.
Las cuentas que hacen los consultores pesimistas son un poco más extremas.
Suman igual que en la convertibilidad los pasivos monetarios y los dividen
sobre la cantidad de reservas que tiene el Central. Se trata de otra forma de
pensar la paridad del peso contra el dólar. Hay unos dos billones de pesos en
pasivos monetarios (1 billón de base monetaria y 1 billón de Lebac) y unos 55
LECTURAS POLÍTICAS
Infelices ilusiones
Claudio Scaletta
El nuevo consenso de los economistas oficialistas y para-oficialistas, esa
amplia franja de consultores que se nutren de fuentes como la Universidad
Torcuato Di Tella, una usina ortodoxa apenas más sofisticada que la
noventista CEMA, sostiene que, con tipo de cambio flotante no hay que
preocuparse por la restricción externa (escasez de dólares), dato que
presupone una entrada de capitales siempre abundante (o un dólar a 1000).
Estas ideas simples son las que nutrieron las esperanzas de Cambiemos desde
que asumió el gobierno. Se creía que el poder económico global, al conocer la
nueva existencia de una administración amistosa, apostaría por la nueva
Argentina desencadenando una lluvia de inversiones que, al madurar,
conjuraría la dependencia crónica de dólares.
La tarea del gobierno consistía en cambiar las reglas para la rentabilidad del
capital y, especialmente, financiar la transición recurriendo a los mercados
internacionales. Esa fue la racionalidad de pagar a los buitres sin chistar para
poder empezar a endeudarse lo más rápido posible. El proceso sería ayudado
por el carry trade, la bicicleta financiera, que aportaría la entrada de dólares
LECTURAS POLÍTICAS
Lilita a alfil 4
debería dar miedo: “A los de afuera lo que les da miedo es el regreso del
kirchnerismo. Se preguntan si vamos a poder gobernar”.
También dio su versión de la suba de precios: “¿Se acuerdan con los
supermercados, no venden nada porque están carísimos. Yo no voy más a los
supermercados. Los ciudadanos tenemos que buscar mercados. Nosotros
compramos en cualquier lado y nos quejamos”, afirmó Carrió, quien se ocupó
de defender la suba de tarifas. “Estamos pagando la fiesta de los
kirchneristas”, aseguró.
El boleto autopicado
Oberdan Rocamora para JorgeAsisDigital.com
“Cuando quiera el Dios del cielo/ Que la tortilla se vuelva”
Lo dicen los viejos bardos (como en el poema olvidado de Heberto Padilla):
“Cuando a quien gobierna se le reprocha por la bandejada del catering es
porque lo vacunaron”.
Peor aún es cuando al gobernante se le meten con los alfajores de arroz de un
ministro. O cuando le subrayan la apasionada inclinación hacia el descanso.
Significa que, al que gobierna, le perdieron el respeto. Está perdido. O que se
pica el boleto solo. Se lo auto-pica. Poco y nada les importa a los contadores
de costillas y de alfajores semejantes “la imagen estallada del país”. O que el
funcionario pase un papelón nacional, por ejemplo ante la poderosa dama
francesa, a quien se honró con una “souper” de gala.
Próximas morsas
Para mantener alta la mística del Colectivo Cambiemos no alcanza con los
encorsetados voceros televisivos que se reportan a Marcos Peña, El Pibe de
Oro. A esta altura ya superaron, incluso, el infantilismo nostálgico de “6, 7,
8”.
Aún degradan de manera tan aplastante a los reconocidos delincuentes que,
por la pérdida de credibilidad, ya comienzan a resultar casi simpáticos.
Mientras tanto preparan, sin gran pudor, la próxima selección de morsas,
modelo 2019. En la próxima entrega se las va a identificar. La morsa
sindicalista y la morsa distrital.
Tampoco basta ya con el apoyo incondicional de La Nación. No alcanza.
Aunque alguno de sus más altos directivos se sienta, con aceptable
frecuencia, en una de las tantas mesas chicas que pueblan los innumerables
operadores de la justicia. Una manga de audaces que intenta influir, desde la
“inteligencia”, o desde la jineta de los despachos, en los celulares de los
jueces federales que ya tienen la piel de cuero. Y amontonan, por las dudas,
causas.
Dista de ser casualidad que el macrismo hoy se preocupe más por los
recovecos sustanciales del Poder Judicial que por el circuito viciado del Poder
Legislativo. En la plenitud del retroceso iniciado, resulta más aconsejable
alcanzar una buena posición ante los jueces, que ante la histeria mediática de
los diputados. Abundan las causas que aún no preguntan, como las mesas del
“Cafetín de Buenos Aires”. Pero tampoco se cierran. Ya preocupa
ostensiblemente que “cuando quiera el Dios del cielo/ la tortilla se vuelva”.
En lo que concierne al control de la justicia, a propósito aquí ya se superó con
amplitud, en materia de intromisiones, a la tropilla alborotada de La Doctora.
Lograron, incluso, que algunos jueces federales les teman. Por la proeza de
haber doblado totalmente, y a su favor, la Cámara Federal entera, donde hoy
queda un solo juez, como muestra o memoria histórica. O como mero
fundador de doctrina homónima. Irurzun.
Cometieron la insolencia de apartar un camarista para jubilarlo por sus
problemas del corazón. Y tuvieron el coraje de desplazar a otro (por ser
amigo de don Javier) hacia un distrito menos fastidioso. Para poner, como
piezas del recambio, “cuadros del palo”. Es para felicitar a los amarillos que
vinieron a cambiar.
Estratégica perversidad
Presupuesto del Congreso), la oposición necesita cada vez más tiempo para
doblegar la hegemonía oficialista.
Por cuestiones de escala, responsabilidad, manejo de información y estatus,
ser presidente no se parece a ningún trabajo o responsabilidad previa. Ni los
cuadros políticos con larga experiencia pueden evitar un proceso de
aprendizaje que dura al menos un par de años y que se produce de manera
inorgánica: cambian los contextos, los protagonistas, las prioridades y, sobre
todo, la visión que los propios presidentes tienen de sí mismos y de su lugar
en la historia. Arrancan con ilusiones, ideales y hasta la esperanza de lograr
hitos históricos, pero se vuelven conscientes de sus limitaciones a medida que
acumulan experiencias (y frustraciones).
Sus agendas se transforman a lo largo de la gestión, al igual que sus equipos
de trabajo. El desgaste en el poder es siempre mayor al esperado y es
fundamental oxigenar los gabinetes de forma periódica para recrear
expectativas y retomar la iniciativa política, en especial cuando no se dan los
resultados. La híper-concentración de autoridad en muy pocas manos torna
complejo ese objetivo, pues el costo político de cualquier reemplazo es
inversamente proporcional a la delegación de responsabilidades en ministros o
colaboradores. A menudo se cae en el error inverso de suponer que la
fragmentación de funciones simplifica o acota el costo de una eventual
remoción, al margen de hacer más eficiente la gestión. Así, es fácil entrar en
círculos viciosos, a menudo casi imposibles de romper, que explican por qué
los cambios (tácticos, estratégicos, de staff) llegan tarde o no se hacen
nunca.
Guillermo O'Donnell analizó el fenómeno de la "democracia delegativa":
cuando los líderes se creen con el derecho y la obligación de decidir qué es
bueno para el destino del país, sin aprovechar los mecanismos de deliberación
ni la formación de consensos. La definición de "éxito" es poco clara. Se
mezclan la solución o la mejora de algún aspecto específico con los resultados
de las elecciones: el que gana tiene razón. Esto sesga las prioridades de
política pública hacia el objetivo de salir victorioso en las urnas. Macri llevó
esto al extremo al sintetizar en una persona los roles de jefe de Gabinete de
ministros y de la campaña electoral. Por eso, poco importa el
"calendario" stricto sensu, pues las decisiones de los gobiernos las determina,
directa o indirectamente, el objetivo de maximizar la cantidad de votos.
Se trata de un juego perverso, porque la sociedad entra en un proceso inercial
de delegar en el presidente: solo le piden, nunca le proponen. Y él absorbe,
jerarquiza y trata de responder las demandas según algún tipo de criterio. La
ciudadanía queda insatisfecha, ya que ni una cantidad mínima de todas esas
cuestiones pueden ser canalizadas en la práctica. Así, el presidente, que
asumió convencido de que era un agente de transformación, termina
convertido en un simple obstáculo para alcanzarla, perdido en el laberinto de
una agenda minimalista, trabada, que influye marginalmente en el desarrollo,
sesgada al corto plazo. Mientras tanto, ante las primeras frustraciones, el
entorno se cierra y para "protegerlo" lo aísla con el lema "no le llevemos malas
noticias".
En conclusión, la ilusión de manejar casi la suma del poder público deviene en
una decepción cuando se advierte que no sirve para resolver los problemas
LECTURAS POLÍTICAS
“Si uno mira la trayectoria del Presidente está claro por su estilo de
conducción que, en su historia personal, siendo presidente de Boca lo sufrió a
Bianchi, lo sufrió a Riquelme, lo sufrió a Maradona: no hay espacio para un
cerebro único. Hay una mesa de coordinación que está en la vicejefatura de
Gabinete donde están todos los ministros del área económica. Lo que uno ve
es que buscan coordinar, pero el problema es que después cada uno vuelve a
su metro cuadrado."
Con elegancia y un toque de fútbol, el Golden Boy explica el riesgo de
convertir un estilo en dificultad.
La historia argentina cuenta que, desde la restauración democrática de
1983, sólo hubo tres períodos económicos positivos y todos estuvieron
conducidos por ministros de Economía fuertes.
Juan Sourrouille lideró el año de baja inflación y expectativas de despegue
que despertó el Plan Austral en junio de 1985.
Cavallo logró mantener durante cinco años la inflación cero y el optimismo
aperturista del Plan de Convertibilidad junto a Carlos Menem.
Y Roberto Lavagna cabalgó casi cuatro años entre el final de la gestión de
Eduardo Duhalde y el arranque con superávits gemelos e inflación de un dígito
que compartió con Néstor Kirchner.
Los tres fueron despojados de sus ministerios y la bonanza le cedió paso
rápidamente al declive económico.
La novela argentina siempre terminó mal. Alfonsín, Menem y Kirchner
complicaron sus gestiones cuando nombraron a ministros de Economía menos
protagónicos y más dóciles.
La paradoja de Macri es que comenzó su gestión con un ministro de
Economía experimentado y de alto perfil.
Alfonso Prat-Gay había sido presidente del Banco Central con Kirchner y era
uno de los economistas más respetados del mercado. Pero tardó menos de un
año en pasar a ser una presencia incómoda para el Presidente, que lo
mencionaba como el primero de sus ministros en una lista de egos que fue
trascendiendo con los meses.
Pocos creyeron en la posibilidad de que fuera echado del Gabinete porque allí
brillaban entonces otras luminarias del macrismo como Federico Sturzenegger
en el Banco Central, Carlos Melconian en el Banco Nación e Isela Costantini, la
ejecutiva multipremiada que había dejado la presidencia de General Motors
para asumir en Aerolíneas Argentinas.
De todos ellos sólo queda Sturzenegger. El mismo que este jueves debió ser
ratificado porque la presión de los mercados golpeaba las puertas del Banco
Central y llevaba el dólar hasta los 23 pesos.
Melconian e Isela se fueron con más pena que gloria y Prat-Gay fue
reemplazado un par de días antes del fin de año de 2016. Había sido el
artífice del blanqueo de fondos argentinos en el exterior por más de
100.000 millones de dólares, el más exitoso de la historia de un país
desconfiado que tenía el cuádruple de esa cifra en bancos y propiedades en el
extranjero.
LECTURAS POLÍTICAS
Ignacio Fidanza
Se perdió tiempo y lo que viene será duro. Macri llega al lugar que quiso
evitar.
La idea de un Gobierno sin costos finalmente sucumbió ante la realidad.
Fueron dos años y medio de predica suficiente los que cayeron en el microcine
del Palacio de Hacienda, el viernes que Macri se despertó a lo inevitable: Hay
que ajustar en serio.
El simulacro del ajuste que destinaba a obra pública y gasto social lo que
ahorraba de tarifas, mientras sumaba deuda, llegó a su fin. El terror
duranbarbista de un presidente que pierde popularidad se hizo presente, pero
de la peor manera, no por haber resuelto los nudos de la economía, sino por
la crisis que genero la demora de decisiones desagradables.
Es decir, se perdieron dos años y medio para terminar en el mismo lugar que
se quiso evitar el día uno, cuando nació el gradualismo, la súper jefatura de
gabinete y la fantasía de la corrección indolora, como si la dinámica de la
crisis fuera una variable subordinada a las estrategias de la Casa Rosada.
Fallaron todos los pronósticos y previsiones, pero sería ingenuo esperar una
autocrítica. Porque la corrección no surgió de un debate interno, sino que la
impuso el mercado. Aunque bien mirado, el giro es la autocrítica.
Ahora, Macri, Marcos Peña y Duran Barba ingresan a ese Vietnam que
quisieron evitar. Nada de lo que viene será agradable ni canchero. Y harán
falta enormes dosis de una materia que desprecian en la élite del PRO:
política de la buena, tradicional, de acuerdos y cierta generosidad
indispensable. Es también la caída del modelo de cortinas de humo, que
terminaron intoxicando a sus creadores, mientras ganaban tiempo hasta que
se produjera el milagro que nunca llegó.
LECTURAS POLÍTICAS
Por eso, sin ampliar la base de sustentación con un acuerdo serio con el
peronismo racional, el tránsito del ajuste anunciado por Dujovne se vuelve
vidrioso. Al comienzo del Gobierno se pudo alcanzar desde una posición de
poder, hoy se llega al mismo lugar desde la debilidad y habiendo acumulado
desplantes y agravios innecesarios.
Bajarse del caballo es, sin embargo, un ejercicio que enriquece. Y hay que
reconocer que llevado al límite, Macri pudo desprenderse de las certezas que
abrazó desde que es Presidente. Será interesante ver cómo lo procesan sus
asesores, cómo instrumentan la ortopedia de un nuevo relato que ahora
justifique lo que antes reprobaban.
Creyeron que habían inventado la fórmula mágica: en año electoral se apela a
un populismo de emergencia y en los pares se ajusta -un poco-. Fallaron los
cálculos, entre otras cosas que ya ni vale la pena detallar.
Macri deberá afrontar entonces el último tramo de su mandato en el paisaje
que Duran Barba le dijo que evite como la muerte: ajuste tradicional, caída
de la actividad y, además, alta inflación.
Pudo ser distinto. Y no hace tanto. Cuando en la Jefatura de Gabinete creían
que tenían todas las respuestas, forzaron un cambio de metas de inflación
para provocar una baja de la tasa, que potenciara un crecimiento que ya
había empezado. Golosos, jugaron a la macroeconomíacon voracidad política.
¿Cómo resultó el experimento? Apenas cuatro meses después la tasa terminó
en un imposible 40%, las expectativas de inflación superando el 22% y las
proyecciones de crecimiento cayendo al 2% y para abajo. Un fracaso en toda
la línea que tiene en el vicejefe de Gabinete, Mario Quintana, a su principal
responsable. Pero a no entusiasmarse. Lo más probable es que no pague
ningún costo y la culpa sea -como siempre- de los otros. Que no lo entienden
o implementan mal.
Es una parte importante de este fracaso. El diseño de un consejo de sabios
inaccesibles, que no ponen la cara ni pagan costos, pero concentran las
decisiones. No se someten a debate público, no firman, no implementan. Pero
definen. Juegan al rugby desde el banco y con el cuerpo de otros.
Tampoco habría que esperar que ese diseño del poder cambie. Pero cuidado,
la realidad abrió de par en par las ventanas y el aire que ingrese acaso no
tenga como único propósito refrescar a los comensales.
Aproximaciones al 2019
Ricardo Rouvier
Macri mantiene un piso del 30% a nivel nacional que le permite
proyectarse en un ballotage, sobre la negatividad del otro.
El PRO, en el tránsito desde su nacimiento como partido municipal hasta la
constitución de Cambiemos, experimentó un creciente apoyo electoral. El
incremento de consenso tuvo una fuerte presencia de la clase media, con
avances penetrantes hacia abajo de la pirámide social. Los resultados
electorales del conurbano bonaerense en octubre pasado, fueron un
testimonio innegable de esta ofensiva.
LECTURAS POLÍTICAS
kirchnerismo tiene en CFK una líder carismática que cumple con ese requisito.
Lo que no tiene hoy, es una evolución favorable del consenso y cae sobre sus
espaldas las últimas derrotas, responsabilidad que sus seguidores no le
atribuyen.
En parte, el caudal de Cambiemos tuvo el aporte del abandono electoral al
kirchnerismo. La dinámica pendular que un sector del electorado plantea a las
fuerzas políticas, a veces frustra el esfuerzo de retención que realizan,
porque las campañas se concentran en el voto seguro y lo confirman, pero no
logran fidelizar el voto débil. Desde el 2011 al 2017 el peronismo perdió 30
puntos de porcentaje en el conurbano.
Es síntesis, Macri no despierta entusiasmos masivos y mantiene, desde que
comenzó, una proporción de imagen negativa que lo acompaña siempre: por
empresario, por rico, por razones ideológicas, por el apellido que pesa en la
historia del capitalismo de amigos. Fuera de la porción que no lo quiere, el
actual Presidente ha logrado la consolidación de Cambiemos, mientras el
peronismo o los peronismos difícilmente vayan a unirse.
En este sentido, hoy el oficialismo está preparado para la competencia porque
está ordenado a pesar de sus internas, porque las mismas no desbordan los
límites del Presidente. Los efectos de las quejas de la UCR buscando mayor
intervención, no rompe los diques y tampoco Carrió que inaugura una
colateral de interpelación que enoja a muchos dirigentes, pero opera como un
reaseguro para los que apoyan a Cambiemos pero no ven en Macri ni en su
gabinete una plena inocencia.
El liderazgo de Macri es de otro tipo y sobresale con un estilo gerencial.
Sabemos que la gran empresa es la institución por excelencia de la hegemonía
capitalista. No es la Iglesia, no es la escuela, no es el micro emprendimiento,
es la gran empresa en que se construye el modelo social imperante, basado en
la producción de bienes y servicios. Es en sí una escuela de innovación,
creatividad, y eficiencia. Es obvio que la hegemonía mundial no reniega de la
educación, pero busca su optimización destinada a la formación del homo
economicus.
Aunque cada vez más el Presidente, desde lo que representa, aparece más
ligado a la economía virtual que a una empresa fierrera. Porque no tiene el
perfil de un pionero de la industria, sino más bien de un operador de negocios
financieros, a la compra y venta de empresas y títulos.
Prueba de esto es que la industria ha perdido significación en el discurso
oficial: los protagonistas son las tasas, los bonos.
En lo político, el propósito del PRO es sustituir la cultura populista de nuestro
país con otra en donde brille la meritocracia. Este objetivo, así planteado,
tiene sus consensos en la sociedad argentina y de allí los resultados
electorales que acompañan, también favorecido por un peronismo que ha
perdido el rumbo.
A pesar de algunos buenos resultados, el oficialismo no evita la caída de las
expectativas económicas, tanto en el nivel familiar como en el general, entre
sus votantes y entre los no votantes. Los números de la economía, íconos de la
racionalidad, no cierran para que sus votantes puedan exhibir entusiasmo.
LECTURAS POLÍTICAS
Hay que traducir bien las encuestas, algunos brotes, mueven apenas la aguja
de la popularidad, pero esto no es, todavía, lo que esperaban sus votantes en
el 2016. La ilusión era parecida a un boom para muchos de sus electores.
La principal oposición que tiene el oficialismo es el liderazgo carismático de
CFK, que es parcial y discrepante con respecto al otro peronismo, además es
prisionero de sus propios límites esperando un colapso salvador. Cuando el
senador Pichetto plantea la cuestión de la identidad superponiéndola a la de
la unidad es porque entiende que el kirchnerismo es una lateral del
peronismo, pero no su avenida principal. No está cuestionada Cristina F. de
Kirchner por su intempestivo estilo solamente, están cuestionadas muchas de
las políticas que se llevaron a cabo después que Néstor Kirchner falleciera.
La situación electoral empeoró después de la elección del 2015. Scioli obtuvo
de arranque el 37,08% subiendo en la segunda vuelta a 48,66%. Perdió por
poco, pero la derrota fue el disparador para la fragmentación que hoy se
exhibe; se perdió el gobierno y luego, en cascada, quedaron comprometidos
gobernaciones e intendencias.
En el 2017 el peronismo ya dividido obtuvo con el kirchnerismo y con su mejor
candidata, su principal resultado de 37,5% en la Provincia de Bs.As., un
promedio nacional de 21,8% y ganó en tres provincias: Tierra del Fuego, Río
Negro y San Luis. Por otra parte, el peronismo no k. lograba un modesto
14,9%, mientras el Frente Renovador cosechó 5,8%. La sumatoria da alrededor
del 42% en todo el país, pero no se puede sumar aritméticamente lo que es
diferente. La mejor candidata del kirchnerismo, CFK, sólo compitió en el
territorio bonaerense; si su candidatura hubiera sido nacional el porcentaje se
hubiera elevado por encima de lo obtenido.
Es conocida la limitación electoral de la ex presidenta, ya que posee un techo
fijado por su voto negativo, y esto no la hace buena candidata para un
ballotage. Pero hay que ver quién es el candidato a Presidente en el 2019,
porque no se puede contabilizar la transferencia total de los votos de Cristina
a otro aspirante. Por el momento, el kirchnerismo no tiene un candidato para
la elección general de la envergadura de Cristina Fernández.
El peronismo no k. no tiene aún un candidato con posicionamiento nacional;
sus esfuerzos a futuro estará, en primer lugar, en recuperar un voto peronista
tradicional y la esperanza de capturar una parte del voto k., aunque el voto
kirchnerista es muy fiel. La novedad estará en un peronismo que le hablará a
la clase media como nunca antes.
Ante este escenario podemos hacer las siguientes inferencias: si todo el
panperonismo se uniera podría partir de un piso del 30% con un techo de
40/42%; hoy el oficialismo tiene también un piso del 30% y una proyección
aritmética que puede llegar a 40%; bordeando una de las condiciones para
ganar en primera vuelta. Pero la posibilidad de varios candidatos peronistas,
les bajaría el promedio y le aseguraría al oficialismo seguir siendo primera
minoría.
Algunos en el panperonismo, se ilusionan con una competencia de todos en
unas PASO, pero nos parece casi imposible que eso ocurra, debido a las
diferencias existentes entre los fragmentos. Qué CFK no sea candidata y esto
se ofrezca como una prenda de unidad, no parece resolver las diferencias.
LECTURAS POLÍTICAS