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Mar del Plata

Mayo de 2018

Querida Eva Perón,

Me dirijo a usted con el fin de hacer público mi conocimiento sobre algunas cuestiones en
torno a su figura como representante acérrima de la clase trabajadora de la República Argentina
desde octubre de 1945, cuando conoce y contrae matrimonio con Juan Domingo Perón, justo
una semana después de que el General se consagre como líder popular.
Primeramente, quisiera felicitarla, pues creo que su figura ha trascendido las barreras del
tiempo y ha logrado ir más allá de lo que se considera una figura política: he oído decir que, más
bien, se ha convertido en “jefa espiritual” de la Nación. Pienso que la tenacidad, optimismo y
humidad con los que llevó a cabo sus proyectos permitieron dar un giro a la historia política y
social de la Patria. Hago hincapié, sobre todo, en la última cualidad antes mencionada, ya que es
la empatía para con las clases menos oídas la que permitió la integración de estas últimas al
resto de la sociedad y el consecuente avance en materia social, económica y cultural. Desde mi
punto de vista (y estimo que, por sus acciones, desde el suyo también), la hipocresía es la
enemiga del crecimiento y la traba de todo progreso. Por este motivo, quiero hacerle saber que
comparto con usted la idea de “justicia social” como motor de todo cambio y no así el concepto
tradicional de “limosna” (promulgado por los sectores ricos) que, como bien usted afirma, no
hace más que “excitar el deseo de los pobres sin dejarlo nunca satisfecho”.
Por otra parte, la Ley de Sufragio Femenino, aprobada en 1947 gracias a su lucha
incansable, marca un hito para la Argentina y ha permitido que las mujeres puedan comenzar a
tomar conciencia sobre la importancia de su voz en las decisiones sobre el destino de la Patria,
responsabilidad que no deja de crecer con el correr de los años y que se ve acompañada por el
incremento de la participación activa de las mismas en ámbitos de labor ciudadana.
A pesar de las fuertes críticas de los ámbitos opositores, los cambios sociales, económicos
y culturales llevados a cabo por el peronismo son innegables, y ni siquiera la crisis de 1949
pudo revocar su figura ni la de su marido, el presidente Juan D. Perón. En torno a esto, me
gustaría hacerle unas preguntas: ¿piensa usted que si no hubiera realizado la gira por Europa en
el año 1947 hubiese podido ganarse la total confianza del gobierno y de los sectores populares
de igual modo? ¿Cree que las decisiones políticas que tomó más adelante hubieran sido tales sin
aquella experiencia de total independencia en países como España, Francia e Italia?
Desde ya, agradezco su tiempo, el de ahora y el de siempre. Su nombre es y será llevado a
la victoria por el resto de los días.
Sin más, me despido con mi más sincero respeto. Atentamente,
Justo A. Perez Berazadi

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