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Ricardo Lafferriere

En tiempos de Kristina
El primer semestre

Buenos Aires,
Julio de 2008
En tiempos de Kristina – El primer semestre
Primera edición – 2008
ISBN: 978-1-4357-4180-5
Copyright © 2008 Ricardo Lafferriere
Autor y editor: Ricardo Lafferriere
Ricardo.lafferriere@gmail.com
Charcas 2737, 6º D – 1425 Ciudad Autónoma de Buenos Aires
República Argentina
Queda hecho el depósito que indica la ley 11.723

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medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos,
sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723
y 25.446

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Lo bueno y lo malo

Como es natural ante un cambio en el palacio, las expectativas se


abren con esperanzas, aún de los más incrédulos. Los discursos electorales
–que tienden siempre a los dramas- comienzan a matizarse, y aún los
rivales más encarnizados suelen abrir caminos de ilusiones, aunque más no
sea por puro voluntarismo, ante el cansancio que generan las batallas
permanentes.
La nueva presidente comenzó su gestión antes de hacerse cargo
formalmente. Las designaciones en el gabinete ratificaron lo del “cambio
sin cambios”, al incluir muy pocas variantes frente al estado mayor del
Estado vigente durante el reinado de su esposo. Y algunas medidas
tomadas en estos días ayudan a configurar la “transición”, en cuanto pueda
hablarse de ella habida cuenta que hasta ese tradicional concepto queda
licuado con el cambio que no lo es.
Mencionaremos en esta nota dos noticias destacables, uno por lo
patética y otra porque ayuda a ilusionarse.
Sobre la primera, hablamos la semana pasada pero todo lo que se
diga es poco, frente al agravio que ocasiona a miles de compatriotas que
han tomado sobre sus espaldas el peso del país: los hombres de campo. El
salvaje incremento del impuesto extraordinario a la producción
agropecuaria (las mal llamadas “retenciones”, como si en algún momento
se devolvieran...) llega a confiscar, en las situaciones más extremas, más
del 70 por ciento de la ganancia del empresario rural –incluyendo en esta
suma las “retenciones”, el impuesto a las ganancias, el impuesto de sellos,
el impuesto al cheque, los aportes patronales, los impuestos provinciales y
en algunos casos, hasta impuestos municipales-. No hay país en el mundo,
en sistemas de economía libre, con este grado patológico de apropiación
del trabajo ajeno por parte de sus estructuras políticas.
Podría argumentarse que con esta medida, la nueva mandataria
corrige los desaguisados de su marido, volcándolos sobre un sector que
tiene pocos votos y escasa capacidad de presión. Sin embargo, un
argumento de esa naturaleza renunciaría a cualquier pretensión de
coherencia, y confesaría la ausencia de estado de derecho: una sociedad
con normas no admitiría un procedimiento de robo institucional como ese,
nada más que porque el que gana o tiene algún dinero, carece de fuerza
para resistir la exacción.
También podría imaginarse que la transferencia de ingresos arbitrada
por el Estado con esa medida implica la contribución de quienes pueden
hacerlo a una transformación económica destinada a ganar productividad,
para cuando la situación cambie y ya no existan esos precios
internacionales tan favorables. Pero si así fuera, sería inexplicable que no

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se hubiera discutido en el Congreso, y que no se hubiera anunciado,
paralelo a la confiscación, cuál sería el destino de esos recursos.
Por el momento queda, entonces, como una simple medida fiscalista,
sin racionalidad económica y sin justificación moral ni legal. No es un buen
comienzo.
Cambiando de tema y de terreno, hay un hecho que sí merece
destacarse en la reforma del gabinete: la creación del Ministerio de Ciencia
y Tecnología. Esta medida, que debe reconocerse que sigue una constante
que lleva ya algunos años, ayudará a la interlocución del sector científico-
técnico estatal con sus contrapartes de la región y del mundo, reducirá los
pasos burocráticos para la decisión de temas importantes, y dará peso
político al enfoque científico-técnico en los debates del gobierno –
imaginando que éstos existan-.
Se trata de una vieja aspiración del sector, pero también de una vieja
esperanza que tenemos desde hace tiempo quienes pensamos que el futuro
de la Argentina exitosa en el mundo global no está en los empresarios
prebendarios y protegidos de las mafias golpistas pesificadoras, ni en los
apropiadores de ingresos ajenos asociados con el Estado, sino en la
capacidad de innovación, que en el nuevo paradigma económico instalado
en la economía mundial está íntimamente relacionado con el
reconocimiento social y económico a los creadores de conocimiento y
desarrolladores de tecnología.
Una mala, entonces. Muy mala.
Y una buena, también muy buena.
Entre estos extremos deberemos imaginarnos los pasos de la nueva
gestión.

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Los dos caminos

En el mundo se van configurando dos grandes corrientes: la de los


responsables que intentan encarrilar la convivencia hacia un escenario
normatizado, de paz y seguridad; y la de los autoexcluidos, cuyo interés es
mantener e incrementar la tensión global para seguir lucrando con el
petróleo caro, aún a costa de incendiar de conflictos las distintas regiones
del planeta y hambrear a los pueblos menos pudientes.
Estos bloques tienen márgenes difusos, pero se avizoran con
claridad. Los testimonios los vemos en estos días con el intento de la
reunión de Annápolis –a la que concurrirán israelitas y palestinos,
acompañados por Siria y convocados por Estados Unidos-, por un lado; y el
conflicto entre Chávez y Uribe, en el que la provocación grosera del
presidente venezolano al tomar contacto directo con un General del
Ejército de Colombia a pesar de la advertencia del presidente Uribe ha
llevado la tensión entre los dos países sudamericanos al borde de la ruptura.
¿Alguien imaginaría al Rey Juan Carlos, durante su mediación por las
pasteras, tomando contacto con los Jefes militares de Argentina o Uruguay
sin conocimiento –o, como el caso de Chávez, luego de la prohibicón
expresa- de los presidentes? Si esto es impensable, aún siendo el Rey quién
es, la actitud de Chávez –siendo como es...- no puede ser calificada de otra
forma que de provocación groseramente golpista.
En el primer escenario, vemos los esfuerzos que hacen dirigentes que
representan a países entre los que sería difícil encontrar afectos recíprocos,
pero que son conscientes de su responsabilidad ante miles de personas a las
que la continuación del conflicto les arruina literalmente su vida. Están
apostando por la paz. Dios y Allah los acompañen y puedan avanzar,
aunque sea algunos pasos, en el camino para encontrar la paz y la
convivencia.
En el segundo, el histriónico e irresponsable presidente venezolano
resolvió incrementar la tensión con su vecino, intentando utilizar el
sentimiento nacionalista –siempre rudimentario y útil para esconder
miserias- para revertir el deterioro electoral que desembocó en la derrota de
su proyecto de poder vitalicio y cambio constitucional en Venezuela.
La Argentina debiera ser más clara en su rol internacional. Así como
el acercamiento a Brasil es un paso que merece ser aplaudido, la
continuación de la amistad especial con las locuras chavistas, que busca
incendiar el Contiente –como bien lo dijo el presidente Uribe y lo confiesa
el proyecto presupuestario presentado en el Congreso Venezolano en el que
figuran los recursos destinados a financiar las actividades
desestabilizadoras en Mexico y otros países latinoamericanos, así como el

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impactante gasto militar- nos acerca sin necesidad al conflicto central del
mundo de hoy, pero ubicados con las peores amistades.
La ingenua argumentación de la presidente electa ante Bill Clinton –
“la integración latinoamericana no se entiende sin los hidrocarburos de
Venezuela y Bolivia”- además de ser una falacia sacada de la galera para
justificar la dependencia a que nos llevó el irresponsable desmanejo
finaniero y la inexistente política energética de su marido, se diluye ante la
magnífica noticia del mega-yacimiento descubierto por Petrobrás en Brasil,
que nos permite –de persistir en la suicida política petrolera argentina-
contar con hidrocarburos más cercanos y menos peligrosos ante la
inexorable escasez de los próximos años.
De otro amigo bolivariano de la dinastía K, Evo Morales y su
medioeval propuesta indigenista, sólo alcanza con destacar el dolor que
causa ver a una Nación que fue cuna de la nuestra y lugar de formación
intelectual de nuestros próceres, retroceder a épocas precolombinas,
sancionando una caricatura de Constitución en un cuartel militar, con la
sola presencia de los representantes oficialistas y en medio de un baño de
sangre.
Una vez más, es imperioso reflexionar. Señora presidenta: lejos de
Chavez, lejos de Evo. Cerca de Brasil, de Chile, de Uruguay, y de las
democracias consolidadas del mundo, donde debiéramos estar desde hace
tiempo, si no estuviéramos tironeados hacia abajo por la Corporación de la
Decadencia –pesificadora, ideologicista, coimera, golpista, confiscadora de
rentas ajenas- que nos tironea hacia el abismo.
El camino no son las retenciones, que al decir de Gustavo
Grobocopatel en declaraciones a La Nación “al sacar tanta utilidad a la
gente de campo, ésta no puede reinvertir. Vamos a ser muy buenos en
agricultura, pero el país va a estar siempre subdesarrollado”. Es la
participación de los empresarios de PyMEs en la Primera Cumbre
Empresarial China-América Latina”, realizada (por supuesto...) en Santiago
de Chile. No es la parodia electoral del 28 de octubre, que a un mes de
realizado no logra todavía mostrar los resultados de más del 60 % de los
votos en la principal provincia argentina, sino el ejemplo de Brasil, que con
casi 200 millones de habitantes muestra los resultados electorales a las tres
horas de cerrados los comicios, por supuesto realizados por medios
electronicos. No es convertir al Congreso en una oficina certificadora de la
discrecionalidad del poder ejecutivo, sino el admirable funcionamiento
parlamentario del Uruguay, que muestra una seriedad institucional
comparable a la de las grandes democracias consolidadas. El camino es el
que la propia administración “K” está siguiendo con el sector científico-
técnico, que debiera trasladarse a la educación para enfrentar esta
decadencia de años que reproduce la formación de ciudadanos

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semianalfabetos, que no sólo tienen dificultades en escribir sino en
ocasiones, no pueden construir una frase articulada.
Dos caminos. El bueno, y el malo. ¿Tan difícil es tomar el que
aconseja el sentido común, el bienestar de los argentinos, y el interés de las
personas del mundo que quieren paz, democracia y seguridad?

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Las consecuencias del populismo clientelista

Evitaremos hoy sumarnos a esa suerte de resentimiento que generan


los aumentos masivos de las tarifas públicas, con las que algunos
compatriotas quieren golpear argumentalmente a quienes votaron a K:
“vieron, ahora vienen los aumentos... qué se creían...”. Porque, en realidad,
todos sabían –sabíamos- que esos aumentos eran tan inexorables como la
ley de la gravedad, sea cual hubiera sido el resultado electoral.
No existe país en el mundo –ni siquiera entre los de ínfimo
desarrollo- en el que un boleto de tren de cercanías cueste 0,16 USD, un
mínimo de transporte urbano 0,25 y un boleto único de subterráneo 0,27...
En realidad, todos sabían –sabíamos...- que las tarifas ultraatrasadas
eran una de las formas de construir poder a cualquier precio del populismo
“K”, aunque significaran como contrapartida un transporte público similar
en su confort a los camiones que llevan ganado a Liniers, y menores a los
que los transportan a los “mataderos –frigoríficos”, que al menos buscan
reducir en los animales los niveles de “stress” para que no afecte el sabor
de la carne...
El aspecto positivo de este tarifazo es que ayudará a reducir la brecha
del cinismo público, en la misma proporción en que lo haga el
aprovechamiento de servicios pagados con fondos confiscados a otros, que
no otra cosa significará suspender los subsidios originados en las
retenciones a la soja, para reemplazarlos por un pago realizado
directamente por el usuario del servicio.
No es una buena noticia para la vida cotidiana de millones de
personas que utilizan trenes de cercanías, ómnibus y subterráneos para ir y
volver del trabajo. De hecho, el porcentaje de incremento en su gasto de
transporte será importante en sus pequeños sueldos, cada vez más alejados
de las mesadas oficiales. Sin embargo, también dejará aprendizaje: el
populismo paga a corto plazo, pero cobra a mediano y largo. Normalmente,
ese corto plazo se extiende hasta la siguiente jornada electoral. Como ha
ocurrido ahora, en que los boletos subirán, sin ningún mejoramiento del
servicio porque en el balance empresario, lo que se da por un lado se quita
por el otro.
Igual le sucedió a la buena letra empresarial ante la prepotencia
orillera de conocidos personajes oficiales, cada vez más efímera en sus
logros, como lo pueden atestiguar los banqueros, los petroleros, los
“gurúes” agropecuarios, los supermercadistas, los tamberos, y tantos otros
que han renunciado a su dignidad de ciudadanos en la esperanza de obtener
como dádiva lo que no han sabido defender como derecho. Todos terminan
igual, “ninguneados” ante la primera necesidad de ampliar el manotazo
para confiscarle aún más ingresos... en un proceso tan interminable como

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los viejos chantajes de la ficción. También esto tiene su lado bueno.
También acá se reduce el espacio para el cinismo –activo o pasivo-.
El impuestazo recién comienza, lo que no nos alegra pero nos ratifica
en la afirmación que hacemos desde hace años: la magia no existe. No
existe la posibilidad de recibir un futuro de maravillas sin construirlo. No
“llovió gasoil”. No “llovieron inversiones chinas”. No “se arregló sólo” el
problema energético. Al gasóil y demás combustibles debemos
conseguirlo, explorando para descubrirlo o importándolo. A las inversiones
debemos atraerlas –y retenerlas- con seguridad jurídica. Al problema
energético debemos encararlo con solvencia técnica y decisión política.
La misma con que debió ser encarado el problema educativo, que nos
ha llevado –luego de varios años de gestión directa o indirecta del ahora
Senador por la Ciudad, increíblemente receptor de felicitaciones a su tarea
educativa- a tener la juventud más embrutecida del Continente. O la
adecuada vinculación e interacción con el mundo, que nos ha llevado a
tener como únicos interlocutores al régimen venezolano en retirada, y al
vecino precolombino que intenta imponer nada menos que una
Constitución a sangre y fuego, con muertos en las calles y convencionales
amañados sesionando en un cuartel. Y provocando dos conflictos
bilaterales –hasta recordarlo parece mágico- con dos países con los que ni a
los más imaginativos analistas podrían haber imaginado al comenzar “K”
su gestión, que la Argentina estaría en este grado de tensión: Uruguay y
Finlandia.
El común denominador es el populismo clientelista, que significa
irracionalidad, construcción de poder personal a cualquier precio, desprecio
por las personas en cuanto ciudadanos, despreocupación por la inseguridad
cotidiana en cuanto no amenace la construcción de poder.... y negocios,
negocios, negocios... sin ley, sin transparencia, sin recato.
Volviendo al comienzo: el tarifazo, aunque necesario, pudo haberse
evitado en una economía que hubiera tenido en cuenta progresivamente el
cambio en la estructura de costos. El aislamiento, aunque necesario para
salir de la crisis, debió dosificar su apertura para aprovechar la marcha del
mundo atrayendo inversiones que se han radicado en Brasil, Chile, México
y hasta Uruguay. La educación, aunque convertida como herramienta de
alimentación de excluídos para ayudar en la dramática coyuntura del 2002,
no debió olvidar la esencia que justifica su existencia, que es educar.
La intervención en el mercado, aunque necesaria frente a las
enloquecidas variables de hace un lustro, debió desaparecer paulatinamente
para generar un crecimiento más sólido. Los malos gestos internacionales,
que algunos pueden justificar como una “pose” para enfrentar la
renegociación de la deuda, no puede convertirse en una política de estado
plena de mala educación, guarangadas, groserías y desplantes que se
traduzcan en la marginación del país de los circuitos internacionales más

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dinámicos, y hasta de las visitas de Estado, desaparecidas de la agenda
nacional desde hace varios años.
Y la violencia... incrementada en los años duhalde-kirchneristas a
niveles crecientes de salvajes orgías de sangre, resultado de complicidades
tácitas y expresas con los barones del conurbano, mafias de narcotráfico y
altas esferas de poder económico y político, traducidas en la adicción de
miles de jóvenes desplazados de cualquier horizonte razonable, no debió
formar parte jamás de la ecuación de construcción de poder legal en una
Argentina que ha sufrido demasiado para reincidir en ella.
Todas estas cosas produjo el populismo, del que podría salirse aún si
la presidenta respondiera más a su formación política y universitaria y a su
propia intuición, que a los círculos de poder clientelista y capitalismo
“negro” cuya articulación pareciera ser la próxima función del príncipe
consorte.
Sería una tarea titánica, la verderamente importante –más que la
recorrida hasta ahora, atribuible a la suerte de una buena situación externa,
la admirable capacidad de trabajo de argentinos a los que se destrata, y a la
reconocida y saludable tacañería salarial de su marido en los primeros tres
años de gestión de las finanzas públicas-. Una tarea que pondrá en juego no
sólo su prestigio, sino las chances de avanzar en un camino dirigido hacia
las grandes democracias exitosas, o convertirse en un remedo de lo que es
hoy Venezuela o Boliva, los grandes amigos de la presidencia que la
precedió.

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Nadando en aguas negras

Dos libros de aparición reciente desnudan la inexorable


desembocadura en corrupción en que termina un sistema político sin
instituciones, como el que ha sufrido el país desde el 2002. ..... Desfilan en
las obras los negociados de los subsidios del transporte con Jaime (el
Secretario de Transportes, administrador de los subsidios multimillonarios
a trenes y colectivos –que fue ratificado en su cargo-) visitando diariamente
la Casa Rosada, en ropa “sport” y con un “bolso deportivo”, los
fideicomisos de los gasoductos, viviendas y autopistas administrados por el
Ministro de Vido –que fue ratificado en su cargo-, los constantes viajes de
operadores oficialistas a Venezuela sin razones oficiales justificadas, el
tesoro del “baño de Miccelli”, y así hasta el cansancio.
El affaire de los 800.000 dólares, pero más que él, la reacción
adolescente –en el mejor de los casos- y cómplice –en el peor- de la
presidenta Fernández al acercarse aún más a Venezuela y atacar a un
gobierno extranjero que aplica la ley en su país, muestra cabalmente lo que
ocurre cuando se gobierna sin la mediación institucional, confundiendo el
ejercicio el poder –absoluto- con un bien propio. El hecho se agrava en ese
caso si recordamos que el país atacado es nada menos que el más
importante del mundo, de cuya decisión dependen aún varias “batallas” que
la Argentina debe dar en los próximos meses, en el Club de Paris, en el
FMI y en el propio “grupo de los 7”.
Nada diríamos si la protesta fuera justa, pero está claro –como lo han
demostrado reconocidos analistas y diplomáticos- que el destemplado uso
del atril diabólico sólo siguió el juego de su predecesor, tratando de crear
un conflicto externo para diluir la atención sobre una realidad interna que
se le escapaba de las manos. Hecho grave, porque los propios Estados
Unidos, obviando los reiterados agravios de su antecesor, habían expresado
su esperanza que la Argentina jugare en la región un papel destacado,
abriendo una cuota racional de expectativa creada por los gestos más cultos
y sofisticados de la nueva mandataria.
Días atrás, desde esta columna, expresaba el convencimiento de que
estamos a tiempo para rectificar el rumbo en los aspectos equivocados de la
administración de Kirchner. Así como aplaudía el trato dado al sector
científico-técnico, y luego la incorporación a la agenda de la calidad
educativa, realizada por Cristina Fernández de Kirchner en el discurso de
entronización, alertaba sobre los peligros de mantenerse cerca de lo peor de
la región, a cuya cabeza aparecen justamente los dos países con los que la
administración “K” ha cultivado mejores lazos: el racismo indigenista
precolombino de Morales, y el populismo autoritario y profundamente
corrupto de Chávez. Se reclamaba, asimismo, una política exterior que

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oriente la Argentina hacia las democracias exitosas y hacia los países que,
en la región, sostienen democracias institucionales homologables, como
Brasil, Chile y Uruguay.
Si así fuera, Kirchner hubiera sido un Cincinato del siglo XXI,
devolviendo el poder a las instituciones apenas cumplido su mandato de
dictador. Sin embargo, la prolongación de la “emergencia económica” y los
“superpoderes” luego de la transferencia de mando muestran que la “epoca
K” no ha sido una excepción autoritaria institucional causada por la
emergencia, sino la esencia de un régimen de gobierno en el que se cree.
Ello rompe esperanzas y reitera las vías de hecho como mecanismo de
decisiones públicas. La sociedad tomó nota de inmediato, en un país en el
que nadie es ingenuo, y las calles se llenaron de piqueteros, gremios,
ambientalistas, tamberos, trabajadores del casino... reclamando su derecho
de la única forma que el “modelo de acumulación inclusiva” entiende: con
las vías de hecho.
La presidenta ha decidido, lamentablemente y a escasos tres días de
asumir, ratificar los errores de su esposo. Hasta el propio Ministro de
Economía se ha contagiado los dislates, al sostener que “no se puede
vender la leche al precio que se les ocurra porque en el exterior está
cara...”, como si la leche fuera de su propiedad y el encargado de fijar sus
precios fuera él. La respuesta de los tamberos, con la misma lógica, podría
ser entonces abandonar la producción de leche –lo que provocaría a los
industriales y consumidores la necesidad de comprarla en el exterior, donde
“está cara”- y dedicarse a cualquier otro negocio de los que abundan, con
rentabilidades superiores a la fijada arbitrariamente por la dupla Moreno –
Lousteau.... y algo de ello comenzó a ocurrir con la liquidación de vacas
lecheras enviadas a faena; la realidad, en este caso, se impuso por sobre el
capricho y afortunadamente los propios sectores encontraron su camino sin
la intervención amateur y voluntarista del gobierno. Pero sirvió para
desnudar la intimidad de las convicciones de la nueva gestión, aún las de
sus funcionarios recientemente incorporados y menos sospechados.
Lamentablemente, en lugar de acentuar el cambio por sobre la
continuidad, la nueva presidenta prefiere seguir nadando en aguas negras,
culpando al gobierno de Estados Unidos porque investiga un delito, a la
prensa porque lo informa y seguramente, en los próximos días, a la
oposición porque se hace cómplice de la aplicación de la ley a los ladrones,
en lugar de ayudarlos a “zafar”. Se enojará cuando la sociedad sospeche y
denuncie la “kirchnerización” de YPF, o los negocios oscuros con los
bonos argentinos en Venezuela. Y lo que vendrá....
Y seguirá así, hasta que la Argentina reconstruya su edificio
institucional y el gobierno vuelva a ser lo que debe, con los límites que le
fija el estado de derecho, con los “contrapesos y frenos” de la división de
poderes, los partidos políticos reconstruidos y la prensa –libre, sin

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presiones ni descalificaciones- respetada en su función de poner en
conocimiento de los ciudadanos todos los hechos que molesten al poder,
que es un peligro.

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El cambio de año

Es dificil no sentir alegría al observar a tanta gente dándose gustos en


los locales comerciales concretando en las fiestas, después de tanto tiempo
de angustias, la felicidad de poder compartir con sus seres queridos los
tradicionales intercambios de regalos. Es difícil también no reflexionar
sobre que –por fín..- muchos argentinos pasan una navidad sin la
incertidumbre sobre lo que ocurrirá al día siguiente. Y eso, debemos
decirlo, es bueno.
A la vez, también resulta difícil no pensar sobre lo que ocurrirá en
los próximos meses a raíz del recalentamiento que se está provocando en
las decisiones de consumo de los argentinos al ocultarles la mitad de la
verdad, tan peligrosa como que están financiando la fiesta con la
liquidación de su capital. Esto no es un tema menor. Se amplía el
endeudamiento personal y las tarjetas de crédito comienzan a llenarse de
deudas, como en otras épocas. Ya empieza a haber una nueva asfixia en las
finanzas personales, y es cómo cubrir a fin de mes el pago mínimo para
seguir reciclando la bicicleta. Por ahora, parece sustentable, pero se está
inflando una deuda que conducirá inexorablemente a una crisis, cuando la
economía muestre el rostro de sus límites.
El gobierno, por su parte y aunque tarde, ha reconocido las
advertencias de técnicos y políticos sobre la gravedad de la crisis
energética, dando señales de la inviabilidad de seguir consumiendo sin
reponer reservas. Ya no se escuchará a la administración K pavonearse
sobre la inexistencia de las limitaciones y no sólo se correrá la hora oficial,
sino que se reajustarán las tarifas y comenzarán a realizarse saludables
ahorros en la dilapidación energética del sector público. Es un afortunado
primer paso, que será corto si la presidenta, en lugar de asumir un rol de
estadista para el que se ha preparado durante toda su vida, cae en el
impulso histérico de utilizar el atril diabólico con denuncias de
conspiraciones en las que no cree ni ella, cuya consecuencia es aislar al
país de la opinión sensata del mundo y crear nuevas incertidumbres en los
posibles inversores que, de otra forma, quizás comenzaran a ser seducidos
por el novedoso cambio de actitud oficial de reconocer la crisis y convocar
a la inversión.
La bonanza internacional que financia la alegría consumista de los
compatriotas y también la acumulación política prebendaria del gobierno K
empieza a mostrar nubarrones y a notificar que puede no ser eterna. La
crisis norteamericana puede poner en marcha una sucesión de efectos
desgraciados –como la posible ralentización de la economía China, que está
atada al consumo norteamericano-, lo que golpearía en su demanda de
commodities y en consecuencia, también en su precio. Sin soja a 300
dólares, no hay posibilidad de mantener las retenciones, y en consecuencia,

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se terminarán los subsidios a las tarifas de transportes, a las tarifas
eléctricas, a las tarifas de gas, al precio de los alimentos, a las empresas de
los “regalones del poder” y su cuento de la “economía productiva con
inclusión social”. Y el auge, que está apoyado –como en las viejas épocas
del país centralmente agroexportador- en la capacidad productiva del
campo.
Repetidas veces hemos reclamado desde esta columna lo que hacen
numerosos pensadores más capacitados que este autor: pensar en el futuro,
administrar la riqueza con criterio de escasez, hacer lo necesario ahora
porque mañana puede ser tarde, aprovechar el buen momento para
transformar la economía insertándola al mundo, para lo cual es
imprescindible la excelencia institucional, la seguridad jurídica, el estado
de derecho, la prudencia en el gobierno, el respeto a los derechos de las
personas.
Lamentablemente, se ha preferido el aullido destemplado y casi
histérico a la reflexión con la vista levantada, y los atajos conspirativos a la
conducción serena. Los argentinos estamos desaprovechando la bonanza
con su utilización total en el consumo, licuando salarios por la inflación,
liquidando el stock ganadero y lácteo, haciendo la vista a un lado para no
reconocer de lleno la gigantesca corrupción del sector público y dejando
pasar un excelente momento para reformular nuestra inserción externa
hacia el mundo global, reafirmando por el contrario nuestro vínculo con las
locuras de los autoexcluídos.
Pero, bueno. Así son las cosas. A pesar del barniz optimista que
provoca el “efecto riqueza”, por debajo las cosas no están bien. No están
bien y tampoco vamos bien. La sensación que deja hasta ahora la nueva
administración es la falta de templanza, la obstinación en el uso de
anteojeras ideológicas fuera de época, la ausencia de los espacios
institucionales de una democracia seria y la construcción de la imagen del
mundo alrededor de la idea escasamente homologable del
“kirchnercentrismo”.
Los ciudadanos “del común”, por su parte, están ya acostumbrados a
que las cosas del poder están fuera de su alcance y optan por la actitud
menos traumática: aprovechar el momento. Olvidados de reflexionar sobre
el “destino nacional”, se suman muchos a los atajos de la lucha directa –
con cortes de calle, piquetes, paros salvajes, interrupción de puentes,
bloqueo de fábricas, asaltos sangrientos a jubilados y comerciantes- y otros,
a disfrutar de la vida haciendo rendir en el momento sus pequeños –o
grandes- sueldos, ahorros o ilusiones.
Así llega este cambio de año con la primer presidenta mujer. Todavía
queda la esperanza que cuando comience el 2008, se decida a gobernar.
Sería bueno, antes que la realidad golpee a las anteojeras y lleguen

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nuevamente episodios traumáticos como lo que –aunque con una negación
suicida- todavía viven en el inconsciente de los argentinos.

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Humanitario... pero asqueante

¿Cómo no comprender el sufrimiento de los secuestrados? ¿Cómo no


identificarse con la lucha persistente, inacabable, del marido de Ingrid
Bentancourt, de su madre, de sus hijos? ¿Cómo no sentir solidaridad con el
drama de los privados de su libertad en condiciones infrahumanas, durante
años de privaciones y total incertidumbre sobre su futuro?
Quienes algunas vez sufrimos la privación de la libertad fuera de la
ley, y la condición de estar “desaparecidos” aunque sea por pocos días
antes de ser “legalizados” y pasar a estar simplemente “presos” en un
establecimiento oficial, podemos imaginar la atrocidad sicológica que
significa ver pasar la vida, día tras día, sin saber qué ocurrirá mañana, sin
ver a sus hijos, sin contacto con su familia, sin horizonte alguno al cual
aferrarse...
No debe existir condición más dura para un ser humano que una
privación arbitraria de su libertad. Es en esta circunstancia que se
condensan, en cada minuto de cada persona que la sufre, los miles de años
que la humanidad ha luchado por conseguir la vigencia de esa palabra, la
libertad, que define la condición humana.
Más de setecientas personas se encuentran en esa condición en la
selva colombiana, en manos de guerrilleros narcotraficantes con ropaje
seudoideológico, algunas de ellas pasando ya una década de secuestro.
Desde la perspectiva de cada uno de ellos, su sufrimiento es revivir las
inhumanas prisiones medievales de los reyezuelos feudales en infectos
pozos de castillos, en extremos a los que no llegó ni siquiera la Inquisición,
que al menos definía en un procedimiento judicial el destino de los
acusados. Estos secuestrados son privados de su propia condición humana,
de su derecho a ser responsables de lo que hacen con su vida y de la
relación de causa y efecto que preside la normalidad de los actos de la
cotidianeidad de cualquier ser humano. Están presos porque sí, no porque
hayan decidido asumir una causa, desarrollar una acción, cometer un
determinado acto, o ni siquiera pensar diferente. Están presos como están
presos los animales de los zoológicos, aunque a diferencia de ellos no son
bien tratados para mejorar su rentabilidad, sino que son olvidados en su
pozo de miseria por si alguna vez sirven para alguna operación política.
Como la que se está realizando en estos días en la selva, con la
participación de un ex presidente de la Nación Argentina.
Ayudar a la libertad de los condenados a muerte en vida es una tarea
claramente humanitaria y la ayuda no puede retacearse. A condición de
recordar, en cada instante, la situación en su integridad, que no es la
adecuada para festejar con risotadas los chistes chabacanos de quienes más
que por el sentimiento humanitario son guiados por la posible utilización de
las eventuales liberaciones en la política cotidiana. Este intercambio no es

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un hecho político: es la necesidad de ceder a un chantaje inmoral por parte
de delincuentes despreciables, y actuar en bien de los secuestrados no
puede ocultar la esencial inmoralidad en la que se ubica todo el proceso.
Todo involucramiento –que nos hace mejores- implica optar por
valores que no son absolutos. Cada valor conlleva un disvalor. Cada buena
acción tiene normalmente alguna consecuencia condenable desde la pureza
de la ética en abstracto.
La política, guste o no, en un mundo imperfecto –como el que
necesita de la política...- requiere embarrarse en estos chiqueros de
inmundicia. El ex presidente se está embarrando en nombre de un
imperativo moral. Debemos comprenderlo, reconocerlo, y hasta aplaudirlo.
La condición es que recuerde que vuelve embarrado, asquerosamente
embarrado. Ha participado en una negociación entre el mundo civilizado y
quienes niegan el derecho de las personas a su libertad, por simple capricho
o conveniencia, quienes alimentan el comienzo de la cadena del tráfico de
drogas que contamina a millones de jovenes en el mundo, genera con la
adicción los crímenes de volencia desbordada que asesina a nuestros
abuelos para robarles sus monedas, y somete a nuestras sociedades a la
inhumanidad en su convivencia.
Participa, en síntesis, en una actividad humanitaria, pero asqueante.
Ambos extremos deben recordarse, internalizarse, y reflejarse en el tono, en
el discurso y en las actitudes que, lejos de mostrar exitismo, deben rodearse
de un profundo recato debido al sufrimiento de los cientos de personas que
aún continúan muertos en vida.

22
Imaginar lo inimaginable... pero posible

El siguiente podría ser un cuadro de situación posible para el país en


algún tiempo.
El “MT 29 de Mayo”, grupo delictivo que realizó el copamiento del
Ministerio de Desarrollo Humano en La Plata (u otro que logre mayor
madurez organizativa), secuestra y mantiene secuestrado a un candidato de
la oposición de cara a las elecciones del 2009 –supongamos, Elisa Carrió-.
Pasan meses, y –como en el caso de Jorge Julio López- el gobierno muestra
su absoluta impotencia para dar con su paradero.
En un determinado momento, el grupo delictivo expresa que liberará
al secuestrado a condición que llegue al país un grupo de “garantes”, entre
los cuales requiere que se incluya a algún expresidente de un país de la
región, supongamos Jorge Batlle, del Uruguay, o Sánchez de Losada, de
Bolivia. Y que el operativo sea organizado por el actual presidente de otro
país vecino, por ejemplo, Brasil. Lula organizaría el procedimiento, los
garantes serían trasladados a algún lugar del Impenetrable, en el Chaco, o
de la selva tucumana, o –más seguro aún para los delincuentes- alguna zona
liberada del Gran Buenos Aires.
Trasladados los garantes al lugar, y luego de una espera de casi una
semana, el grupo delictivo decide no realizar la entrega. Y el expresidente
“garante”, frente al fracaso, le pide al gobierno de Cristina Kirchner que
implemente un corredor de seguridad, para que en un futuro nuevo intento,
la entrega pueda realizarse.
Hasta aquí, el supuesto.
¿Qué haría la presidenta Kirchner en esa situación? ¿Aceptaría que el
presidente Lula organizara un operativo de estas características, en el
territorio nacional argentino? ¿Aceptaría que Batlle o Sánchez de Losada
actuaran como garantes a un grupo terrorista de que nada le ocurriría al
liberar un secuestrado? ¿Garantizaría a Batlle o a Sánchez de Losada la
implementación de un corredor de seguridad para los terroristas, para que
luego de la entrega, pudieran “volver a su estilo de vida ” –como expresó
el presidente Chávez-? Y una última, que también genera curiosidad:
¿aceptarían Lula, Batlle o Sánchez de Losada prestarse a una capitulación
tan aberrante del estado de derecho?
Preguntas interesantes, para las cuales el gobierno debe estar
preparado, luego de la decisión de “alto nivel” que tomó al enviar la
costosa y arriesgada delegación que viajó a Colombia, encabezada por el ex
presidente, comprometiendo un criterio que los países serios analizan con
máxima profundidad por sus graves implicancias futuras cuando se trata de
negociar con delincuentes. La Argentina, con esta participación decidida
entre gallos y medianoche, sin reflexión ni debate estratégico, ya notificó
que está dispuesta a dialogar con delincuentes que mantienen a personas

23
secuestradas, y que esta disposición llega hasta garantizarles su impunidad
con garantía internacional.
Puede argumentarse –de hecho, sería válido- que las razones de
escala son diferentes y que en la Argentina no existe un grupo delictivo con
la capacidad logística y operativa como para ocupar materialmente una
parte del territorio nacional, como las FARC en Colombia. Esto es cierto...
por ahora. El desmantelamiento de la capacidad operativa de las Fuerzas
Armadas, el descrédito de las fuerzas de seguridad fogoneado por el propio
gobierno, el exponencial crecimiento en la “era K” de las redes delictivas y
específicamente de las redes de narcotráfico articulando las diferentes
etapas del negocio, desde el ingreso en aviones que nadie controla por la
frontera norte, la elaboración que nadie controla en laboratorios
clandestinos y la distribución que nadie controla en los principales centros
urbanos, no permiten asegurar que esta realidad no fuere la vigente en
nuestro país dentro de algún tiempo, más cercano que lejano. A comienzos
de los 70, la violencia puntual y la verborragica de los grupos guerrilleros
como Montoneros tampoco parecía peligrosa, y llegó a donde llegó.
¿Tenía sentido, con este horizonte dentro del marco de
probabilidades, comprometer a la Argentina nada menos que con la figura
de un expresidente y del Canciller en ejercicio, en un operativo para el que
no era imprescindible? ¿No se hubiera podido responder al pedido de
solidaridad con una presencia simbólica de menor dimensión cualitativa,
como hicieron otros países? ¿Tienen ya en elaboración el eficiente Jefe de
Gabinete de Ministros o el intelectual a cargo del Ministerio de Justicia una
construcción argumental válida para el caso que una situación como ésta se
presentara en nuestro país?
En todo caso, interrogantes preocupantes que pasarán a formar parte
de la agenda política argentina por decisión de la propia presidenta, sin
necesidad alguna, y de los que se evidencia –nuevamente- una forma de
gobernar para la que la calidad institucional, la seriedad republicana, la
reflexión serena y el respeto a la ley no son precisamente cualidades a
exhibir por la nueva gestión.

24
Todavía está a tiempo

Los argentinos están esperando a su presidenta.


Se demora en asumir su rol. El escándalo internacional con los
dólares venezolanos, luego sus vacaciones, luego el nuevo escándalo en la
selva tropical organizado por el amigo venezolano de su marido, luego –de
nuevo- la continuación de sus vacaciones, han demorado el momento en la
presidenta entronizada tome cabalmente, a casi un mes de haber sumido su
cargo, las riendas del país.
Los argentinos, mientras tanto, continúan con sus vidas. Sufren la
cada vez más grave crisis energética. Siguen soportando las subas de
precios disfrazadas por el INDEC, son agredidos por salvajes cortes de
calles que los obligan a soportar el infernal calor del verano porteño
durante horas, encarcelados por un tránsito endiablado y por piqueteros que
cada vez más descaradamente apañados por sus propios funcionarios que
hasta –se está comprobando- están siendo provistos con armas de guerra
para generar hechos atroces, como la toma del Ministerio de Acción Social
en la provincia de Buenos Aires.
Mientras el gran gestor de la estafa educativa que tanto la preocupa
ingresa al Senado de la Nación arrastrado por sus votos, los niños
argentinos se están convirtiendo, a más de cuatro años del gobierno de su
marido y de gestión del actual Senador, en los más embrutecidos del
continente; sus maestros, en los peor pagos.
Nunca en la historia argentina –récord que tanto agrada, ser la
primera en cualquier cosa....- ha existido una expansión de las redes de
narcotráfico en la dimensión que han alcanzado en estos cuatro años, en
que el gran responsable de la cartera respectiva ha sido premiado con un
nuevo Ministerio, ahora a cargo de la Justicia y de la policía. Justamente...
Y esa expansión ha provocado la exacerbada violencia en los delitos
comunes, ante los miles de adolescentes excluidos del sistema que caen
como moscas en las redes de distribución y en la adicción, llegando hasta
matar a pobres abuelos por un par de monedas que le ayudarían a acceder
al “paco”.
En este mundo globalizado los hechos generalmente no se dan en
forma aislada. Las redes de narcotráfico, el lavado de dinero, la narco-
guerrilla, el terrorismo, el comercio ilegal y legal de armas, los estados
fallidos y los “auto-excluidos” –como el régimen chavista venezolano- no
son jugadores aislados. La aproximación amateur y adolescente a estos
escenarios no llevan sólo a la primera magistrada a estos enredos: arrastran
a toda la Nación Argentina, y a los argentinos. Ya sufrimos dos grandes
atentados por la ingenua actitud de uno de sus predecesores, que pretendió
ingresar como jugador a una mesa equivocada. Tendría que asumir esa
experiencia y tomar distancia.

25
Estos argentinos, sus argentinos, no merecen ni sus vacaciones
anticipadas ni las aventuras tropicales de su esposo, ni las amistades
peligrosas por capricho o las peleas desde la tribuna con países serios sin
otro propósito que ayudar a “zafar” a alguno de sus cortesanos, aún a riesgo
de convertirse en el hazmerreír del planeta. Merecen que atienda su gestión,
que tome las riendas, que se haga cargo. Que se desprenda de los lastres,
que responda a su propia visión, si es que ésta es la que expresó en su
discurso inaugural.
Todavía está a tiempo. El poder no perdona su falta de ejercicio. El
tobogán que comienza con la falta de presencia presidencial ha demostrado
en la historia argentina no tan lejana, ser muy peligroso. Y un país como el
nuestro, sin nadie que tome sus riendas, puede descontrolarse más aún de lo
que está.
Todos los argentinos –me atrevo a pensar aún en los más nítidos
opositores, entre los que se cuenta el autor de esta nota- se despiertan todos
los días esperando la buena noticia de su reacción, porque de ella dependen
cosas tan importantes como la propia viabilidad de la democracia argentina.

26
La calidad institucional y el gran hermano de Moreno

Una a una, las esperanzas que la nueva presidenta generó en


compatriotas de vocación republicana y sentido común van siendo
sepultadas por sus hechos.
La decisión anunciada por el Secretario de Comercio Interior, en
connivencia con el tristemente célebre sindicalista paniaguado de los
diferentes gobiernos, implica una aberrante avanzada contra la privacidad y
los derechos esenciales de la libertad de las personas: el control policíaco,
como en las células de los “partidos únicos” o los “comités de manzana”,
para informar a las autoridades sobre la utilización de los equipos de aire
acondicionado en los edificios.
La noticia es propia de un 28 de diciembre, por lo absurda, si no
fuera originada en un despacho conocido por sus dislates y su lunática
obsesión en enfrentar la realidad. Lo peligroso, en este caso, no es la
participación de este original personaje al que ya nadie toma en serio, sino
el acuerdo que se anuncia con el gremio de los encargados, en el que el
dirigente recordado por su acomodaticio acercamiento a todos los
gobiernos ha expresado que instruirá a sus afiliados para la realización de
una investigación sobre la cantidad de aparatos de aire acondicionado que
existen en sus edificios.
¿De dónde sacó esa atribución? ¿Quién diablos se cree que es? ¿En
función de qué facultad constitucional, legal o reglamentaria puede utilizar
a personal privado para realizar investiaciones policíacas?
Lejos van quedando los anuncios y el tono del discurso de
entronizacion, el 10 de diciembre, que parecía iniciar una etapa de dialogo,
racionalidad, búsqueda de consensos y calidad institucional. El cambio
pareciera darse con el diferente uso del atril diabólico, menos cínico y más
hipócrita. El nuevo estilo es aparecer razonable, pero dejar el territorio libre
a sus funcionarios para avanzar con sus inclinaciones autoritarias, que la
sociedad argentina sencillamente no tolerará.
La decisión de Moreno y de Santamaría es una provocación. Están
jugando con fuego, desafiando a los ciudadanos de un país libre, como
mastines al servicio de un propietario inconsciente. Pueden encender una
mecha en cualquier momento, ante una opinión pública que no sólo está
encendida por el calor del verano, sino por el intento de seguir tomándosele
el pelo, mientras la presidenta organiza su nueva ausencia de su lugar de
trabajo, al que ha asistido en un mes menos del diez por ciento de las
jornadas hábiles. Esta vez no disfrutará del fresco patagónico, pero sí del
invierno europeo, alejada del infernal verano porteño y de una crisis que
sólo ella, su marido y su mastín se empeñaron en negar durante cuatro
años, frente a las advertencias reiteradas de todos los que saben, incluso
dentro de su equipo de gobierno.

27
Sigue teniendo tiempo, pero sigue también gastando su crédito. Sería
un error que confunda el respaldo institucional a su función, que le brindan
todos los argentinos de bien, con apoyo personal a su conducción. Nadie le
pondrá piedras en la rueda, pero nadie puede evitar sus errores al elegir sus
colaboradores o al instruirlos sobre las características de su gestión o la
realización de medidas que –como en el caso que nos ocupa- son una
agresión grosera a los derechos que los argentinos han ganado y defendido
desde la recuperación de la democracia.

28
Esperando el tren bala

Menos de dos horas es lo que tardará el “tren bala”, según los


informes que han trascendido a los medios periodísticos, en realizar el
trayecto que une a la Capital Federal con Mar del Plata.
Cristina debe estar ya por inaugurarlo por primera vez, como a ella le
gusta. Seguramente habrá luego varias inauguraciones más, a medida que
el presupuesto se incremente hasta duplicar o triplicar las cifras originarias,
como es usual en estos casos.
Mientras tanto, cinco horas es lo que han debido esperar los
pasajeros que viajaban en “El Marplatense”, la vieja y querida formación
que durante tantas décadas sirvió a millones de porteños que viajaban
anualmente a Mar del Plata para disfrutar de sus tradicionales vacaciones.
¿La duración total del trayecto? Menos de un dia...
Habrá otro “tren bala” entre Rosario y Córdoba. Mientras tanto, en la
antigua ruta nacional 19, a la altura de La Francia, trece personas murieron
en un accidente provocado por la saturación de una infraestructura
descuidada, como todo lo que es responsabilidad del gobierno nacional.
El cotejo las informaciones es la mejor muestra de lo que ha sido la
constante del gobierno K: promesas de largo plazo y difícil cumplimiento,
mientras la realidad golpea a usuarios y ciudadanos, no sólo en el
transporte sino en todos los ámbitos de la vida cotidiana. Alcanza con ver a
los pasajeros internacionales varados en Ezeiza, los muertos en accidentes
de colectivos de larga distancia, los accidentes de automóvil rompiendo
récord anuales de muertes en rutas que tienen el mismo ancho que las
antiguas rutas romanas circuladas por carretas, los ciudadanos trabados en
el tránsito atroz de la Capital por la incapacidad del gobierno para ordenar
la vida cotidiana. Cortes de energía, faltantes de agua potable, servicios
públicos privatizados sin control alguno de calidad, la educación formando
los chicos más ignorantes del continente, la mortalidad infantil volviendo a
subir luego de años de constante reducción durante todos los gobiernos
anteriores a K...
La improvisación es la constante, en un país que sigue adelante
apoyado en la fuerza de sus emprendedores y ayudado –afortunadamente-
por una situación internacional favorable por los avances portentosos de la
globalización de las fuerzas productivas, apoyadas en una revolución
tecnológica en la que logros de nuestros científicos y técnicos suelen
darnos sorpresas, con investigaciones llevadas a cabo, las más de las veces,
“a puro pulmón”.
El país sigue adelante a pesar del gobierno, de la corrupción, de la
sustracción cuasidelictiva de los ingresos de quienes invierten y arriesgan
en el campo, de la inseguridad para quienes se dedican a los servicios y no

29
saben si contarán con energía para cumplir sus contratos, de todos que
tampoco saben, al salir a la calle, si volverán vivos...
Estamos todos esperando el tren bala. Como las inversiones chinas,
el gasoil que “lloverá”, la energía que no falta y la inflación que no existe.
¿Comenzará Cristina a gobernar, de una vez por todas?

30
Cristina atrasa, el país se descalabra, K acumula...

En una incursión por el análisis económico, la presidenta declaró


días atrás que “logramos quebrar esa lógica estructural que tenía el país,
que cuando comenzaba a crecer y subían las importaciones terminábamos
en un cuello de botella por extrangulamiento del sector externo” (La
Nación Económica, Sábado 19 de enero).
Tal diagnóstico, propio de la Argentina de los años 70, no sólo
ignora el cambio que se produjo en la economía argentina y en el mundo en
el último cuarto de siglo, sino que marca en todo caso el límite de su propia
concepción “mercadointernista” y dependiente, en boga cuando la hoy
pareja reinante se fue a vivir a Santa Cruz allá en sus años mozos. Sin
embargo es a la inversa. Los datos están demostrando –según propias
informaciones oficiales- que a medida que la reactivación de la vieja
estructura industrial bonaerense movió las máquinas de hace medio siglo,
el superávit comercial, en lugar de subir, ha comenzado a reducirse en
forma acelerada.
En efecto: al mismo tiempo que la presidenta reiteraba su diagnóstico
atrasado, su ministro de Economía informaba que se ha producido una
nueva reducción del superávit comercial, del 10,3 % comparado con 2006,
reducción que se da en un contexto en el que la soja ha superado los 315
dólares por tonelada (cuando hace un año se cotizaba a USD 215), el
girasol llega a USD 420 y el aceite de girasol marca récords, alcanzando a
USD 1740 dólares la tonelada. A pesar de semejante impulso al valor de las
exportaciones aportado por demonizado sector agropecuario y el “viento de
cola” internacional no provocado precisamente por la administración K,
uno de los mágicos “superávits”, el comercial, sigue cuesta abajo, ante la
ausencia de inversiones en infraestructura y modernización en la industria
que acompañen al campo a mantener el aporte de divisas con una
perfomance un poco mejor de las exportaciones industriales.
Las exportaciones, en efecto, muestran con claridad más la
“continuidad” que el “cambio” en la ecuación oficial. Quizás con más
propiedad, debiéramos hablar de “retroceso”. Según la misma fuente (La
Nación, 18 de enero 2008), el rubro más destacado de nuestras
exportaciones fue “residuos y desperdicios de la industria alimentaria”, y el
rubro líder fue el de “lanas sucias”, con un incremento del 97 %, productos
que no parecieran mostrar mucha incorporación tecnológica ni configurar
una producción de la que el país debiera enorgullecerse. La industria ha
sido la que menos creció, con apenas 17 % con respecto al año anterior, a
pesar de estar beneficiada con la macro-devaluación que sirvió para
disimular la licuación de los salarios y la superganancia empresarial de los
industriales “nacionales y populares” provocados por el “modelo”
comenzado en el 2002.

31
El juego de estos datos muestra que el país, lamentablemente, está
volviendo a acercarse al atrasado diagnóstico de Cristina, y habría
alcanzando el famoso “cuello de botella” hace rato si la soja, el girasol y
otros productos del campo tuvieran el valor internacional del año 2000,
repitiendo esa crisis. Quizás sea bueno recordar que con estos volúmenes
pero con aquellos precios, la balanza comercial sería deficitaria ya desde
hace un par de años, extremo al que no se llegó ni siquiera en los
momentos más graves de la recesión y con los precios de las
“commodities” por el suelo.
La realidad, desgraciadamente es otra. El país –y el régimen duhalde-
kirchnerista- desde la crisis del 2001 que ayudaron a provocar, vivieron
gracias a las inversiones que el país había realizado hasta esa fecha, pero al
detenerlas con la irresponsabilidad sobre la que muchos alertaron ya desde
el 2003, están llegando a una saturación de la capacidad instalada que
bordea su límite, el que ya se alcanzó en el campo energético.
Escasez de gas, de energía eléctrica y de gasoil; trenes y colectivos
que se caen de a pedazos; infraestructura aérea que no agregó nada en lo
que va del siglo; rutas deterioradas con récord mundial de muertos en
carreteras; obsolescencia del equipamiento de las fuerzas de seguridad con
un crecimiento exponencial del narcotráfico; aislamiento internacional para
las inversiones serias en infraestructura que obligarán a volcar en ellas
inversión pública demorando urgencias lascerantes, como la requerida por
la salud y la educación, en la que están volviendo índices de mortalidad
infantil superados hace diez años y niveles educativos inferiores a los de
comienzos del siglo XX...
Por supuesto que para muchos las cosas andan bien, y ojalá que así
sigan. La abundancia confiscada al maldecido campo permite disfrutar de
una situación desahogada, que con un gobierno capaz hubiera permitido
hace tiempo terminar con la pobreza extrema, con la necesidad de
“cartonear” para poder vivir de miles de compatriotas, con el hacinamiento
en el transporte público y las necesidades de vivienda, agua potable y
saneamiento.
En estos cinco años que corrieron entre el 2002 y el 2007, el campo
con sus exportaciones ha aportado al país –y a la administración duhalde-
kirchnerista- cerca de CIENTO CINCUENTA MIL MIL MILLONES DE
DÓLARES que, de ser cierta la “ecuación de Cristina” (es decir, si la
industria generara sus propias divisas para evitar su asfixia externa)
hubieran bastado para desarrollar la infraestructura, mejorar la educación,
garantizar la seguridad, o pagar la deuda pública, cuyo nivel es superior a la
existente cuando provocaron la crisis. Más de un tercio de este descomunal
monto, confiscado con las “retenciones”, ha sido administrado por el ex
presidente sin control político ni judicial, sin legalidad en su apropiación,
sin presupuesto ni rendiciones de cuenta, sin resultados ni estrategia. En

32
cualquier país democrático del mundo una circunstancia así hubiera sido
tan escandalosa que retumbaría en las paredes de sus parlamentos y en las
tapas de sus diarios. Aquí no sólo puede mostrar con impunidad y
desparpajo un insultante incremento patrimonial, sino que además anuncia
que seguirá en la tarea, ahora con una nueva meta: apropiarse
definitivamente de la estructura política más desarrollada del país para
profundizar su “rumbo”.
Porque mientras Cristina atrasa y el país se deteriora, K acumula. No
satisfecho con lo que ya incrementó su patrimonio personal durante su
gestión –un récord, como los que gustan a su esposa: es el presidente que
más aumentó su patrimonio durante el ejercicio del poder en toda la
historia argentina-, ahora se prepara para que en su persona confluya la
suma del poder político a través de su delegada en la Casa de Gobierno y la
jefatura del justicialismo adocenado a los que pretende agregar el poder
económico, con la escandalosa kirchnerización de YPF, sus contactos con
la megacorrupción “bolivariana” –ligada, a su vez, con la narcoguerrilla
colombiana-, la “nueva burguesía nacional” de sus amigos santacruceños
originada en la corrupción estatal desenfrenada y el disciplinamiento del
empresariado servil, que –por supuesto- nunca ha ganado tanto –ni
invertido tan poco- como en estos años.
Sería de esperar que así como en la oposición democrática
republicana los ciudadanos esperan y trabajan para que en las lides
electorales que vienen no deban quedar mascullando su impotencia ante los
pasos de minués de liderazgos sin capacidad de articulación política, en el
oficialismo peronista se levanten ciudadanos que encuentren fuerzas en lo
profundo de su historia para no seguir siendo utilizados en un proyecto
político-económico ubicado en las antípodas de sus banderas
fundacionales.

33
34
Responsabilidad

Tres notas de La Nación del domingo confluyen para ubicar en la


escena el profundo dilema de la Argentina de hoy.
En la Revista, el delicioso cuento de Elsa Ducaroff “Fiesta en el
Praivat” nos traslada, cual película futurista americana, a la sociedad dual y
fracturada que, como todos los futuros, está contenida en muchos rasgos
del presente.
En “Enfoques”, la nota de tapa “Ciudades al límite”, elaborada por
Lorena Oliva, muestra la irrefrenable dinámica de concentración urbana
que ha sido característica del último medio siglo, en un ritmo que se acelera
día a día y que anuncia su profundización a medida que se incrementa el
desarrollo industrial de los países superpoblados del Asia.
Y en el mismo suplemento, la columna de Elisabetta Piqué “El barrio
de los sueños”, con la crónica de la exposición “Arte de Mayo, pequeña
historia autobiográfica desde un barrio de tierra”, destaca los sueños de
Gustavo Fuentes, extrayendo del pandemonio cotidiano la esperanzada
ilusión de un niño que crece en la villa “8 de Mayo”, no muy diferente
seguramente de los sueños de millones de niños en su misma condición, en
la Argentina y en el mundo: “Que en mi barrio no hayamás peleas, que
haya más comedores, más casas, calles de piso, plaza para divertirse, más
escuelas y más hospitales, más comida, útiles, guardapolvos, casas
hermosas, un castillo enorme, que toda la gente sea feliz”.
Los “ojos oscuros, ... vivos, chispeantes...” que esperaban a Paloma
al escaparse del “Privat” trepando al cerco que lo aislaba-protegía del
mundo de los “negrilleros” que la abuela insistía en llamar, como en los
viejos tiempos, simplemente “pobres”, son los mismos de Gustavo Fuentes
soñando con un futuro que en lugar de acercarse, se ha alejado.
Sin embargo, no es forzoso ese alejamiento. Porque en el mismo
presente que contiene los gérmenes de ese futuro infame, están también los
de otro, portentoso y sublime: uno que haya cumplido los sueños de
Gustavo Fuentes, en una sociedad integrada y educada, con personas libres
y dueñas de su destino, decididas a ser sujetos de la historia y no sólo
objeto de fuerzas e intereses fuera de su alcance.
Cualquiera de ambas sociedades está contenida en el presente,
porque el futuro no es unívoco. Y la consecuencia de esas potencialidades
es volver a ubicar en la acción –y en los sentimientos, y en el
razonamiento, y en la conciencia- de cada persona de hoy su
responsabilidad por lo que puede hacer con su vida para perfilar el mundo
del futuro.

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36
¿Le tocará ahora a la Ley de Gravedad?

En las viejas épocas de los Estados todopoderosos, represiones


sangrientas y poderes absolutos, una actitud como la adoptada por el
Secretario de Comercio, ordenando al Escribano Mayor de Gobierno que se
constituya en la oficina del empresario Juan José Aranguren para exigirle
que “ratifique” o “rectifique” sus declaraciones de que “bajar los precios
aumenta la demanda”, hubiera hecho temblar a más de uno. Es que en los
años tenebrosos hacer enojar a un funcionario podía generar desde la
detención arbibraria hasta la desaparición o el asesinato. Elena Holmberg,
Marcelo Dupont o el propio Héctor Hidalgo Solá fueron ejemplos de lo que
podía generar una declaración que cayera mal entre los hombres del poder,
aunque quien las emitiera fuera un funcionario del mismo poder, o
simplemente ser hermano de un funcionario que testimonia en un proceso
por asesinato.
Hoy, la ridícula decisión de Moreno no puede haber generado más
que una sonora carcajada en las oficinas centrales de Shell, la que debe
haberse escuchado no sólo en las embajadas –es de imaginar el contenido
de los cables diplomáticos de la semana pasada informando del hecho a sus
Cancillerías- sino en la propia Casa Rosada, a tal punto que el seguimiento
del tema desapareció misteriosamente de los diarios porteños, que desde las
elecciones funcionan en esta clase de temas alineados en una tácita
“cadena” como aquella que supo instalarse en el país hace algunos años y
que fuera calificada como “de la felicidad” alineando a periodistas, jueces,
legisladores y fiscales en una larga fila de sonrisas al llegar a fin de mes.
Hay un saldo positivo: el Escribano Pedro Echegaray, cuando
escriba sus memorias o le cuente a sus nietos las anécdotas de su ejercicio
profesional, podrá incluir un episodio que quizás hasta ya esté incluido en
el Guiness mundial de las payasadas.
La Nación informa del enérgico rechazo de prestigiosos
constitucionalistas a esta nueva ocurrencia de quien fuera calificado por el
ex presidente Kirchner como “más bueno que Lassie”. Quienes evalúan la
marcha del país con objetividad la incluirán sin dudas entre los elementos
que califiquen la libertad económica y política. Es probable que la primera
mandataria haga alguna declaración al respecto diciendo –como le gusta a
ella y en tono autolaudatorio- que “por primera vez en la historia política
argentina...” se produce un hecho como éste.
Los argentinos, por nuestra parte, hemos sido advertidos que repetir
en una declaración pública el contenido de algún rudimentario principio de
las ciencias económicas puede llevar a un funcionario –que, curiosamente,
ostenta el título de “Licenciado” en esa disciplina- a conferirnos el honor
de recibir en nuestra casa u oficina nada menos que al notario mayor del
país, el encargado de dar fé del juramento presidencial y de los integrantes

37
del gabinete nacional, para “ratificar” o “rectificar”, por ejemplo, que la ley
de la oferta y la demanda existe.
¿Negará tambien la ley de gravedad?

38
KyL

Hace apenas un par de meses analizábamos desde esta columna el


proceso electoral que culminó con la elección de Cristina Kirchner y
decíamos que había triunfado lo menos malo del oficialismo y lo mejor de
la oposición. No es secreto para nadie que nuestra predilección no estaba
con los triunfadores. Sin embargo, decía que aunque dentro del oficialismo
el centro de gravedad se encontraba en las mafias bonaerenses, los
empresarios protegidos de la pesificación asimétrica, los negociados sucios
de los sindicalistas corruptos y el aparato clientelista del Gran Buenos
Aires, también formaron parte del bloque electoral oficialista nuevos
dirigentes locales con amagues de cambio, científicos y técnicos
satisfechos con la jerarquización del CONICET y del sector científico en
general, y hasta productores agropecuarios a los que la humillación de las
retenciones no alcanza a eclipsarles la buena perfomance que está
atravesando el sector, la que identifican con el gobierno que les toca en
turno a pesar de que su fuente es el excelente momento internacional.
Pero decía también que fue exitoso lo mejor de la oposición, porque
aunque en ella están los argentinos de vocación democrática y republicana,
también aparecieron como opositores exponentes de la vieja Argentina de
los salarios licuados, las riquezas arrebatadas y los frutos del trabajo
confiscados. Y los argentinos apostaron a los que con mayor nitidez
expresaron sus principios, relegando a quienes sospechaba.
Las opciones, entonces, no reflejaban con claridad los verdaderos
dilemas argentinos.
Hoy las cosas quedan más claras. El viejo y obsoleto sistema
rentístico bonaerense se alinea y permite ver con más claridad donde está lo
nuevo y dónde lo viejo. ¡Hasta Eduardo Duhalde, gestor de todo lo nefasto
que ocurrió en el país a partir del 2002, ha dado rienda libre a su euforia!
La herramienta de la Argentina vieja es, una vez más, el peronismo
tradicional y ortodoxo alineado tras sus vicios históricos, renunciando a
todo lo que había avanzado desde 1983. Los sindicalistas del viejo pacto
militar-sindical que se ríen de la democracia, los violentos que desataron el
baño de sangre que desembocó en la Dictadura Militar, los empresarios que
sólo pueden hacer negocios al calor del Estado, los políticos que se
enriquecen sin escrúpulos con el manejo del poder... todos tras el liderazgo
de quien supo engañar a todos y pretende seguir acumulando el poder
supremo, no sólo político sino también económico. Singular y titánico
desafío el que se presenta ahora a los peronistas que sueñan con llevar a su
partido al juego democrático de la tolerancia republicana y el dialogo, a la
modernidad de una inserción madura con el mundo y al respeto a los
derechos que la Constitución otorga a los ciudadanos. Los observaremos
con simpatía y les desearemos el mejor de las suertes.

39
La oposición democrática republicana, por su parte, deberá ahora
hacer sus deberes con más prudencia y sensatez que nunca, articulando su
propuesta y puliendo su discurso para preparar el relevo, que se producirá
más temprano que tarde. Su desafío es recuperar la confianza y el
entusiasmo de la gran mayoría de las clases medias argentinas, su base
electoral natural, demostrando que la firmeza de principios es compatible
con la eficiencia de gestión, y que ha erradicado el dogmatismo
seudoideológico propio de la adolescencia para pensar en términos
estratégicos en una Argentina exitosa en el mundo globalizado, asumiendo
el gran desafío de volver a ubicar a nuestro país, en el término de una
generación, entre los que garantizan a todos sus habitantes los mejores
niveles y calidad de vida en el mundo.
Para eso se necesita revalidar la palabra, la honestidad, la fidelidad
de los hechos para con los dichos, recrear la confianza de unos con otros y
de todos en el país, respetar las leyes, confiar en la justicia. Si el
realineamiento que ha comenzado a efectuar el expresidente en el otro
campo ayuda a recuperar el entusiasmo en el espacio rival, entonces
bienenido sea.

40
La oposición

Si observamos a la Argentina desde un hipotético sitio alejado de la


siempre tormentosa coyuntura, la perspectiva de su dinámica política no
puede dejar de sorprender por el raquitismo de la oposición frente a la
formidable capacidad de iniciativa del proyecto “K”.
Dicho esto, la siguiente extrañeza es causada por la dimensión
enorme de los desconformes, frente al escuálido escuadrón de genios que
integra el oficialismo. Por supuesto –como todos los oficialismos- ello no
significa que no pueda alquilar, comprar o someter a toda clase de súbditos,
lo que no invalida la afirmación realizada: su lugar de generación de
política se reduce a la pareja reinante y un par de allegados. Al estilo de los
emperadores incas cuando los conquistó Pizarro, la ausencia de iniciativa,
capacidad de generación de política y de configuración de escenarios
estratégicos es un dato que atraviesa el kirchnerismo en todas sus
dimensiones. Lejos está de constituir siquiera un remedo del peronismo de
sus épocas duras, en las que cada unidad básica, sindicato o agrupación era
una usina de ideas, pensamiento, doctrina, movilización, lucha, reclamos,
proyectos. El único que define es “K”, y a su alrededor está el vacío, un
vacío gigantesco de ideas de futuro, sólo comparable en su dimensión con
su insaciable vocación de poder y riqueza.
Esa ingeniería le ha permitido gobernar ya cinco años, sin haber
podido lograr hasta ahora el apoyo popular del peronismo que lo precedió,
el de Carlos Menem, que en sus perfomances electorales osciló siempre en
el 50 %. Y que además, discusiones aparte, tenía claramente un proyecto de
país, con sus matices, claroscuros, fortalezas y debilidades. Aparentemente,
K busca llegar a la perfomance de su antecesor, cosa que ha logrado con
creces en su capacidad de desarticulación de todo lo que está enfrente y de
captación de lo que pueda ser peligroso. Ahora, hasta usa los ejemplos de
los éxitos menemistas –como sucedió con la presidenta días atrás cuando se
apoyó la experiencia de Puerto Madero para fundamentar su decisión
personal de licitar el tren “bala” a Mar del Plata-.
Sin embargo, lo que supera la capacidad de sorpresa para quien
observa este escenario no es tanto la reiteración de los peores vicios del
peronismo histórico que proyecta K, sino la ausencia de capacidad de
articulación política de quienes representan a la mayoría de los argentinos.
Desde el minué de la desaparición de un radicalismo cooptado por su
intención de copiar los métodos escasamente democráticos de sus rivales
históricos, hasta las excesivas concesiones al liderazgo personalista que
muestran las dos corrientes que se disputan el 60 % “no K” del país, desde
la Coalición Cívica y el “Pro”.
Los ciudadanos de vocación democrática-republicana, infinitamente
más sabios que sus expresiones electorales, no tuvieron problemas en votar

41
masivamente al “centro-derechista” Macri, y a los tres meses a la “centro-
izquierdista” Carrió. Los fuegos artificiales verbales entre unos y otros le
resultaron siempre de mal gusto. No pueden comprender sus gestos
recíprocamente recelosos, su alejamiento de las angustias cotidianas de
quienes ven en ellos una alternativa para sacarse de encima esta pesadilla, y
la demora en comenzar la articulación de una red de relevo que les permita
contar con la posibilidad de un cambio sereno hacia un rumbo abierto,
global, democrático, vital, apoyado en la capacidad transformadora de las
personas, alejado del paternalismo populista, la violencia de las redes
mafiosas del conurbano y de la cleptomanía sistémica de las corporaciones
gremiales, clientelistas, partidarias y empresariales protegidas. Un rumbo
como el que menciona la propia presidenta en sus discursos, tan alejados de
lo que hace y dice no ya sólo su marido, sino su propia administración.
La oposición. Ese es el problema argentino. El oficialismo es
conocido. Sus límites, sus prácticas, sus vicios, sus engañifas de jardín de
infantes, su esencial abismo entre lo dicho y lo hecho, su desconocimiento
de los derechos de los ciudadanos, de la independencia de la justicia, de la
libertad de expresión, y su aislamiento del mundo que avanza. Es la
oposición, la que en la concepción de la mayoría de los argentinos debiera
significar el camino alternativo, el de una democracia vital y participativa,
el de un sistema moderno sostenido por partidos políticos abiertos y
competitivos, el de un debate sostenido con argumentos respetuosos –del
adversario y de quienes observan- entre los protagonistas del espacio
público, el de un país sumado al concierto responsable de las sociedades
que están construyendo el futuro global, esa oposición es la que deja un
vacío tan rápida –y pícaramente- aprovechado por el universo K.
Y la que le permite, con su estrechez de miras, continuar el saqueo.

42
Argentina:
La inflación ya está instalada

Varias generaciones de argentinos comenzaron su vida adulta en los


últimos quince años. Vivieron problemas, angustias y crisis, incluyendo el
saqueo institucionalizado del 2002 con la “pesificación asimétrica”,
impulsado por las burocracias partidarias y empresariales bonaerenses. No
conocieron la inflación y seguramente al oir hablar de ella la identifican
sólo con el aumento de los precios. Sin embargo, las generaciones mayores,
las que han vivido ya cinco o más décadas, saben lo que era la inflación
para el deterioro sistemático de las condiciones de vida, la pérdida
inexorable de horizontes y la imposibilidad de desarrollar ningún
emprendimiento en el que poner la pasión por la construcción de su propio
futuro económico.
Es que a medida que la tasa de inflación sube, sube la tasa de interés.
Ello se mide anualmente –cuando no en forma mensual- y, en
consecuencia, cualquier emprendimiento que requiera financiación debe
proporcionar una rentabilidad superior a la tasa de inflación-interés
prevista, para poder ser viable. En consecuencia, debe incorporar la
inflación prevista en el precio de sus productos, realimentando el proceso.
Esa consecuencia no es la única: el umbral de rentabilidad requerido
a emprendimientos posibles se incrementa al compás de la tasa, salvo para
el sector financiero que, como funciona con dinero ajeno, amplía su
ganancia a costa del ahorrista –que pierde con la licuación de su depósito- y
del tomador del crédito –que debe dejar en la tasa la “parte de león” de sus
ingresos-. La inexorable reducción de ahorristas privados se va
reemplazando por fondos públicos, cuyo valor a nadie le interesa preservar
porque son del conjunto –más específicamente, han sido confiscados al
sector productivo y terminan dilapidándose en aventuras voluntaristas-.
Una ligero pantallazo de lo que ocurre en los gremios y en el sector
financiero hoy es mejor indicador de la inflación percibida y prevista en la
economía real que los datos del INDEC, destrozado como todo lo que K
toca. La tasa para un crédito personal estandar, según surge de las páginas
WEB de las instituciones bancarias, oscila enel 30 % anual nominal, que se
convierte en un costo financiero real de alrededor del 40 % anual si se
calcula la tasa como interés compuesto y se le agrega además el inefable
IVA, que comienza a pesar sobre el crédito a medida que la tasa de interés
aumenta (un IVA del 21 % sobre una tasa del 5 % es apenas de un punto;
ese mismo IVA sobre una tasa del 30, se transforma en un 6,3 %, con lo
que la tasa que debe pagar el tomador del crédito es ya del 36,3 % anual
más los “gastos administrativos”, o sea, un disparate que ninguna actividad
lícita permite en una economía estable). Comparar esa tasa con la inflación
de menos del 10 % anual que informa el INDEC resulta patético.

43
La inflación está instalada, gracias a los aprendices de brujos
instalados en la Casa Rosada, especializados en engordar alforjas propias y
saquear las ajenas. Porque por supuesto, la inflación abre posibilidades
enormes para los grandes negociados. Disimula ganancias, oculta sobornos,
dificulta los cálculos, convierte en letra muerta los controles del gasto y en
dibujos voluntaristas las partidas presupuestarias. Y a la postre, castiga con
la desaparición de ilusiones a los ciudadanos comunes, que deben pasar su
vida sacando cálculos para defender su ingreso instalando en la vida
cotidiana la inseguridad económica como norma, la desconfianza como
sistema y la falta de transparencia como método.
La inflación conspira contra la convivencia. Incrementa los
conflictos sociales, que por el contrario desaparecen cuando hay estabilidad
(¿alguien recuerda huelgas importantes en los 90?). Y destruye las bases
para las negociaciones colectivas por empresas que comprometen y asocian
a trabajadores y empresarios en el desafío común en cada actividad,
reemplazándolas por la negociación “macro” entre las burocracias
sindicales corruptas, recreando el triste fenómeno de sindicalistas
estancieros, empresarios y multimillonarios eternizados en su silla, a la que
han convertido en fuente inagotable de ingresos mal habidos.
La inflación, una vez instalada, adquiere una dinámica de muy difícil
corte, salvo con crisis abruptas –como el “shok” de Rodrigo durante la
presidencia de Isabel Perón, que a más de treinta años aún se recuerda y
desembocó en el proceso militar, o la hiperinflación que se produjo durante
la presidencia de Alfonsín, que le costó su retiro anticipado del poder, o la
renuncia a la moneda nacional que se instaló con la convertibilidad y
terminó derrumbando un sistema; todas tuvieron, a la corta o a la larga,
consecuencias finales traumáticas-.
De todos los desastres K, gran dilapidador de una enorme
oportunidad nacional, el desmantelamiento institucional ha sido el mayor,
hasta ahora. La reinstalación de la inflación como sistema se le agrega para
retornar, como quizás añora, a la época de triste recuerdo que desembocó
en los años de plomo allá por los años 70..

44
Jubilados, inflación y aportantes

Hablar de la inflación sería ya redundante, ante la generalizada


convicción de que la economía argentina conducida por el monocomando
“K” se ha instalado ya en un umbral en el que se recicla sola, salvo una
fuerte acción pública para bajarla, lo que hasta ahora no se nota.
Sin embargo, comenzaron a expandirse los dislates, incluyendo en
esta definición la absurda contradicción que se presenta entre el trato a los
jubilados –para los que se anuncia un bien merecido pero magro aumento
del 15 %, que queda al menos 10 % detrás de los precios-; y por el otro
lado, la confiscación adicional a los ahorristas del sistema de capitalización
de no menos del 20 % de sus ahorros, al imponerles ilegítimamente a las
AFJP la obligación de adquirir bonos públicos actualizados por el índice
“oficial” de inflación.
De esta forma, otra vez son los ahorristas previsionales los
destinatarios de un nuevo saqueo.
En efecto: los ahorros –lo dice en forma expresa la ley de
jubilaciones vigente- son de propiedad exclusiva de sus titulares, con la
limitación de que no pueden disponer de ellos hasta el momento de su
retiro. Las Administradoras de Fondos de Jubilaciones y Pensiones son,
como lo expresa su nombre, meras administradoras de fondos ajenos.
Como cualquier propiedad, para ser sus titulares privados de ella se
requiere una ley del Congreso, y previo pago de indemnización. Así lo
establece la Constitución Nacional. Nadie puede ser privado de su
propiedad sino en virtud de una expropiación por causa de utilidad pública,
y previamente indemnizado.
Al obligar a las AFJP a adquirir deudas del Estado en su versión de
bonos públicos actualizables por el índice de precios al consumidor
elaborado por el INDEC, el ahorro de los aportantes queda sujeto a la
manipulación aberrante del índice realizado por el deudor (el Estado
Nacional “K”), que de esta forma va licuando ese ahorro en el ritmo de
aceleración inflacionaria no reconocido. La diferencia entre el 9 % de
inflación reconocida, y el 25/30 % de inflación real es de alrededor del 20
%, porcentaje en que se reduce en verdadero poder de compra del ahorro
previsional “acorralado”.
Por supuesto que a las AFJP no les preocupa demasiado. Escudadas
en la obediencia debida, disciplinadamente acatan decisiones ilegítimas que
las llevan a violar la lealtad contractual y legal con sus clientes, que son los
ahorristas. No pierden dinero, ya que los que pierden son los aportantes. Y
esos aportantes no tienen ninguna defensa, ya que la Superintendencia
respectiva es una mera repartición sin poder político autónomo, también
disciplinada en la aplicación del robo sistematizado a que son sometidos los
ciudadanos que han optado por el sistema de capitalización.

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¿Hay un tema ideológico? Pareciera más bien que hay un tema
práctico. La cleptomanía sistémica del régimen “K”, que decide por su sola
discreción a quién le saca ingresos y a quién se los da, ha resuelto que
tomará los recursos ahorrados por argentinos que guardan para su retiro, a
fin de proseguir financiando con dinero ajeno su curso acelerado de
aprendices de brujos. Sería bueno que recuerden que los ciclos no son
eternos, y que las mortificaciones judiciales a que han sometido a sus
antecesores pueden parecer un lecho de rosas cuando las luces del poder se
apaguen, y a los jueces que vengan se les ocurra –como hoy con los
gobernantes que fueron- mirar hacia atrás y convocar a rendición de
cuentas a los reyes destronados. Y a los responsables de las AFJP... Unos y
otros podrían llegar a ser obligados a responder con sus patrimonios
personales por el daño que causan sus decisiones arbitrarias y actitudes
serviles.

46
De costos, precios y licenciados a medias

El gobierno de Kirchner ha resuelto desatar una nueva vuelta al


torniquete que asfixia a la producción. Está formando –según
informaciones periodísticas- una fuerza de choque de inspectores que
analizarán dentro de las empresas su estructura de costos. El fundamento de
esta medida muestra el razonamiento de un economista que estudió
microeconomía hasta la mitad del programa, y dejó la otra mitad sin
siquiera leer: según declaraciones del Jefe de Gabinete de Ministros, “los
costos determinan el precio final de un producto”, y con esta acción se
verificará si las empresas cumplen con esta premisa –La Nación Sección
“Economía & Negocios”, jueves 28 de febrero, página 2-.
Esa afirmación es cierta, pero a medias. Nadie producirá algo cuyo
precio de venta sea inferior a sus costos de producción. Es una afirmación
que funciona como “piso”. En tal eventualidad, la actitud previsible del
empresario es que cambie su línea de productos o que cambie de rubro, si
es que en el rubro que explota ya no existe mercado, sin que sea necesario
que nadie le inspeccione nada. Este concepto se denomina “costo de
oportunidad”, y es la opción que tienen las personas y las empresas de
cambiar de actividad cuando lo que produce ya no interesa, cuando sus
costos son superiores a los que puede ofrecer la competencia o cuando en
otra actividad económica alternativa su recompensa puede ser mayor.
Pero es también una afirmación parcial, y esta parcialidad es la que
la torna mendaz: el precio de venta no está fijado por los costos, sino por lo
que está dispuesto a pagar una persona que necesita o le interesa un
determinado producto o servicio. Esta es la otra mitad, la que funciona
como “techo”. La demanda, esa otra mitad de la materia, orientará a los
productores –empresarios, proveedores, personas- sobre los bienes o
servicios que pueden ser rentables, generarle una ganancia, porque pueden
producirlos o prestarlos a un precio de venta que las personas estén
dispuestos a pagar por él y que le compense su esfuerzo.
¿Cuánto está dispuesto a pagar alguien por un producto o servicio?
Pues, lo que tenga en su capacidad de compra, integrada por los ingresos de
que disponga, y eventualmente por los créditos que pueda obtener. Siempre
dando por supuesto que el bien o servicio le interese. Es muy difícil que,
por ejemplo, alguien quiera comprar carretas para organizar una empresa
de transportes cuando ya la sociedad dispone de camiones, ferrocarriles y
aviones, por más que las carretas sean vendidas a menos del costo de
produción. Salvo que se acabe el combustible... De la misma forma, si
quiere comer carne y tiene disponibidad de recursos, pagará lo que esté
dispuesto a pagar para obtener esa carne. Pasado ese límite, si no le alcanza
o considera que pagar tanto deja de ser razonable, comprará otra cosa,
como pollos, cerdos, pescados o proteinas vegetales.

47
¿Qué pasa si aumenta la disponibilidad de recursos de quienes
desean un producto, pero no ha aumentado la cantidad de ese producto?
Pue ese producto sube de precio. Y si no sube, se acaba más rápido, y al
final directamente no se conseguirá, porque –sencillamente- no habrá más.
Habrá que elaborar otro circuito, por ejemplo, adquiriéndolo en el mercado
mundial, o sea, importándolo.
Es lo que ocurre ahora con el gas, la electricidad y el gasóil. Y lo que
ocurrirá en pocos meses con la carne.
¿Por qué no aumentan su producción los empresarios? Es otro
campo: los motivos que tienen los empresarios para invertir dependen de su
expectativa de rentabilidad, y de su confianza. Los empresarios de
hidrocarburos están produciendo a pleno en países que le garantizan
seguridad jurídica . Los productores de carne están aumentando su
producción en Uruguay y Brasil, aprovechando el excelente momento
internacional. Sus gobiernos son serios, no caen en infantilismos y han
estudiado todo el programa de la materia, no sólo la mitad.
Una muestra clara la presenta la ganadería en el Uruguay: sus
exportaciones crecen a precios internacionales, sin “retenciones” de
ninguna epecie, pero ello no impide que el asado esté al alcance de los
consumidores uruguayos a un precio menor que en la Argentina. Actúa
aquí “la segunda mitad” del libro: los consumidores internacionales fijan el
precio de los cortes que le interesan en un nivel superior al costo de
producción, generándole ganancias que enriquecen al país; y los
consumidores internos fijan el precio que están dispuestos a pagar por el
asado y demás cortes “no exportables” (porque no interesan al mercado
externo) y los productores deben venderlo a ese precio porque si no, deben
desecharlos. El fenómeno es similar a lo ocurrido con el gasóil y las naftas
en los hidrocarburos en la Argentina: si no se puede exportar nafta,
tampoco se puede producir gasóil.
Ahora se prepara, según trascendidos, una nueva prohibición a la
exportación de carne. El “medio-Licenciado” a cargo del comercio sigue
con el dislate. Sigue aplicando la mitad del librito. Y destrozando todo un
sector productivo, que ha ha liquidado gran parte de su capital de “madres”
pasándose a una actividad alternativa, la soja, en la que las imbecilidades
oficiales son menores que las que manejan las decisiones sobre la carne
porque conforman un objeto de rapiña demasiado valioso como para
exterminarlo.
¿Somos “víctimas de nuestro propio éxito”, como afirmó el Jefe de
Gabinete semanas atrás al justificar la crisis energética? Más bien parece
que somos víctimas de la supina incompetencia del gobierno de Kirchner, a
pesar de los encomiables esfuerzos dialécticos del Jefe de Gabinete. Si la
economía sigue recalentándose con aumentos salariales que suman
capacidad de compra a una economía que no crece sino que, al contrario,

48
muestra sus límites –por la inseguridad jurídica, la falta de infraestructura,
las alocadas decisiones de la Secretaría de Comercio, las dificultades de
financiamiento productivo realimentadas por la inflación descontrolada-
marchamos directo a una explosión como la que ocurrió con Isabel Perón,
en 1975. En realidad, no es que suban los precios: lo que ocurre es que baja
el valor de la moneda, ante la desbordante emisión de billetes nuevecitos de
Cien pesos que cada vez valen menos.
Vendrá un rodrigazo, que cuanto más tarde, más fuerte golpeará a los
hogares humildes.
Dios quiera que no venga de la mano de nuevas triples “A”, desorden
social generalizado, y desborde total de la convivencia, que ya se insinúa y
que se potenciarán con “fuerzas de choque” destinadas a enfrentar
inútilmente al destino.

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50
El vacío... o la desfachatez

Pocas piezas oratorias presidenciales se han integrado con tanta


naturalidad al género de la ficción como la actuada el 1 de marzo, en el
discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso.
Nada sobre la inflación, desatada como flagelo destructor por los
aprendices de brujos del gobierno “K”.
Nada sobre el desmantelamiento del INDEC, convertido en
hazmerreír del mundo en su afán de tapar el sol con los dedos.
Nada sobre la inseguridad, la que –cuando no....- ahora parece que
es responsabilidad de la dictadura militar... ¡que terminó hace un cuarto de
siglo!...
Nada sobre nuestros niños, convertidos en los más embrutecidos del
Continente, luego de cinco años de una gestión premiada con una
Senaduría Nacional.
Nada sobre la corrupción, definida ya por propios y extraños como la
más profunda y extendida de cualquier gobierno de la Argentina moderna.
Nada sobre el enriquecimiento patrimonial de su familia, ese sí sin
precedentes en la historia argentina.
Supina incapacidad para prever la crisis energética, que le fue
anunciada durante años a su administración por calificados técnicos,
empresarios y analistas de todo el arco político, académico e ideológico, y
que ha sido “descubierta” como novedad de maestro ciruela por el actual
turno de gobierno –por supuesto, achacada a gobiernos anteriores, en este
caso a quien lo hizo veinte años atrás...-
Nada sobre el escandaloso negociado con los bonos argentinos en
Venezuela, que está recorriendo las redacciones de todo el mundo
embarrando más de lo que está el historial financiero del país con los
manejos dirigidos sólo a enriquecer ilícitamente a un conglomerado de
ladrones.
Nada sobre la vergonzosa operación de YPF, que a medida que se
conoce en profundidad demuestra la ausencia del más mínimo sentido de
pudor para organizar los negociados más espúreos, aún a costa del
compromiso de desfinanciamiento y desabastecimiento aún mayor de
energía para el país.
Nada sobre Skanska, ni sobre el bolso de Michelli, ni sobre el marido
de Michelli, ni sobre la preservación de Uberti y de Jaime como
funcionarios cajeros.
Nada sobre el mantenimiento de Guillermo Moreno como huracán
destructor de todo lo que toca, llevando al borde de la desaparición a la
explotación tambera, a la producción de carne, a la producción energética y
a la viabilidad de cualquier inversión seria ante la prepotente falta de
seguridad jurídica que convoquen a proyectos de mediano y largo plazo.

51
Nada sobre la creciente asfixia productiva, ni sobre la cerrazón que
se cierne sobre la economía ante los dislates del ex presidente formal, real
presidente de facto, que ha convertido a Puerto Madero en la verdadera
sede del gobierno nacional.
Es dificil –lo hemos dicho varias veces- no coincidir con lo que dice
la presidenta Kirchner. Es muchísimo más difícil encontrar algún hilo
conductor, algún vínculo, entre lo que dice y lo que pasa. Como si viviera
en una pompa de jabón, o mirara al país desde la estratósfera. Salvo por su
obsesiva defensa del narcotraficante caribeño, que está a punto de desatar
un baño de sangre en el continente luego de alinearse con lo peor de la
política, del delito y del crimen global.
En siquiatría, tal vez se podría hablar de esquizofrenia. Pero es
política, que obliga a ser claros en los juicios. El discurso oscila entre el
vacío y la desfachatez.
El vacío, si tenemos benevolencia para juzgarla y pensáramos que no
sabe lo que pasa.
La desfachatez, si –engañados por su facilidad en hilvanar frases
articuladas- le diéramos crédito a sus palabras y pensáramos que sabe de lo
que habla, y, en consecuencia, que miente con desparpajo.

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De “realities” presidenciales, peces en el agua y majestad del poder

“¿De manera que eso eran?...” debió preguntarse más de un


latinoamericano al observar, en vivo en directo, la transmisión televisiva de
la reunión del Grupo de Río, cuya fundación fuera impulsada por Sarney y
Alfonsín en 1986.
La avasallante “intervención” a que son sometidos los pasos y las
escenas del poder en esta etapa de posmodernidad ha llegado ya hasta las
majestuosas puestas en escena de las “altas cumbres”.
En otras épocas –Westfalia, Viena, Versailles, Yalta, Postdam- se
trataba de cónclaves de alta reserva, de la que los ciudadanos comunes
veían sólo la foto de circunstancia de sus inalcanzables líderes y esperaban
que la sabiduría los condujera a no arruinarles demasiado la vida cotidiana
en su veleidades prometeicas de constructores o reformadores del mundo.
Ahora esos cónclaves llegan al gran público en tiempo real y
muestan las más nimias acciones de los protagonistas, privados por
completo de la “majestad del poder” y dominados por pasiones infantiles,
como la de un león hervíboro temible en sus diatribas verbales ante una
cámara de TV en solitario, convertido en manso corderito al encontrarse
frente a frente con su rival; o de una presidenta recibiendo en forma
guaranga y descomedida el saludo de otro, que intentaba transmitirle su
alegría por la finalización del entuerto.
Bauman, en su libro “En busca de la política”, analiza este curioso
fenómeno del mundo posmoderno: la inversión del “panóptico”; esa
pretensión de controlar todo desde el poder que fue primero expuesta por
Bentham al analizar el diseño radial de las cárceles a fin de que los
carceleros pudieran observar en todo momento las más pequeñas actitudes
de los presidiarios, y que Foucault actualizara al analizar las sociedades
dictatoriales –con el Estado controlando la vida de los ciudadanos- se ha
invertido. Ahora son los ciudadanos los que observan, controlan y juzgan
en tiempo real las patéticas miserabilidades del poder, diluyendo la vieja
“majestad” del Estado y de lo público y dejando al descubierto la esencial
humanidad –con sus bajezas y sus destellos geniales- de los hombres
públicos, en esencial idénticos a las personas comunes.
El “reality” dominicano mostró todo. La impresionante solidez
argumental del presidente Uribe, dueño de si mismo con una templanza que
provoca la envidia de cualquier ciudadano no colombiano de estas
latitudes; la desbordada adjetivación del escasamente democrático
presidente ecuatoriano, jugando a participar de un juego que le queda
grande, y obligado por la realidad a “dar por finalizado” un entredicho que
no debió siquiera generar, cuando en esencia se trataba de una pelea entre
colombianos –delincuentes unos, y oficiales públicos, otros- que no rozó a
ningún compatriota suyo. Desesperada ansiedad por tomar algún

53
protagonismo en una “pescera ajena” de nuestra presidenta, sin vela en el
entierro a pesar de que, en palabras de su inefable canciller, se movió
“como pez en el agua” y cuya intervención –que no omitió una broma de
género de grotesco mal gusto- fue destrozada punto a punto por la maciza
respuesta de Uribe al punto de dejarla desencajada y con su dedito oculto.
Y –al fin...- la reacción teatral del afectado, que dejó a la vista de cientos de
millones de latinoamericanos que los insultos cruzados, los
desplazamientos de miles de soldados a la frontera, las amenazas de guerra
–“hasta el final”...- y las exigencias formales sin sustancia que pusieron en
vilo a todo un continente no habían sido más que fanfarroneadas
inconsistentes. Tan inconsistentes que no provocaron que ni un solo
soldado colombiano fuera desplazado hacia la frontera de su país para
prever una posible batalla...
De manera que eso eran.
Lo preocupante, luego de ver el desarrollo de la cumbre, es que el
honor, la riqueza, el destino y hasta la vida de tanta gente pueda estar
dependiendo... de esas personas.

54
De “aristócratas” que “indignan”...

El poder, al final, pule. Eso se advierte al escuchar que el rival de


Moyano ahora es la “aristocracia” del campo. La novedad de Secretario
General de la CGT cuidándose en el lenguaje quizás sea un lapsus
provocado por su nueva pertenencia, de la que goza desde hace un tiempo:
la solidaridad de clase con aquellos que tantas veces criticó –cuando era un
joven militante de la Juventud Sindical Peronista, ni yanqui ni marxista, y
despotricaba contra la “oligarquía vacuna”-.
Claro, ahora Moyano, además de un palacete multimillonario, tiene
campos. Varios campos. Está con un pie en cada lado de la trinchera, y
debe sentirse mejor (auto)tratado definiéndose como Aristócrata, en lugar
de integrar las huestes de su vieja y despreciable enemiga y darse cuenta
que pasó a ser, sencillamente, un oligarca.
Un oligarca –no un aristócrata- es el que aprovecha su función o su
sitio preeminente en la escala social o política para beneficio propio
directo, sin asumir sus obligaciones frente a los demás. Es la diferencia que
hacía Aristóteles entre la “aristocracia” y la “oligarquía”, la primera como
una forma de gobierno de “los mejores” –por definición, unos pocos,
trabajando por el bien de todos- frente a su deformación, la “oligarquía”,
consistente en que el lugar de “los mejores” es ocupado por “los peores”,
también muy pocos, pero dedicados centralmente a sus propios intereses,
desinteresándose del conjunto o usando falsamente sus necesidades.
Moyano es, en este sentido, un oligarca, término que el habla popular
apocopó en el conocido “garca”.
Sin quererlo, Moyano le ha proporcionado a los hombres de campo
un halago. Y también sin pensarlo, está expresando en ese halago lo que
todos los argentinos saben: fue gracias al esfuerzo de estos compatriotas,
que dejan su vida diariamente soportando inclemencias del tiempo,
incertidumbre económica, intemperie financiera e institucional, ataques
arteros de la administración tibutaria, saqueo impune de su riqueza usada
para construir el clientelismo del sistema macro-cleptómano vigente, que el
país pudo salir de la crisis del 2002.
Y esa verdad nos hace coincidir con Moyano. Nuestros compatriotas
del campo son realmente los únicos aristócratas que le quedan a la
Argentina. Los que han soportado con estoicismo todas las agresiones a
que han sido sometidos desde el 2003, sabiendo que su aporte era necesario
para salvar al país de todos. No cayeron en la tentación de los “oligarcas”,
como los dirigentes sindicales enriquecidos por la traición constante a sus
representados. No asesinan tesoreros que saben demasiado sobre los
manejos delictivos, ni organizan mafias violentas para librar batallas por la
apropiación de privilegios.

55
Son, por el contrario, la esencia de los argentinos de bien, de los
valores y conductas que hicieron grande a este país y la reserva a la que
recurrimos cuando los periódicos desastres generados por la “patria
contratista”, la “patria financiera”, la “patria partidaria” o la “patria
sindical” nos colocan al borde del abismo.
O los socios de todos, los empresarios prebendarios alejados de los
riesgos de la competencia pero siempre cercanos al poder, que ya están
vendiendo sus empresas para “irse al dólar”, a esperar la caída para volver
a comprar a precios ridículos lo que aún pueden vender a buen precio. Que
es, dicho sea de paso, lo que han comenzado a hacer algunos, aconsejados
por sus analistas económicos ante la cercanía al precipicio al que nos
empujan día a día las genialidades de la administración K-K.
Los del campo quizás no debieran preocuparse: Moyano, en síntesis,
les dijo un piropo. Estuvo mejor que el Jefe de Gabinete, que se “indignó”
porque estos aristócratas, cansados del saqueo, protestan porque una vez
más la banda de “Ali K-K- y los cuarenta ...” ha resuelto meterles la mano
en el bolsillo.
Es que, cabe recordar, entre las virtudes de la aristocracia está saber
tolerar el sufrimiento si es necesario para el bien de los demás. Pero no es
virtuoso dejarse robar pasivamente para enriquecer delincuentes. Aunque
algunos se indignen.

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Cristina, Kelsen y las retenciones

¿Qué diría Techint si el gobierno decidiera “retenerle” el 44 % del


precio total que cobra por un trabajo exportado, con el argumento de que
está lucrando con la pesificación asimétrica que le permite pagar salarios
retrasados?
¿Qué diría el inefable Cristiano Ratazzi, presidente de FIAT, si del
precio de cada automóvil que exporta –fabricado en el país con
combustible subsidiado, energía subsidiada y salarios subsidiados- se le
restuviera el 44 % de su valor?
¿Por qué lo que parece justo en un caso provocaría una generalizada
repulsa en los otros? ¿Por qué al campo se le puede robar, y a los
industriales no?
La dura polémica a la que asiste el país entre el gobierno y los
hombres de campo está tensando la convivencia nacional a un extremo que
se acerca peligrosamente al desborde y al caos. La utilización de una
“guardia pretoriana” para enfrentar a ciudadanos que protestan de una
forma que el propio gobierno incitó durante todos estos años a que
utilizaran los distintos sectores desconformes por distintas cosas al tolerar y
amañar los cortes, los bloqueos, los “escraches” y todas las formas
violentas de resolver desconformidades, está llegando al borde de un caos
generalizado. La pasividad de la administración muestra, una vez más, que
el país ha andado en estos años por sí mismo, y que el único mérito del
gobierno ha sido acompañar sin gestionar, por lo que ante el primer riesgo
de tener que tomar decisiones porque la situación se torna desfavorable, la
reacción instintiva es correr a refugiarse al Calafate. “Irse a la estancia”,
como en el viejo chiste de la viuda rica al enterarse que podía llega el
comunismo...
Esta vez se les fue la mano. Y la presidenta, que no es iletrada, lo
sabe.
Ella, que invocó su convicción kelseniana en oportunidad de su
último discurso en el Congreso, sabe que en la pirámide jurídica la
prelación normativa suprema radica en la Constitución. Luego, las leyes.
Por último, los decretos del Poder Ejecutivo, en el marco de las leyes. Y
tanto las leyes como los decretos son válidos sólo en cuanto se dicten en
armonía con las normas constitucionales. Sabe que las retenciones son
inconstitucionales, y que en un debate abierto como el que han desatado
con su codicia no hay forma de defenderlas.
La Constitución tiene un artículo, el 14, que establece la
inviolabilidad de la propiedad. No puede ni Moreno, ni Lousteau, ni ella
misma, tocar esa propiedad si no hay una ley previa que la declare sujeta a
expropiación, un juicio con derecho a defensa y un pago previo. Nada de
eso existe en el caso de las “retenciones”, inconstitucionales, ilegales y

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antijurídicas: el gobierno resuelve quedarse con ingreso que es propiedad
de sus dueños pasando por encima de sus derechos constitucionales.
Aunque se disfracen de impuestos aduaneros, que deben también discutirse
en el Congreso y no pueden ser confiscatorios. Se usa para justificarlas una
“ley” de Onganía, disfrazándolas de impuestos a la exportación. La Corte
ha dicho que los impuestos no pueden absorber más del 35 % del valor de
un producto, porque serían confiscatorios. Las retenciones son
inconstitucionales, su legalidad emana sólo de una “ley” originada en un
gobierno dictatorial, y su monto supera ampliamente lo permitido por la
justicia. En conjunto, entre las retenciones (44 %), el impuesto a las
ganancias (35 %), el IVA no deducible, los impuestos provinciales, las
tasas municipales y las contribuciones patronales, el peso impositivo sobre
la producción agraria oscila en alrededor del 65 %, llegando en algunos
casos al 90 %. Son, en la visión de la filosofía del derecho a la que adhiere
la presidenta, sencillamente ilegales.
Peo no sólo son ilegales. Económicamente son la expresión de una
visión retrógrada, fuertemente conservadora, con las que se financia la
conformación del bloque de poder clientelista y subordinado que comenzó
Duhalde y prosigue su gestión.
Esta lucha está mostrando la puja de dos países.
El futuro de crecimiento en un país abierto al mundo, competitivo e
inclusivo, protagonista de la globalización sin enconos ni complejos,
asentado en la potencia creadora de sus hombres y mujeres trabajando con
imaginación y tesón, o el pasado de un país cerrado y clientelista,
prebendario y corrupto, en el que los ciudadanos son objetos de las
trasnochadas veleidades políticas o ideológicas –destinadas al “zonzaje”-
por parte de la vergonzosa asociación ilícita que se está quedando con el
país.
Se trata de la lucha del país del pasado por sacarle a los hombres de
campo el fruto de su trabajo, su riesgo y su inversión, y de éstos para
defenderlo, sencillamente porque es de ellos.
De cualquier forma, es interesante reflexionar sobre los dos caminos
que se debaten sobre el destino de los ingresos de los productores
agropecuarios. Se respeta el estado de derecho y quedan en sus manos; o se
les roba para que sea la administración “K-K” la que diga que se hace con
ese dinero extraído a sus dueños.
En manos de los productores ese ingreso circula hacia varias
corrientes importantes:
1. hacia las empresas fabricantes de maquinarias agrícolas,
tractores, cosechadoras, sembradoras;
2. de éstas hacia sus trabajadores, técnicos, distribuidores,
fabricantes de sus partes –pequeñas metalúrgicas, tornerías y
talleres locales-,

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3. nuevamente desde estas últimas a los trabajadores del sector,
los comerciantes y proveedores de los pueblos, (con sus
empleados),
4. hacia los municipios a los que les abonan los impuestos, y
desde allí hasta los trabajadores municipales, las obras
públicas locales, el florecimiento de los pueblos del interior
mejorando su calidad de vida.
5. hacia el conjunto de impuestos locales, con los cuales se
refuerzan las finanzas de provincias y pueblos: mejora la
educación, la salud pública, las obras públicas locales.
6. Otra corriente va hacia los proveedores de siembra,
fabricantes y proveedores de semillas, fertilizantes,
agroquímicos y demás insumos agropecuarios, profesionales
agronómicos, veterinarios, técnicos.
7. Y es posible que, como es tradicional, el excedente que
hubiere se invierta en la explotación ganadera, la “caja de
ahorros” del hombre de campo, incrementando la
producción de carne, con sus derivados –veterinarios, peones
de campo, proveedores de genética, medicamentos, etc-.
¿Dónde van, por el contrario, las retenciones administradas por la
gestión “K-K”?
No mencionaremos “la valija de Micheli”, ni las coimas de Skanska,
los sobreprecios de los gasoductos o el pago a precios exorbitantes del gas
importado de Bolivia. Sólo hablaremos de las corrientes de gastos más
evidentes, la mayoría de los cuales no surgen de un debate parlamentario
sino que están utilizados con la discrecionalidad de quien maneja un
almacén propio. ¿Hacia dónde va la recaudación de las retenciones
administradas por el gobierno?
1. hacia las prebendas al Sindicato de Moyano, utilizado como
fuerza de choque estilo “camisa negra” seudo fascista.
2. hacia las transferencias a las empresas transportistas de
colectivos, con fuertes “devoluciones”, a las aéreas, y a las
ferroviarias, a las que se les garantiza una renta sin competencia
desestimulando su inversión en equipamiento.
3. a empresas fantasmas, como ENARSA, o la propia LAFSA,
creada por Dualde y continuada por Kirchner, que sigue pagando
sueldos de 10.000 pesos mensuales y más a personal que no hace
nada, porque no tiene aviones, ni vuela.
4. a los subsidios a empresas deficitarias amigas del gobierno.
5. a reforzar las “sugerencias” y presiones a los gobernadores,
Intendentes, Jueces y periodistas en la nueva “cadena de la
felicidad” que tanto éxito le dio al menemismo en sus diez años
de gestión;

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6. hacia la utilización política para alinear sindicatos, repartiendo
fondos a las obras sociales de los sindicalistas que acepten a
Moyano como su jefe.
7. hacia las transferencias a los empresarios bonaerenses golpistas
del 2001 que heredaron del duhaldismo.
8. hacia la construcción clientelista de poder a través de los
municipios del conurbano, el pago a personas convertidas en
“carne de cañón” de movilizaciones amañadas y aplaudidoras
acarreadas en los actos de apoyo a las internas políticas o
sindicales del esquema oficial.
9. hacia la construcción amañada de la reorganización del
peronismo, nuevojuguete del ex presidente formal desde la Casa
de Gobierno de Puerto Madero.
La diferencia es nítida.
Por el primer camino el país tomaría la senda homologable de
contruir un futuro integrado, federal, apoyado en el potencial creador de sus
ciudadanos más dinámicos, sostenido en un sistema político en el que la
base última es la reflexión y decisión de ciudadanos libres.
Por el segundo, se profundizarán las distorsiones republicanas
propias del país corporativo, estancado y envejecido, de espaldas al mundo
en el que, a pesar de la oportunidad internacional, se están desperdiciando
alternativas que difícilmente se repitan en el corto plazo. Un país que, en
pleno auge y “optimismo”, ha girado al exterior en el segundo semestre del
2007 nada menos que USD 8.622 millones de dólares, más que los que
expulsó durante la crisis del Tequila, en el primer semestre de 1995 (USD
5.787 millones) o los emigrados en el segundo semestre del 2001, cuando
todo se caía (USD 6.491 millones). Un país cuyos funcionarios no dudan
en perjudicar a sus productores y beneficiar a sus competidores del
exterior, regalando mercados que costaron décadas conquistar, a la
capacidad exportadora de Brasil, Uruguay, Paraguay y los propios
“farmers” norteamericanos, felices de las decisiones de la administración
“K-K”, como lo menciona Jorge Castro en su nota de Clarin del 22 de
marzo.
Los hombres de campo, como lo han hecho tantas veces en la
historia, están abriendo un camino y mostrando un ejemplo. Bastante han
tolerado hasta ahora el desprecio y la soberbia. En todo caso, la política –
gran ausente de éste y de todos los debates importantes desde el 2001-
debiera tomar nota para que no se extienda en todo el país un nuevo y
potente grito de que “se vayan todos”.

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Los jovenes, protagonistas del dia

El cacerolazo fue una sorpresa para muchos. Sin embargo, un


elemento nuevo debe formar parte de los análisis políticos para el futuro: la
presencia de jóvenes.
Era común escuchar en estos años el comentario sobre el desinterés
de la juventud en la política. Estos “idus de marzo” están mostrando quizás
el despertar de una nueva generación. Y esa es la mejor noticia, por encima
de los temas en debate.
No es ya la generación “del plomo”, que tardíamente muestra con sus
resentimientos a cuestas la administración “K-K”. Tampoco la generación
de la recuperación democrática, con la mística de la democracia
institucional que liderara Alfonsín. Y tampoco la generación de la
frivolidad de los años 90, en línea con la onda de la euforia libremercadista
propia del fin de la guerra fría.
Es un nueva escalón generacional, más cercano a las visiones del
mundo global, al que le llegan las preocupaciones por el deterioro del
planeta y el crecimiento de la violencia; que se interesa por la equidad en
forma positiva actuando en ONGs solidarias, que descree de las grandes
burocracias –sindicales, partidarias, estatales, empresariales- y que se
conecta directamente con las portentosas posibilidades que le da la red.
Esta nueva generación tiene “hambre de verdad” y no acepta
ligeramente admoniciones con el dedito levantado ni construcciones
seudoideológicas que sabe mentirosas. Tiene sentido común, tiene
sentimientos y quiere tener ilusiones de poder vivir un mundo mejor.
¿Quiénes son? Pues los que están posibilitando que nuestra sociedad
siga funcionando, a pesar de las agresiones cotidianas de la violencia, de la
política, de los sindicatos, de las mafias piqueteras, del poder. Son los
jóvenes productores tecnificándose más que ningún "empresario
bonaerense" del “modelo productivo”, agregando las últimas innovaciones
en maquinaria, genética, tecnologías de siembra y hasta organización
empresarial; son los exportadores de servicios, que rompen récords año a
año; son los generadores de audiovisuales, llevando a todo el mundo la
obra de nuestros creadores, artistas, guionistas y técnicos.
Son los que están haciendo surgir la actividad turística a pesar de la
supina incapacidad de los gestores públicos para garantizarles adecuada
infraestructura y buenas condiciones de negocios; son los emprendedores,
en la ciudad y en el campo, haciendo nacer pequeñas empresas por todos
lados, ocupando los nichos globales más inveroscímiles; son los ex-
piqueteros reconvertidos en empresarios cooperativos, que han renunciado
a sus "planes sociales" que los salvaron de la emergencia, para organizarse
en talleres para exportar prendas confeccionadas por las amas de casa,
diseñadas por diseñadores solidarios de alta costura.

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Son los chicos y chicas que, al compás de sus "mp3" y con un
optimismo sin concesiones, a veces bajo una lluvia torrencial, reparten
pizzas en patinetas o trabajan de meseras en los restaurantes elegantes, para
ayudar a pagarse sus estudios.
Esa Argentina existe, vive, pelea su futuro día a día. Está formada
por esas semillas del futuro exitoso. No tienen nada que ver con el
"proyecto K-K".
¡Como no enorgullecerse de ellos!
Claro, está la otra Argentina. La del poder clientelista armado para
enriquecer pocos bolsillos. La de los empresarios bonaerenses golpistas del
2001, que llegaron con Duhalde y se quedaron con Kirchner, y ya están
mandando al exterior lo que ganaron. La del aparato político bonaerense,
que roba ingresos a los productores para edificar su poder clientelista con
gente a la que le pagan para funcionar como "camisas negras" -D'Elía,
Pérsico, etc.- y apoyado en las redes delictivas del conurbano, en
connivencia con los punteros políticos, policías y jueces corruptos. La que
vive de las licitaciones amañadas de gasoductos y autopistas, y de las
“comisiones” por cada trámite que hay que hacer en el Estado. La que arma
negocios millonarios sin poner un centavo, como la vergonzosa operación
de kirchnerización de YPF. Es la Corporación de la Decadencia. Ahí está
“K-K”
Lo notable de la lucha de estos días fue la cantidad enorme de
jóvenes. En las rutas, en las ciudades del interior, en los cacerolazos de la
Capital Federal. Conforman la generación "post-conflictos". No habían
nacido cuando Isabel Perón, ni cuando los Montoneros, ni cuando el
Proceso. Algunos, no habían nacido cuando Alfonsín. Esa generación es la
esperanza.
El gran interrogante es cuánto tardará en imponerse al mundo viejo,
hegemonizado por la corporación de la decadencia. Pero ya empezó su
lucha en estos días.
En lo personal, no me inspira otra cosa que simpatía, entusiasmo, y
el renacimiento de la esperanza en este querido país.

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Las retenciones son inconstitucionales

Corría 1967. Onganía había derrocado a Arturo Illia, quien en los dos
años de su gestión había garantizado al país un crecimiento económico
armónico del campo, la industria y los salarios, pero fue jaqueado por la
intemperancia de la CGT que con tomas de fábricas y caos social preparó el
terreno del golpe.
Augusto Timoteo Vandor, el “Moyano” de entonces, asistió, de traje
y corbata, a la asunción del nuevo presidente del proceso militar
autodenominado “Revolución Argentina”, que tuvo en las primeras épocas
de su gestión un romance con el movimiento obrero.
Sin embargo, había nubarrones económicos. El éxito de Illia había
comenzado a diluirse por la incapacidad de la nueva gestión y se hacía
necesario un ajuste. Y comenzó a elaborarse el Plan de Estabilización y
Crecimiento.
El 13 de marzo de 1967, una devaluación del 40 % anunciada por
Ministro de Economía Adalberto Krieger Vasena llevó el precio del dólar
de entonces desde $ 250 a $ 350, y para evitar que la “mordida” salarial
fuera tan abrupta, decidió imponer las “retenciones”, en ese momento entre
el 16 y el 25 %. Para implementarlas, se incorporó en el Código Aduanero
la facultad presidencial de imponer impuestos a la exportación, sin ningún
límite.
¿Era una delegación? Sí y no. Sí, porque por ley, una facultad
constitucional del Congreso se delegaba en el Ejecutivo. No, porque quien
hacía esa “delegación” en nombre del Congreso no era el Congreso, que no
existía, sino un engendro normativo de entonces, llamado Ley pero dictado
sólo por el Presidente.
Y ahí comenzó la historia, que, a fuer de ser sinceros, se había
insinuado tímidamente por la administración de Frondizi con los derechos
compensatorios que había implantado “provisoriamente” para atenuar la
devaluación de 1958 (en ese momento fueron entre el 10 y el 20 por ciento)
y que varios gobiernos utilizaron luego.
¿Y antes? Pues, el peronismo se había manejado con un sistema más
tosco: había nacionalizado el comercio exterior. De esta forma su gobierno
se había adueñado del sistema de precios, aplastando el crecimiento del
campo, el “talón de Aquiles” de su economía.
Pero fue a partir de Onganía que el juego de las retenciones se
ensañó con el campo, quitándole previsibilidad a sus explotaciones y
dificultando cualquier proyecto serio de inversión. La historia, sin
embargo, no había terminado.
En 1991, en efecto, por decreto 2752/91, el presidente Menem hizo
otra “delegación”. Esta vez fue en el Ministro de Economía, con lo que una
facultad parlamentaria inherente a la esencia democrática sufre su último

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“ninguneo”. Ya no sería necesario un debate parlamentario público y
plural, ni siquiera una decisión política de la autoridad principal del Estado:
un simple secretario –que eso es un Ministro- podría cambiar de manos
miles o millones de pesos o dólares por su propia decisión. Así ha ocurrido
en el caso que nos ocupa: cerca de Dos mil millones de dólares, o sea Seis
mil millones de pesos extra son arrebatados a sus dueños por la simple
Resolución de un funcionario de segundo nivel.
Podemos imaginar qué diferente hubiera sido la situación si hubiera
sido el Congreso el encargado de debatir el tema. Allí, con las mediaciones
políticas, las audiencias públicas, el debate abierto, seguramente las
necesidades de gobierno hubieran avanzado –por la mayoría legislativa-
pero teniendo en cuenta los efectos, y diseñando las eventuales acciones
compensatorias de los daños producidos. Porque la democracia tiene,
justamente, esa virtud: da lugar a todas las opiniones, e impide que las
decisiones se tomen en el encierro de gabinetes teóricos o esclerosis
ideológicas que ignoren la realidad.
Los hechos de estos días dan la razón a la necesidad de derogar ese
artículo del Código Aduanero y devolver al Congreso la facultad de
imponer impuestos, como lo establece en forma clara y terminante el
artículo 75 inc. 1 de la Constitución Nacional, que establece, como primera
facultad del Congreso, la de “legislar en materia aduanera. Establecer los
derechos de importación y exportación, los cuales, así como las
avaluaciones sobre las que recaigan, serán uniformes en toda la
Nación”.
Reforzando esa norma, el artículo 76 de la Constitución establece
también claramente que “Se prohibe la delegación legislativa en el Poder
Ejecutivo, salvo en materias determinadas de administración o
emergencia pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las
bases de la delegación que el Congreso establezca”. La reiterada
afirmación de la señora Presidenta sobre los logros de los últimos años, la
descollante perfomance económica, las reservas internacionales, los
superávits gemelos y otras bondades que se encarga permanentemente de
repetir muestran que no existe emergencia pública que pueda justificar esa
delegación, que por otra parte, en el caso que nos ocupa, ha sido derogada
por la cláusula transitoria octava de la Constitución Nacional de 1994, al
disponer que “La legislación delegada preexistente que no contenga plazo
establecido para su ejercicio caducará a los cinco años de la vigencia de
esta disposición, excepto aquella que el Congreso de la Nación ratifique
expresamente por una nueva ley”. La que, por supuesto, debe cumplir con
el requisito del plazo fijado en el propio artículo 76.
Esta interpretación es coherente, además, con el resto del sistema
rentístico constitucional, que hace coparticipables los impuestos directos e
indirectos –artículo 75, inc. 2 de la Constitución Nacional-. Las retenciones

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reducen o directamente impiden las ganancias, con lo que las provincias
pierden su coparticipación impositiva. No sólo es una exacción para los
productores agropecuarios: es un gigantesco manotazo a las finanzas de
provincias y municipios, privados por una simple resolucion ministerial de
recibir lo que constitucionalmente les corresponde.
Las retenciones son inconstitucionales. Y si no lo asume el
Congreso derogando el artículo 744 del Código Aduanero, debiera
disponerlo la justicia.
Por lo que informa la prensa –La Nación, domingo 30 de marzo de
2008, página 17-, también ha sido ésta la opinión del senador Juan Carlos
Romero, ex gobernador de Salta, y es probable que muchos políticos con
experiencia de gestión avalen esa visión.
Derogar el artículo 744 del Código Aduanero sería, indudablemente,
un enorme paso en la reconstrucción de la institucionalidad democrática,
en la recuperación del Congreso Nacional como institución fundamental
del sistema político argentino y en el respeto al propio artículo 1 de la
Constitución, que establece en forma terminante que “la Nación Argentina
adopta para su gobierno la forma representativa, republicana y federal,
según lo establece la presente Constitución”.

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“Presidenta, ¿por qué lo hace tan complicado?..”

Después del conmocionante paro agropecuario de dos semanas


provocado por un provocador manotazo a ingresos ajenos, la presidenta
pidió “humildemente” al sector agropecuario “por favor” que “levanten el
paro contra el pueblo” para poder negociar. Era imaginable que la
convocatoria llevara implícita la disposición a recapacitar, al menos
suspendiendo la angurrienta e inconstitucional resolución que subió el
impuesto a la exportación de soja del 35 al 44 %, que debe sumarse a todos
los demás gravámenes existentes–impuesto a las ganancias, a los Ingresos
Brutos, tasas municipales, contribuciones patronales, etc-.
Pocas horas después, el país, azorado, se entera que el gobierno llegó
a la reunión “de negociación” sin ninguna propuesta concreta, reiterando su
posición de mantener la exacción sin tocar ni una coma. Los dirigentes
agropecuarios debieron trasladar esta situación a sus representados y la
medida se reanudó casi de inmediato en forma espontánea.
Luego, en otro cambio de discurso, justificó su arbitraria resolución
en la “excesiva sojización” que le habría impedido al país contar con “otros
alimentos” y que genera “muy poco trabajo por hectárea”. La anteojera
ideológica siguió siendo el marco deformante de su visión y prosiguió con
sus afirmaciones falsas que pueden ser dictadas por el desconocimiento –la
mejor opción- o nuevamente por el cinismo –la peor-.
Sus conceptos hubieran sido interesantes aportes en un debate
parlamentario, única vía autorizada por la Constitución para debatir y fijar
impuestos, debate en el que seguramente habría escuchado otras visiones.
Por ejemplo:
1. que esa “sojización” fue lo que ha permitido excedentes fiscales y
comerciales desde el año 2003 sobre los que se asentó la
recuperación del país y la presuntamente exitosa gestión de su
marido,
2. que el país no muestra faltantes de otras clases de alimentos, y
3. que la cantidad de trabajadores por hectárea es una medida
obsoleta para medir la generación de empleo del complejo sojero,
que se extiende a las fábricas de maquinarias agrícolas, a los
miles de talleres locales, a los ingenieros y técnicos que diseñan el
equipamiento, a los ingenieros agrónomos, a las fábricas de
semillas –con técnicos y trabajadores calificados-, a los pueblos
del interior y provincias en los que se paga impuestos locales, a
los comercios de esos pueblos, etc.
Preferir el trabajo agrario directo de “mucha mano de obra” es volver
al campo de hace más de medio siglo, con maquinarias rudimentarias y
esfuerzos inhumanos, trabajadores sin calificar y alejado de la gigantesca –
y admirable- revolución tecnológica mundial de la que nuestros

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productores son vanguardia, inclusive creando “capital social” para
optimizar sus recursos, como los “pools de siembra”, demonizados por la
ignorancia panfletaria del seudoprogresismo a sueldo que todavía no han
descubierto a Bachelet, Lagos, Lula o el propio Tabaré.
La recién manifiesta vocación preservacionista de la presidenta
tampoco es nueva para los hombres de campo. Son ellos los que aplican
desde hace años la rotación de cultivos –en rigor, comenzó en Europa en el
siglo XIII...-, la fertilización, la siembra directa, las terrazas antierosión y
otras técnicas destinadas a preservar la tierra, que es su capital. Y la
deforestación a la que alude podría ser regulada si la ley de bosques, que su
bloque parlamentario trabó en el Congreso por años –incluso siendo ella
Senadora- hubiera recibido un tratamiento rápido e inteligente. No es culpa
de los hombres de campo, ni se solucionará con las “retenciones móviles”.
En ese mismo debate parlamentario se le hubiera explicado que las
retenciones móviles, además de ser inconstitucionales, generarán una
explosiva demanda de camiones y consiguiente saturación de rutas para
vender rápido las cincuenta millones de toneladas de cosecha, favoreciendo
a los grandes acopiadores y exportadores, que podrán fijar el precio de
oportunidad cuando la oferta se agigante, en tiempos de cosecha, ante la
necesidad urgente de vender que tendrán los productores pequeños y
medianos, para que no los coman los gastos y la inflación. La original
ocurrencia de su equipo económico acarreará en consecuencia
complicaciones enormes, desde accidentes viales hasta la superexplotación
de los pequeños productores.
Los cambiantes argumentos esconden la única verdad, expresada por
el analista económico Manuel Solanet en La Nación: “problemas fiscales,
lo demás es puro cuento”.
Pocas veces en la historia se ha visto una incapacidad de gestión
política y económica como la que está mostrando la administración “K-K”
en esta situación. No hay ninguna medida oficial que le ofrezca al país una
solución real a un problema que ellos mismos provocaron. Su única
reacción ha sido la organización de grupos parapoliciales estilo “camisas
negras”, en la más pura tradición lopezreguista y “jotaperra”. La
justificación del Jefe de Gabinete, del Ministro del Interior y de la propia
presidenta al ubicar a su lado al jefe de los grupos oligarca-fascistas en los
actos de Parque Norte y Plaza de Mayo indican claramente, si alguna duda
hubiere existido, el origen oficialista de su accionar.
Su soledad es cada vez mayor. No tiene el acompañamiento de la
sociedad, ni de los principales dirigentes del peronismo histórico y mucho
menos de la oposición democrática ni los gobernadores, colocados entre la
necesidad de responder a sus votantes –a los que se deben- o al gobierno
central, que los esquilma y humilla.

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Los cientos –o miles- de dirigentes peronistas del interior,
consustanciados con sus propias bases, están cada vez más traccionados por
su pertenencia popular y su responsabilidad política que por el ideologismo
adolescente de la administración “K-K” que pone en riesgo su
representatividad local. Al gobierno sólo le queda el respaldo de la
violencia patotera de sus matones a sueldo, los argentinos a los que tiene
clientelizados a fuerza de choripán y $ 50 y las “movilizaciones” como la
realizada ayer en Plaza de Mayo apoyada en las estructuras sindicales
subsidiadas –que la aplaudieron con el mismo entusiasmo con el que
aplaudían a Menem-. Lo ayudan, es cierto, las plumas y voces alquiladas y
el chantaje a periodistas y medios, pero cada vez menos.
No se trata, sin embargo, de una crisis producida en una situación
económica dramática por el endeudamiento asfixiante, como la que golpeó
al gobierno de la Alianza en el 2001, dejándolo sin herramientas. Ni la
propia recesión de fin del menemismo, generada por la situación
internacional. Por el contrario: el discurso oficial dice que tiene reservas en
el Banco Central –gran parte de ellas, sustraidas al campo...- de más de
Cincuenta mil millones de dólares; que tiene de superávit fiscal récord –
logrado por el aporte decisivo del campo- de más de Veinticinco mil
millones de pesos; y superávit comercial histórico –también originado
principalmente en el trabajo del campo- de alrededor de Diez mil millones
de dólares, exactamente igual al monto de las “retenciones”. Todo ello, sin
embargo, no alcanza para nivelar la orgía de gasto público clientelista de
los últimos años, y tendrán problemas con la deuda.
Es su incapacidad de gestión lo que ha puesto al país al borde de un
abismo que, más que económico, es institucional y moral. Pocas dudas
caben que si en unos pocos días más no se encuentra una solución al
conflicto, la gente comenzará a sentir desabastecimiento e inflación
desbordada, y todos sabemos que es imposible vivir sin comer.
No será un cacerolazo el que cambie la conducción del país. La
propia realidad será la que se encargue de notificar que caprichos y
berrinches no alcanzan para gobernar. El último desastre que puede
esperarse de la administración “K-K” sería lograr, por su incapacidad, que
en la Argentina, en uno de sus momentos económicos mejores, el pueblo
no tenga qué comer. No hay que ser adivino para imaginar lo que puede
pasar en esa hipótesis.
Nada tendrá que ver esta situación con una “crítica de género”, como
la que utiliza para victimizarse la señora presidenta. No se ha escuchado en
el campo, ni en las movilizaciones populares, ninguna consigna que haga
referencia a su condición de mujer. Más allá de la caricatura periodística de
la que se quejó en su discurso (¿?), se trata de la incapacidad para
desempeñar con idoneidad las tareas exigidas a la institución mayor de una
democracia representativa, nada menos que la presidencia de la República.

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La destrucción institucional sistemática provocada por la
administración “K-K” en estos años –vaciando el parlamento, destrozando
a los partidos políticos, y construyendo poder tosco y clientelista- no ha
dejado muchos instrumentos políticos de mediación. Institucionalmente
quedan los gobernadores, y políticamente el peronismo de los distritos –el
partido más votado y de mayor presencia territorial, sin conducción
nacional por decisión kirchnerista- y la Coalición Cívica –la principal
oposición-. Debieran prepararse, porque si el conflicto continúa, deberán
ser ellos los que se hagan cargo de encontrar una salida, sumando a ese
gran consenso a las dos siguientes fuerzas de representación parlamentaria,
la UCR y el PRO.
Sería seguramente mejor que la propia presidenta liderara esta salida.
Todavía está a tiempo, aunque los hechos parecen superar su capacidad de
comprensión, sometida a una esclerosis ideológica que le impide ver la
realidad tal cual es. Marchando entre el cinismo de convocar al dialogo
mientras trata de golpistas a quienes protestan, e incoherencias como llamar
a liberar las rutas y al mismo tiempo suspender arbitrariamente las
exportaciones de carne, corre el riesgo de entrar en un camino que cada vez
se estreche más y en el que cada paso que avance se licue más lo que le
queda de poder acercándola a la tentación de recurrir a la violencia
desesperada. La actitud de su Secretario de Comercio ingresando
violentamente a los campos y apropiándose de animales en engorde va en
esta línea, y está cerca de la figura penal del robo con violencia.
Ante el curso de los acontecimientos, se impone una reflexión que
contenga, en palabras de Alfredo De Angelis, el entrerriano asambleísta y
dirigente de la Federación Agraria, “la grandeza de los pequeños, con la
humildad de los grandes”. Sólo esa actitud, abierta, humilde y sincera,
salvaría su gobierno de un deterioro terminal. Y además, clara.
Como lo expresara el mismo De Angelis, “Presidenta, ¿para que lo
hace tan complicado?” En efecto, la solución no parece muy difícil: suelte
la cartera que quiere arrebatar, y todos felices.
Todavía está a tiempo, y si profundizara el rumbo dialoguista
insinuado en el discurso del lunes 31 de marzo o el propio discurso de
Plaza de Mayo sin su innecesario componente de cinismo, podría tener un
final feliz.
Pero la reacción es urgente, antes que lo que comenzó como una
crisis por incapacidad de gestión se transforme en una crisis de gobierno,
con el riesgo de devenir, como en el 2002, en una crisis de sistema. Y –ahí
sí- las consecuencias son impredecibles.

70
La abogada presidenta, el rigor intelectual y la distribución del ingreso

¿Quiénes son los que más ganan en el país?


Las informaciones oficiales dicen que son el 1 % de la población,
cuyos ingresos equivalen a 57 veces el escalón del 1 % inferior.
¿Cuánto pagan de impuestos esas personas? Según la Ley de
Impuestos a las Ganancias, su aporte es de entre el 30 y el 35 % del total de
lo que ganan, luego de deducidos todos los gastos autorizados por la ley.
¿Cuántos de ellos son productores agropecuarios?
Sorpréndase: ninguno.
¿Por qué los más ricos del país deben abonar el 35 % de lo que
ganan, una vez deducidos todos los gastos, y a los productores
agropecuarios se les retiene el 44 % de sus ingresos totales, sin importarles
lo que les haya costado obtenerlos, exacción que llega a superar el 60 % -y
en determinados casos, hasta el 90 %- una vez que se le agregan los demás
impuestos que los gravan? ¿En qué se basa la presidenta para decidir un
manotazo de esa magnitud, por fuera de los procedimientos y márgenes
autorizados por la Constitución y las leyes, a un sector de la población que
no se encuentra entre los más ricos del país?
¿Por qué al campo se lo puede robar y a los ricos no?
La presidenta ha reclamado a la oposición y a la prensa “rigor
intelectual” para hablar del país. ¿No sería bueno que diera el ejemplo?
¿Cómo puede referirse tan ligeramente al aporte de las retenciones
del campo sosteniendo que “apenas” aportan el 7,9 % corresponde a las
retenciones agrarias, imputando falta de rigor intelectual a quienes se
oponen a esa rapiña? ¿No leyó el artículo 17 de la Constitución? Ella, que
es una jurista afecta a las construcciones intelectuales puras –a tal punto
que, como lo hemos dicho en una nota anterior, se manifestó compenetrada
con la Teoría Pura del Derecho, de Kelsen, en oportunidad de su discurso
anual ante el Congreso- ¿no estudió que el Poder Ejecutivo es un poder
meramente administrador, cuyas facultades están fijadas por la
Constitución y las leyes, y que tiene absolutamente prohibido avanzar sobre
los derechos de las personas, entre las que se encuentra justamente el
derecho de propiedad? ¿No recuerda que quién tiene en una democracia las
facultades impositivas indelegables –en nuestro país, otorgadas por el
artículo 75 de la Constitución Nacional- es el Congreso, como
representante de los ciudadanos? Se lo recordamos:

71
“Capítulo Cuarto Atribuciones del Congreso
Art. 75.- Corresponde al Congreso:

1. Legislar en materia aduanera. Establecer los derechos de importación


y exportación, los cuales, así como las avaluaciones sobre las que
recaigan, serán uniformes en toda la Nación.

2. Imponer contribuciones indirectas como facultad concurrente con las


provincias. Imponer contribuciones directas, por tiempo determinado,
proporcionalmente iguales en todo el territorio de la Nación, siempre que
la defensa, seguridad común y bien general del Estado lo exijan. Las
contribuciones previstas en este inciso, con excepción de la parte o el
total de las que tengan asignación específica, son coparticipables.
Una ley convenio, sobre la base de acuerdos entre la Nación y las
provincias, instituirá regímenes de coparticipación de estas
contribuciones, garantizando la automaticidad en la remisión de los
fondos.

La distribución entre la Nación, las provincias y la ciudad de Buenos


Aires y entre éstas, se efectuará en relación directa a las competencias,
servicios y funciones de cada una de ellas contemplando criterios
objetivos de reparto; será equitativa, solidaria y dará prioridad al logro de
un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de
oportunidades en todo el territorio nacional.

La ley convenio tendrá como Cámara de origen el Senado y deberá ser


sancionada con la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de
cada Cámara, no podrá ser modificada unilateralmente ni reglamentada
y será aprobada por las provincias.
No habrá transferencia de competencias, servicios o funciones sin la
respectiva reasignación de recursos, aprobada por ley del Congreso
cuando correspondiere y por la provincia interesada o la ciudad de
Buenos Aires en su caso.
Un organismo fiscal federal tendrá a su cargo el control y fiscalización
de la ejecución de lo establecido en este inciso, según lo determine la ley,
la que deberá asegurar la representación de todas las provincias y la
ciudad de Buenos Aires en su composición.

3. Establecer y modificar asignaciones específicas de recursos


coparticipables, por tiempo determinado, por ley especial aprobada por la
mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara. .... “

72
¿No estudió, en Derecho Financiero, el alcance de las facultades
impositivas del Estado, limitadas por la Corte Suprema de Justicia a un 33
% de la base imponible, ya que de otra forma estaría afectando
directamente un derecho de jerarquía constitucional, como el de propiedad,
y se transformaría en confiscatorio, lo que está también prohibido por la
Constitución?
¿No estudió que la Constitución establece la garantía máxima del
derecho de propiedad, en su artículo 17, y que para poder privar de la
propiedad a alguien es necesario el dictado de una ley que la declare sujeta
a expropiación, y luego previamente indemnizar al titular? ¿No estudió que
la confiscación de bienes fue erradicada del derecho argentino al
sancionarse la Constitución Nacional, en 1853? Por las dudas, se lo
recordamos. Dice:

“Art. 17.- La propiedad es inviolable, y ningún habitante de la Nación


puede ser privado de ella, sino en virtud de sentencia fundada en ley. La
expropiación por causa de utilidad pública, debe ser calificada por ley y
previamente indemnizada. Sólo el Congreso impone las contribuciones
que se expresan en el artículo 4º. Ningún servicio personal es exigible,
sino en virtud de ley o de sentencia fundada en ley. Todo autor o inventor
es propietario exclusivo de su obra, invento o descubrimiento, por el
término que le acuerde la ley. La confiscación de bienes queda borrada
para siempre del Código Penal argentino. Ningún cuerpo armado puede
hacer requisiciones, ni exigir auxilios de ninguna especie.”

La Constitución no deja dudas. El maestro Kelsen, por su parte,


enseñó que las normas inferiores sólo tienen legalidad si son coherentes
con las jerárquicamente superiores. Se llama “jerarquía normativa”, en la
virtuosa “pirámide” que no deja lagunas. Se estudia en Filosofía del
Derecho. Y en Introducción...
¿O no fue rigurosa al estudiar derecho, y ahora debiera repasar sus
viejos libros de la Facultad? A propósito, ¿sabrá su Secretario de Comercio
–que no es abogado, aunque dice ser Licenciado- que concurrir con una
banda armada a un establecimiento privado y apropiarse de lo que
encuentre está también prohibido por la Constitución, y puede configurar
el delito de robo –agravado, si se trata de ganado y productos del suelo,
arts. 167 y 163 del Código Penal y es a mano armada, art. 166 inc. 2?
¿Sabe que la pena por este delito puede llegar a Quince años de reclusión?
¿Lo sabe la señora presidenta?
¿Cree la señora presidenta que el Congreso le “delegó” esas
facultades impositivas?
Le recordamos, en ese caso, dos normas –también de la Constitución,
reformada con su presencia como Convencional en 1994-:

73
“Art. 76.- Se prohíbe la delegación legislativa en el Poder Ejecutivo,
salvo en materias determinadas de administración o de emergencia
pública, con plazo fijado para su ejercicio y dentro de las bases de la
delegación que el Congreso establezca.
La caducidad resultante del transcurso del plazo previsto en el párrafo
anterior no importará revisión de las relaciones jurídicas nacidas al
amparo de las normas dictadas en consecuencia de la delegación
legislativa.”

¿Qué la delegación venía de antes de la Constitución del 94, porque


la había realizado un Decreto Ley, en ausencia del Congreso, al sancionarse
el Código Aduanero? Pues entonces le conviene recordar otro artículo:

“Disposición transitoria Octava: La legislación delegada preexistente


que no contenga plazo establecido para su ejercicio caducará a los cinco
años de la vigencia de esta disposición, excepto aquella que el Congreso
de la Nación ratifique expresamente por una nueva ley (corresponde al
art. 76). “

La reforma fue sancionada en 1994. Los cinco años vencieron en


1999.
Como puede observar, el derecho “sin lagunas”, como lo entendería
no sólo su admirado Kelsen sino cualquier abogado de pueblo, no deja
dudas sobre la total falta de fundamento legal de su angurria de soja ajena.
Las retenciones son inconstitucionales. Y sería bueno que lo recordara no
sólo ella, sino los dirigentes de las entidades agropecuarias.
Pero dejemos el árido campo del derecho y pasemos a la ciencia
política.
Su rigor intelectual la ha llevado a sostener, hace algunas semanas,
que la “distribución del ingreso” debe lograrse sacándole a los que tienen
para darle a los que no tienen, ya que no existe otra forma de hacerlo (así lo
afirmó en su primer discurso referido al reclamo agropecuario).
Esa tosca construcción mental, propia del rudimentario silogismo del
populismo, es contestada por los pensadores más rigurosos de la ciencia
política, que sostienen que la distribución progresiva estable y consistente
del ingreso se apoya en el crecimiento del nivel educativo, que no sólo
confiere habilidades traducidas en mejores salarios, sino que despierta
estímulos de mejoramiento en el nivel de vida proyectados en el esfuerzo
hacia el trabajo creador.
Así creció el país luego de la formidable inversión educativa que
hicieron los prohombres de la generación del 80, temprana y tardía, de las
más diversas posiciones ideológicas, desde Sarmiento a Cané, desde

74
Pellegrini a Alem, desde Joaquín V. González a Juan B. Justo, desde
Estrada hasta Roca, desde Mitre a Vidente Fidel López.
Esa afirmación, que genera respaldo de todo el arco intelectual,
confronta sin embargo con otra realidad: los niños argentinos, durante la
gestión de su marido, pasaron a ser los menos educados del Continente.
Fueron superados por los niños chilenos, colombianos, uruguayos y
brasileños. No ocurrió este proceso durante gobiernos de “la oligarquía”,
sino durante su propia gestión, y su ministro del ramo fue premiado con
una Senaduría Nacional. Las semillas de la distribución desigual del
ingreso a largo plazo fueron sembradas –y lo siguen siendo- por la gestión
kircherista, a manos abiertas.
Paralelamente, la polarización de los ingresos en el corto plazo, con
sus “rigurosas” contrucciones intelectuales, se ha agravado a términos que
no tienen parangón en la historia, a pesar del excelente escenario
económico internacional que benefició al país en estos años. La
distribución del ingreso al fin de la primera gestión kirchnerista es peor que
la existente durante el gobierno de Menem.
No es necesario recurrir a los “economistas neoliberales” para
confirmarlo: puede verlo aún en su “INDEK”, “rigurosamente”
manipulado. O recorriendo las calles de Buenos Aires por tierra –no desde
el helicóptero- en horas de la noche, y observando los miles de
compatriotas pobres que, como un ejército de la dignidad, prefieren recoger
cartones de la basura antes que aceptarle sus lismosnas en forma de “planes
sociales” que degradan y clientelizan al exigir como contrapartida
convertirse en aplaudidores a sueldo en sus movilizaciones amañadas.
Ello no es extraño. El estímulo a la vagancia y el desestímulo al
trabajo creador y a la inversión productiva lleva a un achatamiento de la
pirámide social que, sin embargo, no afecta a la cúpula. Los ricos son
indemnes a esa política, en primer término porque sus convicciones quizás
no tengan el “rigor intelectual” de la presidenta, pero sí tienen sentido
común: el mundo ha acordado reglas de juego que se extienden desde el
Japón y Vietnam hasta España, desde China e India hasta Estados Unidos,
México y Brasil.
Sólo pequeños dislates antológicos –en Venezuela-, alguna isla-
Cárcel –en el Caribe- y en un sainete precolombino por acá cerca, donde en
otros tiempos se formaban nuestros próceres, comparten el “rigor
intelectual” de nuestra señora presidenta. Pero los que saben cuidar su
futuro y hacen andar el mundo preservan la inversión, respetan las reglas de
juego, cuidan sus relaciones globales, modernizan sus procesos
productivos, premian la capacitación y el trabajo creador, aprovechan las
oportunidades y se ríen en voz baja –aunque parezcan obedientes- de las
ridículas admoniciones del dedito levantado y la voz impostada por la
victimizada queja de género.

75
En una cosa tiene razón la señora presidenta: hay que ser rigurosos.
No rigurosamente mentirosos, ni rigurosamente cínicos, ni rigurosamente
autoritarios. Rigurosos en recordar, cuando sea el momento en que el
estado de derecho vuelva a funcionar en el país, los latrocinios de estos
tiempos y las burlas constantes al sentido común y la propia dignidad de los
argentinos.

76
Juntitos, juntitos

¿Alguien hubiera pensado hace muy pocos años, en el “planeta K”,


que
Néstor Kirchner terminaría presidiendo el peronismo por una lista única?
¿Alguien hubiera pensado hace muy pocos años, en el peronismo
mayoritario “no-K”, que Néstor Kirchner terminaría presidiendo el
peronismo por una lista única?
Sin embargo, ahí está.
Esta curiosa simbiosis entre lo peor del populismo y la izquierda
“entrista” –más esclerosada que nunca- ha logrado hacerse de la
conducción del partido político más grande de la Argentina.
Ahí están todos. A partir de este hecho, no podrá decirse más que “K
no es peronista”, ni desde la izquierda esclerótica que creyó descubrir la
pólvora al ensayar el nuevo entrismo, ni por el peronismo tradicional, que
siempre miró a Kirchner como un tumor que había que aislar, tolerar y
aprovechar, pero nunca respetar.
Todos juntos, entonces, correrán suerte y verdad con la gestión “K-
K”. Juntos serán responsables de lo que venga –sea bueno, como
seguramente desean, o sea patético, como anuncian todos los que en la
Argentina piensan y advierten, incluso muchos que a pesar de pensar no
hablan, porque todavía son socios de la chequera-.
Estarán siendo mirados, todos juntos, por los argentinos. Y serán
juzgados, todos juntos, por los resultados del gobierno que ha dejado de ser
del “Frente para la Victoria”, esperpéntico engendro que unía a D’Elía con
los Intendentes bonaerenses, a Bonasso con Pichetto, a Beder Herrera con
Urtubey, a Moyano ex Triple A, con Hebe de Bonafini, a Borocotó con
Ocaña, para pasar a ser, ahora de pleno derecho, un gobierno del Partido
Justicialista. Ahora sí se incluye a Scioli y Das Neves, Schiaretti y
Alperovich, Alberto Fernández y Balestrini. ante la excepcionalidad de un
Rodríguez Saá inteligentemente opositor, que con su exclusión confirma la
regla.
Interesante desafío para los miles de dirigentes peronistas de todo el
país, el de tener que concurrir a las reuniones agropecuarias a defender los
dislates del nuevo Nerón, que preside ahora su organización. Y los
gremialistas peronistas, que tendrán la misión de defender que los salarios
devaluados no superen el techo acordado con Moyano como precio de la
cobertura judicial. Y los empresarios de la “burguesía nacional” de casinos,
obras públicas y caños sin costura, que deberán defender los controles de
precios a punta de pistola ejecutados por Moreno, como contraprestación a
los favores que les acercaron multimillonarias facturaciones.
Y los Intendentes peronistas, que deberán justificar ante sus pueblos
el vaciamiento económico de sus regiones que se materializa con las

77
retenciones al agro. Y los legisladores provinciales peronistas, que deberán
ensayar desde sus bancas el desafío de articular un discurso que defienda a
K y a la vez defienda a quienes los votaron.
Pero lo más interesante: todos juntos deberán enfrentar las elecciones
del año que viene con el interesante escenario de la inflación el alza, la
pobreza creciendo, la violencia reinstalada y el aislamiento internacional
reforzado.
Al final el ex Presidente, sin querer, le hace un servicio a la
democracia. Si bien su estrategia está clara –tener controlados de cerca a
quienes pueden hacerle la zancadilla por razones de supervivencia, ante el
deterioro terminal de la gestión “K-K”-, al juntarlos a todos también aclara
el debate de cara al país.
Y en un momento como el actual en el que, gracias a la lucha que
comenzó el campo, los velos que tapaban el sol se están descorriendo uno a
uno, todos los días, es bueno para la maduración política de la sociedad que
en este “panóptico al revés” en que se ha convertido la vida pública, todos
los ciudadanos puedan ver la totalidad de los personajes del poder
alineados en el mismo barco, sin excusas, dobles mensajes ni medias tintas.

78
Argentina
Rumbo de colisión

El regreso de Néstor Kirchner al atril, esta vez al hacerse cargo de la


presidencia formal del Partido Justicialista –sin elecciones internas,
asambleas ni consultas de ningún tipo a los afiliados-, ha profundizado el
enfrentamiento del régimen “K-K” con amplios sectores de la ciudadanía.
El marco en el que lo hace no sólo ratifica conflictos, sino que
confirma el rumbo de colisión con los productores agropecuarios y las
amplias clases medias, que cada vez sienten con más preocupación el
endurecimiento del discurso del poder. “Estamos en manos de un
irracional”, disparó Elisa Carrió luego del incendiario discurso en el que
acusó a los productores de “quemar los campos”, “querer matar de hambre
a los argentinos”, “desatar la violencia armada” y “provocar inflación”.
De esos ataques no fue indemne ni siquiera el ministro (del
¿gobierno?) de su esposa que menos pleitesía le rendía en su Casa Rosada
paralela de Puerto Madero, Martín Lousteau. “Que no se hable más de
enfriar la economía”, grito exaltado al conocer que, ante el desborde
inflacionario que ya se ubica en el 35 % anual, el funcionario había
propuesto algunos ajustes imprescindibles en las tarifas de gas y
electricidad, cuyos niveles se encuentran entre un décimo y la tercera parte
de los precios del entorno regional –Brasil, Uruguay y Paraguay-.
Obviamente, su esposa de inmediato le pidió la renuncia al funcionario
cuestionado por el ex presidente.
Es que mantener los multimillonarios subsidios a los servicios
públicos, transportes y empresas amigas del gobierno ha generado una
presión sobre las finanzas públicas que ha superado ya los treinta y cinco
mil millones de pesos, para cubrir los cuales se sigue echando mano de una
rapiña indisimulada sobre los productores del campo. El monto de los
subsidios equivale casi exactamente a lo que se le extrae a los productores
agropecuarios vía retenciones. Mantener la economía “sin enfriar”, es decir
con un crecimiento inconsistente del 8 o 9 por ciento, anuncia profundizar
la presión sobre el sector productivo, para sostener un consumo que se
asemeja ya a la fiesta despreocupada de la última noche del Titanic.
La desazón, por su parte, se instala crecientemente en la opinón
pública, que se prepara para una inminente crisis. La fuga de capitales, que
en el segundo semestre del año 2007 tuvo un récord histórico –USD 8.622
millones- superando al semestre previo a la crisis del Tequila (USD 5.787
millones) e incluso a la gran debacle del 2001 (USD 6.491 millones)- se ha
incrementado en estas últimas semanas, obligando al Banco Central a
vender divisas para sostener el valor del peso, y a un incremento del precio
del dólar que reaparece en los circuitos monetarios “no formales”,
fenómeno que había desparecido de la Argentina desde hace años.

79
Los consultores de las grandes empresas están aconsejando a sus
clientes vender rápido sus posiciones en Argentina y colocarse en divisas
fuertes, en todo caso para volver luego del derrumbe a comprar a precios de
liquidación, como ha sido la constante en las últimas crisis. Y los
argentinos comunes, con el reflejo de tantas experiencias que han sufrido
por los aprendices de brujos en las últimas décadas, hacen cola en las casas
de cambio para poner sus ahorros en Euros o Dólares.
El derrumbe de la presidenta Kirchner en las encuestas, que el
gobierno ha intentado silenciar de todas formas, es difícilmente emulable
internacionalmente: treinta puntos de caida en un mes. Su imagen positiva
apenas supera el 20 por ciento, y su permanente derroche de joyas y
vestidos de fiesta aún cuando realiza reuniones de trabajo en la Casa de
Gobierno la han llevado a convertirse en el centro de ironías, “cargadas” y
desprestigio. La imagen de un productor, con una vieja “Pick-Up”
Chevrolet al borde de la ruta portando un cartel que rezaba “Cristina, te
cambio tu Rolex Presidente por mi 4x4” no es nada más que una muestra
del deterioro del imprescindible respeto que debe inspirar la primera
funcionaria, pero que se disipa hora tras hora como arena seca entre los
dedos.
Lo esperpéntico de esta situación es que se produce en el mejor
momento internacional para la Argentina, tanto para el presente como en
las perspectivas para el futuro. Alimentos y energía, dos bienes que
anuncian escasos, están en el suelo y el subsuelo. Pero el petróleo y el gas
no salen sin exploración y explotación –es decir, sin inversión-. Y los
alimentos no brotan sin labrar la tierra –es decir, sin inversión-. Y es
justamente la inversión la que desaparece en la economía “K-K”, que
prefiere distribuir forzada (y en ocasiones, ilegalmente) todo lo que se
produce, para no “enfriar” la sensación de euforia que, sin embargo, se está
tranformando rápidamente, en una sensación de pánico.
Los productores del campo han anunciado ya que no sembrarán trigo
en esta campaña, que debiera estar iniciándose. Brasil ha anunciado que
dejará de comprar trigo a la Argentina por falta de seguridad en la
provisión, y lo mismo han hecho otros países. La prohibición de
exportación de carnes ha llevado a la Argentina a perder tradicionales
mercados internacionales, cubiertos ahora por el Uruguay –que ya exporta
más que la Argentina- y el propio Brasil. Y las entidades agropecuarias han
adelanado que no liquidarán la cosecha de soja que están levantando en
este momento, guardándola en silos hasta... no se sabe cuándo.
Simplemente, como una medida de defensa para evitar la rapiña “K-K”,
que se cree que ha ver ganado una elección los convierte en dueños toda la
riqueza del país.
Una vez más en su historia la Argentina marcha en rumbo de colisión
consigo misma. Sería bueno que esta vez no haya interrupciones

80
traumáticas del gobierno, y sea el propio peronismo el que se haga cargo de
encaminar lo que está descarrillando, sin asumir el papel de víctima que es
tradicional en su discurso cuando la realidad le pone freno a sus dislates.
Hoy están todos juntos, comandados por Kirchner. Es su gobierno y están
allí con la suma del poder y toda la responsabilidad. La duda que existe es
si podrá evitar la colisión.

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82
Señor Kirchner, a usted no lo votó nadie

“Ganamos con el 45 % y le sacamos una ventaja del 23 % al que nos


seguía”, dicen los diarios que gritó usted, desaforado, en Mendoza,
mostrando sin pudor alguno, una vez más, su estado rayano en la insanía.
De este “triunfo”, aparentemente, deduce usted que tiene derecho al país,
como señor feudal que lo compra al Rey, con las personas que están
adentro.
Sin embargo, olvida un detalle: a usted no lo votó nadie. Recuerde
que puso a su esposa, porque todos los datos de sus encuestadores le
mostraban el desgaste inexorable a que estaba sometida su imagen como
consecuencia de los dislates de su gobierno. Y recuerde que cuando a usted
le había tocado, a pesar del apoyo del entonces presidente Duhalde, apenas
llegó al 22 % del electorado argentino.
En todo caso, aún concediendo legitimidad al sospechado proceso
electoral de octubre, fue su esposa la votada por los argentinos, y además,
con un discurso que está en las antípodas de sus arranques de Nerón criollo.
La gente votó –lo recordamos- a quien hablaba de la unidad nacional, de
los grandes próceres de todos los partidos, del trabajo y la tolerancia, de la
construcción del país del futuro....
Eso no tiene nada que ver con su discurso, Kirchner. Aunque
pretenda asumir el papel del López Rega del siglo XXI, los argentinos
hemos madurado mucho como para respetar a quien nos hable a los gritos,
como si fuéramos soldados de un cuartel –donde, bueno es recordarlo, ya
no existen ni siquiera “colimbas”, sino profesionales ciudadanos, que han
elegido ese trabajo como cualquier otro y donde ya no es posible gritarles,
ni siquiera a ellos-. Y cuesta creer que usted piense que su esposa es Isabel.
Recuerde que la presidenta es ella, y usted sólo un ciudadano más. Si no lo
entiende, será identificado cada vez más con López Rega.
Si pierde los estribos porque a ella no le va bien, pues vaya a un
sicólogo. No entorpezca la gestión –que bastante trabajoso lo tiene- que le
ha dejado a su mujer, como una brasa ardiente, con todos los frentes que
caprichosamente se le ocurrió abrir sin importarle las consecuencias. Es
ella –pero más que ella el país, que es lo importante- el que debe sufrir el
aislamiento internacional convertido en el hazmerreir del mundo, la
crispación interna, el crecimiento de la droga, la violencia cotidiana, volver
al borde del abismo, la falta de energía, el deterioro terminal de la
infraestructura de transporte, los muertos en las rutas, la desaparición de la
seguridad aérea, la inflación desatada, el crecimiento de la pobreza, la
licuación institucional, la desaparición del parlamento, el temor en los
jueces, la persecusión a la prensa libre, la negación de la oposición, el
desmantelamiento de la defensa, la corrupción generalizada y ramplante
inundando todas las áreas del Estado, la desaparición del federalismo, la

83
clientelización de la política, la vuelta de lo peor delas mafias del
conurbano... y podríamos seguir hasta el cansancio.
Ha asumido usted la presidencia del peronismo. Quizás ese partido
haya cambiado mucho. Quizás. En otras épocas, y salvo al fundador Juan
Perón, no le hubieran tolerado sus berrinches infantiles, ni el sabotaje
permanente a la gestión de su mujer, ni mandar a sus matones a intimidar
ciudadanos, o a incendiar campos...; mucho menos, a embarcarlo en un
camino sin salida, empujando todos los días a una gestión con su sello
partidario hacia un nuevo abismo, quizás mayor que el del 2001. Aunque es
posible que haya logrado hacer con el propio peronismo lo que hizo con el
país: destrozarlo apoyándose en lo peor del populismo y de la izquierda
entrista y excluyendo a los que tienen una visión moderna y democrática
del país, la política y el mundo.
A propósito del fuego en el Delta: ha insistido en su discurso de
Mendoza con la letanía “no nos manden humo, no nos incendien los
campos”, imputando los incendios a los productores. Sin embargo, debe
seguramente conocer que mucho ha circulado en la red sobre su
responsabilidad intelectual en los incendios. Como hombre de Entre Ríos,
no puedo entender cómo puede ser que productores que tienen en las islas
el ahorro de toda su vida, en hacienda que han traido a pasar el invierno,
puedan incendiar los campos poniendo en riesgo fatal todo su capital, sin
motivo productivo alguno. Y varias han sido las denuncias, que pocos se
animan a publicar, de personas que han visto a extraños circulando por las
islas horas antes del “estallido” de los focos de fuego.
Es curioso, además, su obsesión por culpar a esos productores, a los
que les han quemado el campo, de incendiar ellos mismos sus propiedades
(¿?). Lo dijo usted en la Matanza, y lo repitió en Mendoza. Es una obsesión
que facilmente se articula con su desbordado ataque a los hombres de
campo, haciéndose el dueño, por lo demás, del éxito de los esfuerzos
productivos de estos años, como si el milagro de salir de la crisis hubiera
sido provocado por “San K”, en lugar de ser una respuesta natural –y
magnífica- de los productores argentinos a una excelente situación
internacional, que generaron riqueza a pesar de su gobierno y no gracias a
él.
Esa duda, Kirchner, inundó a todos los argentinos y renace cada vez
que ocupa una tribuna. Es curioso que con la dimensión que tomaron los
hechos, no haya ni un imputado serio y ninguna investigación sólida que
lleve a detectar el origen. Un prestigioso diario nacional, por su parte, en su
carta de editor del viernes 25 de abril, dejó trascender con valentía la
sospecha que muchos tienen: la de un sabotaje. Esta hipótesis, obviamente,
no puede originarse en las víctimas sino en un desborde irracional o
descontrolado.En todo caso, debiera ser usted, frente a estas dudas, el más
interesado en descubrir a los autores, en lugar de darlos por descontado.

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Quizás piense, como hizo en el caso de Patti, que es el sospechado el que
tiene que demostrar su inocencia. Como los nazis.
Está desatando los peores fantasmas del pasado nacional: la
violencia, el enfrentamiento, la intolerancia, la inflación, los grupos
parapoliciales. Hacia allí conduce su discurso “irracional” (Elisa Carrió) y
“descontrolado” (Gerardo Morales), alejado del reclamo de “escuchar a los
demás” (Macri).
Hágale un favor al país. Recuerde, aunque sea por un momento, que
a usted no lo votó nadie. Que la que debe gobernar es su esposa, a la que
acaba de expulsarle del gobierno al único ministro que le dejaron elegir.
Cállese la boca. Váyase a la patagonia, a seguir juntando plata con
carretillas en sus prósperos negocios inmobiliarios comprando tierras por
centavos ayudado por intendentes amigos. O retírese a la vida privada
construyendo su fortuna de nuevo magnate petrolero. Deje a los argentinos
que trabajan seguir con su intento de reencauzar el país mirando al futuro,
por el amplio parabrisas que enfoca hacia adelante, en lugar de conducir
mirando por el pequeño espejito retrovisor.
Ya hizo suficiente daño. Dejenos tranquilos.

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Tiempo de inflexión

Los acontecimientos económicos que han concentrado la


observación de analistas y de los ciudadanos, acaecidos en los últimos días;
la incapacidad de reacción del gobierno; la insistencia en los dislates y el
estrepitoso derrumbe de la imagen de la gestión kirchnerista en el exterior –
reflejo de su deterioro interno-, están ubicando en este mes de mayo,
lamentablemente, un punto de inflexión en el proceso político y económico
argentino.
Detrás van quedando los lamentables retrocesos en el plano
institucional, ya inocultables, como la desaparición del Congreso de
cualquier debate serio sobre el rumbo nacional, el temor de una justicia
sometida a la “Espada de Damocles” de la apertura de sumarios retorcidos
en el Consejo de la Magistratura, el bastardeo de la lucha por los derechos
humanos convertida en una mera consigna partidista y parcializada, la
creciente presión para amordazar o limitar a la prensa, el sistemático ataque
a la organicidad de los partidos políticos –incluso al peronismo-
recurriendo a las más bajas artimañas de la corrupción ramplante, el
alineamiento forzado de los gobiernos provinciales y municipales
subordinados hasta en sus gastos más insignificantes a la discrecionalidad
kirchnerista. Todo eso –y mucho más- ha mostrado hasta hoy la pérdida
progresiva e inexorable de la República. Los hechos de estas semanas
agravan la situación, porque el que se nos puede comenzar a escapar de las
manos no es ya sólo la República, sino el propio país.
El desborde inflacionario es a la vez un resultado y una causa.
Resultado de decisiones económicas que no serían homologables en ningún
país serio del mundo: desde China a Estados Unidos, desde Rusia hasta
Brasil, desde Canadá hasta Chile, desde la India hasta Suecia, todo el
planeta funciona con reglas de juego fundamentales que, con pequeñas
variantes internas, se apoyan en principios básicos de la ciencia económica
que, por estos lares, se insiste en ideologizar o descalificar como si se
tratara de genios descubriendo la pólvora.
El endeudamiento público creciente, la disposición autoritaria de la
riqueza privada como si fuera patrimonio personal de los funcionarios, la
aplicación de normas inexistentes confiando en el alineamiento automático
de los jueces temerosos para declarar su vigencia, la confiscación de bienes
a través de mecanismos inconstitucionales e ilegales, la aplicación de la
prepotencia de patotas a las transacciones económicas privadas, el
desconocimiento liso y llano de decisiones judiciales por parte del Estado,
la incentivación de conflictos económicos por el simple capricho de un
expresidente convertido en autócrata de facto, son todos condimentos que
han comenzado a desatar una creciente falta de confianza en el
funcionamiento de la economía y de la sociedad. Y han desatado la

87
inflación, fenómeno que en nuestra historia está unido a los mayores
dramas y a las rupturas institucionales conflictivas.
Pero también es una causa. Importantes publicaciones del mundo
democrático desarrollado han hecho conocer en estos días su negativa
evaluación de la administración kirchnerista, y los medios económicos
nacionales y extranjeros han destacado el creciente retiro de inversiones de
nuestro país, traducido en el derrumbe de la cotización de los bonos del
Estado –ya a un precio inferior a los títulos “defaulteados” que no
ingresaron al canje- y a la venta de acciones de empresas argentinas, a
liquidar en la plaza de Nueva York, para no tener riesgo alguno originado
en los caprichos del poder. Resultado de la acción kirchnerista, y causa de
nuevas decisiones que profundizan el aislamiento, la inflación además aleja
crecientemente al sistema político de los ciudadanos, que se sienten cada
día más esquilmados y desprotegidos.
La actitud de la administracion kirchnerista frente a estos hechos es
sorprendente, rayana en el autismo, la soberbia y la irresponsabilidad. La
repetición en tono de consigna de que el país cuenta con más de Cincuenta
mil millones de dólares de reservas, que parece servir de argumento para
cualquier advertencia, puede evaporarse en pocos días, como lo hicieron las
divisas que respaldaban el valor del peso durante la convertibilidad: una
corrida es difícilmente soportable por ninguna economía, y mucho menos si
es acompañada de una desconfianza creciente en la capacidad del gobierno
para definir decisiones correctas. Tal es el caso del gobierno de Cristina
Kirchner, que parece haber delegado en un ex funcionario sin competencia
constitucional ni legal alguna, su marido ex presidente, importantes
decisiones de gobierno que obstaculizan cerrilmente la propia marcha de la
administración. Las trabas a un acuerdo con el campo, apostando al
agravamiento de la protesta en lugar de actuar como cualquier gobierno en
cualquier lugar del mundo, buscando resolver los problemas, demuestra no
sólo el rumbo perdido, sino una actitud de desprecio hacia la opinión
pública, hacia los ciudadanos que expresan su reclamo, hacia las
instituciones del país, hacia los funcionarios que buscan desesperados
hendijas de esperanza y, por último, ante su propia esposa presidenta.
Mientras tanto, siguen los dislates, con sabor a corrupción. Los
diarios de ayer, por ejemplo, han anoticiado que el proyecto faraónico
estrella de la administración “K-K”, el renombrado “tren bala” –que
cuando comenzó como idea no iba a comprometer fondos públicos, que
luego pasó a tener sólo la garantía del Estado, y que por último se
transformó en un proyecto que se realizará en su totalidad con fondos
públicos que comenzarán a entregarse de inmediato en forma de bonos de
nueva deuda-, no sólo fue adjudicado violando elementales normas de
competencia, transparencia y correcta gestión, sino que además será el
primer tren bala del mundo que tendrá... ¡un solo carril! Y para culminar la

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cadena de despropósitos, la humillación más vergonzosa de contratarse, a
cargo del propio Estado argentino, un “seguro de default” que cubra el
posible incumplimiento de esa deuda. Como gusta decir a la primera
magistrada... “por primera vez en la historia”. Ni el empréstito de la Baring
Brothers llegó a semejante degradación de la dignidad nacional.
Cuatro mil millones de dólares de incremento en la deuda pública,
destinados a una obra que está llena de interrogantes e incertidumbres,
mientras el riesgo-país se coloca en el tope de los países de la región y
mientras, a la vez, el Brasil consigue, por la impecable y persistente política
económica que comenzara Fernando Henrique Cardoso y continuara Luis
Alberto “Lula” da Silva, el codiciado “grado de inversión”, vale decir,
ingresar en el reducido club de países del mundo respetados por la seriedad
de su administración y la confiabilidad de su gestión económica al que se le
puede prestar dinero y donde se puede invertir con tranquilidad porque
respeta las reglas básicas del estado de derecho y de la economía.
En tanto, por acá se sigue kirchnerizando empresas mediante el
mafioso y conocido procedimiento seguido en el caso de YPF de acorralar
a sus dueños con conflictos gremiales prefabricados y regulaciones
caprichosas. Nuevos empresarios “amigos”, que pasarán a integrar la lista
de futuros investigados para cuando esta pesadilla termine, serán los
beneficiados y testaferros de la nueva operación: Aerolíneas, ante la
inexplicable complicidad –en ambos casos- de la administración española,
sólo explicable en la decisión de liquidar activos en el país y tomar
distancia de una economía que se sigue cerrando sobre sí misma al ritmo de
un vórtice.
Hasta ahora, se nos ha estado escapando la República y lo sufríamos
quienes tenemos vocación republicana y democrática. Ahora, con la
inflexión de estos días, corremos el riesgo de que, además, el que se
desborde sea el país. Los argentinos sabemos, por experiencia (1976, 1989,
2001...) lo que ello puede terminar significando.
Y nadie –incluidos Cristina y Néstor- podrá escapar a sus
consecuencias.

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Señora presidenta, ¿y el rigor intelectual?...

Semanas atrás, en un juicio que mereció un artículo de opinión en


este medio, reclamaba usted a los periodistas “mayor rigor” en sus notas y
a los economistas lo mismo en sus análisis. Se desprendía de su reclamo –y
de su mención a la llegada de la modernidad, que repitió al anunciar la
licitación del tren “bala”- su adhesión a los valores del conocimiento
científico, pilar fundamental junto a la confianza en el razonamiento, del
ideario filosófico moderno.
Si este conocimiento ha sido importante para que la humanidad dé el
gran salto adelante producido en los siglos XIX y XX, también lo ha sido
para apoyar en él decisiones de gobierno, al menos en los límites en que lo
permiten las ciencias sociales, cuya exactitud contiene el ingrediente
aleatorio en mayor medida que las otrora calificadas como “ciencias
duras”.
En realidad, ambas incluyen hoy la incertidumbre como ingrediente.
“Las cosas”, como diría el maestro Sebrelli, han comenzado a fluctuar
desde las sólidas convicciones de otrora, dejando una sensación de
incomodidad en quienes conocieron las certidumbres absolutas, hoy
convertidas por quienes las mantienen simplemente en convicciones
cercanas a lo religioso. El reclamo del rigor conlleva hoy siempre el
presupuesto de esa duda básica e intrínseca sobre la realidad, más esquiva
que en los buenos tiempos del positivismo y la modernidad temprana.
La modernidad llegó a la historia de la mano de la democracia.
Incorporó la razón a lo actos de gobierno (que deben ser “fundados” para
ser válidos, ¿recuerda las lecciones de Derecho Político, cuando estudiaba
Derecho?) y desplazó a los actos arbitrarios propios del feudalismo, la
monarquía y el “antiguo Régimen” dinástico y monástico.
Las herramientas de la razón incorporaron el rigor que usted reclama
para aplicar al análisis de los fenómenos más conocidos y racionalizados,
entre los cuales la vida económica cuenta con fundamentos aceptados,
desde Locke en adelante, incluyendo en esta serie a Carlos Marx, por la
inmensa mayoría de los seres humanos. Fundamentos y reglas, señora, con
las que funciona más del 90 % de la población del mundo en una extensión
–como lo hemos repetido en esta columna- que van desde China hasta
Brasil, desde Canadá hasta Chile, desde Estados Unidos hasta Rusia, desde
la India hasta Suecia. La base de toda esta construcción es el
reconocimiento y sistematización de los hechos como cimientos de
cualquier elaboración abstracta. Sobre los hechos –sin negar ninguno, sin
sesgar los resultados, sin preconceptos religiosos o mágicos- se pueden
construir teorías. Negándolos, todo se vuelve un cuento –de hadas o de
demonios- pero incierto o ilusorio.

91
Un hecho, señora, es que los precios están subiendo de manera
generalizada. Lo puede observar en el dato –positivo- de la recaudación
tributaria, reflejo de una actividad económica que no ha crecido, ni siquiera
en las visiones más optimistas de sus economistas, en un 50 %. Ese dato
bueno contiene el malo: recauda más, porque el dinero que recoge vale
menos. Y vale menos, porque su gobierno está inundando de ese dinero –
que, en sí, no es más que papel impreso- una economía que no refleja ese
crecimiento.
Según sus expresiones, “no hay inflación, porque nuestra
macroeconomía no la contempla”. Si eso usted cree, bueno, estamos en
problemas: los hechos indican que los precios han subido de manera
generalizada. Si prefiere creerle a su convicción antes que a los datos de la
realidad, esa preferencia no tiene cabida ni en la ciencia, ni en la razón y se
acerca más bien a una actitud religiosa, o simplemente caprichosa.
Significaría que su reclamo de modernidad habría retrocedido al
pensamiento mágico, y que está usted más cerca de la visión precolombina
de Evo Morales, que de sus admirados Hegel y Kelsen. Ni hablar de las
herramientas actuales de la ciencia económica en el mundo global.
Pero no se quedó allí: también ha expresado que el alza de los
precios –en esta frase sí admite que la hay...- se debe a que los empresarios
se apropian del ingreso aprovechando su capacidad de fijarlos. Y que si no
fueran los empresarios, habría que buscar los responsables en el Arcángel
Gabriel o en su administración. Como su administración no habría dado
motivos –por su “macroeconomía”...- y el Arcángel Gabriel no tendría
entre sus facultades bíblicas fijar precios en alza –sino traer las buenas
nuevas, como la Anunciación a la Vírgen-, se deduce que los malvados
hombres de empresa serían los únicos responsables de tan diabólico plan.
Sin embargo, nuevamente es la ciencia económica la que nos dice
cómo se forman los precios: la capacidad de demanda de la población –que
se expresa en la cantidad de dinero a su disposición- se “balancea” con la
oferta de bienes y servicios disponibles, y de esa relación resultan los
precios. Si la cantidad de bienes y servicios es la misma, pero se inyecta
más dinero en la economía, los precios de referencia suben –porque, en
realidad, es el dinero que vale menos, al sobreabundar-. Y si no lo hacen
porque su Secretario de Comercio los congela “arma en mano”, los bienes
baratos se agotan y sobra dinero –que se destinará a comprar divisas, en
una economía fuertemente desconfiada, como la Argentina de estos
tiempos de su administración-. Comenzarán a faltar bienes, nuestro
conocido “desabastecimiento”.
Recuerde que en la década de los años 90, en el anterior gobierno de
su partido, los precios sufrieron deflación, con estos mismos empresarios y
este mismo Arcángel. Y eso aunque, en términos de su visión mágica del
mundo, los monopolios habrían estado más libres que ahora para fijar los

92
precios, porque manejaba el país el odiado “neoliberalismo”... El
“desabastecimiento” que viene, en consecuencia, no será provocado por los
empresarios, ni por el Arcángel Gabriel, sino, señora, por su política
económica “premoderna”.
Y lo mismo ocurre con la inflación, también provocada por su
gobierno, más que por decisiones de los empresarios o del Arcángel
Gabriel, al aumentar el gasto público en un 50 % de un año a otro –
circunstancia en la que no tienen arte ni parte ni el Cielo ni los hombres de
empresa-. Ese aumento es un dato científico –“moderno”- que puede usted
verificar sencillamente preguntándoselo a su Secretario de Hacienda.
Llanamente. Por ejemplo, así: “Secretario, ¿cómo ha evolucionado el nivel
nominal de gasto público en el último año?”
Actuar negando los hechos la llevará –y lo que es peor, “nos”
llevará- a situaciones peligrosas, que conocemos porque ya hemos sufrido.
Usted también las conoce: no olvide –también lo dijo en su primer discurso
de su campaña de Senadora en 2005- que fue luego de que una antecesora
suya se empecinara en negar los hechos que se produjo el dramático golpe
de estado de 1976, circunstancia que obligó a usted y su marido a emigrar
al sur, a probar suerte (“y ganar dinero...” ) alejada del escenario del
conflicto, que también había provocado el grupo político en el que usted
militaba, al negar los hechos y ayudar con ello a desatar el baño de sangre
que asoló al país en los años setenta.
Señora, siguiendo su reclamo: hay que ser rigurosos. Cuando se
ocupa un lugar como el suyo, más que nadie y que nunca.
Los precios no suben por decisión de los empresarios, ni del
Arcángel Gabriel. Suben porque la gestión económica de su marido y la
suya propia inexorablemente conducen a ese resultado. Suben por los
dislates de su Secretario de Comercio, que seguramente cree y hace lo que
haría usted si estuviera en ese lugar, dinamitando cualquier tentación de
inversión –y en consecuencia, de ampliar la oferta-. Suben por la
estrafalaria política de sostener el valor de una divisa extranjera como el
dólar en lugar de defender el valor de nuestro peso. Suben por las
caprichosas ocurrencias como el “tren bala”, que aumenta la deuda pública
sin razón económica, social o productiva alguna, o los millonarios
subsidios a empresarios amigos, con dinero que le sacan al sector de la
producción y el trabajo, principalmente del campo al que se asfixia,
impidiendo la reinversión y en consecuencia, limitando nuevamente la
oferta. Eso dice la ciencia económica, en sus fundamentos que atraviesan
todas las “visiones”, que pueden discrepar en los matices, pero que no se
permiten negar los hechos.
Rigor intelectual, señora, es lo que nos gustaría escuchar en sus
discursos. Los exabruptos de su marido, que todos creíamos que habían

93
terminado con él, no pegan con su estilo. Y lo que es peor: nos llevan al
abismo, como en 1976.
Con una diferencia: no podremos irnos todos a Santa Cruz, para
tomar distancia y ganar dinero. Quizás esta vez ni siquiera lo puedan hacer
ustedes.

94
Cumbre de Lima
Cristina se sacó el gusto

“Tensa polémica entre Cristina y la Unión Europea”, tituló La


Nación al informar sobre el discurso de la presidenta Kirchner en Lima
reclamando a voz alzada contra el proteccionismo europeo en el comercio
agropecuario.
Claro. En el país ya no puede impostar la voz, levantar su dedito
admonitorio y recitar sus consignas de memoria. Pero llevó su gesto a
Lima, donde los Jefes de Estado y de Gobierno de Europa y América
Latina fueron de pronto transportados en el túnel del tiempo... y no
precisamente hacia el futuro.
CK, seguramente, debe haberse sentido una heroína de la
Independencia, refregado en la cara a los imperios coloniales la vocación
libérrima de estos pueblos. Olvidó, sin embargo, que en estas épocas de
ciudadanos conscientes y posmodernidad globalizada lo que interesa es
solucionar los problemas, no amplificarlos.
El mundo es cada vez más uno solo, integrado pero complicado, y el
desafío para las gestiones públicas es contar con la frescura intelectual y la
claridad de miras necesarias para ofrecer a los ciudadanos respuestas
tranquilizadoras, eficaces y respetuosas. Mente abierta, respeto a los demás,
capacidad de escuchar y entender.
El camino que adoptó Cristina Kirchner lo conocemos. Es el que nos
ha llevado, por un lado a nosotros, latinoamericanos, a “sacarnos el gusto”
de “decirles las cosas en la cara”, y por el otro a ellos, los países
desarrollados, a ignorar el reclamo manteniendo el “statu quo”
favoreciéndose del proteccionismo que le significa una ventaja adicional de
entre cincuenta y cien mil millones de dólares al año. No ha descubierto la
pólvora. La publicitada fotografía que su equipo de prensa distribuyó en
Argentina, que la muestra reunida con el presidente del gobieno español
mientras Zapatero estalla en una estentórea carcajada es la respuesta gráfica
a su discurso y su dedito.
Más allá de los problemas, –por los que han reclamado Alfonsín,
Menem, de la Rúa y Duhalde, e incluso antes de la democracia-, lo
realmente importante no es reiterarlos una vez más en tono de combate,
sino encontrar con inteligencia la estrategia para solucionarlos. Mirarlos
con las anteojeras desenfocadas de los años setenta simplemente los
congela, prolongando sus negativos efectos en el tiempo, y no toma en
cuenta el cambio acelerado de la matriz económica global que incluye
nuevos mercados –inmensos- para los alimentos, y nuevos desafíos. Lo que
necesitamos en la Argentina urgentemente no es tanto que los europeos nos
dejen entrar en sus fronteras, sino que el gobierno kirchnerista nos deje
salir de las nuestras, levantando las esotéricas prohibiciones a la

95
exportación que impiden a nuestros exportadores cumplir con sus
compromisos y disputar esos promisorios nuevos mercados.
Esto es lo que le reclama la opinión pública argentina a CK en el
conflicto con el campo, en el que su esclerosis ideológica –o su capricho-
ha prolongando por meses un diferendo que ha provocado la caída de las
reservas internacionales, la suba de la tasa de interés, la reducción de la
producción agropecuaria –que en Lima reclamaba a los otros aumentar,
para combatir el hambre...-, desatado una creciente tensión social y
desalentado a los empresarios del campo a los que amenaza con sus hordas
mercenarias filofascistas convirtiendo un problema sectorial en una
conmoción generalizada de la convivencia argentina.
Es una incapacidad de gobierno que va, incluso, contra ella misma,
que en apenas cuatro meses ha visto reducir su apoyo a un nivel inferior al
que tenía el gobierno de Fernando de la Rúa a un año de gobierno (25 %).
Dicho sea de paso, gobierno que no disfrutaba de la Soja a quinientos
dólares la tonelada, ni del petróleo a ciento veinte, sino que debía enfrentar,
con precios internacionales misérrimos, la deuda descomunal que le dejó el
gobierno del partido cuya posta acaba de tomar el marido de la señora
presidenta, en un raquítico acto que ella –no ha explicado aún en qué
carácter, porque no se ve su nombre entre sus nuevas autoridades- cerró
con un discurso apenas escuchado, rodeado de violencia desatada entre sus
huestes.
“Necesitamos su tecnología para integrar nuestro proceso productivo
de alimentos” les dijo a los europeos. Sin embargo, en su país confisca la
riqueza con la que el sector de alimentos puede incorporar tecnología –que
aquí se produce, y de la mejor del mundo, sin necesidad de mendigarla en
ningún foro de presidentes-, para repartirla entre sus patotas mercenarias,
su construcción clientelista, su cortedad de visión.
La imagen de CK dando lecciones de comercio libre a los países
europeos sería potente, si los medios no hubieran internacionalizado la
imagen de su Secretario de Comercio fijando precios pistola en mano,
apropiándose impúdicamente de una cosecha para la que no hizo ningún
esfuerzo, o prohibiendo exportar carne a productores que se encuentran
entre los más eficientes del mundo.
Quizás piense la señora presidenta que con su discurso lideró la
batalla del Mercosur -que le toca presidir por unos meses- y disfrute
soñando con su imagen combativa acompañando a Bolívar en la
iconografía continental del futuro junto a su cofrade venezolano, que a
pocos días de apostrofar a Angela Merkel con el epíteto de “sucesora de
Hitler” y mostrando el escaso valor que le da a sus propias palabras, le
tendió su mano ante la condescendiente sonrisa de la líder germana, que
cualquier cosa hará en el futuro menos tomarlos en serio, o dejar de

96
considerar a los “bolivarianos” y sus amigos sureños poco más que como
divertidas curiosidades étnicas.
Mientras tanto, el Brasil avanza con Estados Unidos en su alianza
estratégica para la producción de biocombustibles, consigue el grado de
inversión que le permitirá acceder a créditos virtualmente sin “riesgo país”,
acumula reservas en divisas en un monto que supera su deuda externa,
alcanza récord en la exportación de soja, de carnes bovinas y porcinas,
coloca su PBI entre los más altos del planeta, recibe la mayor inversión
externa de su historia y trabaja en silencio para su incorporación a la “alta
gerencia” del mundo para la que ya ha sido propuesto por Francia y
Alemania. En la opción “ruidos” o “nueces”, está claro cuál es la opción
estratégica de Lula, y cual la “K-K”.
Y está claro también –lamentablemente para nosotros- el camino que
está recorriendo la República Argentina.

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98
Responsables o autoexcluidos

“Sociedad red”, dice Castells. “Modernidad líquida”, sostiene


Bauman. “Sociedad del riesgo mundial”, sentencia Beck. Diferentes
conceptos y construcciones intelectuales que, sin embargo, están unidas por
un diagnóstico: el agotamiento de la “primera modernidad” y la entrada a
paso raudo en la segunda, la “modernidad reflexiva”, que debe enfrentar y
solucionar los riesgos generados sin querer por la crisis de cambio que
atraviesa el mundo en toda su geografía.
Los debates sobre el futuro tienen una agenda amplia, pero
avasallante: el cambio climático, el agotamiento del petróleo, la debilidad
creciente –y aún el derrumbe, en algunos casos- de los Estados Nacionales,
“naves insignia” de la primera modernidad; la expansión exponencial de la
violencia en la vida cotidiana; las nuevas guerras; el terrorismo global; una
nueva economía mundial interrelacionada y globalizada; las migraciones;
los peligros de las nuevas pandemias; la proliferación nuclear; la seguridad
regional e internacional frente a las nuevas formas de violencia; el cambio
en los mercados laborales, en todo el globo; el entramado de movimientos
sociales también globales; el protagonismo creciente de los seres humanos
individuales, unidos por Internet; la impregnación avasallante de la ciencia
y la técnica en la vida cotidiana; la búsqueda de nuevas fuentes energéticas
que cubran el bache de la transición hacia el hidrógeno y la fusión nuclear,
que se estima llegarán recién dentro de dos décadas; la organización de la
gobernabilidad global...
El mundo responsable discute esos temas, que surgen en el horizonte
y algunos han ascendido ya a su cenit. Sus protagonistas, responsables del
diseño y gestión del planeta en los años que vienen, están centralmente en
dos grandes espacios: el G-7, de los países desarrollados y los “BRIC’s”,
integrado por las nuevas economías emergentes. Con la salvedad de que
hay algunos países (India, México y Brasil) que están en el segundo grupo
y aspiran a ingresar también en el primero, que requiere una
homologabilidad democrática probada, difícil de acreditar aún por China y
Rusia.
De los “BRIC’s”, nuestro vecino es el que más inteligentemente
mueve sus piezas y ha logrado no sólo que su presidente haya sido recibido
en Estados Unidos con la deferencia de un socio de máxima confianza, sino
que también ha recibido de Francia y Alemania la disposición para
integrarlo al máximo grupo de la gobernanza “de facto” del planeta. Brasil
ha conseguido estos logros, bueno es destacarlo, bajo la conducción de un
presidente de origen sindical y de un partido marxista que se define como
“obrero y popular”, el único de estas características que gobierna en forma
democrática en América.

99
Frente a los responsables, se alzan los autoexcluídos. Dictaduras de
partido, tiranuelos despóticos, neofascismos indigenistas, extremistas
islámicos, discursos de postguerra, en síntesis, antigüedades premodernas
que prefieren reinventar los conflictos del pasado –de años, décadas o
siglos- abandonando la construcción del futuro a quienes miren hacia
delante. Cualquier discurso es util a estos fines: religioso, ideológico, ultra-
nacionalista, seudohistórico, indigenista. El resultado es el mismo: su
exclusión del mundo que viene, o en el mejor de los casos, la indiferencia.
O en el peor, su derrumbe en el mundo marginal de los “estados fallidos” o
“fracasados”, gobernados por mafias, delincuentes globales, traficantes y
terroristas.
Y entre ellos, la violencia. Redes de trafico de personas, narcóticos y
armas, lavado de dinero, falsificaciones y corrupción, a las que no les
interesa la construcción de un mundo con normas, ni el fortalecimiento del
derecho, la democracia ni los derechos humanos. Organizaciones macabras,
cuyo último eslabón son jóvenes marginales cooptados por la adicción pero
con otros escalones superiores integrados por formaciones políticas
clientelistas, caudillejos territoriales, funcionarios policiales y judiciales
corruptos, indiferencia y complicidad en el control de las fronteras y el
tráfico aéreo, incumplimiento de obligaciones internacionales del país por
decisión del más alto nivel del poder...
¿Dónde está la Argentina? ¿Por qué no se la encuentra claramente
entre los responsables, llevando allí su voz y su disposición para ayudar a
solucionar los problemas actuales? ¿Por qué se la ve tan a menudo tan
cerca de los autoexcluidos y sus discursos agotados o testimoniales? ¿Por
qué ha excluido de sus preocupaciones los temas que discute el mundo
entero? ¿Por qué ha permitido que la violencia se haya enseñoreado tan
duramente en su vida cotidiana?
Interrogantes, agigantados desde el golpe del 2001, que una
democracia viva debería debatir, pero que la destructora acción del
kirchnerismo ha desplazado debajo de la alfombra.
Decisiones que deberemos tomar cuando, finalizada la pesadilla, los
argentinos recuperemos en plenitud nuestra dignidad ciudadana y nuestra
vida republicana y democrática.

100
Se agota el proyecto “K-K” - ¿se viene el peronismo?

Pero... ¿cómo? ¿Los Kirchner no son peronistas? Podría preguntarse


cualquier argentino que todavía interpretara a la política como un
contencioso eterno entre el peronismo y los “gorilas”. Curiosamente,
tendría razón. Tanta razón como la reflexión que titula esta nota. Porque, en
realidad, los Kirchner son tan peronistas como lo fueron Perón y Gelbard,
Isabel, López Rega y Celestino Rodrigo, Menem y Ruckauf, como lo son
Barrionuevo, Moyano, D’Elía, Balestrini y el propio Duhalde. Ciertamente
hay también algunos peronistas democráticos y republicanos, del “último
Perón”, raras avis que existen, pero que son cuidadosamente evitados por
el reagrupamiento ortodoxo.
Mucho más ahora, que el macho alfa ha decidido, por fin, mostrarse
sin careta y sacar a relucir lo más sectario del discurso populista: la división
del país entre “la Unión Democrática” y el presunto modelo “nacional y
popular”. La novedad, en este caso, es que se omitió el agregado del
“progresismo” y apareció, sin cobertura alguna, el más ortodoxo de los
mensajes.
¿Y esto está mal?
Pues... no del todo. Semanas atrás, en ocasión de oficializarse la
“lista única” –otro signo del peronismo ortodoxo- para la renovación de
autoridades del Justicialismo, obviando cualquier competencia democrática
interna, expresaba en este misma columna, en un artículo que se titulaba
“Juntitos, juntitos...”, que de ahora en adelante no habría más excusas. Han
reducido a la “izquierda entrista” a espacios marginales haciendo desastres
en la política exterior –que no se nota tanto adentro, aunque nos haya
convertido en el hazmerreír de la región y del mundo-, y han ocupado,
juntitos juntitos, todos los espacios reales de poder, desde el descarnado
manejo de los recursos públicos confiscados a los ciudadanos que trabajan,
hasta el refuerzo del clientelismo más aberrante adornado con grupos de
choque estilo “camisas negras” financiados con esos recursos. Desde el
Congreso monocolor, hasta una justicia atemorizada y una prensa
amenazada.
El proyecto “K-K”, entendido como la confluencia de la izquierda
entrista en el “movimiento popular”, se agotó como modelo de gobierno. Y
avanza lo peor del peronismo, el más alejado de la tolerancia y el diálogo,
el de la patota y la soberbia, el del gremialismo corrupto, la dirigencia
ladrona, el puño crispado y el tono de combate.
Ahí adentro caben todos. Nadie puede saber –porque el vaciamiento
del Congreso es total, otro signo del peronismo autoritario- hacia dónde
decidirán orientar al país. Puede ser hacia otro “rodrigazo”. O puede ser
hacia otra “devaluación pesificadora”, que acelere el vórtice hacia un nuevo
derrumbe. Están todos y cualquiera puede ser el rumbo.

101
Lejos todos de la Argentina democrática y republicana. Lejos del
campo, de la producción y de los ciudadanos conscientes. Lejos de los
emprendedores y exportadores. Lejos de la inteligencia, el arte y la cultura.
Lejos de los docentes e investigadores. Lejos de los trabajadores que se
esfuerzan en capacitarse para mejorar su ingreso. Lejos de los argentinos
que, en todos los sectores sociales, luchan por una vida mejor. Desde los
empresarios con vocación de riesgo hasta los chacareros. Desde los
cartoneros que prefieren recoger basura antes que humillarse ante un “plan
social” clientelizado, hasta los jóvenes que quieren pensar solos,
libremente, sin el alineamiento servil. Lejos de los intelectuales más
lúcidos y reconocidos. Lejos, cada vez más lejos, de lo mejor del país, de la
Constitución, la ley y el estado de derecho.
El proyecto “K-K”, a pesar de sus aires de modernidad, pretende
revivir la historia del funesto enfrentamiento que comenzó en 1945. Y
ahora recurren, como una auténtica antigüedad con olor a naftalina, a la
misma irresponsabilidad y vocabulario de un tiempo que el mundo dejó
atrás. Y también los argentinos.
Hablar en pleno amanecer del siglo XXI del 30, del 55 y del 76
pretendiendo reproducir la historia es, simplemente, infantil. Y estúpido, si
no fuera evidente que su propósito es llevar al país al borde de que corra
sangre, que ahora será por su propia responsabilidad.
Quizás esta vez podamos elegir mejor y recomenzar nuestra historia
para terminar con la decadencia. Reingresar en la modernidad de un mundo
democrático, republicano, plural y transformador que está protagonizando
un gigantesco proceso de cambio.
Quizás no esté tan mal que vuelva el peronismo, para terminar de
una vez por todas con la comedia. Y los argentinos podamos saber, también
de una vez por todas, cómo termina la historia cuando todos ellos, “juntitos,
juntitos”, llevan el timón hasta el final.

102
Imagen, rumores y crisis

La esclerosis neuronal en que se ha sumido el peronismo presidido por


Kirchner frente a la situación nacional y los reclamos del campo no sólo
produce preocupaciones en toda la sociedad –que siente que no existe
gobierno- sino en escalones cada vez más grandes del peronismo,
consciente de que una falta de reacción de sus dirigencias sensatas lo
arrastrará junto con el propio matrimonio presidencial.
Cada vez son más los dirigente peronistas que, cansados de esperar un
cambio, van reagrupándose según sus afinidades y ubicación política al
margen del oficialismo y tomando prudente distancia de su política. No
sólo uno de los más prestigiosos peronistas del interior, el Senador
Nacional Reutemann, sino el ex gobernador cordobés de la Sota –quien
imputó a la conducción presidida por Kirchner de tener rasgos stalinistas-,
el ex gobernador entrerriano Busti –quien renunció a la presidencia del
peronismo de su provincia, luego de sostener que no acepta integrar un
partido con “pensamiento único”-, el gobernador Rodríguez Saá de San
Luis, varios ex legisladores nacionales y figuras de prestigio han marcado
su fuerte discrepancia con el matrimonio presidencial. “Si el peronismo no
reacciona –ha expresado un importante dirigente del interior- corremos el
riesgo que este torrente nos arrastre a todos, incluyendo al Congreso. En
dos o tres meses veremos a la gente reclamando “el poder a la Corte”.
Puede ser. Es evidente que la coalición social que se ha conformado
alrededor del reclamo del campo ha superado totalmente la protesta
agropecuaria. Ya no se limita al tema de las retenciones y se extiende a la
calidad institucional, a las formas de gobierno, al fin de la corrupción
desenfrenada, a la arbitrariedad del poder, al federalismo, a la sensatez en
la economía y a la exigencia de un auténtico estado de derecho, que ha ido
desapareciendo paulatina y sistemáticamente en los años “K-K”. A esta
altura, quizás no sea aventurado suponer que el reclamo del campo hasta
sea una molestia que impide que esa coalición social se exprese en su
totalidad, con una fuerza irreversible. La imagen positiva de la presidenta,
según últimas encuestas del propio oficialismo guardadas bajo siete llaves,
marcan un nuevo descenso, a un escalón del 15 % (con un 40 % de imagen
negativa) y un retroceso fuerte en la imagen del ex presidente y de Daniel
Scioli, a esta altura superados ambos ampliamente por el líder agropecuario
Alfredo De Angelis. Por encima de todos ellos se ubican Elisa Carrió y
Mauricio Macri.
¿Cuál será el devenir de los hechos?
En estos tiempos, parecieran haber proliferado los diseñadores de
escenarios. Dicho sea de paso, muy pocos de esos escenarios imaginan al
kircherismo en el poder dentro de un año. No faltan los rumores con las
nuevas y tenebrosas “listas” –como en las últimas épocas de Isabel Perón-,

103
que enumeran a quienes serían detenidos luego de declarado por los “K-K”
un presunto Estado de Sitio, en el estertor final de su gobierno y –desde el
otro lado- las que incluyen como futuros habitantes de “Comodoro Py” no
sólo al matrimonio presidencial, sus ministros y funcionarios
emblemáticos, sino a los legisladores que hayan votado los superpoderes, a
los empresarios protegidos por el régimen con negocios oscuros (juegos de
azar, petróleo, obras públicas) y a los jueces alineados con el actual
gobierno. Se justifican en la necesidad de “marcar bien la distancia y ganar
rápida credibilidad social”.
Por el momento, estas hipótesis se escuchan dentro del peronismo y no han
desbordado hacia otros actores de la política. Sin embargo, la oposición ha
acelerado sus contactos, preparándose para enfrentar cualquier situación
traumática. Desde la Coalición Cívica, la UCR y el PRO han surgido
acciones comunes y sintomáticos respaldos cruzados, como el de Federico
Pinedo (PRO) solidarizándose con Margarita Stolbizer (CC) por su citación
judicial por haber participado en un acto agropecuario, e iniciativas
legislativas conjuntas, como el reclamo de la reforma política y la
propuesta de llevar al Congreso el conflicto con el sector agropecuario,
bloqueada por la mayoría kirchnerista.
La manipulación de la justicia en el problema con el campo ha hecho
ascender un escalón de tensión al conflicto. Frente a la posibilidad de una
saludable modificación del rumbo (o, al menos, de un intervalo lúcido que
calme las aguas), el gobierno ha preferido apostar al escenario de
profundizar la crisis, confiado en que su manejo del aparato
superestructural del Partido Justicialista será suficiente para disciplinar la
historia, ingenuidad que los hechos se están encargando de demostrar como
ilusoria.
¿Era necesario llevar a la Argentina a estos límites, en una de las etapas
internacionales históricamente más favorables para el país?
Indudablemente, sólo el autismo inconsciente o un ideologismo cerril
pueden explicar una actitud que, a la inversa de cualquier gobierno del
mundo, frente a un problema solucionable con el diálogo ha preferido
profundizar el enfrentamiento para convertirlo en un problema político que
amenaza su supervivencia.
La crisis, mientras tanto, avanza. La inflación se profundiza, carcomiendo
los ingresos de los sectores de menor poder adquisitivo e incrementando su
descontento. Los vencimientos de deuda pública se acercan, mientras el
país sólo cuenta con el favor chavista para obtener fondos, por su cerril
ataque al sistema financiero internacional y su ruptura con el FMI; y el
Banco Central ha perdido en lo que va del conflicto, más de 1500 millones
de dólares de reservas –más del monto que está en discusión por la
diferencia en la tasa de retenciones- para mantener el valor de la divisa. El
crecimiento de la inflación ha licuado la ventajas seudocompetitivas de la

104
industria protegida, que ya pide otra devaluación. Los gremios han
desbordado el límite del 20 % de aumento salarial, y están ubicándose en el
escalón superior al 30 % (como ha sucedido con el último convenio
metalúrgico presentado por la propia presidenta en la Casa Rosada, con el
32 % de aumento promedio). Y el gobierno, para el que no hay inflación, ni
deterioro social, ni problema con el campo, ni crisis energética, ni retroceso
de la competitividad industrial, ni obligaciones finanieras, ni aumento de la
pobreza, sigue vaciando el poder presidencial transfiriéndolo al ex
presidente, un “don nadie” institucional que, sin embargo, desde Puerto
Madero maneja a su antojo la administración, el parlamento y la justicia
mientras la presidenta formal, vaciada de todo poder, como lo fuera Isabel
en otras épocas, es usada sólo para los actos protocolares, convencida que
está gobernando la Argentina feliz, en “tren bala” hacia la “modernidad”.
Aunque, en realidad, lo esté haciendo hacia el estadio terminal de su
gobierno.

105
106
El Guiness de Cristina

A la señora presidenta le gusta abrir caminos. “Por primera vez en la


historia” tendremos un ”tren bala. “Es la primera vez en la historia que
crecemos por seis años”. “Nunca en la historia se había hecho tanto por los
derechos humanos”. “Jamás en la historia argentina un gobierno ha sido
atacado tanto como éste”. De éstas y otras afirmaciones los argentinos no
sólo hemos sido oyentes, sino inundados por la duda.
Es obvio que concedemos la primacía del “Tren Bala”. Es cierto que
nunca se ha hecho, y es cierto que sólo a ella puede ocurrírsele que ese tren
será el “acceso a la modernidad”, como expresó en su discurso al firmar la
concesión con el país como está y con el transporte público como está. Por
lo demás, está por verse si se hará.
Pero lo del crecimiento....La Argentina creció entre 1880 hasta 1930
en forma sostenida al punto de convertir un país desierto y atrasado en uno
de los más prósperos de comienzos del siglo XX. Esa afirmación debe,
entonces mediatizarse, mucho más si tenemos en cuenta que para contar
aquel período el punto de inicio era virtualmente “la nada”, mientras que
mantener el rebote desde el 2003 en adelante no implicaba mucho más que
imprimir dinero, ya que el país tenía su infraestructura intacta y su
equipamiento pleno. Al contrario: cuando fue necesario marcar un rumbo
para dar el salto incremental hacia el desarrollo, su “proyecto” se quedó sin
combustible. Y así estamos.
En cuanto a los ataques sufridos por gobiernos anteriores, bueno.
Podemos nombrar a Yrigoyen, a quién derrocaron. O a Perón, que tuvo una
muy fuerte oposición democrática, bastante mayor que la actual a su
gobierno. O a Frondizi, a quién también lo derrocaron –al igual que a Illia,
con la complicidad de muchos dirigentes del partido de la pareja
gobernante-.
Oposición –y fuerte...- tuvo Isabel Perón –derrocada-, y luego
Alfonsín (¿recuerda los 14 paros generales que le hizo su partido, haciendo
causa común con el golpismo carapintada?); y de la Rúa, que debió
enfrentar la herencia de endeudamiento y diabólica trampa cambiaria que –
nuevamente- le hizo el anterior gobierno de su partido, ese conducido por
quien su esposo, entonces Gobernador disciplinado, calificara de “el mejor
presidente argentino, desde Magallanes en adelante”.
Lo de los derechos humanos es curioso. Al contrario de la afirmación
de la señora presidenta, no es posible recordar un gobierno que haya hecho
menos que éste por los derechos humanos. La pobreza ha llegado a niveles
atroces en un momento de prosperidad económica inédita. La educación se
ha derrumbado y su calidad está entre las peores del Continente. La
cantidad de argentinos sin vivienda es la más alta de la historia. Los niños
por debajo de la línea de pobreza supera el 50 % entre los menores de 10

107
años. Salvo que el gobierno kirchnerista –la señora, y el señor- crean que la
pobreza extrema, la carencia de educación, la falta de vivienda y los niños
desnutridos no son violaciones flagrantes a los derechos humanos, hablar
de su respeto en estos tiempos deviene en una ironía trágica. O diabólica.
Sin embargo, hay un récord que puede agregar a su historial, que le
reconoceremos –hasta hoy- y que, si lo incorpora a su repertorio no habrá
forma de cuestionar: no ha existido presidente democrático, en toda la
historia argentina, que haya provocado y conseguido un acto público en su
contra más grande que el realizado en Rosario, el 25 de mayo. Ni
Yrigoyen, ni Perón, ni Frondizi, ni Illia, ni Isabel, ni Alfonsín, ni de la Rúa.
Ha sido un verdadero récord, jamás visto antes, que quizás sirva para
hacerla reflexionar.

108
Por favor, señora presidenta, ¡reaccione!

Hace algún tiempo y por diversos medios, se transmitió la sospecha


sobre su título de abogada, de las que el autor no se hizo eco en las diversas
columnas publicadas. Sin embargo, insistió en repetidas ocasiones en
reclamarle más apego a la letra de la Constitución y alertó sobre la dudosa
coherencia de manifestarse “kelseniana” –en ocasión de dirigirse al
Congreso- y la asunción de potestades que ni la Constitución ni la Ley le
otorgan.
Ahora ha vuelto usted a repetir el error, magnificado luego por su
Jefe de Gabinete. En Roma, le pareció mal que “capitales financieros”
obtuvieran una rentabilidad “del 35 % en seis meses”, dijo usted en una
reunión mundial por la crisis de alimentos, achacando la actual suba de
precios a la “especulación financiera” antes la atónita mirada de quienes la
escuchaban. Y al día siguiente, su Jefe de Gabinete alegó la imposibilidad
de análisis judicial de la resolución que aplica las retenciones, porque se
trataría de una “medida de gobierno”, que no podría ser “judiciable”. En su
último discurso, vuelve usted a referirse a “los que han ganado mucho” y
por eso pueden vivir “tres meses sin trabajar”. Su marido, por su parte,
insistió en Chubut en insultar a una enorme cantidad de compatriotas que la
votaron en la última elección. Les pide que se arrodillen ante él, pidiéndole
perdón. Según él, son “oligarcas” y “extorsionadores”, que “ganan mucho”.
Vamos por parte.
Ha dicho usted hace un tiempo que la “redistribución del ingreso” –a
la que estaría obligada por sus principios- no podría hacerse “sin sacarle a
los que tienen”. Afirmación aceptable. ¿Dónde está el problema? Pues, en
las facultades y límites que le da la Constitución y la ley para hacerlo. Éstas
surgen del artículo 99 de la Constitución, y las del Congreso en el artículo
75. Del juego de esas dos normas surgen las potestades políticas del Estado
sobre los derechos de los ciudadanos, definidos antes, mucho antes, en los
artículos 14 a 32 de la misma Constitución.
Con un agregado: cualquier poder residual corresponde a los
ciudadanos –y no al Estado- según la letra terminante del artículo 33: “Las
declaraciones, derechos y garantias que enumera la Constitucion, no seran
entendidos como negacion de otros derechos y garantias no enumerados;
pero que nacen del principio de la soberania del pueblo y de la forma
republicana de gobierno.
Del juego de estas normas surge claramente que sus facultades no
son omnímodas, sino sólo las que el pueblo ha delegado en usted, como
titular de una función política. “Redistribuir el ingreso” está bien. Es más:
la obliga a ello el artículo 14 bis, que determina las prioridades. Y el resto
del articulado le fija las herramientas impositivas (los impuestos directos e

109
indirectos), el procedimiento para aplicarlos (la ley de presupuesto) y los
límites a su accionar.
¿Cuáles son esos límites? Pues la misma Constitución los establece.
El artículo 14, que define y garantiza el derecho de propiedad, sus alcances
y sus límites. El artículo 75, incs. 1 y 2, que establecen las facultades
impositivas del Congreso. El artículo 76, que prohibe la delegación
legislativa. El artículo 8º transitorio, que hace caducar a los cinco años
desde 1994 toda las delegaciones anteriores. La jurisprudencia pacífica de
la Corte, que establece en el 33 % de la base imponible el máximo
permitido para la carga impositiva, bajo sanción de convertirse en
“confiscatoria” y caer en la sanción del artículo 17 de la Constitución. Y en
la igualdad, “base de los impuestos y las cargas públicas” –art. 16 CN-, que
no se respeta si se concentra en un sector una carga que no tienen los demás
–como el sector financiero, o el sector rentista u el hotelero, como lo puede
observar con los ingresos de su propio emprendimiento en El Calafate-.
Imagine por un momento cómo se sentíra usted misma si a la tarifa
de USD 4.958 por dos personas–seis días de su Hotel “Casa los Sauces”
(www.casalossauces.com), o sea alrededor de $ 15.000 por semana, o sea $
60.000 por mes, o sea $ 360.000 por semestre por UNA HABITACIÓN, el
Estado decidiera “retenerle” el 44 % de la tarifa bruta (o sea $ 158.400)
además de ganancias, ingresos brutos, y todos los impuestos y aportes
previsionales porque decide que está ganando demasiado con el turismo
internacional, obteniendo una “renta” exagerada de acuerdo a su inversión
al aprovechar los beneficios de la pesificación y de los escenarios naturales,
cobrando en dólares. Sería escandaloso y seguramente como abogada
sabría defender la causa ante los tribunales, alegando la
inconstitucionalidad. Y tendría razón.
A propósito: quizás debiera usted saber que para obtener un ingreso
bruto equivalente al de una habitación de su hotel en seis meses, un
productor debe obtener, en los promedios de rendimiento de Entre Ríos,
por ejemplo, una cosecha exitosa de no menos de Ciento veinte hectáreas.
Destaco: Una habitación de su hotel, Ciento veinte hectáreas de soja.
Si a usted le molestaría que el gobierno le “retuviera” el 44 % de su
ingreso bruto, imagínese si además de tender las camas y limpiar el piso
hubiera tenido que arar, sembrar, fertilizar, cuidar, cosechar, comprar
semillas, comprar gasoil, y luego, vender a un precio que es incierto, por la
acción del gobierno y del propio mercado. Y luego de todo, pagar
impuestos y aportes...
No se trata entonces, señora, de que un sector no obedece una
legítima decisión suya. Es usted la que pretende hacer pasar por legítima
una decisión ilegal, y pretende que se la obedezca, como si fuera Luis XIV.
Señora, por favor, ¡reaccione!...

110
No es usted como presidenta, –mucho menos su marido- la
“propietaria” del país, como los “gobernadores-propietarios” de los tiempos
oscuros de la Colonia, con potestad para decidir según su discrecionalidad
cuánto puede ganar una persona en una actividad lícita. Es una funcionaria
de una Nación que ha elegido vivir en un sistema “representativo,
republicano y federal” sobre la base de una Ley Fundamental que usted ha
jurado respetar.
Esta definición, que apoya en los ciudadanos todas las facultades del
Estado, cuenta con una última garantía, presente en forma continua: la
independencia total de la justicia y la garantía que la justicia brinda a todos
y cada uno de los argentinos de que sus derechos no serán violados por el
poder. La pretensión del Jefe de Gabinete de que la sola autocalificación de
una medida de gobierno como una decisión “política, que no puede –por
ello- ser judiciable”, es tan absurda como pretender que la Justicia no pueda
valorar cuándo han sido afectados derechos de las personas que están
encima, muy por encima, de cualquier decisión, voluntad, intención o
pretensión de los funcionarios. Con ese razonamiento, podría detener
personas, confiscar bienes, apropiarse de fondos públicos... diciendo que
son “medidas políticas” y pretendiendo indemnidad. Y la justicia, señora,
hasta ahora y en los casos en que han sido sometidos a su decisión ha
declarado ya la insconstitucionalidad de la resolución de su ex ministro que
impuso las “retenciones moviles”.
Entonces, señora, ¿no sería bueno que releyera los viejos libros de
Derecho Constitucional de sus épocas de alumna de la Facultad de Derecho
en La Plata? Y de paso, ¿no le parece que sería bueno, también, releer a su
admirado Kelsen, repasar la “pirámide”, recordar la fulminante ilegalidad
que conllevan las decisiones políticas que son tomadas por funcionarios u
órganos sin facultad para hacerlo? ¿No recuerda la definición de las
condiciones que requieren las decisiones –individuales o colectivas- de un
sujeto público para ser productor de normas jurídicas válidas? ¿No
resuenan en su memoria las advertencias de que, por fuera del orden
jurídico de la “Teoría Pura del Derecho”, el peligro es que las referencias
de valor de las normas se atribuyan, como en épocas inquisitoriales o
premodernas, a los valores religiosos, a la pura violencia, a los caprichos o
a la ideología, en desmedro del derecho y de las personas?
La hemos escuchado, señora, referirse en distintas ocasiones a la
necesidad de ingresar definitivamente en la modernidad. Es imposible no
coincidir con este propósito. La modernidad conlleva el respeto a la ley, la
ausencia de atajos institucionales, la valoración igualitaria ante la ley del
individuo –que la democracia convierte en “ciudadano”-. A partir de allí,
todo es posible.
Cierto es que la modernidad genera sus propios conflictos, otras
desigualdades y nuevas injusticias. Ulrich Beck advierte sobre estos

111
problemas, los “dilemas” de la modernidad y alerta sobre la tentación de
atacarlos retrocediendo. Las nuevas injusticias requieren profundizar los
principios modernos, con una actitud reflexiva. Eso hace una mirada
progresista. Una mirada reaccionaria, por el contrario, en lugar de
profundizarlos hace causa común con la irracionalidad previa, ataca los
principios modernos –igualdad ante la ley, ciudadanos como base del orden
jurídico y político, poder limitado, libertad de expresión y de acción
política- y cree, ingenuamente, que volviendo al pasado –totalitario,
absorbente, del poder sin límites apoyado en la fuerza o el puro
voluntarismo- puede superar los nuevos problemas. No advierte que en ese
intento recrea los antiguos conflictos y que ello equivale a despertar
también las viejas luchas.
Este no es un reclamo “juridicista”. Es el angustioso recordatorio del
abismo que se abre cuando la ley desaparece, situación que, entre otras
cosas, abre a los ciudadanos el derecho a la resistencia. Derecho que
muchos, en el país, han comenzado a ejercitar, legítimamente.
Vuelva, señora presidenta, al ejercicio del poder como lo construye
la Constitución y las leyes. No preste oídos a improvisados constructores
del poder por la pura fuerza, que la llevarán a ser un triste recuerdo en la
historia. Retome su discurso electoral de unidad, de apertura al mundo, de
rescate de los principios fundacionales del país, de respeto a los próceres de
todos los partidos. ¿O en serio piensa que encontrará una salida recreando
la polarización de 1945? Usted, que ha viajado, que ha visto cómo se está
construyendo el mundo del futuro, que ha podido observar el formidable
impulso del mundo global y la arrasadora irrupción de las nuevas naciones
emergentes –una de ellas, o más bien varias, en nuestras propias fronteras-
¿no se siente fuera de época con ese discurso y esas consignas?
Millones de argentinos de buena voluntad están esperando que
reaccione, los del campo antes que nadie. Sacúdase el pasado. Mire hacia
adelante. Una a los argentinos. No conduzca al país a un nuevo abismo, que
la arrastrará a usted. Levante la mirada, por un momento.
Convoque a la oposición, donde encontrará más deprendimiento –y
afecto- que el que tiene a su lado. Abra el diálogo con quienes no tienen su
misma visión, pero sí un gran patriotismo.
Por favor, señora, ¡reaccione! No queda mucho tiempo...

112
¿Horas finales?

¿Es que han perdido toda noción de prudencia? ¿Es que no les
interesa ya atravesar cualquier límite? ¿Es que la paz entre los argentinos
dejó de ser para el gobierno un valor apreciable?
Que tengamos que vivir esta situación bordeando el abismo en el
momento internacional más promisorio de la historia argentina es sólo
imputable a una causa: el deterioro del marco institucional por la obsesión
autoritaria de una persona.
Cualquier país democrático, ante un conflicto de la magnitud del que
existe con el campo, hubiera buscado su solución a través de su sistema de
mediación institucional. Para eso está el Congreso, sus comisiones
específicas, sus espacios de diálogo y generación de consensos... incluso su
justicia, si así fuera el caso.
Todo está parado, por decisión del jefe del partido oficialista. El
Congreso no se reúne desde hace semanas, a pesar de los reiterados
esfuerzos de los legisladores opositores. La Justicia sigue con su marcha
parsimoniosa, como si estuviera juzgando una tranquila causa particular en
la pacífica Suiza. Y mientras eso sucede, el jefe del peronismo llama a sus
partidarios, a través de su vocero, a “armarse”, no se sabe para qué, porque
nadie ha impedido a la administración el uso de las fuerzas regulares de
orden público –policía, gendarmería, prefectura- si fuera necesario su uso
para mantener el orden jurídico y social del país.
La amenaza de repartir armas entre quienes, en el acto de portarlas,
se transformarán en delincuentes, lleva al país ya al límite absoluto de la
tolerancia. Indica que el régimen de gobierno transcurre sus horas finales.
El país maduro, por el momento, mira azorado. Las inversiones hace
rato que se paralizaron. Los pequeños ahorros fugan rápidamente hacia la
divisa, previendo el caos que se avecina. La marcha de la economía, cada
vez más ralentizada, está al borde de detenerse. Los productos desaparecen
de las góndolas, en parte porque faltan debido al caos generado por el
gobierno, y en parte por temor ante los saqueos que son usuales en esta
clase de procesos.
El clima de “cambio de tiempo” está claro, y lo único que sigue
incierto es el momento final. Nadie puede ya, con esta situación y este
desborde emocional y político del jefe del partido oficial, pensar que el país
podrá atravesar con tranquilidad los tres años y medio que faltan hasta el
2011.
Salvo que la presidenta reaccione. Es la última esperanza.
¿Todos se volvieron locos?
Presidenta, ¿está su marido en sus cabales? ¿Lo está usted?

113
114
La renta de la tierra

La actualización del debate sobre los aranceles de exportación sobre


algunos productos primarios ha vuelto a instalar el tradicional debate sobre
la “renta de la tierra”.
Su estudio fue encarado por los clásicos, desde Adam Smith y David
Ricado, hasta Carlos Marx, y aunque sus conclusiones no son exactamente
iguales, se refieren en todos los casos a un supuesto de origen diferente al
de la Argentina de hoy: la presencia del “terrateniente”, dueño de la tierra
por herencia feudal o propiedad originaria, que recibía un monto del
ingreso por facilitar la disposición de ese bien para la producción aplicando
en él el trabajo y la tecnología necesarias para la producción, esta última
ínfima en relación a la requerida en la explotación agropecuaria moderna.
Al precio final de la producción, entonces, deducidos el costo del
trabajo, de la tecnología y de la ganancia capitalista, le quedaría un
“excedente”, que recibiría el terrateniente como compensación por el uso
de una propiedad privada, normalmente preexistente y no adquirida según
las reglas de mercado, no incorporadas a la cuenta del “capital” -y por lo
tanto, no sujeto al mecanismo capitalista la de tasa de interés- para la
puesta en marcha de un emprendimiento productivo.
El valor de esa renta difería para los distintos autores. Para Adam
Smith, estaba determinada por la porción de la rentabilidad que debía
entregarse al terrateniente como condición de su disponibilidad. David
Ricardo cuestionaba este concepto, sosteniendo que se confundía con el
alquiler del bien y proponía un método basado en el diferente nivel de
productividad de los diferentes tipos de suelo. En su razonamiento, el
precio de producción agropecuario estaba fijado por el costo de producción
más la ganancia de un producto generado en las tierras menos productivas,
y la diferencia de ganancia entre este precio –al que correspondía un
determinado mayor nivel de costos- y el surgido de las tierras más
productivas era la “renta” abonada al terrateniente. De este razonamiento se
deduce que la renta no existiría siempre, ya que en el supuesto de un
territorio con igual productividad, ese diferencial no existiría.
Marx, en un análisis que diferenciaba entre renta “absoluta” y renta
“diferencial”, y a la vez subdividía a ésta en “clase 1” y “clase 2”,
sintetizaba su concepto en la afirmación de que “renta es todo aquello que
se le paga al terrateniente por explotar su tierra”. No existiría sólo en el
caso de la propiedad colectiva de la tierra, o sea, de su libre disposición por
cualquiera y se fundaba en el carácter “limitado” de la tierra, a diferencia
de los bienes de producción “producidos”. En una economía de propiedad
privada, la renta sería, en su concepto, el equivalente de una ganancia
extraordinaria en una sociedad colectivizada. Su concepto tenía que ver con
la demanda –que fija el precio- y con la oferta –que determina el costo de

115
producción- y hoy está fuertemente matizado por el cambio sustancial en el
proceso productivo agropecuario
¿Cómo hace una economía moderna para evitar que la “renta” o
“ganancia extraordinaria” beneficie injustamente a pocos? A través del
sistema impositivo, y específicamente, del impuesto a las ganancias, cuya
elaborada sofistificación permite contemplar todos los aspectos necesarios
para discriminar situaciones diferentes.
La tierra, hoy, es un componente de la explotación agropecuaria,
pero con las siguientes características:
1. Es un bien de mercado, para acceder al cual es necesario realizar una
determinada inversión que no puede obviarse en las cuentas de
capital. Al igual que cualquier otro bien, su costo está determinado
por su productividad intrínseca, y por la tecnología y la capacidad
del trabajo humano que requiere se le incorporen. El precio de
disposición de la tierra para una campaña agrícola no tiene una
característica económica muy diferente de alquilar una grúa para la
construcción para un edificio, o un generador eléctrico para una
planta industrial, o del escenario para un festival audiovisual.
2. En la ecuación de costos, la tierra ha dejado de tener la importancia
fundamental que tenía en épocas de escaso desarrollo tecnológico y
trabajo humano sin calificar. La explotación agropecuaria marcha
hoy a la vanguardia del desarrollo tecnológico y requiere no sólo un
equipamiento que suele ser comparable o superior al valor de la
tierra –y que, al igual que ésta, tiene un costo de mercado- sino que
necesita inversiones cuantiosas en semillas, fertilizantes, plaguicidas
y otros complementos que acrecientan la demanda de inversión. O
sea: requiere contar con un capital operativo que hace un siglo era
ínfimo.
El precio de los productos agropecuarios de exportación está
determinado por el mercado mundial, haciendo imposible aplicar un
criterio homogéneo de cuál es la “renta” diferencial con respecto al costo
de la producción realizada en otros países. La aplicación de subsidios en
numerosos países agrega un componente adicional de distorsión del
mercado, reduciendo artificialmente el precio de competencia. Los insumos
agropecuarios, el gran componente de la producción agropecuaria moderna,
tienen, por su parte, un mercado internacional con precios globalizados.
La novedosa ganancia que produce el incremento de los precios
internacionales no es atribuible a la propiedad de tierra o la “renta agraria”,
sino al crecimiento estructural (y no meramente circunstancial) de la
demanda frente a una oferta que no ha reaccionado a la misma velocidad,
pero que la seguirá hasta alcanzarla, mediante la incorporación tecnológica,
biotecnológica y de producción. Para mantener el nivel de rentabilidad será
necesario volcar crecientes ingresos a ambos frentes de investigación,

116
desarrollo tecnológico e incorporación productiva. Y confiscar la
rentabilidad no sólo conspira contra ese objetivo, sino que anula el
excedente con el que puede financiarse la ampliación productiva para
responder a la demanda creciente.
Estas circunstancias marcan la esencial similitud entre la explotación
agropecuaria y cualquier otra explotación económica. Las leyes de la
economía –oferta, demanda, rentabilidad, inversión, ahorro, tasas de
interés, tecnología, precios, riesgos, seguros- no tienen diferencias
fundamentales –aunque sí especificidades- con otras actividades que
ameriten un trato distinto en razón de la justicia distributiva.
Lo antedicho no implica negar la posibilidad –e incluso, la necesidad-
del arbitraje público en algunos aspectos sensibles relacionados con la
disponibilidad de alimentos para el país y el mundo, de la misma forma que
otros mercados –como el de medicamentos, por ejemplo- o incluso el
arraigo de la población, la preservación del ambiente, los bosques y la
propia diversidad biológica. Ese saludable y necesario arbitraje debe
ejercitarse, cuando sea necesario, contemplando el interés general, con las
herramientas impositivas y de asignación de recursos fijados por el orden
legal, con sus límites, condiciones y controles, y debe ser adecuadamente
fundado, producto de un debate transparente y abierto como el que requiere
la modernidad reflexiva.
Pero también implica tomar conciencia de que tratar a la tierra como en
los tiempos de la economía feudal o inmediatamente post-feudal o con
criterios similares a los de la minería extractiva de recursos no renovables –
como el petróleo, por ejemplo- puede generar el desestímulo a la actividad
agropecuaria, provocando en definitiva el incremento de los precios al
golpear sobre la oferta reduciéndola, fenómeno que se insinuó ya a nivel
internacional a raíz de la crisis argentina en estos últimos tres meses, que
incrementó el precio internacional de la soja. De esta forma, no sólo se
afecta a los productores, a los que se agrede con la incertidumbre sobre sus
condiciones de trabajo e inversión, sino se genera un daño de alcance
universal: el encarecimiento de los alimentos a una humanidad hambrienta.
De cara a la justicia impositiva, la conclusión es nítida: el impuesto a las
ganancias –aún con la discutible incorporación de un impuesto especial a la
ganancia extraordinaria- sigue siendo la mejor respuesta, en razón de que
grava la ganancia realmente producida en cabeza de los productores que la
tengan, y admite suficiente sofistificación como para poder contemplar las
deducciones por zonas, por cargas familiares, por reinversión de utilidades
y demás rubros que ha estudiado suficientemente la ciencia impositiva y
que integren la decisión política debatida y expresada en el Congreso,
como representación de la pluralidad social.
Aún así, la prudencia debe guiar la excepcionalidad. Los hechos
concretos marcan los previsibles destinos –y desatinos- de esos ingresos

117
extraordinarios en la Argentina de hoy. En manos públicas, es altamente
probable la irresponsabilidad (tren “bala”, caso Skaska, empresas públicas
fantasmas, festival de subsidios cruzados, corrupción ramplante, falta de
control y transparencia). En manos de los productores se canaliza hacia la
industria de maquinarias agrícolas, la inversiones en biotecnología, la
ampliación de la producción, el comercio y los impuestos locales, la
dinamización de los pueblos rurales, la ampliación del stock ganadero, y en
ocasiones, alguna inversión inmobiliaria en departamentos en la ciudad
para alojar a los jóvenes de familias agropecuarias que estudian.
Difícilmente haya un ejemplo más claro del rol económicamente virtuoso
de la libertad de mercado que éste, eximiendo al Estado de su necesaria
intervención ante la inexistencia de distorsiones. Ni la posición más
extremadamente marxista podría hoy ignorar la diferente consecuencia que
tiene una renta apropiada por un Estado autoritario y sin “accountability”
de uno democrático, transparente y moderno, o su libre disposición por
ciudadanos libres.
Las “retenciones móviles”, como se ha dado en llamar a los aranceles
variables de exportación de soja, al no discriminar diferentes situaciones,
además de violar la Constitución, conllevan una confiscación tosca y
rudimentaria, propia de un sistema fiscal primitivo, generan injusticias y
provocan desestímulos a la producción sin ningún beneficio en el precio de
los productos que gravan –sino que, por el contrario, encarecen el alimento
en el plano internacional sin abaratarlos en el plano interno, ya que dichos
productos no forman parte de la canasta alimentaria argentina-. Y conspiran
contra el desarrollo integral del territorio reforzando la concentración
macrocefálica, la industria ineficiente subsidiada por el campo y la
construcción política clientelar, en los que tributaría injustamente el
esfuerzo productivo agropecuario. Un buen impuesto a las ganancias,
transparente, sofisticado y coparticipable, es infinitamente superior a
cualquier retención.
La “renta agraria” es un concepto interesante para el análisis académico
de otras épocas y otros países que, aunque usado ligeramente en el debate
político argentino para “vestirlo” semánticamente, no tiene relación alguna
con la fijación de aranceles móviles sobre la exportación de soja, los que en
esencia implican la intervención directa sobre el precio de mercado de un
producto (y sobre los derechos de sus dueños productores) sin respaldo
constitucional, y sin ventajas sociales o económicas verificables.

118
Mercado persa

Así se conoce, en nuestro argot criollo, el cambalache en el que nada


tiene precio y todo se regatea. Mecanismo comercial previo a la irrupción
de la modernidad, lo único que lo sostiene es el interés recíproco de los
contendientes, cada uno sabiendo lo que quiere defender y llegando –
cuando se llega- a un acuerdo cuando las concesiones recíprocas alcanzan
su límite.
“Móviles, hasta el 50 %”... “fijas, al 35”... “móviles, con un tope del
39...” o “35 fijas, y hasta el 39 imputables a ganancias”
¿La ley?, ¿la Constitución? ... pues, bien, gracias.
Ese mercado persa tiene un gran causante: la ausencia de un relato
opositor coherente, con la coherencia y la convicción con que expresan el
suyo los trasnochados –pero convencidos- voceros del gobierno (Pérsico,
Ceballos, D’Elía, alguna diputada cuyo único mérito no es hablar de
corrido sino ser “hija de desaparecidos” y puesta en una banca como tardía
indemnización a su identidad robada y afortunadamente recobrada).
Incoherencia y pequeños cálculos es lo que muestra el fragmentado
discurso político opositor, cada uno expresado con el temor de no quedar
pescado “infragranti” en alguna contradicción histórica. Y es que, quizás, la
mayoría, en el fondo, no tiene en este aspecto tanta diferencia con la
propuesta del gobierno, salvo en el decisivo asunto de no quedar pegado
con el oficialismo frente a la sana rebelión popular.
Es que el contradictorio no está bien planteado si se lo ubica en el
escenario. El verdadero conflicto está en la violación del contrato
constitucional por un escalón dirigencial histórico fiel a una ideología en la
que muchos abrevaron, que justifica la transgresión a los límites
constitucionales frente a lo que cada uno considere o haya considerado una
“situación de excepción”.
Eso no sería censurable, a condición de saber analizar la realidad con
la mente abierta y la disposición a la comprensión del error. Quien esto
escribe, alguna vez, hace muchos años, desde la política, sostuvo con
honestidad la conveniencia de las retenciones. Aunque entonces fueran por
corto lapso y bucaran neutralizar el efecto directo de una devaluación en el
poder adquisito del salario, confiesa hoy su error, y sostiene que un análisis
profundo indica la sustancial inequidad de semejante tributo. Esa inequidad
se transforma en iniquidad en estos momentos, en el que el país podría dar
un gran salto adelante incentivando su producción de alimentos, y se
persiste en una gabela que aplasta la producción, a tono con una política
fuera de época cuyo “mérito” (¡expresado con orgullo!...) es producir el
“desacople” de nuestro sector más competitivo de una economía mundial
en expansión, justamente traccionada por ese sector...

119
Cálculos robustos indican que la retención actual, con los valores
internacionales actuales de la soja y los actuales costos de producción
implican una tasa implícita de impuesto a las ganancias del... ¡85,7 % para
un pequeño productor que obtenga un “rinde” de 30 quintales por ha, y del
78 % para un productor grande que obtenga uno de 50!
La tasa sigue siendo enorme (supera el 70 % en ambos casos) si al
cálculo le reducimos el impuesto a las ganancias a un nivel 0. Es decir:
aunque el productor no pagara impuesto a las ganancias, las retenciones le
están confiscando más del doble de lo aceptado por la Corte como límite
para no convertir una gabela en “confiscatoria” y caer en la sanción del
artículo 17 de la Constitución Nacional. En el marco legal argentino, con el
actual nivel de costos de producción y de precios internacionales, la única
“retención” que no superaría ese límite sería una de aproximadamente 15
%, imputable a ganancias y en cuanto esas ganancias realmente existieran.
Seguiría siendo inconstitucional, sin embargo, por su origen –delegación de
facultes impositivas en el Ejecutivo- y por afectar las finanzas provinciales
al reducir la masa coparticipable.
Si esta tasa es pasmosa en cualquier economía –Chile tiene un
impuesto a ganancias del 16%, Uruguay del 30, Estados Unidos e Italia, los
más altos del mundo, 40 %-, se hace patética si vemos que en nuestro
entorno regional Brasil acaba de aprobar fondos subsidiados por CIEN
MIL MILLONES DE DÓLARES para incentivar su producción de
alimentos, y Uruguay nos ha sobrepasado ya en exportación de carnes, sin
tener retenciones y, por el contrario, promoviendo especialmente los
insumos –fertilizantes, semillas y maquinarias- a los productores
agropecuarios, a fin de impulsar su producción exportable. Y –
contradiciendo el argumento oficial- sin que el precio de la carne para
consumo interno se haya elevado, sino mantenido por el mercado en los
mismos niveles que en Argentina.
Son, además, regresivas (golpean más a los pequeños que a los
grandes en cerca de un 10 %), impulsan por ello la concentración de la
producción en grandes capitales, y desestimulan cultivos alternativos.
¿Por qué estos argumentos no forman parte del discurso opositor?
¿Por qué no vemos masivamente a dirigentes del PRO, de la UCR o de la
CC sosteniendo con claridad esa ilegalidad esencial de las retenciones, que
destrozan el capital de trabajo, violan derechos de los ciudadanos, niegan
las facultades constitucionales del Congreso y se apropian, también contra
las normas expresas de la Constitución Nacional de recursos provinciales?
Es entendible que la dirigencia del sector agropecuario acepte el
debate del “mercado persa”. En última instancia, lo que le interesa en
forma directa es defender a sus representados y eso no está mal. No es
entendible, sin embargo, que las principales figuras opositoras no agreguen
luz a este debate escapando del “corralito” de las transacciones, y reclamen,

120
con claridad y transparencia, la vigencia integral de la Constitución
Nacional, y en lugar de ese discurso cristalino se dediquen a inventar
nuevas alquimias con que diferenciarse del gobierno, pero sin llegar al
“extremo” de reconocer su ilegalidad.
Claramente, no hay “retenciones” malas o buenas, según su nivel.
Las retenciones son inconstitucionales. Aunque antes las hubiera
aplicado Frondizi, Onganía, Perón, Alfonsín, de la Rúa o Duhalde. Como
no hay “inflación” buena, cuando es poquita, y “mala” cuando es grande.
No se puede ser “un poquito” ladrón y en consecuencia, estar éticamente
“más” justificado o “menos” condenado. Así como la inflación implica
apropiarse ilegítimamente de ingresos ajenos a través de la manipulación
de la moneda y de los precios relativos, las retenciones implican apropiarse
ilegítimamente de ingresos ajenos a través de un impuesto que el Estado no
está facultado a aplicar, en el marco de esta Constitución Nacional. Aunque
antes todos lo hubieramos hecho y casi todos lo hubieran aceptado.
Simplemente, porque afectan derechos de los ciudadanos que éstos no han
delegado en el Estado.
Hoy estamos pasando en limpio el país del futuro y empezando una
nueva construcción nacional. Arreglemos los cimientos del edificio, según
las normas, las buenas normas. Entremos al mundo sin intentar inventar la
pólvora. Aprovechemos una situación internacional que nos permite crecer
sin hacer trampas a los demás, y tampoco a nosotros mismos. En muy
pocos años podríamos volver a estar entre los primeros, en lugar de seguir
decayendo y neutralizándonos en discusiones sobre el pasado, o en el
mercado persa del momento.

121
122
Un partido para el cambio de modelo

Las repetidas alusiones de la presidenta sobre las diferencias entre su


“modelo” y el que presumiblemente defendería el campo la han llevado a
insistir, en los últimos tiempos, en una nueva cantinela que comienza a ser
reiterativa: la de instarlos a formar un partido político con ese fin.
El razonamiento de la señora presidenta, sin embargo, enfoca la
cuestión en forma equivocada. No se ha leído en ningún reclamo del campo
un pedido de “cambio de modelo”, si por tal entendemos el establecido por
las normas constitucionales que nos rigen. Y por el contrario, la sospecha
más grande es que, quien quiere un cambio de “modelo” sin tener
legitimidad para hacerlo, es la propia presidenta.
“¿Cómo es eso?!, increparía seguramente ella de inmediato. “¡si
nosotros ganamos las elecciones!...”
Exacto. Ganaron las elecciones. Eso significa que compitieron por la
administración del país en el marco establecido por la Constitución y las
leyes. En su propuesta electoral en ningún momento reclamaron un
“cambio de modelo”, y al asumir, juró “por Dios, la Patria y ante los Santos
Evangelios” respetar y hacer respetar sus normas.
Entre esas normas, existe una que establece el procedimiento para su
propia reforma: ella debe conocerlas, no sólo porque es abogada sino
porque fue integrante de la Convención Reformadora de 1994.
Volvamos al razonamiento: la resolución de las retenciones, que
tanto ruido ha hecho en los últimos tiempos, no tiene fundamento
constitucional, es decir, fue dictada al margen del “modelo” de la
Constitución. Esto, al parecer, no le interesa demasiado a muchos
legisladores, ni siquiera a muchos gobernadores. Sin embargo, no forma
parte de un acuerdo que deba gestarse entre los funcionarios, cualquiera sea
su lugar en el organigrama público, porque no se trata de distribución de
competencias entre ellos sino algo más trascendente: afecta al contrato
fundamental entre el poder y los ciudadanos.
En nuestro sistema político, la base del poder es cada ciudadano.
Todos los argentinos que ostenten esta categoría, en conjunto, forman “el
pueblo”. Ese “pueblo”, por su ley fundamental, delega parcelas de su
libertad originaria –“todos los hombres nacen libres e iguales...”- en el
poder, bajo las condiciones que se establecen en la Constitución. Todas sus
demás potestades y derechos quedan reservados por sus titulares originarios
–los ciudadanos, como células básicas, y el “pueblo”, como entidad política
que los abarca a todos-, por el artículo 32 de la Constitución.
Si el poder avanza sobre los derechos de los ciudadanos, se rompe el
contrato constitucional, se rompe el “modelo”, como le gustaría decir a la
señora presidenta.

123
Los hombres de campo –y quienes los han acompañado en sus
reclamos en estos meses- no están pidiendo que se cambie ese modelo. Por
el contrario, su reclamo ha sido muy claro: quieren que se lo respete.
Y, al contrario, quien ha pretendido cambiar el “modelo” sin tener
facultades legítimas para hacerlo, es la propia señora presidenta, a quien
cabría reclamarle que, si realmente quiere cambiar el modelo vigente, que
presente el proyecto de reforma constitucional estableciendo otras bases,
las que integran su propuesta.
Podrá así, por ejemplo, proponer reformas que anulen la prohibición
de la confiscatoriedad, pongan mayores límites al derecho de propiedad,
reduzcan las facultades del Congreso y las transfirieran al Ejecutivo,
dispongan que los Jueces no tienen independencia ni estabilidad cuando
pierden la confianza del poder, limiten la libertad de prensa, concentren la
capacidad de disposición de recursos en el poder ejecutivo nacional con el
correlativo vaciamiento del federalismo, y hasta deroguen la imputabilidad
de los funcionarios en casos corrupción, entre otras cosas.
Si los ciudadanos –y el “pueblo”- votan esas reformas, la señora
presidenta tendrá legitimidad para seguir haciendo lo que hace, y –entonces
sí- los hombres del campo y quienes los acompañan deberían formar una
fuerza política para volver al “modelo” cuya vigencia efectiva hoy
reclaman. Porque el que está vigente por la Constitución, no es el que se
está aplicando por la presidenta.
No es, entonces, el campo, el que tiene hoy que formar un partido
para cambiar un modelo con el que está conforme. Es la presidenta, que
pretende cambiar ese “modelo” sin tener facultades para hacerlo, la que en
todo caso debe hacerlo.
Entonces, señora presidenta: si quiere cambiar su modelo, pues
forme usted un partido político, o utilice el que ya tiene, proponga su
proyecto al Congreso, y si obtiene los 2/3 de cada Cámara, convoque a una
Convención Constituyente para hacerlo.
Si no, limítese a lo que son sus facultades. Gobierne según las
normas de la ley. Y respete a los ciudadanos, que son sus mandantes y no
sus súbditos, cuando éstos, en legítima defensa de sus derechos, le piden –
aún teniendo derecho a exigirlo- que cumpla usted con la Constitución que
juró respetar.

124
Raíces y presente del populismo

¿Es el populismo un mecanismo creado por el peronismo?


Nada de eso. El populismo es una corriente cultural que hunde sus
raíces en lo profundo de la formación del imaginario colectivo argentino y
latinoamericano. Buceando en el pasado, vemos su origen en la vieja
conjunción entre el poder colonial y las autocracias precolombinas
indigenistas. Para ambas la ley es una entelequia, la modernidad es una
subversión y el orden constitucional una molestia.
Ese populismo se proyectó hasta nuestros días inmerso en diferentes
formas de pensamiento, y aunque hoy su núcleo central está en el
peronismo, no está limitado a él. Su principal influencia está instalada en el
pensamiento de izquierda esclerosada que, aunque de origen marxista,
subordina esta identidad intelectual al “entrismo” político en el movimiento
que considera indisociable del sentimiento popular. El populismo vive
igualmente, en diferentes grados, en partidos conservadores y aún en ramas
del radicalismo, rozando algunas líneas socialistas. Pero, indiscutiblemente,
ha hecho su nido principal en el peronismo.
El proceso de complicó a comienzos de los años 60 con la llegada
del foquismo, impregnando al propio populismo y a militantes peronistas
agredidos por la proscripción. Esa confluencia nefasta llevó a la muerte a
miles de jóvenes impulsados por una política que respondía a la más pura
“realpolitik” de la Guerra Fría, ubicando a la Argentina en un juego
mundial al que sus intereses eran ajenos. El error abrió el camino al trágico
proceso violento que culminó con los “años de plomo” y ríos de sangre en
las calles. Perón mismo había abierto esa puerta, que luego se le revertiría
en su segunda presidencia al hacerce evidente su hipócrita doble juego,
propio –otra vez- de su esencial populismo.
El proceso democrático iniciado en 1983 permitió a numerosos
dirigentes peronistas de vocación institucional recuperar la dirección de esa
fuerza. La “renovación peronista” encabezada por Cafiero, y luego el
propio Menem, instalaron al peronismo como un protagonista central del
juego democrático. Pero la crisis del 2001 despertó sus peores pesadillas y
fantasmas ancestrales.
Lo mejor del peronismo se esfumó, y lo peor volvió en forma
aluvional, recreando la estructura populista en su naturaleza expropiatoria
más esencial, facilitada por dos elementos coyunturales que actuaron como
pivote: la excelente recuperación de los precios internacionales agrarios,
que le permitía disimular su expropiación parasitaria de ingresos
agropecuarios, y la lascerante gravedad de la situacón social, utilizada
como argumento desmatizado para transferir ingresos y construir poder
sobre la base de la recreación del mecanismo “dádiva-subordinación”,
inherente al populismo.

125
El concepto colonial del “gobernador-propietario”, unido al
cacicazgo violento-paternalista de las tolderías indias se instalaron en el
presente, sumando, una vez más, a la vieja izquierda entrista, más
esclerosada que nunca.
De esta conjunción emergió el “kirchnerismo”, extraña simbiosis
entre discurso de izquierda y práctica populista que alteró los términos
tradicionales de la ecuación de poder de otras veces, aunque en una
impregnación recíproca que desnaturalizaría aún sus ilusiones
transformadoras más rudimentarias.
En otras épocas, la izquierda entrista vinculó su suerte al peronismo,
y resultó usada por éste. En este caso, los términos se invirtieron, y el
peronismo pareciera ser el usado, pero en realidad es sólo una ilusión: su
influencia populista fue mayor. Impregnó a la izquierda entrista de lo peor
de sus prácticas –patoteras, violentas, antiéticas, incoherentes- y a lo peor
de su funcionamiento político –las presiones, los aprietes, la subordinación
a la corporación sindical y al uso del poder como forma descarnada de
acumulación económica personal-. Y la alejó de sus esencias
modernizadoras: democracia, tolerancia, racionalidad, respeto a las
diferencias, honestidad, vigencia del estado de derecho, disposición
constante al debate abierto y creador, coherencia. Esa izquierda esclerosada
no ha descubierto aún a Lula, Bachelet, Tabaré y Felipe González. O al
propio Rodríguez Zapatero.
Populismo no es lo mismo que socialismo. Este último, subproducto
potente de la modernidad, supone la creciente socialización de los medios
de producción. En ese proceso, la “plusvalía”, riqueza que –en la
cosmogonía marxista- el trabajador genera para el capitalista, es limitada
por leyes sociales, salariales e impositivas originadas muchas veces en
reclamos socialistas en el marco del estado de derecho, apoyado en la
soberanía popular. De esta forma, la naturaleza “expoliadora” del
capitalista vuelve a revertirse hacia quienes generan esa riqueza con su
trabajo. Es el mecanismo virtuoso de las sociedades democráticas
desarrolladas.
El populismo, por el contrario, no asume la responsabilidad de
generar riqueza, sino que recurre a la más directa forma medioeval de la
apropiación lisa y llana. No es moderno, es pre-moderno. No le interesa
crear bienes y servicios, sino apropiarse de los que crean otros. La ética del
socialismo es la libertad y la justicia. La ética del populismo es la del
relativimo moral. Los socialistas son revolucionarios, y en tanto tales,
reivindican el dialéctico avance de la humanidad, en escalones sucesivos,
hacia un mundo más perfecto. Los populistas son esencialmente ladrones, y
no reivindican ningún avance social coherente que trascienda el momento.
Los socialistas apoyan su construcción teórica en el trabajo creador, acción
suprema de la dignidad humana. Los populistas, en su rapiña para financiar

126
el ocio, la conformacion de fuerzas de choque o la construcción de un
poder clientelar sin virtudes democráticas.
El capitalismo y el socialismo conviven en la modernidad, que les
provee de instrumentos de mediación para procesar sus conflictos y acordar
equilibrios transitorios. El populismo, por el contrario, odia a la
modernidad, a la limitación al puro poder que implica respetar las leyes, la
igualdad de todos ante el orden jurídico, la división de los poderes, la
libertad de expresión, de conciencia y de prensa, y la opinión diferente.
La modernidad no admite faltarle el respeto al ciudadano, que es su
creación intelectual y su razón de ser. Para el populismo, el ciudadano es
una entelequia molesta para lograr su cometido, una creación
extranjerizante que con gusto desterraría hasta del lenguaje.
En el fondo del drama argentino está la impregnación populista de su
discurso y su praxis política. Los “K”, con sus incoherencias discursivas y
angurria desbordada han llegado a un nivel orgiástico, pero no son los
únicos. Se apoyan en un sistema de creencias conspirativas, análisis
rudimentarios, maniqueísmos arcaicos, complejos de inferioridad y
predisposición a la violencia –normalmente verbal, aunque en ocasiones
con dramáticas consecuencias, como los golpes de Estado, las policías
bravas, la masacre de Ezeiza, los atentados terroristas de los 70 y la
represión ilegal que los siguió- de alcance más general, que ha impedido la
entrada de la Argentina al mundo moderno.
En esa lucha, entrando en el siglo XXI, aún estamos.

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128
INDICE

Lo bueno y lo malo 3
Los dos caminos 5
Las consecuencias del populismo clientelista 9
Nadando en aguas negras 13
El cambio de año 17
Humanitario... pero asqueante 21
Imaginar lo inimaginable... pero posible 23
Todavía está a tiempo 25
La calidad institucional y el gran hermano de Moreno 27
Esperando el tren bala 29
Cristina atrasa, el país se descalabra, K acumula... 31
Responsabilidad 35
¿Le tocará ahora a la ley de gravedad? 39
La oposición 41
La inflación ya está instalada 43
Jubilados, inflación y aportantes 45
De costos, precios y licenciados a medias 47
El vacío... o la desfachatez 51
De “realities” presidenciales 53
De “aristócratas” que indignan 55
Cristina, Kelsen y las retenciones 57
Los jóvenes, protagonistas del día 61
Las retenciones son inconstitucionales 63
“Presidenta, ¿por qué lo hace tan dificil?” 67
La abogada presidenta, el rigor intelectual y la distribución del ingreso 71
Juntitos, juntitos 77
Rumbo de colisión 79
Señor Kirchner, a usted no lo votó nadie 83
Tiempo de inflexión 87
Señora presidenta... ¿y el rigor intelectual? 91
Cumbre de Lima – Cristina se sacó el gusto 95
Responsables o autoexcluidos 99
Se agota el proyecto K-K. ¿Se viene el peronismo? 101
Imagen, rumores y crisis 103
El guiness de Cristina 107
Por favor, señora presidenta, ¡reaccione! 109
¿Horas finales? 113
La renta de la tierra 115
Mercado persa 119
Un partido para el cambio de modelo 123
Raíces y presente del populismo 125

129
En tiempos de Kristina – El primer semestre
Copyright © 2008 por Ricardo Lafferriere
ISBN 978-1-4357-4180-5
Ricardo.lafferriere@gmail.com
www.ricardolafferriere.com

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