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LAS FUNCIONES DE LA ADMINISTRACIÓN


PÚBLICA CENTRAL EN EL DERECHO FRANCÉS

François JULIEN-LAFERRIÈRE

SUMARIO: I. Introducción. II. Los instrumentos


jurídicos de las funciones de la administración
pública central. III. Las fricciones entre la
administración central y las entidades locales.
IV. Conclusiones.

I. INTRODUCCIÓN

1. La Constitución Política de la República francesa


de 4 de octubre de 1958 menciona a la
administración en uno solo de sus artículos, el
artículo 20 relativo al gobierno, que dice: “El Gobierno
determinará y dirigirá la política de la Nación.
Dispondrá de la Administración y de la fuerza
armada”.
La administración, pues, es un instrumento del
gobierno, al servicio de sus misiones de
“determinación” y “dirección” de la política de la
Nación. La Constitución de 1958 la coloca al mismo
nivel que “la fuerza armada”.

Profesor emérito de la Universidad París Sur, Ex-Director del


Instituto de Estudios de Derecho Público, Miembro Fundador de
la Asociación Internacional de Derecho Administrativo.

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Francia tradicionalmente es un país centralizado;


se considera aún el modelo de la centralización,
heredado del “jacobinismo” de la Revolución francesa.
Sin embargo, desde 2003, el artículo 1o.
constitucional proclama que “su organización es
descentralizada”.
La función de la administración, como instrumento
del gobierno para llevar su política y ejecutar sus
decisiones a través del territorio nacional, se refleja en
el sentido etimológico de la palabra: en latín,
administratio viene de ad-ministrare que significa
estar al lado del ministro, del sacerdote; de allí: servir,
y ejercer una función.
La administración está al servicio de la persona
que tiene el poder de decisión, ejerce la función de
ejecución de las decisiones de esta persona o de estas
personas.

2. La función administrativa puede concebirse bajo


varios puntos de vista:

- El punto de vista subjetivo, que pone énfasis


en el ente que realiza la función. Según esta
teoría, la función administrativa abarca la
actividad del poder Ejecutivo y de los órganos
descentralizados que dependen de él. Esta
concepción se ha vuelto insostenible, ya que no
reconoce que otros órganos también
administran en forma permanente;
- La concepción objetiva, que hace hincapié en
el tipo de función, en las características de la
actividad administrativa. Según esta definición,
es materia administrativa toda actividad
permanente, continua, concreta, práctica e
inmediata. Esta concepción del concepto de
administración tiene el mismo defecto que la

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anterior, porque hay actividades eminentemente


administrativas que no tienen estas
características, por ejemplo, los reglamentos no
son concretos sino generales y abstractos;
- La concepción mixta que mezcla las dos
anteriores y según la cual es función
administrativa la que realizan los órganos
ejecutivos y la de los otros dos poderes
constitucionales −el legislativo y el judicial−, que
no está abarcada en sus funciones específicas
−legislar, por el Legislativo, aplicar el derecho
por el Judicial−. En otras palabras, se puede
considerar que la función administrativa es una
función residual, que no es ni legislativa, ni
judicial. Esta concepción es la más
corrientemente admitida hoy en día. Tiene la
ventaja de tener en cuenta, no el órgano que
ejerce la actividad, sino el contenido o la
naturaleza de la actividad, lo que es más
eficiente cuando se trata de analizar qué es la
función administrativa. En efecto, existen
entidades que desarrollan funciones
administrativas, que no forman propiamente
parte del Estado, como los concesionarios de
servicios públicos, por ejemplo. A su vez, existen
entidades del Estado que no ejercen función
administrativa, sino de otra índole, tales como
los hospitales.

En Francia, la expresión “administración central” o


“centralizada” designa a la administración del Estado
–es decir, la administración nacional, ya que Francia
es un Estado unitario y no federal, a diferencias de
México, Argentina o Venezuela–, distinguiéndola de la
“administración local”, llamada en francés
“administration territoriale” –es decir, las regiones, los

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departamentos, las comunas (o municipios) y los


establecimientos públicos de cooperación
intermunicipal–, y también de la “administración
hospitalaria” que abarca a todos los establecimientos
públicos de salud.

3. Desde el punto de vista funcional, administrar


consiste en tomar medidas para manejar el Estado y
realizar sus fines. A primera vista entonces, puede
considerarse que la función pública es propiamente
una función ejecutiva, pues es la materialización y
puesta en práctica, por parte del Estado, de las leyes
emitidas por el poder Legislativo. En este sentido, la
administración es el “brazo derecho” o “brazo armado”
del gobierno, como lo declara el artículo 20 de la
Constitución francesa de 1958.
Sin embargo, ello no es enteramente exacto, ya que
existen entes que no pertenecen al poder Ejecutivo –o
gobierno–, pero que sí ejercen una función
administrativa. Por otro lado, dentro del poder
Ejecutivo existen entes que desempeñan una función
gubernativa o política, que consiste en dirigir la
política de gobierno y manejar los órganos
constitucionales. De allí la diferencia entre las
funciones “de administración” y “de gobierno”, y entre
los “actos administrativos” y los “actos de gobierno”.
Por consiguiente, en primer lugar la función
administrativa puede ser ejercida por los más diversos
organismos, inclusive por entes privados o no
estatales, a través de autorización, delegación o
concesión de la autoridad estatal, mientras que, en
segundo lugar, la función gubernativa, la legislativa y
la jurisdiccional son ejercidas exclusivamente por el
Estado, no son delegables a entes no estatales.
Otra característica de la función administrativa es
que se encarga de las actividades cotidianas de

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interés general, en la esfera de las facultades


otorgadas a cada uno de los entes que las realiza. Las
decisiones de la administración se relacionan
directamente con funciones de interés general que
deben realizarse de manera permanente, concreta,
inmediata y continua. Asimismo, la función
administrativa tiene relación directa con los
particulares, sus actividades los afectan directamente.
Ello no significa que todas las decisiones de la
administración tienen por destinatarios a
particulares, ya que en muchos casos los
destinatarios pueden ser funcionarios públicos, a
través de las circulares, instrucciones y medidas de
orden interior. En cambio, la función gubernativa no
se enfoca en los particulares, sino en el Estado.
Finalmente, la función administrativa se halla
sometida al control de dos órganos del Estado, por lo
menos: el Parlamento y el poder Judicial. El
Parlamento controla la administración pública
mediante mecanismos de control político; el poder
Judicial controla las decisiones administrativas desde
el punto de vista legal o jurídico, gracias a la
posibilidad de revisión judicial de las actuaciones
administrativas, vía el proceso contencioso-
administrativo.
La estrecha relación entre la función
administrativa y el interés general no excluye que
existe una diferencia entre función administrativa y
servicio público. Si bien se trata de dos conceptos
próximos en derecho público, cada uno de ellos posee
sus propias características y tipificación que las
diferencias entre sí. Esta distinción se ha elaborado
en reacción contra la pretensión de que “toda tarea
administrativa es constitutiva de servicios públicos”,
pretensión que hoy ya se ha abandonado. No
obstante, es seguro que la función pública –o

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administrativa– participa del poder del Estado, y


siempre es de carácter jurídico, mientras que el
servicio público es de carácter material y técnico y en
muchas de sus manifestaciones no puede utilizar el
poder público, por ejemplo para imponerse
coactivamente.
También se diferencian la función administrativa y
el servicio público, en la medida en que el servicio
público consiste en satisfacer las necesidades de los
administrados, mientras que la administración
pública tiende a realizar la integridad de los fines del
Estado.

II. LOS INSTRUMENTOS JURÍDICOS DE LAS


FUNCIONES DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA
CENTRAL

En derecho francés, como en todos los sistemas


jurídicos de los países que pertenecen a la familia
romano-germánica, se distinguen los actos y los
hechos, lo jurídico y lo no-jurídico en la función
administrativa: La administración decide, regula y
actúa; sus actividades son jurídicas y materiales. Y
para ello, utiliza varios modos de actuación, entre
los cuales los más usuales son el acto unilateral –
acto administrativo reglamentario o individual–, y el
contrato.

1. Los actos administrativos

La función administrativa reglamentaria está


contemplada en los artículos 34 y 37 de la
Constitución francesa que dicen:

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Artículo 34. La ley fijará las normas sobre...


[sigue la lista de las materias reguladas por la
ley].
Artículo 37. Tendrán carácter reglamentario
todas las materias distintas de las
pertenecientes al ámbito de la ley.

Esta repartición de las facultades normativas entre


el poder Legislativo y el poder Reglamentario, o
Ejecutivo, determina el contenido de la función
administrativa jurídica general. Dicha función es
definida negativamente: tiene carácter reglamentario,
y por consiguiente es función administrativa, todo lo
que no tiene carácter legislativo y, pues, no es
función del Parlamento. El cumplimiento de estas
disposiciones constitucionales se halla sometido un
doble control jurisdiccional: el Consejo
Constitucional, que se preocupa de que el Legislador
no usurpe las facultades del poder Ejecutivo; y al
reverso la jurisdicción contencioso-administrativa,
encabezada por el Consejo de Estado, que verifica
que el poder Reglamentario no se inmiscuya en el
ámbito del poder Legislativo, a través del “recurso por
exceso de poder” o “recurso de anulación” de los
actos administrativos.
La diferencia entre la función administrativa y la
función legislativa entonces no es una diferencia de
naturaleza, sino de objeto: el acto reglamentario es
abstracto, general e impersonal, como el acto
legislativo; pero difiere de éste por las materias en las
que interviene. Aquella repartición de facultades
entre la ley y el reglamento fue una de las
innovaciones y aportes fundamentales de la
Constitución de 1958. Fundó la distinción entre
“reglamentos de aplicación de las leyes” y

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“reglamentos autónomos”, siendo estos últimos


directamente sometidos a la Constitución y los
tratados internacionales, pero no a las leyes, puesto
que no hay leyes en las materias que regulan.
El problema jurídico más delicado que planteó
esta distinción entre la ley y el reglamento autónomo
consistió en saber si los reglamentos autónomos
tenían el mismo valor jurídico que la ley o que los
reglamentos de aplicación de las leyes. De la
respuesta a esta cuestión dependía saber si los
reglamentos autónomos estaban o no sometidos a los
principios generales del derecho, que son reglas no
escritas, dictadas por el Consejo de Estado para
paliar el silencio de la ley. El Consejo de Estado
contestó positivamente, unificando el régimen
jurídico de todos los reglamentos, autónomos o no, y
aportando garantías suplementarias de los derechos
de los administrados.1
Por su parte, los actos individuales de la
administración también son actos jurídicos, como los
reglamentos, pero sus destinatarios son designados
por su nombre –y no de manera impersonal como en
los actos reglamentarios–, y son decisiones que
aplican o ejecutan un acto reglamentario o una ley a
una situación concreta. Se hallan en la base de la
jerarquía de los actos jurídicos; no dictan normas,
mas aplican una o más normas.
Es función de la administración aplicar o hacer
aplicar sus decisiones, razón por la que debe tener la
posibilidad de imponer, por vía de decisiones
individuales, el cumplimiento de sus actos
reglamentarios y de las leyes. Esto implica que se
otorga a la administración los medios necesarios para
asegurar la aplicación de sus actos, o bien por sí

1CE, 26.06.1959, Syndicat général des ingénieurs-conseils,


rec. CE, p. 364.

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misma –“ejecución de oficio”– o bien acudiendo ante


el juez administrativo, civil o penal, a fin de obtener
la autorización de ejecutar el reglamento o la ley.

2. Los contratos administrativos

La administración no actúa siempre por la vía


autoritaria de los actos unilaterales. También, de
manera frecuente, puede utilizar el mismo método
que utilizan los particulares en las relaciones entre sí:
el contrato.
Sin embargo, la contratación entre una persona
pública y una privada, o entre dos personas públicas,
se encuentra limitada por dos especificidades que no
existen en el régimen jurídico de los contratos
privados:

- Los contratos administrativos son contratos


concluidos entre una persona pública y una
persona privada, o entre dos personas públicas,
que tiene por objeto la ejecución de una misión
de servicio público y/o que contiene cláusulas
exorbitantes del derecho común.
La presencia de al menos una persona pública
es una condición sine qua non; es decir que si
ninguna de las partes es pública, no hay
contrato administrativo. Las otras dos
condiciones –ejecución de una misión de
servicio público y cláusula exorbitante– son
alternativas: basta que esté cumplida una de
ellas, para que el contrato sea administrativo.2

2 CE, 31.07.1912, Société des granits porphyroïdes des Vosges,

Rec. CE, p. 909, concl. Léon Blum; GAJA no. 25. TC, 22.01.
1921, Société commerciale de l'Ouest africain, Rec. CE, p. 91;
GAJA no. 36.

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Pero el carácter alternativo de las dos


condiciones es relativo: es poco verosímil que
una persona pública concluya un contrato que
contenga una o varias cláusulas exorbitantes
sin que el objeto del contrato sea la ejecución de
un servicio público.
- Los contratos administrativos pueden ser
modificados unilateralmente por el contratante
público, para que queden adaptados a las
necesidades del interés general.
En cambio, si las modificaciones afectan el
equilibrio financiero del contrato, a perjuicio de
la parte privada, la administración debe
otorgarle una compensación económica a fin de
que pueda seguir ejecutando el contrato. Si ello
no es posible, la parte privada puede pedir al
juez contencioso-administrativo que pronuncie
la rescisión del contrato. Si la inejecución del
contrato es imputable a un hecho del
contratante privado sin que éste pueda
justificarlo por un motivo válido, la parte
pública puede rescindir el contrato sin necesitar
la autorización del juez contencioso-
administrativo.

Finalmente, la administración no puede concluir


contratos para el manejo de actividades de regalía
como la policía, la defensa nacional, la justicia, las
relaciones exteriores, etc. Sin embargo, esta
limitación del ámbito del contrato administrativo
tiende a borrarse frente a la liberalización de diversas
actividades tradicionalmente administrativas. Así,
cada uno puede constatar que las tareas de policía-
control de equipaje y de identidad de los pasajeros en
los aeropuertos –y no solamente en los franceses–

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son operadas por empresas privadas a las que el


Estado ha delegado esta misión de servicio público.

3. El contenido de las funciones de la


administración pública central

En un Estado unitario y de tradición centralista,


como es el caso de Francia, la administración central
tiene una competencia común y las entidades locales
–o colectividades territoriales, como se llaman en
francés– sólo tienen competencias residuales. Sin
embargo el Código general de las colectividades
territoriales dice que “la junta municipal maneja los
asuntos municipales”,3 que “la junta departamental
maneja los asuntos del departamento”,4 y finalmente
que “la junta regional maneja los asuntos de la
región”.5 Pero el código no define cuáles son los
asuntos del municipio, los del departamento o los de
la región. Por lo tanto, es difícil distinguir las
atribuciones de la administración pública central y
las de las entidades locales. También es difícil definir
cuáles son las actividades que, por naturaleza, tienen
carácter administrativo.
En efecto, en Francia como en todos los países
europeos, la tendencia general es que el Estado se
retira de muchas actividades, en nombre del
“liberalismo”, limitando sus intervenciones a los
ámbitos que las personas privadas no pueden tomar
a cargo, o bien porque son de regalía, o bien porque
no son económicamente rentables. Esta evolución es
favorecida por la Unión europea, en ejecución de la

3
Código general de las colectividades territoriales, artículo L.
2121-29.
4
Ibídem, artículo L. 3211-1.
5
Ibídem, artículo L. 4221-1.

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regla clave del Tratado de Roma según la cual los


Estados miembros deben respetar la competencia sin
consideración de nacionalidad y no deben conceder
ayudas a las actividades económicas.6

4. Funciones administrativas y funciones privadas

En el derecho francés la función administrativa se


define tradicionalmente como toda actividad de
interés general conducida por una persona pública o
en nombre de una persona pública y bajo el control
de ésta. Esta definición no es satisfactoria, porque
mezcla el criterio material –actividad de interés
general– y el orgánico –conducida por persona
pública o bajo el control de ésta–, sin permitir
delimitar la realidad de la función administrativa.
Sin embargo, se puede observar que, durante los
treinta últimos años, el ámbito de la actividad
administrativa a nivel del Estado central se ha
restringido a beneficios de la iniciativa privada, por
medio de la privatización del estatuto jurídico de las
empresas públicas, o bien a través de la transferencia
de la actividad estatal a organismos privados.
Por ejemplo, los ferrocarriles franceses fueron
nacionalizados en 1938 por de la creación de la
SNCF,7 una sociedad privada de una duración de 45
años. Al término de este periodo, se transformó en un
establecimiento público industrial y comercial,
persona pública parcialmente regida por el derecho
privado, especialmente en lo que se refiere a las
relaciones entre la entidad y los usuarios –
actualmente denominados “clientes”. También el

6
Tratado de funcionamiento de la Unión Europea, artículo 119.
7
SNCF = Société nationale des chemins de fer français
(Sociedad Nacional de Ferrocarriles Franceses).

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servicio de correos, que fue explotado directamente


por el Estado hasta 1991, se ha transformado ese
mismo año en un establecimiento público industrial y
comercial con las mismas características que la
SNCF. Ambos establecimientos han perdido el
monopolio de sus actividades en 2010 y deberán
enfrentar la competencia de los operadores privados,
franceses y de los otros Estados miembros de la
Unión Europea. Ello es la razón –o el pretexto– de la
reciente transformación de La Poste (“Los Correos”)
en una sociedad anónima.8
Una evolución comparable puede observarse en
varios otros ámbitos, en los que las actividades no
tienen carácter industrial y comercial, como por
ejemplo el sector hospitalario. Desde 2008, los
hospitales públicos tienen un régimen financiero muy
parecido a los establecimientos privados de salud: un
presupuesto global, determinado en función del
número de actos médicos ejecutados; un objetivo de
rentabilidad que conduce a cerrar los hospitales que
no realizan un número mínimo de actos, etc. La
consecuencia es una “desertificación” del mapa de los
hospitales a través del territorio, muchas zonas –
esencialmente las rurales y montañosas– quedan a
más de 50 km del hospital más cercano.
La administración central también se deshace de
ciertas actividades a través de la delegación de
servicio público o de la colaboración público-privada
(en francés: “partenariat public-privé”).
La delegación de servicio público es una nueva
forma de la concesión de servicio público. Consiste en
confiar la gestión de una actividad de servicio público
a una persona privada, “cuya remuneración es
substancialmente” relacionada con los resultados de
8
Ley no. 2010-123 de 9 de febrero de 2010 relativa a la
empresa pública «La Poste».

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la explotación del servicio”, es decir, el precio pagado


por los usuarios o clientes.9
En el marco de la colaboración público-privada, el
Estado confía por contrato a una persona privada,
por un tiempo limitado, la construcción,
transformación, mantenimiento o explotación de
obras o equipamientos necesarios al funcionamiento
de un servicio público –por ejemplo una autopista o
una prisión–, y su financiación total o parcial,
excluyendo sin embargo toda participación en el
capital. La administración tiene la iniciativa de la
operación y el control de su financiación, pero deja a
la persona privada la realización de la obra.
En total, el Estado tiende a limitar sus actividades
o, por lo menos, sus intervenciones directas, y a
conservar el control de las actividades que antaño
eran actividades administrativas, sin que siga
operando directamente. El control del manejo de
dichas actividades por el concesionario o delegatario
le permite seguir dominando los sectores en los que
quiere tener el mando para satisfacer las necesidades
de interés general. La contratación con personas
privadas limita su implicación financiera, le permite
ahorrar dinero y bajar la presión tributaria sobre una
población que acepta cada día menos pagar
cantidades importantes para prestaciones poco
visibles.

9
Esta definición de la delegación de servicio público es la que
da la Ley no. 2001-1168 de 11 de diciembre de 2001 en su
artículo 3o.

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III. LAS FRICCIONES ENTRE LA ADMINISTRACIÓN


CENTRAL Y LAS ENTIDADES LOCALES

Otro método utilizado por el Estado para limitar


sus actividades y, por consiguiente, sus gastos: la
transferencia de responsabilidades del estado hacia
las entidades locales.
Francia es un país unitario. Las entidades locales
no tienen autonomía y dependen del Estado, tanto en
cuanto a la definición de sus atribuciones como a sus
recursos económicos. Estas atribuciones son
definidas por la ley nacional, votada por el
Parlamento, que decide cuáles son las facultades de
las entidades locales, sin que sea necesario obtener el
consentimiento de éstas, ni consultarlas. Por
consiguiente, el Estado central puede aumentar los
cargos de las entidades locales de manera unilateral
y sin compensación financiera, aunque el artículo 72-
1 de la Constitución dice:

Toda transferencia de competencias entre el


Estado y las entidades territoriales irá
acompañada de la atribución de recursos
equivalentes a los que estaban consagrados a
su ejercicio. Toda creación o extensión de
competencias que aumente los gastos de las
entidades territoriales irá acompañada de los
recursos determinados por la ley.

Sin embargo, esta regla legislativa de la


compensación financiera de las transferencias de
competencias no se cumple, en perjuicio de las
entidades locales que carecen de medios jurídicos
para oponerse a ello.

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Varios ejemplos ilustran esta tendencia fuerte de


la evolución de las relaciones entre el Estado y las
entidades locales.
Los municipios tienen la responsabilidad de la
construcción y mantenimiento de las escuelas
primarias, los departamentos de los colegios –tres
primeros años de enseñanza segundaria– y las
regiones de los liceos –cuatro últimos años de
enseñanza segundaria–. Para ello, recaudan
impuestos y reciben del Estado una “dotación global
de funcionamiento”, cuyo monto depende del número
de habitantes y de la superficie de cada entidad local.
A partir de 2007, el Estado también ha transferido a
las entidades locales respectivas la gestión del
personal de los establecimientos escolares, que hasta
esa fecha estaba a cargo del Ministerio de Educación
Nacional y financiado por el presupuesto del Estado.
La consecuencia es que los municipios,
departamentos y regiones deben soportar un cargo
financiero suplementario, que no ha sido
compensado por una transferencia equivalente de
recursos del Estado a las entidades locales.
Otro ejemplo es el de las carreteras nacionales de
menor importancia –por el tráfico poco denso, o por
la longitud de la carretera, que no rebasa dos o tres
departamentos–, cuya propiedad y mantenimiento
han sido transferidos por el Estado a los
departamentos. Ello también ha generado gastos
suplementarios, sin la compensación financiera
correspondiente.
Último ejemplo: la ley de 30 de diciembre de
200910 ha suprimido el impuesto sobre el
rendimiento del trabajo personal,11 cuya base de

10
Ley no. 2009-1673 de presupuesto para 2010.
11
En francés: taxe professionnelle.

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cálculo es el monto de la masa salarial de cada


empresa, lo que es a la vez injusto y económicamente
desastroso. Se distribuía el rendimiento de este
impuesto entre los municipios, departamentos y
regiones, y representaba cerca del 50 % de los
recursos de las entidades locales. La ley que suprime
este impuesto no ha previsto un recurso de
sustitución para las entidades locales afectadas. Los
alcaldes y presidente de juntas departamentales y
regionales han protestado y pedido que se postergara
la puesta en vigor de la ley hasta que se proponga un
sistema de financiación correspondiente. Hasta la
fecha, estas protestas han sido vanas. El gobierno
central ha declarado que el recurso de sustitución se
crearía en la ley de reforma de las entidades locales
que se iba a examinar el año siguiente. Pero esta ley
de reforma se ha votado y promulgado sin que se
haya cumplido la promesa. La crisis entre el
gobierno central –actualmente de derechas– y las
entidades locales –en su gran mayoría dirigidas por la
izquierda– ha llegado a tal punto que varios
departamentos han decidido acudir ante el Consejo
de Estado para conseguir que el Estado esté
condenado a pagarles la diferencia entre el costo de
las transferencias y las cantidades que realmente les
han sido atribuidas.
La única salida para las entidades locales, para
que puedan seguir funcionando y ejercer sus
facultades legales, es incrementar el monto de los
impuestos, ya que la dotación estatal no crece al
mismo ritmo que los gastos. Ello provoca una fuerte
oposición de la población en los municipios,
departamentos y regiones, puesto que, al mismo
tiempo, el Estado estabiliza, e incluso disminuye la
presión impositiva a nivel nacional. El problema
jurídico y económico se cambia en un problema

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político de enfrentamiento entre el gobierno de


derechas y las entidades locales de izquierdas.

IV. CONCLUSIONES

Al cabo de este análisis breve y rápido, se puede


constatar que es muy difícil definir cuáles son las
facultades que, por esencia o naturaleza, la
administración central debe cumplir en un Estado
unitario y centralizado como Francia, dado la
evolución reciente de la concepción que se tiene, en
el mundo occidental, del papel del Estado y, más
generalmente, de las autoridades públicas. La crisis
económica y financiera de las últimas décadas, el
alza del liberalismo y neoliberalismo, han
perturbado los esquemas tradicionales del derecho
constitucional y administrativo, y el derecho público
se ha privatizado considerablemente, a costas de la
satisfacción de las necesidades de la población.
La función administrativa se resume a lo mínimo
indispensable para que se mantenga la cohesión
social. Pero desde hace pocos años y, especialmente,
desde la crisis financiera de 2008, la población
reivindica que la potencia pública tome a su cargo
sectores de la vida social que el estado estaba
abandonando durante las décadas anteriores, tales
como la solidaridad social, la salud o la educación.
En Francia, este nuevo movimiento se concreta en
una subida de la participación de las entidades
locales en la vida económica y social, en detrimento
del papel del Estado que más bien tiene un rol de
coordinación que de actor efectivo.

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LAS FUNCIONES DE LA ADMINISTRACIÓN PÚBLICA CENTRAL…

La consecuencia de esta evolución, si se prolonga,


podría ser, o bien una mayor autonomía de las
entidades locales, a las que se confiaría cada vez
más facultades administrativas, o bien una mayor
integración de los Estados miembros de la Unión
Europea en una forma de confederación, o incluso
de federación europea, como lo soñaba Víctor Hugo,
el poeta visionario, hace un siglo y medio.

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