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Después de leer los 100 mejores textos de un concurso de cuentos, dice, vi cómo
para los aspirantes al premio “las tildes no han existido nunca, la puntuación es
aleatoria e independiente del sentido, y la ortografía una función del corrector
automático”.
Pero hablando de escritura hay algo que me parece tan grave o peor que los
problemas de ortografía y de gramática. Me refiero (en textos que no son de
creación artística) a la falta de orden lógico en las ideas que se exponen; a la
falta de coherencia entre una frase y otra, entre un párrafo y otro, entre un
capítulo y otro, entre la introducción y las conclusiones. La gran mayoría de
nuestros estudiantes escriben textos apurados en los que faltan cosas,
argumentos, explicaciones, pruebas, o sobran cosas, como cuando se abusa de
la retórica insulsa.
De nada sirve tener un texto impecable desde el punto de vista formal si está
lleno de estas inconsistencias. Si la mala ortografía es como el mal aliento, la
falta de coherencia es como el mal comportamiento. Un texto deshilvanado es
como un texto necio.
Una tarea fundamental del profesor consiste en acabar con esa impaciencia e
inculcar la idea de que para escribir bien no basta con tener buenas ideas, sino
que es necesario, además, trabajar mucho para ordenarlas, pulirlas,
confrontarlas, aclararlas, relacionarlas, etc. Los buenos escritores, más que
escribir, reescriben.