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El ser humano en tanto eje central del lenguaje del siglo XIX Y XX FOCAULT EN
LAS PALABRAS Y LAS COSAS, trasciende las fronteras de la visión del mundo
material y las expande gracias a la ayuda de una infranqueable técnica cuyo avance le
da la posibilidad de ver a la naturaleza como un objeto maleable, parte de suyo como
algo de pertenencia absoluta. Si se habla de lo importante del trabajo del Homo sapiens
EN EL ACTUAL TIEMPO sobre su entorno, entonces ES PREPONDERANTE indagar
antes del ¿por qué? De las consecuencias de sus actos sobre el medio, EN EL análisis
acerca de sus pensamientos con respecto al entorno (Kant, 1883) y de ahí partir a sus
actos mismos, por el trascender en el pensamiento global normalizado del hombre masa
(Y Gasset, 1956) y permear en su psique, en el inconsciente individual y colectivo, en el
pensamiento, en el alma misma para desde allí entender cómo es que su pensar
transforma la materia (Marx, 2005).
Actualmente se habla desde muchos ámbitos los desastres provocados por el consumo
exagerado de eso a lo cual llamamos recursos, para solucionar aquello se inventó la
Ecología como ciencia que estudia las interacciones energéticas de la biocenosis con el
biotopo teniendo en cuenta las causas y los efectos de la interrupción de los ciclos
energéticos mismos por vía antrópica con el objeto de tratar de solucionarlos a través de
la técnica y su herramienta más poderosa la tecnología (teoría el vitalismo cósmico y los
fundamentos de ecología), si partimos del enunciado, ¿no es consecuente el mismo
lenguaje con los actos destructivos de lo vivo y lo no vivo?
Por ende, me veo en la penosa necesidad de seguir de manera somera lo expuesto por
Heidegger y el Dasein. Si el hombre en tanto ser con conciencia propia acerca de sus
actos y de sus ideas, idealizado como forma evolutiva superior (el origen del hombre,
Darwin), ¿No debería cuestionar sobre aquello por lo cual vive?, en definitiva hay algo
fuera de sí de la biología como rama meramente descriptora de las interacciones de los
organismos de manera interna y externa como formas naturales materiales que siguen de
manera determinada algunas de las leyes de la naturaleza, descubiertas durante varias
épocas e ideologías, encriptando de cierta manera la forma de pensarse lo vivo desde un
ámbito mecanicista (vitalismo cósmico). Empero ¿acaso lo vivo como parte de la
naturaleza puede ser explicado solo desde esta manera criptica de la mecánica física en
tanto objetos que se rigen bajo unas cuantas leyes de la materia en sui generis cuerpos
con forma, espacio y movimientos definidos?
Lo anterior solo es posible si este como pieza integrante de todos los entes que
conforman el mundo se cuestiona a través de la angustia entendida como ese percibirse
ser finito cuyo lapso de finitud lo lleva aceptar esa inminente muerte, compañera desde
el momento mismo de su nacimiento; empero sin parecer apocalíptico y bajo el análisis
de las mimas lecturas que cito <<pueden leerlas con tiempo>> lo anterior es omitido por
la mayoría al ser seres interpretados bajo un discurso imperante, el del mercado,
olvidando así su muerte, al parecer se creen inmortales y la pregunta por el mismo y por
el otro en ese estado de interpretado es irrelevante, no importándole su entorno parte del
mundo en escencia algo del mismo ser <<el mundo>> del cual es objeto, pues para
ellos, los hombres masa (Ortega y Gasset) no es necesario pensárselo (Acero, 2009).
Por ende si el hombre masa o el ente que es interpretado no se cuestiona y para ello se
enfrenta a la angustia vista desde la concepción de Heidegger, o porque no desde el
psicoanálisis freudiano, el ambiente tal como lo estamos percibiendo producto de la
excesiva explotación acelerada (piketty) va a seguir siendo la base, el suelo de la
sinrazón en la que estamos enajenados por antonomasia (breve historia de la locura en la
época clásica tomo I), consumidores empedernidos, el imperativo al goce. El querer
satisfacer el vacío de la vida es llenado momentáneamente bajo el halo de la producción
y la mano de la ingeniería con su obsolescencia programada en estos objetos cuyo valor
es más allá de lo físico, lo cual le damos a las cosas (Marx, 2005). Ergo es imperativo
como consecuencia de lo aparente reinterpretar lo observado ante los ojos. Si en la
antigua Grecia los filósofos generaban a través del lenguaje una metafísica de la vida
para desde allí promover una ética de las costumbres del hombre, todo bajo una
disciplina exhaustiva, es menester como seres racionales no animales crearse una para
esta época del hiper-consumismo, pues desde Nietzsche el hombre es un animal
desnaturalizado, por ende es ineludible utilizar el logos, tomar consciencia de sí mismo
como ser arrojado a la muerte y desde ese, generar el omnisciente sentir de nuestro
cuerpo apartándonos de la enajenación del consumo, tomar posesión de nuestro destino
(Epicuro), desde este aceptar la vida replanteándose el entorno, <<al fin de al cabo y
bajo especulación de un estudiante joven que pretende pensar>>, apoderarse del
lenguaje mismo ese que nos construye tal cual lo hicieron los padres de este mundo
occidental puramente idealizado, enfocado en la actualidad por el poder (Focault,
2015), en este caso específico el poder del mercado.
Lo anterior expone antes que nada que ese pensarse la muerte como la única posibilidad
que nos hará libres de este discurso normalizador, es la vía al equilibrio ecológico, por
ende no es necesario abordar ningún tipo de discurso científico moderno para hacernos
entender que el entorno vivo y no vivo en el cual interactuamos hace parte de nosotros
mismos, que no es otra cosa que nuestro propio pensamiento proyectado y que a partir
de apropiarnos de nuestra vida como única, las problemáticas ambientales,
<<ecológicas, biológicas, económicas y sociales>> pasarán a ser parte de nuestro
interés personal sine qua non nos apropiemos de nuestra existencia.
Debido a que en las mismas ciencias se obvia lo trascendente eso que nos posibilita el
pensar, el construir el conocimiento a través de un marco conceptual profundo por
medio de categorías de pensamiento provenientes del hombre mismo. La ciencia actual
siendo en extremo la mera empírica especializada en técnica cuya finalidad ahonda en
su proceso para describir más específicamente los objetos a priori, no cuestiona bajo la
razón pura su proceder, ya que desde allí no se puede transformar el pensar mismo del
hombre, debido a lo cual ésta es puro acto mecánico, nada metafísico, ni ético, ni
filosófico (Kant, 1883) (Y Gasset, 1956) (El vitalismo cósmico).
BIBLIOGRAFÍA
Botero, D. (2001). Vitalismo Cósmico como filosofía ética ambiental. Ética y Bioética.
Harvey, D. (2007). Breve historia del neoliberalismo (No. 49). Ediciones Akal.
Foucault, M. (1968). Las palabras y las cosas: una arqueología de las ciencias
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Heidegger, M. (1958, January). Martín Heidegger. -La Época de la Imagen del Mundo. In Anales
de la Universidad de Chile (No. 111).
Nietzsche, F. (1996). Humano, demasiado humano: un libro para espíritus libres (Vol.
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