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En tiempos de Kristina
El primer semestre
Buenos Aires,
Julio de 2008
En tiempos de Kristina – El primer semestre
Primera edición – 2008
ISBN: 978-1-4357-4180-5
Copyright © 2008 Ricardo Lafferriere
Autor y editor: Ricardo Lafferriere
Ricardo.lafferriere@gmail.com
Charcas 2737, 6º D – 1425 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723
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Lo bueno y lo malo
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se hubiera discutido en el Congreso, y que no se hubiera anunciado,
paralelo a la confiscación, cuál sería el destino de esos recursos.
Por el momento queda, entonces, como una simple medida fiscalista,
sin racionalidad económica y sin justificación moral ni legal. No es un buen
comienzo.
Cambiando de tema y de terreno, hay un hecho que sí merece
destacarse en la reforma del gabinete: la creación del Ministerio de Ciencia
y Tecnología. Esta medida, que debe reconocerse que sigue una constante
que lleva ya algunos años, ayudará a la interlocución del sector científico-
técnico estatal con sus contrapartes de la región y del mundo, reducirá los
pasos burocráticos para la decisión de temas importantes, y dará peso
político al enfoque científico-técnico en los debates del gobierno –
imaginando que éstos existan-.
Se trata de una vieja aspiración del sector, pero también de una vieja
esperanza que tenemos desde hace tiempo quienes pensamos que el futuro
de la Argentina exitosa en el mundo global no está en los empresarios
prebendarios y protegidos de las mafias golpistas pesificadoras, ni en los
apropiadores de ingresos ajenos asociados con el Estado, sino en la
capacidad de innovación, que en el nuevo paradigma económico instalado
en la economía mundial está íntimamente relacionado con el
reconocimiento social y económico a los creadores de conocimiento y
desarrolladores de tecnología.
Una mala, entonces. Muy mala.
Y una buena, también muy buena.
Entre estos extremos deberemos imaginarnos los pasos de la nueva
gestión.
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Los dos caminos
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impactante gasto militar- nos acerca sin necesidad al conflicto central del
mundo de hoy, pero ubicados con las peores amistades.
La ingenua argumentación de la presidente electa ante Bill Clinton –
“la integración latinoamericana no se entiende sin los hidrocarburos de
Venezuela y Bolivia”- además de ser una falacia sacada de la galera para
justificar la dependencia a que nos llevó el irresponsable desmanejo
finaniero y la inexistente política energética de su marido, se diluye ante la
magnífica noticia del mega-yacimiento descubierto por Petrobrás en Brasil,
que nos permite –de persistir en la suicida política petrolera argentina-
contar con hidrocarburos más cercanos y menos peligrosos ante la
inexorable escasez de los próximos años.
De otro amigo bolivariano de la dinastía K, Evo Morales y su
medioeval propuesta indigenista, sólo alcanza con destacar el dolor que
causa ver a una Nación que fue cuna de la nuestra y lugar de formación
intelectual de nuestros próceres, retroceder a épocas precolombinas,
sancionando una caricatura de Constitución en un cuartel militar, con la
sola presencia de los representantes oficialistas y en medio de un baño de
sangre.
Una vez más, es imperioso reflexionar. Señora presidenta: lejos de
Chavez, lejos de Evo. Cerca de Brasil, de Chile, de Uruguay, y de las
democracias consolidadas del mundo, donde debiéramos estar desde hace
tiempo, si no estuviéramos tironeados hacia abajo por la Corporación de la
Decadencia –pesificadora, ideologicista, coimera, golpista, confiscadora de
rentas ajenas- que nos tironea hacia el abismo.
El camino no son las retenciones, que al decir de Gustavo
Grobocopatel en declaraciones a La Nación “al sacar tanta utilidad a la
gente de campo, ésta no puede reinvertir. Vamos a ser muy buenos en
agricultura, pero el país va a estar siempre subdesarrollado”. Es la
participación de los empresarios de PyMEs en la Primera Cumbre
Empresarial China-América Latina”, realizada (por supuesto...) en Santiago
de Chile. No es la parodia electoral del 28 de octubre, que a un mes de
realizado no logra todavía mostrar los resultados de más del 60 % de los
votos en la principal provincia argentina, sino el ejemplo de Brasil, que con
casi 200 millones de habitantes muestra los resultados electorales a las tres
horas de cerrados los comicios, por supuesto realizados por medios
electronicos. No es convertir al Congreso en una oficina certificadora de la
discrecionalidad del poder ejecutivo, sino el admirable funcionamiento
parlamentario del Uruguay, que muestra una seriedad institucional
comparable a la de las grandes democracias consolidadas. El camino es el
que la propia administración “K” está siguiendo con el sector científico-
técnico, que debiera trasladarse a la educación para enfrentar esta
decadencia de años que reproduce la formación de ciudadanos
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semianalfabetos, que no sólo tienen dificultades en escribir sino en
ocasiones, no pueden construir una frase articulada.
Dos caminos. El bueno, y el malo. ¿Tan difícil es tomar el que
aconseja el sentido común, el bienestar de los argentinos, y el interés de las
personas del mundo que quieren paz, democracia y seguridad?
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Las consecuencias del populismo clientelista
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los viejos chantajes de la ficción. También esto tiene su lado bueno.
También acá se reduce el espacio para el cinismo –activo o pasivo-.
El impuestazo recién comienza, lo que no nos alegra pero nos ratifica
en la afirmación que hacemos desde hace años: la magia no existe. No
existe la posibilidad de recibir un futuro de maravillas sin construirlo. No
“llovió gasoil”. No “llovieron inversiones chinas”. No “se arregló sólo” el
problema energético. Al gasóil y demás combustibles debemos
conseguirlo, explorando para descubrirlo o importándolo. A las inversiones
debemos atraerlas –y retenerlas- con seguridad jurídica. Al problema
energético debemos encararlo con solvencia técnica y decisión política.
La misma con que debió ser encarado el problema educativo, que nos
ha llevado –luego de varios años de gestión directa o indirecta del ahora
Senador por la Ciudad, increíblemente receptor de felicitaciones a su tarea
educativa- a tener la juventud más embrutecida del Continente. O la
adecuada vinculación e interacción con el mundo, que nos ha llevado a
tener como únicos interlocutores al régimen venezolano en retirada, y al
vecino precolombino que intenta imponer nada menos que una
Constitución a sangre y fuego, con muertos en las calles y convencionales
amañados sesionando en un cuartel. Y provocando dos conflictos
bilaterales –hasta recordarlo parece mágico- con dos países con los que ni a
los más imaginativos analistas podrían haber imaginado al comenzar “K”
su gestión, que la Argentina estaría en este grado de tensión: Uruguay y
Finlandia.
El común denominador es el populismo clientelista, que significa
irracionalidad, construcción de poder personal a cualquier precio, desprecio
por las personas en cuanto ciudadanos, despreocupación por la inseguridad
cotidiana en cuanto no amenace la construcción de poder.... y negocios,
negocios, negocios... sin ley, sin transparencia, sin recato.
Volviendo al comienzo: el tarifazo, aunque necesario, pudo haberse
evitado en una economía que hubiera tenido en cuenta progresivamente el
cambio en la estructura de costos. El aislamiento, aunque necesario para
salir de la crisis, debió dosificar su apertura para aprovechar la marcha del
mundo atrayendo inversiones que se han radicado en Brasil, Chile, México
y hasta Uruguay. La educación, aunque convertida como herramienta de
alimentación de excluídos para ayudar en la dramática coyuntura del 2002,
no debió olvidar la esencia que justifica su existencia, que es educar.
La intervención en el mercado, aunque necesaria frente a las
enloquecidas variables de hace un lustro, debió desaparecer paulatinamente
para generar un crecimiento más sólido. Los malos gestos internacionales,
que algunos pueden justificar como una “pose” para enfrentar la
renegociación de la deuda, no puede convertirse en una política de estado
plena de mala educación, guarangadas, groserías y desplantes que se
traduzcan en la marginación del país de los circuitos internacionales más
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dinámicos, y hasta de las visitas de Estado, desaparecidas de la agenda
nacional desde hace varios años.
Y la violencia... incrementada en los años duhalde-kirchneristas a
niveles crecientes de salvajes orgías de sangre, resultado de complicidades
tácitas y expresas con los barones del conurbano, mafias de narcotráfico y
altas esferas de poder económico y político, traducidas en la adicción de
miles de jóvenes desplazados de cualquier horizonte razonable, no debió
formar parte jamás de la ecuación de construcción de poder legal en una
Argentina que ha sufrido demasiado para reincidir en ella.
Todas estas cosas produjo el populismo, del que podría salirse aún si
la presidenta respondiera más a su formación política y universitaria y a su
propia intuición, que a los círculos de poder clientelista y capitalismo
“negro” cuya articulación pareciera ser la próxima función del príncipe
consorte.
Sería una tarea titánica, la verderamente importante –más que la
recorrida hasta ahora, atribuible a la suerte de una buena situación externa,
la admirable capacidad de trabajo de argentinos a los que se destrata, y a la
reconocida y saludable tacañería salarial de su marido en los primeros tres
años de gestión de las finanzas públicas-. Una tarea que pondrá en juego no
sólo su prestigio, sino las chances de avanzar en un camino dirigido hacia
las grandes democracias exitosas, o convertirse en un remedo de lo que es
hoy Venezuela o Boliva, los grandes amigos de la presidencia que la
precedió.
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Nadando en aguas negras
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oriente la Argentina hacia las democracias exitosas y hacia los países que,
en la región, sostienen democracias institucionales homologables, como
Brasil, Chile y Uruguay.
Si así fuera, Kirchner hubiera sido un Cincinato del siglo XXI,
devolviendo el poder a las instituciones apenas cumplido su mandato de
dictador. Sin embargo, la prolongación de la “emergencia económica” y los
“superpoderes” luego de la transferencia de mando muestran que la “epoca
K” no ha sido una excepción autoritaria institucional causada por la
emergencia, sino la esencia de un régimen de gobierno en el que se cree.
Ello rompe esperanzas y reitera las vías de hecho como mecanismo de
decisiones públicas. La sociedad tomó nota de inmediato, en un país en el
que nadie es ingenuo, y las calles se llenaron de piqueteros, gremios,
ambientalistas, tamberos, trabajadores del casino... reclamando su derecho
de la única forma que el “modelo de acumulación inclusiva” entiende: con
las vías de hecho.
La presidenta ha decidido, lamentablemente y a escasos tres días de
asumir, ratificar los errores de su esposo. Hasta el propio Ministro de
Economía se ha contagiado los dislates, al sostener que “no se puede
vender la leche al precio que se les ocurra porque en el exterior está
cara...”, como si la leche fuera de su propiedad y el encargado de fijar sus
precios fuera él. La respuesta de los tamberos, con la misma lógica, podría
ser entonces abandonar la producción de leche –lo que provocaría a los
industriales y consumidores la necesidad de comprarla en el exterior, donde
“está cara”- y dedicarse a cualquier otro negocio de los que abundan, con
rentabilidades superiores a la fijada arbitrariamente por la dupla Moreno –
Lousteau.... y algo de ello comenzó a ocurrir con la liquidación de vacas
lecheras enviadas a faena; la realidad, en este caso, se impuso por sobre el
capricho y afortunadamente los propios sectores encontraron su camino sin
la intervención amateur y voluntarista del gobierno. Pero sirvió para
desnudar la intimidad de las convicciones de la nueva gestión, aún las de
sus funcionarios recientemente incorporados y menos sospechados.
Lamentablemente, en lugar de acentuar el cambio por sobre la
continuidad, la nueva presidenta prefiere seguir nadando en aguas negras,
culpando al gobierno de Estados Unidos porque investiga un delito, a la
prensa porque lo informa y seguramente, en los próximos días, a la
oposición porque se hace cómplice de la aplicación de la ley a los ladrones,
en lugar de ayudarlos a “zafar”. Se enojará cuando la sociedad sospeche y
denuncie la “kirchnerización” de YPF, o los negocios oscuros con los
bonos argentinos en Venezuela. Y lo que vendrá....
Y seguirá así, hasta que la Argentina reconstruya su edificio
institucional y el gobierno vuelva a ser lo que debe, con los límites que le
fija el estado de derecho, con los “contrapesos y frenos” de la división de
poderes, los partidos políticos reconstruidos y la prensa –libre, sin
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presiones ni descalificaciones- respetada en su función de poner en
conocimiento de los ciudadanos todos los hechos que molesten al poder,
que es un peligro.
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El cambio de año
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se terminarán los subsidios a las tarifas de transportes, a las tarifas
eléctricas, a las tarifas de gas, al precio de los alimentos, a las empresas de
los “regalones del poder” y su cuento de la “economía productiva con
inclusión social”. Y el auge, que está apoyado –como en las viejas épocas
del país centralmente agroexportador- en la capacidad productiva del
campo.
Repetidas veces hemos reclamado desde esta columna lo que hacen
numerosos pensadores más capacitados que este autor: pensar en el futuro,
administrar la riqueza con criterio de escasez, hacer lo necesario ahora
porque mañana puede ser tarde, aprovechar el buen momento para
transformar la economía insertándola al mundo, para lo cual es
imprescindible la excelencia institucional, la seguridad jurídica, el estado
de derecho, la prudencia en el gobierno, el respeto a los derechos de las
personas.
Lamentablemente, se ha preferido el aullido destemplado y casi
histérico a la reflexión con la vista levantada, y los atajos conspirativos a la
conducción serena. Los argentinos estamos desaprovechando la bonanza
con su utilización total en el consumo, licuando salarios por la inflación,
liquidando el stock ganadero y lácteo, haciendo la vista a un lado para no
reconocer de lleno la gigantesca corrupción del sector público y dejando
pasar un excelente momento para reformular nuestra inserción externa
hacia el mundo global, reafirmando por el contrario nuestro vínculo con las
locuras de los autoexcluídos.
Pero, bueno. Así son las cosas. A pesar del barniz optimista que
provoca el “efecto riqueza”, por debajo las cosas no están bien. No están
bien y tampoco vamos bien. La sensación que deja hasta ahora la nueva
administración es la falta de templanza, la obstinación en el uso de
anteojeras ideológicas fuera de época, la ausencia de los espacios
institucionales de una democracia seria y la construcción de la imagen del
mundo alrededor de la idea escasamente homologable del
“kirchnercentrismo”.
Los ciudadanos “del común”, por su parte, están ya acostumbrados a
que las cosas del poder están fuera de su alcance y optan por la actitud
menos traumática: aprovechar el momento. Olvidados de reflexionar sobre
el “destino nacional”, se suman muchos a los atajos de la lucha directa –
con cortes de calle, piquetes, paros salvajes, interrupción de puentes,
bloqueo de fábricas, asaltos sangrientos a jubilados y comerciantes- y otros,
a disfrutar de la vida haciendo rendir en el momento sus pequeños –o
grandes- sueldos, ahorros o ilusiones.
Así llega este cambio de año con la primer presidenta mujer. Todavía
queda la esperanza que cuando comience el 2008, se decida a gobernar.
Sería bueno, antes que la realidad golpee a las anteojeras y lleguen
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nuevamente episodios traumáticos como lo que –aunque con una negación
suicida- todavía viven en el inconsciente de los argentinos.
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Humanitario... pero asqueante
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un hecho político: es la necesidad de ceder a un chantaje inmoral por parte
de delincuentes despreciables, y actuar en bien de los secuestrados no
puede ocultar la esencial inmoralidad en la que se ubica todo el proceso.
Todo involucramiento –que nos hace mejores- implica optar por
valores que no son absolutos. Cada valor conlleva un disvalor. Cada buena
acción tiene normalmente alguna consecuencia condenable desde la pureza
de la ética en abstracto.
La política, guste o no, en un mundo imperfecto –como el que
necesita de la política...- requiere embarrarse en estos chiqueros de
inmundicia. El ex presidente se está embarrando en nombre de un
imperativo moral. Debemos comprenderlo, reconocerlo, y hasta aplaudirlo.
La condición es que recuerde que vuelve embarrado, asquerosamente
embarrado. Ha participado en una negociación entre el mundo civilizado y
quienes niegan el derecho de las personas a su libertad, por simple capricho
o conveniencia, quienes alimentan el comienzo de la cadena del tráfico de
drogas que contamina a millones de jovenes en el mundo, genera con la
adicción los crímenes de volencia desbordada que asesina a nuestros
abuelos para robarles sus monedas, y somete a nuestras sociedades a la
inhumanidad en su convivencia.
Participa, en síntesis, en una actividad humanitaria, pero asqueante.
Ambos extremos deben recordarse, internalizarse, y reflejarse en el tono, en
el discurso y en las actitudes que, lejos de mostrar exitismo, deben rodearse
de un profundo recato debido al sufrimiento de los cientos de personas que
aún continúan muertos en vida.
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Imaginar lo inimaginable... pero posible
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secuestradas, y que esta disposición llega hasta garantizarles su impunidad
con garantía internacional.
Puede argumentarse –de hecho, sería válido- que las razones de
escala son diferentes y que en la Argentina no existe un grupo delictivo con
la capacidad logística y operativa como para ocupar materialmente una
parte del territorio nacional, como las FARC en Colombia. Esto es cierto...
por ahora. El desmantelamiento de la capacidad operativa de las Fuerzas
Armadas, el descrédito de las fuerzas de seguridad fogoneado por el propio
gobierno, el exponencial crecimiento en la “era K” de las redes delictivas y
específicamente de las redes de narcotráfico articulando las diferentes
etapas del negocio, desde el ingreso en aviones que nadie controla por la
frontera norte, la elaboración que nadie controla en laboratorios
clandestinos y la distribución que nadie controla en los principales centros
urbanos, no permiten asegurar que esta realidad no fuere la vigente en
nuestro país dentro de algún tiempo, más cercano que lejano. A comienzos
de los 70, la violencia puntual y la verborragica de los grupos guerrilleros
como Montoneros tampoco parecía peligrosa, y llegó a donde llegó.
¿Tenía sentido, con este horizonte dentro del marco de
probabilidades, comprometer a la Argentina nada menos que con la figura
de un expresidente y del Canciller en ejercicio, en un operativo para el que
no era imprescindible? ¿No se hubiera podido responder al pedido de
solidaridad con una presencia simbólica de menor dimensión cualitativa,
como hicieron otros países? ¿Tienen ya en elaboración el eficiente Jefe de
Gabinete de Ministros o el intelectual a cargo del Ministerio de Justicia una
construcción argumental válida para el caso que una situación como ésta se
presentara en nuestro país?
En todo caso, interrogantes preocupantes que pasarán a formar parte
de la agenda política argentina por decisión de la propia presidenta, sin
necesidad alguna, y de los que se evidencia –nuevamente- una forma de
gobernar para la que la calidad institucional, la seriedad republicana, la
reflexión serena y el respeto a la ley no son precisamente cualidades a
exhibir por la nueva gestión.
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Todavía está a tiempo
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Estos argentinos, sus argentinos, no merecen ni sus vacaciones
anticipadas ni las aventuras tropicales de su esposo, ni las amistades
peligrosas por capricho o las peleas desde la tribuna con países serios sin
otro propósito que ayudar a “zafar” a alguno de sus cortesanos, aún a riesgo
de convertirse en el hazmerreír del planeta. Merecen que atienda su gestión,
que tome las riendas, que se haga cargo. Que se desprenda de los lastres,
que responda a su propia visión, si es que ésta es la que expresó en su
discurso inaugural.
Todavía está a tiempo. El poder no perdona su falta de ejercicio. El
tobogán que comienza con la falta de presencia presidencial ha demostrado
en la historia argentina no tan lejana, ser muy peligroso. Y un país como el
nuestro, sin nadie que tome sus riendas, puede descontrolarse más aún de lo
que está.
Todos los argentinos –me atrevo a pensar aún en los más nítidos
opositores, entre los que se cuenta el autor de esta nota- se despiertan todos
los días esperando la buena noticia de su reacción, porque de ella dependen
cosas tan importantes como la propia viabilidad de la democracia argentina.
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La calidad institucional y el gran hermano de Moreno
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Sigue teniendo tiempo, pero sigue también gastando su crédito. Sería
un error que confunda el respaldo institucional a su función, que le brindan
todos los argentinos de bien, con apoyo personal a su conducción. Nadie le
pondrá piedras en la rueda, pero nadie puede evitar sus errores al elegir sus
colaboradores o al instruirlos sobre las características de su gestión o la
realización de medidas que –como en el caso que nos ocupa- son una
agresión grosera a los derechos que los argentinos han ganado y defendido
desde la recuperación de la democracia.
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Esperando el tren bala
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saben si contarán con energía para cumplir sus contratos, de todos que
tampoco saben, al salir a la calle, si volverán vivos...
Estamos todos esperando el tren bala. Como las inversiones chinas,
el gasoil que “lloverá”, la energía que no falta y la inflación que no existe.
¿Comenzará Cristina a gobernar, de una vez por todas?
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Cristina atrasa, el país se descalabra, K acumula...
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El juego de estos datos muestra que el país, lamentablemente, está
volviendo a acercarse al atrasado diagnóstico de Cristina, y habría
alcanzando el famoso “cuello de botella” hace rato si la soja, el girasol y
otros productos del campo tuvieran el valor internacional del año 2000,
repitiendo esa crisis. Quizás sea bueno recordar que con estos volúmenes
pero con aquellos precios, la balanza comercial sería deficitaria ya desde
hace un par de años, extremo al que no se llegó ni siquiera en los
momentos más graves de la recesión y con los precios de las
“commodities” por el suelo.
La realidad, desgraciadamente es otra. El país –y el régimen duhalde-
kirchnerista- desde la crisis del 2001 que ayudaron a provocar, vivieron
gracias a las inversiones que el país había realizado hasta esa fecha, pero al
detenerlas con la irresponsabilidad sobre la que muchos alertaron ya desde
el 2003, están llegando a una saturación de la capacidad instalada que
bordea su límite, el que ya se alcanzó en el campo energético.
Escasez de gas, de energía eléctrica y de gasoil; trenes y colectivos
que se caen de a pedazos; infraestructura aérea que no agregó nada en lo
que va del siglo; rutas deterioradas con récord mundial de muertos en
carreteras; obsolescencia del equipamiento de las fuerzas de seguridad con
un crecimiento exponencial del narcotráfico; aislamiento internacional para
las inversiones serias en infraestructura que obligarán a volcar en ellas
inversión pública demorando urgencias lascerantes, como la requerida por
la salud y la educación, en la que están volviendo índices de mortalidad
infantil superados hace diez años y niveles educativos inferiores a los de
comienzos del siglo XX...
Por supuesto que para muchos las cosas andan bien, y ojalá que así
sigan. La abundancia confiscada al maldecido campo permite disfrutar de
una situación desahogada, que con un gobierno capaz hubiera permitido
hace tiempo terminar con la pobreza extrema, con la necesidad de
“cartonear” para poder vivir de miles de compatriotas, con el hacinamiento
en el transporte público y las necesidades de vivienda, agua potable y
saneamiento.
En estos cinco años que corrieron entre el 2002 y el 2007, el campo
con sus exportaciones ha aportado al país –y a la administración duhalde-
kirchnerista- cerca de CIENTO CINCUENTA MIL MIL MILLONES DE
DÓLARES que, de ser cierta la “ecuación de Cristina” (es decir, si la
industria generara sus propias divisas para evitar su asfixia externa)
hubieran bastado para desarrollar la infraestructura, mejorar la educación,
garantizar la seguridad, o pagar la deuda pública, cuyo nivel es superior a la
existente cuando provocaron la crisis. Más de un tercio de este descomunal
monto, confiscado con las “retenciones”, ha sido administrado por el ex
presidente sin control político ni judicial, sin legalidad en su apropiación,
sin presupuesto ni rendiciones de cuenta, sin resultados ni estrategia. En
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cualquier país democrático del mundo una circunstancia así hubiera sido
tan escandalosa que retumbaría en las paredes de sus parlamentos y en las
tapas de sus diarios. Aquí no sólo puede mostrar con impunidad y
desparpajo un insultante incremento patrimonial, sino que además anuncia
que seguirá en la tarea, ahora con una nueva meta: apropiarse
definitivamente de la estructura política más desarrollada del país para
profundizar su “rumbo”.
Porque mientras Cristina atrasa y el país se deteriora, K acumula. No
satisfecho con lo que ya incrementó su patrimonio personal durante su
gestión –un récord, como los que gustan a su esposa: es el presidente que
más aumentó su patrimonio durante el ejercicio del poder en toda la
historia argentina-, ahora se prepara para que en su persona confluya la
suma del poder político a través de su delegada en la Casa de Gobierno y la
jefatura del justicialismo adocenado a los que pretende agregar el poder
económico, con la escandalosa kirchnerización de YPF, sus contactos con
la megacorrupción “bolivariana” –ligada, a su vez, con la narcoguerrilla
colombiana-, la “nueva burguesía nacional” de sus amigos santacruceños
originada en la corrupción estatal desenfrenada y el disciplinamiento del
empresariado servil, que –por supuesto- nunca ha ganado tanto –ni
invertido tan poco- como en estos años.
Sería de esperar que así como en la oposición democrática
republicana los ciudadanos esperan y trabajan para que en las lides
electorales que vienen no deban quedar mascullando su impotencia ante los
pasos de minués de liderazgos sin capacidad de articulación política, en el
oficialismo peronista se levanten ciudadanos que encuentren fuerzas en lo
profundo de su historia para no seguir siendo utilizados en un proyecto
político-económico ubicado en las antípodas de sus banderas
fundacionales.
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Responsabilidad
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¿Le tocará ahora a la Ley de Gravedad?
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del gabinete nacional, para “ratificar” o “rectificar”, por ejemplo, que la ley
de la oferta y la demanda existe.
¿Negará tambien la ley de gravedad?
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KyL
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La oposición democrática republicana, por su parte, deberá ahora
hacer sus deberes con más prudencia y sensatez que nunca, articulando su
propuesta y puliendo su discurso para preparar el relevo, que se producirá
más temprano que tarde. Su desafío es recuperar la confianza y el
entusiasmo de la gran mayoría de las clases medias argentinas, su base
electoral natural, demostrando que la firmeza de principios es compatible
con la eficiencia de gestión, y que ha erradicado el dogmatismo
seudoideológico propio de la adolescencia para pensar en términos
estratégicos en una Argentina exitosa en el mundo globalizado, asumiendo
el gran desafío de volver a ubicar a nuestro país, en el término de una
generación, entre los que garantizan a todos sus habitantes los mejores
niveles y calidad de vida en el mundo.
Para eso se necesita revalidar la palabra, la honestidad, la fidelidad
de los hechos para con los dichos, recrear la confianza de unos con otros y
de todos en el país, respetar las leyes, confiar en la justicia. Si el
realineamiento que ha comenzado a efectuar el expresidente en el otro
campo ayuda a recuperar el entusiasmo en el espacio rival, entonces
bienenido sea.
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La oposición
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masivamente al “centro-derechista” Macri, y a los tres meses a la “centro-
izquierdista” Carrió. Los fuegos artificiales verbales entre unos y otros le
resultaron siempre de mal gusto. No pueden comprender sus gestos
recíprocamente recelosos, su alejamiento de las angustias cotidianas de
quienes ven en ellos una alternativa para sacarse de encima esta pesadilla, y
la demora en comenzar la articulación de una red de relevo que les permita
contar con la posibilidad de un cambio sereno hacia un rumbo abierto,
global, democrático, vital, apoyado en la capacidad transformadora de las
personas, alejado del paternalismo populista, la violencia de las redes
mafiosas del conurbano y de la cleptomanía sistémica de las corporaciones
gremiales, clientelistas, partidarias y empresariales protegidas. Un rumbo
como el que menciona la propia presidenta en sus discursos, tan alejados de
lo que hace y dice no ya sólo su marido, sino su propia administración.
La oposición. Ese es el problema argentino. El oficialismo es
conocido. Sus límites, sus prácticas, sus vicios, sus engañifas de jardín de
infantes, su esencial abismo entre lo dicho y lo hecho, su desconocimiento
de los derechos de los ciudadanos, de la independencia de la justicia, de la
libertad de expresión, y su aislamiento del mundo que avanza. Es la
oposición, la que en la concepción de la mayoría de los argentinos debiera
significar el camino alternativo, el de una democracia vital y participativa,
el de un sistema moderno sostenido por partidos políticos abiertos y
competitivos, el de un debate sostenido con argumentos respetuosos –del
adversario y de quienes observan- entre los protagonistas del espacio
público, el de un país sumado al concierto responsable de las sociedades
que están construyendo el futuro global, esa oposición es la que deja un
vacío tan rápida –y pícaramente- aprovechado por el universo K.
Y la que le permite, con su estrechez de miras, continuar el saqueo.
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Argentina:
La inflación ya está instalada
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La inflación está instalada, gracias a los aprendices de brujos
instalados en la Casa Rosada, especializados en engordar alforjas propias y
saquear las ajenas. Porque por supuesto, la inflación abre posibilidades
enormes para los grandes negociados. Disimula ganancias, oculta sobornos,
dificulta los cálculos, convierte en letra muerta los controles del gasto y en
dibujos voluntaristas las partidas presupuestarias. Y a la postre, castiga con
la desaparición de ilusiones a los ciudadanos comunes, que deben pasar su
vida sacando cálculos para defender su ingreso instalando en la vida
cotidiana la inseguridad económica como norma, la desconfianza como
sistema y la falta de transparencia como método.
La inflación conspira contra la convivencia. Incrementa los
conflictos sociales, que por el contrario desaparecen cuando hay estabilidad
(¿alguien recuerda huelgas importantes en los 90?). Y destruye las bases
para las negociaciones colectivas por empresas que comprometen y asocian
a trabajadores y empresarios en el desafío común en cada actividad,
reemplazándolas por la negociación “macro” entre las burocracias
sindicales corruptas, recreando el triste fenómeno de sindicalistas
estancieros, empresarios y multimillonarios eternizados en su silla, a la que
han convertido en fuente inagotable de ingresos mal habidos.
La inflación, una vez instalada, adquiere una dinámica de muy difícil
corte, salvo con crisis abruptas –como el “shok” de Rodrigo durante la
presidencia de Isabel Perón, que a más de treinta años aún se recuerda y
desembocó en el proceso militar, o la hiperinflación que se produjo durante
la presidencia de Alfonsín, que le costó su retiro anticipado del poder, o la
renuncia a la moneda nacional que se instaló con la convertibilidad y
terminó derrumbando un sistema; todas tuvieron, a la corta o a la larga,
consecuencias finales traumáticas-.
De todos los desastres K, gran dilapidador de una enorme
oportunidad nacional, el desmantelamiento institucional ha sido el mayor,
hasta ahora. La reinstalación de la inflación como sistema se le agrega para
retornar, como quizás añora, a la época de triste recuerdo que desembocó
en los años de plomo allá por los años 70..
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Jubilados, inflación y aportantes
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¿Hay un tema ideológico? Pareciera más bien que hay un tema
práctico. La cleptomanía sistémica del régimen “K”, que decide por su sola
discreción a quién le saca ingresos y a quién se los da, ha resuelto que
tomará los recursos ahorrados por argentinos que guardan para su retiro, a
fin de proseguir financiando con dinero ajeno su curso acelerado de
aprendices de brujos. Sería bueno que recuerden que los ciclos no son
eternos, y que las mortificaciones judiciales a que han sometido a sus
antecesores pueden parecer un lecho de rosas cuando las luces del poder se
apaguen, y a los jueces que vengan se les ocurra –como hoy con los
gobernantes que fueron- mirar hacia atrás y convocar a rendición de
cuentas a los reyes destronados. Y a los responsables de las AFJP... Unos y
otros podrían llegar a ser obligados a responder con sus patrimonios
personales por el daño que causan sus decisiones arbitrarias y actitudes
serviles.
46
De costos, precios y licenciados a medias
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¿Qué pasa si aumenta la disponibilidad de recursos de quienes
desean un producto, pero no ha aumentado la cantidad de ese producto?
Pue ese producto sube de precio. Y si no sube, se acaba más rápido, y al
final directamente no se conseguirá, porque –sencillamente- no habrá más.
Habrá que elaborar otro circuito, por ejemplo, adquiriéndolo en el mercado
mundial, o sea, importándolo.
Es lo que ocurre ahora con el gas, la electricidad y el gasóil. Y lo que
ocurrirá en pocos meses con la carne.
¿Por qué no aumentan su producción los empresarios? Es otro
campo: los motivos que tienen los empresarios para invertir dependen de su
expectativa de rentabilidad, y de su confianza. Los empresarios de
hidrocarburos están produciendo a pleno en países que le garantizan
seguridad jurídica . Los productores de carne están aumentando su
producción en Uruguay y Brasil, aprovechando el excelente momento
internacional. Sus gobiernos son serios, no caen en infantilismos y han
estudiado todo el programa de la materia, no sólo la mitad.
Una muestra clara la presenta la ganadería en el Uruguay: sus
exportaciones crecen a precios internacionales, sin “retenciones” de
ninguna epecie, pero ello no impide que el asado esté al alcance de los
consumidores uruguayos a un precio menor que en la Argentina. Actúa
aquí “la segunda mitad” del libro: los consumidores internacionales fijan el
precio de los cortes que le interesan en un nivel superior al costo de
producción, generándole ganancias que enriquecen al país; y los
consumidores internos fijan el precio que están dispuestos a pagar por el
asado y demás cortes “no exportables” (porque no interesan al mercado
externo) y los productores deben venderlo a ese precio porque si no, deben
desecharlos. El fenómeno es similar a lo ocurrido con el gasóil y las naftas
en los hidrocarburos en la Argentina: si no se puede exportar nafta,
tampoco se puede producir gasóil.
Ahora se prepara, según trascendidos, una nueva prohibición a la
exportación de carne. El “medio-Licenciado” a cargo del comercio sigue
con el dislate. Sigue aplicando la mitad del librito. Y destrozando todo un
sector productivo, que ha ha liquidado gran parte de su capital de “madres”
pasándose a una actividad alternativa, la soja, en la que las imbecilidades
oficiales son menores que las que manejan las decisiones sobre la carne
porque conforman un objeto de rapiña demasiado valioso como para
exterminarlo.
¿Somos “víctimas de nuestro propio éxito”, como afirmó el Jefe de
Gabinete semanas atrás al justificar la crisis energética? Más bien parece
que somos víctimas de la supina incompetencia del gobierno de Kirchner, a
pesar de los encomiables esfuerzos dialécticos del Jefe de Gabinete. Si la
economía sigue recalentándose con aumentos salariales que suman
capacidad de compra a una economía que no crece sino que, al contrario,
48
muestra sus límites –por la inseguridad jurídica, la falta de infraestructura,
las alocadas decisiones de la Secretaría de Comercio, las dificultades de
financiamiento productivo realimentadas por la inflación descontrolada-
marchamos directo a una explosión como la que ocurrió con Isabel Perón,
en 1975. En realidad, no es que suban los precios: lo que ocurre es que baja
el valor de la moneda, ante la desbordante emisión de billetes nuevecitos de
Cien pesos que cada vez valen menos.
Vendrá un rodrigazo, que cuanto más tarde, más fuerte golpeará a los
hogares humildes.
Dios quiera que no venga de la mano de nuevas triples “A”, desorden
social generalizado, y desborde total de la convivencia, que ya se insinúa y
que se potenciarán con “fuerzas de choque” destinadas a enfrentar
inútilmente al destino.
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50
El vacío... o la desfachatez
51
Nada sobre la creciente asfixia productiva, ni sobre la cerrazón que
se cierne sobre la economía ante los dislates del ex presidente formal, real
presidente de facto, que ha convertido a Puerto Madero en la verdadera
sede del gobierno nacional.
Es dificil –lo hemos dicho varias veces- no coincidir con lo que dice
la presidenta Kirchner. Es muchísimo más difícil encontrar algún hilo
conductor, algún vínculo, entre lo que dice y lo que pasa. Como si viviera
en una pompa de jabón, o mirara al país desde la estratósfera. Salvo por su
obsesiva defensa del narcotraficante caribeño, que está a punto de desatar
un baño de sangre en el continente luego de alinearse con lo peor de la
política, del delito y del crimen global.
En siquiatría, tal vez se podría hablar de esquizofrenia. Pero es
política, que obliga a ser claros en los juicios. El discurso oscila entre el
vacío y la desfachatez.
El vacío, si tenemos benevolencia para juzgarla y pensáramos que no
sabe lo que pasa.
La desfachatez, si –engañados por su facilidad en hilvanar frases
articuladas- le diéramos crédito a sus palabras y pensáramos que sabe de lo
que habla, y, en consecuencia, que miente con desparpajo.
52
De “realities” presidenciales, peces en el agua y majestad del poder
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protagonismo en una “pescera ajena” de nuestra presidenta, sin vela en el
entierro a pesar de que, en palabras de su inefable canciller, se movió
“como pez en el agua” y cuya intervención –que no omitió una broma de
género de grotesco mal gusto- fue destrozada punto a punto por la maciza
respuesta de Uribe al punto de dejarla desencajada y con su dedito oculto.
Y –al fin...- la reacción teatral del afectado, que dejó a la vista de cientos de
millones de latinoamericanos que los insultos cruzados, los
desplazamientos de miles de soldados a la frontera, las amenazas de guerra
–“hasta el final”...- y las exigencias formales sin sustancia que pusieron en
vilo a todo un continente no habían sido más que fanfarroneadas
inconsistentes. Tan inconsistentes que no provocaron que ni un solo
soldado colombiano fuera desplazado hacia la frontera de su país para
prever una posible batalla...
De manera que eso eran.
Lo preocupante, luego de ver el desarrollo de la cumbre, es que el
honor, la riqueza, el destino y hasta la vida de tanta gente pueda estar
dependiendo... de esas personas.
54
De “aristócratas” que “indignan”...
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Son, por el contrario, la esencia de los argentinos de bien, de los
valores y conductas que hicieron grande a este país y la reserva a la que
recurrimos cuando los periódicos desastres generados por la “patria
contratista”, la “patria financiera”, la “patria partidaria” o la “patria
sindical” nos colocan al borde del abismo.
O los socios de todos, los empresarios prebendarios alejados de los
riesgos de la competencia pero siempre cercanos al poder, que ya están
vendiendo sus empresas para “irse al dólar”, a esperar la caída para volver
a comprar a precios ridículos lo que aún pueden vender a buen precio. Que
es, dicho sea de paso, lo que han comenzado a hacer algunos, aconsejados
por sus analistas económicos ante la cercanía al precipicio al que nos
empujan día a día las genialidades de la administración K-K.
Los del campo quizás no debieran preocuparse: Moyano, en síntesis,
les dijo un piropo. Estuvo mejor que el Jefe de Gabinete, que se “indignó”
porque estos aristócratas, cansados del saqueo, protestan porque una vez
más la banda de “Ali K-K- y los cuarenta ...” ha resuelto meterles la mano
en el bolsillo.
Es que, cabe recordar, entre las virtudes de la aristocracia está saber
tolerar el sufrimiento si es necesario para el bien de los demás. Pero no es
virtuoso dejarse robar pasivamente para enriquecer delincuentes. Aunque
algunos se indignen.
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Cristina, Kelsen y las retenciones
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antijurídicas: el gobierno resuelve quedarse con ingreso que es propiedad
de sus dueños pasando por encima de sus derechos constitucionales.
Aunque se disfracen de impuestos aduaneros, que deben también discutirse
en el Congreso y no pueden ser confiscatorios. Se usa para justificarlas una
“ley” de Onganía, disfrazándolas de impuestos a la exportación. La Corte
ha dicho que los impuestos no pueden absorber más del 35 % del valor de
un producto, porque serían confiscatorios. Las retenciones son
inconstitucionales, su legalidad emana sólo de una “ley” originada en un
gobierno dictatorial, y su monto supera ampliamente lo permitido por la
justicia. En conjunto, entre las retenciones (44 %), el impuesto a las
ganancias (35 %), el IVA no deducible, los impuestos provinciales, las
tasas municipales y las contribuciones patronales, el peso impositivo sobre
la producción agraria oscila en alrededor del 65 %, llegando en algunos
casos al 90 %. Son, en la visión de la filosofía del derecho a la que adhiere
la presidenta, sencillamente ilegales.
Peo no sólo son ilegales. Económicamente son la expresión de una
visión retrógrada, fuertemente conservadora, con las que se financia la
conformación del bloque de poder clientelista y subordinado que comenzó
Duhalde y prosigue su gestión.
Esta lucha está mostrando la puja de dos países.
El futuro de crecimiento en un país abierto al mundo, competitivo e
inclusivo, protagonista de la globalización sin enconos ni complejos,
asentado en la potencia creadora de sus hombres y mujeres trabajando con
imaginación y tesón, o el pasado de un país cerrado y clientelista,
prebendario y corrupto, en el que los ciudadanos son objetos de las
trasnochadas veleidades políticas o ideológicas –destinadas al “zonzaje”-
por parte de la vergonzosa asociación ilícita que se está quedando con el
país.
Se trata de la lucha del país del pasado por sacarle a los hombres de
campo el fruto de su trabajo, su riesgo y su inversión, y de éstos para
defenderlo, sencillamente porque es de ellos.
De cualquier forma, es interesante reflexionar sobre los dos caminos
que se debaten sobre el destino de los ingresos de los productores
agropecuarios. Se respeta el estado de derecho y quedan en sus manos; o se
les roba para que sea la administración “K-K” la que diga que se hace con
ese dinero extraído a sus dueños.
En manos de los productores ese ingreso circula hacia varias
corrientes importantes:
1. hacia las empresas fabricantes de maquinarias agrícolas,
tractores, cosechadoras, sembradoras;
2. de éstas hacia sus trabajadores, técnicos, distribuidores,
fabricantes de sus partes –pequeñas metalúrgicas, tornerías y
talleres locales-,
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3. nuevamente desde estas últimas a los trabajadores del sector,
los comerciantes y proveedores de los pueblos, (con sus
empleados),
4. hacia los municipios a los que les abonan los impuestos, y
desde allí hasta los trabajadores municipales, las obras
públicas locales, el florecimiento de los pueblos del interior
mejorando su calidad de vida.
5. hacia el conjunto de impuestos locales, con los cuales se
refuerzan las finanzas de provincias y pueblos: mejora la
educación, la salud pública, las obras públicas locales.
6. Otra corriente va hacia los proveedores de siembra,
fabricantes y proveedores de semillas, fertilizantes,
agroquímicos y demás insumos agropecuarios, profesionales
agronómicos, veterinarios, técnicos.
7. Y es posible que, como es tradicional, el excedente que
hubiere se invierta en la explotación ganadera, la “caja de
ahorros” del hombre de campo, incrementando la
producción de carne, con sus derivados –veterinarios, peones
de campo, proveedores de genética, medicamentos, etc-.
¿Dónde van, por el contrario, las retenciones administradas por la
gestión “K-K”?
No mencionaremos “la valija de Micheli”, ni las coimas de Skanska,
los sobreprecios de los gasoductos o el pago a precios exorbitantes del gas
importado de Bolivia. Sólo hablaremos de las corrientes de gastos más
evidentes, la mayoría de los cuales no surgen de un debate parlamentario
sino que están utilizados con la discrecionalidad de quien maneja un
almacén propio. ¿Hacia dónde va la recaudación de las retenciones
administradas por el gobierno?
1. hacia las prebendas al Sindicato de Moyano, utilizado como
fuerza de choque estilo “camisa negra” seudo fascista.
2. hacia las transferencias a las empresas transportistas de
colectivos, con fuertes “devoluciones”, a las aéreas, y a las
ferroviarias, a las que se les garantiza una renta sin competencia
desestimulando su inversión en equipamiento.
3. a empresas fantasmas, como ENARSA, o la propia LAFSA,
creada por Dualde y continuada por Kirchner, que sigue pagando
sueldos de 10.000 pesos mensuales y más a personal que no hace
nada, porque no tiene aviones, ni vuela.
4. a los subsidios a empresas deficitarias amigas del gobierno.
5. a reforzar las “sugerencias” y presiones a los gobernadores,
Intendentes, Jueces y periodistas en la nueva “cadena de la
felicidad” que tanto éxito le dio al menemismo en sus diez años
de gestión;
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6. hacia la utilización política para alinear sindicatos, repartiendo
fondos a las obras sociales de los sindicalistas que acepten a
Moyano como su jefe.
7. hacia las transferencias a los empresarios bonaerenses golpistas
del 2001 que heredaron del duhaldismo.
8. hacia la construcción clientelista de poder a través de los
municipios del conurbano, el pago a personas convertidas en
“carne de cañón” de movilizaciones amañadas y aplaudidoras
acarreadas en los actos de apoyo a las internas políticas o
sindicales del esquema oficial.
9. hacia la construcción amañada de la reorganización del
peronismo, nuevojuguete del ex presidente formal desde la Casa
de Gobierno de Puerto Madero.
La diferencia es nítida.
Por el primer camino el país tomaría la senda homologable de
contruir un futuro integrado, federal, apoyado en el potencial creador de sus
ciudadanos más dinámicos, sostenido en un sistema político en el que la
base última es la reflexión y decisión de ciudadanos libres.
Por el segundo, se profundizarán las distorsiones republicanas
propias del país corporativo, estancado y envejecido, de espaldas al mundo
en el que, a pesar de la oportunidad internacional, se están desperdiciando
alternativas que difícilmente se repitan en el corto plazo. Un país que, en
pleno auge y “optimismo”, ha girado al exterior en el segundo semestre del
2007 nada menos que USD 8.622 millones de dólares, más que los que
expulsó durante la crisis del Tequila, en el primer semestre de 1995 (USD
5.787 millones) o los emigrados en el segundo semestre del 2001, cuando
todo se caía (USD 6.491 millones). Un país cuyos funcionarios no dudan
en perjudicar a sus productores y beneficiar a sus competidores del
exterior, regalando mercados que costaron décadas conquistar, a la
capacidad exportadora de Brasil, Uruguay, Paraguay y los propios
“farmers” norteamericanos, felices de las decisiones de la administración
“K-K”, como lo menciona Jorge Castro en su nota de Clarin del 22 de
marzo.
Los hombres de campo, como lo han hecho tantas veces en la
historia, están abriendo un camino y mostrando un ejemplo. Bastante han
tolerado hasta ahora el desprecio y la soberbia. En todo caso, la política –
gran ausente de éste y de todos los debates importantes desde el 2001-
debiera tomar nota para que no se extienda en todo el país un nuevo y
potente grito de que “se vayan todos”.
60
Los jovenes, protagonistas del dia
61
Son los chicos y chicas que, al compás de sus "mp3" y con un
optimismo sin concesiones, a veces bajo una lluvia torrencial, reparten
pizzas en patinetas o trabajan de meseras en los restaurantes elegantes, para
ayudar a pagarse sus estudios.
Esa Argentina existe, vive, pelea su futuro día a día. Está formada
por esas semillas del futuro exitoso. No tienen nada que ver con el
"proyecto K-K".
¡Como no enorgullecerse de ellos!
Claro, está la otra Argentina. La del poder clientelista armado para
enriquecer pocos bolsillos. La de los empresarios bonaerenses golpistas del
2001, que llegaron con Duhalde y se quedaron con Kirchner, y ya están
mandando al exterior lo que ganaron. La del aparato político bonaerense,
que roba ingresos a los productores para edificar su poder clientelista con
gente a la que le pagan para funcionar como "camisas negras" -D'Elía,
Pérsico, etc.- y apoyado en las redes delictivas del conurbano, en
connivencia con los punteros políticos, policías y jueces corruptos. La que
vive de las licitaciones amañadas de gasoductos y autopistas, y de las
“comisiones” por cada trámite que hay que hacer en el Estado. La que arma
negocios millonarios sin poner un centavo, como la vergonzosa operación
de kirchnerización de YPF. Es la Corporación de la Decadencia. Ahí está
“K-K”
Lo notable de la lucha de estos días fue la cantidad enorme de
jóvenes. En las rutas, en las ciudades del interior, en los cacerolazos de la
Capital Federal. Conforman la generación "post-conflictos". No habían
nacido cuando Isabel Perón, ni cuando los Montoneros, ni cuando el
Proceso. Algunos, no habían nacido cuando Alfonsín. Esa generación es la
esperanza.
El gran interrogante es cuánto tardará en imponerse al mundo viejo,
hegemonizado por la corporación de la decadencia. Pero ya empezó su
lucha en estos días.
En lo personal, no me inspira otra cosa que simpatía, entusiasmo, y
el renacimiento de la esperanza en este querido país.
62
Las retenciones son inconstitucionales
Corría 1967. Onganía había derrocado a Arturo Illia, quien en los dos
años de su gestión había garantizado al país un crecimiento económico
armónico del campo, la industria y los salarios, pero fue jaqueado por la
intemperancia de la CGT que con tomas de fábricas y caos social preparó el
terreno del golpe.
Augusto Timoteo Vandor, el “Moyano” de entonces, asistió, de traje
y corbata, a la asunción del nuevo presidente del proceso militar
autodenominado “Revolución Argentina”, que tuvo en las primeras épocas
de su gestión un romance con el movimiento obrero.
Sin embargo, había nubarrones económicos. El éxito de Illia había
comenzado a diluirse por la incapacidad de la nueva gestión y se hacía
necesario un ajuste. Y comenzó a elaborarse el Plan de Estabilización y
Crecimiento.
El 13 de marzo de 1967, una devaluación del 40 % anunciada por
Ministro de Economía Adalberto Krieger Vasena llevó el precio del dólar
de entonces desde $ 250 a $ 350, y para evitar que la “mordida” salarial
fuera tan abrupta, decidió imponer las “retenciones”, en ese momento entre
el 16 y el 25 %. Para implementarlas, se incorporó en el Código Aduanero
la facultad presidencial de imponer impuestos a la exportación, sin ningún
límite.
¿Era una delegación? Sí y no. Sí, porque por ley, una facultad
constitucional del Congreso se delegaba en el Ejecutivo. No, porque quien
hacía esa “delegación” en nombre del Congreso no era el Congreso, que no
existía, sino un engendro normativo de entonces, llamado Ley pero dictado
sólo por el Presidente.
Y ahí comenzó la historia, que, a fuer de ser sinceros, se había
insinuado tímidamente por la administración de Frondizi con los derechos
compensatorios que había implantado “provisoriamente” para atenuar la
devaluación de 1958 (en ese momento fueron entre el 10 y el 20 por ciento)
y que varios gobiernos utilizaron luego.
¿Y antes? Pues, el peronismo se había manejado con un sistema más
tosco: había nacionalizado el comercio exterior. De esta forma su gobierno
se había adueñado del sistema de precios, aplastando el crecimiento del
campo, el “talón de Aquiles” de su economía.
Pero fue a partir de Onganía que el juego de las retenciones se
ensañó con el campo, quitándole previsibilidad a sus explotaciones y
dificultando cualquier proyecto serio de inversión. La historia, sin
embargo, no había terminado.
En 1991, en efecto, por decreto 2752/91, el presidente Menem hizo
otra “delegación”. Esta vez fue en el Ministro de Economía, con lo que una
facultad parlamentaria inherente a la esencia democrática sufre su último
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“ninguneo”. Ya no sería necesario un debate parlamentario público y
plural, ni siquiera una decisión política de la autoridad principal del Estado:
un simple secretario –que eso es un Ministro- podría cambiar de manos
miles o millones de pesos o dólares por su propia decisión. Así ha ocurrido
en el caso que nos ocupa: cerca de Dos mil millones de dólares, o sea Seis
mil millones de pesos extra son arrebatados a sus dueños por la simple
Resolución de un funcionario de segundo nivel.
Podemos imaginar qué diferente hubiera sido la situación si hubiera
sido el Congreso el encargado de debatir el tema. Allí, con las mediaciones
políticas, las audiencias públicas, el debate abierto, seguramente las
necesidades de gobierno hubieran avanzado –por la mayoría legislativa-
pero teniendo en cuenta los efectos, y diseñando las eventuales acciones
compensatorias de los daños producidos. Porque la democracia tiene,
justamente, esa virtud: da lugar a todas las opiniones, e impide que las
decisiones se tomen en el encierro de gabinetes teóricos o esclerosis
ideológicas que ignoren la realidad.
Los hechos de estos días dan la razón a la necesidad de derogar ese
artículo del Código Aduanero y devolver al Congreso la facultad de
imponer impuestos, como lo establece en forma clara y terminante el
artículo 75 inc. 1 de la Constitución Nacional, que establece, como primera
facultad del Congreso, la de “legislar en materia aduanera. Establecer los
derechos de importación y exportación, los cuales, así como las
avaluaciones sobre las que recaigan, serán uniformes en toda la
Nación”.
Reforzando esa norma, el artículo 76 de la Constitución establece
también claramente que “Se prohibe la delegación legislativa en el Poder
Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o
emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las
bases de la delegación que el Congreso establezca”. La reiterada
afirmación de la señora Presidenta sobre los logros de los últimos años, la
descollante perfomance económica, las reservas internacionales, los
superávits gemelos y otras bondades que se encarga permanentemente de
repetir muestran que no existe emergencia pública que pueda justificar esa
delegación, que por otra parte, en el caso que nos ocupa, ha sido derogada
por la cláusula transitoria octava de la Constitución Nacional de 1994, al
disponer que “La legislación delegada preexistente que no contenga plazo
establecido para su ejercicio caducará a los cinco años de la vigencia de
esta disposición, excepto aquella que el Congreso de la Nación ratifique
expresamente por una nueva ley”. La que, por supuesto, debe cumplir con
el requisito del plazo fijado en el propio artículo 76.
Esta interpretación es coherente, además, con el resto del sistema
rentístico constitucional, que hace coparticipables los impuestos directos e
indirectos –artículo 75, inc. 2 de la Constitución Nacional-. Las retenciones
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reducen o directamente impiden las ganancias, con lo que las provincias
pierden su coparticipación impositiva. No sólo es una exacción para los
productores agropecuarios: es un gigantesco manotazo a las finanzas de
provincias y municipios, privados por una simple resolucion ministerial de
recibir lo que constitucionalmente les corresponde.
Las retenciones son inconstitucionales. Y si no lo asume el
Congreso derogando el artículo 744 del Código Aduanero, debiera
disponerlo la justicia.
Por lo que informa la prensa –La Nación, domingo 30 de marzo de
2008, página 17-, también ha sido ésta la opinión del senador Juan Carlos
Romero, ex gobernador de Salta, y es probable que muchos políticos con
experiencia de gestión avalen esa visión.
Derogar el artículo 744 del Código Aduanero sería, indudablemente,
un enorme paso en la reconstrucción de la institucionalidad democrática,
en la recuperación del Congreso Nacional como institución fundamental
del sistema político argentino y en el respeto al propio artículo 1 de la
Constitución, que establece en forma terminante que “la Nación Argentina
adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal,
según lo establece la presente Constitución”.
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“Presidenta, ¿por qué lo hace tan complicado?..”
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productores son vanguardia, inclusive creando “capital social” para
optimizar sus recursos, como los “pools de siembra”, demonizados por la
ignorancia panfletaria del seudoprogresismo a sueldo que todavía no han
descubierto a Bachelet, Lagos, Lula o el propio Tabaré.
La recién manifiesta vocación preservacionista de la presidenta
tampoco es nueva para los hombres de campo. Son ellos los que aplican
desde hace años la rotación de cultivos –en rigor, comenzó en Europa en el
siglo XIII...-, la fertilización, la siembra directa, las terrazas antierosión y
otras técnicas destinadas a preservar la tierra, que es su capital. Y la
deforestación a la que alude podría ser regulada si la ley de bosques, que su
bloque parlamentario trabó en el Congreso por años –incluso siendo ella
Senadora- hubiera recibido un tratamiento rápido e inteligente. No es culpa
de los hombres de campo, ni se solucionará con las “retenciones móviles”.
En ese mismo debate parlamentario se le hubiera explicado que las
retenciones móviles, además de ser inconstitucionales, generarán una
explosiva demanda de camiones y consiguiente saturación de rutas para
vender rápido las cincuenta millones de toneladas de cosecha, favoreciendo
a los grandes acopiadores y exportadores, que podrán fijar el precio de
oportunidad cuando la oferta se agigante, en tiempos de cosecha, ante la
necesidad urgente de vender que tendrán los productores pequeños y
medianos, para que no los coman los gastos y la inflación. La original
ocurrencia de su equipo económico acarreará en consecuencia
complicaciones enormes, desde accidentes viales hasta la superexplotación
de los pequeños productores.
Los cambiantes argumentos esconden la única verdad, expresada por
el analista económico Manuel Solanet en La Nación: “problemas fiscales,
lo demás es puro cuento”.
Pocas veces en la historia se ha visto una incapacidad de gestión
política y económica como la que está mostrando la administración “K-K”
en esta situación. No hay ninguna medida oficial que le ofrezca al país una
solución real a un problema que ellos mismos provocaron. Su única
reacción ha sido la organización de grupos parapoliciales estilo “camisas
negras”, en la más pura tradición lopezreguista y “jotaperra”. La
justificación del Jefe de Gabinete, del Ministro del Interior y de la propia
presidenta al ubicar a su lado al jefe de los grupos oligarca-fascistas en los
actos de Parque Norte y Plaza de Mayo indican claramente, si alguna duda
hubiere existido, el origen oficialista de su accionar.
Su soledad es cada vez mayor. No tiene el acompañamiento de la
sociedad, ni de los principales dirigentes del peronismo histórico y mucho
menos de la oposición democrática ni los gobernadores, colocados entre la
necesidad de responder a sus votantes –a los que se deben- o al gobierno
central, que los esquilma y humilla.
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Los cientos –o miles- de dirigentes peronistas del interior,
consustanciados con sus propias bases, están cada vez más traccionados por
su pertenencia popular y su responsabilidad política que por el ideologismo
adolescente de la administración “K-K” que pone en riesgo su
representatividad local. Al gobierno sólo le queda el respaldo de la
violencia patotera de sus matones a sueldo, los argentinos a los que tiene
clientelizados a fuerza de choripán y $ 50 y las “movilizaciones” como la
realizada ayer en Plaza de Mayo apoyada en las estructuras sindicales
subsidiadas –que la aplaudieron con el mismo entusiasmo con el que
aplaudían a Menem-. Lo ayudan, es cierto, las plumas y voces alquiladas y
el chantaje a periodistas y medios, pero cada vez menos.
No se trata, sin embargo, de una crisis producida en una situación
económica dramática por el endeudamiento asfixiante, como la que golpeó
al gobierno de la Alianza en el 2001, dejándolo sin herramientas. Ni la
propia recesión de fin del menemismo, generada por la situación
internacional. Por el contrario: el discurso oficial dice que tiene reservas en
el Banco Central –gran parte de ellas, sustraidas al campo...- de más de
Cincuenta mil millones de dólares; que tiene de superávit fiscal récord –
logrado por el aporte decisivo del campo- de más de Veinticinco mil
millones de pesos; y superávit comercial histórico –también originado
principalmente en el trabajo del campo- de alrededor de Diez mil millones
de dólares, exactamente igual al monto de las “retenciones”. Todo ello, sin
embargo, no alcanza para nivelar la orgía de gasto público clientelista de
los últimos años, y tendrán problemas con la deuda.
Es su incapacidad de gestión lo que ha puesto al país al borde de un
abismo que, más que económico, es institucional y moral. Pocas dudas
caben que si en unos pocos días más no se encuentra una solución al
conflicto, la gente comenzará a sentir desabastecimiento e inflación
desbordada, y todos sabemos que es imposible vivir sin comer.
No será un cacerolazo el que cambie la conducción del país. La
propia realidad será la que se encargue de notificar que caprichos y
berrinches no alcanzan para gobernar. El último desastre que puede
esperarse de la administración “K-K” sería lograr, por su incapacidad, que
en la Argentina, en uno de sus momentos económicos mejores, el pueblo
no tenga qué comer. No hay que ser adivino para imaginar lo que puede
pasar en esa hipótesis.
Nada tendrá que ver esta situación con una “crítica de género”, como
la que utiliza para victimizarse la señora presidenta. No se ha escuchado en
el campo, ni en las movilizaciones populares, ninguna consigna que haga
referencia a su condición de mujer. Más allá de la caricatura periodística de
la que se quejó en su discurso (¿?), se trata de la incapacidad para
desempeñar con idoneidad las tareas exigidas a la institución mayor de una
democracia representativa, nada menos que la presidencia de la República.
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La destrucción institucional sistemática provocada por la
administración “K-K” en estos años –vaciando el parlamento, destrozando
a los partidos políticos, y construyendo poder tosco y clientelista- no ha
dejado muchos instrumentos políticos de mediación. Institucionalmente
quedan los gobernadores, y políticamente el peronismo de los distritos –el
partido más votado y de mayor presencia territorial, sin conducción
nacional por decisión kirchnerista- y la Coalición Cívica –la principal
oposición-. Debieran prepararse, porque si el conflicto continúa, deberán
ser ellos los que se hagan cargo de encontrar una salida, sumando a ese
gran consenso a las dos siguientes fuerzas de representación parlamentaria,
la UCR y el PRO.
Sería seguramente mejor que la propia presidenta liderara esta salida.
Todavía está a tiempo, aunque los hechos parecen superar su capacidad de
comprensión, sometida a una esclerosis ideológica que le impide ver la
realidad tal cual es. Marchando entre el cinismo de convocar al dialogo
mientras trata de golpistas a quienes protestan, e incoherencias como llamar
a liberar las rutas y al mismo tiempo suspender arbitrariamente las
exportaciones de carne, corre el riesgo de entrar en un camino que cada vez
se estreche más y en el que cada paso que avance se licue más lo que le
queda de poder acercándola a la tentación de recurrir a la violencia
desesperada. La actitud de su Secretario de Comercio ingresando
violentamente a los campos y apropiándose de animales en engorde va en
esta línea, y está cerca de la figura penal del robo con violencia.
Ante el curso de los acontecimientos, se impone una reflexión que
contenga, en palabras de Alfredo De Angelis, el entrerriano asambleísta y
dirigente de la Federación Agraria, “la grandeza de los pequeños, con la
humildad de los grandes”. Sólo esa actitud, abierta, humilde y sincera,
salvaría su gobierno de un deterioro terminal. Y además, clara.
Como lo expresara el mismo De Angelis, “Presidenta, ¿para que lo
hace tan complicado?” En efecto, la solución no parece muy difícil: suelte
la cartera que quiere arrebatar, y todos felices.
Todavía está a tiempo, y si profundizara el rumbo dialoguista
insinuado en el discurso del lunes 31 de marzo o el propio discurso de
Plaza de Mayo sin su innecesario componente de cinismo, podría tener un
final feliz.
Pero la reacción es urgente, antes que lo que comenzó como una
crisis por incapacidad de gestión se transforme en una crisis de gobierno,
con el riesgo de devenir, como en el 2002, en una crisis de sistema. Y –ahí
sí- las consecuencias son impredecibles.
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La abogada presidenta, el rigor intelectual y la distribución del ingreso
71
“Capítulo Cuarto Atribuciones del Congreso
Art. 75.- Corresponde al Congreso:
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¿No estudió, en Derecho Financiero, el alcance de las facultades
impositivas del Estado, limitadas por la Corte Suprema de Justicia a un 33
% de la base imponible, ya que de otra forma estaría afectando
directamente un derecho de jerarquía constitucional, como el de propiedad,
y se transformaría en confiscatorio, lo que está también prohibido por la
Constitución?
¿No estudió que la Constitución establece la garantía máxima del
derecho de propiedad, en su artículo 17, y que para poder privar de la
propiedad a alguien es necesario el dictado de una ley que la declare sujeta
a expropiación, y luego previamente indemnizar al titular? ¿No estudió que
la confiscación de bienes fue erradicada del derecho argentino al
sancionarse la Constitución Nacional, en 1853? Por las dudas, se lo
recordamos. Dice:
73
“Art. 76.- Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo,
salvo en materias determinadas de administración o de emergencia
pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la
delegación que el Congreso establezca.
La caducidad resultante del transcurso del plazo previsto en el párrafo
anterior no importará revisión de las relaciones jurídicas nacidas al
amparo de las normas dictadas en consecuencia de la delegación
legislativa.”
74
Pellegrini a Alem, desde Joaquín V. González a Juan B. Justo, desde
Estrada hasta Roca, desde Mitre a Vidente Fidel López.
Esa afirmación, que genera respaldo de todo el arco intelectual,
confronta sin embargo con otra realidad: los niños argentinos, durante la
gestión de su marido, pasaron a ser los menos educados del Continente.
Fueron superados por los niños chilenos, colombianos, uruguayos y
brasileños. No ocurrió este proceso durante gobiernos de “la oligarquía”,
sino durante su propia gestión, y su ministro del ramo fue premiado con
una Senaduría Nacional. Las semillas de la distribución desigual del
ingreso a largo plazo fueron sembradas –y lo siguen siendo- por la gestión
kircherista, a manos abiertas.
Paralelamente, la polarización de los ingresos en el corto plazo, con
sus “rigurosas” contrucciones intelectuales, se ha agravado a términos que
no tienen parangón en la historia, a pesar del excelente escenario
económico internacional que benefició al país en estos años. La
distribución del ingreso al fin de la primera gestión kirchnerista es peor que
la existente durante el gobierno de Menem.
No es necesario recurrir a los “economistas neoliberales” para
confirmarlo: puede verlo aún en su “INDEK”, “rigurosamente”
manipulado. O recorriendo las calles de Buenos Aires por tierra –no desde
el helicóptero- en horas de la noche, y observando los miles de
compatriotas pobres que, como un ejército de la dignidad, prefieren recoger
cartones de la basura antes que aceptarle sus lismosnas en forma de “planes
sociales” que degradan y clientelizan al exigir como contrapartida
convertirse en aplaudidores a sueldo en sus movilizaciones amañadas.
Ello no es extraño. El estímulo a la vagancia y el desestímulo al
trabajo creador y a la inversión productiva lleva a un achatamiento de la
pirámide social que, sin embargo, no afecta a la cúpula. Los ricos son
indemnes a esa política, en primer término porque sus convicciones quizás
no tengan el “rigor intelectual” de la presidenta, pero sí tienen sentido
común: el mundo ha acordado reglas de juego que se extienden desde el
Japón y Vietnam hasta España, desde China e India hasta Estados Unidos,
México y Brasil.
Sólo pequeños dislates antológicos –en Venezuela-, alguna isla-
Cárcel –en el Caribe- y en un sainete precolombino por acá cerca, donde en
otros tiempos se formaban nuestros próceres, comparten el “rigor
intelectual” de nuestra señora presidenta. Pero los que saben cuidar su
futuro y hacen andar el mundo preservan la inversión, respetan las reglas de
juego, cuidan sus relaciones globales, modernizan sus procesos
productivos, premian la capacitación y el trabajo creador, aprovechan las
oportunidades y se ríen en voz baja –aunque parezcan obedientes- de las
ridículas admoniciones del dedito levantado y la voz impostada por la
victimizada queja de género.
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En una cosa tiene razón la señora presidenta: hay que ser rigurosos.
No rigurosamente mentirosos, ni rigurosamente cínicos, ni rigurosamente
autoritarios. Rigurosos en recordar, cuando sea el momento en que el
estado de derecho vuelva a funcionar en el país, los latrocinios de estos
tiempos y las burlas constantes al sentido común y la propia dignidad de los
argentinos.
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Juntitos, juntitos
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retenciones al agro. Y los legisladores provinciales peronistas, que deberán
ensayar desde sus bancas el desafío de articular un discurso que defienda a
K y a la vez defienda a quienes los votaron.
Pero lo más interesante: todos juntos deberán enfrentar las elecciones
del año que viene con el interesante escenario de la inflación el alza, la
pobreza creciendo, la violencia reinstalada y el aislamiento internacional
reforzado.
Al final el ex Presidente, sin querer, le hace un servicio a la
democracia. Si bien su estrategia está clara –tener controlados de cerca a
quienes pueden hacerle la zancadilla por razones de supervivencia, ante el
deterioro terminal de la gestión “K-K”-, al juntarlos a todos también aclara
el debate de cara al país.
Y en un momento como el actual en el que, gracias a la lucha que
comenzó el campo, los velos que tapaban el sol se están descorriendo uno a
uno, todos los días, es bueno para la maduración política de la sociedad que
en este “panóptico al revés” en que se ha convertido la vida pública, todos
los ciudadanos puedan ver la totalidad de los personajes del poder
alineados en el mismo barco, sin excusas, dobles mensajes ni medias tintas.
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Argentina
Rumbo de colisión
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Los consultores de las grandes empresas están aconsejando a sus
clientes vender rápido sus posiciones en Argentina y colocarse en divisas
fuertes, en todo caso para volver luego del derrumbe a comprar a precios de
liquidación, como ha sido la constante en las últimas crisis. Y los
argentinos comunes, con el reflejo de tantas experiencias que han sufrido
por los aprendices de brujos en las últimas décadas, hacen cola en las casas
de cambio para poner sus ahorros en Euros o Dólares.
El derrumbe de la presidenta Kirchner en las encuestas, que el
gobierno ha intentado silenciar de todas formas, es difícilmente emulable
internacionalmente: treinta puntos de caida en un mes. Su imagen positiva
apenas supera el 20 por ciento, y su permanente derroche de joyas y
vestidos de fiesta aún cuando realiza reuniones de trabajo en la Casa de
Gobierno la han llevado a convertirse en el centro de ironías, “cargadas” y
desprestigio. La imagen de un productor, con una vieja “Pick-Up”
Chevrolet al borde de la ruta portando un cartel que rezaba “Cristina, te
cambio tu Rolex Presidente por mi 4x4” no es nada más que una muestra
del deterioro del imprescindible respeto que debe inspirar la primera
funcionaria, pero que se disipa hora tras hora como arena seca entre los
dedos.
Lo esperpéntico de esta situación es que se produce en el mejor
momento internacional para la Argentina, tanto para el presente como en
las perspectivas para el futuro. Alimentos y energía, dos bienes que
anuncian escasos, están en el suelo y el subsuelo. Pero el petróleo y el gas
no salen sin exploración y explotación –es decir, sin inversión-. Y los
alimentos no brotan sin labrar la tierra –es decir, sin inversión-. Y es
justamente la inversión la que desaparece en la economía “K-K”, que
prefiere distribuir forzada (y en ocasiones, ilegalmente) todo lo que se
produce, para no “enfriar” la sensación de euforia que, sin embargo, se está
tranformando rápidamente, en una sensación de pánico.
Los productores del campo han anunciado ya que no sembrarán trigo
en esta campaña, que debiera estar iniciándose. Brasil ha anunciado que
dejará de comprar trigo a la Argentina por falta de seguridad en la
provisión, y lo mismo han hecho otros países. La prohibición de
exportación de carnes ha llevado a la Argentina a perder tradicionales
mercados internacionales, cubiertos ahora por el Uruguay –que ya exporta
más que la Argentina- y el propio Brasil. Y las entidades agropecuarias han
adelanado que no liquidarán la cosecha de soja que están levantando en
este momento, guardándola en silos hasta... no se sabe cuándo.
Simplemente, como una medida de defensa para evitar la rapiña “K-K”,
que se cree que ha ver ganado una elección los convierte en dueños toda la
riqueza del país.
Una vez más en su historia la Argentina marcha en rumbo de colisión
consigo misma. Sería bueno que esta vez no haya interrupciones
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traumáticas del gobierno, y sea el propio peronismo el que se haga cargo de
encaminar lo que está descarrillando, sin asumir el papel de víctima que es
tradicional en su discurso cuando la realidad le pone freno a sus dislates.
Hoy están todos juntos, comandados por Kirchner. Es su gobierno y están
allí con la suma del poder y toda la responsabilidad. La duda que existe es
si podrá evitar la colisión.
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Señor Kirchner, a usted no lo votó nadie
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clientelización de la política, la vuelta de lo peor delas mafias del
conurbano... y podríamos seguir hasta el cansancio.
Ha asumido usted la presidencia del peronismo. Quizás ese partido
haya cambiado mucho. Quizás. En otras épocas, y salvo al fundador Juan
Perón, no le hubieran tolerado sus berrinches infantiles, ni el sabotaje
permanente a la gestión de su mujer, ni mandar a sus matones a intimidar
ciudadanos, o a incendiar campos...; mucho menos, a embarcarlo en un
camino sin salida, empujando todos los días a una gestión con su sello
partidario hacia un nuevo abismo, quizás mayor que el del 2001. Aunque es
posible que haya logrado hacer con el propio peronismo lo que hizo con el
país: destrozarlo apoyándose en lo peor del populismo y de la izquierda
entrista y excluyendo a los que tienen una visión moderna y democrática
del país, la política y el mundo.
A propósito del fuego en el Delta: ha insistido en su discurso de
Mendoza con la letanía “no nos manden humo, no nos incendien los
campos”, imputando los incendios a los productores. Sin embargo, debe
seguramente conocer que mucho ha circulado en la red sobre su
responsabilidad intelectual en los incendios. Como hombre de Entre Ríos,
no puedo entender cómo puede ser que productores que tienen en las islas
el ahorro de toda su vida, en hacienda que han traido a pasar el invierno,
puedan incendiar los campos poniendo en riesgo fatal todo su capital, sin
motivo productivo alguno. Y varias han sido las denuncias, que pocos se
animan a publicar, de personas que han visto a extraños circulando por las
islas horas antes del “estallido” de los focos de fuego.
Es curioso, además, su obsesión por culpar a esos productores, a los
que les han quemado el campo, de incendiar ellos mismos sus propiedades
(¿?). Lo dijo usted en la Matanza, y lo repitió en Mendoza. Es una obsesión
que facilmente se articula con su desbordado ataque a los hombres de
campo, haciéndose el dueño, por lo demás, del éxito de los esfuerzos
productivos de estos años, como si el milagro de salir de la crisis hubiera
sido provocado por “San K”, en lugar de ser una respuesta natural –y
magnífica- de los productores argentinos a una excelente situación
internacional, que generaron riqueza a pesar de su gobierno y no gracias a
él.
Esa duda, Kirchner, inundó a todos los argentinos y renace cada vez
que ocupa una tribuna. Es curioso que con la dimensión que tomaron los
hechos, no haya ni un imputado serio y ninguna investigación sólida que
lleve a detectar el origen. Un prestigioso diario nacional, por su parte, en su
carta de editor del viernes 25 de abril, dejó trascender con valentía la
sospecha que muchos tienen: la de un sabotaje. Esta hipótesis, obviamente,
no puede originarse en las víctimas sino en un desborde irracional o
descontrolado.En todo caso, debiera ser usted, frente a estas dudas, el más
interesado en descubrir a los autores, en lugar de darlos por descontado.
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Quizás piense, como hizo en el caso de Patti, que es el sospechado el que
tiene que demostrar su inocencia. Como los nazis.
Está desatando los peores fantasmas del pasado nacional: la
violencia, el enfrentamiento, la intolerancia, la inflación, los grupos
parapoliciales. Hacia allí conduce su discurso “irracional” (Elisa Carrió) y
“descontrolado” (Gerardo Morales), alejado del reclamo de “escuchar a los
demás” (Macri).
Hágale un favor al país. Recuerde, aunque sea por un momento, que
a usted no lo votó nadie. Que la que debe gobernar es su esposa, a la que
acaba de expulsarle del gobierno al único ministro que le dejaron elegir.
Cállese la boca. Váyase a la patagonia, a seguir juntando plata con
carretillas en sus prósperos negocios inmobiliarios comprando tierras por
centavos ayudado por intendentes amigos. O retírese a la vida privada
construyendo su fortuna de nuevo magnate petrolero. Deje a los argentinos
que trabajan seguir con su intento de reencauzar el país mirando al futuro,
por el amplio parabrisas que enfoca hacia adelante, en lugar de conducir
mirando por el pequeño espejito retrovisor.
Ya hizo suficiente daño. Dejenos tranquilos.
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Tiempo de inflexión
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inflación, fenómeno que en nuestra historia está unido a los mayores
dramas y a las rupturas institucionales conflictivas.
Pero también es una causa. Importantes publicaciones del mundo
democrático desarrollado han hecho conocer en estos días su negativa
evaluación de la administración kirchnerista, y los medios económicos
nacionales y extranjeros han destacado el creciente retiro de inversiones de
nuestro país, traducido en el derrumbe de la cotización de los bonos del
Estado –ya a un precio inferior a los títulos “defaulteados” que no
ingresaron al canje- y a la venta de acciones de empresas argentinas, a
liquidar en la plaza de Nueva York, para no tener riesgo alguno originado
en los caprichos del poder. Resultado de la acción kirchnerista, y causa de
nuevas decisiones que profundizan el aislamiento, la inflación además aleja
crecientemente al sistema político de los ciudadanos, que se sienten cada
día más esquilmados y desprotegidos.
La actitud de la administracion kirchnerista frente a estos hechos es
sorprendente, rayana en el autismo, la soberbia y la irresponsabilidad. La
repetición en tono de consigna de que el país cuenta con más de Cincuenta
mil millones de dólares de reservas, que parece servir de argumento para
cualquier advertencia, puede evaporarse en pocos días, como lo hicieron las
divisas que respaldaban el valor del peso durante la convertibilidad: una
corrida es difícilmente soportable por ninguna economía, y mucho menos si
es acompañada de una desconfianza creciente en la capacidad del gobierno
para definir decisiones correctas. Tal es el caso del gobierno de Cristina
Kirchner, que parece haber delegado en un ex funcionario sin competencia
constitucional ni legal alguna, su marido ex presidente, importantes
decisiones de gobierno que obstaculizan cerrilmente la propia marcha de la
administración. Las trabas a un acuerdo con el campo, apostando al
agravamiento de la protesta en lugar de actuar como cualquier gobierno en
cualquier lugar del mundo, buscando resolver los problemas, demuestra no
sólo el rumbo perdido, sino una actitud de desprecio hacia la opinión
pública, hacia los ciudadanos que expresan su reclamo, hacia las
instituciones del país, hacia los funcionarios que buscan desesperados
hendijas de esperanza y, por último, ante su propia esposa presidenta.
Mientras tanto, siguen los dislates, con sabor a corrupción. Los
diarios de ayer, por ejemplo, han anoticiado que el proyecto faraónico
estrella de la administración “K-K”, el renombrado “tren bala” –que
cuando comenzó como idea no iba a comprometer fondos públicos, que
luego pasó a tener sólo la garantía del Estado, y que por último se
transformó en un proyecto que se realizará en su totalidad con fondos
públicos que comenzarán a entregarse de inmediato en forma de bonos de
nueva deuda-, no sólo fue adjudicado violando elementales normas de
competencia, transparencia y correcta gestión, sino que además será el
primer tren bala del mundo que tendrá... ¡un solo carril! Y para culminar la
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cadena de despropósitos, la humillación más vergonzosa de contratarse, a
cargo del propio Estado argentino, un “seguro de default” que cubra el
posible incumplimiento de esa deuda. Como gusta decir a la primera
magistrada... “por primera vez en la historia”. Ni el empréstito de la Baring
Brothers llegó a semejante degradación de la dignidad nacional.
Cuatro mil millones de dólares de incremento en la deuda pública,
destinados a una obra que está llena de interrogantes e incertidumbres,
mientras el riesgo-país se coloca en el tope de los países de la región y
mientras, a la vez, el Brasil consigue, por la impecable y persistente política
económica que comenzara Fernando Henrique Cardoso y continuara Luis
Alberto “Lula” da Silva, el codiciado “grado de inversión”, vale decir,
ingresar en el reducido club de países del mundo respetados por la seriedad
de su administración y la confiabilidad de su gestión económica al que se le
puede prestar dinero y donde se puede invertir con tranquilidad porque
respeta las reglas básicas del estado de derecho y de la economía.
En tanto, por acá se sigue kirchnerizando empresas mediante el
mafioso y conocido procedimiento seguido en el caso de YPF de acorralar
a sus dueños con conflictos gremiales prefabricados y regulaciones
caprichosas. Nuevos empresarios “amigos”, que pasarán a integrar la lista
de futuros investigados para cuando esta pesadilla termine, serán los
beneficiados y testaferros de la nueva operación: Aerolíneas, ante la
inexplicable complicidad –en ambos casos- de la administración española,
sólo explicable en la decisión de liquidar activos en el país y tomar
distancia de una economía que se sigue cerrando sobre sí misma al ritmo de
un vórtice.
Hasta ahora, se nos ha estado escapando la República y lo sufríamos
quienes tenemos vocación republicana y democrática. Ahora, con la
inflexión de estos días, corremos el riesgo de que, además, el que se
desborde sea el país. Los argentinos sabemos, por experiencia (1976, 1989,
2001...) lo que ello puede terminar significando.
Y nadie –incluidos Cristina y Néstor- podrá escapar a sus
consecuencias.
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Señora presidenta, ¿y el rigor intelectual?...
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Un hecho, señora, es que los precios están subiendo de manera
generalizada. Lo puede observar en el dato –positivo- de la recaudación
tributaria, reflejo de una actividad económica que no ha crecido, ni siquiera
en las visiones más optimistas de sus economistas, en un 50 %. Ese dato
bueno contiene el malo: recauda más, porque el dinero que recoge vale
menos. Y vale menos, porque su gobierno está inundando de ese dinero –
que, en sí, no es más que papel impreso- una economía que no refleja ese
crecimiento.
Según sus expresiones, “no hay inflación, porque nuestra
macroeconomía no la contempla”. Si eso usted cree, bueno, estamos en
problemas: los hechos indican que los precios han subido de manera
generalizada. Si prefiere creerle a su convicción antes que a los datos de la
realidad, esa preferencia no tiene cabida ni en la ciencia, ni en la razón y se
acerca más bien a una actitud religiosa, o simplemente caprichosa.
Significaría que su reclamo de modernidad habría retrocedido al
pensamiento mágico, y que está usted más cerca de la visión precolombina
de Evo Morales, que de sus admirados Hegel y Kelsen. Ni hablar de las
herramientas actuales de la ciencia económica en el mundo global.
Pero no se quedó allí: también ha expresado que el alza de los
precios –en esta frase sí admite que la hay...- se debe a que los empresarios
se apropian del ingreso aprovechando su capacidad de fijarlos. Y que si no
fueran los empresarios, habría que buscar los responsables en el Arcángel
Gabriel o en su administración. Como su administración no habría dado
motivos –por su “macroeconomía”...- y el Arcángel Gabriel no tendría
entre sus facultades bíblicas fijar precios en alza –sino traer las buenas
nuevas, como la Anunciación a la Vírgen-, se deduce que los malvados
hombres de empresa serían los únicos responsables de tan diabólico plan.
Sin embargo, nuevamente es la ciencia económica la que nos dice
cómo se forman los precios: la capacidad de demanda de la población –que
se expresa en la cantidad de dinero a su disposición- se “balancea” con la
oferta de bienes y servicios disponibles, y de esa relación resultan los
precios. Si la cantidad de bienes y servicios es la misma, pero se inyecta
más dinero en la economía, los precios de referencia suben –porque, en
realidad, es el dinero que vale menos, al sobreabundar-. Y si no lo hacen
porque su Secretario de Comercio los congela “arma en mano”, los bienes
baratos se agotan y sobra dinero –que se destinará a comprar divisas, en
una economía fuertemente desconfiada, como la Argentina de estos
tiempos de su administración-. Comenzarán a faltar bienes, nuestro
conocido “desabastecimiento”.
Recuerde que en la década de los años 90, en el anterior gobierno de
su partido, los precios sufrieron deflación, con estos mismos empresarios y
este mismo Arcángel. Y eso aunque, en términos de su visión mágica del
mundo, los monopolios habrían estado más libres que ahora para fijar los
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precios, porque manejaba el país el odiado “neoliberalismo”... El
“desabastecimiento” que viene, en consecuencia, no será provocado por los
empresarios, ni por el Arcángel Gabriel, sino, señora, por su política
económica “premoderna”.
Y lo mismo ocurre con la inflación, también provocada por su
gobierno, más que por decisiones de los empresarios o del Arcángel
Gabriel, al aumentar el gasto público en un 50 % de un año a otro –
circunstancia en la que no tienen arte ni parte ni el Cielo ni los hombres de
empresa-. Ese aumento es un dato científico –“moderno”- que puede usted
verificar sencillamente preguntándoselo a su Secretario de Hacienda.
Llanamente. Por ejemplo, así: “Secretario, ¿cómo ha evolucionado el nivel
nominal de gasto público en el último año?”
Actuar negando los hechos la llevará –y lo que es peor, “nos”
llevará- a situaciones peligrosas, que conocemos porque ya hemos sufrido.
Usted también las conoce: no olvide –también lo dijo en su primer discurso
de su campaña de Senadora en 2005- que fue luego de que una antecesora
suya se empecinara en negar los hechos que se produjo el dramático golpe
de estado de 1976, circunstancia que obligó a usted y su marido a emigrar
al sur, a probar suerte (“y ganar dinero...” ) alejada del escenario del
conflicto, que también había provocado el grupo político en el que usted
militaba, al negar los hechos y ayudar con ello a desatar el baño de sangre
que asoló al país en los años setenta.
Señora, siguiendo su reclamo: hay que ser rigurosos. Cuando se
ocupa un lugar como el suyo, más que nadie y que nunca.
Los precios no suben por decisión de los empresarios, ni del
Arcángel Gabriel. Suben porque la gestión económica de su marido y la
suya propia inexorablemente conducen a ese resultado. Suben por los
dislates de su Secretario de Comercio, que seguramente cree y hace lo que
haría usted si estuviera en ese lugar, dinamitando cualquier tentación de
inversión –y en consecuencia, de ampliar la oferta-. Suben por la
estrafalaria política de sostener el valor de una divisa extranjera como el
dólar en lugar de defender el valor de nuestro peso. Suben por las
caprichosas ocurrencias como el “tren bala”, que aumenta la deuda pública
sin razón económica, social o productiva alguna, o los millonarios
subsidios a empresarios amigos, con dinero que le sacan al sector de la
producción y el trabajo, principalmente del campo al que se asfixia,
impidiendo la reinversión y en consecuencia, limitando nuevamente la
oferta. Eso dice la ciencia económica, en sus fundamentos que atraviesan
todas las “visiones”, que pueden discrepar en los matices, pero que no se
permiten negar los hechos.
Rigor intelectual, señora, es lo que nos gustaría escuchar en sus
discursos. Los exabruptos de su marido, que todos creíamos que habían
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terminado con él, no pegan con su estilo. Y lo que es peor: nos llevan al
abismo, como en 1976.
Con una diferencia: no podremos irnos todos a Santa Cruz, para
tomar distancia y ganar dinero. Quizás esta vez ni siquiera lo puedan hacer
ustedes.
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Cumbre de Lima
Cristina se sacó el gusto
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exportación que impiden a nuestros exportadores cumplir con sus
compromisos y disputar esos promisorios nuevos mercados.
Esto es lo que le reclama la opinión pública argentina a CK en el
conflicto con el campo, en el que su esclerosis ideológica –o su capricho-
ha prolongando por meses un diferendo que ha provocado la caída de las
reservas internacionales, la suba de la tasa de interés, la reducción de la
producción agropecuaria –que en Lima reclamaba a los otros aumentar,
para combatir el hambre...-, desatado una creciente tensión social y
desalentado a los empresarios del campo a los que amenaza con sus hordas
mercenarias filofascistas convirtiendo un problema sectorial en una
conmoción generalizada de la convivencia argentina.
Es una incapacidad de gobierno que va, incluso, contra ella misma,
que en apenas cuatro meses ha visto reducir su apoyo a un nivel inferior al
que tenía el gobierno de Fernando de la Rúa a un año de gobierno (25 %).
Dicho sea de paso, gobierno que no disfrutaba de la Soja a quinientos
dólares la tonelada, ni del petróleo a ciento veinte, sino que debía enfrentar,
con precios internacionales misérrimos, la deuda descomunal que le dejó el
gobierno del partido cuya posta acaba de tomar el marido de la señora
presidenta, en un raquítico acto que ella –no ha explicado aún en qué
carácter, porque no se ve su nombre entre sus nuevas autoridades- cerró
con un discurso apenas escuchado, rodeado de violencia desatada entre sus
huestes.
“Necesitamos su tecnología para integrar nuestro proceso productivo
de alimentos” les dijo a los europeos. Sin embargo, en su país confisca la
riqueza con la que el sector de alimentos puede incorporar tecnología –que
aquí se produce, y de la mejor del mundo, sin necesidad de mendigarla en
ningún foro de presidentes-, para repartirla entre sus patotas mercenarias,
su construcción clientelista, su cortedad de visión.
La imagen de CK dando lecciones de comercio libre a los países
europeos sería potente, si los medios no hubieran internacionalizado la
imagen de su Secretario de Comercio fijando precios pistola en mano,
apropiándose impúdicamente de una cosecha para la que no hizo ningún
esfuerzo, o prohibiendo exportar carne a productores que se encuentran
entre los más eficientes del mundo.
Quizás piense la señora presidenta que con su discurso lideró la
batalla del Mercosur -que le toca presidir por unos meses- y disfrute
soñando con su imagen combativa acompañando a Bolívar en la
iconografía continental del futuro junto a su cofrade venezolano, que a
pocos días de apostrofar a Angela Merkel con el epíteto de “sucesora de
Hitler” y mostrando el escaso valor que le da a sus propias palabras, le
tendió su mano ante la condescendiente sonrisa de la líder germana, que
cualquier cosa hará en el futuro menos tomarlos en serio, o dejar de
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considerar a los “bolivarianos” y sus amigos sureños poco más que como
divertidas curiosidades étnicas.
Mientras tanto, el Brasil avanza con Estados Unidos en su alianza
estratégica para la producción de biocombustibles, consigue el grado de
inversión que le permitirá acceder a créditos virtualmente sin “riesgo país”,
acumula reservas en divisas en un monto que supera su deuda externa,
alcanza récord en la exportación de soja, de carnes bovinas y porcinas,
coloca su PBI entre los más altos del planeta, recibe la mayor inversión
externa de su historia y trabaja en silencio para su incorporación a la “alta
gerencia” del mundo para la que ya ha sido propuesto por Francia y
Alemania. En la opción “ruidos” o “nueces”, está claro cuál es la opción
estratégica de Lula, y cual la “K-K”.
Y está claro también –lamentablemente para nosotros- el camino que
está recorriendo la República Argentina.
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Responsables o autoexcluidos
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Frente a los responsables, se alzan los autoexcluídos. Dictaduras de
partido, tiranuelos despóticos, neofascismos indigenistas, extremistas
islámicos, discursos de postguerra, en síntesis, antigüedades premodernas
que prefieren reinventar los conflictos del pasado –de años, décadas o
siglos- abandonando la construcción del futuro a quienes miren hacia
delante. Cualquier discurso es util a estos fines: religioso, ideológico, ultra-
nacionalista, seudohistórico, indigenista. El resultado es el mismo: su
exclusión del mundo que viene, o en el mejor de los casos, la indiferencia.
O en el peor, su derrumbe en el mundo marginal de los “estados fallidos” o
“fracasados”, gobernados por mafias, delincuentes globales, traficantes y
terroristas.
Y entre ellos, la violencia. Redes de trafico de personas, narcóticos y
armas, lavado de dinero, falsificaciones y corrupción, a las que no les
interesa la construcción de un mundo con normas, ni el fortalecimiento del
derecho, la democracia ni los derechos humanos. Organizaciones macabras,
cuyo último eslabón son jóvenes marginales cooptados por la adicción pero
con otros escalones superiores integrados por formaciones políticas
clientelistas, caudillejos territoriales, funcionarios policiales y judiciales
corruptos, indiferencia y complicidad en el control de las fronteras y el
tráfico aéreo, incumplimiento de obligaciones internacionales del país por
decisión del más alto nivel del poder...
¿Dónde está la Argentina? ¿Por qué no se la encuentra claramente
entre los responsables, llevando allí su voz y su disposición para ayudar a
solucionar los problemas actuales? ¿Por qué se la ve tan a menudo tan
cerca de los autoexcluidos y sus discursos agotados o testimoniales? ¿Por
qué ha excluido de sus preocupaciones los temas que discute el mundo
entero? ¿Por qué ha permitido que la violencia se haya enseñoreado tan
duramente en su vida cotidiana?
Interrogantes, agigantados desde el golpe del 2001, que una
democracia viva debería debatir, pero que la destructora acción del
kirchnerismo ha desplazado debajo de la alfombra.
Decisiones que deberemos tomar cuando, finalizada la pesadilla, los
argentinos recuperemos en plenitud nuestra dignidad ciudadana y nuestra
vida republicana y democrática.
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Se agota el proyecto “K-K” - ¿se viene el peronismo?
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Lejos todos de la Argentina democrática y republicana. Lejos del
campo, de la producción y de los ciudadanos conscientes. Lejos de los
emprendedores y exportadores. Lejos de la inteligencia, el arte y la cultura.
Lejos de los docentes e investigadores. Lejos de los trabajadores que se
esfuerzan en capacitarse para mejorar su ingreso. Lejos de los argentinos
que, en todos los sectores sociales, luchan por una vida mejor. Desde los
empresarios con vocación de riesgo hasta los chacareros. Desde los
cartoneros que prefieren recoger basura antes que humillarse ante un “plan
social” clientelizado, hasta los jóvenes que quieren pensar solos,
libremente, sin el alineamiento servil. Lejos de los intelectuales más
lúcidos y reconocidos. Lejos, cada vez más lejos, de lo mejor del país, de la
Constitución, la ley y el estado de derecho.
El proyecto “K-K”, a pesar de sus aires de modernidad, pretende
revivir la historia del funesto enfrentamiento que comenzó en 1945. Y
ahora recurren, como una auténtica antigüedad con olor a naftalina, a la
misma irresponsabilidad y vocabulario de un tiempo que el mundo dejó
atrás. Y también los argentinos.
Hablar en pleno amanecer del siglo XXI del 30, del 55 y del 76
pretendiendo reproducir la historia es, simplemente, infantil. Y estúpido, si
no fuera evidente que su propósito es llevar al país al borde de que corra
sangre, que ahora será por su propia responsabilidad.
Quizás esta vez podamos elegir mejor y recomenzar nuestra historia
para terminar con la decadencia. Reingresar en la modernidad de un mundo
democrático, republicano, plural y transformador que está protagonizando
un gigantesco proceso de cambio.
Quizás no esté tan mal que vuelva el peronismo, para terminar de
una vez por todas con la comedia. Y los argentinos podamos saber, también
de una vez por todas, cómo termina la historia cuando todos ellos, “juntitos,
juntitos”, llevan el timón hasta el final.
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Imagen, rumores y crisis
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que enumeran a quienes serían detenidos luego de declarado por los “K-K”
un presunto Estado de Sitio, en el estertor final de su gobierno y –desde el
otro lado- las que incluyen como futuros habitantes de “Comodoro Py” no
sólo al matrimonio presidencial, sus ministros y funcionarios
emblemáticos, sino a los legisladores que hayan votado los superpoderes, a
los empresarios protegidos por el régimen con negocios oscuros (juegos de
azar, petróleo, obras públicas) y a los jueces alineados con el actual
gobierno. Se justifican en la necesidad de “marcar bien la distancia y ganar
rápida credibilidad social”.
Por el momento, estas hipótesis se escuchan dentro del peronismo y no han
desbordado hacia otros actores de la política. Sin embargo, la oposición ha
acelerado sus contactos, preparándose para enfrentar cualquier situación
traumática. Desde la Coalición Cívica, la UCR y el PRO han surgido
acciones comunes y sintomáticos respaldos cruzados, como el de Federico
Pinedo (PRO) solidarizándose con Margarita Stolbizer (CC) por su citación
judicial por haber participado en un acto agropecuario, e iniciativas
legislativas conjuntas, como el reclamo de la reforma política y la
propuesta de llevar al Congreso el conflicto con el sector agropecuario,
bloqueada por la mayoría kirchnerista.
La manipulación de la justicia en el problema con el campo ha hecho
ascender un escalón de tensión al conflicto. Frente a la posibilidad de una
saludable modificación del rumbo (o, al menos, de un intervalo lúcido que
calme las aguas), el gobierno ha preferido apostar al escenario de
profundizar la crisis, confiado en que su manejo del aparato
superestructural del Partido Justicialista será suficiente para disciplinar la
historia, ingenuidad que los hechos se están encargando de demostrar como
ilusoria.
¿Era necesario llevar a la Argentina a estos límites, en una de las etapas
internacionales históricamente más favorables para el país?
Indudablemente, sólo el autismo inconsciente o un ideologismo cerril
pueden explicar una actitud que, a la inversa de cualquier gobierno del
mundo, frente a un problema solucionable con el diálogo ha preferido
profundizar el enfrentamiento para convertirlo en un problema político que
amenaza su supervivencia.
La crisis, mientras tanto, avanza. La inflación se profundiza, carcomiendo
los ingresos de los sectores de menor poder adquisitivo e incrementando su
descontento. Los vencimientos de deuda pública se acercan, mientras el
país sólo cuenta con el favor chavista para obtener fondos, por su cerril
ataque al sistema financiero internacional y su ruptura con el FMI; y el
Banco Central ha perdido en lo que va del conflicto, más de 1500 millones
de dólares de reservas –más del monto que está en discusión por la
diferencia en la tasa de retenciones- para mantener el valor de la divisa. El
crecimiento de la inflación ha licuado la ventajas seudocompetitivas de la
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industria protegida, que ya pide otra devaluación. Los gremios han
desbordado el límite del 20 % de aumento salarial, y están ubicándose en el
escalón superior al 30 % (como ha sucedido con el último convenio
metalúrgico presentado por la propia presidenta en la Casa Rosada, con el
32 % de aumento promedio). Y el gobierno, para el que no hay inflación, ni
deterioro social, ni problema con el campo, ni crisis energética, ni retroceso
de la competitividad industrial, ni obligaciones finanieras, ni aumento de la
pobreza, sigue vaciando el poder presidencial transfiriéndolo al ex
presidente, un “don nadie” institucional que, sin embargo, desde Puerto
Madero maneja a su antojo la administración, el parlamento y la justicia
mientras la presidenta formal, vaciada de todo poder, como lo fuera Isabel
en otras épocas, es usada sólo para los actos protocolares, convencida que
está gobernando la Argentina feliz, en “tren bala” hacia la “modernidad”.
Aunque, en realidad, lo esté haciendo hacia el estadio terminal de su
gobierno.
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El Guiness de Cristina
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años. Salvo que el gobierno kirchnerista –la señora, y el señor- crean que la
pobreza extrema, la carencia de educación, la falta de vivienda y los niños
desnutridos no son violaciones flagrantes a los derechos humanos, hablar
de su respeto en estos tiempos deviene en una ironía trágica. O diabólica.
Sin embargo, hay un récord que puede agregar a su historial, que le
reconoceremos –hasta hoy- y que, si lo incorpora a su repertorio no habrá
forma de cuestionar: no ha existido presidente democrático, en toda la
historia argentina, que haya provocado y conseguido un acto público en su
contra más grande que el realizado en Rosario, el 25 de mayo. Ni
Yrigoyen, ni Perón, ni Frondizi, ni Illia, ni Isabel, ni Alfonsín, ni de la Rúa.
Ha sido un verdadero récord, jamás visto antes, que quizás sirva para
hacerla reflexionar.
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Por favor, señora presidenta, ¡reaccione!
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indirectos), el procedimiento para aplicarlos (la ley de presupuesto) y los
límites a su accionar.
¿Cuáles son esos límites? Pues la misma Constitución los establece.
El artículo 14, que define y garantiza el derecho de propiedad, sus alcances
y sus límites. El artículo 75, incs. 1 y 2, que establecen las facultades
impositivas del Congreso. El artículo 76, que prohibe la delegación
legislativa. El artículo 8º transitorio, que hace caducar a los cinco años
desde 1994 toda las delegaciones anteriores. La jurisprudencia pacífica de
la Corte, que establece en el 33 % de la base imponible el máximo
permitido para la carga impositiva, bajo sanción de convertirse en
“confiscatoria” y caer en la sanción del artículo 17 de la Constitución. Y en
la igualdad, “base de los impuestos y las cargas públicas” –art. 16 CN-, que
no se respeta si se concentra en un sector una carga que no tienen los demás
–como el sector financiero, o el sector rentista u el hotelero, como lo puede
observar con los ingresos de su propio emprendimiento en El Calafate-.
Imagine por un momento cómo se sentíra usted misma si a la tarifa
de USD 4.958 por dos personas–seis días de su Hotel “Casa los Sauces”
(www.casalossauces.com), o sea alrededor de $ 15.000 por semana, o sea $
60.000 por mes, o sea $ 360.000 por semestre por UNA HABITACIÓN, el
Estado decidiera “retenerle” el 44 % de la tarifa bruta (o sea $ 158.400)
además de ganancias, ingresos brutos, y todos los impuestos y aportes
previsionales porque decide que está ganando demasiado con el turismo
internacional, obteniendo una “renta” exagerada de acuerdo a su inversión
al aprovechar los beneficios de la pesificación y de los escenarios naturales,
cobrando en dólares. Sería escandaloso y seguramente como abogada
sabría defender la causa ante los tribunales, alegando la
inconstitucionalidad. Y tendría razón.
A propósito: quizás debiera usted saber que para obtener un ingreso
bruto equivalente al de una habitación de su hotel en seis meses, un
productor debe obtener, en los promedios de rendimiento de Entre Ríos,
por ejemplo, una cosecha exitosa de no menos de Ciento veinte hectáreas.
Destaco: Una habitación de su hotel, Ciento veinte hectáreas de soja.
Si a usted le molestaría que el gobierno le “retuviera” el 44 % de su
ingreso bruto, imagínese si además de tender las camas y limpiar el piso
hubiera tenido que arar, sembrar, fertilizar, cuidar, cosechar, comprar
semillas, comprar gasoil, y luego, vender a un precio que es incierto, por la
acción del gobierno y del propio mercado. Y luego de todo, pagar
impuestos y aportes...
No se trata entonces, señora, de que un sector no obedece una
legítima decisión suya. Es usted la que pretende hacer pasar por legítima
una decisión ilegal, y pretende que se la obedezca, como si fuera Luis XIV.
Señora, por favor, ¡reaccione!...
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No es usted como presidenta, –mucho menos su marido- la
“propietaria” del país, como los “gobernadores-propietarios” de los tiempos
oscuros de la Colonia, con potestad para decidir según su discrecionalidad
cuánto puede ganar una persona en una actividad lícita. Es una funcionaria
de una Nación que ha elegido vivir en un sistema “representativo,
republicano y federal” sobre la base de una Ley Fundamental que usted ha
jurado respetar.
Esta definición, que apoya en los ciudadanos todas las facultades del
Estado, cuenta con una última garantía, presente en forma continua: la
independencia total de la justicia y la garantía que la justicia brinda a todos
y cada uno de los argentinos de que sus derechos no serán violados por el
poder. La pretensión del Jefe de Gabinete de que la sola autocalificación de
una medida de gobierno como una decisión “política, que no puede –por
ello- ser judiciable”, es tan absurda como pretender que la Justicia no pueda
valorar cuándo han sido afectados derechos de las personas que están
encima, muy por encima, de cualquier decisión, voluntad, intención o
pretensión de los funcionarios. Con ese razonamiento, podría detener
personas, confiscar bienes, apropiarse de fondos públicos... diciendo que
son “medidas políticas” y pretendiendo indemnidad. Y la justicia, señora,
hasta ahora y en los casos en que han sido sometidos a su decisión ha
declarado ya la insconstitucionalidad de la resolución de su ex ministro que
impuso las “retenciones moviles”.
Entonces, señora, ¿no sería bueno que releyera los viejos libros de
Derecho Constitucional de sus épocas de alumna de la Facultad de Derecho
en La Plata? Y de paso, ¿no le parece que sería bueno, también, releer a su
admirado Kelsen, repasar la “pirámide”, recordar la fulminante ilegalidad
que conllevan las decisiones políticas que son tomadas por funcionarios u
órganos sin facultad para hacerlo? ¿No recuerda la definición de las
condiciones que requieren las decisiones –individuales o colectivas- de un
sujeto público para ser productor de normas jurídicas válidas? ¿No
resuenan en su memoria las advertencias de que, por fuera del orden
jurídico de la “Teoría Pura del Derecho”, el peligro es que las referencias
de valor de las normas se atribuyan, como en épocas inquisitoriales o
premodernas, a los valores religiosos, a la pura violencia, a los caprichos o
a la ideología, en desmedro del derecho y de las personas?
La hemos escuchado, señora, referirse en distintas ocasiones a la
necesidad de ingresar definitivamente en la modernidad. Es imposible no
coincidir con este propósito. La modernidad conlleva el respeto a la ley, la
ausencia de atajos institucionales, la valoración igualitaria ante la ley del
individuo –que la democracia convierte en “ciudadano”-. A partir de allí,
todo es posible.
Cierto es que la modernidad genera sus propios conflictos, otras
desigualdades y nuevas injusticias. Ulrich Beck advierte sobre estos
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problemas, los “dilemas” de la modernidad y alerta sobre la tentación de
atacarlos retrocediendo. Las nuevas injusticias requieren profundizar los
principios modernos, con una actitud reflexiva. Eso hace una mirada
progresista. Una mirada reaccionaria, por el contrario, en lugar de
profundizarlos hace causa común con la irracionalidad previa, ataca los
principios modernos –igualdad ante la ley, ciudadanos como base del orden
jurídico y político, poder limitado, libertad de expresión y de acción
política- y cree, ingenuamente, que volviendo al pasado –totalitario,
absorbente, del poder sin límites apoyado en la fuerza o el puro
voluntarismo- puede superar los nuevos problemas. No advierte que en ese
intento recrea los antiguos conflictos y que ello equivale a despertar
también las viejas luchas.
Este no es un reclamo “juridicista”. Es el angustioso recordatorio del
abismo que se abre cuando la ley desaparece, situación que, entre otras
cosas, abre a los ciudadanos el derecho a la resistencia. Derecho que
muchos, en el país, han comenzado a ejercitar, legítimamente.
Vuelva, señora presidenta, al ejercicio del poder como lo construye
la Constitución y las leyes. No preste oídos a improvisados constructores
del poder por la pura fuerza, que la llevarán a ser un triste recuerdo en la
historia. Retome su discurso electoral de unidad, de apertura al mundo, de
rescate de los principios fundacionales del país, de respeto a los próceres de
todos los partidos. ¿O en serio piensa que encontrará una salida recreando
la polarización de 1945? Usted, que ha viajado, que ha visto cómo se está
construyendo el mundo del futuro, que ha podido observar el formidable
impulso del mundo global y la arrasadora irrupción de las nuevas naciones
emergentes –una de ellas, o más bien varias, en nuestras propias fronteras-
¿no se siente fuera de época con ese discurso y esas consignas?
Millones de argentinos de buena voluntad están esperando que
reaccione, los del campo antes que nadie. Sacúdase el pasado. Mire hacia
adelante. Una a los argentinos. No conduzca al país a un nuevo abismo, que
la arrastrará a usted. Levante la mirada, por un momento.
Convoque a la oposición, donde encontrará más deprendimiento –y
afecto- que el que tiene a su lado. Abra el diálogo con quienes no tienen su
misma visión, pero sí un gran patriotismo.
Por favor, señora, ¡reaccione! No queda mucho tiempo...
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¿Horas finales?
¿Es que han perdido toda noción de prudencia? ¿Es que no les
interesa ya atravesar cualquier límite? ¿Es que la paz entre los argentinos
dejó de ser para el gobierno un valor apreciable?
Que tengamos que vivir esta situación bordeando el abismo en el
momento internacional más promisorio de la historia argentina es sólo
imputable a una causa: el deterioro del marco institucional por la obsesión
autoritaria de una persona.
Cualquier país democrático, ante un conflicto de la magnitud del que
existe con el campo, hubiera buscado su solución a través de su sistema de
mediación institucional. Para eso está el Congreso, sus comisiones
específicas, sus espacios de diálogo y generación de consensos... incluso su
justicia, si así fuera el caso.
Todo está parado, por decisión del jefe del partido oficialista. El
Congreso no se reúne desde hace semanas, a pesar de los reiterados
esfuerzos de los legisladores opositores. La Justicia sigue con su marcha
parsimoniosa, como si estuviera juzgando una tranquila causa particular en
la pacífica Suiza. Y mientras eso sucede, el jefe del peronismo llama a sus
partidarios, a través de su vocero, a “armarse”, no se sabe para qué, porque
nadie ha impedido a la administración el uso de las fuerzas regulares de
orden público –policía, gendarmería, prefectura- si fuera necesario su uso
para mantener el orden jurídico y social del país.
La amenaza de repartir armas entre quienes, en el acto de portarlas,
se transformarán en delincuentes, lleva al país ya al límite absoluto de la
tolerancia. Indica que el régimen de gobierno transcurre sus horas finales.
El país maduro, por el momento, mira azorado. Las inversiones hace
rato que se paralizaron. Los pequeños ahorros fugan rápidamente hacia la
divisa, previendo el caos que se avecina. La marcha de la economía, cada
vez más ralentizada, está al borde de detenerse. Los productos desaparecen
de las góndolas, en parte porque faltan debido al caos generado por el
gobierno, y en parte por temor ante los saqueos que son usuales en esta
clase de procesos.
El clima de “cambio de tiempo” está claro, y lo único que sigue
incierto es el momento final. Nadie puede ya, con esta situación y este
desborde emocional y político del jefe del partido oficial, pensar que el país
podrá atravesar con tranquilidad los tres años y medio que faltan hasta el
2011.
Salvo que la presidenta reaccione. Es la última esperanza.
¿Todos se volvieron locos?
Presidenta, ¿está su marido en sus cabales? ¿Lo está usted?
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La renta de la tierra
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producción- y hoy está fuertemente matizado por el cambio sustancial en el
proceso productivo agropecuario
¿Cómo hace una economía moderna para evitar que la “renta” o
“ganancia extraordinaria” beneficie injustamente a pocos? A través del
sistema impositivo, y específicamente, del impuesto a las ganancias, cuya
elaborada sofistificación permite contemplar todos los aspectos necesarios
para discriminar situaciones diferentes.
La tierra, hoy, es un componente de la explotación agropecuaria,
pero con las siguientes características:
1. Es un bien de mercado, para acceder al cual es necesario realizar una
determinada inversión que no puede obviarse en las cuentas de
capital. Al igual que cualquier otro bien, su costo está determinado
por su productividad intrínseca, y por la tecnología y la capacidad
del trabajo humano que requiere se le incorporen. El precio de
disposición de la tierra para una campaña agrícola no tiene una
característica económica muy diferente de alquilar una grúa para la
construcción para un edificio, o un generador eléctrico para una
planta industrial, o del escenario para un festival audiovisual.
2. En la ecuación de costos, la tierra ha dejado de tener la importancia
fundamental que tenía en épocas de escaso desarrollo tecnológico y
trabajo humano sin calificar. La explotación agropecuaria marcha
hoy a la vanguardia del desarrollo tecnológico y requiere no sólo un
equipamiento que suele ser comparable o superior al valor de la
tierra –y que, al igual que ésta, tiene un costo de mercado- sino que
necesita inversiones cuantiosas en semillas, fertilizantes, plaguicidas
y otros complementos que acrecientan la demanda de inversión. O
sea: requiere contar con un capital operativo que hace un siglo era
ínfimo.
El precio de los productos agropecuarios de exportación está
determinado por el mercado mundial, haciendo imposible aplicar un
criterio homogéneo de cuál es la “renta” diferencial con respecto al costo
de la producción realizada en otros países. La aplicación de subsidios en
numerosos países agrega un componente adicional de distorsión del
mercado, reduciendo artificialmente el precio de competencia. Los insumos
agropecuarios, el gran componente de la producción agropecuaria moderna,
tienen, por su parte, un mercado internacional con precios globalizados.
La novedosa ganancia que produce el incremento de los precios
internacionales no es atribuible a la propiedad de tierra o la “renta agraria”,
sino al crecimiento estructural (y no meramente circunstancial) de la
demanda frente a una oferta que no ha reaccionado a la misma velocidad,
pero que la seguirá hasta alcanzarla, mediante la incorporación tecnológica,
biotecnológica y de producción. Para mantener el nivel de rentabilidad será
necesario volcar crecientes ingresos a ambos frentes de investigación,
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desarrollo tecnológico e incorporación productiva. Y confiscar la
rentabilidad no sólo conspira contra ese objetivo, sino que anula el
excedente con el que puede financiarse la ampliación productiva para
responder a la demanda creciente.
Estas circunstancias marcan la esencial similitud entre la explotación
agropecuaria y cualquier otra explotación económica. Las leyes de la
economía –oferta, demanda, rentabilidad, inversión, ahorro, tasas de
interés, tecnología, precios, riesgos, seguros- no tienen diferencias
fundamentales –aunque sí especificidades- con otras actividades que
ameriten un trato distinto en razón de la justicia distributiva.
Lo antedicho no implica negar la posibilidad –e incluso, la necesidad-
del arbitraje público en algunos aspectos sensibles relacionados con la
disponibilidad de alimentos para el país y el mundo, de la misma forma que
otros mercados –como el de medicamentos, por ejemplo- o incluso el
arraigo de la población, la preservación del ambiente, los bosques y la
propia diversidad biológica. Ese saludable y necesario arbitraje debe
ejercitarse, cuando sea necesario, contemplando el interés general, con las
herramientas impositivas y de asignación de recursos fijados por el orden
legal, con sus límites, condiciones y controles, y debe ser adecuadamente
fundado, producto de un debate transparente y abierto como el que requiere
la modernidad reflexiva.
Pero también implica tomar conciencia de que tratar a la tierra como en
los tiempos de la economía feudal o inmediatamente post-feudal o con
criterios similares a los de la minería extractiva de recursos no renovables –
como el petróleo, por ejemplo- puede generar el desestímulo a la actividad
agropecuaria, provocando en definitiva el incremento de los precios al
golpear sobre la oferta reduciéndola, fenómeno que se insinuó ya a nivel
internacional a raíz de la crisis argentina en estos últimos tres meses, que
incrementó el precio internacional de la soja. De esta forma, no sólo se
afecta a los productores, a los que se agrede con la incertidumbre sobre sus
condiciones de trabajo e inversión, sino se genera un daño de alcance
universal: el encarecimiento de los alimentos a una humanidad hambrienta.
De cara a la justicia impositiva, la conclusión es nítida: el impuesto a las
ganancias –aún con la discutible incorporación de un impuesto especial a la
ganancia extraordinaria- sigue siendo la mejor respuesta, en razón de que
grava la ganancia realmente producida en cabeza de los productores que la
tengan, y admite suficiente sofistificación como para poder contemplar las
deducciones por zonas, por cargas familiares, por reinversión de utilidades
y demás rubros que ha estudiado suficientemente la ciencia impositiva y
que integren la decisión política debatida y expresada en el Congreso,
como representación de la pluralidad social.
Aún así, la prudencia debe guiar la excepcionalidad. Los hechos
concretos marcan los previsibles destinos –y desatinos- de esos ingresos
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extraordinarios en la Argentina de hoy. En manos públicas, es altamente
probable la irresponsabilidad (tren “bala”, caso Skaska, empresas públicas
fantasmas, festival de subsidios cruzados, corrupción ramplante, falta de
control y transparencia). En manos de los productores se canaliza hacia la
industria de maquinarias agrícolas, la inversiones en biotecnología, la
ampliación de la producción, el comercio y los impuestos locales, la
dinamización de los pueblos rurales, la ampliación del stock ganadero, y en
ocasiones, alguna inversión inmobiliaria en departamentos en la ciudad
para alojar a los jóvenes de familias agropecuarias que estudian.
Difícilmente haya un ejemplo más claro del rol económicamente virtuoso
de la libertad de mercado que éste, eximiendo al Estado de su necesaria
intervención ante la inexistencia de distorsiones. Ni la posición más
extremadamente marxista podría hoy ignorar la diferente consecuencia que
tiene una renta apropiada por un Estado autoritario y sin “accountability”
de uno democrático, transparente y moderno, o su libre disposición por
ciudadanos libres.
Las “retenciones móviles”, como se ha dado en llamar a los aranceles
variables de exportación de soja, al no discriminar diferentes situaciones,
además de violar la Constitución, conllevan una confiscación tosca y
rudimentaria, propia de un sistema fiscal primitivo, generan injusticias y
provocan desestímulos a la producción sin ningún beneficio en el precio de
los productos que gravan –sino que, por el contrario, encarecen el alimento
en el plano internacional sin abaratarlos en el plano interno, ya que dichos
productos no forman parte de la canasta alimentaria argentina-. Y conspiran
contra el desarrollo integral del territorio reforzando la concentración
macrocefálica, la industria ineficiente subsidiada por el campo y la
construcción política clientelar, en los que tributaría injustamente el
esfuerzo productivo agropecuario. Un buen impuesto a las ganancias,
transparente, sofisticado y coparticipable, es infinitamente superior a
cualquier retención.
La “renta agraria” es un concepto interesante para el análisis académico
de otras épocas y otros países que, aunque usado ligeramente en el debate
político argentino para “vestirlo” semánticamente, no tiene relación alguna
con la fijación de aranceles móviles sobre la exportación de soja, los que en
esencia implican la intervención directa sobre el precio de mercado de un
producto (y sobre los derechos de sus dueños productores) sin respaldo
constitucional, y sin ventajas sociales o económicas verificables.
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Mercado persa
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Cálculos robustos indican que la retención actual, con los valores
internacionales actuales de la soja y los actuales costos de producción
implican una tasa implícita de impuesto a las ganancias del... ¡85,7 % para
un pequeño productor que obtenga un “rinde” de 30 quintales por ha, y del
78 % para un productor grande que obtenga uno de 50!
La tasa sigue siendo enorme (supera el 70 % en ambos casos) si al
cálculo le reducimos el impuesto a las ganancias a un nivel 0. Es decir:
aunque el productor no pagara impuesto a las ganancias, las retenciones le
están confiscando más del doble de lo aceptado por la Corte como límite
para no convertir una gabela en “confiscatoria” y caer en la sanción del
artículo 17 de la Constitución Nacional. En el marco legal argentino, con el
actual nivel de costos de producción y de precios internacionales, la única
“retención” que no superaría ese límite sería una de aproximadamente 15
%, imputable a ganancias y en cuanto esas ganancias realmente existieran.
Seguiría siendo inconstitucional, sin embargo, por su origen –delegación de
facultes impositivas en el Ejecutivo- y por afectar las finanzas provinciales
al reducir la masa coparticipable.
Si esta tasa es pasmosa en cualquier economía –Chile tiene un
impuesto a ganancias del 16%, Uruguay del 30, Estados Unidos e Italia, los
más altos del mundo, 40 %-, se hace patética si vemos que en nuestro
entorno regional Brasil acaba de aprobar fondos subsidiados por CIEN
MIL MILLONES DE DÓLARES para incentivar su producción de
alimentos, y Uruguay nos ha sobrepasado ya en exportación de carnes, sin
tener retenciones y, por el contrario, promoviendo especialmente los
insumos –fertilizantes, semillas y maquinarias- a los productores
agropecuarios, a fin de impulsar su producción exportable. Y –
contradiciendo el argumento oficial- sin que el precio de la carne para
consumo interno se haya elevado, sino mantenido por el mercado en los
mismos niveles que en Argentina.
Son, además, regresivas (golpean más a los pequeños que a los
grandes en cerca de un 10 %), impulsan por ello la concentración de la
producción en grandes capitales, y desestimulan cultivos alternativos.
¿Por qué estos argumentos no forman parte del discurso opositor?
¿Por qué no vemos masivamente a dirigentes del PRO, de la UCR o de la
CC sosteniendo con claridad esa ilegalidad esencial de las retenciones, que
destrozan el capital de trabajo, violan derechos de los ciudadanos, niegan
las facultades constitucionales del Congreso y se apropian, también contra
las normas expresas de la Constitución Nacional de recursos provinciales?
Es entendible que la dirigencia del sector agropecuario acepte el
debate del “mercado persa”. En última instancia, lo que le interesa en
forma directa es defender a sus representados y eso no está mal. No es
entendible, sin embargo, que las principales figuras opositoras no agreguen
luz a este debate escapando del “corralito” de las transacciones, y reclamen,
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con claridad y transparencia, la vigencia integral de la Constitución
Nacional, y en lugar de ese discurso cristalino se dediquen a inventar
nuevas alquimias con que diferenciarse del gobierno, pero sin llegar al
“extremo” de reconocer su ilegalidad.
Claramente, no hay “retenciones” malas o buenas, según su nivel.
Las retenciones son inconstitucionales. Aunque antes las hubiera
aplicado Frondizi, Onganía, Perón, Alfonsín, de la Rúa o Duhalde. Como
no hay “inflación” buena, cuando es poquita, y “mala” cuando es grande.
No se puede ser “un poquito” ladrón y en consecuencia, estar éticamente
“más” justificado o “menos” condenado. Así como la inflación implica
apropiarse ilegítimamente de ingresos ajenos a través de la manipulación
de la moneda y de los precios relativos, las retenciones implican apropiarse
ilegítimamente de ingresos ajenos a través de un impuesto que el Estado no
está facultado a aplicar, en el marco de esta Constitución Nacional. Aunque
antes todos lo hubieramos hecho y casi todos lo hubieran aceptado.
Simplemente, porque afectan derechos de los ciudadanos que éstos no han
delegado en el Estado.
Hoy estamos pasando en limpio el país del futuro y empezando una
nueva construcción nacional. Arreglemos los cimientos del edificio, según
las normas, las buenas normas. Entremos al mundo sin intentar inventar la
pólvora. Aprovechemos una situación internacional que nos permite crecer
sin hacer trampas a los demás, y tampoco a nosotros mismos. En muy
pocos años podríamos volver a estar entre los primeros, en lugar de seguir
decayendo y neutralizándonos en discusiones sobre el pasado, o en el
mercado persa del momento.
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Un partido para el cambio de modelo
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Los hombres de campo –y quienes los han acompañado en sus
reclamos en estos meses- no están pidiendo que se cambie ese modelo. Por
el contrario, su reclamo ha sido muy claro: quieren que se lo respete.
Y, al contrario, quien ha pretendido cambiar el “modelo” sin tener
facultades legítimas para hacerlo, es la propia señora presidenta, a quien
cabría reclamarle que, si realmente quiere cambiar el modelo vigente, que
presente el proyecto de reforma constitucional estableciendo otras bases,
las que integran su propuesta.
Podrá así, por ejemplo, proponer reformas que anulen la prohibición
de la confiscatoriedad, pongan mayores límites al derecho de propiedad,
reduzcan las facultades del Congreso y las transfirieran al Ejecutivo,
dispongan que los Jueces no tienen independencia ni estabilidad cuando
pierden la confianza del poder, limiten la libertad de prensa, concentren la
capacidad de disposición de recursos en el poder ejecutivo nacional con el
correlativo vaciamiento del federalismo, y hasta deroguen la imputabilidad
de los funcionarios en casos corrupción, entre otras cosas.
Si los ciudadanos –y el “pueblo”- votan esas reformas, la señora
presidenta tendrá legitimidad para seguir haciendo lo que hace, y –entonces
sí- los hombres del campo y quienes los acompañan deberían formar una
fuerza política para volver al “modelo” cuya vigencia efectiva hoy
reclaman. Porque el que está vigente por la Constitución, no es el que se
está aplicando por la presidenta.
No es, entonces, el campo, el que tiene hoy que formar un partido
para cambiar un modelo con el que está conforme. Es la presidenta, que
pretende cambiar ese “modelo” sin tener facultades para hacerlo, la que en
todo caso debe hacerlo.
Entonces, señora presidenta: si quiere cambiar su modelo, pues
forme usted un partido político, o utilice el que ya tiene, proponga su
proyecto al Congreso, y si obtiene los 2/3 de cada Cámara, convoque a una
Convención Constituyente para hacerlo.
Si no, limítese a lo que son sus facultades. Gobierne según las
normas de la ley. Y respete a los ciudadanos, que son sus mandantes y no
sus súbditos, cuando éstos, en legítima defensa de sus derechos, le piden –
aún teniendo derecho a exigirlo- que cumpla usted con la Constitución que
juró respetar.
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Raíces y presente del populismo
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El concepto colonial del “gobernador-propietario”, unido al
cacicazgo violento-paternalista de las tolderías indias se instalaron en el
presente, sumando, una vez más, a la vieja izquierda entrista, más
esclerosada que nunca.
De esta conjunción emergió el “kirchnerismo”, extraña simbiosis
entre discurso de izquierda y práctica populista que alteró los términos
tradicionales de la ecuación de poder de otras veces, aunque en una
impregnación recíproca que desnaturalizaría aún sus ilusiones
transformadoras más rudimentarias.
En otras épocas, la izquierda entrista vinculó su suerte al peronismo,
y resultó usada por éste. En este caso, los términos se invirtieron, y el
peronismo pareciera ser el usado, pero en realidad es sólo una ilusión: su
influencia populista fue mayor. Impregnó a la izquierda entrista de lo peor
de sus prácticas –patoteras, violentas, antiéticas, incoherentes- y a lo peor
de su funcionamiento político –las presiones, los aprietes, la subordinación
a la corporación sindical y al uso del poder como forma descarnada de
acumulación económica personal-. Y la alejó de sus esencias
modernizadoras: democracia, tolerancia, racionalidad, respeto a las
diferencias, honestidad, vigencia del estado de derecho, disposición
constante al debate abierto y creador, coherencia. Esa izquierda esclerosada
no ha descubierto aún a Lula, Bachelet, Tabaré y Felipe González. O al
propio Rodríguez Zapatero.
Populismo no es lo mismo que socialismo. Este último, subproducto
potente de la modernidad, supone la creciente socialización de los medios
de producción. En ese proceso, la “plusvalía”, riqueza que –en la
cosmogonía marxista- el trabajador genera para el capitalista, es limitada
por leyes sociales, salariales e impositivas originadas muchas veces en
reclamos socialistas en el marco del estado de derecho, apoyado en la
soberanía popular. De esta forma, la naturaleza “expoliadora” del
capitalista vuelve a revertirse hacia quienes generan esa riqueza con su
trabajo. Es el mecanismo virtuoso de las sociedades democráticas
desarrolladas.
El populismo, por el contrario, no asume la responsabilidad de
generar riqueza, sino que recurre a la más directa forma medioeval de la
apropiación lisa y llana. No es moderno, es pre-moderno. No le interesa
crear bienes y servicios, sino apropiarse de los que crean otros. La ética del
socialismo es la libertad y la justicia. La ética del populismo es la del
relativimo moral. Los socialistas son revolucionarios, y en tanto tales,
reivindican el dialéctico avance de la humanidad, en escalones sucesivos,
hacia un mundo más perfecto. Los populistas son esencialmente ladrones, y
no reivindican ningún avance social coherente que trascienda el momento.
Los socialistas apoyan su construcción teórica en el trabajo creador, acción
suprema de la dignidad humana. Los populistas, en su rapiña para financiar
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el ocio, la conformacion de fuerzas de choque o la construcción de un
poder clientelar sin virtudes democráticas.
El capitalismo y el socialismo conviven en la modernidad, que les
provee de instrumentos de mediación para procesar sus conflictos y acordar
equilibrios transitorios. El populismo, por el contrario, odia a la
modernidad, a la limitación al puro poder que implica respetar las leyes, la
igualdad de todos ante el orden jurídico, la división de los poderes, la
libertad de expresión, de conciencia y de prensa, y la opinión diferente.
La modernidad no admite faltarle el respeto al ciudadano, que es su
creación intelectual y su razón de ser. Para el populismo, el ciudadano es
una entelequia molesta para lograr su cometido, una creación
extranjerizante que con gusto desterraría hasta del lenguaje.
En el fondo del drama argentino está la impregnación populista de su
discurso y su praxis política. Los “K”, con sus incoherencias discursivas y
angurria desbordada han llegado a un nivel orgiástico, pero no son los
únicos. Se apoyan en un sistema de creencias conspirativas, análisis
rudimentarios, maniqueísmos arcaicos, complejos de inferioridad y
predisposición a la violencia –normalmente verbal, aunque en ocasiones
con dramáticas consecuencias, como los golpes de Estado, las policías
bravas, la masacre de Ezeiza, los atentados terroristas de los 70 y la
represión ilegal que los siguió- de alcance más general, que ha impedido la
entrada de la Argentina al mundo moderno.
En esa lucha, entrando en el siglo XXI, aún estamos.
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INDICE
Lo bueno y lo malo 3
Los dos caminos 5
Las consecuencias del populismo clientelista 9
Nadando en aguas negras 13
El cambio de año 17
Humanitario... pero asqueante 21
Imaginar lo inimaginable... pero posible 23
Todavía está a tiempo 25
La calidad institucional y el gran hermano de Moreno 27
Esperando el tren bala 29
Cristina atrasa, el país se descalabra, K acumula... 31
Responsabilidad 35
¿Le tocará ahora a la ley de gravedad? 39
La oposición 41
La inflación ya está instalada 43
Jubilados, inflación y aportantes 45
De costos, precios y licenciados a medias 47
El vacío... o la desfachatez 51
De “realities” presidenciales 53
De “aristócratas” que indignan 55
Cristina, Kelsen y las retenciones 57
Los jóvenes, protagonistas del día 61
Las retenciones son inconstitucionales 63
“Presidenta, ¿por qué lo hace tan dificil?” 67
La abogada presidenta, el rigor intelectual y la distribución del ingreso 71
Juntitos, juntitos 77
Rumbo de colisión 79
Señor Kirchner, a usted no lo votó nadie 83
Tiempo de inflexión 87
Señora presidenta... ¿y el rigor intelectual? 91
Cumbre de Lima – Cristina se sacó el gusto 95
Responsables o autoexcluidos 99
Se agota el proyecto K-K. ¿Se viene el peronismo? 101
Imagen, rumores y crisis 103
El guiness de Cristina 107
Por favor, señora presidenta, ¡reaccione! 109
¿Horas finales? 113
La renta de la tierra 115
Mercado persa 119
Un partido para el cambio de modelo 123
Raíces y presente del populismo 125
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En tiempos de Kristina – El primer semestre
Copyright © 2008 por Ricardo Lafferriere
ISBN 978-1-4357-4180-5
Ricardo.lafferriere@gmail.com
www.ricardolafferriere.com
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