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VERONIKA BENNHOLDT-THOMSEN

(Coordinadora)

Juchitán, la ciudad
de las mujeres
, Sr1·ir: DISHÁ
Colección: Antmpología

CONSEJO EDITORIAL
ln11titulo 011.xaqueño d«- la• Cultura•
Mai·garila Dahon
Giselc Pérez-Morcno
Álvan> González
A.-celia Yañiz
Emilio Fuego
Fi·ancisco José Ruiz
Carmen Col'dero
Salvador Sigüenza

POToGRAFiA.s DE
PORTADA E INTERIORES;
Co1nelia Suhau
'fflADUCCIÓN DEL ALEMÁN:
Aru1e Ganido A.

IMAGEN EDITORIAL:
Departamento Edito1·ial del
Instituto Oaxaqueño de las Cultu,·as
VERONIKA BENNHOLDT-THOMSEN
(Coordinadora)

Juchitán, la ciudad
de las mujeres

INSTITUTO OAXAOUEÑO DE lAS CUlTURAS


FONDO ESTATAL PARA lA CUlTURA YlAS t.llTES
J•L,.,,,.•,d., r>n ,.,.,.,,4,.. l'P>"-
J• Ed,r,<Sn "'" .,.,pAr.o\, 19'.>0.

ltJ 1,.•• ,.,. . 0 0 . . . . . . . . .,,..0 de 1. .... C.-..1.h........


R~ronna n6m. 501
Centro Hiat6rico, C.P. 68000 Oax.ac.a. Oa'>l.e.ee..

E•le libro no pu"'d"' aer reproducid.o


lolal o parciahnenle,
ain •uloritt:aei6n e•crila del lilular d.e\ C.<>l)'jÚll,,ñ,.

Juchitán, la ciudad de las IBU)ete...


ISBN - 968-6951-30-X.

lmpre,o y hecho en Mb1.co.


Para Adelina y Julw,
en agradecimienlo.

los nombre, de las personas cuyas vidas ,e relatan aquí


son ficticws. Se cambiaron ademó., detalles significa-
tivos para evitar que los sujetos reale.s se puedan identi-
ficar. las autoras del libro optamos por estos cambws a
pesar del voto expUciu, de nuestras entrevistadas y en-
trevistados de aparecer con su rwmbre ·auténtico: "Lo
que te dije es la verdad y todos la conocen". Sin embar-
go, creemos que las consecuencias de una publicaci6n
má., amplia por medw de un libro pueden ser muy dife-
rentes a los resultados de la difu.si6n dentro de 1m li-
mites de la comunidad. Esperamos que nuestros amiRos
y conocidos, mujeres y hombres que tan generosamente
nos apoyaron, comprendan la intenci6n de esU>S cam-
bws.
ÍNDICE

Introducción
17

Capítulo l. Juchitán, ciudad de mujerea 19


Veronika Bennholdt-Thom.,en

0 GUn matriarcado viviente?


22
• Resistir al progreso 28
• Descripción de Juchitán 39
• Historia de Juchitán 44
Orígenes 44
Comercio importante, mujeres fuertes 47
• Literatura sobre la sociedad de mujeres del Istmo 51

El alimento como vehículo de bienestar individual y social 55


Ursula Oswald Spring

• Peso promedio al nacer 57


• Estado de nutrición en Juchitán 57
• Comparación nutricional generacional 60
• Conclusiones 61

Capítulo 11. La economía de las mujeres 65

El mercado: el corazón de Juchitán. t,7


Veronika Bennholdt-Thom.sen

• Sustento y entretenimiento b8
•Comerciante: un modo de vida
• Comercio: un modo de producción 7¡
75
Economía de fieatu, fie1ta1 como economía
Brigitte Holzer 79

• Vida cotidiana y fiestas en Juchitán


79
•La vela
80
• La Semana Santa y Todos los Santos
85
• El bautizo de Julito Bustillo Toledo
88
• La economía diferente de Juchitán 90
Las fiestas como criterio de honor 92
• La cultura de la fertilidad 94

Capitulo 111. Transcurrir de la vida en el matriarcado 97

El camino de ser mujer en Juchitán 99


Marina Meneses Velázquez

•"iQué bueno que es niña!" 99


La niñez en Juchitán
• Aprendiendo jugando: primeras fiestas,
primeras responsabilidades 103
La Primera Comunión 104
La regada de flores o Guié 106
• Cimientos para una vida independiente 107
Los quince años 108
Noviazgo 109
• La pérdida de la virginidad 110
• La vida en autonomía y en la comunidad 118
• Reinas hasta el adiós final: la vejez y la última ceremonia 122
La política ea a1unto de hombree-La COCEI y lu majere, 127
Cornelia Giebeler

• Etnicidad y politica 129


• El periodo de fundación de la COCEI 131
• La lucha por la tierra 133
• La lucha por la democratización 137
• ¿Luchas obreras? ¿Antagonismos de clase? 142
• Rebeldía zapoteca, historia mediante historias 144
• Adaptación mexicana, la historia de una violación 146
• J uchitán es diferente 149

Capítulo IV. Los oficios de las mujeres 165

La tortillera 167
Brigitte Holzer

• La tortillera Ana 169


• Escuela de la vida 172
Trabajo profesional con la subsistencia 173
• La seguridad económica de la tortillera 176
Las fuentes que aseguran la vida 177

Puercos y oro 178


La visión de lo necesario 179

Laa tabernera• 181


Veronika Bennholdt-Thomsen

• Cata Firio: el oficio de tabernera como trampolin 186


• Luisa: el oficio de tabernera como carrera 19"l
• Sobre la relación entre los sexos en Juchitán 194
Capitulo V. Los productos y las formas de intercambio
199

El maíz: relación de cambio entre hombres y mujeres


201
Brigitte Holzer

•Los campesinos de Juchitán


201
• El campesino Rafael. Un retrato 207
Rafael y Otilia. Intercambio de productos
en vez de separación de bienes 210
• El respeto a las mujeres 212
• Destrucción de la naturaleza: el ataque
al medio ambiente, la base de la vida 214

Camaronea: relacione, de intercambio


étnico entre huavea y zapoteeo• 217
Veronika Bennlioldt-Thomsen

• La pesca en la laguna 218


•Un día con Beto Muxe' 220
• Cerveza y camarones 228
• Las relaciones interétnicas 230
Huaves y zapotecos 230
•Una economía multiétnica 232
• Modernidad peligrosa 236

"'La preeeneia": importancia del traje en Juehitút 241


Cornelia Giebeler

• El traje de gala 243


• La producción artística de un "traje de gala" 244
El traje bordado 245
El traje tejido 247
El traje cadenilla 247
El traje listón
El traje de máquina 248
24"
• El negocio con el traje de gala
248
• El traje como producto de las relaciones sociales
251
• La apariencia de una auténtica juchiteca
254
• La presencia
255

Capítulo VI. Mujeres~ hombres y otros sexos 259

Amor entre mujerea en un.a aociedad centrada en la naajer 261


Christa Müller

• Mujeres en traje de hombre 262


• Las marimachas 264
• ¿Cuestionando la ideología de la dualidad sexual? 267
•"Así soy, ¿y qué?" 268
Homosexualidad como identidad forzada por la sociedad 270
Implicaciones económicas de las relaciones homosexuales 272
El mayor prestigio social de los muxe ·s 273
•¿Fetichismo de los roles sexuales? 275
• La heterosexualidad como sistema de orden social 277

Loe muxe '•, el tercer sexo 279


Veronika Bennholdt-Thomsen

•¿Quién es un muxe'? 280


• Juan, la rubia 282
• Los rnuxe's, sus hombres y sus mujeres 284
28(>
•Cristal, el famoso artista del bordado
28'l
• Ambigüedades
290
Esconderse
292
"¿Quién paga por quién?''
•Mujeres, hombres, muxe's
293
• La homosexualidad en la historia de América
29,5
•Sexualidad y racionalidad
298
• El tercer sexo
302

Cap/lulo Vil. No por último


3}3

Exhortación para poner fin 8 la eeononúa sexista


3},5
Veronika Bennkoldt~Tkom.sen

Bihliograli'a
32]
INTRODUCCIÓN
L legamos por la mañana a la ciudad y sólo vimos mujeres en las calles.
Erguidas, los hombros echados hacia atrás, la cabeza en alto y la mi-
rada franca, todas caminaban en la misma dirección. La larga falda
ondeante, la corpulencia y alguna carga sobre la cabeza acentuaban la
majestuosidad de su quehacer cotidiano: junto con ellas arribamos al mer-
cado en el centro de la ciudad.
Allí vimos también sólo mujeres. El comercio está en sus manos. Si
eventualmente se divisa un hombre, se trata de un fuereño o de un mu.xe ',
es decir, un homosexual. El mercado está repleto de todas las delicias de
este mundo tropical; lleno de gritos y risas estridentes. de aromas, fra-
gancias y olores penetrantes.
Con el cargador seguimos a una juchiteca a su casa. En los callejo-
nes y patios abiertos vimos nuevamente, junto con los niños. muchas mu-
jeres. Hacen tortillas y las hornean en el coma!, ahuman pescado y ponen
a secar los camarones, preparan comidas típicas, regionales, tejen esteras
de hojas de palma, bordan con bastidor, cosen ropa y se encargan de engor-
dar a los puercos. Todo esto es trabajo doméstico y producción de mercan-
cías al mismo tiempo, pues todas las mujeres de Juchitán se dedican al
comercio: venden lo que producen. También vimos algunos hombres arte-
sanos: carpinteros, albañiles y orfebres, tejedores de hamacas, zapateros
confeccionando huaraches. Al caer la tarde se veían cada \"eZ más hom-
bres en los patios, muchos tendidos en hamacas, mientras las mujeres
seguían trabajando. "No, nuestros maridos no son flojos ... explicaban las
juchitecas repetidamente, sin que les preguntáramos. ''Sólo parece así
porque al mediodía ya están acostados en sus hamacas. Pero generalmente
se levantan muy de madrugada y a esa hora ya tienen un día de trabajo a
sus espaldas, pues la mayoría son campesinos y pescadores."

11
Luego nos atrajeron los sonoros ritmos tropicales de una banda, por-
que en Juchitán todos los dlas hay alguna fiesta y la mayorla se celebran
en la tarde. Se instala un toldo cubriendo la calle, que se adorna con guir-
naldas, hojas y palmas. Por los cuatro costados de la pista de baile se
colocan cientos de sillas y, naturalmente, en las primeras filas se sientan
las mujeres. Engalanadas con sus trajes multicolores y ataviadas. con sus
ostentosas joyas bailan entre ellas, beben, comen, convers.an y ríen, ríen
muchísimo. Los hombres apenas se notan, pasan inadvertidos sentados en
las últimas filas, junto a las paredes de las casas. Y entonces comenzamos
a comprender por qué en el resto de México se dice que en luchitán reina
el matriarcado.

\8
CAPÍTULO 1

JUCHITÁN, CIUDAD DE MUJERES


mejor. porque con mi ropa me sentía como una muchachita y no como una
mujer hecha y derecha, con la dignidad y el respeto que el traje confiere
a la que lo porta. Por esto sólo me sacaban a bailar hombres jóvenes, que
nOJmalmente sólo se hubieran atrevido a hacerlo si me conocieran o si
al menos hubieran sido enterados por algún familiar de quien era yo, cual
era mi procedencia y el motivo de mi estadía. Mi presencia era totalmente
ambigua, simplemente por no llevar el traje auténtico, y vi confirmadas
las reflexiones de Kiinig, quien ha recalcado muchas veces que la moda
es una institución social que caracteriza a toda la persona (Kiinig 1985,
p. 49). Las formas simbólicas de comunicación se concretizan mediante
la vestimenta y por medio de ella me defino públicamente como pertene-
ciente a un grupo o me excluyo de él. Todo esto generalmente sucede de
un modo inconsciente, es parte de rutinas diarias que en este caso fueron
violentadas y removidas por diferencias culturales.
También para las mujeres no zapotecas residentes aquí, el acto de
vestir con la ropa juchiteca auténtica muestra la disposición a comuni~
carse y tomar contacto con la cultura autóctona y la gente en general.
Ni las telas sintéticas, ni las técnicas modernas de producción, ni la
desaparición de antiguas artesanías como el tejido de telar (en Juchitán
sólo queda un tejedor), ni las diferencias en las Velas han llevado hasta el
momento, a una disminución de la fuerza zapoteca, que en primer término
es el vigor y la energía de las mujeres. Esto se manifiesta, sobre todo, en la
presencia. La vestimenta, la presencia corporal y la personalidad forman
aquí un todo cultural que siempre ha causado gran impresión en los mu-
chos viajeros del Istmo de Tehuantepec, y es la razón que los ha motivado
a hablar de esta sociedad como de un matriarcado.

258
CAPÍTULO VI

MUJERES, HOMBRES YOTROS SEXOS

Juchi.tán conoce más de dos sexos. No es s6/o que lo


bisexuolidad esté ampliamente difundida, sino que
esta sociedad ofrece también otros roles se,cuo/es que
en contextos urbanos suelen definine como homose,cuo-
les: el mu.re y la marimacha. Pero nada es rigida en
Juchitán, nada se ajusta a un molde fijo. El muxe'
también puede estar casado y tener hijos, simplemen-
te su amante es un hombre. La marimacha bien p~-
de adaptar el porte masculino, pero también ha_y
marimachas femeninas. En este capltulo se descriM
el significado de los otros sexos desde uno perspectiva
intercullural.
AMOR ENTRE MUJERES EN UNA
SOCIEDAD CENTRADA EN LA MUJER
Christa Müller

e omienza el atardecer en la Séptima, el barrio más popular de Juchitán.


Las mujeres, los niños y los hombres están sentados frente a sus ca-
sas y conversan en voz alta; los marranos están echados, perezosos, a la
caída del sol. En la calle hay un grupo de pícaros muchachos jugando al
futbol. Entre ellos Juana, de 26 años, quien se acerca a nosotras en su
camiseta de futbolista totalmente sudada. Su expresión nos indica clara-
mente que preferiría seguir jugando a la pelota. No obstante, nos ofrece
asiento en dos sillas plegables, que aún están allí desde la última fiesta,
pero luego se sienta ella primero y queda tan sólo una silla para nosotras
tres. Aquel cuadro, por su falta de tino y jovial encanto, desencadena
inmediatamente carcajadas entre los demás jugadores y los vecinos que
observan la escena.
Nuria, la amiga con la que Juana vive en la casa de sus padres
desde hace un año, apenas se nos acerca después de invitarla varias ve-
ces. Realmente no tiene oportunidad de hablar con nosotras, porque sin
duda Juana domina toda la situación. Y según Nuria, no sólo en nuestra
presencia; en general, dice desabridamente, trata de "'darse aires de mari-
do". Cuando Juana llega de su trabajo en obras viales, alrededor de las
cinco de la tarde, antes que nada juega un partido de futbol. No es raro
que el juego termine con una ida al bar y que Juana llegue finalmente
ebria a la hamaca que ambas comparten. En esas oportunidades Nuria
siempre vuelve a hacer planes para separarse de su compañera. En algún
momento seguramente va a cumplir sus amenazas. separándose de ella.
así como lo hacen todas las mujeres en Juchitán.
La presencia de Juana y la idea que tiene de sí misma es tan clara-
mente interpretable como su gusto por el futbol. También en su lenguaje
quiere dejar en claro la situación: habla de sí misma en forma masculina:
su profesión es "pescador", no Hpescadora". me corrige.

261

-
11·1 111 IAII, 111 11.\1' 111· l..\~ Mt 11rtllé~

Juana ha crecido como muchacho. Nunca ha usado ropa de muje1:


tampoco ha celebrado sus 15 años (véase Meneses). Y a los 19. conse-
cuentemente se enamora de una mujer... Es lógico'\ por lo menos para
elJa y su familia. '"porque tengo una tía así". Y eso no requiere mayores
explicaciones.
En la comunidad social de los hombres, Juana se siente aceptada,
apreciada como uno de ellos y no como mujer. Al principio, cuando se
paseaba con Nuria por las calles ambas se velan atacadas verbalmente
todo el tiempo. Los hombres jóvenes se creían en la obligación de
molestarlas constantemente con frases como: "préstamela, que tú no tie-
nes nad~ que meterle". Juana también tuvo que defenderse más de una
,•ez de agresiones físicas. Pero todo eso no le afecta demasiado, porque
cree conocer los motivos para este tipo de comportamientos: "Es pura
envidia. Los chavos simplemente no tienen gracia para la mujer". Si ella
se encontrara en la calle con un hombre solo, sin sus compinches, agrega
Juana con desdén, no quedaría mucho de su hombría: "cuando vas a
aga1Tar a uno solo en la calle, no son hombres. Lloran."

Mujeres en traje de hombre

Cuando a comienzos de 1991 llegué por primera vez a Juchitán, también


yo fuí rápidamente capturada por el ambiente de este lugar, que se carac-
teriza más que nada por la presencia de las mujeres. Mujeres que hablan
a voz en cuello, son abiertas y entre ellas manifiestan su gozo de vivir,
hacen bromas y chistes, coquetean y se divierten en su trabajo. No sólo
llama la atención que disfrutan la compañía de otras mujeres, sino tam-
bién que se estiman y se demuestran abiertamente su cariño y afecto. Las
zapotecas causan la impresión, especialmente en la observadora euro-
pea, de que ante todo se identifican como mujeres. La economía de
Juchitán, descrita y analizada en otro capítulo de este libro, se produce en
buena medida a través de la cercanía corporal erótica de las mujeres del

262
Mll.11:Rl'.'i, IICJMl!lll''i Y •1"111<" ,rxr,,

lugar. En comparación con la cultura femenina de relaciones en Juchitán,


las relaciones entre mujeres en Alemania. revitalizadas dificultosamente
por el nuevo movimiento feminista, parecen casi pobres y sumamente exi-
guas. Las zapotecas realmente pueden animar cualquier visión feminista.
lPuede ser que la sociedad zapoteca no esté centrada en la hete-
rosexualidad?, me preguntaba al principio. lQué dimensiones de formas
de vida y amor entre mujeres se conocen ahí? ¿Qué diferencias y qué
aspectos comunes existen en las condiciones de vida de mujeres lesbianas
en una sociedad moderna occidental, heterosexista. cuya característica
estructural es la dependencia económica y psicosocial que las mujeres
tienen de los hombres, y en una sociedad como la zapoteca, que es cultural-
mente peculiar y neutraliza en cierto modo las influencias o los abusos
occidentales mediante la integración? Y: lexiste ahí la categorización de
la "minoría sexual''., que es tan común en los Estados industriales desano-
llados?
Con estas preguntas y otras similares ini~ié ~i búsqueda de ~atos
en el verano de 1991., haciendo entrevistas cuahtauvas con o~ho mujeres
. d ·d d ·aria Las conversaciones trata-
y compartiendo en cierto mo o su vi ª 1 • . . . d ,
nsión que las jUCh1tecas tienen e s1
ban principalmente de la compre ., ·a1 de su infancia. de su
. d blemas de aceptac1on soc1 •
mismas., e sus pro . . de) momento de hacer pública
. dres y amigos o amigas. .
relación con sus Pª 1 -1 ación económica v social.
"d d de su actua s1 u .
su homosexual i a Y , cho la atención fue el encontrar•
. . . l teme 11 amo mu
Lo que 1n1c1a men . h"t a de mu¡·eres. a no pocas de ellas
iedad jUC t ec .,
P recisamente en labres soc . . d como hombres y buscando la compama
v1v1en o
vestidas como ho1n ~o atractiva de los hombres. . .
social relativamente P~ rn Jo. Eva tiene 49 ai1os y desde hace 2111ene un
P v1·sta no se diferencia de un hombre.. Al
eorno Eva ' por ejeritnera
Séptima. A P ).ido. porque es exactamente como qmere
bar en la onsidera un cU1nP
' elo Jo e · b" ··
dec1rs ¡bid"· den al deseo de la hija, lla.~ándola ··E~,se •~ ·
ser perc dres acce . su niitez J11gaba con mnos o l'on mrn,b. solo
sus pa recoe1-da s1 en
Eusebio Y" no
2h:-\
Jl't:llrr,{N,Gl'l),\l)Ul:1.ASMIIJl:Rl:S

sabe que siempre tuvo que trabajar muchísimo. Su madre murió cuando
ella era aún muy pequeña. Eusebio nunca fue a la escuela y junto con sus
cuatro hermanos tenia que ayudar al padre, quien trabajaba como peón
en el campo de los alrededores de Juchitán. A los 28 años Eusebio cam-
bia de ocupación. Transforma una parte de la casa paterna en bar y desde
entonces lo dirige independientemente.
Eusebio no tiene problemas de identidad. A los 14 años se enamora
por primera vez de una muchacha de la misma edad. Al igual que todas
las parejitas del pueblo, las dos se encuentran en la plaza detrás de la
iglesia. Una tarde -como Eusebio cuenta sin tapujos- "desflora" a su ami-
ga. Los padres de la muchacha se comunican inmediatamente con la
familia de Eusebio, pidiendo una indemnización. En un caso de emergen-
cia de tipo heterosexual no habrían actuado de otra manera. Eusebio reci-
be una paliza de su padre, quien luego paga, sin más objeciones, la suma
exigida. Su hija -él lo sabe bien- es en realidad un hijo, y éste vive, como
es natural para todos los participantes, con su compañera en la casa del
padre. Así como se acostumbra en casi todas las familias Juchitecas.

Las marimachas

Eusebio es una "marimacha". Es la denominación común para las muje-


res que se identifican con hombres y aman a mujeres. Llama la atención
que las marimachas como Juana o Eusebio tengan biografías que denotan
muy pocos conflictos, especialmente sobre si tienen la sensación de ha-
ber venido al mundo como niños y no como niñas. De pequeñas siempre
han preferido jugar con otros niños, luego muchas de ellas han aprendido
algún oficio o han trabajado con el padre y en algún momento se han
P.namorado de otra muchacha, y todo el mundo que las conoce lo encuen-
tra en cierto sentido lógico.
Federica, de 20 años, también ha preferido siempre los pantalones a
la ropa de mujer. Le encantaban los juegos de los niños como el beisbol 0
nl·cas, se neg6 a feste1· ar sus 15 años. Los padres de Federica, una
i •"
dedora de pescado y un empleado, toleran esto y dejan a su h"1)8 en
'.'' rtad de decidir su vida. U na tía incluso le apoy6 regalándole ropas de
1,be l ·- ' 11 ' d
.• 0 Al enamorarse a os 12 años de otra ntna. m e a m sus pa res.
,,,rientes
. y vecinos
. se mostraron sorprend"d1 os; " eso" ya 1osab'1an d e s1em-
.
;. y tampoco se podía hacer nada en contra. También Federica afirma
que nunca se sintió "diferente" o "rara", sencillamente se sentía como un
niño.
Pero no todas las biografías transcurren tan poco problemáticamente
como he relatado. El momento de hacer pública su homosexualidad, para
otras mujeres juchitecas, va acompañado de sentimientos de ser diferen-
te, de ser "al revés" y de estar aisladas. Las mujeres que han tenido una so-
cialización femenina "normal", que han festejado sus 15 años con una
gran fiesta de cumpleaños, que han aprendido las habilidades. los oficios
Ylas profesiones de sus madres u otras parientes femeninas cercanas.
aparentemente tienen más problemas para poner en cuestión el modelo
heterosexual. Algunas mujeres que sin saber o a pesar de conocer sus
sentimientos frente a otras mu¡· eres, se casan con un hombre y tienen
hi'Jos, a veces tienen que luchar durante años para aceptarse a sí mismas
Yadmitir su preferencia erótica. antes de poder Ofl!'nizar su vida conse-
cuentemente.
Una de ellas es María del Carmen, de 34 años. quien ,·ive con sus
cuatro hijos (1 7 , 13 , 12 lO años), su amiga de 31 años~· el bebé recién
nacido de ésta última enyuna casa de adobe. de una sola habitación, en la
colonia COCEt de Juchitán. Ella vende tortillas, ca~amelos. chicles v oll·as
golosinas en su casa. El hijo mayor de María del Carmen v su compañera
contribuyen regularmente con dinero para el sustento de la familia.
María del Carmen lleva peinado de hombre v usa ropa masculina.
pero afirma que se siente totalmente femenina. Con su aspecto sólo quiere
señalarle. a la ~ente que ,·ive ,•ou una mujer. En Juchitán es cuestión de
honor rl admitir la orientar,óu eróti,·a v darse a rnnocer. Muchas de las
mujeres "'111as,·1~ina•" a ¡nimrra \'Ísta ·son diflciles de distillfluir de \.,..
Jl'CIIIT.\.,,t.111).-\11111.1..\SMl'll:IU:S

hombres. Nunca llevarian vestidos o faldas; eso, al igual que maquillarse,


lo sentirian como una hipocresía. Estas mujeres se hacen culturalmen-
te visibles estableciendo contacto -como primer paso- con las costumbres
visuales de la gente. La mirada entrenada heterosexualmente reconoce de
inmediato el arreglo femenino-masculino.
Maria del Carmen subraya repetidamente el hecho de que es feliz y
está satisfecha con su vida, y no ve motivo para esconderse. Esto no siem-
pre fue así. A diferencia de la biografía típica de muchas "marimachas".
la infancia y la juventud de Maria del Carmen se caracterizan por una
socialización claramente femenina; nunca se puso en duda su identidad
sexual. El padre, un peón zapoteco, y su madre, proveniente de Chiapas.
tuvieron dificultades para alimentar a sus nueve hijos. Maria del Carmen
comienza a trabajar a los 11 años, como sirvienta en casa de una comer-
ciante. Gana muy poco y su mayor deseo es poder ayudar algún día a su
familia. Por ello, como a los 15 años se deja tentar por las promesas de un
hombre de 27 y lo sigue a la ciudad de México. Aunque no lo quiere
mucho, cree que podrá ganar dinero a su lado en la capital. Pero allí.
además de la relación poco satisfactoria con su marido, sólo encuentra un
trabajo mal remunerado como empleada doméstica. No obstante, Maria
del Carmen se queda en la ciudad de México y da a luz a su primer hijo.
A éste le siguen otros tres. Después de varios intentos no suficientemente
firmes de abandonar la capital y a su marido, Maria del Carmen se decide
a volver a su lugar de origen, Juchitán. El marido la sigue; juntos pintan Y
venden muebles y continúan con su matrimonio, bastante mal avenido.
En aquel tiempo Maria del Carmen se enamora por primera vez de una
mujer, pero este acontecimiento sólo contribuye a aumentar su infelici-
dad. Se avergüenza de sus sentimientos, que siente "antinaturales". Al
enterarse de aquella aventura amorosa con la mujer, que también era casa-
da, el marido le propina una buena paliza y avisa a toda la familia. Maria
del Carmen comienza a beber. En los bares conoce a mujeres con las
cuales tiene amores. Con algunas de ellas vive por un tiempo en la casa
de sus padres (estos, mientras tanto, ya lo toleran), pero aún no está en
condiciones de aceptar sus sentimientos. Las mujeres generalmente la

266
Mt·.11,111,~. 111,r.mru:s v Irnu,s ~rx,,~

abandonan muy pronto porque bebe en exceso. Siente una terrible


¡111ranquilidad interior, no sabe "quién es".
María del Carmen comienza a vestirse como hombre y acepta un
1rabajo en la cosecha de maíz. Este trabajo está claramente catalogado
como masculino, es trabajo pesado, típico de hombre. Pasa mucho tiem-
po con sus compañeros, bebe con ellos y participa en las conversaciones
sobre mujeres, como si ella misma fuera un hombre. En la búsqueda de
una nueva comprensión de sí misma, la imitación del papel masculino le
ayuda a encontrar, durante un tiempo, una identidad. En la medida que
aprende a aceptar sus sentimientos con respecto a las mujeres logra
finalmente independizarse y distanciarse de los hombres. Cuando me
encontré con María del Carmen ella había vuelto a un oficio femenino: es
comerciante Y vendedora de tortillas.

¿Cuestionando la ideología de la dualidad sexual?

Con respecto al momento de hacer pública su homosexualidad, varias


lllujeres refieren las reacciones negativas de sus familiares y describen
los ataques furiosos de maridos o novios engañados. Algunas familias no
están muy contentas con la preferencia erótica de sus hijas, perol~ tole-
ran de alguna manera, de modo que Jos miedos a Ja est1gmat1zac1~n .Y el
aislamiento social que muchas mujeres tienen aJ descubrir sus senturuen-
tos, en la mayoría de los casos terminan siendo insus~~nciales. .
. .6
Una margmac1 I en el sentido de exclus1on de la sociedad.
n rea, . 1 ·, d
sena irrealizable, tan sólo porque en ~uchitán n~ existe a separacio~1. e
1 úbl. · d Las redes soc10-económ1cas de los lazos fam1ha-
o p 1co y lo pnva o. d· ¡
res, y entre vecinos y amigos, son vínculos tan estrechos que a na 1~ ~, e
deja en el aire fácilmente. Existen form~s perdurables de prosc11pc1011
material e inmaterial. pero son la .exc-:pc1ón. . . .
Sin embar~o, yo caraclenzana a '.ª
sociedad 1uch_iteca como
heterosexual, ya que lo que se rf'fiere a relac10nes sexuales. f'v1dentenM"nle

2ó7

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.11·1tll"l.\,.1·1t·1u11111"l.\~Ml:Jl'II""

prefiere el modelo hombre-mujer y además trata de organizar las relacio-


nes homosexuales según el modelo hetemsexual. En todas las parejas feme-
ninas que conocí en Juchitán, sin excepción, predomina una ••repartición
de roles" sumamente manifiesta: una mujer hace el papel de "hombre".
la otra el de "mujer". Al participar en este juego, aparentemente existe la
posibilidad de adaptarse al sistema bipolar de lo "masculino" y lo "femeni-
no".
En consecuencia, sólo una de las dos mujeres, la marimacha. es
considerada como ''lesbiana", mientras que la otra, la "mujer" es catalo-
gada como bisexual, porque aparte de pertenecer claramente al sexo fe.
menino, tiene la opción de vivir con un hombre o con una "marimacha"'.
La mujer pertenece, no en la vida diaria, pem sí en la sexualidad, al
hombre. o como alternati\'a, al "hombre-mujer". Dicho de otra manera: si
una mujer vive con otra muje1~ o no es mujer o no es lesbiana. Con esta
opinión coinciden expresamente todas las mujeres entrevistadas por mí.
aunque esto de ninguna manera aclare los motivos de una mujer para
preferir vivir con un hombre '"falso" a vivir con un hombre ••verdadero''.

"Así soy, ¿y qué?"

La oferta de identificación que la actual sociedad juchiteca hace a la mujer


lesbiana recuerda en cierto modo la invención de la "mujer viril" de prin-
cipios del siglo XX en Eumpa. Mas la construcción de "lo homosexual"'
por medio de la sexología, en Occidente, por un lado, y en Juchitán, por el
otro, tiene implicaciones sumamente diferentes. En Europa, la creación
de "lo homosexual" pretende categorizar, biologizar y patologizar la sexua-
lidad. Las consecuencias de este nuevo enfoque de la sexualidad son
ambivalentes. Ya no se trata de un comportamiento prohibido o difamado,
sino de un modo de ser anormal, pero congénito; vale decir, no pecamino-
so (véase Illich 1983). Muchos homosexuales encontraron que las teorías
eran atrayentes y ¿disculpantes?, y por lo tanto apoyaron la investigación

26R
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1 ,,t11Jlilll'.S, ll•>MIIIII'" Y OTIIO!'> ~1:xos

sexual y colaboraron con ella, como en el caso del Instituto Magnus


fljrschfeld de Berlín.
/ También en Juchitán, la expresión "así soy" es parte del repertorio
,utodescriptivo cotidiano de las marimachas y los muxe's, los hombres
homosexuales o travestís. Pero la frase "Así soy y no se puede hacer nada".
no suena resignada o hipócrita, ni pidiendo perdón o disculpas. Gene-
ralmente va acompañada de un agregado provocativo "iy qué?!", con lo
que adquiere el carácter de gesto rebelde y altanero: "Así soy, y precisa-
mente por este motivo no podré cambiar, y el que no quiera entenderlo.
que lo deje"· Los mu.xe 's y las marimachas pueden permitirse tranquila-
mente esta relación impasible con la naturaleza (la humana), que se refle-
¡a en su "así soy". En Juchitán aún se acepta que la naturaleza dota a
algunos
.. "a si"" Y a otros de "otro modo". Esto no constituye un peligro para
los otros" · 1 ·d
• simp cmente, porque las zapotecas y los zapotecos cons1 e-
ran a la_ naturaleza como básicamente amable. y por ende no digna de ser
comba11da. En cambio, a los homosexuales occidentales del siglo XX no
les ha servid o d e nad a afirmar que ··son así de nac1m1ento
· · · 1uso
" • e me
durante el nacionalsocialismo esto fue la causa de su perdición. Ser dt"
uno u .otro modo ''por naturaleza... no prornele nada bueno en la sociedad
supenndustrializada.
En Juchitán las ideas van ligadas a la conc.-pción tradicional de
poder cambiar de sexo. que tenían casi todos los pueblos norteamerica-
nos, a pesar de que actualmente prevalezcan las influencias europeas
cristianas. En aquella tradición. el ··tercer sexo·· representa más bien la
sexualidad que es un paso intem1edio entre la femenina y la masculina:
no existe la dualidad sexual tan rígida de los tiempos moden10s. que defi-
ne al sexo como algo corporal de nacimiento. incambiable. y qm." exigt" de
todos los miembros de la socit"dad una filiarión f"Xacta a una dt" las dos
categorías. aunque esto implique la nmlilaC'ión bn.1tal del c-uerpo (véase
Wi\liams 1988, Lan~ \990, Ros,·o.- \Ql.l\. Ha~.-mann While 1984\.
La irritación que provo,·an las marimac-has y los m.U.\"t' 's con respet-'-
to a la 1eoría <·otidiana dt" la dualidad sexual no es considerada ,•omo
JllCHrrAN, CIUDAD UE LAS MUJERES

existencialmente amenazante. Por supuesto que la imitación de la mascu-


linidad -más que a la inversa, de la "feminidad" - se percibe como algo
curioso, quizás también ridículo, pero en general, el cambio de rol sexual,
es decir, la homosexualidad, se enfrenta o acepta con asombrosa tranqui-
lidad. Parece que la idea de que la feminidad o la masculinidad finalmen-
te sólo son representaciones, y que a veces, justamente por eso, sucede
simplemente un cambio de sexo, fuera algo familiar para los juchitecos.
El hecho de que los heterosexuales (y también los homosexuales) sigan
buscando integrar a las personas divergentes a una vida social hetero-
sexual, no cambia en nada su trato bastante seguro, tanto con unos como
con otros.
En Juchitán nadie tiene problemas con el travestismo. Un hombre
que desea vivir como mujer se pone una falda, se maquilla y b~rda hui piles:
ya es una mujer. Una mujer que quiere vivir como hombre, se quita la
falda, se corta el pelo y camina esparrancada por las calles: ya es un
hombre. Y bien claro, en la vida diaria, a la luz del día, y no solamente a
la luz artificial de subculturas y escenarios de shows y espectáculos.

Homosexualidad como identidad forzada por la sociedad

Para precisar dónde exactamente están las diferencias entre la homo-


sexualidad y el cambio de sexo en Juchitán y en la sociedad moderna,
es útil hacer una corta retrospectiva histórica del descubrimiento de "la
homosexualidad" en la época moderna.
En Europa se establece la categoría "lesbiana" o "invertida sexual"
con la sexología, que nació a fines del siglo XIX y se fue consolidando
rápidamente. Las relaciones apasionadas entre algunas mujeres burgue-
sas, que hasta aquel tiempo eran consideradas como "castas" y acepta-
bles, se fueron sexualizando -es decir, desprestigiando como "lesbianas" -
en el momento en que algunas mujeres fueron adquiriendo una cierta
independencia económica. Eventualmente podrían realizar su anhelo de
vivir con su amiga: "El amor entre mujeres se vuelve, por primera vez, un

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peligro para la estructura social" (Fadennan 1990:258, comp. Smith Ro-
""berg 1981).
Desaparece cada vez más la aceptación de las antiguas formas de
,ida de mujeres identificadas entre sí. La heterosexualidad se transforma
paulatinamente en una institución forzada que "ahoga los sentimientos
eróticos entre mujeres en el silencio" (Adrienne Rich). A medida que
avanza la modernización de la sociedad, las mujeres se dejan separar más
Ymás. La etiqueta "lesbiana" sirve para estigmatizar a las mujeres, cuyo
modo de ser o comportamiento en relación con otras congéneres no es
conforme a lo prestablecido y por ende es considerado como anormal o ya
no normal. Las mujeres se ven obligadas a definir su sexualidad como una
parte separada de toda su existencia económica-emocional. Es decir, que
la identidad lesbiana al igual que la identidad heterosexual de las muje-
res nace como una identidad forzada.
En el siglo xx el amot el erotismo y la sexualidad han sido forzosa
Y definitivamente heterosex~alizados y ya se conciben solamente en la
combinación hombre-mujer. Las mujeres comienzan a concentrane en el
hombre como el ser humano más importante en su vida (véase Brauckmann
1983, Palzkill 1990).
Esto no es de ningún modo asi en Juchitán. El interés y la atracción
erótica entre mujeres desempeñan un papel importante e imposible de no
advertir en sus relaciones. Dirigirse como mujer hacia las mujeres es lo
más normal del mundo. Quizás exista una cierta desconfianza hacia las
relaciones lesbianas porque en Juchitán -que evidentemente también ha
sido influido por la moral sexual católica- hay conciencia de la dimensión
y de los posibles alcances de las relaciones entre mujeres -contrariamen-
te a la sociedad burguesa, donde la potencia v la sensualidad femenina
han sido negadas totalmente. ·
Al margen.
. Jcabe mencionar que Ias contrad'1cc1ones
· ·
son s1ntom át1-
·
Juch1tán. unto a fonnas d .d
cas en d los zapotecos . e Vt a precolombinas v la mentalidad
la e . • c-oex1sten l . .
pr0 P ¡deo, al igual que la. ¡fl a era de la alta tecnología con televi-
sión Y v II Uencia hispano-católica ya mencionada Y

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