Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
El rio la plata, creciendo embravecido, empujo esas aguas que venían buscando su
cause y las hizo correr hinchadas por sobre campos, terraplanes, arboledas,
caseríos y extenderse como un lago inmenso por todas las bajas tierras.
Todas esas calamidades eran aprovechadas por los federales resistas, quienes
atreves de la iglesia, culpaban a los unitarios (opositores de la dictadura de rosas)
ante el pueblo, de ser culpables de la desgracia.
Por causa de la inundación estuvo quince días el matadero de la convalecencia sin
ver una sola cabeza vacuna; durante este tiempo, los pobres niños y enfermos se
alimentaban con huevos y gallinas.
La primera res que se mato fue toda entera de regalo a un líder del gobierno ahí
presente, hombre muy amigo del asado.
La visión del matadero era grotesca. Cuarentainueve reses estaban tendidas sobre
sus cueros y cerca de decientas personas hollaban aquel suelo de lado regado con
sangre. Las figuras más provinentes eran los carniceros con cuchillos en mano,
brazos y pecho desnudo, cabello largo y revuelto y chiripa y rostro embadurnado en
sangre.
Mas derrepente la ronca voz de un carnicero grito: ¡Allí viene un unitario! Incitado
por la chusma, matasiete arremetió contra el joven unitario. Sujetado por dos
hombres, el joven unitario fue sometido a las más infames humillaciones.
Cuando pretendieron desnudarlo para azotarlo, fue tanto el forcejeo que sostuvo el
unitario con sus captores y tanta la rabia acumulada, que un torrente desangre
broto borbolloneando de la boca y la nariz del joven. La diversión infante de los
federales había terminado.
Los federales habían dado fin a una de sus innumerables proezas. En aquel tiempo
los carniceros degolladores del matadero eran los apóstoles que propagaban averga
y puñal la federación resista, y no es difícil imaginarse que federación saldría de sus
cabezas y cuchillas.