“Alucinaciones” de Oliver Sacks El libro “Alucinaciones” de Oliver Sacks es otro de sus célebres obras donde a partir de su experiencia clínica discute de forma catedrática sobre los diferentes casos con los que él ha tenido contacto a lo largo de su práctica, en este caso en particular todos aquellos donde las alucinaciones han sido el tema principal. El autor empieza desmontando la probable idea que tiene el lector de que va a leer sobre un síntoma clínico más, Sacks introduce su obra haciendo énfasis en que las alucinaciones no son un fenómeno tan claro como lo percibimos. Existe una línea muy delgada entre una alucinación y una simple falla perceptiva, al igual que en formular una fantasía y percibir aquella fantasía como parte del mundo real. Lo que más impacto trae consigo es el cuestionamiento del juicio que hacemos referente a la presencia de alucinaciones, al principio vemos a las alucinaciones como cualquier otro síntoma, un indicio de enfermedad mental, al hacerlo ignoramos la importancia cultural que tienen estas en muchos pueblos no solo antiguos sino modernos. ¿Por qué el hecho de que una persona vaya a consultarse a un hospital y diga que vio un ángel se toma de inmediato como signo de enfermedad mental cuando el mismo profesional que la diagnosticó se crio en un pueblo donde hablaban de que tan “bendecida” era su tía al ella dar testimonio en la iglesia de como un ángel se le apareció? El libro no es tan especifico con ese punto al presentar su polemica, pero pienso que por el contexto cultural en el cual nos encontramos tenemos un papel importante en este aspecto del debate de las alucinaciones. Es por ello que Oliver acompleja el tema de las alucinaciones en dos puntos principales, en su naturaleza y en nuestra percepción de ella. Las alucinaciones no son las simples visiones que pesamos que le ocurren solo a personas enfermas como lo representan los medios de comunicación por motivos de entretenimiento, al pensar en alucinaciones es probable que inmediatamente se piense en una persona que ve cosas que realmente no están allí, es tanto así que la portada de la edición leída del libro es la imagen de un ojo que ve patrones sin sentido aparente. Pero, irónicamente, la realidad es otra, la alucinación llega de tantas formas como las formas en que nuestro cerebro puede captar la realidad. Esto se ve más cuando se relacionan las alucinaciones con las áreas del cerebro que se encargan del tipo concreto de percepción que se ve alterada en la persona: el ser humano percibe la escritura, por lo que se puede alucinar viendo palabras escritas donde no las hay; el ser humano percibe la música, por lo que se puede alucinar escuchando música cuando realmente se está en un lugar apartado y silencioso; el ser humano reconoce los rostros de los demás, por lo que se puede alucinar viendo rostros de personas por una ventana cuando realmente es de noche y no hay ni un alma caminando por las calles. Lo más sorprendente es que a pesar de que nuestra lógica nos dirá que solo bastaría con razonar sobre lo absurdo de estas percepciones, las alucinaciones se perciben tan reales que se le hace a la persona que las experimenta muy difícil el separarlas de la realidad, ya que, al entrar en su mundo percibido, se han vuelto parte de la realidad de esa persona. El otro punto es como nosotros mismos vemos las alucinaciones, es muy fácil simplemente decir que es un síntoma que aparece en el DSM y solo tomarlo en cuenta para el diagnóstico en un ambiente clínico, pero mirarlo de esa forma sería estar muy corto de vista. Durante nuestro crecimiento nos han hecho mil y un historias de personas que han dicho ver cosas que no atienden a la lógica o se consideran fuera del mundo material, y de cómo creer en que estos fenómenos realmente pasaron es un valor importante, es Fe, y la influencia de estos fenómenos y testimonios sobre la cultura nuestra y de muchos otros pueblos es innegable. ¿Entonces qué diferencia a un paciente psiquiátrico que alucina de una persona que obtuvo la gracia de tener una experiencia espiritual más allá del resto? Cualquiera se hace el dicotómico y dice que uno se lo dijo al pueblo en una iglesia, mientras que él otro se lo dijo a un médico/psicólogo en un hospital, y que allí radica la diferencia. La complejidad del problema es obvia, pero de facto se tiende a manejar con esa percepción dicotómica del lugar donde lo reporta la persona y a quien lo hace. Y allí entraría otro cuestionamiento que me parece igual de interesante, ¿Si una religiosa se regocija por haber visto a la virgen sonreírle y comparte su testimonio con el convento y las personas del pueblo, te atreverías a recomendarle una cita con el psiquiatra local? Este tema por suerte no ha sido ignorado en las últimas décadas, en la gran mayoría de los trastornos psicóticos el DSM incluye la salvedad de que él profesional debe considerar el contexto cultural del paciente antes de realizar un diagnóstico, al fin y al cabo, una definición de “psicopatología” nunca está completa sin la palabra “cultura” de por medio. Al igual que otros fenómenos perceptuales y cognitivos que experimenta el ser humano, las alucinaciones son tan complejas como la mente misma que las evoca, su carácter multifactorial y su notable presencia las han hecho uno de los muchos misterios por los que los investigadores se han obsesionado, al igual que se han mostrado como una de las muchas banderas que marcan lo lejos que puede llegar la mente humana en la construcción de nuestra realidad como la conocemos.