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PROVERBIOS 1:1-7

[1] 1.7 Honrar: lit. el temor. El temor al Señor es la actitud del israelita
que reconoce teórica y prácticamente las exigencias de Dios; es a la
vez respeto, reverencia, amor y servicio fiel. Cf. Sal 112.1; Pr 9.10; Ec
12.13; Eclo 1.27-28.

[2] 1.7 El necio y el sabio aparecen frecuentemente contrapuestos en


el libro de los Proverbios. Necios son los que desprecian la
instrucción, (v. 22) y la corrección (Pr 12.1), dan rienda suelta a sus
impulsos (29.11) y provocan discusiones inútiles (20.3).

1.1 Mientras el libro de los Salmos es para una vida devocional, el de


Proverbios es para la vida diaria. Proverbios da sugerencias prácticas
para una vida eficaz. Este libro no solo es una colección de dichos
hogareños, contiene consejos espirituales profundos extraídos de la
experiencia. Un proverbio es una frase corta y sabia, fácil de aprender
y llama a una persona a actuar. No argumenta sobre criterios
espirituales ni morales básicos, supone que ya los tenemos. El libro de
Proverbios se enfoca en Dios (carácter, obras y bendiciones) y nos
dice cómo vivir en relación íntima con El.

1.1 Salomón, el tercer rey de Israel, hijo del gran rey David, reinó
durante la época de oro de Israel. Cuando Dios le dijo que le
concedería cualquier cosa que deseara, pidió un corazón entendido
(1Ki 3:5-14). A Dios le agradó esta petición y no solo le dio sabiduría,
sino también grandes riquezas, poder y una era de paz. Salomón
construyó el glorioso templo de Jerusalén (1 Reyes 6) y escribió la
mayor parte del libro de Proverbios. Su perfil se encuentra en 1 Reyes
4.

1.6 "Dichos profundos" son los que dejan interrogantes.


1.7 Uno de los tipos de individuos más molestos es el sabelotodo,
alguien que tiene una opinión dogmática acerca de todo, cerrado a
cualquier novedad, se irrita con la disciplina y se niega a aprender.
Salomón llama insensato a esta clase de individuo. No sea un
sabelotodo. En cambio, sea receptivo al consejo de otros, sobre todo a
los que lo conocen bien y que le pueden dar consejos valiosos. Logre
aprender de otros. Recuerde, solo Dios lo sabe todo.

1.7-9 En esta era de información, el conocimiento es abundante, pero


hay falta de sabiduría. Sabiduría significa mucho más que
simplemente saber mucho. Es una actitud básica que influye en cada
aspecto de la vida. El fundamento de la sabiduría es temer a Dios:
honrarlo y respetarlo, vivir maravillados por su poder y obedecer su
Palabra. La fe en Dios debe ser la base para su comprensión del
mundo, sus actitudes y sus acciones. Confíe en Dios y El lo hará
profundamente sabio.

CAPITULO 1

Después de poner el título, el escritor define el propósito y la


naturaleza de las instrucciones del libro. Con paterno amor llama la
atención a estas instrucciones, y amonesta a sus lectores en contra de
las seducciones de los impíos. Luego se presenta la sabiduría en una
hermosa personificación de una manera asaz solemne e
impresionante, e invita a los hombres a recibir sus enseñanzas,
amonestando a los que rechazan y animando a los que aceptan las
enseñanzas ofrecidas.

1-4. (Cf. el primer punto de la Introducción.) para entender


sabiduría y doctrina—tal es el propósito de estos escritos. sabiduría
—o sea el empleo de los mejores medios para lograr los mejores fines,
es el vocablo usado en este libro generalmente para expresar la
verdadera piedad. doctrina—instrucción, o disciplina, para la
formación del carácter. razones prudentes—lit., palabras de
comprensión, palabras que facilitan el discernimiento del bien y del
mal. recibir, etc.—recibir aquella disciplina que la discreción imparte.
Cf. los rasgos opuestos del necio (cap. 16:22). justicia, etc.—tres
atributos de uno que es recto en todas sus relaciones con Dios y con
el hombre. simples—los fácilmente llevados o al bien o al mal; es el
paralelo: jóvenes—los sin experiencia. sagacidad—o prudencia
(caps. 3:21; 5:21). cordura—treta, ardid, cualidades buenas o malas,
según el uso de ellas. Aquí se refiere a las buenas, puesto que
envuelve la astucia para evitar el mal y hallar el bien.
5, 6. Tales escritos los apreciarán los sabios, los que persiguen las
finalidades rectas por los medios justos. el saber—no el acto de
aprender, sino la materia aprendida. consejo—o el arte y los principios
de gobierno. declaración—lit., figura. palabras de sabios—(Cf. el v.
2). dichos oscuros—(Cf. el Psa 49:4; Joh 16:25, y el punto primero
de la Introducción).
7. el temor de Jehová—El principio de la verdadera piedad (cf. los
caps. 2:5; 14:26, 27; Job 28:28; Psa 34:11; Psa 111:10; Act 9:31). El
principio—la primera parte, el fundamento. insensatos—los
insensatos e indiferentes al carácter y gobierno de Dios; pues, los
impíos.

Vv. 1-6.Las lecciones aquí dadas son simples y probablemente


beneficien a los que sienten su propia ignorancia y la necesidad de
que les enseñen. Si los jóvenes atendieran sus caminos conforme a
los Proverbios de Salomón, ganarían conocimiento y discreción.
Salomón habla de los puntos más importantes de la verdad y aquí hay
uno mayor que Salomón. Cristo habla por su palabra y por su Espíritu.
Cristo es la Palabra y la Sabiduría de Dios, y nos es hecho sabiduría.
ROMANOS 12:2

EL CULTO VERDADERO Y EL CAMBIO ESENCIAL

Romanos 12:1, 2

Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que Le presentéis


vuestro cuerpo como un sacrificio vivo y santo que Le sea agradable;
porque esta es la única clase de culto que es verdaderamente
espiritual. Y que no amoldéis vuestra vida alas caprichosas modas de
este mundo; sino transformaos independientemente de él; es decir,
por medio de la renovación de vuestra mentalidad, hasta que
experimentéis una verdadera transformación en la misma esencia de
vuestro ser; para que, en vuestra propia vida, comprobéis que la
voluntad de Dios es buena, y agradable, y perfecta.

Aquí tenemos a Pablo siguiendo su esquema habitual de escribir a


sus amigos: siempre termina sus cartas con consejos prácticos. Su
mente se zambulle en el infinito, pero nunca se pierde en él; siempre
termina con los pies firmemente plantados en la tierra. Puede
debatirse con los problemas más profundos de la teología; pero
siempre acaba con las demandas éticas que gobiernan la vida de todo
el mundo.
«Presentadle a Dios vuestro cuerpo» -dice. No hay exigencia más
característicamente cristiana. Ya hemos visto que eso es lo que nunca
diría un griego. Para él, lo que importaba era el espíritu; el cuerpo no
era más que una prisión, algo despreciable y vergonzoso. Pero el
cristiano sabe que su cuerpo pertenece a Dios tanto como su alma, y
que puede servir a Dios tanto con su cuerpo como con su mente o su
espíritu.
El cuerpo es el templo del Espíritu Santo y el instrumento con el que
hace Su obra. Después de todo, el gran hecho de la Encarnación
quiere decir básicamente que Dios no desdeñó asumir un cuerpo
humano, vivir en él y obrar por medio de él. Tomad el caso de una
iglesia o catedral: se construye para dar culto a Dios; pero tiene que
diseñarla la mente de un arquitecto; tienen que construirla obreros y
artesanos, y sólo entonces llega a ser un templo en el que la gente se
reúne para dar culto a Dios. Es un producto de la mente y del cuerpo y
del espíritu del hombre.
Dice Pablo: «Tomad todas las tareas que tenéis que hacer todos los
días: el trabajo ordinario de la tienda, la fábrica, los astilleros, la mina...
y ofrecédselo a Dios como un acto de culto.» La palabra del versículo
1 que hemos traducido por culto con la versión Reina-Valera tiene una
historia interesante. Es latreía, el nombre correspondiente al verbo
latréuein. En su origen, latréuein quería decir trabajar por la paga o el
sueldo. Era la palabra que se usaba para un trabajador que daba su
tiempo y esfuerzo a un contratista a cambio de un salario. No era el
trabajo de un esclavo, sino una actividad voluntaria. De ahí pasó a
significar servir en general; pero también aquello a lo que una persona
dedica toda su vida. Por ejemplo: de un artista se decía que estaba
latréuein kallei, que quiere decir dedicar la vida al servicio de la
belleza. En ese sentido ya se acercaba al de dedicarse o dedicar la
vida. Por último, llegó a ser la palabra característica del servicio de los
dioses. En la Biblia siempre se refiere al servicio y al culto a Dios.
Aquí tenemos un hecho muy significativo: el verdadero culto es
ofrecerle a Dios nuestro cuerpo y todo lo que hacemos con él todos los
días. El verdadero culto a Dios no es ofrecerle una liturgia, por muy
noble que sea, o un ritual, ni siquiera el más solemne. El verdadero
culto es ofrecerle a Dios nuestra vida cotidiana; no algo que hay que
hacer en la iglesia, sino algo que ve todo el mundo, porque somos el
templo del Dios vivo. Uno puede que diga: «Voy a la iglesia a dar culto
a Dios»; pero debería también decir: «Voy a la fábrica, la tienda, la
oficina, la escuela, el garaje, la mina, el astillero, el campo, el jardín o
la cocina, a dar culto a Dios.» Esto no quiere decir precisamente estar
cantando himnos o pensando en Dios o " dando testimonio» mientras
se trabaja, lo cual tal vez nos restaría concentración en lo que estamos
haciendo; sino hacer lo que se espera de nosotros lo mejor posible,
como si fuera -¡como que es!- para la gloria de Dios.
Esto, sigue diciendo Pablo, exige un cambio radical. No debemos
adoptar las formas del mundo; sino transformarnos, es decir, adquirir
una nueva manera de vivir. Para expresar esta verdad Pablo usa dos
palabras griegas casi intraducibles, que requieren frases para
transmitir su sentido. La palabra que usa para amoldarnos al mundo
es sysjématízesthai, de la raíz sjéma -de donde viene la palabra
española y casi internacional esquema-, que quiere decir forma
exterior que cambia de año en año y casi de día en día. El sjéma de
una persona no es el mismo cuando tiene 17 años que cuando tiene
70; ni cuando sale del trabajo que cuando está de fiesta. Está
cambiando constantemente. Por eso dice Pablo: "No tratéis de estar
siempre a tono con todas las modas de este mundo; no seáis
"camaleones", tomando siempre el color del ambiente.»
La palabra que usa para transformaos de una manera distinta a la
del mundo es metamorfústhai, de la raíz morfé, que quiere decir la
naturaleza esencial e inalterable de algo. Una persona no tiene el
mismo sjéma a los 17 que a los 70 años, pero sí la misma morfé; con
el mono no tiene el mismo sjéma que vestido de ceremonia, pero tiene
la misma morfé; cambia su aspecto exterior, pero sigue siendo la
misma persona. Así, dice Pablo, para dar culto y servir a Dios tenemos
que experimentar un cambio, no de aspecto, sino de personalidad.
¿En qué consiste ese cambio? Pablo diría que, por nosotros mismos,
vivimos kata sarka, dominados por la naturaleza humana en su nivel
más bajo; en Cristo vivimos kata Jriston o kata Pneuma, bajo el control
de Cristo o del Espíritu. El cristiano es una persona que ha cambiado
en su esencia: ahora vive, no una vida egocéntrica, sino
Cristocéntrica.
Esto debe ocurrir, dice Pablo, por la renovación de la men- talidad.
La palabra que usa para renovación es anakainósis. En griego hay dos
palabras para nuevo: neós y kainós. Neós se refiere al tiempo, y
kainós al carácter y la naturaleza. Un lápiz recién fabricado es neós;
pero una persona que era antes pecadora y ahora está llegando a ser
santa es kainós. Cuando Cristo entra en la vida de un hombre, éste es
un nuevo hombre; tiene una mentalidad diferente, porque tiene la
mente de Cristo.
Cuando Cristo llega a ser el centro de nuestra vida es cuando
podemos presentarle a Dios el culto verdadero, que consiste en
ofrecerle cada momento y cada acción.

12.1 Cuando se sacrificaba un animal de acuerdo a la Ley de Dios, el


sacerdote daba muerte al animal, lo cortaba en pedazos y lo ponía
sobre el altar. El sacrificio era importante, pero aun en el Antiguo
Testamento Dios aclara que la obediencia de corazón es mucho más
importante (véanse 1Sa 15:22; Psa 40:8; Amo 5:21-24). Dios desea
que nos ofrezcamos a nosotros mismos en sacrificio vivo, no animales.
Cada día debemos echar a un lado nuestros deseos y seguirle,
poniendo todas nuestras energías y recursos a su disposición y
confiando en su dirección. Lo hacemos en gratitud porque nuestros
pecados han sido perdonados.

12.1, 2 Dios tiene planes buenos, agradables y perfectos para sus


hijos. El quiere transformarnos en un pueblo con una mente renovada,
vivos para honrarle y obedecerle. Debido a que El solo quiere lo mejor
para nosotros y por haber dado a su Hijo para que tengamos vida
nueva, deberíamos ofrecernos con gozo en sacrificio vivo para su
servicio.

12.2 Los cristianos tenemos este llamado: "No os conforméis a este


siglo". No hemos de estar conformes con la conducta y costumbres de
este mundo, que por lo general son egocéntricas y a menudo
corruptas. Muchos cristianos dicen sabiamente que la conducta
mundana se extralimita demasiado. Nuestro rechazo a formar parte del
mundo, sin embargo, debe ir más allá del nivel de conducta y
costumbres. Debe estar firmemente arraigado en nuestras mentes:
"Transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento".
Es posible evitar muchas de las costumbres mundanas sin dejar de
ser orgullosos, codiciosos, egoístas, obstinados y arrogantes. Solo
cuando el Espíritu Santo renueva, reeduca y reorienta nuestra mente
somos en verdad transformados (véase 8.5).

2. Y no os conforméis a este siglo [Eph 2:2; Gal 1:4, griego]; mas


reformaos—o “transformaos” (como en Mat 17:2; y 2Co 3:18, griego).
por la renovación de vuestro entendimiento—No por una mera
desconformidad exterior para con el mundo impío, muchas de cuyas
acciones podrán ser en sí virtuosas y dignas de alabanza; antes por
una transformación interior espiritual tal que haga nueva toda la vida:
nueva en sus motivos y fines, aun cuando las acciones en nada
difieran de las del mundo; nueva, considerada como un todo, y en tal
sentido, inalcanzable salvo por el poder constreñidor del amor de
Cristo. para que experimentéis—(Véase la nota en cuanto al término
“experiencia,” cap. 5:4, comp. 1Th 5:10, donde el sentimiento es el
mismo.) cuál sea [“es”] la buena voluntad de Dios, agradable y
perfecta—Preferimos esta traducción [con Calvino, Versión Revisada,
etc.] a la que muchos eruditos [Tholuck, Meyer, De Wette, Fritzsche,
Philippi, Alford, Hodge] adoptan—“que probéis,” o “discernáis la
voluntad de Dios, (o sea) lo que es bueno y agradable y perfecto.”
Pero está comprobado que la voluntad de Dios es “buena,” por cuanto
demanda solamente lo que es esencial e inmutablemente bueno (cap.
7:10); es “agradable,” en contraste con todo lo que es arbitrario, por
cuanto demanda solamente lo que goza de la eterna complacencia de
Dios (véase Mic 6:8, con Jer 9:24); y es “perfecta,” por cuanto refleja la
misma perfección de Dios. Tal es pues el gran deber general de los
redimidos: LA CONSAGRACION COMPLETA, de todo nuestro
espíritu, alma y cuerpo, a aquel que nos ha llamado a la comunión de
su Hijo Jesucristo. Luego siguen los deberes específicos,
principalmente los sociales, empezando con la humildad, la primera de
todas las gracias.

Vv. 1, 2.Habiendo terminado el apóstol la parte de su carta en que


argumenta y prueba diversas doctrinas que son aplicadas
prácticamente, aquí plantea deberes importantes a partir de los
principios del evangelio. Él ruega a los romanos, como hermanos en
Cristo, que por las misericordias de Dios presenten sus cuerpos en
sacrificio vivo a Él. Este es un poderoso llamado. Recibimos
diariamente del Señor los frutos de su misericordia. Presentémonos;
todo lo que somos, todo lo que tenemos, todo lo que hacemos, porque
después de todo, ¿qué tanto es en comparación con las grandes
riquezas que recibimos? Es aceptable a Dios: un culto racional, por el
cual somos capaces y estamos preparados para dar razón, y lo
entendemos. La conversión y la santificación son la renovación de la
mente; cambio, no de la sustancia, sino de las cualidades del alma. El
progreso en la santificación, morir más y más al pecado, y vivir más y
más para la justicia, es llevar a cabo esta obra renovadora, hasta que
es perfeccionada en la gloria. El gran enemigo de esta renovación es
conformarse a este mundo. Cuidaos de formaros planes para la
felicidad, como si estuviera en las cosas de este mundo, que pronto
pasan. No caigáis en las costumbres de los que andan en las lujurias
de la carne, y se preocupan de las cosas terrenales. La obra del
Espíritu Santo empieza, primero, en el entendimiento y se efectúa en
la voluntad, los afectos y la conversación, hasta que hay un cambio de
todo el hombre a la semejanza de Dios, en el conocimiento, la justicia
y la santidad de la verdad. Así, pues, ser piadoso es presentarnos a
Dios.

I. LA VIDA CRISTIANA COMO SERVICIO (12,1-13,14)

1. EL VERDADERO SERVICIO DE DIOS (Rm/12/01-02)

1 Por lo tanto, hermanos, os exhorto por la misericordia de Dios a


que ofrezcáis vuestros propios cuerpos como sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios; sea éste vuestro culto espiritual. 2 No os
amoldéis a las normas del mundo presente, sino procurad
transformaros por la renovación de la mente, a fin de que logréis
discernir cuál es la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le
agrada, lo que es perfecto.

Estos dos versículos son como una especie de epígrafe a la parte que
sigue (c. 12-15). Dan la orientación en la que hay que entender y
valorar las exhortaciones concretas que siguen. En ellas se expresan
los dos elementos fundamentales para la realización de la existencia
cristiana:

1º. la existencia cristiana tiene que cumplirse en el ofrecimiento de los


«cuerpos» como «sacrificio viviente» y como «culto espiritual» de Dios;

2º. la existencia cristiana tiene que contar con el «mundo presente»; lo


que quiere decir que el cristiano debe guardarse de cualquier
acomodación al «esquema» de este mundo que pasa.
Por otra parte, esto significa que debe transformarse en un proceso
continuo de la renovación del espíritu, con lo que será capaz de
conocer la voluntad de Dios. Si bien se mira, el doble contenido parcial
de esta primera exhortación introductoria, está relacionado con el
mundo. La exhortación del Apóstol es algo muy distinto del
encarecimiento moral y apremiante en unas determinadas normas y
reglas de conducta. Como Apóstol, exhorta «por las misericordias de
Dios». Por lo que en sus palabras es Dios mismo quien habla con su
misericordia. De ahí que la amonestación del Apóstol tenga un
carácter de Evangelio; es consuelo, edificación y aliento para los
cristianos, al tiempo que una exigencia obligatoria para los mismos.

Pablo clama por un culto-corporal. El cuerpo no es aquí sólo la parte


física del hombre, como contrapuesta al alma, sino el campo material
en un sentido amplio dentro del cual presta el hombre su servicio. La
existencia cristiana se realiza así en una existencia para Dios y en una
existencia para los otros, aspecto este último que está esencialmente
inserto en el primero. La realización de sí mismo por parte del cristiano
acontece paradójicamente en la enajenación en el servicio, entendido
este servicio en un sentido profundo y radical. Tal es la perspectiva en
la que puede hablarse de un «sacrificio» de los cristianos. Aquí no se
trata en realidad de un nuevo culto que ocupe el puesto del viejo culto
anticuado. Pablo se sirve de las expresiones e imágenes de la
tradición cúltica del Antiguo Testamento para exponer con ellas algo
realmente nuevo como es el tema del Evangelio.

Este culto corpóreo de la vida cristiana se caracteriza por ser, al mismo


tiempo un «culto espiritual». Lo que esta expresión entraña debe
entenderse a partir de la crítica, que, en su tiempo, ejercían los judíos
helenistas cultos sobre la práctica litúrgica externa y proyectada al
exterior, que contemplaban por igual en el judaísmo y en la gentilidad.
Pero, en este pasaje, Pablo no introduce, en la expresión que emplea,
el mismo tipo de interiorización y espiritualización que correspondería
a un culto divino descubierto antes. Para él el auténtico «culto
espiritual» consiste precisamente en la ofrenda de los cuerpos, lo cual
suponer en resumen, que el cristiano, en una forma adecuada y
«agradable a Dios», se sirve del mundo en que como «cuerpo» se
halla.
Si en el v. 1 el objeto de la exhortación lo constituye la entrega total del
hombre a Dios, y las relaciones cristianas del hombre con el mundo,
anejas a dicha entrega, en el v. 2 cobra mayor relieve el tono de la
exhortación. Los cristianos no deben amoldarse «a las normas del
presente». En cuanto justificado, el cristiano ha sido arrancado de raíz
al «mundo presente», es decir, al viejo mundo sometido a la soberanía
del pecado. Pese a lo cual, debe precaverse contra el mundo. Esta es
una idea que resuena ya en los capítulos 6-8. Pero sería peligroso
definir la conducta mundana del cristiano sólo desde el punto de vista
de esta amonestación. El propio Pablo deja entrever en estos
versículos un enfoque distinto. La vida cristiana no se realiza con
abstenerse «del mundo presente», con una tendencia puramente
negativa, sino con la transformación positiva de uno mismo, con la
«renovación de la mente».

La renovación de la mente no sólo se cumple en el conocimiento


cristiano de sí mismo, realizado aquí y allá, una y otra vez, sino en la
escucha y atención tensa y constante a la novedad que Cristo ha
puesto en marcha como una nueva creación 44; en una escucha que
me capacita ahora para aprobar y juzgar lo que es la voluntad de Dios
en el desarrollo concreto de la vida, en el que siempre tiene que
cumplirse lo que es «bueno» y «perfecto». Pero el bien que debe
hacerse no se deja conocer y valorar por una norma establecida, sino
que mi acción y mi conducta se demuestra justamente como buena
cuando con la «renovación» de mi espíritu comprendo aquí y ahora la
voluntad de Dios y respondo a ella con la obediencia.

Aquí se echa de ver con singular claridad que esa obediencia de vida
en la que nos acomodamos a la voluntad de Dios y no a los deseos
«del mundo presente» no se realiza al margen del mundo, sino
justamente en este mundo y a través del mundo. Eso, a su vez, pone
de relieve que el cristiano todavía no ha alcanzado plenamente el
mundo de Dios de modo que deba postergar las condiciones
concretas de vida que encuentra en este mundo, sino que debe
aceptar este mundo concreto -lo que forma parte de su obediencia de
vida-, y que se halla en un tránsito constante, que en medio de este
mundo y junto con este mundo le conduce a la nueva creación, la cual
ya le ha sido otorgada como gracia en Cristo. El Apóstol no clama por
una salida del mundo, sino por un tránsito escatológico a través de
este mundo hasta el mundo de Dios, en el que siempre hay lugar para
la creación llamada a la salvación, que hemos de llevar con nosotros y
que personalmente hemos de representar en medio de dicho tránsito.

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