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Brachet-Márquez, Viviane (2007). Salud pública y regímenes de pensiones en la era
neoliberal: Argentina, Brasil, Chile y México (1980-2000). Capítulo 1. México, El Colegio
de México, pp. 45-100.
“El nuevo gobierno constitucional de 1983 buscó impulsar una reforma global del
sistema de salud. Los grupos de técnicos radicales formularon un diagnóstico para el cual
los problemas de financiamiento y de cobertura constituían las limitaciones evidentes del
sistema de seguro social de salud” (53). Quitar a los sindicatos de las obras sociales y
de la ANSSAL, y tintas sobre el empresariado en el costeo de las obras sociales.
Ambos sectores lo rechazaron.
“El sistema de salud argentino se estructuró en tres subsectores: uno público, otro
comprendido dentro de la seguridad social y un tercer sector de seguros privados. La
prestación del subsistema público es teóricamente universal, pero en la práctica ha
terminado siendo el refugio de los sectores de menores ingresos que carecen de
cobertura de seguridad social y de capacidad de gasto privado. Desde mediados de los
noventa, con el aumento de los problemas del mercado de trabajo (desocupación e
informatización) la población que no tiene acceso a la cobertura de la seguridad social ha
aumentado y, por tanto, se ha incrementado aún más la demanda social sobre el
subsector público, agravándose los problemas que lo aquejan (crisis fiscal, deterioro en la
calidad de los servicios)” (60).
“…todo trabajador perteneciente a una rama de actividad recibía la misma
prestación independientemente de su nivel de aporte. En el interior de cada obra social, la
redistribución operaba desde los trabajadores con mayor salario hacia los de menor
ingreso, y desde los que tenían menor riesgo hacia los que presentaban mayor riesgo.
La afiliación obligatoria a la obra social correspondiente a cada rama de actividad
creó clientelas cautivas, aspecto que estuvo en el centro de los diagnósticos y las críticas
referidos a los problemas que aquejaban al régimen. Según éstas, el flujo asegurado de
recursos que implicaba la afiliación obligatoria y la ausencia de competencia hicieron que
las entidades no buscaran mayor eficiencia en el gasto ni mejor calidad en los servicios”
(62).
“…el gobierno de Menem lanzaría una nueva ofensiva para abordar "una de las
últimas reformas pendientes": la desregulación del sistema de obras sociales. Pero esta
nueva ofensiva parecía introducir cambios en el patrón de acción gubernamental en la
formulación de esta política. El anuncio se producía el 29 de mayo de 1995 en el marco
de una reunión con los sindicatos, en la que se acordarían los términos de la reforma que
se instrumentaría” (73)
“El año 1995 significó cambios de diversa índole que fueron acotando los
márgenes de maniobra oficial para utilizar las obras sociales como compensación en la
relación con los sindicatos. En este sentido, el involucramiento del Banco Mundial en el
análisis y diseño de esta política contribuyó a la aceleración del proceso. Comenzaron a
definirse algunos de sus aspectos indispensables, tales como el establecimiento del PMO
[programa médico obligatorio, el que obligaba a los trabajadores a afiliarse a la os del
sector, mío] (que era una demanda sindical pero también una propuesta del Banco), y a
pautarse las etapas y los modos de la reconversión y del saneamiento financiero de las
entidades, para lo cual el organismo internacional otorgaría un préstamo. De hecho, la
reforma del sistema de salud quedó explícitamente incorporada a la agenda de la relación
entre el gobierno y los organismos financieros internacionales” (77-78).
“La discusión sobre la política de reforma del seguro social de salud se mantuvo
casi exclusivamente en el espacio de la relación entre Estado y sindicatos, caracterizado
por los constantes juegos de negociaciones y fuertes presiones entre los actores dentro
de un paquete que incluiría el sistema de obras sociales, el modelo de negociación
colectiva, el nuevo régimen previsional y hasta la reelección presidencial. Aun así, el
elemento disparador para enfocar la discusión en el sistema de salud fue otra caja de
resonancia de intereses sectoriales, sobre todo desde la perspectiva del empresariado.
Nos referimos a la reunión, ya aludida en el texto, convocada por la Asociación de Bancos
Argentinos en agosto de 1991, donde fue presentado el proyecto de reforma de la
liberal… (…). Poca participación parlamentaria, y grandes discusiones corporativas.
Ligado a las reformas pro mercado. “El peso que en la coyuntura había
alcanzado la situación de los jubilados tenía una amplia repercusión en la opinión pública.
El proyecto gubernamental de llevar a cabo una reforma del sistema de pensiones se
enfrentaba con una suma abrumadora de resistencias y oposiciones: la resistencia inicial
de los sindicatos y la renuencia de los propios diputados oficialistas, el rechazo de actores
y organizaciones vinculados tradicionalmente al sector de la seguridad social; y una
movilización en la sociedad expresada en un petitorio con más de un millón de firmas que
solicitaba un plebiscito sobre el tema. Todos estos fueron factores que gravitaron
fuertemente para imponer un debate extenso sobre la cuestión” (102). No podía decretar,
no había caos económico, no creaba condiciones para inversión y no podía usar
esas herramientas para presionar al parlamento.
Se aprobó en 1994.
“Debido en cierto modo al altísimo costo fiscal de la reforma, cuyo cálculo fue
subestimado en 50% del costo actual (Mesa Lago, 2004), el efecto favorable sobre el
ahorro nacional debe ser asumido como un artículo de fe, cuya revelación última y
afortunada requerirá décadas. Finalmente, la crisis económica que estalló a fines de 2001,
y en cuyo componente de desequilibrio fiscal y endeudamiento público el efecto de la
reforma fiscal tuvo fuerte incidencia, demostró que los sistemas de capitalización no eran
inmunes al riesgo político, cuando el Estado entró en cesación de pagos y devaluó” (154).