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Vyacheslav Molotov

EL TRIUNFO DEL PLAN QUINQUENAL

Pronunciado: En el VI Congreso de los Soviets de la URSS, celebrado en Moscú, en 1931.


Fuente: V. Molotov, El triunfo del Plan Quinquenal. Madrid; Série "Documentos Políticos", núm.
18, [1931].

ESTRELLA ROJA khalil.rojo.col@gmail.com


I.

La lucha por la paz y la situación exterior de la Unión


Soviética

1. La profundidad de la crisis mundial y la agravación de los antagonismos capitalistas


La crisis económica, en extremo profunda, que se manifiesta actualmente en los países capitalistas,
lleva consigo una agravación extraordinaria de todos los antagonismos del capitalismo. Ella agrava
los antagonismos tanto interiores como exteriores del sistema capitalista.
Ahora se observa claramente que la apreciación hecha por los comunistas al comienzo de la crisis
económica mundial estaba justificada del todo. Contrastando con la opinión expuesta por los
economistas y los políticos burgueses, la crisis, no sólo no ha disminuido en el transcurso de estos
últimos dieciséis meses, sino que, por el contrario, se agravó. Bastaron algunas cifras para
demostrarlo.
En los países capitalistas de mayor importancia constatamos al principio del corriente año, en lo que
se refiere al más alto coeficiente obtenido en el desarrollo de la industria frente a la crisis, es decir, a
mediados del año 1929, la siguiente disminución de la producción: en los Estados Unidos, el 32 por
100; en Alemania, el 28 por 100; en Inglaterra, el 19 Por 100; en Polonia, el 25 por 100, en Francia,
donde la crisis ha comenzado algo más tarde, el 7 por 100[1].
Paralelamente a esta crisis industrial se asiste a la agravación de la crisis agraria. Esta se manifiesta
por una disminución de los precios verdaderamente catastrófica. Los precios en grueso de un cierto
numero de importantes productos agrícolas, de los cuales dependen las rentas de centenares de
millones de campesinos en todo el mundo capitalista, se han reducido a la mitad e incluso a la
tercera parte de lo que eran hasta entonces. Muy frecuentemente son inferiores al costo de la
producción. Esta baja de los precios destroza de un modo espantoso centenares de millones de
explotaciones campesinas.
Las reservas mundiales de los principales productos industriales y agrícolas han aumentado
considerablemente, durante el año último, la desocupación y la miseria en las ciudades y en los
campos de los países capitalistas y sus colonias. El carácter horrible de la crisis económica se
manifiesta igualmente por una reducción considerable de las exportaciones y las importaciones, en
el año 1930, de todos los países capitalistas sin excepción.
Si hace un año, es decir, al principio de la crisis, habia muchas gentes en los países capitalistas que
confiaban en las declaraciones optimistas de los Gobiernos burgueses sobre el fin rápido de la crisis
y la proximidad de un nuevo periodo de prosperidad, actualmente se comprueba un estado de
espíritu totalmente opuesto. La Prensa burguesa hasta se ve forzada a reconocerlo.
En el año 1931, no solo no se manifiesta ningún sintoma de mejoramiento de la situación
económica en los países capitalistas, sino que sucede lo contrario. La crisis continúa agravandose.
Incluso no ha logra do todavia su mas bajo nivel. Estos últimos meses asistimos al crecimiento del
numero de quiebras de reputaciones y Bancos capitalistas. Los negocios del capitalismo sufren tales
perturbaciones que no se ve aín salida para la crisis.
Precisa reconocer que los economistas burgueses se hallan en muy dificil situación. Están obligados

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a encontrar siempre nuevos argumento para la crisis económica mundial. Incapaces de apropiarse la
comprensión marxista, es decir, la única causa científica de la crisis, se debaten entre
contradicciones infinitas.
«Estamos en un caos increible—escribe el célebre economista ingles Keynes—, pues, a pesar de
especular con una máquina extraordinariamente sutil, cuyas leyes desconocemos, incurrimos en
errores verdaderamente toscos.» (Wirtschaftsdienst de 19 de diciembre de 1920.)
La situación de los poilíticos burgueses no es mejor tampoco. Sus predicciones, relacionadas con
una corta duración de la crisis, se han derrumbado. Su completa incapacidad para luchar contra la
crisis se ha revelado abiertamente. En las amplias masas de los países capitalistas crece la
desconfianza, tanto respecto de los economistas como de los políticos burgueses.
Basta leer la Prensa burguesa para convencerse de que el descontento crece respecto del
capitalismo. En ella se refleja cada vez mejor este estado de espíritu. El célebre economista alemán
Bonn, en su artículo titulado «Significación de la crisis americana», declara lo siguiente:
«En millares de corazones y cerebros se plantea la ingenua pregunta que sigue: «¿Tiene aún alguna
justificación el sistema capitalista[2], si él mismo no se halla en condiciones de crear en el país más
rico del mundo un orden que asegure a una población relativamente débil, trabajadora y constante,
una renta de acuerdo con las necesidades humanas incrementadas por la técnica moderna, sin que de
vez en cuando tengan que verse obligados millones de hombres a mendigar sopas de la caridad
oficial o a refugiarse en los asilos nocturnes? » La significación de la crisis americana no sólo está
en que la dirección de la economía o de la política económica de América se halla en manos de
entidades puestas en entredicho, sino en el propio sistema capitalista. » (Die Neue Rundschau,
febrero de 1931.)
Claro es que el honorable profesor califica de ingenua la pregunta para no alarmar. Pero no es
menos evidente que la duda de la justificación del sistema capitalista se plantea entre millares de
hombres de América y en todos los países donde domina el sistema capitalista.
La Neue Freie Presse, órgano de la gran burguesía austriaca, escribe, en su número de 1 de enero:
«Son muchos los que se preguntan ansiosamente si el sistema de la economía capitalista es
responsable de todas estas desdichas.»
Y así es, en efecto. La creciente crisis económica agrava en extremo las contradicciones del
capitalismo y plantea cada vez con mayor nitidez el problema de la justificación del régimen
capitalista. Por eso se explica la declaración del líder del liberalismo inglés Lloyd George cuando
dice:
«Si no tenemos ocupación para los sin trabajo es que la revolución se producido ya en este país. No
sujetaréis en su caseta al perro si no podéis arrojarle algún hueso que roer.» (Manchester Guardian,
7 de enero de 1931.)
Con estas palabras se expresa todo el odio de la clase capitalista hacia la clase obrera y, al mismo
tiempo, su miedo ante la fuerza pujante del proletariado.
Si en el interior de los países capitalistas la situación se hace cada vez más difícil, la situación no es
más halagadora en lo que concierne a sus mutuas relaciones.
Tampoco es posible pretender que las relaciones entre las potencias imperialistas y sus colonias
mejoren en estos últimos tiempos.
¿Puede afirmarse que los acuerdos o semiacuerdos obtenidos últimamente con los representantes de
los terratenientes y de la burguesía india aseguran por un cierto tiempo la estabilidad de relaciones
en la India misma? En una situación tal, en que la vida de la clase obrera y de los trabajadores del
campo no mejora lo más mínimo, sino que se agrava más y más, no puede contar la India con
estabilidad alguna.

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Las tentativas hechas por los trabajadores de la Indochina con objeto de defender sus intereses se
presentan por la Prensa burguesa de Francia como resultado de los «manejos bolcheviques». Tales
alarmas, relativas al peligro bolchevique, no refuerzan en modo alguno la dominación del
imperialismo. Por el contrario, acrecientan la popularidad de las ideas bolcheviques entre las masas
coloniales. En China, el ruido de sables de los generales colabora estrechamente con los
representantes de los grandes Estados imperialistas, pero también allí las clases dominantes han
demostrado su completa impotencia para crear relaciones que permitan una holgura económica y
una cierta mejoría en la situación de las masas trabajadoras.
En lo que respecta a las relaciones entre los países capitalistas, no se constata ningún
robustecimiento de la estabilidad del régimen actual ni de la creencia en el porvenir, a pesar de que
los representantes de los Gobiernos burgueses hacen esfuerzos inauditos para confeccionar toda
suerte de tratados. Los representantes de algunos círculos burgueses de Alemania estudian
oficiosamente las posibilidades de un acuerdo con Francia. Los representantes oficiales de la Gran
Bretaña se pronuncian favorablemente por un acuerdo entre Francia e Italia en el asunto de los
armamentos navales. La Sociedad de las Naciones, por iniciativa de los delegados de Francia, Gran
Bretaña, Alemania e Italia, hace pública una declaración para espantar «las dudas en torno al
establecimiento de una paz perpetua en Europa». Pero desde que en el fondo de todo se agitan
grandes intereses económicos, que determinan, en último análisis, las relaciones políticas entre los
diversos países, ningún progreso puede apreciarse. Con razón, pues, el presidente de la Conferencia
aduanera europea y antiguo ministro holandés, Colijn, ha declarado francamente en la apertura de la
conferencia de la Comisión europea de la Sociedad de las Naciones: «Los pueblos han per dido toda
confianza en el trabajo de la Sociedad de las Naciones.»
En realidad, se registra una agravación de la lucha entre los países capitalistas por conquistar
territorios para el mercado y disponer un nuevo reparto del globo. La crisis agrava todos estos
antagonismos. Lo destroza todo, particularmente una parte de los países capitalistas; los debilita y
suscita en los otros la esperanza de obtener nuevos territorios gracias a un nuevo reparto del globo.
Al mismo tiempo, se agiganta el peligro de nuevas guerras imperialistas.
La larga duración de la crisis y su agravación demuestran el error absoluto de las medidas tomadas
para combatirla. Con sus nuevas barreras aduaneras, los países capitalistas se cierran mutuamente la
entrada de las mercaderías. Las conferencias económicas internacionales, parti-cularmente las
conferencias agrarias, fracasan sin interrupción. Los países capitalistas aumentan porfiados sus
armamentos, acrecientan su industria de guerra y se praparan para la lucha armada. Aunque el
mundo esté ya repartido entre los diferentes países capitalistas, cada día se acentúa más el peligro
de una guerra entre los países imperialistas para un nuevo reparto del globo.

2. La actitud de los países capitalistas respecto de la Unión Soviética y la preparación de la


intervención
En las relaciones de los países capitalistas respecto de la Unioón Soviética se refleja en cada
ocasión, y mucho más cada vez, el cambio sobrevenido en la relación de fuerzas entre la Unión
Soviética y su cerco capitalista.
Durante el período del Congreso anterior, en que se confirmó el plan quinquenal, nuestros
adversarios se apoyaban, según sus cálculos, en la ineluctabilidad del derrumbamiento del plan
quinquenal, en la imposibilidad de realizarlo. Nuestros adversarios aguardaban el fracaso del plan
quinquenal. Pero en vano. Se han equivocado. En la actualidad, en el período en que se reúne este
Congreso, se constata una transformación considerable en el espíritu de las clases dominantes de los
países capitalistas. Nuestro plan quinquenal provoca entre ellos, cada vez con más fuerza, el estado
espiritual del pánico. Determinado número de periódicos burgueses han llegado a propagar la idea
de que el plan quinquenal es un medio de aplastar a los países capitalistas. Es decir, que los

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vaticinios relativos al derrumbamiento del plan quinquenal se nan convertido en habladurías
desprovistas de todo contenido. Mientras que estos señores, los políticos burgueses, se daban a los
vaticinios, iban hundiendose en una crisis inaudita. Porque, en efecto, la crisis actual sobrepasa en
sus consecuencias la crisis económica surgida al día siguiente de la guerra mundial. Así, se da el
caso de que aparezca sola la Unión Soviética, respetada por la crisis mundial, después de haber
evitado su propia crisis y de realizar un programa gigantesco en vista del desarrollo de su economía.
Después de todo esto, las antiguas esperanzas acerca de una degene¬ración burguesa de la Unión
Soviética debían esfumarse. Cuando la Unión Soviética pasó a la nueva economía política, los
principales representantes de la burguesía internacional, Lloyd George entre ellos, declararon:
«En Rusia se asiste ahora al tránsito del comunismo bárbaro, tal como reinaba aún hace uno o dos
años, e incluso hace algunos meses, a otras formas mas suaves. Se reconoce ahora que cuando se
toma como punto de partida la naturaleza humana, tal como ella es, el orden social comunista se
hace imposible.»
Lloyd George y, con él, muchos más, consideraron el tránsito a la N. E. P. como un retorno al
capitalismo. Los señores burgueses exhibían así la angostura de su horizonte social, toda la
incapacidad que hay en el burgués satisfecho de sí mismo, para explicarse cualquier otra cosa que
no sea el régimen capitalista. Partían de la esperanza en una dege¬neración burguesa de nuestro
país, en la vuelta al Poder de los terratenientes y de los capitalistas rusos, en un triunfo de los kulaks
en el campo y en un retorno triunfal a Moscú de los generales zaristas.
Se esforzaban entonces por proclamar con el menor motivo que todo esto había ya «comenzado» y
que la Rusia de los Soviets regresaba, por fin, al régimen capitalista. No sólo los capitalistas vivían
de semejantes ilusiones, sino los lacayos «socialistas»: los mencheviques, los socialistas
revolucionarios, etc.
Los primeros triunfos obtenidos con el plan quinquenal comenzaron ya a destruir implacablemente
estas ilusiones. Se abrió paso una comprensión más objetiva de las cosas, al menos en ciertas capas
de la bur¬guesía. Esta tuvo que renunciar poco a poco a la esperanza de una dege¬neración
burguesa de la Unión Soviética y modificar en consecuencia su política con relación a la Unión
Soviética. El desastre de las ilusiones acerca de una degeneración burguesa de la Unión Soviética
impulsó a la burguesía a adoptar una nueva táctica, cuya esencia es la preparación de la
intervención armada contra la Unión Soviética.
Confirman esto las campañas antisoviéticas en favor de un plan de frente único por parte de todos
los países capitalistas.
Desde el otoño de 1929 hasta hoy, han pasado los países capitalistas de una manera relativamente
rápida por diferentes estados preparatorios del ataque contra la Unión Soviética. Este trabajo de
preparación se prosigue en diversas direcciones.
El papel de la Segunda Internacional consiste en facilitar un sostén directo a la burguesía, sostén
que se disimula a los ojos de los obreros con frases encaminadas a facilitar el establecimiento de
relaciones «normales» con la Unión Soviética. El proceso de los mencheviques que acaba de verse
en Moscú ha delatado este papel contrarrevolucionario y antiproletario de la Segunda Internacional.
La burguesía, en el plan de ofensiva contra la Unión Soviética, dedica especial cuidado en preparar
a la opinión pública. A este respecto, los que dirigen las campañas antisoviéticas en el extranjero
emplean las palabras de orden que pueden servir para disfrazar el carácter clasista de la intervención
que se prepara contra la Unión So¬viética. Apoyándose en los prejuicios religiosos, que aún
subsisten entre los campesinos, se ha emprendido una campaña antisoviética sobre la represión de la
religión. Así es como se organizó una cruzada dirigida por el Papa contra la Unión Soviética.
El fracaso de esta cruzada ha determinado en los organizadores de la campaña antisoviética a lanzar
palabras de orden en torno al sedicente dumping soviético y al «trabajo forzado» en la Unión
Soviética.

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a) El «dumping soviético».
La palabra de orden en la lucha contra el «dumping soviético» tiene por objeto desencadenar entre
los campesinos y las masas obreras de los países capitalistas un estado de espíritu hostíl a la Unión
Soviética. Por todos los medios, la burguesía se esfuerza en ocultar la decadencia de su economía y
su incapacidad para dominarla, al propio tiempo que arrojq sobre los demás la responsabilidad de
este ocaso del régimen capitalista Por eso es por lo que la Prensa burguesa se desvive relatando los
peligro con que amenazan el hecho de la importación de las mercancías soviéticas y el de su venta
en el extranjero a precios, según dice, muy bajos Así, ofrece la apariencia de no sentirse consciente
de la ridícula situación en que se coloca.
Hasta ayer mismo, la Prensa burguesa esparcía sistemáticamente por el mundo entero los embustes
de la catastrofe económica de los Soviets, de la industria y de la agricultura dirigidas por los
bolcheviques. Hoy esparce una nueva mentira, bien opuesta por cierto. Hoy la Prensa burguesa de
casi todas las tendencias se esfuerza por demostrar que es tan rápido el desarrollo económico de la
Unión Soviética que constituye un grave peligro la importación de mercancias soviéticas en los
países capitalistas. Una y otra falsedad descubren toda la bajeza de los métodos empleados por esta
Prensa. Con tales métodos, la burguesía, hostíl a la Unión Soviética, no hace sino aniquilarse a ella
misma.
Pero se comprende que semejantes métodos no se empleen cuando las cosas marchan bien. El
instinto de clase de la burguesía crea un estado espiritual de alarma. La burguesía está poseída por
el pánico.
Los hechos elementales del comercio exterior de la Unión Soviética descifran íntegramente toda la
significación de la campana contra «dumping soviético».
La parte correspondiente a Rusia en las exportaciones mundiales durante el año 1913 fue
aproximadamente de un 3 y medio por 100. No mucho. Pero en la actualidad no hemos alcanzado
este porcentaje. Tanto es así, que en 1930 aquella no era sino de 1,9 por 100. Como se ve, nue tras
exportaciones representan la mitad de las que se realizaron otras veces, en comparación con la cifra
total de las exportaciones. En la balanza comercial de los distintos países las importaciones de la
Unión Soviética oscilaban, en 1929, entre un 0,5 por 100 (Inglaterra, Italia y Fracia) y un 2,6 por
100 (Alemania). Uno se pregunta qué sistema económico tienen los capitalistas que tan
bruscamente puede conmoverse y destruirse bajo la presión de modestísimas exportaciones.
Desgraciadamente, en cifras de absoluta igualdad, nuestras exportaciones son muy inferiores a las
de antes de la guerra. En oposición a los mil millones y medio de rublos de las exportaciones de
Rusia en 1913, nuestras exportaciones no han pasado en 1930 de mil millones de rublos, o sea
quinientos millones menos. Sin embargo, nadie se atrevió a decir en 1913 que las exportaciones de
la Rusia zarista fueron la causa de la aparición y la agravación de las crisis capitalitas.
El carácter ridículo de esta explicación de la crisis por la influencia del «dumping soviético» puede
subrayarse aún por los siguientes hechos. La crisis maltrata sobre todo las ramas de la industria
europea y americana, en la que nuestro país, no solamente no desempeña papel alguno como
exportador, sino en la cual figura como un país importador considerable. (¿Puede seriamente
hablarse del efecto del dumping soviético en la industria del acero, que atraviesa una crisis sin
absoluto precedente? La industria soviética no sólo no exporta metales, sino que, por el contrario,
los importa.
¿Puede explicarse por el dumping soviético la crisis que agobia a la industria constructora de
máquinas en Europa y América? También en esta industria, la crisis se incrementa más y más; pero
todo el mundo sabe que unicamente la Unión Soviética aumenta de año en año sus importaciones de
máquinas procedentes de Europa y América. Quizá quieran explicar la disminución catastrófica de
la industria del automóvil por el dumping soviético. Pero ello sería ridículo; sobre todo, cuando nos
vemos todavía obligados a aumentar nuestras importaciones de camiones-autonióviles.

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Estos ejemplos podrían multiplicarse hasta el infinito. Baste decir que la Unión Soviética es el único
país del mundo que en el año último, en vez de reducir sus importaciones, incluso las ha aumentado.
Yo no quiero decir con esto que nosotros no aumentamos nuestras exportaciones, o que
renunciamos a extenderlas en el porvenir. Por el contrario, acrecentamos nuestro comercio exterior,
y debemos aumentar nuestras exportaciones de mercancías en relación con el crecimiento de
nuestras importaciones. Esto es ventajoso para las dos partes. ¿O es que acaso llos señores
capitalistas desean hacer de la Unión Soviética un país tributario, con las condiciones dictadas por
ellos mismos, o quieren distribuir nuestro país en zonas de influencias entre los países capitalistas?
La Unión Soviética no está a merced de los capitalistas, como una colonia. (Aplausos.) La Unión
Soviética no es, como la Rumania feudal, burguesa, con su «plan quinquenal» de venta al capital
extranjero, en forma de vastas concesiones, de sus ferrocarriles y demás riquezas naturales.
Los terratenientes y los kulaks de los países capitalistas estan furiosos porque se acabaron los
tiempos en que la Unión Soviética importaba cereales. Ahora ya exportamos esta clase de
productos. Los éxitos de la edificación socialista de nuestra agricultura nos hacen abrigar la espe
ranza de que podremos aumentar aún las exportaciones de cereales a medida que vayan mejorando
nuestros aprovisionamientos interiores. Y en lo que concierne a los precios ventajosos, todos sabéis
que no olvidamos, en nuestras relaciones comerciales con los capitalistas extranjeros, el interés
supremo del primer país proletario del mundo. (Aplausos.) Por otra parte, no es posible disputarle al
país de la Revolución de Octubre esta ventaja, muy importante desde el punto de vista del costo de
la producción, ya que se ha libertado del sostenimiento de las clases parasitarias: terratenientes
(supresión absoluta de la renta) y capitalistas (supresión de las ganancias y superganancias).
Además, está prohibido terminantemente interponerse en el camino de la Revolución de Octubre.
(Aplausos entusiastas.)
Es así, por los simples hechos, como queda descubierta la farsa de la campaña contra el dumping
soviético. Queriendo hacer recaer sobre el sedicente dumping soviético la responsabilidad de la
miseria provocada por la crisis económica, nuestros adversaries no consiguen en definitiva sino
perderse ellos mismos y perder, al propio tiempo, la confiansa de las masas. El sentido de esta
campaña consiste en lo siguiente: esforzarse por crear, valiéndose de todos los medios, un estado de
espíritu hostíl a la Unión Soviética con miras a preparar la intervención armada contra ella.
Como ahora comprenden que la capaña contra el dumping se ha frustrado en absoluto, nuestros
adversarios se esfuerzan por revivirla mediante nuevos infundios. Por eso, han lanzado la innoble
invención del «trabajo forzado» en la Unión Soviética.
b) El «trabajo forzado».
Para dar, al menos exteriormente, apariencia de verdad a la campaña contra el «dumping sovi6tico»,
la Prensa burguesa declara que, si la Unión Soviética vende sus mercancías en el extranjero a
precios tan particularmente bajos, es sólo posible porque aquí se emplea el trabajo forzado,
Examinemos, pues, lo que es el trabajo en la Unión Soviética y en los países capitalistas.
Si se habla de trabajo forzado, será cosa de preguntarse dónde existe en realidad. ¿En la Unión
Soviética o en los países capitalistas?
Comezaré por examinar el lado principal de la cuestión. Carlos Marx caracteriza la situación de la
clase obrera en el régimen capitalista del modo que sigue:
«Desde el punto de vista social, fuera del proceso directo del trabajo, la clase obrera es, por
consiguiente, un instrumento del capital con igual consideración que una herramienta... El esclavo
romano estaba ligado a su propietario por las cadenas. El obrero asalariado lo está por ligaduras
invisibles. La apariencia de su independencia se mantiene por el cambio constante de sus amos
individuales.» (Marx: El capital>, tomo I.)
Marx nos ofrece aún una característica más precisa de la sociedad capitalista:

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«Tan sólo la manera de arrancar la plusvalía al productor directo, es decir, al obrero, distingue las
formaciones sociales económicas, como la sociedad de los esclavos de la sociedad capitalista.»
(Marx: El capital,tomo I.)
Marx y Engels, fundadores del socialismo científico, suministran un análisis completo del sistema
capitalista. He aquí lo que escriben:
«La burguesía tiene una ventaja sobre la clase de propietarios de esclavos. Puede licenciar sus
gentes cuando se le antoja, sin perder, por eso, un capital invertido, y paga el trabajo mucho más
barato que cuando se hacía por esclavos.»
Este párrafo, sacado de La situación de las clases trabajadoras en iglaterra, libro de Engels,
aparecido en 1844, no ha perdido hoy su significación. El capitalisnio, por el contrario, incluso ha
perfeccionado sus métodos para explotar al obrero.
Recordamos aún las palabras de Marx sobre la situación de los campesinos bajo el dominio del
capitalismo.
«El régimen burgués se ha convertido en un vampiro que les chupa la sangre y la medula, para
arrojarlas a la gran retorta del capital.»
¿Será necesario probar que esta constatación, hecha por Marx hace ochenta años, todavía conserva
hoy su valor?
No hablemos de las colonias de Francia, de Inglaterra, de los Estados Unidos, de Bélgica y de
Holanda, donde, junto a los procedimientos de la esclavitud capitalista, se mantiene todavía la
esclavitud directa, con la compra y venta de hombres aislados y de familias enteras.
La Prensa burguesa propaga toda clase de infundios acerca del trabajo forzado en la Unión
Soviética, y prefiere, en cambio, silenciar los verdaderos hechos de esclavitud de los obreros y de
los trabajadores del campo en los países capitalistas. No obstante, a pesar de todos los esfuerzos, la
verdad se abre paso. A los ojos de todos los obreros y de las grandes masas de trabajadores, aparece
cada vez con mayor claridad el carácter eselavizador del sistema capitalista frente al carácter
libertador del sistema soviético creado por la Revolución de Octubre. Al hacer esta campaña sobre
el trabajo forzado, la Prensa burguesa se ha empeñado en un negocio poco ventajoso para ella. Con
esto, no conseguirá sino desenmascararse completamente.
Hace tiempo que se señaló la causa de la esclavitud capitalista. Como se sabe, esta consiste en que
los medios de producción se hallan en manos de los capitalistas, viendose totalmente privados de
ellos los obreros. Es por esto por lo que los obreros caen bajo la dependencia esciavizadora de los
capitalistas. Otra cosa sucede bajo el sistema soviético, según indica el ejemplo de nuestro país. En
la Unión Soviética el trabajo es libre. Se ha llegado a ello arrancando los medios de producción de
las manos de los capitalistas y exterminando a éstos, como tales, del país. En la Unión Soviética, los
obreros no trabajan para los capitalistas, sino para ellos mismos. Por esto, se ha suprimido en
realidad la esclavitud capitalista y se ha libertado el trabajo en nuestro país, donde los medios de
producción no están ya en manos de los capitalistas, sino a la disposición del pueblo.
Y ahora, los hechos concretos:
a) El paro.
Para el burgués, el hecho de un paro sin precedentes, que aniquila a treinta o treinta y cinco
niillones de obreros lanzados a la calle, es una ostensible prueba de la «libertad de trabajo» en el
régimen capitalista. Los obreros de los países capitalistas que, por sí mismos experimentan los
horrores de este paro creciente, saben perfectamente que significa la mejor opresión para los
trabajadores y que entrega al hambre decenas de millones de familias obreras.
No es menos ostensible, también, que la solución del paro en la Unión Soviética se oculta a los
obreros por parte de la burguesía, o se presenta, al menos, como consecuencia del «trabajo forzado»
que existe en la Unión Soviética. Pero los obreros de los países capitalistas se imponen cada vez

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más de la verdad, con relación a la Unión Soviética. Incluso los más atrasados entre ellos advierten
con mayor claridad, poco a poco, que la solución del paro en la Unión Soviética es un resultado
directo de la edificación socialista en el Estado obrero.
b) La Jornada de trabajo. No obstante el paro formidable, los capitalistas continúan su obstinada
ofensiva contra la Jornada de trabajo, y se esfuerzan por aumentarla lo más posible. A los obreros de
los países capitalistas no les queda, por ahora, sino el sueño de defender la Jornada de ocho horas, la
que ya en otros tiempos habían impuesto. Dejemos hablar a los hechos.
Comenzaré por los mineros. La Jornada de trabajo de los mineros en Inglaterra, dura de hecho muy
frecuentemente de nueve a diez horas, a pesar de que existe una ley, votada el año último, que fija
en siete horas y media la Jornada de trabajo para los trabajadores de las minas. La duración del
trabajo diario de los obreros mineros en los Estados Unidos se acerca, aproximadamente, según las
estadísticas de 1919, a nueve horas y media y a nueve horas y tres cuartos. En el Japón, a fines del
año pasado, se introdujo la Jornada de diez horas para los mineros,
Dos palabras tan sólo sobre la situación de los obreros del arte textíl. Una ley, votada al principio
del año último, ha permitido prolongar en Italia, sin ninguna restricción, la Jornada de trabajo en la
industria textíl. En Alemania, según los informes de la Inspección del Trabajo en 1930, los obreros
de cierto número de empresas de la industria textíl han hecho jornadas de quince a dieciséis horas.
Huelga decir que, en las colonias, los capitalistas no tienen ni que molestarse para prolongar la
Jornada de trabajo. El informe del inspector del Trabajo en la India constata que la Jornada de los
obreros indígenas dura de catorce a quince horas, en vez de las diez horas que la conferencia de
Washington de 1929 fijó para la India.
Tal es la situación del trabajo «libre» en el régimen capitalista. Comparemos estos hechos con la
situación del trabajo en la Unión Soviética. En tanto que en los países capitalistas los obreros no
pueden soñar sino con la defensa de la Jornada de ocho horas, que conquistaron con éxito aquí y
allá, podemos apreciar entre nosotros el fenómeno contrario. La Jornada de ocho horas en la Unión
Soviética se ha rebajado a siete, no sólo manteniendo el salario integral, sino con aumentos en este.
En el presente año terminará la industria de la Unión Soviética de pasar definitivamente a la Jornada
de siete horas. Por el contrario, entre varias categorias de obreros, como los mineros y los
trabajadores de ciertas ramas de la industria química, hace tiempo que introdujimos en nuestra casa
la Jornada de seis horas. ¿Tiene esto que ver con el «trabajo forzado»?
Es preciso hallar el modo de que estos hechos se lleven a conocimiento del mayor número posible
de grandes zonas obreras del extranjero.
c) El salario. Los capitalistas han emprendido actualmente una ofensiva formidable contra los
salarios. Según cálculos del célebre economista alemán J. Kuzcinski, los obreros han sufrido una
pérdida, como consecuencia del paro completo o parcial, de doce mil millones de marcos. Según los
de la oficina de estadística burguesa de América, «Standard Staliks y C.°» y los de la revista de
economía Annalits, los obreros de los Estados Unidos durante el mismo año han perdido,
aproximadamente mil millones de dólares por mes. Estas pérdidas sufridas por los obreros de los
Estados Unidos durante todo el año 1930 ascienden, pues, a doce mil millones de dólares.
Podríamos también citar cifras análogas relativas a los demás países capitalistas. ¿Es esto lo que se
llama «libertad de trabajo» en el régimen capitalista?
El fenómeno que registramos en nuestra casa es absolutamente opuesto. El salario de los obreros de
la Unión Soviética no ha disminuido en más mínimo durante el período de la edificación socialista.
Por el contrario, los salarios de los obreros en nuestra casa aumentan de año en año, y aumentarán
todavía en el que estamos. Sólo en el transcurso de dos años del plan quinquenal, el fondo de salario
de los obreros y empleados de la Unión Soviética ha pasado de siete mil ochocientos millones de
rublos a doce mil quinientos, es decir, ha experimentado un aumento de cuatro mil setecientos
millones. Durante 1931, esta suma ha crecido aún en dos mil ochocientos sesenta millones más con
relación al año 1930. A pesar de las habladurías a este respecto de los capitalistas y su Prensa, los

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trabajadores del mundo entero comprenderan que dicho aumento de los salarios en la Unión
Soviética se debe única y exclusivamente a que la clase obrera está en el Poder.
d) Seguros sociales y mejoras en las condiciones de vida de los obreros. En ningún país capitalista
existe un sistema de seguros sociales que sea enteramente costeado por el Estado. En la más rica
república capitalista, en los Estados Unidos, la burguesía rehusa toda introducción de seguros
sociales para obreros. Los Estados Unidos cuentan con diez millones, aproximadamente, de
parados. Según las declaraciones del senador américano Caravar, aparecidas en el Daily
Telegraph del 5 de febrero, mueren de hambre cada día en los Estados Unidos más de mil personas.
Y, sin embargo, en aquel país no hay establecidos seguros sociales contra el paro. Y esto pasa en el
país del «trabajo libre».
En la Unión Soviética, por el contrario, y a pesar de la completa solución del paro, el fondo de
seguros sociales mantenido por el Estado (seguros para enfermos, socorro a las madres, seguros a
los inválidos, etcétera) aumenta de día en día. En el transcurso de los dos años del plan quinquenal,
el fondo de seguros sociales ha aumentado entre nosotros de novecientos ochenta millones de rublos
a mil quinientos catorce. Pero si se tiene en cuenta toda clase de ayudas financieras acordadas por el
Estado para el mejoramiento de las condiciones de vida sociales y culturales de los obreros (seguros
sociales, participación en los beneficios, utilización gratuita de las instituciones municipales,
construcción de viviendas, instrucción, higiene pública, etc.), las cantidades suministradas por el
Estado durante dos años del plan quinquenal se han elevado de tres mil trescientos setenta y dos
millones de rublos a seis mil quinientos setenta y uno, o sea un aumento de tres mil ciento noventa
y nueve millones de rublos. En fin, en el curso del año presente, estos fondos aumentarán en tres
mil ciento veintiocho millones de rublos, consiguiendose con ello una cifra total de nueve mil
seiscientos noventa y nueve millones. Si la Prensa venal del extranjero lanza tales alarmas sobre el
trabajo forzado en la Unión Soviética, ningún obrero que conozca estos hechos podrá creerla ahora.
Estamos persuadidos que incluso los obreros más atrasados de los países capitalistas, se mofarán
muy pronto de estas innobles mentiras.
e) La actitud frente al trabajo. En la Unión Soviética crece constantemente el entusiasmo de las
masas por el trabajo; la emulación socialista de los obreros se desenvuelve más y más cada día; lo
mismo ocurre ahora con los miembros de las explotaciones colectivas de los campos. Más de la
mitad de los obreros participan ya de la emulación socialista. El número de miembros de las
brigadas de cheque, de los héroes del trabajo, se agiganta. Es evidente que esto se da como
resultado del trabajo libre. Otra cosa sucede entre los capitalistas. Falta entre ellos el entusiasmo de
los obreros por el trabajo. ¿Y qué puede acontecer, sino esto, cuando el carácter servíl del trabajo se
manifiesta a cada paso en el régimen capitalista? A la vista salta que el trabajo de los obreros
libertados del yugo del capitalismo se distingue como el día de la noche del trabajo servíl de los
obreros bajo la dominación capitalista.
f) La diferencia fundamental. No es difícil, pues, registrar la causa verdadera de la diferencia
fundamental que existe entre las condiciones de trabajo en la Unión Soviética y las de los países
capitalistas. La causa está en que el poder entre nosotros se halla en manos de los obreros, mientras
que en los países capitalistas se halla en manos de las clases explotadoras. Es por esta cuestión, la
cuestión del Poder, por lo que los obreros se sienten más estimulados a medida que se acentúa la
campaña antisoviética contra el trabajo forzado.
Tales son los hechos que se relacionan con la situación de los obreros en los países capitalistas y en
la Unión Soviética. Basta que los obreros del extranjero estén al corriente de estos hechos, para que
se disipe la calumnia sobre un sedicente trabajo forzado en la Unión Soviética. Son los hechos los
que más claramente subrayán la diferencia entre el sistema capitalista y el sistema socialista,
diferencia favorable a nuestro régimen.
¿No lamentarán los capitalistas el hallarse comprometidos en este asunto? Porque la campaña del
trabajo forzado, comprendida en los sistemáticos ataques antisoviéticos, se vuelve ahora contra la
esclavitud capitalista. Tanto peor para los capitalistas y tanto mejor para la causa de los obreros.

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Pero la Prensa burguesa alardea de un espíritu fantástico en lo que concierne a las calumnias sobre
las condiciones del trabajo de los obreros de la madera en nuestros territorios del Norte. Se ha
fabricado un montón enorme de infundios sobre el trabajo forzado en nuestros territorios. Con la
participación de un gran número de representantes destacados de la burguesía, la campaña en
Inglaterra, en Francia, y las Américas contra la importación de maderas Soviéticas y de otros
artículos, se apoyó en el argumento de que estos procedían del trabajo forzado, incluso del trabajo
de los penados. Inútil es decir que la burguesía internacional apela a estos recursos de «moral
superior» para hacer más eficaz su combate. Sin embargo, se presentan al mismo tiempo de una
manera inaudita, mitad por ignorancia de las cosas, mitad con objeto de deformar conscientemente
los hechos, las condiciones de trabajo de las diferentes categorías de la población de la Unión
Soviética.
Desde este punto de vista, precisa reconocer que es oportuna una medida tomada por el Gobierno
inglés. Este último ha publicado un folleto titulado: Selección de las leyes del trabajo en la Unión de
las Repúblicas Socialistas Soviéticas, facilitando así la posibilidad de que se formen opinión
aquellos que lo deseen. Pero como este libro contiene resúmenes de la legislación social de la Unión
Soviética, aunque al parecer de una manera tendenciosa, el reaccionario Morning Post, que tomó la
iniciativa de gran número de campañas antisoviéticas, reprocha al Gobierno inglés haber lanzado
una publicación que «prácticamente no tiene ningún valor». Sin duda porque con él no se facilita
ningún argumento para la campaña de calumnias acerca del trabajo forzado.
En los Estados Unidos, por otra parte, se adoptó el año pasado, según se dice por razones de alta
moral, una ley especial contra la entrada de mercancías fabricadas por penados o con la ayuda de
trabajo forzado, o trabajo sobre la base de un contrato firmado mediante coacción. Ultimamente, la
Comisión Aduanera y Financiera del Senado americano completó esta ley con una enmienda contra
la importación de mercancías extranjeras «elaboradas», transportadas o cargadas con ayuda de
trabajo forzado o de trabajo mediante coacción. Los adversarios de la Unión Soviética se proponen
utilizar estas medidas legales contra la importación de madera soviética especialmente, alegando,
como es de suponer, consideraciones de orden moral. Pero toda la hipocresía de los capitalistas
americanos queda a descubierto con una clausula «inocente» al final de la enmienda antes
mencionada. Dicha enmienda declara lo que sigue:
«Estas prescripciones no se refieren, sin embargo, a las mercancías, productos, artículos
comerciales de todo género que sean adquiridos, fabricados, transportados, cargados o descargados
mediante trabajo forzado o trabajo conseguido por contrato bajo coacción, o cuando no sean
fabricados en los Estados Unidos y reúnan condiciones suficientes para satisfacer la demanda de los
consumidores yanquis.»
Claro está que no son las condiciones de trabajo lo que interesa a los capitalistas yanquis, sino las
posibilidades de concurrencia de sus mercancías. A propósito de esta enmienda «inmoral», el New
York Herald resalta irónicamente que «la repulsión provocada por las mercancías cuya elaboración
se hizo mediante trabajo forzado, está limitada por nuestras necesidades. Pero si la producción
interior es suficiente, nosotros salvaguardamos inmediatamente los altos principles de la moral».
Como se ve, no existe para la burguesía de los Estados Unidos distinción alguna entre la moral y la
conveniencia.
En vista de que gran número de periódicos extranjeros difunden infamias acerca del trabajo forzado
y del trabajo de penados en nuestra industria maderera, precisa indicar cierto número de hechos que
permiten formarse idea de la verdadera situación en los territorios del Norte de la Unión Soviética.
Me refiero, como es natural, a la situación de los taladores de bosques, de los que tanto se habla en
el extranjero y que ascienden, en determinada época, a más de un millón de personas que laboran en
las condiciones ordinarias del trabajo libre; pues el trabajo de los penados no tiene nada que ver con
la industria de la madera.
No ocultamos, sin embargo, que los penados capacitados trabajan en las construcciones municipales

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y en carreteras. Lo hemos hecho hasta el presente y lo continuaremos haciendo. Ello es ventajoso
para la sociedad y útil para los delincuentes, pues de esta manera se les habitúa al trabajo y rinden
provecho a la sociedad.
En algunos territorios del Norte, acerca de los cuales la Prensa burguesa habla tanto en relación con
la campaña del trabapo forzado en la Unión Soviética, se ocupa, en realidad, para ciertos trabajos a
los penados. Pero los hechos siguientes demuestran con evidencia que el trabajo de estos no tiene
nada que ver con nuestros artículos de exportación.
Examinemos ahora el trabajo de estos penados. En Carelia, entre Kem y Outcha, los prisioneros han
construido ya una carretera para servicio de Correos, de 208 kilómetros de longitud, y otra, de 190
kilómetros, entre Paramdovo y el lago de Kikch. No se argumentará que dichos trabajos no son
necesarios para nuestro país.
Especialmente importante es la construcción del canal entre el mar Báltico y el mar Blanco. Este
canal, de 914 kilómetros de longitud, a cuyo sistema pertenece la cadena de lagos de Ladoga y
Onega, debe comunicar los mares Báltico y del Norte. En la actualidad, se emprenden los trabajos
en la región del lago Wyg, tarea que nos proponemos finiquitar dentro de dos años.
Esta es toda la verdad acerca del trabajo de los penados en Carelia.
La Prensa burguesa del extranjero puede gritar cuanto quiera; nosotros no renunciaremos a estos
trabajos y al empleo de penados en dichas construcciones. Queremos que el trabajo de los penados
sea útil a la población de la Unión Soviética.
También en el territorio del Norte se echa mano de los penados para la construcción de carreteras.
Por eso se ha emprendido actualmente la construcción de una carretera para servicio de Correos, de
313 kilómetros, entre Siklivkar y Outcha, de la cual han sido ya construídos 160 kilómetros. Esta
carretera facilita la explotación de la región de Outcha, donde se hacen excavaciones en busca de
yacimientos petroleros. También se utilizan penados en la construcción del ferrocarril de Siktikar-
Pinieu, de 305 kilómetros de longitud; 97 kilómetros de este ferrocarril ya han sido terminados.
Tales trabajos pueden desempeñar gran papel en el mejoramiento económico de las nuevas regiones
petroleras. Con este motivo, la explotación de las regiones petroleras de Outcha será cada vez más
importante.
En los trabajos que acabo de citar se emplean, aproximadamente, sesenta mil personas.
Unas palabras más sobre las condiciones de trabajo y vida de los penados en estos territorios. La
Jornada de trabajo en estos campos de penados es de ocho horas. Si se tiene en cuenta que los
penados reciben comida suficiente y que perciben cada mes veinte o treinta rublos, se comprenderá
perfectamente que la norma de trabajo a que se ajustan es poco más o menos igual a la de los
obreros libres. Estos campos de reclusos son colonias cuyos habitantes viven libremente, se mueven
y trabajan sin vigilancia en la zona donde laboran. Se despliega con ellos una faena de educación
intensa y se les distribuye toda clase de libros y revistas. En el territorio del Norte han recibido
educación profesional cerca de diez mil personas en el año 1930. Es una vergüenza para el
capitalismo que gran número de parados sientan envidia por las condiciones de trabajo y de vida en
que se desenvuelven nuestros penados en los territorios del Norte. Es una amarga verdad que deben
conocer los obreros extranjeros.
Por lo que se deduce, nada tienen que hacer con la industria de la madera ni con nuestros artículos
de exportación en general, lo que se ha llamado el «trabajo forzado» y «trabajo de los penados». Es
un hecho que no han podido refutar aún ninguna campaña antisoviética ni ninguna cruzada contra el
«trabajo forzado».
Ya es hora de poner término a esta leyenda del trabajo forzado en la Unión Soviética. Creo que los
representantes de los Estados burgueses y de la Prensa extranjera que viven en la Unión Soviética
pueden contribuir a ello.
Los intentos hechos en el extranjero para crear comisiones especiales que «estudien» la situación en

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la Unión Soviética son inaceptables, según lo ha declarado siempre el Gobierno de los Soviets. Y
son inaceptables porque tales propósitos, aparte de que revisten un carácter unilateral, son
incompatibles con la soberanía del Estado. Só1o un Estado sometido puede aceptar semejante
proposición. Ningún Estado libre y soberano aceptará una información unilateral. Los
representantes de los Estados y de los periódicos extranjeros que viven en Moscú y que pueden
entrar y salir libremente en nuestra casa han tenido ocasión, de haberlo deseado, de convencerse por
ellos mismos hasta que punto son innobles las mentiras diseminadas por el extranjero sobre el
trabajo forzado en la^ Unión Soviética. Si alguno de ellos experimenta este deseo puede
convencerse sobre el terreno de que el trabajo, relacionado con nuestras exportaciones y
particularmente con las de la madera, no tiene nada que ver con el trabajo de los penados, y mucho
menos con el trabajo forzado. Del mismo modo, podrá convencerse que el principio proclamado por
la Revolución de Octubre y formulado en la declaración de los dereehos de los trabajadores,
adoptada el 10 de julio de 1918 por el V Congreso de los Soviets, es una realidad en la Unión
Soviética:
«La Republica Federativa Socialista Soviética declara que el trabajo es un deber de todos los
ciudadanos de la República, y proclama esta palabra de orden: ¡El que no trabaja, no
come!» (Aplausos.)
El principio: «E1 que no trabaja no come» está en contradicción directa con el orden burgués. En
efecto, en el orden burgués los miembros de la clase dirigente que no trabajan gozan de todas las
felicidades de la vida, mientras los verdaderos trabajadores llevan una existencia misera o se ven
privados inicuamente de un pedazo de pan. Entre los capitalistas, dado el crecimiento formidable
del paro actual, se aplica otro principio: «¡El que trabaja, no come!» En nuestro país, por el
contrario, se pone en práctica el principio proletario que hace del trabajo una obligación para todos,
incluso para aquellos que pertenecieron antiguamente a la clase directora de la sociedad. ¿Y cual de
ambos principios es el más ventajoso para los obreros? Esto es lo que debemos preguntar a las
clases proletarias de cualquier país. Si la necesidad de él se hace sentir, estamos obligados,
basandonos en un principio de igualdad, a propagar que las delegaciones obreras extranjeras
elegidas por los propios obreros se instruyan debidamente acerca de las condiciones del trabajo en
nuestro país. ¿A quienes sino a los obreros mismos pueden interesar las condiciones de trabajo que
existan en nuestro país y en los demás? De ellas dependen que los obreros extranjeros se impongan
de las propias posibilidades para su triunfo. Pero nosotros pedimos que, sobre una base de igualdad
de derechos, esta misma posibilidad sea considerada por los Estados extranjeros a los obreros de
nuestro país. (Aplausos.) Declaramos por anticipado que aseguramos la publicación de todos
aquellos materiales, sin omitir ninguno que reunan nuestros obreros y los obreros extranjeros
inmediatamente después de la información efectuada entre nosotros y cada uno de los países
capitalistas. (Aplausos.)
g) La preparación de la intervención contra la Unión Soviética. La preparación de la intervención
contra la Unión Soviética se demuestra no sólo por las campañas que acabo de citar, sino por otros
hechos más. Esta preparación de la intervención se realiza, en primer lugar, mediante las tentativas
cada vez más numerosas para organizar el bloqueo económico.
La campaña contra la importación de mercancías Soviéticas es manejada con una violencia
extraordinaria. El hecho que ya he mencionado respecto a la ley especial votada en America con
este motivo, así como la obstinada opresión ejercida por los conservadores en Inglaterra, son una
prueba irrefutable. Pero quien va a la cabeza de esta campaña es Francia. Basta señalar el decreto
del 3 de octubre de 1930. Se sabe que la política agresiva antisoviética de Francia se ha puesto en
práctica igualmente por algunos otros países mediante la iniciativa de esta ultima poteneia. El
sentido de seme j ante politica agresiva conduce a una sola cosa: a la organización del bloqueo
económico contra la Unión Soviética,
Los odiosos imperialistas, tanto en Francia como en Inglaterra, no se recatan de hablar en ningún
momento acerca de una guerra económica contra la Unión Soviética. Tanto, que el aviso lanzado

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recientemente en Inglaterra con el nombre de «Unión para la defensa del comercio», institución a
cuya cabeza figura el célebre lord Brentford (Joynson Hicks) hace referenda ostensiblemente a la
necesidad de un frente único en la guerra económica contra el enemigo común: el comunismo. Las
condiciones actuales, la organización del bloqueo económico, es el factor ms importante para
preparar la intervención contra la Unión Soviética.
En el establecimiento del frente antisoviético desempeña un papel verdaderamente importante el
«Comité europeo», auspiciado por el ministro de Negocios Extranjeros, Briand, con miras a la
creación de un bloque de los Estados imperialistas contra la Unión Soviética. La encarnizada
resistencia opuesta por Briand y los representantes de los Estados dependientes de Francia a la
invitación hecha a la Unión Soviética para la Conferencia de mayo, a fin de «estudiar» el problema
de la crisis mundial, ha revelado que los dirigentes del Comité europeo se esfuerzan, en realidad,
por hacer de este organismo una especie de Estado Mayor para preparar el ataque contra la Unión
Soviética. A pesar de la interpretación equivoca de la invitación dirigida a la Unión Soviética para
que ésta participase en la Conferencia del Comité europeo, el Gobierno soviético ha considerado,
sin embargo, necesaria su aceptación para colocar en su debido lugar los planes e intenciones de
esta organización y estudiar la actitud que sus representantes deben adoptar en la Conferencia. En
cuanto a este punto, los dirigentes del Comité europeo, con Briand a la cabeza, se esfuerzan por
dirigir su trabajo de tal manera que quede oculto a los ojos de cualquier país extranjero,
particularmente de la Unión Soviética. Así parece deducirse del hecho de que a ninguna de las tres
subcomisiones encargadas del trabalo preparatorio para la Conferencia de mayo, no fueron
invitados los representantes de la Unión Soviética. Nuestros representantes a dicha Conferencia
deberán distinguirse por una perspicacia y una disciplina bolchevistas extraordinarias. Con una
energía puesta a toda prueba, desenmascararemos todas las maniobras antisoviéticas que se traman
ahora en el Comité europeo.
Para señalar de qué manera se preparan nuevas guerras imperialistas y la intervención armada
contra la Unión Soviética, no obstante las declaraciones últimas sobre el desarme, precisa señalar
también cuales son los resultados de la Comisión preparatoria del desarme. No obstante todas las
tentativas hechas por la Delegación Soviética con propósitos de que se adopte una reducción real de
los armamentos, la Comisión se esfuerza, por el contrario, alardeando de pacifismo, por disfrazar la
política febril de armamentos en los Estados imperialistas.
Después de cuatro años que funciona la Comision preparatoria, los diferentes Estados capitalistas
no han disminuido sus armamentos; por el contrario, los han incrementado considerablemente.
Después de cuatro años que esta Comisión existe, no han desaparecido los peligros de nuevas
guerras imperialistas; por el contrario, aumentan. La Comisión preparatoria, de una manera
sistemática, se ha colocado en el camino donde Francia quiso situarla, país que representa
actualmente los medios imperialistas más guerreros de Europa. Además, esta actitud de Francia, que
no tiene nada que ver con los intereses de la verdadera paz, fué apoyada lo mismo por Inglaterra
que por los Estados Unidos. Las delegaciones polonesa y rumana se han significado por una
actividad y un celo notables cuando se trató de rechazar toda proposición encaminada a reducir los
armamentos actuales. A diferencia de otras delegaciones, la Delegación japonesa no ocultó su
actitud hostíl frente a toda reducción de armamentos. La actitud de Italia estuvo esencialmente
deteriminada por el deseo de estar igualmente armada que cualquier otra potencia continental, es
decir, Francia. Una extraña posición fue adoptada por Alemania en la Comisión preparatoria. Dicho
país destacó, con justa razón, que la limitación de armamentos a Alemania había sido presentada en
otra época como el comienzo de un desarme general, cosa que no han querido recordar los
representantes de las potencias imperialistas que dirigen actualmente a Europa, Los resultados de
los trabajos de la última sesión celebrada por la Comisión preparatoria del desarme han culminado
en un proyecto y un informe. Uno y otro abundan en que precisa renunciar a una clase de
armamentos para mantener y aumentar las otras clases. Una verdadera mofa para los partidarios del
desarme significa la proposición adoptada por iniciativa de la Delegación yanqui, proposición que
concede a todo Estado el derecho de sobrepasar las normas fijadas por la convención sobre los

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armamentos, siempre que é1 compruebe la existencia de circunstancias que constituyan una
amenaza, y sin más obligaciones que la de informar previamente a los demás miembros de la
Conferencia, quienes, por su parte, como es natural, buscarán cualquier ocasión para aumentar sus
propios armamentos.
Todo esto decidió a la Delegación Soviética a desligarse completamente de los trabajos de la
Comisión preparatoria y demostrar, sin eufemismos, el absoluto fracaso de la Comisión preparatoria
en el asunto del desarme.
Para terminar, el Consejo de la Sociedad de las Naciones ha convocado para el mes de febrero de
1932 a la Conferencia Internacional del Desarme. Los que deseen, efectivamente, el desarme y la
paz generales, no deben hacerse ninguna clase de ilusiones. Se sabe que lo que se desea es ponerse
de acuerdo para aumentar los armamentos; porque, al mismo tiempo que las comisiones del
desarme y sin obstaculizar sus trabajos, se han reunido conferencias como la Naval, de Londres, o
como ocurre ahora actualmente, que se trabaja con miras a negociaciones diplomáticas secretas para
zanjar a conveniencia todos los asuntos de este género. De esa manera, la preparación de nuevas
guerras imperialistas no será lenta ni difícil.
En lo que concierne a la Unión Soviética, ésta no puede participar en la Conferencia del desarme,
sino en una medida igual al esfuerzo de esta Conferencia por llevar a cabo el desarme efectivo o, al
menos, una considerable reducción en los armamentos. Hoy tenemos que advertir a los Estados
capitalistas que, ni antes ni después de la Conferencia, aceptaremos que se nos impongan decisiones
tomadas en nuestra ausencia y sin nuestra participación. El fracaso de todas las comisiones y
conferencias de los países burgueses reunidas hasta el día para discutir la cuestión del desarme y el
rápido desarrollo de los armamentos en todos los países imperialistas, demuestra que estos países no
tienen un verdadero interés en reforzar verdaderamente la paz y que, por el contrario, harán todo lo
posible por preparar y desencadenar nuevas guerras imperialistas. Como cada uno de vosotros
comprenderá fácilmente, todo esto redunda en perjuicio de la Unión Soviética. Asimismo, en
Francia, los guardias blancos rusos hacen abierta y sistemática campaña para provocar una
declaración de guerra a la Unión Soviética. El artículo que el verano pasado publicó Riabouchinsky,
con el título de «La guerra, necesaria», en el periódico Vorojdenie, es bien conocido de todos.
Riabouchinsky era antiguamente director de la fábrica de papel Okoulov, uno de los gerentes de la
Banca de Moscú, representante de los comerciantes de Moscú y titular de gran número de cargos de
este género.
Tan sólo ios obreros de Moscú recuerdan perfectamente a los grandes capitalistas de la categoría de
Riabouchinsky. En la actualidad, los negocios de este sujeto van mal. No le queda otra solución que
provocar una guerra lo más rápidamente posible contra la Unión Soviética.
Capitalista sincero, Riabouchinsky considera la guerra contra la Unión Soviética desde el punto de
vista de las ganancias que el pueda sacarle. En el artículo publicado, «La guerra, necesaria», donde
se alienta, claro está, la guerra contra la Unión Soviética, escribe lo que sigue:
«Ninguna empresa en el mundo esta más justificada y puede ser más provechosa que la liberación
de Rusia. Con la inversión de mil millones de rublos, la humanidad tendría una renta de cerca de
cinco mil millones, es decir, un quinientos por ciento de interés anual, más la perspéctiva del
aumento en la ganancia de un cien a un doscientos por ciento cada año. ¿Donde encontrar un
negocio mejor?»
Así es como filosofa profundamente sobre la humanidad este comerciante en quiebra que se llama
Riabouchinsky, porque, como es natural, entiende bien el «negocio». Así es, calculando
ridiculamente, cómo quiere conseguir de los capitalistas extranjeros la ofensiva contra la Unión
Soviética.
No hace mucho, a principio de este año, hemos leído la declaración jactanciosa del jefe de los
guardias blancos en el extranjero, general Miller. Este general charlatán no ha recatado a la Prensa
sus proyectos: «Estamos al borde de la guerra. Esperamos que la ocasión internacional nos sea

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favorable y que se nos dispense la necesaria ayuda financiera por una de las potencias que desea el
derrumbamiento de los bolcheviques.»
Es inútil decir que esta jactanciosa estupidez de un general ha costado barata. Pero no deja de ser
característico que estos lugartenientes, los Riabouchinsky, los Miller y compañía, gozan
actualmente de la hospitalidad de esa misma Francia que aparece por todas partes cuando se trata de
amenazar la paz y, muy particularmente, el desenvolvimiento pacífico de la Unión Soviética. Las
revelaciones hechas recientemente con motivo del proceso al «partido industrial» en Moscú, nos
han demostrado que el asunto de la intervención ya no se considera como una cuestión de un futuro
lejano. Gracias a las declaraciones hechas por los auxiliares directos de los intervencionistas
extranjeros y del Comité Comercial e Industrial de París, con todos sus Nobel, Riabouchinsky,
Konovalov, Denissov, Goukasov, etc., se sabe que la intervención había sido acordada para 1930 o,
a más tardar, para 1931. La cosa ha sido confirmada cuando el proceso de los mencheviques
intervencionistas: Gromann, Soukhanov, Cher, etc. De modo que dicha intervención se ha
preparado y se sigue preparando.
Nuestros adversarios se han equivocado en sus cálculos. Sus negocios se han agravado a causa de la
crisis ininterrumpida. Nuestra causa, por el contrario, ha mejorado considerablemente al mismo
tiempo que aumentan los éxitos del plan quinquenal. La fuerza de la Unión Soviética es cada vez
mayor con el transcurso de los últimos años. Continuemos acrecentandola, y reforcemos al mismo
tiempo nuestro Ejército rojo, pues sabemos que nuestro deber estriba en ser cada día más
fuertes. (Aplausos.)
Recordemos que, desde antes de 1930-31, se nos provocaba abiertamente a la guerra. El ataque al
ferrocarril del Estado chino, ocurrido durante el verano de 1929, era, sin duda alguna, un balón de
ensayo. Ya en esta época, nuestros adversarios comenzaron a probar nuestras fuerzas a punta de
bayoneta. Nadie puede dudar que aquello era un ataque no solamente de tal o cual general chino,
sino de los que estaban detrás de ellos, es decir, de los Estados imperialistas extranjeros, mucho más
potentes. Este ataque fracasó. El Ejército rojo obrero y campesino no tardó en ser dueño de la
situación. (Aplausos.)
Dados nuestro entusiasmo para el levantamiento de la Economía socialista y el robustecimiento de
la capacidad militar de nuestro país; dada la lucha resuelta en favor de la paz y del desarrollo
pacífico de la Unión Soviética, debemos reforzar nuestras posiciones y hacerlas inexpugnables a los
ojos de nuestros enemigos. (Aplausos.)

3. Las relaciones de la Unión Soviética con los países capitalistas y nuestra lucha por la paz
En comparación con la etapa del V Congreso de los Soviets, se ha producido un cambio en las
relaciones de los países capitalistas frente a la Unión Soviética en el sentido de robustecer su
hostilidad contra ella. Eso es resultado, como ya he dicho, del cambio operado entre las fuerzas de
nuestro país en relación con las naciones capitalistas que nos circundan.
Pero, a pesar de que se agigante el estado de espíritu netamente intervencionista que reina en las
esferas dirigentes de los Estados capitalistas, la Unión Soviética ha proseguido su lucha en favor de
la paz. El poder soviético se apoya en el creciente sostén que otorgan las masas obreras de los
países capitalistas, en el crecimiento de nuestro poder económico y en nuestra capacidad de defensa.
Refuerza sus posiciones internacionales y obtiene con este motivo resultados considerables.
Aunque la tendencia general y fundamental de las relaciones entre los países capitalistas y la Unión
Soviética está determinada por el odio creciente que ellos manifiestan frente al Estado socialista y
por su miedo a nuestros éxitos, se guardan, sin embargo, los Estados burgueses de ocultar las
diferencias que hay en las relaciones de los distintos Estados capitalistas frente a la Unión Soviética.
Si, no obstante todos sus esfuerzos para robustecer la paz, la Unión Soviética no ha podido obtener
ningún mejoramiento en sus relaciones con ciertos países, como Francia—no hablemos ya de
Polonia—, la derrota, por otra parte, de los conservadores ingleses en las últimas elecciones

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parlamentarias, ha provocado un cambio del Gobierno inglés y ha permitido el restablecimiento de
las relaciones diplomáticas normales entre la Unión Soviética y la Gran Bretaña. Los intereses de la
edificación socialista están indisolublemente ligados al afianzamiento de relaciones pacíficas con
los demás Estados y con el desenvolvimiento de relaciones comerciales entre la Unión Soviética y
estos países. Tales tareas, es decir, el afianzamiento de relaciones pacíficas y el desenvolvimiento de
relaciones comerciales con cualquier país, fueron la verdadera base de la política gubernamental
soviética durante la pasada etapa.
La crisis económica mundial, no sólo ha agravado y profundizado los viejos antagonismos, sino que
ha creado otros nuevos. Si la crisis ha obligado a los grupos capitalistas dirigentes de los distintos
países, so pretexto de medidas artificiales—elevación de tarifas aduaneras, prohibición de
importaciones de mercancías—, a cerrar sus fronteras a las exportaciones soviéticas, en otros países,
especialmente en aquellos donde la Unión Soviética importa grandes cantidades de mercancía, la
tendencia se dirige, por el contrario, a reforzar las relaciones económicas con la Unión Soviética. Si
en algunos países capitalistas se intenta prohibir las exportaciones Soviéticas y se organiza un
bloqueo económico para preparar la intervención armada contra la Unión Soviética, en otros países
que no tienen necesidad de nuestras materias primas, y sobre todo de las salidas que la Unión
Soviética ofrece a ciertos productos suyos, el esfuerzo consiste, por el contrario, en llegar a un
acuerdo con nuestro Gobierno en materias de indole económica. La crisis económica mundial no ha
conseguido ninguna atenuación de los antagonismos existentes dentro de los países capitalistas. Por
eso los intentos de crear un frente único contra la Unión Soviética tropiezan desde ahora con
visibles dificultades. En su campaña por la paz general, por el afianzamiento de relaciones pacíficas
con los demás países, la Unión Soviética ha dado pruebas de espíritu de continuidad y de
perseverancia. Nosotros proseguiremos esta política teniendo en cuenta que el fortalecimiento de la
paz no solamente es en interés de los obreros de nuestro país, sino en interés de los trabajadores de
todos los países. Hablaré rápidamente de nuestras relaciones con los demás países.
Comienzo por Alemania. Se puede dividir en dos períodos, los dos últimos años transcurridos desde
el V Congreso de los Soviets. El primero termina en el año 1929 y principios de 1930. En mi
informe al Congreso de los Soviets no pude pasar en silencio el hecho de que, con gran pesar
nuestro, los circulos dirigentes de Alemania se dejaron arrastrar durante el primer período citado por
la ola de la cruzada antiSoviética, circunstancia que pudo poner en peligro la marcha de nuestras
relaciones. Pero, a partir de mediados del año 1930, se constata, con satisfacción una cierta mejora
en las relaciones con Alemania. La línea fundamental de la política exterior alemana frente a la
Unión Soviética es en estos últimos tiempos la colaboración amistosa y el afianzamiento de nuestras
relaciones a toda prueba durante los nueve últimos años, relaciones que, según nuestra profunda
convicción, pueden y deben mejorarse aún en interés de las dos partes y en interés del
mantenimiento de la paz. La presencia de la delegación de dirigentes de la industria alemana es un
testimonio de la comprensión con que los gobernantes de Alemania saben ver las relaciones
rusoalemanas. Estoy convencido que la presencia de esta delegación y las negociaciones
emprendidas con los dirigentes de la industria soviética darán resultados favorables que contribuyan
a fortalecer las bases de nuestras relaciones económicas.
Nuestras relaciones con Italia se han desenvuelto durante los dos últimos años normalmente, y, en
general, de manera favorable. En lo que respecta a las relaciones comerciales, observamos un cierto
progreso. El Tratado firmado el 2 de agosto del año último, por cuyas cláusulas el Gobierno italiano
acordó garantizar a largo plazo los créditos de los pedidos formulados a través de nuestros
organismos oficiales en Italia, ha ampliado las facilidades y las condiciones de nuestras ventas en
aquel país. Este Tratado ha sido cumplimentado, y hasta superado, en un plazo más corto que el
previsto. Al mismo tiempo, constatamos en Italia un interés extraordinario por nuestros artículos de
exportación, como la nafta, los cereales, el carbón, la madera, etc. Las experiencias del
desenvolviniiento de nuestras relaciones económicas con Italia son la prueba mejor de la posible
utilidad reciproca de las relaciones comerciales entre la Unión Soviética y los países capitalistas, no
obstante el caracter absolutamente antagónico de los sistemas sociales.

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El mejoramiento de las relaciones rusoitalianas ha brindado oportunidad para un contacto personal
y carnbio de opiniones entre el camarada Litvinov, comisario de Asuntos Extranjeros de la Unión
Soviética, y el ministro italiano de Asuntos "Extranjeros, señor Grandi. Como el mayor peligro para
la paz consiste hoy en la organización de un bloque antisoviético de las potencias capitalistas, todo
acercamiento de un país cualquiera a la Unión Soviética, y sobre todo de un país tan importante
como Italia, es útil a la causa de la paz.
Durante el último periodo las relaciones entre la Unión Soviética y Turquia han continuado
mejorando. Asi se ha comprobado durante el viaje emprendido a Turquia en diciembre de 1929 por
el comisario ad junto de Negocios Extranjeros de la Unión Soviética, camarada Karakahn, y con
motivo de la firma del protocolo turcosoviético para prolongar por dos años el pacto de París entre
la Unión Soviética y Turquía. Como complemento de las cláusulas del Tratado de París, el
protocolo de Angora amplía las obligaciones de ambas partes, las cuales se comprometen a no
emprender negociación alguna con los Estados vecinos de la otra parte sin advertirlo antes a esta
última, y a no firmar convenios con ningún país sin la autorización de la otra parte contratante. La
visita que el ministro de Asuntos Extranjeros de Turquía, Tesofik Rouchdi Bey, realizara a la Unión
Soviética en 1930, significó un afianzamiento de relaciones personales entre los dirigentes de la
política exterior Soviética y los de Turquía, al mismo tiempo que una nueva prueba de relaciones
amistosas entre los dos países.
Las relaciones económicas entre Turquía y la Unión Soviética continúan desenvolviendose. Durante
el período pasado se emprendieron negociaciones con miras a un Tratado de comercio entre la
Unión Soviética y Turquía, que será firmado próximamente. Podemos, pues, constatar que las
relaciones de amistad entre ambos países se han reforzado en general, y que adquieren mayor
amplitud para una colaboración práctica.
Ayer recibimos un telegrama de Angora dando cuenta de que acababa de firmarse el Tratado
turcosoviético. Por virtud de este convenio los dos países se comprometen a poner mutuamente en
su conocimiento, con seis meses de anticipación, sus proyectos de construcción de unidades para la
flota del Mar Negro. Como es natural, este acuerdo no modifica en nada nuestros propósitos
respecto al desarme, pero en un caso dado significa una nueva prueba de la mutua confianza que
reina entre los dos países.
En nuestras relaciones con la Gran Bretaña se han producido grandes cambios, según hemos visto,
pasado el V Congreso de los Soviets. La derrota de los conservadores en las elecciones de 1929 es
un fracaso de su política antisoviética. La Gran Bretaña, como la Unión Soviética, están interesadas
en desenvolver sus relaciones eeonómicas. Y sobre esta cuestión ya hemos obtenido ciertos éxitos.
Durante el primer año de nuestras normales relaciones mutuas, es decir, durante 1929-30, las
importaciones soviéticas procedentes de la Gran Bretaña ascendieron de 9.912.000 libras esterlinas
a 15.395.000, es decir, se ha obtenido un aumento superior al 50 por 100. Tenemos razones, pues,
para demostrar la conveniencia de desenvolver nuestras relaciones comerciales en la Gran Bretaña.
Actualmente se reúne en Londres una Comisión de exportación anglosoviética para examinar las
pretensiones materiales de ambos países.
No conviene olvidar, sin embargo, que el Parlamento británico y una parte de la Prensa inglesa
hacen constantemente violentas demostraciones antisoviéticas. Los medios conservadores se
esfuerzan todo lo que pueden por obstaculizar las relaciones britanicosoviéticas. Esta es la causa por
la cual el Gobierno soviético llama la atención del Congreso de los Soviets sobre la necesidad de
seguir de cerca el desarrollo de la situación en Gran Bretaña, pues la campaña antiSoviética y el
movimiento preparatorio de la intervención están dirigidos por los lideres más influyentes del
partido conservador y por los viejos elementos del Gobierno británico. El retorno al Poder de este
partido situaría incontestablemente en el orden del día la cuestión de la paz, teniendo en cuenta que
estos circulos imperialistas de la Gran Bretaña deben ser considerados como los auténticos
organizadores de la nueva intervención contra la Unión Soviética, los anténticos organizadores de la
nueva guerra mundial.

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Nuestras relaciones con el Japón se desenvuelven normalmente, en el sentido de un robustecimiento
de intercambio amistoso y de mutua comprensión, cuyas bases han sido fijadas en el Tratado de
Pekín.
Aprecio con satisfacción que en el transcurso de los años ultimos, después de la firma del Tratado y
muy particularmente a última hora, no ha surgido ningún conflicto político entre la Unión Soviética
y el Japón. Es más: nuestras relaciones comerciales se han desenvuelto considerablemente; el
comercio entre la U. R. S. S. y el Japón ha sobrepasado ya cuatro veces las cifras del comercio antes
de la guerra rusojaponesa.
Las cuestiones litigiosas surgidas particularmente en torno a la concesión de pesca han sido
resueltas satisfactoriamente, y estamos convencidos que lo serán igualmente en el porvenir, de
acuerdo con un espíritu amistoso y ajustandose a los Tratados. En cuanto a los intentos hechos por
algunas Empresas privadas, so pretexto de ignorar el convenio y las leyes soviéticas, el Poder
soviético les ha respondido como merecían. El respeto mutuo de los intereses y la observación
estricta de los Tratados deben hacerse sobre la base del desenvolvimiento de relaciones amistosas.
Nuestras relaciones de amistad con Persia no se han modificado en el pasado período. Consigno que
hemos iniciado negociaciones para firmar un Tratado de comercio soviéticopersa, y contribuirá
asimismo a reforzar nuestras mutuas relaciones. En nuestras relaciones con el Afganistán, el
Gobierno soviético mantiene fírmemente su punto de vista sobre el robustecimiento de relaciones
amistosas y la independencia de este país. Actualmente nuestras relaciones se desenvuelven con
normalidad. Me permito subrayar el desarrollo de nuestras relaciones económicas con el Afganistán,
las cuales aumentan de día en día.
En lo que concierne a nuestras relaciones con Francia, ya he hablado de ello más ampliamente,
según se ha visto por mi informe al Comité Central Ejecutivo de la Unión Soviética. De entonces
acá la situación es la misma. El papel especial que desempeñan las esferas dirigentes de Francia en
las campañas antisoviéticas del último período es suficientemente conocido. La hostilidad especial
que nos manifiesta el Gobierno francés puede ilustrarse con una de las últimas interviús a Briand.
Después de una información de Le Matin, Briand se vió momentáneamente obligado a rehusar el
cargo de presidente del Consejo de Ministros para permanecer como ministro de Negocios
Extranjeros, concentrar toda su atención en la lucha contra el bolchevismo, porque a «Briand le
tortura la idea de que el bolchevismo pueda utilizar la seria crisis económica actual para establecer
su dominación en el mundo». (Le Matin, 26 de enero.) Por otra parte, han surgido en Francia
dificultades para nuestra representación comercial y nuestros organismos económicos. Pienso en los
procesos antisoviéticos, bien conocidos, incoados a base de quejas de toda clase de personas
misteriosas que vienen a París desde los países más diferentes, y cuyas demandas en contra de
nuestros organismos económicos son siempre acogidas por los tribunales franceses. Estos últimos
no se han avergonzado incluso de utilizar falsos servidores para perjudicar a la Unión Soviética.

* * *
Después de todo lo dicho, resulta inútil extenderme largamente en torno a nuestras relaciones con
Francia. Es necesario decir que, por desgracia, las relaciones francosoviéticas constituyen por ahora
un obstáculo para la paz del mundo. No sin motivo el Gobierno francés rehusa siempre la firma de
un Tratado de no agresión propuesto por nosotros, como si la supresión de una amenaza de guerra
no interesara al Gobierno francés. Por nuestra parte, nos mostraríamos dispuestos a continuar
nuestros esfuerzos por el mantenimiento de las buenas relaciones con Francia, si ella no se mostrara
menos dispuesta.
Las relaciones entre la Unión Soviética y Polonia dejan mucho que desear también. Aunque Polonia
aceptó nuestra proposición para firmar el célebre protocolo de Moscú, los ensayos hechos en
diferentes ocasiones por el Gobierno soviético para fortalecer las mutuas relaciones no han hallado
el eco necesario de parte de los poloneses. Es más, como vecinos ínmediatos de Polonia, no nemos

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podido constatar que dicho país, en las tres últimas sesiones de la Comisión preparatoria del
desarme, haya participado activamente y con la continuidad que requieren tales proposiciones, ya
sean de la Unión Soviética o de otras naciones, acerca de la reducción efectiva de los armamentos.
En nuestras relaciones con los Estados bálticos—Letonia, Estonia y Finlandia—, pocos cambios
hemos de registrar últimamente. Por desgracia, no podemos ocultar que las influencias
antisoviéticas de las grandes potencias extranjeras continúan presionando la política de estos
Estados.
Nuestras relaciones con Letonia, así como con la ciudad libre de Dantzig, siguen su curso
completamente normal, e incluso mejoran.
Nuestras relaciones con Suecia, Noruega, Dinamarca y Austria, se desenvuelven igualmente de una
manera normal.
Grecia es el único país balcánico que desde 1924 mantiene relaciones normales y amistosas con la
Unión Soviética. Por eso considero necesario subrayar, especialmente, el desarrollo y
fortalecimiento de las relaciones grecosoviéticas durante el período pasado, después del V Cogreso
de los Soviets.
Del mismo modo me es grato destacar las buenas relaciones que mantenemos con el Hedjaz y con
el Yemen.
Por el momento, no es necesario extendernos sobre nuestras relaciones con la China. A ninguno se
os escapará que nuestra política de paz, resuelta y consecuente, mantenida unánimente por los
trabajadores de nuestra Unión, nos ha ayudado a liquidar rápidamente la aventura de los generales
chinos sublevados y a desenmascarar completamente a las fuerzas imperialistas provocadoras de
este ataque, y que se esfuerzan hasta el último momento por impedir la solución pacífica del
conflicto. No obstante tales tentativas, que se han revelado de manera suficientemente ostensible en
la célebre declaración que el 3 de diciembre de 1929 hicieron los Gobiernos yanqui, inglés y
francés, el conflicto chinosoviético se ha resuelto mediante negociaciones directas, y la firma del
protocolo de Khabarovsk, que ha restablecido la situación normal entre los dos países en lo que
respecta al ferrocarril del Estado chino oriental y la Manchuria.
Continuamos esperando un feliz término de los trabajos de la Conferencia soviéticochina.
Seguiremos con atención las maniobras de nuestros enemigos, descubriendo su actividad
provocadora contraria a los intereses de los pueblos de la Unión Soviética y de la China, y
estaremos listos para resistir todo intento encaminado a violar la paz en el cercano
Oriente. (Aplausos.)
Entre los países que todavía no tienen relaciones normales con la Unión Soviética quiero citar a los
Estados Unidos.
A pesar del crecimiento considerable e ininterrumpido de nuestras relaciones comerciales, y en
particular de las importaciones norteamericanas en la Unión Soviética, se observa que en ese país se
fortalece cada vez más la influencia de los elementos aventureros de la burguesía, que manifiestan
un odio bestial hacia todo lo que se refiere al proletariado y la Unión Soviética. Basta referirnos a la
Comisión Fish del Parlamento yanqui, que tan triste celebridad ha adquirido por sus falsas
acusaciones contra nuestros organismos económicos, y que ha cumplido su mandato de crear un
frente único de acuerdo con las agrupaciones europeas que preparan nuestro bloqueo y la
intervención armada contra nuestro país. Tan solo la impotencia completa de las esferas dirigentes
americanas para sobreponerse a la crisis económica y el deseo de arrojar sobre los demás la
responsabilidad de los inauditos sufrimientos que esto entraña para las clases obreras pueden
explicar que se permita a Fish y sus secuaces desempeñar un papel político en América. Pero según
sea de perjudicial la actividad antiSoviética de Fish y compañía, en lo que respecta a la prohibición
de nuestras exportaciones a los Estados Unidos, así serán las repercusiones que inevitable e
inmediatamente sufrirán los yanquis cuando se trate de nuestras compras en sus mercados.

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Este panorama de la situación internacional estaría incompleto si no mencionara a un Estado que, en
nuestro concepto, se halla mas encuadrado en la Edad Media que en los tiempos modernos. Fácil es
adivinar que me refiero al Vaticano, que durante estos últimos años se obstina en desempeñar un
activo papel en la vida internacional, saliendo a la defensa, como no podía menos de hacerlo, de los
intereses capitalistas, de los terratenientes, de los imperialistas y de los que preparan la intervención
y la guerra. Desde tiempos inmemoriales se sabe que las Ordenes católicas están integradas por
gentes propicias al espionaje de los Estados mayores. Actualmente estos señores demuestran un celo
particular, y no precisamente para pedir al cielo una «eterna paz en el mundo», sino para organizar
campañas antiSoviéticas, pagados por los capitalistas. Si últimamente el papa ha encabezado
diversas campañas antiSoviéticas no ha de maravillar que se encuentre en Inglaterra a los obispos
de Canterbury y Durham dirigiendo cruzadas innobles contra la Unión Soviética.
Por casualidad ha caído en nuestras manos el informe de un representante oficioso del Vaticano en
Austria, señor Vidale. Este señor, antiguo coronel del Ejército austriaco, planea una convocatoria
para un Congreso antibolchevique internacional en Viena. Pero el principal objetivo de este agente
del papa consiste en la preparación de un ataque contra la U. R. S. S. En este documento, entre otras
cosas, se declara lo que sigue:
«La lucha contra el bolchevismo significa la guerra, y ésta se producirá inevitablemente. Por eso es
inoportuno ocuparnos ahora de averiguar cómo podrá evitarse y desparramar su energía en toda
clase de Utopías pacifistas.»
Después de desarrollar un plan detallado, aunque bastante simplista, acerca de la campaña
antiSoviética, este político improvisado en los cuarteles de Austria escribe lo que sigue:
«Si el boicot económico fuera declarado y si las medidas políticas abajo mencionadas (ruptura de
relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, presentación de todas las demandas posibles en
caso de confiscación de bienes soviéticos en el extranjero, etc.) llegarán a adoptarse, la
consecuencia inevitable sería una lucha armada contra los bolcheviques.»
Este «notable» plan se basa en los antiguos ejércitos blancos de Wrangel y de Youdénitch y en el
hecho de que «no será difícil encontrar entre los millones de parados que naufragan actualmente en
Europa y América un número suficiente de antiguos y aguerridos soldados y de jóvenes con deseos
de aventuras...». Y, en lo que respecta a la recaudación de fondos, se confía en los caudales del
«Santo Padre» y en los de «nobles caracterizados, grandes terratenientes, financieros, industriales y
altos funcionarios de Estado», entre los cuales se cita especialmente a Churchill, Flanding, Gaïda,
Chan-Kai-Chek, etc.
He aquí cuáles son las ocupaciones de los agentes asalariados del Vaticano. Este es el papel que
desempeña el «Santo Padre» en la preparación de la nueva masacre mundial y de la ofensiva contra
la Unión Soviética.
Con esto término mi exposición sobre la situación internacional y las relaciones entre la Unión
Soviética y el extranjero.
Como hemos visto, durante el período que siguió al último Congreso se han registrado algunos
cambios en la situación internacional. El factor más importante a este respecto estriba en que el
papel que desempeña la Unión Soviética en el concierto internacional ha aumentado
considerablemente, lo que contribuye a agravar el antagonismo entre dos sistemas sociales: el
sistema capitalista y el sistema soviético. La importancia internacional de la Unión Soviética se
agiganta de día en día. En atención a que somos un país donde el trabajo es libre y donde los trabaj
adores están en el Poder, un país que defiende los intereses de la paz mundial y la liberación de los
obreros del yugo capitalista.
Esto es precisamente lo que provoca el odio de los medios imperialistas hacia la Unión Soviética.
Pero la Unión Soviética, con más energía que nunca, mantiene en pie la lucha por la paz al mismo
tiempo que robustece las bases económicas de la edificación del socialismo. Entre tanto, las esferas

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dirigentes de la burguesía imperialista preparan enfebrecidas la intervención Soviética, que es la
guerra. Esta política imperialista solo va dirigida contra nuestro plan quinquenal, que se quiere
hacer fracasar a toda costa.
La principal palabra de orden de la política exterior de la Unión Soviética ha sido y quiere ser la
paz. Con esta palabra de orden nació el poder soviético, y por ella continuará luchando
enérgicamente en oposición a los intentos de los intervencionistas extranjeros, del Torgprom y de
sus agentes contrarrevolucionarios en el interior de nuestro país.
La lucha por el desenvolvimiento pacífico de la Unión Soviética va ligada indisolublemente a la
lucha por la paz y, por consecuencia, al fortalecimiento de las relaciones fraternales con los demás
pueblos. La lucha por la paz significa actualmente la lucha contra los preparativos de intervención
antisoviética y contra sus inspiradores imperialistas. Declaramos paladinamente a los trabajadores
de la Unión Soviética y de los demás países que las amenazas contra la paz crecen en el mundo.
Pero expresamos al mismo tiempo nuestra convicción inquebrantable de que la Intervención armada
contra la Unión Soviética significa hoy el principal peligro para los que osen turbar la paz y atacar a
la Unión Soviética. (Aplausos freneticos y prolongados.)

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II.

La lucha por el plan quinquenal y la del socialismo

1. Los resultados de la realización del plan quinquenal durante Ios dos primeros años
Hablar de los problemas de nuestra política; interior significa, ante todo, hablar del plan quinquenal,
de la lucha por este plan. El plan quinquenal adoptado por el último Congreso de los Soviets,
programa de la edificación del socialismo, ha venido a ser la base de nuestro trabajo. En el plan
quinquenal es donde la línea política de nuestro partido encuentra su aplicación práctica. El plan
quinquenal desempeña el papel de pionero en todas las ramas de nuestra actividad. El plan
quinquenal ha venido a ser la marca distintiva de la clase obrera.
Comienzo por los resultados. Antes de pasar a las cifras trataré de los resultados políticos del
período comprendido en esta relación.
El primer resultado, resultado decisivo, es que durante los dos años últimos del plan quinquenal, de
la edificación socialista, no sólo se ha realizado el plan, sino que en todos los indices económicos
decisivos pueden constatarse resultados superiores a los previstos. El plan quinquenal no carecía de
enemigos. En sus esperanzas, los enemigos hicieron toda clase de cabalas sobre el derrumbamiento
inevitable del plan. Ligaban el porvenir del Poder soviético a este derrumbamiento. Pero los
bolcheviques echaron abajo todas estas esperanzas. El Poder soviético, no sólo cumple el programa
quinquenal de la edificación socialista, sino que lo supera. Este es el resultado primordial. El
segundo resultado del período en cuestión va unido inmediatamente a la situación de la clase obrera.
En los dos años últimos ha sido una realidad fundamental la solución del paro. La importancia
política de este resultado tiene una especial significación si se la compara con la crisis económica
mundial y el paro sin precedentes en los países capitalistas.
El tercer resultado lo constituye la solución del problema del trigo. La solución del problema del
trigo no es una simple cuestión económica. Como es sabido, entraña una de las más grandes
cuestiones políticas. Nuestro triunfo a este respecto va unido al triunfo de toda la labor desplegada
por nuestro partido durante el primer período del plan quinquenal. Hemos resuelto el problema del
trigo relacionando la cuestión con el cambio que se ha operado en la aldea soviética.
Llegamos al cuarto resultado. De todos los resultados detallados el más importante que se engloba
en este informe es el paso definitivo de las masas campesinas a la colectivización. En los primeros
años, el triunfo de la edificación del socialismo se concentraba principalmente en la industria, en el
transporte de las mercancías, etc., en tanto que la agricultura se refugiaba acantonada casi
exclusivamente en los cuadros de la explotación individual por parcelas. Sólo en el duodécimo año
de la Revolución de Octubre comenzó a manifestarse el tránsito de los campesinos medios al
socialismo. Pero en estos últimos dos años esta mudanza histórica se ha consolidado.
Y llegamos, por fin, al último resultado, derivado inmediatamente de la citada transformación social
y económica de la aldea. En cuanto las masas de campesinos pobres y medios se pronunciaron
resueltamente por las economías colectivas, este movimiento de colectivización comenzó a
desenvolverse, contribuyendo a la colectivización integral de distritos enteros, y poco después de
regiones completas. De esta manera se modificó la situación de los elementos capitalistas de la
aldea, los kulaks; así fue como el Poder soviético efectuó su política de liquidación del kulak como

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clase. Este es el quinto resultado político del período que estudiamos. He aquí los datos concretos a
que he llegado sobre el crecimiento de la economía en estos dos años. Según los facilitados por la
Comisión de Estado del plan económico, las cifras esenciales son las siguientes:

Resultado de los dos años (1928-29 y 1929-30) del plan quinquenal:


Renta nacional (en miles de millones de rublos) Previsiones Resultados Efectivos
Presupuesto del Estado para dos años absolutos en %
Inversiones de capitales en el capital fijo del sector
socialista de la economía (a base de los precios de los 12,7 13,8 109
años en cuestión, en miles de millones de rublos)
Producción en bruto de la industria del plan,
comprendida la industria de la alimentación (a base de
29,3 30,5 104
los precios de 1926-27, en miles de millones de
rublos)
Superficies sembradas (en millones de hectáreas) 239,0 245,8 103
Producción de cereals para la venta (en millones de
221,2 267,3 121
quintales)
Transporte de mercancías (en millones de toneladas) 350,9 409,2 117

Este cuadro demuestra que en lo que concierne a aspectos tan decisivos como son la renta nacional,
el presupuesto de Estado, las inversiones de capitales en el sector socialista de la economía, la
producción en bruto de la industria, los terrenos sembrados, la producción para la venta y el
transporte de las mercancías, no solo se han realizado segun nuestros propósitos, sino que han
sobrepasado nuestros cálculos a base de los dos primeros años. Bien es verdad que, en lo que se
refiere a la producción en bruto de cereales, no hemos conseguido sino el 94 por 100 de lo previsto
en el plan quinquenal; pero, en cambio, hemos sobrepasado el plan visiblemente en lo que se
relaciona con la producción de cereales para la exportación.
Respecto a la superación general de las cifras primitivas del plan quinquenal en la industria,
obtenemos los mejores resultados en la industria pesada (110 por 100) y en la industria ligera (99
por 100). Junto al retraso de la producción en ciertas ramas industriales, como son la fabricación de
hierro en bruto (99 por 100), la extracción de carbón (96 por 100), y, en particular la fabricación de
géneros de algodón (84 por 100), la mayor parte de la industria ha superado considerablemente el
plan aprobado por el último Congreso de los Soviets.
El crecimiento de la industria, controlado por el Consejo Superior de la Economía Nacional en el
período a que hace referencia nuestro informe, ha hecho posible el aumento de la producción en
bruto de nueve mil millones y medio de rublos a quince mil seiscientos millones, es decir, un 64 por
100, frente al 41 por 100 previsto por el plan quinquenal. Lo mismo ha ocurrido con la producción
en bruto de la industria pesada, que se ha acrecentado en un 193 por 100, eg decir, que se ha
duplicado en este período. La construcción de máquinas se ha desarrollado rápidamente, señalando
un aumento de la producción de más del doble en con junto y de dos veces y media en la
fabricación de máquinas agricolas.
En lo que respecta a la producción de flúido eléctrico, ya hemos realizado integramente el plan del
Goebro.[3] Este año nuestras obras sobre este punto han dado un paso gigantesco hacia adelante,
permitiéndonos casi duplicar la capacidad de las centrales nacionales. Después de la realización del
plan quinquenal de electrificación la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas ocupará el primer
lugar en Europa y el segundo en el mundo, después de Estados Unidos, en lo que se refiere a la
producción de flúido eléctrico.

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Paso rápidamente sobre las tareas del plan quinquenal en la cuestión de los precios de fábrica.
Después del plan quinquenal para la industria controlada por el Consejo Superior de Economía
Naciqnal, la disminución de los precios de fábrica debía atenerse a un 14,5 por 100; pero en
realidad esta disminución no es sino de 11,4 por 100 (según los datos del Consejo Superior de
Economía Nacional de la Unión Soviética). Así, pues, no hemos realizado el plan en lo que respecta
a la disminución de los precios de fábrica. Pero la diferencia demuestra que la tarea de disminución
de los precios, fijada por el plan quinquenal, era absolutamente realizable. Y esto debe servirnos de
experiencia para el porvenir.
Los cambios sobrevenidos en las relaciones entre la industria y la agricultura determinan ante todo
las cifras sobre la producción en bruto. Demuestran que la parte de la producción total de la
industria en la producción en bruto de la industria y de la agricultura, unidas aumento estos dos
ultimos años (1928-30) de un 57 por 100 a un 67. Esto significa que el año pasado la producción
industrial constituía ya los dos tercios de la producción global de la economía de la nación. Este
hecho refleja los progresos rápidos de nuestro país en el camino de la industrialización. También
refleja, por otro lado, el veloz crecimiento de la parte correspondiente de los elementos socialistas
del país.
Huelga aportar aquí datos numéricos sobre la solución del paro. La situación es suficientemente
clara respecto a este punto.
La solución del problema del trigo aparece a traves de las cifras siguientes:
Nuestras existencias de cereales alcanzaban ya el año pasado mil millones de pouds, cantidad con la
que nunca pudimos soñar antes. Este año, aunque la tarea no ha podido aun ser acabada, el stock de
cereales ascendía el primero de marzo a 1.313 millones de pouds. Para poderos dar una idea de la
importancia de estas cifras, recuerdo que en 1913 la cantidad total de los cereales para la venta (con
exclusión del consumo para los campesinos) alcanzaba 1.300 millones de pouds, es decir, poco
menos que la cantidad de cereales de la cosecha de 1930 almacenados por nosotros. Añadamos que
los 1.300 millones de pouds de cereales para la exportación en el año 1913 englobaban la parte de
los terratenientes (281 millones) y la de los kulaks (650 millones). Los terratenientes reunían, pues,
en sus manos un total de 931 millones de pouds, o sea un 75 por 100 de todo el mercado de cereales
de entonces.
Lo que resulta especialmente importante es la manera como se ha resuelto el problema del trigo
entre nosotros. La solución se explica por la refundición socialista de la agricultura, por el
crecimiento de la importancia de las explotaciones soviéticas (sovkhoz) y en particular de las
explotaciones colectivas (kolkhoz).
A este respecto no se pueden olvidar las profecías hechas hace dos años por los droitiers. Entonces
éstos decían: «Los sovkhoz y los kolkhoz no podrán suministrar la cantidad de trigo necesaria sino
en el transcurso de cinco o diez años. Por lo tanto, nos urge encontrar una salida desde |ahora para la
situacion.» También nos decían otras veces lo que sigue: |«Es bien difícil admitir que la tierra
sembrada por los kolkhoz será más que quintuplicada dentro de cinco años.» Esta declaración
expresaba la tendencia de todos los elementos de la derecha. Basandose en semejantes profecías, los
elementos de la derecha disimulaban su línea de combate intentando sobre el terreno de la política
adoptada por el partido en su ofensiva contra los kulaks escamotear su propia línea de ataque, es
decir, la línea del repliegue ante el enemigo, la de la evacuación de las posiciones decisivas del
Poder soviético ante el enemigo de clase.
La realidad ha reducido completamente a nada estas profecías. La política del partido se ha revelado
absolutamente precisa. Los triunfos en la solución del problema del trigo rebasan todas las
expectativas.
Dejemos que los hechos hablen. Es incuestionable, como ya hemos subrayado, que el plan
quinquenal ha rebasado estos últimos años la producción de cereales para el mercado.

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La comparación que sigue es todavía más significativa. En ciertos momentos se hizo público un
cuadro en el que figuraba (año 1926-27) un total de existencias de trigo para la venta (620 millones
de pouds), en el que la parte de los kulaks ascendía a 126 millones de pouds, en tanto que el
suministro de los kolkhoz y los sovkhoz no pasaba de 38 millones. Nuestra labor consistía en
realizar la ofensiva contra los kulaks y en reemplazar el trigo de la gran masa campesina por el de
los kolkhoz y el de los sovkhoz. Esta labor fué una de las principales del plan quinquenal. ¿La
hemos realizado? No solamente la hemos realizado, sino que la hemos rebasado considerablemente.
Esto lo demuestra el hecho de que en la campaña de almacenaje de los trigos de este año
los kolkhoz y los sovkhoz reunieran un total en primero de marzo de 487 millones de pouds (sin
contar el impuesto de molienda).
En fin, esto se demuestra igualmente por las cifras que se refleren más directamente a los kolkhoz.
Según la suprema resolución del plan quinquenal adoptada por el Congreso último de los Soviets,
los kolkhoz deben suministrar en 1933 300 millones de pouds de trigo exportable. ¿Podrá ser esto
una realidad? La cosecha de 1930 ya nos ha ofrecido la posibilidad de almacenar 460 millones
de pouds (comprendidos los impuestos de molienda) en los kolkhoz. Así, pues, las previsiones del
plan quinquenal en lo concerniente a la producción mercantil de los kolkhoz en 1933 han sido ya
superadas desde este año en más de vez y media.
Según la suprema resolución del plan quinquenal, los sovkhoz deben reunir (en 1933) 207 millones
de pouds de trigo para la exportación. Pero se ha modificado tanto la situación sobre este particular
que tenemos plenos fundamentos para admitir que a partir de 1931 lossovkhoz podrán
suministrarnos de 190 a 195 millones de pouds de trigo para el mercado. En el presente año estamos
seguros de que se cumplirá el objetivo fijado a los sovkhoz con respecto al último año del plan
quinquenal. Con tal motivo recuerdo los triunfos obtenidos por el trust de los cereales. El ritmo que
este trust ha mantenido en su trabajo puede servir de modelo a todas nuestras organizaciones
económicas. Los triunfos logrados por el trust de los cereales son orgullo del Poder soviético.
Nuestra Prensa ha publicado ya numerosos datos sobre el tránsito de las masas campesinas a la
colectivización. Yo no me detengo sino en las más importantes. El cuadro siguiente merece que se
le preste la atención debida:

Explotaciones individuates englobadas en los «kolkhoz»[4].


Número de explotaciones Colectivización
campesinas individuales en %
Situación en 1° de octubre de 1927 286.000 1,1
Situación en 1° de octubre de 1928 595.000 2,3
Situación en 1° de octubre de 1929 2.131.000 8,1
Situación en 1° de octubre de 1930 5.565.00 22,2
Situación en 1° de marzo de 1931 8.830.00 35,3

De este cuadro se deduce que en el período inmediatamente anterior al XV Congreso, donde se


instituyó como palabra de orden central del partido la colectivización de las aldeas, apenas si
los kolkhoz agrupaban el 10 por 100 de las explotaciones campesinas. En el espacio de un año, a
partir del XV Congreso, el número de las explotaciones colectivas había aumentado más del doble.
Pero la transformación definitiva no se realizó hasta el otoño de 1929, cuando más del 8 por 100 de
todas las explotaciones campesinas se englobaron inediante la colectivización.
Hoy, después de los éxitos logrados con el movimiento colectivista, el 8 por 100 nos parece aún
poca cosa. Pero en aquella época, en el otoño de 1929, esta cifra significaba, por lo demás, la
aceleración formidable del ritmo colectivista; por otra parte, varios grandes distritos de las regiones
productoras de trigo registraban porcentajes mucho más elevados con la colectivización. Un año

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después, en octubre de 1930, más del 22 por 100 eran colectivizados, y en 1 de marzo de este año
las estadísticas elevan el porcentaje a un 35 por 100.
Ya en el otoño de 1929, en distritos tales como el Cáucaso del Norte, el número de las explotaciones
colectivas era dos veces mayor que el porcentaje medio de la época para toda la Unión. En algunos
otros distritos, como en la región del Bajo Volga y en la región de las estepas de Ucrania, el número
de las explotaciones colectivas crecía también muy rápidamente.
Como todos sabéis, el trabajo práctico ha ido siempre acompañado, en una serie de distritos, de
desviaciones en la aplicación del criterio del partido. El partido las calificó de «vértigo del triunfo»,
y se apresuro a corregir las exageraciones. Se ha analizado bastante el carácter antileninista de estas
deformaciones de la política de colectivización. La lucha contra las exageraciones, y ante todo
contra la violación del principio del voluntariado en la adhesión a los kolkhoz, ha dado ya sus
frutos.
La eficacia de la transformación colectivista de la aldea, operada en 1929, ha encontrado su más
clara confirmación en el hecho de que distritos completos, y en número cada vez mayor, han pasado
al colectivismo integral. Esta transformación implicaba también un cambio absoluto en la política
de nuestras aldeas. Basándose en el colectivismo integral, el partido pasó de la política de limitación
y contención del kulak a la política de liquidación del kulak en su condición de clase social. Esta
política absorbió toda la actividad política del Poder Soviético. En el período actual aún sigue
determinando nuestra misión en las aldeas. Esta política encontró su confirmación jurídica en el
decreto de 1 de febrero de 1930, en lo que se refiere a «las medidas para consolidar la refundación
socialista de la agricultura en las regiones de colectivización integral y en la lucha contra los
kulaks». En las regiones de colectivización integral el decreto deroga la ley hasta entonces en vigor
sobre la tolerancia de arrendamientos de tierras y sobre el empleo del trabajo asalariado en las
explotaciones campesinas individuales. Concede plenos poderes a las autoridades locales para que
«tomen cuantas disposiciones consideren necesarias en la lucha contra los kulaks, incluso la de
confiscar totalmente los bienes de estos últimos y proceder a su expulsión de los distintos distritos y
regiones».
Ahora es cuando los campesinos reconocen con gran claridad las ventajas de la explotación
colectiva sobre la explotación individual. Se refleja esto en que más de un 60 por 100 de las
economías campesinas de regiones agrícolas tan importantes como el Caucaso del Norte, Ucrania
(region de las estepas), el Volga Medio y Bajo (este último en la ribera Izquierda), en la República
alemana del Volga y en Crimea, han sido ya colectivizadas. Desde el otoño último, un nuevo e
importante movimiento de explotaciones afluye a los kolkhoz en la mayoría de los distritos. Hoy se
oyen por todas partes declaraciones análogas a la siguiente:
«Yo, Klavdia Kourbatova, campesina individual perteneciente a la aldea, me adhiero a la brigada de
cheque. Considero que es una vergüenza permanecer más tiempo en calidad de campesino aislado,
y prometo que el día de la apertura del Congreso del distrito de la colectivización formulare mi
adhesión al kolkhoz.»
Tales declaraciones responden a un fenómeno de las masas. Durante los seis últimos meses, más de
tres millones de modernas explotaciones campesinas se han adherido a los kolkhoz. Un aspecto
característico del ritmo actual de la colectivización lo ofrece el hecho de que de estos tres millones
de explotaciones campesinas, un millon y medio—es decir, la mitad—presentaron todas ellas su
adhesión en febrero.
La superioridad del kolkhoz sobre la explotación campesina individual puede demostrarse de
manera convincente con la ayuda de estos ejemplos. Los kolkhoz han hecho posible que grandes
extensiones de terreno fueran cultivadas. Esto se produce como consecuencia de que en 1930 la
superficie cultivada para trigo de primera era aproximadamente en la Unión Soviética de 2,7
hectáreas por campesino individual, y de 5,2 hectáreas por campesino adherido al kolkhoz. Los
resultados references a la cosecha por unidad de superficie durante el pasado año dan en conjunto la

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misma relación. Por eso la cosecha de centeno en 1930 era, en hectáreas, aproximadamente, de 8,4
quintales por campesino individual, contra 9,1 quintales por campesino perteneciente al kolkhoz. La
cosecha de trigo de invierno da como cifras correspondientes 9,6 y 10,6 quintales, etcétera, etc.
En resumen, las masas de campesinos medios y pequeños estan ya convencidas de que el poder
soviético concede un serio apoyo al desenvolvimiento de los kolkhoz para estimular rápidamente la
intensificación de la agricultura y el efectivo mejoramiento de los pequeños y medianos
campesinos.
Los escasos millones de rublos que el Estado consagraba antes de la revolución a todas las
necesidades de la agricultura, entre ellas la instruccion agrícola, no se pueden comparar, ni
remotamente, con los esfuerzos que despliega el Poder soviético en favor de los kolkhoz y de
los sovkhoz. Solo en este año, el Estado ha consagrado tres mil miilones de rublos en cifras
redondas a las necesidades de la agricultura. El aprovicionamiento de tractores, máquinas agrícolas,
abonos minerales, etc., aumenta también rápidamente,
La creación de una administración principal para la economía de tractores, organizadora de
estaciones de máquinas agrícolas y tractores, ha sido de extraordinaria utilidad para la
colectivización. Con los sovkhoz, estas estaciones han venido a ser ya los decisivos puntos de
apoyo del Poder soviético en la colectivización de la aldea.
Paralelamente con el rápido e inusitado desarrollo de la maravillosa agricultura socialista, se creó en
otoño de 1929 un Comisariado de Agricultura en la Unión. Este Comisariado del pueblo, con sus
organismos locales correspondientes, se ha convertido ya en un verdadero Comisariado de
producción. Es una especie de Consejo supremo de la economía nacional en materia de agricultura.
Huelga decir que este comisariado del pueblo entiende en las diferencias fundamentales entre
los sovkhoz, organismos de propiedad del Estado, y los kolkhoz, que pertenecen a los campesinos
agrupados colectivamente. La misión de dicho Comisariado consiste en consolidar y desenvolver
con todas sus fuerzas la maravillosa agricultura socialista.
Al Congreso no le faltara ocasión para entender en las actividades del Comisariado de Agricultura y
en las relaciones que éste mantiene con sus principales organismos. La importancia, como principio
económico, del triunfo logrado con la instauración de los kolkhoz y lossovkhoz es formidable. El
desarrollo de la agricultura socialista en la Unión Soviética resuelve un problema histórico del más
alto rango. El capitalismo se ha confesado incapaz de asegurar el reemplazamiento total de la
pequeña economía por la grande. Ya en 1850, Carlos Marx escribía en la Neue Rheinische Revue:
«Si el paso del sistema de parcela al de concentración ha comenzado ya en Francia, los grandes
latifundios de Inglaterra comienzan a parcelarse a pasos agigantados; esto demuestra
irrefutablemente que la agricultura se moverá siempre en este círculo de concentración y de
aparcelamiento del suelo durante el tiempo que persistan las circunstancias burguesas.»
El mismo pensamiento lo forrnuló Lenin de la manera siguiente:
«En el cuadro de formas en que se desarrolla la producción capitalista, no es posible contar con la
absoluta eliminación de la pequeña propiedad en la agricultura, pues los mismos capitalistas y los
agrarios tienden a restablecerla, amparándose en la ruina progresiva de las masas campesinas.»
(Lenin, Obras completas, tomo IX.)
Si es cierto lo que Marx y Lenin escriben sobre la gran agricultura capitalista, el capitalismo, a
pesar de la marcha triunfal de la gran producción mediante el desarrollo científico y técnico de hoy,
está llamado a la desaparición, dado su carácter reaccionario y su incapacidad para eliminar en
absoluto la pequeña producción. El capitalismo ha creado empresas agrícolas de un nivel técnico
muy elevado; pero los triunfos y la importancia de la gran agricultura bajo el capitalismo, no
pueden compararse, por ejemplo, con los éxitos de la gran producción industrial, la cual adquirió
bajo su dominio una total perfección. Por el contrario, el capitalismo mantiene la existencia de una
masa formidable de pequeñas explotaciones campesinas técnicamente atrasadas, con un nivel bajo

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de producción, depauperando y destruyendo la mayoría de las aldeas. Solo la edificación del
socialismo aporta cambios fundamentales en la situación de las aldeas, y asegura el paso de la gran
masa de explotaciones campesinas a la gran agricultura socialista.
Las contradicciones insuperables entre la ciudad y la aldea, teniendo por origen la propiedad
privada de los medios de producción, son engendradas por el capitalismo. «La contradicción entre
la industria y la agricultura—dice Lenin—, lejos de verse suprimidas por el capitalismo, se
acentúan, por el contrario, y se agravan por su causa.» La edificación del socialismo conduce
ínmediatamente en dirección opuesta. Conduce a la supresión de la contradicción que existe entre la
ciudad y el campo. El tránsito del pequeño productor agrícola a la gran producción socialista, asi
como la edificación del sovkhoz, entrañan la posibilidad de suprimir esta contradicción. La mision
histórica del Poder soviético es llegar a conseguir esto.

2. El presente año y la realización del plan quinquenal


Las tareas fijadas por el plan para el presente año son de una importancia decisiva en la realización
del plan quinquenal.
En lo que respecta a la aldea, tenemos por tarea este año el colectivizar el 50 por 100, por lo menos,
de las explotaciones campesinas. La nueva concurrencia de masas en los kolkhoz, iniciada en otoño
y su crecimiento acelerado, demuestran que esta labor es absolutamente realizable. Ello dependerá
mucho de la realización de la campaña de la siembra de primavera. La advertencia del Consejo de
los comisarios del pueblo y del Comité Central del P. C. de la U. R. S. S., con motivo de los
contratos de cultivo para las siembras de estío, contiene el programa práctico de la campaña de
primavera. En él consta todo lo necesario en lo que se relaciona con el deber del Estado acerca de la
ayuda a la agricultura, y, en particular, a los kolkhoz, así como todo lo necesario sobre los deberes
de la aldea para con el Estado. Este programa debemos llevarlo a cabo a toda costa.
Los éxitos logrados ya con la colectivización han consolidado los puntos de apoyo del Poder
soviético en la aldea. Con motivo de estos éxitos, se dice en las tesis de los camaradas Yakovlev,
Yourkin y Markevitch —tesis sometidas al Congreso—, lo siguiente:
«Desde ahora, el campesinaje englobado en la colectivización desempeña un papel decisivo; él es el
principal apoyo en la aldea.»
Más aún debemos someter a todo campesino individual, pequeño o mediano, a la siguiente
interrogación: ¿A favor o en contra del kolkhoz? En las citadas tesis se dice:
«Hoy, cuando millones de campesinos, pequeños y medianos, convencidos de las ventajas de la
explotación colectiva, se pasan al colectivismo, en tanto que los kulaks, enemigos principales de
los kolkhoz, desaparecen como clase, cada campesino pequeño o mediano debe colocarse frente a
este dilema: O a favor de los kolkhoz, o contra los kolkhoz.
En pro o en contra; así debe plantearss ahora la cuestión a toda la masa de pequeños y medianos
campesinos. Estar a favor de los kolkhoz, es decir, contribuir al movimiento colectivista, significa
tanto como contribuir al sostenimiento del Poder soviético y luchar abiertamente contra kulaks.
Manifestarse contra el kolkhoz, es decir, contra el movimiento colectivista, vale tanto como ayudar
al kulak y luchar contra el Poder soviético. Este año cada campesino mediano y pequeño se
encuentra directamente situado frente al problema de adoptar una actitud acerca del kolkhoz. Debe
elegir sin titubeos. Esto significa que el año 1931 es el año decisivo para la causa del colectivismo,
para nuestra edificación socialista. (Interrucción: ¡Así es, así es! Aplausos.)
No insistiré en torno al plan económico nacional para el presente año. Ello ha sido ya tratado en los

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informes presentados en la última sesión del Comité Central Ejecutivo. No citaré sino algunas
cifras. Este año se prevé un aumento de la renta nacional de un 39,50 por 100, cifra que carécteriza
el formidable esplendor de la economía nacional. Me permito recordar también que el plan preve el
aumento de un 45 por 100 de la producción en bruto de toda la industria del Estado, controlada por
el Consejo Superior de Economía Nacional por el Comisariado de aprovisionamiento. En resumen,
precisa recordar la tarea de reducción en los precios de fábrica según el tipo de un 10 por 100 fijado
por toda la industria controlada por el Consejo Superior de Economía Nacional y de un 11 por 100
acordado por la industria dependiente del Comisariado de Aprovisionamiento. Me limito a
consignar estas cifras que considero decisivas en el plan económico nacional. Después de cumplidas
estas obligaciones alcanzaremos triunfos efectivos en nuestra lucha por un ritmo bolchevista.
Citemos un ejemplo para ilustrar la importancia de un ritmo bolchevista. En cuatro años, de 1927 a
1930 inclusive, hemos inaugurado 323 nuevas empresas. Comparemos estas cifras con las 518
nuevas empresas que deben estar explotandose en 1931. (Aplausos.)
El importe del capital fijo de estas nuevas construcciones y la producción en bruto de este año
superaron doblemente la producción de las nuevas empresas industriales en los cuatro años
transcurridos.
El ritmo bolchevista ha encontrado su expresión en la palabra de orden «Plan quinquenal en cuatro
años». ¿Se cumplirá efectivamente esta palabra de orden? ¡Los hechos responden!
En las ramas de la industria, tales como la fabricación de hierro en bruto y de acero, las fundiciones
y fabricación de tejidos de algodón, el plan quinquenal se realizará completamente en cuatro años.
Si este plazo ha de ser un poco más largo de cuatro años para la industria algodonera, lo será
inferior a cuatro años en lo que respecta a la producción del hierro. En la fabricación del cemento, el
plan quinquenal se realizará en tres años y medio; en la electrotécnica, en la extracción del carbón y
de la hulla, y en la industria azucarera, se efectuará en tres años; en la industria petrolera, en la
extracción del cobre, en toda clase de construcciones mecánicas, en la fabricación de tractores y
máquinas agrícolas, en las construcciones navales y de locomotoras, se realizará aproximadamente
en dos años y medio. For lo que hace a la producción en bruto de la industria controlada por el
Consejo Superior de Economía Nacional, el plan quinquenal es muy posible que se realice en tres
años y medio más o menos. Por lo que se ve, la palabra de orden «Plan quinquenal en cuatro años»
se cumplirá cabalmente, pues todos los índices obtenidos aseguran la posibilidad de realizar el plan
con mayor rápidez todavía.
Es especialmente importante el hecho de que en la industria pesada (en conjunto) la realización del
plan quinquenal este prevista para un plazo inferior a tres años. Esto se deduce de dos hechos
siguientes: en el grupo «A» se prevé para el año 1931 una producción en bruto de 17.200 millones
de rublos contra 15.200 millones previstos al principle en el plan quinquenal para el año 1932-33.
Por consecuencia, nuestro plan se ha establecido de tal forma que se realizará en tres años en lo que
respecta a las industrias pesadas.
De todas las cuestiones del plan quinquenal, la más decisiva es la de la industria siderúrgica. En
relación con ella, insistiré especialmeute en el programa para la producción del hierro en bruto.
El plan quinquenal adoptado por el último Congreso de los Soviets preveía para el año último
(1932-33) una producción de diez millones de toneladas de hierro en bruto. Pero ahora se ha tenido
que reconocer que esta cantidad no era suficiente para satisfacer las necesidades más apremiantes de
la economía en desarrollo. Hubo necesidad de modificar la decisión del último Congreso de los
Soviets y revisar el programa. El programa de producción de hierro en bruto para el último año del
plan quinquenal, requiere ahora 17 millones de toneladas. Permítaseme expresar la convicción que
tengo de que el Congreso reunido actualmente aprobará sin reservas la decisión del Gobierno de
aprobar, terminado el plan quinquenal, un program de producción de hierro en bruto que comprenda
como minimum 17 millones de toneladas. (Aplausos.)
La realización de este programa supone grandes dificultades para nosotros. Pero el partido está

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empeñado con gran interés en su realización convencido de que el programa debe ser acabado a
toda costa en el tiempo previsto. El decreto recientemente promulgado por el Consejo de los
Comisarios del Pueblo, sobre la industria siderúrgica, no solo tiende a que el programa sea
complimentado, sino también a asegurarse su rápida realización. En el decreto se prevé la
construcción de cinco nuevos altos hornos en la región del Sur, capaces de una producción de un
millón cuatrocientos mil a millón y medio de toneladas. Y, además, la construcción de tres nuevas
usinas en Toula, Lipetck y Sinare, con una producción de 50.000 toneladas cada una. Por otra parte,
este decreto debe asegurar para el año 1933, en las usinas del Ural, la producción aproximada de
hierro laminado y de calidad excelente. Debemos comenzar desde ahora, en este año mismo, la
construcción de estas empresas y acabarlas en el espacio de un año. Así es como progresa nuestra
industria siderúrgica.
Es necesario, asimismo, subrayar la manera como se realiza la tarea fijada por el XVI Congreso del
Partido, en lo que concierne a la construcción de una segunda gran base siderúrgica en Oriente, que
sirva de complemento a nuestra base del Sur. Dos cifras confirman lo que decimos. El año último,
el papel del combinado metalúrgico y hullero de Ural-Kouznietsk se caracterizaba por una
participación de una quinta parte en la producción total de la industria siderúrgica. Después que el
plan se adopte la región de Ural-Kouznietsk, suministrará las dos quintas partes de la producción
siderúrgica al término del plan quinquenal, entendiendose bien que esta producción global habrá
aumentado considerablemente para esa fecha. Es decir, que la región Ural-Kouznietsk se convertirá
en la segunda base decisiva en la industria siderúrgica de la Unión Soviética.
Antes de terminar quisiera detenerme brevemente, en lo que respecta a los primeros meses del año
actual. Sabido es que la realización del plan económico y financiero para enero y febrero no ha sido
satisfactorio. Esta situación no puede considerarse como normal. Bajo ningún pretexto debemos
acomodarnos a semejante estado de cosas. Nuestro frente de acción debe robustecerse. Precisa
asegurar la realización absoluta, y en el tiempo propuesto, del plan económico nacional.
La calidad de la producción no debe relegarse a segundo término. Hasta el presente no hemos
introducido variaciones a este respecto. Muy frecuentemente se concede poca importancia a la
calidad de la producción. Es preciso acabar con esta dejadez.
De esta manera la línea bolchevista saldrá victoriosa. Pero es necesario que este año, a la lucha por
el ritmo bolchevista, se le imprima una especial energía. Sin ello, el plan gigantesco del año en
curso puede correr el riesgo de un descalabro. Veamos cuales son las conclusiones bolchevistas a
que debemos llegar. Después de la realización del programa de producción es cuando los
bolcheviques apreciarán la actitud de nuestras organizaciones con miras a la formación de la línea
general del Partido. La lucha por el ritmo fijado para el porvenir soviético no es sólo un deber de
cada bolchevique, sino de todo obrero; es un deber de todo honrado colaborador del Estado
soviético.
El Partido ha derrotado a los oportunistas de la derecha, pero las tendencias derechistas aún son
fuertes en la práctica. Estas tendencias la contraposición de una lucha más seria. Sin esta lucha no
venceremos el obstáculo que se interpone en el camino de la realización bolchevique, es decir, en la
tarea del año decisivo para el plan quinquenal. La tendencia derechista en la práctica de nuestros
organismos beneficia a los enemigos del Poder soviético. ¡Reforcemos la lucha contra este peligro
primordial que amenaza nuestra labor!
Luchemos al mismo tiempo contra la indiferencia fanfarrona, contra la política de avestruz
encubierta con frases «izquierdistas». Lo que necesitamos es otra cosa: menos fanfarronería y más
voluntad para la lucha efectiva por el ritmo bolchevista.
El Partido ha trazado su norma. Tenemos un programa bien definido. Unámonos como corresponde
para realizar la tarea que nos hemos propuesto. De nosotros depende el triunfo de la causa. Dentro
del Partido o fuera del Partido, cada uno debe ocupar su puesto en la lucha por el ritmo bolchevista,
por el plan quinquenal.

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________________________________________
[1] Estas cifras se obtuvieron, en lo que se relaciona con los Estados Unidos, del Annalist del 14 de
noviembre de 1930 y de 30 de enero de 1931. En cuanto a los otros países, del Bulletin mensual de
la Statistique de enero de 1930 y de 1931, publicado por la Sociedad de las Naciones. El mayor
coeficiente de producción frente a la crisis corresponde: a Julio de 1929 en los Estados Unidos; a
junio de 1929 en Alemania, al cuarto trimestre de 1929 en Inglaterra, y a enero de 1929 en Polonia.
[2] En el documento que transcribimos no aparece ningún subrayado.
[3] Comisión del Estado para electrificar la Unión Soviética, fundada por Lenin.
[4] Según informes facilitados por la Comisaría de Agricultura de la Unión Soviética.

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