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FÓRMULAS EN EL ROMANCERO:

ELEMENTOS SIGNIFICATIVOS

Aurelio González
EL COLEGIO DE MÉXICO

Es evidente y comúnmente aceptado que el romance es un texto de tipo tradi-


cional y, como ya se ha dicho en múltiples ocasiones desde que así lo planteó
Menéndez Pidal, este tipo de texto se caracteriza por vivir en variantes. Ya en
las primeras colecciones romancísticas del siglo XVI nos encontramos, en va-
rias ocasiones, con distintas versiones de un mismo romance, cuyas variantes
no podríamos explicar solamente con el trabajo de retoque de los impresores.
Por lo tanto podemos suponer que estas pocas variantes que conservamos de la
primera época de recolección son tan sólo una muestra reducida de un recur-
so ampliamente utilizado por la tradición oral medieval que se refeleja en lo
que hoy llamamos Romancero viejo y que perdura con vitalidad en la tradición
oral moderna.
Sin embargo, esta variación, a pesar de la gama tan amplia que puede pre-
sentar, nunca es arbitraria, pues en primer lugar se debe ajustar a una misma
historia, aunque las distintas «lecturas» o interpretaciones, generadas muchas
veces por las mismas variaciones textuales, van haciendo que la historia no sea
un modelo clausurado sino abierto. En segundo lugar, la variación se mantiene
dentro de los márgenes de un «lenguaje» del Romancero que el transmisor co-
noce, aunque no necesariamente de manera completa y razonada. Sin este «len-
guaje» el transmisor o sus escuchas no podrían reconocer el texto que se está di-
ciendo o cantando como parte de su patrimonio cultural ni en su especificidad
genérica.
Es claro también que la variación en el vocabulario y la sintaxis de un ro-
mance estará condicionada por el propio sistema lingüístico en que se lleva a
cabo la narración, pero la peculiar tradición lingüística del género Romancero
también condicionará la variación en este nivel de articulación del texto. Existe
otro límite para la variación, y es la formación verbal específica de cada roman-
ce en particular. Contrariamente a los modernos juglares serbios que, según lo
ha explicado Arthur Lord en The Singer of Tales, recomponen sus textos acu-
diendo a un acervo de estructuras formulísticas intercambiables, en la tradición
romancística las versiones «no surgen de la improvisación verbal de un sujeto
cantor que conoce la historia relatada y que echa mano, para recomponerla, del
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acervo común lingüístico y formulaico a disposición de los romancistas»,1 sino


que existe un vocabulario, determinadas estructuras sintácticas complejas y sin-
tagmas que definen a un romance determinado tanto como su intriga, y que el
transmisor conserva en la memoria con suficiente precisión.2
Un elemento discursivo muy importante, que el transmisor retiene en su
memoria y que forma parte de ese lenguaje tradicional es la fórmula, sin embar-
go esta unidad «fija» también es una unidad abierta en cuanto acepta la varia-
ción tanto en el nivel de la forma como, incluso, en el del significado. Entiendo
el término «fórmula» como una serie de elementos que se repiten sin variación
notable (tanto discursivamente como significativamente) en distintos textos, y
como «estructura formularia» aquella que presenta variables notables o una re-
estructuración de los elementos de la fórmula.3
El texto romancístico se articula métricamente en su discurso, en la mayoría
de los casos, en versos de dobles octosílabos divididos en hemistiquios y aso-
nantados. El lenguaje del Romancero, además de la especificidad métrica, se ca-
racteriza por su capacidad de condensación expresiva poética a través de un
lenguaje figurado cuyas unidades son las fórmulas. La información literal que
proporciona una expresión formularia no puede descartarse, pues por lo general
expresa de alguna manera el significado de la intriga, y «para el desarrollo de
ésta lo que importa es la significación esencial, 'lexicalizada', de esa expre-
sión».4 Lo que define las fórmulas como tales no es solamente su recurrencia,
sino también su carácter figurativo que permite articular dramáticamente el texto
romancístico en el plano del discurso.
Existe una relación de significación (sígnica) entre el plano de la organiza-
ción artística de una «historia» (intriga) y el plano de su expresión en el lenguaje
figurativo propio del género (discurso).5 Las unidades de este último plano son

Diego Catalán, «Los modos de producción y 'reproducción' del texto literario y la noción de
apertura» en A. Carreira, J. A. Cid, M. Gutiérrez Esteve y R. Rubio, eds., Homenaje a Julio
Caro Baroja, Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 1978, pág. 251. Vid. también de
Catalán, «El motivo y la variación en la trasmisión tradicional del Romancero», Bulletin Hispa-
nique, LXI (1959), págs. 149-82.
" Vid. Ramón Menéndez Pidal, «Los cantores épicos yugoslavos y los occidentales», Boletín de la
Real Academia de Buenas Letras, XXXI (1965-66), págs. 195-214.
A este respecto, me remito a los trabajo clásicos sobre la fórmula de Lord, The Singer of Tales,
New York: Athenaeum, 1973. [Ia ed.: Harvard University Press, Cambridge, 1960] y de Ruth
H. Webber, «Formulistic Diction in the Spanish Bailad», University of California Publications
in Modern Phüology, XXXIV (1951), págs. 175-278.
Diego Catalán et al.. Catálogo general del Romancero pan-hispánico (CGR), 3 vols., Madrid:
Seminario Menéndez Pidal-Gredos, 1984,1.1, pág. 171.
5
El modelo de análisis del Seminario Menéndez Pidal, presentado por primera vez en el II Colo-
quio Internacional sobre el Romancero (una segunda formulación de sus principios teóricos
aparece en «Descripción de modelos translingüísticos dinámicos a propósito del Catálogo Ge-
neral del Romancero Pan-Hispánico», en Studia Lingüistica in Honorem Eugenio Coseriu
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las fórmulas, mientras que los motivos forman las unidades del nivel discurso-
intriga, ya que en ellos encontramos un significante (discurso) que puede ser
común o estar presente en otros textos del género; y un significado, que es espe-
cífico de la historia contada (intriga).
En ocasiones se podría entender entonces (como en el caso de los juglares
serbios) que el discurso del Romancero es completamente formulístico, sin em-
bargo en el plano del discurso podemos identificar varios elementos significati-
vos que pueden tener una codificación los suficientemente estable para funcio-
nar como fórmulas:

a) Elementos con valor significativo suprasegmental.

Son los indicios, informes y símbolos. Estos elementos no son expresión di-
recta de la intriga: exigen un proceso de interpretación por parte del receptor, y
remiten en muchos casos a contextos culturales («lunes por la mañana» = día
nefasto; «mañanita de San Juan» = día favorable), o a conceptos difusos como
sentimientos, atmósferas, situaciones, caracteres, etc. Estos elementos los po-
demos considerar como los elementos más alejados del significado de la historia
aunque están muy relacionados con el estilo del género e indudablemente llenan
una función «identificadora».6 El lunes como día présago implica un contexto
cultural para poder ser descodificada adecuadamente, por otra parte la mención
es parte de muchas fórmulas de ubicación temporal.
El contexto cultural señala, desde tiempo muy remoto, que el lunes es un día
desafortunado para iniciar cualquier actividad, y de hecho la mención de este
día en el Romancero se convierte en un tópico. En la tradición oral moderna
continúa el uso de la ubicación temporal del lunes (a cualquier hora) como un
indicio del destino trágico del personaje o de lo nefasto de las acciones que se
emprenden. Este uso lo encontramos en versiones sefarditas marroquíes de La
muerte ocultada («Levantóse Uezo lunes de mañana»)7 y de La adúltera («Yo
me levantara un lunes, un lunes antes de albor»);8 en versiones asturianas de

[1921-1981], Madrid-Berlín: Gredos-Gruyter, 1981, págs. 245-54) por Diego Catalán, propone
cuatro niveles en el análisis narratológico: discurso, intriga, fábula y modelo narrativo. En lí-
neas generales, estos niveles provienen de Cesare Segre («Analisi del racconto, lógica narrativa
e tempo», en Le strutture e il tempo, Tormo: Einaudi, 1974, págs. 3-77), sobre todo en lo que se
refiere a la concepción teórica básica del análisis narratológico.
Vid. Aurelio González, Formas y funciones de los principios en el Romancero viejo, México:
Universidad Autónoma Metropolitana, 1984, págs. 82-84.
Beatriz Mariscal, La muerte ocultada, Madrid: Gredos-Seminario Menéndez Pidal, 1984-1985,
págs. 66-74.
:
Yakov Yoná, Pizmónim de bérit milah, Salónica: s.e., 5656 [=1895-1896 E. C] en S. G. Armis-
tead, J. H. Silverman y I. Hassán, Seis romancerillos de cordel sefardíes, Madrid: Castalia,
1981, pág. 19.
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La calumnia de la reina («en la mañana de un lunes»);9 leonesas de La nodriza


del infante («Madrugara Teresita un lunes por la mañana»); 10 catalanas de la
Presó del reí de Franca («Ja partí lo rei de Franca un dilluns al dematí»);11
santanderinas de La difunta pleiteada («las bodas se comerán el lunes al medio
día»);12 en versiones sefardíes orientales de La esposa de don García («Yo me
alevanté un lunes, un lunes por la mañana») 13 castellanas de La muerte del
Príncipe don Juan («Yo sí me levantaré el lunes por la mañana»),14 o argenti-
nas de La adúltera.15
En la tradición vieja la situación es la misma: El robo de Elena se inicia
en lunes; la trágica muerte de la duquesa de Braganza o la del duque de Gandía
tienen lugar o se descubren un lunes, y los trescientos hijosdalgo salen de Jaén,
a pesar de todas las indicaciones negativas que se les dan, un lunes por la ma-
ñana.
Un lunes a las quatro horas ya después de medio día {La duquesa de Ber-
ganza)}6

La mención del lunes presagia el triste fin de la duquesa (identificada por unos
con doña María Téllez, esposa del infante don Juan de Portugal, y por otros con
doña Leonor de Mendoza, esposa de don jaime, duque de Braganza)
Lunes era, cavalleros, lunes fuerte y aziago {El robo de Elena).17
En este ejemplo la advertencia sobre lo nefasto del día es clara, e incluso está
dirigida, probablemente como una forma de cortesía, a los caballeros.

Juan Menéndez Pidal, Poesía popular: Colección de los viejos romances que se cantan por los
asturianos en la danza prima, esfoyazas y filandones, Madrid: Hijos de J. A. García, 1885, 2a
ed. ampliada y cotejada con los originales manuscritos: Romancero Asturiano (1881-1910), t. I,
ed. de Jesús Antonio Cid, Madrid-Gijón: Seminario Menéndez Pidal-Gredos-GH Editores,
1986. pág. 188.
Versiones inéditas en el ASOR (Seminario Menéndez Pidal, Madrid) recogidas en la encuesta
León-85.
Manuel Mila i Fontanals, Romancer cátala, ed. de Joan Antoni Paloma, Barcelona: Edicions 62,
1980, pág. 23.
12
Mana Goyri, «La difunta pleiteada», en De Lope de Vega y del Romancero, Zaragoza: Biblioteca
del Hispanista, 1953, págs. 10 y 14.
Versión de Salónica, Grecia, Colección manuscrita (1860) del gran rabino Isaac Bohor Amaradjí,
recogida por Manrique de Lara en 1911. Archivo Menéndez Pidal.
José María de Cossío y Tomás Maza Solano, Romancero popular de la Montaña, 2 vols., San-
tander: Sociedad Menéndez Pelayo, 1933-193,1.1, págs. 55-57.
Ismael Moya, Romancero: estudios sobre materiales de la colección de folklore, Buenos Aires:
Universidad de Buenos Aires, 1941, págs. 454 y 457.
Romance originalmente publicado en la segunda parte de la Silva de romances (Zaragoza, 1550-
1551), ed. de Antonio Rodríguez Moñino, Zaragoza: Cátedra Zaragoza, 1970, pág. 323.
Pliegos poéticos españoles en la Universidad de Praga, ed. facs. 2 vols., Madrid: Joyas Biblio-
gráficas, 1960, pl. XVIII. [Burgos, 1550c.].
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Sobre Baza estaba el rey, lunes, después de yantar {Cerco de Baza).18


En este caso la mención del lunes indica el fracaso del rey Fernando el Católico
ya que el Zagal logró romper el cerco e introducir hombres en la ciudad.
Un lunes por la mañana parten todos muy lozanos {El obispo don Gonzalo)}9

En todos los ejemplos mencionados funciona el indicio nefasto del lunes c o -


mo día trágico; sin embargo, al convertirse en un tópico, como se puede ver por
la dispersión geográfica total y la permanencia temporal tan amplia, puede darse
el caso que la referencia formulística se integre en textos que no tienen ningún
desenlace negativo, en cuyo caso no se podría considerar que su presencia fuera
indicial, 2 0 sino sólo exornativa.
A este indicio negativo se oponen otros de signo positivo como el de la ma-
ñana del día de San Juan:
La mañana de san Juan al tiempo que alboreaba {La mañana de San Juan).21
Yo me levantara, madre, mañanica de Sant Juan {Yo me levantara, madre).22
como^uvo el conde Arnaldos la mañana de san Juan {Conde Arnaldos).23
En este caso también es el contexto cultural el que permite reconocer el día de
San Juan (24 de junio, solsticio de verano) como un día mágico, postivo.

b) Elementos con valor ornamental.


Estos elementos corresponderían, en la gramática del lenguaje tradicional
romancístico, a los «modificadores» y su relación significativa con la historia es
mínima. Entre estos elementos podemos considerar a las fórmulas genéricas,
como las de introducción: «estando en estas razones», «bien oiréis lo que diría»;
de transición: «a la subida de un...»; o estrictamente calificativas: «peine de
oro», «vaso de cristal de China», «plata fina», etc. Sobre estos últimos elemen-
tos hay que aclarar que en ocasiones sí pueden tener un valor significativo para

18
Este romance está recogido en el Cancionero de Musical de Palacio. Giuseppe Di Stefano, Ro-
mancero, Madrid: Taurus, 1993, pág. 311.
19
Femando José Wolf y Conrado Hofmann, Primavera y flor de romances o Colección de los más
viejos y populares romances castellanos, en Marcelino Menéndez Pelayo, Antología de poetas
líricos castellanos, t. VIII, Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Santander, 1945,
pág. 215 (I a ed.: A. Asher, Berlín, 1856).
20
Sobre el u s o d e la ubicación e n lunes en el R o m a n c e r o , su dispersión, su sentido negativo y la
presencia sin carga indicial e n canciones d e boda sefardíes, es obligada la consulta d e la amplia
nota d e Samuel G. Armistead y Joseph H . Silverman, The Judeo-spanish Bailad Chapbooks of
Yacob Abraham Yoná, Berkeley-Los Angeles: University of California Press, 1971, págs. 177-79.
21
Silva 1550, op. cit, pág. 3 1 9 .
22
Ibid., pág. 2 1 1 .
23
Cancionero de romances (Anvers, 1550), ed. de Antonio Rodríguez Moñino, Madrid: Castalia,
1967, pág. 255.
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la historia, en cuyo caso se considerarían en forma distinta. En las fórmulas si-


guientes lo significativo es la ubicación temporal a medianoche, esto es en pleno
momento de descanso; la mención de los gallos, aunque es formulística, sólo es
un elemento de ornato que refuerza la mencionada ubicación temporal:
hasta la media noche, los gallos querían cantare (Conde Dirlos).24

Con leves variantes, esta misma fórmula la encontramos en los romances del
Conde Claros, de Gaiferos y El prior de San Juan. Esta función ornamental la
llena de la misma manera la mención a la plata cuando aparece como pareja no
contrastiva del oro.
¡Cuánta de la espuela de oro! ¡Cuan estribera de plata! (Reduán).25
El pie tenía de oro y almenas de plata fina (Rosaflorida).26

c) Elementos con significado narrativo.

Son los que expresan las secuencias de la historia organizada artísticamente


en la intriga. Estos elementos están formados por «núcleos», en los cuales se
expresa directa o esencialmente el contenido de la secuencia de la historia, y
«expansiones», en las cuales encontramos expresiones complementarias de los
núcleos. Por lo general estas expansiones amplían, por medio de descripciones,
enumeraciones, etc., el contenido de los núcleos. Esta distinción es similar a la
que plantea Barthes cuando habla de «funciones cardinales» y «catálisis»,27 o
Chatman cuando se refiere a «kernels» y «satellites».2& Estos elementos perifé-
ricos no son totalmente prescindibles con respecto a la historia, como lo entien-
den en líneas generales estos últimos autores, pues su relación, aunque no es di-
recta con las secuencias de la intriga, si lo es con los elementos nucleares.
Tomachevski, al hablar de motivos «ligados o asociados» y motivos «libres»,29
equivalentes a los núcleos y las expansiones, considera que estos últimos son
simplemente detalles, y que se pueden eliminar sin que se destruyan los nexos
causales entre los hechos. De acuerdo con su razonamiento, en el plano de la fá-
bula solamente encontraríamos motivos ligados, y en cambio en la intriga, don-
de aparecen ambos tipos, los motivos libres podrían ser los determinantes. La
concepción de Tomachevski de los motivos libres no señala la relación expresi-

Cancionero de Romances 1550, op. cit. pág. 114.


25
Ginés Pérez de Hita, Historia de los bandos de los zegríes y abancerrajes. Guerras civiles de
Granada, ed. Paula Blanchard-Demouge, Madrid: El Museo Universal, 1983.
26
Cancionero de Romances 1550, op. cit., pág. 201.
Roland Barthes, «Introducción al análisis estructural de los relatos», en R. Barthes, et al., Análisis
estructural del relato, trad. de B. Dorriots, Buenos Aires: Tiempo Contemporáneo, 1970, pág. 20.
Seymour Chatman, Story and Discourse, Ithaca: Cornell University Press, 1978, págs. 53-56.
Boris Tomachevski, Teoría de la literatura, trad. de M. Suárez, Madrid: Akal, 1982, pág. 186.
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va que se da a través de los ligados, y aproxima los primeros a elementos con


escaso valor significativo.
En la fórmula «de día... de noche...» se puede expresar un elemento impor-
tante de la narración ya que puede indicar
'sin cesar':
De día le dan combate, de noche hacen la mina (El moro de Antequera).30
'ocultándose':
de noche por los caminos, de día por los jarales (Gaiferos).31
'hacía calor':
Daban cebada de día y caminaban de noche (Por Guadalquivir arriba).32
'Intensificación':
de día, majar esparto, de noche, moler civera (El cautivo).33
En el siguiente ejemplo se emplea un tópico como es el treinta (múltiplo de
tres), pero en unos casos significa claramente que se trata de un emplazamiento
y en otros simplemente indica un lapso de tiempo:
que allá vayan ajuicio dentro de los treinta días.
[...]
mas también todos murieron dentro de los treinta días (Conde Alarcos).34
Treinta días da de plazo, treinta días, que más no (Tres cortes armara el rey).35
En forma sintética hemos mostrado como la fórmula posee un valor signifi-
cativo variable por lo que se puede decir que ésta es un elemento del discurso
tradicional que llena varias funciones y que a pesar de ser uno de los elementos
más estables del texto está compuesta por elementos de distinto tipo lo cual se
corresponde con la apertura y variación que presenta.

30
Vicente Castañeda y Amalio Huarte, Nueva colección de pliegos sueltos, Madrid: s. e., 1933,
pág. 64.
3I
/Wd.,pág. 11.
Primavera, op. cit., pág. 171.
33
Cancionero de Romances 1550, op. cit. pág., 284.
Cancionero de Romances 1550, op. cit. pág., 185.
35
Cancionero de Romances 1550, op. cit. pág., 161.

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