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Pocos días después del nacimiento, en los estados de vigilia y con las necesidades de
alimentación cubiertas se pueden observar en el bebé movimientos de búsqueda de
objetos aparecidos en algún lugar del campo visual, para atrapar la imagen con la fóvea.
Los movimientos de seguimiento lento están presentes a los 3 meses de nacido, lo que
sugiere que ya existe un grado importante de visión. Cercano a los 2 a?os la AV se
acerca a la normalidad.
La visión también se puede explorar, aunque más a groso modo, al hacer girar frente a
la cara del paciente el tambor de nistagmo a diferentes distancias. En caso de ser vistas
las rayas que lo componen, se provoca nistagmo con fase lenta en dirección del
movimiento.
Hasta ahora la medida subjetiva es la más exacta cuando el paciente coopera. Se realiza
con las cartillas de optotipo, como la de Snellen para lejos (Fig. 6.1) y de Jaeguer para
cerca, con la adecuada corrección; también se usa la cartilla de Rosenbaun, con la que
se calcula indirectamente la visión de lejos inferida a través de la de cerca corregida. En
todos estos métodos el valor de la agudeza visual está dado por el tama?o de los trazos
que componen la letra o la figura y el ángulo que subtienden sobre retina (Fig. 6.2).
Fig. 6.2. Cartilla de Rosembaun; se usa para cerca con corrección para presbicie, si la
hubiera y se infiere con ella el valor de la AV para lejos.
La AV mide el menor tama?o de un objeto que puede ser percibido a una determinada
distancia. Esto equivale a que se estimule un cono foveal sí y otro no, adyacentes.
Distingue 2 puntos en el espacio, que caigan en 2 puntos diferentes de la retina. Allí
forman un ángulo de 1 min de arco para la visión de la unidad, a la distancia de 20 pies
o 6 m (Fig. 6.3).
El ángulo varía con la distancia del observador al objeto y el tama?o de sus trazos. Si el
objeto se sitúa a 6 m para la unidad de visión, cada uno de los trazos que lo diferencian
debe ser de 1,45 mm, es decir, 1 min de arco sobre retina.
A 6 m de distancia cada rasgo de la letra E del optotipo mide 1,45 mm o lo que es igual,
estimula un área de 1 min de arco sobre retina. En total, la letra tiene de tama?o casi
7,25 mm, pues la componen 5 trazos de 1,45 cada uno: las 3 patas de la letra E, en negro
y los 2 rasgos blancos intermedios. Esa letra será la más peque?a vista por un individuo
situado a 6 m, si tiene visión de la unidad, que es lo que se considera normal, aunque
existen individuos con mejor visión.
Para mantener la misma AV, a menor distancia, se debe reducir el tama?o de la letra
para que siempre mantenga igual ángulo sobre retina. Si con igual tama?o la letra es
vista a mayor distancia, esta subtiende menor ángulo sobre retina, o sea, se alcanza
mejor AV.
B
Fig. 6.4 A. Realización de la refracción a un ni?o con caja de pruebas; B. Realización de
la refracción con autorrefractor.
Se debe tener en cuenta que a 6 m, la letra más grande de la cartilla corresponde a 6/60
o 20/200 si se mide en pies, lo que es igual a 0,1 de AV. Por lo tanto, la AV de 6/30=
0,2 sería la letra más peque?a que un individuo normal ve a 30 m.
Cuando la visión a 6 m es tan mala que no ve la letra mayor, antes de pasar a contar los
dedos, se debe tratar de cuantificar la visión más exactamente acercando al paciente a la
cartilla y colocando la nueva distancia como numerador, ej. 3/60. Esa visión equivaldría
a 0,05. Si no logra ver esa letra a 3 m, se procede a disminuir más la distancia y si ni así
ve la letra mayor de la cartilla, entonces se pasa a tratar de contar dedos, acercándoselos
cada vez más hasta que logre verlos. Se anota entonces la distancia a que los vio. Si ni
así los reconoce, se le mueve la mano delante del rostro para ver si identifica ese
movimiento. Si no ve nada se proyecta luz desde los 4 cuadrantes y se le pide que
identifique de dónde viene la luz. En caso de que no lo logre, se hace incidir la luz y se
le indica que avise si en algún momento ve algo distinto.
Es importante anotar si la visión final la alcanza colocando la cabeza con algún grado de
inclinación y hacia dónde, pues esto revela cuál área de retina usa para ver mejor.
En los últimos tiempos para el estudio de la AV se utiliza la cartilla descrita por Ian
Bailey y Jan Lovie-Kitchin (Australia, 1967), mucho más exacta para medirla por su
dise?o; expresa la AV en logaritmo del mínimo ángulo de resolución (Log MAR),
donde el valor normal es 0 (Log base 10 (1) = 0). Esta forma de expresión se contradice
con lo acostumbrado, ya que un optotipo en la escala Snellen, de tama?o 20/20 o de 1,
por el sistema decimal, que subtiende 5 min de arco sobre retina, equivale a 1 Log MAR
de 0. Por ello es preferible referirse a la Resolución del ?ngulo Visual (VAR), que para
el 20/20 o la unidad de visión equivale a 100 de VAR, según la fórmula VAR=100-
(50×0) = 100. Para esta forma de medición, entre cada uno de los renglones de números
existe una diferencia de 5 en cada renglón con el que le sigue. Si el paciente ve una
línea de letras completa y una o 2 letras más de la siguiente, ese valor se le agrega al
anterior, ej. vio todas las letras de la hilera de 95 de VAR y 2 de la siguiente, su AV es
de 97 VAR (Fig. 6.5).
Fig. 6.5. Cartilla de Log MAR. Véanse en las anotaciones de la derecha los valores de
cada línea en VAR y log MAR.
Para poder homologar la AV de Snellen con la de log MAR se necesita de una tabla que
facilita los cálculos y su interpretación (Tabla 6.1).
El estudio de la AV, independientemente del método que se use para medirla, se debe
completar con una adecuada refracción y solo en casos excepcionales, usar el agujero
estenopeico. Este aditamento que se coloca frente al ojo, deja pasar por su peque?o
orificio de 1 o 2 mm, solamente los rayos que vienen paralelos del infinito; al mirar a
través de él, hace que los rayos incidan directamente en la fóvea y la imagen se forme
allí. Si el defecto es solo refractivo, el paciente debe alcanzar la unidad de visión; por lo
tanto, este método sirve para diferenciar los trastornos refractivos de los problemas
orgánicos, con los que no mejora la visión al colocarle el agujero estenopeico. No
obstante la utilidad práctica de este aditamento, un paciente con déficit visual por
defecto de refracción no siempre alcanza la unidad con el agujero, por lo que se debe
hacer siempre la refracción para estar seguro de si el defecto es orgánico o de cristales.
En ocasiones la AV con agujero estenopeico mejora en algunas opacidades de los
medios algo periféricas pero no en las que se encuentran el centro.
Si se trata de un ni?o inteligente, aún peque?o, se puede tomar la visión con cierto grado
de confiabilidad. Para ello se usa el método de poner los dedos de las manos como lo
hace el explorador y si no logra imitarlo se va acercando hasta la distancia que logre
percibir correctamente la cantidad de dedos que se le muestran en posición elevada
vertical.
Existen juegos de tarjetas con manitos de diferentes tama?os que el ni?o, a una distancia
inicial de 6 m, debe imitar y poner la suya en la misma posición que el explorador la
tiene colocada. Si no las ve, se muestran las tarjetas con manitas de mayor tama?o cada
vez.
Toda interferencia para que se forme la imagen en la mácula, como puede ser la
provocada por ptosis palpebral, opacidad de los medios, oclusión prolongada de un ojo
en el tratamiento de estrabismo o un traumatismo, puede detener el desarrollo y
provocar una grave disminución de la visión. A la falta de desarrollo visual sin lesión
orgánica aparente se le llama ambliopía.
Los defectos de visión con examen oftalmológico normal son, por lo regular, de tipo
psicógeno, aunque pueden ser causados por da?os cerebrales o retardo de la maduración
en lactantes. Si la ceguera referida es bilateral, es importante observar al paciente y ver
cómo se desplaza en su entorno. La ceguera cerebral es una disfunción posgeniculada en
la que el examen físico ocular no muestra alteraciones y las reacciones pupilares son
normales, aunque se puede asociar con lesión pregeniculada. En ese caso, si el déficit
visual es unilateral, el defecto pupilar aferente patológico aclara el diagnóstico
topográfico.
Una de las funciones de la retina es percibir la luz y además posee la capacidad para
diferenciar grados variables de iluminación, lo que se denomina adaptación y se basa en
la capacidad de regeneración de los pigmentos visuales de sus fotorreceptores en el
tiempo. Ese fenómeno de adaptación es distinto en el sistema de conos y el de bastones;
los conos necesitan de importante intensidad de luz para ser estimulados y se adaptan
con facilidad y rapidez a la luz mientras que los bastones, que responden a muy bajas
intensidades de iluminación, demoran mucho más en resintetizar sus fotopigmentos.
Adaptometría
Después de reconocer por primera vez el estímulo y conocer el UR para ese tiempo de
adaptación a la oscuridad, se baja la iluminación de este hasta lo no visto y se deja
correr el tiempo en el tambor de la gráfica, donde se vuelve a marcar otro punto de UR
cuando el paciente avise que ha vuelto a reconocer el estímulo. Así sucesivamente se
baja la iluminación y se marcan los UR detectados, que al unirlos conforman la curva de
adaptación a la oscuridad.
Los conos son los fotorreceptores visuales que logran primero su recuperación máxima,
alrededor de los 5 min, punto de la gráfica llamado alfa, mientras que los bastones se
recuperan en 30 min o más. Por esto la curva normal de adaptación a la oscuridad tiene
una desviación brusca en los primeros 5 min, con punto de inflexión en 2,8-3,6 unidades
logarítmicas en individuos normales y después del punto alfa comienza un descenso
más suave de la curva a lo largo del tiempo que está a cargo de los bastones. Esa curva
se estabiliza y se hace casi plana alrededor de las 5-5,8 unidades logarítmicas, lo que se
llama “umbral terminal”; se alcanza alrededor de los 30 min en sujetos sanos y
representa la adaptación de los bastones (Fig. 6.7).
Visión de colores
La visión cromática es uno de los más complejos y menos conocidos de los fenómenos
de la función visual. En su percepción intervienen el estado funcional de la retina, vías,
corteza y áreas de asociación, tanto como la psiquis del sujeto. Su disfunción se puede
presentar independientemente de que persista buena agudeza visual, como sucede por lo
regular en los defectos hereditarios del eje rojo-verde o en algunos trastornos
secundarios que afecten fundamentalmente al nervio óptico, por lo que el examen de la
función cromática se convierte en una prueba de gran utilidad que permite detectar
alteraciones incipientes de esa estructura.
Fig. 6.9. Juegos grupales con piezas peque?as de colores donde se ve la diferencia entre
un ni?o albino que no logra reconocer las piezas coloreadas y otros de menor edad que
sí lo hacen.
La visión de los colores se explora en los ni?os que aún no saben reconocer letras o
números mediante varios métodos, como el seguimiento con el dedo de las figuras
trazadas en diferentes combinaciones de puntos de colores en las tablas
pseudoisocromáticas de Ishihara, que exploran la visión de colores en el eje rojo verde
(Fig. 6.10). Estos tipos de pruebas son de gran ayuda para el examen de ni?os que en la
escuela tienen dificultad con el reconocimiento de los colores, lo que es relativamente
frecuente con los rojos y verdes en varones. En estos casos los ni?os confunden los
colores verdes con carmelitas y los morados con azules. A veces solo tienen problemas
en reconocer el color de objetos peque?os.
Son variadas y contradictorias las teorías que tratan de explicar el mecanismo mediante
el cual se fundamenta la percepción de los colores. A inicios del siglo XIX, el físico
inglés Tomas Young, propuso la llamada teoría triple o tricromática con este fin, la cual
plantea la existencia de 3 tipos de receptores retinianos con fotopigmentos específicos
que responden a los 3 tipos principales de longitudes de ondas. Las se?ales cromáticas
así recogidas, se envían por vías separadas a la corteza visual en la que se procede a la
mezcla de estos 3 colores que conforman, por las combinaciones de sus diferentes
intensidades, las variadas tonalidades de colores del espectro. Dicha teoría fue reforzada
50 a?os más tarde cuando otro físico inglés, James Clek Maxwell, y el fisiólogo alemán
Herman Von Helmholtz, independientemente demostraron que todos los colores que se
perciben pueden ser obtenidos mediante la mezcla de los colores rojo, verde y azul. Esta
teoría tuvo gran aceptación cuando en 1964 científicos de la universidad de Harvard
lograron medir la capacidad de absorción de la luz espectral de los 3 diferentes tipos de
pigmentos de los conos humanos para las 3 principales longitudes de ondas. Por otra
parte, la teoría tricromática fallaba a la hora de explicar algunas de las interrogantes
encontradas en la naturaleza, tales como por qué algunas combinaciones de colores se
cancelan y otras no. Por ejemplo, puede ser percibido un color rojo-azul (violeta) o un
rojo-amarillo (naranja), pero nunca un verde rojizo o un amarillo azuloso. Tales
experiencias demostraron que existen colores oponentes que al ser enfrentados los unos
con los otros simplemente se cancelan (rojo-verde, azul-amarillo, blanco-negro). Esta
cancelación desde el punto de vista perceptual lleva a Edwall Hering, fisiólogo alemán,
a postular la llamada teoría de los colores oponentes, para tratar de explicar los
fenómenos de la visión a color.
Para la codificación del color intervienen 2 tipos principales de células neuronales: las
llamadas células simples oponentes, que se encuentran fundamentalmente en retina y
cuerpo geniculado lateral, y las dobles oponentes ubicadas solo en el ámbito de la
corteza. Las células simples oponentes se relacionan con la transmisión de se?ales de
brillantez y color; el centro de su campo receptivo es estimulado por un color que
provoca transmisión de la se?al, y la periferia por su oponente que provoca inhibición
de esta se?al o viceversa, lo que brinda 4 formas distintas de estimulación. En el caso de
las células dobles oponentes, estas se relacionan con el color y su contraste, las que
pueden ser excitadas por un color e inhibidas por otro en el centro de su campo
receptivo y viceversa, en la periferia de este. A las células dobles oponentes les llegan
las se?ales procedentes de las simples oponentes; estas células dobles oponentes se
agrupan en la corteza y forman los llamados cilindros corticales en relación con las
columnas corticales que analizan la forma de los objetos. Los cilindros, al estar
integrados por la sumación espacial de un grupo de células dobles oponentes, presentan
en su centro las características de los centros de los campos receptivos de sus células y
al igual que en su periferia, la característica de la periferia de los campos receptivos de
estas. Posteriormente, las columnas interactúan con otras áreas de la corteza visual
primaria y secundaria, para representar así la combinación de la forma de los objetos, su
brillantez, entre otros elementos.
El estudio de defectos de color congénito se suele explorar con ambos ojos a la vez, a
diferencia de los defectos adquiridos que se exploran en ojos por separado. Por lo
regular, en los defectos adquiridos raramente afectan un solo sistema de visión de color;
sin embargo, la visión del verde y el rojo, sobre todo de este último, se ve afectada
precozmente en las enfermedades del nervio óptico y el quiasma, mientras que en las
lesiones de capas externas de retina se afecta más el azul y el amarillo; la atrofia óptica
dominante y el glaucoma en estadios precoces constituyen excepciones.
Método de Ishihara. Es una de las pruebas más usadas en el estudio de los defectos de
visión a color y que permite clasificar el defecto (Fig. 6.10). Fue dise?ada para la
búsqueda de defectos congénitos pero se puede usar también en la detección de defectos
adquiridos cuando se aplica monocularmente. Con esas tablas se estudia solo el eje rojo-
verde. Esta prueba puede variar en la cantidad de láminas que se le muestran al paciente
en las que aparece un número o figura para los iletrados, formado por peque?as esferas
de un determinado color sobre fondo de otras esferas de colores contrastantes, figura o
número que el paciente debe identificar en no más de 3 s. El reconocimiento o no de los
números detecta la existencia del defecto de una forma característica que afirma, de
coincidir con lo pactado en el método de estudio, que existe una discromatopsia.
En la tabla 6.2 se expresan los resultados de lo que debe ver un individuo normal, un
daltónico con defecto grave o leve, al rojo o al verde, y un acrómata, después de
mostrarles de forma consecutiva las 25 páginas de la cartilla de Ishihara.
Fig. 6.11. Primera lámina del libro o tablas de Ishihara, con el número 12, reconocible
hasta por acrómatas.
Para los ni?os existen estas mismas estrategias pero se utilizan cintas o caminos a
seguir, como el que se muestra en la figura 6.12; si el peque?o ve la figura la debe
seguir con el dedo correctamente.
Esas primeras láminas de las tablas de Ishihara (Figs. 6.11 y 6.12) deben ser
reconocidas por un acrómata o hasta por pacientes con 0,2 de AV, aunque el déficit
visual sea debido a una neuropatía óptica que afecta mucho la visión del color en el eje
rojo-verde.
Fig. 6.12. Cartilla de Ishihara. Combinación de colores similar a la observada en la
figura 6.11 cuyo trazado o camino el ni?o iletrado debe seguir con el dedo.
Fig. 6.13. Imágenes de las páginas segunda y tercera de la cartilla de Ishihara en las que
un individuo con deficiencia de la visión de colores confunde el número 8 y el número 6
con el 3 y el 5.
Desde la lámina 10 hasta la 17 por lo regular los daltónicos no ven número alguno. Al
llegar a las láminas 18, 19, 20 y 21 (Fig. 6.14) el sujeto normal no debe ver ningún
número, mientras que el sujeto con defecto congénito en la visión de color rojo-verde ve
de inmediato números bien definidos (5, 2, 45 y 73) o muy parecidos a estos como se
muestra en la tabla 6.2.
Las últimas 4 láminas (22, 23, 24 y 25) definen el tipo de defecto (protanope,
protanómalo, deuteranope o deuteranómalo). Esto se hace mediante una pareja de
números, rojizos (a la izquierda) y otro de color más púrpura (a la derecha), ambos
sobre fondo de peque?as esferas grises. Si el paciente no ve los números de la izquierda
o más rojizos, es clasificado como protanope y si no ve los de la derecha, más púrpuras,
como deuteranope; si ve los 2 números pero uno mejor que otro, es clasificado como
deuteranómalo o protanómalo, en dependencia de cuál es el número que ve peor (Tabla
6.2) (Figs. 6.15 y 6.16).
Fig. 6.15. Tabla de Ishihara con número de orden 22 y 23, en la que un sujeto normal
debe ver el 26 y el 42. El individuo con grave deficiencia de la visión de colores ve un
solo número. Si ve bien el de la izquierda, el 2 y el 4 de la siguiente lámina, es un
deuteranope; si reconoce solo los números del lado derecho, 6 y el 2 de la siguiente
lámina, se trata de un individuo con grave deficiencia a los tonos de rojo o protanope. Si
ve bien uno de los números y el otro con dificultad pero logra identificarlos, el defecto
es leve, deuteranómalo o protanómalo.
Fig. 6.16. Similares principios y colores a los de la figura anterior para exploración de
iletrados. Los protanopes desconocen la cinta más roja y los deuteranopes la más
púrpura.
Esta prueba puede ser computarizada, lo que facilita los resultados y brinda un
porcentaje de confiabilidad sobre la base de los números que se comportaron tal y como
predice el estudio para los diferentes tipos de defectos.
Aunque la cartilla de Ishihara es uno de los más útiles para la exploración de las
discromatopsias, no siempre un determinado método permite diferenciar con exactitud
entre protanomalías y deuteranomalías, sobre todo entre dicrómatas o tricrómatas, por lo
que en ocasiones se hace necesario aplicar más de una prueba con el fin de determinar el
tipo e intensidad del defecto.
Son variadas las pruebas psicofísicas de visión cromática que permiten detectar una
determinada alteración de la visión, hereditaria o adquirida, como las láminas
seudoisocromáticas de Hardy Rand Rittler, Rabkin, los anomaloscopios, el City
University, con esferas muy peque?as y de diferentes tama?os y las pruebas con discos
coloreados de Farnsworth-Munsell, las cuales estudian tanto el eje rojo-verde como el
amarillo-azul. Esta última, en su variedad Hue 100, es la más compleja y exacta de
todas y sirve para exámenes de actitud y selección de trabajos que requieran óptima
visión de colores, como fábricas de pinturas, textiles, entre otras.
Fig. 6.17. Método de estudio del color de Hardy Rand Rittler: A. Primeras láminas; B.
?ltimas láminas.
Método de Farnsworth Munsell Hue. Tiene versiones cortas, D 15, que trabaja con 15
discos coloreados, montados en una caja y la versión larga, Farnsworth Munsell 100
Hue, que trabaja con 89 discos coloreados situados en 4 cajas. En ambas hay que
colocar en orden los discos, en relación al más parecido al anterior por su color; el
primer disco es fijo y sirve de guía (Fig. 6.18).
Un número en la porción posterior del disco, con el orden debido, sirve para reconocer
el orden establecido, hacer la anotación y detectar anomalías, si la numeración no
mantiene el orden. Con los datos colocados en una gráfica, se unen los números
consecutivos con unas líneas cuya posición sobre el gráfico determina el tipo de defecto
y su eje. Es un método difícil de trabajar por lo demorado de los cálculos manuales,
pero en la actualidad existen programas computarizados que muestran el resultado de
forma rápida, después de introducidos los números en el orden dado por el paciente
(Figs. 6.19 y 6.20).
B
Fig. 6.19. Gráficos del Farnsworth Munsell Hue (FMH) 100. A. Pacient con muy buena
discriminación; B. Paciente normal pero no buen discriminador.
Fig. 6.20. Modelo de las curvas en pacientes con defectos de visión de colores. A. al
rojo (R); B. al verde (V) y C. al azul (A).
Los defectos adquiridos que se detectan en las neuropatías son, por lo regular, al rojo y
verde, lo que puede estar muy afectado aunque la visión esté apenas disminuida, a
excepción de algunas neuropatías como las isquémicas, glaucomatosas y la hereditaria
autosómica dominante, en la que se suelen ver afectados tanto el eje rojo-verde como el
amarillo-azul.
Sensibilidad al contraste
La diferencia de las pruebas de SC con la cartilla de AV, es que esta última determina el
menor tama?o de objeto que puede ser visto y usa el mayor contraste entre el optotipo y
su fondo, mientras que en el estudio de SC varía el contraste del mismo hasta
determinar su umbral. Esto se puede realizar con diferentes tama?os de estímulos entre
los cuales, por lo regular, se estudian frecuencias espaciales entre 0,5 y 30 ciclos por
grado (cpg), como se hace también para el estudio de la AV. El tama?o del objeto y el
contraste guardan una relación que se expresa en la curva de sensibilidad a diferentes
frecuencias espaciales.
En los últimos a?os la medida de la sensibilidad al contraste ha ganado lugar entre las
pruebas de función visual y actualmente ha pasado a formar parte de los métodos
psicofísicos que se usan a diario en la práctica clínica oftalmológica.
Su medición se llevaba a cabo inicialmente mediante pruebas realizadas con
sofisticados equipos de rayos catódicos, que consumen gran tiempo; actualmente su uso
se ha simplificado de tal forma que estas mediciones ya se pueden realizar en muy
pocos minutos con alta confiabilidad y muy poco gasto, sobre todo si solamente se
miden las frecuencias espaciales más importantes que componen la curva de SC o su
pico. Este es el caso de los métodos de Pelli Robson y de Cambridge, que además son
muy exactos en su replicación.
El contraste es una propiedad de la visión que se procesa en paralelo por la retina y vía
visual; parte de los fotorreceptores a través de diferentes canales que se forman entre las
células retinianas (células bipolares, horizontales, ganglionares y amacrinas), los cuales
son diferentes a los que procesan la AV y la visión de colores; incluso la SC para
objetos de diferentes tama?os es distinta y se procesa por canales separados. Esto hace
que al estudiar el umbral de contraste de barras u objetos de variados tama?os, se pueda
obtener una curva para las diferentes frecuencias espaciales que caracterice a
determinados grupos celulares.
La habilidad del sujeto para detectar por primera vez el estímulo con contraste bajo que
aumenta, es pobre para las frecuencias espaciales bajas, es decir, en objetos o estímulos
de gran tama?o (0,5-3 cpg) aumenta en rangos medios (4-6 cpg) y decrece para las
frecuencias espaciales más altas, lo que corresponde a objetos de peque?o tama?o, como
los que se designan como la unidad de visión. Este tipo de exploración se traduce en la
curva de la función de la SC, que es más alta en las frecuencias espaciales medias,
decrece en las frecuencias espaciales bajas y mucho más en las altas. Frecuencias altas,
objeto de peque?o tama?o; medias, de mediano tama?o y bajas, de gran tama?o (Fig.
6.21).
La SC se suele afectar precozmente y antes que la AV, por lo que su estudio es muy útil
en el diagnóstico de distintas enfermedades que pueden da?ar los medios, la retina o la
vía visual y para el estudio minucioso de la refracción.
Método de VISTECH. Es otro método, algo más demorado pero que estudia la
sensibilidad al contraste en mayor número de frecuencias espaciales (Fig. 6.26). Usa el
reconocimiento de rayas que ocupan 3 posiciones distintas del espacio las cuales
aparecen en redondeles en los que el paciente debe identificar correctamente la
dirección de las líneas de su interior. Se divide en 5 filas con estímulos de frecuencias
espaciales de diferentes tama?os, de mayor a menor de arriba hacia abajo y 9 redondeles
por fila, con mayores dificultades para ser reconocidas correctamente, pues disminuye
el contraste en cada fila según se avanza hacia la derecha.
Fig. 6.26. Método de sensibilidad al contraste de VISTECH.